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ISSN: 1578-6730
nomadas@cps.ucm.es
Universidad Complutense de Madrid
España
LA CUEVA SOCIAL
La sociedad deja de vivir cuando a ella le falta su conciencia escrita. Una sociedad "civil"
iletrada se guarda a sí misma dentro de unas remotas cuevas, de las que nada puede brotar,
salvo ecos, silencio, negrura. La televisión es esta cueva, y su mundo de proyecciones es
cosa de sobra analizada. Sombras que usurpan realidad, y la absurda palabra de los
filósofos, Realidad, ya no tiene referentes. Su Realidad es nada.
Hay otra faceta de sociedad "civil", ahora ya que el templo de los congregados no es,
apenas, representativo. La calle. La realidad social a pie de calle pública, la "voz de la
calle", se leía antes también en la letra impresa de los periódicos. Estos órganos de
Ilustración contaron entre los que primero hubieron de acusar, pendiente hacia abajo, toda
la degeneración del pensamiento ilustrado. De ser voceros de "salones" y de calles, lo
fueron de sus dueños, y de quienes alquilaban la voz a estos dueños, en el fondo, todos
amos. ¿Qué es hoy la voz de la calle? Subsisten, es cierto, los medios de congregación. A
toque de campana, los fieles manifestados hacen oír su "indignación". Al menos este
derecho les queda. Los órganos de comunicación de masa participan en la guerra de cifras,
resumen los actos en consignas, y valoran sus repercusiones, siempre indirectas. Sólo hay
Calle cuando los Medios se hacen eco de sus voces. Quien escribe esto recuerda muy largos
años grises de conflicto de calle, en su tierra natal. Luchas laborales enconadas, resistencia
al cierre "policial" de las industrias. Y esos órganos de comunicación de masas, más allá de
un "panorama regional" fueron ciegos, mudos, sepulcros de silencio en todo lo referente a
una difusión estatal del conflicto. Quien recuerda esta censura, veinte, quince, menos años
atrás, ha perdido para siempre toda ilusión en las democracias mediáticas. La Voz de la
Calle es selectiva, y su proyección fenoménica en la Caverna televisiva sólo "sensibiliza",
por definición, a quien habita lejos. Esto se comprueba sobremanera cuando precisamos del
refrendo de los reporteros para valorar la magnitud de lo que nuestros mismos ojos vieron
en la esquina de nuestra propia calle, en la ciudad donde habitamos, en la comarca que es
nuestra y nos vio nacer. Hechos fundamentales, sólo se registran como tales ante un notario
televidente, selector de perspectivas y cuantificador de daños y cosas.
La televisión selectiva debe rellenarse con muchas fruslerías, e incluso con programas
decididamente embrutecedores, pero de todo su poder causal, no superado por la prensa, el
más eficaz influjo consiste en aquello que decide no ver, la voz que no se quiere escuchar.
Los dramas de los pueblos y comarcas oprimidos-deprimidos, de las clases débiles y
explotadas, de la gente de a pie que no sale en los anuncios, del parado, del discriminado, la
voz amordazada, en definitiva, es la que ya no cuenta con sus órganos propios. No cuenta
con siglas para poder respaldarse, sedes sociales ni liberaciones de cargas totales o
parciales. La Democracia no es popular, esto es cosa sabida. La democracia es televisiva.
Alguien habla al otro lado de la pantalla. Y el pueblo recibe un mundo de fenómenos –de
preparados- desde el cual interpreta la esquina de su calle, los hechos del barrio, el aspecto
del cónyuge, la educación de sus hijos, la intolerancia de su vecino, etc. ¿Nos manipula esa
proyección? Vale decir –más bien- que media nuestro escaso entendimiento global de "la
realidad". A falta de mejores instrumentos, como amplias lecturas, profundos viajes y
experiencia humana, altura moral edificada con ayuda de la razón, sin grandes dosis de todo
esto, nuestra pobre rutina debe conformarse con el esparcimiento de un hogar controlado, y
una precocina de información artificial que nos va preparando el estómago, o más bien, la
digestión intelectual propia de ciudadanos medios poco preparados. La educación moral de
la TV consiste en un cierto conocimiento de las otras clases sociales de nuestra sociedad, de
los otros que emigran y se ponen a vivir entre nosotros, de otros quereres y sentires de
quienes no están a gusto de entre nosotros. La gente que sale en TV constituye
esencialmente el sistema de Ellos, a su vez, una mediación de nosotros mismos. Nosotros
proyectados en forma solipsista, incluyendo en la pantalla rectangular todo objeto, toda
realidad, ensueño, deseo, comparación. La TV, con su labor mediática, en efecto se
interpone entre todo posible objeto y sujeto, lo condiciona en su misma existencia y
posibilidad. Pone en imagen y voz la mediación que el mercado impone sobre los sujetos
articulados por él. Es el depósito de símbolos por medio del cual, en homología con el
dinero, toda posible sensación, objeto, anhelo, necesidad, es transfigurada y reconocible. La
pequeña pantalla potencia simbólicamente el mecanismo igualador del dinero, buscador de
equivalentes. El simbolismo de las democracias mediáticas, en esta fase de capitalismo
tardío y alto nivel de consumo, ha experimentado un cambio notable con respecto al
simbolismo mitológico y religioso que en Occidente llegó hasta las puertas mismas de las
dos guerras mundiales. No desaparece del mito, como articulación narrativa de símbolos
que siempre traducen y exploran (por lo tanto, no sólo reflejan) las relaciones sociales,
sexuales, productivas, políticas y demás rostros de la totalidad social. El mito subsiste en la
democracia mediática, pero los modos de articulación de sus símbolos recorren
equivalencias y pueden rotar en la masa social a velocidades inimaginables. Ello se explica
por las nuevas técnicas, más allá de la imprenta, y mucho más allá de una tradición oral. Se
puede elaborar una equivalencia simbólica a la misma velocidad en que se piensa. Además,
la producción en serie de mensajes y discursos no es más que una lógica extensión de la
producción en serie de mercancías. Es inherente al capitalismo una estereotipia del
pensamiento (ahora llamado Ideología) y un consumo pasivo del mismo. La velocidad en
las transmisiones es un dato clave. La ideología por tanto es sustancia consumible, y de
rápida mutación. Sólo las ideologías clásicas del XIX –socialismo, anarquismo,
liberalismo, etc.- se tratan como tales en tanto que son reconocibles en sus mutaciones
posteriores. Antes, sólo había pensamientos, sistemas, mitos y religiones. Ahora sólo hay
fragmentos de todo ello, articulados en sistemas que, y esta es una tesis principal, ya no
revisten un ropaje narrativo.
