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TITULO 1

LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO CIVIL

CAPITULO 1: PRINCIPIOS PROCESALES

SUMARIO: I. Aspectos generales: 1. Definición. 2. Problemática. 3. Caracteres. 4.


Funciones. 5. Clases. II. Los principios procesales en el Título Preliminar del Código
Procesal Civil.

I. ASPECTOS GENERALES

1. Definición.

Los principios son ideas fundamentales, directrices que establecen las grandes líneas
u orientaciones generales sobre las cuales discurre determinado ordenamiento jurídico
procesal; son instituidas expresa o implícitamente como acto de producción legislativa
según las concepciones jurídico-políticas predominantes, pero a la vez se convierten
en presupuestos o bases previas que permiten al legislador diseñar las instituciones
del proceso en una u otra orientación y como verdades guías de interpretación.

En tal sentido, se expresa Adolfo Alvarado Velloso, al definir a los principios


procesales como las grandes directrices que brinda el legislador, de modo expreso o
tácito, para que el método de enjuiciamiento pueda operar eficazmente de acuerdo
con la orientación filosófico-política de quien ejerce el poder en un tiempo y lugar
determinado1.

Similar es el concepto propuesto por Enrique Lino Palacio: “Llámanse principios


procesales las directivas u orientaciones generales en que se inspira cada
ordenamiento jurídico procesal. El predominio de uno u otro responde a las
circunstancias históricas, políticas y sociales vigentes en la comunidad de que se
trate2.

Son construcciones normativas, jurídicas de índole subsidiaria – explica Jorge Walter


Peyrano- producto de la más cuidadosa decantación técnico-sistemática de las
normas que regulan un proceso civil dado; no excluyentes en general de sus antítesis
lógicas o de las consecuencias de éstas; que contribuyen a integrar los vacíos que
presente la regulación normativa donde ven la luz; pero cuya primera misión es la de
servir de faro para que el intérprete, sea juez, legislador o tratadista, no equivoque el
camino y olvide que toda solución procedimental propuesta debe armonizar con ellas,
so pena de introducir la incoherencia allí donde resulta más nefasta; es decir, en el
ámbito del proceso"3

Los principios, en opinión de Mario Alzamora Valdez, son categorías de mayor


amplitud que pertenecen a la esfera lógico-jurídico y su finalidad es señalar el marco

1
Alvarado Velloso, Adolfo: Introducción al Estudio del Derecho Procesal. Rubinzal Culzoni Editores,
Buenos Aires 2004. p.255
2
Enrique Palacio Lino: Manual de Derecho Procesal Civil. Lexis Nexos. Abeledo Perrot. Buenos Aires,
2004. pp.62-63.
3
Peyrano Jorge: Proceso civil. Principios y fundamentos. P.49
dentro del cual debe desenvolverse la autoridad procesal. 4 Acota luego que los
principios procesales son verdaderas notas lógicas constitutivas del proceso civil que
deben considerarse como las directivas teóricas necesarias en todo ordenamiento
procesal. Que no puede emprenderse ninguna tarea reformadora sin que se defina de
antemano su orientación en base a tales principios. Similar es la definición del profesor
Jorge Carrión Lugo: “Los principios procesales son aquellas condiciones,
orientaciones, fundamentos indispensables para la operancia del proceso civil (…) y
que asimismo nos servirá para determinar hasta qué punto recibe la influencia de uno
y otro sistema procesal”5

Sobre su naturaleza jurídica la discusión es muy antigua entre los juristas, sobre si son
normas o simples reglas o ideas generales. Nos inclinamos por la primera opción y
siguiendo a Norberto Bobbio6 decimos que los principios generales son normas
fundamentales o generalísimas del sistema; los fundamentos son los siguientes: 1) Si
son normas aquellas que se deducen de los principios generales por medio de un
procedimiento de generalización sucesiva, no existe argumento válido por qué estos
no deban ser normas también (de las especies animales obtengo siempre animales y
no flores o estrellas); 2) La función para la cual se deducen y se adoptan es la misma
que se lleva a cabo para todas las normas, o sea la función de regular un caso, si
sirven para el mismo fin que sirven las normas expresas ¿por qué no deberían ser
normas también?

2. Problemática

El proceso civil, en su operatividad, responde a una serie de principios que la tradición


ha ido acuñando y que son breves fórmulas que plasman el significado profundo de su
existencia. Por un lado están los principios que orientan e inspiran el desarrollo de la
acción de las partes; por el otro, están aquellos que rigen la actividad jurisdiccional; y
finalmente, están aquellos que denominándose también principios, no son más que las
formas externas de realización de actividad procesal, seleccionadas con criterios de
oportunidad por la ley procesal en atención a su idoneidad para el buen fin del
proceso7.

Como se puede advertir, siguiendo a Alvarado Velloso, por la palabra principio se


mencionan indistintamente: sistemas, principios y técnicas de debate y de la actividad
de sentenciar. Así por ejemplo tratándose de la variable Titular del inicio del proceso
los dos indicadores posibles son: inicio de parte e inicio público siendo que en este
caso, técnicamente, se trata de dos sistemas y no de principios.

Ningún sistema procesal en cuanto a la adopción de los diversos principios procesales


es puro. Ello explica que coexistan en mayor o menor medida principios contrapuestos
y se debe a que a lo largo de la historia tales principios se han sucedido en una lucha
constante de acuerdo con el pensamiento jurídico y político imperante.

La revisión histórica de los diferentes sistemas procesales son evidencias de la lucha


permanente entre oralidad y escritura, entre libertad de formas y el carácter vinculante
de éstas; entre el protagonismo de las partes o del juez en la dirección e impulso del

4
Mario Alzamora Valdez: Derecho Procesal Civil: Teoría General del Proceso",p.274

5
Carrón Lugo, Jorge: Tratado de Derecho Procesal Civil I. Editora Jurídica GRIJLEY Lima 2000, p. 35.
6
Bobbio Norberto: Teoría General del Derecho. Editorial Temis S.A. Bogotá 2002, pp.238-239.
7
Ramos Méndez Francisco: Derecho y proceso. Librería Bosch Barcelona 1979, p. 263.
proceso; entre la tarifa legal y la libre valoración de las pruebas, etc. El resultado de
esta pugna es favorable, ha permitido el fortalecimiento de conjunto de derechos
integradores del debido proceso y la restitución paulatina de los poderes del juez
convirtiéndolo en auténtico director del proceso, siempre en consonancia y respeto de
aquellos. Así tenemos que hoy la abolición del sistema de tarifa legal en la valoración
de los medios de prueba, es casi universalmente admitida, del mismo modo es
predominante la tendencia hacia la inmediación (que apareja la oralidad o el proceso
por audiencias) y la abreviación.8

El contenido de cada norma implica la solución legal a un problema de convivencia, y


que cada problema puede generar distintas interrogantes que pueden tener
respuestas incluso antagónicas; esta es la idea de alternatividad de las normas
jurídicas. De este modo, el legislador debe optar por una de por lo menos dos
soluciones posibles (por ejemplo una sociedad incipiente puede verse en la necesidad
de legitimar o no a las uniones de parejas, si lo hace debe optar entre regular la unión
en forma homo o heterosexual; si opta por esta última debe elegir ahora una de tres
posibles regulaciones: monogamia, poligamia o poliandría; en cualquier caso debe
optar luego entre aceptar o no la disolución del vínculo matrimonial, etc., etc.)9

Un principio jurídico es corroborado en normas concretas del derecho. En sentido


inverso: un principio jurídico puede deducirse de las respectivas normas del derecho
vigente. En consecuencia, el sistema de normas jurídicas representa la realización de
los principios jurídicos: el orden jurídico es la fase de su realización. Sin embargo,
como lo destaca Jaime Guasp Delgado10, por su misma generalidad, los principios del
derecho procesal civil contribuyen a la hermeticidad y armonía del orden jurídico del
proceso civil, pero no pueden realizarlas del todo porque no son susceptibles de
eliminar todas las contradicciones ni de colmar todos los vacíos de la regulación
positiva del proceso.

3. Caracteres

3.1. Dualidad.

Por dualidad se entiende la existencia de dos caracteres o fenómenos distintos en una


misma persona o en un mismo estado de cosas o en una misma realidad; pues bien,
en el tema que desarrollamos, la dualidad de los principios significa que no existe
principio que no reconozca la posibilidad de un principio contrapuesto; incluso, cuando
se haya instituido el predominio de algún principio ello no significa la negación
absoluta o vigencia disminuida del principio contrario. Así, el principio dispositivo,
presupone la existencia del inquisitivo; el principio de preclusión, el de unidad de vista,
al principio de impulso privado corresponde el principio de impulso oficial. Como se
dijo antes, no existe proceso que adopte principios puros con total exclusión de su
contrario.

Jorge Peyrano refiriéndose a esta característica la denomina bifrontalidad y acota que


no existe proceso antiguo o moderno que recepte principios puros con absoluta
exclusión de su antítesis11

8
Cfr. Véscovi Enrique en Teoría General del Proceso. Editorial Temis. Bogotá 1994 p.54
9
Alvarado Velloso Adolfo: Introducción al estudio del derecho procesal. Primera parte. Rubinzal Culzoni
Editores, Buenos Aires 2004. pp.255-256.
10
Ver Montero Aroca Juan, en Derecho Procesal Civil T.I. p. 75.
11
Peyrano Jorge: Ob. Cit. P. 36.
3.2. Dinamismo.

El derecho procesal civil impulsado por su afán de coherencia no ha cesado en su


búsqueda de líneas rectoras, engrosándolas permanentemente. Así a los principios de
igualdad y economía procesal paulatinamente se han ido sumando otros principios que
precisamente responden al dinamismo de los fenómenos socio-jurídicos que
trasladados al proceso reclaman nuevas guías o pensamientos rectores que encausen
las cada vez nuevas formas de tutela jurisdiccional diferenciada.

El dinamismo como atributo de los principios procesales significa que estos no son
categorías absolutas, inmutables y eternas; por el contrario, para tener utilidad y servir
a la función jurisdiccional, a la actividad de las partes y terceros, deben ser guías o
pensamientos rectores que respondan a las exigencias de los nuevos fenómenos
socio-jurídicos, de otro modo pierden eficacia y pasan a formar parte del repertorio de
categorías e instituciones jurídicas fosilizadas.

3.3. Practicidad.-

Sobre esta característica, Goldschmidt, citado por Jorge Peyrano12, señala que el
análisis de los principios sólo es oportuno si reúnen tres condiciones: 1º) no saltar a la
vista, y por consiguiente, no resultar su esbozo superfluo, 2º) no ser tan numerosos
que su enumeración no constituya una verdadera economía intelectual, como suele
suceder en el derecho civil, y 3) no ser tan abstracto que sean inidóneos para servir a
la solución de dudas interpretativas, como acontece igualmente en derecho civil".

La practicidad es la característica por la cual los principios deben ser guías para
enseñar a aplicar adecuadamente la normatividad procesal civil y su adecuada
interpretación para resolver situaciones no previstas o reguladas deficientemente por
el legislador.

3.4. Complementariedad

Cada principio procesal, por lo general, está complementado o perfeccionado por otro
u otros principios que le son coincidentes y consecuentes. Así tenemos que el
principio de oralidad va de la mano con los principios de publicidad e inmediación. Un
sistema procesal en el que predomine la oralidad debe estar rodeado necesariamente
por estos principios complementarios. En suma, ningún principio logra realización por
sí mismo; esta característica no debe ser confundida con la dualidad o bifrontalidad
según la cual todo principio supone la existencia del correspondiente principio adverso.

La complementariedad se manifiesta en la relación funcional de dos o más principios


entre los cuales uno cumple la función de principio dominante o rector y el otro u otros
la función de principios complementarios.

4. Funciones

Son funciones de los principios procesales las siguientes:

4.1. Función pedagógica13

12
Peyrano Jorge: Ob. Cit. P.39.
13
Gimeno Sendra, José Vicente: Fundamentos del Derecho Procesal. Editorial Civitas S.A. Madrid,
1981. p.177.
Porque describen el sistema procesal de un país en espacios relativamente breves,
por lo general están contenidos en los títulos preliminares de los cuerpos normativos o
en las secciones específicas de cada materia. Sirven como bases o presupuestos de
la función legislativa a efectos de estructurar las instituciones del proceso en uno u
otro sentido. Del mismo modo, facilitan el estudio comparativo de los diversos
ordenamientos procesales actualmente vigentes, así como el de los que rigieron en
otras épocas.

4.2. Función contralora.

Pues son importantísimos instrumentos para la política legislativa porque permiten a


los legisladores constatar la funcionalidad, disfuncionalidad del sistema procesal con
las normas fundamentales y con los valores sociopolíticos y económicos
predominantes.

