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PROPUESTA DE ENSAYO SOBRE EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN

(RUEGO FUTURAS PROPUESTAS SOBRE EL PROCESO –O EL


MOMENTO- DE LA DIVINIZACIÓN O REVELACIÓN DE DIOS AL
HOMBRE, ASÍ MISMO SERIAS Y DOCUMENTADAS)

INTRODUCCIÓN:

En este trabajo vamos a intentar hacer un recorrido somero, y no exhaustivo, por


el proceso de hominización, desde los supuestos orígenes de los primeros homínidos
hasta la aparición del lenguaje, basándonos, sobre todo, en diversos autores de
reconocido prestigio, en ciertos documentales visionados, así como en nuestras propias
vivencias, valoraciones e interpretaciones personales. Es muy importante que
entendamos que somos el resultado de un proceso material e inmaterial con distintas
variaciones, donde es fundamental comprender la idea de cambio constante y la idea de
la interrelación entre los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales cuyo
resultado somos nosotros.

Nosotros, los otros, ellos… Desde mi experiencia personal, fueron las demás
personas y, en concreto, las más pequeñas, las que me abrieron todo un mundo de
curiosidades: eran los retoños de mis hermanas mayores, con sus bracitos regordetes,
sus bocas desdentadas, sus cabecitas desfiguradas, apepinadas, sus piececitos con los
deditos abiertos como los monitos buscando algo donde agarrarse, los que me indujeron
a pensar, en el alba de la adolescencia, que ellos, nosotros no siempre habíamos sido
seres humanos como lo eran los mayores, mis padres, mis abuelos, sino que algo grande
y apasionante se ocultaba en el conocimiento de nuestros orígenes, así como en el
principio de la existencia de todos los seres vivos.

Incluso, a los dieciocho años, en mi afán de conocimiento, en mi búsqueda


continua de explicaciones satisfactorias y no descabelladas, obsesionado con poder
mirar al pasado, tuve un sueño que marcaría mi pensamiento en adelante, un sueño un
tanto infantil y consolador. Andaba por entonces perdido en lecturas como “Dioses,
Tumbas y Sabios”, de C.W. Ceram1, “Tras las Huellas de Nuestro Pasado”, de Kurt

1
“Dioses, Tumbas y Sabios”, autor: Ceram, C.W.; Ed. Destino. Barcelona, 1982.
Benesch2 y “La Nueva Historia de Adán y Eva”, de Günter Haaf3, entre otras. A ese
sueño, verdaderamente reparador tras una veraniega noche de insomnio, que luego
convertí en relato, lo titulé “Punto de Luz”.

En él, en mi subconsciente, en realidad en mi consciente onírico, me desperté -o


me incorporé- cuando mi cuerpo virtual era transportado o se alzaba por mi propio
deseo hasta una altura desde la que podía contemplar el mundo con toda nitidez, con
todo detalle, lo que me permitió advertir que la gente, los vehículos, el sol, el tiempo
marchaban al revés. Noté con inmenso asombro cómo los días y las noches pasaban
hacia atrás cada vez a mayor velocidad, cómo los enormes edificios de hormigón se
deshacían en casitas blancas de teja, después en cabañas perdidas entre la vegetación,
hasta que llegó un intenso frío y los humanos buscaron el refugio de las cuevas. El calor
y el frío se fueron sucediendo; las montañas, los mares y los desiertos se iban
alternando; animales de enorme tamaño poblaban la Tierra; se produjeron tremendos
cambios geológicos; después el mundo era sólo una masa incandescente que se deshizo
en vaporosas nubes. Al final, la obscuridad, el silencio, la nada. Sólo a lo lejos, un
diminuto punto de luz, inmóvil, atemporal, tan lejos de mí como dentro de mí mismo,
era todo lo que quedaba, la única presencia, la existencia consciente de sí misma.

A manera de introducción, además de comenzar con lo estrictamente formal y


supuestamente verídico, así como con el anuncio del uso y desuso de los estudios de
estudiosos ampliamente reconocidos en el mundo científico de la Antropología Física y
Evolutiva, como también de la utilización de ciertos documentales sobre los primates
contemporáneos para ilustrar este ensayo, el mismo no sería tal si no pudiéramos dar
nuestra más sincera opinión, valoración e interpretación particular. Por ello, para
amenizar este “introito”, nos hemos valido de una vivencia personal para dar colofón
final, en las conclusiones claro está, a lo que, gracias a Giordano Bruno, ya intuíamos
desde el principio que sería el final y el principio, o el principio y el final, para otra vez
volver a empezar. Pero vayamos ya con el intermedio…

2
“Tras las Huellas de Nuestro Pasado. La Aventura de la Arqueología”, autor: Benesch, Kurt. Ed. Printer
industria gráfica S.A.; Barcelona, 1981.
3
“La Nueva Historia de Adán y Eva”, autor: Haaf, Günter. Ed. Printer industria gráfica S.A.; Barcelona,
1979.

