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Juan del Encina

(Juan de Fermoselle Encina; Encinas, España, 1469-León, id., 1529)


Poeta, músico y dramaturgo español. Hijo de un menestral, ingresó en la
catedral de Salamanca como mozo de coro y entró más tarde al servicio
del hermano del duque de Alba, quien le financió los estudios de bachiller
en leyes en la Universidad de Salamanca, donde probablemente tuvo
como maestro a Antonio de Nebrija.

En la corte ducal presentó sus primeras composiciones poéticas y


musicales, de carácter festivo, con gran éxito. A principios del siglo XVI
viajó a Roma, donde gozó del favor papal, y en 1519, habiendo recibido
el orden sacerdotal, peregrinó a Tierra Santa. A su vuelta se instaló
definitivamente en España, adscrito como capellán a la catedral de León
desde 1523.

Su obra musical, de la que se han conservado 68 piezas, se encuentra


reunida en el Cancionero musical de Barberini (1890); representativo del arte
polifónico castellano, viene a reforzar la expresividad del texto.
El Cancionero (Salamanca, 1496) está formado por sus composiciones
juveniles, de tono popular, y lo precede un tratado, Arte de la poesía
castellana, a la manera de la poética trovadoresca, que anuncia ya la
preceptiva renacentista.
Como dramaturgo, Encina se sitúa a caballo del teatro medieval y el
renacentista. En las quince églogas que de él se conservan, se percibe el
tránsito de un inicial marco medieval en la concepción de las
representaciones pastoriles a una nueva perspectiva renacentista y
pagana, que coincide con su estancia en Roma, en obras como la Égloga
de Fileno, Zambardo y Cardonio, escrita en octavas de arte mayor, la Égloga de
Cristino y Febea o la Égloga de Plácida y Victoriano, en las que trata el amor, de
tipo erótico, de forma trágica y relacionado con la intervención de dioses
paganos.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/encina.htm

http://www.musicaantigua.com/juan-del-encina/

marco teorico

“El Cancionero de las obras de Juan del Encina (Salamanca, 1496) constituye un hito en la literatura
española desde varios puntos de vista.

En lo que se refiere a la presentación física del volumen, la crítica ha subrayado su condición de incunable,
la riqueza de su ornamentación y la habilidad con que fue impreso en las prensas salmantinas.

Se trata del primer cancionero de autor que aprovechó la nueva vía de la imprenta para su difusión
editorial y, desde luego, el experimento del músico y poeta supuso un éxito editorial sin precedentes a
juzgar por las sucesivas ediciones, ya en época postincunable: 1501 (Sevilla), 1505 (Burgos), 1507
(Salamanca), 1509 (Salamanca) y 1516 (Zaragoza).
El apoyo de los Reyes Católicos —su escudo figura al frente de algunas ediciones— y el de la casa de Alba,
a la que estaba vinculado Juan del Encina, contribuyó a culminar con éxito su empresa.

Evidentemente la primera gran innovación enciniana es el hecho de que su cancionero sea impreso: el
salmantino tuvo la habilidad de descubrir las extraordinarias posibilidades que ofrecía la imprenta para la
difusión de su obra poética; el suyo es el primer cancionero de autor impreso, aún en período incunable.

En la práctica —y es este un segundo mérito que hay que conceder a Encina— con su obra por primera vez
ve la luz en la imprenta una notable cantidad de poesía amatoria cancioneril: no parece arriesgado
conceder al Cancionero de Encina el mérito de haber convertido en impresa la poesía de cancionero,
quince años antes de Hernando del Castillo”. – (Tesis doctoral de ÁLVARO BUSTOS TÁULER : PDF )

http://www.musicaantigua.com/juan-del-encina-el-cancionero-de-1496/

El Cancionero de Palacio (Madrid, Biblioteca Real, MS II – 1335), llamado a veces Cancionero Musical
de Palacio (CMP) y también conocido como Cancionero de Barbieri, es un manuscrito español que
contiene música del Renacimiento.

Las obras que posee están recopiladas durante un periodo de unos cuarenta años, desde el último tercio
del siglo XV hasta principios del XVI, tiempo que coincide aproximadamente con el reinado de los Reyes
Católicos.

Alojado en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, el Cancionero de Palacio (1474-1516), reúne
más de cuatrocientas composiciones de diversos autores amén de un buen número de otros innominados.
Juan del Encina (1468 – 1529) -poeta, dramaturgo y músico salmantino- destaca por encima de los demás
con unas sesenta obras.

El Cancionero constituye una antología de la canción polifónica que se pudo escuchar durante el reinado
de los Reyes Católicos

De hecho, la corte de Isabel y Fernando se convirtió en centro de la actividad musical, y atrajo a muchos
instrumentistas y compositores en su mayoría españoles.

No hay que pensar por ello que estas canciones se escuchaban exclusivamente en la corte.

Diversidad de escenarios e instrumentación, según disponibilidad y contexto, estaban probablemente a la


orden del día.

Bastaría con las canciones de Juan del Encina para hacernos cargo de las preferencias y preocupaciones
de los círculos que frecuentó, gracias a su extraordinario talento artístico; no en vano se trata de la figura
literaria y musical más representativa del primer Renacimiento español.