La función contralora atribuida a los principios procesales está relacionada con la


posibilidad de examinar y controlar la orientación o rumbo que la legislación procesal
va adoptando; en tal sentido advierte a los legisladores sobre los riesgos que
implicaría aprobar normas contrapuestas a los principios rectores y al sistema jurídico
al cual pertenece determinado país.

En tal sentido una proyecto de ley que dispusiera la aplicación preferente de los
precedentes judiciales (propio del common law) en los procesos de divorcio por
causal, en lugar de las normas previstas en el Código Civil y normas especiales, no
podría obtener la aprobación del Congreso de la República, por colisionar con el
sistema jurídico al cual pertenecemos.

4.3. Función hermenéutica.

Porque constituyen valiosos instrumentos de interpretación judicial respecto a los


alcances y aplicación de las normas jurídicas, por lo general imprecisas e insuficientes.

Ante la complejidad de los conflictos intersubjetivos de intereses con trascendencia


jurídica sometidos a decisión judicial y el concurso de normas aplicables al caso no
siempre concordantes y en determinados casos antinómicas, son los principios
generales los que suministran la luz y señalan las vías conducentes a la solución
requerida a través del análisis interpretativo de las normas pertinentes.

5. Clasificación

Los criterios taxonómicos para el estudio de los principios procesales son diversos; por
un lado están aquellos que orientan e inspiran el desarrollo de la actividad de las
partes y terceros; por el otro, aquellos que rigen la actividad jurisdiccional; y los que
llamándose también principios, no son sino las formas externas de realización de
actividad procesal, seleccionadas con criterios de oportunidad por la ley procesal en
atención a su idoneidad para el buen fin del proceso14.

Seguidamente, por razones prácticas mencionamos los criterios o variables de


mayor uso en la clasificación de los principios.

5.1. Por el tipo de existencia jurídica:

14
Ramos Méndez Francisco: Derecho y proceso. Librería Bosch Barcelona 1979, p. 263.
Este criterio taxonómico está referido a la posición asumida por el legislador en
el tratamiento de los principios generales. Es decir, si adopta la alternativa de
regularlos de modo manifiesto ya sea en el título preliminar de su ley procesal, en los
capítulos o secciones sobre la temática específica, o de otro modo, atribuirles una
existencia implícita, una presencia invisible pero perceptible a través de todo el cuerpo
normativo. Según esta variables los principios pueden ser:

5.1.1. Principios procesales expresos.

Son aquellos que se encuentran regulados en los códigos procesales de modo


nominal, resumido y breve, por lo general, en el título preliminar, en otros casos en los
títulos o secciones de temas específicos de los Códigos Procesales y Códigos
Sustantivos.

Entre los códigos adjetivos que rigieron en el país sólo el Código Procesal Civil de
1993 regula a los principios procesales en su Título Preliminar, además de incluir otros
principios en temas específicos como los que regulan las nulidades procesales y la
prueba.

5.1.2. Principios procesales implícitos o no expresos

Son aquellos que se pueden obtener por deducción de normas específicas; como es el
caso del principio de preclusión que no está normado expresamente en el título
preliminar del Código Procesal Civil, cuya existencia, sin embargo, se desprende del
espíritu del sistema a partir de normas específicas que regulan el desarrollo
secuencial, ordenado y progresivo del proceso. Tienen presencia invisible pero
perceptible a través de todo el cuerpo normativo.

Este es el tratamiento dado por el legislador a este tema en el Código de


Enjuiciamiento Civil de 1852 y el Código de Procedimientos Civiles de 1912, en el cual
no se ha consignado expresamente a los principios procesales. Por lo demás ninguno
de ellos tenía en su estructura un título preliminar.

5.2. Según la jerarquía de su regulación normativa

El criterio de clasificación no es otro que el instrumento normativo en el cual están


normados los principios generales: a) principios regulados en el Texto Constitucional y,
b) principios regulados en ley ordinaria.

5.2.1. Principios procesales regulados constitucionalmente.

Son aquellos que rigen la actividad de los órganos jurisdiccionales y los que definen la
conformación del Tribunal así como el conjunto de principios reguladores del debido
proceso, están regulados en la Constitución Política, ampliados y desarrollados en la
Ley Orgánica del Poder Judicial y algunos en el Título Preliminar de los códigos
procesales y sustantivos.

El artículo 139 de la Constitución Política regula los principios y derechos de la función


jurisdiccional, son los siguientes:

1. La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional.

No existe ni puede establecerse jurisdicción alguna independiente, con excepción de


la militar y la arbitral.
No hay proceso judicial por comisión o delegación.

2. La independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional.

Ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional


ni interferir en el ejercicio de sus funciones. Tampoco puede dejar sin efecto
resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada, ni cortar procedimientos
en trámite, ni modificar sentencias ni retardar su ejecución. Estas disposiciones no
afectan el derecho de gracia ni la facultad de investigación del Congreso, cuyo
ejercicio no debe, sin embargo, interferir en el procedimiento jurisdiccional ni surte
efecto jurisdiccional alguno.

3. La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional.

Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni


sometida a procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por
órganos jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación.

4. La publicidad en los procesos, salvo disposición contraria de la ley.

Los procesos judiciales por responsabilidad de funcionarios públicos, y por los delitos
cometidos por medio de la prensa y los que se refieren a derechos fundamentales
garantizados por la Constitución, son siempre públicos.

5. La motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias, excepto


los decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable y de los
fundamentos de hecho en que se sustentan.

6. La pluralidad de la instancia.

7. La indemnización, en la forma que determine la ley, por los errores judiciales en los
procesos penales y por las detenciones arbitrarias, sin perjuicio de la responsabilidad
a que hubiere lugar.

8. El principio de no dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de la ley.

En tal caso, deben aplicarse los principios generales del derecho y el derecho
consuetudinario.

9. El principio de inaplicabilidad por analogía de la ley penal y de las normas que


restrinjan derechos.

10. El principio de no ser penado sin proceso judicial.

11. La aplicación de la ley más favorable al procesado en caso de duda o de conflicto


entre leyes penales.

12. El principio de no ser condenado en ausencia.

13. La prohibición de revivir procesos fenecidos con resolución ejecutoriada. La


amnistía, el indulto, el sobreseimiento definitivo y la prescripción producen los efectos
de cosa juzgada.
14. El principio de no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del
proceso. Toda persona será informada inmediatamente y por escrito de la causa o las
razones de su detención. Tiene derecho a comunicarse personalmente con un
defensor de su elección y a ser asesorada por éste desde que es citada o detenida por
cualquier autoridad.

15. El principio de que toda persona debe ser informada, inmediatamente y por escrito,
de las causas o razones de su detención.

16. El principio de la gratuidad de la administración de justicia y de la defensa gratuita


para las personas de escasos recursos; y, para todos, en los casos que la ley señala.

17. La participación popular en el nombramiento y en la revocación de magistrados,


conforme a ley.

18. La obligación del Poder Ejecutivo de prestar la colaboración que en los procesos le
sea requerida.

19. La prohibición de ejercer función judicial por quien no ha sido nombrado en la


forma prevista por la Constitución o la ley. Los órganos jurisdiccionales no pueden
darle posesión del cargo, bajo responsabilidad.

20. El principio del derecho de toda persona de formular análisis y críticas de las
resoluciones y sentencias judiciales, con las limitaciones de ley.

21. El derecho de los reclusos y sentenciados de ocupar establecimientos adecuados.

22. El principio de que el régimen penitenciario tiene por objeto la reeducación,


rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad.

5.2.2. Principios regulados en ley ordinaria

Sin desconocer el fundamento constitucional de todos los principios procesales,


cuando se alude a los principios regulados en ley ordinaria o infra-constitucional nos
referimos a aquellos que cuentan con regulación expresa en códigos y normas
especiales. En general en este rubro se encuentran aquellos no regulados
explícitamente por la Constitución Política.

En el Código Procesal Civil estos principios están regulados en el Título Preliminar o


en determinados capítulos o sub-capítulos como es el caso de los principios
orientadores de la nulidad procesal y la actividad probatoria.

Entre estos principios puede mencionarse los siguientes: el principio de vinculación y


formalidad procesales; de socialización del proceso, de inmediación y concentración,
de impulso oficial, entre otros, que constituyen el objeto central de este estudio.
CAPITULO 2: LOS PRINCIPIOS PROCESALES EN EL TITULO PRELIMINAR DEL
CÓDIGO PROCESAL CIVIL.

El profesor Juan Monroy Gálvez afirma que los principios procesales acogidos en un
código son expresiones de una determinada tendencia y que su aplicación exige una
interpretación reflexiva que trascienda su sentido literal o histórico cada vez que sean
utilizados, privilegiándose los valores vigentes en una sociedad al momento de su
aplicación por lo que es indispensable que el juez advierta que los principios son
pautas orientadoras de su decisión, en tanto éste los someta a cotejo con las
necesidades y los intereses sociales al tiempo de su uso15.

“Artículo I.- Derecho a la tutela jurisdiccional efectiva.-

Toda persona tiene derecho a la tutela jurisdiccional efectiva para el ejercicio o defensa de
sus derechos o intereses, con sujeción a un debido proceso.”

Tutela según el Diccionario de la Lengua Española, deriva de la voz latina tutela, que
significa dirección, defensa o amparo de una persona (3ª acepción).

La tutela jurisdiccional es el mecanismo de protección de los derechos fundamentales


por el cual toda persona está legitimada para solicitar ante los órganos
jurisdiccionales, permanentemente y en todo lugar, a través de los procedimientos
preestablecidos, por sí misma o en representación de otra, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales, cuando estos resultan vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública o de un
particular. La tutela jurisdiccional es en sí misma un derecho humano esencial.

El derecho a la tutela jurisdiccional efectiva es un derecho humano que opera y se


materializa en el ámbito procesal. Tiene una función trascendente respecto a los otros
derechos humanos, porque permite la exigibilidad de éstos ante un órgano del Estado
que debe caracterizarse por su imparcialidad, idoneidad y transparencia, mediante un
procedimiento previamente establecido en las leyes.

El derecho a la tutela jurisdiccional efectiva es un derecho autónomo que se dinamiza


con la postulación de la pretensión de quien se considera vulnerado en sus derechos
en general o intereses, incluyendo entre estos a los colectivos, difusos o de grupo.
Con relación a los otros derechos humanos, el derecho a la tutela judicial efectiva es
una garantía.

Los diversos medios que el Estado ha previsto para reaccionar a titulo personal o a
petición de un particular, contra la inobservancia del derecho objetivo, constituyen la
garantía jurisdiccional de las normas jurídicas. Para indicar estos medios la doctrina ha
empleado otras expresiones como medios de tutela jurídica o de tutela jurisdiccional,
medios de actuación del derecho, sanciones, entre otras.

Piero Calamandrei, sostiene que es preferible emplear de denominación de garantía


jurisdiccional, porque la palabra garantía lleva siempre consigo la idea de un remedio,
de una defensa, de una extrema ratio destinada a valer solamente en un segundo
momento, a falta de un evento con el cual se contaba en un primer momento y que, si

15
Monroy Galvez Juan: Introducción al proceso civil. T.I p.80.
se hubiese producido, habría hecho inútil la garantía.16

Por su parte Jesús Gonzales Pérez considera que “El derecho a la tutela jurisdiccional
es el derecho de toda persona a que se le “haga justicia”; a que cuando pretenda algo
de otra, esta pretensión sea atendida por un órgano jurisdiccional, a través de un
proceso con unas garantías mínimas.”17

La tutela judicial efectiva comprende: a) El derecho de acceso a la justicia, eliminando


los obstáculos procesales que pudieran impedirlo. b) El derecho de obtener una
sentencia de fondo, es decir motivada y fundada, en un tiempo razonable, más allá del
acierto de dicha decisión. c) El derecho al cumplimiento o ejecutoriedad del fallo.

En esa perspectiva, la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva puede tener
lugar, entre otras situaciones, cuando se produce el rechazo liminar de una demanda
invocándose una causal de improcedencia; con la inadmisión de un recurso ordinario o
extraordinario; con la aplicación de la reformatio in peius; y con la ejecución de la
sentencia modificándose sus propios términos, o con su inejecutabilidad, esto es, el
incumplimiento de lo establecido en una sentencia con carácter de cosa juzgada.

La efectividad de la tutela tiene intima relación con la función instrumental del proceso
y el mayor acercamiento de los procedimientos a la naturaleza diversa de las
pretensiones que se discute en el proceso, mas ello no nos puede conducir a la
fantasiosa aspiración de crear tantas vías procedimentales como pretensiones existan.

Debe tenerse presente que la violación del derecho a la tutela judicial efectiva implica
la violación, lesión o disminución antijurídica de un derecho fundamental.

Artículo II.- Principios de Dirección e Impulso del proceso.-

La dirección del proceso está a cargo del Juez, quien la ejerce de acuerdo a lo dispuesto en
este Código. El Juez debe impulsar el proceso por sí mismo, siendo responsable de cualquier
demora ocasionada por su negligencia.

