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Caso #1

Alejandra, de 20 años de edad, trabaja como enfermera en una clínica. Acude a consulta por primera vez y refiere sentirse
mal desde hace unos meses cuando descubrió que su padre mantenía una relación sentimental con una persona de su
ambiente laboral a la que conoce.

Desde entonces la paciente manifiesta que no sabe cómo actuar, no sabe si decírselo a su madre porque ésta tiene
problemas de ansiedad y cree que no lo soportaría. Se lo dijo a su hermana y su hermana no le ha dado demasiada
importancia según refiere se ha desentendido del asunto. La paciente manifiesta que ha cambiado el concepto que tenía
de su padre, y desde el día que se conoció lo sucedido, “lo enterré”. Antes pensaba que su padre era “una persona muy
trabajadora que hacía todo por su familia”, “que podía estar día y noche trabajando por ellos”. Desde que descubrió un
mensaje de teléfono móvil, la paciente manifiesta “que su padre le da asco”, ”que no puede mirarlo a la cara”, “si mi padre
me ha fallado, cualquiera puede fallarme”, rompe a llorar cuando manifiesta que lo que más le duele es pensar que ”ya
no nos quiere”.

La paciente manifiesta que después de este episodio, se ha dado cuenta de que lo más importante son su madre y su
novio. Los percibe como sus dos únicos apoyos y no se interesa ni quiere ver a nadie más. De hecho, ha dejado de ir con
sus amigas, porque manifiesta que no tiene ganas de estar con nadie, ni tampoco disfruta. Quiere todo su tiempo para
estar con su novio que según refiere, “es el único que me ayuda” y con su madre “porque me necesita”. Su madre es ama
de casa y según refiere, tiene problemas de ansiedad (ataques de pánico) y está diagnosticada de depresión desde hace
un año y medio. Está siguiendo un tratamiento psicológico y farmacológico. La describe como una persona tremendista,
que tiende a catastrofizar los problemas. La paciente refiere que en la relación entre sus padres no existe comunicación.
Según refiere, su padre llega a casa, cena y ve la TV y se va a dormir sin hablar prácticamente sin nadie. Actualmente, la
paciente se siente triste a diario, llora con más frecuencia, aunque empieza a tener días mejores. Nota que ha perdido el
interés en muchas de las actividades que antes le gustaban, como por ejemplo, salir con las amigas o mantener relaciones
sexuales. No sabe bien como solucionar esta situación porque según manifiesta “se me han roto los esquemas y no sé qué
hacer” “me siento incapaz de tomar decisiones”. Tiene problemas de sueño (le cuesta conciliar el sueño y en ocasiones
despertar precoz). Asimismo, manifiesta tener pesadillas con su padre y su pareja juntos, y según refiere, “no puede
soportar verlos juntos”. Por otro lado, en la actualidad, la paciente afirma haber aprendido cosas de esta situación, como
por ejemplo, darse cuenta de la buena relación que tiene con su novio y volcarse de lleno en la relación con su madre.
Caso 2

Marco, de 34 años de edad, casado, sin hijos. El paciente acude a consulta porque según refiere, hace dos años decide
iniciar una empresa propia, abre una franquicia y desde entonces, “han sido todo problemas”. Para ello, tuvo que irse a
vivir a otra ciudad, y pedir un préstamo importante al banco, dejó su anterior puesto de trabajo. Refiere haber puesto
mucha ilusión, trabajo y esfuerzo en este proyecto. Sin embargo, al cabo de unos meses de irse solo a vivir allí, empezó a
sentirse desbordado por los acontecimientos, refiere que “era demasiado trabajo para una sola persona, y las ganancias
no le permitían tener más ayuda profesional”, hasta que decidió vender el negocio.

Actualmente, se encuentra deprimido por todo lo sucedido y constantemente echándose la culpa por todo. El paciente
afirma que él y su mujer llevaban una vida tranquila antes de meterse en esta empresa. Lo habían ascendido y tenía un
sueldo razonable, además se llevaba bien con sus compañeros. Refiere que él y su mujer estaban bien y no entiende por
qué tuvo que tomar esa decisión. Su idea era abrir una franquicia y tenía previsto estar fuera de casa dos años para después
poder contratar a un encargado en quien poder confiar y poder volver a vivir con su mujer. Pensó que no sería demasiado
pesado y que al cabo de hacerlo un tiempo, les compensaría a ambos. Cuando pasaron unos meses, el paciente empezó
a sentirse mal porque según refiere, “no salía de la tienda, dormía allí y estaba todo el tiempo trabajando“. Además,
empezó unas obras que se retrasaron mucho y esto hacía que no pudiera atender a los clientes ni poner en funcionamiento
la tienda y de este modo no podía devolver los préstamos que debía. Empezó a tener ataques de ansiedad y llanto a diario,
hasta que finalmente, decidió vender la tienda.

Actualmente, se encuentra desempleado desde hace cuatro meses. Afirma sentirse inestable, sensación de tristeza
importante (hay días en que no se levanta), apatía, anhedonia, ha dejado de lado la higiene general, no quiere saber nada
del trabajo, afirma que le da todo igual, ha perdido el interés por todo, también por el sexo, y según refiere, cree que las
cosas no van a mejorar. Afirma tener altibajos en el estado de ánimo. Continuamente se siente irritable, irascible, muy
sensible. Insomnio de conciliación (de 4 -5 horas). Manifiesta tener ideas de muerte e ideación suicida, pero según refiere
no lo haría.
Caso 3

Sandra de 33 años de edad, trabaja como cajera en unos grandes almacenes y actualmente, se encuentra de incapacitada
por enfermedad física (informa que padece dolores muy intensos en el cuello y en la cabeza) desde hace 2 meses.
Manifiesta que siempre ha padecido este tipo de dolores, pero empezaron a ser más fuertes aproximadamente, hace año
y medio. Lo atribuye una situación de acoso en el trabajo. Trabaja en la misma empresa desde hace ocho años y, según
manifiesta, nunca ha habido una buena relación entre su jefe y ella. Refiere que a lo largo de los años ha ido degenerando,
llegando incluso a haber maltrato psicológico (“eres idiota”, “no sirves para nada”, “no sabes hacer tu trabajo”, etc.), o
haber vivido situaciones de abuso de poder (pegarle en la cabeza o tocarle el trasero).

La paciente manifiesta no saber manejar este tipo de situaciones, (se queda callada, paralizada sin saber qué hacer), y
hace 2 meses empezó a somatizar (fuerte dolores de cabeza y cuello) hasta que finalmente, pidió la baja laboral. Le
concedieron una incapacidad debido a enfermedad física, sin embargo, le diagnosticaron depresión mayor y estuvo en
tratamiento psiquiátrico durante 6 meses, hasta que finalmente se reincorporó al trabajo. Cuando se reincorporó al
trabajo, la paciente manifiesta que se sentía con fuerzas para afrontar la situación de otra forma y decidió hablar con el
jefe de personal sobre el problema que existía con su jefe. Desde entonces, éste no hace comentarios despectivos, ni
sexuales hacia ella, tampoco realiza conductas que pudieran calificarse como “dudosas”. Sin embargo, manifiesta que el
ambiente continua muy tenso y enrarecido. Según refiere la paciente, sigue habiendo gestos, malas caras, o
contestaciones fuera de tono, de forma privada y también atendiendo al público, que le hacen sentir mal. La paciente
afirma que este ambiente no solo lo percibe la paciente, sino también algunas de las compañeras de esa sección que
también han acudido a hablar con el jefe de recursos humanos, sin obtener importantes cambios. La paciente refiere que
dos compañeras de este departamento también están en tratamiento psiquiátrico debido al mismo problema, sin
embargo, no se sienten capaces de aunar fuerzas y denunciar este hecho porque consideran que pondrían en juego sus
respectivos puestos de trabajo.

Actualmente, la paciente experimenta estado de ánimo decaído, tristeza casi a diario, apatía y anhedonia. Insomnio de
conciliación (le cuesta alrededor de una hora conciliar el sueño cada día). Ha perdido el apetito, (ha perdido 5 kilos en
cuatro meses) y refiere problemas de concentración.

