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Mentiras

Permitidas

Por
Mikel Goldstain

Mentiras Permitidas

Era el año mil novecientos noventa y siete. Europa parecía dominada bajo

la égida de una nueva época turbia y oscura… para el alma y el espíritu de los

hombres presentes y futuros. Era la época de la religión del consumo. La


decadencia inevitable del espíritu, sustituida por el aciago poder del dinero, la

tecnología y los ciegos creyentes de religiones sin dioses, credos o ética, por

cuya futilidad, anunciaban el advenimiento de un nuevo ciclo de destrucción y


rebelión. Para los nuevos hombres y mujeres que estaban encadenados,

ineludiblemente al pasado y el futuro siempre anunciado; ser profundo, ser

creyente de causas no alienantes, era una garantía de ser tratados, como

apestados y excluidos de su entorno. Samuel Landette, pertenecía a esa

categoría; a la casta de los leprosos y apestados. Vivía en perpetuo conflicto

consigo mismo y con los demás. El; era el amplio y vasto continente virgen

poseído por la pureza y la locura de su afán de destrucción y construcción.

Marcado por constantes ataques de melancolía, sometido a crueles estados de


iluminación y perturbación de ánimo; no sabia vivir de otra manera.

Pero esta no es la historia de Samuel Landette… sino de algunos hombres


y mujeres que, “convertidos” en bufones de sus propias ambiciones, por

alcanzar el éxito y la gloria, alcanzaron las más altas cuotas de degeneración y


mediocridad absolutas.

Samuel Landette, pertenecía a ellos, también. Quería ser un “gran


escritor”, y por ello, no dudaría, en “vender su alma”, para ser adorado a causa

de su talento. Pero, de por principio, al igual que su amigo Gómez, el


periodista “subversivo” y Braulio, él cámara gitano, tenían que conformarse
con las migajas que la cruda realidad les ofrecía.
… Sin embargo, tras un largo período de vacío, Landette, creyó vislumbrar

“una pequeña esperanza”.


Landette, poseía dos cualidades deslumbrantes para “alcanzar la cima”: su

desmedida simpatía… y su nefasta sinceridad, mal enfocada, además de…

apabullantes ataques de cólera… los cuales le granjeaban tan fácilmente

enemigos, antaño amigos.


Todo empezó con el jodido alemán, Heicker. Heicker organizó una

“tertulia”, en homenaje al joven escritor, “quasi inédito”, de quien leyó, la

pequeña pieza teatral: “EL APOCALYPSIS CONTADO POR UN PERRO”.

El alemán, entusiasmado con la obrita, utilizó todas sus influencias, para

“congregar a la crëme de la crëme editorial y gente de la farándula”, y

presentarles, al nuevo “Buero Vallejo”. Heicker, escrupuloso como era,

utilizaba al escritor, para limpiar “su imagen de fascista”. Necesitaba “esa

depuración de su imagen”, para escalar puestos en el gobierno Balear. Dueño


de una pequeña cadena de supermercados, cines y salas de teatro; la obra de

Landette, le ayudaría a “jugar al poder, con los sentimientos literarios”, de los

que tanto se burlaba. Utilizaba las influencias de hombres influyentes, como el


ejecutivo Mendoza (de signo ascendente en el Canal Rotterdam), que,

recomendó la lectura el: APOCALYPSIS CONTADO POR UN PERRO.


Heicker, consideraba a Mendoza un tipo vanidoso e insufrible… La obra de
Landette, constituía un alegato contra el estado, la insolidaridad y la

intolerancia racista. Eso, le ayudaría, a quedar “puro”, ante los “colegas”. No


tuvo en cuenta el carácter imprevisible del escritor. Cuando el artista recibió

los aplausos, de los amigos de Heicker; él alemán, esperaba como mínimo,


que el escritor, fuera agradecido. En lugar de eso, el escritor, manifestó una
actitud áspera. Rehuía a la gente. Se reía de los engreídos que se desvivían por

salir ante las cámaras de televisión. Finalmente, el escritor, optó, por retirarse
a un apartado rincón y contestaba con parquedad a todo aquel que se atrevía a

dirigirle la palabra. Y repentinamente, tuvo un ataque de cólera, sin venir a

cuento. Vomitó una sarta de insultos repugnantes. Les llamó “cacatúas”

engreídas. Degenerados ilustrados. Racistas de todas las razas. Oficiantes de la


indiferencia y vulgares porteros del gran prostíbulo del poder, la televisión y

los mafiosos del mundo del arte. El alemán, palideció. ¡Aquel tipo estuvo a

punto de destruir su carrera, su empleo, y su… imagen! Lo peor sobrevino al

final de la velada. El escritor se despidió, lanzando un escupitajo, lo cual

provocó la indignación general. Manifestó que estaba asqueado de la vanidad

y la superficialidad de las gentes del periodismo y la literatura. Le resultaban

chusma despreciable. Y salió airoso del Púb. Heicker, fue tras él, acompañado

de Eva, la actriz pelirroja, de grandes pechos. Heicker, iba casi a la zaga de


Landette, escrutándole con ojos brillantes, sonriéndole y tomándole

bruscamente del brazo.

- Oh, quiere dejarme en paz -, chilló Samuel, enojado por el acoso del
alemán. Heicker, se encogió. Sus ojillos azules se contrajeron, lo cual confería

un aspecto más punzante a la expresión de su rostro. Esbozó una sonrisa de


claro desprecio. La actriz pelirroja, se apartó de los dos hombres.
- No me la vuelvas a jugar maldito cabrón -, rugió Heicker y apretó los

puños -. Lo que ha hecho es imperdonable. Yo había confiado en usted y mire


como me lo paga…

- USTED ME QUERIA UTILIZAR PARA LAVAR SU IMAGEN DE


FACHA. - Vociferó Samuel.
- Odio a la gente como usted -, contestó Heicker.- Usted es el tipo de

intelectual de mierda, que critica hasta la cáscara de un cacahuete tirada en el


suelo. Odio a los tíos que escriben para salvar el mundo… y desprecian el

poder y el dinero. Puede que esos gilipollas hayan leído su obrita… pero en

realidad, escritorcillo vanidoso de mierda, usted les da igual… quieren lo

mismo que usted… figurar. Están tan huecos, por dentro, como usted.
Samuel, escuchó al alemán, con una permanente sonrisa en los labios.

Tenía razón, el babeante mono rubio.

- Por lo menos -, respondió Samuel, alejándose con pulcritud -, yo no

soy un vulgar pandillero chuloputas, sin ideología.

Heicker se abalanzó sobre él, tironeándole con violencia de la solapa de la

raída chaqueta.

La actriz pelirroja, soltó un gritito espantosamente ridículo. Samuel le

agarró por el cuello y lo aplastó. Heicker le enseñó los dientes, como un mono
rabioso y atenazó, con sus manos, el cuello de Samuel. Durante interminables

segundos, los dos hombres se mantuvieron, en esa bochornosa actitud, hasta

que Samuel, gritó: “¡Basta!”, y Heicker cedió. Samuel le imitó y se alejó


jadeando. Dejó a Heicker, casi sin resuello. Eva, la actriz pelirroja, acudió en

ayuda de Heicker. Ella le acarició la mejilla. El notó las frías manos de ella.
Eva le amaba. Ella se transformó en la sombra de él. Heicker notó que el asco
le quemaba el hígado. La ciudad entera, ardía bajo las luces de neón. Llegaron

hasta el pequeño piso de Heicker. Él intentó liberarse de ella. Ella le rogó


suplicante:

-No, por favor, no te… quiero.


- Está él-, le reprochó Heicker.
Cuando entró en el piso, seguido por ella, le recibió su amante Seíto. Seíto

y Eva, intentaron entrar con él, en la habitación. Heicker se negó. Y rompió en


llanto como un niño fatuo. Los dos amantes, ansiosos, penetraron con maula

intención en la habitación. Heicker se escondió en el cuarto de baño para

mudarse de ropa. Eva y Seíto le esperaban en la habitación, yendo de un lado a

otro, charlando de asuntos intrascendentes. Seíto, el rococó chico canario,


repiqueteó con los nudillos de la mano derecha la puerta del cuarto de baño.

Eva, reía y corría por toda la habitación. Heicker, harto de ellos dos, se tumbó

en la cama. Intentó conciliar el sueño, pero los dos amantes se lo impidieron.

Eva se desnudó por completo y se metió en la cama con el burócrata rubio.

Ella le arrojó su aliento cálido y le introdujo la lengua hasta la garganta. Tenía

grandes pechos, coronados de pezones rosados y la vagina húmeda, como un

nido de mojada savia. Heicker dejó de fumar en la cama. Se incorporó de

improviso y estudió su rapada cabeza de mistagogo, en el rectilíneo espejo de


enfrente. Seíto puso música derviche en el compact-disc. Sacó una botella de

vino, observó un folleto de pinturas de Kandinsky y se desnudó. Estaban los

tres en la cama. Heicker susurraba sobre el nuevo imperio demócrata,


gobernado por la tecnología y la ciencia. Notó el pene duro y tieso de Seíto.

Eva se metió dos dedos en el clítoris y la vagina. Seíto ronroneaba como un


gato agradecido y acariciaba el tórax de Heicker, el cual, permanecía yerto.
Era como yacer en la cama, con dos demonios muy particulares. Era, como

amar a dos posesos. Seíto le mordía excitadísimo la nuca. Heicker agarró las
grandes tetas de Eva con las manos como dos tenazas amputadas y arrojó

“allí”, el rostro temblando de júbilo. Seíto le palpaba el abdomen y la polla.


Ella se las metió en la boca; la polla de Heicker y de Seíto. Heicker, no sabía
como escapar de allí. Besó profusamente, con delectación los labios de Seíto.

La música derviche giraba y giraba, baboseante. El catálogo de Kandinsky,


parecía un icono, que miraba con rostros malditos a los endemoniados

amantes. La botella de vino, sirvió un traguito, ligero (como chorros rojos), a

los resecos labios de Heicker, Seíto y Eva. Rodaron juntos en la cama. Sonó el

teléfono. Nadie hizo caso. Heicker habló del mundo, observando el mundo en
las pantallas de televisión. Eva le tocaba el pene y los testículos. Eva y Seíto,

se pasaban de boca en boca, el gran pene germánico, y Eva le exploraba el

agujero del ano, para lamérselo, practicándole el beso negro y Heicker,

enredado, entre las sábanas, hollaba en la raja pelirroja de Eva y le lamía el

clítoris, bebiendo todo el flujo de aquel morral rojo. Heicker, retorciéndose,

con “els ulls tancats”, tuvo una visión próxima del fin del mundo: mentiras

permitidas; verdades falsas. Recordó al muchacho árabe, del que se enamoró

el mayo pasado y que le quería con locura, pero su alma fascista, no pudo
aceptarlo, y le abandonó, tras fornicar con él. Y otro hombre (del que estaba

secretamente enamorado), le visitaba en secreto, en el piso y le hablaba de los

jodidos Afrikáners. El le chupaba la polla con gusto y profanación. Era el


negro sado, a quien le encantaban los blancos. Amaba que le maltrataran a

latigazos y le lamieran el ojo del culo. Y Heicker, se corrió a gusto, entre las
caras de Seíto y Eva. Y Eva, se corrió entre la cara de Seíto, mientras Heicker,
tomaba sus tetas y le lamía los pezones rosados. Eva tiró con furia de los

cabellos de Heicker; le atenazó la polla y los testículos. Heicker penetró en la


vagina de Eva y cabalgó. Primero con lentitud, como si todo él, fuera un ser de

arena, desgranándose. La música derviche canturreaba. Kandinsky, hacía rato,


cerró pudorosamente los ojos. Heicker se puso en pie, tambaleándose,
propinando grandes tragos de vino a la boca de la botella. ¿Qué iba hacer? Se

volvió y besó profundamente en los labios a Seíto. Le quería. Pellizcó los


senos de Eva, que se retorcía de placer, ante la embestida de Seíto. Heicker era

un hombre hermoso, desnudo, pero los hombres hermosos desnudos, son

hombres terribles para sí mismos y las mujeres. Eva, encima de Seíto, agitaba

las grandes tetas en lascivas oleadas. ¿Se puede ser bisexual, tener un amante
canario y creer en la humanidad futura, dominada por el control del mapa

genético y cantar por la pureza de la raza? El mundo; la ciudad frenética y

convulsa, todos ignorando la muerte; el paso del tiempo deteriorando nuestros

cuerpos y convulsamente, frenéticamente… todos fornican a ritmos

convulsivos, empujando la geografía del lugar. El horror del mundo, está ahí.