Están exceptuados del impulso de oficio los casos expresamente señalados en este Código.

Principio de dirección oficial del proceso

Al lado de los principios que regulan la actividad de las partes están los principios que
sustentan el desenvolvimiento de la actividad jurisdiccional. Los poderes
jurisdiccionales relativos al objeto del proceso y a la aportación y prueba del material
de hecho se agrupan bajo la denominación de poderes de dirección material del
proceso18, estos están orientados a medir la interacción del juez y partes. Así, entre los
principios que guían la actividad jurisdiccional figura e. principio de impulso oficial, el
principio de inmediación y el principio de congruencia procesal.

16
Piero Calamandrei: Ob. cit. pp.54-55
17
Gonzales Pérez, Jesús: El derecho a la tutela jurisdiccional. Segunda edición. Editorial Civitas S.A.
Madrid 1989. p.27..
18
Ortells Ramos, Manuel: Derecho Procesal. Introducción. EDISOFER S.L. Madrid 2006, p.297.
El juez en aplicación del principio de dirección oficial se convierte en el Director del
proceso, no está supeditado a la voluntad de las partes, le corresponde disponer los
actos de impulso procesal e incluso disponer medidas de naturaleza probatoria; fueron
superados de este modo los parámetros impuestos por el principio dispositivo en los
que el juez estaba sometido a la voluntad de las partes. Por esta razón este principio
es también conocido como principio de autoridad. Sobre el particular el profesor
nacional Juan Monroy Gálvez19 acota que este principio es la expresión del sistema
procesal publicístico, surgido con el auge de los estudios científicos del proceso,
caracterizado por privilegiar el análisis de éste desde la perspectiva de su función
pública, es decir, como medio a través del cual el Estado hace efectivo el derecho
objetivo vigente, concretando simultáneamente la paz social en justicia.

El juez, verdadero director del proceso, como lo señala Niceto Alcalá Zamora y
Castillo, citado por Véscovi20, representa una solución intermedia entre la posición del
espectador y la del director.

Como evidencia de la complementariedad entre principios, el principio de


dirección oficial del proceso requiere ser examinado y estudiado adicionalmente con el
principio de impulso oficial.

Principio de impulso oficial

El impulso procesal es aquella actividad que debe cumplirse luego de haberse puesto
en marcha el proceso con la interposición de la demanda y su admisión a trámite,
hasta llegar a la decisión final. El tema está en determinar a quien se atribuye, por la
ley, tal actividad, si a la parte o al juez, pues teóricamente solo caben estas dos
posibilidades: “o el proceso se mueve y adelante a expensas de la voluntad de las
particular o se mueve a expensas de la actividad de los órganos de Estado”21.

En un sistema dispositivo, el impulso procesal está íntegramente librado a la decisión


de las partes; en tanto que en un sistema publicístico, el impulso es responsabilidad
del Estado representado por el Juez, a quien la ley le confiere la obligación de poner
en movimiento el proceso hasta que se produzca la resolución definitiva, sin esperar la
petición de parte para realizar los actos orientados a tal finalidad. Este es el caso
peruano; sin embargo, la responsabilidad e interés de las partes en la dinámica del
proceso no queda excluida puesto que son titulares del interés directo e inmediato en
la resolución del conflicto intersubjetivo de intereses.

El impulso oficial presenta cuatro modalidades: impulso oficial formal es cuando se


refiere a la sucesión de actos externos al proceso como en el caso de las
notificaciones; el impulso oficial es material si persigue la realización de actos que
tocan el fondo mismo de la controversia; es negativo cuando tiende a impedir actos
irrelevantes; y, positivo, que es el más amplio, si tiene por objeto la realización de toda
clase de actos22.

La adopción del principio de impulso oficial, bajo rigor lógico, excluye toda posibilidad
de declaración de abandono del proceso; empero si ocurriese, la responsabilidad no
podría recaer en otros sujetos procesales, sino exclusivamente en el Juez. Como

19
Monroy Gálvez Juan: Los Principios Procesales en el Código Procesal Civil, publicado en “Análisis del
Código Procesal Civil T.I. p.9.
20
Véscovi Enrique: Ob. Cit. P.54.
21
Couture Eduardo: Estudios de Derecho Procesal Civil. T.1. Ediciones Depalma Buenos Aires 1979,
p.317.
22
Ver Mario Alzamora Valdez. ob.cit. p. 285.
sabemos, el abandono, conocido también como caducidad o perención de la instancia,
constituye un modo de extinción del proceso y se produce cuando no se cumple el
acto de impulso procesal en los plazos establecidos por la ley: el artículo 346º del
CPC fija este plazo en cuatro meses.

Si bien las partes son titulares de la pretensión y resistencia respectivamente, no


puede sostenerse que esta finalidad particular, privada y concreta se superponga y
subordine al interés o finalidad pública. Ya se dijo muchas veces que el proceso dejó
de ser una lucha privada en la que el Juez arbitra o guía el conflicto. Si bien no existen
deberes ni obligaciones sino cargas, éstas en el caso del impulso procesal no están
libradas al accionar de las partes; están concatenadas inseparablemente a finalidad
pública del proceso. El principio de impulso procesal no es sino la idoneidad del Juez
para guiar autónomamente el proceso a la obtención de sus fines.

De conformidad con lo normado por el artículo II del Título Preliminar del CPC es
deber del Juez impulsar el proceso por sí mismo porque los imperativos referidos a él
son de naturaleza constitucional y no únicamente procesal; desde este punto de vista,
por ejemplo, el proceso no podría caer en abandono bajo ninguna circunstancia. La
carga procesal inherente al actor, pasa a un segundo plano.

El impulso procesal impuesto al juez como deber funcional, está al margen de todo
tipo de carga, la teoría de la situación jurídica es ajena a la responsabilidad judicial.
Por consiguiente carece de fundamento aquella afirmación que pretende atribuir la
responsabilidad exclusiva del abandono a la parte que no realizó tal o cual acto
dispuesto por el juez. En el supuesto que examinamos, la morosidad u omisión de la
parte debe dar lugar al requerimiento judicial a efectos de que cumpla con lo ordenado
bajo apercibimiento de disponerse el abandono de la causa, sólo de este modo la
subsiguiente declaración de abandono resulta coherente e incuestionable legalmente,
en caso contrario, tal declaración debería implicar la imposición de una sanción para el
propio juzgador, precisamente por abdicar de su responsabilidad legal.

Finalmente, el hecho que estén exceptuados del impulso de oficio sólo los casos
expresamente señalados en el Código Procesal Civil nos lleva a concluir que el
abandono sólo podría operar sobre las pretensiones siguientes: separación de cuerpos
y divorcio por causal (Art. 480º), título supletorio, prescripción adquisitiva y rectificación
o delimitación de áreas o linderos (Art. 504º); responsabilidad civil de los jueces (Art.
509º). Las normas mencionadas disponen que estos procesos sean impulsados a
petición de parte, por ser de interés predominantemente privado; el juez es
absolutamente ajeno a su impulso.

Artículo III.- Fines del proceso e integración de la norma procesal.-

El Juez deberá atender a que la finalidad concreta del `proceso es resolver un conflicto de
intereses o eliminar una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica, haciendo efectivos
los derechos sustanciales, y que su finalidad abstracta es lograr la paz social en justicia.

En caso de vacío o defecto en las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los
principios generales del derecho procesal y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes,
En la conferencia pronunciada en la Universidad de Catania el 4 de abril de 1949, y
titulada “El misterio del proceso”, Salvatore Satta se preguntaba ¿Tiene el proceso una
finalidad?23; y respondía que la finalidad de un acto es algo que necesariamente está
fuera del acto. No puede afirmarse que la finalidad es la actuación de la ley o la
defensa el derecho subjetivo o el castigo del reo, y tampoco la justicia o la
investigación de la verdad; que todo lo dicho no es sino la finalidad del legislador que
organiza el proceso, de la parte y del ministerio público que en concreto lo promueve
por lo que si se quiere asignar al proceso una finalidad, esta no puede ser mas que el
juicio y el proceso judicial. Concluía su importante razonamiento sosteniendo que
proceso y juicio son actos sin finalidad, los únicos actos de la vida que no tienen una
finalidad.

En efecto, las finalidades asignadas por el legislador al proceso sólo pueden ser
admitidas bajo una visión pedagógica y didáctica, porque tal como lo señalara el
profesor Salvatore Satta, los fines del proceso no son sino fines de los sujetos del
proceso: del juez , de las partes, del Ministerio Público y eventualmente de los
terceros. Asumiendo dicho tratamiento a continuación efectuaremos las precisiones
pertinentes.

La finalidad concreta del proceso no es sino el interés inmediato expresado en la


pretensión del actor y en la resistencia del demandado todo lo cual es postulado,
respectivamente en la demanda y en la contestación de la demanda. Sin embargo tras
esta finalidad particular o privada subyace el interés público cuya expresión es la
restitución o restablecimiento del ordenamiento jurídico alterado en dicho caso
particular. Así la sentencia que declara fundada una demanda de desalojo al ser
ejecutada satisface de modo inmediato el interés privado: la restitución de la posesión
de un inmueble determinado; simultáneamente este acto también constituye la
satisfacción de un interés público concreto, el restablecimiento de los derechos
subjetivos que el ordenamiento jurídico material cautela, solo que la satisfacción del
interés público no es percibido de modo directo.

La finalidad abstracta del proceso recibe tal denominación porque no es perceptible en


periodos cortos y en actos particulares; propiamente viene a ser la finalidad pública o
política del proceso, es decir, la preservación de objetivos de Estado como la defensa
de los derechos humanos, la seguridad jurídica y la paz social. Esta finalidad logra
plasmación a través del conjunto de procesos particulares. Es decir, la realización de
la finalidad concreta del proceso es a la vez la realización de la finalidad abstracta,
mediata o política del mismo.

En el proceso civil es la finalidad particular del justiciable la que reviste mayor


connotación y protagonismo, en tanto que la finalidad pública pasa a un segundo nivel,
por lo general no es percibido por las partes. En el proceso penal por el contrario es la
finalidad pública la que ocupa lugar preferente, a tal punto que la promoción de la
acción penal se ha atribuido exclusivamente a un órgano constitucional autónomo: el
Ministerio Público. La finalidad o interés particular queda relegado a un segundo
plano, logra realización a través de la reparación civil.

La integración de la norma procesal

Según el diccionario de la lengua española integrar es Constituir un todo; completar un


todo con las partes que faltaban; hacer que alguien o algo pase a formar parte de un
todo. Esta es la esencia del concepto de integración de la norma procesal; por lo que
podemos afirmar que integración de la norma procesal es el proceso de razonamiento

23
Conferencia incluida en el Volumen III de Derecho Procesal Civil del mismo autor, pp.11 a 19
lógico jurídico asignado por la ley al juez ante los vacíos o defectos de las
disposiciones legales contenidas en el Código Procesal Civil.

El otorgamiento de facultades especiales al juez para que pueda realizar actos de


integración de la norma procesal significa el reconocimiento de las propias limitaciones
del ordenamiento jurídico. Los vacíos o deficiencias de las normas jurídicas en la
dinámica de los conflictos socio-jurídicos son verificadas y asumidas, no por los
legisladores, sino por los jueces, quienes por mandato constitucional, ante las
situaciones planteadas no pueden dejar de administrar justicia (Inciso 8, artículo 139º
Constitución Política).

A esta situación alude el principio de la integración de la norma procesal, al preceptuar


que “En caso de vacío o defecto en las disposiciones de este Código, se deberá
recurrir a los principios generales del derecho procesal y a la doctrina y jurisprudencia
correspondientes, en atención a las circunstancias del caso." Esta actividad judicial no
es de mera aplicación de la ley sino que constituye, con las obvias particularidades
una actividad de producción legislativa que será plasmada en fallos jurisprudenciales
que la legislación ordinaria más tarde podría recoger.

Todo ordenamiento prevé los medios o los remedios aptos para extender la esfera de
lo regulado a la de lo no regulado. Desde una visión estática puede admitirse que un
ordenamiento jurídico no es completo; empero desde una perspectiva dinámica se
considera que el ordenamiento puede integrarse; esta función integradora de la ley en
el proceso ha sido atribuida al juez. Los métodos de la heterointegración y de la
autointegracíon24.son las maneras como un ordenamiento jurídico puede completarse,
La primera consiste en la integración llevada a cabo acudiendo a ordenamientos
diversos; o recurriendo a fuentes distintas de la dominante o norma incompleta. La
autointegración, por su parte, consiste en la integración llevada a cabo por el mismo
ordenamiento, en el ámbito de la misma fuente dominante, sin recurrir a otros
ordenamientos, o recurriendo mínimamente a fuentes distintas de la dominante.

