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¡1

RABINDRANATH

**
LA MORADA
DELA PAZ
Una guía poética
y espiritual
ÍNDICE'

Colección dirigida por Carla Frabetti

Título original: La Demeure de la Paix, traducido del original bengalí


Santiniketan, prímera parte (secciones 1 a 4), y publicado en francés
por Éditions Stock
Rabindranath Tagore.· Nota biográfica 7
Traducido del francés por Rosa J\Japont Prólogo 13
Diseño de cubíerta: Víctor Viano
¡Despierta! 15
Distribución exclusiva: Dudas e interrogantes 17
Ediciones Paidós Ibérica, S.A. La ausencia 23
Mariano Cubí 92 - 08021 Barcelona -España La visión interior 26
Editorial Paidós, S.A.l.C.F.
Defensa 599 - 1065 Buenos Aires -Argentina La imperfección y el error 31
Editorial Paidós Mexicana, S.A. Dificultades de la existencia 35
Rubén Darío 118, col. Moderna - 03510 México D.F. -México
Renunciar 40
El amor 45
Quedan rigurosamente prohibida5, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
La armonización de los contrarios 51
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedim!ento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informá-
El objeto de nuestras plegarias 60
tico, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Una plegaria . 64
Pasión y extravío 71
© 1998, Éditions Stock
La visión 78
© 1999 exclusivo de todas las ediciones en lengua española: La escucha 84
Ediciones Oniro, S.A.
Muntaner 261, 3.º 2.ª - 08021 Barcelona -España
El precio de la verdad 89
(e-mail:oniro@ncsa.es) Celebraciones anuales 94 1:,
'

Iníciacíón 99
ISBN: 84-89920-87-7
Depósito legal: B-39.271-1999 El ser humano 104

Impreso. en Hurope, S.L.


Lima, 3 bis - 08030 Barcelona Algunos de estos textos forman un todo en sí mismos; sin em-
bargo, en el conjunto existe una continuidad de pensamiento del uno
Impreso en España - Printed in Spain al otro. En consecuencia, se aconseja leerlos por orden.

5
La morada de lapa::.

Tras la Kermés 112 RABINDRANATH TAGORE


Los días siguientes a la fiesta . 115
La sed de adquisición . 119 NOTA BIOGRÁFICA
El océano de la vida 123
La travesía . 126
Nuestras horas de vigilia 130
Nuestras horas de sueño 136
Al amanecer 140
El hombre en su unicidad 142 Rabindranath Tagore nació en 1861 en Calcuta, a la sa-
El derecho al amor 146 zón capital de la India inglesa y corazón de la Bengala re-
Libre albedrío y voluntad 153 naciente. En esta metrópoli particularmente activa, tres
La belleza . 159 generaciones de Tagore participaron, a lo largo del siglo
El verdadero sentido de la plegaria 163 XIX, en la creación y desarrollo de importantes rnoví-

El orden natural de las cosas . 168 mientos culturales, religiosos y patrióticos. Aunque me-
Tríadas 172 dio arruinada, la familia ocupaba una grandiosa mansión,
Diferenciación e individualización 177 una especie de palacio un tanto ruinoso. Por él desfilaban
La naturaleza humana 182 las personalidades más excepcionales de la época, tanto
La realización auténtica 187 en el ámbito de las artes y las letras como de la política, la
La visión global 192 espiritualidad o la filosofía. Allí se defendía la cultura mi-
La acción . 196 lenaria del subcontinente indio y su derecho al autogo-
La energía divina y la energía individual 201 bierno, sin por ello dejar de abrirse al pensamiento occi-
La fuerza vital 205 dental, que divulgaban los colonizadores británicos.
La liberación interior 208 Fue en este ambiente donde Rabindranath compuso
La liberación en relación con el prójimo sus primeros versos, a la edad de diez años. Apenas ado-
y la sociedad . . 214 lescente, empezó a publicar sus escritos en una revista
El dogmatismo . 218 literaria, y durante los sesenta años siguientes produjo
El Indiferenciado . 224 una obra inmensa: poemas, cantos, óperas ballet, novelas,
El dualismo . . 229 obras de teatro, novelas cortas y numerosos volúmenes
El Omnipresente . 235 de ensayos que abarcaban las principales áreas de la vida.
Actor de talento y coreógrafo, comenzó asimismo a pin-
iar frisando ya en los setenta años; le debemos varios cen-

6 7
La morada de la paz Nota

tenares dibujos y cuadros poderosamente - ...,.., .. A=,,-u ,A,UV~V en que tanto en como en nacían po-
que fueron expuestos en diversos países Europa. derosos partidos nacionalistas.
cuanto a su música, enseñada como un arte en sí, sigue Sin embargo, siempre regresaba a ~'-·U"'-,="u
cautivando y conmoviendo a los bengalíes de cualquier sentía revivir interiormente. Allí renovaba su
edad. El himno nacional de la India, así como el de Ban- y hallaba la paz de espíritu. Por añadidura, puesto que te-
gladesh, fueron elegidos entre sus cantos patrióticos. nía alma de educador, le cabía el inmenso gozo
Por añadidura, tomó parte, ya fuese discretamente o enseñar, según sus concepciones
por medio de sus escritos, en las grandes manifestaciones 1u,. .u-.,v sus propios manuales; en la ~u~~·-,~

protesta que desde finales del siglo xrx jalonaron la lar- fundado, en
ga lucha de la India por su liberación. No obstante, apre- la paz»-, situada a unos cíen , . u v u , ~
ciaba y juzgaba con objetividad a Inglaterra, donde residió cuta, lejos de todo centro urbano,
en varias ocasiones. En 1912 encontró en ese país a hom- yor frecuencia. En aquel lugar se sentía en A-A----·-
bres «afines a su corazón», algunos de los cuales figuraron do de algunos amigos o discípulos, así como de maestros
entre sus amigos o colaboradores más íntimos, y gracias a conscientes de lo que se esperaba de ellos. Su sistema
la intervención de un grupo de personalidades del Reino educativo, revolucionario para la época, se basaba en cri-
Unido, recibió el premio Nobel al año siguiente. terios caros a su corazón desde los años en que, en cali-
El contacto con Occidente le incitó a interrogarse, al dad de alumno, se descubrió rebelde a toda forma de en-
igual que la mayoría de los indios cultivados de su tiem- señanza oficializada. En Santiniketan el niño debía ser
po, sobre las formas de gobierno existentes en el mundo reconocido como un individuo de pleno derecho. El ob-
en particular con respecto a los ideales democráticos qu~ jetivo consistía en ayudarle a desarrollarse según sus pro-
ensalzaban los pensadores o historiadores británicos. pios deseos y gustos, a aprender a respetar, gracias a una
Pese a la incapacidad de los ingleses para aplicar verda- proporción equitativa de libertad y disciplina, a un tiem-
deramente tales principios en su país y en el Imperio, veía po su necesidad de independencia y de seguridad. La
en ellos una promesa para el porvenir. Impulsado, ade- vida estaba organizada de tal manera que la sensibilidad
más, por un sentimiento de unidad universal profunda- e imaginación del niño podían ser constantemente ali-
mente arraigado en él, llegó a la conclusión de que sólo la mentadas por un contacto permanente con la naturaleza,
unión entre Oriente y Occidente podría permitir a la hu-. por el libre acceso a todas las formas de arte o de expre-
manidad dotar progresivamente de realidad a sus poten- sión de uno mismo, En definitiva, no se trataba sim-
cialidades. A partir de ese momento, en el curso de nu- plemente de desarrollar sus facultades mentales, sino de
merosos viajes alrededor del mundo, se entregó a una tratar de abrir su alma a una espiritualidad viva y no dog-
larga cruzada por la unión entre los pueblos, en el mismo mática.

8 9
La morada de la paz Nota

tarde, Rabindranath creó, no lejos Santiníke- el cuerpo físico. Y una


tan, un centro de reconstrucción rural y de formación ar- encima todo una amor,
tesanal. A ambas instituciones, que todavía sobreviven en versal, constructiva y transmutadora, entre la ~'-·~.~-
la actualidad, vino a sumarse en 1921, gracias al apoyo de inmanente y el hombre consciente
admiradores y filántropos, una universidad «mundial», latente.
Visva-Bharati, en la que deseaba reunir a estudiantes y
enseñantes de todos los estados de la India, así como del
mundo entero. Ese sueño de poeta en parte materializa-
do constituye en nuestros días un centro de educación
completo, que abarca desde preescolar hasta diversos
institutos de investigación, y donde cada año es posible
encontrar a cierto número de extranjeros de todos los paí-
ses. Cuando murió Tagore, en 1941, el gobierno se hizo
cargo de las escuelas y la universidad, con objeto de pre-
servar su carácter único y de mantener vivo el espíritu
que imperaba en ellas. Tradicionalmente, el primer mi-
nistro es el rector.
Decepcionado, en los últimos años de su vida, ante la
incapacidad de los pueblos para mantener entre sí el en-
tendimiento y la armonía, T agore conservó no obstante,
hasta el fin de sus días, su fe en el hombre espiritualizado,
el hombre de mañana. Toda su obra, literaria, artística o
concreta, se basa en su experiencia directa del Divino, ex-
perimentado a la vez como la fuerza cósmica de donde
emanan los mundos y como la persona suprema que colo-
ca una partícula individualizada de sí misma en el corazón
de cada uno de nosotros. Asimismo, para él la realización
interior no se limita a una inmutable paz del alma, aun
cuando ésta constituya su indispensable fundamento. Por
el contrarío, se extiende hasta abarcar la transformación
gradual del ser entero, incluyendo los cinco sentidos y aun
En
en

ensenanza se
Upaníshads, y no tenía otro que
bre a descubrir en su interior la presencia de
Brahmo Samaj había sido fundado por Raja Rammohan
Roy y Dwarkanath T agore, el abuelo de Rabindranath.
cuanto a su padre, Debendranath, siempre había de-
sempeñado un papel de primer orden en el desarrollo de
dicha sociedad mística, orientándola en todo momento
hacia una pureza y sobriedad crecientes. Fue él quien
puso a su hijo menor a la cabeza del movimiento. Las
funciones de Rabindranath, tanto de orden espiritual como
administrativo, le permitían expresar su propia visión de
las relaciones del hombre con la Divinidad.
Cuando Rabindranath se instaló en Santiniketan con
un primer grupo de niños y algunos enseñantes, hizo
construir a toda prisa, entre los árboles, las flores y los
campos, un templo del Brahmo Samaj, todo él de vidrio
coloreado. Allí se esforzaba en hacer compartir a su en-
torno los frutos de treinta años de consagración a la bús-
queda del Divino.
Los textos traducidos en el presente volumen son

13
La de la paz

mensajes de inspiración a un tiempo espiritual y poética /1

que pronunciaba, durante las reuniones matinales de ple-


garia y meditación, ante los alumnos y profesores reuni-
dos. Estas páginas no representan sino una mínima parte
de la voluminosa recopilación en la que, con el título de
Santiniketan, se ha publicado el conjunto de dichos men-
sajes. En Bengala, la mencionada obra se considera una las mañanas, la luz del sol
de las más importantes de T agore. En ella deja hablar li- a sacarnos del sueño,
bremente a su alma y transmite a aquellos que le aman el letargo de una noche entera.
reflejo de una experiencia interior vasta y profunda, ex- Sin embargo, cuando cae la ¿cómo romper el
presada en una lengua única, una especie de prosa rítmi- estado de vigilia ilusoria en que vivimos? Una
ca de excepcional pureza y dotada de un extraordinario nada de trabajo y de preocupaciones ha envuelto nuestro
poder sugestivo. ser en las redes de su engañosa apariencia; ¿cómo libe-
rarlo y sumergirlo en una paz inmaculada y sin límites?
Cual una inmensa tela de araña tejida de hora en
hora, han tendido un velo en torno a nuestra alma, ro-
deándola por todas partes y erigiendo una pantalla opaca
entre ella y el Eterno. ¿Cómo perforar esa pantalla y abrir-
se al conocimiento del Infinito?

«¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!»

Cuando permanecemos sumergidos sin cesar en múl-


tiples actividades e inquietudes sin cuento, mientras el
velo, hilo a hilo, nos ciñe cada vez más y la pantalla se es-

1. En sánscrito en el texto original bengalí. Literalmente: «¡Des-


pierta! ¡Levántate!» (Upanishads). Rabindranath citaba frases o versí-
culos sin mencionar referencia alguna. Por lo general proporcionaba
acto seguido una traducción, en cuyo caso nos limitamos a traducir su
propia versión.

14 15
La de la paz

pesa poco a poco, si no mantenemos en nosotros E


vigilancia, gracias a este llamamiento interior cien veces
reiterado:

«¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!»,

sí este hechizo, en el seno mismo de la no brota angustia inherente a la


una y otra vez de las profundidades de nuestro ser, en- esencialmente beneficiosa; sin ~u,~,u,c,v
tonces, cuando se halla más opacamente nues- va se revela la inconmensurable que
tra conciencia se hunde en una letargia sin fondo. en sus abrazos toda incertidumbre y
El deseo de escapar de ello se apaga gradualmente; la replantearse las cosas! No existe peor mc:on1sc1.encia
vida ya no posee otra realidad que la red en la que nos no conocer la propia alma. Cuando vivir en la
sentimos atrapados; toda fe en una verdad diferente, del Divino nos resulta tan natural que ya ni siquiera sen-
pura y eterna, resulta aniquilada, y perdemos incluso el timos su ausencia, ¡ojalá el llamamiento interior «¡Des-
poder de interrogarnos sobre nuestro encarcelamiento. pierta! ¡Sé consciente!» nos arranque de nuestro estado
Que en la algarabía de nuestras tareas sin fin no cese de indiferencia y del olvido de nuestro ser verdadero!
de resonar en el fondo de nosotros, como emitido por un ¡Que experimentemos en nuestros corazones un dolor
instrumento de cuerda única, este constante llamamiento: lacerante, lo bastante intenso para sacudir nuestra apatía!
Que de lo más profundo de nosotros brote el lamento:
«¡Oh! ¡Despierta! ¡Sé consciente!» «¡No percibo tu presencia en mí y la vida me parece des-
provista de sentido!». Que todas las cuerdas de nuestra
alma vibren con este grito: «¡ Ojalá encuentre una vía le-
jos de la oscuridad y la ignorancia!».
Aquellos en quienes la creencia en Dios es puramen-
te intelectual se jactan con despreocupación de haberse
curado de toda sombra de duda. Bien anclados en sus
convicciones, se aferran resueltamente a ellas. A sus ojos,
los ateos son escépticos por naturaleza, y los hombres cu-
yas ideas difieren de las suyas no son sino impíos, heréti-
cos o infieles. ¡Cuántas divisiones, hostilidades y conflic-
tos, cuán ingente número de represiones y persecuciones

16 17

v,,,~~- -
La de la paz e

ha engendrado semejante actitud en el mundo! Por lo ge- No. creemos en momento nuestras
neral, el hombre divide a la humanidad en dos bloques: horas. Esa certeza no formulada nos acompaña
por un lado, la comunidad a la que él se adhiere, y por aurora, y por la noche, el olvido sólo la cubre
otro, el resto de la gente. En su propio campo, se apropia breves instantes. En la vida familiar, en el en el
del Señor, le considera su bien exclusivo y a ello se atie- interior, en el exterior, el ego es omnipresente. Redacta-
ne , satisfecho ' sin reflexionar más allá sobre la cuestión ni mos documentos, contratos, testamentos;
cuestionarse su elección. sin cesar. ¿Dónde está Dios en todo eso? De
Rendimos al Divino un homenaje verbal y acto segui- su nombre asome a nuestros
do, olvidados de su constante presencia en nosotros y a mos en modo alguno con nuestras
nuestro alrededor, le desterramos de nuestra vida coti- Ahora bien, no rendir al Divino smo un uvu,~u=1

diana. Desde el nacimiento hasta la muerte, organizamos verbal supone nada menos que mentirse a uno .... ~,"·~
nuestra existencia como si el Señor del universo hubiera «Pertenezco a tal comunidad ... Éstas son mis opiniones ...
dejado de tener cabida en este mundo. Por la mañana, al Sostengo que ... »: mediante afirmaciones de esa índole
despertar, no sabemos discernir su manifestación en el al- creemos conceder ·a Dios un lugar efectivo en nuestra
borear del día. Por la noche, cuando nos abandonamos al vida; sin embargo, hecho eso, ¡con qué arrogancia permi-
sueño, acunados por el silencio de las galaxias, que prosi- timos que las exigencias de nuestro pequeño yo 1 invadan
guen su recorrido sin descanso, permanecemos insensi- nuestro ámbito de conciencia! Una arrogancia de tal na-
bles a la inmanencia de la Madre divina, a un tiempo so- turaleza resulta tanto más temible cuanto que se ignora a
lemne, tranquila y apaciguadora. No la percibimos ni en sí misma. Al despojarse de la duda, elimina la angustia
la inmensidad del espacio, bajo la espléndida cúpula de que de ella se desprende. Nacida de la ignorancia, cierra
los cielos, ni muy cerca, a la cabecera del lecho donde re- la puerta al conocimiento.
posamos. Llegamos incluso al extremo de limitar ese uni- Con todo, el día en que Dios viene a rozar secreta-
verso grandioso a las cuatro paredes de nuestra casa y a
un trozo de tierra, cual si no naciésemos en el seno de la
l. Las palabras «pequeño yo» o «ego», al igual que las expresio-
Creación sin límites, sino en un pequeño mundo personal
nes «persona humana» o «persona terrenal». se relacionan con la per-
que la palabra «yo, yo, yo» colmase por entero. Y sin em- sonalidad exterior limitada que erróneamente consideramos nuestro
bargo, ¡afirmamos creer en Dios, afirmamos no poner ja- verdadero yo. No obstante, en opinión de T agore, reina en nuestro in-
más en duda su amor y su acción! terior el yo eterno, lo que en sánscrito se denomina atinan, que anima
«El verdadero Señor del hogar es Él, Él el Conductor la chispa divina personalizada sin la cual no podríamos existir. El ob-
jeto de nuestra presencia en este mundo estriba en llevar a cabo la
del carro de la vida.» Esas palabras familiares ¿constitu-
unión entre nuestro pequeño yo y nuestro atinan, sacralizando de ese
yen para nosotros la expresión de una realidad vivida? modo la existencia en esta tierra.