El horror y el profundo dolor. ¿Por qué, él, tenía que acatar el orden del

mundo? ¿No está todo acabándose? ¿No va a venir el gran Ciclón? ¿No lo

arrasarán todo los terremotos? El meteoro estrellándose contra la Tierra. El


hombre mismo eliminando a la humanidad. El fin de los recursos naturales. El

petróleo consumiéndose. La era del Consumismo devolviendo a la gentuza el

viejo orden. El sol, se apagará, dentro de ocho mil millones de años. ¡El orden!
El sistema. El conformismo de la humanidad entera, dándose de puñetazos

por su codicia. Por todas partes en ciudades como ésta, la indiferencia y la


codicia convivían en cada ser humano… y el primer mundo domesticado, por
el miedo a perder, los lujos bien preciados de la opulenta sociedad Occidental.

Millones de crímenes justificaban esa grandeza y no era obvio sentirse


culpable por ello. En realidad, “nos lo merecíamos”. Sabíamos sacar partido

de nuestros bienes. Sabíamos lo que nos pertenecía, por derecho propio, en


lugar de eliminarnos en guerras tribales y absurdas. Y eso era lo que ocurría,
por el momento, en aquella hora ubicua de la madrugada… en la que Pedro

Gómez, no puedo conciliar el sueño. El silencio de la noche le produjo una


deprimente desesperación. Se vistió, salió al amparo de la noche y montó en el

coche. Viajó solo. Solo en la noche. Segregaba veneno. Toda su alma,

segregaba veneno. Padecía los terribles quebrantos de la condición humana. El

simple dolor de vivir. Era periodista de profesión. Tenía treinta y seis años y
aún era joven. ¿Vendería su alma, sin precio en la redacción del periódico

(Barna Dos Mil), en el cual trabajaba? Y mientras reflexionaba angustiado,

lentamente, amaneció bajo un sol ensangrentado de luz y vida. Y, como todos

los días, pasó el tiempo suficiente en la redacción para conocer las “noticias

manipuladas”, y después huía de la redacción, esquivando a los colegas. Desde

hacía meses, se refugiaba en el Pub del Remi, cuyo local, estaba ubicado,

abajo, en el mismo edificio de la redacción.

El pub del Remi era un hermoso pudridero, frecuentado por la flor y nata,
del mundo del periodismo.

Gómez, se arrastró por el pub, en busca de reyerta “dialéctica”, con los

colegas de la “alta sociedad”. Y allí estaba; la pudorosa Lorena; la gualdrapa


que vertía “palabras de hilo de rosa”, en las páginas de la sección de sociedad.

Lorena, era hija de un altísimo cargo de la Generalitat. Lorena odiaba a Gómez


y Gómez le correspondía. Si ella, desde el primer día, no le hubiera escupido
en la cara, que en aquel periódico, solo tenían cabida, “los hijos de la buena

sociedad”, no habría sufrido el azote viperino de la lengua de Gómez. Ella le


restregó en la cara, su condición de proletario, (algo de lo que el sibilino

Gómez, jamás se avergonzaba), él la acusaba de “perra hipócrita y lesbiana


casada con un arquitecto gay, para disimular ante la sociedad de Pedralbes”.
Por supuesto, Gómez, tenía enemigos fieles; el grisáceo Alvarez, - por

ejemplo -, cuya moral e hígados se resentían, cada vez que el periodista


“obrero”, hacía alarde de su formación proletaria. El peor de todos,

probablemente, era Carpiel. Lo que Carpiel, sentía hacia Gómez, era odio

puro. Carpiel era hijo de un General de la Guardia Civil. Carpiel se ocupaba de

la sección de sucesos. Para Gómez, eso constituía un grave error, por parte de
los jefes de redacción. Carpiel no digería noticias, como la detención de

Roldán. El caso Gal. La detención y la rápida liberación del General Galindo.

Carpiel se encogía, cada vez que Gómez, le zahería con “esos temas tabú”. En

conjunto, toda la casta le rechazaba. Para los hijos de papá, Gómez, era el

invasor. El imán telúrico del bien y el mal. Indudablemente en un mundo de

superficiales, el profundo es el problema. La amenaza. Otras razones

derivaban: nadie acepta a un periodista independiente, que además ejercía su

libertad. Gómez, se sabía al dedillo, la naturaleza de los jefazos de Barna Dos


Mil. No se libraban de la extendidísima infección moral de cualquier

periódico. La peor lacra solían ser los sicofantes “intelectuales y periodistas

orgánicos”, rameras y agitadores del amiguismo. Tahúres y manipuladores de


la mentira a medias y la verdad cuarteada, en gramos, como las rayas de

cocaína. Escoria fría y cerebral. Lacayos del mejor postor. En la denigrante


caza de ovejas negras del periodismo, convivían en exiguas condiciones los
parias de las parcelas de poder. Los no subyugados, por conciencia propia, a

las jerarquías…por que si. No vendían el talento- en el caso de tenerlo-, ni el


alma- en el caso de poseerla aún- Periodistas o artistas exorcizados y arrojados

de una patada en el culo, a las cloacas de la miseria de la vida. Gómez,


pertenecía por derecho propia a ese último tándem. Era afilado como la hoja
de un puñal. No quería ser la herramienta de sus propias quimeras y

sufrimientos personales. Tenia la costumbre de hollar con el dedo índice, en la


llaga de la mentira dominante y posesiva de la perra del poder, siempre celosa

por manejar la cultura a su antojo. La televisión y los asépticos periódicos,

expresaban la cultura, según el alza de valores mercantiles. Los genios,

humillados y ofendidos, guiaban al hombre libre, hacia el lúcido sendero del


equilibrio.

El grupo mantenía una acalorada discusión, haciendo el vacío a Gómez.

Carpiel hablaba de Heicker; el millonario que “quiso aupar al escritorcillo

Samuel landette”. Carpiel sabia muy bien que Landette, era amigo personal de

Gómez…Se desvivía por ofenderle. Y continúo hablando de la derrota

socialista y el triunfo del Partido Popular. A Gómez le importaba un bledo que

la desidia rencorosa de Carpiel, escupiera veneno…En todo caso le

engrandecía. Demostraba hasta que punto, era mediocre. Era vulgar. El no. No
iba ha olvidar “el castigo”, por el asunto del profesor “serbio “…asunto ese del

que nadie se atrevía abrir la boca, ni tan siquiera para destruirlo. Y podían

hacerlo, pero estaba en juego “la ley del silencio”. Gómez, iba a pasarse al
Canal Rotterdam. El Canal Rotterdam, había engullido, al desdichado

periodicucho nacionalista: Barna Dos Mil. Ahora seria bilingüe. Ahora el


periodicucho beligeraria igual que un loro: repitiendo las noticias de la
televisión privada. Era un tanto que se apuntaba. Alertado por el creciente

poder de Mendoza, la astucia de Braulio y el idealismo cojo de Landette,


Gómez sufría los tormentos del paria. Sabia que Mendoza, supo salir del

naufragio que fue el “asunto del serbio”.Mendoza era demoniaco. Malo con
conciencia y sentimiento. Tenía bajo su “eje”, al alemán. Había sobornado al
escritor, Samuel Landette…incitándole a escribir el guión de un reportaje

melodramático sobre la violencia en las civilizaciones urbanas. Hacia


equilibrios con el pariente del escritor pobre: Sebastián Fernández. El payaso

que quería ganar la alcaldía de Barcelona y que babeaba a Rotterdam y

Mendoza. Gómez se despidió de la redacción de Barna Dos mil. Salió del pub,

dejando a sus enemigos particulares segregando veneno. Que siguieran así, por
que le daban de comer y justificaban la grandeza de su ego, altamente

hambriento de notoriedad…mis enemigos, se dijo, son mi esfuerzo. Mi pan. Y

se paseó por los pasillos de la redacción. Saludó a Braulio y nada más. Braulio

le conocía. Conocía los despropósitos de Gómez. ¿Y quién era Braulio?

Braulio, el iconoclasta. ¿Gurú o Imagen? Le encantaba lucir su esbelta figura;

las ropas de corte asiático; las ensortijadas barbas y la presunción de

mestizaje racial, empeñado en ostentarlo, para enojo y escándalo de los jefes

de TV4. Era medio payo y medio gitano. Lo que en términos caló, se conoce
como “cuchichi”. Su mestizaje racial- digámoslo así-, le produjo alguna que

otra contrariedad. En un mundo de competidores y depredadores de todo tipo,

él revindicaba la absoluta y plena libertad, de pensamientos y actos. Y en TV4,


el patriarcado y la devoción por el poder, insistían en vetarle cierta libertad. A

toda aquella gentuza, le traía sin cuidado la cultura. ¿Qué era eso? Ellos
actuaban de forma pragmática. Eran caimanes del poder y el ego. Braulio,
obedecía a su mitad gitana. Explotaba el sentimiento de culpa payo. Con la

avezada ambigüedad del complejo victimista caló, explotaba la picardía de la


raza. En una palabra, espabilados para no salir del redil de tradiciones

trashumantes, sin progreso con el devenir de los tiempos. Los gitanos,


incapaces de prosperar con la cabeza y los pies enraizados en la Tierra,
inventaban recursos: la culpa, los subsidios, el victimismo y la no menos

eficiente realidad de: MARGINADOS. El vivía raptado por otros espíritus.


