Sunteți pe pagina 1din 74

Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política


Instituto de Ciencia Política
Profesor Pierre Ostiguy

Seminario de Grado II

Populismo en
Chile
Vías no tomadas y cultura política chilena

por
Nicolás Bravo Reyes

Santiago de Chile, 12 de diciembre de 2013


INDICE

1. Introducción.……………………………………………………………………………1

2. Metodología……………………………………………………………………………...4

3. Marco Teórico…………………………………………………………………………..5

2.1 Populismo…………………………………………………………………………….5
2.1.1 Enfoques para entender el populismo latinoamericano………………………….5
2.1.1.1 Enfoque Macro-sociológico Histórico…..…………………………. 5
2.1.1.2 Enfoque Socio Cultural……………………………………….……..7
2.1.1.3 Enfoque Discursivo………………………………………...………..8
2.1.1.4 Enfoque Institucionalista…………………………………….………8

2.1.2 Definición conceptual de populismo que se utilizará en el trabajo……………..9

2.1.3 Populismo según ubicación temporal: Clásico, neos y radicales……………...10


2.1.3.1 Populismos clásicos……………………………………,…….……11
2.1.3.2 Neopopulismos……………………………………….………...…..11
2.1.3.3 Populismos radicales…………………………………….…………12

2.2 Cultura Política………………………….…………………………………………..13


2.2.1 La Cultura Política en Chile………………………………………………….…14

3. Análisis Histórico Comparativo:


Los Caminos “Populistas” No Tomados En Chile………………………………...……17
3.1 Antecedentes históricos: Chile en el siglo XIX……………………………………. 17
3.2 Siglo XX en Chile: Desde El “León” de Tarapacá hasta Allende (1920-1973)……18
3.2.1 La primera piedra: Arturo Alessandri y su supuesto “populismo”……………...19
3.2.1.1 Alessandri en el poder por primera vez: ………………………..…………22
3.2.1.2 Alessandri vuelve: más lejos de la vía populista…………………………...24
3.2.2 ¿Fue el primer gobierno de Ibáñez populista? ……………………………….26
3.2.3 Los orígenes “populistas” del socialismo chileno y su caudillo: Marmaduque
Grove…………………………………………………………………………29
3.2.3.1 Los caminos no tomados: El fracaso del proyecto “socialista populista”.....33
3.2.4 El regreso de Ibáñez: La transformación del dictador en demócrata (1937-
1958)………………………………………………………………………….35
3.2.4.1 La elección de 1938: Ibáñez con la izquierda, al estilo Grove……………..36
3.2.4.2 Ibáñez en 1942: El giro a la derecha……………………………………….41
3.2.4.3 La tercera es la vencida: Ibáñez y su triunfal regreso en 1952…………….43
3.2.4.4 Ibáñez en el gobierno por segunda vez: el fracaso del proyecto populista...46
3.2.5 La Unidad Popular: ¿Salvador Allende como líder populista?........................51
3.3 El Golpe de Estado de 1973 y el Chile Post Pinochet: La reafirmación de una
cultura política orientada al
orden……………………………………………………………………………..56
3.3.1 Un fenómeno persistente: “FraFra” y la alternativa populista en
1989…………………………………………………………………………..58
3.3.2 La UDI “popular” y el liderazgo de Joaquín Lavín…………………………..59
3.3.3 El Chile convulsionado: una nueva oportunidad para el populismo como
opción “outsider” con Parisi…………………………………………….........63

Conclusión…………………………………………………………………………………67

Bibliografía………………………………………………………………………………..69
1. INTRODUCCIÓN

El año 2011, mientras todo Chile se paralizaba con los cientos de miles de estudiantes y
gente común que salía a las calles a protestar, muchos pensaron que esta situación derivaría
en un escenario catastrófico para el siempre ordenado y “excepcional” Chile. El inusitado
poder que habían alcanzado los movimientos sociales frente al gobierno de Sebastián
Piñera demostró que el poder ciudadano no solo se expresaba en las urnas, sino que
también en la calle. Transversalmente, la clase política chilena se vio enjuiciada de
izquierda a derecha por estos movimientos poco comunes en la distintiva paz social que
había caracterizado a Chile desde el fin de la dictadura, en comparación a sus siempre
convulsionados vecinos latinoamericanos.
El “fantasma” del populismo que siempre ha rondado por el vecindario parecía que
también se podría establecer en las australes tierras chilenas. Las elecciones posteriores al
agitado año 2011 serían una prueba de fuego para ver si aparecía un liderazgo populista que
pudiera interpretar ese gran descontento social que expresaron cientos de miles ciudadanos
chilenos en contra del “sistema” político y social. Sin embargo, hasta la fecha (inicios de
2014) ninguna de las apocalípticas predicciones sobre Chile y su destino populista han
ocurrido. ¿Será que Chile está inmune al fenómeno populista?
Acorde a lo anterior, de modo intuitivo, se cree que los populismos surgen
generalmente cuando el sistema político vigente no es capaz de incluir ni solucionar las
problemáticas de los sectores más desposeídos de la sociedad, algo común en un continente
como lo es Latinoamérica donde la pobreza y la desigualdad persisten hasta hoy en día. En
el caso particular de Chile el descontento se ampliaría y concentraría mayormente en
sectores medios representados, por ejemplo, en las movilizaciones estudiantiles de 2011. En
ese sentido, “En sistemas políticos más institucionalizados donde el Estado de derecho da
garantías a los pobres y donde de alguna manera funcionan las instituciones políticas, el
populismo tiene dificultades para manifestarse. Es por esto que Chile y Costa Rica son en
la actualidad los países en los que la tentación populista, si bien existe, no logra cuajar”
(De la Torre 2003: 65). La afirmación de De la Torre es bastante común para referirse a
Chile en relación al populismo. No obstante, en dicha frase se omiten ciertos factores que

1
permitirían la existencia de condiciones en Chile para que se diera lugar a un gobierno
“populista”. El primer factor es el gran desencanto que existe sobre la política, expresado
en los partidos políticos y la legitimidad que poseen instituciones como el poder legislativo
(Valenzuela 2011; LAPOP 2012). Los problemas de representatividad son latentes y las
demandas ciudadanas no han encontrado en la política institucional, sino en la calle su
forma de expresión. Las grandes movilizaciones estudiantiles, las protestas regionales como
en Magallanes o las protestas medioambientales por la hidroeléctrica “HidroAysén”
muestran que una gran parte de la ciudadanía no encuentra respuesta a sus problemas
dentro de la institucionalidad. A su vez esto demuestra la poca afinidad de la clase política
para adelantarse a estas problemáticas ciudadanas. En consecuencia, existe un claro vacío
político que pudiese ser explotado por un liderazgo del tipo populista. La participación
electoral ha venido descendiendo progresivamente desde el plebiscito de 1988 (Contreras y
Navia, 2013). El cambio del sistema de votación de obligatorio con inscripción a uno de
votación voluntaria con inscripción automática desde las Municipales 2012 han confirmado
este desencanto con la política, alcanzando un magro 49%1 de participación en los últimos
comicios presidenciales en 2013 que bajó a un 40%2 en la segunda vuelta, pese al
politizado ambiente que se vivió con las movilizaciones sociales hace un par de años atrás.
Considerando el panorama descrito anteriormente, pareciera ser que en Chile la democracia
representativa o liberal está perdiendo legitimidad, por lo cual los ciudadanos desearían una
democracia más participativa o “popular”, es decir, una democracia que interprete
auténticamente la “voluntad popular” sin las distorsiones que provocaría la democracia
representativa. En efecto, tal como diagnóstica el sociólogo chileno Alberto Mayol 3, al
existir esta caída en la legitimidad de las instituciones existen dos opciones: hacerse
responsables como ciudadanosorganizados o esperar un liderazgo populista. Por cierto,
también habría que agregar la opción de “no hacer nada”, algo que sería la característica de
la sociedad chilena en las últimas décadas. A juicio de Mayol, las grandes movilizaciones

1
El Ciudadano 2013. [En línea] http://www.elciudadano.cl/2013/11/19/99604/elecciones-2013-menos-del-
50-del-padron-electoral-llega-a-las-urnas/ Consulta [ 24-11-2013]
2
El Mostrador 2013. [En línea] http://www.elmostrador.cl/pais/2013/12/15/debil-proceso-electoral-con-
abstencion-del-59-se-confirma-predecible-triunfo-de-bachelet/Consulta [15-01-2014]
3
Exposición de Alberto Mayol en ENADE 2011. [En línea] http://www.albertomayol.cl/?p=25Consulta [ 24-
05-2013]

2
del último tiempo dejarían de manifiesto que Chile estaría optando por la primera vía. ¿Y
por qué no la vía populista?

Una primera respuesta a dicha interrogante nos lleva a la presencia fuerte de una
cultura política en Chile apegada a la institucionalidad, pese a que han existido importantes
grupos políticos “antisistema” como el MIR, y adversa a lo que suele estar asociada a los
populismos. Eso es cierto, pero en cierto modo solo desplaza el problema, pues entonces
hay que preguntarse por qué Chile tiene la cultura política que tiene y para eso hay que
remontarse en la historia buscando causas, caminos no tomados, etc. Esa es una de las
tareas o desafíos que este trabajo emprenderá.

Al mismo tiempo, aun sí el período post 1989 es el con menos presencia de


populismo en Chile (Hawking y Rovira 2013), han existido políticos chilenos que podrían
ser caracterizado de populistas como Francisco Javier Errázuriz “FraFra” o Franco Parisi,
pero no han fructificado en tener un impacto importante a nivel nacional. Aun sí a estas
alturas, la cultura política chilena tiene peso propio y le es adverso, sin embargo hay que
desarrollar más detalladamente cuales fueron esos componentes para que estos elementos
no fructificaran.

Un factor muy omnipresente en este trabajo es que la cultura política chilena se


caracteriza por una alta institucionalización del sistema de partidos políticos sumado al
factor de la raíz histórica fuerte que estos partidos tienen en la sociedad. Actualmente dicha
variable se encuentra cuestionada dado la deslegitimación de las instituciones y los
partidos a pesar del peso histórico que tuvieron en el pasado para evitar el surgimiento de
gobiernos populistas. Por otro lado, un sistema de partidos fuerte puede ser causa y efecto
de ausencia de populismo, por lo que es necesario ver los criticaljunctures(momentos
críticos) para observar que pasó y no pasó para tener como resultado el actual escenario de
ausencia de populismo. Es por ello que en este trabajo se analizarán detalladamente estos
criticaljuncturespara distinguir cómo los caminos tomados y no tomados a lo largo del
siglo pasado han incidido en la existente cultura política chilena poco proclive a los
populismos.

3
2. METODOLOGÍA

La investigación realizada presenta, en primer lugar, un análisis teórico conceptual del


populismo que luego da paso a un análisis de este fenómeno en Chile utilizando la variable
de cultura política en relación a la existencia o no de populismo a lo largo de la historia del
país.
En base a lo anterior, herramientas metodológicas fundamentales para este trabajo serán
los análisis de “coyunturas críticas” (Capoccia y Kelemen, 2007) y contra factuales
expresados en “caminos no tomados” (Levy, 2008). En efecto, dichos recursos son útiles
cuando se trata de estudios que analizan un número de casos pequeño (Fearon 1991), lo
cual resulta ventajoso ya que la investigación tomará como principal referente de
comparación a Argentina al ser un caso paradigmático de populismo en el continente. El
estudio de coyunturas críticas como momentos particulares en que las decisiones
particulares de los actores establecen un resultado determinado que se termina
institucionalizando da paso a la relevancia metodológica que adquiere la “dependencia de
la trayectoria” que generael haber tomado una opción por sobre otra. Por ejemplo, el
estudio de los Colliers (1991) que indagala coyuntura crítica asociada al momento de la
incorporación de la clase obrera a la vida política en países latinoamericanos sirve como
punto de referencia para ayudarnos a ver cómo la variable de cultura política afecta los
caminos tomados por Chile en comparación a otros países y a identificar los resultados que
ocurren como producto de las decisiones tomadas por los actores en estos momentos
históricos.
Asimismo, se pueden establecer contra factuales en base a las acciones o hechos que
llevaron a los resultados obtenidos en cuanto a caminos tomados y no tomados,enlos casos
analizados. Es por ello que a partir del estudio de los posibles liderazgos populistas reales
en la historia de Chile se puede pensar en qué tan diferente podría haber sido el país, por
ejemplo, si Carlos Ibáñez hubiera optado por una mayor organización de sus seguidores a la
luz de lasubsecuente exitosa estrategia usada por Perón en Argentina.
En suma, la metodología de la presente investigación estará basada en los modos de
análisis descritos anteriormente, los cuales servirán para lograr una mayor comprensión del
estudio sobre la existencia o no de populismos en Chile.

4
3. MARCO TEÓRICO

3.1 Populismo

Desde sus inicios el concepto de “populismo” ha sido un concepto polémico dentro de


las ciencias sociales. La falta de unanimidad por parte de los estudiosos de dicho fenómeno
sobre las características que presentarían un gobierno o líder para ser catalogado como
“populistas” es un primer problema que surge a la hora de investigar el tema. Además, la
connotación negativa que posee este concepto añade otra cuota de polémica al concepto, ya
que uno de los peores calificativos al que puede estar sujeto un político, especialmente en
países como Chile, es que se le tilde de “populistas”. En consecuencia, el populismo es un
concepto polémico y complejo a la vez, por lo cual es fundamental entender que no todos
los gobiernos o líderes “populistas” presentan las mismas particularidades, aunque sí
presentan ciertas características comunes que los distinguen notoriamente de lo “no
populista”. Los siguientes cuatro enfoque metodológicos son un primer acercamiento para
distinguir particularidades que presentan los populismos, para luego profundizar en una
definición conceptual en línea con la forma en que se ha presentado este fenómeno en
Chile.

2.1.1 Enfoques para entender el populismo latinoamericano

Existen a nuestro criterio cuatro enfoques metodológicos para aproximarse al estudiodel


populismo latinoamericano. Cada uno de estos enfoques tiene una manera diferente para
analizar este fenómeno, los cuales aportan desde su perspectiva características provechosas
para entender el populismo en un sentido más amplio. En efecto, se partirá analizando el
enfoque de carácter sociológico-histórico que constituye un primer elemento de
comprensión en cuanto a la aparición del populismo en Latinoamérica.

2.1.1.1 Enfoque Macro-sociológico Histórico

Un primer enfoque es el macro-sociológico histórico que fue aplicado para analizar los
llamados “populismos clásicos” que surgieron en las décadas desde 1930 a 1950. En el
5
contexto de industrialización de los países latinoamericanos luego de la Gran Depresión de
1929, grandes masas de personas empobrecidas llegan a las grandes ciudades en busca de
trabajo siendo este el escenario propicio para el surgimiento de líderes populistas según el
enfoque macro-sociológico histórico.
Dentro de este enfoque estructural existen varias miradas respecto al populismo,
estando la primera que ve al populismo como una transición a la modernidad, la
participación y la sociedad de masas. Dentro de este grupo destacan autores como Germani
(1971), quien asocia el fenómeno populista con la “Teoría de la Modernización” y en
especial con la etapa de inestabilidad en la transición de las sociedades latinoamericanas
desde sociedades tradicionales a sociedades modernas, siendo en este momento de
transición donde aparece el populismo aprovechándose de las “masas disponibles”. De este
modo, el líder populista sería una especie de “padre” que acoge en las grandes urbes a las
oleadas migratorias, provenientes del sector rural y ciudades más pequeñas en su mayoría,
con lo que el populismo se sustentaría en el apoyo de este nuevo contingente demográfico
“disponible”, que arriba a las grandes ciudades e incorpora a estos sectores populares a la
vida política.
Un segundo matiz, distinto, dentro de este macro enfoque es sostenido por Cardoso y
Faletto (1969), quienes asocian el populismo con la lucha contra la “dependencia”, que
señala la existencia de una dualidad centro- periferia en la dinámica económica mundial
desfavoreciendo a los países de la periferia. Es en estos últimos países donde para romper
con esta dependencia surge el populismo combinando nociones nacionalistas y estatistas
con el modelo de industrialización por sustitución de importaciones.
Por último, dentro de este mismo macro enfoque se encuentran autores como los
Colliers (1991) que ven al populismo como una fase de incorporación y organización del
movimiento obrero, en donde se crean instituciones (como partidos políticos y sindicatos) y
leyes que favorecían a los trabajadores. La mirada incorporadora y de integración de
sectores obreros postulada por los Colliers resulta muy relevante dentro del enfoque macro-
sociológico histórico, ya que esta incorporación es el punto común que se puede encontrar
respecto las otras miradas que se enmarcan dentro del enfoque estudiado.
A partir de los autores estudiados dentro del enfoque macro-sociológico histórico es
posible llegar a la conclusión de que el populismo constituye una fase histórica de
incorporación de sectores socioeconómicos bajos antes excluidos de la vida pública.
6
Evidentemente, dado el carácter histórico de este enfoque, su uso se circunscribe en la
comprensión de los primeros casos de populismos que surgieron en la primera mitad del
siglo XX.

2.1.1.2 Enfoque Socio Cultural

Un segundo enfoque es el socio cultural que define al populismo como un estilo


político asociado a lo popular, que se traduce en una manera de hacer las cosas, en una
acción performativa y de seducción con los seguidores. El “modo de ser” del líder se
caracteriza por un énfasis en un vínculo a través actos de cercanía, identificación y lealtad
con sus seguidores. Los modales, vestimentas, gesticulaciones y lenguaje, todo esto muy de
tipo “popular”, es lo que caracterizaría al líder populista y generaría este estrecho vínculo
afectivo y de identificación entre el líder y las masas. Además este estilo le entrega una
mayor importancia a la praxis en política, es decir, “menos oficina, más calle”. Es por ello
que el populismo no está muy interesado en lo procedimental, sino que privilegia lo
concreto en resultado, no en la forma. Considerando la identificación del estilo político del
líder populista con la idiosincrasia de los sectores populares, es que se crea la dicotomía de
lo “bajo” y lo “alto” (Ostiguy 2013). En efecto, lo “bajo” se caracteriza por la informalidad,
la proximidad física del líder con sus seguidores, al mismo tiempo se muestra más
desinhibido, culturalmente popular, más tosco, viril o dramático, desde un punto de vista
socio-cultural. Esta dimensión socio-cultual se complementa con la fuerte autoridad
personalista del líder, pero a la vez cariñosa con las masas que comanda, desde una mirada
político-cultural. Estas características de lo “bajo” están en las antípodas de lo “alto” que se
caracteriza por la pulcritud, la formalidad, los buenos modales desde una perspectiva socio-
cultural, mientras que desde una perspectiva político- cultural lo “alto” se caracteriza por
una autoridad más impersonal y el respeto por las instituciones, el proceduralismo y
legalismo. Dado que el “pueblo” corresponde a los sectores más pobres y desamparados de
la sociedad, es que existe una exaltación de la “cultura popular” en los populismos en
oposición a la “cultura alta” identificadas con buenos modales, buen vestir o las
universidades. Frases peronistas como “alpargatas sí, libros no”, “menos cultura y más
trabajo” (Knight 1998: 230) representan esta clara oposición del populismo hacia la cultura
“alta” propia de los regímenes liberales-oligárquicos y luego las actuales democracias
7
liberales. Acciones como trabajadores peronistas en los 40‟s atacando símbolos de sectores
adinerados o cultos como clubes sociales, universidades (en ese entonces muy elitistas) y
prensa, confirman aún más esta hostilidad. Estas acciones son vistas como actos de
“barbarie” por parte de los sectores oligárquicos principalmente, aunque también por
sectores de clase media. El ejemplo más radical entre este clivaje de lo “alto” y lo “bajo”
ha sido el caso argentino con el peronismo que ha acaparado todo lo “bajo” desde la
izquierda a la derecha, lo cual incluye entonces un nuevo eje perpendicular en relación al
típico eje izquierda- derecha.

2.1.1.3 Enfoque Discursivo

Relacionado al enfoque socio- cultural, se encuentra el enfoque discursivo que ve al


populismo como una ideología “delgada” basada en el maniqueísmo y antagonismo al cual
adscriben autores como Mudde, Rovira y Hawkins. La lógica de este enfoque es que los
líderes populistas representan y defienden al pueblo, por lo tanto quienes se oponen a lo que
quiere el pueblo constituye el “enemigo”, es decir el no pueblo asociado principalmente a la
oligarquía o las elites en América Latina, aunque este “enemigo” puede variar según el
contexto. La dualidad entre lo “bajo” y lo “alto” es coincidente con el maniqueísmo entre el
pueblo y no pueblo (De la Torre 1992: 396), donde el pueblo es señalado como el grupo
“bueno” de la sociedad, mientras que aquellos que pertenezcan al no pueblo u oligarquía
son considerados como lo malo, lo indeseable, etc Dado la dicotomía descrita anteriormente
es que los populismos llegan al poder con un discurso fuertemente “antipartidario” o a
veces “antipolítico”, ya que estos atribuyen la ineptitud e inoperancia de la clase política
gobernante como responsable de los males de la nación, y por cierto, del pueblo. En
consecuencia, el populismo tendría connotaciones moralistas y polarizadoras siempre, que
se manifiestan en este antagonismo irreconciliable entre el pueblo como representante del
bien y el no pueblo como representante del mal.

