Editorial Cáfila lanzó libro del joven escritor porteño Alejandro Banda.
GABRIEL CASTRO RODRIGUEZ
La Editorial La Cáfila me otorgó la no menos inusual circunstancia de conocer el texto de
Alejandro Banda (Valparaíso, 1976) “Poemas para separarse” –no recuerdo que tuviera ya ese título- antes de hacerse público. De esa privilegiada preoficial experiencia lectora dije esto y lo otro. De todo aquello el editor seleccionó imprimir en las solapas del flamante libro: “Esta ceremonia verbal reflexiva de la vida suya, mía, tuya. Esta separación ulterior entre la vida y la poesía (...), intenta pegarlo todo infructuosamente, recuperando lo irrecuperable”. Actualmente en mi paulatino, personal, parcial y secuencial acabose –como somos chicos postmodernos- también se caotizaron mis discos duros conteniendo el comentario aquel, del cual el editor editó lo transcrito. Extraviose aquel total, espero no para siempre. Me queda el recuerdo vago de aquella primera lectura y su registro –salvo lo de la solapa-, más el libro de Banda finalmente fue publicado y me ha llegado hace unos días. Hablamos de una temporada en términos cronológicos. Hablamos de una eternidad en tiempos humanos. ¿Qué ocurre entre un texto inédito y un libro hecho y derecho? ¿Qué le ocurre al lector? Todo y nada. No me desdigo, sino que complemento lo extraviado: “Poemas para separarse”, libro con título envenenado en el velador de cualquier pareja. Dispositivo explosivo en todo hogar regularmente constituido. Subversivo aparato literario para las débiles vidas en común. Grieta donde ya hay grietas. Y vamos sólo en las tapas. Hojeemos. “Habías dejado la luz prendida / chorreaba el jadeo / e impulsabas al dolor / otra medalla en la hoja planchada / otras semanas despiertos, / mientras los jackers ríen ante tus tesoros bien plásticos. / Cierro la boca al recordar lo mío. / Más allá nos veremos”. (Prólogo). Para qué estamos con cuentos. Uno lee lo que quiere leer. Pero algunos libros simplemente se niegan a escribirnos lo que queremos leer. El de Alejandro Banda me escribe lo que yo quiero leer, lo que hubiese querido escribir. Así es como se cumple la premisa secreta de la hermandad de los seres humanos con los libros. Así es como armamos nuestra biblioteca mental o física. Con la palabras, o los versos que fueron o serán las palabras que salieron o saldrán de nuestras bocas. Por todo lo anterior la lectura es asunto tan íntimo y por lo tanto tan intransferible. Sobre todo con los libros bien hechos, bien nacidos, bien publicados. La lectura y la reacción es asunto personal. La recomendación, la intuición, la certeza de que este libro de Alejandro Banda es cosa seria, y puede que conmueva y diga lo que yo dije o diré, sentí o sentiré. Es asunto posiblemente más que entre yo y él. Bendiciones a “Poemas para separarse”: su veneno puede curar o por lo menos acompañar más que a unas de sus pocas malditas heridas de compromiso vital. ¿Se le puede pedir menos a un libro que conocí antes que lo fuera? Consiga, amigo lector, este libro hoy reseñado y lea lo que tiene que leer usted. Después me lo agradece o reprocha.