Con respecto a sintomatología ansiosa, la paciente refiere que la mayor parte del día se encuentra rumiando acerca del
problema con su jefe, “lo que estará diciendo de mi al resto de compañeros”, “pensarán que es cuento”; “me da pánico
volver, me sentiré inútil, me desbordaré”, etc. Refiere que este tipo de pensamientos le produce síntomas de ansiedad,
como por ejemplo, palpitaciones, calor, falta de aire, tensión muscular. Asimismo, experimenta dolores de cabeza y de
cuello.
Caso 4

Eva es una chica de 17 años que cursa segundo de bachillerato. Tiene un nivel cultural medio y es muy inteligente. Es una
persona extremadamente madura para su edad porque, según ella, sus padres siempre han estado trabajando y ella se
ha criado con sus abuelas, tías y primas mayores que ella. Viene a la consulta “empujada” por su madre, que dice de ella
que últimamente está muy rara, irascible, muy exigente con todo y con todos, (sobretodo con los padres y con su novio),
pero que lo que más le preocupa es que está exigiendo a todos un elevado nivel de justicia, sinceridad, honradez,
perfección, y que las cosas tienen un solo punto de vista y una única forma de hacerse: la suya.

A.S. explica que hacía unas semanas había sufrido una agresión. Cuenta que durante un recreo del colegio observó que
unas chicas estaban discutiendo, a ella le hacía gracia porque parecían niñas de cinco años, pero la discusión fue a mayores
e intentaron pegar a una de ellas. A.S. acudió a separarlas a la vez que algún profesor y la cosa no fue a más, aunque sí
recibió amenazas por parte de una de las agresoras por haberse metido en la pelea. Ella no hizo el menor caso.

Ese mismo día, al terminar las clases a las 2:30 de la tarde, A.S. se marcha a casa caminando. Cuando estaba ya en su calle,
oye que unas chicas empiezan a insultarla. Ella se vuelve y ve que son las chicas de la pelea del colegio acompañadas por
otras que no conoce, en total unas diez. A.S. acelera el paso y las otras siguen insultando y empiezan a correr detrás de
ella. A la altura de su casa, le dan alcance y la acorralan. A.S. se pega a la pared y las otras empiezan a insultarla y empujarla,
ella no se defiende, baja la cabeza y se tapa la cara con las manos. Le dan puñetazos en la cara y el cuerpo, empujones, le
tiran del pelo, la tiran al suelo y le dan patadas en la espalda. Por curioso que parezca, a esa hora no pasa nadie por la
calle que la pueda ayudar. De repente puede salir corriendo, llega a su casa y toca el timbre para que baje su padre. Las
chicas salen corriendo y escapan. El padre la lleva al hospital. Tiene la cara destrozada, una fisura en una costilla y
contusiones por todo el cuerpo, la curan, le dan tranquilizantes y les aconsejan que denuncien. Del hospital van a la
comisaría, ponen la denuncia correspondiente y se van a casa.

Al día siguiente no quiere ir al colegio y sus padres acceden a que no vaya. Por la tarde su novio la recoge para que salga
un rato de casa y al volver, se encuentra a la madre de una de las agresoras hablando con sus padres. Esta les pedía que
quitaran la denuncia, que su hija no había hecho nada y que había sido A.S. la que lo había empezado todo y que eran
“cosas de niñas” que no había que hacerle caso y que lo que había pasado no tenía importancia. A.S. sufre un ataque de
ira, se pone a llorar, a gritar y la señora se va de casa. A partir de ahí se derrumba, piensa que sus padres no la van a apoyar
y proteger, se enfada con ellos y empiezan las conductas y los problemas de los que hablaba su madre. Reconoce que
todo esto ha afectado a todos los ámbitos de su vida. Empieza a perder todas las asignaturas porque no puede
concentrarse y estudiar, deja de salir sola a la calle, por tanto deja de hacer muchas cosas que antes hacía, no puede
dormir, no puede comer en sitios no seguros, empieza a tratar mal a su hermano y a sus padres, con su novio también
empieza a llevarse mal, él no le da todo el apoyo que ella cree que debía darle, se da cuenta que todo va mal en su vida.
Ella era muy independiente y ahora depende de todos para moverse y hacer cosas, se siente inútil y considera que así no
merece la pena vivir. Es en este punto cuando llega a la consulta.
Caso 5

Kevin es un niño de 12 años que llega a consulta acompañado por sus padres quienes refieren que la psicóloga del colegio
les dijo que el niño tenía un diagnóstico de TDAH (déficit de atención e hiperactividad) refieren que las dificultades del
niño han empezado a presentarse desde los 8 años. Madre: “ yo ya no sé qué hacer, llevamos a Jordi de colegio en colegio
y de médico en médico y él no cambia” Padre: “ya no sabemos qué hacer, le va mal en el colegio, se porta mal con las
profesoras y con sus compañeros es agresivo, en casa nunca hace caso a nada de lo que se le ordena”

Los padres refieren que también estuvieron en consulta con psiquiatría pediátrica y el niño toma tratamiento
farmacológico desde aquel momento. La familia aporta todos los informes psicológicos y escolares del niño donde se
evidencia constantes fallas académicas, ha perdido 3 grados y ha cambiado 4 veces de colegio desde que inició su
escolarización hasta ahora siempre le había ayudado la familia pero con la entrada en la adolescencia la situación se estaba
haciendo cada vez más insostenible ya que provocaba muchas peleas con sus compañeros, por eso decidieron darle el
medicamento que sugirió el psiquiatra.

Al iniciar una valoración se observan grandes dificultades en la planificación de las tareas y en la revisión de las mismas.
Se evidencia que en matemáticas no termina los problemas y presenta errores de cálculo, no escribe claramente, invierte
algunas letras y presenta muchas faltas de ortografía, al leer hay poca comprensión y falta de capacidad para organizar
las ideas en un texto y extraer una idea principal. Tampoco sabe utilizar estrategias de aprendizaje ni técnicas de estudio.

Los padres refieren que en casa no le han dejado ninguna responsabilidad “con que le vaya bien en el colegio es suficiente,
para qué le vamos aponer más presión” la abuela lo cuida durante el día y ella exige muy poco debido a la recomendación
de los padres; Jordi en casa no es agresivo con su abuela pero sí con sus padres, les dice que él está enfermo y que no
deben darle ordenes.
Caso 6

Ema tiene 16 años de edad y es estudiante de grado 11, asiste a consulta acompañada por su madre quien refiere que “mi
hija ya no es la misma de antes, se preocupa mucho por su aspecto, ha dejado de comer y hasta se desmayó y debimos
hospitalizarla, ya no es feliz” (la madre llora mientras narra lo anterior). “Yo le he dicho que es muy importante para una
mujer ser bonita, que hoy en día a las mujeres gordas nadie las quiere y que ella debe conseguirse un buen hombre que
la quiera, no como su papá, pero nunca le dije que dejara de comer yo quiero que ella sea feliz y no le vaya a tocar pasar
por todo lo que me ha tocado a mi”.
Alba por su parte refiere: “Vivo aburrida con mi vida, lloro mucho desde que engordé de este modo tan absurdo, me siento
muy sola y me da mucho miedo estar así para siempre, pues sé que nadie se fijará en mí. Soy muy gorda y odio eso de
mí… Llevo como cinco años haciendo dieta (dejo de comer). Mi mamá me decía que si me dejaba engordar iba a quedar
solterona… También vomito, empecé a hacerlo cuando tenía como 13 años, en una fiesta mis amigas me dijeron que
estaba gorda y que no era bueno que yo comiera torta… ¡me sentí tan mal! Boté la torta y salí corriendo, fue horrible.
Ahora, con mis amigas del colegio (las más bonitas del salón) nos reunimos para hablar de mi situación con el peso, ellas
me han recomendado que no coma, a veces vamos a la casa de Camila y ella nos enseña lo que ha aprendido de “Ana y
Mía” (una página de internet sobre anorexia y bulimia). Ahora estoy vomitando casi todos los días y casi siempre es porque
mi mamá me dice algo de mi aspecto físico o en el colegio se burlan de mí.”