2.1.1.4 Enfoque Institucionalista

El cuarto enfoque ve al populismo como una estrategia de poder personalista y por


consiguiente anti institucionalista. Autores que se enmarcan en este enfoque como Weyland
8
(2001) creen que el populismo responde a una estrategia política por la cual el líder
personalista intenta conseguir o ejercer el poder de gobierno basado en un apoyo no
institucionalizado, no mediado, directo de parte de un gran número de seguidores
mayormente no organizados. Este enfoque concuerda con el hecho de que los regímenes
populistas se caracterizan por el fuerte personalismo que presentan basado en la figura del
líder, lo cual no es excluyente de que se genere institucionalidad, aunque Weyland
considera que está fuertemente influenciada por el líder, como partidos políticos y
organizaciones sindicales, tal como ocurrió con el peronismo que generó instituciones
como el Partido Justicialista (PJ) o la Confederación General del Trabajo (CGT). De todos
modos, tal como lo precisa Roberts (2006), el nivel de organización de los seguidores del
líder (y una posterior institucionalización de estos mismos grupos), dependerá del contexto
estructural de las instituciones del país, como también del nivel de conflicto entre el
movimiento populista y la elite política, económica y militar, y también otras estructuras de
poder extrapartidistas . Dado que los regímenes populistas no se pueden generalizar, es que
en algunos casos estos fueron exitosos en generar institucionalidad como organizaciones
obreras o partidos políticos, mientras que en otros casos esto no ocurre.

2.1.2 Definición conceptual de populismo a utilizar en el presente trabajo

Para efectos del análisis de los casos que se presentarán en el actual trabajo sobre
Chile se esgrimirán las siguientes características en la creación del concepto. En efecto,
defino populismo como una forma de liderazgo político que es:
1) Personalista yanti institucional (cuarto enfoque), dado que las instituciones
propias de las democracias liberales son vistas como “estorbos” en la
relación del líder con sus seguidores, además son asociadas con el
establishment que dicen combatir. En los casos de populismos que crean
instituciones como partidos o uniones sindicales, estas se encuentran
fuertemente controladas por el líder.
2) Popular, que funda su apoyo, principalmente, en los sectores
socioeconómicos más bajos de la sociedad, también llamados como
“sectores populares” o el pueblo, el cual recibe diversos beneficios por parte
del líder.
9
3) Maniqueo, en cuanto el populismo crea la dicotomía pueblo/ no pueblo
(tercer enfoque), forzando a situaciones antagónicas y polarizantes dentro
de una sociedad.
4) Ecléctico en términos políticos, dado que el populismo en sí es una
ideología delgada basada en el maniqueísmo, aun cuando pueda recurrir a
ideologías establecidas como socialismo o nacionalismo abarcando el
espectro político de izquierda a derecha.
5) Movilizador, que busca de modo constante demostrar que posee un apoyo
social mayoritario, el cual se puede expresar desde movilizaciones
callejeras hasta en redes sociales.
Las características conceptuales recién descritas reflejan una simplificación de
las particularidades más importantes para distinguir el fenómeno populista en su
estudio para el caso de Chile. Esto no es excluyente de que dicho fenómeno presente
otras características, tal como se pudo apreciar en cada uno de los cuatros enfoques
vistos.

2.1.3 Populismo según ubicación temporal: Clásico, neos y radicales

Sumado a los enfoques vistos y a la definición propuesta sobre populismo, resulta


útil para una mejor comprensión del fenómeno clasificar a los regímenes populistas de
acuerdo a su ubicación temporal (De la Torre y Arnson, 2013) desde una perspectiva
histórica. A modo de adelanto, para Chile, en el período de los populismos clásicos se
encontrarían algunos eventuales casos de populismos como con Ibáñez, Alessandri o
Grove. No obstante, al analizar los restantes dos tipologías temporales de populismos,
se hace más difícil identificar casos que sean coincidentes tanto en características como
en tiempo, tal como ocurrió con los liderazgos de Joaquín Lavín o Franco Parisi. En
suma, las siguientes tres clasificaciones temporales servirán para una mejor perspectiva
de análisis cuando se estudie los supuestos casos de populismos y caminos no tomados
en Chile.

10
2.1.3.1 Populismos Clásicos

En esta distinción tenemos en primer término a los “populismos clásicos”, que van de
la década de los 30s a 50s y en donde se encuentran líderes como Juan Domingo Perón y
Eva Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, y Jorge Eliecer Gaitán en Colombia. Los
populismos clásicos están fuertemente relacionados con la incorporación de los sectores
populares a la política beneficiándose asimismo de políticas sociales redistributivas que
coincidió con el período del modelo de industrialización por substitución de importaciones,
más conocidos como modelos ISI, que se dio principalmente en los países latinoamericanos
más ricos como Brasil y Argentina en contraste con los casos de Ecuador y Perú, donde la
industrialización fue baja. El modelo ISI fue muy funcional al discurso de los populismos
clásicos, ya que coincidía con el deseo de un nacionalismo económico traducido en una
menor dependencia económica por parte de las grandes potencias que eran identificadas, al
igual que la oligarquía, como responsables de las histórica pobreza de los sectores
populares. Además, el modelo ISI suponía un gran gasto público para incentivar la
demanda interna, lo cual se complementaba con el gran gasto social en que incurrían los
“populistas clásicos” en los sectores bajos, además de la necesidad de pagar sueldos altos a
los trabajadores de las nuevas industrias. De todos modos, la exportación de materias
primas siguió siendo una constante, con la diferencia que ahora eran fuertemente gravadas,
con lo cual se obtenían más recursos para financiar los proyectos populistas. En adición, en
algunos países bajo los populismos clásicos se crearon grandes organizaciones al alero de
los líderes populistas como el Partido Justicialista y la CGT en Argentina.

2.1.3.2 Neopopulismos

La nueva ola de populismos también conocidos como “neo-populismos” surgió


alrededor de 1990 y ocuparon medidas económicas de tipo neoliberales en donde primaron
las privatizaciones de antiguas empresas estatales. A pesar de que a primera vista pareciera
que populismo y neoliberalismo fueran incompatibles esto no es así, y quedó demostrado
con gestiones como las de Menem y Fujimori, quienes al igual que los populismos clásicos
crearon programas sociales para los sectores más pobres, aunque mucho más focalizados
siguiendo la lógica neoliberal que señala Roberts. Los recursos frescos que se obtenían de
11
las privatizaciones de las empresas estatales fueron importantes para financiar estos
programas sociales. Dentro los neopopulismos califican líderes como Alberto Fujimori en
Perú, Fernando Collor de Melo en Brasil, Carlos Menem en Argentina y Abdalá Bucaram
en Ecuador. Estos líderes califican claramente dentro del enfoque institucional de Weyland
(aunque Menem en menor medida dado su tradición peronista), debido a que presentan una
estrategia política personalista basada en contacto directo, no mediado y poco
institucionalizado con sus seguidores. La televisión se convierte en un buen instrumento
para comunicarse entre el líder y sus seguidores en este período. Además, el neopopulismo
es menos movilizador en comparación con los “populismos clásicos”. Sin embargo, los
neopopulismos dan un auge al enfoque sociocultural, ya que varios de estos populistas
como Menem y Bucaram mostraron un evidente estilo “popular” asociado a lo bajo, tal
como se describió en la parte del segundo enfoque.

2.1.3.3 Populismos Radicales

Por último, a principio de los 2000´s surgen los llamados “populismos radicales”, que a
diferencia de los “neopopulismos”, presentan una clara orientación izquierdista. Dentro de
esta tipología se encuentran líderes como Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en
Bolivia, el matrimonio Kirchner en Argentina y Hugo Chávez (con su sucesor Nicolás
Maduro en Venezuela tras la muerte del “comandante”). Conforme a ello, las medidas
económicas de estos populismos radicales son contrarias y críticas del neoliberalismo,
siendo un buen ejemplo de ello la crítica de los gobiernos de los Kirchner en Argentina
sobre las medidas económicas de Menem, a pesar de que ambos gobiernos provienen del
mundo político peronista. En consecuencia, en los populismos radicales existe una mayor
intervención estatal de la economía siguiendo el paradigma de los populismos clásicos,
aunque con un mayor pragmatismo a la hora de tratar el tema industrial. Por ejemplo, la
Venezuela chavista basa su economía en la exportación de petróleo sin otorgarle una
importancia determinante al desarrollo industrial. Los recursos que sostienen el proyecto
“populista” (o socialista como él lo llamaba) de Chávez provienen del petróleo y no de las
industrias, algo que caería sin problemas en una lógica neoliberal de exportación de
“ventajas comparativas”, que para Venezuela sin dudas es el petróleo. A pesar de ello, los
“populismos radicales” obtienen ganancias económicas basadas en la renta de la
12
exportación de commoditiesen empresas nacionalizadas y por medio de impuestos a las
exportaciones e importaciones que realizan empresas privadas, lo cual emula a las políticas
de impuestos promovidas por los “populismos clásicos”. Estas ganancias derivadas del
impuesto o venta de commoditiesse utilizan en programas sociales de transferencias de
subsidios directas a los sectores pobres consolidando una base apoyo clientelar (De la Torre
y Arnson, 2013: 28). Además existe un uso permanente de campañas en donde el líder no
solo usa el clásico contacto directo con la gente, sino que también aprovecha los diversos
medios de comunicación para interactuar con sus seguidores tal como lo hacía Hugo
Chávez con sus largos programas televisivos “Aló Presidente” y su cuenta de Twitter
“@chavezcandanga”. Por último, los “populismos radicales” explotan facetas
“plebiscitarias” de las democracias mediante las cuales promulgan nuevas constituciones
que representan su ideario social y popular, a diferencia de la poca importancia que le
daban los líderes “neopopulistas” a las cartas magnas, aunque se les utilizara para legitimar
sus reelecciones.

2.2 Cultura Política

La “cultura política”, de acuerdo al concepto de Almond4, se entiende como el énfasis


en la importancia de los valores, sentimientos y creencias en la explicación del
comportamiento político en un determinado lugar. Asimismo, existen dos grandes teorías
sobre la formación de una cultura política: verla como un fenómeno esencialista (o por lo
menos, que cambia poco) o como un fenómeno cambiante. A la primera teoría adscriben
autores como Howard Wiarda, quien sostiene la idea de que la cultura política es
determinada por su origen en un pasado lejano, es decir, en una etapa inicial de desarrollo
histórico en una sociedad o nación. A partir de esta postura es que Wiarda explica las
diferencias en la cultura política de América Latina respecto a la América Anglosajona
dado que ambos grupos de países tuvieron una base distinta que explica las diferencias en
cultura política que persisten hasta la actualidad.
Por otro lado, la segunda teoría sostiene que los valores originarios expresados en la
primera teoría son susceptibles de cambios asociados a eventos importantes, conmovedores

4
Almond, Gabriel. The civic culture : political attitudes and democracy in five nations : an analytic study G. A.
Almond, Sidney Verba. Editorial Boston Little, Brown. Boston, Estados Unidos. 1965

13
y traumáticos que dejan huellas en los pensamientos y las actitudes de la gente de un país a
juicio de Tomás Moulián5, por ejemplo. En el caso de Chile, sostengo que la cultura
política presenta aspectos de ambas teorías, ya que exhibe valores históricos hostiles al
populismo que se refuerzan con especial fuerza a partir del traumático evento que significó
el golpe militar y los 17 años de dictadura desde 1973. En consecuencia, se plantea la
hipótesis de que la cultura política chilena puede ser vista como causa y efecto a la vez de
la ausencia de populismo en Chile. Pero, ¿en qué consiste esta cultura política que es tan
contraria a que exista un liderazgo populista a nivel presidencial? A continuación se darán
características que permitan entender mejor esta interacción poco amigable entre populismo
y cultura política en Chile.

2.2.1 La Cultura Política en Chile

La cultura política chilena se caracteriza por el respeto al orden y el apego a las leyes
(Scheele 2010), valores que han situado a Chile dentro de Latinoamérica en una especie de
“excepcionalidad” en cuanto a la estabilidad política que ha presentado comparado al resto
de los países del continente. En primer lugar, Chile posee una fuerte institucionalidad
alejada de los personalismos propios de toda aventura populista. Esta misma
institucionalidad ha generado una estabilidad comparativamente mayor al promedio de los
países latinoamericanos. El origen a esta institucionalidad se asocia generalmente a la
figura de Diego Portales. Luego de la independencia chilena de España, hubo un período de
mucha inestabilidad con diversos gobiernos y constituciones que comenzó con la
abdicación de Bernardo O‟higgins en 1823. La inestabilidad era producto de la lucha entre
dos bandos políticos: los liberales, denominados “pipiolos” y los conservadores llamados
“pelucones”. El conflicto entre ambos bandos escaló hasta llegar a una Guerra Civil entre
1829 y 1830 que terminó con un triunfo para el sector conservador en la célebre “Batalla de
Lircay”. A pesar de la larga data de este suceso, es fundamental para los inicios
republicanos del país y de lo que sería la cultura política del país ya que producto del
triunfo “pelucón” se crea la Constitución de 1833 que plasma el ideario político de Portales.
Este ideario “portaleano” queda retratado perfectamente en cartas como esta: “La
Democracia, que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los

5
Moulián, T. “Chile: las condiciones de la democracia”, Nueva Sociedad, Volumen 140, 1995. pp. 4-5.

14
americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es
necesario para establecer una verdadera República. La Monarquía no es tampoco el ideal
americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué ganamos? La República es el
sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe cómo yo la entiendo para estos países? Un
Gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y
patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes.
Cuando se hayan moralizado, venga el Gobierno completamente liberal, libre y lleno de
ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos”.6
Sin embargo, más allá de esta imagen de país ordenado que respeta la institucionalidad,
una especie de “oasis republicano” en medio de la inestable Latinoamérica, hay un punto
que suele no mencionarse respecto a esta presunta incompatibilidad entre la cultura política
chilena y los populismos. Este punto trata sobre la ambigüedad que presentan los
populismos a la hora de hacer política y ejercer el poder respecto a su posición dentro de un
marco legal (o del “sistema”). Por ejemplo, el populismo argentino no solo ocupa canales
legales para hacer política, sino que también muchas veces recurre a organizaciones extra
institucionales en función a sus objetivos políticos. Muestra de ello sonlos “piqueteros”,
movimiento activista compuesto por trabajadores, desocupados y jóvenes provenientes
mayormente de sectores socioeconómicos bajos que han sido responsables de cortes de ruta
con objetivos políticos. De hecho, el movimiento piquetero cumplió un importante rol en
las protestas callejeras en medio de la crisis argentina de diciembre de 2001, provocando la
caída de dos presidentes en menos de un mes. Aun cuando el peronismo llega el poder esto
no significa que se desentienda de estrategias no legales utilizando a grupos como los
piqueteros para crear presión. Dirigentes piqueteros como Luis D‟Elia, quien llegó a ocupar
el cargo de la Subsecretaría de Tierras para el Hábitat Social en el gobierno de Néstor
Kirchner, demuestran que para el populismo esta práctica dicotómica de estar dentro y
fuera de la legalidad no representan una mayor contradicción.
Volviendo al caso chileno, el rechazo cultural a esta ausencia de dicotomía propia de
los populismos no significa que no existan grupos políticos que actúen al margen de la
legalidad. Ejemplos tales como los movimientos izquierdistas MIR y Frente Patriótico
Manuel Rodríguez (FPMR) confirman la existencia de grupos que desafiaron la

6
Carta de Diego Portales a Jose M. Cea (1822)

15
institucionalidad chilena en su momento. También en la actualidad existen una suerte de
equivalentes a los piqueteros argentinos que son los “encapuchados” que se ven en muchas
protestas en Chile, en especial en las estudiantiles, aunque con connotaciones políticas muy
distintas puesto que son más bien una amalgama de grupos anarquistas con lumpen
compuesto de jóvenes de barrios marginales en su mayoría. En el mejor de los casos los
encapuchados chilenos sirven de apoyo, consciente o inconscientemente de movimientos
“basistas” como el estudiantil, pero nunca de algún grupo político que esté “dentro” del
sistema como sí ocurre en Argentina con los piqueteros. En efecto, los grupos
mencionados anteriormente no juegan un papel ambivalente dentro del escenario político:
están claramente “fuera” del sistema, y pretenden atacarlo para imponer sus puntos de
vistas. Incluso en las pocas veces en que estos grupos antisistema tuvieron ciertas
coincidencias con el gobierno de turno, como fue el caso del MIR con la Unidad Popular, la
relación entre ambas entidades fue tensionada respecto a las posturas extremista y
moderadas que presentaban respectivamente en relación a la institucionalidad. Como se
dijo anteriormente, el populismo es capaz de aunar los intereses de grupos que están dentro
y fuera del “sistema”. Esa capacidad es algo que no tiene cabida dentro de la cultura
política chilena, ya que o se está a favor o en contra de la institucionalidad: no se aceptan
posiciones ambiguas. De este modo, la lógica ambigua en términos de cultura política que
representa los populismos es algo que se encuentra muy alejado de las características de
esta cultura en Chile.
En promedio cada 40 años desde sus inicios Chile ha vivido episodios que alteran esta
estabilidad característica, lo cual pareciera que se contradice con los valores de orden y
apego a las leyes. Las movilizaciones estudiantiles de 2011 es un ejemplo de que la
monotonía chilena, en cuanto a la pasividad de una ciudadanía que solo expresa sus
demandas mediante el sufragio, no es del todo cierta. No obstante, el movimiento
estudiantil ha tenido una tendencia institucionalizadora, lo cual ha quedado demostrado por
las exitosas candidaturas parlamentarias de la mayoría de sus líderes que lograron escaños
en el parlamento en la elecciones de 2013. Esta situación demuestra que la cultura política
del orden y el apego a las leyes es transversal, afectando incluso en los grupos que
parecieran que desafiaran estos valores. La sociedad chilena puede pasar por momentos de
convulsión social pero siempre tiende a encontrar soluciones mediante vías
institucionalizadoras, lo cual no significa que puedan existir grupos que busquen vías
16
“alternativas” (por fuera del sistema) como lo fue el PC y su lucha armada para derrocar a
Pinochet, que a su vez no era visto como legítimo. Si se analiza en perspectiva histórica,
los dos valores de orden y apego a las leyes han prevalecido en todos los procesos de “crisis
institucionales” del país. El ejemplo más claro de esto fue la llegada del régimen
burocrático autoritario de Pinochet, que postulaba dichos valores como fundamentales de su
gobierno. De manera contradictoria, la dictadura chilena a través del derrocamiento de un
gobierno constitucionalmente establecido y la sistemática violación al Estado de Derecho
logró reestablecer los pilares tradicionales de la cultura política que se habían perdido de
cierto modo en la Unidad Popular. El final de esta dictadura fue mediante una transición
que demostró nuevamente la preponderancia de los grandes valores de la cultura política
chilena de orden y apego a las leyes.
En suma, a pesar de que desde el regreso a la democracia en 1990 ha habido un
menor interés en la política, como también una caída en la credibilidad de gran parte de las
instituciones, esto no significa que la cultura política chilena haya sufrido un cambio
radical. Más bien se puede atribuir a que el “neoliberalismo” impuesto en la dictadura
militar produjo que el ciudadano chileno se volviera más individualista, atomizado y
preocupado por el consumo material, dejando de lado la organización social y politización
característica del siglo XX. Las movilizaciones estudiantiles han demostrado que este
“adormecimiento” de la ciudadanía no era irreversible, y que a su vez las movilizaciones no
son una amenaza de fondo a la institucionalidad vigente, ya que la tendencia histórica de
cambiar las reglas desde “dentro” del sistema sigue siendo dominante. De este modo, si la
cultura política chilena sigue su tradición histórica de orden, apego a las leyes y estabilidad,
el fenómeno populista no encontraría en Chile un terreno fértil para su desarrollo.

3. ANÁLISIS HISTÓRICO COMPARATIVO: LOS CAMINOS


“POPULISTAS” NO TOMADOS EN CHILE

3.1 Antecedentes históricos: Chile en el siglo XIX.

La Constitución de 1833 ha sido la que más tiempo ha regido en la historia de Chile


(rigió hasta 1925) y muestra expresamente los ideales de la república conservadora que son

17
un gobierno fuerte, autoritario, impersonal y desconfiado de los sectores populares. El
Presidente de la República poseía un gran poder, pero la institución presidencial era tratada
de modo impersonal al estilo de los presidentes del PRI en México. A su vez, esta gran
autoridad centralizada en Santiago logró controlar eficazmente rebeliones que se dieron en
provincias y que pudieron decantar eventualmente en caudillismos, figuras consideradas
como antecedentes de los líderes populistas. A pesar de que la Constitución de 1833 sufrió
de varias reformas de corte más liberal en la segunda mitad del siglo XIX, esta no afectó a
la institucionalidad y estabilidad propia de sus inicios conservadores. La crisis política más
importante que se da en el marco de dicha Constitución antes de ser cambiada en 1925 fue
la Guerra Civil de 1891 que terminó con el Gobierno de José Manuel Balmaceda. La caída
de Balmaceda supuso un hito político donde el Congreso gana un mayor poder en desmedro
al poder del ejecutivo, por lo cual el período entre 1891 y 1925 es llamado “República
Parlamentaria” a pesar de que legalmente Chile seguía siendo presidencialista. En suma,
hasta antes de 1a irrupción de Arturo Alessandri en 1920, en Chile se había logrado
imponer una estabilidad e institucionalidad muy fuerte, tanto en la República
Presidencialista como en la Parlamentaria, que logró reprimir las amenazas provenientes de
las provincias, y posteriormente con el auge de la “cuestión social”, de los sectores obreros,
por lo que el régimen liberal “oligarca” chileno funcionó sin mayores sobresaltos hasta la
segunda década del siglo XX.