Autodidacta legitimo, Braulio ingresó en TV4, para realizar tareas de chico de

mantenimiento, ajeno a la mal oliente atmósfera del poder. Mas tarde, cierto

directorcillo homosexual, quedó prendado de él, por su grácil figura y duende

extrovertido. Braulio, sacó tajada “de la debilidad ajena”, sin perder lo mejor
de la dignidad caló. En breve tiempo, el mestizo aventajó a los encaprichados

chicos de la academia, que tan procazmente obedecían a los profesores

“laureados”. Los profesores no podían ni ver a Braulio y le suspendían una y

otra vez. Ser autodidacta, era un pecado, en la academia. Al principio se

desanimó, herido por el enconado rechazo de los profesores payos. Sabía que

los blancos pijos con pasta, jamás admitirían en sus dorados círculos, a un

“mestizo catalán” extravagante, que parecía sustraído de una novela de

Kipling. Sin embargo, los payos pijos, inexplicablemente, admitían en sus


filas, alumnos chinos, negros, árabes, hispanos, judos catalanes (en realidad, la

mayoría de los catalanes, se comportaban como judíos)…menos él. Y él les

venció. La suerte le fue propicia. Los altos “jerarcas”, creyeron en la palabra


del directorcillo homosexual y Braulio, pudo demostrar lo aprendido y el

talento innato que le caracterizaba. Y los demás tragaron. Existían ejecutivos,


que creían en el talento y esfuerzo personal y no en la pulcra brillantez de un
curriculum, confeccionado por ordenador. Con el paso de los años, Braulio

llegó a ser cámara y jefe de fotografía, combinando teoría en la academia y


practica en la profesión.

Tenía visión de médium. Consiguió que le enviaran a Nicaragua, mas tarde


a Panamá, invadida por los Estados Unidos. INVADIDA.DOMINADA Y
MANIPULADA. Braulio pretendió filmarlo todo. Las autoridades

didactoriales y demócratas norteamericanas se opusieron, elevando las quejas


y la presión de su poder colonialista, al gobierno español…Braulio,

inmediatamente fue deportado hacia Monrovia. Aprendió que las noticias de

su país, las “ordenaban y daban”, Norteamérica. Lo sorprendente era que no le

hubieran liquidado. En Monrovia dio el siguiente paso. Captó con toda la


virulencia posible la orgía de sangre, horror y locura, para escupir a la

acomodaticia y molicie conciencia del Occidente consumista. Finalmente los

jefes del cámara independiente, optaron por enviarle de nuevo a casa.

Y él estaba en casa. En el getto gitano, en el cual jamás logró integrarse.

Odiaba al gitano, mucho más que al payo. Odiaba a esa raza, que sobrevivía

exclusivamente del trapicheo, el engaño y la picaresca, enseñoreados en la

práctica de leyes ancestrales, primitivas y enajenadas por un machismo

soporífero y ridículo. Durante esa época, ingresó en las filas del Canal
Rotterdam, alternando reportajes fotográficos con el periódico-siervo, Barna

Dos mil. Mendoza, un ejecutivo de creciente poder, le atrajo hacia sus filas.

Tenía muchos, muchos proyectos para él y Gómez. También- también-, para


Samuel Landette. Mendoza estaba entusiasmado con la obrita: EL

APOCALYPSIS CONTADO POR UN PERRO”. Mendoza, proyectaba


financiar “un reportaje sobre los cabezas rapadas”, con Heicker. La idea
original provenía de Heicker, quién la “calcó”, de un relato original del propio

Landette. Heicker podría financiar una parte del documental. Seria un


reportaje genial. Tales ideas rondaban en la cabeza de Mendoza. El affaire

“serbio”, estallaría años mas tarde, cuando Braulio y Mendoza descubrieron


que “respondían químicamente”, en cuanto a labor profesional se refiere…Lo
del profesor serbio… Gómez, estaba entusiasmado con la idea del profesor

serbio. Braulio lo filmaría todo. El profesor serbio, era un exiliado de la


antigua ex-Yugoslavia. Hijo de bosnios y serbios, vivió la brutal experiencia

de contemplar la violación y asesinato de su mujer y dos hijas, por los

“hermanos de la patria”. Logró huir con una bosnia, hacia España. Quería

morir. Quería matar el infierno que día tras día le quemaba en el purgatorio de
su conciencia. ..Mendoza, entusiasmado, mandó filmar junto con Braulio

(cámara) Y Gómez (presentador y periodista); los últimos días de un ser

humano sin futuro. La escena del suicidio, filmada en “la soledad de la noche,

frente a la playa”. Braulio no detuvo la cámara. Filmó, sin entrañas, con la

misma frialdad de un forense que disecciona un cadáver en el depósito.

Mendoza, mostrando las garras desmedidas de su ambición, decidió que

visionaran el documental, íntegro. Para entonces, los restos del profesor,

yacían en el depósito, enterrado finalmente en la fosa común, sin lapida, sin


nombre, sin fechas. ¿Cabe soledad eterna más triste? Gómez se retiró,

sufriendo remordimientos de conciencia. El asunto estaba ahora en manos de

la justicia. El escándalo fue mayúsculo. Rodaron cabezas. Rótterdam, el gran


jefe supremo, jugando al diablo, suspendió los sueldos de Braulio, Gómez y

Mendoza, pero no les…despidió. Tenía planes futuros. Pagó el silencio de los


periodistas, en especial de su periódico. El affaire serbio, incrementó
morbosamente la popularidad del Canal y crecieron los asociados al club de

manera alarmante. Mendoza le habló “de un nuevo boom”, con un escritorcillo


desconocido y el guión que escribía para un “reality show”. ¿Quien estaba

implicado? Mendoza, sonriendo taimadamente, dijo que reuniría de nuevo a


sus chicos: Braulio y Gómez, pero tendría que compensarles con el “sueldo
suspendido”. Rotterdam, se hizo literalmente el sordo. Heicker, invertiría

dinero en el nuevo “reality show”. Heicker iba a tramar su venganza. Una


terrible venganza. Mendoza lo sabía. Y no le detuvo.

Nadie pudo “detener”, la delirante locura que estaba en proyecto. Y tal

delirante locura, solo tenía como sedimento, el ansia, inexplicable de “ganar

dinero, fama y poder”, además de una venganza personal, cuya síntesis residía

en el poder. La noche en la que Mendoza, recibió la llamada paranoica y

vehemente de Heicker, hablándole de su proyecto, fue como si sonara el


badajo de una campana demoníaca, que tocara, “las vibraciones interiores”, de

los más ocultos sentidos de los otros. La resonancia de ese badajo; la voz

serpenteante de Heicker, hablando con Mendoza, que sentado en la butaca

china de su casa, saboreaba su güisqui, agitando los cubitos de hielo:

-“Realidad pura y dura....Nos basamos en el guión de ese escritor y


convertimos su guión, en el documento real de unos asesinos fascistas en...”,-

aleccionó Heicker.
-¿Y como será eso?-, preguntó Mendoza, con voz gélida como el hielo.

-Bien, hummm, como la realidad-, sonó la voz de Heicker al otro lado del
auricular-. Rótterdam, me tiene harto y esos fascistas del gobierno balear,

ladrones de tres al cuarto...los voy a hundir...


-Los políticos son como las putas, Heicker-, dijo la sarcástica voz de

Mendoza y pensó, de manera insconciente en Gómez, el periodista puro e


intachable. Le dieron ganas de reírse. Y en el payo-gitano, Braulio, aquel

pícaro pulido en todas las guerras: las cotidianas y las que todos vemos, pero
no vivimos en el televisor...
-Tienes razón, pero debemos comprar a los otros. Es un termino

mefistofélico...comprar almas...ya sabes a quién me refiero.


Heicker, debía tener poderes telepáticos, por que penetraba en los

recovecos de su mente. En efecto, quería, tener bien agarrados por “los

cojones”, a Gómez, el “puro, el autentico”. La conversación se alargó de

manera elástica, unos quince minutos más. Los dos hombres negociaron y al
día siguiente, se vieron a solas, en un restaurante de alta categoría,

resguardado de las miradas ajenas, en una habitación ajena. Heicker,

balanceaba su cabeza teutona, enfurecido. Mendoza, sabia que los políticos y

en especial un político, estaba tanteando captarles, para comprarles. Querían

“comprarles”. Heicker, el germánico, no lo percibía así...además, estaba harto

de que a los alemanes, se les tratara “siempre como a nazis”. Ya había

contactado, “con los cabezas rapadas”, es decir los “fascistas españoles”. Les

ofreció sustanciosas suma de dinero, eso si...deberían “tener provista”, toda le


escenográfia. Fue terrible negociar con aquellos descerebrados. Le vino a la

mente uno de los chicos: era hermoso, como solo puede serlo un español del

Sur. Departieron largo y tendido con algunos lideres, que rezumaban odio en
estado puro, contra las bandas de los ñetas y toda “esa basura”. Esa gente se

proveía de bates de béisbol, armas blancas y armas de fuego, adquiridas en el


mercado negro. Les dio un adelanto, confiando en su palabra. Temía que
aquellos cabrones le dejaran en la estacada. Y se fue de allí, meditando en un

nuevo contacto...no iba a negociar mas con aquellos psicópatas...era mejor


buscar alguien a quién si ocurría algo, le partieran la cara al negociador

contratado, no a él. Días después recibió la llamada del muchacho del Sur,
desde una cabina. Todo estaba listo. Así que se citaron en un apartado
descampado. Heicker se trasladó en coche y el muchacho surgió de algún

lugar, cauto y sigiloso como un felino. Le enseñó el arma. Y sucedió: se


desearon y desgraciadamente acabó con el chico en la cama. Era un chico

atormentado, que estaba enamorado-, por no decir enamoradísimo-, del novio

de su hermana...por ello, odiaba a su hermana...odiaba al mundo

entero...quería escapar cuanto antes del hogar paterno. Ahora, solo se debía
fijar la fecha. Y eso le contó a Mendoza, los detalles íntimos, no. Esperaba

cuanto antes una contestación.

-Propagaremos el maldito reality, como una lepra. Lo pondremos hasta en

la sopa. Y haremos de paso, famoso a ese escritorcillo, con su relato de tres al

cuarto.

-No es tan malo.

-Mi mejor guión es el éxito y el dinero. Busca a tus guerreros.



Y Mendoza buscó ardientemente, con secreta diligencia a sus guerreros.

Eran centuriones; guerreros insatisfechos.


Braulio, se apuntaba a lo que fuera. Manifestó cierta hostilidad con

“Rótterdam”.
-Ese cabrón paga mal y tarde y nos obliga a firmar contratos abusivos,

tengo que vengarme de él.


-Tienes el material, crees que con un solo cámara...

-Por supuesto-, respondió sibilinamente el medio gitano.


Con Gómez, en Barna Dos Mil, tuvo que utilizar tantas artimañas, como si

de una Celestina se tratara. Y es que para negociar con Gómez, debía ser uno
una especie de Celestina. Intentó cautivarlo, por el lado del afecto...de la
injusticia social y todo eso... En la segunda ocasión y para el asombro de

Mendoza, descubrió que Gómez era corruptible, como casi todos...y no fue por
el lado social, sino por “el dinero, la fama y el poder”. Gómez seria el

testigo...ni más ni menos. El eslabón estaba casi cerrado. Y dio el aviso

definitivo a Heicker, quién inmediatamente se puso en marcha. Debía

concretar fecha con los fascistas...


La noche en la que ocurrieron los terribles hechos...Gómez no llegó a

calibrar la magnitud de la tragedia. Braulio, montó en la furgoneta en


compañía de Gómez, que inquieto y muy nervioso masticaba chicle. Un coche,

rápido como una bala, les adelantó. Aquella noche, recorrieron los parques

dónde dormían, los borrachos y los yonquis. El primer yonqui, era un

travestido, tirado como un fardo, que no causaba la impresión de dormir. El

grupo de seis cabezas rapados, desenfundaron sus bates de béisbol y navajas y


la emprendieron a golpes, patadas y puñetazos.

