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Se comienza citando a J.H. Plumb: “el pasado es siempre una ideología creada con un
propósito. Nada ha sido usado de manera tan corrupta como los conceptos del pasado. El
futuro de los historiadores es limpiar la historia de la humanidad de estas visiones
engañosas de un pasado con finalidad”.
Prólogo:
De esta manera al estudiar el siglo XIX no podemos evitar el vernos reflejado en ella. La
historia no es una simple deconstrucción, consiste más bien en el exámen de ideología y
de valores implícitos en un texto y en su confrontación con nuestras presunciones
ideológicas y valores. Por esto debe resistirse la tentación de derogar sumariamente los
resultados de la tarea historiográfica del siglo XIX.
La historiografía del XIX sigue influyendo, en los acontecimiento de ese entonces sigue
estando la individualidad de la nación. Casi nunca se las asocia a un autor, la fuerza de
esas imágenes historiográficas del siglo XIX reside en su carácter aparentemente anónimo,
como si se tratara de la elaboración espontánea de un inconsciente colectivo.
Introducción.
Parece que hay una brecha insalvable entre nuestra propia manera de concebir la historia
y la tradición historiográfica del siglo XIX.
En una trama novelesca, una contracción violenta del tiempo histórico reduce a éste a su
esencia mítica y despoja la violencia pura de todo pretexto. La ficción filtra en la
conciencia una realidad oscura y despótica, tornando en caricatura los rasgos de un
cuadro a menudo brillante y optimista.
Aunque ninguna historiografía puede estar libre de la sospecha de que estuvo inspirada
por el deseo de pronunciarse en un torbellino de circunstancias locales y pasajeras, la
acusación de un marcado subjetivismo parece ajustarse de manera más protuberante a la
historiografía hispanoamericana. Algunos ven ella la expresión de los puntos de vista de
una élite restringida. Otros creen que los historiadores habrían abogado por ideologías
política, si es que n habían justificaciones más mezquinas de tipo familiar o personal.
Otros creen que los historiadores no veían otra cosa en la historia americana que una
prolongación de la historia europea. Habrían habido influencias de la Ilustración, del
utilitarismo, el positivismo o el empirismo, pero la historia europea debía restringir
originalidad al quehacer de los historiadores hispanoamericanos.
Los reparos de los académicos norteamericanos contra la historiografía hispanoamericana
es más bien una requisitoria contra los hábitos intelectuales y los sesgos morales de las
clases dirigentes de estos países.
Todas las objeciones ven la historiografía del XIX con patrones contemporáneos, pero
debe verse las condiciones intelectuales en las que se la produjo:
1) elección de la Independencia como tema central.
2) los conflictos culturales con los que debía tropezar toda elaboración historiográfica
de las premisas impuestas por un proceso de revolución política.
3) la disimulación de los conflictos por las convenciones historiográficas adoptadas.
Muchos historiadores querían combatir los prejuicios de Europa, había en ellos un ánimo
publicitario. La brecha entre las expectativas grandilocuentes y el destino posterior de
cada uno de los países se presenta como una de las grandes debilidades de las “historias
patrias”.
Leopolodo Zea señala que en Latinoamerica no existe un pasado, en cuanto el pasado está
siempre presente, la historia ha transcurrido por caminos 4343equivocados y debe
retornarse una y otra vez al punto de partida. Para los historiadores del siglo XIX el punto
de retorno era la Independencia, su labor era un reificación contante del momento de la
epifanía.
“la cooperación moral recíproca que nos debemos los historiadores de este continente
que estamos comprometidos en una obra común, que somos todos solidarios y cuya
unidad se ha de revelar en la posteridad”.
Benjamín Vicuña Mackenna reconocía que Barros Arana había prestado servicios
invaluables a la historia patria. El historiador tenía la función publica de restaurar
elementos que se hubieran perdido. No era solo una labor academica, sino la de ser
guardian de un campo de creencias.
En esta concepción acechaba un peligro que se verá más adelante, pero no se puede
considerar que las “historias patrias” sean producto de un práctica profesional descuidada
e irresponsable. Su concepción era la solución en un plano ideológico de conflictos
culturale profundos. Crearon una conciencia histórica que probablemente siga actuando;
en este sentido es lícito preguntarse si guerrilleros adolescentes sin más bagaje cultural
que las historias patrias están siguiendo esos pasos. La pose histórica también ha sido
deliberada en políticos e historiadores liberales. El presente hispanoamericano no es
heredera del pasado sin más, sino de las imagenes construidas en este pasado.
Segundo: Los historiadores del XIX recogieron una tradición intelectual que postulaba una
ruptura absoluta con el pasado colonial, se debía contrastar el opaco período colonial con
la luminosidad de la nueva realidad. Sin emabargo, los rastros de un pasado que se creía
abolido se iban multiplicando con solo desplazar la atención de las hazañas luminosas a lo
simplemente cotidiano. Era tal vez una mera apariencia de cambio (SERÁ LO QUE DIJO EL
PROFE DE POSTCOLONIALISMO)
Desde la Independencia, las élites hispanoamericanas se dejaron influir por las influencias
europeas. Las teorías europeas más avanzadas debían adaptarse al complejo social
existente. Para los criollos los valores del pasado habían perdido el prestigio, se atribuía a
la política colonial española el haber mantenido estas colonias la margen de la vida
civilizada europea. JUan García Carrasco escribía en el Repertorio Americano que mientras
en Europa se repudiaban creencias irracionales, y se avanzaba por la ciencia a partir de la
duda metódica, a los hispanoamericanos se los había tenido atados a una escolástica sin
contenidos. Había una tensión entre el fervor con que se adoptaban instituciones
republicanas y las condiciones objetivas del atraso. El progreso venía con las nuevas ideas,
pero estas sólo podían pertenecer a una minoría capaz de participar en la vida política.