3.2 Siglo XX en Chile: Desde El “Léon de Tarapacá hasta Allende (1920-1973)

Uno de los grandes desafíos que sufrieron los regímenes liberales oligárquicos fue la
emergencia de los movimientos obreros a fines del siglo XIX. A pesar de que la
organización de estos movimientos fue fuertemente influida por las oleadas migratorias que
venían desde Europa, en Chile dichos flujos migratorios no fueron significativos si se
compara con el caso de Argentina, Uruguay o Brasil. Pero de todos modos, el movimiento
obrero chileno tuvo un temprano surgimiento en la década de 1890, aliándose con el
Partido Democrático, que en ese entonces era el Partido más cercano a las demandas
sociales del mundo sindical, aunque su importancia política era mínima dada al control
hegemónico de los dos grandes partidos Liberal y Conservador. Las movilizaciones obreras
aumentaron rápidamente desde los inicios del siglo XX, especialmente en el norte con los

18
trabajadores del salitre, principal recurso natural que el régimen liberal- oligarca exportaba
hacia el extranjero. La represión por parte de los gobiernos chilenos de la “República
Parlamentaria”, fiel representante de un régimen liberal-oligarca, fue utilizada en contra de
las movilizaciones sindicales, siendo una de las más sangrientas y recordadas hasta hoy la
“Matanza en la Escuela Santa María de Iquique” en 1907, donde se estima que unos 3000
obreros del salitre murieron a manos de fuerzas militares destinadas a controlar la huelga
que realizaban estos obreros. No obstante, la fuerte represión que emplearon los gobiernos
de la “república parlamentaria” no impidió que el movimiento obrero siguiera
desarrollándose en el país, ya que en 1909 se funda la primera central sindical llamada
Federación Obrera de Chile (FOCH) y luego en 1912 Luis Emilio Recabarren, ex miembro
del Partido Democrático, funda el Partido Obrero Socialista (POS).

3.2.1 La primera piedra: Arturo Alessandri y su supuesto “populismo”

La problemática de la “cuestión social”, asociada a las paupérrimas condiciones de vida


que tenía el sector obrero sumado a su rápida organización, generó preocupación entre la
elite gobernante y esta situación explica el contexto en que llega al poder Arturo Alessandri
en 1920. A pesar de que grupos del Partido Conservador, muy ligados a la Iglesia Católica,
demostraron su preocupación en lograr mejoras en las condiciones laborales de los obreros
siguiendo el dictamen de la Encíclica Papal “RerumNovarum” de 1891, fue finalmente
Alessandri, representante de la coalición Alianza Liberal, quien es el primer presidente que
llega al poder mediante un fuerte discurso social. El candidato Barros Borgoño de la
coalición conservadora “Unión Nacional” también proponía para su gobierno medidas
sociales y económicas similares a las de Alessandri para enfrentar los problemas que
aquejaban a los sectores populares, por lo cual la gran diferencia que distinguía a ambos
candidatos era el estilo de hacer campaña en donde la grandilocuencia y espectacularidad
de los discursos que realizaba Alessandri adulando a los sectores populares y atacando a la
oligarquía contrastaba con la moderación y sobriedad de Barros Borgoño en su campaña.
Las características discursivas de Alessandri tuvieron claros componentes populistas tanto
en su campaña para llegar a La Moneda como en su período presidencial, lo cual queda de

19
manifiesto en discursos como el dado en Talcahuano en 19237: “Bajé hasta el pueblo, sentí
sus dolores, sufrí y me impresioné con ello, me juré a mí mismo la resolución
inquebrantable de servir a las aspiraciones y derechos del pueblo. Este país había sido
gobernando por una casta dirigente, y tomaban participación sólo unos cuantos
ciudadanos. Yo comprendí que aquello no correspondía a la organización democrática de
un país como el nuestro. Mi llegada a la Moneda significó el fin de un régimen y el
comienzo de otro. El Gobierno democrático por el pueblo y para el pueblo”.
Este ejemplo de discurso de Alessandri expresa claros elementos populistas. En primer
lugar se encuentra la relación líder- pueblo, en donde el primero se muestra como un
salvador de las desgracias y males del segundo, que es capaz de sentir este sufrimiento de
modo melodramático, por lo que le otorga derechos y beneficios al sufrido pueblo. Luego
viene el ataque al establishment que representaba los sectores opositores a las políticas de
Alessandri, y finalmente en el discurso el “León” señala que su gobierno es por y para el
pueblo, apelación característica al pueblo por parte de los regímenes populistas, apelación
que también es común en democracia.
Un punto a destacar en la figura de Alessandri es que es el primer presidente de Chile
descendientes de inmigrantes de italianos en contraste a los anteriores presidentes que
pertenecían a la oligarquía criolla con orígenes vascos y castellanos principalmente. Sin
embargo, Alessandri provenía de una familia de hacendados agrícolas de la zona de Linares
en la Región del Maule, por lo cual rápidamente se adentró al mundo político liberal
oligárquico mediante sus estudios en derecho y su temprana carrera política por el Partido
Liberal.
La popularidad de Alessandri para llegar a ser presidente fue forjada en el triunfo
senatorial que obtuvo en 1915 en la provincia de Tarapacá por sobre el candidato
conservador Arturo del Río. La victoria en esta elección, donde Alessandri ganó gran
popularidad por su carismático discurso que apelaba a las masas y sus problemas sociales
hizo que se ganara el apodo de “León de Tarapacá”. Precisamente la provincia de Tarapacá
era un lugar con gran cantidad de actividad minera relacionada con los trabajadores del
salitre. Es importante mencionar que en dicha elección Alessandri fue como candidato del
Partido Radical, aunque dentro de la “Alianza Liberal”. El triunfo obtenido por Alessandri

7
Kirk Hawkins y Cristóbal Rovira. Populism as ideational concept.P.13

20
en el norte lo dejó en una buena posición para enfrentar la elección presidencial de 1920
donde se enfrentó al candidato de la coalición conservadora “Unión Nacional” Luis Barros
Borgoño. En aquella elección de 1920 además de los dos candidatos fieles representantes
del régimen liberal- oligarca que había hasta ese entonces en Chile, hubo un tercer
candidato que fue el connotado dirigente del movimiento obrero Luis Emilio Recabarren
representando al Partido Obrero Socialista. Consciente de las nulas posibilidades de ganar,
Recabarren decide aventurarse en la elección presidencial debido a la molestia que causó en
el movimiento obrero la apelación que realizaba Alessandri a los sectores populares, ya que
consideraban que a pesar de ello seguía siendo un candidato representante de la vieja
oligarquía que proponía una “falsa lucha social”. La votación directa favoreció levemente
al candidato conservador, pero como en ese entonces la elección era indirecta el Colegio de
Electores termina apoyando en su mayoría a Alessandri con un 50,56% de los votos,
49,44% para Barros Borgoño y 0% para Recabarren. Este resultado final se explica debido
a que el apoyo de Alessandri se concentró en sectores urbanos que elegían un mayor
número de miembros del Colegio Electoral. La colación conservadora perdedora en esta
elección barajó la posibilidad de desconocer el triunfo de Alessandri, ya que el Congreso,
en su mayoría “unionista”, en ese entonces funcionaba como Tribunal Calificador de
Elecciones, por lo cual luego de conocido los resultados se dieron hechos de violencia por
parte de simpatizantes a ambas candidaturas en pugna, lo cual finalmente se resuelve con la
idea de Alessandri de instalar un Tribunal de Honor pluralista que dictamina al “León de
Tarapacá” como Presidente de la República. De este resultado se desprenden una primer
“camino no tomado”, ya que en caso de que el triunfo de Alessandri no hubiese sido
reconocido existía un claro peligro de rebelión social, tal como el mismo “León” lo
advertía. Dicha afirmación parte del supuesto que los sectores populares apoyaban
irrestrictamente a Arturo Alessandri. ¿Esto era realmente así?
Las estadísticas de participación electoral de la época muestran que un 9,1% de la
población en edad votar estaba inscrita en los registros electorales en 1920, y de ese
porcentaje inscrito solo una mitad sufragó (Navia 2001: 87). En consecuencia, la elección
del triunfo de Alessandri en 1920 se desarrolló en una democracia elitista en donde una
mínima fracción de la población participó de dicho proceso, lo cual apunta que en lo que
respecta al apoyo formal vía sufragio la incidencia de los sectores populares fue

21
insignificante considerando los altos niveles de analfabetismo8 que presentaban los sectores
bajos, lo cual impedía su inscripción en los registros electorales. Asimismo, mucho más
cercano a los sectores populares era el dirigente del movimiento obrero y líder del POS
Luis Emilio Recabarren, quien apenas obtuvo 681 votos sin lograr obtener ningún miembro
del Colegio Electoral. Por lo tanto, el apoyo “popular” y las grandes masas que asistían a
los discursos del “León” fueron principalmente un apoyo mediático que atemorizó a los
sectores más altos de la sociedad, y Alessandri fue inteligente al mostrarse como el único
candidato que podía evitar la sublevación de los sectores populares.

3.2.1.1 Alessandri en el poder por primera vez

Una vez que Alessandri llega a La Moneda y considerando los antecedentes


“populistas” que presentó como candidato aparece un CriticalJuncturereferente al modo en
que va gobernar e implementar sus medidas sociales: Una vía institucional o una vía
“populista” mediante movilización de masas. En la lógica de los liderazgos populistas se
optaría sin dudas por la segunda opción debido a que la institucionalidad vigente presentaba
escasa atención a las demandas de los sectores populares, intereses que Alessandri decía
representar. No obstante, es importante destacar que el mundo académico habla de la
emergencia de regímenes populistas solamente a partir de la década de 1930, por lo que el
primer gobierno de Alessandri debe ser analizado en esa perspectiva. A juicio de la
historiadora Verónica Ortiz, “El León” a diferencia de la estrategia movilizadora que usó
para lograr su elección en el cargo presionando por la creación del Tribunal de Honor,
decide optar por implementar sus medidas por la vía institucional vigente que otorgaba la
“República Parlamentaria”, lo cual relegó a segundo plano el aspecto movilizador en pos
del orden social. La opción por la vía institucional de Alessandri conllevó a que su gobierno
se alejara de la tipología “populista” que suele despreciar la institucionalidad y que
Alessandri se acercara más a una tipología reformista del tipo de Batlle y Ordóñez en
Uruguay, mucho más avanzado en temas de la cuestión social, o de Yrigoyen en Argentina.
De este modo, Alessandri siguió una línea de centro izquierda para la época acorde a la

8
Universidad Austral de Chile[En línea]
http://cybertesis.uach.cl/tesis/uach/1990/ffa1891d/doc/ffa1891d.pdfConsulta [ 12-06-2013]

22
coalición que él representaba, ya que en su programa de gobierno se encontraban medidas
tales como laicización de las instituciones, reformas en el código del trabajo con un fuerte
acento social, impuestos a la renta y creación de un Banco Central. Prueba del espíritu
“progresista” que tuvo Alessandri en su primer gobierno es el hecho de que radicales como
Pedro Aguirre Cerda, quien sería presidente en 1938, fuera nombrado Ministro del Interior.
A nivel político destacaba el deseo de fortalecer el poder presidencial, lo cual era una
medida más bien pragmática dado a la debilidad de la figura presidencial en la “República
Parlamentaria”. En consecuencia, Alessandri era el primer presidente en Chile que llegaba
al poder con una agenda reformista en el contexto del régimen liberal oligárquico de ese
entonces, lo cual era inédito en el país, pero era un proceso que estaban viviendo en la
misma época naciones como Argentina con Yrigoyen y la Unión Cívica Radical desde el
1916.
Al tomar la vía institucional, el orden social se configura como valor del gobierno
de Alessandri, lo cual es una decisión muy significativa en cuanto se contrapone a una de
las características de los populismos: la movilización social como apoyo al régimen. A
pesar de que Alessandri se valió de esta característica tanto en su campaña como en la
ratificación de su victoria, “El León” no dudó en reprimir las huelgas y protestas que
realizaba el movimiento obrero, algo que también hizo Yrigoyen en 1918 durante la
“Semana Trágica” o en 1920 con el envío del ejército a enfrentar obreros en la “Patagonia
Rebelde”. A diferencia de tratar de cooptar al movimiento obrero tal como lo hizo luego
Perón en Argentina, Alessandri se limitó a reprimir las protestas sociales lideradas por las
organizaciones obreras. Los primeros actos de represión del gobierno alessandrista tuvieron
lugar en 1921, con lo cual tempranamente perdió el apoyo por parte de la FOCH, quienes se
sumaron a los sectores anarco sindicales del movimiento obrero que nunca confiaron su
apoyo al “León”. Este fue uno de los grandes errores de Arturo Alessandri, ya que sin el
apoyo del movimiento obrero no tuvo una base política sólida para presionar a la oposición
conservadora en cuanto a la aprobación de sus medidas de gobierno. Activar a los sectores
populares rurales tampoco fue usado por Alessandri como un eventual instrumento de
presión y sustento electoral. La articulación de un movimiento o partido político de apoyo
en los sectores populares en aras de lograr un soporte constante para su gobierno y para
presionar al establishment tampoco existió, con lo que Alessandri fue quedando
políticamente aislado y atado de manos con su proyecto modernizador.
23
Otra vía no tomada por Alessandri fue un eventual apoyo en los militares. Existía un
grupo importante de militares, principalmente oficialidad joven y de clase media, que
compartía muchas de las ideas reformistas y modernizadoras que presentaba el proyecto de
Alessandri. Dentro de este grupo se destacaban personajes como Ibáñez y Grove, ambos
muy ligados luego a fórmulas populistas en sus experiencias en el poder. Este movimiento
militar chileno presentaba características similares al “Tenentismo” que se desarrollaba en
Brasil en la misma época, y donde participaba los que luego sustentarían inicialmente a
quien sería uno de los grandes líderes populistas latinoamericanos como lo fue Getulio
Vargas. Sin embargo, Alessandri desechó apoyarse en los militares a la hora de imponer su
proyecto reformista, al igual que Yrigoyen y Batlle. De este modo, las características
populistas de Alessandri no pasaron más allá de sus maniqueos y emotivos discursos
adulando al pueblo, ya que no se constituyó como caudillo populista que desafiara a la
institucionalidad vigente de la “República Parlamentaria”.
En el contexto de debilidad que presentaba el poder ejecutivo en el primer gobierno
de Alessandri, el apoyo del Congreso era para él fundamental para la realización del
programa de gobierno. No obstante, la apuesta por la vía “institucional” del “León” sufrió
un duro revés, ya que su coalición de apoyo “Alianza Liberal” no contó con mayoría en el
Congreso, y cuando la tuvo divisiones internas impidieron un apoyo pleno al proyecto de
Alessandri. Además, la escasa legislación laboral aprobada en el gobierno del “León” posee
un fuerte sesgo autoritario y paternalista que favorece más al empleador que al trabajador y
a su vez da un gran poder al gobierno, lo cual termina siendo más parecida a la idea de la
coalición conservadora que a la de Alessandri en materia social. Este fracaso del “León” al
tomar la vía institucional para implementar sus medidas sociales será fundamental para
entender el surgimiento de Carlos Ibáñez del Campo como eventual liderazgo populista.

3.2.1.2 Alessandri vuelve: más lejos de la vía populista.

A pesar de que Arturo Alessandri estuvo exiliado durante el gobierno autoritario de


Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), apenas cae este gobierno, el “Léon” regresa al país
en busca de un segundo período presidencial. Sin embargo, en las elecciones presidenciales
realizadas en 1931 luego de la salida de Ibáñez, Alessandri es derrotado por Juan Esteban
Montero, abogado del ala conservadora del Partido Radical apoyado por su partido, el
24
Conservador y el Líberal. Dado esta división del liberalismo en el apoyo partidario, la
votación de Alessandri en esta elección fue baja (34%) dejando de manifiesto que la figura
caudillista del “León” entre la ciudadanía chilena era limitada, ya que dependía fuertemente
del apoyo de los partidos políticos establecidos, especialmente el Partido Liberal que
dividió sus apoyos para Montero y Alessandri. En las elecciones de 1931, la elitepolítica no
recuperaba las confianzas en Alessandri tras su dramático término de gobierno entre 1924 y
1925, lo cual explica que el apoyo casi total a Montero como candidato de consenso. No
obstante Montero fracasa con la tarea de restablecer la democracia, ya que es derrocado por
Marmaduque Grove, que a su vez es derrocado por Bartolomé Blanche que finalmente
entrega el poder al Presidente de la Corte Suprema Abraham Oyandel para que llame a
elecciones presidenciales en 1932.
Es aquí donde Arturo Alessandri logra su regreso triunfal a la presidencia en 1932
ganando con un sólido 55%. Esta vez es apoyado por una base política similar a la elección
de 1920, esto es el Partido Liberal, Partido Radical y el Partido Demócrata. Además, el
“León” decía ser “el mismo de siempre” en relación a su primer gobierno. No obstante, el
contexto nacional había cambiado bastante en poco más de una década. La legislación
social aprobada por Ibáñez dejaba sin sustento político a Alessandri, ya que esa fue su
principal bandera de lucha en su primera elección presidencial. Las experiencias con Ibáñez
y Grove incluyeron elementos populistas a nivel discursivo y de beneficios a los sectores
populares, por lo cual el estilo populista de Alessandri esta vez no era algo inédito en la
política chilena. Sin embargo, el “León” siguió utilizando un discurso de adulación al
“pueblo” en las campañas de 1931 y 1932. Pero la gran novedad en su campaña triunfal de
1932 fue erguirse como el único candidato capaz de restablecer el orden político y social en
un contexto de gran inestabilidad luego de la caída de Ibáñez en 1931. Si bien es cierto que
Alessandri en 1920 no tomó una vía rupturista que despreciara la institucionalidad vigente,
su mensaje de campaña cambiará radicalmente en 1932, ya que se mostrará como un
candidato que traería el orden y la tranquilidad social al país, valores opuesto al estado de
movilización social que caracterizan a los regímenes populistas o de izquierda y a su misma
experiencia en su primer triunfo presidencial en 1920. La siguiente frase de Arturo
Alessandri representa claramente su compromiso legalista y de orden que encarnaría en su
segundo gobierno: “No reconozco ni respeto otra dictadura que la ley, la justicia y el
derecho. Este mi pasado, es garantía de que no soy ni puedo ser amenaza al orden social
25
actual"9. Este nuevo énfasis que le da Alessandri a su candidatura en 1932 es un claro
guiño a los sectores derechistas deseosos de orden, por lo cual no fue raro que sectores
conservadores y liberales lo apoyaran de manera extraoficial traicionando a sus candidatos
oficiales. El segundo gobierno de Alessandri tuvo un claro giro a la derecha respecto al
primero, ya que si en el primer mandato su distintivo eran las reformas sociales, ahora era
reestablecer el orden institucional del país. Además, a su izquierda estaba Grove que pese a
estar exiliado obtiene el segundo lugar. Si en su primer gobierno un camino no tomado fue
no realizar alianzas con militares “progresistas” como Ibáñez, en 1932 Alessandri
nuevamente jugaría un rol antagónico con la Fuerzas Armadas, ya que uno de sus grandes
objetivos era restablecer la supremacía del poder civil sobre lo militar en política. Esto
significaba que las FFAA volvieran a sus cuarteles, sentimiento imperante en ese entonces
dado el fracaso de los gobiernos castrenses de Ibáñez y luego de Grove. En suma, el
Alessandri de 1920 que llegó al poder con un discurso populista combinado con reformas
sociales tuvo un giro radical en 1932, donde a pesar que mantuvo su discurso de apelación
al “pueblo”, su principal característica fue la de traer orden con un gobierno civil ante el
caos imperante y la inusual participación de las Fuerzas Armadas en política. Comparando
a Alessandri con líderes reformistas democráticos como lo fueron Yrigoyen y Alvear de la
Unión Cívica Radical (UCR) en Argentina, el primer gobierno de Alessandri encarnó una
mística parecida a la de Yrigoyen con un tinte más popular y de justicia social, mientras
que su segundo gobierno tuvo características más conservadoras y ligadas al orden y la ley
como fue el caso del gobierno de Alvear.

3.1.2 ¿Fue el primer gobierno de Ibáñez populista?