La llamada Sociedad Civil, tantas veces invocada por los demócratas de izquierda en
períodos en los que la mayoría no se ha logrado en el parlamento, y toda hegemonía ya se
da por perdida en los medios editoriales, televisivos, intelectuales, etc., esa Voz de la Calle,
pues, sólo existe como un enorme lazo de convocación que siempre guarda estrechas
semejanzas con el domingo cristiano, con el toque de campana de los templos, con los
rituales de unificación social que casi todo credo e iglesia ha practicado de manera
milenaria. Si la convocatoria, contra una guerra, una ley, un atentando, etc., es masiva y no
local, los órganos de comunicación reflejan aspectos de la misma e incluso reenvían como
un eco la señal acústica de esa voz, con efectos multiplicadores. La Voz de la Calle, no
obstante su eficacia convocante, enlaza pero no articula a esos átomos disgregados por el
mercado. En enlace es homólogo a la media hora de misa católica donde se puede ofrecer la
paz y estrechar la mano de un desconocido. La "fraternidad" por sí misma es escaso
ingrediente para re-articular una sociedad fragmentada por el mercado y sus
superestructuras. La narrativa de la solidaridad de todos los hombres pierde peso y
prestancia ante su componente ritual. El rito es ejecución cíclica y atemporalidad, frente a
todo mito narrativo, frente a todo relato sobre los orígenes. Mito y rito se realimentan entre
sí, pero es común que la sobrepresencia de un elemento absorba al otro y así lo reduzca en
su expresión. En este sentido, el marxismo y las restantes ideologías "clásicas" si han
gozado de poder, ello ha sido por el potencial movilizador de las masas empapadas de un
mito histórico o de una ciencia histórica. "Toda la historia de la sociedad humana, hasta el
día, es una historia de luchas de clases", reza el Manifiesto Comunista en su primera frase.
Sólo se puede ser comunista, pues, conociendo al menos un abecé de la historia de
Occidente. La Historia se convierte en la ciencia ideológica por excelencia en todos los
sentidos de la palabra. Manipulación en la enseñanza y en la divulgación, prejuicio en la
investigación, torcimiento en la visión de la realidad. Todos estos sentidos, en efecto, pero
también potencia movilizadora para intervenir en la lucha, para unir voluntades y cambiar
el curso de las leyes aparentemente férreas de la economía, la geografía, la inercia
sociológica y la concentración de poder. En qué medida la Historia es conocida de manera
esquemática, mítica o superficial, o en que grado es apropiada por clases sociales
dispuestas a hacerla suya por una vez y para siempre, esto es, a realizarla, es una cuestión
fundamental para dirimir sentidos en esa ciencia ideológica. Pero las postrimerías del siglo
XX han demostrado de forma sobrada que una izquierda meramente "ritual" y escasamelte
histórica (o sea, dotada de conciencia histórica, vale decir, conciencia de clase) es una
izquierda impotente. Las cadenas humanas y las consignas con pancartas forman parte de
las luchas políticas, pero este género de cosas no constituyen per se la lucha
verdaderamente política, que es la lucha de clases como motor de la historia. La izquierda
ritual ha retrocedido a los niveles de la "democracia radical", ya no deseosa de hacer
triunfar una clase oprimida sobre los explotadores, el único cambio histórico de
transcendencia. Más bien al contrario, la izquierda ritual de la calle se conforma con
recapitalizar ciertos símbolos de la TV y de la cultura que el mercado progresivamente
había ido retirando de la circulación. Le falta un mito movilizador, un relato trenzado con
imágenes y anhelos, que son los que impulsan una vez que se han sacado conclusiones de
determinados presupuestos. En este sentido, lógica y simbolismo no son procesos
excluyentes, y el paso a la acción es –en riguroso paralelismo- la otra faz de la moneda
puramente discursiva y razonadora. Hoy en día, muchos "ultrarracionalistas" son incapaces
de entender las premisas de los movimientos nacionalistas y de los diversos
fundamentalismos que en nuestro mundo campan por sus fueros. Se asombran los apóstoles
de la Razón de que su Reino no se haya impuesto, ni siquiera con el concurso de la fuerza
militar de los estados. Este otro fundamentalismo, que asiste incluso a muchos marxistas, se
ve incapaz de ver, por miopía inherente, las premisas igualmente racionales de estos
movimientos en tanto que no son fruto de sistemas perfectos de ideas, sino ideas prácticas
envueltas en mitos y alimentadas por experiencias traumáticas de la historia. La historia de
Occidente ha consistido, en buena medida desde aquella Ilustración colonialista y
absolutista, en no dejar en paz a pueblos, etnias y tribus que nunca quisieron saber nada de
ella. De su luz cegadora, sólo conocieron una imposición de formas y la entrada violenta de
los ejércitos en sus campos y ciudades.
soldados en Africa, matanzas religiosas en la India, coches bomba un poco por todas partes.
El burgués se creería Dios con ayuda de la CNN y de los otros órganos de sensibilización
dispuestos por todo el orbe, amén de los satélites de la estratosfera. Pero desde una
sensibilización que fácilmente puede ser dirigida, entra luego en funcionamiento un
entendimiento obrante poco más que como sistema de prejuicios. El entendimiento mismo,
y la Razón dogmática del burgués que incluso es alguien "comprometido" de izquierdas,
están mediatizados por aquellos cauces de sensibilización que le han sido impuestos, acaso
sin él saberlo. Para todos los gustos se distribuye este pan amargo de mojigatería moral.
Los padres con niños, sintonizan con la infancia. Las señoras "liberadas" se solidarizan con
los malos tratos a las féminas. El maestro soñaría con meter en clase, igualitariamente, a
todos esos millones de negritos. La enfermera destacada en la selva sigue esperando tu
aportación monetaria para comprar medicamentos. Y todo sería como aquí. El Occidente
racional tiene que ser siempre racionalizador. El gran sueño del burgués, incluido aquí el
trabajador occidental asalariado y asegurado de forma estable, es que el mundo entero, por
encima de su diversidad de razas y climas, fuera todo como aquí. De nuevo, el propio
marxismo, más allá de caer en la trampa tonta del relativismo cultural, idealiza los llamados
"logros" del capitalismo, poniendo a pie de página una y otra vez su estricta condición de
momentos relativamente estabilizados en una lucha secular entre las clases sociales. Que
todo sea como aquí debería contemplar por su parte una extrapolación de las experiencias
históricas de Occidente, cosa difícilmente imaginable en ese mundo que excluimos con sólo
nombrar nuestra más bien abstracta identidad (al margen del capitalismo rampante y la
democracia mediática) que une a americanos, europeos y –violando la Geografía-
japoneses, australianos, etc.
Pero jamás será todo como aquí. En tanto que a cada pueblo no se le deje en paz acumular
experiencias históricas tendentes a una mayor racionalidad en sus formas de vida, toda
experiencia de trasplante formal sólo servirá para consolar una noche al burgués que
consulta a su ojo televidente cada noche. Ver a los indígenas emplumados y pintados
haciendo cola ante una urna es una imagen que sigue siendo del mayor agrado de los
liberales obstinados. Puede haber una democracia electoral incluso en países donde habiten
muchos practicantes del canibalismo, como tenemos por sabido. Y es que tras el
colonialismo británico y francés, especialmente, ha persistido aquí y allá un nuevo
colonialismo que, al margen de la explotación comercial, bien pudiéramos llamar
neocolonialismo tierno. De una ternura tal, que las formas occidentales transplantadas a
docenas de países han desarrollado connubios con restos materiales de existencia de lo más
extraño y contraproducente. No pocas ONGs occidentales vierten su ternura sobre naciones
y etnias en rápida descomposición, y ese proyecto humanizador sólo en un futuro a largo
plazo podrá ser interpretado como un inmenso sistema foráneo dominante, voluntad de
poderío sobre culturas que nunca han podido evolucionar por sí solas desde que tomaron
contacto con el hombre blanco. Esto no significa que a nivel internacional el mundo se deba
encoger de hombros ante las lapidaciones fanáticas, la tortura y las masacres, el hambre y
las sequías. Pero la voz "solidaria" de un representante occidental de ONG se está
pareciendo cada día más a la de un funcionario del mundo, el discurso de un funcionario de
la Razón moral universal, que dice entre líneas a su televidente (posible colaborador por el
envío de un cheque): "la verdad es que esta gente no se sabe organizar". Voluntad de poder,
y unificación de todas las múltiples perspectivas monádicas bajo un Ojo único, que busca
fallos e imperfecciones siempre mejorables.
