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PAPEL DE LA UNIVERSIDAD EN DIVORCIO DE LAS CAPAS MEDIAS DE

LAS CAPAS MEDIA DEL POPULARISMO DEL DR. ARNULFO ARIAS


MADRID DE LA LEY DE 1946 SOBRE AUTONOMÍA UNIVERSITARIA.

El rector de la Universidad de Panamá (UP), Eduardo Flores Castro, señaló que


la autonomía universitaria hubo de asistir a un desarrollo histórico que significó
sacrificios. El educador Federico Velásquez habla de una autonomía relativa
entre 1935 y 1946. Sostiene que en todos esos años la UP no gozó de
autonomía; los estudiantes no tenían casi intervención en la vida de la institución
y cuando se aceptó fue de manera muy mediatizada.

Pero bien, fue en 1943 cuando un movimiento de profesores y estudiantes


emprendió esfuerzos para el logro de la autonomía. Se registró la intervención
adversa del entonces ministro de Educación, Víctor Florencio Goytía, que llevó
a la destitución de los profesores Georgina Jiménez de López y Felipe Juan
Escobar; a la renuncia de profesores y a una huelga estudiantil que duró cerca
de un mes. De esto resultó el Decreto 720, de 17 de noviembre de 1943, que
otorgó una autonomía transitoria, que se concretó definitivamente en 1946 a
consecuencia de una huelga estudiantil iniciada el 8 de junio. Lo cual logro el
divorcio de las capas media del popularismo del Dr. Arnulfo Arias Madrid

No cabe duda de que la autonomía universitaria ha sufrido los intentos de


vulneración, principalmente, por intereses que no le son “convenientes”, puesto
que al final serán gananciosos, si el descalabro hace presencia en la universidad.
El compromiso de renovación de Flores contempla la responsabilidad ineludible
de defender la autonomía, lo que significa asumir las conductas pertinentes para
frenar cualquier posibilidad de afectarla. Los pronunciamientos de organismos
externos a la UP sobre los asuntos que le son privativos a esta no deben ser
aceptados y menos negociados.

La autonomía no es únicamente un concepto, es una realidad objetiva que no


debe ser invocada solo para el discurso conveniente, sino para la defensa de la
institución. Si de eso se trata, no estaremos siendo consecuentes con ese
sagrado principio y tampoco con la institución que ha sido faro de la educación
superior.

Cualquier pretensión de entidades, muchas desconocedoras de la mismidad de


la institución y del funcionamiento de los órganos de gobierno (para citar un
ejemplo), debe ser rechazada, pues los pronunciamientos sobre sus políticas y
decisiones corren el riesgo de lastimar la autonomía. Los juicios emitidos deben
ser cuidadosamente examinados, porque podríamos estar permitiendo la
intervención en los asuntos internos universitarios y eso es sumamente grave.

En efecto, el artículo 100 de la Ley Fundamental actual que reproduce de manera


textual el artículo 87 de la Constitución de 1946, establece que: "Para hacer
efectiva la autonomía económica de la Universidad, el Estado la dotará de lo
indispensable para su instalación, funcionamiento y desarrollo futuro, como del
patrimonio de que trata el artículo anterior y de los medios necesarios para
acrecentarlo". Es decir, que se consagra en la experta constitucional desde hace
54 años atrás, la pauta al Ejecutivo y Legislativo de que el presupuesto asignado
a la Universidad no sólo debe ser suficiente para cubrir sus necesidades sino
que su patrimonio debe ser "acrecentado". En consonancia con esta disposición,
el artículo 63, numeral 1, de la Ley Orgánica de la Universidad establece que las
partidas asignadas fueran suficientes y no inferiores a las del año anterior, de
manera similar a como se consagraba en el artículo 14 de la Ley 48 de 1946 de
Autonomía Universitaria.

Y es que no se puede en aras de una interpretación restrictiva del artículo 268


de la Constitución, perder de vista que el objeto esencial de la misma es
preservar los derechos fundamentales de las personas, dentro de los cuales los
derechos a la educación y a la educación superior, tienen su reconocimiento
especial en la Carta Magna (Capítulo V) y en la Declaración Universal de
Derechos Humanos (artículo 26) y convenios que la desarrollan, los cuales
estimamos que también tienen rango constitucional en virtud del artículo 4o. y de
la experta fundamental. En 54 años, tales disposiciones constitucionales y
legales no habían sido objeto de cuestionamiento jurídico, sino hasta la fecha,
coincidente con una política de gobierno de restar autonomía financiera al
Tribunal Electoral, Defensoría del Pueblo y Universidad de Panamá, así como
de sustraer al Instituto Especial de Análisis del organigrama de esta última, a
pesar del compromiso electoral de la Presidenta de la República de respetar la
autonomía universitaria, violentada "manu militari" por el gobierno anterior el 9
de diciembre de 1998.

