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La pachamama, madre del espacio y el tiempo.

Alejandro J. Linconao

Licenciado en Psicología, Maestrando en Psicología Cognitiva y Aprendizaje (FLACSO /

UAM). Correo electrónico: ajlinconao@gmail.com

Resumen

El presenta trabajo intenta clarificar el significado del término pachamama dentro de la

cultura quechua - aymara. Este usualmente se encuentra asociado a la madre tierra cuando

en verdad evoca un significa mucho más amplio y complejo. Este concepto apela a una

unicidad cósmica ajena al pensamiento occidental vigente, concepto que excede en mucho

la función generadora de la tierra.

Palabras claves: pachamama, pacha, madre tierra, cosmovisión andina

Introducción

Los pueblos andinos quechuas y aymaras, si bien son etnias diferenciadas,

comparten una misma cosmovisión espiritual. Esta es profundamente distinta que la

concepción predominante en occidente. Platón planteo una concepción metafísica en la cual

el mundo material, la realidad sensible, era un reflejo defectuoso de otra realidad a la que

llamó inteligible. Esta realidad inteligible se encuentra constituida de lo que llamo ideas, las

cuales tendrían existencia real, eterna e increada. Esto en oposición al mundo sensible el

cual es corruptible y limitado, siendo una copia imperfecta del mundo inteligible. De igual

forma distintas escuelas filosóficas y espirituales postularon una división ontológica entre

distintos planos y mundos. Tal es el caso del cielo cristiano, plano solo accesible a los
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bienaventurados luego de la muerte y por medio de un cuerpo inmaterial. Esta división

entre el dominio material y dominio espiritual o trascendente es la que prevalece en el

mundo occidental. Dicho antagonismo puede tomarse, en buena medida, como una matriz

constitutiva de la identidad occidental de los últimos dos milenios. A diferencia de lo

anterior, la cosmovisión andina, con su indivisión entre materia y espíritu permanece

vigente siendo pacha y pachamama conceptos centrales en la misma.

La cosmovisión andina. La pacha

La cosmovisión andina comprende la existencia de forma integrada e inter

dependiente. No se concibe una separación entre algo denominado material y algo

espiritual. Ambos conceptos están íntimamente ligados, inter penetrados. La indivisión de

dominios se evidencia lingüísticamente en la inexistencia en la lengua quechua de palabras

para designar al cuerpo y al alma como entidades diferenciadas. Tampoco existe en esa

lengua un vocablo para denominar a la naturaleza en su dimensión propiamente física

(Estermann, 1998)

Para el pensamiento quechua – aymara tradicional el universo es un todo donde lo

material y lo espiritual se interpenetra de forma inseparable. Esto se manifiesta en el

concepto de pacha. El término pacha, conocido tanto en quechua como en aymara, cuenta

con una amplia polisemia y una gran complejidad. Es al mismo tiempo un adjetivo,

adverbio, sustantivo y sufijo compuesto (Estermann, 1998).

El concepto de pacha contiene un significado profundo vinculado a una

cosmovisión inmanente. Para esta son difusas las divisiones entre materia y espíritu,

entidades que se confunden conformando una unidad. Pacha significa a la vez el espacio y

el tiempo (Bertonio, 1612/1984). Es el espíritu de lo físico, de lo visible pero también es el


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tiempo y el espacio (Jolicoeur, 1996; Estermann 1998). Pero tiempo y espacio no son

conceptualizaciones sino como una realidad viva.

En un intento de aproximación Estermann (1998) propone que:

Tal vez sea oportuno traducir el vocablo pacha por la característica fundamental de la

racionalidad andina: ‘relacionalidad’. Tiempo, espacio, orden y estratificación son

elementos imprescindibles para la relacionalidad del todo. Juntando el aspecto de ‘cosmos’

con el de 'relacionalidad', podemos traducir (lo que siempre es a la vez ‘traicionar’) pacha

como “cosmos interrelacionado” o “relacionalidad cósmica". (Estermann, 1998, p.158)

Asimismo el término pacha es utilizado para señalar distintos planos de una misma

realidad. La realidad de las esferas superiores, hanaq o alaxpacha, está íntimamente

vinculada con la realidad terrenal, kay o aka pacha, y con la de los dominios infra-

terrenales, ukhu o manqha pacha. En el pensamiento andino las diferentes pachas o planos

de la realidad se espejan e interpenetran. Todos los planos están en relación pues son

categorizaciones dentro de una unidad. Son parte de un mismo de una misma dinámica

donde todo se relaciona y refleja. El mundo de las deidades, espíritus y antepasados se

confunde con el mundo cotidiano que se encuentra revestido en sí de un valor trascendente.