"Los medios de comunicación gozan de una amplia dispensa, y de forma muy especial, en
lo que respecta a su responsabilidad hacia la verdad. Lo importante no es que los medios de
comunicación mientan ("mentir" presupone estar comprometido con la verdad); mezclan,
más bien, verdades y medias verdades con omisiones, informaciones y hechos con
comentarios y juicios de valor, información con publicidad y propaganda, todo ello
unificado al elevarlo al terreno de los editoriales. Las verdades editorialmente
desagradables (¿y cuántas de las verdades más decisivas no lo son?) se refugian entre
líneas, o se camuflan, o se mezclan armoniosamente con tonterías, chistes, y pretendidas
historias de interés humano" (1)
La agresión contra Irak ilustra con perfección lo poco que avanza la conciencia
antiimperialista y la izquierda mundial tras su despertar en Vietnam y en otras agresiones
de imperio. Abundantes movilizaciones de la izquierda ritual según en qué sitio, pero la
voluntad de quien ostenta el poder llega a ser la única voluntad posible. La complicidad de
esbirros periodistas se torna día a día más explícita, pero más aún, el espectador crítico no
deja de asombrarse de la mediación total que las informaciones militarizadas llegan hasta al
hombre de bien, al amigo de la paz. Pues incluso éste pacifista de pro sabe que su guerra en
las calles de la Tolerancia no es la guerra de verdad y que en rara ocasión se juega nada. Él
es víctima, sin saberlo, de los márgenes de Negación y No-Negación que el sistema
permite, y cuya disputa es en sí mismo terreno de apuestas para los partidos y las camarillas
que –en lo hondo- participan de la misma mediación dominante del imperio del capital.
Pocos levantan cañones contra el dominador, y quien sale a la calle en retaguardia, con afán
de protestar de sobra sabe –en su inconsciente- que él ya es cautivo, y cómplice casi todo el
tiempo de los poderes dominantes. Toda su familia y su círculo de seres bien integrados se
han barbarizado por la acción imperial, por la voluntad del Capital. La TV les enseña lo que
tiene que enseñar, y la domesticación que todas las agencias pedagógicas ejercen sobre los
bárbaros de fronteras para dentro alcanza ya cotas supremas de efectividad. Que la
violencia sea presentada como cosa de la vida cotidiana, es axioma para que pueda tolerarse
la dosis de violencia semántica e inconsciente que sobre él irradia cada nuevo día.
La totalidad social televidente es como el gran Coliseo de una Roma sin límites fronterizos,
de un imperio de seres sedientos de sangre, muchos de ellos enojados con el espectáculo
pero que sólo piensan en ellos mismos. Pax, todos te quieren mientras no asomen por el
horizonte enemigos, pero entre tanto ha de formar parte del espectáculo que haya
gladiadores y cuerpos humanos tributados a las fieras y a las fieras masas. Si éstas supieran
que hay violencias y violencias, que el único que debiera caer bajo sus fauces es el César y
la camarilla que les divierten, la violencia dignificaría a esa plebe embrutecida. Los
designios de la economía han querido que no pueda dominar el capitalismo tardío sin el
concurso rugiente de estas masas brutas que "han irrumpido en la historia" (Ortega) y cuya
aquiescencia se torna de todo punto necesaria. Las masas se reproducen bajo unos cauces
siempre híbridos de tradición y adaptación a las nuevas necesidades de consumo. Su
educación y hábito moral se conforman cada vez más con arreglo a las programaciones de
gabinetes de consumo. Las masas occidentales, muy especialmente, son cobardes al
extremo de pedir una profesionalización de sus gladiadores y legiones. Que algunos cobren
por el oficio de dar a otros la muerte, pero todos seamos sus espectadores y clientes. De
guerras sabemos todos excepto en aquella que nos toque de cerca. La estadística y las obras
pías se llevan muy bien cuando atraviesan las ondas estas sangres y estos niños muertos del
telediario. Negocio y caridad no son más que la contrafigura de la violencia estructural que
todos compartimos.
Las izquierdas rituales y los "progresistas" respiran aliviadas cuando contemplan que la
Sociedad Civil (bendita tú seas) no estaba tan dormida. Más hondo respiran al comprobar
que frente a sí siempre hay algún estúpido charlatán que arremete contra ellas, a su
"pacifismo violento" y "fundamentalista". Muy morales, tienen ya al pecador, al diablo y al
abogado. Pero los bienpensantes en masa están en el circo también, hacen cola para entrar
incluso cuando piensan que la función no convoca a víctimas o gladiadores. Ellos mismos
rugen en la mediación de masas, y en ser convertibles con todo el mundo. Los insultos y
amenazas de muerte truenan en el campo de fútbol, y dondequiera que la gente "milite" tras
los colores. Estos se inventan, y la política y los deportes enseñaron a Occidente (acaso
desde Roma) que vienen a ser la misma cosa en su propia fenomenología. El pan, las masas
mediadas en el centro del capitalismo, ya lo tienen. Y sin duda el circo. Círculos
concéntricos de violencia creciente cuanto más externo haya logrado el capitalismo tardío
ejercer su dominio. Pero círculos de violencia inoculada por las propias prácticas
autosomáticas y heterosomáticas de control reproductivo social y pedagógico. Masificación
familiar, televisiva y escolar de la que no es posible huir y que en el curso de nuestra
mutación en consumidores forzosos –acaso en la adolescencia- ya se ha conformado como
cliché y vacío moral. Nada de lo que vemos desde la periferia, por los mass media, nada de
nuestra tele-videncia, es del todo real. Antes bien: se trata de un colchón que amortigua la
violencia cotidiana.
"Las fotos que aparecen en los diarios y revistas de circulación masiva muestran, a menudo
en colores primorosos y brillantes, filas de prisioneros, tumbados o de pie, dispuestos para
ser "interrogados", niños pequeños arrastrados por el suelo tras carros blindados y mujeres
mutiladas. Ninguna es nueva ("esas cosas siempre pasan en una guerra"), pero es su
montaje el que marca la diferencia (...)" (4)
la más eficiente capacidad de previsión y cálculo, se logra en nuestros días sobre las mentes
cosificadas. Ellas han permanecido al margen del espíritu, se desentienden de él y
encuentran un raro placer (¿cínico? ¿Zorruno ante uvas inalcanzables por esencia? ¿auto-
humillante?) en el desprecio por funciones y facetas que en este mundo de técnica y
planificación ya no tienen cabida. El espíritu ya casi no existe, ha sufrido un
adelgazamiento, y tan sólo una limitada lista de funciones computables, incluyendo un
cálculo hedónico de las pasiones, sólo puede soportarse atendiendo a lo ya programado. El
Dios racionalista, el Ojo de la omnisciencia y la mano de la omnipotencia se dieron en la
Modernidad como utopía difícil de creer, como mera ideología del estado absoluto. A fin de
cuentas, un derecho al exilio, una rivalidad entre estados creaba intersticios de contrapoder,
zonas de tolerancia. Hoy, el Imperio Absoluto está en nuestro globo mundial para quedarse.