Podía ser que las convenciones que representaban fuesen más fuertes que la realidad que
debían transmitir.
Algunos podían buscar hacer encajar los resultados de experiencias complejas en moldes
de inteligibilidad. Un autor, por ejemplo, podía representar la revolución americana como
el resultado de la acción consciente de grupos reconocibles en una logia masónica o en
clubes urbanos de tipo jacobino, y desdeñar como irracional la presencia de bandas
armadas de mestizos y mulatos en los campos. Los modelos de la Revolución Francesa
imponían patrones de interpretación a la luz de una trama y un inventario reconocible de
actores históricos.
Roland Barthes señala: “el texto era en la una y en la otra, la construcción de un universo
autarquico, que frabicaban sus dimensiones y sus límites, y distribuía ahí su tiempo, su
espacio, su población, su colección de objetos y sus mitos”
El trabajo histórico rechaza así la formalización de un lenguaje, para adoptar todos quellos
lenguajes que convengan a objetos de investigación permanentemente renovados. Pero si
rechaza la teoría, o la Gran Teoría, debido a su tendencia a imponer un tratamiento del
lenguaje que hace sospechoso todo contenido, en cambio comienza a tomar cuerpo una
reflexión sobre el lenguaje de las obras históricas.
Desde 1960 las morfologías se han proliferado en América con el nombre de historiografía
liberal-conservadora, historiografía revisionista, burguesa, nueva historia, etc. O se han
tomado posiciones generacionales de grupos de historiadores frente al complejo
problema político y social. Sin embargo su contenido analítico ha sido bastante pobre, a
veces son reflexiones muy personales y transparentan el malestar de un confinamiento
académico que mantiene a distancia tentaciones de figuración política.
Este tratamiento ha sido común en las humanidades, la historia del arte y la historia
literaria más o menos recientemente se ha concebido sin referencias a un contexto social,
político y económico que les imponga el marco de una periodización ajena al hecho
estilístico, se apoya en reflexiones teóricas sobre el lenguaje de las figuraciones artísticas.
Hoy es concebible, para algunos deseable y hasta necesario, una Historia temáticamente
unificada de Hispanoamérica. En el XIX eso era remota, sino en modo alguno deseable.
Cada fragmento del imperio español que enfrentaba un destino como nación rechazaba la
idea de que tuviera algo que ver con los demás. SUrgía así una Historia única, con acentos
providenciales y a veces con ribetes trágicos. Pero si prescindimos del dramatismo ¿no son
estas historias una experiencia común latinoamericana? ¿no hablan un mismo lenguaje? Si
la diversidad de “historias” se toma como un texto único para mostrar las convenciones
con las cuales se construyen, se revela que este procedimiento no constituye un artificio
de tipo estructuralista, sino una posibilidad de reflexionar teóricamente sobre el
fenómeno de las “historias patrias”. La estructura verbal del discurso histórico no puede
divorciarse de su función figurativa o de representación de la realidad. La preocupación
por el contenido desdeña la forma, y por eso no se percibe la familiaridad ilusoria del siglo
XIX con los relatos íntimos de los personajes, o sus diarios de vida. La revisión de los
sistemas de representación condujeron hasta la invención de la fotografía. El realismo
histórico obedece a formas de representación. Las convenciones históricas con la que se
construye la representación histórica no están constituidas por el mensaje explícitamente
ideológico del relato. La calidad depende de la riqueza de las convenciones, del
refinamiento del lenguaje.
Los historiadores americanos se referían casi siempre a los europeos, pero entre ellos
también había mucha relación y nexos. El general Bartolomé Mitre mantenía
correspondencia con Benjamín Vicuña Mackenna, y con Diego Barros Arana, quien le
enviaba la obra del colombiano José Manuel Restrepo. Restrepo a su vez seguía la obra del
historiador venezolano Rafael María Baralt al ampliar su historia de la revolución
colombiana. Gabriel René Moreno en su obra de Bolivia sigue ciertos pasos del chileno
Miguel Luis Amunátegui.
Los historiadores del XIX tenían la convicción de que una biografía o trabajo monográfico
constituían apenas las piedras de un edificio futuro. Confiaban en que una narrativa
detallada, completa, desplegaría la significación global de la Historia. La magnitud de la
obra de los autores que se mencionan y su carácter acabado les otorgaron a estos el
reconocimiento por parte de sus contemporáneos. A pesar de los que claman conta el
sacrilegio, esta tarea puede y debe ser rehecha, obras como la de Miguel Luis Amunategui
es ejemplos de obras en el que todavía podemos sumergirnos.
Sin duda y este es el tema central de este ensayo, puede reprochárseles el haber
divorciado muy a menudo su interpretación de los hechos de la red de significaciones
originales de su propia cultura. Por tal razón sus análisis políticos tenían casi siempre una
análisis puramente formal. En vez de incorporar la cultura a la política, la historiografía del
siglo XIX se contentaba con operar la unificación o la compresión del campo histórico en el
momento elegido como origen. La gesta, el momento único de la virtud histórica, sustituía
el resto del pasado.
El calendario:
Como redactor del “Periódico Americano”, que publicaba en Londres con Andrés Bello en
1826, don Juan García del Río publicaba las efemérides americanas, combates,
promulgación de leyes, muerte de un prócer, etc. Se buscaban celebrar los orígenes
republicanos, que además de hacer olvidar la colonia, debían reificar como presente los
acontecimientos de la Independencia.
