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Solo en casa

Publicado por Erika GC


Aquella noche, Michael se había quedado
completamente solo. Sus padres habían salido de viaje
ese fin de semana y su hermana mayor no volvería
hasta muy tarde, después de terminada la fiesta de su
facultad. Como cualquier adolescente, Michael se
regodeó de poder tener la residencia a su disposición y
sin nadie que lo molestase. Tal vez él no pudiera salir
de fiesta, podría podría quedarse viendo películas
hasta tarde y comer un montón de bocadillos.

El plan perfecto para cualquier chico.

Después de hacerse unas palomitas en el microondas,


se dirigió a la sala de estar y tomó el control remoto de
la televisión para buscar algo interesante. El aparato
se encendió en el canal de las noticias, donde el
presentador comunicaba una novedad espeluznante.

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Un peligroso asesino serial había escapado de la
cárcel de máxima seguridad más cercana a la ciudad.
Se trataba de un sujeto muy inestable y despiadado.

Al ver la fotografía del maleante en la pantalla, Michael


sintió un escalofrío.

—Les rogamos asegurar puertas y ventanas en casa,


y llamar de inmediato a las autoridades si llegan a ver
o escuchar algo extraño cerca de su domicilio —
recomendó el presentador.

Michael dejó todo lo que estaba haciendo y corrió a


asegurar la puerta principal y las ventanas. Justo
cuando estaba por relajarse, recordó que tenía que
ocuparse de la puerta corrediza del jardín.
Preocupado, fue a ponerle el seguro cuando notó algo
que lo dejó paralizado, a través del cristal de la misma.

Afuera, el mismo asesino al que había visto por la


televisión lo estaba mirando fijamente, de pie sobre la
nieve. Una sonrisa malsana se dibujó en sus labios y
Michael sintió temblar sus piernas.
Colocó con fuerza el seguro en la puerta y, sin dejar de
mirarlo a los ojos, palpó con su mano sobre la cómoda
cercana, para tomar el teléfono. Solo bajó la mirada un
segundo, para marcar el número del 911, pero cuando
volvió a mirar hacia afuera se dio cuenta de que el
fugitivo se encontraba mucho más cerca.

Aterrado, Michael agachó la mirada, tragó saliva y


espero a que el aparato terminara de marcar…

—Buenas noches, ha llamado usted a emergencias,


¿en qué puedo ayudarle? —habló la voz de una mujer
joven al otro lado de la línea.

—Hay un asesino en mi jardín.

—¿Disculpe?

Haciendo acopio de todo el valor que le quedaba,


Michael volvió a alzar los ojos. El asesino estaba
demasiado cerca. Pero no había huellas en la nieve.
—¿Hola? ¿Me escucha? ¿Hola? —la voz de la
operadora se escuchó como un eco lejano, mientras
un escalofrío intenso le recorría la columna vertebral.

El teléfono cayó de la mano temblorosa de Michael.


Comprendió que durante aquellos tortuosos segundos,
no había estado mirando al desconocido de pie en su
jardín. Él no estaba allí. Y lo que sus ojos habían
estado observando, era solamente su reflejo en el
cristal de la puerta.

Ahora podía escuchar su respiración con total claridad.


El asesino estaba detrás de él.

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