Ana además agrega que “otra cosa que me amarga mucho es que no tengo novio, todas mis amigas tienen uno y yo no…
¡claro como ellas son tan lindas y yo soy “esto”! (se señala y le tiembla la voz). Hay un niño del colegio que me encanta,
es amigo de Cami… La semana pasada intenté hablar con él, me pareció que yo le gustaba, pero al final de la conversación
me dijo que estaba enamorado de Diana y que como yo era tan cercana a ella, que si lo ayudaba… ¡Me sentí de lo peor!
(llanto)… ¡qué estúpida, que ilusa! Creer que alguien como él se iba a fijar en mí… Dejé de comer por tres días y me
desmayé… Me llevaron al hospital… Mi vida es un asco (llanto)”

Ana ha perdido cerca de 5 Kilos en los últimos dos meses, restringe la mayoría de sus comidas por largo tiempo y en
ocasiones presenta grandes atracones, también se induce el vómito y en una ocasión uso un laxante que le recomendaron
en la página de internet que visita con mucha frecuencia sobre anorexia y bulimia. En cuanto a su aspecto en consulta se
evidencia pálida, y con profundas ojeras, está orientada alopsiquica y autopsiquicamente, se evidencian diferencias
significativas entre su autovaloración corporal y su apariencia física observable y se evidencian algunos arañazos, como
pequeños cortes a lo largo de sus brazos.

Vive con su madre y un hermanito menor (5 años) sus padres se separaron desde hace 6 años, cuando su madre estaba
en gestación por una infidelidad de su padre con una mujer mucho menor que su mamá. Alba ve poco a su padre desde
entonces eventualmente la llama por teléfono y la trata muy cariñosamente. Aunque se ha sentido muy desanimada y
permanentemente está pensando en su peso tiene un excelente rendimiento académico, siempre ha sido destacada en
el estudio y tiene planes de una carrera futura al terminar su bachillerato.
Caso # 7
Caso # 8

La paciente es un ama de casa de 70 años de edad con dos hijos adultos.

Motivo de consulta: La paciente siempre había sido siempre una persona muy ordenada, por lo
tanto cuando comenzó a olvidarse cosas elementales, su esposo comenzó a preocuparse. La llevó al
médico de familia quien la derivó al servicio de psiquiatría de un hospital general para su examen.
Según su marido, los problemas de memoria se hicieron evidentes cuando la paciente se quejaba de
que no podía recordar algunos nombres. Su esposo notó que a veces era incapaz de acordarse de
cosas que habían sucedido el día anterior. Debido a que cada vez su problema progresaba mas, tenía
dificultad para calcular el dinero al ir de compras, y a menudo volvía sin las cosas que necesitaba.
Siempre había estado orgullosa de su forma de cocinar, pero ahora arruinaba la comida. Cada vez
que cocinaba, le ponía demasiada sal o no la salaba. Se olvidaba también de apagar la cocina o
dejaba la canilla abierta. Durante los doce meses anteriores a la consulta no había podido hacer las
tareas del hogar sin ayuda de su marido. Consultó a su médico familiar varias veces y éste le recetó
fármacos neurotróficos, sin resultados aparentes.

Antecedentes: La paciente vivía con su esposo, un maestro jubilado de 72 años. Ella también había
sido maestra pero dejó de ejercer cuando nació su primer hijo y nunca más volvió a trabajar. Su
esposo la describió como una persona serena, sociable y jovial. No había habido mayores problemas
en el matrimonio o con los hijos, sin embargo, en los meses anteriores a la consulta, su esposa se
había vuelto retraida, apática irritable y un poco recelosa.
El padre de la paciente falleció en una institución para enfermos mentales, en la cual había sido
internado a los 75 años por “arterioesclerosis”.

Datos actuales: Al ser examinada la paciente se presenta algo desprolija. Lúcida, pero
notoriamente ansiosa y suspicaz. Desorientada en tiempo y espacio. Recordaba los nombres de sus
hijos pero no sus edades o fechas de nacimiento. Tampoco podía recordar la suya propia ni sabía el
nombre del presidente de su pais. Su lenguaje era bien articulado pero lento, y poco preciso. Tenía
dificultad para encontrar las palabras para expresarse. No podía recordar tres objetos después de un
intervalo de cinco minutos. No pudo copiar un cubo y fracasó completamente al copiar la figura del
“Rey”. Realizaba cálculos con mucha dificultad y no podía contar hacia atrás. Entendía los refranes
sólo en forma literal, y no podía detectar el error de lógica en la “historia del tren” (en esta historia,
se le dice al paciente que casi todos los accidentes ocurren en el último vagón, por eso se decidió
sacarlo). Era incapaz de advertir la naturaleza del problema.
No se detectaron anomalías en el examen físicos y neurológico. Su presión arterial de la era normal
para su edad. Todos los análisis de laboratorio dieron negativos, pero una tomografía computada
mostró una marcada atrofia cortical.
Caso # 9

El paciente tiene 55 años y es juez en un pueblo de provincia.

Problema: El paciente fue a ver a su médico clínico porque sentía que no se había recuperado
totalmente de una gripe severa 3 o 4 semanas antes. Había estado enfermo durante una semana con
temperatura de alrededor de 40ºC, con fuertes dolores de cabeza, nauseas y dolor en todo el cuerpo
y cansancio. A la semana siguiente se recuperó y volvió al trabajo pero tenía dificultades de
concentración al leer y al asistir a las sesiones de la corte. Luego no podía recordar lo que había
leído o escuchado. Su pensamiento se hizo lento. Tenía dificultad para encontrar la palabra o frase
correcta y no podía tomar ni siquiera decisiones menores. Después de unos días de trabajo tuvo que
volver a pedir licencia. Una semana más tarde se sintió mejor y trató de regresar a trabajar, pero
advirtió que su mejoría distaba mucho de ser suficiente. Aún no podía recordar algunas cosas y
tenía dificultad para expresarse y tomar decisiones. Se dio cuenta de que no se había recuperado
totalmente. Luego de otra semana estaba en el mismo estado por lo que fue a su médico clínico pues
temía tener algún problema mental.

Antecedentes: El paciente era el segundo de dos hijos. Su padre era carpintero y la familia vivía
en un pueblo de provincia. Su hermana, que era dos años mayor, murió a los 33 años al chocar su
automóvil contra un árbol. Su esposo la había abandonado, y se sospechó de un suicidio. Su padre
murió a los 75 años y su madre a la edad de 82. No hay información acerca de alguna enfermedad
mental en la familia. Al terminar la escuela secundaria, el paciente estudió abogacía en la
universidad después de lo cual siguió su carrera en el poder judicial y fue juez a la edad de 43. A los
28 años se casó con una enfermera dos años menor que él y tuvieron tres hijos. Los hijos ya son
mayores y estudian en la universidad.
El paciente siempre fue tranquilo y reticente con un carácter equilibrado. Nunca tuvo cambios de
humor ni episodios de cansancio inexplicable. Siempre fué una persona responsable y trabajadora; a
veces se sentía tenso y cansado, pero por lo general se recuperaba después de unos días de descanso
durante los fines de semana o de las vacaciones. Nunca había tenido problemas semejantes al
actual. A los 20 años fue operado de apendicitis pero aparte de eso su salud ha sido buena. A los 50
se le hizo un estudio general que no mostró anormalidades salvo el hecho de estar algo excedido en
peso.

Datos actuales: el paciente se notaba un poco preocupado y tenso. Se lo veía algo pálido y canoso,
pero no se lo observaba ni cansado ni deprimido y negó pérdida de interés o disminución de su
capacidad de experimentar placer o alegría. Estaba globalmente orientado y no se observó ningún
impedimento en su entendimiento o atención. Sin embargo, el examen de concentración y memoria
reveló algunas dificultades. Al contar hacia atrás desde 100 se cansaba y cometía algunos errores;
logró deletrear palabras de cinco letras hacia atrás después de dos intentos. Su memoria inmediata
se limitaba a cinco dígitos y se olvidaba uno de tres objetos al cabo de tres minutos. Su capacidad
de lectura, escritura, cálculos simples y abstracciones no mostraban ningún impedimento grave pero
se lo notó tenso y dubitativo durante todo el examen. No se sospechó de ninguna alteración sensoperceptiva
o trastorno delirante, y su estado de ánimo parecía ser neutro. Dijo ser abstemio y nunca
haber tomado medicamentos o drogas.
Los exámenes médicos incluyendo el neurológico no revelaron anormalidades. Se lo derivó para un
EEG, que resultó normal. Los exámenes de laboratorio, incluyendo el de sangre, función tiroidea,
B12 y WR, también fueron normales.
CASO 10

Se trata de un obrero de fábrica de 35 años. Es casado y tiene tres hijos de 7, 9 y 11 años.