Tal como se ha señalado, las reformas sociales impulsadas por Arturo Alessandri
solo pudieron lograrse una vez que los militares irrumpieron en política, ya sea presionando
al Congreso durante el “Ruido de Sables” en 1924, como también una vez que Carlos
Ibáñez asume de manera total el poder en 1927. No obstante, si bien es cierto que uno de
los rasgos esenciales en los populistas es otorgar beneficios sociales a los sectores
populares, el caso de Ibáñez no presentó muchas características populistas durante su

9
Valdivia Ortiz de Zárate, Verónica. 1999. “Yo, el Léon de Tarapacá. Arturo Alessandri Palma 1915-1932”.p.
57

26
primer gobierno. Efectivamente en dicho gobierno se realizó la incorporación del sector
obrero alcanzando su máxima expresión con la promulgación en 1931 de un Código del
Trabajo que contenía las escasas leyes sociales aprobadas en la “República Parlamentaria”,
como también las nuevas aprobadas tras el fin del régimen liberal oligarca chileno.
La combinación personalista de Ibáñez más beneficios sociales podría haber
derivado en un claro caso de populismo. Sin embargo, a pesar de la represión empleada
contra el sindicalismo de izquierda representado por la FOCH, al igual que Perón lo haría
luego, y la creación del grupo de apoyo Confederación Republicana de Acción Cívica
(CRAC), esto no fue suficiente para lograr traspasar el apoyo del sector obrero de manera
total hacia su figura. Por otro lado, el nivel de movilizaciones de apoyo hacia su gobierno
existió, pero fue limitado dado a que uno de los principales objetivos de Ibáñez fue la
mantención del orden social. En ese sentido, a pesar de que se mostraba crítico hacia la
elite, en los hechos durante su mandato esta relación fue más bien amistosa, a diferencia de
la conflictiva relación que tuvo en sus inicios Perón y las elites argentinas. Tal como lo
señala Jorge Rojas, el gobierno de Ibáñez representaba para las clases privilegiadas una
garantía contra el comunismo y la agitación social, a pesar de algunos políticos vieron con
preocupación su caudillismo y personalismo dictatorial opuesto a los valores de la extinta
“República Parlamentaria”. De todos modos, hechos tan concretos como que Ibáñez fuera a
banquetes al aristocrático Club de La Unión siendo recibido positivamente por sus
miembros, deja de manifiesto que la aventura política de Ibáñez no buscaba una ruptura
total con las viejas elites liberales oligárquicas. El pensamiento de Ibáñez consideraba que
era posible armonizar los intereses capitalistas y los obreros evitando las odiosidades de
clase, similar al pensamiento de Perón en sus inicios, tal como se aprecia en una carta
pública a la ciudadanos en 1927: “Quiero ver igualmente a nuestros capitalistas y a las
clases dirigentes, hondamente penetrados de los deberes que el estado actual de nuestro
progreso social y la solidaridad humana les exigen para con las clases
10
trabajadoras” .Dicho pensamiento se complementa con la práctica de los “Congresos
Termales”, reuniones donde Ibáñez negociaba con los partidos tradicionales representación
legislativa, lo que de paso servía para darle cierto tipo de legitimidad a su gobierno

10
Carta de Carlos Ibáñez en 1927. [En línea]
http://www.saladehistoria.com/Historia_Chile/Fuentes/Ibz_1927b.pdf [Consulta: 09-08-2013]

27
evitando críticas opositoras. Además, esta política conciliatoria se complementaba con la
influencia de ideas “corporativistas” en Carlos Ibáñez.
En suma, el primer gobierno de Ibáñez no tomó vías populistas movilizadoras de los
sectores populares. Para Ibáñez las políticas sociales que beneficiaban a los sectores
populares eran importantes, pero el valor del orden social era superior: “Quiero ver a los
trabajadores de mi patria, organizados, cultos y prósperos, incorporarse a todos los
beneficios del progreso y la civilización; pero, al mismo tiempo, exigiré de ellos espíritu
de orden, iniciativas para el trabajo y una franca colaboración al bienestar de sus
hogares”11. En lo que respecta a su primer gobierno, Ibáñez tomó una vía fuertemente
ligada al orden social como Perón en sus inicios, que incluso es menos populista
discursivamente que el caso de Arturo Alessandri en 1920. Las apelaciones al pueblo y el
discurso maniqueo de Ibáñez en este período es escaso tal como lo reporta Hawkins y
Rovira (2013). Esto no es extraño, ya que tal como se ha señalado, Ibáñez no se enfrentó
directamente con la antiguas elites, ya que aún eran poderosas, lo cual explica el hecho que
Ibáñez se demorara tres años para lograr llegar a ser Jefe de Estado desde su irrupción en la
arena política en 1924. Ibáñez optó por una vía autoritaria influenciada por ideas
corporativistas, tal como fue el caso de Getulio Vargas muy poco después en su primer
período desde 1930, con la diferencia de que Ibáñez estuvo un período de tiempo menor
como mandatario producto a que los efectos de la Gran Depresión precipitan el fin de su
gobierno en 1931. La incorporación obrera aludida por los Colliers para el primer gobierno
de Ibáñez es solo un elemento dentro del anhelo modernizador que tenía los militares
jóvenes en la década del 20s tanto en Chile como en Brasil. Si Ibáñez hubiera querido
instalar un proyecto realmente populista en su primer gobierno, la movilización social de
los sectores populares y la organización de sus grupos de apoyo como la CRAC, que pudo
haber servido de fuerza política protoperonista, debieron haber tenido una relevancia mayor
a la que le dio Ibáñez en su momento. No obstante, dichas prácticas populistas chocaban
con los valores de orden social que Ibáñez resaltaba como lema de gobierno. El valor del
orden es un lema que nuevamente aparece como fin de un gobierno, esta vez autoritario, lo
cual demuestra que a pesar de la inestabilidad institucional en la década de los 20s, este
rasgo distintivo de la cultura política chilena se mantenía como un ideal presente, en este

11
Ídem

28
caso, de índole militar. En efecto, acorde a lo señalado por los Colliers no toda
incorporación es populista, siendo precisamente Ibáñez un ejemplo de ello ya que no crea
un partido de masas (la CRAC no tuvo relevancia política) ni genera un vínculo con el
mundo sindical obrero del tipo de la CGT con Perón. En ese sentido, el primer gobierno de
Ibáñez se quedó a “medio camino” para calificar dentro de la tipología populista de los
Colliers en el contexto de los populismos clásicos.
Finalmente, desde el enfoque de populista socio-cultural, de estilo, es evidente el
contraste que existe entre Ibáñez, en su primer período, con lo que fue un caso de
populismo clásico como la irrupción de Perón y Evita en Argentina. Mientras el peronismo
atacaba fuertemente símbolos, según ellos, de la oligarquía como las universidades, Ibáñez
buscaba fortalecerlas: “Una de las aspiraciones más sentidas de mi Gobierno y a cuya
realización dedicaré una de mis mejores energías, será la de convertir a nuestras
universidades en fuentes de investigación y de estudio, que constituyan medios activos de
progreso y civilización, para que logren destacarse, si es posible, en la más alta cumbre de
la intelectualidad americana”.12Este deseo de Ibáñez deja al descubierto otro aspecto más
que lo aleja de una tipología populista dentro de su primer gobierno, ya que no rechazaba
símbolos asociados a lo “alto” (Ostiguy 2013) como sí lo hizo claramente el peronismo con
las universidades en sus inicios. Consecuentemente, estas declaraciones refuerzan aún más
el camino “autoritario- desarrollista” que toma Ibáñez cuando llega al poder por primera
vez.

3.1.3 Los orígenes “populistas” del socialismo chileno y su caudillo: Marmaduque


Grove
En los agitados días finales de la “República Parlamentaria”, dentro del grupo
militar disconforme con la ineptitud política del establishment para responder las demandas
sociales, Carlos Ibáñez no sería el único caudillo militar que intentaría instaurar un
proyecto con rasgos populistas. Este otro caudillo militar era Marmaduque Grove, quien
compartía los planteamientos políticos de Alessandri en cuanto a la búsqueda de una mayor
justicia social en el país. De hecho, Grove se identificaba como un “alessandrista de

12
Ídem

29
corazón”13 que creía que se debían realizar grandes reformas para evitar una revolución,
pensamiento común en los militares de ese entonces, especialmente los de sectores medios
como Grove o el mismo Ibáñez. Este grupo militar chileno era similar al movimiento
militar brasilero denominado “Tenentismo” que buscaba reformas al régimen liberal
oligarca “Café con Leche” en los años 20s. A pesar de ello, a Grove no le gustaría el rumbo
personalista que adquiere el primer gobierno de Ibáñez, por lo que termina siendo opositor
a Ibáñez quien lo exilia, con lo cual el militar “socialista” solo puede volver al país en 1931
tras la caída del gobierno de su colega de armas. Es en este contexto de gran caos
económico e inestabilidad política producto de la Gran Depresión donde comienza a
fraguarse la aventura de Grove con su posterior “República Socialista”. Como se dijo
anteriormente, Grove tenía un pensamiento político “progresista”, heredado en gran parte
de su familia en donde su padre era un abogado del Partido Radical. La “conversión” 14 de
Grove al socialismo tiene ribetes anecdóticos, ya que la noche anterior a la rebelión armada
que llevaría a cabo fue convencido que la solución que el país necesitaba era un “Estado
socialista”. Este curioso evento de “conversión” de Grove al socialismo representa de modo
simbólico una primera característica populista del caso de Grove y el socialismo: su
eclecticismo y ambigüedad ideológica respecto al concepto teórico político. En un contexto
donde Chile fue el país más golpeado por la crisis económica mundial de 1929, la opinión
pública pedía socialismo entendido como una mayor intervención del Estado en la
economía. Esta poca claridad ideológica sobre socialismo no afectaba solo al ciudadano
común, sino que incluso se cree que el mismo Grove nunca leyó a Marx15: “Me alegro que
en esta Comisión haya compañeros instruidos y cultos. Yo debo confesarles que a Marx no
lo conozco sino por fotografías”. Sin embargo, su mismo partido destacaba que el hecho de
que Grove no fuera un gran teórico político del socialismo no era impedimento para lograr
encantar a las masas: “Su elocuencia es cortante, sobria y exacta. Sabe exponer las cosas
más difíciles con claridad y sencillez, en tal forma que hasta el menos versado en
problemas políticos, le entiende con perfecta claridad. Es por esto que el camarada Grove
es adorado por las masas, pues a través de sus palabras henchidas de fe y de optimismo,
claras y serenas, comprenden al hombre sincero y valeroso que no tiene otra ambición que
13
Drake, Paul. “Socialismo y Populismo”. p. 57
14
Ídem
15
Socialismo Chileno [En línea] http://www.socialismo-
chileno.org/PS/index.php?option=com_content&task=view&id=48&Itemid=44 [Consulta: 13-09-2013]

30
la de conseguir la emancipación de los explotados”.16
Conforme al contexto de confusión conceptual que existía en la sociedad chilena en
los 30s es que se debe entender el proyecto de la República Socialista. Los lineamentos
programáticos del gobierno encabezado por Grove se caracterizaban por la búsqueda de una
ayuda a la economía nacional y a los pobres, con una fuerte planificación estatal, en el
marco de las graves consecuencias de la Gran Depresión. A su vez, la República Socialista
se oponía al capitalismo como también al comunismo, a lo que se le sumaba un fuerte
componente nacionalista más que de lucha de clases al igual que el peronismo. El elemento
nacionalista generaba que la República Socialista fuera hostil hacia los capitales
extranjeros, como los bancos de norteamericanos que operaban en el país, y hacia la
oligarquía nacional al estar relacionada con el primer grupo. De todos modos, el gobierno
se empeñaba más en apoyar a la empresa privada que en las expropiaciones 17. Uno de los
actos populistas más destacados de la República Socialista fue la devolución de objetos
“empeñados” por personas pobres en la Caja de Crédito Popular a la usanza del peronismo,
acción que le valió gran popularidad a la Junta Militar encabezada por Grove en los
sectores populares. Sin embargo, los comunistas notaron con recelo cómo la naciente
República Socialista ganaba apoyo en las clases más desposeídas. Los grandes capitales
extranjeros, al igual que la oligarquía nacional vieron con temor las políticas emprendidas
por Grove, a lo que se sumaron los mismos militares que creían que el comunismo podía
tomarse el poder de la Junta socialista. Esta serie de enemigos que tuvo la República
Socialista produjo una corta duración y rápida caída el 16 de junio de 1932, a 12 días de su
inicio de labores, con lo que el miembro de la Junta Carlos Dávila exilia a Grove a Isla de
Pascua tomando el poder total de la Junta. A pesar de que las masas salieron a las calles tras
la caída de la República Socialista, la presión social no fue suficiente para lograr su
restablecimiento como ocurrió con Perón el famoso 17 de octubre de 1945, por lo que el
período de inestabilidad política continuó hasta las elecciones del 30 de octubre de 1932
que gana Arturo Alessandri.
Un segundo elemento importante en el populismo presentado por el socialismo
chileno en sus orígenes bajo Grove fue la gran relevancia que él adquirió como líder
caudillista. Tal como ocurre con los líderes populistas, Grove fue presentado por sus

16
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Partido Socialista. “Grove a la presidencia”
17
Ídem

31
seguidores como una figura mesiánica redentora comparable con Cristo18 que mediante el
socialismo solucionaría los problemas país, especialmente los de los sectores populares. El
liderazgo de Grove sumado a la popularidad que ganó en la breve República Socialista lo
perfiló como la cara visible del naciente socialismo en Chile y de su partido, y es por ello
que fue candidato en la elección presidencial de 1932 pese a que se encontraba exiliado en
Isla de Pascua, por lo que no pudo hacer campaña personalmente afectando evidentemente
su potencial liderazgo populista. De hecho, Grove arriba al continente el mismo día de la
elección. No obstante, a pesar de estas dificultades obtuvo un 17,91% de los votos siendo la
segunda mayoría, desplazando a los candidatos de los tradicionales partidos Liberal y
Conservador, pero lejos del 55,31 % de Arturo Alessandri. Es importante recordar que a
pesar de que el “León de Tarapacá” afirmaba ser el mismo de 1920, su proyecto político en
1932 era menos populista que en su primer período ya que enfatizaba la necesidad de lograr
un gobierno civil estable que terminara con la inestabilidad generada tras la caída de Ibáñez
en 1931. A su vez, considerando además la restringida participación política de los sectores
populares dado el requisito de alfabetismo existente en esos años es que los simpatizantes
de Grove recibieron con júbilo estos resultados electorales. Existía optimismo en cuanto a
las proyecciones futuras de estos resultados que podrían transformarse en un nuevo
referente político que representara a los trabajadores siguiendo el proyecto de la República
Socialista.
Dentro del contexto de optimismo reinante en el socialismo tras el resultado
electoral de Grove en las elecciones presidenciales de 1932 es que se funda el Partido de
Socialista de Chile el 19 de abril de 1933. Este hecho es muy importante en cuanto la
fundación de un partido político afectaría al liderazgo personalista de Grove en cuanto a
que ahora el militar socialista estaría sujeto a una institución partidaria. Uno de los
movimientos fundadores importantes que formaron el PS en sus orígenes, fue la Nueva
Acción Pública (NAP) liderada por Eugenio Matte y el mismo Grove. Este grupo fue uno
de los soportes políticos de la República Socialista. Lo interesante de la NAP fue que sus
planteamientos ideológicos combinaba pensamiento político humanista, liberal, socialista e
incluso fascista. Otros “micropartidos” que conformaron el PS también compartía esta
“diversidad” ideológica de la NAP. Los lazos internacionales del Partido Socialista

18
La Opinión (Santiago), 15 de octubre de 1932

32
confirman la característica populista que presentaba su proyecto inicial, ya que tenía fuertes
lazos con el APRA peruano o Acción Democrática (AD) de Venezuela. Además el PS tenía
admiración por variadas figuras internacionales que iban desde Roosvelt con su “New
Deal” hasta la Revolución Mexicana. En consecuencia, tal como lo señala Drake en su
libro, la primera etapa del PS tuvo claro elementos populistas asociadas a la figura de líder
caudillista de Grove, lo cual contrasta con la etapa más marxista que tiene el socialismo
desde 1952 y que alcanza su nivel máximo en 1967 cuando el partido se define como
“marxista-leninista” y declara la legitimidad de la “violencia revolucionaria” para obtener
el poder.

3.1.3.1 Los caminos no tomados: El fracaso del proyecto “socialista populista”.

Tal como se mencionó anteriormente, las causas de la rápida caída de la República


Socialista se debe a una serie de factores entre los que se encuentran las divisiones dentro
de la Junta Militar que lideró dicho gobierno, sumado a la oposición de la elites nacionales
y grupos económicos extranjeros que vieron al proyecto socialista como una amenaza a sus
intereses. Un tercer elemento relacionado con la falta de organización por parte de los
adherentes de Grove en su aventura socialista también es determinante para entender su
corta duración. A pesar de que existieron protestas sociales en contra del derrocamiento de
la República Socialista, estas movilizaciones no fueron lo suficientemente poderosas como
para revertir la caída y exilio de Grove, ya que a su vez hubo una fuerte represión por parte
del gobierno “golpista” de Dávila. A partir de la popularidad que tuvo la República
Socialista en los sectores populares es que queda en evidencia que uno de sus grandes
errores fue no organizar ese apoyo como soporte del proyecto socialista populista que se
estaba instalando. Haber organizado rápidamente elecciones que ratificaran la legitimidad
popular de la República Socialista hubiera sido muy importante a la hora de establecerse en
el poder, ya que un eventual derrocamiento sería visto como una violación de la voluntad
soberana del pueblo. Perón en 1945 usó esta estrategia exitosamente para establecer su
primer gobierno, con la diferencia de que Perón realizó elecciones luego de ser restituido en
el poder ante la aclamación de las masas hacia su figura. No obstante esta apuesta era
arriesgada, ya que la Gran Depresión llegó a Chile mientras Ibáñez (que era militar)
gobernaba, por lo que las Fuerzas Armadas no podían mostrarse como una alternativa
33
totalmente nueva. Lo cierto es que esto no ocurrió, y tal como la República Socialista llegó
mediante las armas al poder, Grove fue derrocado de la misma forma.
Un camino no tomado que pudo haber consolidado el proyecto “populista
socialista” de Grove fue no establecer lazos políticos con otros sectores y figuras
“progresistas” como lo eran en ese momento Ibáñez y Alessandri. En lo meramente
político, estas tres personalidades compartían un proyecto modernizador similar, donde
destacaba el enfoque social sobre las clases populares. Sin embargo, la rivalidad entre
civiles y militares que se fue produciendo luego de que estos últimos entraran a la arena
política tras el “Ruido de Sables” hizo que las relaciones de confianza entre ambos grupos
se dañara. Mientras que en el caso de Ibáñez como líder militar, el autoritarismo que ejerció
en su dictatorial primer gobierno entre 1927 y 1931, sumado a las buenas relaciones que
estableció con las clases altas, generó la decepción y rechazo de Grove, quien rápidamente
pasa a ser opositor de la dictadura de Ibáñez, siendo exiliado posteriormente junto a varios
opositores a la dictadura ibañista.
De aquí se desprende otro elemento contrastante entre la relación con las clases altas
en el caso de Grove e Ibáñez. Mientras este último tuvo una relación amistosa como se ha
señalado, Grove no entabló relaciones tan afables con la oligarquía. Este camino no tomado
es relevante en relación al sustento político de su gobierno y la posición colaborativa de las
clases altas, ya que esta vez con la “República Socialista” si vieron amenazados sus
intereses a diferencia del proyecto ibañista. Sin embargo, a pesar de que las medidas de
Grove eran más radicales que las de Ibáñez, tampoco eran totalmente opuestas. De hecho,
iban en la misma línea de mayor participación del Estado en la economía, pero en ningún
caso se asemejaban a una radicalidad del tipo de políticas que implementaba la Unión
Soviética. De este modo, la relación hostil que se da entre los sectores oligárquicos y Grove
afecta gravemente el éxito del proyecto “populista socialista”, ya que las clases altas, con el
apoyo del capital extranjero, presionan fuertemente para sacar a Grove del poder. Los
postulados eclécticos del Partido Socialista sumado a la figura carismática y caudillista de
Marmaduque Grove configuraron uno de los casos que más características populistas ha
presentado en la historia de Chile, pero el desestimar el poder de presión de la oligarquía
fue un grave error que pagó caro Grove y el socialismo debido a los pocos días que duró su
gobierno.

34
Finalmente, la estrategia “legalista” que tuvo el Partido Socialista en su fundación
en 1933 determinó su futuro como nueva fuerza política representante de sectores medios y
bajos. Al tomar la vía electoral, el PS debió disputar espacios electorales entre los sectores
trabajadores con el Partido Comunista y los de clase media con el Partido Radical. El
abandono de la vía “golpista” hizo que figuras como Grove entraran a la política formal
como candidatos, así como también lo hizo el partido disputando cuotas de poder dentro de
la naciente coalición de centro izquierda conocida como Frente Popular. La entrada del PS
de lleno a la política partidista sería un punto sin retorno a sus orígenes populistas, ya que
se abandonaron vías personalistas como las utilizadas por Grove, dando paso a una mayor
institucionalización del partido, como también de una mayor radicalización en los 60s
adhiriendo al marxismo revolucionario en desmedro de fórmulas populistas. A pesar de
ello, el Partido Socialista no logró un sitial de partido de masas cuando alcanza el gobierno
con el Frente Popular, ya que debió estar constantemente disputando un electorado similar
con el PC. Asimismo, a pesar de que figuras insignes del PS como Grove lograron obtener
escaños parlamentarios, esta fuerza electoral no fue suficiente para proyectarse como
partido líder del Frente Popular, ya que cuando el PS quiso imponer a Grove como
candidato presidencial fue derrotado por el Partido Radical y su candidato Pedro Aguirre
Cerda, quien llegaría a ser presidente en 1938. Fue el comienzo del fin de los inicios
populistas del PS, ya que en 1943 Grove abandona el partido para formar el Partido
Socilaista Auténtico, el cual carece de relevancia electoral significativa disolviéndose en
1949.

3.1.4 El regreso de Ibáñez: La transformación del dictador en demócrata (1937-


1958)

Al igual que connotados líderes populistas como Juan Domingo Perón o Velasco
Ibarra, Ibáñez también vivió largo tiempo en el exilio luego de su tormentosa caída en 1931
en medio del contexto de las graves consecuencias económicas y sociales que tuvo para
Chile la “Gran Depresión”. Fue precisamente Argentina el lugar elegido por el militar
chileno para pasar sus años de exilio entre 1931 y 1937. Reestablecida la estabilidad
política en Chile, y especialmente el dominio del sector civil por sobre el militar, Ibáñez vio
una gran oportunidad en el giro a la derecha que tuvo el segundo gobierno de su tradicional
35
rival Arturo Alessandri. En consecuencia, la elección para suceder en la presidencia al
“León de Tarapacá” se presentaba muy interesante para el regreso de Ibáñez a la arena
política nacional esta vez entrando de lleno al juego democrático y buscando apoyarse en
los votos ciudadanos y no en las armas como ocurrió en su primer gobierno.
El desplazamiento de Ibáñez desde la izquierda a la derecha pasando por el centro
de manera pragmática desde 1937 a 1952 es una primera señal del carácter oportunista
propio de los populismos que presenta Ibáñez al carecer de una posición política clara y
definida en ese aspecto. Su ambigüedad de posturas fue variando de acuerdo a las
condiciones del momento y en relación a aumentar sus posibilidades de volver a ocupar la
primera magistratura del país.