Las viejas aspiraciones de la burguesía ascendente se consagran en forma de imperio
mundial tecnologizado (visión total, potencia total). Ningún estado, por rebelde y exótico
que sea, puede aspirar a ser refugio del disidente. La vida del derrocado por el imperio ya
no vale nada. No hay juicios internacionales. Todo disidente es buscado "vivo o muerto".
Todo delito contra el imperio es terrorismo. La guerra mundial está declarada y posee un
carácter permanente. El imperio ya abarca –en el límite- la esfera mundial y la burguesía
occidental desmaya y delega en sus legiones defensivas. El estado imperial es oligarquía
asociada a los oligopolios internacionales. Ellos defenderán, primero, sus intereses
(apropiación de plusvalía) y, para una eficaz cobertura superestructural, los intereses de la
burguesía pequeña y mediana, aun cuando ésta (por prurito intelectual o ético) se oponga.
El burgués será defendido a la fuerza.
Pero occidente está cansado para la guerra, y para muchas otras cosas. No hay en el viejo
continente el "ardor guerrero" que los libros de historia explican para las épocas pasadas.
La barbarie norteamericana es otra cosa. Su religión es el mercado, y un liberalismo
imposible e inexistente. Son ricos, pero también se mueren de miedo al más mínimo revés.
Sin todos sus juguetes tecnológicos son incapaces de entender qué es realmente una guerra
y, en general, qué es la vida misma. Por sobre todo credo, su liberalismo está ganado para
el protestantismo fanático que hace del dinero, y los medios para ganarlo, su único
horizonte de justificación y salvación. El que pierde es como el que ha pecado. Su sola
visión y existencia ofende al ciudadano. Y los que se van a dormir debajo del puente por
malas inversiones en la bolsa, se apartan incluso de la ciudadanía. La falta de techo es la
falta de derechos.
Europa no puede dejarse subyugar por este integrismo de ella misma. El imperio que dice
protegerla es una de las causas de su cansancio. El cansancio de la emulación. Los
soviéticos emulaban a occidente hasta desfallecer, y hoy es occidente el que emula la
versión más canalla y escuálida de su propio pasado, siempre actualizado por mutaciones
tecnológicas y macroeconómicas. Europa debe volver a la filosofía, que es su cuna, que es
su tronco y raíz. Basta darse un paseo por sus universidades punteras en investigación: han
caído víctimas del americanismo y del fordismo. Se estimula la competitividad en términos
de patentes y "papers" publicados al cabo del año. Se produce, se produce. Y la materia gris
de nuestras mejores mentes, o al menos eso dicen, es vista como máquina en la que se ha
invertido, fábrica que produce metros y metros de salchichón científico ajustado a los
cánones metodológicos y estadísticos que dicta el imperio.
Europa necesita una revuelta contra el integrismo positivista, analítico y tecnocrático que
dimana de sus amos. Sólo la filosofía, hija de Grecia, ese tierno brote de Europa, es capaz
de plantar cara a esta degradación del conocimiento a la simple condición de mero cómputo
en la gran máquina de producción de plusvalor. ¿Nos tenemos que cruzar de brazos ante sus
proyectos de enviar "filósofos a domicilio" y sus programas de "filosofía para niños?" Nos
podemos preguntar qué cosa, material o espiritual, queda por comercializar
desastrosamente. Más que hacer mofa de sus refrescos de cola y de las hamburguesas,
debería la cultura occidental pararse a pensar en lo que va a ocurrir con su patrimonio
intelectual cuando éste pase a figurar en las contabilidades yankis como un elemento más
de la industria. La industria cultural parece llamada a realizar la plenitud del desarrollo de
occidente, bajo la gigantesca metamorfosis del mercado. Los servicios asistenciales de los
estados occidentales (por un tiempo todavía serán llamados estados del "bienestar") son
objeto de valoración capitalista pues esta combustión permite la continuidad de extracción
de plusvalía por vía de la explotación, tanto de los trabajadores del mundo del "malestar",
como de los más desgraciados del reparto del pastel. Este "bienestar" de occidente es
control, y esto no hay que olvidarlo. Quien no puede ser controlado por la oficina de
Hacienda, o por las nóminas que recibe quien trabaja, es sobremanera objeto de inspección,
ora paternal ora basada en la recolocación. Como dicen Adorno y Horkheimer: "Nadie es
olvidado":
"Los trabajadores, que son los que realmente alimentan a los demás, aparecen en la ilusión
ideológica como alimentados por los dirigentes de la economía, que son los que en verdad
son los alimentados"..."En el liberalismo el pobre pasaba por holgazán: hoy resulta
automáticamente sospechoso. Aquel que no se provee de algún modo fuera está destinado a
los campos de concentración, en todo caso al infierno más bajo y de los suburbios. La
industria cultural, sin embargo, refleja la asistencia, positiva y negativa a los administrados
como solidaridad inmediata de los hombres en el mundo de los fuertes y capaces. Nadie es
olvidado, por doquier hay vecinos, asistentes sociales, (...) y filósofos a domicilio con el
corazón al lado derecho, que, con su afable intervención de individuo a individuo, hacen de
la miseria socialmente reproducida y perpetuada casos individuales curables, siempre que
no se oponga a ello la depravación personal de los afectados" (5).
Hay pastoreo de la Sociedad Civil, y éste se debe reconocer siempre como infiltración
movilizadora de agentes políticos. Todo periodo en que se acuña el tópico de una sociedad
civil dormida, este es un tiempo de olvido del pastor con respecto de su rebaño. El partido
comunista ha dejado de pastorear, y por ello los sistemas de convocatoria fueron pasando a
otras manos. La pequeña pantalla ofrecía sin contrapesos sus propias proyecciones. Los
nuevos agentes de movilización sólo contaron con eficacia ritual, pero no mitológica, y
menos aún hicieron pedagogía salvo del tipo más simple, el modelo del ritual, la causalidad
por la imitación y el ejemplo. El izquierdismo recupera la aparente hegemonía meramente
superestructural por vía del ejemplo y congregación ritual (no a la guerra, otro mundo es
posible, nuncamais...), mas el comunismo de veras sólo toma el ritual como entrenamiento
y reverberación. La protesta tórnase hábito, y vuelve a formar parte de la vida pública. Y
entonces la insumisión cobra una índole estratégica, no es puntual, es orgánica y como tal
susceptible de crecer. La protesta ritual debe reverberar, y en ondas de agitación creciente,
crear nuevos centros y ondas largas de conmoción social. Sólo en estas condiciones el ritual
es recordado por un relato, y del relato se puede formar ideología.
