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INTRODUCCIÓN:
Nosotros, los otros, ellos… Desde mi experiencia personal, fueron las demás
personas y, en concreto, las más pequeñas, las que me abrieron todo un mundo de
curiosidades: eran los retoños de mis hermanas mayores, con sus bracitos regordetes,
sus bocas desdentadas, sus cabecitas desfiguradas, apepinadas, sus piececitos con los
deditos abiertos como los monitos buscando algo donde agarrarse, los que me indujeron
a pensar, en el alba de la adolescencia, que ellos, nosotros no siempre habíamos sido
seres humanos como lo eran los mayores, mis padres, mis abuelos, sino que algo grande
y apasionante se ocultaba en el conocimiento de nuestros orígenes, así como en el
principio de la existencia de todos los seres vivos.
1
“Dioses, Tumbas y Sabios”, autor: Ceram, C.W.; Ed. Destino. Barcelona, 1982.
Benesch2 y “La Nueva Historia de Adán y Eva”, de Günter Haaf3, entre otras. A ese
sueño, verdaderamente reparador tras una veraniega noche de insomnio, que luego
convertí en relato, lo titulé “Punto de Luz”.
2
“Tras las Huellas de Nuestro Pasado. La Aventura de la Arqueología”, autor: Benesch, Kurt. Ed. Printer
industria gráfica S.A.; Barcelona, 1981.
3
“La Nueva Historia de Adán y Eva”, autor: Haaf, Günter. Ed. Printer industria gráfica S.A.; Barcelona,
1979.
2
¿QUÉ FUE PRIMERO: EL HUEVO O LA GALLINA?
Ante todo debemos ser conscientes de que todos, absolutamente todos los seres
vivos, procedemos de un buen caldo: el Caldo Primigenio, -cuya continua exposición a
descargas eléctricas por la atmósfera primitiva fue reproducida en laboratorio ya en
1952 por los norteamericanos H. Urey y S. Miller, dando como resultado 19 sustancias
orgánicas dentro de la probeta, en un caldo de gallina flojo4-. En este Caldo Primigenio,
esta sopa “con mucha sustancia” -como dicen en mi pueblo de los caldos de cocido-, por
procesos que ahora no son oportunos describir, se produjo el inicio de la materia
orgánica en este mundo. Básicamente, el huevo y la gallina serían, para los bioquímicos
alemanes Hans Kuhn y Manfred Eigen, del instituto Max Planck, en Göttingen, los
ácidos nucleicos (moléculas especializadas portadoras de información), y las proteínas
(moléculas especializadas portadoras de funciones) que formaron las primeras cadenas
moleculares especialmente estables (ADN) originando las primeras células auténticas,
vivas, capaces de reproducirse: se había descubierto el código genético. Ambos
investigadores parten de que el principio darwiniano de la selección natural ya
regía para la molécula pre biológica: sólo los compuestos mejor adaptados a las
condiciones ambientales del momento tenían oportunidad de seguir desarrollándose.
Estas condiciones cambiantes también ofrecían oportunidades para ejemplares
especialmente capaces para la supervivencia. Esas moléculas afortunadas podían
entonces colonizar nuevos hábitats (nichos ecológicos), donde el juego de mutación
por azar y la adaptación necesaria colaboraba a un nuevo aumento de la capacidad
de supervivencia5.
4
Ibídem, Pág. 34.
5
Ibídem, Pág. 37.
3
llegamos a la obtención de ese nuestro gran cerebro, de nuestras inmensas posibilidades,
como especie ganadora, como única especie consciente de sí misma, como única
especie verdaderamente inteligente de este mundo.
4
de su evolución. Es necesario señalar que no hemos de considerar en absoluto a
chimpancés/bonobos, gorilas y orangutanes como fósiles vivientes, sino más bien como
especies supervivientes, ganadoras dentro de su línea evolutiva, claro está, aunque
continúen pasando la mayor parte de sus vidas en los árboles.
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no se definieron en un principio-, debió de abandonar el bosque progresivamente e
iniciar su adaptación a los espacios abiertos. El chimpancé, en cambio, la especie más
cercana a nosotros, nunca abandonó el bosque tropical.