3.1.4.1 La elección de 1938: Ibáñez con la izquierda, al estilo Grove.

A pesar de que pasó menos de una década desde la caída de Ibáñez en 1931, el Chile
de 1937 presentaba una reconfiguración en sus fuerzas políticas y partidarias. Los sectores
bajos y medios comenzaban a aumentar su participación en la esfera pública, con lo cual en
al sistema de partidos chilenos se sumaron con fuerza partidos políticos de izquierda como
el Partido Comunista y el Partido Socialista que apuntaron sus esfuerzos en consolidar su
apoyo en los sectores populares. Asimismo, el Partido Radical, que adquirió una posición
de centro político, fue aumentando progresivamente su fuerza, basada en esta posición
política y en una creciente expansión de los sectores medios chilenos, que se desarrollaron
al alero del comercio y la burocracia, también conocidos como cuellos blancos. En la
derecha se ubicaban los tradicionales partidos Liberal y Conservador, lo cuales fueron
activos colaboradores en el segundo mandato de Alessandri.
Dado el giro a la derecha que tuvo el segundo gobierno de Arturo Alessandri,
Ibáñez intentó realizar alianzas con sectores ligados a la izquierda en miras de enfrentar al
candidato oficialista, Gustavo Ross. De hecho, Ibáñez se consideraba como una víctima de
la oligarquía que conspiró para derrocar su primer gobierno que tuvo grandes realizaciones
populares19. A pesar de que existieron sectores dentro del Partido Radical que veían con
buenos ojos apoyar una eventual candidatura de Ibáñez, se impuso finalmente la idea de la

19
Fernández, Joaquín. “El Ibañismo (1937-1952): Un caso de populismo en la política chilena”. P. 33.

36
conformación de un Frente Popular en conjunto con los partidos de izquierda como el
Partido Socialista y el Partido Comunista. Incluso dentro de los Partido Comunista y
Socialista también se esbozó la idea de apoyar a Ibáñez debido a su postura anti
oligárquica. Es curioso constatar que dentro del socialismo chileno las figuras que
apoyaban a Ibáñez pertenecían al ala “anti grovista”20 del partido, algo “paradójico”
considerando que Ibáñez presentaba muchas similitudes al otrora líder de la efímera
República Socialista que era criticado por su excesivo personalismo. Una gran pérdida en
sus bases de apoyo que sufrió Ibáñez tras su exilio fueron los sindicatos legales y la
Confederación Republicana de Acción Cívica (CRAC), órganos que apoyaron fuertemente
su primer gobierno y que habían sido disueltos una vez cesado el régimen ibañista. La
influencia de los partidos de izquierda rápidamente eliminó al ibañismo como fuerza
política dentro del mundo sindical, proceso inverso a lo ocurrido en Argentina con Perón
entre 1944-1946, ya que fue el líder populista argentino quien logró arrebatarle a los
partidos y organizaciones de izquierda el apoyo obrero. Considerando este panorama,
Ibáñez se enfrentaba a la elecciones de 1938 con un escaso respaldo político a nivel
partidario y de movimientos. La principal corriente de apoyo que tuvo Ibáñez fueron de
grupos nacionalista fuertemente influenciados por el fascismo italiano, el nacional
socialismo e ideas corporativistas que se encontraban en pleno apogeo a fines de la década
del 30. Estos grupos confluyeron en la denominada Alianza Popular Libertadora (APL) que
proclamó a Ibáñez como candidato presidencial el 4 de junio de 1938.
A pesar de que comúnmente se ubica a los grupos nacionalistas y fascistas, como lo
fue la APL, en la extrema derecha, este movimiento al igual que Ibáñez trató de mostrarse
como un grupo de izquierda (nacionalista) renegando del fascismo y nazismo europeos. De
hecho, el Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNS), que formaba parte de la APL,
se hacía llamar “nacistas” con “c” para demostrar su raigambre chilena alejada de la
tipología alemana. El MNS decía que era un movimiento de carácter antiimperialista y
anticapitalista que aspiraba a la unificación de la izquierda21. Asimismo, otra prueba
inequívoca en la búsqueda de los grupos nacionalistas que apoyaban a Ibáñez en mostrarse
como de izquierda fue el hecho de que líderes nacionalsocialistas apoyaran públicamente la

20
Ibid. p.35
21
El Mercurio (Santiago), 28 de mayo de 1938

37
causa de la España Republicana22. El mismo Ibáñez mostraba su clara predilección por la
izquierda en declaraciones como esta que realizó en 1937: “No somos ni de izquierda ni de
derechas; pero declaro, enfáticamente que en la disyuntiva de tener que apoyar a una de
estas dos corrientes, no podemos dejar de ver que la izquierda, en su gran mayoría,
persigue un ideal que también es el nuestro, cual es el de que este pueblo obtenga la
justicia que el régimen le niega”23.
En suma, la campaña presidencial ibañista de 1938, si bien fue apoyada
principalmente por elementos nacionalista con influencia fascista, intentaron siempre
mostrarse como una candidatura más cercana a la izquierda, tal como Perón lo haría seis
años después. Los principales ejes de esta campaña fueron el nacionalismo, la crítica a la
oligarquía y el capitalismo representado por la derecha, y también el infaltable énfasis de
avanzar en temas de justicia social, planteamientos similares a los de Perón en Argentina.
Ibáñez se presentaba en las antípodas de Alessandri, a quien ya no se le consideraba como
el gran reformista de los años 20s, sino que como un manso servidor de la oligarquía24.
Sumado a los tres elementos mencionados anteriormente, Ibáñez añadió dos aspectos
claramente populistas en su campaña de 1938: Mesianismo y contacto directo con sectores
populares mediante grandes concentraciones, estrategia que Perón ocuparía unos años más
tarde. El elemento mesiánico se expresó en mostrar a la candidatura de Ibáñez como “una
marcha irresistible hacia la salvación de Chile”25 que sólo podía ser liderada por el General
Ibáñez. Dirigentes mapuches como Venancio Coñuepán incluso llegaron a identificar a
Ibáñez como un representante que encarna la lucha y resistencia al igual que el pueblo
mapuche26. Se le atribuía a Ibáñez ser el único después de Balmaceda que había realizado
obras efectivas en beneficio de los sectores populares, elementos que servían para que la
prensa ibañista utilizara la imagen de Ibáñez como el “candidato de los pobres” y de los
“trabajdores”27. Por último, el elemento movilizador y de contacto directo con las masas
fue prácticamente obligatorio para Ibáñez debido a que los sindicatos estaban dominados en
su gran mayoría por corrientes comunistas y socialistas que apoyaban al candidato del

22
Fernández, op.cit., p. 62.
23
Cámara de Diputados. “Boletín de Sesiones Ordinarias”. 25 de mayo, 1927,97.
24
“Los detractores” en Trabajo (Santiago), 30 de diciembre de 1937
25
La Opinión (Santiago), 20 de junio de 1938
26
Ídem
27
Trabajo (Santiago), 15 de agosto de 1938

38
Frente Popular Pedro Aguirre Cerda. Ibáñez iba a las fábricas y les hablaba directamente a
los obreros a los cuales invitaba a grandes almuerzos populares, estrategias análogas a las
que usó Perón en su contacto con los trabajadores. A la llegada a los pueblos y ciudades,
Ibáñez era recibido por actos con claros tintes nacionalistas donde predominaban las
banderas chilenas y los hombres a caballo emulando al tradicional “huaso chileno”.
Generalmente en estas marchas se prohibían el uso de banderas de partidos políticos, por lo
que se obligaba a que los manifestantes portaran letreros a favor de la persona de Ibáñez28
Esta serie de manifestaciones hacia la candidatura de Ibáñez fue coronada con la gran
“Marcha de la Victoria” el 4 de septiembre de 1938, fecha que coincidía además con los 14
años del pronunciamiento de las juventudes militares en contra del antiguo régimen liberal
oligarca conocido como “República Parlamentaria”. La “Marcha de la Victoria” sirvió para
demostrar el poder de convocatoria del ibañismo de unas 60.000 personas desde distintos
puntos de Santiago y el país entero, lo que le daba un realce nacional a dicha convocatoria
final. Fue una ocasión especial en la cual Ibáñez concluyó su campaña reafirmando sus
ideales antioligárquicos, democráticos y nacionalistas: “Esta grandiosa concentración es la
prueba evidente de que subsisten intactas las energías de la raza, y de que renace en el
pueblo la esperanza de días mejores, sin privilegios y de efectiva igualdad política y social
[…] estoy dispuesto a luchar sin desmayo al lado de vosotros para salvar a la raza y
levantar al país de su postración sin eludir ningún sacrificio personal. Unidos debemos
reconquistar el bienestar que anhela la clase trabajadora y que exige la dignidad de la
patria” 29. El discurso de Ibáñez deja de manifiesto una serie de elementos comunes en los
discursos que posteriormente realizaría Perón en Argentina, resaltando el componente
patriótico y social de sus políticas, así como la exaltación del sacrificio del líder ante las
demandas del pueblo.
Los elementos populistas a nivel discursivo se encontraron muy presentes en la
campaña del 38, como también lo fue el contacto directo con los sectores populares que
realizó Ibáñez. No obstante, esto no fue suficiente para triunfar ya que la trágica “Matanza
del Seguro Obrero” el 5 de septiembre de 1938 cambió radicalmente el panorama electoral.
Un grupo de jóvenes nacional socialistas que apoyaban la candidatura de Ibáñez se tomaron
dependencias de la Universidad de Chile y de la Caja del Seguro Obrero para forzar un

28
Fernández, op.cit., p. 71.
29
La Opinión (Santiago), 5 de septiembre de 1938

39
golpe de Estado en contra del gobierno de Alessandri, siendo reprimido fuertemente por el
gobierno del “León” resultando muertos casi la totalidad de los jóvenes “nacis” en manos
de las fuerzas gubernamentales. Este hecho le valió una muy mala imagen al gobierno de
Alessandri y por consecuencia a su candidato Ross, por lo que el principal beneficiado con
esto fue el Frente Popular, ya que recibiría el apoyo de Ibáñez, fundamental para su
victoria, quien renunció a su candidatura ante el proceso judicial que debió enfrentar
producto de este intento de golpe.
La dramática situación descrita significaría que Ibáñez perdiera una oportunidad
histórica de erguirse como un líder populista representante de los sectores trabajadores, ya
que el triunfo del Frente Popular supuso una mayor consolidación en los vínculos entre el
mundo obrero y sindical con los partidos de izquierda que llegaban al gobierno por primera
vez en su historia. Desde un análisis comparativo- histórico, el Ibáñez de 1938 y el Perón
de 1944 son muy similares a niveles ideológicos, de propuesta, de perfil y por consiguiente
de “populismo”. La gran diferencia es que Ibáñez no tenía este perfil cuando estuvo en el
poder entre 1927-31, ya que en ese entonces tenía una postura más autoritaria muy
contraria a la izquierda, por lo que otra gran diferencia es que luego de su caída en 1931
con la crisis económica debió disputar espacios políticos desde la oposición, y no desde el
poder del Estado como Perón en 1944. La caída de Ibáñez en 1931, al igual que muchos
otros gobiernos en América Latina, fue un punto central para entender las divergencias
históricas de caminos que toman Chile y Argentina en el ámbito populista. La derrota de
Ibáñez en la elección presidencial en 1938 a manos del Frente Popular, importante
criticaljuncture, será un duro golpe para consolidar una hegemonía sobre los sectores
populares, ya que los partidos y movimientos de izquierda al llegar al gobierno consolidan
su relación e importancia en cuanto a bases de apoyo entre las clases bajas y obreras
mediante organizaciones bastante institucionalizadas. Como se verá, cuando Ibáñez regresa
a la presidencia en 1952, el avance de la izquierda entre el mundo obrero será irreversible.
De todos modos, Ibáñez se caracteriza por un fuerte oportunismo político, característico de
los líderes populista, por lo que la derrota de 1938 apelando a la izquierda no lo detendrá
en sus ansias de poder.

40
3.1.4.2 Ibáñez en 1942: El giro a la derecha

Los problemas judiciales que tuvo Ibáñez relacionadas a la “Matanza del Seguro
Obrero” y el “Ariostazo” (intento de Golpe a Aguirre Cerda en 1939), ambas con claros
signos golpistas hizo que el militar nuevamente partiera al exilio por Paraguay y Argentina,
pero esta vez más breve ya que vuelve a la carrera presidencial tras la sorpresiva muerte del
presidente en ejercicio Pedro Aguirre Cerda en 1941. No obstante, si en la anterior elección
Ibáñez hizo todo los esfuerzos para mostrarse como un candidato de izquierda, en esta
ocasión su candidatura es apoyada por las fuerzas derechistas expresadas en el Partido
Conservador y el Partido Liberal. Los malos resultados obligaron a la derecha a establecer
alianzas con fuerzas políticas nacionalistas anticomunistas y opositoras al gobierno del
Frente Popular. Como era predecible, estos grupos nacionalistas, fieles seguidores de
Ibáñez, rápidamente entregaron su apoyo al ex dictador mediante la APL y el Movimiento
Nacional Ibañista. No obstante, uno de los principales partidos de la derecha, el Partido
Liberal, dividió sus apoyos entre el candidato radical oficialista Juan Antonio Ríos y Carlos
Ibáñez. Esta división tiene sus orígenes en el llamado de Arturo Alessandri, quien
pertenecía al Partido Liberal, a apoyar a Ríos y no a su antiguo enemigo político, el General
Ibáñez. Asimismo, dado el pasado autoritario de Ibáñez muchos liberales, al igual que
jóvenes conservadores que marcharon para derrocarlo en 1931, vieron con desconfianza
esta faceta “demócrata” que presentaba el ahora candidato Ibáñez. De todos modos, Ibáñez
era una figura atractiva para buena parte de la derecha, en especial para el conservadurismo,
de modo parecido a lo ocurrido en Argentina con Perón y el conservadurismo rural de
provincia. Hay muchas razones para eso, incluso lo del conservadurismo popular, que creía
que figuras como Perón o Ibáñez mediante su imagen autoritaria podría terminar con la
serie de agitaciones sociales30 del país en aquellos años.
En las elecciones de 1942 Ibáñez se presentó como candidato “nacional” y esto
repercutió en su programa y posicionamiento político, como se ha mencionado, pasando de
un populismo más de izquierda similar al usado por Grove en 1932 a un populismo
anticomunista que recuerda rasgos de su primer gobierno autoritario en 1927. El
“enemigo”, tan característico en los populismos era en 1938 la “egoísta oligarquía”,

30
Fernández, op.cit., p. 100

41
mientras que en 1942 era el comunismo. El anticomunismo de Ibáñez se expresó en la
crítica hacia la izquierda que controlaba el sindicalismo chileno, con lo cual Ibáñez
nuevamente debió recurrir al contacto directo con los obreros debido a que no poseía redes
sindicales de apoyo pese a que ciertos gremios, como los lecheros y transportistas,
expresaron su apoyo al General. Ibáñez criticó esta influencia partidista sobre los sindicatos
y abogó por su despolitización al igual que lo hicieron en su momento líderes populistas
como Perón en Argentina y Vargas en Brasil. Si en 1938 uno de los pilares en la
candidatura de Ibáñez eran las reformas sociales, en 1942 hizo énfasis en la necesidad de
controlar la inflación y estabilizar los precios. En 1938 Ibáñez apelaba al trabajador,
mientras que en 1942 apelaba al “chileno común”, aunque siempre con una vocación de
“masas”31. A la hora de reivindicar personajes históricos, en esta elección Ibáñez combinó a
Portales como símbolo de autoridad y orden con Balmaceda, símbolo de reformismo. El
elemento moralista característico de los populismos en esta campaña se enfocó en la crítica
hacia los políticos del Frente Popular acusándolos de haber hecho de Chile una hijuela
(Fundo rústico que se forma de la división de otro mayor) pagadora de servicios
electorales32.
Finalmente, la campaña de 1942 también presentó elementos movilizadores de
apoyo a Ibáñez que nuevamente presentaban connotaciones nacionalistas al igual que en
1938. Los almuerzos populares también estuvieron presentes, al igual que elementos
mesiánicos mostrando a Ibáñez como un salvador de la nación. El cierre de campaña en
Santiago fue parecido a la anterior campaña reuniendo cerca de 100000 personas, las cuales
aclamaron a Ibáñez con gritos y lienzos tales como “Ibáñez al poder, Verdejo a comer”33,
en alusión a un personaje caricaturesco de procedencia popular que aparecía en la famosa
revista Topaze. En su discurso final Ibáñez reafirmó su posición suprapartidista afirmando
que su partido es la “patria”, concepto que sería muy usado por Perón, y que gobernará con
los hombres más capaces sin importar el sector político al cual pertenezcan34.

31
Fernández, op.cit., p. 118.
32
El Mercurio (Santiago), 18 de enero de 1942
33
Fernández, op.cit., p.123.
34
El Diario Ilustrado (Santiago), 29 de enero de 1942

42
3.1.4.3 La tercera es la vencida: Ibáñez y su triunfal regreso en 1952

La dura derrota sufrida en 1942 por Ibáñez lo haría alejarse unos años de la política,
por lo que no participa de la elección presidencial de 1946, en donde triunfaría el radil
Gabriel González Videla. Si en 1924 la irrupción de la oficialidad joven supuso el fin de un
régimen liberal oligarca, la llegada al poder, esta vez por la vía democrática, de Ibáñez en
1952 significó el fin de otro ciclo político: El término de 14 años de gobiernos radicales. A
pesar de que Ibáñez en sus anteriores aventuras presidenciales utilizó fórmulas populistas
en sus promesas de campañas, es en la campaña presidencial y posterior victoria en 1952
donde se aprecia con mejor claridad las características populistas al estilo “clásico” del
militar chileno. Esto no es casualidad, ya que el principal referente populista en América
Latina era el argentino Juan Domingo Perón, quien gobernaba en los años que Ibáñez
conquista la presidencia por segunda vez.
La campaña de 1952 compartió muchas similitudes que las campañas anteriores de
1938 y 1942. Una base política de apoyo heterogénea y muy fragmentada aglutinada en
torno la figura personalista de Ibáñez fue la constante de sus anteriores campañas y esta vez
no fue la excepción. La diversidad ideológica en sus bases de apoyo también estuvo
presente, siendo los dos principales partidos políticos que apoyarían a Ibáñez el Partido
Agrario Laborista (PAL) y el Partido Socialista Popular (PSP). El PAL era un partido de
tendencias nacionalistas corporativistas y sucesor de la célebre Alianza Popular Libertadora
(APL) que se fusiono con el Partido Agrario, mientras que el PSP correspondía a una
escisión del socialismo chileno que estaba en contra de la “Ley Maldita” que ilegalizó al
Partido Comunista en Chile. Resulta relevante ver cómo tempranamente los actores
políticos en ese contexto ven las similitudes entre Ibáñez y Perón, ya que el socialismo
“ibañista” justifica en primer término su apoyo al ex dictador para evitar el fracaso que tuvo
el Partido Socialista argentino al oponerse al peronismo35. Asimismo, las manifestaciones
de apoyo realizadas por sectores populares hacia la candidatura de Ibáñez sorprendió a
varios socialistas que describían estas muestras de apoyo: “No brotaban de sectores
burgueses: surgen del pueblo, de los auténticos obreros y modestos empleados, pequeños

35
Fernández, op.cit., p.157

43
empresarios, agricultores y campesinos”36. Finalmente, un tercer factor que facilita el
apoyo de una parte del socialismo criollo a Ibáñez fue el hecho de que el PSP aún poseía
rasgos populistas cómo en sus inicios con Marmaduque Grove, lo cual llevó a tener una
posición más latinoamericanista y antisoviética que vio similitudes en la figura de Ibáñez y
movimientos “nacionales y populares” en la década del 50, como fue el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR) e incluso el peronismo.
Sin embargo, dentro del socialismo y el agrariolaborismo existió una fuerte
oposición a apoyar la figura de Ibáñez, lo cual implicó la salida de importantes figuras en
ambos partidos una vez que se consumó el apoyo hacia el ex gobernante. En el caso del
Partido Agrario Laborista el quiebre vino por su ala derecha representada por Jaime
Larraín, quien criticó las tendencias “comunizantes”37 que presentaba Ibáñez y los grupos
que lo apoyaban dentro del PAL, grupos que a su vez profesaba admiración hacia el
peronismo38. Finalmente se impone esta facción “laborista” dentro del PAL por sobre la
“agraria” de Larraín, que era fuertemente anticomunista, por lo que Jaime Larraín y sus
seguidores abandona el PAL y se suma a la candidatura derechista del liberal Arturo Matte.
En contraste, los grupos socialistas que más resistencia opusieron a Ibáñez fueron los
sectores más izquierdistas, donde resaltaba la figura de Salvador Allende, quién había sido
crítico del personalismo de Grove y del “conservadurismo” en las políticas de los gobiernos
radicales39. Nuevamente el peronismo fue una fuente de conflicto para el socialismo, ya que
muchos veían en Ibáñez una figura similar a la de Perón, criticando sus tendencias
autoritarias y la falta de contenido ideológico y programático40. Allende reitera sus críticas
a Ibáñez catalogándolo como antidemocrático, militarista y fascista41, algo que a juicio del
médico socialista constituía una seria amenazada a la democracia, críticas similares a las
que realizó el socialismo argentino sobre la figura de Perón, pese a que Ibáñez había
aceptado el programa de gobierno propuesto por el PSP. Esta facción antiibañista
encabezada por Allende es expulsada del Partido Socialista Popular, por lo que se une al

36
Chelén, Alejandro. “Trayectoria del socialismo: Apuntes para una historia crítica del socialismo chileno”. Pp
130-131.
37
Estanquero (Santiago), 4 de agosto de 1950
38
Arriagada, René. “La rebelión agraria contra Ibáñez”, en René Arriagada y Sergio Onofre Jarpa, Por una
política nacional, Santiago, Ediciones “Nueva Política”, 1952,46
39
Fernández, op.cit., p. 152
40
Almeyda, Clodomiro, “Chile no es Suiza” en Guaraní Pereda (ed.) Clodomiro Almeyda, 1947-1992.
41
Ercilla (Santiago), 16 de octubre de 1951

44
Partido Socialista de Chile, que se articulará con el comunismo formando el “Frente del
Pueblo” para apoyar la candidatura presidencial de Allende en 1952. La candidatura
izquierdista emprendida por Allende fue rápidamente criticada por su antiguo partido
socialista y por fuerzas ibañistas por dividir al pueblo en su lucha contra la oligarquía y el
imperialismo42.
Los clásicos movimientos ibañistas no partidistas como por ejemplo el Movimiento
Nacional Ibañista, de tendencias nacionalistas y antiimperialistas, se encontraba
fuertemente influenciados por el peronismo, al igual que sectores del PAL que mostraban
su admiración hacia el proceso populista en Argentina. Esto conllevó a una estrecha
relación con el régimen peronista, el cual brindó financiamiento y apoyo para reclutar
chilenos residentes en Argentina para que pudieran votar por Ibáñez43. El elemento
innovador en las bases de apoyo en esta elección fue el componente femenino. Las mujeres
en Chile obtuvieron el pleno derecho a sufragio en 1949. Varias agrupaciones femeninas se
sumaron a la candidatura de Ibáñez siendo la principal agrupación el Partido Femenino de
Chile liderado por María de la Cruz. Este partido compartía ideales ibañistas como el
énfasis en el nacionalismo económico y el reformismo social a favor de los sectores más
pobres44. Las influencias peronistas dentro del Partido Femenino eran claras, ya que María
de la Cruz identificaba las aspiraciones del peronismo con principios cristianos que
inspiraban su movimiento señalando además que el peronismo es tan popular como el
ibañismo en Chile45. Es evidente cómo el Partido Femenino de Chile vino a ser la réplica
del Partido Femenino Peronista liderado por Evita Perón en Argentina cómo pilar
fundamental en la búsqueda de una mayor inclusión y participación de sectores antes
postergados como fueron las mujeres. La inclusión de estos sectores excluidos es una
característica esencial en los populismos e Ibáñez en Chile siguió el camino peronista en la
búsqueda del voto femenino.