El comunismo ha gozado de cierta intuición ritual. Las posiciones políticas pueden revestir
un cariz intuitivo, pero esta táctica para tiempos de desconcierto no puede durar mucho y a
la larga contradice las bases racionales del movimiento, que no son sino la ciencia
ideológica, el marxismo. El comunismo debiera volver a planificar a largo plazo sus
estrategias combativas, por más que ahora sólo pueda ser del orden de una década la unidad
temporal del planteamiento teórico. Ya no sirve de nada el pensar para medio siglo por
venir. Esta es la hora de la revisión permanente, y la lejanía de toda posibilidad de triunfo
electoral para los partidos herederos del comunismo no puede por menos de prestigiar y
serenar a los núcleos de pensadores y activistas, ajenos a cualquier cuota de poder
parlamentario. El uso de la tribuna parlamentaria no va más allá de cualquier plataforma o
instrumento para la agitación y la propaganda. Las esperanzas kautskianas de alcanzar
hegemonías electorales deberían quedar desterradas para siempre de la conciencia de los
líderes y de la militancia. Las hegemonías a conquistar no se atienen a la aritmética de los
votos, y ni si quiera a la estadística de las encuestas. El movimiento no debe tratar de
concentrar opiniones y tendencias sociales por medio de la lupa transparente de un partido
diseñado al modo burgués, que al punto se vuelve incapaz de prender ningún fuego tras de
todo su esfuerzo por alcanzar una convergencia. Más bien, la hegemonía es una estrategia
sin fin y sin tregua, que supone la lucha sorda por la ocupación de más y más tribunas, más
allá de las que reserva el sistema formal del parlamentarismo. Casi hablaríamos, con rigor,
de recuperación de los atriles que en otro tiempo el comunismo disfrutó, y que una caza de
brujas sorda y prolongada ha ido expulsando. Eso ha ocurrido en el mundo del intelecto, en
la prensa, cine, universidad, vida literaria y cultural en general. La hegemonía pasa por un
discreto asalto, y una dura resistencia a las imposiciones que hacen los agentes de la
reacción. Para recuperar escenarios y atriles es importante no cejar nunca en llamar a éstos
por su nombre, pues el comunismo siempre tiene por buen aliado llamar al pan, pan, y al
vino, vino. Desde este punto de vista, el rótulo de franquista aplicado a muchos de sus
adversarios cobra toda su eficacia por el simple motivo de que es cierto y justo. En los
tiempos de la democracia mediática, la asignación "recta" de los diagnósticos y los
calificativos forma parte del proyecto general de la ciencia ideológica, que no es otro que el
de eliminar torceduras y falsas proyecciones. La crítica ideológica es, al mismo tiempo una
empresa intelectual y una estrategia de agitación social. La ciencia ideológica sólo logra sus
proyectos de pedagogía política y visión recta de la totalidad social, sobre la base de un
hábito, tanto lingüístico como moral, que contempla entre sus componentes el ataque al
reaccionario por apelación a la verdadera raigambre de sus ideas, y a la verdadera
estructura de su posición en el seno de la sociedad (su pertenencia a una clase, sus intereses,
sus engaños y retórica, sus planes confesados y no confesados). ¿Es que la ciencia
ideológica no hace uso de retórica? También, y para su honra. Pues los sistemas del
lenguaje y de comunicación forman parte esencial de la vida racional, y la persecución de
efectos emocionales en el receptor, es en sí misma deseable, por cuanto éstos a su misma
vez desencadenan hábitos razonadores y conclusivos que, quizá, no fueran previsibles antes
de la agitación en tales movimientos del alma despertados. Además, en una sociedad cuyo
dialogo político no haya caído por debajo de los umbrales de la coacción absoluta, y guarde
para sí espacios fluidos de conversación y debate, los ataques meramente lingüísticos
siempre gozan (al menos) de un auditorio doble, el del destinatario –ellos, adversarios
políticos- y de los correligionarios, el nosotros. Las descargas retóricas ya son racionales
por sí mismas, por obra de la articulación de ese doble destinatario, y de todo un espacio
intermedio de neutrales, inopinados e indecisos, que conforma al final la llamada opinión
pública. La conquista de las tribunas es un proceso político, vale decir, es voluntad de
poder. Pero por el mismo motivo, ella también es el ejercicio mismo de la razón, toda vez
que esta razón nace y se vivifica verdaderamente en las tribunas, y no en los cálculos
solitarios de los eruditos. La razón de una sociedad comunista vendrá siempre asistida por
el convencimiento de sus constructores, no ya manipulados por recursos retóricos, sino
"movilizados" tras los golpes de efecto de éstos, y replanteados personalmente en forma de
razonamientos: acción de pensamiento de todos aquellos que no se han malogrado
dogmáticamente para ello.
estado. En el orden de importancia que se quiera, estos son puntos que verdaderamente la
pedagogía oficial ha obliterado. El discurso de los "marginales" y los "radicales" goza de
todos los desprecios en las cátedras de prestigio, las tribunas laureadas por el capital
editorial y los índices de venta, los Premios Príncipe de Asturias o las tertulias de los
bienpensantes. La sola identificación de estos discursos "radicales" con los radicales de
toda índole (tan vago pero condenatorio se ha vuelto este término), espantó a muchos
cerebros pensantes y escribientes. De esta forma hemos ido asistiendo al terrorismo
semántico, en la misma medida que la contra-voz se escuchaba menos y menos, y la
hegemonía se perdía. Pero la contra-voz tiene que ser primorosamente articulada en un
sistema y apoyada por investigaciones científico-ideológicas de la totalidad social. La
contra-voz que se integra en la izquierda ritual, y en modo alguno se limita al comentario
periodístico y ensalzador de estas manifestaciones a pie de calle. La predicación a los ya
conversos es un tipo de movimiento sólo reverberante, no expansivo. Basta darse una
vuelta por entre la mayoría de los portales "críticos", "alternativos" o "rebeldes" de internet,
o las publicaciones impresas que de esa manera (u otra parecida) se autoconsideran.
¿Cuánto de ciencia ideológica puede hallarse al servicio de los movimientos de masa y
puesta al nivel de trastocar el orden del mundo? Sólo hay práctica del método periodístico,
del mejor o del mediocre. Método que los propios Marx y Engels practicaron, pues la
descripción de noticias y el comentario en columnas acaso sean imprescindibles en la
ojeada social, en la preciencia social, en la retórica de la movilización social. Pero no pasa
de ahí. Los medios de difusión revolucionaria no educan, sólo describen e informan, y
predican a sus propias militancias. Así, no se puede conseguir nada.
La educación forma parte de un complejo ontológico que, desde nuestros ejes marxistas,
organizamos tomando como centro la idea de Producción: universal en toda formación
social, con modos muy diversos de los cuales el modo de producción capitalista es el que
ha conocido el mayor grado de desarrollo planetario y la mayor capacidad absorbente de
cualesquiera relaciones sociales que se le opongan o muestren incompatibilidad con él. El
anverso de la Producción, pudiéramos decir, es la Reproducción social, inteligible a la
postre como producción de cuerpos humanos y agrupaciones permanentes en el tiempo,
génesis de la totalidad social en un proceso de creación continua, que se ha de parcelar de
forma abstracta en generaciones. Producción y Reproducción se reabsorben enteramente
entre sí, no sin dialéctica, pues la praxis de los seres humanos resuelve y supera sus
contradicciones a lo largo de la historia, a saber, emprenden una evolución cultural.