-Maricón de mierda. Hijo de puta...


El travestido yonqui, apenas tuvo tiempo de reaccionar, abrió los ojos

aterrorizado, y solo vio un rostro de facciones gruesas, como en un lejano eco


en la noche. Alguien alzó un bate de béisbol y le partió el cráneo. Le asestaron

tal cantidad de patadas y puñetazos, que Braulio febril, grababa con la cámara
yendo de un lado a otro, para alcanzar los mejores planos. Gómez,

aterrorizado no podía creer lo que estaba sucediendo...decidió huir de la


escena, pero los “cabezas rapadas”, le amenazaron con una gran navaja.

-Si te vas y lo dices todo, te matamos aquí mismo y nos da igual. Esto tiene
que salir en televisión...ándate con mucho cuidado.
Ya no podía huir...era un testigo...un colaborador. Un asesino pasivo. A

Braulio, el medio gitano, aquello le excitaba y por irónico que fuera, ninguno
de las cabezas rapadas, advirtió que era medio gitano.

El yonqui travestí, fue rodando como una pesada mole por el suelo y le

orinaron encima.

-Así te mueras marica de mierda.


La siguientes victimas, fueron una prostituta que esperaba en un recodo del

parque, y su hija de seis años, a la que había dejado en el coche...iba hacer el

último cliente de la jornada, mientras la niña dormía. Era una prostituta

mulata. Sin previo aviso y sin esperarlo, se lanzaron sobre ella, en la oscuridad

y la tundieron a puñetazos. Ella gritaba, hasta que uno de los cabezas rapados,

le calló la boca, con una contundente patada, riéndose con su boca de dientes

picados. La prostituta, quedo tendida, boca abajo, en un gran charco de sangre

con los ojos muy abiertos. Le habían partido el cuello. Y Braulio continuaba
grabando, y grabando. Uno de los cabezas rapados, le dio un brutal empujón,

riéndose bajo su máscara que ocultaba el rostro.

-Para darle mas emoción a la cosa, cámara...


Gómez, finalmente huyó...pero a esas alturas, nadie se percató de ello. Y

atacaron a la niña...Rompieron la ventanilla con el bate de biesbol y sacaron, a


la niña a trompicones, desgarrándole el costado derecho, con los cristales
rostros. Allí en el suelo, la empujaban y se la arrojaban unos a otros, como una

pelota, mientras la niña lloraba y gritaba, aterrorizada...El muchacho del Sur,


sacó el arma y disparó...la bala atravesó el entrecejo de la niña y cayó como

un tablón, en el suelo. Braulio se detuvo, casi sin aliento, hipnotizado por el


horror de lo que acaba de ocurrir. A lo lejos se oyeron los ayes de las sirenas.
Braulio, huyó antes de que le imputaran en el crimen.

La noticia de lo ocurrido se propagó como una onda expansiva. Braulio,

guardó a buen recaudo el material. Mendoza, despertado por una llamada de

urgencia en mitad de la madrugada, recibió una orden secreta de Rótterdam:

-Yo no tengo nada que ver con este asunto.

Llamó, sin dilación a Heicker, pero el teléfono comunicaba.

Heicker visionó una copia enviada por Braulio en correo electrónico. Las

imágenes, eran atroces, terribles. Sobrecogido por que su propia “obra se le


había escapado de las manos”, llamó a Landette, en una hora intempestuosa:

-Es una obra maestra tú guión. Por primera vez, la ficción ha superado a la

realidad.

Landette, colgó. Y Heicker, tras aquel silencio tragó saliva. Temblando, iba

a guarecerse bajos las sabanas y mantas de su cama, como un niño muy


pequeño que se cree a resguardo del terror que le inspiran el cruel mundo de

los adultos. Y el timbre del teléfono fijo, sonó. Era un timbre desgarrador, casi
como una premonición de muerte. Descolgó el teléfono.

-Hallo, dígame.
-Si nos identifican y nos persigue la policía, te mataremos, cabrón alemán.

Amenazó la voz rota, antes de colgar.


Heicker colgó, presa de temblores. Tuvo que calmarse a base de wiskis.

A las ocho y treinta de la mañana, volvió a sonar el timbre del teléfono.


Identificó la llamada de Gómez:

-Soy un monstruo que ha participado en una masacre horrible. Dios se


apiade de mi...la policía me ha llamado y tú será el primero en caer. No te he
llamado. No sé nada de esta llamada. Adiós para “siempre”.

Y, otra vez, le acometieron con renovado ímpetu los temblores. Empapado


en sudor y con un sumo esfuerzo, pudo prepararse más wiskis.

-La policía-, se dijo entre dientes-, las amenazas...estoy atrapado. No, no iré

a la cárcel, ni soportaré la ruina. Todo mi poder tirado en el cubo de la

basura...no podría volver a empezar desde la nada. Mejor será que acabe
cuanto antes.

Temblando, se bebió de un trago el güisqui. Fue al cajón de la cómoda que

tenia al pie de la cama. Y sacó el arma, metió unas cuantas balas. Era un

revolver romántico, de tambor. Introdujo el cañón, en el interior de la boca y

disparó. Luego nada...

Cuando la policía en sus investigaciones, iba tras la pista de Heicker, lo

supo al cabo de un par de días; lo leyó en el periódico....Heicker se suicidó en

su apartamento. Para Mendoza, nada de aquello tenía sentido. El círculo de


protección que rodeaba a Rótterdam, seguía siendo...intocable.

El ejercicio del poder produce degenerados espirituales, carentes de

sentimientos, (sobre todo de sentimientos de culpa), pero dotados de una


inteligencia rayana en el frío delirio racional. Es esa especie de individuo, que

amasando un poder material sobrehumano, sueña con ser Dios, concibiendo el


“mundo a su medida”.

El siglo veinte, es un siglo pródigo en esa clase de pervertidos. Rotterdam


pertenecía a tal especie. Alcanzó sádicos grados de perfección en el ejercicio

del poder, y en el trueque, perdió todas las riquezas espirituales que poseía,
para así ganar las riquezas materiales… Así, que cuando debía manifestar sus
sentimientos a los seres queridos, incluso a los mas inmediatos colaboradores,

ERA INCAPAZ DE SENTIR NADA. Ni siquiera desprecio, acaso un lejano


pánico, que en ocasiones le invadía… ¡Si se quedara sin poder! …¿Qué sería

de él? Mentía. Mentía de manera hipnotizante. Mentía sediento de verdad, de

afecto…anhelando la admiración, el gesto o la mirada del otro. Tenía memoria

fotográfica; jamás olvidaba. Gracias a tales cualidades, dominaba a los demás,


siendo él mismo esclavizado por su degradante vacío espiritual. Y es que hacia

tiempo que olvidó lo que era tener alma, convirtiéndose en una maquina

inagotable de mentir. Mentía a su mujer-, que era una lesbiana redomada, pero

que le quería más a su dinero que a él, lo cual le permitía ejercer de prostituta

legal, de tanto en tanto en la cama. Las amantes de Rotterdam, eran a la vez

las amantes de su mujer. Y Eva, la ex-amante de Heicker, era el juguete

preferido de ambos. Rotterdam, disfrutaba con los fracasos del catalán-alemán,

a quién pretendía destronar y humillar…comprándole hasta las heces .Pero ya


no...Heicker estaba muerto. Mentía a sus hijos. Mentía a los subordinados,

(jamás empleaba la expresión empleados- le resultaba una palabra demasiado

comunista-, sino subordinados…era una palabra cercana a la medida de su


poder).

-La vida es una polka salvaje-, dijo en cierta ocasión a Mendoza, único ser
humano al que perdono sus descalabros y por el cual sentía cierta devoción.
En cierto modo le recordaba a él, veinte años mas joven, con la misma

carencia de humanidad hacia los demás, a menos que no les sirvieran


exclusivamente para sus objetivos. Mendoza, sabía que las mentiras, eran la

segunda piel que cubría la triste alma de Rotterdam. Y Mendoza se entendía a


la perfección con Rótterdam…reconocía que ambos eran auténticos cabrones
hipócritas. No en vano, tuvo el loado capricho de organizar una fiesta

homenaje en honor de Alfredo Rotterdam, el gran Jefe. Mendoza quería


lavarle los pies al jefe. Quería limar asperezas y ganar mas terreno en el Canal

Rotterdam; el canal televisivo a la medida del mundo y de la sociedad. La

realidad de la gente y después... la realidad de ellos mismos. Dios era la

televisión...La realidad de la gente común no existía, si la Santísima Trinidad


del Dios televisión, no la dictaba. La televisión decía siempre la verdad. La

televisión estaba en todos ellos. La creatura, la faraónica mentira, cuya

pirámide, engendrada por el cerebro faraón de Rotterdam, era Canal

Rotterdam, meretriz sin pudibundez y sin hongos, en el sexo de su celuloide y

meretriz por tanto de los banqueros, políticos, narcotraficantes y demás

monstruos de la naturaleza humana. Mendoza, impostor nato, quería que sus

mejores centuriones, como el trepador mestizo Braulio, el rebelde y marxista

Gómez, el escritorcillo Landette…bailaran al son de la música de su flauta.


Mendoza intentó convencer al mentiroso de Rotterdam, de la conveniencia de

“acercarse más a la elecciones regionales”. Un politiquillo que quería ganar la

alcaldía de Barcelona, un pariente lejano de Landette, Sebastián Fernández,


babeaba por ellos, prometiéndoles ayudas…de su tío, un banquero poderoso,

cuyo único vicio era coleccionar billetes falsos y pagar con ellos a las putas.
Era conveniente que Canal Rotterdam se ganara la ciudad de Barcelona,
transmitiendo en directo el mitin de las razas unidas, que se celebraría en la

plaza del Héroe desconocido. Rotterdam, respondió afirmativamente y acepto,


almorzar en el Ritz, en compañía de Mendoza y Sebastián Fernández. La

atmósfera del restaurante del hotel, estaba viciada por una cortesía artificial y
hueca. Para Mendoza, el político le inspiraba la misma confianza que un
vendedor de barracòn de feria. El político- que se mostró muy, pero que muy

predispuesto, ante los fotógrafos y periodistas.


“Lastima, pensó Mendoza, que la pobreza mental, no se refleje en las

fotografías.”

Al político le irritaba sobremanera, que ciertos periodicuchos, le calificaran

de “afrutado burócrata de la política”. Mendoza sospechaba, que en el caso


de ganar Sebastián Fernández Landette la alcaldía, se comportaría, como la

mayoría de los bastardos políticos: en un recaudador de impuestos y amigo de

las mafias policiales, judiciales y médicas. Sebastián Fernández era un

canalla…pero un canalla con convicciones. Actuaba con la subrepticia maldad

de un conspirador.

-Otra sonrisa por favor-, interrumpieron por enemesima vez, el avispero de

fotógrafos-. Eeeeessooooo , eeesss. Muy bien.

Sonrisa profesional. Perfil augusto. Aaaaasssiiiii.


Fotógrafos y periodistas, satisfechos con el show del político, se

marcharon. Una vez libre de la horda de periodistas, Mendoza no evitó

comparaciones, observando conjuntamente al político y al hombre de


negocios.