El artículo III del Título Preliminar del CPC al establecer que en caso de vacío o
defecto en las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los principios
generales del derecho procesal y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes, en
atención a las circunstancias del caso, se ubica dentro de los mecanismos de la
autointegración. En consecuencia, es deber del juez decidir el conflicto de intereses o
incertidumbre jurídica, incluso en los casos de vacío o defecto de la ley, situación en la
cual aplicarán los principios generales del derecho, la doctrina y la jurisprudencia, así
lo señala el inciso 4 del artículo 50º del CPC.

24
Bobbio Norberto: Teoría General del Derecho. Editorial Temis Bogotá 2002, pp.231-232.
Artículo IV.- Principios de Iniciativa de parte y de Conducta procesal.-

El proceso se promueve sólo a iniciativa de parte, la que invocará interés y legitimidad para
obrar. No requieren invocarlos el Ministerio Público, el procurador oficioso ni quien
defiende intereses difusos.

Las partes, sus representantes, sus Abogados y, en general, todos los partícipes en el
proceso, adecuan su conducta a los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe.

Principio de iniciativa de parte

El aforismo romano nemo iudex sine actore que aún continúa vigente es el que
sustenta este principio por el cual el proceso por regla comienza por iniciativa de parte;
el juez no puede hacerlo de oficio. Desde este punto de vista se convierte en un sub-
principio del principio dispositivo.

En el proceso civil, este principio se halla consagrado en casi todas las legislaciones
del mundo. Sólo por excepción en algún proceso, se admite la promoción de oficio. En
nuestra legislación uno de estos casos es el dictado de medida cautelar innovativa en
el caso de la interdicción.: “Artículo 683.- Interdicción.- El Juez, a petición de parte, o
excepcionalmente de oficio, puede dictar en el proceso de interdicción la medida
cautelar que exija la naturaleza y alcances de la situación presentada.”

No debe confundirse el principio de iniciativa de parte como sub-principio del principio


dispositivo con el principio de impulso procesal. Por lo demás este principio que
sustenta el ejercicio de la acción exige de su autor la invocación de interés y
legitimidad para obrar. El interés para obrar, como sabemos, consiste en el interés en
conseguir el bien garantizado por la ley, pero sobre todo en el interés en conseguirlo
por decisión jurisdiccional. Por lo demás el interés para obrar está relacionado con el
tipo de tutela que se reclama.

Con relación a la legitimación la norma exige únicamente que el demandante invoque


legitimidad para obrar, esto es suficiente para dar lugar al nacimiento del proceso, su
desarrolle y concluya. Sin embargo, el pronunciamiento final exige que de la
afirmación se pase a la verificación y confirmación. La sentencia no será eficaz si
llegado este momento no se ha comprobado la titularidad de quienes integran la
relación material; pero sólo se puede llegar a esta determinación luego de haberse
efectuado el debate respectivo, no liminarmente.

La norma exceptúa de la invocación del interés y la legitimidad para obrar al Ministerio


Público, al procurador oficioso y a quien defiende intereses difusos. No debe
entenderse como que estos están desprovistos de interés y legitimidad; muy por el
contrario, el interés y la legitimidad para obrar, subyacentes, trasciende la esfera
estrictamente particular, se sustentan en una orientación de orden público o están
impregnados de una connotación social basada en el principio de la solidaridad. En
todos estos casos, la ley autoriza a las instituciones y personas mencionadas a ejercer
el derecho de acción sin requerir la invocación del interés y la legitimidad para obrar
por las razones anotadas.
El principio de iniciativa de parte tiene como complemento al principio de aportación o
de justicia rogada en virtud del cual corresponde exclusivamente a las partes la
exposición y fundamentación de los hechos relevantes para resolver sobre el objeto
del proceso y en el caso de que hayan sido negados por la parte contraria, aportar la
prueba de los mismos. Este principio no limita las facultades del juez como director del
proceso ni los alcances del principio de investigación oficial, particularmente en
aquellas pretensiones respecto a la condición de las personas y el estado civil de las
mismas, y en general cuando el interés público trasciende al interés privado;
comprende incluso la aportación de medios probatorios de oficio.

Principio de conducta procesal

Conocido también como principio de moralidad, es el conjunto de reglas de conducta,


regidas por el imperativo ético a las cuales deben ajustar su conducta todos los
sujetos del proceso (partes, apoderados, jueces, testigos, peritos, órganos auxiliares
de la jurisdicción, órganos de auxilio judicial). Mediante el principio de moralidad se
expulsa del proceso la malicia, la mala fe, la deshonestidad. Las infracciones a este
principio generan consecuencias al infractor.

Como bien lo señalan Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, este principio es la


deontología en el proceso. La formularon del principio de moralidad presupone en el
aspecto constructivo el triunfo de la orientación publicista del derecho procesal con el
consiguiente abandono de las concepciones simplemente utilitarias o hedonistas, o
hasta belicistas, que se adivinaban en la concepción privatista del liberal
individualismo. La buena fe, la lealtad, la veracidad, la probidad, son predicados que
se involucran en el principio de moralidad y tienen que estructurarse como
concreciones positivas de la legislación como política de moralización del Derecho
Procesal.

La sociedad y el Estado están ineludiblemente vinculados a la eficacia del proceso y


requieren que éste se desenvuelva dentro de los cánones de la buena fe y la lealtad
procesal de las partes y del juez. Las legislaciones del mundo sin excepción tienen
como eje de su dinamismo la moralización del proceso como medio indispensable
para la recta administración de la justicia.25

En virtud de este principio las partes y terceros están obligados a decir la verdad en
todos los actos procesales y en general en todo el decurso procesal; por este principio
se recusan las pruebas fraudulentas, los recursos temerarios, en suma, toda trampa
procesal; por ello y como muy bien lo advierte Devis Echandía, dentro de un proceso
inquisitivo y de una libre apreciación de la prueba, el juez está en mejor capacidad
para vigilar la actuación de las partes y hacer efectivo este principio de la buena fe, la
veracidad y la lealtad procesales26.

El principio de conducta procesal, está conformado y complementado por los principios


de lealtad, buena fe y probidad, en tal condición propiamente vienen a ser sub-
principios de aquél.

Desde que se proclamó la finalidad pública del proceso civil, se comienza a reclamar
de las partes una conducta adecuada a ese fin y a atribuir al juzgador mayores
facultades para imponer las reglas del juego limpio previstas en la ley: Los artículos

25
Reimundín Ricardo: "Derecho Procesal Civil. T.I, p..7, 1958

26
Devis Echandía, Hernando: Ob. Cit. 124.
52º y 53º del CPC contienen, respectivamente, las facultades disciplinarias y
coercitivas que permiten al juez hacer realidad el principio de conducta procesal.

El artículo 109º del CPC contiene el desarrollo normativo de los dos últimos párrafos
del artículo IV que comentamos. El mencionado artículo regula las conductas de las
partes, terceros, abogados y apoderados, exigiéndoles proceder con veracidad,
probidad, lealtad y buena fe en todos sus actos e intervenciones en el proceso
prohibiéndoles: a) la promoción de actos procesales sin fundamento, razón o motivo;
b) el empleo de expresiones ofensivas o imprudentes y en general, c) exigiéndoles
guardar el debido respeto al Juez, a las partes, terceros, abogados y a los auxiliares
de justicia. La trasgresión de estas reglas faculta al juez como director del proceso a
imponer al infractor una sanción patrimonial expresada en una multa no menor de
cinco ni mayor de veinte Unidades de Referencia Procesal, tal como lo dispone el
artículo 110º del mismo cuerpo normativo.

En el caso de los abogados la temeridad o mala fe procesal tiene mayores


consecuencias (Artículo 111º CPC): el juez remite copias de las piezas procesales en
las que consten tales conductas al Ministerio Público al Colegio de Abogados y a la
Presidencia de la Corte Superior respectiva “para las sanciones a que hubiere lugar”.
Entendemos que las medidas sancionadoras pueden ser impuestas previo proceso
disciplinario por el correspondiente Colegio de Abogados, en tanto que tratándose del
Ministerio Público no cabe la imposición de sanción alguna contra el abogado infractor,
salvo la promoción de la acción penal por los presuntos delitos de desacato, violencia
y resistencia a la autoridad, contra la función jurisdiccional, o contra la fe pública entre
otras posibilidades delictivas. La Corte Superior como tal tampoco tiene competencia
para imponer sanción administrativa alguna al abogado infractor; la sanción de ser el
caso, provendrá de la sentencia que expida el órgano jurisdiccional competente y
podrá consistir en la inhabilitación como pena accesoria.

Como reflexión final, sin embargo, debemos admitir que un proceso contencioso;
pretensión y resistencia son posiciones sustentadas en fundamentos fácticos y
jurídicos, cada una respaldada por su correspondiente caudal probatorio. Demandante
y demandado, ejecutante y ejecutado cada uno sustenta su verdad, sin embargo, entre
ellos sólo uno está actuando con verdad; se afirma por ello que el derecho a la
defensa permite incluso la alegación de hechos falsos, presentados al proceso con
una indumentaria o revestimiento de veracidad, dejando al juez la responsabilidad de
decir su palabra oportunamente. El principio de moralidad no se agota con el deber de
veracidad, proscribe además otras conductas perniciosas como la temeridad, la mala
fe, debe tenerse en cuenta que el principio que comentamos trata de impedir que
aquellas conductas perjudiquen al justiciable o la justicia misma. Asegura al juez
contra el engaño y a la contraparte contra el perjuicio27.

27
Quintero Beatriz y Prieto Eugenio: Teoría General del Proceso. T. I. p. 107
Artículo V.- Principios de Inmediación, Concentración, Economía y Celeridad Procesales.-

Las audiencias y la actuación de medios probatorios se realizan ante el Juez, siendo


indelegables bajo sanción de nulidad. Se exceptúan las actuaciones procesales por comisión.

El proceso se realiza procurando que su desarrollo ocurra en el menor número de actos


procesales.

El Juez dirige el proceso tendiendo a una reducción de los actos procesales, sin afectar el
carácter imperativo de las actuaciones que lo requieran.

La actividad procesal se realiza diligentemente y dentro de los plazos establecidos, debiendo

Principio de inmediación.

Por el principio de inmediación el juez que pronuncia la sentencia debe ser la misma
persona física, o el mismo grupo de personas físicas (tribunal colegiado) que ha
recogido los elementos de su convencimiento, es decir, que ha oído a las partes, a los
testigos, a los peritos y examinado los lugares y objetos de controversia28. Por ello un
principio básico para la eficacia de este principio, su presupuesto, es el principio de la
identidad física del juez durante toda la actuación procesal probatoria. En el artículo
50º del Código Procesal Civil se ha tratado de preservar el cumplimiento de este
principio al establecer que “El Juez que inicia la audiencia de pruebas concluirá el
proceso, salvo que fuera promovido o separado. El Juez sustituto continuará el
proceso, pero puede ordenar, en resolución debidamente motivada, que se repitan las
audiencias, si lo considera indispensable.”

Tal como lo explica el profesor alemán James Goldschsmidt, el principio de


inmediación, emparentado con el de oralidad, rige especialmente para la recepción de
la prueba, y significa que el juez con este fin debe sujetarse a estos dos postulados: a)
utilización inmediata de los medios probatorios (principio de inmediación en sentido
subjetivo o formal); b) y que ha de utilizar los medios de prueba inmediatos (principio
de inmediación en sentido objetivo o material). En el primer sentido, el principio de
inmediación prescribe al juez cómo ha de utilizar los medios probatorios, y se refiere a
la relación del juez con los medios de prueba; en el segundo, determina al juez qué
medios probatorios ha de utilizar, y se refiere a la relación de los medios de prueba
con la cuestión a probar29

Por el principio de inmediación, y dentro de la orientación publicística, el juez tiene el


imperativo de dirigir el proceso como depositario del interés del Estado; tal
responsabilidad le impele a tener comunicación con las partes, proximidad con el
litigio, intervención en la actuación de los medios de prueba. Por ello se afirma que la
inmediación puede ser subjetiva, objetiva y de actividad. Como lo destaca el profesor

28
Chiovenda Giuseppe: Instituciones de Derecho Procesal Civil. Volumen 1. p.54.
29
Goldschmidt James: Derecho procesal Civil, p. 95.
Mario Alzamora Valdez30, por el principio de inmediación el juez no puede ingresar al
proceso sólo cuando hayan terminado las actuaciones y se halle en estado de
sentencia, es decir, cuando haya perdido su dinamismo. He aquí la importancia del
principio de inmediación que traduce la exigencia del mayor contacto del Juez con las
partes y con los hechos del proceso.

Por inmediación subjetiva se entiende la proximidad o contacto entre el acto probatorio


y determinados elementos personales o subjetivos, bien sean los sujetos mismos del
proceso, bien sean personas distintas de tales sujetos, es decir, los terceros. La
manifestación principal del requisito de inmediación subjetiva es la que impone que el
acto de prueba se practique en presencia de su destinatario, es decir que la prueba se
verifique ante el juez31.