2
¿QUÉ FUE PRIMERO: EL HUEVO O LA GALLINA?

Ante todo debemos ser conscientes de que todos, absolutamente todos los seres
vivos, procedemos de un buen caldo: el Caldo Primigenio, -cuya continua exposición a
descargas eléctricas por la atmósfera primitiva fue reproducida en laboratorio ya en
1952 por los norteamericanos H. Urey y S. Miller, dando como resultado 19 sustancias
orgánicas dentro de la probeta, en un caldo de gallina flojo4-. En este Caldo Primigenio,
esta sopa “con mucha sustancia” -como dicen en mi pueblo de los caldos de cocido-, por
procesos que ahora no son oportunos describir, se produjo el inicio de la materia
orgánica en este mundo. Básicamente, el huevo y la gallina serían, para los bioquímicos
alemanes Hans Kuhn y Manfred Eigen, del instituto Max Planck, en Göttingen, los
ácidos nucleicos (moléculas especializadas portadoras de información), y las proteínas
(moléculas especializadas portadoras de funciones) que formaron las primeras cadenas
moleculares especialmente estables (ADN) originando las primeras células auténticas,
vivas, capaces de reproducirse: se había descubierto el código genético. Ambos
investigadores parten de que el principio darwiniano de la selección natural ya
regía para la molécula pre biológica: sólo los compuestos mejor adaptados a las
condiciones ambientales del momento tenían oportunidad de seguir desarrollándose.
Estas condiciones cambiantes también ofrecían oportunidades para ejemplares
especialmente capaces para la supervivencia. Esas moléculas afortunadas podían
entonces colonizar nuevos hábitats (nichos ecológicos), donde el juego de mutación
por azar y la adaptación necesaria colaboraba a un nuevo aumento de la capacidad
de supervivencia5.

Como vemos, ya desde el principio, en todo proceso biológico encontramos la


selección natural y la mutación por azar que, posteriormente, junto a la recombinación y
a la deriva de genes, constituirían los mecanismos de cambio en el proceso de
hominización, engranajes esenciales en la rueda de la vida en general, y de la de la
Humanidad en particular, que es la que ahora nos ocupa. A este respecto, el proceso de
hominización vendría a ser, para nosotros, un continuum, un viaje de continuos
altibajos, de saltos y caídas, de avances y retrocesos, de constantes cambios, de
continuos descubrimientos o redescubrimientos, cuya meta final seríamos nosotros
mismos, sería el reconocimiento o autoconocimiento de nosotros mismos, de cómo

4
Ibídem, Pág. 34.
5
Ibídem, Pág. 37.

3
llegamos a la obtención de ese nuestro gran cerebro, de nuestras inmensas posibilidades,
como especie ganadora, como única especie consciente de sí misma, como única
especie verdaderamente inteligente de este mundo.

Y EL MONO SE BAJÓ DEL ARBOL…

Sería estéril entrar en el debate de cuándo y cómo se produjo la separación del


género homo del resto de primates, y de cuándo éstos a su vez se desarrollaron, parece
ser, de una especie de roedor de sangre caliente y, así hasta llegar al mencionado
antepasado común unicelular de todo ser viviente, tanto animal, como vegetal. Los
continuos descubrimientos en la filogenia humana inducen a pensar que todavía nos
hallamos muy lejos de precisar cualquier tiempo, etapa o lugar determinado –si bien
todo parece indicar que se produjo en África- en que ésta estableció su inicio en un
homínido en concreto, con unas características determinadas y con un nombre propio y
definitivo en particular, aunque la mayoría de estudiosos estaría de acuerdo en que el
rasgo común a nuestros primeros ancestros sería el bipedismo, pues se habría pasado de
la fase de “caminar de nudillos” a andar erguido, como nos indica Josef H. Reichholf en
el capítulo 3 (“Australophitecus”) de su obra “La Aparición del Hombre”, rasgo que por
otro lado también utilizan nuestros más cercanos parientes como los bonobos, los
chimpancés, los gorilas y un poco más allá, nuestros primos los orangutanes, pero de
manera esporádica y no para una locomoción continua.