La Independencia es un momento axial que debía afectar las vidas de las generaciones por
venir, ubicandolas como sucesiones de un nuevo comienzo; este momento axial nos
llevaría a un espectador futuro. La gesta el momento único de la virtud heroica sustituía el
resto del pasado. Baralt en su “Resumen de la Historia de Venezuela” era consciente de
que lo separaban solo 30 años de la colonia, por eso señalaba que toda la vida social y
política tenía una novedad trascendental, el pueblo soberano e independiente surgía a
partir de cero. Uno de los esfuerzos más notables de la historiografía del XIX por llenar el
vacío colonial lo constituye la “HIstoria Jeneral de Chile” (1884-1902) de don Diego Barros
Arana. Aunque Barros Arana había seguido en la idea de su amigo Amunátegui de que la
Colonia era un episodio pálido y sombrío donde el hombre había sido avasallado por el
despotismo de sus reyes, acarició toda su vida la idea de escribir una historia”seguida y
ordenada” de los acontecimientos. Esto respondía a los cánones de la historiografía del
XIX, para Barros Arana habría una historia verdadera mientras se viera respaldada por la
prolijidad de los detalles. En este libro le dedica pocas páginas y significancia a la Colonia,
el tiempo axial de la revolución se nos manifiesta de un modo evidente. (revisar página
35).
La Historia General de la República del Ecuador del arzobispo Fernando González Suárez
sigue influencias de Barros Arana, en ambos se pretenden colmar todos los resquicios
temporales de un largo período, sin embargo González no usa el tiempo axial, el arzobispo
defendía un universalismo cristiano, en el que cada época está próxima a Dios y por eso
posee un valor en sí misma. La existencia de la COlonia no quedaba subordinada al
nacimiento de la Independencia, entre el periodo colonial y el republicano había una
continuidad.
Las generaciones
Miguel Luis Amunátegui y Vicuña Mackenna apenas pudieron conocer los inicios de la
“HIstoria Jeneral”. Amunategui seguía manteniendo reservas frente a los descuidos y la
animación colorista de Vicuña. Señalaba que no se puede producir tanta cantidad sin
perder calidad como lo hace Vicuña Mackenna. (revisar si era BA o Amu)
Barros Arana con su obra hacía un eslabón vivo con respecto a la generación de la
Independencia. A diferencia de Amunátegui que señalaba que la Colonia fue un régimen
pálido, mezquino y sombrío. Las revaloración de la Colonia se operaba al hacer énfasis en
las labores pacíficas de los conquistadores. El “drama” de la conquista de Chile era menor
que el del Perú. La influencia del del modelo romántico de Prescott es evidente. El drama
histórico debía estar revestido de la “magnificencia y grandeza” de los reinos, escenario
adecuado para que un choque de caracteres (Cortés y Moctezuma, Atahualpa y Pizarro)
pudiera atribuirse una significación. Barros observaba que la ausencia de choque
dramático había preservado en Chile una forma de individualismo, pero hablaba sin
mucha convicción, era solo un individualismo metáforico.
Barros Arana aún en 1879 encontraba válida la idea de Amunategui de que la Colonia
había anulado toda iniciativa individual, y que había sido sombría y triste. Para Barros
Arana no había duda en torno a la “epifanía” de la Independencia, retener ese instante y
hacerlo contemporaneo era el cometido del historiador del arte y su tarea más imperiosa.
Las Fuentes
En 1873, en un artículo de enseñanza, Barros Arana le atribuía a los documentos casi una
vida autónoma. Señalaba que aislados no tenían mucho valor, pero que reunidos y
comparados, unos a otros se completan.
Los historiadores del XIX tenían dos creencias básicas con respecto a los documentos:
2) Los documentos debían hablar por sí mismos, por medio de ellos se expresaba una
emoción auténtica, ellos eran el único medio que transmitían las pulsaciones de una vida
pretérita. La materialidad de los documentos, el polvo que los cubría, el hecho de que se
deshicieran en las manos era parte de la presencia del pasado. La reflexión del valor de las
fuentes tenía así una valoración romántica. ¿de donde procedía la emoción y el color que
el historiador debía impartirles? Del documento mismo, sin duda. En esto estaban de
acuerdo Vicente Fidel López, el argentino que desvalorizaba el documento como fuente
de información, y el chileno Barros Arana, para quien la información era lo esencial.
El resultado de los debates de 1881 y 1882 entre el general Mitre y Vicente Fidel López
suele presentarse como triunfo del espíritu científico del primero en el uso riguroso de la
documentación. Mitre aparece como el historiador que no adelantará jamás una
afirmación sin el respaldo de una documentación exhaustiva. En una carta de 1875 a
Barros Arana, prevenía contra Vicente Fidel López como historiador que escribe la historia
sin documento.
El reproche de Vicente Fidel López de que Mitre carece de “espíritu filosófico” en sus
interpretaciones, en el sentido de una ausencia de ideas generales, adquiere un aspecto
incongruente al examinar las obras de Mitre. Otro tanto ocurre con el reproche de este
último de no atenerse sino a los documentos. En la lectura de “Historia de Belgrano” y de
“Historia de San Martín” convence rápidamente de que la infinidad de documentos
gustaba exhibir era más bien un pretexto para su imaginación; Mitre iba inscribiendo
acontecimientos y personajes de una trama en la que únicamente él podía tener el
secreto, de leyes que por alguna razón sólo él conocía.
Mitre no construía una historia independiente de sus propios deseos o de sus personales
proyectos políticos. La convención narrativa de que el autor disimule su presencia y haga
hablar a los documentos por sí mismos desaparece totalmente, pues en ningún momento
las figuras históricas poseen un discurso propio, sino aquel que les acomoda el esquema
de Mitre.
Conclusiones.
Los historiadores del XIX buscaron construir una imagen del pasado reciente para fijar con
ella los rasgos de una identidad colectiva. Según W. Burrow uno de los medios por los
cuales una sociedad se revela a sí misma es mediante sus actitudes hacia el pasado y su
uso.
Las imágenes no estaban destinadas a definir una realidad sino a prefigurarla, muchas de
estas imágenes procedían de un fondo común europeo, o sea eran prestadas. Esto explica
que nos hayamos aferrado a la epifanía de la Independencia. El problema central de la
historiografía del siglo XIX era un problema de cómo figurar la realidad americana. Las
dificultades de la figuración americana nacían de la ausencia de modelos adecuados de
discurso y de la pobreza de otras formas de representación. El recurso del costumbrismo
fue un pobre sustituto.