18 19
La morada de la paz Dudas e

mente un rincón nuestro ser, cuestiones obsesivas se berían anegar nuestros ojos, que
adueñan de nuestra mente. A partir de ese momento, por bordar de nuestros corazones atormentados, si no
bien establecidos que nos hallemos en nuestro entorno, sino que permanecen enterradas bajo capas de se
las relaciones con los demás ya no nos aportan el menor vuelven estériles y nocivas. acumulan en nuestra san-
consuelo. Y si desde el fondo de nuestras tinieblas tende- gre, en nuestra carne, en la médula de nuestros huesos, y
mos el brazo hacia el Señor, todavía no nos es dado ele- hemos de acarrear esa pesada carga hora tras hora.
varnos hacia Él. Los bienes terrenales, acumulados sin angustia tiene el poder liberar esas
cesar, se revelan entonces desprovistos de valor real, y se nuestro interior. en el instante en que
impone una evidencia: no hemos adquirido en absoluto brotar, en vano buscamos el apaciguamiento en las
la verdadera riqueza, sin la cual en lo sucesivo no podría- recibidas, el estudio de la metafísica o incluso Escritu-
mos vivir. No existe dolor más desgarrador. ras. No obstante, puede sernos dado percibir de
Cuando la madre está a punto de dar a luz, el bebé, re- la existencia de una puerta de salvación, una sola: el im-
tenido todavía en el útero por el cordón umbilical, se ha- pulso del corazón hacia Dios. Y entonces, una plegaria
lla ya sometido a una fuerza que lo arrastra hacia la luz. asciende desde el fondo del alma: «¡Oh Señor, revélate
Permanece en suspenso entre la prisión y el alumbramien- en la luz de tu amor!».
to. Los dolores experimentados por la madre constituyen En efecto, el conocimiento no puede bastar para disi-
el signo precursor de esa gracia extraordinaria que es el par las tinieblas del escepticismo; sin el amor, la concien-
nacimiento, de tal modo que su ausencia llena de inquie- cia sólo se halla iluminada a medias.
tud al médico. Asimismo, la auténtica angustia metafísica ¿Pensamos alguna vez de verdad en los miles de seres
es, para la conciencia individual, un signo anunciador de que nos rodean en la tierra? Ciertamente, estamos al co-
liberación y de entrada en la verdad. Aun cuando el mun- rriente de su presencia, pero sin sentirnos ligados a ellos.
do la envuelve y la ciñe por todas partes, oye en secreto la Recorremos nuestro camino como si esos innumerables
llamada de la realidad emancipadora; sumida en la oscuri- individuos, con sus sufrimientos y alegrías, no existieran.
dad, es sensible a la atracción de una luz todavía descono- Sin embargo, los hay que son muy reales a nuestros ojos:
cida. Con todo, teme que esa tensión, entre dos polos se re- nuestros parientes y amigos, aquellos a quienes amamos
vele sin salida, pues no logra discernir el desenlace. Como hasta el punto de olvidar a los demás. Esas pocas perso-
el bebé en el útero, se siente aprisionada, sin comprender nas constituyen nuestro universo, y como las contempla-
aún que su prisión la ha construido ella misma. mos a la luz de la ternura, las reconocemos más o menos
¡Que venga entonces la intolerable angustia! ¡Que el como nuestros semejantes. Cada cual toma conciencia de
ser entero llore! Esas lágrimas se secarán algún día. En su identidad diferenciada a través del interés que dirige a
cuanto a aquellas con las que dolorosos interrogantes de- su persona, y percibe como suyos a los seres a quienes

20 21
La de la paz

hace extensivo su por consiguiente, no cabe que


se cierre a su realidad individual pues, en definitiva, la
percibe tan intensamente como la suya propia.
Sí actuamos como sí Dios no tuviera cabida en nin-
gún rincón de este mundo -aunque sepamos que está
ahí y que habita todas las cosas- es porque la adoración
por el Divino no se ha despertado en nosotros. En conse-
cuencia, poco nos importa que el Señor esté cerca o que por HHHUH«

no lo esté. Todo objeto, por insignificante que sea, al que ¡Es


nos ligamos reviste para nosotros mucha mayor impor- nuestra indiferencia no nos lleve a correr riesgo
tancia. Puesto que ante el pensamiento de Dios no senti- extiende sobre nosotros su la
mos inflamarse nuestros corazones, no tenemos para Él nutre; la sociedad humana, a través sus empresas
ni ojos ni oídos y nuestro ser no se abre a su verdad. Así, ramificaciones sin fin, satisface mejor o peor nuestras in-
Aquel que, más que todo cuanto emana de Él, ES no nos numerables necesidades. Sin embargo, al no vincularnos
aparece como la realidad primordial. conscientemente al Todo, ¡cuán gran vacío creamos en
El sentimiento de carencia que puede resultar de ello nuestro interior! Mas, ¡ay!, en tanto esta verdad se nos
es tal que nada, ni persona ni objeto, está en condiciones escapa, proseguimos tranquilamente nuestro camino, sin
de colmarlo. Dios es y, sin embargo, no es; ¿cabe conce- plantearnos preguntas; y como vivimos en la sociedad de
bir abismo más vertiginoso? Ese desierto opresivo, que la abundancia, nos consideramos criaturas bendecidas
no es otro que la incapacidad de amar, actúa como una por Dios.
lenta asfixia. Para el ser así privado de savia, el universo
pierde todo su encanto y toda la belleza de la vida se des- ¿Cómo hacer entender hasta qué punto nos perjudi-
vanece. Dios es y, sin embargo, no es. ¿Cómo llenar el va- camos con semejante actitud? A título de ejemplo, voy a
cío que se expande cada vez más en nuestro interior? No relatar uno de mis sueños nocturnos. Perdí a mi madre
existe recurso posible en este mundo, y uno se apaga cuando era muy pequeño y crecí sin su presencia a mi
cada día un poco más, pues todo cuanto sabe, o cree lado. Ahora bien, la noche pasada volví a verme de niño
comprender, no es al presente sino vanidad. en una casa de campo al borde del Ganges. Mi madre se
«¡Oh Señor, revélate en la luz de tu amor!» ajetreaba en el interior. Para una criatura, vivir cerca de su
madre es algo completamente natural, y el pensamiento
de su presencia no ocupa en todo momento su mente. Por
consiguiente, pasé por delante de la habitación donde se

22 23
'1

: '
w
La morada de la paz La ausencia

encontraba sin pensar en ella. pronto, no sé por qué, veces a su en el o


cuando llegaba a la terraza me acordé de que estaba allí, crepúsculo! Ahora bien, esos momentos pasa-
muy cerca; al instante corrí hacía ella y le hice mi pranam. 1 dos juntos, acaso sólo uno emerge, un momento
Me cogió la mano y se limitó a decirme: «Has venido ... ». giado en que nos sentimos en total comunión con él.
Mi sueño, que concluyó en ese instante, me sugirió Miles de individuos no han conocido nunca, en
algunas reflexiones. Bajo el techo familiar, un niño va y su vida, una unión profunda. Jamás se han sentido cerca
viene, diez veces al día, por delante la puerta de suma- de en el mundo y, en esta
dre. Sabe muy bien que está allí, pero actúa como si lo ol- segundo han establecido una estrecha
vidase. embarga un sentimiento de carencia? En embargo, no son conscientes
cualquier caso, ella llena la despensa y le prepara la comi- están a punto para divertirse, para distraerse, para char-
da; cuando se duerme, está junto a su cama y le abanica o discutir al capricho de los encuentros, porque com-
sin cansarse. Está atendido, vestido, alimentado. Única parten con algunos las actividades y re~:pc,nsab.Hlcia
diferencia: ella no le coge la mano, no le dice: «Has veni- cotidianas, se creen ligados a todos. Que tales relaciones
do ... ». No obstante, el día en que comprende plenamen- carezcan, de hecho, de valor real es una idea que supera
te el valor de tal contacto y tales palabras, ya no aspira a su entendimiento.
otra cosa que a oír la voz de su madre y sentir el calor de
su mano. Y si la necesidad que tiene de ella no puede ser
colmada, vaga de habitación en habitación, por la casa
tan bien provista de todo pero donde ya nada tiene para
él ni encanto ni sabor.
En la sociedad actual, rara es la gente que sabe acer-
carse realmente a las personas o las cosas que constituyen
su entorno. Si bien en ocasiones presentimos la verdad de
un alma tras las apariencias, por lo general ocurre sin ha-
berlo buscado. Sucede lo mismo incluso con el ser más
querido, con el cual compartimos nuestra existencia. ¡Cuán-
tas veces conversamos con él en la intimidad! ¡Cuántas

l. Saludo habitual en la India para expresar respeto. El niño, in-


clinándose ante su madre, le roza el pie con la mano derecha, que acto
seguido se lleva a la frente.

24 25
La visión interior

LA el emcrgcr q~
la conciencia no despierta supone nacer al Espíritu. Es
que se denomina el «segundo nacimiento», el H~~u,u~U
a la realidad subyacente en el meollo de las cosas, la en-
trada en la esencia cósmica inherente a toda forma
vida. Al igual que el pajarillo que, apenas llegado al mun-
De niño no tenía muy buena vista, pero lo ignoraba y do, se siente envuelto por entero en grandes
consideraba absolutamente normal mí visión defectuosa. ternas, el hombre nacido al Espíritu se siente
Un día, para divertirme me puse las gafas de un compa- por el Hasta que no rompe el le
ñero y de pronto todo apareció mucho más nítido ante muy difícil concebir qué plenitud, qué gozo indecible co-
mis ojos. Tuve la impresión de acercarme a las cosas, y noce el alma así liberada; no obstante, ¿acaso en algunos
fue tal la alegría que ello me produjo que me creí doble- momentos fugaces no siente algo así como un presenti-
mente poseedor del mundo. Sin embargo, hasta entonces miento?
nunca me había dado cuenta del menoscabo que padecía. La vida en el Espíritu tiene por efecto destruir la in -
Es posible vivir una experiencia del mismo tipo en el diferencia y la inercia. Nuestra conciencia presiente en-
plano interior. Si supiéramos ver al otro con la mirada del tonces en todo lo que existe la conciencia infinita, y nues-
alma, éste no vacilaría en cogernos la mano y decirnos: tra alma, despierta al fin al alma universal, percibe en
«Has venido ... ». En la naturaleza ocurre lo mismo con el derredor el resplandor de la felicidad divina.
agua, el aire, la luna o el sol, todos esos amigos verdade- Ahora bien, no resulta difícil comprender que si
ros que de manera fiel proveen a nuestras necesidades. permanecemos indiferentes hacia una sola persona o
No nos reciben con un gesto afectuoso y palabras de una sola brizna de hierba, la comunión con el Espíri-
bienvenida, mas si aprendiésemos a abrirnos a ellos y oír tu permanece limitada. Como contrapartida, cuando la
su mensaje secreto, ese simple contacto no tardaría en conciencia y el alma individuales engloban todas las co-
sernos más precioso que los dones que nos prodigan. sas, el hombre deviene receptivo a la realidad oculta de
A lo largo de los años encontramos a multitud de per- cada ser y cada objeto; y ello a partir de su propia reali-
sonas que no toman nuestra mano entre las suyas ni pro- dad, en modo alguno gracias a sus sentidos y su inteli-
nuncian al vernos algunas de esas palabras que surgen del gencia, ni a través de la argumentación científica. Esta
corazón. Todos estamos rodeados de barreras que nos aproximación integral constituye una maravillosa expe-
separan del prójimo, como el pajarillo en su cascarón riencia. Por ejemplo, aquí, delante de mí, tengo un árbol.
que, aun habiendo recibido el don de la vida, todavía no Si discierno en profundidad su misma esencia, la dicha
ha nacido a la luz del día. colma mí ser. Con todo, lo más habitual es que, al no ver

26 27
La morada de la paz La visión interior

en él sino un objeto carente utilidad inmediata, me tras se en sí mismo,


contente con echarle distraídamente una ojeada al pasar. puertas cerradas, permanecerá
Por consiguiente, no me es posible obtener con su vista el imposibilitado de unirse al Principio de
gozo que me embargaría si la verdad en el corazón del ár- el seno de la Creación. Dado que se conoce ~ª'~""'"·"'
bol despertase, a modo de eco, la verdad en mi propio como criatura mortal, sólo es sensible a la apariencia
corazón. mortal de las cosas, no al ser eterno que las anima en la
Asimismo, nadie mira a sus semejantes con los ojos exultación.
del alma. Los evalúa por medio de los sentidos, la razón y Así, el objetivo supremo de la búsqueda
los prejuicios, en función de sus intereses personales y las consiste en abrirse a la propia alma, a fin de pene-
convenciones que ha adoptado. Fulano es padre de fami- trar en el alma del universo, presente en la más imper-
lia; mengano está solo en el mundo; éste puede revelarse ceptible partícula de materia. La vía que adoptemos, si
útil; aquél se sitúa en un rango más o menos elevado en la uno se aplica a seguirla, debe conducir a esa realización.
escala social: tales son las características que nos llaman Ahora bien, la meta no puede alcanzarse entretanto uno
la atención a priori. Limitado a esos escasos rasgos exter- se deje dominar por la apatía y la ceguera. Para ampliar y
nos, el conocimiento que poseemos de los demás no nos desarrollar la conciencia individual, es indispensable, por
permite tener acceso a su ser verdadero. La puerta per- una parte, reconocer la necesidad del esfuerzo, y por
manece cerrada para nosotros, y no cabe hablar de una otra, actuar con plena lucidez. Es preciso querer progre-
relación de corazón a corazón. De lo contrario, todos po- sar sin interrupción hacia una verdadera comprensión
drían coger la mano del otro y exclamar: «Has venido ... ». del mundo. Entonces se desvela poco a poco ante nues-
El objetivo supremo de toda búsqueda espiritual se tros ojos el camino que conduce al ser, y nos acercamos
halla claramente expresado en los Upanishads: «Aquel cada vez más al núcleo supremo de la vida.
que, habiendo alcanzado una perfecta igualdad de espíri- ¿Por qué no dar a cada encuentro un nuevo paso ha-
tu, ya no forma sino uno con el alma universal, ve al Om- cia el otro? De ese modo se disipan los malentendidos. Si
nipresente por doquier y tiene entrada en el corazón de cumplimos nuestras tareas cotidianas sin dejar de mante-
todo». Semejante realización constituye con mucho la ner por doquier un ambiente de camaradería y de unión,
más elevada, puesto que implica la comunión con toda el Señor se manifiesta cada vez más plenamente a través
forma creada. Sin embargo, el hombre debe liberarse de de nosotros. Los muros que erige nuestro ego y que de
la prisión que suponen sus errores, la rutina y las ideas manera tan radical nos separan del prójimo van adelga-
preconcebidas, si desea obtener el derecho a acceder has- zando de día en día, hasta volverse por completo tr~ns-
ta el menor elemento de la Manifestación, uniéndose al parentes. A partir de ese momento, la luz divina resplan-
alma eternamente viva de todo ser y de toda cosa. Míen- dece sin trabas en el fondo de nuestro ser e irradia, cada

28 29

_L
La morada de la paz
LA YEL
vez más relumbrante, hacía el exterior. Dejando de sofo-
car a sus allegados bajo el peso de su egoísmo, uno les
permite al fin expresar su propia identidad y, de ese
modo, toda oposición entre uno mismo y los demás se va
desdibujando gradualmente.

Cuando el alma humana aspira a unirse al alma


hasta el punto de que nada puede refrenar su la ver-
dadera naturaleza del mal se manifiesta con nitidez.
un manantial tras el deshielo, querría
objetivo, mas debe afrontar constantemente los
que resultan de su propia imperfección. Ni por un
le sería dado olvidar hasta qué punto es tributaria de la
misma. Presa de angustia, se transforma en un torrente tur-
bulento y se afana por desarraigar las más ínfimas causas de
error, para acto seguido triturarlas bajo sus aguas espumo-
sas. Cuando el espíritu ha emprendido el vuelo, ningún
movimiento negativo se le escapa; el menor grano de arena,
si tiende a entorpecer su impulso, le resulta perceptible.
Antes de su despertar espiritual, el hombre no conci-
be la virtud y el vicio sino en función de su entorno, en
cuanto «bien» o «mal» que facilitan o complican la exis-
tencia. Moldea su carácter a fin de adaptarse a sus allega-
dos y al medio en que se desenvuelve, lo cual implica el
respeto de cierto ideal de cortesía. Llegado a la meta, deja
de interrogarse y considera un logro de toda su persona
el refinamiento moral que ha adquirido.
Sin embargo, un día, cuando su alma se abre y em-
prende la búsqueda del alma universal en el mundo que
le rodea, comprende que no puede tratarse simplemente
de integrarse en el entorno y satisfacer las exigencias de la

31
30
La morada la paz

esfuerzo que su
fundamental, y más considerables en cosas,
tendrá que vencer. tú, que en cada una de ellas te ofreces a nosotros, mi es-
Huelga decir que el camino que deberá seguir se en- píritu no puede concebir todavía la inefable felicidad
cuentra superficialmente despejado y, en el plano social, sentirse uno contigo y a través de ti comunicarse con la
no se enfrenta a ningún problema importante a oposi- naturaleza íntima de cada objeto y de cada No
ción seria alguna. Sin embargo, las raíces del error se ha- obstante, aun cuando no estoy preparado para
llan siempre presentes en su interior, enmarañadas en plena manifestación, una partícula de tu
una red inextricable. finas e insignificantes aue sean bastar practicar una abertura en
" '
invaden hasta los menores recovecos de su ser, y cuando Acaso no penetre en mí sino un débil rayo tu
ansía cultivar el campo de su alma, tropieza a cada paso. fulgor, empero, la densa sombra que ciñe el
Sus debilidades, en las que hoy distingue con claridad un mi corazón, con el cerrojo tan bien se mostrará
aspecto pernicioso que hasta el momento le pasaba por tal como es, tinieblas absolutas, y no tendré respiro hasta
alto, se revelan tal cual son: enormes escollos en el cami- que me haya liberado de ella.
no de la suprema realización. Consciente de la influencia »La pasada noche dormía, con puertas y ventanas ce-
nociva de toda transgresión de la verdad en su realidad rradas, sumido en la inconsciencia. Al amanecer, el sol se
interior, se las ingenia para extirpar del fondo de su ser la coló por los intersticios de los postigos y, todavía tendido
más mínima fuente de imperfección, sin prestar atención en mí lecho, sentí de pronto la bendición del alba pura
en lo sucesivo a la opinión de los demás o de la sociedad. que venía del exterior a sacudir mi espíritu embotado. La
cálida humedad de las sábanas se me hizo insoportable. '!
Con todo, un desgarramiento de tal calibre no puede te-
ner lugar sin lucha. Cuando las tendencias negativas y sus Al respirar el aire cargado de mi dormitorio cerrado a cal
hordas de acólitos bloquean el paso hacía el amor supre- y canto, ese aire viciado por mi propio aliento me sofoca-
mo y la unión perfecta, ya no resulta posible negar su ba, y no habría podido permanecer allí recluido ni un
existencia, autoengañarse o abusar del prójimo. Y de to- momento más. Oía la llamada de la libre naturaleza, de su
dos modos, para el ser que despierta, la estima de sus se- frescura, su claridad y su transparencia, la llamada de una
mejantes ya no constituye un motivo de perfecta satisfac- atmósfera toda ella belleza, fragancia y cánticos, y necesi-
ción. taba lanzarme al exterior.
En tales momentos se vuelve hacia el Todopoderoso »¡Ojalá un despertar semejante se produzca en mí in-
y le ruega con fervor: «Oh tú, que eres pureza, aleja de mí terior, Señor, y te dignes enviarme, a través de finas ras-
el error. Borra hasta la más mínima mancha de mi cora- gaduras en el velo de mi ser, a tu mensajero de luz, el he-
zón y permite que no subsista ni una sola huella. Es a ti a raldo de la libertad divina! Entonces nada podrá ya

32 33
La morada de la paz

mantenerme en el letargo: ni el pesado calor en esta cár- LA


cel que yo mismo he construido, ni mis impurezas, ni mis
tinieblas. El lecho en que yace mi espíritu dormido se tro-
cará en hoguera ardiente, y sólo me cabrá exclamar: "¿ De
qué sirven todas esas cosas que no podrían procurarme la
inmortalidad?".» 1
nuestras ceremonias, invocamos así al «¡
dispensas la felicidad, oh tú, que dispensas el
me prosterno ante ti!». No obstante, si bien nos
fácil adorar al Divino en cuanto fuente de no
pre estamos dispuestos a adorar en Él la fuente
bien, pues el bien no es sólo placer, sino~v,uuvu,,~

sidad. Sin embargo, si bien admitimos que la felicidad


procede de Dios, la adversidad nos parece causada por
algún infortunio del destino.
Por eso carecemos de coraje frente a las dificultades
de la vida. Aquel a quien agobian la incomprensión o el
fracaso no sueña sino con escapar de ellos, refugiándose
tras una serie de pantallas protectoras que erige entre el
mundo y él. Y al hacerlo se priva de toda posibilidad de
establecer una relación más completa con la realidad.
El hombre rico, enamorado del lujo, que elude todo
esfuerzo y toda preocupación, lleva una vida muelle en su
capullo de bienestar y comodidad. Mas con tal actitud se
priva del uso de sus miembros y se transforma en un im-
pedido. Su negativa a cultivar, a fuerza de trabajo y disci-
plina, las facultades de que ha sido dotado a su naci-
miento, impide que florezcan; en consecuencia, se mar-
chitan y corrompen. Encerrado en su capullo, vive en un
l. Brihadaranyaka Upanishad, cap. II, 4. 2-3. Esta invocación universo artificial, que no posee en modo alguno el poder
será retomada y explicitada más adelante. de satisfacer las necesidades de la naturaleza humana. Así

34 35
La morada de la paz de la existencia

al
C::UU\..J.UV su propia s1 queremos progre-
fabricación), no está en condiciones de conocer la pleni- manera nues-
tud del ser. tro cuentas, con un sentido agudizado de nues-
Si en nuestra pusilanimidad sólo buscamos proteger- tras virtudes y nuestros derechos, nos deslizaremos
nos contra todo riesgo y toda contrariedad, llevamos una con absoluta certeza hacia el fracaso; y en caso de que
existencia truncada. No sabemos ni mantenernos en canzásemos parcialmente nuestro objetivo, corremos un
buen estado de salud, ni desarrollar de manera armonio- gran riesgo de no conocer, por la misma la üm.,0Áu~

sa nuestros talentos innatos. De hecho, el hombre que dón en el auténtico sentido la


desde su venida al mundo jamás conocido decepcio- que aprender a
nes, o nunca se ha sustraído a las ideas preconcebidas y y
los abusos de poder, no ha recibido del Señor todo su En esta la parte de felicidad
merecido. Le falta un componente importante de ese viá- asignada de manera más pre-
tico gracias al cual realiza su periplo en la tierra. cio pagado, ¿no percibimos, muy a menudo, más de lo
En cuanto a los individuos hipersensibles y exagera- que nos corresponde? Sin embargo, el hombre jamás se
damente susceptibles, sus parientes, amigos y conocidos pregunta si los dones que le son concedidos lo son a jus-
se esfuerzan ante todo por eludir su mal talante. Dada su to título; se adueña de ellos espontáneamente, sin la me-
tendencia a amplificar con desmesura el menor malen- nor sombra de vacilación. No obstante, si uno insiste en
tendido, se dicen: «¿De qué sirve discutir?», y ninguno se hacer coincidir el activo y el pasivo de manera exacta y
expresa o actúa con naturalidad ante ellos. Por lo demás, precisa, ¿por qué esos cálculos no deberían afectar sino al
tales personas sólo escuchan con un oído o nada en abso- aspecto penoso de la existencia?
luto, y por consiguiente no pueden comunicarse de veras Si se da el caso de que el debe y el haber nos parecen
con nadie; así, jamás son apreciadas en su justo valor. De perfectamente equilibrados y, pese a ello, seguimos insa-
lo cual resulta que las fuentes de satisfacción más ele- tisfechos, lo cierto es que no nos faltan motivos. La vida
mentales les son negadas. Por añadidura, como su entor- humana se basa a un tiempo en la receptividad y el re-
no se abstiene de todo reproche y les concede sus meno- chazo, lo cual significa que la fuerza centrípeta y la fuer-
res caprichos, esos desventurados ignoran el sabor de la za centrífuga poseen para nosotros una importancia equi-
amistad, incapaz de florecer en condiciones tan poco fa- parable. La ley fundamental del ser, la de la inteligencia,
vorables. la de toda forma de estética o de ética, en definitiva, la ley
inherente a nuestros valores más elevados; consiste en la
Sin duda nuestro lote de lágrimas nunca nos parecerá necesidad de saber renunciar y eliminar así como recibir
por completo justificado. Muy a menudo nos sentiremos a e integrar.