Es interesante cómo, por ejemplo, en los vídeos de Jane Godall, buscamos


paralelismos entre el comportamiento de los chimpancés con respecto a nosotros,
teniendo en cuenta que ésta es una especie hermana a la nuestra con un –parece ser-
antepasado común, anterior a nuestros australopitecinos. Por ello estudiamos y
analizamos sus comportamientos individuales y grupales, la manera de relacionarse y
jerarquizarse, la alimentación, su acceso y aprendizaje, las relaciones entre las madres y
las crías y de éstas con el resto del grupo, la caza y el ataque a otro grupo rival, las
alianzas, las relaciones sociales, sexuales y la existencia de vínculos familiares, la
cooperación y la rivalidad, la posible creatividad, la utilización de piedras o palos como
prolongaciones del cuerpo con determinados fines y su uso entre las generaciones, la
agresividad espontánea e ilógica, los celos, etc., que nos permitan explicarnos o
aproximarnos a la comprensión de las formas de vida de aquellos ancestros y el por qué

4
de su evolución. Es necesario señalar que no hemos de considerar en absoluto a
chimpancés/bonobos, gorilas y orangutanes como fósiles vivientes, sino más bien como
especies supervivientes, ganadoras dentro de su línea evolutiva, claro está, aunque
continúen pasando la mayor parte de sus vidas en los árboles.

La principal analogía entre estas dos especies de primates, australopiteco y


chimpancé, es el similar tamaño de sus respectivos cerebros, aunque ligeramente más
desarrollado en los primeros homínidos. No obstante, es significativo tener en cuenta
que para la mayoría de investigadores estos primeros homínidos son calificados
como tal gracias a que fueron los primeros bípedos, los primeros en trasladarse de
forma bípeda, con todas las modificaciones anatómicas necesarias para ello –la
columna ortograda, en forma de ese, gracias al desplazamiento del “foramen magnun”,
adaptación de la pelvis al andar erguido, acortamiento de brazos, modificación de
rodillas y pies, las escápulas, pecho y hombros, calavera con menor prognatismo facial
y cráneo más redondeado, mayor agudeza visual en detrimento del sentido del olfato,
cambios en la musculatura en su conjunto, etc.-, aunque conservaran los huesos de los
dedos arqueados para la braquiación, pero ya con el pulgar de la mano opuesto al resto
de dedos para el “agarre poderoso”, lo que les permitía coger cosas, transportarlas y
caminar. Además, también hay que tener en cuenta la pérdida del “estro”, lo que
redundó en una continua disposición sexual de la hembra y la mayor implicación del
macho en el cuidado y mantenimiento de las crías. Aún así, no es hasta el Homo habilis,
con una cavidad cerebral algo mayor, cuando se denomina a los fósiles de homínidos
del género “Homo” (australopiteco significa “mono del sur”). Para Reichhold al primer
homínido debería llamársele Homo erectus.

Siguiendo a Reichhold, es muy probable que muchas características “humanas”


que el australopiteco ya poseía como la posibilidad de recorrer grandes distancias con
una mayor economía energética gracias a un cuerpo delgado y su caminar erecto, la
capacidad de sudar para eliminar calor corporal, así como el incremento de carne en su
dieta, que aportó proteínas y facilitaría el crecimiento cerebral –tan sólo el chimpancé es
el único antropomorfo que come algo de carne-, se desarrollaran en espacios abiertos
como las sabanas y las estepas. Así pues, ya antes de los australopitecos, otra especie
anterior, debido a causas no bien conocidas –cambio climático, competencia por el
espacio, por los alimentos, adaptaciones al medio, mutaciones e incluso exacciones
como la modificación de los dedos de la mano que nos permite hacer cosas para las que

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no se definieron en un principio-, debió de abandonar el bosque progresivamente e
iniciar su adaptación a los espacios abiertos. El chimpancé, en cambio, la especie más
cercana a nosotros, nunca abandonó el bosque tropical.

¿Y DIOS CREÓ AL HOMBRE?

Para Juan Luis Arsuaga está claro que no. En su magnífico capítulo 2º (“La
Paradoja Humana”) de su obra “El Collar del Neandertal” nos habla del Homo habilis,
como el primer homínido con el que se han encontrado restos de utensilios elaborados
por él, como las primeras piedras talladas de manera muy tosca. Arsuaga expone, a
nuestro parecer muy acertadamente, que el incremento de la cavidad cerebral del Homo
habilis respecto del australopiteco se debió, entre otras causas, al nuevo nicho ecológico
en el que tuvo que desenvolverse, mucho más grande y complejo, todo un nuevo
espacio lleno de diversidades que tuvo que explorar, comprender a su manera y donde
debía de sobrevivir y procrear, con nuevas especies vegetales y animales de las que
alimentarse y a las cuales debía de aprender a extraer la carne, la grasa y las pieles,
entender y prever sus movimientos migratorios estacionales, y con nuevas dificultades
añadidas por la mayor exposición a depredadores.