Es lógico que estando llamado el juez a decidir el proceso presencie y viva


personalmente el debate de la pretensión32. Su condición de receptor de las dos
opuestas vocaciones de derecho, esto es, de las pretensiones del actor como la del
demandado, le permite decidir con imparcialidad el litigio. La supresión de
intermediarios entre la acción (actuación procesal de las partes) y la jurisdicción
(actividad judicial) redunda en una mayor autenticidad y pureza del resultado que se
proponen. Sin la efectividad de este principio resulta bastante discutible debido a los
contados momentos que el juez establece contacto con las partes, y a la sobrecarga
procesal que no le permite resolver inmediatamente.

En ocasiones se establece igualmente un necesario contacto o proximidad entre el


acto de la prueba y una determinada circunstancia objetiva, como cuando se permite u
ordena la inmediación física del autor del acto con determinada cosa mueble o
inmueble; así ocurre cuando se autoriza que la parte o el testigo consulte notas o
apuntes, cuentas, libros o papeles. También puede considerarse como requisito de
inmediación objetiva, en su manifestación negativa, la prohibición para estos mismos
sujetos de valerse de cualquier borrador de respuestas en sus declaraciones.

Por último se da el requisito formal de la inmediación de actividad cuando se prescribe


la proximidad o contacto del acto probatorio con otro suceso distinto, que a su vez
puede preceder, acompañar o seguir a la actividad de prueba, originándose de este
modo los correspondientes presupuestos simultáneos y condiciones.33

El propio Klein fundaba la virtud del código austriaco en la inmediatez: porque lo


esencial era que el Juez y las partes se miraran a los ojos34.

Principio de concentración

El principio de concentración hace posible la aplicación de los principios de oralidad,


inmediación y de identidad física del juez. Impone la reunión de todas las actividades
procesales posteriores a los actos postulatorios, en una sola sesión o en reducido
número de sesiones.

Tiene por finalidad lograr la celeridad del procedimiento concentrando en pocas


audiencias y diligencias los actos del juez, de las partes y terceros. Por este principio
se trata de evitar la proliferación de cuestiones incidentales. En tal sentido la

30
Alzamora Valdez Mario: Ob. Cit. P.289.
31
Devis Echandía Hernando: Teoría General del Proceso T.I. Editorial Temis. Pp 114
32
Ramos Méndez Francisco: Ob. Cit. p. 267.
33
Devis Echandía Hernando: Ob. Cit. pp. 114-115.
34
Véscovi Enrique: Teoría General del Proceso. p.60
legislación que consagra este principio exige: 1) Que las partes aporten todo el
material probatorio en un solo momento (los actos postulatorios como regla) 2º Deber
del Juzgador de interrogar a las partes sobre hechos aportados; 3º Deber de las partes
de presentar sus alegaciones en la misma oportunidad; 4º Deber del Tribunal de
recabar todas las cuestiones planteadas; 5º Deber del Tribunal de rechazar las
alegaciones extemporáneas e impertinentes; 6º Deber del Tribunal de sancionar las
dilaciones maliciosas; 7º Deber del Tribunal de impulsar el proceso de oficio; y 8º
Deber del Tribunal de no paralizar el proceso.35

El profesor Vicente Gimeno Sendra sostiene que la concentración del procedimiento


puede obtenerse, en primer lugar, a través del acortamiento de los plazos y términos
conforme a las necesidades sociales del momento presente; en segundo lugar,
mediante la preparación del juicio, a través de la introducción de la audiencia
preliminar que ha de purgar a aquél de la posibilidad de discutir los presupuestos
procesales; y finalmente, y debido a la oralidad, conviene que en el juicio los actos
procesales se desarrollen en una sola audiencia y, de no ser posible, en varias
audiencias próximas con el fin de que los actos procesales realizados de palabra ante
el juez no desaparezcan de su memoria36. Sobre el particular, en nuestro
ordenamiento procesal civil no se ha recepcionado a la audiencia preliminar; para
lograr los fines atribuidos a esta audiencia, en su lugar, se ha introducido la audiencia
de saneamiento o los actos de saneamiento en las audiencias respectivas; tampoco se
ha normado la existencia de una sola audiencia, salvo en el proceso sumarísimo y en
el proceso no contencioso.

Este principio surge del principio de economía procesal y tiende a evitar la dispersión
de los actos procesales propugnando que el proceso se realice en el menor tiempo
posible. Para esto la relación jurídico-procesal debe desenvolverse de modo
continuado, evitando como ya se dijo cuestiones accidentales que entorpezcan la
resolución del tema de fondo, limitando, con este fin, la posibilidad de interponer
recursos o promover incidentes.

Principio de economía procesal

En virtud de este principio debe tratarse de obtener el mayor resultado con el mínimo
de empleo de actividad procesal. La plasmación de este principio exige el rechazo
liminar de la demanda que no reúna los requisitos de ley; así se evita la pérdida
innecesaria de tiempo al proscribir actuaciones inútiles. Otra evidencia de este
principio es la acumulación de pretensiones para que en un mismo proceso se
resuelvan todas, se evita de este modo el inicio de procesos diversos para cada
pretensión.

La aplicación de este principio redunda en el abaratamiento de lo costos de la justicia


que se ve complementado con estructura del Poder Judicial en cuya base están los
jueces de paz y los jueces de paz letrados que posibilitan una mayor cercanía con el
justiciable.

En suma, la plasmación normativa del principio de economía procesal representa la


búsqueda de soluciones a la lentitud procesal que ha preocupado permanentemente a
juristas y gobernantes, incluso desde el momento histórico en que el Estado asumió
para sí la responsabilidad exclusiva de prestar el servicio de justicia; por ello, el
principio de economía procesal busca que los sujetos del proceso eviten la pérdida de
tiempo, de esfuerzos, de dinero, este propósito se traduce en la perentoriedad de los

35
Mario Alzamora Valdez Ob. Cit. P.289
36
Gimeno Sendra Vicente: Fundamentos del Derecho Procesal. Editorial Civitas S.A. Madrid 1981 p.232
plazos, el impulso de oficio con el consiguiente aumento de poderes del juez; la
supresión de incidencias y recursos que sólo tienen como fin dilatar el proceso.

Principio de celeridad procesal

Desde que la jurisdicción se convirtió en función pública exclusiva, la demora de los


procesos, ha sido es uno de sus grandes problemas que ha suscitado la preocupación
de juristas y políticos de todos los tiempos y, con mayor razón en la actualidad.

La aceleración y avance vertiginoso de la tecnología expresada fundamentalmente en


la informática ha otorgado mayor celeridad a los fenómenos socio-jurídicos y culturales
en general. Las repercusiones de este fenómeno en el derecho y en particular en el
proceso han desnudado aún más las limitaciones y obsolescencia de los clásicos y
tradicionales esquemas procesales. La lentitud se tornó más evidente.

La abreviación de procedimientos, eliminación de incidencias, la perentoriedad de los


plazos, el impulso oficial, la reducción de los recursos, y del número de audiencias, el
surgimiento cauteloso de nuevas formas procedimentales como cobertura de las
tutelas diferenciadas, constituyen las pruebas elocuentes por encontrar la celeridad
procesal que aún sigue siendo un mito.

Artículo VI.- Principio de Socialización del proceso.-

El Juez debe evitar que la desigualdad entre las personas por razones de sexo, raza,
religión, idioma o condición social, política o económica, afecte el desarrollo o resultado
del proceso.

Principio de socialización

Si el proceso jurisdiccional se ha instituido para erradicar la fuerza ilegítima de una


sociedad determinada y por ende, las diferencias naturales que irremediablemente
separan a los hombres, pues entonces es un fundamento o principio del proceso que
el debate procesal tenga lugar en igualdad de condiciones.

El principio de socialización es conocido también como principio de igualdad, está


relacionado con el principio de contradicción puesto que lo complementa al considerar
que no es suficiente que exista contradicción en el proceso, sino que en aras de su
efectividad, se hace necesario que ambas partes tengan las mismas posibilidades de
ataque y defensa. Significa que el actor y demandado deben tener las mismas
posibilidades y cargas de alegación, pruebas e impugnación.

El principio de igualdad no sólo requiere que las normas, en abstracto, traten a todas
las personas por igual, sin discriminación injustificada, sino que los casos concretos
iguales reciban soluciones jurídicas iguales. Este principio implica en primer término
que toda persona tenga las mismas posibilidades de acceso a los órganos
jurisdiccionales, para disponer de una igual oportunidad de reconocimiento y tutela de
los derechos e intereses que haga valer. Es decir igualdad de trato en cuando a la
concesión de los derechos de acción y defensa en juicio37. En este sentido, explica
Alvarado Velloso38, que en el campo del proceso, igualdad significa paridad de
37
Ortells Ramos, Manuel: Derecho Procesal . Introducción. EDISOFER S.L.Madrid 2005, p.262.
38
Alvarado Velloso, Adolfo: Ob. Cit. p. 260.
oportunidades y de audiencia; de tal modo que las normas reguladoras de la actividad
de una de las partes antagónicas no pueden constituir, respecto de la otra, una
situación de ventaja o de privilegio, ni el juez puede dejar de dar un tratamiento
absolutamente similar a ambos contendientes. El principio de igualdad o socialización
del proceso no significa que en un proceso las partes sean iguales. Existe una
desigualdad intrínseca y funcional de las partes, y en general de los sujetos del
proceso.

Vicente Gimeno Sendra39, con muy acertado criterio puntualiza que ello no significa
que en todo proceso se instaure el contradictorio e igualdad de modo real, en estas
situaciones el séquito del proceso se produce en rebeldía, en otros casos con el
reconocimiento o allanamiento del demandado.

Artículo VII.- Juez y Derecho.-

El Juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso, aunque no haya sido invocado
por las partes o lo haya sido erróneamente. Sin embargo, no puede ir más allá del petitorio
ni fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las partes.

Principio de autoridad judicial

Para el distinguido maestro sanmarquino José Antonio Silva Vallejo, en este


precepto convergen varios principios, un sistema de principios dice el autor, teniendo
como principio rector al principio de autoridad del juez que a su vez comprende a los
principios: iura novit curia y elasticidad o adecuación de las formas.

Tal postura doctrinaria del profesor Silva fue expuesta 40 al comentar la


inserción del artículo VII del título preliminar del Código Civil, sostuvo entonces que
este sistema de principios se inspira en una profunda necesidad de flexibilizar y
dinamizar el proceso civil, entendido como un instrumento puesto al servicio del
Derecho y que tiene por finalidad consagrar la doctrina de la creación jurisprudencial
del derecho y paralelamente el principio de autoridad del juez – en cuando este es el
sujeto central del Derecho cuyo rol protagónico es minimizado por las caducas
concepciones privatistas y dispositivistas del proceso – así como el principio iura
novita curia, que constituye una variante del anterior . Es preciso además tener en
cuenta que, converge a este sistema de principios el de elasticidad o adecuación de
los formalismos ritualistas del proceso a las exigencias humanas, sustantivas y
constitucionales de la causa.

Principio iura novit curia

Es una aforismo latino, que significa "el juez conoce el derecho"; como principio
procesal significa que el juez conoce el derecho aplicable por lo que resulta
innecesario que las partes prueben el contenido de las normas.

39
Gimeno Sendra Vicente: Ob. Cit. p.183.
40
Silva Vallejo, José Antonio: El artículo VII del Tìtulo Preliminar del Nuevo Código Civil: llave
maestra de la Teoría General del Derecho Civil y Procesal. Estudio incluido en La Ciencia del Derecho
Procesal del mismo autor pp 699-700.
Este principio proveniente del derecho romano, propugna que las partes se
limiten a probar los hechos, y no los fundamentos de derecho aplicables por ser el juez
quien debe aplicar el derecho que corresponda al proceso aunque no haya sido
invocado por las partes o lo haya sido erróneamente.

El profesor Adolfo Alvarado Velloso41 sostiene que el iura novit curia admite
tres matices: a) aplicar el derecho no alegado por las partes, si es que corresponde a
la relación litigiosa; b) aplicar el derecho correcto cuando fue erróneamente invocado
por las partes; y c) contrariar la calificación jurídica de los hechos efectuados por los
propios interesados. El principio iura novit curia no rige cuando los hechos no están
expuestos con claridad y el actor ha invocado norma jurídica fundante de su
pretensión. En tal caso el juez debe necesariamente estar a la calificación que el
propio accionante efectúa respecto de lo que pretende.

Como antecedente, el profesor Monroy Gálvez manifiesta que la causa de


haber insistido en su regulación en el Código Procesal Civil no es sólo por razón de
sistemática, son también para eliminar las deficiencias que presenta la versión
contenida en el código civil. Como sabemos, el principio que comentamos fue regulado
indebida y defectuosamente en el artículo VII del Título Preliminar del Código Civil el
año 1984, pues teniendo contenido eminentemente procesal no debía haber sido
regulado en dicho cuerpo normativo.