Encina escribió sobre todo villancicos y romances, los dos géneros de moda en su época, el primero de
carácter lírico y con estribillo y el segundo de carácter narrativo y sin él.

Algunas de sus composiciones son cantos a los placeres de la vida, poniéndolos en boca de personas
rústicas, y retratando así la forma de hacer y de expresarse de este tipo de personajes, en ocasiones con el
máximo realismo.

En su poesía no faltan las alusiones sexuales, en ocasiones más cerca de la pornografía que del erotismo,
debido a la utilización de ése lenguaje directo y explícito, como podemos observar en “¡Cucú, cucú,
cucucú!” donde se dan consejos a los maridos para no “encornudar”; y sobre todo en el precioso villancico
“¿Si habrá en este baldrés?”, donde se nos cuenta la historia de tres jóvenes desinhibidas.
¿Si habrá en este baldrés
mangas para todas tres?
Tres moças d’aquesta villa,
tres moças d’aquesta villa,
desollavan una pija
para mangas a todas tres.
Tres moças d’aqueste barrio,
tres moças d’aqueste barrio
desollavan un carajo
para mangas a todas tres.
Desollavan una pija,
desollavan una pija,
y faltóles una tira
para mangas a todas tres.
Y faltóles una tira,
y faltóles una tira.
La una a buscalla yva
para mangas a todas tres.
Y faltóles un pedaço,
y faltóles un pedaço.
La una yva a buscallo
para mangas a todas tres.

Respecto al villancico”¿Si habrá en este baldrés?”: Según el diccionario de uso de María Moliner, pija y
carajo son dos formas vulgares para referirse al pene; y baldrés (ant.) m. = baldés, es decir, una piel de
oveja muy suave empleada principalmente para guantes (en este caso para hacer consoladores).

Escribía el poeta y novelista francés Pierre Loüys en su “Manual de urbanidad para jovencitas” (1926), que
una jovencita nunca debe decir “Tengo doce consoladores en mi cómoda” sino que debe decir “Nunca me
aburro sola.” Pues bien, en este villancico, Juan del Encina nos cuenta la historia de tres muchachas que
nunca se aburrían solas.

http://www.musicaantigua.com/el-erotismo-en-juan-del-encina/

La fuerza de la música de Encina, que se aleja del estilo de los compositores de su anterior generación aún
bajo el influjo de la canción francesa, reside en la palabra y en su extraordinaria naturalidad, y tal vez ahí
se halle la clave de su éxito en España, en una sociedad que se encaminaba lentamente hacia el
Renacimiento cuyas raíces permanecían, no obstante, fuertemente ancladas en el Medioevo.

En cambio en Italia, que es a donde finalmente dirigiría sus pasos, si su obra no pasó del todo inadvertida
fue por la especial protección que obtuvo de tres papas sucesivos: el valenciano Rodrigo de Borja que ciñó
la tiara bajo el nombre de Alejandro VI (1492-1503), Julio II (1503-1513) y León X (1513-1521).

En 1500 Encina se había ganado el favor de Alejandro VI, que le hizo miembro de su casa concediéndole
varios beneficios en Salamanca, entre ellos el tan ansiado de cantor de la catedral a pesar de la oposición
de su cabildo. Julio II le otorgaría otro beneficio en la catedral de Málaga y su sucesor un priorato en la
catedral de León, donde pasaría los últimos años de su vida.

Entre los muchos méritos artísticos atribuibles a Juan del Encina se cuenta, muy en particular, el de haber
llevado el cancionero a la escena.

Un cancionero al que aporta casi un centenar y medio de composiciones, a más de la mitad de las cuales
les puso música; dominan entre ellas los villancicos, sin que falten las canciones y los romances. Su
argumento es básicamente amoroso, aunque también las hay de tema sacro, moral e incluso didáctico,
como el célebre villancico “El que rige y el regido” (CMP 275) dirigido al príncipe Juan:

La conquista de Alhama (una plaza fuerte del reino nazarí de Granada), por los cristianos el 28 de febrero
de 1482, en represalia por la toma nazarí de Zahara, significó el inicio de la Guerra de Granada.

La Guerra de Granada es el nombre con el que suele conocerse al conjunto de campañas militares que
tuvieron lugar entre 1482 y 1492, durante el reinado de los Reyes Católicos, en el interior del reino nazarí
de Granada, y que culminaron con la rendición negociada mediante capitulaciones del rey Boabdil.

1492 (2 DE ENERO) LA CONQUISTA DE GRANADA

DEL PARTIDO DE LA ALHAMBRA Y DE CÓMO SE DIÓ GRANADA


ANDRÉS BERNÁLDEZ (M. CA. 1513), CURA Y CONFESOR DE LA REINA ISABEL I. MEMORIAS DEL REINADO
DE LOS REYES CATÓLICOS, CAP. II

Encina aborda el tema desde dos perspectivas opuestas: la tristeza y amargura del moro vencido
en el romance “Qu’es de ti, desconsolado”, que contrasta con el júbilo suscitado entre unos pastores por la
noticia de la toma de Granada, último baluarte moro en la Península, en el villancico “Levanta, Pascual,
levanta”.

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