Problema: Al caerse de una escalera y romperse una pierna, el paciente fue internado en la sala de
traumatología de un hospital general. Al tercer día se lo notó nervioso y comenzó a temblar. Se lo
interrogó acerca de sus hábitos pero negó tener algún problema de bebida de alcohol en exceso.
Dijo a los médicos que sólo ocasionalmente tomaba un vaso de cerveza. A la noche no podía dormir
y las enfermeras se preocupaban porque hablaba con incoherencia y estaba muy ansioso.

Antecedentes: Según lo manifestado por su esposa, el paciente hacía más de tres años que tomaba
grandes cantidades de cerveza. El año anterior, había faltado al trabajo varias veces y lo habían
amenazado con despedirlo. Todos los días, comenzaba a beber cuando volvía del trabajo a la tarde
y no dejaba hasta no quedar dormido. La tarde en que se lo internó volvió a su casa como de
costumbre pero se cayó en la escalera y se quebró la pierna antes de comenzar a beber. Por lo tanto
no había tomado nada antes de ser internado. Su esposa estaba avergonzada del problema de
alcoholismo de su marido, por lo que no dijo nada cuando su esposo fue internado. Tres días más
tarde cuando se lo preguntaron directamente, les contó toda la historia.
La señora dijo que su esposo había comido muy poco en las últimas semanas. Había notado que en
varias ocasiones no podía recordar ni siquiera eventos importantes que habían sucedido el día
anterior.
Había tenido un accidente de autos dos años antes, estando alcoholizado, pero no sufrió lesiones
graves. El paciente no había tenido problemas de salud graves en el pasado. La relación con su
esposa, sin embargo, se había vuelto extremadamente difícil desde que comenzó a beber por lo que
ella pensaba seriamente en divorciarse. Su relación con los hijos era tensa. Solía discutir con ellos,
pero en la actualidad éstos trataban de evitar a su padre lo más posible.
Según la esposa, el padre de su esposo había sido un alcohólico crónico y murió de cirrosis cuando
éste tenía 24 años.

Datos actuales: Al examinarlo, su discurso era desordenado e incoherente. Pensaba que aún estaba
en la fábrica y que tenía que terminar un trabajo. A veces reconocía algunos médicos y enfermeras
que lo habían atendido los días anteriores, pero otras veces creía que eran compañeros de la fábrica.
En varias ocasiones sacaba insectos que veía en su sábana. Estaba desorientado con relación al
tiempo y se asustaba del menor ruido que proviniera de afuera de su habitación. Transpiraba
abundantemente y no podía sostener un vaso sin volcar casi todo su contenido. Constantemente
trataba de salir de la cama y no se daba cuenta de que su pierna derecha estaba enyesada.
CASO 11
El paciente es un camionero casado de treinta años.

Motivo de consulta: El paciente ingresó a una clínica psiquiátrica porque sentía que un grupo
mafioso lo perseguía y quería matarlo. No podía explicar por qué lo habrían de matar, pero había
estado escuchando voces de gente que él sospechada eran narcotraficantes y que discutían la manera
de atraparlo y matarlo. Anteriormente había tenido encuentros con traficantes porque durante años
había consumido metanfetamina. A los 25 años uno de sus compañeros lo convenció que probara
esta droga. Después de una inyección intravenosa de 20 mg. comenzó a sentirse bien, tuvo la
sensación de sentirse todopoderoso y su sueño y cansancio desaparecieron. Después de usar
metanfetamina unas cuantas veces, se dio cuenta de que no podía dejar de consumirla.
Constantemente pensaba cómo conseguirla y comenzó a aumentar las dosis. Cuando no podía
conseguir metanfetamina se sentía letárgico y somnoliento, y se volvía irritable y disfórico. Su
esposa se dió cuenta de que consumía drogas y trató de persuadirlo para que las dejara porque la
convivencia se hacía difícil y él se covertía en un estorbo para ella y sus hijos. Dos meses antes de
la internación había perdido el trabajo por haberse comportado agresivamente con sus compañeros,
alegando que ellos habían interferido con su trabajo y tratado de perjudicarlo. Al no tener los
medios, tuvo que reducir el consumo diario inyectable de metanfetamina, sólo a algunas ocasiones y
por fin la dejó totalmente después de que su esposa lo amenazó con irse con sus hijos y divorciarse.
Luego de dejar la droga comenzó a sentirse muy cansado, lúgubre, y a menudo se sentaba en una
silla sin hacer nada. Unas semanas más tarde le dijo a su esposa que no se animaba a salir de la casa
porque había oído a traficantes hablar de él en la calle, les oía decir cómo se desharían de una
persona tan inservible. Al mismo tiempo se lo veía tenso y aprehensivo. Quería que cerraran todas
las puertas y ventanas, y se negaba a comer porque tenía miedo de que su comida estuviera
envenenada. Su esposa lo llevó a un médico clínico quien lo derivó a un hospital psiquiátrico.

Antecedentes: El paciente es el menor de dos hermanos varones. Su padre era almacenero. En la


escuela fue buen alumno, y al terminar la secundaria tuvo varios empleos como obrero no
calificado. A los 21 años se casó con una mujer de su edad que trabajaba como mesera en un
restaurante. Se mudaron a otra ciudad donde consiguió trabajo como camionero. Tuvieron tres hijos
y vivían en un departamento pequeño. Su nivel de vida era bastante pobre.
La salud somática del paciente había sido buena con anterioridad pero los últimos años se había
quejado de debilidad muscular y dificultad para caminar. Estos problemas comenzaron después de
comenzar a consumir metanfetamina inyectable, pero no quiso consultar al médico.

Datos actuales: Al ser examinado, el paciente se veía reticente y retraído y sólo daba respuestas
cortas a las preguntas. Parecía tener un estado de ánimo neutro, pero admitió que se sentía
perseguido por una banda de traficantes de drogas y que a veces los oía hablar de él, a quien se
referían en tercera persona. Estaba lúcido, globalmente orientado y no mostraba impedimento en
sus funciones cognitivas.
El examen físico, incluyendo el neurológico, no reveló anormalidades más allá de las marcas de
agujas en su brazo izquierdo como resultado de las inyecciones de metanfetamina. El EEG era
normal.
Se lo trató con 6 mg de haloperidol por día. Después de dos semanas los síntomas desaparecieron y
fue dado de alta. No regresó para su tratamiento de control.
CASO 12

Se trata de un joven soltero de 25 años.

Motivo de consulta: El paciente fue persuadido por su hermano para que busque ayuda en un
hospital psiquiátrico porque tenía reacciones violentas y pensamientos suicidas. Cinco semanas
antes había atacado a su madre sin advertencia y pegándole salvajemente, hasta que su hermano fue
en su ayuda. Durante las semanas siguientes tuvo una cantidad de explosiones agresivas y varias
veces amenazó con quitarse la vida. Explicó el ataque a su madre diciendo que ella había tratado de
perjudicarlo y que había recibido instrucciones de una fuerza extraterrestre para pegarle. Después
del ataque se encerró en sí mismo, absorbido por sus propios pensamientos, y a menudo hablaba
solo aún cuando otras personas estuvieran alrededor. A veces su familia tenía la impresión que
escuchaba voces que otras personas no podían oir. Le dijo a su hermano mayor que tenía miedo de
atacar a alguien, o de matarse; temía perder control de sus propios actos.