¿En qué sentido se pueden conjugar las prácticas con las estructuras? Nos proponemos una
exploración de esa vinculación dialéctica entre la acción humana –práctica- y las
estructuras humanas emanadas de la práctica (instituciones, obras, objetivaciones
culturales, etc.) por medio del concepto de Producción. La antropología filosófica
materialista, en cuyo ámbito nos movemos, cuenta con una doble obligación explicativa y
comprensiva. Para que el proceso productivo de una totalidad social se lleve históricamente
a cabo, debe darse una reproducción de esa misma totalidad social (6). No hay producción
(que es un metabolismo entre el hombre y la naturaleza, como la definiera Marx) sin una
reproducción de esa misma totalidad. La totalidad social se compone de sujetos operatorios,
vale decir, sujetos capaces de acción, cuyo sentido en ese vector metabólico de relaciones
hombre-naturaleza apunta siempre hacia una reproducción de sus formas orgánicas,
intercambiando los individuos ejemplares de las mismas, pero conservando a la postre un
mínimum de identidad, primeramente orgánica, secundariamente social. En este sentido los
grupos de individuos, y especialmente las familias, tratan de reproducir individuos
semejantes a sí mismos con vistas a conservar ciertas estructuras cuya obligada divergencia
con relación a las estructuras generadoras nos remite al cambio histórico-social. Se trata de
la reanudación de identidades, la conservación de formas sociales que son modos
contingentes y particulares de producción, nunca exportables o multiplicativos antes del
advenimiento de las formas estatales de existencia social
ONTOGENESIS DE LA PRACTICA
El sujeto no sólo nace, se hace. El sujeto sufre un largo proceso que, en su vertiente
psicobiológica recibe el nombre de ontogénesis. La toma de conciencia del desarrollo
individual de los seres -que en la Modernidad se entiende en el verdadero sentido dinámico
de una ontología de los seres vivos y activos, antes que un mero despliegue de arquetipos --
es un hallazgo de la Ilustración. La correspondencia entre la expansión y aparición de
facultades mentales del ser orgánico, por un lado, y el curso histórico de la especie, por el
otro, aparece en los Principios de Ciencia Nueva, de G. Vico. La naturalidad, en un sentido
radical, no reduccionista, del progreso del conocimiento humano, afecta por igual a una
Filosofía de la Historia, y a una Gnoseología. En este caso último, podemos palpar en el
ambiente dieciochesco una noción de epigenesis, aplicable no sólo a las formas orgánicas
en desarrollo sino a la "construcción" de los conceptos.
La especie reproduce sus individuos. Pero ¿Los individuos son unidades discretas?. Sólo en
un sentido: el número de ellas y la facilidad de reponerlos ante la criba ambiental es uno de
los aspectos más conocidos de la selección natural, el demográfico.
La vida está pautada culturalmente. Según las culturas, el ciclo es más continuo o más
pautado En determinadas culturas, hay una ruptura brusca en plena infancia, en la pubertad
o en la adolescencia. En estos "ritos de paso" (van Gennep) se pretende un reclutamiento y
un mantenimiento cultural. Se recluta a los jóvenes para ser de un género o de otro, de una
cultura en la que se cree.
Los ritos de iniciación cumplirán una función de paso de una edad de tolerancia a una edad
de "presión cultural". En ese paso se estrechan los cauces de lo "bueno" y "aceptable" para
el sujeto, pero se asumen nuevas funciones o competencias. Se puede observar
transculturalmente que hay culturas más "puntuadas", con intervalos discretos, y culturas
menos segmentadas en el ciclo de la vida. Estas diferencias de "puntuación" en las etapas
de la vida se modulan, a su vez, en relación con las culturas más verbales frente culturas
menos verbales, que se puede medir especialmente en lo que hace a la narración de
historias. Estos relatos están incorporados dentro de la ritualidad iniciática: son las
revelaciones a los neófitos. ¿Cuál es el papel de los mayores? Sospechamos, a la luz de la
etnología y la historia antigua, así como de una hermeneútica de las pinturas rupestres, que
la oralidad narrativa de los grupos preestatales era, como dijo Vico hace ya mucho tiempo,
la "metafísica poética" y "fantástica" de los primeros poetas, nunca artistas puros y antes
bien pedagogos de la comunidad, que devinieron "poetas teólogos" en las primeras
civilizaciones que han entregado al hombre actual relatos en su "fase heroica", que tan
reciente viviría todavía la comunidad con lo todo el ámbito de lo divino y lo natural, esto
es, de lo suprahumano. Esta primera sintaxis de la vida quizá constituyó la fuente de las
primeras metáforas y demás tropos, halladas no por la búsqueda de placer estético en sí
mismo (es impensable el esteticismo puro en aquellos antiguos pueblos) sino por la
necesaria comunicación intergeneracional e intersubjetiva, que siempre precisa de una
sintaxis antes que narrativa, existencial, como lo pueden ejemplificar los primeros
"misterios" en la religiosidad iniciática antigua, los círculos cerrados de guerreros, las
sociedades de cazadores, o la violenta transición de la pubertad en ciertas etnias. La
secuencia temporal de la sintaxis biogáfica o pauta narrativa (del mito) estriba en (i) el
abandono, (ii)incorporación y devolución con renovación del sujeto, (iii) devenido en
numinoso él mismo. Es el propio sujeto primitivo quien debía pautarse a sí mismo, como la
colectividad misma (viviendo en esa especie de niebla ahistórica) existía al margen de
periodos y segmentos. Los límites venían dado por el hacer mismo de la colectividad
(verum est factum).
Todo proceso ontogenético implica - en una especie social – una socialización. Una
socialización, en el sentido que a continuación vamos a precisar, no es un proceso
autónomo, vale decir, un despliegue de unos gérmenes preformados. Es también un proceso
dialéctico, en el que colisionan la comunicación intergeneracional - de una parte- con los
cambios de estado psicobiológicos en cada individuo, de otra.
La práctica es esencial para definir un agente, un sujeto activo. Las especies sociales
reciben intensa estimulación, gracias a su base genética, que por otro lado las faculta para
buscarla.
Cuanta más potencia generadora cobra el individuo (aquella unidad discreta físicamente re-
producida) entonces diremos que mayor control, consciencia y socialización se ha
desarrollado en el individuo.
El sujeto empieza a ser tal, y no mera unidad discreta, mero individuo cuando hace sus
propias estructuras (cognitivas, psicobiológicas, socializadoras, etc.): cuando se hace.
Ahora vamos a ver los medios por los cuales la red social - que ha logrado crear unidades
multiplicadas (reproducción en su aspecto homogéneo, biológico) puede recrear en ellas
unidades socializadoras (con "personalidad")
Habrá que entender lo social no sólo como una "innovación" discreta en el curso evolutivo,
un "logro" de carácter casi "mutacional", sino precisamente como un nuevo marco que
brota inmediatamente a partir del modo de reproducción sexual en la vida y, asimismo,
complementario de la selección sexual y natural.
con la ontogénesis de cada individuo. La misma puesta en marcha de las funciones, reflejos
o capacidades psicobiológicas presumibles en los individuos requiere de una "pedagogía",
entendida también como un modo de especialización de la conducta maternal en la especie
humana.
Hay que revisar en la zoología en qué punto del árbol filético hallamos especies que
reproducen individuos "inútiles" sin esa pedagogía. En estas especies dudosas, habrá que
observar -a su vez- el punto en el que ciertas conductas puramente maternales (cuidados,
caricias, "continuidades" emocionales y fisiológicas) devienen "pedagogía". Estos dos
puntos (al nivel de ontogénesis y de filogénesis) tienen que ser analizados, son, por así
decir "saltos cualitativos".
-Los ajustes y las contradicciones entre (a) y (b) obligando a cada cultura a realizar
continuas transacciones de "novedades" en la (a) por causa de "novedades" en (b) y a la
inversa. Esto lo describe Marx en su análisis del auge del capitalismo, pero se ha dado
desde el momento en que aparecen los estados, asociados a la escritura, la esclavitud, el
derecho: la gran floración de superestructuras, que hacen al hombre "sustituible" dentro de
su clase o casta (ya comienza esto con el neolítico agrícola) y no meramente equivalente.