La pachamama, madre del espacio y el tiempo

Visto el vasto y profundo significado que abarca el término pacha estamos en

condiciones de dar cuenta del concepto de pachamama. Esta sería la madre del espacio y

del tiempo, la madre espiritual de todo. Es la dimensión espiritual de todo lo existente, tanto

lo visible como lo invisible. Por intermedio de la pachamama se interconectan todos los

planos de la realidad, ella los entrelaza. Como propone Estermann:


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Sintetizando las fuerzas de arriba (hanaq/alaxa) y abajo (uray/manqha), la pachamama es la

fuente principal de vida, y, por tanto, de la continuación del proceso cósmico de regeneración

y transformación de la relacionalidad fundamental y del orden cósmico (pacha). En este

sentido, hasta podríamos traducir pachamama no solamente como' ‘madre tierra’, sino como

‘madre cosmos’ o ‘principio cósmico femenino’. (Estermann, 1998, p. 192)

El pacha, como la pachamama no es algo, es alguien. La pachamama es muy

distinta de una figura femenina concebida como recipiente en la cultura occidental, no es

sinónimo de pasividad ni de estabilidad. Es activa, es madre, en tanto es quien genera la

vida omnipresente. Metafóricamente si el pacha seria el aire, la pachamama sería lo que

genera al viento y hace girar los molinos. La pachamama podría entenderse como la forma

generatriz del pacha, el pacha en su función procreadora.

Esta visión es mucho más rica que la incompleta interpretación de la pachamama

como madre tierra. Si bien la pachamama puede ser apreciada también en uno de sus

aspectos como la tierra que da sustento no es esta sino una forma más de la expresión de la

misma. Es mucho más que la tierra visible, es el aquí y ahora donde los mundos, distintos y

uno, tanto en sus dimensiones espirituales y materiales se entrecruzan. La pachamama es el

cosmos todo que se abraza a sí mismo.

La identificación tan difundida de la pachamama con la tierra se puede suponer es

una visión limitada del pensamiento andino. Esta acepción es de uso corriente en el pueblo

llano pero incompleta desde la cosmovisión andina. La limitación de designar a la

pachamama como tierra es una apreciación consecuente con el pensamiento occidental el

que procura dualismos. Al identificar a la pachamama con la tierra física y hasta con el

mundo se materializa el concepto y se diluye la vastedad y complejidad de su auténtico

significado. La concepción occidental gusta de apelar a la atomización conceptual y


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necesita, por tanto, de definiciones acotadas, delimitadas. Esto no es compatible con la

cosmovisión andina.

La forma de entender el cosmos por los andinos no contempla el clasificar algo

como un recurso, nada es un medio, todo tiene vida vinculada a la vida cósmica. Es por esto

que al hombre andino le son ajenos los conceptos de recurso y explotación. De nada se

puede disponer libre ni gratuitamente, es necesario al tomar algo, dar algo, es un

intercambio. Intercambio que puede parecer en principio desigual al ofrecer el hombre solo

una parte de lo obtenido pero esto no es así. Todo lo que el hombre obtiene continua

estando dentro de un continuo devenir cósmico, dentro de la pacha. No hay una

apropiación privada de algo, no existe una desconexión de la pacha. Lo que se agradece es

el hecho de que se genere algo y el de poder disponer de algo. Nada es independiente, todo

está encadenado.

Asumiendo la profunda interrelación entre los planos de la existencia, el hombre

andino concibe leer en el cosmos la forma más conveniente de comportarse. Da cuenta de

una interrelación profunda que debe tender al equilibrio Se asume que “en la vida todo está

interconectado, es interdependiente y está interrelacionado” (Coordinadora Andina de

Organizaciones Indígenas, 2010, p.11). Es la apreciación de la dinámica relacional cósmica

la que dictará su código de conducta y sobre la que se fundamentará su código de

reciprocidad, por el cual dará para recibir.