36 37
- ------------------------

La morada la paz la existencia

anmé:n,o que consumimos no nos procura única-: los sinsabores inevitables se ven
mente los aportes nutritivos indispensables para el cuer-. en su integridad: si bien creen al abrigo tras sus de-
po. Sólo una parte de los alimentos es asimilable, y el or- fensas, toda suerte de desdoros se acumulan en ellos. Sí
ganismo se ve constreñido a expulsar los productos de · por temor al juicio ajeno les impiden salir a la superficie,
desecho. Si sólo consumiésemos muy precisamente los se vician cada vez más y sufren sus efectos nocivos, tanto
componentes asimilables, el equilibrio fisiológico se rom- en el plano moral como en el plano físico. Como contra-
pería. El cuerpo, en efecto, no sólo está provisto de un partida, quienes se enfrentan sin doblegarse a cnt1cas
sistema digestivo, sino asimismo de un sistema de elimi- y la arbitrariedad, así como a numerosos avatares
nación, ambos compuestos de órganos apropiados. El se- y a toda causa de aflicción, se encuentran a raíz
gundo debe poder funcionar tan bien como el primero. ello no sólo fortalecidos sino purificados. que
La perfección de la vida corporal sólo se alcanza si esos van por el mundo desprovistos de armadura, reciben
dos sistemas operan en armonía. golpes frente; de ese modo, la abyección que
La idea de que cada individuo debe ser retribuido es- podido contaminar su ser resulta destruida en la misma
trictamente según sus méritos no corresponde en modo fuente.
alguno a una ley natural; por el contrario, para la forma- A decir verdad, tanto si Dios permite el infortunio
ción del carácter es deseable sentirse unas veces aprecia- como si prodiga el alborozo, debería despertar en el co-
do y otras infravalorado. Nuestro objetivo debe ser, por razón del hombre idéntica gratitud. Ante esa doble ma-
una parte, aprender a recibir, sin regodearnos en ello, las nifestación de la Divinidad, ¡prosternémonos !
satisfacciones que la vida nos ofrece, y por otra, aprender
a expulsar de nuestra conciencia las reacciones de pesar o
de amargura frente a las injusticias de la vida, antes de
que lleguen a destruir nuestra serenidad. Ese doble mo-
vimiento debería realizarse de manera tan natural como
el simple reflejo de inspirar y espirar.
Querer protegerse a toda costa de los golpes y las he-
ridas que inflige la existencia debilita el organismo y abre
la puerta a la enfermedad. Sin embargo, no creamos que
una conducta timorata no tiene otra consecuencia que la
fragilidad y la languidez, frutos inevitables de la ausencia
de esfuerzo y la ociosidad. Aquellos a quienes su natura-
leza hipersensible impulsa a preservarse más de la cuenta

38 39
Renunciar

canza la
Si el a que
mantienen todo cuanto existe, éstas sabrán a la
obediencia. ese momento, la alegría se apagará en él y,
privado de su dignidad de ser libre, sufrirá como esclavo
las consecuencias de su estancamiento voluntario.
Si una partícula de verdad se desprende de nuestra medi- que la vida no pueda decir: por
tación matutina, esos instantes de consagración cotidiana de aquello que te niegas a abandonar», es nece-
guiarán a cada uno de nosotros por el camino de la re- deliberadamente, desprenderse
nuncia. Tal aprendizaje resulta esencial, pues se efectúa Sí no aprovechamos todas las ocasiones para
en función de una ley ineludible, una ley que prohíbe la transformar ese aparente sacrificio en un acto
inmovilidad y obliga a avanzar siempre, despojándose natural, nos reservamos, por añadidura, un
poco a poco del menor elemento que ya no tenga razón pues acabaremos considerando la muerte el supremo
de ser. Nadie puede concebir una meta final de ese pro- desgarramiento. El día en que veamos erguido frente a
greso. En parte alguna podremos creer que hemos llega- nosotros al enviado del Más Allá, portador del último
do, pensar que todo se ha logrado y que en lo sucesivo no mensaje, intentaremos escabullirnos por todos los me-
progresaremos ni un paso más. díos posibles, mas no descubriremos la menor escapato-
Puesto que las leyes de este mundo exigen que nada ria. Y sin embargo, esa hora de extrema angustia habrá
sea inmutable para siempre sino que, por el contrario, de sonar ineludiblemente.
todo, animado o inanimado, se encuentre sometido a un
proceso de constante mutación, la voluntad individual No pensemos que el hecho de renunciar conduce a
•debe ponerse a tono con dicha evolución universal. De lo un empobrecimiento del ser, a una forma de aridez inte-
contrario, la existencia ya no es sino un incesante conflic- rior. Sí nos aligeramos de día en día es para llegar a un
to. Aquel que declara: «No me moveré. No renunciaré», pleno florecimiento. La verdad de las cosas sólo aparece
mientras que la vida ordena: «¡Ve, alivia tu pesada car- ante nuestros ojos si tomamos distancia con relación a
ga!», se predispone para incontables tormentos. Deberá ellas. El feto, dentro del útero, no conoce a su madre; su
liberarse de sus ataduras si quiere evitar que los objetos a presencia únicamente se hace sensible en el nacimiento,
los que se aferra le sean arrancados un día. He ahí por cuando, cortado el cordón umbilical, comienza su exis-
qué resulta indispensable conciliar las propias decisiones tencia autónoma. T ambíén nosotros tendremos que
con los principios que rigen la Creación. abandonar algún día el útero del mundo, en el que nos
Armonizándose con esos princ1p10s es como se al- cobijamos durante demasiado tiempo, con objeto de sal-

40 41
- -·~-----,

La morada de la paz
Renunciar
tar al fin la libertad. Sólo entonces descubriremos
semejante manera ser
nuestro universo y sabremos apropiárnoslo, pues nada en
cesídad de establecer un equilibrio entre
él nos mantendrá ya cautivos. Dejaremos de vivir, como
favorecer a uno con exclusión del otro conlleva muchos
el ciego embrión, encerrados en nuestros límites e igno-
sinsabores. persona que sólo sabe tomar se
rantes del mundo que hay más allá. En ese momento to-
a este mundo, mas aquella que da en exceso se perjudica
maremos conscientemente posesión de nuestra herencia.
a sí misma. Por otra parte, si bien es cierto que el hombre
Quienquiera que permanezca preso en las redes de
vive como esclavo entretanto permanece ligado a sus ac-
este mundo no puede ser considerado habitante real del
tos, se encuentra en una situación igualmente
mismo. Únicamente lo habita aquel que, habiendo sabi-
cuando llega la liberación, cesa por completo de actuar.
do liberarse de él, aprende a hacerlo suyo en lugar de ser
Entonces pierde todo control sobre la realidad.
poseído por él. Sólo ese individuo puede sentirse parte
A decir verdad, renunciar no conduce a la
integrante de la Creación. El caballo enganchado tira de
al pleno dominio de uno mismo y del propio universo.
la carreta, mas ¿acaso es él el dueño? ¿Qué diferencia
adolescente que, al no disponer realmente de su heren-
existe entre él y la rueda? El verdadero conductor de la
cia, no puede permitirse tomar ni una mínima parte para
carreta es el hombre que la dirige con absoluta indepen-
venderla o regalarla según le plazca, no obtiene de ella to-
dencia.
das las satisfacciones posibles. Le falta el derecho esen-
Para devenir conductores de nuestra propia vida de-
cial: el de deshacerse de ella a voluntad. Si no va acom-
bemos liberarnos. El Bhagavad Gí:ta denomina «yoga de
pañado del placer de dar sin esperar nada a cambio, el
las obras» a la forma de consagración mediante la cual el
hecho de adquirir no constituye sino una prisión. Por eso
discípulo se prepara para actuar sin apego a la acción ni a
el Cristo pudo declarar que le es muy difícil al hombre
sus frutos. Si alcanza su objetivo, se convierte en dueño
rico alcanzar la liberación. Si continúa aferrado siquiera
de sus obras; en cambio, si permanece implicado en sus
sea a una mínima parte de sus bienes, sigue siendo tribu-
actos y, por así decirlo, identificado con su capacidad
tario de éstos; y cuanto más penoso le resulta separarse
para actuar, no es verdaderamente el «actor» consciente
de ellos, menos posibilidades tiene de liberarse alguna
y voluntario.
vez.
Tal es la razón de que nuestro patrimonio humano
El momento de nuestra consagración, cada maña-
sólo nos resulte en verdad accesible si consideramos las
na, debe permitirnos desprendernos progresivamente de
cosas con cierta perspectiva. Y nuestras acciones sólo po-
nuestros lazos y aprender poco a poco a renunciar. Mien-
seen sentido real si las llevamos a cabo sin esperar nada a
tras nuestros sentimientos posesivos, en sus múltiples as-
cambio.
pectos, nos mantengan cautivos, nuestro corazón se en-
En esta tierra, donde tomar y dar constituyen dos ac-
durecerá como una piedra. ¡Que brote, pues, en la hora

42
43
La de la paz

de la plegaria, la fuente de inmortalidad, y que sus aguas EL


se infiltren en todos los átomos y todas las moléculas de
nuestro cuerpo! ¡Puedan aquellos aspectos de nosotros
mismos que han adquirido la rudeza de la roca erosio-
narse y disgregarse! Poco a poco un espacio libre se crea
en el ser: ¡ojalá, Señor, lo llenes por completo con tu gra-
cia! ¿Por renunciar? Todavía no hemos aportado la res-
Echemos una mirada al interior de nuestra alma. En- puesta decisiva a esta pregunta. Según las Escrituras, no
tonces veremos dilatarse, por el poder del nombre divi- existe independencia sin desapego; todo objeto al que uno
no, todo cuanto se había contraído dentro de nosotros. no renunciar constituye una traba en el camino;
Nuestro ser entero se llenará de alegría y de paz. Como sólo hacerlo permite la liberación. Ahora bien, el hombre
resultado, nuestros esfuerzos se atenuarán, nuestras rela- no aspira verdaderamente a liberarse, incluso se niega a
ciones con el prójimo adquirirán un carácter de simplici- ello. Algún instinto parece incitarle a dejarse domeñar.
dad y verdad y el esplendor divino se manifestará a través Forja sus grilletes voluntariamente y con el corazón
de nuestra vida individual. jubiloso: se vuelve esclavo de un plato o un vaso con la
misma facilidad que de un criado, se somete a ideas pre-
concebidas y a convenciones sociales en idéntico grado
que a sus propias atracciones o aversiones. Si no conoce
otra experiencia que la servidumbre, ¿cómo convencerle
de que sacudiéndose las cadenas logrará la autorrealiza-
ción? Sería absurdo pretender que un ser que, tanto por
naturaleza como por elección, es cautivo deguste el
atractivo de la libertad. Para él la palabra «liberación» no
evocaría otra cosa que vacío, desierto, aniquilación. En
cuanto a la idea de una libertad que despojara de todo
valor a sus posesiones materiales, de toda sustancia a las
únicas cosas que le procuran cierta sensación de seguri-
dad, sería a sus ojos sinónima de catástrofe y de horror.
En efecto, si renunciar sólo condujese a una especie
de nada, equivaldría a una privación total. En tales con -
diciones, separarse de un solo céntimo parecería un sa-

44 45

-
La morada de la paz El amor

crificio intolerable. Mas lo cierto es que si consagramos al a intentar la que


Señor cada uno de nuestros actos, si le ofrecemos a las cesar de aferrarme a las cosas podré y
personas que nos son queridas y los valores a que nos afe- rar de ellas de manera más completa obtiene sólo a me-
rramos, si le hacemos el presente de nosotros mismos y dias la adhesión de mi mente y de mi corazón. No
de nuestros bienes, esos aparentes sacrificios nos condu- tante, si me dicen que al renunciar aprenderé a amar este
cirán a la plenitud espiritual. mundo, ya no tengo ganas de argumentar.
hemos visto que al tomar distancia, al dejar que al sentido profundo de
los objetos «sean» en el seno del Todo, acabamos por en mí la esperanza, y mi
abrazar nuestro mundo en su verdad y su perfección. No por la puerta de salvación!».
obstante, nuestra alma todavía no se siente satisfecha; Renunciar y el poder de amar van
otras cuestiones se le plantean. Adquirir un verdadero dos, tan íntimamente que no sabemos cuál va en nr,rn,,r
conocimiento de las cosas no le parece la realización su- lugar; lo uno no existe sin lo otro. Nadie puede captar esa
prema. Y ni la liberación ni siquiera una sensación de verdad si no renuncia a nada salvo por coacción, o bajo la
pleno florecimiento eliminan todos esos interrogantes. presión de peticiones inoportunas y acosos sin fin.
embargo, los seres de corazón amante dan sin esperar
Supongamos que doy una pequeña cantidad de dine- nada a cambio y tienen la sensación de recibir más de lo
ro a una niña y que me pregunta: «¿Qué hago con él?». Si que dan. Con todo, sólo el ejercicio del desapego permi-
le digo: «Ve a mirar en la tienda de al lado», acaso repli- te alcanzar esa forma de pura ternura. Ésta no se despier-
que: «¿Para comprar qué?». «Cómprate una muñeca.» ta en el individuo preocupado tan sólo de barrer para
«¿ Y luego?» «Luego jugarás con ella.» Sin embargo, si dentro y de imponer sus propias exigencias; su egoísmo y
su arrogancia enmascaran como una espesa niebla el sol
1

insiste: «¿ Y entonces?», le daré la respuesta que pondrá ! '

fin a sus preguntas: «Entonces serás feliz». En efecto, na- de la adoración que brilla en su alma.
die se pregunta nunca para qué sirve ser feliz. Cuando se Es preciso ansiar sin tregua liberarse de las trabas del
satisface un deseo, el placer que resulta de ello es tal que egocentrismo y rechazar el dominio del yo; hay que que-
no se aspira a nada más y cesan las preguntas. Ahora rer asimismo desprenderse de los bienes amasados a lo
bien, amar es lo que colma con mayor perfección los de- largo de la vida. Si esa actitud de renuncia interior se
seos de los humanos. Cuando se ama, no se quiere saber vuelve espontánea, el hábito de pensar sólo en uno mis-
ni por qué ni con qué fin. El amor constituye en sí mismo mo desaparece poco a poco. Tal movimiento progresivo
su propia respuesta y su propio objetivo. desemboca al principio en una relativa libertad del ser,
La idea de que el desapego conlleva la liberación en mas a largo plazo el fruto lo constituye la facultad de
relación con el objeto codiciado no me incita verdadera- amar, objetivo supremo de la renuncia.

46 47
La la paz El amor

Ahora el amor es Dios mismo, que no con ante nosotros, así como
ce ni necesidad ni coacción y que, no obstante, se prodí menor posibilidad de escapar
sin fin a todas sus criaturas. En una ofrenda inagotable: de la vida hemos optado por algunos '"'"'·º"u,v.o
vierte sus energías hasta en los menores átomos del uni- sos. Los billetes que hemos conseguido procurarnos, a
verso, y es de esa oblación incesante, expresión de. la li- costa de tantos esfuerzos y dificultades, no son
bertad divina, de donde procede la Creación entera. Nada para ninguna otra línea, y si queremos cambiar de
toma forma por simple necesidad. El amor, existente en sí de pagar la tarifa de un nuevo
mismo, el amor, que siempre se reanima a partir de sí mis, Sin embargo, el día en que ya no tenemos otro
mo, es el alma y la fuente de esa manifestación infinita. vo que la secreta del Señor, es el amor que nos
Por eso es que sólo la fusión perfecta con la esencia mueve. amor a Él, reunimos las que espe-
del amor puede colmar íntegramente las aspiraciones del rando; por amor a Él, abandonamos nuestras
corazón humano. Ahora bien, es amando como aprende- cargas al borde del camino.
mos a amar, pues siempre acabamos por expresar de ma- ¿Cómo prepararnos para la entrada en la cámara se-
nera espontánea los valores con los que nos identificamos, creta? Nuestro momento de plegaria cotidiana es uno de
Mas el amor es libertad. Es el opuesto mismo de toda los sostenes que se nos ofrecen. Para que, gracias a esas
forma de servidumbre. Establecido de modo supremo en horas privilegiadas, se desarrolle en nosotros la facultad
su propia ley, no tiene en absoluto necesidad de justifi- de sumergir nuestra conciencia individual en la plena
carse ante una autoridad más elevada. Para unirnos al conciencia, debemos rechazar las pantallas que nos velan
Dios de amor, debemos, pues, renunciar a lo que nos so- lo real y, como el niño recién nacido, abandonarnos a
mete. De lo contrario, cómo íbamos a comunicarnos con Dios en nuestra desnudez primordial. Entonces, sin la
Él, que en su aspecto de plena libertad no cesa de exhor- menor duda, nuestros afectos terrenales y nuestras ale-
tarnos: «Rompe tus cadenas y ven a mí. El esclavo, como grías humanas se fundirán gradualmente en el amor divi-
sabes, si bien es admitido en la sala de audiencias del rey, no y en la beatitud divina.
no tiene acceso a su Consejo privado». A fin de que se incremente nuestra aptitud para la re-
Cada vez que, imbuidos del ardiente deseo de acer- nuncia, empecemos por dedicar todos los días una pe-
carnos más al Señor, nos deslizamos, antes de ser invita- queña parte de nuestras posesiones al bien común. Cuan-
dos, hasta la entrada de su cámara secreta, somos recha- do tratamos de entreabrir siguiera un poco la puerta
zados por los guardias del umbral, pues entretanto no siempre condenada de nuestra caja fuerte, chirría sobre
oigamos la llamada, sólo estamos invitados a compartir sus goznes y la llave se niega a girar en la cerradura oxida-
las riquezas y los honores de este mundo, no a beber de da; no obstante, si persistimos, la puerta acaba por abrir-
la copa de la inmortalidad. En consecuencia, la puerta no se Y cerrarse sin dificultad. Del mismo modo, veremos

48 49

i
'J
La morada de la paz

acrecentarse nuestra capacidad para el desapego en


instante bendito en que nos adentremos por la vía de la
renuncia.
Nos consagramos por entero y sin solución de conti-
nuidad a los asuntos de este mundo; aprendamos a dar
también un poco de nosotros mismos a Dios. Todas las
mañanas, aportemos nuestro óbolo al Mendigo divino los Vedas 1 se nos dice que la muerte y la
que permanece unos instantes en el umbral y que, sin pe- constituyen una y otra la sombra del pero que en
dir nada, nos tiende su escudilla con una sonrisa para lue- Él forman una sola cosa, pues en suprema, se
go volverse por donde ha venido. Concedámosle siquiera basan opuestos. Él es a un tiempo la más pura luz y
sea el equivalente de un minúsculo puñado de grano. Ese tinieblas más insondables.
gesto no tardará en convertirse en el acto esencial de Sí intentásemos en este mundo la síntesis de los con-
nuestra vida y, con el correr de los días, iremos hacia Él trarios sin lograr englobar cada uno de los elementos
con las manos cada vez más llenas. De ese modo, llegará considerados en un todo coherente, el resultado obteni-
un momento en que no querremos guardar nada para no- do no podría reflejar la realidad última. Los elementos no
sotros mismos. incorporados provocan inevitablemente que se establez-
Eso sí, cualquiera que sea la dádiva que hagamos al ca un sistema paralelo, y el pensamiento se enfrenta a
Señor, debemos consagrársela en el silencio de nuestro nuevas contradicciones. De ese modo, por ejemplo, si
corazón. Sí nos vanagloriamos de ello ante quienquiera identificamos la inmortalidad con Dios, ello nos llevaría a
que sea, nuestra acción pierde todo valor; equivale a arre- endosarle a Satán para dar cuenta de la muerte.
batar con una mano lo que concedemos con la otra. Toda No obstante, para nosotros el principio divino no
ofrenda al Divino, sea cual fuere su cuantía, debe reali- puede duplicarse con un principio antinómico. Sabemos
zarse sin reservas. No es cuestión de llevar las cuentas o que Dios es absoluta verdad y que nuestras verdades par-
exigir un recibo. ciales, que parecen excluirse mutuamente, se integran de
¡Ojalá aprendiésemos a dedicar cada día nuestro manera perfecta en su infinitud. Nos consta que Dios es
óbolo al señor de absoluta plenitud, sin la sombra de una uno y que nuestros desacuerdos y rupturas, frutos inevita-
segunda intención, en un impulso de la persona entera! bles de las divisiones que reinan en nuestro interior, se re-
¡Que tal constituya para nosotros, en el curso de nuestras
actividades cotidianas, la ocasión de encontrarnos con ÉL
l. Los más antiguos textos sagrados de la India, que al parecer da-
en secreto en la soledad de nuestro ser! tan de entre mil quinientos y dos mil años antes de Jesucristo, aproxi-
madamente.