Pero el detonante del crecimiento cerebral que permitiría todo esto sería la
complejidad social en la que este homínido vivía, conllevando este fenómeno social un
aumento considerable del córtex cerebral, que en los humanos representa la mayor parte
del cerebro, donde se llevan a cabo las funciones mentales más elaboradas, entre ellas
las de asociación y la capacidad de análisis. Mientras que los chimpancés, por ejemplo
utilizan ramitas para coger termitas, lo hacen de manera oportunista, enseguida. En
cambio, el Homo habilis puede planificar la elemental elaboración de un hacha o lasca
de piedra y su transporte y utilización posterior cuando surja la ocasión. Puede prever,
imaginar su uso.

El siguiente eslabón en la cadena evolutiva estaría representado por el Homo


ergaster, que según Arsuaga no izo desaparecer inmediatamente a la supuesta especie
antecesora sino que acabó imponiéndose como especie mejor adaptada o preparada en la
lucha por el espacio o nicho ecológico que tuvieran que compartir. Incluso se da un
considerable aumento tanto del tamaño cerebral como del corporal, igualándose este

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último al humano actual. Además, el Homo ergaster u Homo erectus, que para este
autor vendrían a ser la misma especie, fue el primer homínido que dio el salto fuera de
África y se expandió por Asia, dando a entender con ello su gran desarrollo cerebral al
saberse adaptar a todo tipos de ecosistemas, fríos y calurosos, áridos y húmedos,
marítimos y de interior. Es significativo el salto tecnológico en la elaboración de las
hachas de piedras, ahora llamadas bifaces, las cuales han sido fabricadas de forma
predeterminada, existentes antes solo en la mente del autor.

Es necesario precisar que existe una relación entre el tamaño del cerebro de los
primates y la duración de los diferentes periodos de la vida. Cabe suponer que siendo
nuestro ciclo vital mucho más largo que el de los chimpancés, el del Homo ergaster,
cuyo tamaño cerebral estaría a medio camino, también tendría un periodo más largo que
los chimpancés para el cuidado de sus crías y una longevidad mayor.

Es nuestro deseo transcribir aquí, de forma literal, el profundo párrafo que da


título a todo el capítulo de Arsuaga: “Con el Homo ergaster comienza a manifestarse en
toda su tremenda dimensión la extraordinaria paradoja que representan en la biología
los seres humanos, las personas: anatómicamente sólo unos primates con postura
erguida, una novedad evolutiva interesante pero en ningún sentido más extraordinaria
que el vuelo de los murciélagos o la adaptación al mar de los cetáceos; y al mismo
tiempo unos organismos radicalmente diferentes de todas las demás criaturas vivientes
por su asombrosa inteligencia, capacidad de reflexión y plena conciencia de sí mismos
en todos sus actos.”

Y EL HOMBRE CREÓ A DIOS

“Dejad que los niños se acerquen a mí, pues de los que son como ellos es el
reino de los cielos”, esta frase nos sugiere Edgar Morín en su sesudo ensayo de
bioantropología “El Paradigma Perdido”, cuando habla de “Juvenilización
cerebralizante y cerebralización juvenilizante” en “El Nudo Gordiano de la
Hominización”. Es notorio y palpable que el complejo mundo social ejerció una
considerable presión sobre la creación de nuevas áreas en el cerebro, nuevos centros
asociativos y organizativos que a su vez fueron promoviendo el aumento del número de
neuronas del córtex. A partir del limitado cerebro del Homo erectus se produce un

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considerable desarrollo de la “materia gris” precisamente porque la complejidad
sociocultural va a presionar para producir toda mutación genética que tienda a retardar
el desarrollo ontogénico del niño -en nosotros dura trece años-, pues la prolongación de
la infancia permite un mayor aprendizaje, así como que se integren en el cerebro
estructuras socioculturales fundamentales a través del simultáneo desarrollo intelectual
y afectivo. Además, este retardo en el desarrollo ontogénico que tiende a mantener
rasgos infantiles o juveniles en el adulto se debe a que el proceso de evolución biológica
del homínido es neoténico, permite una capacidad continua de aprender. Por ello la
juvenilización de la especie es cerebral, o sea, persiste la potencialidad de la inteligencia
y sensibilidad juvenil en los adultos y en las personas mayores.