El concepto de reciprocidad impregnara toda la existencia del hombre andino, desde la

organización de su comunidad, ayllu, a las relaciones con todo lo existente de lo que se

considera familia. Citando a Rengifo Vásquez (1995):

El ayllu, en este sentido, no es sólo la comunidad de parientes humanos unidos por

lazos de consanguinidad y afinidad. Los andinos llaman abuelos a los Apus, como
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madre a la pachamama. Los maíces son considerados como nuestros hijos, y el agua

de ciertos manantiales es considerada en los rituales como nuestro yerno (porque en

tal condición es macho). (Rengifo Vásquez, 1995, p. 38).

La pachamama, en su aspecto de tierra proveedora, necesariamente está en relación

con otras entidades que la complementan. Son sus complementos, pero no opuestos, sus

consortes, los Apu (entidades tutelares, usualmente montañas) y la lluvia personificada

como Hanaq Pacha Qarpa (Di Silva, 2016). La interrelación equilibrada entre estas figuras

resulta en la abundancia y benevolencia de la naturaleza.

Comunitariamente esta concepción implicara la realización de intercambios de

trabajos por medio de las practicas del Ayni, Yanaparikuy y de Mink´a entre otras

(Estermann, 1998; Quisbert Juarez, 2012). Todas éstas son formas arcaicas de intercambio

comunitario gratuitas que aún sobreviven. En el ámbito espiritual este dar a las fuerzas

cósmicas será expresado en la forma de ofrendas. No obstante este dar y recibir no

responde a forma mecanicistas, no son formas de pago sino que apelan a una eficacia

simbólica (Estermann, 2013). Dado que en la cosmovisión andina nada puede ser creado

desde la nada, tampoco podemos corresponder ni pagar de forma equivalente algo. En esta

concepción no somos deudores de algo sino colaboradores necesarios. La función del ritual

es la de dar, de forma simbólica, para promover, por la interrelación cósmica, la

generación.

Siguiendo el principio de interrelación e intercambio, el hombre andino regulará su

cotidianeidad. No tomará bebida sin ofrendarla rociando el piso con la misma, sin realizar

la challa (ch´alla) (Henríquez y Ostria, 2015). De este modo realizará una retribución por

lo recibido, en este caso la bebida, siguiendo el principio de reciprocidad (Jolicoeur, 1996).

El mes de agosto es el mes en cual se realizan las ofrendas más importantes a la


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pachamama en su aspecto de tierra dadora. Agosto es el mes intermedio entre el fin del

invierno y los meses de siembra (Patzi Apaza, 2017), es un momento especial en la rueda

infinita de los ciclos. La naturaleza se encuentra exhausta y debe renovarse y en esta

renovación el hombre simbólicamente la anima, le da fuerzas. Por tanto, en este mes las

ofrendas tienen una importancia única, estas convocan el resurgir del cosmos. Las culturas

andinas en ese mes realizan ofrendas especiales. Cada región prepara sus mejores platos y

bebidas y lo ofrendan ritualmente a la pachamama. En el acto se piden disculpas y se ruega

por una vida prospera.

En algunas zonas de la geografía andina se preparan ofrendas rituales que toman la

forma de una bandeja las popularmente llamadas mesas. Las mesas tradicionalmente

ofrendadas a la pachamama suelen contener, hojas de coca, vegetales aromáticos, grasa y

fetos de llama, figuras de oro y plata, miniaturas humanas, comidas varias y dulces

(Fernández Juárez, 1992, 1995; Patzi Apaza, 2017). También se suele ofrendar bebidas

alcohólicas en especial fuertes pero esta costumbre comienza a ser discontinuada, en un pos

de una descolonización simbólica, en favor de las bebidas no alcohólicas. En otras regiones,

las ofrendas de comida y bebida, son colocadas en una boca, en un pozo abierto en la tierra.

De esta forma se abre un útero en la tierra, que, luego del duro invierno, debe ser

nuevamente vigorizada, fecundada. El pozo ritual será cubierto con piedras que serán

quitadas al año, cuando nuevamente se ofrende en ese lugar.

La retribución mantiene un vínculo armónico entre el hombre y la madre del

espacio-tiempo, a la cual se pide que esta conceda el tan deseado sumak kawsay, es decir, el

buen vivir.
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Referencias

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