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La de la paz La armonización de los contrarios

absorben por entero en el Todo. Sin embargo, se trata tan cambiar unas palabras o compartir la misma
sólo de preceptos teóricos. La noción de que Dios es ver- romar de pronto conciencia de su fraternidad original?
dad satisface a nuestra inteligencia, mas no colma la aspi- el plano del pensamiento lógico, uno y dos son
ración de nuestros corazones a la comunión con el Divi- diametralmente opuestos, al igual que el sí se opone al no
no. La verdad ¿se revelaría acaso como carente de sabor? y éste al sí. Sin embargo, aquellos que se aman quieren
Tal conclusión sería irracional. Si admitimos que ser uno y dos a la vez; para ellos, uno y dos se confunden
nuestros conocimientos dispares encuentran en Dios su en una realidad, sin negar por lo sus
homogeneidad, debemos admitir también que nuestras janzas intrínsecas.
alegrías, pequeñas y grandes, se reúnen asimismo en Él. Si no le mueve el afecto, el ego que se siente
Por eso según los Upanishads el Señor no es sólo verdad, y separado no puede abrirse a una dimensión de uní-
sino igualmente felicidad; y al percibirlo en este segundo semejante transmutación se le antoja un
aspecto es cuando nuestra experiencia del Divino devie- posible. He ahí por qué muy a menudo al hombre le
ne efectiva. Ahora bien, aliada a la felicidad, la verdad se cuesta comprender el misterioso impulso que desde el
convierte en amor. Tal es la razón de que nuestros pro- fondo de su alma empuja a veces a un individuo a sacrifi-
blemas se resuelvan en Dios. De no ser así, las escisiones carse por otro. En cambio, las reacciones dictadas por el
seguirían siendo escisiones, la existencia de elementos in- egocentrismo le parecen del todo naturales.
compatibles sólo provocaría colisión y caos, la muerte no A decir verdad, declarar que todas las cosas se unen
sería sino desgarramiento. Puesto que la armonización de en Dios no equivale a enunciar un simple principio filosó-
todas las cosas en el seno del Absoluto no es el resultado fico, sino a formular una verdad de orden afectivo. Por-
de una hábil trabazón mental, sino la expresión misma que es amor, el Señor puede hacer de dos uno, y uno tro-
del amor divino, la unión final resulta ineludible. Con- carlo en dos. Nuestra facultad innata de querer a seres y
flictos y separaciones carecen de valor de eternidad. cosas nos revela, sin ningún género de duda, que si el uno
Sustentemos o no otras certezas fundamentales, nos es verdad, lo múltiple es asimismo verdad. Ahora bien, no
es dado captar, en lo más profundo de nosotros, un he- se llega a tan turbador conocimiento mediante el ejercicio
cho esencial: sólo la abertura del corazón permite conci- de la razón; sólo es desvelado a aquellos que aman.
liar los antagonismos. Pone fin a las discordias, allí don- Así, los Upanishads no hablan del Divino sino yuxta-
de la argumentación y el trabajo en común se ven poniendo las expresiones antitéticas. Es uno y sin atribu-
impotentes para lograr que surja el entendimiento. Cuan- tos, y no obstante, a través de sus fuerzas diferenciadas
do la compasión y la ternura despiertan, ¿acaso no vemos determina -Él, que está más allá de toda diferen-
a ciertas personas, hasta el momento siempre dispuestas ciación- el genio peculiar de cada raza o cada especie.
a despellejarse mutuamente ante la perspectiva de ínter- ¿Cómo el uno puede ser el ordenador de lo múltiple?

52 53

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La morada de la paz La armonización de los contrarios

Porque, al ser amor, no podría ser uno solamente; po no amor, se trata de vanas es a un
eso crea y anima a todas esas miríadas de seres. tiempo con y sin atributos. Es el yo y es el no yo. El amor
Estático, llena el espacio infinito, mientras que en 1 no puede existir sin el yo y sus atributos, pero tiene su
infinidad del tiempo ordena y actúa. Es la inmovilidad y fuente en el no yo. Semejantes cuestiones suponen pura
es el movimiento. Tales estados contrarios se hallan pre- dialéctica y no pueden siquiera rozar la realidad divina.
sentes en cada uno de nosotros, y es nuestra aptitud para Según el pensamiento religioso de Occidente, el
amar lo que los mantiene en equilibrio. En este mundo. hombre, aun cuando avance sin cesar acercándose
movedizo, nuestra conciencia sólo se apacigua y se afirma vez al Señor, no puede en esta tierra formar uno con
ante objetos o seres que despiertan nuestro interés o a los Él de manera perfecta. No obstante, en los
que tenemos afecto. De lo contrario, uno se limita a rozar afirma a la vez que todos tenemos la facultad
superficialmente las cosas, o a hacerse cargo de ellas de íntegramente al Divino en este mundo y que nadie, em-
vez en cuando para abandonarlas de inmediato. Sin em- pero, está en condiciones de lograrlo; se dice que no po-
bargo, cuando el hombre consigue estabilizarse al contac- demos elevarnos hasta el Supremo y que, pese a ello, nos
to de aquello que conmueve su sensibilidad, se muestra es posible fundirnos en Él. En parte alguna se enuncian
más apto para la acción y su energía propia se manifiesta•. con mayor claridad tales afirmaciones contradictorias
de manera más poderosa, pues allí donde reína el amor, lo que en dos líneas de un mismo versículo; según esas lí-
que es fuente de estabilidad engendra la condición inver- neas, aunque el pensamiento, e incluso la inteligencia en
sa: estatismo y dinamismo coexisten el uno para el otro. sí, no puedan sino quedar insatisfechos si intentan por sí
En el ámbito del comercio o de los intercambios ad- mismos llegar al Inefable, Dios puede no obstante ser co-
' nocido de manera tan completa que la beatitud colme al
quirír un bien o desprenderse de él son actos de orden di-
ferente, inherentes a situaciones inconciliables. Mas para ser y éste ignore por siempre jamás el miedo. Sí, el cono-
el corazón poseen igual valor: un don a la persona amada cimiento verdadero -y no una simple iluminación men-
es también un don para uno mismo. En efecto, dar y re- tal- tiene el poder de eliminar todo temor. Pero enton-
cibir constituyen fuentes de alegría, y en la alegría, el ces se trata de una percepción total, que compromete al
debe y el haber se confunden. Igualmente, Dios, en una ser entero e implica una verdadera fusión con Dios, en la
oblación que es felicidad y en un juego que es amor, se adoración y la felicidad. Tal conocimiento trasciende a
derrama en toda su Creación y se encuentra al darse. Para un tiempo el saber y el no saber. Para aquel que ama, en
aquel a quien embarga la ternura, tanto el acto de ofrecer efecto, no existe foso infranqueable entre conocer y no
como el de recibir constituyen dones. conocer. La esposa tal vez no se haga una idea muy clara
La filosofía argumenta sin cesar: ¿Dios es ser o no ser? de la compleja personalidad de su esposo; sin embargo,
¿Con o sin atributos? ¿Personal o impersonal? En el pla- puesto que le quiere y en la ternura de que le rodea en-

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La morada de la pac La armonización de los contrarios

cuentra su alegría, le adivina mejor de lo que podría 11unciar estas palabras inconcebibles: «Él, gue es el
cedo cualquier psicólogo, Aquello que la inteligencia eador de todo cuanto existe, es nuestro padre, es nues-
discierne, el corazón lo percibe de inmediato, amigo», ¿Cuál es la visión más sublime? ¿La del Crea-
El gran misterio del amor es el hecho de que per r, plena pureza, pleno conocimiento, plena libertad?
al Infinito definirse en lo finito, paradoja a la que la ra la de Dios, el padre, el amigo, el esposo que, para co-
no puede dar explicación lógica, :Íi;unicarse con cada ser, se vuelve dependiente de su Crea-
De la lectura de nuestros textos sagrados pareced hón? En verdad ambos rostros del Divino, tal como el
prenderse en ocasiones que entre el ser liberado y aq t,omhre los presiente, son tan sublimes el uno como el otro,
que permanece esclavizado media tal distancia que no El estado de dependencia nos parece tan inferior que
es posible encontrarse, Por eso se nos conmina a d ,hemos acabado por asociarlo a una noción de indignidad,
prendemos de todas y cada una de nuestras ataduras, >-y ése no constituye sino uno de los numerosos pensamien -
fin de lograr la suprema liberación, El pensamiento oc erróneos que nos dicta nuestra. ceguera.. Así, para mu-
dental, por su parte, no deja de imprimir en nuestra me ,chos el concepto de pequeñez evoca el desprecio y la pala-
te la idea de que la independencia es el objetivo más «grande» es sinónimo de noble (¡como si la nobleza se
vado que quepa alcanzar, Mas sabemos gue existe fmídiese matemáticamente' J, Asin1isrno, adjudicarnos a la
campo -el amor- en el que dependencia e indepe \,ídea de límite un valor peyorativo, por no haber percibido
dencia poseen idéntico valor, Cuando se ama, el júbilo ; su sentido reaL Y sin embargo, tenernos también ahí uno
sentirse unido al otro no va ni un ápice en zaga al de p , de los más extraordinarios misterios de la Creación, Los lí-
der disponer libremente de uno mismo, mites, en verdad, permiten la manifestación del Ilimitado,
i
Dios es simultáneamente libre y no libre, y tal percepción rebasa el entendimiento,
ra libre infinitamente, permanecería por siempre estát( El espíritu humano no puede abrazar todos los múl-
co, no actuante, Si no se ligase al mundo, la Creación n tiples aspectos del Espíritu supremo y sus atributos sin
podría existir, o bien la Creación existente se hallaría de , cuento, ni representarse claramente su proceso de mani-
provista de sentido o de leyes, El aspecto de plena feliá festación, De un elemento emana otro elemento, de un
dad mediante el cual se manifiesta es también el que le li ¡¡tributo otro atributo, de una energía otra energía nueva,
1
mita y vincula, Se hace nuestro, se vuelve perceptible sin que nada sea nunca aniquilado, Entonces, ¿qué son ¡',

través de la belleza de las formas y se une a cada uno d los limites, si se desvelan a la vez en una secuencia de
i ¡
nosotros en una relación de intimidad, Se convierte e transmutaciones sin fin y en una inconmensurable multi-
1
nuestro amigo y nuestro padre, Pero jamás habríarno tud de estructuras variadas hasta el infinito?
l
podido sentir su presencia si no hubiera elegido limitar ¿Quién, al entrever qué esplendores implica la palabra ',
I,'
a nuestras medidas, Jamás hombre alguno habría podid «lúnites», se permitiría jamás menospreciarla? No obstan- '1
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La morada de la paz La armonización de los contrarios

te, el hecho de que la verdadera significación de ciert fin de que la vida pueda fluir en ella desde todas partes.
términos se nos escape, cuando lo cierto es que los empl Al igual que la madre cuida de su hijo, y el amante de
amos a diario, es cosa perdonable. Pero ¿cómo osam bienamada, el Sefíor toma a su cuidado a cada ser, del
arrogarnos el derecho de considerar con desdén las forma uno al otro confín de su universo. Y puesto que se sitúa
creadas que definen sus fronteras? Lo finito no es en modo de ese modo al servicio de sus criaturas, el hecho de ser-
alguno menos prodigioso que lo infinito, ni lo manifestado: vir se engalana con una infinita nobleza,
menos digno de respeto que lo no manifestado. Podía dotar de magnificencia y brillo a este universo
En lo que respecta a las palabras «dependencia» sin límites, mas ¿por qué tantos esfuerzos para hechizar
«índependencia», por lo general nos contentamos con< nuestros corazones? ¿Por qué tejer entre el mundo y no-
oponerlas una a otra, sin tratar de captar su sentido pro- · sotros tamaña multitud de lazos amorosos? ¿Por qué bor-
fundo. No percibimos que se relacionan con dos maneras dar, sin necesidad esencial, la increíble complejidad de esa
de ser complementarias, que deberían coexistir en noso- tela viva que, desde el átomo hasta el hombre, enlazando
tros y presidir juntas nuestra relación con el mundo. De· todo con todo, embruja y deleita a nuestra alma? Es con el
forma consciente, sólo hacemos objeto de nuestros deseos' fin de poder, en todos los planos y de todas las maneras
a la una o a la otra. Únicamente nuestro sediento corazón,'} concebibles, expresarse en lo más recóndito de la persona
aspira, en lo más hondo de nosotros, a la armonización ' humana: « Ves, yo te hago el presente de mi felicidad, ofré-
de ambas, pues el amor sólo se eleva por encima de toda ceme tu alegría a cambio». Así nos habla, Él, que a cada
limitación cuando incorpora plenamente los lazos mis- instante sintoniza con el ritmo mágico de lo finito para
mos 'que parecen mantenerlo cautivo. Si bien no existe que se desvelen toda la música y la poesía del amor.
mayor independencia que aquella que él revela, tampoco Sin embargo, allí donde nuestros sentimientos no se
existe dependencia más completa. armonizan perfectamente con la presencia divina, nacen
Por los visnuistas 1 sabemos qué gloriosas cimas pue- ondas disonantes que se propagan por doquier en el uni-
de alcanzar el estado de dependencia. No vacilaron en verso, provocando sin solución de continuidad el sufri-
proclamar, con pasmosa audacia, que Dios se encadena a miento y las lágrimas, Pese a ello, te niegas, oh tú, que
sus criaturas y que ese honor supremo constituye el fun- eres todo amor, a adueñarte de nuestros corazones por la
damento de toda existencia. Nuestro mayor título hono- fuerza. Sólo buscas hechizar y seducir, hasta el día en
rífico, afirman, es el hecho de que el Creador no pueda que, llorando de alegría, nos ofrezcamos a ti en una dádi-
disociarse de su Creación, cuyos límites ha hecho suyos, va íntegra de nuestra persona y saldemos al fin nuestra
deuda de amor. ¡De ahí tantos aplazamientos, de ahí que
l. Adoradores de Visnú, cuyo culto se centra esencialmente en el cuando llega la noche nunca estemos del todo dispuestos
vínculo amoroso con Dios. a acogerte, a ti, oh bienamado de nuestra alma:

58 59
El objeto de nuestras plegarias

EL OBJETO DE NUESTRAS PLEGARIAS uestras reacciones frente a los acontecimientos cotidia-


.nos son asimismo desproporcionadas: palabras insignifi-
.cantes nos hieren en lo más hondo, un incidente trivial es
· susceptible de revestir a nuestros ojos la importancia de
una catástrofe.
La fuerza de la gravedad aumenta cuando la atrac-
¿Qué esperamos, dia tras día, de ese momento de cansa-, ción del centro sobre la periferia se hace más potente. Los
gración al Divino? No otra cosa que la paz del alma, una objetos que en la Tierra alzamos sin el menor esfuerzo
paz envolvente que nos protegerá del mundo, como la nos aplastarían con su peso en Júpiter, pues allí la fuerza
sombra del baniano nos protege del calor del soL centrípeta es infinitamente superioL En nosotros se pro-
Con todo, una plegaria limitada a la paz interior no duce un fenómeno similar. Nuestro egocentrismo es tal
puede aportar frutos duraderos, Debemos ampliar el que hacemos que todo gravite en torno a nuestra perso-
campo de nuestras aspiraciones, El enfermo que arde de na, hasta el punto de que el universo individual se vuelve
fiebre sólo tie!)e un deseo: que ese fuego deje de consu- más pesado día tras dia. Cuando todo converge hacia el
mirle. Si corre a zambullirse en agua fría, el bienestar ego, nos sentimos constantemente oprimidos: simples
subsiguiente será de corta duración, y acaso su impru- fruslerías, las frases más anodinas, nos dejan abatidos. Así
dencia provoque una nueva subida de la fiebre. Al no las cosas, si perdemos de vista nuestros problemas duran-
buscar sino un poco de frescor, en vez de la curación ante te un momento, por efecto de algún sosiego temporal,
todo, no obtiene ni lo uno ni lo otro. ¿qué beneficio obtendremos con ello a largo plazo?
Sin el amor, la paz no nos es de ninguna ayuda. Si Sin embargo, toda opresión se desvanece cuando el
nuestra plegaria nos procura algo de tranquilidad, si un corazón se colma de ternura. La razón es que el polo de
dulce sosiego nos penetra por un momento, corremos el atracción de la conciencia se desplaza: ya no está dentro
riesgo de engañarnos e imaginar que se ba conseguido de uno mismo, sino en el exterior. El día en que se con-
todo. No obstante, nuestros problemas no pueden resol- suma la unión con el ser amado, el resplandor del cielo
verse de ese modo. No tardamos en darnos cuenta de que parece más luminoso, el bosque más verde; sobre todo, el
en nuestro interior nada ha cambiado, y que nuestras re- peso de las cosas se vuelve más ligero. Si nos cruzamos
laciones con los seres y las cosas apenas han mejorado. con un mendigo, le tendemos un billete en lugar de la pe-
De hecho, conservamos frente al mundo exterior idénti- queña moneda habitual, como si el dinero hubiera perdi-
ca actitud a la de un enfermo para quien el menor enfria- do de pronto a nuestros ojos dos tercios de su valor. Ta-
mento de la atmósfera posee la aspereza de un frío gla- reas que ayer se nos antojaban agotadoras las llevamos a
cial, a quien el más mínimo contacto arranca un grito. cabo hoy sin fatiga; ni siquiera el trabajo impuesto cons-