Antecedentes: El paciente creció en la zona rural del país. Era el segundo de 10 hijos. Su padre
tenía tierras pero era adicto al opio y trabajaba muy poco. La madre trabajaba la granja, sembrando
cereales y criando algunos animales con la ayuda de sus hijos más chicos. El paciente dejó la
escuela en el noveno grado para seguir estudiando música. Se fue de su casa y pasó los últimos años
de su adolescencia en la casa de un músico, un viejo amigo de su padre quien le enseñó a tocar la
guitarra. Aprendió a tocar bastante bien y se convirtió en un apasionado por la música. Tocó la
guitarra en varios conciertos pero nunca pudo conseguir un trabajo fijo o ganar suficiente dinero
como para mantenerse. Su hermano mayor, un maestro, lo ayudaba financieramente. Eventualmente
a los 23 años el paciente se mudó con él. Se llevaban razonablemente bien siempre y cuando su
hermano no interfiriera con su voluntad de estar solo.
Antes de enfermarse había sido bastante ambicioso con respecto a su actividad, quería convertirse
en un gran músico. Solía sentarse durante horas solo en su habitación, para tocar la guitarra. Sin
embargo, no le gustaba tocar en presencia de otros y se mostraba indiferente a las alabanzas o
críticas. Su interés por la música era abrumador y tenía poco contacto social. No se lo veía
interesado en tener novia ni tenía amigos íntimos de su mismo sexo.

Datos actuales: El paciente era un joven bien parecido y estaba vestido apropiadamente. Al ser
examinado estaba tenso, hablaba rápido y en forma excitada. Tenía tendencia a agitar la mano sin
razón aparente. Su conversación estaba interrumpida por interpolaciones, y de vez en cuando se
volvía incoherente e incomprensible. Se sonreía superficial e inapropiadamente. En la expresión de
sus afectos era cerrado y se enojaba al hablar de su madre. Decía que ella lo hubiera querido
muerto. Expresaba temor porque un poder extraterrestre llevaría su mente a otro planeta. Explicaba
que este poder controlaba sus pensamientos y le daba órdenes para lastimar a otras personas.
Aparentemente el poder extraterrestre hablaba sobre la situación de Ibrahim. Le decía que su madre
lo quería ver muerto y le había dado instrucciones para matarla. Los últimos días antes de la
internación, Ibrahim consideró la idea de matarse para impedir que el poder extraño tomara total
control de él.
CASO 13

El paciente es un hombre de 24 años que vive solo, con un subsidio social. Hasta hace un año
trabajó como empleado en un banco importante.

Motivo de consulta: fue reinternado en un hospital psiquiátrico porque en los últimos dos meses se
había deprimido. Se encerraba en su departamento y cuando su padre fue a visitarlo encontró una
soga sobre la mesa, y el paciente admitió que planeaba ahorcarse. Su padre lo llevó inmediatamente
al hospital psiquiátrico y lo ingresó nuevamente.
Cinco meses antes había estado internado en el mismo hospital por un episodio psicótico. Durante
el año anterior se había vuelto progresivamente introvertido y se recluía. Dijo que tenía la sensación
de que sus compañeros de trabajo lo vigilaban y hablaban de él a sus espaldas. Tenía dificultad para
concentrarse y a menudo se retiraba por mucho tiempo al baño. En la calle la gente lo miraba de
manera poco usual y tenía la impresión de que lo creían homosexual. Sentía que su teléfono estaba
intervenido. Cuando estaba en su departamento escuchaba a sus vecinos de ambos lados hablar
acerca de lo que él hacía y pensaban “ahora está yendo nuevamente al baño -seguro que es
homosexual- trataremos de deshacernos de él”. Eventualmente dejó de ir al trabajo y fue despedido.
Después de ello se recluyó en su departamento y sólo salía de noche. Tenía la sensación de que sus
vecinos trataban de molestarlo, enviando corrientes eléctricas que afectaban sus genitales, por lo
que finalmente se mudó a un hotel. Aún allí oía las voces de los vecinos y sentía la influencia de la
electricidad que mandaban; finalmente fue a la policía. Llamaron a su padre quien manifestó haber
estado preocupado por su hijo desde hacía tiempo. Dijo que éste se había vuelto tan poco
comunicativo que se negaba a contestar el teléfono.

Su padre lo llevó al hospital y fue internado de urgencia. En el hospital se lo trató con haloperidol (6
mg./día) y después de un mes mejoró como para ser dado alta. Continuó en tratamiento ambulatorio
con haloperidol (3 mg/día) y pudo continuar viviendo solo en su departamento con un subsidio
social. Aún oía voces que hablaban de él casi a diario pero ahora se daba cuenta de que eran parte
de su enfermedad y no le daba demasiada importancia. Nada lo entusiasmaba y pasaba gran parte
del tiempo sin hacer nada, mirando por la ventana, o fumando. Concurría regularmente a sus citas
de seguimiento y tomaba sus medicamentos según prescripción médica. Según su ficha de
evaluación aparecía apático e hipoafectivo, pero aparte de eso, se lo veía en estado de remisión.
Para tratar efectos colaterales, recibía biperideno (4mg /día).

Antecedentes: El paciente nació y creció en una ciudad donde su padre era contador en una
compañía importante. Era el tercero de tres hermanos. Después de terminar la escuela secundaria
optó por la carrera comercial y comenzó a trabajar en un banco. No era ambicioso y se contentaba
con ser empleado. Había sido buen alumno en la escuela y tenía muchos amigos con los que se
mantuvo en contacto los primeros años después de finalizarla. Mas adelante se apartó de sus amigos
y cada vez se encerró más en sí mismo. Al terminar la escuela salió con una chica, pero luego
perdió interés, y ella lo dejó por otro. Después de ello no tuvo más interés en conocer otras mujeres.
En el banco era un empleado responsable aunque tenía una peculiar falta de ambición e interés.
Trabajaba mecánicamente y a veces los clientes se quejaban de que no entendía lo que le pedían. Su
padre había notado el cambio y su familia había tratado de sacarlo de su aislamiento. Debido a que
respondió agresivamente lo dejaron solo aunque se mantuvieron en contacto por teléfono. Los
últimos años el paciente había vivido solo en un departamento alquilado, ya que parecía capaz de
manejarse bien de esta manera.
No había información alguna de enfermedad mental en su familia. Su salud siempre había sido
buena y nunca había sido internado
CASO 14

Ana de 40 años, presenta una serie de síntomas depresivos y de ansiedad desde que murió su padre hace dos años.
Ana está casada y tiene dos hijos de 4 y 6 años, y trabaja en la empresa familiar, donde realiza tareas
administrativas. En este momento tiene problemas con su marido, con su madre y en la empresa. Las
desavenencias con su marido se centran en que él no la ayuda a superar su problema depresivo. Él en el pasado
ha presentado síntomas agorafóbicos, y aunque todavía está en tratamiento, ha superado en parte, esta
sintomatología. Con su madre los problemas se centran en que ésta intenta ayudar todo lo que pueda pero acaba
siendo muy crítica con Ana por no tener la casa perfecta, ya que Ana antes dedicaba muchas horas al trabajo y
ya no lo hace porque está metida en la cama y llorando por lo mal que se encuentra. En su trabajo no se atreve a
realizar ciertas tareas por miedo a hacerlo mal (como hablar con los proveedores y con los clientes), y como en
la empresa solo trabajan su marido y ella, él tiene que afrontar todas las responsabilidades. En el momento
presente, Ana se siente superada completamente por los problemas citados y está pasiva, obsesiva y muy triste.
Se siente culpable de no atender a sus hijos cuando estos van a verla todos los días antes de marcharse al colegio
y le preguntan cómo se encuentra. Cuando Ana llega a consulta dice “necesito saber que me pasa, por qué y cómo
resolverlo porque estoy bastante desanimada, sin muchas esperanzas de conseguir cambiar”. Ana señala que
siempre ha sido una niña un poco triste, muy responsable y trabajadora, ya que su madre era muy exigente y
perfeccionista con ella y quería enseñarle a ser el ama de casa perfecta. Ana recuerda no tener tiempo en su
infancia para el ocio o jugar porque su madre siempre le preguntaba cuando acababa de estudiar, si no tenía nada
más que hacer y le ponía una nueva tarea en la casa, como por ejemplo, limpiar el mueble. El padre era un hombre
afable y cariñoso, que suponía para Ana el apoyo incondicional, pero no controlaba a la familia. La madre era la
que se encargaba de todo en la casa y con sus hijos.
CASO 15

La paciente es una mujer divorciada de 52 años. Tiene una hija y es maestra en una escuela
primaria; nivel socioeconómico medio.