La llamada "evolución cultural" no es en realidad una fuerza en sí misma sino una
resultante de los ajustes y de las contradicciones en los modos "a" y en los modos "b".La
famosa tesis marxiana de la contradicción entre las relaciones sociales y el modo de
producción, se tiene que poner en perspectiva evolutiva, remontando esta contradicción
fundamental incluso hasta la prehistoria y, aún más, hasta la remota filogénesis del hombre,
entendiéndose así como una diferenciación dada a raíz de contradicciones psicobiológicas
más básicas aún.
Véase por ejemplo la disociación entre conocimiento y experiencia, saber qué y saber
cómo, teoría y práctica. Esa disociación comienza cuando hay diferenciación de castas o
clases sociales. Los etiquetados cognitivos surgirían a raíz de las etiquetas sociales, reales,
El hombre parece ser efectivamente un animal simbólico, como ya nos dijera Cassirer, y el
extrañamiento de las superestructuras ideológicas con respecto a las bases, tendrá orígenes
muy remotos, pues el todo social (una comunidad, una tribu, en los principios) no sólo
precisa producir, sino reproducirse a si mismo como red social en la que entran a formar
parte los sistemas de símbolos, sustancia de toda superestructura primitiva.
Sumativista, discreta.
Los dos tipos de evolución social fueron barruntados por L.H. Morgan (11)
"Cuando recorremos en sentido inverso las diferentes vías seguidas por el progreso, cuando
nos remontamos hacia las primeras edades de la humanidad y eliminamos una después de
otras, en el orden en que aparecieron, las invenciones y descubrimientos –por una parte—y
las instituciones –por la otra--, advertimos que las invenciones se suman unas a otras,
mientras que las instituciones se desarrollan unas a partir de las otras. Mientras que en la 1ª
categoría existe una conexión más o menos directa, las instituciones den cambio se
desarrollan a partir de una cantidad muy pequeña de gérmenes primarios de pensamiento"
(12)
He aquí la Matriz generadora: una totalidad social, dotada de sus propios motores de
transformación natural, de modo tal que se torna necesario dotar a esa matriz de órganos
suplementarios, diferenciados, de control social, con la separación de clases que eso
implica: sacerdotes, religión frente a sociedad.
No es fácil hallar pruebas en tales grupos, al menos en sus escasos representantes actuales
de autoconciencia de tales diferenciaciones. Precisamente porque ellos no distinguen como
nosotros hacemos, y otros pueblos históricos y "literatos" de la antigüedad, entre conocer y
hacer. Sus conocimientos folk están diseminados a lo largo de todas sus creencias y
conductas. Su relación con la naturaleza, nos dicen los antropólogos, parece más bien
conversacional y tentativa, no explotadora. Sus mitos también son acción. Nunca se
disocian de la acción a menos que lleguen a ponerse por escrito, y se entre, por tanto, en las
avenidas de la historia. Su inteligencia social no es tecnologica. No elaboran un corpus
autónomo de conocimientos que se lleven a la práctica.
psicobiológicas (el paso por etapas, por ejemplo, en la psicología evolutiva piagetiana) en
realidad viene mediado por lo que hemos llamado "pedagogía" que se "opone" al desarrollo
(el "desarrollo" y la pedagogía" no podrían existir el uno sin el otro a partir de cierto grado
de desarrollo filogénico).
El medio se construye. Los animales, los homínidos, los seres humanos, son centros de
acción, ya desde los más básicos niveles. Cada acto perceptivo es, literalmente, una toma de
posesión del mundo, no de un mundo pre-dado, sino de un mundo, en principio, concebido
por solapamiento de actos perceptivo-motores de grupos sociales en que nace la criatura.
Los primeros actos senso-motores ya reflejan, como verdaderos microcosmos, todo un
universo social construido de otros actos.
A la luz de esto, las primeras "superestructuras" (en lenguaje marxista) todavía sin conocer
en su seno diferenciación alguna (mito, religión, tradición estética o técnica, o guerrera) se
podrán entender como elementos o rasgos de reproducción que, precisamente por no tener
el cuerpo humano como fracción o unidad discreta a reproducir, definen una reproducción
más allá del sujeto individual operatorio.
Las tradiciones orales, los mitos, etc., por tanto, cumplirán su papel mucho más allá del
famoso rol que se les suele atribuir: la "cohesión social". Esta cohesión de nuevo, no es sino
una resultante, nunca una función.
Un mito, por ejemplo, tiene que ver con la reproducción en los dos aspectos que hemos
tratado -biológico y social-, y por tanto, se inserta entre dos actos reproductivos y tiene que
ver con la transformación de los modos de producción y subsistencia. Un mito no es un
pensamiento primitivo o una pre-lógica. Tampoco consiste en una simple narración. Es una
secuencia simbólica fácilmente reproducible "intergeneracionalmente" cuyo esquema
repetido y persistente da buena cuenta de sus funciones, a saber, entre ellas: (a)
Continuistas (la red social en su momento antecedente) y (b) Integracionista (la
reproducción en su fase de acomodación de las unidades, reintegrándolas una y otra vez
(cada instante) a la red de que proceden, en última instancia.Ambos son los dos aspectos de
la reproducción biosocial, y guardan entre sí una relación dialéctica.
Las alteraciones en los mitos, en las tradiciones, más allá de la mera "corrupción" (errores
de "copia"), en tanto que son dialécticos, habrán de buscarse en las preferencias por ciertas
cadenas discursivas frente a otras. Toda vez que en una cultura florecen secuencias
diversas, en las que unas se imponen sobre otras porque en toda cultura, cambian de
posición las distintas alternativas coexistentes (en una sociedad desarrollada, las clases o
los grupos dominantes).
Debemos resaltar lo que ya debía darse por supuesto en las anteriores proposiciones: en
cada acto reproductivo se desencadenan procesos ontogenéticos que se encuentran
íntimamente ligados al modo de subsistencia / producción. Por tanto, el modo de
reproducción no es una garantía para la pervivencia del modo de producción/ subsistencia.
Es también activo como la "unidad" que este se encarga de reproducir: un sujeto.
Las relaciones ideológicas, como relaciones sociales que son, comportan a un mismo
tiempo sus "creaciones" que sus "ocultaciones". A la manera del lenguaje, y como han
enseñado los estructuralistas, son al mismo tiempo fundantes de novedades ontológicas,
reorganizando estructuras precedentes, como sistemas de ocultación del máximo interés
epistemológico. Una ideología, como el lenguaje, dice tanto como oculta. Y los modos
cambiantes en que se da producción y embozamiento de la realidad social son los mismos
modos en que se verifica la reproducción social. Cuanto dice una ideología, lo dice por obra
de una selección, deformación, substitución, etc. con respecto a una base de referentes
anclada en el sistema económico, de la Producción. Cuanto oculta, y que sólo con métodos
estructurales sale a la luz, también es lenguaje, es decir, series narrativas y cadenas
elaboradas de otras producciones y de otras ausencias.
En el transcurso de una edad de hielo para el comunismo internacional, que va desde finales
de los 70, y las enteras décadas de los 80 y 90, viene del mundo anglosajón una fría
A qué dudar que las pretensiones de Elster y su marxismo analítico (14) equivalen a un
oxímoron inaceptable siempre que comprendamos bien la primera etiqueta, "marxismo" sin
apellidos incompatibles ("analítico") con su esencia. Marx fue fundador de un método
propio, que nosotros podemos definir como "análisis dialéctico de la totalidad social", y es
análisis debe ser "totalizador" por necesidad.