Para Juan Luis Arsuaga está claro que no. En su magnífico capítulo 2º (“La
Paradoja Humana”) de su obra “El Collar del Neandertal” nos habla del Homo habilis,
como el primer homínido con el que se han encontrado restos de utensilios elaborados
por él, como las primeras piedras talladas de manera muy tosca. Arsuaga expone, a
nuestro parecer muy acertadamente, que el incremento de la cavidad cerebral del Homo
habilis respecto del australopiteco se debió, entre otras causas, al nuevo nicho ecológico
en el que tuvo que desenvolverse, mucho más grande y complejo, todo un nuevo
espacio lleno de diversidades que tuvo que explorar, comprender a su manera y donde
debía de sobrevivir y procrear, con nuevas especies vegetales y animales de las que
alimentarse y a las cuales debía de aprender a extraer la carne, la grasa y las pieles,
entender y prever sus movimientos migratorios estacionales, y con nuevas dificultades
añadidas por la mayor exposición a depredadores.
Pero el detonante del crecimiento cerebral que permitiría todo esto sería la
complejidad social en la que este homínido vivía, conllevando este fenómeno social un
aumento considerable del córtex cerebral, que en los humanos representa la mayor parte
del cerebro, donde se llevan a cabo las funciones mentales más elaboradas, entre ellas
las de asociación y la capacidad de análisis. Mientras que los chimpancés, por ejemplo
utilizan ramitas para coger termitas, lo hacen de manera oportunista, enseguida. En
cambio, el Homo habilis puede planificar la elemental elaboración de un hacha o lasca
de piedra y su transporte y utilización posterior cuando surja la ocasión. Puede prever,
imaginar su uso.
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último al humano actual. Además, el Homo ergaster u Homo erectus, que para este
autor vendrían a ser la misma especie, fue el primer homínido que dio el salto fuera de
África y se expandió por Asia, dando a entender con ello su gran desarrollo cerebral al
saberse adaptar a todo tipos de ecosistemas, fríos y calurosos, áridos y húmedos,
marítimos y de interior. Es significativo el salto tecnológico en la elaboración de las
hachas de piedras, ahora llamadas bifaces, las cuales han sido fabricadas de forma
predeterminada, existentes antes solo en la mente del autor.
Es necesario precisar que existe una relación entre el tamaño del cerebro de los
primates y la duración de los diferentes periodos de la vida. Cabe suponer que siendo
nuestro ciclo vital mucho más largo que el de los chimpancés, el del Homo ergaster,
cuyo tamaño cerebral estaría a medio camino, también tendría un periodo más largo que
los chimpancés para el cuidado de sus crías y una longevidad mayor.
“Dejad que los niños se acerquen a mí, pues de los que son como ellos es el
reino de los cielos”, esta frase nos sugiere Edgar Morín en su sesudo ensayo de
bioantropología “El Paradigma Perdido”, cuando habla de “Juvenilización
cerebralizante y cerebralización juvenilizante” en “El Nudo Gordiano de la
Hominización”. Es notorio y palpable que el complejo mundo social ejerció una
considerable presión sobre la creación de nuevas áreas en el cerebro, nuevos centros
asociativos y organizativos que a su vez fueron promoviendo el aumento del número de
neuronas del córtex. A partir del limitado cerebro del Homo erectus se produce un
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considerable desarrollo de la “materia gris” precisamente porque la complejidad
sociocultural va a presionar para producir toda mutación genética que tienda a retardar
el desarrollo ontogénico del niño -en nosotros dura trece años-, pues la prolongación de
la infancia permite un mayor aprendizaje, así como que se integren en el cerebro
estructuras socioculturales fundamentales a través del simultáneo desarrollo intelectual
y afectivo. Además, este retardo en el desarrollo ontogénico que tiende a mantener
rasgos infantiles o juveniles en el adulto se debe a que el proceso de evolución biológica
del homínido es neoténico, permite una capacidad continua de aprender. Por ello la
juvenilización de la especie es cerebral, o sea, persiste la potencialidad de la inteligencia
y sensibilidad juvenil en los adultos y en las personas mayores.
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CONCLUSIONES:
9
BIBLIOGRAFÍA:
“La Nueva Historia de Adán y Eva”, autor: Haaf, Günter. Ed. Printer
industria gráfica S.A.; Barcelona, 1979.
“El Collar del Neandertal”, Cap. 2º, “La Paradoja Humana”, de Juan
Luis Arsuaga.
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