Como universitaria, no podemos dejar de consignar nuestra repulsa por este fallo
de la Corte que coloca a la institución en una precaria situación, sujeta a los
caprichos políticos del Ejecutivo y Legislativo, retrocediendo 60 años en materia
jurídica y marchando a contrapelo de recomendaciones de organismos
internacionales como UNESCO, UDUAL, y otros, de fijaciones porcentuales del
presupuesto nacional para educación y educación superior, como una garantía
de que las mismas sean herramientas efectivas para el desarrollo sostenible de
nuestros pueblos en esta "sociedad del conocimiento" en la cual vivimos.

Cuando los constituyentes de las normas constitucionales de 1946


plasmaron por primera vez en la República de Panamá el concepto de
‘Autonomía Universitaria' (artículos 86, 87 y 88 de la Constitución de 1946)
no persiguieron otra finalidad que la de asegurar a la Universidad de
Panamá la personería jurídica necesaria para que pudiese nombrar su
personal docente y administrativo, dictar su reglamento (Estatuto), sus
planes y programas de estudio, contar con su propio patrimonio (incluidos
los fondos que el Estado dota para su funcionamiento y desarrollo), la
inviolabilidad del recinto universitario y la libertad de cátedra de sus
profesores. Incluidas, también, entre sus actividades el estudio de los
problemas nacionales y la difusión de la cultura popular.

Consultado sobre dicho tema por los diputados constituyentes, el doctor


Octavio Méndez Pereira (fundador y primer rector) consideraba
indispensable la autonomía como herramienta eficaz para librar a la
Universidad de los vaivenes de la política y de obscuras fuerzas externas
que atentasen contra la educación superior y la academia.

Definida desde entonces la Universidad como un centro de cultura superior


que imparte enseñanza en las más altas disciplinas del pensamiento; que
dirige el estudio de determinadas profesiones de elevada exigencia técnica
y que cultiva la aptitud para la investigación científica; la noción de
autonomía no debe ni puede ser traída y llevada fuera del ámbito
académico y jurídico que le dio origen sin trastocar por completo la razón
de ser de esta garantía, de este privilegio constitucional, que únicamente
pertenece y es hijo del Saber Superior, y no puede serlo de la prepotencia o
del capricho, y menos aún, de intereses subalternos o bastardos, sean de
adentro como de afuera.

Estas cortas líneas que hemos pergeñado, amén de aclarar el sentido y


alcance del término ‘Autonomía Universitaria', obedecen más que todo al
vehemente deseo que nos anima de dar inmediata respuesta a recientes
declaraciones verbales y escritas, tanto del rector, como de otras altas
autoridades de la Universidad de Panamá, en las cuales esgrimen la
Autonomía Universitaria como escudo o, más bien, como excusa baladí
para no acatar reiteradas órdenes judiciales que los declaran en desacato
por haberse negado a corregir y reparar las graves y múltiples violaciones
a los derechos humanos y constitucionales inferidos a distinguidos
catedráticos y catedráticas de la Universidad de Panamá, víctimas de la
perversa persecución desatada impunemente hasta el día de hoy por el
rector y el decano de la Facultad de Derecho, quienes parecen haber
olvidado que en su momento serán medidos con la misma vara con que han
medido a los demás, y que estarán sujetos además a la necesaria rendición
de cuentas.

En ningún momento y por ninguna circunstancia la Autonomía


Universitaria puede ser alegada como argumento válido que justifique o
permita al rector, al decano de la Facultad de Derecho y a las demás
autoridades de la Universidad de Panamá considerarse por encima de la
Constitución, de la Ley o del Estatuto Universitario vigente, precisamente
ahora cuando pretenden sepultar la Academia, la libertad de cátedra y el
pensamiento crítico dentro del claustro universitario, en la Casa de Octavio
Méndez Pereira.

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