“Dios mío, no se quién miente más; si los periodistas para las masas, el
político o Rotterdam”. Sus meditaciones no tardaron mucho en ser
corroboradas por los hechos. El juego consistía en descifrar lo que el otro

pretendía decir. Si decía negro, significaba blanco. Si decía blanco, significaba


negro. Y si era gris, intención veleta. Las palabras jugaban al Abracadabra. Un

jeroglífico, para averiguar entre arduos vericuetos, quién hablaba sin


comprometerse y desdecirse ante la opinión pública y quién era más reptil y
camaleónico. Durante breves minutos, el rostro de Rotterdam, reveló una

purpúrea malicia. Sebastián Fernández, hablaba como una vulgar verdulera.


Disfrutaba criticando. El político vomitaba bilis. Con gestos fugitivos y

sonrisa mendicante, eludía la rabia que emponzoñaba su alma. La sonrisa

mendicante del político, no pasó inadvertida al aséptico Rotterdam; tieso como

una estatua ecuestre, a la vez, que jugueteaba con la cucharilla plateada en la


tacita rebosante de café. El político se despachó a- gusto. Hablo, con la boca

rebosante de rabia, de cierto locutor de radio, inflado de protagonismo, amigo

a la vez, de su pariente lejano, el escritorcillo Landette, autor del

APOCALIPSIS CONTADO POR UN PERRO; de manipuladores como

Heicker, del mitin de la concordia, que iba a celebrarse, en la Plaza del Héroe

desconocido. Sebastián Fernández - incapaz de simular su vena ultra

conservadora-, temía especialmente al colectivo gay-lesbiana, a los

desquiciados y temerarios que pretendían la construcción de un Instituto


islámico, en la misma plaza del Héroe desconocido. Y continuó con una

cháchara enajenante. Era sospechoso también de racismo, contra los gitanos

(le repugnaba esa etnia con todas sus fuerzas), los árabes y los negros. No
había que olvidar, que su tío, un importante banquero, financiaba en parte la

carrera política de Sebastián Fernández. Tras el ininteligible chorro de


palabras que soltó, Sebastián Fernández, logró un acuerdo televisivo para “la
retransmisión de los mítines”. Y Rótterdam y su segundo de a bordo, se

marcharon.

¿Cual fue el resultado de toda la farsa orquestada? Una semana mas tarde,
se celebraba “el mitin” de la concordia, en una conocida y amplia plaza del
popular barrio de Gracia. Mendoza, no asistió. Desde su cómodo “salón”,

bebiendo güisqui, pudo regocijarse del espectáculo. Y es que él, dispuso el


escenario y orquestó la farsa. El mitin de la concordia, se celebraba para

lucimiento de las distintas facciones políticas y para confeccionar la imagen,

de que Barcelona, era una ciudad multirracial y tolerante, en la cual las

variopintas comunidades que albergaban en su seno, no…vivían marginadas


del resto. Canal Rotterdam, era el gran ojo; el espectador que enhebraría la

portentosa narración visual y la enorme falacia que allí se pretendía contar:

debajo de la opera bufa, el dinero y los intereses bancarios. El crimen de la

sensibilidad. La aniquilación de la creación artística. La realidad contada por

el Ojo sin rostro. Mendoza, apoltronado en la cómoda, observó con ojos

vidriosos, el movimiento narrativo de la cámara: el cordón umbilical de su

mente, vagando sin cuerpo, difuso y disperso como un Dios. El protagonista

de su propia narración a su medida, el hilador de sus historias, voz de la


conciencia, allá…sin tiempo, ni computo…sin mancha física. El comentarista

televisivo, conducía las imágenes del peón cámara, a través de la enorme

explanada de la plaza: un alegre festejo de luces, bajo la tarde; sillas para el


publico, oradores al uso, entre ellos, Sebastián Landette, a quién

insistentemente el cámara se empeñaba en captar, por orden de los


manipuladores en la oscuridad. La figura del político, no era encantadora para
el celuloide, mas bien una birria. Mendoza, bebió con desagrado el güisqui.

No le gustaba el güisqui. Tampoco le gustaba lo que sabia, iba a pasar. Entre el


tropel de rostros, distinguió a Gómez, apuntado por el cámara dos, es decir

Braulio. Ni que decir tiene: el rostro de Braulio, desdibujado por su


permanente expresión de hastío incansable. Otro rostro: Samuel Landette.
Mero espectador. Le invitó, para sobornarle. Compro a bajo precio “sus

relatos”, que los guionistas hambrientos de notoriedad convertían en falsos


documentales reales y él cobraría una parte de los honorarios. El escritorcillo,

vivía bajo mínimos. Por eso vendía los derechos de autor y su esfuerzo, por

ínfimas cantidades de dinero. Era muy joven y se sentía acabado… El

comentarista, hizo referencia a las fuerzas de seguridad que acordonaban la


plaza. Furgonetas y polis, se paseaban de un lado a otro, con insultante aire de

chulería. Pose mimética, adquirida, por el ejercicio diario de aporrear y sacar

la pistola. Mendoza, se levantó tambaleante de la cómoda y sintió-

repentinamente- , la oleada de soledad que ahogaba parte de su existencia.

Fuera de los estudios de televisión, no era nadie; ni grande, ni poderoso, ni

maquiavélico. Solo, incapaz de comunicarse con su familia - , apenas tenia

amigos-, o su ex-mujer…quién le odiaba a muerte. Vertió mas güisqui en el

tubo y se tumbó…No tardaron en surgir los problemas previstos. Se irguió. El


ojo de la conciencia, es decir la pantalla de televisión, mostraba sin embagues

lo que sucedía:

-¡FUERA MARICONES! FUERA DE AQUÍ.


Insultos contra el líder de la comunidad gay. ¿Quien gritaba? Pudo

identificarse a un tipo, asomándose a uno de los balcones de los edificios


próximos: un tipo vestido con una gruesa chupa: cráneo rapado y lleno de
costras. Lo mas lamentable, eran las huesudas piernas que lucia, bajo las

cortos y horterisimas pantalones bermudas. Calzaba chanclas y acariciaba a un


mono enano, que travieso trepaba hasta su hombro. No estaba solo. Una

pandilla de hombres y mujeres, de idéntico aspecto le secundaban.


-MARICONES. POLITICOS DE MIERDA.
Hizo un corte de manga. Los demás de la “tribu”, rieron, echando largos

tragos a las litronas. El líder gay, continúo su perorata. El político lanzó


miradas recriminativas hacia los agentes del orden, para quienes la actitud de

los provocadores hacia el líder gay, les traía sin cuidado.

-Eeeeeeehhhhh, la guarra esa, la tortillera- , ahora se burlaban de la

representante de la comunidad lesbiana-, mira que pollas…


La pandilla de punkis, se bajaron los pantalones y enseñaron los genitales.

Imperturbable la mujer, inicio su discurso. Por fin, la policía ajusticiaba a la

pandilla de punkis. Aplausos en general, para las fuerzas del orden…Mendoza

sonrió. Le gustaba el guión escrito”, pero temía que los personajes se le fueran

de la mano. Y así sucedió.

-¡PER LA INDEPENDENCIA DE CATALUYNA! ¡VISCA LA NACIO

CATALANA!

El clamor nacionalista procedía, de nuevo, de los balcones, solo que esta


vez, iba precedido de un aluvión de huevos y tomates podridos, los cuales en

su mayoría, acertaron de pleno en su objetivo: los asistentes, todos gente

poderosa y con imagen televisiva. Braulio, càmara en mano, comenzaba a


disfrutar del espectáculo. Gómez, quería huir de allí cuanto antes, por que

sabía lo que se avecinaba. O por lo menos, eso le decían a Mendoza, las


imágenes sin comentarios del televisor. Esos que atacaban ahora, no eran
“actores pagados”, ni mucho menos. La alarma y la consiguiente desbandada,

cundió entre los asistentes.


-CALMA SEÑORES. CALMA. GUARDEN LA CALMA.

-ABAJO LOS ESPAÑOLES Y LOS BORBONES.


Se reemprendió el torpedeo de huevos y tomates podridos. Los asistentes,
prorrumpieron en gritos, movidos por el pánico. El jefe de seguridad, cayó

derribado por un aluvión histérico de árabes, gitanos y homosexuales. Incluso,


su diminuto ejercito de chulos con porras y pistolas, en medio de la

desbandada y confusión general, pasaron por encima de él, pisoteándole como

a un vulgar felpudo. Y la plaga, llovida de los cielos, se abatía con feroz

ahínco sobre el caótico gentío de la plaza. El político rodó, proyectado a


empellones, por un grupo de chinos aterrorizados. Braulio, reaccionó con

pronta habilidad, sorteando la barahúnda humana y refugiándose en un portal,

siguió filmando. Gómez aullaba, esquivando la tormenta de basura y huevos

podridos. La pasma no sabia que hacer. La barahúnda humana, huía,

empujándose y pisoteándose, unos a otros. Asombrosamente un estruendo

estremecedor, que provenía de una de las enrevesadas calles del barrio de

Gracia, anunciaba que un contingente de policía se aproximaba. Eran los

antidisturbios, provistos de escudos y porras. Tras ellos, la policía de a caballo


se enseñoreaba.

-VENGA COÑO. DEMOSTRAR QUE TENEIS COJONES.

BARRERLOS.
Vociferó eufórico, un sargento de la policía, montado en un pobre caballo

asustado. El sargento desenfundó la pistola. Un amplio escuadrón de policías


y mossos de escuadra, reaccionaron, como una encrespada legión de
centuriones repiqueteando botas y cascos en las empedradas calles del barrio

de Gracia. El sargento, inflado de gracia divina, se lamió con esmero el


bigotito, con la punta de la lengua. Arramblaria con todo, inspirado por

fuerzas divinas, que nacían desde lo más profundo de su alma. El estaba por
encima de los mortales y por encima del asustado caballo que controlaba.
Rígido y yerto, en la grupa del caballo, observó la calle, enardecida por una

riada humana, amedrentada por los porrazos, golpes y gritos. El caballo


piafaba. Los alborotadores de los balcones, incansables, arrojaban mas huevos,

basura, objetos contundentes…”ESCORIA”, gritó con rabia, el sargento. Dio

con la espuela en los costados del caballo y se dejó llevar por la sinrazón

eufórica de todo el que se cree, investido por una autoridad superior. El


sargento insultó en catalán. La plaza, se parecía cada vez más a un

improvisado campo de batalla.

-Al ataque- , bramó el sargento, mordiéndose el labio inferior, con deleite-.

COÑO, lleváoslos por delante. Joder, barrerlos, barrerlos…

Inexplicablemente la policía daba golpes de ciego, quizás demasiado

acertados, a los gitanos, àrabes, gays…

-A ese no, a ese no- graznó el sargento, tirando de los arreos del caballo-.

Es un alto funcionario de la Generalitat. No, nooo…


Imposible. Un tandèn de mossos de escuadra, tomó a saco la otra calle,

abalanzándose literalmente sobre los viandantes, que ignorantes de lo

ocurrido, se vieron reducidos a porrazos, insultos y patadas. Y…por supuesto


el jefe de seguridad, también recibió. Se enroscó sobre si mismo, para

protegerse de la tunda de porrazos. Todos saltaban por encima de él. El


sargento actuaba como un cruzado delirante; gritaba y ordenaba. Hasta que
recibió en pleno rostro, un proyectil de excrementos humanos

calientes…desparramándose sobre su precioso uniforme. La ira absoluta le


cegó.