Es común afirmar que este artículo colisiona con el inciso 7 del artículo 424º del CPC,
en el que se establece que la demanda debe contener la fundamentación jurídica del
petitorio, en caso contrario aquella es declarada inadmisible y de no subsanarse la
omisión advertida la demanda es rechazada y archivada. Pues bien, el artículo VII del
TP al disponer que “El Juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso,
aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente” no
representa un caso de antinomia porque esta responsabilidad judicial es ejercida en el
momento de la formación del juicio jurisdiccional para el pronunciamiento de la
sentencia. Las responsabilidades o cargas de las partes deben ser asumidas por ellas
máxime tratándose de los actos postulatorios por lo que la fundamentación jurídica de
la demanda, en modo alguno podría ser asumida por el juez. Sobre el particular, el
Tribunal Constitucional ha establecido que el juez como director del proceso, identifica
la norma legal aplicable antes de emitir sentencia, lo que no implica, en ningún caso, la
modificación del objeto de la pretensión o de los términos de la demanda; es decir que
ello no puede suponer que funda su decisión en hechos distintos de los que han sido
alegados por las partes.42.

"Artículo VIII.-Principio de Gratuidad en el acceso a la justicia.-

El acceso al servicio de justicia es gratuito, sin perjuicio del pago de costos, costas y multas
establecida en este Código y disposiciones administrativas del Poder Judicial."

41
Alvarado Velloso, Adolfo citado por José Antonio Silva Vallejo en la Ciencia del Derecho Procesal, p.
725.
42
Tal es el fundamento 2 contenido en la Sentencia del Tribunal Constitucional , expediente N.° 2094-2005-
PA/TC
Principio de gratuidad en el acceso a la justicia

Como se señaló precedentemente, el acceso al servicio de justicia es el


derecho a la tutela judicial efectiva y comprende en primer término el derecho a la
jurisdicción, esto es, a activar al aparato jurisdiccional.

En este primer momento, una las manifestaciones concretas está dada por el deber de
los jueces de facilitar el acceso de las partes al proceso, sin restricciones y de
interpretar con amplitud las leyes procesales en cuanto a la legitimación; el rechazo de
la pretensión postulada a partir de una interpretación restrictiva o formalista implica
una vulneración al derecho a la tutela judicial efectiva.

El principio de gratuidad en el acceso a la justicia parte del reconocimiento


constitucional de que la función jurisdiccional corresponde exclusivamente a los jueces
y no a otro tipo de funcionarios. El derecho a la tutela judicial supone la posibilidad de
postular todo tipo de pretensiones cualquiera sea su fundamento por lo que no puede
sustraerse de la jurisdicción el conocimiento de cualquier tipo de controversia; lo
contrario comportaría una vulneración del derecho al acceso a la jurisdicción. Sin
embargo, esta protección constitucional conlleva simultáneamente el deber de cumplir,
por las partes, con los requisitos procesales de orden formal para que el órgano
jurisdiccional pueda pronunciarse sobre el fondo. En tal sentido, el derecho de acceso
a la justicia da lugar al principio pro actione, según el cual la admisibilidad de la acción
es la regla, y su inadmisibilidad la excepción. La inadmisibilidad de la acción debe
estar legalmente fundamentada.

Ahora bien, la materialización del derecho a la jurisdicción, con todo lo que se


ha dicho hasta este momento, tiene un costo; esta es una verdad incontrovertible. Así
fue ayer, hoy y lo será mañana, además; el proceso, en especial el proceso civil, ha
sido tomado a lo largo de nuestra historia como una fuente de rentas fiscales. El
problema está en determinar quien lo asume: las partes, terceros, o en general la
comunidad.

Se infiere que el principio de gratuidad en el acceso a la justicia, llamado así en


la sumilla del artículo VIII que analizamos, es la opción formal, declarativa, adoptada
por el legislador frente a la variable gastos del proceso. No constituye una directriz
general fundamental que permita considerarla como principio. El contenido del artículo
demuestra que el acceso a la justicia tiene un costo que es asumido por las partes: el
pago de costos, costas, y multas son la evidencia de que los costos del proceso son
asumidos por los litigantes, ésta es la regla. La gratuidad del servicio de justicia es la
excepción que beneficia al Estado y a las personas naturales que gozan de auxilio
judicial.

Una situación problemática adicional es la carga económica que soportan los


justiciables en el proceso civil, respecto al proceso penal absolutamente gratuito; dicho
sin ambages, quienes litigan en los procesos civiles subvencionan el funcionamiento
de los procesos penales. Debe examinarse la posibilidad de replantear esta situación
gravosa para el proceso civil.
Artículo IX.-Principios de Vinculación y de Formalidad.-

Las normas procesales contenidas en este Código son de carácter imperativo, salvo
regulación permisiva en contrario.

Las formalidades previstas en este Código son imperativas. Sin embargo, el Juez adecuará
su exigencia al logro de los fines del proceso. Cuando no se señale una formalidad

Principios de vinculación

El derecho a tener la efectiva tutela judicial no es indiscriminado, arbitrario ni de


discrecionalidad normativa aplicativa sino que está íntimamente vinculado al principio
de legalidad procesal que a su vez postula la garantía de la aplicación vinculante de la
norma procesal.

En virtud de este principio los sujetos (juez, fiscal, partes, terceros y en general
todos cuantos tienen presencia en el proceso) del proceso deben someterse y actuar
con arreglo a las normas del Código Procesal Civil. La garantía de aplicación del CPC
tiene como sustento precisamente el principio de legalidad regulado en el inciso 3) del
artículo 139 de la Constitución Política del Perú, conforme al cual “Ninguna persona
puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos
jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación.”

La garantía de la aplicación vinculante de la norma procesal civil no tiene como


destinatario únicamente a los justiciables sino que comprende y se hace extensiva
igualmente a los órganos jurisdiccionales. Los ciudadanos han otorgado a los jueces la
exclusividad y monopolio de la función jurisdiccional no para que actúen de modo
discrecional, al margen del ordenamiento jurídico, sino de acuerdo con él.43

Principio de formalidad

Significa que el conjunto de actos que integran el proceso debe realizarse no mediante
formas libres sino a través de las formalidades prescritas por la ley de acuerdo con
determinadas condiciones de tiempo y de lugar y de conformidad con cierto modo y
orden.

Los actos procesales están sometidos a reglas; unas generales y otras especiales
para cada acto en particular. Constituyen una garantía para la mejor administración de
la justicia y la aplicación del derecho, especialmente para la obtención de ciertos
valores que éste se propone, tales como la seguridad y la certeza.44

El principio de legalidad de la formas es opuesto al de las formas judiciales, en


que el juez tiene libertad para imponer la forma de los actos procesales que considere
conveniente. Este sistema, como puede inferirse, no asegura a las partes las mismas
43
Cfr. Lorca Navarrete Antonio en: Tratado de Derecho Procesal Civil. Parte general.. pp 49-50
44
Véscovi Enrique: ob. Cit. 66.
garantías; las expone a una eventual arbitrariedad judicial. El principio de legalidad de
las formas, además, impide que las formalidades previstas en la ley sean modificadas
ya sea por el juez o por las partes.

Si bien la regla es que las formalidades previstas en el Código Procesal Civil son
imperativas, ello no significa que el juez quede convertido en esclavo de aquellas, ni
mucho menos las formalidades pueden significar un obstáculo para el logro de
objetivos mayores, por lo cual corresponde al Juez adecuar su exigencia al logro de
los fines del proceso; efectivamente, la norma otorga al juez determinado margen de
discrecionalidad al disponer que “Sin embargo, el Juez adecuará su exigencia al logro
de los fines del proceso.”

De otro lado, debe tenerse en cuenta que ninguna ley regula el fenómeno socio-
jurídico de modo integral, entonces deben saber los sujetos del proceso que no todas
las formalidades procesales han sido previstas por el legislador, por ello, cuando no se
señale una formalidad específica para la realización de un acto procesal, éste se
reputará válido cualquiera sea la forma empleada, así lo señala el párrafo final del
artículo examinado. Como ya se indicó, esta parte del artículo nos remite al principio
de integración de la norma procesal (Art. III) que parte del reconocimiento de que el
ordenamiento jurídico en general y el procesal, en particular, no son íntegros; situación
que permite al justiciable y al juez emplear la forma que consideren adecuada para la
materialización de determinado acto procesal.

Artículo X.- Principio de Doble instancia.-

El proceso tiene dos instancias, salvo disposición legal distinta

Principio de la doble instancia

El control del ejercicio funcional de la jurisdicción se da a través del recurso. Se logra


de este modo controlar la legalidad de la sentencia dictada en primera instancia,
mediante el nuevo examen del fallo por jueces superiores en grado. Por ello es que el
recurso puede ser definido como un acto procesal de parte, a través del cual se abre la
instancia procesal superior para lograr un nuevo examen de la sentencia recurrida y
obtener una nueva resolución judicial, confirmatoria o revocatoria de aquella.

La pluralidad sucesiva de instancias se relaciona intrínsecamente con el principio de


las dos instancias, de acuerdo con el cual por regla general todo asunto debe ser
conocido por dos jueces de distinta categoría y en forma sucesiva, para que el
segundo revise lo actuado por el primero, con el fin de confirmar o no lo dispuesto por
éste. Este principio constituye un hito histórico en la evolución del derecho procesal,
sin embargo, no faltan críticas dirigidas contra él: se dice por ejemplo que si el juez
superior es mejor que el inferior, sencillamente se debe llevar a aquél directamente la
resolución de la controversia, y de ese modo se evita la prolongación innecesaria del
proceso.

Sin embargo, el error existe desde que existe el hombre por lo que no puede
eliminarse esta posibilidad no deseada en el ejercicio de la función jurisdiccional. Aún
el más versado en derecho, comete errores que otro está llamado a corregir. Hay
mayor garantía de certeza cuando intervienen dos criterios distintos. Este principio de
las dos instancias fue consagrado definitivamente por la revolución francesa. Sus
orígenes se remontan a la última fase del procesalismo romano (cognitia
extroardinem) en la que se instituye el derecho a apelar las decisiones del iudex.
El inciso 6 de la Constitución Política del Perú preceptúa que la pluralidad de
instancias es un principio de la función jurisdiccional; del mismo modo el artículo 11º
de la Ley Orgánica del Poder Judicial señala que lo resuelto en segunda instancia
constituye cosa juzgada se infiere que los procesos deben verse sólo en dos
instancias.
CAPITULO 3: PRINCIPIOS SOBRE LA NULIDAD DE ACTOS PROCESALES

1. Principio de Legalidad.-

Es un principio y derecho de la función jurisdiccional que ninguna persona sea


sometida a procedimiento distinto de los previamente establecidos. En aplicación de
este principio la nulidad de los actos procesales debe esta prevista en la norma
procesal. De acuerdo con este principio no se admite la nulidad de un acto procesal
que no esté sustentada en la ley.

El Código Procesal Civil regula dos tipos de nulidades: la explícita y la implícita. La


primera se produce cuando la infracción es sancionada de modo expreso por la norma
procesal; ejemplo: “Será nula la actividad procesal que se realice después que una de
las partes perdió la titularidad del derecho discutido. Sin embargo, si transcurridos
treinta días no comparece el sucesor al proceso, éste proseguirá con un curador
procesal, nombrado a pedido de parte.”(Párrafo final del artículo 108º del CPC). Es
implícita cuando la nulidad se desprende o fluye de la grave infracción a las
formalidades previstas en la ley; ejemplo: cuando se ejecuta una diligencia de
inspección judicial, sin antes haber sido admitida como medio probatorio.

El primer párrafo del artículo 171 del CPC establece que “La nulidad se sanciona sólo
por causa establecida en la ley. Sin embargo, puede declararse cuando el acto
procesal careciera de los requisitos indispensables para la obtención de su finalidad.”

La regla es que la causa para sancionar la nulidad debe estar prevista en la ley; sin
embargo, en determinadas circunstancias y excepcionalmente, aun cuando la causal
no estuviera prevista en la ley puede declararse la nulidad cuando el acto procesal no
estuviera dotado de los requisitos necesarios para el logro de su finalidad.

.
2. Principio de trascendencia

La directriz fundamental que rige la declaración de nulidad de los actos procesales es


aquella en virtud de la cual la nulidad sólo se declara cuando está prevista en la ley de
modo expreso, y solo si aquella no puede ser salvada.

Lo afirmado significa que la magnitud de la nulidad debe ser tal que no admita
convalidación o subsanación alguna, de otro modo la nulidad no debe prosperar.
Sobre el particular el artículo 171º del CPC establece que “Cuando la ley prescribe
formalidad determinada sin sanción de nulidad para la realización de un acto procesal,
éste será válido si habiéndose realizado de otro modo, ha cumplido su propósito.”