42
Fernández, op.cit., p.163.
43
Estanquero (Santiago), 6 de octubre de 1951
44
Fernández, op.cit., p. 177
45
Ercilla (Santiago), 11 de noviembre de 1952

45
3.1.4.4 Ibáñez en el gobierno por segunda vez: el fracaso del proyecto populista.

A pesar de que Ibáñez siempre mostró una postura anti partidista, en especial en la
elección de 1952 donde criticó a los partidos tradicionales y en especial al Radical, muchos
partidos y agrupaciones pequeñas contribuyeron al regreso del militar a La Moneda
obteniendo un 46,80% de los votos y siendo ampliamente confirmado por el Congreso
como Presidente de la República. La campaña populista de “la escoba”, que buscaba
“barrer” con el establishment, logró exitosamente el regreso de Ibáñez al poder de manera
democrática, con lo cual se abría un interesante escenario político en Chile donde un líder
personalista obtenía el poder no por la fuerza, sino que por los votos. Considerando las
influencias peronistas en la triunfal campaña de Ibáñez, es que por primera vez en la
historia del país existía una clara opción de un populismo que marcara profundamente la
sociedad de la época. La campaña de Ibáñez reflejó un populismo autoritario,
antioligárquico, antimperialista y moralista46 que basaba su apoyo en sectores populares y
mesocráticos presentando variadas similitudes con la figura de Perón en Argentina. Las
grandes concentraciones en adhesión a la candidatura de Ibáñez llegando incluso a reunir a
200.000 personas47 en Santiago con las denominadas “Cuatro Marchas del Pueblo”, en
alusión a las 4 columnas que marchaban desde diferentes puntos de la capital hacia el
centro, eran una clara muestra del elemento movilizador que utilizó la campaña de Ibáñez.
A esto se le sumaban componentes propagandísticos similares a los usados por el
peronismo a la usanza de las 20 verdades peronistas. Ejemplo de esto fue el “Catecismo del
Obrero Chileno” y el “Juramento de fe ibañista” que se realizó en la concentración de las
“Cuatro Marchas del Pueblo”. Una de las frases del “Catecismo del Obrero Chileno” decía
que Ibáñez una vez en la presidencia castigará a los ladrones del Estado (en referencia a los
políticos y partidos, especialmente del radicalismo) y especuladores (asociados a la
oligarquía) para que el pueblo viva feliz y contento48.
No obstante, una vez instalado en la presidencia por segunda vez, Ibáñez tuvo
innumerables problemas para concretar sus proyectos, en especial el control a la inflación
que era una de sus promesas insignes y que se relacionaba fuertemente con los sectores

46
Fernández, op.cit., p.187
47
Ibid. p. 189
48
La Escoba (Santiago), 3 de septiembre de 1952

46
populares y el precio de productos básicos para la subsistencia. En adición, las
desorganizaciones en sus bases de apoyo, que eran atomizadas y políticamente
heterogéneas, eran una constante que se venía expresando desde la campaña luego del
fracaso de la Alianza Nacional del Pueblo (ANAP)49. Esta organización logró agrupar a los
principales partidos que apoyaban la candidatura de Ibáñez, como lo fue el PSP, PAL y
Partido Femenino, pero no fue capaz de integrar los grupos independientes que adherían a
la candidatura del militar. A diferencia de Perón que en 1946 cumplió el desafío de
organizar sus bases de apoyo mediante la CGT, el Partido Justicialista y el Estado, Ibáñez
llevó al extremo su postura anti partidos y rechazó crear un partido ibañista, ya que prefería
que el apoyo se diera de manera directa sin intermediarios, coincidiendo con la mirada no
institucionalizada de los populismos según Weyland, lo cual no fue impedimento para
lograr un amplio apoyo electoral por parte de comunas de sectores populares 50. Así como
Perón controló el movimiento sindical a través de la CGT, fue precisamente durante la
segunda administración de Ibáñez donde el movimiento obrero chileno logra su plena
unidad en la izquierda superando las diferencias entre comunistas y socialistas creando la
Central Única de Trabajadores (CUT) en 1953. La CUT representó la unificación del
sindicalismo al alero de un proyecto de izquierda común liderado por ClotarioBlest, lo cual
redujo de manera casi total un eventual control de Ibáñez sobre los sindicatos. Esto explica
el hecho de que la CUT se transforme rápidamente en un actor político opositor al gobierno
ibañista. Sin lugar a dudas el camino no tomado de cooptar al movimiento obrero fue un
error de Ibáñez en su proyecto populista, ya que el sindicalismo es un pilar fundamental
para sustentar un régimen populista siendo el mejor ejemplo de ello la CGT durante el
gobierno de Perón. Al no cooptar y reprimir los liderazgos del movimiento obrero, Ibáñez
en su segundo gobierno obtuvo un outcomeopuesto a la conquista de las organizaciones
trabajadoras bajo el liderazgo de Perón entre 1944 y 1946, lo cual hacía que el segundo
experimento populista de Ibáñez careciera de una base de apoyo fundamental: el
movimiento obrero organizado que sí tuvo Perón en Argentina.
La tentación de tomar una vía populista “a la Perón” va disminuyendo a medida que
transcurre el segundo mandato de Ibáñez. El “General de la Esperanza” no mostró un
interés por desarrollar un vínculo afectivo potente entre el líder y las masas que lo

49
Fernández, op.cit., p.181
50
Ibid. p.190

47
aclamaban, ya que esta relación fue más bien “fría” tal como se retrata en el momento el
regreso triunfal a la Moneda: “ Al aparecer en el balcón su Presidente (Ibáñez), (la masa)
rugió de contento y, difícilmente, gobernante alguno ha sido objeto de una ovación más
emotiva y prolongada […] Él (Ibáñez) abrió sus brazos al pueblo y le dio las gracias. Su
rostro no demostraba mayor contento. Al contrario, sin mover músculo alguno, sus ojos
miraban en forma penetrante y lejana. ¿Recordaba, acaso, que el 26 de julio de 1931, la
masa trabajadora había sido indiferente a su caída?”51. El elemento emocional en el
contacto con las masas es fundamental en los proyectos populistas y el hecho de que Ibáñez
haya ignorado este elemento sin dudas mermó su capacidad para construir una fuerza
política que se constituyera en una base sólida que sustentara su gobierno personalista.
Ibáñez siempre fue descrito como un hombre serio, lejos del carisma de líderes populistas
como Perón o Chávez, lo cual hacía difícil una estrategia de apoyo basada en una
personalidad atrayente del General. Pese a ello, los sectores populares veían una imagen de
protector en él que tramitaría leyes sociales a favor del “pueblo”52 al igual que Getulio
Vargas. Por otro lado, la sociedad chilena seguía teniendo esa imagen autoritaria y de orden
que promovía Ibáñez, algo muy asociado a los rasgos históricos de la cultura política
nacional. Muchos de sus seguidores eran atraídos por esa característica autoritaria en
relación a una mayor rigurosidad penal en problemas asociados a la delincuencia 53. La
inspiración peronista del gobierno de Ibáñez se tradujo en elementos más concretos como
una estrecha relación de política exterior entre Argentina y Chile en los 50‟s. Esta cordial
relación basada en la declarada amistad54 entre Ibáñez, quien estuvo en Argentina exiliado,
y Perón se tradujo en visitas oficiales del militar argentino a tierras chilenas, en las cuales el
mandatario argentino hizo gala de sus dotes carismáticos frente a las masas que se
apostaron frente a La Moneda. El suceso más interesante ocurrido en esta visita de Perón
fue el fuerte rechazo que se produce en Chile frente el agresivo discurso realizado por Raúl
Mendé, Ministro de Asuntos Técnicos argentino, el cual contenía frases hirientes para
antiguos gobernantes de ambas naciones55. Dichas declaraciones fueron consideradas
inconvenientes, “peronistas” y alejadas de las formas que su usaban en la política chilena.

51
Würth. Ernesto. “Ibáñez Caudillo Enigmático”. p. 246
52
Fernández, op.cit., p.188
53
Ibid. p. 184
54
Würth, op.cit. p. 300
55
Ibid p. 303

48
El estilo de “lo bajo” (Ostiguy 2013) que cultivaba el peronismo no fue de agrado para los
políticos chilenos, ni tampoco fue replicado por Ibáñez. Lo que sí se replicó fue la
iconografía peronista por parte de Ibáñez, ya que el General chileno mandó a instalar un
retrato gigante iluminado en un edificio cercano a La Moneda simulando la célebre efigie
de Perón y Evita en Buenos Aires. No obstante, cuando se inauguró esta imagen gigante,
las masas fueron obligadas a ir56, lo cual contrasta con el entusiasmo popular en tiempos de
campaña y con el constante estado movilizador del peronismo.
En definitiva, como se ha señalado anteriormente, el fracaso de Ibáñez en reducir las
altas tasas inflacionarias que alcanzaron niveles alarmantes superando el 80%57, fueron el
principal obstáculo para instaurar su proyecto personalista basado en un apoyo de sectores
populares. Las políticas sociales de Ibáñez no podían funcionar en un contexto donde
existía un aumento constante de los precios de productos básicos, algo que afectaba en
especial a los más pobres. El “General de la Esperanza” intentó realizar reformas
constitucionales que le otorgaran mayores poderes a la figura presidencial, pero estas
fueron rechazadas por un Congreso que era dominado principalmente por los partidos
“tradicionales” que Ibáñez tanto atacaba. Esta situación recordaba a la vivida por
Alessandri en los 20s con su agenda progresista bloqueada por el legislativo. Ante esta
situación Ibáñez decía sentirse “prisionero” de las leyes dado lo limitado de sus facultades
presidenciales58. Aún no existía la cultura “plebiscitaria” que han utilizado “populistas
radicales” como Chávez o Correa, quienes lograron resolver este “problema” cambiando el
parlamento a punta de variados plebiscitos y cambios de constitución. Así como décadas
atrás Ibáñez había logrado el poder mediante la presión de las armas, esta vía se hacía
tentadora considerando las dificultades que tenía para imponer sus proyectos. Sin embargo,
Ibáñez entendió que la democracia, sus instituciones y la educación cívica de los
ciudadanos se habían fortalecido59 en Chile desde los años 30s, por lo cual los Golpes de
Estado y otras medidas coercitivas como clausurar el Congreso no parecían estar vigente en
la década de los 50s, aunque no se exploraron vías relacionadas con métodos de democracia
directa como plebiscitos, referéndums e incluso asambleas constituyentes. Ibáñez desechó

56
Ibid p. 289
57
Archivo Chile [En línea]
http://www.archivochile.com/Gobiernos/varios_otros_gob/GOBotros0008.pdf[Consultado el 13-10-2013]
58
Ibid. p. 305
59
Ibid p. 310

49
por completo una vía populista que rompiera con la legalidad constitucional del país,
aunque como se ha visto faltó un mayor grado de “imaginación política” por parte de
Ibáñez como usar plebiscitos, por lo cual opta por la vía institucional que le significa
gobernar con las heterogéneas fuerzas políticas que lo apoyaban. La situación del segundo
gobierno ibañista se hace más dramática al no poder controlar la inflación, lo cual se agrava
con las impopulares medidas económicas liberales que toma con la asesoría de la Misión
Klein-Sacks (1956-1958) y que tampoco fueron eficaces para detener la inflación. Las
protestas sociales aumentaron cada vez más, y las mismas masas que llevaron a La Moneda
a Ibáñez ahora salían a las calles protestar siendo fuertemente reprimidas y llevando la
situación al extremo de sacar tropas militares a las calles con un saldo de 22 muertos como
ocurrió en Valparaíso en 195760. Los resultados electorales parlamentarios de las fuerzas
ibañistas reflejaron el mal término de su gobierno, ya que sufrieron una fuerte caída de un
28 % a un 17% desde la elección de 1953 a la de 195761. Ibáñez muere en 1960 dos años
más tarde tras dejar la presidencia sin dejar un legado político como sí lo hizo el peronismo
en Argentina, ya que las fuerzas ibañistas rápidamente desaparecieron de la arena política
chilena tan pronto como el General abandonó la vida pública.
A la luz del experimento populista que trató de encarnar Ibáñez en la política
chilena surgen varios errores que redundaron en que su proyecto no lograra gran éxito en
comparación a líderes como Juan Domingo Perón o Getulio Vargas. En primer lugar,
Ibáñez se mostró reacio a la hora de crear instituciones de masas que encausara su apoyo,
tales como los grandes partidos políticos y organizaciones nacidos al alero populista de
Perón como lo fue el Partido Justicialista (PJ) y la Central General de Trabajadores (CGT),
o el Partido de los Trabajadores Brasileros (PTB) y el Partido Social Democrático (PSD),
estos dos últimos fundados por Vargas sumados a sindicatos afines a su persona. La
ausencia de partidos y movimientos que condujeran el apoyo hacia Ibáñez fue determinante
en la configuración de una base de apoyo frágil e inestable que rápidamente desapareció
una vez que Ibáñez muere. En segundo lugar, hubo una ausencia del elemento emocional,
ya que el ex dictador chileno no supo aprovechar al máximo dicho recurso debido su parca
personalidad, restando de este modo épica a los pocos sucesos heroicos que se podía

60
Archivo Chile [En línea]http://www.archivochile.com/Gobiernos/varios_otros_gob/GOBotros0008.pdf p. 7
[Consultado el 14-10-2013]
61
Idem

50
atribuir, como lo fue su participación en el fin del régimen liberal oligarca conocido como
la “República Parlamentaria”. El tercer elemento que estableció limitaciones en el proyecto
populista de Ibáñez fue no lograr forzar o crear un movimiento sindical propio tal como
Perón lo realizó en Argentina mediante la famosa CGT. La izquierda tuvo una hegemonía
total sobre el sindicalismo chileno, lo que constituyó un ente de oposición especialmente en
el segundo gobierno de Ibáñez. Como se ha mencionado anteriormente, la inexistencia de
bases de apoyo organizadas y estables fue un serio problema que finalmente fue
determinante en el fracaso del proyecto populista de Ibáñez a diferencia del éxito logrado
por Perón en Argentina y Vargas en Brasil.

3.1.5 La Unidad Popular: ¿Salvador Allende como líder populista?

Considerando la escasa “tradición” populista que ha tenido Chile en relación a otros


países en Sudamérica, como sus vecinos Argentina y Perú, muchas veces autores como
Michael Conniff han señalado al gobierno de Salvador Allende como populista. Si se
analizan los diferentes regímenes políticos que han tenido los países en América Latina, es
posible encontrar coincidencias en lo que fue el gobierno de Allende con la coalición de
izquierda Unidad Popular con características propias de un régimen populista. Sin embargo,
lo que más caracteriza en ese punto a la Unidad Popular es la coexistencia de varias
posturas ideológicas que iban desde actitudes abogando por regímenes socialistas
revolucionarios incluso por la vía armada, tal como fue el caso del Partido Socialista luego
del Congreso de Chillán en 1967, aunque también existían grupos inclinados por realizar
transformaciones dentro de las reglas de la democracia liberal, tal como lo fue el Partido
Comunista y el Partido de Izquierda Radical. En consecuencia, el gobierno de Allende fue
un híbrido entre un régimen socialista revolucionario y uno democrático liberal con
gobierno de izquierda, dado la mixtura de posturas políticas que existían dentro de la
misma izquierda chilena en ese entonces.
No obstante, los elementos populistas que presentaron la Unidad Popular y Salvador
Allende, no fueron menores. El primero y más obvio, ya que es una coincidencia histórica
entre la izquierda y el populismo clásico, fue el carácter social que encarnó la Unidad
Popular como bandera de lucha, que se traducía en propuestas como reforma agraria,

51
expansión de cobertura en salud, educación, pensiones y vivienda a los sectores más
pobres, sumado estatización de empresas privadas para financiar estas políticas sociales. El
segundo elemento fue el discurso maniqueo y antagónico que instaló Allende y la Unidad
Popular, lo cual se demuestra con mediciones discursivas que muestran a Allende como el
presidente chileno con un mayor nivel de maniqueísmo según Rovira y Hawkins (2013:
14). A pesar de que el marxismo revolucionario utiliza un discurso maniqueo al igual que el
populismo, esto no significa que el marxismo sea sinónimo de populismo, ya que si bien
son modos que comparten ciertas similitudes, también presentan grandes diferencias como
se analizará más adelante. El lenguaje de polarización levantado en la época de la Unidad
Popular descalificaba a sus opositores tildándolos de “momios” aludiendo a su
conservadurismo. Dicho apodo recuerda al clásico “gorila” usado en Argentina hacia las
personas o fuerzas antiperonistas, pese a que hay muchos “gorilas” de izquierda. En el
discurso de Allende existía una interesante combinación de elementos populistas, apelando
al aspecto emocional en la relación líder-pueblo, y también marxistas con un contenido más
intelectual y científico. Además, como se dijo, tanto el discurso populista como marxista
tiene elementos maniqueos, que se aprecian en las referencias que hace Allende de
denostación hacia sus enemigos, acusándolos de golpistas, aunque también de exaltación al
pueblo, como por ejemplo en su famoso discurso horas antes de su muerte en La Moneda62:
“Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar!
Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo[…]”
“El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las
Fuerzas Armadas rompieran su tradición […]”
Aun cuando en los discursos de Allende existe un claro elemento maniqueo, propio
de líderes socialistas revolucionarios y marxistas como Fidel Castro por lo demás, al mismo
tiempo existía un trasfondo claro de respeto hacia las instituciones propias de una
democracia liberal. El respeto a la constitución fue el principal punto de polémica que
enfrentó a Allende con la oposición derechista, la Democracia Cristiana así como sectores
radicalizados de la izquierda, problemática no muy distinta a la vivida por líderes populistas
como Chávez en Venezuela en esta relación de amor y odio con las cartas magnas. Ante
dichas acusaciones, Allende aseguraba que:

62
Salvador Allende. “Discurso de Despedida” *En línea+ http://www.salvador-
allende.cl/Discursos/1973/despedida.pdf [Consulta: 11-11-2013]

52
“Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la
confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de
justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo”63

Acorde al panorama descrito, el gobierno de la Unidad Popular supuso un complejo


entramado entre tres regímenes políticos: socialismo revolucionario, democracia liberal y
populismo. Para entender esta compleja interacción es necesario no solo indagar en las
dimensiones históricas, sino que también observar las diferencias que se producen,
principalmente entre marxismo y populismo, en las formas de expresión y los efectos
sociales, como también en lo que respecta las formas políticas de gobierno y regímenes
político como tal. El momento histórico en que llega la Unidad Popular al poder es a inicios
de los 70s, precedido de una convulsionada década de los 60s en donde los movimientos
revolucionarios de izquierda tuvieron gran auge en el mundo entero, siendo el principal hito
el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Si en entre los 30‟s y los 50‟s las democracias
liberales de Sudamérica se vieron amenazadas por el populismo, desde los 60‟s la principal
amenaza fue el socialismo marxista revolucionario. De hecho, en este contexto es que se
produce un cierto acercamiento entre las ideas socialistas revolucionarias a través de grupos
guerrilleros como los “Montoneros” y el populismo argentino en medio del regreso de
Perón al poder en los 70s. Tanto populismo como marxismo revolucionario reivindican uno
de los fundamentos esenciales de las democracias liberales, como lo es la voluntad popular,
aunque el respeto por el Estado de Derecho siempre es un punto de polémica dado las
características maniqueas propias del populismo y el marxismo. El respeto por las minorías,
la oposición, o cualquier fuerza que se oponga al “pueblo” es algo escaso en los populismos
y marxismos, lo que hace que sean tildados de autoritarios. Lo interesante del caso de la
Unidad Popular es que representó una coalición que mezclaba elementos marxistas
revolucionarios y de democracia liberal a diferencia de Perón en los 70‟s, ya que el líder
argentino vio con beneplácito el apoyo de grupos marxistas revolucionario respecto a su
regreso a la presidencia, lo que hacía presagiar un régimen populista con elementos
marxistas que finalmente no se concretadado que Perón al asumir su tercer gobierno se
aleja políticamente de agrupaciones izquierdistas como los “Montoneros”. De todos

