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Al final de todo lo transitado, momentos de plena pasión muestran una visión ya no de


nostalgia sino de una triste pena, de sensación que allí estuvo la vida, del paso del tiempo, de
transitoriedad, de la marca de lo efímero, aquello que se lleva la vida sin remedio y acaso
registro, y que a pesar de que se haya vivido desaforadamente la vida estuvo allí,
increíblemente, acaso sin poder atraparla, y la sensación de rencor hacia ella, de rechazo a lo
vital, de enfrentamiento ante los hechos, de repulsa de lo vivido no es sino una salida de esa
profunda pena de lo que es el paso por este camino efímero en cuanto se vive, la pena de vivir.

El paso del tiempo edulcora lo vivido, y trae consigo la posibilidad de lo atingente, nunca se
sabrá qué hubiera sucedido, y quizá la conjetura . El vaivén repentino hace que un día sea
acorde a los requerimientos uno se llene de entusiasmo, que se renueven las energías, que a
pesar de las dificultades, los traumas, los impedimentos de toda índole se pueda avanzar
aunque sea a rastras, y ello remite a un aprendizaje. Quizá todo no sea sino un equívoco, un
absurdo, y solo queda darle momentáneamente el sentido. La vida es una burda mentira que a
veces ayuda a vivir.

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