El maestro Jorge Carrión Lugo45 afirma que “este principio preconiza que no hay
nulidad si no hay perjuicio o daño. No basta la infracción de la formalidad, que sirve
para garantizar los derechos de las partes, sino que debe existir perjuicio de donde se
deduce que la nulidad sirve para corregir o remediar ese menoscabo.”

En efecto, el artículo 174º del CPC exige que quien formula nulidad tiene que
acreditar estar perjudicado con el acto procesal viciado y, en su caso, precisar la
defensa que no pudo realizar como consecuencia directa del acto procesal
cuestionado. Asimismo, acreditará interés propio y específico con relación a su pedido.
3. Principios de convalidación.

45
Carrión Lugo, Jorge: Tratado de Derecho Procesal Civil I. GRIJLEY, Lima 2000, p.392.
La directriz o fundamento en esencia no es otro que la necesidad de evitar la
declaración de nulidad de un acto procesal si este puede ser salvado mediante
ratificación.

La nulidad es una salida gravosa de la dificultad del vicio del acto procesal, situación
que conlleva a optar por su adopción sólo cuando el problema no admita una mejor
solución. Por ello es importante dejar establecido que no todos los requisitos de un
acto procesal tienen la misma importancia, se habla por ello de requisitos necesarios y
requisitos útiles.

A la distinción entre requisitos necesarios y útiles corresponde por consiguiente, la


distinción entre vicios esenciales y no esenciales o accidentales; estos últimos son los
vicios relativos a requisitos simplemente útiles. Entonces si el vicio que afecta al acto
procesal es esencial estamos frente a la afectación o ausencia de un requisito
necesario, si se trata de un vicio no esencial, la afectación corresponde a un requisito
útil del acto procesal.

Puede afirmarse, a partir de estas precisiones que sólo la existencia de vicios


esenciales relacionados con la omisión de requisitos necesarios para la validez del
acto procesal permite declarar la nulidad del acto. No obstante, existen actos que aún
cuando presenten vicios esenciales, pueden, en ciertas condiciones, alcanzar su
finalidad, no se consideran por tanto como actos inútiles, luego no podría declararse la
nulidad del acto procesal.

Así, tratándose de vicios en la notificación, la nulidad se convalida si el litigante


procede de manera que ponga de manifiesto haber tomado conocimiento oportuno del
contenido de la resolución. Del mismo modo hay también convalidación cuando el acto
procesal, no obstante carecer de algún requisito formal, logra la finalidad para la que
estaba destinado.

Existe convalidación tácita cuando el facultado para plantear la nulidad no formula su


pedido en la primera oportunidad que tuviera para hacerlo. La convalidación, según lo
expuesto, constituye un auténtico remedio, un elemento de saneamiento del acto
afectado por nulidad.

Este principio está regulado en el artículo 172º del CPC, en los siguientes términos:

4. Principio de subsanación

La idea o fundamento de este principio es que no todo acto procesal afectado de


nulidad debe ser, necesariamente, declarado nulo; pues en muchos casos será
suficiente la enmienda o corrección del vicio advertido para salvar el acto procesal. Por
tal razón este principio es también conocido como principio de conservación.

Vicio del acto procesal es la desviación jurídica que consiste en la no atribución de


efectos jurídicos al acto.

No hay nulidad si la subsanación del vicio no ha de influir en el sentido de la resolución


o en las consecuencias del acto procesal. Si este fuera el caso, el pedido de nulidad
debe ser desestimado; así por ejemplo si al sentenciar se incurre en el error de
mencionar a otra persona como demandado vencido, este vicio del acto procesal
contenido en la sentencia, puede ser corregido precisándose el verdadero nombre del
vencido.
Este principio está regulado en el cuarto párrafo del artículo 172º del CPC.

5. Principio de integración

Según el diccionario de la Lengua Española, integrar significa completar un todo con


las partes que faltaban o hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo.

Precisamente esta es la acepción del principio de integración en el proceso, como tal


es reconocimiento de la potestad que la ley otorga al juez para completar sus propias
resoluciones si estas hubieran sido expedidas omitiendo el pronunciamiento sobre
algún punto principal o accesorio.

El problema está en determinar los tiempos en que el juez puede efectuar su labor de
integración. Sobre este tema la norma contempla dos supuestos: el primero está
referido al juez emisor de la resolución incompleta; el segundo, al juez superior.
Veamos cada uno de estos casos:

Primer caso:

El juez puede integrar su propia resolución en dos momentos: El primero es hasta


antes de su notificación el segundo, si la resolución ya fue notificada, la podrá integrar
hasta antes que la resolución quede consentida; es decir, dentro del plazo que las
partes tienen para apelarla; en ambos casos la integración también puede ser
solicitada por las partes.

Como resulta evidente, el plazo para recurrir la resolución integrada se computa desde
la notificación de la resolución que la integra.

Vencido el plazo para la apelación, el juez está impedido de efectuar acto de


integración alguna.

Segundo caso:

Si el error no hubiere sido advertido por el juez de primera instancia o hubiere sido
advertido tardíamente, el Juez superior podrá integrar la resolución sólo si aquella
hubiere sido recurrida y siempre que concurran los supuestos previstos en la norma,
es decir, cuando se haya omitido pronunciamiento sobre algún punto principal o
accesorio y si la fundamentación aparece en la parte considerativa.

La facultad de integración del juez superior no es amplia ni genérica; existen


parámetros que delimitan esta facultad, así tenemos que según el artículo 370º del
CPC “El Juez superior no puede modificar la resolución impugnada en perjuicio del
apelante, salvo que la otra parte también haya apelado o se haya adherido. Sin
embargo, puede integrar la resolución apelada en la parte decisoria, si la
fundamentación aparece en la parte considerativa.”

El juez superior sólo puede integrar la parte decisoria si la resolución recurrida


contiene la fundación respectiva. En caso contrario se incurre en vulneración del
debido proceso, específicamente en transgresión del derecho a la instancia plural,
derecho de defensa y el principio de vinculación de la norma procesal.

Esta facultad que la ley otorga al juez superior no es sino la aplicación complementaria
del principio de subsanación. El principio de integración importa, por ello un modo de
subsanación de los vicios contenidos en las resoluciones y por consiguiente una
manera de convalidarlas46.

Finalmente, de manera extensiva y con las naturales particularidades,


puede considerarse a la corrección de resoluciones prevista en el artículo 407º
del CPC como actos de integración.

46
Carrión Lugo, Jorge: ob. Cit. p.396
CAPITUL0 4: PRINCIPIOS PROBATORIOS

1. Principio de unidad de la prueba

El núcleo de este principio radica en que la certeza no nace de una valoración parcial,
unilateral, fragmentaria o aislada de los elementos probatorios incorporados al
proceso, sino de una valoración conjunta.

En el artículo 197º del Código Procesal Civil se ha regulado que “Todos los medios
probatorios son valorados por el Juez en forma conjunta, utilizando su apreciación
razonada. Sin embargo, en la resolución sólo serán expresadas las valoraciones
esenciales y determinantes que sustentan su decisión.”

La formación del denominado juicio jurisdiccional a cargo del juez a efectos de emitir
su sentencia tiene como sustento el caudal probatorio aportado por las partes o
dispuestas de oficio. Esta operación de razonamiento lógico jurídico con la finalidad de
reencarnar el derecho exige del juez la aprehensión cognitiva del contenido probatorio
de modo congruente, lógico e integral.

Todos los medios probatorios admitidos al proceso conforman una unidad para su
valoración final; sin embargo, ello no importa la atribución de idéntico valor probatorio
a cada uno de ellos, por tal razón en el artículo 197º del CPC se ha subrayado que en
la resolución final sólo serán expresadas las valoraciones esenciales y determinantes
que sustentan su decisión.

2. Principio de comunidad de la prueba.

Tal como lo refiere Juan Montero Aroca, fue Chiovenda el primero que se refirió al
principio de adquisición procesal, según el cual las actividades procesales son
comunes entre las partes. Se mantenga o no la teoría de la relación jurídica sobre la
naturaleza del proceso, no puede negarse que éste es una única relación y, por lo
mismo, los efectos de los actos procesales, independientemente de la parte que los
realiza, se refieren al conjunto del proceso.

Es verdad que el principio tiene contenido general pero es en la prueba donde


adquiere mayor sentido; significa que si un hecho ha sido probado el juzgador tiene
que partir de él en la sentencia, no importando qué parte lo haya probado. Dicho de
otro modo, todas las pruebas se incorporan al proceso, son del proceso en el que
producirán certeza y tienen como destinatario al juez47.

El principio de comunidad de prueba es conocido también como principio de


adquisición o incorporación, según el cual, tal como ya se dijo, el resultado de la
actividad probatoria no pertenece a quien lo ofreció, aportó o produjo, sino al proceso
para facilitar la iurisdictio.

De acuerdo con este principio el juez puede fundar su fallo en las pruebas aportadas
por cualquiera de las partes, sin importar quien la ofreció, actuó o produjo. Del mismo
modo, las partes pueden sustentar sus posiciones y defensas en los medios
probatorios existentes en el proceso, aunque estos hubieren sido aportados por la
parte contraria.

47
Montero Aroca Juan: La prueba en el proceso civil. Editorial Civitas S.A Madrid 1998. p.55.
Luego de producirse el emplazamiento del demandado con la demanda y sus
correspondientes medios probatorios así como la notificación de la contestación de la
demanda con sus respectivos medios de prueba; en aplicación del principio de
comunidad de prueba, no puede admitirse el desistimiento sobre los medios
probatorios, de formularse este pedido, debe ser declarado improcedente.

3. Principio de contradicción de la prueba

La prueba para ser válida o eficaz debe ser producida con audiencia o intervención de
de la parte contraria, para posibilitar el ofrecimiento de la prueba de descargo (derecho
a contraprobar) y garantizar así el derecho de defensa.

No hay proceso sin debate luego no hay prueba válida sin contradictorio. Toda prueba
se produce con injerencia y posible oposición de la parte a la que podría perjudicar;
por ello se sostiene que la actividad probatoria debe responder a la más amplia
audiencia y contradicción. Como lo dijimos antes, el principio de audiencia y
contradicción tiene por finalidad garantizar el irrestricto derecho de defensa.

Sobre el particular Devis Echandía48 sostiene que la parte contra quien se opone una
prueba debe gozar de oportunidad procesal para conocerla y discutirla, es decir, que
debe llevarse la causa con conocimiento y audiencia de todas las partes

El principio de contradicción de la prueba está sustentado en el derecho a la defensa


porque no se concibe la valoración de un medio de prueba que no hubiera sido puesta
a conocimiento de la parte contraria; sólo el control de la prueba por las partes otorga
transparencia y legitimidad a la valoración judicial.

4. Principio de ineficacia de la prueba ilícita.

En su expresión positiva, este principio es conocido como principio de legalidad de la


prueba. Al artículo 199º del Código Procesal Civil estipula que “carece de eficacia
probatoria la prueba obtenida por simulación, dolo, intimidación, violencia o soborno.”
Puede limitarse el alcance de la prueba ilícita a la obtenida o practicada con infracción
de derechos fundamentales, luego puede sostenerse que la prueba ilícita es aquella
que está proscrita del ordenamiento jurídico.

Por este principio la obtención de la fuente de prueba y el ofrecimiento de los medios


probatorios respectivos debe efectuarse dentro de los parámetros legales establecidos
constitucionalmente. La prueba obtenida por simulación, dolo, intimidación, violencia o
soborno en esencia implica la vulneración de bienes jurídicos protegidos, es este el
fundamento por el cual la ley sanciona a la prueba ilícita con la declaración judicial de
ineficacia.

En la práctica el juez al calificar una demanda y examinar los respectivos


medios de prueba ofrecidos, no está en condiciones de saber si estos han sido
obtenidos legalmente; lo propio sucede con los medios probatorios ofrecidos por el
demandado. No es el juez a quien corresponde la iniciativa para el cuestionamiento de
los medios de prueba. El instituto procesal para cuestionar la ilicitud de un medio de
prueba es la cuestión probatoria que en nuestro ordenamiento procesal civil se
materializa mediante la tacha y la oposición.

48
Devis Echandía, Hernando: Compendio de la prueba judicial. T.1, p.49.
Tratándose de medios probatorios documentales obtenido ilícitamente la
cuestión probatoria a plantear es una tacha por nulidad, así lo establece el artículo
243º del CPC al disponer que “Cuando en un documento resulte manifiesta la
ausencia de una formalidad esencial que la ley prescribe bajo sanción de nulidad,
aquel carece de eficacia probatoria. Esta declaración de ineficacia podrá ser de oficio
o como consecuencia de una tacha fundada.”

La ilicitud de la prueba de testigos por presumirse la existencia de simulación,


dolo, intimidación, violencia o soborno debidamente acreditados es igualmente
planteada mediante la correspondiente tacha por nulidad. Las circunstancias que
impregnan de ilicitud a la prueba testimonial encuentran plasmación normativa en los
artículos 229º, 305º y 306º del CPC, mas es preciso advertir que las manifestaciones
del dolo la intimidación y la violencia exceden los supuestos regulados en los artículos
antes mencionados.