- Me cago en todos los muertos de…me han manchado el uniforme, mis


galones…ayyyy…
Le brillaron los ojos, cómo rayos. Apretó los dientes. Dio varios

espoletazos al caballo, que relinchó, agitando los soberbios crines y echando


espuma.

-Eeehhh, tú, el del portal, si, él cámara de televisión-, apuntó con la pistola

a Braulio-. Filma esto, cojones.

El bravo sargento tiró de los arreos del caballo, abriéndose paso entre el
minúsculo ejercito de las fuerzas del orden. De los balcones lanzaban ahora,

cacerolas y objetos contundentes, cada vez más hirientes y peligrosos. Los

cercados miembros de las distintas comunidades, seguían recibiendo una

batahola de palos. Los Okupas- surgidos de la multitud-, salieron a la carga,

armados de palos, barras de hierro y bates de béisbol. Gritos de guerra. El

miedo se respiraba en el aire, viciado y tenso. El sargento, abriéndose paso

entre los abatidos, auroleado por su afán de superioridad, marcado por los mal

olientes excrementos en su uniforme, en su orgullo. Irradiaba la furia del


vencedor del mal.

- Abajo la escoria y la chusma-. Disparó al aire-. Fuera terroristas, fuera

yonquis…
Desde los balcones rugieron. Arrojaron cazoladas de agua hirviendo y

objetos envueltos en llamas. Muchos de los intocables miembros de las fuerzas


del orden, al recibir el rocío hirviente, ladraban y se retorcían como perros
apaleados.

-VIVA FRANCO.MATAD A LOS MARICONES.MATAD A LOS ROJOS,


NEGROS, MOROS Y GITANOS.

Aullaba colérico el sargento, en medio del fragor de la lucha, disparando


sin absoluto control, contra los balcones. Masacrados por el miedo, el jinete y
el animal, corrían desbocados por la plaza, tumbando a todo aquel que se

interpusiera en su camino. El sargento logró frenar al caballo y buscó a


Braulio.

-Cámara, sígueme .coño.

Sebastián Fernández, refugiado en el coche oficial, daba las precisas

indicaciones al chofer para intentar salir del atasco. Un grupo de gitanos


quería huir, pero inevitablemente bloqueaban la salida del coche oficial. El

sargento, en todo momento seguido por Braulio, aproximándose al coche

oficial y agachándose un poquitìn hacia la ventanilla, oyó con inexcusable

cortesía, la larga letanía de lamentaciones proferidas por el político. El rostro

del político, estaba pálido de miedo.

-No se preocupe señor, le sacaremos de aquí.

Braulio filmaba apasionadamente.

-Ande, saque primero a esos gitanos de mierda- , chilló, sacando medio


cuerpo de la ventanilla, Sebastián Fernández, perfectamente visible, desde la

pantalla del televisor y cuyas palabras oyeron todos desde el otro “lado de la

realidad”, que hizo brincar de su cómoda al ebrio Mendoza. Era la ruina del
político…- Y si es necesario yo le ayudaré a echarlos bofetadas.

-A SUS ÓRDENES-, se cuadró el sargento y tiró del caballo. Sin venir a


cuento, arrinconaron a un grupo de gitanos en un portal y los tundieròn a
porrazos. Los gitanos lloraban de dolor. La cabeza del político, asomó otra vez

por la ventanilla del coche oficial y vociferó:


-¡Viva la policía!

El sargento hinchó el pecho. El coche oficial arrancó y desapareció…El


sargento, regresó brutalmente a la realidad. Abrumado, comprendió, que él
cámara lo había registrado todo. Se sintió TONTO. Ridículo.

-Es mi ruina. MI ruina. ¡qué tonto soy!


Tiró del caballo, buscando ansiosamente al cámara. NADIE. Solo la policía

y las victimas de la policía. Mendoza, se frotaba las manos. Pero era la ruina

del político y del sargento…El descrédito, sin palabras de los otros…


Eva siempre había querido ser actriz…Para ser actriz, debía vender el alma

y prostituir el cuerpo. Eso no era ser un artista, un actor con glamour: un ciego

bloqueado de emociones en el escenario, ante las cámaras, ante el público, que


inesperadamente, estalla y libera todos los demonios de sus yoes congénitos,

entre ellos, el enmascarado por el personaje. Eva luchaba por hacerse un

hueco, un sólido pilar de seguridad en el mundo de los actores, prostituyendo

el bien de la belleza y degenerando en el mal de las virtudes. No era una

cuestión de moral, sino más bien de ética. Y Eva, la muchacha bonita que años
atrás huyó de casa de los padres, gente de clase alta, para convertirse en

actriz…lo único auténtico que hizo fue vivir de los hombres y…las mujeres,
hasta la fecha presente. Ella se menosprecio, convirtiéndose en un objeto de si

misma y vendiéndose al mejor postor. Todos los hombres y mujeres, pasaron


por su cama y ella por la de todos: por la de Braulio, por la de Heicker, por la

Mendoza, por la mujer de Heicker, por todos… De esa forma Eva y solo Eva,
perdió en el naufragio de la ambición, lo mejor y lo más esencial de si misma:

su destino, su libertad. Durante una larga época, mientras era la querida de


todos, huía en busca de otros rostros y otros cuerpos…en cualquier lugar

descubrieron amargamente que ella, era una moneda de dos caras. Es decir, era
la fantasía que ella, misma se inventó de si misma: su no aceptación. En los
pubs, buscaba hombres y mujeres, no le importaba. Ciertamente, con los

hombres se sentía más cómoda, pero no la comprendían en su exactitud. Los


hombres solo pensaban en ellos y ejercían toda clase de porquerías. Creía a

pies juntillas en todas esas mentiras, heredadas de su madre y abuela y jamás

se liberaba de lo que ella quería, por que no se atrevía a manifestarlo, con los

hombres. Los hombres, incapaces de adecuarse al ritmo de ella, al estilo de


ella, le eran, en el acto, extranjeros en su propio cuerpo. Imposible decir lo que

sentía por los hombres desconocidos. Temblaba si adquiría confianza con

ellos. Por que para conocerlos, tenia que conocerlos, exactamente y el

compromiso la aterrorizaba. Las mujeres no tenían pene, pero estaban bien:

mucho mas lascivas que los hombres; mas rameras, acariciaban mejor…no

eran tan directas. Pero…no tenían pene. Así que los hombres no podían ser

demasiado mujeres para ella y las mujeres demasiado hombres para ella. Y

ella, no era demasiado ambas cosas. Se sentía dividida. Quería amar- sin
prostituirse, mezclando en un caos confuso amor y ambición, pérdidas y

ganancias-, y sobrepasar la pasión sexual, para alcanzar de lleno la pasión del

amor espiritual: una estrategia perfecta. Y continúo fornicando con hombres y


mujeres. En los últimos meses, fornicaba con ambos sexos a la vez:

matrimonios insatisfechos Rótterdam y su mujer. Ella era una lesbiana casada.


Jamás reconoció su lesbianismo. El, Rótterdam, un hombre acomplejado, en la
intimidad sexual, subyugado por su mujer y en ese aspecto, totalmente

dependiente de ella. Rótterdam, era incapaz de tener una erección ante su


mujer: cristalizado y eclipsado por ella, en las funciones amatorias. Ella le

trataba, como al hijo que dio a luz, veinte años atrás, tras la muerte del
padre…
-Seria feliz, si hubiera sentido algo por mi padre, si seria mas feliz con él-

dijo ella, besándola, mientras cogia el miembro desvalido de Rótterdam y se lo


metía a Eva entre las piernas. La señora D., se ponía a tono, cuando Eva,

lograba que Rótterdam, eyaculara sobre Eva y la misma señora D., lamía todo

el esperma del marido semi-impotente y finalizaba el acto, succionándole el

clítoris a Eva. Eva se aferraba a la señora D.,igual que un marinero a un timón


herrumbroso, el cual, inevitablemente , se hunde, se hunde…Eva tiraba

furiosamente de los cabellos de la señora D., y restregaba su boca , contra la

ampulosa boca de ella: un absoluto mazazo contra la vulgaridad, contra los

limites de las prisiones convencionales. Cada día deberla ser un acto de

extravagancia supremo. Las manos de ambas mujeres apretujaban sus rosados

coños, mojados por el flujo vaginal, mientras el pobre Rótterdam, hastiado, se

alejaba cabizbajo y hasta acongojado, reducido a un mero objeto…Eva había

claudicado. Cuando Rótterdam y su mujer se marcharon, esperó a que Braulio,


saliera de la otra habitación, en la que oculto, había filmado con una pequeña

cámara toda la escena. Sabía que ya nunca más seria actriz. Braulio, sonrió

maliciosamente y le hizo el amor, mientras gemía:


-Voy ha hundir a ese hijo de puta, que me ha humillado y no me paga.

Gracias cariño…te recompensaré. Te aseguro que te recompensaré.


Después de aquello Eva, no volvió a saber más de él, sino un mes después.
Y nunca lo olvidaría…Fue en el alto y emblemático edificio del Hotel de las

Arts, dónde se celebraba el encuentro de Cadenas Independientes Privadas.


Rotterdam, era el centro de toda atención. Todos le veneraban. Y Rotterdam,

abarcó con los ojos, el amplio salón de actos, en el cual, los lacayos,
mediocres, facinerosos y demás vividores, le rendían pleitesía. Le rendían
pleitesía ; los guionistas geniales, golosos de caviar; el cantante de pop

español, que aplaudía sin ton ni son y sonreía a todo el mundo, el pianista que
miraba con ojos ávidos de lujuria a un esbelto y guapo modelo, excelente

cantante y amante a la vez, de un productor discográfico, arruinado y un

auténtico lameculos. Pululaba por allí un director de cine, que trataba a todos

los invitados con denostado desprecio. Un escritor pendenciero, convencido de


su divina genialidad (¿?), por qué había ganado el último premio Planeta. Y

Gómez, algo enflaquecido, acompañando a Landette, quién se comportaba con

retraimiento. No escaseaban los astrólogos y videntes de pacotilla, perseguidos

por la chusma de la jet-set, deseosos de comprar el futuro. Los políticos de

baja estofa, merodeaban a la busca y captura de favores. Rotterdam, afanado,

mostraba a su emperifollada esposa- una mujer ducha en la cirugía estética y

las liposucciones- , como si de un vulgar trofeo se tratara. Les iba a la zaga,

Eva.
Qué buena está -comentó sonriendo maliciosamente Braulio a Gómez y

Landette- Yo me la he pasado por la piedra.

-Escucha Braulio-, soltó a bocajarro Landette-, paso por un mal momento,


no estoy para escuchar sandeces.

Gómez rió sardónicamente. Braulio se cortó y optó por alejarse


prudentemente de Landette. No quería sufrir las salpicaduras del veneno
corrosivo del escritorcillo. Observó a Rotterdam, pavoneándose, igual que un

chuloputas, ante los invitados. Braulio, tenía preparada una desagradable


sorpresa a ese cabròn, sino aceptaba sus peticiones. Rotterdam, el poderoso

multimillonario, aún no le había pagado. Cada vez que mencionaba ese asunto
al contable, Rotterdam le esquivaba y le daba largas, amenazándole con el
despido. Y se atrevió a decirle a él- ¡A EL!-, que era una cucaracha y que si él

quería, le pisotearía y oiría el crujido de su miserable hundimiento.