· En primer lugar, la relación recíproca. Para los ojos de los historiadores del siglo
XIX, el marco de referencia era el Estado-Nación. Para los americanos a través de las
revoluciones de independencia se trataba de legitimar la emancipación de las nuevas
“naciones” hispanoamericanas y la formación de regímenes políticos modernos. Para
los segundos, la revolución liberal era el tema central y suficiente para una España
desgarrada por un paso traumatizante a la Modernidad. Todos olvidaron muy pronto
la estructura que precedía su existencia como Estados Separados, esa estructura del
antiguo régimen que era la monarquía española, con dos pilares, el español y el
americano.
· Sin embargo, esta óptica parece insuficiente. Puesto que los dos fenómenos, la
revolución liberal española y las independencias hispanoamericanas aparecen
continuamente imbricadas en todas las fuentes. Se trata de hecho de un proceso
único que comienza con la irrupción de la Modernidad, que desemboca en la
formación de muchos estados soberanos. En estas páginas se intenta mostrarlo como
un hecho único que comienza con la irrupción de la modernidad en una monarquía del
antiguo régimen y desemboca en la desintegración de ese conjunto política en
múltiples estados soberanos. Hace una analogía con la URSS.
· El grupo social que lleva a cabo este proceso es un conjunto de hombres cuyo
rasgo no es su identidad socio económica, sino su común es su pertenencia al mismo
mundo cultural, una burguesía introuvable. Sin embargo, se debe constatar que la
marcha hacia un sistema social centrado en el individuo y hacia la democracia
representativa no está ligada a una hipotética burguesía, sino a mutaciones culturales
y políticas de los grupos dirigentes, y de la sociedad.
· Toda unidad social, toda relación social fundamental posee un contenido cultural
fundamental. Toda organización social lleva consigo un modelo de sociedad ideal que
puede situarse tanto en el pasado como en el futuro.
· Es posible intentar una comparación entre los procesos revolucionarios como una
exigencia de mayor inteligibilidad que permitirá ponderar las diferentes variables
explicativas. Esta óptica comparativa puede entonces intentar explicar un conjunto de
fenómenos análogos, el porqué de un caso particular
· Por último es importante mencionar que estos ensayos son una primera
aproximación a otra experiencia de las independencias americanas. Es relevante no
dejar de lado la perspectiva global, pues ni lo económico social, ni lo local son
completamente satisfactorias; lo que explica de manera satisfactoria la característica
esencial de las independencias: su simultaneidad y la semejanza de los procesos, la
pluralidad y la diversidad no pueden explicar la unicidad de un fenómeno, ni las
estructuras explicar las bruscas rupturas
La época que se va a estudiar de este libro empieza desde las abdicaciones reales de
Bayona que abren la crisis de la monarquía hispánica. El libro se centra en el periodo clave
de 1808-1810. No vuelve más atrás. Estos acontecimiento fueron importantes cuanto que
provocaron en 1810 una ruptura que era potencialmente irreversible.
● Se deben separar dos fenómenos que se producen al mismo tiempo y están muy
imbricados, pero que no pueden confundirse como lo muestra el caso de Brasil: la
independencia de la metrópolis y la revolución.
● la independencia es: una crisis política que afecta a una unidad política hasta
entonces de extraordinaria coherencia. ¿Yo me pregunto y lo económico, y lo
social?
● por otra parte, para explicar la revolución hay que utilizar tanto una historia
cultural, que capte la especificidad de la ilustracion iberica, como una historia
política y social que analice, en el “tiempo largo”, las relaciones entre el estado y la
sociedad en el mundo ibérico. este último examen es importante en cuanto la
ilustración - modernidad- no implica necesariamente la revolución
● Para comprender la causa por la cual los países europeos han seguido vías tan
diferentes en su marcha hacia la modernidad, es necesario examinar
esquemáticamente las relaciones entre el régimen político, la sociedad y la cultura
en el siglo XVIII.
● la victoria del absolutismo y sus consecuencias es, sin duda, el fenómeno clave del
siglo XVII francés e ibérico. Esta victoria es una de las salidas posibles de una vieja
pugna que viene de la europa medieval: la del Estado moderno en formación con
las instituciones representativas de la sociedad.
● Al principio del siglo XVIII, con la instalación de los Borbones en el trono. Las cortes
de los reino de Aragón son suprimidas. se establecen nuevas cortes unitarias de la
monarquía hispánica que no tienen ni representatividad ni funciones que les
permitan ser un freno al crecimiento del poder real.
● las élites modernas prefirieron durante una buena parte del siglo XVIII, escudarse
en la autoridad del rey para realizar sus proyectos de reforma . por ello en el
campo social hay una continuidad evidente entre el reformismo de la monarquía
absoluta y el del liberalismo posrevolucionario. Los fines son a veces tan claros y el
lenguaje tan moderno, incluso en el campo político, que la ilustración aparece
como un verdadero pre-liberalismo.