5. Principio de oralidad de las pruebas

El principio de oralidad se refiera a un proceso en el que prevalece la palabra hablaba


sobre la escrita. Oralidad y escritura según la doctrina son términos contrapuestos
pero reconoce que ambos más que principios son verdaderos sistemas procesales
que nunca existen puros sino que coexisten con mayor o menor incidencia de uno
sobre el otro.

Como recomienda Eduardo Couture, frente al dilema de oralidad o escritura, hay


necesidad de mirar las cosas en otra dimensión. Acota seguidamente que este
problema no es, como parece, la lucha entre los oradores y los escribas. Pienso por el
contrario, que los oradores son los enemigos del juicio oral y que los escribas son los
conspiradores del juicio escrito. Hay algo más hondo, dentro del problema, que pone
en juego la salud moral y política del derecho procesal, que presiona sobre la
solución49.

La oralidad, como lo destaca el autor mencionado, reposa en dos fundamentos: por un


lado, la autoridad del juez a quien corresponde gobernar el proceso como director del
mismo y encausar la actividad de las partes por un lado; y, por el otro, que el pueblo
cumpla función contralora sobre esta actividad fundamental del Estado. Todo lo demás
resulta episódico porque el hablar o el escribir es la periferia de las cosas.

No obstante, no puede dudarse que la oralidad impregna al proceso de mayor


dinamismo gracias a simplicidad que fomenta la palabra; facilita la relación de las
partes, entre estas y el juez. La oralidad va de la mano con los principios de
inmediación, concentración y publicidad, entre otros.

El principio de oralidad de la prueba en nuestro proceso civil no tiene mayor


trascendencia pues los medios probatorios de carácter personal son los únicos en
cuya actuación se expresa la oralidad de modo predominante sin embargo, como ya
se indicó, termina documentalizándose mediante la escritura. La audiencia de pruebas
es la que concentra la actividad probatoria con predominio de la oralidad que siempre
termina plasmándose en el acta respectiva.

49
Couture Eduardo: Ob. Cit. P.321.
CAPITULO 4: PRINCIPIOS PROCESALES NO REGULADOS
EXPRESAMENTE EN EL CODIGO PROCESAL CIVIL

1. Principio dispositivo

Informa el profesor Mario Alzamora Valdez que el nombre de principio dispositivo o de


controversia, se debe a Nikolaus Thaddeaus Gonner, quien publicó en 1808, el Manual
de procedimiento alemán.

En virtud del principio dispositivo se confía a la actividad de las partes la promoción de


la función jurisdiccional, nemo iudex sine actore así como la aportación del material
sobre el cual versará la decisión judicial, esto es, la postulación de la pretensión, de la
resistencia, de la causa petendi y todo el caudal probatorio, limitando la función del
juez a recibirlo para valorarlo después.

Son expresiones del principio dispositivo los siguientes aspectos del proceso civil: a) El
establecimiento de la relación procesal a instancia de parte; b) El objeto del proceso es
determinado por las partes, c) Los fundamentos fácticos y jurídicos de la demanda y la
contestación son propuestos por las partes, d) Corresponde igualmente a éstas
aportar los medios de prueba e) Las partes disponen libremente del litigio y tienen la
potestad de transigir el pleito, el demandado puede allanarse o reconocer la demanda,
ambos litigantes pueden desistirse de un recurso o de un medio de defensa pendiente
o abandonar instancias y sus recursos.

Dijimos que el proceso sólo puede iniciarse a instancia de parte; dos aforismos
romanos grafican esta peculiaridad del principio dispositivo: nemo iudex sine actore y
ne procedad iudex ex officio, es decir, no hay juez sin actor y el juez no procede de
oficio. El principio dispositivo encuentra plasmado implícitamente en el principio de
iniciativa de parte regulado por el artículo IV del título preliminar del CPC.

Finalmente en virtud de este principio son las partes las que determinan el thema
decidendum respecto del cual el juez limita su pronunciamiento a las alegaciones
formuladas por las partes en los actos de constitución del proceso (demanda,
contestación, excepciones, reconvención, y las respectivas absoluciones)50

2. Principio de publicidad

La actividad procesal se desarrolla en el marco de la función pública por lo que la


vigilancia y control del proceso no solo por las partes sino incluso por la ciudadanía es
una de las garantías de su eficacia y el desenvolvimiento conforme a los cánones del
debido proceso; todo lo cual puede plasmarse, entre otras razones, gracias al principio
de publicidad.

El principio de publicidad del proceso civil significa que las audiencias señaladas en el
proceso civil sean públicas, es decir, se permita el libre acceso de los ciudadanos a la
sala de audiencia, como ya se dijo se busca que los ciudadanos, en suma, el pueblo y
los medios de comunicación controlen la actuación de los órganos jurisdiccionales.

Textualmente el artículo 206 del CPC dispone que la audiencia de pruebas es única y
pública; en similar sentido y mediante regulación supletoria, el artículo 472 del CPC

50
Enrique Palacio Lino: ob. Cit. P. 65.
establece que para todos los efectos de su actuación, la audiencia conciliatoria se
regula por lo establecido para la audiencia de pruebas, en lo que fuese aplicable.

Sin embargo, las buenas intenciones de este principio encuentran una seria
restricción en la falta de condiciones adecuadas para el acceso del público a las
audiencias.

3. Principio de contradicción.

Conocido también con el nombre de principio de bilateralidad o de controversia tiene


como sustento constitucional la inviolabilidad del derecho a la defensa, consagrado por
el artículo 139, inciso 6 del Texto Constitucional. “No hay juicio que se siga a espaldas
de la parte a quien eventualmente perjudica y no hay sentencia válida si no se han
dado a las dos partes, por igual, las garantías de defensa necesarias”51.

Según este principio todos los actos procesales deben ser de conocimiento de las
partes y éstas deben tener la oportunidad de pronunciarse sobre los mismos.
Subráyese que el núcleo de este principio es el derecho de las partes a tener
conocimiento de los actos acaecidos en el proceso, el mismo que es formalizado
mediante actos de comunicación (notificación); resulta irrelevante que las partes luego
de tomar conocimiento del acto, adopten una posición activa o pasiva.

La vigencia irrestricta de este principio obliga a los órganos jurisdiccionales a extremar


las medidas se seguridad respecto a la notificación de los actos procesales cuya
naturaleza y finalidad así lo exigen, sólo de este modo se deja a salvo el derecho de
las partes a ejercer actos de defensa y control sobre el proceso si así lo estima
conveniente. Lo que acontece después del emplazamiento o comunicación del acto
corresponde al ámbito de la libertad de la parte notificada.

Entonces, la preservación del principio que comentamos no significa que el emplazado


o notificado tenga necesariamente que absolver el traslado, contestar la demanda o
formular contradicción al mandato ejecutivo o de ejecución u otro acto de defensa. La
comunicación del acto propiciado por la otra parte o por iniciativa judicial representa la
materialización de este principio.

4. Principio de preclusión

Con respecto al orden en que deben cumplirse los actos procesales existen, en la
legislación comparada, dos principios básicos: el de unidad de vista o de indivisibilidad
y el de preclusión52.

Por el principio de unidad de vista los distintos actos que integran el proceso no están
sometidos a un orden consecutivo estricto, de modo que las partes pueden formular
peticiones, defensas y proponer medios de prueba que no se hicieron valer en un
periodo anterior incluso hasta el momento en que el proceso está expedido para
sentenciar. En tanto que por el principio de preclusión53, que tiene su raíz histórica en
el proceso romano canónico, el proceso se está articulado en diversos periodos o
fases dentro de cada uno de los cuales deben cumplirse uno o más actos

51
Couture Eduardo: ob. Cit. P. 311.
52
Enrique Palacio Lino: Manual de Derecho Procesal Civil. Lexis Nexis, Abeledo Perrot Buenos Aires
2004, p.71
53
Enrique Palacio Lino: Ob. Cit. P. 71
determinados, con la consecuencia de que carecen de eficacia aquellos actos que se
cumplen fuera de la unidad de tiempo que les está asignada. De acuerdo con este
principio el proceso se divide en etapas cada una de las cuales cierra la anterior sin
posibilidad de replantear lo ya decidido

En el Código Procesal Civil este principio no está normado de modo expreso, sino a
través del conjunto de artículos que disciplinan la dinámica del proceso. Así tenemos
que: a) Las pretensiones sólo pueden ser planteadas en la demanda, en la
reconvención o sucesivamente a través de la inserción de pretensiones postuladas por
terceros (intervención excluyente principal, aseguramiento de pretensión futura); b)
Los medios de prueba sólo pueden ser ofrecidos con la presentación de la demanda,
las cuestiones probatorias, las excepciones y con sus respectivas absoluciones, y no
en cualquier momento como sucedía con el Código de Procedimiento Civil ya
derogado, tratándose de medios probatorios privilegiados.

5. Principio de eventualidad

El principio de eventualidad, tiene su origen en el derecho italiano y como lo sostiene


el célebre procesalista alemán James Golddschmidt: "...fuerza a las partes a aportar
de una sola vez todos los medios de ataque y defensa como medida de previsión -sin
eventum- para el caso de que el primeramente interpuesto sea desestimado."54.

Este principio tiene por finalidad, eliminar todo hecho incierto o contingente, evitar
acontecimientos imprevistos al exigir a las partes a ofrecer sus medios probatorios en
los actos postulatorios. Está vinculado al principio de buena fe procesal. El deber de
decir la verdad determina el deber de acreditarla oportunamente. En la evolución del
Derecho Procesal, este principio cobró auge a partir del momento en que dejó de
concebirse el proceso como un derecho privado, exclusivo de las partes, en el cual el
Juez era sólo el árbitro y las partes podían hacer gala de todas sus argucias,
artimañas, argucias y “destrezas” contra el adversario para confundirlo; y desde que
se proclamó la finalidad pública del proceso civil, comienza a exigirse en los litigios
una conducta adecuada a ese fin y atribuir al juzgador mayores facultades para
imponer el juego limpio55.

En suma, en virtud de este principio quedan prohibidas todas aquellas conductas


transgresoras de la buena fe procesal por lo que la regulación de la conducta procesal
que deben adoptar las partes y sus correspondientes sanciones refuerza la vigencia
de este principio procesal no escrito pero con marcada presencia en la filosofía
subyacente en el proceso civil actual.

6. El principio de inmaculación

Conocido también como principio de inmaculación o expurgación consiste en el


otorgamiento de facultades suficientes al juez para resolver todas aquellas situaciones
susceptibles de entorpecer el pronunciamiento de una sentencia final sobre el mérito
de la causa o de terminar en su caso, la inmediata finalización o la abreviación del
proceso.

Este principio está contenido en diversos artículos del Código Procesal Civil,
particularmente en los incisos 1 y 2 del artículo 51 de acotado código en los que se
establece que los Jueces están facultados para: 1. Adaptar la demanda a la vía

54
Goldschmidt James: Ob. Cit. p.85.
55
Vèscovi Enrique: Teoría General del Procesal, p. 64.
procedimental que considere apropiada, siempre que sea factible su adaptación y 2.
Ordenar los actos procesales necesarios al esclarecimiento de los hechos
controvertidos, respetando el derecho de defensa de las partes.

Asimismo, en el artículo 449 del CPC se establece que el Juez, en decisión


debidamente motivada e inimpugnable, y luego de la absolución del traslado de las
excepciones o transcurrido el plazo para hacerlo, puede prescindir de los medios
probatorios pendientes de actuación, declarando infundada la excepción y saneado el
proceso. De lo contrario, fija día y hora para la audiencia de saneamiento, la que será
inaplazable. En ésta se actuarán los medios probatorios ofrecidos y necesarios, a
criterio del Juez, para resolver la excepción.

En suma, el principio de saneamiento tiene por finalidad, permitir al juez determinar la


concurrencia de los presupuestos procesales para declarar la existencia de la relación
procesal válida y expedir sentencia meritoria; este es el resultado positivo del principio
de saneamiento o inmaculación; sin embargo, el resultado, igualmente válido, puede
ser adverso, es decir, llegar a la conclusión de que no es posible establecer
válidamente la relación procesal, situación en la que el juez se pronunciará por la
conclusión del proceso.

Complementariamente, este principio también está relacionado con la expurgación de


todo cuestionamiento a los medios de prueba: es el denominado saneamiento
probatorio cuya promoción se produce mediante las cuestiones probatorias: la tacha y
la oposición; estos cuestionamientos arrojan sombras de duda sobre el contenido
probatorio, en estas condiciones no pueden ser admitidos para su valoración final, ello
determina la necesidad de despercudirse de tales manchas, eliminar todo asomo de
duda sobre la validez de sus contenidos probatorios; esta es la finalidad del
saneamiento probatorio.

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