Para Clifford Geertz, el crecimiento evolutivo de la mente en la filogenia


humana, sobre todo a partir del australopiteco, estuvo continuamente condicionada por
la cultura, por la acumulación cultural que, parece ser, determinaba el crecimiento y
cese de una especie, para incidir necesariamente en la aparición y desarrollo de nuevas
especies de homínidos, hasta llegar a nosotros. Estamos de acuerdo con Geertz cuando
afirma que “a los inventos como la herramienta de piedra o la primitiva cuchilla parecen
seguir la posición más erecta, una dentición más reducida, una mano más dominada por
el pulgar y, sobre todo, la expansión del cerebro humano hasta alcanzar sus actuales
dimensiones”.

En consonancia con Roger Lewin, consideramos la aparición del lenguaje con la


emergencia del género Homo, y que éste evolucionó desde los chillidos y sonidos
guturales de los australopitecinos hasta la capacidad fisiológica, idéntica a la nuestra, de
la que ya disponían los sapiens arcaicos. Es básica y fundamental la transcendencia que
ha tenido en todo momento la comunicación entre los homínidos en todo el proceso de
humanización, y cómo el propio lenguaje ha modificado y adaptado ciertos órganos
hasta obtener la capacidad actual de hablar, junto con el desarrollo cognitivo y los
procesos sociales y culturales que lo han hecho posible. No obstante, es probable que el
lenguaje tan elaborado que utilizamos, hiciese su aparición hace tan sólo unos cuantos
miles de años, en una revolución cultural –primeras pinturas rupestres- única en nuestra
especie, como es único también nuestro tracto vocal en el mundo animal, como lo es
asimismo nuestro gran cerebro.

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CONCLUSIONES:

 Hemos evitado en todo momento hacer referencia alguna a fechas, ya que en


todos los casos son aproximativas, por no decir especulativas.
 Hemos procurado seguir el orden cronológico de las especies de homínidos, sin
embargo, los continuos descubrimientos, así como la falta de acuerdo o el afán
de protagonismo no permite actualmente la definición de una cadena evolutiva
de homínidos de manera definitiva.
 Lo mismo ocurre con los distintos yacimientos, actualmente puzles de un
tremendo rompecabezas, como lo son los mismos restos fósiles y utensilios
utilizados como herramientas.
 Hemos evitado, además, hacer mención a las ramas extintas de homínidos, como
los parántropos u otras especies, aunque la posibilidad de que el neandertal y el
sapiens compartan genes y sean reconocidos mayoritariamente por los
estudiosos como descendientes del Homo heidelberguensis –y éste a su vez del
ergaster- aclara el proceso de hominización y apoya las palabras de Geertz
cuando dice que hubieron especies de homínidos que coincidieron en el tiempo
hasta que la especie más exitosa, no necesariamente la mejor adaptada,
sobrevivió a la otra.
 Coincidimos plenamente con Arsuaga y su “extraordinaria paradoja”, así como
con las palabras finales de Edgar Morín: “El cerebro, plataforma giratoria
biocultural, se convierte en el nudo gordiano de la antropología; el enorme
cerebro de sapiens aparece como el punto de convergencia, de llegada, de
partida y de divergencia de una formidable aventura. La culminación del proceso
de hominización es a un mismo tiempo un punto de partida. El ser humano que
se realiza como homo sapiens es una especie juvenil e infantil; su genial cerebro
es débil sin el apoyo del aparato cultural.; todas sus aptitudes necesitan ser
alimentadas por medio del biberón. La hominización culmina en la definitiva,
radical y creadora falta de hominización de los seres humanos”.
 Nota aclaratoria sobre la “Introducción”: Giordano Bruno murió en la hoguera
en el año 1600. Parece ser que entre sus múltiples delitos contra la Santa Madre
Iglesia estaba el haber anunciado que existían multitud de mundos por el
universo con vida inteligente semejante a la nuestra.

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BIBLIOGRAFÍA:

 “La Nueva Historia de Adán y Eva”, autor: Haaf, Günter. Ed. Printer
industria gráfica S.A.; Barcelona, 1979.

 “La Aparición del Hombre”, Cap. 3º, ”Australopitecos”, de Josef H.


Reichholf.

 “El Collar del Neandertal”, Cap. 2º, “La Paradoja Humana”, de Juan
Luis Arsuaga.

 “El Paradigma Perdido”, Cap. 3º, “El Nudo Gordiano de la


Hominización”, de Edgar Morín.

 “La Interpretación de las Culturas”, Cap. 3º, “El Desarrollo de la Cultura


y la Evolución de la Mente”, de Clifford Geertz.

 “Evolución Humana”, Cap. XXIX, “Los Orígenes del lenguaje”, de


Roger Lewin.

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