● A medida que las ”luces” se iban difundiendo, que crecían las élites modernas y se
fortalecía el poder del Estado, la alianza empezó a quebrarse. Esto se da
principalmente porque buena parte de la legitimidad del Estado absolutista
pertenecía al registro tradicional. Los vínculos que unían al monarca con sus
súbditos eran pesados y la relación entre ellos era algo más personal y tradicional.
la visión jerárquica y religiosa de la monarquía era poco compatible con el
igualitarismo del nuevo imaginario
● En este capítulo se intenta una rápida exposición que combine el impacto directo
de la Revolución Francesa con la preparación y el comienzo de las revoluciones
hispánicas
● En España peninsular y en América el impacto fue inmediato y muy grande. La
ejecución de Luis XVI y la persecución religiosa desempeñaron un papel
fundamental en la evolución de este proceso. En América, hubo una especial
insistencia en la anarquía y la disolución social. Los simpatizantes de la Revolución
en el mundo hispánico muy poco numerosos. En España hubo con carácter
excepcional, adhesiones fervientes a la revolución. En América ocurre parecido. La
política de “cordón sanitario” del Estado español y el tradicionalismo de la
sociedad fueron obstáculos eficaces para la propagación masiva de las nuevas
referencias
● La abdicación forzada de Fernando VII es aceptada realmente por una parte de las
elites, el resto de las elites y sobre todo el resto de la sociedad la rechazan
unánimemente. El carácter masivo del levantamiento español y el apoyo
unánime que le presta América muestran bien la comunidad política de los dos
pilares de la Monarquía
+ los miembros más jóvenes de las elites culturales serán el motor de la revolución
+ la difusión de las nuevas referencias es inseparable de las nuevas formas de
sociabilidad
+ el papel del Estado es predominante y muestra el papel que las élites modernas
juegan en el Estado absolutista. la modernidad se propaga casi siempre desde
arriba.
+ poco a poco las nuevas sociabilidades y las nuevas referencias culturales irán
difundiendo de manera descendente en otros grupos sociales.
+ estas sociabilidades modernas nos remiten a un medio cultural unido por densas
redes de intercambios epistolares y humanos.
● por último, el autor hace una comparación entre los elementos que son como
signos de las progresiones en curso de acuerdo a su geografia y coyuntura en un
área cultural: las formas de sociabilidad, la imprenta y lo que condiciona su
difusión, la alfabetización.
● Todas las fuentes de aquella época nos muestran, al contrario, que por lo político
se libraron las batallas, se soportaron tantos sacrificios y, en muchos casos, se
sacrificaron riquezas e intereses, y hasta la prosperidad misma
● Para escapar de los peligros que implica el sufragio universal es necesario redefinir
el pueblo y fijar unos límites prácticos y, sobre todo, teóricos a la soberanía de un
pueblo indiferenciado
+ se considera normal que las coyunturas culturales afectan por igual a las diferentes
revoluciones y que los problemas políticos y las soluciones que se intenta darles se
difundan del centro a la periferia. Esto se trata fundamentalmente de una misma
lógica surgida de un común nacimiento a la política moderna.
● Señala que hay un paso de los ideales a Francia, después a España y después a
América.
Era un imperio desde California hasta el Cabo de Hornos, que alberga 17.000.000 de
personas. Señala que la Independencia aunque precipitada por un hecho externo fue la
culminación de un largo proceso de enajenación, en el cual hispanoamérica se dio cuenta
de su propia identidad, tomó conciencia de su cultura, se hizo celosa de sus recursos. Cita
a Alex von Humboldt señalando “los criollos prefieren que se les llame americanos”.
Hispanoamérica se sujetó a un nuevo imperialismo a fines del siglo XVIII que hacía más
pesada su carga y la dependencia. La reforma imperial plantaba semillas de su propia
destrucción, si creciente imperialismo realizaba un ataque directo a los intereses locales y
perturbaba el frágil equilibrio de poder en la sociedad colonial.
En el siglo XVII Hispanoamérica ya había logrado una cierta independencia, y que ahora
venía un segundo imperialismo. Se había formado una élite criolla, que tenía ciertos
intereses distintos a los españoles.
LOs criollos no tenían poder político, pero no se podía ignorar su relevancia. Las colonias
habían comenzado a adquirir cierta autosuficiencia económica con respecto a Europa.
Esta autosuficiencia criolla era percibida por los españoles, querían aumentar la
dependencia económica, como condición de unión política. Como señalaba el virrey Gil de
Taboada, virrey del Perú: “el día que contenga en sí todo lo necesario, su dependencia
será voluntaria”.
Detener la primera emancipación criolla era el objetivo de Carlos III. Se hizo un esfuerzo
por dar a España un renacer político, económico y cultural. El principal objetivo del
programa era controlar a los criollos.
Eran claves en este control el rol de los intendentes. El gobierno español dejó de pagarles
a los intendentes, de aquí comenzó el repartimiento de indios para financiarse, lo que
genera rebeliones (Túpac Amaru) y una serie de abusos que podemos señalar que
generaron problemas internos.
en 1786 y 1784 se hizo reformas, y se estableció la paga a los intendentes, y se señaló que
los indios podrían trabajar libremente, esto generó molestia en la élite criolla. La política
de los borbones fue saboteada dentro de las propias colonias.
Otro caso fue la expulsión de los jesuitas en 1767, quienes tenían una gran libertad e
influencia en América. Los americanos consideraron la expulsión como un acto de
despotismo contra sus compatriotas. Generó resentimiento.
La Iglesia fue coninuuamente objeto de reforma por lo borbones, querían someter al bajo
clero a los tribunales seculares.
Otro objeto de ataque era el ejército, pero aquí tuvo que actuar con cuidado ya que no
tuvo dinero ni hombres para mantener uno propio. Relevante es el caso del ejército en el
virreynato de la plata cuando huye el virrey Sobremonte.
También fue relevante el impuesto de la alcabala que era un impuesto español que había
sido aumentado sostenidamente. Antes no habían habido problemas para recaudar
fondos públicos porque eran para América, pero ahora había habido mayores problemas
ya que se gastan en España.
En 1778 se declaró el comercio libre, que no fue para nada de libre, siguió siendo
controlado por España, esto generó mucho odio de parte de los criollos.
Para los exportadores criollos era bueno porque podían vender, pero para los
manufactureros era malo porque traía mucha competencia, Lynch no señala el caso de los
ponchos gauchos en Argentina venidos de Inglaterra.
gachupines y chapetones eran los despectivos nombres de los criollos a los españoles,
había aumentado mucho la inmigración española. Muchos eran duros y despiadados, y
venían a hacer la América. España no se fiaba de los americanos para los cargos de
responabilidad política.
