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La violencia contra las mujeres se ha convertido en un problema estructural que se dirige hacia
las mujeres con el objeto de mantener o incrementar su subordinación al género masculino.2
Su origen se encuentra en la falta de equidad en las relaciones entre hombres y mujeres en
diferentes ámbitos y en la discriminación persistente hacia las mujeres.3 Se trata de un
problema social presente tanto en el ámbito doméstico como en el público, en diferentes
vertientes: física, sexual, psicológica, económica, cultural y otras, y afecta a las mujeres desde
el nacimiento hasta las mujeres de edad avanzada. No está confinada a una cultura, región o
país específico, ni tampoco a grupos específicos de mujeres en la sociedad.4
El combate contra la violencia de género tiene una importante dimensión política, según
especialistas de diferentes ámbitos.5 Entre las claves para luchar contra la violencia hacia las
mujeres y avanzar en la prevención, está la educación y una respuesta adecuada de la justicia
que evite la impunidad.3 Alcanzar la equidad de género pasa necesariamente por
«transformar las reglas sociales» y los roles que subordinan a la mujer, según la directora
regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, Luiza Carvalho.6
La forma más común de violencia experimentada por mujeres a nivel mundial es la violencia
física infringida por una pareja íntima, lo que incluye mujeres golpeadas, obligadas a tener
relaciones sexuales o víctimas de alguna otra forma de abuso. Entre las formas cotidianas de
violencia contra las mujeres —denuncia la ONU— se encuentran también, entre otros, el
tráfico de mujeres, la mutilación genital femenina, el asesinato por causa de la dote, el
"homicidio por honor" y la violencia sexual en los conflictos.4
Índice
1 Historia
4 Véase también
5 Referencias
6 Enlaces externos
Historia
Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño
físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la
libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.
En dicha asamblea, se reconoció que era necesaria «una clara declaración de los derechos que
se deben aplicar para asegurar la eliminación de toda violencia contra la mujer en todas sus
formas, y un compromiso de los Estados y de la comunidad internacional en general para
eliminar la violencia contra la mujer».9
En octubre del 2006, se presentó el Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra
la mujer, que demuestra que existen obligaciones concretas de los Estados para prevenir la
violencia, para tratar sus causas (la desigualdad histórica y la discriminación generalizada), así
como para investigar, enjuiciar y castigar a los agresores.
En febrero 2008, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, lanzó la campaña
global: "Únete para Poner Fin a la Violencia contra las Mujeres", sumándose a la campaña
iniciada en 1991 por el Centro para el Liderazgo Global de Mujeres de Campaña de los 16 Días
de Activismo contra la Violencia de Género.12
Aunque en la primera década del siglo XXI se ha avanzado en legislación contra la violencia de
género y el feminicido, uno de los problemas que se mantiene es la impunidad.13
Por otro lado, todavía muchos países tienen legislaciones precarias contra la violencia de
género, debido a que su abordaje a través de las políticas públicas no es transversal y es sin
duda insuficiente. Junto con diferencias culturales, la forma en que las inequidades de género
se producen está relacionada con las posibilidades que brindan los sistemas políticos,
económicos, sanitarios y de seguridad social en cada país para el desarrollo de sus ciudadanos.
Las políticas públicas refuerzan o aminoran el impacto del género sobre la salud de las mujeres
y los hombres, pues no existen políticas neutras sino solamente "ciegas al género". En este
sentido, el orden social, el funcionamiento jurídico, institucional, las políticas y los programas
pueden contribuir a una mayor igualdad o mantener e incluso profundizar y construir nuevas
desigualdades.[cita requerida]
La ausencia de ciertas políticas indica que el Estado no se está haciendo cargo de las
desigualdades de género existentes, lo que se manifiesta en distintos sectores de la vida social.
Por ejemplo, la ausencia de políticas que instalen contenidos no sexistas en el sistema
educativo, sin abordar allí la reproducción de construcciones culturales que atentan contra la
igualdad de género.[cita requerida]
De manera más crítica, existen leyes y políticas que no solo omiten, sino que además accionan
con violencia mecanismos que generan mayores desigualdades de género; este es el caso de la
interrupción del embarazo o aborto.14