60 61
La morada de la paz El ob;eto de nuestras plegarias

tituye ya una pesada carga. Los problemas económic r las aguas estancadas de este mundo, ni de desenca-
siguen estando ahí, el esfuerzo que hay que realizar no h rla penosamente con ayuda de una pértiga. Las fuerzas
cambiado un ápice, mas nuestra sensación de agobio { ,;vivas del corazón, hendiendo las olas, nos llevan hacia
menor. Y eso porque al presente hemos dejado de pensa · alta mar, con todas las velas desplegadas.
únicamente en nosotros mismos. El hecho de amar, gra;_f Hasta que no nos dejemos capturar así por el amor,
cias al cual el ser entero se tiende hacia el otro, vuelve enC todo recurso a la paz se revelará vano. Para eso, mejor la
un instante la existencia más liviana. insatisfacción, mejor dormirse con un nudo en la gargan-
En el ámbito espiritual, nuestras plegarias deben ta y despertarse igual. ¡Oh Señor, no nos dejes jamás pu-
aportarnos frutos equivalentes. En tanto que nuestras ac- drirnos en las aguas estancadas 1
tividades cotidianas no se tornan más leves, es evidente_
que el objetivo no se ha logrado. Si el dinero sigue preo-, Al amanecer, cuando la noche abre sus puertas para
cupándonos hasta tal punto, si las cargas materiales nos · acoger el resplandor velado del alba, ¡ojalá entrevea, muy
parecen igual de pesadas, si nos dejamos abatir por bagas· cerca de mí en el claroscuro, el rostro del Amigo supre-
telas, sin poder discernir la futilidad de todo ello, debe- mo! Entonces, aunque las horas traigan alegrías, penas o
mos admitir que por el momento no estamos abiertos del preocupaciones sin cuento, conservaré el recuerdo de su
modo auténtico ni al prójimo ni a Dios. La ceremonia presencia. Sabré que ese día los problemas serán resuel-
nupcial, que habrá de unirnos para siempre al prometido tos y la vida me parecerá ligera.
de nuestra alma, no puede celebrarse todavía. Oh Amigo bien amado, sólo cuando no me siento
En tales condiciones, ¿qué aportan unos minutos de amado por ti apelo a la paz del alma. En tales momentos,
serenidad? Nada, salvo la ilusión de haber llegado al tan impotentes se revelan mis propios recursos que no
cabo de nuestros esfuerzos, así como cierta satisfacción puedo soportar el menor conflicto. Mas en cuanto vuelvo
que no tarda en disiparse. El amor es a un tiempo paz y lo a tomar conciencia de tu amor, afronto tensiones y sufri-
contrario de la paz. Como el océano sometido al flujo y mientos sin inclinar la cabeza. De ese modo se manifies- ¡ ,¡
reflujo de sus aguas, no sólo ofrece la tranquila plenitud tan en mí tu presencia y tu acción. Amigo, cuando en lo '

de una mar quieta, sino que se revela asimismo ardiente e sucesivo te dirija una plegaria, ya no será la paz lo que im-
!I,
impetuoso. Si con la marea alta se limita a sostener nues- plore. Sólo aspiraré a recibir tu amor, ya sea aparente-
tro esquife por encima de los remolinos, con la marea mente portador de alegría o de dolor, de tranquila sere-
baja nos arranca del estancamiento. Cuando nuestra bar- nidad o de encendido ardor.
ca está a punto de embarrancar en la arena, nos arrastra Sea cual fuere el rostro con el que aparezcas ante mí,
en sentido inverso hasta la cima de las crestas. Y a no se ojalá pueda exclamar al punto: «¡Oh Amigo, te reconoz-
trata, pues, de tirar mejor o peor de nuestra embarcación co! ¡Amigo, mi corazón sabe quién eres!».

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Una plegarla

UNA PLEGARIA Tales palabras no son el resultado de un severo


aprendizaje. No había adguirido el arte de distinguir lo
efimero de lo eterno ni por la reflexión, ni por la medita-
ción. No obstante, llevaba en su corazón una piedra de
toque que le desvelaba al primer contacto el verdadero
valor de las cosas de este mundo. Así, era capaz de decla-
El conocimiento que revelan las Escrituras de la India se rar sin tergiversación: «No es eso lo que yo quiero».
pone de manifiesto muy particularmente en los Upani- En los Upanishads abundan los mensajes de una pro-
shads, los cuales son semejantes al vanaspati, ese árbol funda sabiduría que emana de hombres iluminados, los
de la selva que si bien proyecta una sombre dulce y bien- Rishis de antaño. Sin embargo, sólo m1a voz de mujer se
hechora, no por ello resulta menos poderoso e inquebran- deja oír, y el eco de sus palabras ardientes resuena toda-
table. Al igual que el vanaspati ofrece su ramaje y sus vía en la actualidad. Entre todas esas voces, alternativa-
hojas, los Upanishads ofrecen las delicias de logros espiri- mente atronadoras o impregnadas de una paz que sohre-
tuales sin cuento, pero el tronco constituye la ascesis más_,, pasa el entendimiento, la suya hace vibrar una nota
rigurosa que pueda permitir al hombre elevarse por enci~ nueva, toda ella de sensibilidad y nostalgia. Nos es dado
ma de sí mismo. Aun cuando una ascesis semejante tiene encontrar con suma frecuencia en los U panishads al
el poder de abrir las puertas de los cielos, por la resisten- hombre eterno que vive en el corazón del hombre, mas
cia y la fuerza anímica que implica, permite no obstante he aquí que de pronto se revela aquella que asimismo tie-
que se abra una flor de perfume embriagador, una plega- ne su morada en nosotros: la mujer eterna gue irradia la
ria surgida del corazón: las palabras sagradas de Maitreyí. belleza.
Cuando el Rishi Y ajnavalkya, a punto de retirarse del' A ella ofrecemos los bienes que amasamos, ofrece-
mundo, quiso dejar sus bienes a sus dos esposas, una de mos nuestras riquezas y nuestros éxitos. Le decimos:
ellas, Maitreyi, le preguntó: «Dime, ¿esas cosas me otor- «Toma. Conserva estas cosas. Te pertenecen». Es el prin-
garán la inmortalidad?». Él respondió: «No, por supues- cipio masculino subyacente en nosotros el que, sin solu -
to, pero nada te faltará. Ambas viviréis rodeadas de co- ción de continuidad, a costa de tantos esfuerzos y penali-
modidades, como tantos cabezas de familia provistos de dades, amontona sus ganancias y se las cede: «Todo es
un techo, un rebaño y todo lo necesario para alimentarse para ti. Engalánate, decora tu morada y vive dichosa».
v vestirse. Tus días transcurrirán del mismo modo que Ella, que aspira ardientemente al Di,~no, recibe todos
transcurren los suvos». Y entonces Maitreyi exclamó:· esos dones sin comprender muy bien su sentido, mas no
«¿De qué sirven todas esas cosas si no pueden darme la osa creer, en un primer momento, que no le sean de nin-
inmortalidad?». guna utilidad. «Acaso -se dice- sea eso en verdad lo

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La morada de la paz Una plegaria
que busco,» Ahora bien, incluso si, habiendo recibid No obstante, nuestra alma busca un punto de anclaje
tanto, llega al extremo de pensar que no se le podría ha/ fijo que no tenga que dejar algún día tras de sí, un punto
cer el presente de nada nuevo, su sed permanece insacia- de anclaje tan inquebrantable que pueda decirse: «i\l
ble, De lo cual deduce que todo don debe de ser insufi-
presente ya no tengo nada que desear». As~ira a u:n esta-
ciente en sí mísmo, gue necesitaría más dinero, honores},, do en que ya no quepa hablar de desgarramiento rn de se-
poder. Sus exigencias se exacerban y la arrastran a un paración, en que tenga la seguridad de,haber escapado
proceso sin fin, Así, un día acaba por reconocer que lo por siempre jamás de la muerte, Mas ¿existe una sola per-
que de verdad quiere no son esas cosas que pasan y pere- sona, un solo objeto que pueda tener pata nosotros valor
cen, sino los valores eternos, Y llega un n101nento en que, de tan seguro capital, de recurso hasta tal punto carente
tras rechazar, corno otros tantos vanos oropeles, los bie~- de fallas que jamás vuelva a faltarnos nada?
nes acumulados a lo largo de la vida, sólo le resta excla- Tal es la razón de que a Maitreyi, cuando su marido,
mar a su vez: «¿De qué sirven esas cosas sí no pueden que está a punto de abandonarla, le cede sus posesiones,
darme la inmortalidad)»,
sólo le quepa protestar: «Pero ¿ de qué me servirán esas
¿Cuál es, por consiguiente, el significado exacto de cosas) Es la inmortalidad lo que quiero», De hecho, pre-
las palabras de Maitreyi? ¿Todo se reduce para ella a sentimos lo que entiende por ese término, pues en oca-
conservar por siempre viva su envoltura carnal? ¿Expre- siones lo degustamos por anticipado, De no ser así, su
sa el deseo de subsistir eternamente tras la muerte, en nostálgico llamamiento no despertaría eco en nosotros, Si
una dimensión diferente, según un distinto modo de ser? en este mundo, en todo lo que existe, es lo eterno lo que
No, Es evidente que no aspira a la inmortalidad del cuer- , buscamos, ello se debe a que en algunos instantes precio-
po y que no pone de ningún modo en duda la del alma, sos gozamos de la experiencia de la eternidad,
¿Qué forma de inmortalidad busca, pues? Y tales momentos son aquellos en que emerge la fa·
En este mundo, nos dice, nuestros centros de interés coitad de amar que habita en nosotros, pues entonces se
varían sin cesar; pasamos de uno a otro sin detenernos nos revela un tanto el auténtico sabor de una vida que no
nunca, Es más, si los objetos que ocupan nuestros pensa· conoce fin, En efecto, el amor, fuente perpetua de reno·
mientas y suscitan nuestras emociones se muestran siem- vación, el amor, para el que la muerte es no existente,
pre movedizos, nuestro espíritu y nuestro corazón, en sí proyecta como un reflejo del Infinito en lo finito, Cuan-
mismos, no son menos inestables. Cada vez que nos ve- do roza con levedad nuestra alma, a través de los múlti-
mos obligados a abandonar al ser o la cosa que temporal· ples seres y cosas que pueblan nuestro universo cotidia ·
mente nos ha servido de soporte, es un aspecto de naso· , no, percibimos, allende la muerte, la presencia del ser
tras lo que muere, y esa sucesión de muertes parciales ' supremo, esencia de nuestros afectos terrenales, Y cuan-
prosigue sin tregua,
do en lo más profundo experimentamos un intenso deseo

66 67
La morada de la paz Una plegarla

de unión total con el Dios de amor, apartamos sin pesa, SL es una voz femenina la que nos ofrece esa plegaria,
<lumbre de nuestro camino los objetos que no puedell salida de las zonas secretas de la personalidad; es a una
colmar nuestras expectativas. También nosotros excla-: mujer de corazón consumido por el amor divino, consa-
mamos: «¿De qué sirven todas esas cosas si no pueden grada por entero a una única búsqueda, a la gue le es
conducir a la inmortalidad)». ' dado expresar de ese modo la más poderosa aspiración
Tales palabras. surgidas en primer lugar de la boca de· del alma hlLmana.
una mujer, esas palabras que brotaron de su alma de Oh tú, que eres verdad, tómanos en tu seno, más allá
modo espontáneo, sin la ayuda del pensamiento ni del de toda no verdad, de lo contrario nada vendrá jamás a
raciocinio, siguen siendo a perpetuidad conmovedoras, alimentar las fuerzas del amor que viven en todo hombre,
luminosas, imbuidas de desgarradora sinceridad. «No es Oh tú, que eres luz, llévanos lejos de la oscuridad, de lo
una casa lo que quiero, ni posesiones cualesquiera; ¡es la contrario esas fuerzas permanecerán cautivas en nuestros
inmortalidad, es el amor!». ¡Qué apremiante grito delco- corazones y en ningún momento podrán revelarse. ¡Oh
razón! tú, que eres inmortalidad, guárdanos en tu infinitud más
Ese grito del corazón posee la intensidad de una ple- allá de la muerte', de lo contrario tu amor, perdido en el
garia, de una plegaria total que carece de equivalente en fondo de nuestro ser, vagará sin tregua, como el viajero
otras Escrituras, y esa plegaria de mujer, esas palabras extraviado cuando llega la noche. Oh tú, que eres plena
trémulas, es portadora de un mensaje indestructible que manifestación, revélate en cada uno de nosotros, y así el
conmueve lo más profundo de cada uno de nosotros. En amor de nuestra alma dará sus frutos. Tú eres el eterno
verdad es la plegaria única que nos habita a todos y que · manifestado: entra en nuestros corazones y hazte nues-
de era en era, a lo largo de la prodigiosa historia de la hu- tro, a fin de poder expresarte sin trabas a través de nues-
manidad, jamás ha cesado de resonar. Maitreyí, joven tra individualidad.
profetisa de los tiempos antiguos, tras haber dejado sur- Oh tú, Rudra el destructor,1 terrible e implacable; tú,
gir esas palabras de lo más recóndito de su ser, se irguió que te sumerges en la noche del mal y asumes la aparien-
con las manos juntas y el rostro, húmedo de lágrimas, cia de la separación, del dolor y de la muerte; oh tú, pese
vuelto hacia el cielo, para salmodiar el ardiente hechizo a ello pleno esplendor y absoluto amor, aparece con tus
que vibra en nosotros a perpetuidad: múltiples rostros ante nuestros ojos interiores. Es en tu
presencia en el fondo de nosotros donde reside la sal-
De lo irreal condúcenos a lo real. vación de nuestra alma; por ella descubrimos la verdade-
De las tinieblas condúcenos a la luz. ra vida, una vida que ya no tendrá fin. Es en tu amor, en
De la muerte condúcenos a la inmortalidad
L Rudra es el aspecto del Divino que destruye d error y el mal.

68 69
La morada de la paz

tu esplendor sin par, donde conoceremos, en definiti PASIÓN Y EXTRAVÍO


la liberación eterna.
Y tú, Maitreyi, pura y viva llama de aspiración,
nosotros; ocupa tu lugar en nuestros corazones, aplast'
dos por la pesada carga de este mundo. ¡Que tu voz, q
jamás ha de morir, nos repita de nuevo y siempre tu pl
garia para la inmortalidad! Y, no me cabe la menor du CQuien opta por la vía del corazón debe guardarse de even-
al respecto, inconmensurables serán para nuestra alm ':ruales extravíos. Amar como aman los humanos es, en
los beneficios que obtendrá de ello. ,cierto plano, fuente de extremas delicias, mas si uno se
>abandona sin freno a los placeres de los sentidos, no tarda
caer en la trampa. Pronto el goce parece el único obje-
'to que merece ser alcanzado. Uno se deja embriagar, sin
'j:,oder ya resistir la tentación. Quitamos importancia al va-
lor del esfuerzo y nos desviamos de las alegrías más puras
',que proporciona el conocimiento. El trabajo parece caren-
)e de interés y vana la experiencia que de él se desprende.
Semejante conducta equivale a talar el árbol para co-
er las flores. Supongamos que éstas nie maravillan por
O'su delicadeza, hasta tal punto gue el tronco, en compara-
'tión, me parece pesado, burdo, y gue ya no veo en él sino
un obstáculo. Si decido desarraigar el árbol para apro-
'piarme de sus adornos, las flores ciertamente serán mías
,'sin esfuerzo; incluso conservarán su esplendor durante
''.'algún tiempo todavía. Mas habré quebrado su soporte,
'habré detenido la corriente vital que aseguraba su cons-
tante renovación y ya no volverán a abrirse cada mañana.
Un ejemplo de disciplina y de mesura nos lo ofrece la
'Poesía. El placer que con ella obtenemos es un placer com-
'pleto, pero ¿en gué elementos precisos se basa? Hay tres
ti:¡ue son esenciales. Uno concierne a la prosodia propia-
. ente dicha, es decir, al ritmo y los sonidos, a lo cual se

70 71
La morada de la paz Pasión y extravío

suma el arte de vestir las ideas y de ligarlas entre sí, de t ·a, librada sin freno a delicias artificiales, llega en oca-
suerte que su formulación sea pura belleza. En poesía, . iones a considerar su extravío un estado superior, un lo-
expresión no puede dejarse al azar; obedece a reglas estri o en sí mismo. Sin embargo, la borrachera mental y
tas. Si se desliza la menor disonancia en un verso, si se ro :,emocional no es en modo alguno comparable a una reali-
pe el ritmo siquiera un poco, el oído resulta afectado y J'dad espiritual, por elemental que ésta sea. Asimismo, la
pensamiento parece oscuro. Por eso el poeta debe respe concupiscencia no constituye amor, al igual que la inco-
las leyes de su arte, antes que dar libre curso a su fantas ercible fuerza nerviosa del enfermo en pleno delirio no
Otro punto de importancia es el discernimiento. La: >reviste idéntica naturaleza que la sana energía del cuerpo
verdadera poesía encierra siempre una cualidad impon'} que goza de buen estado de salud. A decir verdad, el sen-
derable que responde a las necesidades de la inteligenci ·.· . timiento de exaltación y de poder que a menudo se aso-
y estimula las facultades mentales. Si el poeta adopta a tales estados espurios no resulta en modo alguno
como tema una noción tan fantástica que no aporta el me/ saludable. A cierto nivel, las potencialidades parecen am-
nor alimento al espíritu, o si deforma hasta tal punto la re/ plificarse desmesuradamente, pero la persona en su con-
alidad de las cosas que la razón resulta ofuscada, priva d~ junto sufre sus efectos nocivos. Los aspectos del ser
todo sabor a sus poemas. Como resultado, su lectura nq1 directamente lesionados no son los únicos que se ven
puede ser fuente de satisfacción profunda y durade afectados; en los ámbitos en que las energías resultan
El tercer aspecto que se debe tener en cuenta es el se como decuplicadas por el frenesí que se adueña de los
timiento, pues si un poema nos seduce es por la emoci, sentidos, la personalidad tampoco sale indemne. En efec-
que suscita. La gran poesía satisface al oído y al sentido es: ' to, si todos los elementos del organismo funcionan al uní-
tético, luego a la razón y, por último, a la sensibilidad, has. sono, cada uno de ellos se beneficia de su unión con los
ta tal punto que todo en nosotros saborea sus riquez demás; y a la inversa, si uno de ellos se desarrolla de ma-
Así, deja en el fondo del ser una huella indeleble, mientra nera anárquica y provoca un desequilibrio, no sólo perju-
que una poesía que no responde a esos criterios funda dica a los otros elementos, que se marchitan y se echan a
mentales no es sino parodia y se olvida de inmediato. perder, sino que se destruye a sí mismo. Por eso, cuando la
El equilibrio de la naturaleza humana se basa en prin facultad de amar se toma embriaguez, en detrimento de la
cipios del mismo orden. En efecto, el placer, en una for verdad y el conocimiento, las cualidades de comedimiento
ma corrompida y excesiva provoca embriaguez, al ig
1
Y autodominio que constituyen su justa expresión se ven
que la alteración de los azúcares incluidos en las confí reducidas a la nada. El espíritu febril se deja arrastrar a un
ras o la miel hace que reviente el tarro. Por efecto de t elirio de la imaginación, y el impulso hacia el otro, ahora
ebriedad, el hombre pierde todo control sobre sí mism controlable, parece renegar de sus propios fundamen-
y se convierte en presa de febril excitación. Y la conde tos, al despojarse de toda dulzura, gracia o armonía.