La revolución americana puede interpretarse como una reacción americana contra una
nueva colonización.
Humboldt nos señala “el europeo más miserable se cree superior a los blancos nacidos en
el nuevo continente”.
En México Alamán sostenía que esta era la causa principal de la Independencia. Pero los
españoles tenían un problema, la superioridad numerica de los criollos.
La primera conquista fue de los indios, la segunda un intento de controlar a los criollos.
Además de esto había problemas raciales, los peninsulares eran blancos puros, los
americanos eran más o menos blancos de piel aspera y labios gruesos. Se llegaban incluso
a litigios, y tenían que quedar satisfechas con la declaración de los tribunales a que raza
pertenecían.
Las castas estaban determinadas por diferencias raciales, económicas y sociales. Era
estratificada: era una sociedad de castas.
Hubo algunas leyes que habilita a mestizos y pardos ser aceptados en estratos superiores,
pero esto produjo mayor odio interno. Los criollos perdieron la confianza y empezaron a
dudar de que España quisiere defenderlos.
Señala que hay ciertas influencias de la Ilustración, pero era poco importante. Suponer
que la Ilustración es causa de la revolución es confundir causa y efecto, algunos eran ya
disidentes, y por eso buscaban en esa filosofía una justificación. A medida que se
radicaliza menos atraía a los criollos.
Señala que la gran masa de los americanos tenían objeciones, pero que eran más
pragmáticas que ideológicas.
Esto fue cuando Carlos IV asume luego de Carlos III, abdica en favor de Fernando VII y es
tomado preso por Napoleón. Se instauran las cortes de Sevilla, y luego la de Cádiz, que
declaraba que España y América eran una sola nación. Pero pese a eso se la deberían ver
solos los americanos. La revolución del Sur fue más rápida, la revolución del Norte más
lenta ya que fue hostigada más de cerca por España.
Río de la Plata:
El incremento de las castas en el curso del siglo XVIII alarmó a los blancos y despertó en
ellos una nueva conciencia de raza. Era altamente estratificada al punto de ser azotada un
mulato por descubrirse que sabía leer y escribir.
En 1806 un fuerza expedicionaria británica de Cabo verde ocupó Buenos Aires. El virrey
marqués de SObremonte escapó al interior, los criollos salieron a defenderse. Dirigidos
por Santiago Liniers atacaron a los británicos, las derrotaron y los cogieron prisioneros.
Fueron sus habitantes, no España quienes lo defendieron. Les dio a los americanos una
conciencia de fuerzas que ignoraban. El poder una vez adquirido no iba a ser abandonado.
Hubo una cierta oportunidad con el desorden español producto de la toma de Napoleón,
pero no era lo más importante. Los realistas argentinos guiados por Alzaga quisieron
deponer a Liniers.
La economía del Río de la Plata estaba lista a expandirse más allá de sus restricciones
imperiales. Principalmente con la plata y el cuero, desarrolló un gran comercio exterior.
Pero se veían complicados por la guerra española y el bloqueo británico; los criollos
querían reformas económicas.
Se dió un choque de intereses entre el litoral y el interior que sería heredado por la
República Independiente.
La revolución de Mayo fue más que una propuesta de autogobierno bajo la corona, fue
una rebelión de la colonia, dirigida por revolucionarios violentos y radicales, cuya lealtad
al rey no podía ser tomada en serio. En resumen, el cambio de facto fue tan revolucionario
que tiene relativamente poca importancia que los insurgentes se engañaran a sí mismos o
a los demás con la “máscara de Fernando”.
Había divisiones dentro de las provincias, lo hecho por la junta no era asimilado por las
regiones de la Banda Oriental, Paraguay o para el Alto Perú.
Vino un período de reconquista a cargo de Gerardo Posadas, luego fue echado y luego un
período de anarquía.
Los intereses de Buenos Aires y de las regiones interiores era irreconciliable, para Buenos
Aires la revolución cumplió sus esperanzas, pero las del interior sufrieron una grave
recesión. La protección que estas últimas querían entraba en conflicto con los intereses
librecambistas de Buenos Aires.
Esto llevó a la lucha federal-unitario: los federales eran los que querían preservar los
intereses del comercio exterior para Buenos Aires, los unitarios querían un plan de
desarrollo para todo el país.
Rivadavia era seguidor de la Ilustración, tenía contactos con Jeremy Bentham. Promovió la
educación, tuvo campañas contra el alcoholismo y vagabundeo. El plan económico de
Rivadavia reestableció la fe británica en Argentina. Pero su problema fue que intentó
hacer demasiado, demasiado pronto, parecía ignorar las limitaciones de su patria y su
regionalismo.
Lynch nos cuenta que la Independencia argentina hizo cambiar el poder español de los
peninsulares a los británicos.
Mientras el Estado se fue debilitando por la guerra civil y resistencia militar, los
estancieros se hicieron más fuertes.
Lynch nos señala que el gaucho tuvo limitaciones, la ley atacaba al nomadismo, debían
portar identidicaciones de empleos o sufrir el cambio colonial. La política india de la
revolución fue ilustrada. La condición de los indios no mejoró con la independencia.
América Latina como un continente que preserva todas las secuelas que dejó el periodo
colonial y que en consecuencia ha dejado la gran brecha que dentro de ella existe.
Dentro de esta idea el autor expresa que a lo largo del proceso colonial que sufrieron
diversos territorios de América Latina, esta ha preservado procesos e ideales tanto
políticos, económicos y algunos sociales que han hecho que exista una gran disparidad
dentro de ellos y que les impida la integración de una región común.
El surgimiento de Inglaterra, entre 1500 y 1700, como una de las grandes naciones
europeas debido a sus crecimiento tanto en la rama mercantil como manufacturera, cosa
que le permitió avances en América, Asia y África.
