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Y no se define únicamente por la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos.
También se evidencia en el acceso a agua potable, electricidad, saneamiento, educación, salud y
otros servicios básicos.
Es decir, cada semana aproximadamente 1 millón de personas tendrían que salir de la pobreza
durante los próximos 15 años. ¿Es posible?
La clave para poner fin a la pobreza está no solo en el crecimiento económico, sino también en la
importancia de reducir las desigualdades entre los que tienen más y los que menos tienen (el 40%
más pobre).
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 10 muestra que reducir la desigualdad implica tener en cuenta
la variedad de sus contextos. Además de la desigualdad de ingresos en la etapa de la adultez,
existe también la desigualdad por género, edad, discapacidad, raza, clase, etnia, religión, y en
oportunidades, que usualmente se manifiesta durante diferentes etapas, empezando por la niñez,
según los Indicadores de Desarrollo del Banco Mundial.
Reducir las desigualdades latentes y erradicar la pobreza extrema implica analizar por qué para el
40% más pobre es tan difícil aumentar sus ingresos y salir del círculo de la pobreza.
Una de las formas de medir la desigualdad es el índice de Gini, que permite identificar hasta qué
punto la distribución del ingreso se aleja de un reparto perfectamente equitativo. El indicador
demuestra que América Latina es una de las regiones con el grado más alto de desigualdad en el
mundo.
La mayor parte de la desigualdad en el ingreso de los adultos de América Latina –y del mundo- se
debe a circunstancias personales sucedidas durante su niñez, que escapan a su control y
responsabilidad. Según los expertos, estas circunstancias están ligadas a la raza, el género, el lugar
de nacimiento, y el nivel educativo y de educación de los padres.
Estos factores son tan importantes para determinar el futuro de un ser humano, que se ha creado
un indicador denominado “Índice de Oportunidades Humanas” que permite evaluar cuan
diferente puede ser, por ejemplo, el futuro de un niño nacido de padres pobres en un entorno
rural frente al de uno nacido de padres educados y en un entorno urbano.
Para acelerar el crecimiento y mejorar los ingresos del 40% más pobre, se necesitan más trabajos y
programas de protección social bien diseñados. Sin embargo, una de las claves está en invertir en
los niños que viven en los hogares más pobres y expandir las oportunidades disponibles para ellos.
Esta herramienta, por ejemplo, permite ver qué está pasando con esos niños y cuántos son, para
así contribuir a cortar la transmisión intergeneracional de la pobreza, mejorar la economía e
impulsar el desarrollo.