72 73
La morada de la paz Pasión y extravío

Si seguimos la vía del corazón, debemos campo · bias y un frío mortal. La pasión que, al no conocer ni
nos de todo punto como la casta esposa .de nuestras eno ni mesura, no está en condiciones de propagarse de
crituras. Nuestros sentimientos deberán expresarse · anera armoniosa por doquier, provoca que de modo si·
pudor y discreción; tendremos que dar prueba de clise · ar su fuego destructor converja sobre un punto preci-
nimiento y buen sentido; en definitiva, el hecho de . Fuera de él permite que subsista una cruel indiferen·
habrá de hacer surgir a la superficie la belleza oculta. a, sobre la cual no proyecta ni calor ni brillo.
nuestra alma. Así se manifiesta el amor verdadero. En nuestra urbe mental, el advenimiento de un afee.
amor semejante, cálido pero contenido, todo él delica casto no provoca el menor estrago: el pensamiento
za y pureza, se expande, siempre similar a sí mísmoi permanece lúcido, la razón conserva su integridad. Con
todas las circunstancias de la vida: el vaivén cotidiano, todo, ¡m sentimiento tan puro no florece en aquellos gue,
trabajo, los intercambios, los pequeños o grandes acon 'encastillados en sus prejuicios, no están en condiciones
cimientos, el sufrimiento o la alegría. ele emitir un juicio sano; tampoco podría desarrollarse en
Sí, el amor digno de tal nombre se adorna espontá°' 'aquei que, al igual gue un animal, se deja cegar por sus
amente de reserva, como con un velo de sutil pudor>' instintos. El amor verdadero implica abertura y claridad
través del cual se prodiga libremente; de lo contrar' · e espíritu. La persona en quien surge jamás es víctima
puede revelarse semejante a un fuego devorador, susc · ¡:le una imaginación desbordante, sino que quiere descu·
tibie de socavar las realizaciones de toda una vida, de hrir al ser amado en toda su verdad. La sola idea de una
rromper la inteligencia o de destrozar una familia, mi relación pasional, que podría ocasionar una degradación
tras él mismo se consume en poco tiempo. Ahora bien;,, ;de su facultad de justa comprensión de las cosas, le resul-
esposa naturalmente casta, que en ningún momento-/ fa intolerable. Su mayor temor consiste en perder toda
deja llevar por sus emociones, dispensa sobre todo y ,darividencia, por efecto de un ardiente deseo de pose- ,¡,
bre todos la ternura que hay en ella, iluminando a to i'sión, y en sumirse beatíficamente en un estado de satis·
las personas sin riesgo de quemar a ninguna. acción ilusoria, a semejanza de ciertas aves de corral,
En nuestro universo físico existe un filtro que eje '.tan ávidas de incubar sus huevos que no vacilan en incu· i[i!
funciones análogas: el aire que respiramos. Dado que har una simple piedra de forma similar 1
miza el fulgor del sol, la Tierra puede difundir la luz Quien ama con un amor puro teme entregarse sin
,'·1,
'
toda su superficie, con tanta generosidad o parsimo discriminación, movido por la inmensa necesidad de en-
como se requiera. Sin esta pantalla protectora, los ra rega siempre inherente al amor. Así, sin cesar vigilante, li
tórridos del sol, a la manera de cualquier terrible po onserva en el fondo de sí mismo una llama que ilumina i
aniquilador, abrasarían todo cuanto rozaran, mient. espíritu, al igual que la esposa cuida de encender todas
que allí donde no penetrasen reinarían las más negras, as noches su lámpara, para distinguir claramente en la f' '
1-i,
1,
74 75
1. 1

1,
La morada de la pac Pasión y extravío

penumbra el rostro de su bienamado. El amor verdad as de verdad. Por eso en el Gayatrf,1 mantra que se
en fin, es hechizo. Es fuente de esa alegría luminosa ite al amanecer, se nos conmina, por una parte, a con-
hace aflorar la expresión de una belleza por completo . plar la realidad divina en los tres mundos, mientras
terior. Sin embargo, la belleza del alma no podría ha ... e por otra se nos exhorta a tomar conciencia de lo real
eclosión en ausencia de mesura y de equilibrio, ni flo · r medio de nuestra comprensión personal. El Espíritu
cer en el ser que permite que su inteligencia se envile premo, de donde emana nuestro entendimiento, debe-
El amor se expresa en esos tres aspectos -entt os descubrirlo en nosotros mismos como pum inteli~
controlada de uno mismo, lucidez, claridad espiritual .. cia. Es en el mundo donde debe realizarse la unión
en la plegaria de Maitreyí. Su aspiración a la inmortalid · el Señor, en la conciencia de cada ser donde ha de te·
no deriva de algún impulso sentimental, desdeñoso d r lugar la fusión con la conciencia absoluta. La realiza·
razón v del esfuerzo, ebrio de sí mismo. Ella ruega: « así entendida, puede ser el fruto de la meditación y
no ser ·condúceme al ser; de lo irreal condúceme a lo re l yoga.
Dice: «Aquel a quien quiero unirme es verdad; si no Y Maitreyí termina: «De la muerte condúceme a la
enlazo con Él de todas las maneras posibles, en los vín mortalidad». En este universo donde todo muere, per-
los y en la ley de esta tierra que ha creado, la unión q ítimos que se fragmente y desintegre nuestra aptitud in-
solicito no podrá realizarse». ta para amar todas las cosas. Mas pueda, Señor, tu
Es de pensamiento, palabra y obra como deberrl or indivisible hacer florecer, en una entrega espontá·
aprender a vivir la verdad. En tales condiciones, nues de uno mismo y en una simpatía universal, la semilla
comunión con lo real subyacente en todas las cosas, su amor individualizada que colocaste en nuestros cara·
¡;:
vacente tanto en nuestra propia persona como en las es. Oh tú, plena felicidad, fuente de nuestros placeres
~iedades que creamos, se llevará a cabo de manera P eminados, permite que sus corrientes dispersas se fun-
fecta; de lo contrario, tropezaremos con obstáculos .an en tu océano de gozo y encuentren en él su suprema
cada paso. La vía del corazón es una vía difícil, una vía · lización. A partir de ese momento nuestra alma vivirá
disciplina en la acción, de esfuerzo y de consagració la plenitud, una plenitud basada en la intuición de la
Maitreví añade: «De la oscuridad condúceme a dad, la luz del conocimiento y las puras delicias de la
luz». En e¡te mundo, el Verdadero se manifiesta a par atitud divina. De ese modo se volverá sensible, en el
de multitud de gérmenes inalterables, profundame ndo de nuestro ser, la presencia del Eterno manifesta-
arraigados en todo cuanto existe. Asimismo, en la conci , Y el destructor del error, en su aspecto de amor infi.
cía individual, el Señor de absoluto conocimiento se 'to, nos conducirá hacia la liberación definitiva.
vela a través del conocimiento limitado, propio de ca· ¡I
!I·,:
uno, que emerge de la conjugación de innumerables P Versículo del Rig-Veda. Véase nota de p. 51. 1,
1

76 í7 1.
.
.
La visión

LA VISIÓN que madura durante la noche dentro de nosotros, como


una espiga fecunda que aguarda, en el corazón de nues-
tro ser, el momento de elevarse hacia las alturas del cielo)
Una exhortación, siempre la misma, emana de la luz:
«¡Ve! ¡Una vez al menos, mira y ve!». Alzamos los párpa-
dos y distinguimos formas diversas, Pero en verdad nues-
Día tras día, desde el principio de los tiempos, la luz re-,, tras sensaciones visuales siguen siendo embrionarias:
nace cada mañana, Los primeros resplandores del alba se como el capullo de rosa todavía cerrado, estamos funda-
infiltran en los jardines de flores y difunden en el corazón mentalmente ciegos, T odav:ía no nos ha sido dado cose-
de los capullos recién nacidos un mensaje de esperanza: char los frutos de una vista perfecta, como tampoco cose-
«Lo ignoras todavía, pero pronto tus pétalos se abrirán, charíamos los granos de trigo si la espiga no se írguiese
exhalarás tu perfume y te revelarás, también tú, en toda hacia los cielos, Nuestros ojos, aún sin abrir, constituyen
tu belleza», La aurora derrama asimismo, cual una ben- un obstáculo a la auténtica percepción de las cosas,
dición, su brillo dorado sobre los verdeantes campos de, No obstante, la luz llega cada mañana, desde su leja-
trigo, y les susurra una y otra vez: «Hoy acaso os digáis na fuente, para incitarnos a mirar mejor, Esa palabra ini-
que vuestros tallos de un verde delicado, con los que el,,, ciática, <<¡Ve!», que hace vibrar en nuestro oído, entraña
viento juega y que hechizan la mirada, son todo cuanto una seguridad siempre renovada: en nuestra limitada ma-
jamás tendréis que ofrecer, No obstante, un día brotarán nera de ver se oculta el germen de una mirada nueva, en
de vosotros, fruto de la vida que os anima, grávidas espi- la actualidad medio adormecida, inconsciente de lo que
gas cargadas de semillas», La claridad del amanecer apor- será al término de su lenta maduración,
ta a cada flor no eclosionada la promesa de un pleno flo- No son sólo frases de pura retórica, palabras de poe-
recimiento; al trigo no maduro anuncia las riquezas de la ' ta que se embriaga de sonidos, Tampoco busco transmi-
mies que habrá de venir, Así, todos los días la luz de la tir algún conocimiento de orden metafísico, ni el fruto de
aurora hace bailar entre las flores y el trigo sus rayos mis meditaciones, Se trata simplemente de una evidencia
esperanza, que se impone a la mirada,
Mas esta luz siempre nueva no sólo ilumina los jardi- El universo que la luz del alba desvela no tiene la es-
nes, los bosques y los campos, Todas las mañanas, cuan- trechez de nuestro pequeño mundo personal, con dema-
do entreabre para nosotros las cortinas del sueño, habla a siada frecuencia limitado al lecho y a la habitación donde
nuestra alma, También para nosotros es portadora de es' despertamos, Por doquier bajo la bóveda azul de los cie-
peranza, ¿Acaso no nos deja presentir una realización si-, los y hasta los confines del horizonte, el sol naciente, al
milar a la del capullo de rosa, el pleno desarrollo de alga; adornar el mundo con su resplandor, nos proporciona la

78 79
La morada de la paz La visión

oportunidad de descubrir multitud de seres v objetos uestras percepciones sensoriales? En verdad es a nues-
inusitado esplendor. Lejos de iluminar tan sólo un rinc' tros ojos, nuestros ojos carnales, a los que naturalmente
indispensable para la satisfacción de nuestras necesidad 'se promete un desarrollo trascendental. En caso contra-
cotidianas, vuelve perceptible una inmensidad sin límit rio, resulta vano que la luminosidad del alba nos saque
Esa vastedad, que se revela de nuevo a diario, ¿no rep del sueño; resulta vano que se haya constituido ese uni-
sentará sino el vano despliegue de un tesoro inestima verso grandioso, constelado de astros y de estrellas, ese
derramado en pura pérdida por una mano pródiga) vasto mundo palpitante de belleza y de vida que se mani-
De ese universo de potencialidades sin fin sólo pr fiesta día v noche a través de la diversidad de las formas.
tendemos retirar algo de riqueza y poder, o cierta cel Los hombres clavan la mirada en los espacios sidera-
bridad entre los hombres. Mas el día en que nuestros oj les; sin embargo, las ciencias que se desprenden de sus
se cierren por completo, la prodigiosa oportunidad q observaciones ¿constituyen en verdad el fruto supremo?
se nos presenta, todavía y siempre, de dirigir una mirad Sabemos que la Tierra gira alrededor del sol, que cada
receptiva sobre la infinidad que nos rodea nos será arre una de las estrellas es a su vez otro sol. Ese conocimiento
batada por siempre jamás. El dinero, el placer o el re ¿nos hace aptos para ver de modo menos limitado, para
nombre ¿nos habrán permitido gozar plenamente, descubrir el universo en su inmensidad? ¿Qué beneficio
esta. tierra que es nuestra, de las maravillas que nos es obtenemos con nuestro saber?
cito contemplar, mientras el día naciente viene a santífi,, Ciertamente, éste puede revelarse en extremo enri-
car nuestra mirada? quecedor, aun cuando los aportes sean puramente inte-
La claridad del día, que promete al capullo floral lectuales. Permite acumular preciosas informaciones, no
cerrado en sí mismo una eclosión todavía inconcebibl lo niego. No obstante, aquí se trata de nuestras sensacio-
acaricia nuestros ojos con una esperanza asimismo irra-·" nes visuales propiamente dichas. Lo que hoy disciernen
cional: «Existe otra manera de ver -total, ilimitada- e¡;¡ nuestros ojos no constituye sino una vaga aproximación
gestación dentro de ti. Si cada mañana estoy ahí de nue' de lo que algún día sabrán discernir. De todas esas cosas
vo, es para que sepas que un día florecerá en toda su ple- que nos rodean no existe una sola, ni siquiera una simple
nitud». brizna de hierba, de la que nuestro ojo tenga una justa
No pensemos que se trata de un poder de visión in- percepción.
terna que despertará en nosotros cuando con los párpa El pensamiento pone trabas al crecimiento de la ver-
dos cerrados entremos en meditación profunda. Estamo~l dadera mirada mediante un fárrago de nociones ineptas,
hablando de la vista física. ¿Por qué considerarla una fa, de preocupaciones puramente materiales, las cuales nos
cultad de segundo orden) ¿Acaso somos seres hasta t · hacen incapaces de ver el mundo tal como es. ¡Cuántas
punto etéreos que podemos permitirnos ideas preconcebidas, divulgadas por tantas bocas igno-

80 81
La morada de la paz La visión

rantes, se amontonan en nuestra mente! ¡Cuántas v d . al está demasiado poco desarrollado


uestro po er v1su se árbol de allá la mate-
prohibiciones, cuántas opiniones restrictivas I Cuán . e ociamos reconocer en e
.ara qu , p de la felicidad divina. Aún no estarna~ en con-
términos limitativos emitidos a tontas y a locas: cuerp
ahzac10n 1 . rtal belleza a traves de un
alma, bien, mal, finito, infinito. Nublada por esta masa , . de entrever a mmo ¡·
dic10nes E'l b t'tud esplendor e inmorta 1-
prejuicios, conminaciones y áridas definiciones, la mi humano « es ea 1 , d d
.rostro d' · · s proclamen esa ver a ,
da no puede establecer con la realidad circundante co l 13 11 que nuestros OJO
dad»: e e d .. , , tecrra habrá devenido
tacto directo y no falsificado. .d d latente e v1s10n m º h
su capacr a . do la mirada se vuelva - a-
He ahí por qué todas las mañanas la luz viene a . En ese momento, cuan - l
ef· ecnva.
¡ · ¡ d escunraen'b . , ello- el rostro divino, «e ros-
pulsar de nuestros ojos el letargo del sueño v trata de in
cm os cl1e os, . Entonces nos prosternaremos ante to-
fundirnos un poder de clara y pura visión. «Aprende á' t ro de a arae1a». . 'd d f te
tr . . t de supenon a ren
mirar como el loto plenamente abierto mira el sol», nos das las cosas; nuestro sent1m1en o - ~ ¡ adremos
dice. Mas ¿a quién descubrimos entonces? ¿A Aquel que . l las plantas se desvanecera, ' p
a los .amma es o a sinceridad, estas palabras de los. Upa-
se manifiesta al meditador cuando éste se vuelve hacia repetu, con tod l e anima el umverso
su interior) No. A Aquel a quien se percibe con los ojos.· nishads: «Me inclino antbe Aqued q~ierba hasta el árbol
desmesuradamente abiertos: Él, la Morada de las miría, entero, desde la menor nzna e
das de formas, de donde éstas brotan a raudales de ma, · más poderoso».
nera ininterrumpida desde el origen de los tiempos. Ema-
nando una de otra en un juego sin fin, sin fin se ofrecen a
la vista y al espíritu del hombre. Fluyen de todas partes,
como multitud de cascadas saltarinas que desembocan y
se sumergen en el océano de la eterna belleza. Cuando en
su juego que renace sin cesar sepamos discernir la magni-
ficencia del Sin Forma, nuestros ojos podrán abrirse al
fin al sol de este mundo. Entonces culminará la sacraliza-
ción de la luz del día.
Nadie sabría decir cómo nos aparecerán, cuando los
contemplemos en unión con la plena conciencia, esos ob-
jetos y esos seres que distingue en la actualidad el ojo hu,
mano. Mas una cosa es segura: el mensaje de esperanza
que canta la luz cuando al amanecer viene a iluminar
nuestro universo dista de haberse realizado todavía.

83
82
.· i ;¡
La escucha
'!
!
LA ESCUCHA mente, cuando rutilan y danzan en los cielos siguiendo
ritmos diversos, las ondas luminosas se despliegan en el
interior de nuestro ojo en una amplia variedad de formas,
'I,:¡
pero el oído no percibe sus vibraciones. Si nuestros tím-
,"i
panos dejasen filtrar las modulaciones sonoras inherentes i'i
1

a los juegos de luz, quizá sabríamos reconocer en ellas el


Desde anoche este canto 1 no cesa de resonar en mí. canto de la vina universal.
puedo alejarlo de mi mente: Cuando las armonías de ese inmenso canto del mun-
do se desencadenan a todo nuestro alrededor, no basta
El aire vibra con el sonido exquisito de la vina .. con practicar para ellas una salida hacia el corazón de
En el corazón del blanco loto, en la noche argentina, nuestro ser. Todas las puertas de nuestros sentidos deben
en la oscuta nube, en las negtas tinieblas, abrirse de par en par para acogerlas. Debemos ver, oír,
en el pe,fume de las flores, ozgo elevarse sin /in, sentir, gustar, tocar la prodigiosa orquestación de la sin-
desde lo más recóndito del amo,; los acordes de la vina. fonía cósmica.
Mas si bien el ojo distingue en gran parte el mundo
Desde la terraza contemplaba las estrellas, y ese ver- en derredor, el oído sólo percibe algunas notas del gran
so cantaba en mi alma: «El aire vibra con el sonido ex- concierto. Sin embargo, a lo largo ele los milenios muchos
quisito de la vina ... ». No se trata de simples palabras de poetas han sabido que todo es ritmo, así en el cielo como
poeta, floritura de lenguaje. El día, la noche, por doquier en la tierra: y los místicos de la antigua Grecia, al descri -
en la inmensidad del espacio y del tiempo, todo se estre- birlas revoluciones de las estrellas y los astros, hablaban
mece con una música incesante. de la «música de las esferas». !,j
Cuando a merced del viento las olas retozan con las El artista y el creador tienden a expresar, en grados ;;"¡;

olas, el ojo no es sensible a la unidad y armonía que de- diversos, su percepción o su presciencia de ese ritmo uni- li
terminan sus fascinantes evoluciones; sin embargo, en versal. Si los poetas y los músicos, en especial los «poetas-
nuestro oído su juego se convierte en melodía. Inversa - músicos-intérpretes», tienen a menudo la impresión de
que la pintura resulta menos apta para traducir ese canto
l. Uno de los cerca de dos mil cantos de Rabindranath (entre los
del mundo y para reflejar la armoniosa estructura del
que se incluyen los himnos nacionales de la India y de Bangladesh).
los cuales, a los ojos de muchos indios. constituyen el aspecto esencial
universo, es en primer lugar porque son sensibles esen-
de su obra. cialmente a todo cuanto un cuadro no puede recrear: el
2. Instrumento de cuatro cuerdas, considerado en la India el íos~ movimiento perpetuo que anima todas las cosas, las trans-
rrumento de los dioses. mutaciones incesantes que éstas sufren. No obstante, a

84 85
La morada de la paz La escucha

sus ojos existen otros aspectos de la Creación, más f Del mismo modo, el canto del mundo no podría sub-
damentales todavía, que no se integran en el arte pict sistir ni un solo instante sin Aquel que lo canta. Además,
neo. 110 nace a partir de elementos externos: es suscitado por
El pintor necesita telas, pinceles y colores; son numec.. el espíritu, el aliento y la felicidad del Creador, que nutre
rosas las herramientas de su arre exteriores a él mismo, en su seno la sinfonía entera. Ésta sólo se expande de ma-
Además, las primeras líneas que traza, las primeras cap nera gradual en la manifestación, mas el n1enor motivo
de color que aplica sobre la tela no le permiten presentí que emana de ella la revela por completo, y los ritmos se
qué alegría emergerá del cuadro acabado. Sólo cuando suceden v entrelazan en la felicidad. En fin, si bien el sen-
ha mezclado con largueza trazos y colores se desprendes' tido del mensaje nos resulta poco accesible, las vibracio-
una impresión real de lo que será su obra. Por último, nes alcanzan sin dificultad las capas profundas de nues-
cuando el trabajo ha concluido, sus telas viven, en efecto, . tro ser, y en nuestro espíritu devienen expresión latente
pero sin relación directa con su persona. del Espíritu supremo.
El poeta-músico-intérprete, por su parte, lo extrae' Por eso en el Gayatrí se dice que el Señor, sol del uni-
todo de sí mismo: el goce de crear, su poesía y sus melo- verso, de donde proceden la tierra, el aire y los cielos, in-
días. Nada procede del exterior. Su corazón se expresa sufla a éstos sin solución de continuidad su calor, su po-
directamente, sin intermediario, y ningún elemento de sn der y su llama, mientras que en cada uno de nosotros su
obra está separado de él. Por eso, aun cuando un canto energía primordial se irradia en perfecta inteligencia. Así,
compone un todo, cada compás en sí mismo parece ex, a cada instante brotan de todas partes y se derraman a
presar el alma del compositor. Si bien eso es verdad en el raudales las armonías siempre nuevas de la Creación.
plano musical, cierto distanciamiento podría producirse · . , el Eterno Músico cohnaba con el canto de su
Aver
en lo referente a las palabras, pues para captar su sentido ' vina la soledad y las tinieblas de la noche sin luna; y yo,
se impone un esfuerzo de reflexión. Ahora bien, no hay solo en los linderos de su universo, escuchaba. Enuncie-
ninguna necesidad de comprender la letra de un canto. lo ilimitado, la ejecución divina hacía vibrar las estrellas y
Aun cuando estuvieran desprovistas de significado, no las tejía en una sinfonía de notas inaudibles.
por ello la música transmitiría menos su mensaje inefable. Más tarde, antes de dormirme, me dije que cuando
Por añadidura, cuando el poeta canta su obra a fin de me sumiera en la inconsciencia del sueño, el Supremo
darle vida, forma uno con su canto. Aunque vaya y ven- Concertista, despierto en el corazón de la noche, no pon-
ga, la melodía surge siempre de él. Se halla indisoluble- .• dría fin a su ejecución, que hace moverse al unísono a las
mente ligada a su aliento, su fuerza, su júbilo. Allí donde multitudes de constelaciones. En esta orquesta viva que
está el canto, está el cantor; dicha ley no tolera la menor es mi cuerpo, Él mantendría, con el transcurso de las ho-
excepción. ras, las pulsaciones de la vida y los latidos cadenciosos de