Motivo de consulta: Se quejaba de cansancio extremo al tener que permanecer despierta toda la
noche para impedir que alguien entrara a su casa a robar. Cuando tenía 35 años, comenzó a
lamentarse de ser el blanco de una discriminación proveniente de las autoridades de la escuela.
Decía que las maestras mayores intentaban perjudicarla debido a su diferente religión. Sentía que
la espiaban y que trataban de sacarla de su puesto de maestra. Algunos años después comenzó a
quejarse de que sus vecinos querían tener relaciones sexuales con ella. Los acusó de perseguirla y
de tenderle trampas para violarla. Hizo instalar trabas de seguridad en las puertas y ventanas y
nunca salía después del anochecer. Gradualmente se volvió ansiosa e irascible, y varias veces dio
parte a lo policía . Casi nunca se animaba a dormir de noche, por lo que se cansaba cada vez más.

Antecedentes: La paciente era la segunda de seis hijos. Tenía cinco hermanos. Su infancia había
transcurrido sin mayores problemas. Se había casado pasados los veinte años y se divorció a los 34,
aunque las razones del divorcio son poco claras. Tenía una hija que vivía con el padre. La paciente
había enseñado en la misma escuela durante más de 20 años. Solía hablar de Dios o expresar
conceptos religiosos pero raramente concurría a un templo.
Siempre tuvo menstruaciones largas y dolorosas, hasta que hace poco tiempo cesaron
completamente. Al nacer su hija tuvo un episodio de depresión leve manifestada por ingesta
excesiva de alimentos y problemas para dormir. Cuando se estaba divorciando se la notó nerviosa y
preocupada. A pesar del lo cual había logrado permanecer calma y trabajar como de costumbre.
Era una persona pusilánime, indecisa y cautelosa. Sus colegas la caracterizaban como meticulosa y
bastante estricta como maestra.
Uno de sus hermanos tenía una condición mental extraña. Abandonó su trabajo y su familia para
vivir en un taller que él mismo construyó. Aseguraba que dedicaría su vida al estudio de la física y
que inventaría una máquina capaz de funcionar sin combustible.

Datos actuales: Durante la consulta la paciente parecía bastante normal. Su conversación era
coherente y acertada. Acusó a una cantidad de personas de querer hacerle daño y de que buscaban la
oportunidad de forzarla para que tenga relaciones sexuales con ellos. Negó tener alucinaciones. Le
desagradaba tener que hablar de estos problemas y parecía estar cansada por sus preocupaciones
persistentes. Estaba absolutamente convencida de que sus inquietudes eran reales. Aunque en
realidad nunca le había pasado nada, estaba segura de que tenía razón suficiente para creer que
podría pasarle. El examen físico sólo determinó obesidad leve.
CASO 16

La paciente es una mujer de 27 años, casada y sin hijos. Es enfermera en una unidad de salud
materno infantil.

Motivo de consulta: Fue llevada al hospital por su marido porque estaba muy excitada y
verborrágica. Después de discutir con su esposo cuatro días antes, se fue de su casa enojada a la
mezquita donde permaneció rezando toda la noche. Cuando regresó a la mañana siguiente su esposo
estaba enojado con ella y le dijo que si quería pasar toda la noche en la mezquita podía irse a vivir
allí. Se fue a la casa de su mamá donde se perturbó más y más. Estaba muy excitaba, no podía
dormir, hablaba casi incesantemente y se negaba a comer. Rezaba fervientemente pero mezclaba
palabras, aparentemente sin darse cuenta. Su interminable conversación era especialmente sobre
religión y la interrumpía sólo para cantar plegarias en las que acusaba a numerosas personas de
pecar y les ordenaba rezar. Su madre llamó al marido y le dijo que él era responsable de ella. Como
la paciente se negó a ser tratada, su esposo la trajo al hospital por la fuerza.

Antecedentes: El segundo matrimonio de la paciente tuvo lugar dos años antes de ocurrir el actual
episodio. Su esposo tenía 34 años y era un musulmán devoto que trabajaba en una fábrica de autos.
No tenían hijos lo que causaba tensión en el matrimonio. Su primer matrimonio fue a los 21 años;
duró sólo unos pocos meses porque su esposo se fue a trabajar a un país fronterizo y no lo había
vuelto a ver ni a oir desde entonces. Al momento de la internación su padre tenía 54 años y su
madre 56. La paciente era la quinta de una familia de dos hermanos y seis hermanas.
Se había interesado en la religión desde chica. A los siete años mostraba ya un gran entusiasmo en
leer el Corán y memorizó casi todas las secciones del libro. Tenía una hermosa voz y a menudo la
invitaban a eventos sociales porque cantaba muy bien. Se integraba adecuadamente con la gente y le
era fácil hacer amigos, disfrutando el hecho de que su canto -y también el baile- a menudo la
convertían en el centro de atención. Era una mujer enérgica y por lo general optimista aunque
admitió estar a veces deprimida. No había antecedentes de enfermedad mental en su familia.
A la edad de 22 tuvo un largo episodio de depresión al disolverse su primer matrimonio. Estaba
triste e insegura, se retrajo y no quería cantar ni ir a fiestas. Tenía dificultad para dormir, se
despertaba temprano y se sentía cansada; además no tenía ganas de comer y perdió peso. De todas
maneras logró continuar con su trabajo con sólo unos pocos días de licencia por enfermedad. No
consultó a un médico y después de unos pocos meses gradualmente mejoró y recobró su estado de
ánimo habitual y su nivel de actividad. Tuvo un accidente de tránsito a los siete años y se rompió un
brazo. Tenía bocio, con un nódulo palpable en el lóbulo izquierdo de la tiroides.

Datos actuales: La paciente estaba prolijamente vestida y aun más, era elegante. Se la notaba
excitada e irritable y gritaba agresivamente. Hablaba demasiado y su conversación era difícil de
seguir porque iba demasiado rápido, cambiando de un tema a otro. Se creía superior a los demás, los
que estaban celosos de ella por su voz y belleza. Su inteligencia era superior a la normal y se sentía
más fuerte y saludable que nunca. Se distraía con facilidad, pero estaba totalmente orientada con
respecto al tiempo, al espacio y a su persona. No mostraba falla en la memoria u otras funciones
cognitivas.
Los exámenes físico y neurológico, EEG y pruebas de laboratorio, incluyendo las de función
tiroidea, eran normales.
CASO 17
Se trata de una mujer casada de 18 años. Vive con la familia de su esposo.

Motivo de consulta: La paciente tiró aceite caliente a la cara de su marido y luego se metió dentro
de un fuego encendido para tratar de quemarse hasta morir. Se la llevó al hospital para el
tratamiento de las quemaduras y luego fue derivada a una clínica psiquiátrica por su intento de
suicidio. Sólo hacía tres meses antes, la esposa de su hermano mayor se había matado de la misma
manera. La paciente había presenciado el suicidio de su cuñada lo que la había traumatizado
severamente. Desde ese momento perdió interés en su hogar y lo que la rodeaba. Casi no hablaba
con nadie y estaba encerrada en sí misma. Se la veía cansada, dormía poco y su apetito había
disminuido. Durante los últimos días anteriores a su intento de suicidio no habló ni comió nada. El
incidente ocurrió cuando estaba cocinando, como siempre lo hacía a esa hora del día. Los miembros
de su familia dijeron que tiró el aceite a su esposo sin previo aviso y sin ninguna razón aparente.
Algunos de ellos sufrieron quemaduras al tratar de arrastrarla fuera del fuego.