63
Idem

53
modos, tanto el gobierno de Allende como el de Perón tuvieron una relación tensa con los
valores de un régimen democrático liberal. En consecuencia, es posible señalar que el
gobierno de Allende y la Unidad Popular fue una especie de equivalente funcional,
especialmente con el primer gobierno de Perón, dada las similitudes que presentaron ambos
gobiernos.El nivel inusitado de movilizaciones de sectores populares, la alta polarización y
antagonismo instalados dentro de la sociedadsumado a la conflictiva relación mencionada
con la democracia liberal, son elementos que comparten el caso chileno con Allende como
el caso argentino con Perón. Sin embargo, es importante subrayar que si bien ambos líderes
y su ejercicio en el poder presentan similitudes, ambos lo hacen con matices distintos, ya
que Allende es mucho más apegado a la democracia liberal en relación al populismo de
Perón. El ingrediente adicional del marxismo revolucionario empleado por Allende y de
menor modo por Perón, contribuyó a que ambos países vivieran situaciones de agitación
social similares en los 70s.
Pero en estricto rigor, el gobierno de Allende está más cercano a un tipo de
“populismo radical”, y más específicamente con la fórmula basista utilizada por líderes
como Evo Morales en Bolivia, con la diferencia que los movimientos sociales sobrepasaron
a la Unidad Popular, no siendo tan disciplinados como en el caso boliviano. Naturalmente,
por las diferencias cronológicas en los 70s aún no existía este tipo de tipología populista,
pero es evidente que la Unidad Popular logra la victoria al alero de partidos y movimientos
de izquierda fuertemente ligados a organizaciones trabajadoras y obreras de base agrupadas
en la Central Única de Trabajadores (CUT). La autonomía de los movimientos de base que
apoyaron a la Unidad Popular fue grande, sobrepasando la autoridad del Presidente
Allende, lo cual muestra que la característica de autoridad todopoderosa ejercida por los
líderes populistas no era ejercida por el mandatario socialista, ya que no buscó establecer
un control de los movimientos sociales que lo llevaron al poder desde el Estado, como sí
ocurrió con Perón y el mundo sindical mediante el control de la CGT. De hecho, el bajo
nivel de autoritarismo de Allende fue un factor relevante para explicar el caos que se da
dentro de la Unidad Popular, y por extensión al resto del país durante su gobierno. Por
ejemplo, Allende tuvo escasa injerencia sobre las tomas de industrias y fundos que
realizaban movimientos de ultra izquierda como el MIR, y además se mostró reacio a
cooptar o reprimir dichas tomas aun cuando estas acciones contribuían a desestabilizar su
gobierno y aumentar el clima de convulsión social imperante en esa época. De hecho hasta
54
el mismo Evo Morales ha reprimido comunidades indígenas como en el polémico proyecto
de la carretera en el Tipnis. Justamente, como se ha mencionado, el personalismo del líder
populista debe proyectar respeto hacia él y un orden en la sociedad, funcional a sus
intereses. De este modo, el autoritarismo populista no fue utilizado por Allende, y eso se
condice con su espíritu “republicano” y “legalista” que pretendía realizar los cambios
sociales dentro de la institucionalidad democrática liberal vigente.
Partiendo desde lo básico, una primera gran diferencia es que los populismos llegan
al poder mediante golpes de Estado o elecciones democráticas, mientras que los
socialismos revolucionarios lo hacían por la vía armada tal como lo hizo Fidel Castro en su
triunfal Revolución Cubana o por vías insurreccionales como ocurrió con la Revolución
Rusa en 1917, lo cual explica por qué la “vía chilena” al socialismo despertaba tanto interés
a nivel mundial por su innovación, ya que pretendía instaurar el socialismo no por las
armas, sino que a través de las institucionalidad democrática liberal . La conmoción social
puede ser un medio para el populismo en cuanto sea un instrumento útil para lograr el poder
contribuyendo a desacreditar al gobierno de turno, mientras que este caos social para los
socialismos revolucionarios puede ser visto como un ingrediente de la lucha de clases. Esto
explica por qué para los sectores radicalizados de la izquierda y la Unidad Popular el
creciente caos en el gobierno de Allende resultaba inevitable en la lógica de la lucha de
clase, para así forzar un enfrentamiento armado que supusiera la derrota de las fuerzas
reaccionarias en manos de los revolucionarios izquierdistas, aun cuando en el ejecutivo
hubiera un gobierno afín a las ideas marxistas. En suma, la Unidad Popular mostró
características de un basismo radicalizado por parte de los grupos más extremos como el
PS; y dirigentes como Carlos Altamirano, que buscó aplicar la lógica antagonista de modo
excesivo y para-gubernamental, polarizando fuertemente a la sociedad chilena, polarización
que también ocurre en los populismos, pero en términos moralistas y no científicos-sociales
como ocurre en los marxismos revolucionarios. No obstante, la polarización instalada en
los años de la Unidad Popular tuvo una connotación distinta al tipo de polarización que
instalan los populismos, ya que dicha polarización se realizó fuera del gobierno popular por
parte de los grupos más extremos como el MIR y el PS de Altamirano, lo que hizo que
dentro de la misma coalición izquierdista hubiera divisiones en torno a si usar una
estrategia rupturista o legalistas en miras de la instalación del proyecto socialista en
Chile.En el caso de los populismos, la polarización se instala entre el gobierno y las fuerzas
55
opositoras, ya que existe una mayor disciplina y lealtad entre las fuerzas oficialistas, a
diferencia de las divisiones internas que existieron dentro del gobierno de Allende entre los
grupos legalistas y rupturistas.
La pugna entre grupos marxistas revolucionarios con grupos institucionales y
legalistas hizo que la Unidad Popular tuviera este doble discurso revolucionario-
institucional, que también adquirió ciertos elementos populistas como el maniqueísmo,
inclusión y movilización social. En consecuencia, el proyecto de la Unidad Popular fue
víctima de un basismo radicalizado auspiciado por la extrema izquierda que se enfrentó con
las facciones institucionales y legalistas que abogaban por los cambios dentro del marco de
la democracia liberal. Aun cuando dentro de la Unidad Popular es posible encontrar
elemento populistas como los mencionados anteriormente, un grave error en miras de una
mayor estabilidad fue subestimar el orden social alterado por las acciones de grupos más
radicalizados. Allende en su estilo apegado a las reglas de la democracia liberal desechó un
aspecto muy característico de los populismos: el importante rol de autoridad que tiene el
líder por sobre sus bases de apoyo. Si Allende hubiera sido más autoritario y personalista,
es probable que su gobierno hubiera sido diferente, logrando una mayor estabilidad y
acercándose más al área de los populismos. Lo cierto es que esto no fue así, y la sociedad
chilena vivió una experiencia con la Unidad Popular que se oponía por completo a los
valores tradicionales de su cultura política ligada al orden, tranquilidad social y respeto a
las autoridades. Precisamente, son estos valores en los que se amparan los militares (y los
civiles que los apoyan) para derrocar a Allende en 1973.

3.3 El Golpe de Estado de 1973 y el Chile Post Pinochet: La reafirmación de una


cultura política orientada al orden.

El gobierno de Allende terminó con el golpe de Estado realizado el 11 de


septiembre de 1973 comandado por el General Augusto Pinochet. El destino del gobierno
de Allende terminó igual que el primer gobierno de Perón: derrocados por un levantamiento
militar, con la diferencia de que Allende se suicida mientras que el pragmático Perón parte
a un largo exilio para luego volver. A pesar de que el golpe militar argentino de 1955
denominado “Revolución Libertadora” no decanta en un régimen burocrático autoritario,
no ocurre en un contexto de extremo caos y tiene como objetivo principal restaurar la
56
democracia liberal sin el peronismo. Pero el golpe militar de 1976 que derroca a Isabel
Martínez de Perón sí deriva en un régimen burocrático autoritario, en un contexto similar
de caos social al de Chile en la Unidad Popular y que termina con el golpe militar de 1973.
Es por eso que la irrupción de estos regímenes burocráticos autoritarios tanto en Chile el 73
como en Argentina el 76 nacieron a partir de una gran premisa: “Poner orden en el país” y
“eliminar el caos imperante”. Y es que este caos en que se sustentan las intervenciones
militares no es coincidencia, ya que el tercer gobierno de Perón continuado por “Isabelita”
existieron movimientos guerrilleros de izquierda como los “Montoneros” que
contribuyeron al caos social vías sus acciones violentas, situación similar al Chile de
Allende con movimientos guerrilleros como el MIR, lo que condujo en ambos casos a
situaciones caóticas y de poco respeto a la propiedad privada que conmocionaron valores
como la tranquilidad social. Paradójicamente, en el caso de Chile la consolidación de una
cultura política apegada a los valores de orden, tranquilidad social y respeto a las
autoridades, se realiza mediante un Golpe Militar que implica quebrantar el orden
democrático e institucional prestablecido imponiendo un gobierno de facto. El fracaso
rotundo de la Unidad Popular evidenciado en la incapacidad de imponer su proyecto
político da lugar el éxito que tuvo la dictadura militar chilena en imponer un modelo
sociopolítico y económico que ha perdurado, en términos generales, hasta la actualidad. La
refundación institucional mediante una nueva constitución realizada por la dictadura de
Pinochet es la mejor lograda a nivel de regímenes burocráticos autoritarios, ya que la
Constitución de 1980, a pesar de las reformas en 2005, aún rige al país. Dicha constitución
buscó crear una ingeniería electoral institucional que reflejara los tradicionales valores
asociados al orden y tranquilidad social propios de la cultura política chilena histórica, ya
que uno de sus grandes pilares fue el establecimiento vía el sistema electoral binominal de
dos grandes coaliciones que lograran acuerdos consensuados mediante los incentivos que
genera dicho sistema, como los altos quórums para reformar la misma constitución.
Además, se reforzó en esta constitución la infaltable figura presidencial, confirmando el
carácter de respeto a las autoridades, y en especial al presidente de la república y su gran
poder, a la usanza del ideal de Portales. En efecto, la transición chilena fue estable y en sus
propios términos exitosa, y solo en 2011 (a más de 20 años desde el fin de la dictadura) se
dio un cuestionamiento generalizado hacia el orden institucional y económico legado por
Pinochet.
57
Un segundo aspecto importante que produjo la dictadura chilena fue un trauma, en
especial por sobre la izquierda, respecto a las fórmulas políticas movilizadoras y
transgresoras, que utilizó la Unidad Popular y que tuvieron un trágico final. Tal como lo
señala Judith Scheele, “Los partidos de izquierda entienden ahora que las reformas
sociales y económicas que se quieren implementar no puedan ser de carácter demasiado
radical porque causan miedo e incertidumbre entre las demás clases sociales”64. El paso
de una izquierda radical a una izquierda muy moderada fue lo que posibilitó la formación
de una oposición democrática a Pinochet entre el socialismo y la Democracia Cristina como
partido de centro, la cual llegó a ser la coalición electoral más exitosa de Chile al gobernar
por 20 años el país. El panorama político y social de Chile tras el fin de la dictadura,
aunque fuertemente influenciado por su legado, reafirmó los valores de cultura política de
orden y paz social que encarnó una moderada izquierda chilena en alianza con la DC, con
lo que el nuevo escenario hacía más adverso el surgimiento de un líder populista
movilizador y transgresor, dado que además el trauma producto del gobierno militar aún
estaba muy presente en toda la sociedad chilena, especialmente dentro de la izquierda
chilena.

3.2.1 Un fenómeno persistente: “FraFra” y la alternativa populista en 1989

A pesar de que en términos generales, la transición chilena fue tranquila, estable y


dentro de los esquemas institucionales acordados entre la dictadura y la oposición, en la
primera elección presidencial luego de la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988
aparece un candidato con ciertas características populistas: Francisco Javier Errázuriz
Talavera, más conocido como “FraFra”, quien obtuvo el tercer lugar con un 15% tras la
candidatura oficial de la derecha liderada por HernanBüchi que obtuvo un 29%, y la
triunfadora candidatura de la Concertación con el DC Patricio Aylwin y su 55%. En el
contexto del inicio de la ola “neo populista” a fines de los 80‟s y comienzos de los 90‟s, en
1989 aparece Errázuriz como un exitoso empresario que basó su candidatura en una
aventura personal, con un discurso anti partido similar al utilizado por Ibáñez en 1952 y al
que utilizaría Parisi en 2013. Su programa de gobierno tenía medidas simplistas y

64
Scheelem Judith. “Entre orden y caos: La formación de la cultura política chilena desde una perspectiva
histórica”. p. 34

58
oportunistas como enfatizar en libertades, condonar deudas con el Estado, eliminar la
Unidad de Fomento en “5 minutos”65, duplicar las asignaciones familiares, y dar salud y
educación gratuita a los más pobres66. Apelaba, además, a la unidad nacional superando la
dicotomía izquierda-derecha que representaban sus contendores67, siendo su lema de
campaña “No más blabla, vote por FraFra”. El relativo bajo apoyo electoral, que de todos
modos afectó y restó votos a la candidatura derechista de Büchi, ya que la candidatura
concertacionista obtuvo un porcentaje casi idéntico al obtenido por la opción “No” en el
plebiscito, demostró el bajo interés del electorado chileno por una alternativa populista
como la de “FraFra” en el contexto de 1989.Era evidente que los tiempos habían cambiado,
y la fortaleza electoral de la Concertación tras haber organizado una oposición sólida que
derrotó a Pinochet dejó poco espacio político para la derecha u otras fuerzas, siendo aún
más difícil para un candidato independiente como Errázuriz que no contaba con una base y
redes de apoyo institucionalmente establecidas. A pesar de que en las elecciones
parlamentarias en 1993 Errázuriz es electo senador por Curicó y Talca con la primera
mayoría, luego de realizar con la derecha un pacto de omisión, el fenómeno populista de
“FraFra” fue efímero y no tuvo mayor relevancia política para el país, ya que una vez
cumplido su período como legislador vuelve a dedicarse a los negocios y la empresa
privada.

3.2.2 La UDI “popular” y el liderazgo de Joaquín Lavín

Tras el relativo revuelo “populista” que causó Francisco Javier Errázuriz en los
inicios de los 90s, es a fines de esta década cuando las alarmas “anti populistas” advierten
sobre un naciente, y exitoso, supuesto caso de populismo: el surgimiento de la figura del
conservador Joaquín Lavín, el primer candidato competitivo de la derecha desde el retorno
a la democracia, y que estuvo muy cerca de derrotar al candidato de la Concertación y
miembro del Partido Por la Democracia (PPD) Ricardo Lagos. Las principales
características atribuidas por autores como EmanuelleBarozet es el establecimiento de

65
Cambio 21. [En línea] http://prontus.ivn.cl/cambio21/site/artic/20110527/pags/20110527184145.html
[Consulta: 02-12-2013]
66
Ercilla (Santiago), 11 de octubre de 1989
67
Memoria Chilena [En línea] http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0039030.pdf [Consulta: 02-
12-2013]

59
vínculos directos con las capas populares, estrategia que la Unión Demócrata Independiente
(UDI), partido al que pertenece Lavín, buscó establecer desde sus orígenes (San Francisco,
2003: 16) y que ha sido exitosa principalmente desde la década del 2000 a través de
organizaciones sociales como “centros de mujeres”, “comités de pobladoras” o “clubes
deportivos”, traduciéndose en triunfos en comunas populares como San Bernardo o Renca.
Esta estrategia social poco común en la derecha chilena hasta antes de la aparición de la
UDI, que incluso desplazó al Partido Comunista en algunas poblaciones, recuerda a
históricas estrategias realizadas por el peronismo en su relación con los sectores populares
argentinos, y que en los 90s era contemporáneo a la UDI y neoliberal también por ese
entonces.
Considerando el importante trabajo realizado por la UDI en sectores pobres, el
emergente liderazgo de Joaquín Lavín se basó en solucionar “los problemas de la gente
promoviendo de paso la idea de que los políticos no se preocupan de los problemas
importantes, pero él sí.”. Estrategias similares han sido utilizadas por peronistas como
Daniel Scioli, A partir de esta postura se desliza una postura típica de los populismos, como
es su rechazo al establishment político dado su indolencia ante las demandas del “pueblo”,
aunque los dardos de Lavín tendían a identificar a este establishment con la coalición
gobernante Concertación. No obstante, esta postura crítica hacia los políticos de Lavín fue
moderada en comparación a la histórica postura anti política de Ibáñez y la que mostraría
Parisi en 2013, pero de todos modos causó revuelo dado el discurso dominante “pro-
política e instituciones” y por consiguiente anti populista instalado por la Concertación en
Chile tras el triunfo del plebiscito en 1988. En efecto, autores como Weyland (2001: 5)
señalan que “tanto los líderes populistas como los expertos neoliberales tienen una
relación antagónica con los partidos e instituciones intermediarias. Los populistas las ven
como cadenas que coartan su libertad de acción mientras que los neo-liberales ven a
dichas instituciones como interesadas únicamente en conseguir rentas y beneficios”. A
pesar de que a Lavín se le tildó de “populista”, su estrategia “anti política” estaba fundada
en la argumentación neoliberal de hostilidad hacia los políticos y cosista, a lo Duhalde, que
describe Weyland, ya que la argumentación populista se relaciona con el “obstáculo” hacia
la autoridad del líder que significan los políticos y sus instituciones, mientras que el ataque
de Lavín hacia los políticos no tiene connotaciones autoritarias, sino que de eficacia en las
políticas públicas. De este modo, dado que Lavín explotaba su faceta de tecnócrata eficaz
60
como lo demostró en su gestión como alcalde en Las Condes, su crítica a los políticos se
relaciona con las supuestas orientaciones “rentistas” que exhibirían y que no permitirían
solucionar de manera eficaz “los problemas de la gente”. La personalidad humilde de Lavín
hace que la argumentación populista descrita por Weyland que se basa en el autoritarismo
del líder no sea aplicable al liderazgo de Lavín.
También existió un elemento de “transversalidad” política que la candidatura de
Lavín pretendió mostrar extendiéndose más allá de la derecha recordando las “candidaturas
nacionales” de Ibáñez que decían ser ni de derecha ni de izquierda: "No somos ni derecha,
ni izquierda, ni centro. Somos la candidatura de todos los chilenos"68 era una frase usual
desde el comando del presidenciable UDI, a pesar de que esta transversalidad no se logró
materializar políticamente como en histórico caso de Ibáñez. Lavín propuso soluciones en
temas particulares de los diversos problemas que aquejaban al país como seguridad pública
y salud a través de “60 medidas” que incluía su programa de gobierno69, ya que a su juicio
estos eran los reales problemas que les importaban a las personas. Evidentemente, no era
una buena estrategia para Lavín hablar de temas “ideológicos”, ya que las asociaciones con
la figura de Pinochet afectaban perjudicaban su llegada con los votantes de centros y los
votantes “apolíticos”. Dicha estrategia hizo que Lavín fuera tildado de “cosista”, ya que
enfatizaba su estrategia en problemas concretos y no en problemáticas “abstractas” como el
tema de Derechos Humanos o reformas al sistema institucional que promovía Ricardo
Lagos. Esta situación coincide con el carácter de políticas públicas asociado a lo
“concreto”, propio del estilo asociado a lo “bajo” por parte de los populismos en contraste
al carácter más “abstracto” que se asocia a un estilo político “alto”. Además, Lavín
explotó una cierta faceta mesiánica asociada a cumplir con los “sueños de los chilenos”
mediante el “cambio” que proponía, que de todos modos no alteraba la esencia político-
económica imperante, sino que más bien apuntaba a un cambio en la gestión tras los
cuestionamientos hacia el gobierno concertacionista de Eduardo Frei Ruiz Tagle en el
contexto de una crisis económica con altos niveles de desempleo. Precisamente, el primer
presidente de la Concertación, Patricio Aylwin, criticó fuertemente los elementos populistas

68
Diario El País (Madrid) [En línea]
http://elpais.com/diario/1999/12/09/internacional/944694020_850215.html[Consulta: 28-11-2013]
69
Archivo Chile [En línea]
http://www.archivochile.com/Partidos_burguesia/udi/de/PBdeudi0006.pdf[Consulta: 28-11-2013]

61
que exhibía Joaquín Lavín, comparándolo incluso con el controvertido Abdalá Bucaram de
Ecuador:
“(Lavín) es el caso típico de demagogo populista de derecha"
"(Bucaram) Prometió el oro y el moro, llegó al Gobierno y se produjo una situación de
ingobernabilidad. Cuando se ofrecen soluciones para todos los problemas en muy poco
tiempo, como hace Lavín, se crean demasiadas expectativas que no se pueden cumplir. Ello
genera insatisfacción, protestas populares y convulsión... Un Gobierno de derechas de
Lavín recurriría al autoritarismo para reprimir las protestas".70
Sin embargo, a pesar de que la estrategia de Lavín en 1999 mostró un cierto
desprecio hacia la política a favor de temas concretos, esto no constituye necesariamente
que haya sido un liderazgo populista. Lo que pasa es que si se analiza el caso de Lavín
mediante los grandes enfoques metodológicos que existen sobre el populismo, desde una
perspectiva socio-culural, Lavín tenía un estilo de hacer política que mostraba una imagen
más cercana e informal al electorado en comparación al muy “alto” Ricardo Lagos que
proyectaba la típica imagen del político formal vestido de terno, mientras que Lavín usaba
ropa más casual. Por ejemplo, Lavín a diferencia de Lagos aprovechó la parte emocional
compartiendo con víctimas de la delincuencia, abrazándolas, dándole ánimo y
fotografiándose con ellas en cada pueblo o barrio que visitaba. La gran contradicción en el
estilo político de Lavín, considerando que los líderes populistas se caracterizan por su
autoritarismo y desprecio a sus rivales políticos, es que Lavín tenía una personalidad
humilde y poco avasalladora si se compara con la fuerte personalidad de Hugo Chávez, por
ejemplo. De hecho Lavín fue el primer candidato derrotado en la historia de Chile que
felicita personalmente, incluso antes sus adherentes, al candidato presidencial triunfador tal
como ocurrió en enero del 2000. Por otro lado, el discurso de Lavín tampoco fue
maniqueo, ni confrontacional hacia grupos de gran poder económico o político, aunque
como se dijo se mostró levemente crítico hacia la poca sensibilidad de los políticos en
resolver los “problemas de la gente” dejando de manifiesto una cierta postura “anti
política”. Finalmente, desde un enfoque institucional lo de Lavín está lejos de ser un caso
neopopulista del tipo de Fujimori o Collor de Melo, ya que Lavín era apoyado por partidos
sólidos reunidos en la coalición derechista “Alianza por Chile” siendo líder de uno de los

70
Diario El País (Madrid) [En línea]
http://elpais.com/diario/1999/12/09/internacional/944694020_850215.html[Consulta: 28-11-2013]

62
mayores partidos políticos del país, la UDI. Además no planteaba a futuro un desprecio por
la constitución, algo muy propio de los populismos. Lo de Lavín en ningún caso era una
aventura personalista, ya que poseía un fuerte respaldo institucional partidario muy lejos de
las débiles organizaciones partidistas que utilizaron la mayoría de los neopopulistas en los
90s (Navia 2003: 28).
Este panorama hace plausible la tesis de Patricio Silva (2001) que sugiere que
Lavín representó un estilo político tecnocrático (de tradición neoliberal) combinado con
elementos religiosos cristianos. En efecto, la postura de Lavín en utilizar la política como
un mero instrumento para solucionar los “problemas de la gente” está directamente
relacionado con su formación académica como “Chicago Boys”, grupo de profesionales
formados en la Universidad de Chicago y que asesoraron en políticas económicas de corte
neoliberal al régimen militar. Su exitosa gestión como alcalde en la comuna de Las Condes,
una de las más ricas del país, fue precisamente una de las causas que le generó popularidad
y lo llevó a competir la carrera presidencial. Lavín además era muy religioso perteneciendo
a la prelatura católica Opus Dei, por lo que tenía una postura valórica conservadora que se
complementaba con un fuerte mensaje de esperanza de connotaciones casi mesiánicas. En
suma, el liderazgo de Lavín en 1999 representó una mezcla de tecnocracia neoliberal con
elementos religiosos relacionado a la “esperanza” que encarnaba la candidatura de Lavín y
a su propio catolicismo, compartiendo ciertas características populistas como el énfasis en
“lo concreto” o “cosismo” y el mesianismo.