86 87
-----1

La morada de la paz

m1 corazón. La sangre danzaría en mis venas, y en mis EL PRECIO DE LA VERDAD


entero miles de millones de células palpitarían sin cesar
ritmo de la música de las esferas.
El Maestro de esa música inmortal deposita en nues !( '
tras manos una vina, reflejo de la suya. a fin de que apren
damos a interpretar nuestra propia partitura en unió
con Él. En su amor, ha forjado el propósito de hacerno5; Sólo mantenemos de buen grado pensamientos de éxito v
participar a todos a su lado en el gran concierto cósmicoi de consecución, mas nuestra n1ente rnra vez sopesa la
Y si bien la vina de nuestra vida es de dimensiones redu- contrapartida- Si bien nos perdemos en palabras ociosas
cidas, ¡cuán variadas resultan sus cuerdas' Acordar sus. sobre el sabor del néctar, el recipiente que lo contiene
múltiples notas no constituye precisamente una tarea nos parece fabricado con un material demasiado duro
ladí. Cuando una suena como es debido, la otra chirría. para que valga la pena preocuparse por él.
Cuando el espíritu exhala un arpegio puro, el cuerpo Sin embargo, no cabe alcanzar el corazón del inmor-
produce un sonido discordante. Y si un día se crea una tal Edén sino a través de sus estratos externos, donde re-
armonía, al siguiente se ha roto. No obstante, ¡ni hablar side la absoluta realidad. Si excluimos ésta de nuestra
de pedir demencia 1 vida, ¿cómo penetraremos en el reino de la felicidad?
Ahora bien, llegará un momento en que en lo má$ La verdad es por definición ley. Ser uno con la ver-
profundo de nuestros corazones se dejará oír la voz del dad de las cosas significa ante todo introducirnos en el
Señor loando nuestros esfuerzos- Al fin habremos apren' - molde que la define. Ningún elemento de la Creación
dido a hacer que cante para Él nuestro instrumento en puede existir sin determinaciones precisas: sólo tiene rea-
todos los modos posibles. Por el momento, esforcémo' lidad en función de una disposición intrínseca- En cuan-
nos en regular, sin desfallecer, la tensión de cada una de to a una «verdad» informe y no estructurada, no es sino
las cuerdas; distendidas sólo producirán una irritante ca· sueño o espejismo; se revela incluso más irreal que un
cofonía. Dejémoslas asimismo resonar libremente: si el. sueño, más inmaterial que un espejismo.
menor peso las aplasta, la vina de nuestro ser enmudece- El Señor de absoluta realidad no conoce otras necesi.
rá. Por lo demás, a fin de que su sonido siga siendo dan> dades que las suyas, pero se halla ligado por su propia
y puro, cuidemos de que no se ensucie ni se oxide. Por ley. Si no fuera así, si no se delimitase a sí mismo, nada
último, dirijamos cada día esta plegaria al Maestro de; constituido nacería de Él y nada estaría dotado de una
toda música: «¡Oh Señor 1 ¡Ojalá transmutes nuestras die forma estable. Los átomos entrechocarían sin fin, arras-
sonancias en una melodía perfecta!». trados por el torbellino de una danza demencial.
No obstante, es evidente que un principio absoluto,

88 89
La morada de la paz El precio de la verdad

que del uno al otro confín del universo no soporta e cólera, disciplinar su naturaleza, limitar sus exigencias.
cepción alguna, rige todo cuanto existe. En nombre Mas el día en que esas necesidades de diversos órdenes ya
ese principio, la Creación entera se encuentra abarca no le agobian, vivir entre los demás deviene un placer para
por la verdad; en ésta descansa todo, y la inteligencia h éL Finalmente, cuando ha hecho suvas todas esas reglas v
mana constituye su expresión, Al igual que el árbol nec obligaciones, se siente libre por doquier y su capacidad de
sita por encima de todo que sus raíces lo anclen de m adaptación al medio aumenta de modo armonioso,
nera sólida en el suelo, el hombre depende esencialment Por desgracia, la mayoría de los adultos se conforman
de multitud de raíces, materiales v sutiles, gracias a la con logros del mismo tipo: si consiguen mantener rela-
cuales también él tiene sus cimientos en la verdad, ciones más o menos correctas con su entorno natural y
Lo queramos o no, estamos obligados a obedecer eI social, se sienten seguros y al considerarse irreprocha-
1

orden de las cosas, El niño pequeño puede creerse capaz<' bles, se muestran en extremo satisfechos de sí mismos,
de caminar solo; ahora bien, hasta que no haya descu{ No obstante, el hombre maduro debe responder a exi,
bierto, tras numerosos intentos fallidos, los fundament gencias más sutiles,
de la marcha, hasta que no haya encontrado su propi Suele ocurrir que en los pueblos se acepten monedas
centro de gravedad, sus esfuerzos resultarán vanos, Para" falsas, entre personas poco sagaces; en cambio, en la ciu,
avanzar no le basta con decir: «Quiero andar», dad los bancos las rechazan: cuando caen en manos de un
Sin embargo, cuando ha captado bien el mecanismo, experto, a éste le basta con sopesarlas para sospechar la
todos sus problemas desaparecen, Entonces, saber des,' falsificación y acto seguido las retira de la circulación,
plazarse por sí mismo le hace plenamente feliz, Al respe,{ También nosotros nos encontramos en situación análoga.
tar sencillamente las leyes de este mundo, adquiere el do, En nuestro pueblo, en familia y entre los conocidos, go·
minio de sus propios movimientos y obtiene con ello una' zamos sin duda de cierta consideración; mas cuando nos
inmensa satisfacción. presentemos ante el supremo tribunal de cuentas, en pre,
Cuando ha comprendido asimismo por experiencia, sencia de Aquel a quien resulta imposible engañar, el vil
en qué consisten el agua, la tierra y el fuego, escapa de{ metal que hay en nosotros será detectado de inmediato,
cierto número de peligros y, sobre todo, aprende a sacar; Para ser admitido allí hay que ser auténtico, cada vez
partido de esos elementos naturales, En ello reside para f más auténtico, Hay que conectar cada vez más con las ca·
él una nueva fuente de contento, sas y, en consecuencia, estar dispuesto cada día a asumir
Por otra parte, a fin de establecer una relación autén·\ nuevas responsabilidades, El menor indicio de falsifica·
tica con su familia y su entorno inmediato, debe imponer· i ción nos hace ineptos para consumir el néctar de la in,
se grandes esfuerzos y plegarse a todo un conjunto de pre' ' mortalidad; no podemos confiar en probarlo hasta que
siones: renunciar a sus caprichos) reprimir sus accesos dé,_ nuestro ser haya alcanzado la autenticidad perfecta, Por

90 91
La morada de la paz El precio de la verdad

eso no puede bastar con extenderse sobre su inefable sa' Jaciones y la danza de la vida-, sólo nos cabe inclinar·
bor, hay que saber pagar el precio, nos, llenos de confusión: «Soy ignorante respecto a todo
Cuando hacemos nuestro propio balance, rm erro v. no puedo comprender tu lev, . mas concédeme tu amor:
de unos cuantos céntimos nos parece de escasa impor~-:i::: ¡oh, súmeme en el éxtasis de tu amor!».
rancia, hasta el punto de que la diferencia entre el debe ' El día en que lanzó su desgarrador llamamiento a la
el haber no cesa de acrecentarse, Así, en relación con la inmortalidad, Maitreyi comenzó con estas palabras: <<;De
naturaleza y los hombres, nos permitimos innumerables lo irreal condúceme a lo real 1».
mentiras e incontables injusticias más o menos serias. Si Señor, toma nuestro espíritu y nuestra vida. Arránca-
se nos hace alguna reflexión 1 nos contentamos con enco- los del caos de lo no verdadero y únelos a la verdad con
gernos de hombros, «Se trata de una práctica corriente un lazo indeleble. Entonces será el momento de soñar
-alegamos-, Todo el mundo hace lo mismo, Y las con- con la inmortalidad.
secuencias no son tan graves como para gue se nos deba Dirijamos cada día al Divino esta misma plegaria:
tachar de la sociedad de hombres honestos ... » «¡De lo irreal condúceme a lo real 1».
No es raro que nuestros libros de cuentas personales No permitas que nuestro corazón, inmerso en una no
se lleven con tamaña falta de rigor. No obstante, existen realidad sin forma v sin leyes, se desperdigue en miles de
seres de una honestidad a toda prueba, financieros que partículas. Téjelo con el hilo de la indivisible verdad. A
manejan millones a diario y que sin embargo no pegarán partir de ese instante, cuando te ofrezcamos la guirnalda
ojo en toda la noche si sospechan un error de poca cuan- de nuestro ser, el rubor de la confusión ya no encenderá
tía en sus operaciones bancarias. Si no hicieran el balan- nuestro rostro.
ce de sus cuentas con la mayor exactitud, les resultaría
imposible vivir en paz.
Nadie, si no actúa de modo similar en todos los ám-
bitos, puede confiar en recibir su parte del supremo néc-
tar, el néctar del amor. Ni siquiera se halla en condiciones
de acceder a él entretanto el esfuerzo que debe realizar
para asumir la contrapartida se le antoje en exceso fasti-
dioso. ¿Cómo esperar que el Dispensador de la divina
ambrosía satisfaga demandas irreflexivas e irrazonables
exigencias?
Ante el Matemático de los espacios infinitos -Él,
que regula con precisión absoluta el ballet de las conste·

92 93
Celebraciones anuales

CELEBRACIONES ANUALES 1 que apenas despiertos nos engalanaremos como para las
grandes ocasiones de nuestra vida y correremos a respon-
der a la llamada.
En ese amanecer privilegiado, cuando el cielo se acla-
rará poco a poco, exclamaremos: «¡La luz es hoy tan sua-
ve y tan pura!». Mas ¿acaso la aurora se halla jamás des-
No podemos crear la esencia de la fiesta, mas ésta se provista de esa pura y suave luminosidad) Porgue elijamos
desvela si se le concede una oportunidad. Está siempr una mañana entre todas, ¿la claridad naciente cambia de
presente allí donde la verdad se manifiesta a través de lá\ textura? No. El cielo siempre se adorna de idéntica ma ..
belleza; ¿existe, pues, algún momento, algún lugar, don',; nera para recibir al día, y siempre será así. La única dife-
de no esté? · rencia es que en esa hora elegida dejamos de esquivar la
El pájaro, siempre fiel a esa celebración cotidiana que/ eterna invitación de la belleza.
es su concierto matutino, empieza a cantar con la aurora}- Para abrimos a todo el alborozo del mundo, estamos
Sin embargo, para que al alba se halle bien situado el.' al fin decididos a dejar temporalmente de lado trabajo y
gran desfile de la alegría, ¡a qué infinidad de secretos pre- responsabilidades. Es más, nos despojamos de nuestra
parativos se entrega el Señor de la noche 1 ¿Acaso no es É pequeña persona y de su apego a placeres limitados. To-
quien suspende en la inmensidad de los cielos ese gran{ dos nos prometemos: «¡Hoy olvidaré las necesidades ago-
dioso estandarte de luz, heraldo del festival de los días;) biantes que impone el comercio de los hombres! ¡Que se
que es posible admirar antes de dormirse con sólo levan,' desplomen las barreras, que se evaporen mis mezquinas
tar la vista hacia las estrellas? preocupaciones y que al fin surjan ante mi vista todos los
¿Cuándo percibirá nuestro corazón, en el seno de es tesoros de la vida! ¡Ojalá pueda sentir en ese día, en la
esplendor, la fiesta que es suya? El día en que durant morada de beatitud de mi ser más profundo, esa dicha
breves momentos estemos dispuestos a contemplar la be · que resplandece por doquier, tanto en la piedra como en
lleza que nos rodea. El día en que como un relámpagq el aire o las aguas' Hoy haré mía la exultación universal».
comprendamos que diariamente estamos invitados al fes, La gran celebración de los mundos no se desarrolla
tín de la felicidad pero que jamás acudimos a él. El día en un escenario único. ¡Innumerables son las festividades
e innumerables los teatros donde se nos propone! En la
barahúnda de las multitudes o el silencio de las soleda -
l. Literalmente, las celebraciones del 7 del mes de Pauch (aprmd.
des, en todos nuestros campos de actividad, por doquier
madamente del 20 de diciembre al 20 de enero). El sentido de estafe<
cha, esencial en la vida de Santiniketan. se desprende de la medit:aci'
la fiesta se pone de manifiesto en múltiples aspectos, por
que sigue. todas partes el júbilo irradia de diversas maneras.

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! 1
La morada de la paz Celebraciones anuales

Nosotros, que encontramos asilo aquí, bajo las re anente en este mundo, debemos despertar la alegría de
cantes enramadas, apartados de las muchedumbres, xistir que albergamos en nuestro interior, Para recibir el
este ashram que se abre a un cielo azul sin límites, ¿to onocimiento universal que se ofrece a cada instante, he-
mos parte alguna vez en el festival cotidiano de esta os de lograr que resplandezca en nosotros la lámpara
de paz, en compafüa del sol que nos ilumina y de todos ¿¡e] conocimiento individuaL Y jamás haremos nuestro e!
árboles en derredor? ¿Somos conscientes en alguna o 'amor inagotable que el Señor derrama a raudales en su
sión de la verdad inmanente en estos lugares, conscien Creación entretanto no sepamos hacer eclosionar en
de su esplendor? No, Aun cuando aquí transcurren nu '.nuestros corazones, cual una flor de jazmín, la facultad
tras horas, vivimos inmersos en nuestro pequeño mun de amar que ha sido depositada en germen en éL
privado, desde el momento en que nos despertamos ha Asimismo, no nos es posible participar verdadera·
aquel en que nos sumimos en el sueño, mente en las festividades que hacen cantar al universo en-
Tras un intervalo de trescientos sesenta y cuatro día .tero si no nos preparamos, por poco que sea, para cele-
henos aquí de nuevo dispuestos a dirigir una mirada brar nuestra propia fiesta, He ahí por qué hoy nuestro ¡,¡

ashram que nos alberga, Durante todo ese tiempo, cua pequeño yo enciende sin vergüenza su imperceptible lla-
do el sol naciente encendía el horizonte, nuestros ojos ma frente a los miles de millones de estrellas que llenan el
veían nada, Por la noche, cuando guirnaldas de estrell delo,
centelleaban en el firmamento, tampoco veían nada, s·. Al resplandor de esa llama que alberga en su interior,
embargo, esta noche se abrirán para contemplar los mil,, cada uno de nosotros descubrirá a Dios algún día, De ahí
de lamparillas de aceite que relucirán por todas part ,procede la dignidad del hombre, en la que el Señor se re-
¡Sea! No hay nada de malo en ello, Al resplandecient , gocija, Ante esa pequeña luz que arde en nuestra alma, el
despliegue de la magnificencia divina, añadimos el p rostro de Aquel que rige la ronda de los soles resplande-
queño capital de luz de que disponemos, ce de dicha, y así, llegará un momento en que conocere-
Si para encontrar a Dios bastase con discemirle en s . dnos la sonrisa divina,
propio fulgor, alcanzaríamos el objetivo sin excesivo eli,,, A través de esa experiencia despertará en nosotros la
fuerzo, Sin embargo, Él puso una condición: para verle plena conciencia espirituaL ¡Ojalá pueda arrancar el
unirnos a Él, es preciso que en nuestros corazones br · '. cuerpo de su letargo y propagar en nuestro ser entero
una llama, por tenue que sea, Fue con ese objeto por l : una corriente de júbilo! ¡Ojalá esa conciencia luminosa,
que nos dotó de una individualidad precisa, Así, cuand al vibrar en nuestro interior en armonía con las ondas de
arde nuestro propio fuego, podemos encender en él la luz creadora, pueda expandirse en las tinieblas de
antorcha del festival supremo, nuestra noche! Permite, Señor, que no se desperdigue en
Para que nuestra alma perciba la alegría extática ín las preocupaciones cotidianas ni se deje sofocar por la es-

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La morada de la paz

trechez del hogar. Permite que permanezca por siemp, INICIACIÓN


fiel a sí misma y que ninguna engañosa apariencia ven
a velarla a las miradas.
Así se verá colmada la experiencia cósmica. Por d
quier y hasta el corazón de la eternidad, los preparativ
del gran festival celeste -nueva visión, nueva escuch _
armonías inefables, comunión perfecta con todo cuan Dedicamos a Debendrenath 1 el aniversario del día en que
existe- permanecen en suspenso, a la espera de ver su conciencia espiritual, saltando del mullido lecho en
pertar en cada persona humana la conciencia divina. que reposaba, despertó de repente a sí misma. Nos hizo
para ayudarla a salir del sueño por lo que brilla la luz, p el don de ese día; lo depositó en el seno de este ashram,
lo que resuena el son de la flauta, por lo que los mensaj como se ofrece una joya en un precioso estuche. Esta no-
ros del Supremo, venidos de todas partes, velan en el che, en estos espacios solitarios, bajo la vastedad estrella-
bral de nuestro ser. Todo está listo, mas da de un cielo límpido que todo en derredor se pierde en
conciencia de verdad, ¿ dónde te escondes? el horizonte, abrimos el estuche. Y entre las estrellas con-
¡Oh, despierta al fin! templamos el destello de la joya que sacamos de él.
Hace algunas décadas, en este mismo día del año, el
alma de un hombre consagrado por entero a su búsque-
da se unió al Divino: tal es el acontecimiento que hoy ce-
lebramos. Aquel día, ese hombre que amaba a Dios reci-
bió su iniciación interior. ¿Sabremos concebir el sentido

l. Debendrenath es el padre de Rabindranath. Le llamaban el


Maharshi, título reservado a los sabios que han alcanzado un nivel de
desarrollo espiritual avanzado. El 7 de Pauch es el aniversario de la
iluminación de resultas de la cual fundó, en el corazón de la llanura se-
midesértica del Birbhum, en una especie de oasis de elevados árboles,
un centro de retiro espiritual. Bautizó ese centro con el nombre de
Santíniketan o rada de paz. Fue allí donde Rabindranath se instaló al-
gunas décadas más tarde, donde creó diversas escuelas en las que apli-
có e hizo aplicar su propia concepción de una educación libre y com-
pleta. También en Sant:intketan fundó., en 1921, su universidad
mundial, Vísva Bharati.