Tras las grandes reformas internas que se realizaron en Inglaterra, estas le permitieron
lograr posicionarse dentro de las naciones que comenzaron a forjarse un mayor desarrollo
tanto comercial como económico, que les hizo tener una expansión en los dominios de
ultramar de otras naciones europeas y así obtener el título de la mayor flota marina tanto
para efectos bélicos y mercantiles.
Francia como nación europea fue una de las más atrasadas en cuanto a la modernización
e incursión en la rama del comercio con el mundo ibérico, debido a que dentro de ella
seguían predominando los ideales aristocráticos.
Francia presentó este atraso debido a que para ella era más importante mantener los
estatus nobiliarios que la incursión en el comercio, aunado a que presentaba un sistema
interno que era obsoleto y que no contaba con las instituciones necesarias para
desarrollarse como potencia de ultramar hasta la llegada de Colbert al poder.
“En 1624, Francis Bacon había examinado “el frágil estado de la grandeza de España” y
concluía que su grandeza consiste en su tesoro; su tesoro en sus Indias; y sus Indias… en
no más que el acceso por quienes tiene acceso.”
El poco avance de España, siempre se debió a las colonias que tenían en América, dado
que eran su principal fuente de recursos y las que les permitieron que el comercio, en sus
bases, se propulsara. Pero España nunca fue abastecedora de recursos para sus colonias y
dejo que las demás potencias Europeas, explotaran dicho recurso hasta que llegaran en
ciertas ocasiones a subordinarla.
“El comercio (español) con las colonias, fue organizado desde el principio con el fin de
asegurar un monopolio de beneficios a la Corona, los súbditos y los residentes de Castilla.”
El comercio español, se desarrolló siempre de una forma atrasada, debido a que nunca
hubo dentro de ella, una verdadera reforma que le permitiera aprovechar a sus distintas
colonias en gran proporción. Su sistema comercial siempre tuvo la clásica visión medieval
que se manejaba a fines del siglo XVI, siempre manteniendo una jerarquía y beneficiando
a la Corona.
Dentro del comercio español, esta característica fue clave para su dominio, debido al
desarrollo de las otras grandes naciones europeas que estaba en post de la conquista de la
colonias tanto españolas como europeas. Creando de esta forma cadenas jerárquicas que
permitieran establecer un sistema comercial casi irrompible tanto dentro de las colonias
como dentro de los distintos puertos comerciales.
Portugal, fue una de los naciones europeas que logró explotar el océano indico para el
comercio de tanto de especias como de artículos lujosos y porcelanas de plata.
Portugal, al igual que España, fue una de las naciones que contaba con muy poco
desarrollo interno, pero eso no fue impedimento para que dedicara sus recursos a la
exploración de África y Asia, logrando así el establecimiento de colonias que le
permitieron dar sus primeros pasos dentro del comercio y la dominación del océano
índico.
El establecimiento de una colonia en América Latina por parte de Portugal como defensa
de las otras naciones europeas que buscaban su establecimiento y quitarle el monopolio
de ciertos productos.
Portugal, nunca tuvo la intención de tener una colonia dentro de América Latina, pero
tuvo que establecerla para no perder el monopolio de sus productos frente a las otras
naciones europeas que buscaban su establecimiento y dominio del comercio en esa área,
conjuntando de manera fortuita su tecnología marítima y su posición geográfica.
El gobierno español no fue un país acaudalado a pesar de tener varias colonias ricas en
recursos minerales.
Esto fue debido a que España en esa época, había sido financiada por la iglesia católica en
sus viajes, así que España debía de pagar ese préstamo que se le había realizado; además,
España debía pagar a otros países como Francia o Inglaterra por diversas situaciones.
Esto hizo que se adoptara la religión católica y la manera de trabajar en haciendas, tal y
como los españoles lo tenían previsto.
La iglesia era la dueña de la mayoría de los bienes ya que había financiado a España, y era
la que acaparaba el mercado económico.
De esta manera, y a medida en que la religión católica pasaba a formar parte de la
mentalidad de los indígenas, esta, comenzó a cobrar a los españoles sobre los préstamos
que le había hecho financiando su viaje a la Nueva tierra, además, el capital español no
era suficiente para crear nuevas obras, lo cual hacía que la iglesia prestara nuevamente
dinero y así, se creaba un círculo vicioso en el que la iglesias católica española crecía sin
medida, mientras que los indígenas fallecían por enfermedades contraídas de los
españoles colonos.
Los españoles crearon la hacienda con el fin de obtener ganancias para su nación en
Europa. Los hidalgos españoles, quienes eran la gente aristócrata de ese entonces,
crearon estas haciendas con el fin de someter a la gente bajo su paraguas “protector”,
además de explotarlos para el beneficio del mismo “hidalgo español”, con el fin de
obtener la mayor ganancia, una mayor extensión territorial y ser reconocidos por el Rey
de España para que se les otorgaran mayores concesiones.
Todo lo que España logró en sus próximos años fue gracias a sus colonias.España al
encontrar estas nuevas tierras, se enfocó en extraer la riqueza de las mismas; mientras
que en España mismo, la producción bajó demasiado, debido a que la dependencia de
vivir de la riqueza de las colonias aumentó, de tal forma que cuando las colonias pasaron a
independizarse, España no vio en sí un crecimiento de infraestructura, ni de nivel de vida.
Tanto las haciendas como las iglesias, tuvieron una doble función para el Reino de España,
ya que ambas acaparaban la riqueza. Al ser creadas las haciendas, los hacendados ofrecían
protección, alimentos, casa y salud a los indígenas que estuvieran dispuestos a trabajar
para ellos durante todos los días, estos recibían una modesta remuneración; por otro
lado, la iglesias, comenzaron a hacer uso del diezmo, con el engaño de que era para su
protección de los indígenas y para el crecimiento del país y el bienestar social. Ambas
creaciones favorecen de cierta manera al reino de España.
