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Nuremberg, 1946
En 1946, Julius Streicher estaba en juicio por su vida. Había publicado el periódico
antisemita Der Stürmer, y había sido capturado al final de la Segunda Guerra Mundial.
Los Aliados lo llevaron a juicio junto con otros 23 nazis prominentes en el Tribunal
Militar Internacional en Nuremberg. Durante el juicio, se le preguntó a Streicher:
“Testigo, ¿qué objetivos buscó con sus discursos y sus artículos en Der Stürmer?”.
Streicher respondió:
Wittenburg, 1543
El libro que Streicher menciona, Los judíos y sus mentiras, fue escrito por Lutero en
1543, tres años antes de su muerte. Después vino otro tratado antisemita: Vom Schem
Hamphoras (Sobre el nombre inefable). La historiadora de la Universidad de Oxford,
Lyndal Roper, resume el contenido de estas dos obras en su reciente y aclamada
biografía, Martin Luther: Renegade and Prophet (Martín Lutero: renegado y profeta).
Los judíos, alega, buscan la verdad bíblica “bajo la cola de la cerda”, es decir, su
interpretación de la Biblia proviene de mirar en el ano de un cerdo… Ellos difaman las
creencias cristianas, “impulsados por el diablo, y caen en esto como las cerdas
inmundas caen en el comedero”. Si ven a un judío, los cristianos deberían “tirarle
estiércol… y ahuyentarlo”. Lutero llama a las autoridades seculares a quemar todas
las sinagogas y escuelas, y “lo que no arda debe cubrirse con tierra, para que no se
vea ni una piedra ni una escoria por toda la eternidad”. Las casas de los judíos deben
ser destruidas y ellos deberían ser colocados bajo un mismo techo, como los gitanos. El
Talmud y los libros de oraciones deben ser destruidos y los maestros judíos prohibidos.
Deben evitarles el uso de las carreteras, prohibir la usura, y obligarlos a realizar
trabajos físicos. Los activos de préstamo de dinero deben ser confiscados y utilizados
para apoyar a los judíos que se convirtieron. Este era un programa de erradicación
cultural completo. Y Lutero lo decía en serio.
Este resumen proporciona solo una muestra de la retórica llena de odio de Lutero.
Múltiples pasajes en sus escritos de 1543 contra los judíos son igualmente de
aborrecibles.
América, 2017
El 31 de octubre de 2017 marca el 500 aniversario de la publicación de las 95 tesis de
Lutero. Exasperado por la venta generalizada de indulgencias, los perdones por el
pecado vendidos por la Iglesia católica para financiar deudas clericales, y proyectos
arquitectónicos en Roma, Lutero declaró valientemente que los méritos de Cristo están
“libremente disponibles sin las llaves del papa”. Las 95 tesis de Lutero pusieron en
marcha el renacimiento de la fe bíblica en toda Europa, lo que llamamos la Reforma.
Por lo tanto, Lutero ha sido la figura histórica colocada en primer plano en este año de
conmemoración, conocido como Reforma 500.
Como creyente judío en Jesús, sin embargo, la Reforma 500 me pone en una posición
extraña. El servicio de Lutero al evangelio no puede ser negado; yo mismo me he
beneficiado de eso en gran medida. Pero su actitud hacia mi propia raza era de
hostilidad desenfrenada. ¿Cómo debería pensar sobre un hombre así? Para enmarcar la
pregunta más ampliamente, ¿cómo debe el antisemitismo de Lutero afectar su legado?
Por ejemplo, en una conferencia reciente, un orador dijo esto: “Lutero estaba
equivocado… pero eso no era necesariamente antisemitismo. Eso es realmente un
fenómeno del siglo XX… no fue una motivación étnica lo que impulsó a Lutero a esto;
fue teológica”. Casi puedes escuchar el suspiro de alivio en la audiencia. Pero la noción
de que el antisemitismo es un fenómeno moderno es una falacia. Aunque el término en
sí es relativamente reciente (de acuerdo con la Liga Antidifamación se utilizó por
primera vez en 1873), la realidad de lo que describe data del siglo V a. C., cuando
Hamán “procuró destruir a todos los judíos” simplemente porque ellos eran “el pueblo
de Mardoqueo”, su enemigo (Es. 3:6). Cada vez que los judíos son escogidos para
recibir un trato hostil, ese comportamiento puede describirse correctamente como
antisemitismo. En cualquier caso, hay amplia evidencia de que la oposición teológica de
Lutero a los judíos estaba emparejada con el odio étnico. ¿Si no fuera así, por qué
entonces los representó repetidas veces como manchados con estiércol de cerdo? Tomar
una característica distintiva de las personas (en este caso, la evasión judía a los cerdos) y
volverla maliciosamente contra ellos es racismo clarísimo.
Otros intentan defender a Lutero al enfatizar que en su juventud había sido mucho más
amistoso con el pueblo judío. En su tratado de 1523, Jesucristo nació como un judío,
recordó a los lectores que “los judíos son del linaje de Cristo”, y pidió un mejor trato a
los judíos de lo que habían recibido de los papas. Si bien es cierto que Lutero no fue
antisemita toda su vida, es un error grave exagerar ese punto. Imagina sufrir una cruel
persecución racial. ¿Ganarías algún consuelo si supieras que tu perseguidor no siempre
ha sido racista? Lo que es más, la amistad de Lutero con los judíos a principios de la
década de 1520 parece haberse basado en el progreso que él esperaba que ellos hicieran
hacia la fe en Cristo. Entonces, desde la perspectiva judía, él no estaba necesariamente
ofreciéndoles un puerto seguro, pase lo que pase.