Antecedentes: La paciente creció en un pueblo, donde su padre era alfarero. En una pequeña casa
vivían sus padres, su abuela materna, sus tres hermanos mayores y sus respectivas esposas. La
familia tenía poco dinero y poca educación formal. A los 17 años la paciente se casó con un hombre
cinco años mayor. Su esposo, que era barrendero, consumía marihuana regularmente y tenía
tuberculosis pulmonar. Después del casamiento se mudó con su esposo, quien vivía con sus padres
y dos de sus hermanos con sus esposas en un pueblo vecino.

Fue descripta como una persona abierta y extrovertida con relaciones inter-personales satisfactorias.
No era particularmente feliz en su matrimonio, y las relaciones sexuales con su marido eran
insatisfactorias. De todas formas parecía llevarse bien con los miembros de su nueva familia y no
había mostrado ningún comportamiento o actitud inusual antes del suicidio de su cuñada.
La familia biológica de la paciente incluía varios casos de enfermedad psiquiátrica. Su padre y dos
hermanos de él habían recibido TEC en la clínica psiquiátrica de un pueblo cercano debido a
episodios depresivos y creencias de tipo hipocondríacas. Uno de sus tíos se suicidó después.
A los 14 años la paciente fue gravemente mordida por un perro y recibió tratamiento que incluyó la
vacuna antirrábica. Tenía períodos menstruales regulares desde los 13 años y no había estado
embarazada.

Datos actuales: Al ser examinada, yacía en la cama y se la veía pálida y aterrorizada. No hablaba ni
se movía y no reaccionó de forma alguna al examen, excepto que seguía al facultativo con la
mirada. El examen físico, incluyendo la evaluación neurológica no mostró anormalidades salvo
signos de abandono y bajo peso.

Evolución: Se le administró TEC durante tres días consecutivos, después de lo cual comenzó a
mejorar, empezó a comer y logró comunicarse. Dijo que la cuñada que se mató la había embrujado
y que después de morir comenzó a perseguirla. Podía oir a su cuñada decir que no servía para
nada y que también debía morir. Comenzó a pensar que era una carga para su familia y que
realmente merecía la muerte. Su comportamiento violento y autodestructivo se debió a órdenes
alucinatorias dadas por la voz de su cuñada fallecida.
CASO 18

La paciente es una mujer de 38 años, casada. Tiene dos hijos de 6 y 2 años.

Motivo de consulta: Ella comenzó a estar mal después de su segundo embarazo, hace tres años.
Este embarazo no era querido y hasta se pensó en un aborto, pero su esposo la convenció de que no
lo hiciera. Se había estado sintiendo deprimida e irritable, constantemente preocupada por las tareas
del hogar y los chicos. Se sentía insuficiente e incapaz de llevar a cabo las responsabilidades de ser
madre de dos niños.

Antecedentes: La paciente creció en un pequeño pueblo. Su infancia estuvo marcada por la


enfermedad de su madre, de quien sólo se acuerda que estaba enferma. De niña, tenía que hacer las
cosas de la casa y era resentida porque los otros niños no tenían este deber. Su madre murió cuando
ella tenía 12 años y recuerda haber estado muy triste. Su padre era afectuoso con ella pero bebía
demasiado y era violento con su mamá. Había dos hermanos en la familia -uno 20 años mayor que
la paciente y el otro, 12 años mayor. Después de la muerte de la madre, el hermano mayor se mudó
con su esposa a la casa paterna. La esposa de su hermano le hizo a la paciente la vida
particularmente difícil porque le exigía cosas y la criticaba siempre por ser perezosa. A los quince
años se fue de la casa para trabajar como niñera durante dos años, hasta que fue lo suficientemente
grande para estudiar enfermería. Dos meses antes de terminar sus estudios, y nunca los completó.
Había dejado de asistir por algún tiempo por enfermedad y se le dijo que debería repetir parte del
curso.
Conoció a su esposo durante este curso. Él era de otra cultura y 13 años mayor que ella. Después de
salir durante tres años se fueron a vivir juntos. No quiso casarse en ese entonces porque él decía que
no podía mantenerla al no tener un trabajo permanente. Aparte de ello, su familia en su pueblo natal
esperaba que él se case con alguien de su propia cultura y no sabían nada de esta relación. Al quedar
embarazada, su compañero la convenció de que se hiciera un aborto, también porque no podía
mantener un niño. Después que consiguió un trabajo permanente se casaron pero no le dijeron a la
familia de él hasta que pasaron dos años. Su relación fue tormentosa. La paciente describió a su
marido como de buen corazón pero poco razonable. Era autoritario, exigía que ella hiciera todo el
trabajo de la casa y no quería cuidar de los niños.

Datos actuales: La paciente era una mujer delgada, limpia y prolija pero parecía no importarle para
nada su apariencia. Estaba tensa y frecuentemente rompía en lágrimas. Su conversación era normal
en tono y forma. Respondía apropiadamente pero hablaba mucho. Estaba preocupada por el hecho
de no poder resolver sus dificultades domésticas, y se afligía por el futuro de sus niños, si ella
muriera, como lo había hecho su propia madre. No tenía creencias o percepciones anormales. Su
capacidad cognitiva estaba intacta y estaba globalmente orientada. Sus recuerdos inmediatos, y su
memoria reciente y remota eran buenas. Su percepción del problema era moderada, si bien
reconocía que tenía un problema, no sabía cómo la podían ayudar. Los exámenes físicos y las
pruebas de laboratorio no revelaban nada anormal.
CASO #19
La paciente es una mujer de 33 años. Es casada y trabaja como secretaria en el estudio de abogacía
de su esposo.

Motivo de consulta: visitó una clínica especializada en ansiedad, después de leer en una revista un
artículo sobre la hipocondría. Durante los años previos se había sometido a numerosos exámenes
médicos porque creía que estaba teniendo una afección cardíaca.
El problema comenzó después de dar a luz a su único hijo. Durante una clase de gimnasia postparto
de pronto notó un incremento en los latidos de su corazón. Sentía puntadas fuertes en su pecho
y tenía dificultad para respirar. Comenzó a transpirar y temblar, se sintió mareada, sentía un
hormigueo en su brazo izquierdo y temío morir de un ataque al corazón. Inmediatamente dejó al
bebé en la clase y fue a la sala de urgencias para que la atiendan. Se le hizo un electrocardiograma
pero no se le detectaron anormalidades. Desde entonces tiene crisis de ese tipo durante 15-30
minutos alrededor de cuatro veces por mes. Solía pedir ayuda y buscó consejo médico. Durante diez
años ha tenido demasiados exámenes médicos, cada uno asegurándole que no tenía ninguna
enfermedad física. Después de las primeras crisis, comenzó a tener miedo de tener una lejos de su
casa o estando en lugares donde no se puede conseguir asistencia médica. La paciente sólo sale de
su casa si lleva su teléfono celular, lo que le permite comunicarse con el servicio de emergencia si
fuera necesario. Aún de esa manera evita lugares aglomerados, shoppings y cines donde no podría
escapar rápidamente. Los ataques han continuado pero ocurren en los lugares donde ella más teme.
Reconoce que tanto los síntomas como su manera de evitarlos son poco razonables y excesivos pero
de todas maneras han dominado su vida. Se siente medianamente deprimida, inquieta y tiene
dificultad para dormir. Se siente insegura y también tiene dificultad para concentrarse.
Inicialmente la paciente fue tratada con una variedad de beta bloqueantes para el “eretismo
cardíaco". Su médico de familia le prescribió diazepam, y ha tomado 5mg tres veces por día durante
los últimos ocho años pero con escaso resultado.

Antecedentes: La paciente creció en una gran ciudad . Su padre era empleado público y su madre
era maestra. Tenía un hermano dos años menor, ingeniero. Dejó la escuela secundaria para asistir a
un instituto para secretarias y más tarde trabajó como secretaria en una firma de abogados. A los 22
años se casó con un abogado diez años mayor que ella, y al año siguiente tuvo un hijo. Debido a sus
crisis dejó su trabajo de tiempo completo y comenzó a trabajar medio día para su marido. Tienen
buenos ingresos y tienen un buen nivel de vida.
La paciente se describió a sí misma como de “tipo tranquila, pero nerviosa” y aunque a veces se
sentía tensa y aprensiva en situaciones inusuales. Siempre fue tímida, sensible a las críticas y reacia
a las relaciones con otras personas, a menos que las conociera bien.