3.2.3 El Chile convulsionado: una nueva oportunidad para el populismo como opción
“outsider” con Parisi

Con la derrota de la Concertación a manos de la derecha liderada por Sebastián


Piñera en 2010 se cumple un ciclo histórico en Chile. Por primera vez, desde hace 52 años
la derecha volvía, de manera democrática, a la presidencia. Sin embargo, el país en materia
político y social era muy diferente al Chile de los 90s. La desafección generalizada en la
sociedad chilena que se traducía en una baja participación electoral y una alta desconfianza
a instituciones políticas como el Congreso o los partidos políticos, constituía un panorama
poco optimista comparado con los bajos niveles de desafección que presentaba el país tras
la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988. Las movilizaciones sociales en el gobierno
63
de Piñera aparecieron con fuerza a través de diversos movimientos, tales como los
regionalistas, ecologistas, y el sin duda más importante, movimiento estudiantil. Los
problemas de representación política sumado al descontento social y las grandes
desigualdades económicas configuraban un panorama muy parecido a la Venezuela de AD
y COPEI en los noventas, y que permitió unos años después la irrupción del líder populista
Hugo Chávez.
Las elecciones presidenciales de 2013 contaron con varios candidatos que
intentaron traducir este descontento social generalizado en un apoyo hacia su candidatura.
Paradójicamente, fue desde la principal coalición que ha existido desde 1990, la
Concertación y ahora llamada “Nueva Mayoría”, bajo el liderazgo de Michelle Bachelet
con la alta popularidad de su figura personal, quienes se impusieron como grandes
ganadores en estos comicios que se daban en medio de un contexto de descontento social y
desprestigio del establishment político inusitado. No obstante, es interesante analizar una
candidatura que presentó claros rasgos populistas: la del economista y “profesor”
universitario, como le gustaba presentarse, Franco Parisi, quien utilizó una
estrategiaoutsider similar al de “FraFra”, apostando por un discurso anti establishment,
atacando fuertemente los grandes grupos económicos y políticos del país. Tal como lo
señala el columnista Francsico Javier Díaz, el diagnóstico maniqueo de Parisi se basaba “en
la clase política que impide que los chilenos disfruten de la riqueza de nuestro país. Si
Chile está “forrado”, ¿por qué esa riqueza no le llega a usted, señor o señora, que tanto
trabaja todos los días? Porque hay una casta de poderosos, en la Concertación y en la
Alianza, que se confabulan entre sí para agarrar cargos públicos, los unos, y proteger a
los empresarios, los otros”71. Asimismo, el carácter independiente y personalista de Parisi
encajacon el enfoque institucionalista, ya que no había organización alguna en el contacto
de Parisi con sus seguidores privilegiando el contacto directo en charlas en la calle y
universidades aprovechando su condición de profesor universitario que le enseñaba
economía a la gente “común y corriente”. Su lema apelando al pueblo y este ciudadano
común era: “Parisi, el poder de la gente”. En efecto, Parisi mostraba características cercanas
a los “neopopulismos” de los años noventa jugando con elementos de identificación y
deseos del “pueblo”, como lo hizo en su momento de manera mucho más exagerada

71
Díaz, Francisco Javier. “Fra Franco Parisi” *En línea+ http://www.capital.cl/opinion/fra-franco-
parisi/[Consulta: 29-11-2013]

64
Menem con su particular estilo manejando autos de lujos y teniendo romances con bellas
modelos: “Parisi se viste en la posición del joven de clase media, que con esfuerzo y viveza
logra triunfar en la vida. Coquetea hábilmente con la ostentación de su riqueza personal.
Habla de autos, relojes caros y niñas lindas.”72
Otra candidatura en 2013 que mostró ciertos rasgos “populistas”, pero más
relacionadas con los llamados “populismos radicales”, y en específico con el basismo como
estrategia de movilización de militantes al modo de Evo Morales en Bolivia con grupos
indígenas, fue el caso de la dirigente social Roxana Miranda. Su estilo político encarnando
lo “bajo”, ya que es una mujer que vive en barrios populares, utilizando una forma de
vestirse, hablar y “decir las cosas” acorde a ello, se complementaba con un discurso
maniqueo y antagónico que ataca a los grandes grupos económicos y el establishment
político imperante. Además, su historia como dirigente social desde un enfoque de
izquierda militante le confiere un carácter de democratización plebeya a su candidatura que
busca incluir a los sectores excluidos, tal como lo señalaba su lema de campaña: “Que el
pueblo mande”. De todos modos, Miranda no exhibía una imagen redentora o mesiánica
como sí lo hacía Parisi, por lo que la candidatura de la dirigente social fue más bien
mediática debido a que nunca antes, como ella misma lo decía, una mujer de condición
socioeconómica baja se presentaba como candidata a la presidencia de Chile.
Nuevamente, aun cuando el electorado chileno tenía una oferta de candidatos
populista con Parisi como principal carta, y con Miranda en menor medida, estas
candidaturas tuvieron una baja votación. Parisi obtuvo un 10% que a pesar de no ser una
cifra baja para una candidatura independiente y sin una base política organizada, sí obtuvo
una menor votación que “FraFra” de manera porcentual y en término absolutos, ya que
Errázuriz obtuvo un 15% con un millón de votos comparado con los 665.959 votos del
“economista del pueblo”. En el caso de Roxana Miranda la situación es más trágica, ya que
tuvo apenas 82.291 votos alcanzando un pobre 1%, que se explica en gran parte por la
debilidad política de las organizaciones sociales que la apoyaban. Fue evidente que el
descontento social imperante en la sociedad chilena no se tradujo en un gran apoyo hacia
candidaturas que presentaban rasgos populistas. En la misma línea, la participación en las
elecciones presidenciales de 2013, en primera vuelta, solo alcanzó un 50% del padrón, lo

72
Ídem

65
cual no se condice con las grandes movilizaciones que convulsionaron al país en 2011 y
2012, por lo que todo indica que a pesar del gran descontento social la gran parte del
electorado no acudió a las urnas a expresar su disgusto hacia las elites políticas actuales.
Las alternativas populistas no fueron exitosas en las urnas, prevaleciendo las dos grandes
coaliciones, y en especial la “Nueva Mayoría”, como las más votadas. La inclusión de
actores sociales y dirigentes, como Ivan Fuentes del movimiento regionalista de Aysén, o la
ex líder estudiantil Camila Vallejo, ambos electos diputados en las elecciones
parlamentarias de 2013, demuestran que la coalición de centro izquierda “Concertación”
supo adaptarse en incluir nuevos elementos como el Partido Comunista y refundarse en la
llamada nueva coalición “Nueva Mayoría” bajo el liderazgo de Michelle Bachelet. La
incorporación de los elementos basistas que se habían expresado en Chile a través de
movimientos estudiantiles, ecologistas y regionalistas, por parte de la “Nueva Mayoría”, es
una clara muestra de que el basismo chileno derivó en un modelo de “concertación” o
socialdemocracia de acuerdo a la tipología de Weyland (1995: 129). En consecuencia,
parece que el fantasma del populismo se desvaneció frente a una coalición que apuesta por
políticas progresistas y socialdemócratas a la usanza del “Frente Amplio” en Uruguay. Pese
a la peligrosa combinación de desafección política, desconfianza a las instituciones y
movimientos sociales, el resultado de esta combinación fue devolver al poder a una centro
izquierda que desde los 90s representó fielmente los tradicionales valores de la cultura
política chilena apegada al orden, tranquilidad social y respeto a las autoridades.

66
CONCLUSIÓN

La supuesta “excepcionalidad” de Chile que lo diferencia del resto de América del


Sur ha sido uno de los grandes mitos que se ha instalado a nivel nacional e
internacional. Dicha “excepcionalidad”, además, encuentra relación en el hecho de que
el país posee una especie de “inmunidad” frente al fenómeno populista. A nivel macro
este lugar común del Chile “excepcional” es verdad, pero analizando en detalle ciertos
períodos y personajes a lo largo de su historia, es posible encontrar ciertos “resabios” a
nivel micro de populismo en Chile. Es verdad que no existen líderes populistas de la
envergadura de un Perón o Chávez, pero sí ha habido personajes como Alessandri,
Ibáñez, Grove, ente los políticos más importantes de la historia pre 1973 de Chile, y
últimamente Parisi, quienes de uno u otro modo han presentado ciertos rasgos
populistas que se han detallado en el presente trabajo. En consecuencia, no es posible
afirmar la nula existencia, tanto en el pasado, presente o futuro del fenómeno populista
en Chile, pese a que nivel comparado al resto de Latinoamérica encuentre un mucho
menor grado de presencia.
El resultado de la investigación confirma la hipótesis de que Chile ha presentado
una cultura política apegada al orden y las instituciones, que es particularmente hostil al
populismo, vía la metodología histórica de los “caminos no tomados”. A lo largo de la
historia, cada criticaljunctures(momentos críticos) ha devenido en una vía institucional,
por más que se haya querido evitar esa vía. Los ejemplos son varios, partiendo por
Arturo Alessandri y su sumisión frente un congreso conservador, como también el
caudillismo Grove que sucumbe ante la institucionalización del Partido Socialista. En
los últimos años con la fuerte emergencia de movimientos sociales sumado a la
deslegitimación institucional se pensó que esto podría derivar en un liderazgo populista
y nada de ello ha ocurrido hasta ahora. Muy por el contrario, los dirigentes sociales
entraron de lleno en la institucionalidad para desempeñarse como legisladores, tal como
los casos de la líder estudiantil Camila Vallejo o el dirigente regionalista Iván Fuentes.
No obstante, no hay que olvidar que la cultura política es susceptible de cambios
producto de ciertos eventos que conmocionan a toda una sociedad y pueden cambiar sus
actitudes. En efecto, las movilizaciones sociales de 2011 fueron la expresión de que la

67
sociedad chilena ha ido cambiando a través de los años. Por lo mismo, es imposible
decir que en Chile nunca florecerá el populismo, pese a que el país haya presentado
desde sus orígenes una cultura política alejada de los valores populistas. Asimismo, el
mismo liderazgo outsider de Franco Parisi que en menos de un año alcanzó igual
votación a Marco Enríquez Ominami, quien ha desarrollado una labor
institucionalizadora de su proyecto político, es un llamado de atención de que en Chile
existen personas que se sienten representado por un liderazgo personalista que usa
fórmulas populistas. Tampoco hay que olvidar los posibles liderazgos populistas que
pueden surgir desde el mismo establishment. El histórico anti populismo de la centro
izquierda chilena por medio de la Concertación y ahora en la Nueva Mayoría, sumado
al buen desempeño electoral de este sector por sobre la derecha, hace más probable que
un posible liderazgo populista surja desde el lado conservador del espectro político
chileno. Como lo fue Lavín en su momento, actualmente personajes como el
controvertido ex alcalde de la populosa comuna de Puente Alto, Manuel José “Cote”
Ossandón, representa un estilo político que bien podría presentar ciertos rasgos
populistas. Su estilo en terreno cercano a la gente, caracterizado por un fuerte énfasis
social que se complementa con una postura valórica conservadora contraria al aborto y
el matrimonio homosexual, exhibe similitudes con sectores peronistas de centro derecha
cercanos a ideas socialcristianas. El impresionante éxito electoral de Ossandón, quien
ha ganado en todas las elecciones que se ha presentado, desde la alcaldía de la pequeña
comuna rural de donde proviene, Pirque, hasta el escaño senatorial de Santiago Oriente
derrotando al famoso ex ministro que rescató a los 33 mineros, Laurence Golborne, deja
en evidencia que al menos en el corto plazo, es más probable que en Chile pudiese
surjir un liderazgo populista en la derecha.
El “fantasma” del populismo, pese a las dificultades que ha encontrado para surgir
en Chile, parece no querer abandonar el país. Es evidente que una determinada cultura
política no es garantía de que el populismo nunca llegue a Chile, sumado al hecho de
que actualmente existen condiciones para ello, como la desafección política imperante.
Además, llegar a la anhelada condición de “país desarrollo” tampoco es un antídoto del
populismo, ya que en países desarrollados como los europeos el fenómeno también
existe, aunque con matices distintos al populismo del continente americano.

68
BIBLIOGRAFÍA

Almeyda, Clodomiro. 1992. “Chile no es Suiza” en Clodomiro Almeyda, 1947-1992.


Guaraní Pereda (ed.) Chile Eds. del Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos
Simón Bolivar.

Almond, Gabriel. 1965. The Civic Culture: Political Attitudes and Democracy in Five
Nations: An Analytic Study G. A. Almond, Sidney Verba. Editorial Boston Little,
Brown. Boston, Estados Unidos.

Arriagada, René. 1952. “La rebelión agraria contra Ibáñez”, en René Arriagada y Sergio
Onofre Jarpa, Por una política nacional, Santiago. Ediciones Nueva Política, 46.

Barozet, Emanuelle. 2003. “Movilización de recursos y redes sociales en los


neopopulismos: hipótesis de trabajo para el caso chileno”. Revista de Ciencia
Política 23 (1): 39-45

Capoccia, Giovanni y Daniel Kelemen. 2007. “The Study of Critical Junctures”. World
Politics59 (Abril 2007): 341-369

Cardoso, Fernando y Faletto, Enzo. 2003. “Nacionalismo y populismo: fuerzas


sociales y politica desarrollista en la fase de consolidación del mercado interno.” En
Dependencia y desarrollo en America Latina pp. 102-109. Buenos Aires: Siglo
Veintiuno.

Chelén, Alejandro. 1967. Trayectoria del socialismo: Apuntes para una historia crítica
del socialismo chileno. Editorial Astral. Pp 130-131.

Collier, Ruth y David Collier.1991. Shaping the Political Arena : Critical Junctures,
theLabor Movement, and Regime Dynamics in Latin America. Notre Dame, Ind. :
University of Notre Dame Press.

Conniff, Michael. 1999. Populism in Latin America. Tuscaloosa : University of Alabama


Press.

Contreras, Gonzalo y Navia, Patricio. 2013. “Diferencias Generacionales en la


Participación Electoral en Chile, 1988-2012”. Revista de Ciencia Política 33 (2):
419-441.

De la Torre, Carlos y Arnson, Cynthia. 2013. “Introduction: The Evolution of Latin


American Populism and the Debates Over Its Meaning”. Latin American Populism
in the Twenty-First Century.John Hopkins University Press.Pp. 1-35.

De la Torre, Carlos. 1992. “The Ambiguous Meanings of Latin American Populisms”.


Social Research.

De la Torre, Carlos. 2003. “Masas, Pueblo y Democracia”. Revista de Ciencia Política 23


69
(1): 55-66.

Donoso, Ricardo. 1952. Alessandri agitador y demoledor. Fondo de Cultura Económica.

Drake, Paul. 1992. Socialismo y populismo: Chile 1936-1973. Instituto de Historia,


Universidad Católica de Valparaíso.

Fearon, James. 1991. “Counterfactuals and Hypothesis Testing in Political Science”.


WorldPolitics43 (2): 169-195

Fernández, Joaquín. 2007. El Ibañismo( 1937-1952) : un caso de populismo en la política


chilena. Santiago, Chile : Pontificia Universidad Católica de Chile.

Germani, Gino. 1971. Política y sociedad en una época de transición : de la sociedad


tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires Paidos.

Hawkins, Kirk y Rovira, Cristóbal. 2013. “Populism as and Ideational Concept”. Paper
presentado en Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA). Washington DC,
29 de Mayo a 1 de junio.

Hawkins, Kirk. 2010. Venezuela´s ChavismoAnd Populism in Comparative Perspectives.


Cambridge University.

Knight, Alan. 1998. “Populism and Neo-populism in Latin America”. Journal of Latin
American Studies.

Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Fondo de Cultural Económica. México.

LAPOP. 2012. Reporte del Barómetro de las Américas, Chile. Santiago: Instituto de
Ciencia Política, UC-Chile.

Levy, Jack. 2008. “Counterfactuals and Case Studies”. En The Oxford Handbook of
Political Methodology. New York: Oxford UniversityPress

Mayol, Alberto. 2012. El derrumbe del modelo. Editorial LOM.

Moulián, Tomás. 1995. Chile: las condiciones de la democracia. Nueva Sociedad,


Volumen 140.

Mudde, Cas y Cristobal Rovira Kaltwasser. 2012. “Populism and (Liberal) Democracy: a
Framework for Analysis.” En Mudde y Rovira, comp., Populism in Europe and the
Americas.Cambridge UniversityPress.

Navia, Patricio. 2003. “Partidos políticos como antídotos para el populismo en América
Latina”. Revista de Ciencia Política 23 (1): 19-30.

Navia, Patricio. 2004. “Participación Electoral en Chile, 1988-2001”. Revista de Ciencia

70
Política 24 (1): 81-103.

Ostiguy, Pierre. 2013. “Populism as Political Performance of ´theLow´”. Versión revisada


del paper presentado en Brighton en la conferencia sobre “The Concept of Populism”,
Junio.

Perón, Eva. 1994. Capítulo 30 “Una Sola Clase” en Mi Mensaje [En línea]
http://www.elortiba.org/mimen.html [Consulta: 30-11-2013]

Roberts, Kenneth. 2006. “Populism, Political Conflict, and Grass-Roots Organization in


Latin American”. ComparativePolitics 38 (2).

Rojas Flores, Jorge. 1993. La Dictadura de Ibáñez y los Sindicatos (1927-1931). Editorial
Universitaria, Santiago de Chile.

San Francisco, Alejandro. 2003. “PoliticalParties and DemocracyTransition in Chile


1989-2001. The Case of the Unión DemócrataIndependiente (UDI). ” Paper
presentadoen el Joint Session of Workshops.ECPR. Edinburgh. 28 de mayo – 2 de
abril.

Scheele, Judith. 2010. “Entre orden y caos: La formación de una cultura política chilena
desde una perspectiva histórica”. Revista Pléyade 5 (Primer Semestre).

Silva, Patricio. 2001. “Towards Technocratic Mass Politics in Chile? The 1999-2000
Elections and the „Lavın Phenomenon” European Review of Latin American and
Caribbean Studies 70, April: 25-39.

Valdivia Ortiz de Zárate, Verónica. 1999. “Yo, el Léon de Tarapacá. Arturo Alessandri
Palma 1915-1932”. Revista de Historia 32: 485-551.

Valenzuela, Arturo. 2011. “Crisis de Representación y Reforma Política en Chile”.


Trabajo presentado en el marco del proyecto para la reforma de los partidos en Chile
patrocinado por el Centro de Estudios Públicos (CEP) y la Corporación de Estudios
para Latinoamérica (CIEPLAN). [Enlínea] www.cepchile.cl [Consulta: 18-05-
2013]

Weyland, Kurt. 1995. “Latin America‟s Four Political Models”. Journal of Democracy.

Weyland, Kurt. 2001. “Clarifying a Contested Concept: Populism in the Study of Latin
American Politics. » ComparativePolitics 34 (1).

Würth Rojas, Ernesto. 1958. Ibáñez, caudillo enigmático. Santiago Pacífico.

71

S-ar putea să vă placă și