Una tercera forma en que las personas intentan reducir el horror del antisemitismo de
Lutero es presentándolo como una persona de su tiempo, un compañero de viaje en una
generación entregada al odio a los judíos. Según este argumento, mientras a Lutero se le
debe culpar por no haber superado su cultura, no debemos condenarnos demasiado
rápido, porque cada cultura, incluida la nuestra, tiene sus puntos ciegos. El problema
con este argumento es que Lutero había superado los puntos ciegos de su cultura en el
momento del tratado de 1523, mencionado anteriormente. Es como un pastor blanco en
la década de 1930 en Mississippi, pidiendo una suavización radical de las leyes de Jim
Crow, solo para doblegarse a la segregación dos décadas después. Lo único que no se
puede decir en defensa de ese pastor, dado a su historial anterior, es que simplemente
estuvo de acuerdo con los puntos ciegos de su generación.
Aconsejaría a cualquiera que estudia el antisemitismo de Lutero a decir que era pura
maldad, y cuanto más lo miras, peor se vuelve. Se debe resistir cualquier tentación de
endulzar esta píldora amarga.
La pregunta inevitable planteada al antisemitismo de Lutero es: ¿Cómo alguien que hizo
tanto para glorificar a Jesús podría desobedecerlo tan flagrantemente en esta área? El
Nuevo Testamento describe a los judíos que rechazan a Jesús como “ramas naturales”
quebradas del “olivo” del pueblo de Dios, y les dice a los gentiles: “No seas arrogante
para con las ramas… Fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te
mantienes firme… Y también ellos, si no permanecen en su incredulidad, serán
injertados, pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo” (Ro. 11:18-23). Lutero
conocía esos versículos. ¡Tradujo cada una de esas palabras del griego al alemán! ¿Por
qué las dejó a un lado, y a otras como estas, para derramar su odio candente?
Nuestro deseo de comprender no debe llevarnos demasiado rápido a explicaciones
racionales. El pecado es profundamente irracional, como todos lo sabemos por nuestros
propios corazones y acciones. Las explicaciones pueden transformarse fácilmente en
excusas, como las mencionadas anteriormente. Pero en la medida de lo posible, las
explicaciones pueden ayudarnos a evitar los mismos males al revelar los pasos en falso
que llevan a una persona por caminos oscuros.
El factor principal que condujo a Lutero hacia el antisemitismo fue su anhelo por una
sociedad protestante unificada. Quería que los “dos reinos” de la iglesia y el estado
crearan una comunidad que aplastara o desterrara a todos los grupos amenazantes. De
esta manera buscó una especie de medievalismo protestante. Los cambios teológicos
que introdujo eran suficientes para él; en todos los demás aspectos quería preservar el
orden medieval.
Sintió que tenía un derecho otorgado por Dios a vivir en una sociedad unificada en este
mundo, y ese error alimentó su antisemitismo. Seguramente hay lecciones aquí para los
cristianos hoy.
Y sin embargo, el mismo Lutero escribe, en su folleto de 1520 titulado The Freedom of
a Christian (La libertad de un cristiano): “El hombre interior, que por la fe se creó a la
imagen de Dios, está gozoso y feliz por causa de Cristo, por quien se le confieren
demasiados beneficios; y por lo tanto, servir a Dios con alegría es su única ocupación,
sin pensar en obtener ganancias, en un amor sin restricciones”. Esa es de hecho la visión
de la Biblia para la vida cristiana (ver Ro. 6:15-23), y por esta razón deberíamos
celebrar en particular a aquellos cristianos que, por el poder del Espíritu, viven esa
visión de manera más completa.
Con eso en mente, me parece que Lutero es un hombre al que debemos honrar pero no
celebrar. Vamos a honrarlo por enfrentar el engaño hueco del catolicismo romano de su
tiempo. Honrémoslo por traducir la Biblia al lenguaje de la gente común, para que
pudieran leer por sí mismos las palabras de la vida eterna. Vamos a honrarlo por haber
liberado a innumerables monjes y monjas en toda Europa de una vida de ritual
enclaustrado y celibato obligatorio. Lutero fue un poderoso instrumento de despertar, y
merece honor en este año aniversario. Pero este honor no debe elevarse al nivel de
celebración. Nuestro recuerdo de Lutero debe templarse con tristeza debido a su pecado
y sus consecuencias.
Lutero es para mí tanto héroe como antihéroe; tanto liberador como opresor.
Espiritualmente hablando, él ha sido mi maestro, pero en relación a mi familia, ha
actuado como perseguidor. Poco después de kristallnacht (cuando los nazis destruyeron
sinagogas y negocios judíos), el obispo Martin Sasse publicó un tratado titulado: Martín
Lutero sobre los judíos: ¡Sáquenlos! Sasse citó los escritos de Lutero de 1543, y
argumentó que el objetivo de Lutero finalmente se estaba logrando. A través de Sasse y
otros, el nombre y el trabajo de Lutero fueron utilizados para preparar el terreno para el
Holocausto, en el cual mi propia bisabuela fue asesinada y mi tío abuelo y tía abuela
fueron brutalmente encarcelados. El Holocausto estaba en pleno desarrollo en 1943,
exactamente 400 años después de que Lutero cerró los oídos a la Biblia y desató sus
furias antisemitas. Al conmemorar la Reforma 500, haremos bien en recordar ese otro
aniversario.