La herencia social de la América Latina colonial no fue simplemente una rígida estructura
de una aristocracia, sino que fue una estructura social estratificada por color y fisonomía,
existe una elite de blancos o casi blancos y una masa de gente de color que incluye a
indios, negros, mulatos, mestizos y la gama de mezclas de blanco, indio y negro
denominada castas. En la base de la pirámide se encuentra la masa de gente
empobrecida, marginal, impotente y subordinada.
Los peninsulares lograron reproducir en las tierras altas de México y los Andes y a lo largo
de la costa del Brasil, una réplica de su sociedad del viejo mundo (Europa): una estructura
social de dos clases o estratos-una élite de terratenientes, mineros, alta burocracia y clero
(masa de pobladores rurales en comunidades indoamericanas o en haciendas o
plantaciones tropicales y entre dos estratos un pequeño grupo de comerciantes,
burócratas y bajo clero). En resumen, en las colonias iberoamericanas el color, el status y
el poder, determinaba la posicion social.
La estrecha relación familiar entre los reinos de España y Francia daba pauta para poner
en marcha estrategias comerciales por parte del rey de Francia.
Las coronas tanto de España como de Francia estaban siendo ocupadas por miembros de
la familia Bourbon en el siglo XVIII, y esto hacia que el rey Felipe V de Francia pensara en
las colonias españolas como un aliado comercial para Francia.
El tratado de Utrecht le dio una nueva visión al comercio español del siglo XVIII.
Este es un tratado firmado entre España e Inglaterra, donde España cedía el control total
que tenia en el estrecho de Gibraltar a cambio de un control total de su imperio en
América. Con el cual se aseguraba que Inglaterra no comerciaría con sus colonias
principales (México, La Habana y Caracas).
El retraso tecnológico de la península ibérica pronto dejo a sus países a merced de las
flotillas comerciales de Inglaterra y Holanda.
Tanto España como Portugal, que poseían los terrenos mas grandes en el Nuevo Mundo,
se vieron en problemas a la hora de llevar mercancías de América a Europa, por lo que
tuvieron que recurrir a las modernas flotas comerciantes de Inglaterra y Holanda, que
cobraban altas comisiones por mercancías de bajo peso.
Las posesiones de ultramar de Inglaterra demostraban ser mejores que las españolas.
Jamaica fue tomada a través del corso en el siglo XVIII, esta funciono como punto de
enlace entre las mercancías salidas de colonias españolas e Inglaterra. Cuando La Habana
fue tomada por los ingleses en 1762, demostró una gran mejora administrativa, ya que
durante el poder español no llegaban más de 15 buques conmercancías al año, en cambio
bajo poder inglés ese número llego a 700 por año.
Cuando Carlos III toma la corona en 1759, promueve diversas políticas sobre materia
marítima, entre ellas la más notable seria la restructuración de una flotilla militar y
comercial española.
El comercio marítimo era limitado por los recursos de transporte en tierra.
Muchas veces los puertos se encontraban vacíos debido a la incomunicación entre las
zonas productivas muy adentradas en los territorios coloniales y estos. Este problema hizo
más atractiva la explotación isleña que la continental.
En la Nueva España los ibéricos mandaban, mientras que los criollos veían que no podían
tomar decisiones en su tierra natal, al ver la falta de concesión con ellos por parte de la
metrópoli, tomaron el liderazgo de las castas inferiores y empezaron los movimientos
independentistas.
Durante esa época, se dan las condiciones para que surja, con más fuerza de la que tenía,
el dirigente político rural.
Por los lazos que se habían formado en el campo, entre las dos clases sociales existentes y
los problemas que de ello podían surgir, aparece lo que fue conocido como: caudillo,
cacique, coronel, entre otros; que se convirtió en la figura local de autoridad ya que era
reconocido por el gobierno y contaba con el apoyo del pueblo. Esa era una de las formas
de que las clases inferiores se integraran en la sociedad.
Alrededor de 1820, las élites de las sociedades latinoamericanas fueron divididas, según
sus intereses y formas de pensar.
Los intereses habían variado y surgieron 3 principales grupos: los tradicionalistas, siempre
conservadores y aferrados a las viejas costumbres; los realistas, algunos conservadores y
otros liberales, que querían a las viejas instituciones, pero con algunos ajustes y los
llamados “insurgentes” que querían cambios más radicales, debido a su tendencia liberal.
Al elegir la forma de gobierno y las leyes que los regirían, la clase en el poder debía fijarse
en que las leyes le favorecieran, pero que no propiciaran el descontento de las clases
inferiores. Por otra parte, es en esta época cuando surge la clase media en la región, que
ayudaba al desarrollo del país, lo que obligaba a crear condiciones legales óptimas, para
que su desenvolvimiento fuese productivo.
Sin importar que las formas de gobierno elegidas por cada país eran distintas y debido a su
pasado común, existían múltiples aspectos en los que coincidían la mayor parte de las
naciones como, por ejemplo: fuertes poderes ejecutivos, demanda de una posición
económica alta para votar y para la participación política, gobiernos centrales que
también decidían sobre los locales y sobre los demás poderes, etc.
Sin importar que la escala social existiera en la mayor parte del siglo, al finalizar este se
volvió al racismo extremo pues la élite comenzó a asociar el retraso del país a la presencia
de razas inferiores a la blanca, pues en los países más desarrollados del mundo en ese
momento, sólo existía la raza blanca, lo que propició una nueva ola de racismo en
Latinoamérica y ahora con una aparente buena razón.
Conclusión:
A pesar de que cada país de la región tiene sus propios rasgos característicos y ha
experimentado situaciones diferentes a las del resto, América Latina es, debido a los
legados coloniales y culturales que comparte, además de a distintos factores, tanto
internos como externos, que los han unificado a lo largo de la historia, una región, con
formas similares de enfrentarse a la coyuntura que la rodea.