Recordaba las amargas amenazas, endulzando el paladar con el martini

blanco, cuyos cubitos de hielo, anegaba en el fondo estático del vaso. Desnudó

con lascivia a Eva. BONITA BESTIA. ¡QUÈ BUENA QUE ESTABA! Le

embriagaba la música de su risa de cristal. El precioso y vaporoso vestido

blanco transparente; el enervante olor de perfume de hembra. Las tetas prietas

y erguidas. El jefe estaba chiflado por ella y no se molestaba en disimularlo. Y


él, Braulio sabia de los inconfesables traumas del jefe. Fue hacia Rotterdam.

Este bebía champán, abstraído, por la jaqueca que le martirizaba.

-Señor Rotterdam, me permite.

Rotterdam, salió de su ensimismamiento.

-¡Usted!-, exclamó con asco- , ya le dije al jefe contable…


- Señor, quiero mi sueldo. O me paga o le juro que le humillaré…

Rotterdam, sonrío con prepotencia. Sorbió ruidosamente el champan y dio


la espalda a Braulio.

Esta usted despedido- gruñó, enseñando a Braulio la arrugada espalda-. Le


aseguro que haré todo lo posible, para que nunca encuentre empleo en mi

televisión.
Y se encogió de hombros, doblegado de nuevo por la jaqueca. Oh, quería irse

de allí. Pero él, era el soberano indiscutible de la fiesta. Fijó su atención en el


maestro de ceremonias, que anunció:

-Señoras y señores, vamos a ver a continuación un documental, sobre la


trayectoria profesional de Alfredo Rotterdam.
Lluvia de aplausos. Rotterdam, en pie, sonríe y piensa:

“Gracias siervos, gracias. Me debéis esto y mas”. Silencio. Apagan las


luces y la pantalla se ilumina. La escena proyectada en la pantalla, es el

interior de la habitación de un hotel. Nadie comprende nada. La oscuridad se

llena de murmullos.

-¿Esto que es?- quiso saber, alarmado el presentador, dirigiéndose al


responsable del salón de actos. El responsable se encogió de hombros. Y

confuso miró de nuevo la pantalla, para dar paso a la mas absoluta

estupefacción y es que…la señora D., se distinguía con perfecta visibilidad en

la pantalla, desnuda y…abierta de piernas. La propia señora D., se quedó

clavada en el asiento, sin aliento. Afortunadamente la sala, permanecía a

oscuras.

-Coño, es la mujer del jefe, abierta de piernas.

-Es verdad, es verdad.


- Quiten eso, quiiiiteeeennn eeeesssooo- , aulló el presentador-. Enciendan

las luces.

-No por favor, no enciendan las luces-rogó alguien.


Los espectadores, atrapados en la bochornosa oscuridad de la sala, creyeron

reconocer en esa voz, al mismo Rotterdam. Nadie deseaba que se encendieran


las luces. Rotterdam, el todopoderoso emperador del mundo de la imagen y el
periodismo, no le era posible detener las insultantes imágenes difamatorias, en

las que era perfectamente visible , su mujer , practicando el sexo oral con otra
mujer. La sala, bajo el tupido velo de la oscuridad, se llenó de gritos y voces.

Rotterdam y su mujer, huyeron en tal momento de confusión y crispación.


Todos creyeron reconocer en la otra mujer a Eva.
-Joder, ¡que buena están las dos tortilleras! - , vociferó una voz anónima-. Y

como follàn.
El presentador, corría desesperadamente de un lado a otro, acusando a los

agentes de seguridad de incompetentes. Nadie era capaz de detener la

proyección. Nadie encendía las luces. Y en pantalla, el siguiente actor

espontáneo, era el mismísimo Rotterdam, completamente desnudo. Eva le


murmuraba con voz de muñeca :

-OH, no te preocupes cariño, ya se te pondrá tiesa…tranquilízate. Todos

tenemos un mal momento...

Estalló un cacareó burdo y degradante de carcajadas, que cubrió la

oscuridad de la sala.

NO SE LE LEVANTA AL JEFE.

-PARA ESO, ES VERGONZOSO.

El jefe de seguridad, informó, que la puerta del cuarto de proyecciones,


estaba obstruida, así como saboteado la caja de luz. Y repentinamente se

esfumaron las imágenes de la pantalla y se encendieron las luces.

-¡Qué escándalo! ¡Qué vergüenza!


Las respectivas butacas de Rotterdam y su mujer, acusaban su vacío. Eva,

continuaba allí, humillada.



El artista depende siempre “de las hostigantes exigencias del resto de la

sociedad”. Eva lo sabía. La implacable realidad redujo añicos todas las


ilusiones… La humillación fue pública. Era la Gran Puta. La actriz de belleza

deslumbrante, primero amante de un alto funcionario de la Generalitat: un


catalán de origen alemán, cuyo recuerdo era él de un asesino. Luego “vendió
su cuerpo”, al Gran jefe de la tribu, para ascender con “la venta del cuerpo”, y

convertirse en una Gran Actriz. Ella, sin duda, tenía talento. Pero lo destruyó
todo Braulio. Y Braulio, consiguió lo que quería. Ganó en la venganza. Su

carrera como cámara del Canal Rotterdam, quedó sepultada y aniquilada.

Braulio le propuso “huir una temporada a Ámsterdam”. Quería pasar unas

vacaciones estivales, en un barco-hotel, cerca del Barrio Rojo. El tenia


influencias. De no haber sido por esa oferta, quizás Eva, habría optado por el

suicidio, vivía prácticamente al borde de la miseria, económica, física y

espiritual. Si, se decía, quizás una temporada en Ámsterdam, me cure. Una

tarde de a mediados de julio, llegaron en el último vuelo Charter, a una de las

más cosmopolitas y variopintas capitales del placer y la libertad. Ámsterdam

no era tan monolítica, gris y hemipléjica como Barcelona. Quizás no todos los

días lucia el Sol, pero aquella ciudad que flotaba entre canales y era un

permisivo hervidero de diferencias y esclavitudes, podrían ayudarla a remontar


el calvario de su crisis anímica. Al gitano, parecía importarle un bledo todo.

Vivía al día. Incansablemente obsesionado, con sus cámaras, adquirió una

pequeña cámara video, para grabar su estancia en Ámsterdam. Hablaba con


bastante agilidad un inglés fluido, sin traicionarse en las “r”, que identifican al

acento español. En el barco-Hotel, dormían en la misma cama. Ella necesitaba


amparo y amor. No sabía si amaba al desprendido Braulio. Durante largos
días, de placer, visitaron la ciudad de Ámsterdam, entraban y salían, de los

Cafés-Shop, fumaban hachis, y entonados, comían en restaurantes chinos,


árabes, africanos y judíos. Braulio, con la pequeña cámara de marca japonesa,

se paseo por el barrio Rojo, filmando a las prostitutas expuestas en los


escaparates. Braulio, iba casi todo el tiempo, colgado a causa de su excesiva
tendencia a fumar porros. Eva, por su parte, se asía a él, con desesperación. Se

sentía muy sola, en el mundo y la presencia del mestizo Braulio y el torrente


febril y vital de Ámsterdam , amansaban sus miedos particulares. Visitaron

barrios peligrosos, donde asiáticos, blancos y africanos, aspiraban crack,

pastillas y heroína. Regresaron exhaustos a la habitación del barco-Hotel.

Braulio, estaba más colocado que nunca y fumaba en grandes pipas de hachs.
Ella también. A Braulio le brillaban los ojos y tuvo una ocurrencia genial:

quería filmar el acto amoroso…

Ahora que no tenemos las barreras de la conciencia.

Bañado en sudor, colocó dos pequeñas cámaras de video, con trípode y

comprobó que desde dichos ángulos pudiera obtenerse un buen “recuadro

visual”. Se reía sin sentido. Ella se tumbo en la cama, semidesnuda. El le paso

la pipa. Eva lamió la pipa de hasch y experimento el placer de la mariposa,

cuando escapa de la tela de la araña y huye hacia el universo de la escafandra.


Oyó en un murmullo, una especie de letanía, la voz grave y musical de

Braulio. Si, pronto se convertirían en grandes artistas. El seria un periodista

genial y aplastaría a todos los engreídos y vanidosos del periodismo. Y ella,


por fin, se convertiría en la gran actriz que era. No seria una mujer de la Casa

de Muñecas. Eva reía y rodaba en la cama. Braulio, brillaba como una


luciérnaga a causa del sudor que le chorreaba de la frente. Prácticamente
deliraba. Estaba satisfecho del material grabado en los barrios de Ámsterdam.

Eva reía y le decía:


- Cariño ven a mí.

Y aplastó los labios en los mestizos labios de Braulio. Rodaron


compulsivamente en la cama, desnudándose, como trapecistas ciegos.
Empapados en sudor, y chorreando saliva de las bocas, se mordían con

fruición y delectación los labios. Afuera el clamor del bullicio nocturno moría
en las calmadas aguas del mar. Braulio la desnudo. Las cámaras de video

grababan.

-Déjame mirarte lo que tienes ahí-, le dijo a ella y la abrió de piernas,

mientras ella seguía riéndose de esa manera beoda de los colgaos y su cuerpo,
palpitaba a causa de las convulsiones. Braulio aspiró un poco mas de la pipa

de Hash y en un gesto acrobático se lo pasó a Eva. Ella, abierta de piernas,

cerró los ojos, invadida por el estupor de una relajación sin límites, que la

conducía a paraísos insospechados. Braulio hurgaba allí, con la nariz y los

labios, pegados y los traviesos dedos de la mano, le abrió los labios y buscó el

clítoris:

- Oye y donde os sale el chorro de orina ¿eh? Me imagino que esto huele.

Bueno he estado con tías, que les olía. Y os ponéis compresas y cosas de esas,
que asco, ¿no?

Eva no entendía nada. Eva, no sabía nada. Era feliz, envuelta en frágiles e

invisibles columnas de humo. Braulio quería ver, el corte-orificio del


meatorio. Introdujo el dedo corazón en la vagina. Chorreaba. Tuvo una

erección.
-¡Ojala la cámara pudiera grabar esto! Grabar lo que siento. Ojala pudiera
verse lo que siento.

Eva, se dobló y le cogio el pene. Le levantó la piel del prepucio. Era un


pene largo y grueso. Una punta perleante de flujo brotaba del glande.

-Oye,- esbozó ella, con mirada y sonrisa beoda-. Y aquí, también meais.
Con la yema del dedo índice de la mano derecha, toco la gota del flujo
perleante encrespado en el glande del hinchado pene de Braulio. La perleante

gota de flujo, se esparció como una rayita relumbrante a lo largo de las


falanges de sus dedos. Ella chupò el dedo. Rodaron y rodaron, hasta caer en el

suelo. Braulio, delirando, dijo que una vez, estuvo en el piso de una puta

sadomasoquista. “una tía, muy original”, explico. Eva, le abrió las nalgas y

busco el agujero del ano de él. Esperaba que no oliera, que estuviera limpio.
-¿Que haces tía?-, dijo él, como si de repente despertara al mundo real y

avergonzado de que ella, indagara allí.