Las relaciones ideológicas tienen su substrato material en las relaciones que los hombres
contraen entre sí a la hora de producir. Estos hombres se escinden en clases, según el grado
de control de los medios de producción. La ideología democrática, p.e., otorga igualdad
política con independencia de la factual desigualdad económica. La política se muestra, en
su análisis dialéctico, como la forma (igualdad formal) ante lo materialmente desigual
(desigualdad en la posesión o control de medios productivos). Es evidente que desde su
origen como ciencia ideológica, las relaciones ideológicas han aparecido como
"mediaciones totales" (y no subconjuntos o partes) de las relaciones productivas. No es
desacertado establecer un parangón entre las categorías de la Economía Política, con su
trabazón propia más o menos formal (y que actuaron en Marx a manera de malla para la
disección de la sociedad capitalista), por una parte, y las difusas constelaciones ideológicas
(por no decir categorías sin violar el término) que componen un cierta superestructura
social reproducida por todos y en cada uno.
CONSTRUCCION DE NACIONES
menos en nuestra península) no es empresa tan utópica y descabellada como se nos quiere
decir. Políticamente constituye la reacción contra un centralismo tardío del siglo XIX, en el
que tomó parte la red viaria y los ferrocarriles, amén de la creación del cuerpo de la
Guardia Civil, que fue vehículo inestimable de integración nacional fusil en mano. El
sopapo de maestros y curas sobre niños malhablantes, pobres lenguas chicas (dialectos),
hicieron gran parte del resto. Pero hay otra reacción cultural y simbólica mucho más ancha
que éstas dada arriba como referencia. La homogeneidad cultural de una parte sobre el todo
no puede ejercerse contra el peso de tres mil años de relaciones sociales e identificación
con los territorios. En ese lapso, la urbanización fue cosa de poco más atrás del tiempo de
nuestros abuelos, coincidente con el reparto administrativo de territorios en provincias ad
hoc. Es bien cierto que Cervantes nos pertenece a todos, y que entre vecinos se dan
profundas comunidades de habla, arte, fiesta y tradición. Pero desde tiempos isabelinos,
borbónicos, y más recientemente, franquistas, la losa de los clichés centralistas (Madrid),
veteroimperiales (Castilla), o pseudofolklóricos (15) (Andalucía) ha caído de repente, tras
la transición, sobre millones de pobladores de territorios radicalmente heterogéneos con ese
folklore propio de cada uno. Una explosión contenida de nuevos lazos artísticos,
sentimentales, etc. se puede detectar ahora de entre las avanzadillas de la sociedad. Los dos
caminos de agua, Atlántico y Mediterráneo, son ahora puentes de conexión revividos por
finos sentimientos despertados tras de tantos años centrípetos. En vez de una celtomanía,
por cierto racista y poco fundada, vemos hoy que los lazos atlánticos de la música,
comunidad de paisaje e historia, así como la pervivencia (muy deteriorada hoy, es cierto) de
mito y leyenda, es un fenómeno cultural de alto nivel, que mueve a elites regionales y
locales, crecientemente conectadas entre sí por unas hebras que todavía no son políticas.
Mucho más conocida es la mixtura anciana de pueblos y culturas que garantizó el
Mediterráneo desde tiempos remotos, y que, sin embargo se expresa a un nivel mucho
menos popular que en el caso norteño, es reconocida como identidad "transversal" mucho
más honda que la oficial, la posibilitada por cualquier estado centralista. Abundantes clases
populares, a diferencia del mundo celta, no estarán jamás dispuestas a compartir esta
disolución de su hispanidad, porque el "charco" mediterráneo baña también a culturas
islámicas, que en estos lares sólo son reconocidas como hermanas por un puñado de
exquisitos intelectuales, absolutamente denostados por la masa cuando tocan este punto.
Los pueblos mediterráneos cristianos no quieren hermanarse con los musulmanes.
Construir una nación, antes de todo proyecto inmediato separatista representado por
partidos políticos, representa una labor creadora y altamente imaginativa. Estas potencias
del alma humana corresponden –de manera eminente- a talentos "buscadores" que sueñan
aquello que todavía no tienen. Ellos y los suyos inmediatos tienden un puente entre el aquí
y ahora, acueducto por sobre estúpidas molicies de la vida administradas de manera
provinciana, y crean una sociedad nueva más acorde con sus propios mitos. Aquí el
comunismo y la ideología de la izquierda internacionalista han estado en general muy
presentes en aquella tarea "creativa" que no ha gozado de respaldo empresarial, clerical ni
de mayorías que, financiadas por estos sectores, apoyan con su voto el género de
conservadurismo que se conoce en versión nacionalista. Esta es una diferencia fundamental
entre los bloques nacionalistas (muy minoritarios) de izquierda en las periferias célticas y
cantábricas, ajenas por completo a la labor de los seminarios, y del influjo de los jesuitas,
ajenos a todo el mesianismo inherente que huele a incienso, o en las antípodas del
Y para (re)inventar estas naciones, hay que "entrar" en los procesos de Reproducción Social
y pedagógica. Educación de los pueblos, asunción racional de mitos y símbolos,
reproducción continuada de valores y adiestramiento en maniobras de resistencia. Esta es,
en nuestro ámbito, la única vía (marxista).
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NOTAS
(1) H. Marcuse. La agresividad en la sociedad industrial avanzada. pps. 123-124, Alianza
Editorial, Madrid, 1981.
(2) íbid. P. 114.
(3) Ibid. p. 115
(4) ibid. P. 115.
(5) Adorno y Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, Edit. Tecnos, Madrid, 1998; p. 195.
(6) Veáse nuestro trabajo, "La totalidad Social", en Nómadas. Revista de Ciencias Sociales
y Jurídicas, nº 4 (2001), y los siguientes artículos publicados en esta revista, donde se
explica que el proceso educativo siempre forma parte de la producción-reproducción social.
Igualmente puede consultarse C. J. Blanco Martín: "Filosofía de la Educación", Paideia, 58
(2001), pp. 545-556.
(7) Sobre estas cuestiones, ver mi trabajos "La naturalización del psiquismo. Estudio
crítico" A Parte Rei, Nº 21, de mayo de 2002. http://aparterei.com/natura.htm
(8) El autor de quien procede esta idea es el filósofo y psicólogo americano James Mark
Baldwin
(9) La relación entre superestructuras y base productiva es "interna", tal como se puede
observar en los pueblos cazadores y recolectores. Con el gradual desarrollo de la
tecnología, esta se vuelve más y más independiente de la técnica, como si de un mundo
propio y extrañado se tratase con respecto a las habilidades de los sujetos.
(10) En nuestro país, esto se ve subrayado por los libros de J. L. Arsuaga y otras
informaciones de la paleontología humana.
(11) Losada, B. Aires, 1971.
(12) Citado en p. 31 en Terray: ‘Morgan y la antropología Contemporánea’, en El
marxismo y las Sociedades Primitivas.
(13) Editorial Tecnos, Madrid, 1992.
(14) Jon Elster: Una Introducción a Karl Marx, Siglo XXI Editores, Madrid, 1991.
(15) Recalcamos su falsedad, pues los propios andaluces han sido víctimas de un expolio de
su propio y riquísimo folklore, a costa de una caricatura estándar y tópica, que pesa sobre
ellos tanto como sobre el resto de los habitantes del Estado, incapaces como son en su capa
más cultivada, de identificarse con el mito de ida y vuelta fabricado por los extranjeros y
asumido por los más centralistas de entre nosotros.