Desde su infancia tuvo temor a las situaciones de riesgo y como resultado desarrolló miedo a viajar
en aviones y tuvo dificultad para conseguir su licencia para conducir. Siempre ha sido insegura y
tiene tendencia a sentirse inferior a otras personas. Su humor ha sido inestable y con tendencia a
reacciones depresivas cuando tiene que enfrentar decepciones o críticas.
Su padre fue descripto como introvertido y con poco humor, pero no tuvo contacto con servicios
psiquiátricos. Una de sus hermanas fue internada en una sala de psiquiatría por “nervios”, los que
posiblemente representaban episodios de depresión.
En su infancia la paciente era considerada como de constitución débil. Parecía resfriarse a menudo y
tuvo gripe varias veces. Tuvo licencia por enfermedad en repetidas ocasiones por malestares
pasajeros, dolores de estómago, o dolores por tensión en su cuello y espalda. Los exámenes médicos
nunca encontraron ningún tipo de perturbación somática. Su único embarazo fue sin complicaciones
excepto por una leve pre-eclampsia algo antes del parto, y que fue tratada con éxito. Su presión
arterial es normal y no se detectó ningún mal funcionamiento cardíaco.

Datos actuales: La paciente no parecía deprimida, pero estaba tensa y hablaba muy rápido como si
tuviera alguna urgencia. Describía sus problemas vívidamente, en forma espontánea, y parecía
querer lograr la ayuda del facultativo. Impresionaba como inteligente y no se detectaron síntomas
psicóticos.
El examen físico, incluyendo la evaluación neurológica, no revelaron ningún problema somático.
Los ECG, EEG y exámenes serológicos dieron resultados normales y no se detectaron
anormalidades de la función tiroidea.
CASO 20

La paciente es una alumna de escuela secundaria de 17 años.


Motivo de consulta: Durante los últimos seis meses, la paciente comenzó a tenerle tanto terror a la
escuela que se la derivó a un servicio de psiquiatría para la consulta externa. Cada vez que la
profesora le hacía una pregunta en la clase, se le confundía todo. Su corazón comenzaba a latir más
fuerte y se mareaba tanto que tenía la sensación de que se iba a desmayar. Dejó de participar en el
coro de la escuela . Durante cuatro meses antes de la derivación no había podido reunirse con otros
estudiantes para almorzar en la cantina porque se sentía terriblemente ansiosa. Temblaba de arriba
abajo y tenía tanto miedo de perder el control de su de su vejiga, que en ocasiones anteriores había
tenido que irse en la mitad del almuerzo. Los últimos dos meses se había sentido progresivamente
infeliz y perdió todo interés en la escuela. Se sentía muy cansada, especialmente a la mañana y le
costaba mucho concentrarse. Su nivel en la escuela decreció mucho. Dormía poco y se despertaba
por lo menos dos horas antes de lo que necesitaba para levantarse. Nunca tuvo gran apetito pero los
últimos meses éste se había deteriorado mas aun. Sentía que su futuro era deprimente y varias veces
deseó estar muerta. Su momento más feliz era la tarde cuando habían pasado los problemas diarios
y estaba sola en su habitación.

Antecedentes: La paciente nació y creció en un pequeño pueblo donde su padre era albañil. Vive
con sus padres y tiene cuatro hermanos y hermanas menores. Tiene dormitorio propio. Describió la
relación de sus padres como armoniosa, aunque su padre solía estar enojado de vez en cuando con
su esposa porque era demasiado sobreprotectora con la paciente. La niña se desarrolló
normalmente durante su infancia y se mostró feliz y sociable hasta los 14 años. Desde ese entonces,
pareció cambiar. Se volvió progresivamente tímida y preocupada por saber lo que los demás
pensaban de ella. Siempre se sintió como si se estuviera escondiendo de los otros. Se sentía inferior,
no tenía confianza en sí misma y tenía miedo de actuar de forma rara o tonta. A los 15 años
comenzó a asistir a una escuela secundaria en un pueblo vecino y logró resultados razonables hasta
cinco meses antes de ser derivada al servicio de consulta externa. Desde el comienzo de la escuela
secundaria se sentía incómoda cuando debía estar con otros estudiantes. Nunca pudo hacer amigos
íntimos. Siempre fue de pequeña estatura para su edad y nunca comió muy bien. A los 15 años
recibió un tratamiento con hormonas porque sus menstruaciones eran irregulares. De acuerdo a su
mamá, una de sus tías también era muy nerviosa y tímida y fue internada en un servicio psiquiátrico
por depresión.

Datos actuales: La paciente era de contextura frágil y pequeña. Al principio del examen se sonrojó
y estaba tensa, se mostraba tímida y reticente. Más tarde, sin embargo, se volvió más segura y
relajada. Impresionaba como anhedónica, pero no deprimida. No había sentimientos de reproche
personal, inhibición psicomotriz, ni signos de pensamiento desordenado o características psicóticas.
No se observaron intentos de tomar ventaja, llamar la atención de forma neurótica o tendencia a
dramatizar. Admitió, aunque dubitativamente, que sus temores eran excesivos.
CASO 21

El paciente tiene 24 años, es soltero y trabaja de empleado. Vive solo.

Motivo de consulta: Durante casi dos años, el paciente ha sufrido de tensión y le resultaba
imposible relajarse. Ocasionalmente se lo derivó a una clínica psiquiátrica como paciente externo
porque estaba tenso y preocupado, no podía dormir y estaba lleno de sentimientos de inferioridad. A
menudo se sentía aprehensivo, tenía palpitaciones y comenzaba a temblar sin una razón aparente.
No podía concentrarse y se irritaba fácilmente. A la noche sus constantes preocupaciones lo
mantenían despierto. En particular se preocupaba por su aptitud sexual. Tenía miedo de no poder
desempeñarse sexualmente si se casaba. A los 14 años, estando de visita en la casa de unos amigos,
había espiado en el dormitorio de la hermana mayor de su amigo cuando ella se estaba cambiando.
Al ver a la joven de 19 años en ropa interior se excitó inmensamente y a menudo recordaba la
experiencia. Desde entonces hacía lo imposible para espiar mujeres cuando se cambiaban o
bañaban. Cada vez que lo hacía se excitaba y se masturbaba. El miedo a ser encontrado lo llevaba a
hacerlo rápidamente, lo que aumentaba su excitación. A los 22 años estuvo con una prostituta por
primera vez y después siguió haciéndolo bastante regularmente. Sin embargo en los meses
anteriores a la consulta no pudo lograr la erección, lo que al principio lo hizo sentir ansioso y luego
lo sintió que era inferior. Estaba incómodo en compañía de mujeres y creía que no sería capaz de
casarse. Comenzó a evitar a sus amigos y se mantuvo solitario en sus ratos libres, aunque continuó
trabajando.

Antecedentes: El paciente era el tercero de tres hijos de un taxista. Sus dos hermanos mayores
fueron bastante exitosos en la escuela y en sus carreras. Él aprobó la escuela secundaria con notas
normales y a los 18 años comenzó a trabajar como empleado en una empresa de su tío. Luego, se
mudó a vivir solo.
Antes de su enfermedad el paciente era considerado sociable y extrovertido. En la escuela, y más
tarde en el trabajo se llevaba bien con sus compañeros. Tenía muchos amigos pero no amigos
íntimos. Era físicamente normal y no tenía ninguna enfermedad seria. Tampoco había información
sobre alguna enfermedad mental o trastornos de conducta en su familia directa.

Datos actuales: Al ser examinado estaba tenso. No quería hablar de su comportamiento sexual pero
aparte de ello era educado y cooperaba bien. Su estado de ánimo era neutral y tenía respuestas
emocionales adecuadas. No se sospecharon síntomas psicóticos. A medida que la entrevista
avanzaba, comenzó a hablar más y a referirse a su sentimiento de inferioridad. Parecía estar
preocupado por sus experiencias de impotencia.
Los exámenes físicos, incluyendo el neurológico no revelaron anormalidades.

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