-Déjame cariño, estas limpio.

Y Eva, le lamió. La lengua de ella, penetraba y le lamia. Le llamaba

poderosamente la atención, que a los hombres le causara placer, que les

lamieran el ano. Despertaba en ella, sensaciones desconocidas. Hicieron el

amor, hasta quedar exhaustos. Braulio se hundió en un sueño profundo. Eva,

despertó al filo de la madrugada, casi fuera de si, aplastada por el aluvión


contenido de su desesperación, Se vistió y salio de puntillas de la habitación.

Salio a vagar por las calles casi desérticas de Ámsterdam. Nunca más regresó

al barco-hotel. Horas mas tarde, la encontraron muerta flotando cerca del


canal…

EPILOGO

Todos los que conocían a Rotterdam, tenían la impresión de que estaba

metido en un autentico lío. Alfredo Rotterdam, no. Creía que todo podía

comprarse con dinero, incluso los remiendos con la justicia…no en vano,

él, era dueño de varios periódicos y dos canales privados de televisión.

¿Por qué iban a meterle en cintura a él, precisamente a él, capaz de

comprar el alma de los hombres?

Además, muchos jueces le debían favores. Sobre todo ciertos jueces,

que pagaban favores a chicas extranjeras. Incluso banqueros…banqueros


cuyo fetiche, era pagar con moneda falsa a las rameras extranjeras.

Rotterdam, habituado a ejercer el poder, no iba a doblegarse ante la

justicia. Nadie le detendría tan fácilmente. Lo único que conocía era el

triunfo. Y lo único que le interesaba en la vida, era el Poder y el Triunfo.

Rotterdam se comportaba como un perro de caza, cuando ejercía su


laudatorio poder. Era escéptico en cuanto a los valores espirituales.

Rotterdam establecía relaciones comerciales con todos, incluso con sus


seres queridos. Si tropezaba con un “artista espiritual”, lo valoraba como

un objeto y calculaba, el precio que alcanzaría en el mercado. El que


fracasaba…no valía nada para él. Rotterdam no soportaba a los

perdedores, cuyo fracaso despedía un tufillo de héroe romántico y la


historia los recordaba como grandes artistas marginados y maltratados

por el sistema. Alfredo Rotterdam, era un hombre del siglo veintiuno.


Programado por el arcaico chip del poder y el triunfo; el futuro le

pertenecía. El fracaso, llegaría con la muerte.


Cuando hubo de sentarse en el banquillo de los acusados ante jueces y
abogados, nada ni nadie, le hizo dudar de su brutal convicción de

triunfador despiadado. Sobornaría a jueces y abogados. Incluso su


abogado, un brillante brocker de Sarriá, curtido en las estrictas

universidades privadas, se comportaba como un pura sangre del derecho

penal y mercantil. Otro nuevo lacayo.

Durante el juicio, el juez Sandoval, escuchó a Gómez, que sentado en el


banquillo de los acusados, causaba la impresión, de ser una depurada

versión de Raskolnikov, en Crimen y Castigo. El acusado, demacrado y

roto por la angustia, estaba en tratamiento psiquiátrico. Gómez, juró una

y otra vez, que él, jamás creyó, que los “actores” del documental, basado

en un guión del escritor, Samuel Landette, llegarían tan lejos, hasta

emborracharse en una orgía de sangre, cuyo trágico y macabro final,

acabó en el asesinato de un travestido, una mujer y una niña. El acusado,

fuera de sí, se arrodilló, casi en pleno delirio y entre lagrimas, pidió el


perdón a todos los presentes… intentó besar los pulcros zapatos del juez.

Braulio, al contrario que Gómez, mostró ser dueño de si mismo en todo

momento, libre de todo sentimiento de culpa. El mestizo, se limitó,


explícitamente a responder. El cumplía con su deber. Los “asesinos”,

como Braulio los calificó, les presionaron con amenazas, para que
filmaran la gesta sangrienta de sus crímenes. Dijo, que el finado (así lo
nombró, no exento de ironía), Heicker, se autoerigió en mártir y que él,

Braulio, temió por su vida, pues él no era blanco, como ellos. Braulio,
guardaba un profundo rencor contra Rotterdam. De buena gana habría

destrozado el juicio, pero le importaba demasiado su pellejo. Rotterdam,


le había firmado un cheque en blanco y todo intento de cobrarlo por parte
del mestizo, fue respondido por Rotterdam, con absoluto desprecio. Le

amenazó con el despido. Braulio iba hacérselas pagar todas juntas. El


ambiente de la sala del juzgado, resultaba demasiado opresivo.

Rotterdam, dormía en paz. Su imperio televisivo -periodístico, se

afanaba en presentarle a él y a los dos empleados, como víctimas

inocentes de una conjura mafiosa. Ni más ni menos. Ante la opinión


publica, amaestrada e hipnotizada por los manipuladores medios de

comunicación, la realidad era la que dictaba la televisión, erigida en

divina enviada de los dioses. El juicio se celebró rápidamente. El juez

Sandoval, negó todo tipo de declaración ante los medios de comunicación

pero estaba claro, que Rotterdam, y sus empleadillos, no irían al trullo.

Sandoval, debía favores a Rotterdam… Y es que hasta en las sacrosantas

regiones de la justicia que se supone inviolable e intachable, alcanzaba y

penetraban los tentáculos del poder del dinero. No era Alfredo


Rotterdam…era el dueño y señor, de ese Dios que es el dinero. Y si existe

algo peor que el dinero, son las influencias. Alfredo Rotterdam, tenía

cogido por dónde más duele al juez. Corría de mano en mano -, sobre
todo en las manos de los enemigos políticos y judiciales del juez-, cierto

vídeo, que inspiraba todo tipo de burlas y chanzas, a cual mas humillante
y sarcástica. Los enemigos del ambicioso juez, oprimido a su vez, por el
tribunal supremo, subyugado por el gobierno de turno. Sandoval,

ambicionaba tener una carrera política. Mientras los enemigos políticos y


judiciales, del juez, continuaran haciendo capillitas, celebrando

reuniones, con café, vodka , bizcochos y tabaco, en torno a la pantalla


gigante de un televisor, donde podían contemplarse en el vídeo , los mas
refinados y retorcidos caprichos sexuales y ciertamente actitudes

pederastas , con menores, que podrían enviarle de una patada en el culo,


fuera de la judicatura…La pregunta era: ¿quién lo filmó? ¿Y como lo

hizo? Además, el juez no debía decidir por la justicia, sino por su futuro.

Si se decantaba a favor del poderoso Alfredo Rotterdam, podría vivir

guarecido por los medios de comunicación de este, incluso jugar con el


paso del tiempo y el olvido, como tan bien emplean los medios de

comunicación. Y sino…si no….Tendría que jugar con aspectos legales. La

acusación era implacable, pero la defensa, no merecía menos méritos…

Todo el mundo sabe, que la justicia en nuestro país es lenta, lentísima, en

especial para los mas desprotegidos. Todo el mundo sabe, que conviene

que la justicia sea así, teniendo en cuenta que “los poderes fácticos se

benefician de ello”, y que nadie va “a modernizar la justicia como otras

instituciones”. La justicia está anquilosada, excepto, la justicia de los de


arriba. Durante el proceso judicial, los acusados y el principal acusado,

así como los supuestos colaboradores en el crimen del travestido, es decir,

los cabezas rapadas, cuya participación no pudo demostrarse, el juicio se


decantaba por la inocencia de Gómez, Braulio, Rotterdam y Mendoza.

Casi resultaba absurdo: ¡EN REALIDAD LOS AUTORES DE LOS


CRIMENES NO EXISTIÀN! El mayor culpable, era Heicker y Heicker,
hacia ya largo tiempo, había salido su cadáver del depósito para ser

incinerado. Los periodistas televisivos, se demostró, con la alambicada


defensa y verborrea anatomizada del abogado defensor, eran simples:

“peones”, desbordados y atrapados por las adversas y trágicas


circunstancias. Y no solo eso, el miedo, les amedrentó de tal forma,”
siendo incapaces de responder con meridiana claridad mental”. En

resumidas cuentas, no eran responsables de sus actos. Quedaba saber si


“volverían a ejercer el periodismo “. Braulio, tenia la impresión de que no

seria así…y que Rotterdam y Mendoza, les expulsarían. El tomaría

cumplida venganza. Ya lo creía. En cuanto a Gómez… Gómez, estaba a

un paso de la autodestrucción personal. Pero casi se olvidaron, de la


última de las victimas de aquella truculenta tragedia: Samuel Landette.

Absurdamente, Landette, intentó pasar desapercibido. La acusación, se

empeño en acusarle, “como el alma ideológica de los crímenes”. Cuando

subió ante el estrado Samuel Landette, ya la prensa, le dio el suficiente

bombo, como para tacharlo de: “escritor desconocido, que malvivia del

paro, empleos denigrantes y además era un escritor bastante mediocre”.

Nada más se dijo de él. Ante los presentes y los medios de comunicación,

el hombre enflaquecido, enteco, convertido en un manojo de nervios,


demostró un tremendo aplomo y una dignidad que empequeñeció a todos

los demás acusados y dejó en ridículo a los medios de comunicación, que a

favor de “sus señores”, intentó manipular las declaraciones del acusado


(al fin y al cabo victima inocente. Estafado por Mendoza). Y desde luego,

no lo logró. Landette, dijo que él vendió los derechos de su novela inédita,


como guión televisivo o algo así. Necesitaba dinero. Quería ser escritor.
Todo lo demos “lo vio en televisión”, y el guión alcanzó proporciones

dantescas. El, no era culpable absolutamente de NADA.


Yo solo soy un artista, pobre y desconocido. No un asesino. Ellos me

han robado y quieren destruirme. Yo solo quiero crear y ellos, lo han


convertido en un producto del crimen, en un patio de gladiadores…
Finalmente quedó absuelto, pero destruido. ¿Vendería el alma por ser

un artista adorado y no un artista, un creador de verdad? ¿Era todo eso


incompatible? Tal vez lo era la maldad maquiavélica del marketing.

Todos libres de culpa, excepto Heicker, que estaba muerto y no podía

hablar… Otro triunfo más del poder sin rostro.


Landette, creció con la sacrosanta idea de que era un artista y los

artistas, por supuesto están predestinados a iluminar a la humanidad,

convirtiéndose en una especie de autoridad religiosa y sacra”, seres


inmaculados, que deben ser adorados como dioses míticos. Cuando fue

entrando en la edad madura, evidentemente, el espejismo de los mitos de

la niñez y la juventud, se disiparon, muriendo resquebrajados por los

amables, duros y crudos vaivenes de la agridulce realidad de la vida. Era

un ser humano como los demás, con la capacidad de crear mundos


propios, con un talento especial. Un día, asumiendo los panes duros de la

realidad, al poner el televisor, vio a Braulio, convertido en un famoso


presentador de televisión, en el programa de más éxito de la televisión

privada: TELEVISION BASURA PARA UNA SOCIEDAD QUE SOLO


GENERA BASURA ETICO-MORAL. La democracia había muerto.

Braulio, el medio gitano, había engordado muchísimo. Gómez, el


periodista autentico, trabajaba de administrativo en una multinacional. Y

él seguía luchando...solo... el artista, rodeado de asesinos pragmáticos,


como siempre.


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