98 99
La morada de la paz Iniciación

de semejante experiencia, o bien resulta vano que 'ático de Rudra. 1 ¿Vamos a permitir que lo cubran las
reunamos aquí esta noche y habremos de separarnos nizas? Él, que desencadena el relámpago fulminante de
que este encuentro haya aportado sus frutos? a verdad, Él, «terror de los terrores, más temible que los
Cuando despertó el sol de su alma, el cielo carecía ás temibles», a Él, que se infiltra en ese tumulto de mú-
luminosidad y la multitud no se hallaba presente pa sica y cantos, ¿vamos acaso a negamos a mirarlo de fren-
aclamarle. En aquel día de invierno puro y frío, imper te? Debendrenath, iniciado por su Maestro interior, supo
ban por doquier el silencio y la paz. A la sazón, ni sigui abrirle las puertas de su ser; desde entonces, Aquel que
ra él mismo podía comprender lo que se estaba prod :¡,blande la espada de luz» vive, cual una Jlama ardiente,
ciendo en él. Sólo su Guía interior lo sabía. en las profundidades secretas de estas horas de conme-
Una iniciación semejante constituye en algunos , moración.
pectos una dura prueba. Supone una iniciación al fuegc Ahora bien, el Señor no es sólo rayo y trueno. No es
al tiempo que a la paz. Debendrenath oyó como el Señ únicamente el dispensador de la adversidad. Es la fuente
le hablaba: «El don que hoy recibes de mí se denomina de gracia, nuestro refugio, en quien muere todo temor, y
verdad. Asumir su carga implica decir adiós al descanso.; nos es preciso descubrirlo bajo ese otro rostro. El hijo de
Noche y día deberás permanecer vigilante. Si a fin de qué'. la fortuna que era Debendrenath conoció, como sabe-
mi verdad viva en ti debes perderlo todo, lo perderás' mos, un grave período de crisis. Cuando perdió el ampa-
todo. Mas ten cuidado de que no se corrompa por causa.' ro que desde siempre su vasta residencia -su palacio,
tuya». podríamos decir- constituía para él, cuando todo se de-
A partir de entonces resultó impensable para él ador-C 'rrumbó a su alrededor, amenazando con aplastarlo, no
mecerse en la comodidad. Abandonando familia y hogar/ encontró otro recurso que la verdad que albergaba en su
se retiró lejos del mundo, y fue vilipendiado en todo el' interior. No se le ofreció ningún sostén terrenal. Su co- 1:
;!
país. Se separó de cuanto amaba: su suntuosa morada y nocimiento espiritual le permitió sobrevivir a los golpes
aquellos que la habitaban, sus prestigiosos amigos, sus, que durante esas negras horas le fueron asestados desde
acomodados conocidos, sus innumerables ayudantes y, todas partes; sobre todo, le dio la fuerza necesaria para
sirvientes. Tal era el precio que había que pagar por la· resistir tentaciones mucho más peligrosas.
iniciación recibida. Despojado de sus bienes y de sus pri- · En efecto, el Divino vive en lo más profundo de esta
vilegios, fue de un sitio a otro, a través de bosques y mofr efemérides, a un tiempo llama devoradora y suprema
tañas, llevando en su alma la verdad revelada. Así fue
para él la llamada del Señor. Quien quiere mantener en sí
l. Recordemos que Rudra es el nombre dado al Divino en cuanto
el fuego divino ya no conoce ni reposo ni sueño. destructor del error, del mal. de todo cuanto ya no tiene cabida en este
Hoy, en lo más álgido de la fiesta brilla el fuego ini- mundo.

100 101

..___
La morada de la paz Iniciación

compasión. Si sabemos entreverle en ese doble aspect :Centro de Educación. Nuestro corazón, nuestra concien-
abrirnos a Él por poco que sea, la gracia afluirá a nuestr cia, nuestra vida se nutren de ellas de muy diversas ma-
corazones. Si hoy presentimos en qué consiste la · neras. La benevolencia divina, invocada por Debendre-
ciación a la verdad y mantenemos en nosotros el recu nath en su hora de iluminación, descendió entre nosotros
do ferviente de esa chispa de conocimiento, el caudal y convida cada año a esta fiesta de la alegría a ricos y po-
gracia será mayor todavía. bres, jóvenes y viejos, sabios e ignorantes.
Lo verdadero no soporta ni artificios ni tergivers No permitamos que la luz que se nos ofrece aguarde
1

ciones, ni subterfugios; no se acomoda ni a la hipocre en los linderos de nuestra alma mientras nosotros reco-
1

que impulsa a jugar sin cesar un doble juego, ni a esos rremos nuestro camino sumidos en la indiferencia. Reci-
gumentos mediante los cuales uno se miente a sí mis bámosla en nuestro interior y avivémosla a fuerza de cui-
Vivir en lo verdadero no consiste tampoco en cerrar dados y de amor. ¡Ojalá cohne de tesoros la indigencia de
ojos y cegarse en relación con la realidad de las cosas a nuestra vida cotidiana!
de conciliarse con el entorno, y aún menos robar al Di Oh tú, que dispensas la iniciación, tú, que muestras la
no para vender en el mercado de los hombres lo que vía, si nuestra alma aún no está preparada, hazla apta
corresponde por derecho. para acogerte. Asesta tus golpes sobre nuestra conciencia
Hacer nuestra la verdad, en el seno de todos los to dormida, a fin de que despierte e ilumine nuestro ser.
mentas y todas las aflicciones, para acto seguido, sin l ¡Mas no te apartes de nosotros! ¡Oh, no te apartes! Por
menor sombra de inquietud, destruir el castillo de are débiles que seamos, no nos rechaces lejos de ti, más allá
donde nos refugiamos y ganar nuestro derecho a entra de tus elegidos. Queremos hacer nuestra la verdad en
en la morada del padre -nuestro destino último, nuesttd esta vida sin vacilación y sin temor. Permite que no con-
albergue de inmortalidad, el refugio prometido junto aI virtamos en vana nuestra existencia, que no la dejemos
perderse entre la hez de lo no verdadero. Nuestro ser en-
Amigo único-, en eso es en lo que consiste semejanté"
irnciación. tero solicita la iniciación a tu verdad. ¡Oh, danos la fuer-
Debendrenath, ese hombre de integridad sin tach za ne cesaría para abrirnos a ella!
ese siervo de Dios, engastó en el seno de esos lugares i
lados, bajo la inmensidad de los cielos, en esa atmósfe
pura y transparente, las semillas sembradas en su a
con ocasión de su iniciación, en un día que para él fue e
tre todos el más grande. A lo largo de los años esas sem''
!las han fructificado y se han dispersado por doquie
Dieron nacimiento a este templo, a este ashram, a' e

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El ser humano

EL SER HUMANO serenidad reinante se vea hasta tal punto alterada si algu-
nas personas se reúnen y se ponen a hablar? Los ermitaños
no intentan establecer sus lugares de retiro en soledades
que las aves y los animales del bosque han abandonado;
¿por qué huyen tan decididamente de los humanos?
La razón es que el hombre no forma uno con la natu-
Los mercaderes y buhoneros gue ayer participaron en raleza universal. Al no estar armonizado con la marea es-
1
kermés no se han dispersado todavía, Se han pasado to, pontánea de la vida, no sigue los mismos ritmos. Su
la noche tocando sus diversos instrumentos, cantando modo vibratorio le es tan peculiar que por dondequiera
charlando en torno a hogueras encendidas en los cam que pasa provoca remolinos, El silencio que le caracteri-
Era una noche fría y sin luna, Cuando, mucho an za cuando de vez en cuando calla y no hace el menor mi-
de nuestra hora de recogimiento, he venido a senta do, no posee la calidad del silencio de las estrellas; e in-
aquí, según mi costumbre, el alba tardaba en anunci cluso en ausencia de todo movimiento, su inmovilidad no
y una oscuridad impenetrable me rodeaba por todas pa es en absoluto comparable a la estabilidad de los árboles
tes - No obstante, la atmósfera era de gran pureza, En corpulentos, Por el mero hecho de existir, tropieza con
cielo sin nubes, las estrellas centelleaban infatigab todo aquello por cuyo lado pasa,
como innumerables ojos de una deidad eternamente El Señor, a fin de enriquecer su Creación con un nue-
pierta; y en los prados ardían todavía aquí y allá las h vo potencial de alegría, estableció deliberadamente cierta
gueras gue la gente de la feria alimentaba con hojas sec disonancia entre los humanos y su universo, Tras haber
Los demás dias, a esa hora en que sopla el Espírít , combinado en nuestro ser los cinco elementos,1 nos in-
¡gué paz y qué silencio reinan aqui! El canto de los Pá, fundió un componente de pensamiento y de reflexión, y
ros que despiertan en los jardines no perturba ese silencióiJ luego dotó a cada uno de una personalidad propia, Así, el
y aun cuando el denso follaje de los árboles que nos ro - hombre distinto del resto del mundo, es un tanto imper-
an se vea agitado por un violento cierzo, la paz no resul, '
fecto en razón de su misma constitución, Incapaz de co-
turbada en modo alguno, Pero ¿cuál es la causa de que l nectar con el sol y las estrellas, dondequiera que vaya no
deja a criatura alguna la menor oportunidad de olvidar su
presencia.
l. Las fiestas que se celebran el 7 del mes de Pauch comprende'.'\
· una mela, feria o kermés, donde se venden los productos de los put( Puesto que Dios nos ha disociado parcialmente de la
blos vecinos y de las escuelas. armonía universal, formamos una categoría aparte, En
2. «I3rahmamuhurta», o las tres de la madrugada, la hora d
Brahma, la más sagrada entre todas. l. Tierra, fuego, aire, agua, éter.

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La morada de la paz El ser humano

consecuencia, de la mañana a la noche seguimos nue fuerzos, según sus gustos y deseos personales. En conse-
camino, sumidos en un batiburrillo de actividades cuencia1 cada uno de nosotros se convierte en una moles-
sólo tienen sentido para nosotros. Y a falta de saber e tia para su vecino, choca con otros en todo momento y,
munica.rnos con la Creación en su conjunto, nuestra muy a menudo, sólo sabe luchar o rivalizar con el prójin10,
turaleza individual se ve privada de la paz que impera De ello se derivan tensiones y desavenencias sin cuento.
doquier en este universo sin límites. Nuestro ser se h Inmersos en tales conflictos, en las divergencias sur-
tan rigurosamente compartimentado que no cesan de gidas de nuestra individualización, aspiramos con deses-
sonar en nosotros voces discordantes: «Quiero peración a la concordia. Por eso una existencia consagra-
Necesito aquello ... ». Corazón, cuerpo y mente dejan ofi. da a la satisfacción de las necesidades inmediatas no
sus reivindicaciones, cada cual a su manera; ni un solcii'. consigue saciar nuestra alma. Lo que buscamos es el en-
instante se interrumpe su clamor. Tan sólo conectando.a./ tendimiento, la solidaridad. En nuestro fuero interno, esa
la perfección con el Todo podremos escapar de esa caco}/ búsqueda prevalece con mucho sobre ias urgencias de la
fonía de exigencias contradictorias. vida cotidiana.
Hace un rato, cuando la noche daba paso a la aurora, Nada nos es tan indispensable como sentirnos vibrar
se elevaba en torno a mí una algarabía de peticiones de '' al unísono con todas las cosas. Nuestros esfuerzos creati-
diversa índole. ¡Cuántas necesidades se dejan oír en todo-, vos constituyen la expresión de esa necesidad profunda,
momento': «¡Eh!, ¿adónde ha ido la vaca?», «¿Dónde seC' que las palabras habituales se ven impotentes para tradu-
ha metido Unte!?», «¡Ocúpate del fuego!», «¿Dónde he , cir. ¡Cuántos escritos, pinturas o esculturas, cuántos edi-
dejado el tabaco?», «¡ Ve a buscar la carreta'», «¡Dios/ ficios costumbres e instituciones, cuántas culturas diver-
mío, el cántaro se ha roto!». sas h~ suscitado! Impulsados por esa misma llamada
Cuando aves de la misma especie nos ofrecen su con' interior a la conciliación, ¡cuántas formas de gobierno
cierto matinal, cantan en el mismo tono y sus voces se habremos inventado! ¡Cuántos reglamentos, leyes y siste-
unen en un coro melodioso. Ahora bien, en el tumulto de mas educativos!
las voces humanas, ni los sonidos ni las palabras concuer- En todo el mundo los hombres examinan un mismo
dan entre sí. Al asignarnos un yo diferenciado, el Señor problema: ¿cómo conseguir que las comunidades Y los
nos separó de nuestro universo y nos aisló a los unos efe
los otros. El hombre se encierra en un capullo, al amparo
gún unos y transformar según otros. Para T agore se trata de la pro-
del cual da forma a su imagen 1 mediante sus propios es- yección falseada, más o menos amputada de sus raíces, de la persona-
lidad verdadera, única v eterna. Según él, nuestro objetivo consiste,
1. Muy a menudo T agore llama a esta «imagen» el «pequeño yo», pues, en integrar nuestr~ pequeño y~ en nuestra verdad fundamental.
Se del ego de las metafísicas orientales, que es preciso destruir se-
Lrnla Así es como concibe la iluminación.

106 107
La morada de la paz El ser humano 1

'
pueblos vivan en buen entendimiento, sin dejar por poco más, a pasar incesantemente de una forma de de-
de respetar las particularidades de los individuos, los g sintegración a otra, Sólo la armonía entre todo cuanto
pos y las naciones? Pese a las oposiciones que de existe puede poner fin a la tragedia de la existencia,
afrontar, esos hombres dedican todas sus energías a la reá] Mas la eterna uníón únican1ente se alcanza a través de
lización de sus proyectos, Estimulada por tales iníciafoi Cla separación, Si sólo conocemos la unidad, no podremos
vas, la humanidad en su conjunto fabrica un mundo descubrir un día la felicidad que entraña tal unión, He
culiar, Construir un universo que le sea propio le ahí por qué podemos decir que si el Señor nos ha aparta·
tanto más indispensable cuanto que se siente apartada do de su Creación, dotándonos de un ego diferenciado,
la Creación universal, exiliada en la prisión del ego, La: es por la alegría de su juego amoroso. Sin ego no nos sen-
historia del hombre no es otra cosa que la edificación de tiríamos aislados; no buscaríamos unirnos al, prójimo y la
su mundo; es la historia de una progresión hacia una vas,, felicidad de amar nos resultaría desconocida,
ta síntesis, Sus ideales y sus religiones, sus filosofías y sus ' Puesto que se siente perdido en una orilla del océano
sueños, así como sus logros materiales, tienden todos'! de las diferenciaciones y busca de todas las maneras posi-
ellos hacia un mismo objetivo: unir lo que se halla desu-, bles alcanzar la plenitud del corazón, el hombre constru-
nido, A través de sus realizaciones perdur,,bles, jamás ex- ye sus múltiples instituciones -democracia, socialismo,
presa otra cosa que una inmensa sed de unidad, religión, moral y ética- como otras tantas embarcacio-
Por eso, hace un rato, cuando del seno de un guirigay '. nes que deben permitirle pasar a la ribera opuesta,
de reivindicaciones y peticiones individuales se alzó una ' Sin embargo, ¿qué ocurrirá en esa otra ribera? ¿Pue-
voz aislada que entonaba el canto: «¡Oh, llévame a la otra de darse el caso de que el individualismo se desvanezca y
orilla 1 ¡Llévame sin pedir nada a cambio'», he reconocí- , que cada cual se base en un más allá eternamente uno e
do de pronto, en cada uno de los ruidosos clamores que,' indiferenciado? En este mundo, tierra, arena y rocas ig-
resonaban en derredor, un llamamiento del alma similar noran la separación y vibran con el Todo con un mismo
a aquel que esta melodía deja traslucir, En todo deseo hu- ritmo, ¿Es a semejante disolución de su persona a lo que
mano subyace un único deseo: el de llegar al fin a la otra el hombre aspira de manera tan dolorosa?
orilla del ser, En verdad, el hombre que se sabe aislado No, De ser así, hallaría su consuelo y su alegría en el
no cesa de implorar en su interior: «¡Oh, condúceme más mero hecho de ver apagarse y desaparecer todas las cosas
allá de las barreras que separan y dividen!», a su alrededor, No obstante, no cabe negar el miedo a la
Presentimos que en la otra orilla nos aguarda la ple- aniquilación que lo habita en cuerpo y alma, Y saber que
nitud del amor divino, Ahora bien, entretanto ese amor aquello que fue ha dejado de ser no le procura placer ni
sin límites no colme nuestro ser, nada puede aplacar la le resulta reconfortante,
sed de nuestra alma, Nos limitamos a morir cada día un Muy al contrario, el temor a la extinción y la laceran-

108 109
La morada de la paz El ser humano

te nostalgia de las presencias desaparecidas impregn de que cada uno pueda unirse a todos sin perder un
existencia humana de sorda tristeza. Lo que el ho ice de sí mismo.
quiere en realidad es la permanencia de objetos y se Cuando nuestro Dios de amor nos haga pasar a la
cuando en este mundo nada subsiste; y si hay algo que·· otra orilla, transmutará el dolor de la separación que sin
chaza con todo su ser, es desde luego la noción de a cesar oprime nuestros corazones en la felicidad de la eter·
quilación. na unión. Colmará con el néctar de la concordia nuestra
Así pues ¿su deseo seria, simplemente, asentar la
1
copa de divisiones y aplacará por siempre jamás nuestra
beranía de su yo en la discordia y las divisiones? No. sed, Entonces comprenderemos qué tesoro inapreciable
claro que en el fondo sueña con un estado por compl constituye el don de la individualización.
diferente. Disensiones y conflictos constituyen, de
cho, su más constante fuente de aflicción y la causa p .;
mera de sus errores y tormentos. Por eso canta: «¡O
llévame a la otra orilla! ¡Llévame sin pedir nada a ca
bio!». Ahora bien, si alcanzar la otra orilla implicase
disolución de la personalidad, el dilema entre el suf. ·''
miento en la tierra y la nada en el más allá se revelaría
extremo cruel.
De hecho, no nos resignamos ni a sufrir ni a desap ·
recer. ¿Cuál es, pues, nuestra aspiración primordial?
Es el amor, que invocamos con todo nuestro ser. s·
embargo, el amor sólo nace allí donde se equilibran l
fuerzas de diferenciación y las fuerzas de unificación, ,,
i,,
donde la individualidad no perjudica la unión y ésta n
destruye la individualidad. Cuando esos aparentes opues
tos coexisten sin tropiezos, alcanzan su pleno desarrolló,
el uno gracias al otro.
Cada cual busca a un tiempo la autorrealización y 1•·
comunión con el prójimo. No estamos dispuestos a re
nunciar ni a lo uno ni a lo otro. Nuestros esfuerzos ··
nuestras creaciones no tienen otro objeto que permiti
una cohesión entre esas tendencias complementarias;
1

110 111 11

iill
Tras la Kennés

TRAS LA KERJ\1ÉS rarse a fin de desembarazarse de ellos lo antes posible,


De ese modo se llevaba a cabo para ellos, corno para
la mayoría de los humanos, el paso de un momento del
día a otro, Cuando el nuevo amanecer se anunció Y la os-
curidad estaba a punto de dar paso a la luz, unos empe-
zaron a regañar a otros: «¡Ven aquí! ¡Ocúpate de los
«Quiero,,, Quiero,,, Quiero,,,» No existe en el leng bueyes' ¡Trae la carreta!», Se disponían a dejar tras de sí
humano estribillo más obsesivo, a no ser el estrib todo aquello que, esencial durante la noche, se revelaba
opuesto: «No quiero,,, No quiero,,,», El hombre da inútil con las primeras luces de la aurora, El humo ascen-
en todo momento: «No puedo vivir sin esto», para. aña día aún de las hogueras y las cenizas se acumulaban.
acto seguido: «No tengo ninguna necesidad de eso», Fragmentos de fuentes, de cuencos o de platos de barro
cocido sembraban el suelo, entre las hojas secas, Los ho-
Anoche, después de las celebraciones, la gente de gares medio apagados, pocos momentos antes fuente de
feria sólo tenía una idea en la cabeza: recoger lo antes p calor y bienestar y ahora abandonados, tornaban un as-
sible leña seca, hojas y ramitas, Tal era su necesidad de pecto desolado y corno confuso por encontrarse alli, Mas
momento, Con este frío, en pleno campo y sin refugí estaban abandonando el lugar, Por el este, el sol naciente
preparar un rinconcito donde se sintieran protegidos les' coloreaba el cielo y no podían demorarse por más tiempo,
0

parecía la cosa más importante del mundo, No podíaít\ En diversas ocasiones a lo largo del día, todos noso-
alimentar deseo más apremiante que encender una ha, tros debemos asimismo reorganizar nuestra existencia en
guera, preparar algo de comer y alimentarse mejor ,,' previsión de la hora que se acerca, Nuevas necesidades se
peor, En comparación, los demás aspectos de la existen- imponen, Si ya no cabe hablar de uncir los bueyes a la
cia perdían todo interés a sus ojos, claridad del alba, pronto habrá que pensar de nuevo en
De un modo u otro, amontonaron en cantidad sufi- recoger leña menuda u hojas secas, ,
ciente leña menuda y hojarasca, tras de lo cual sus ho- Sin embargo, más allá de las presiones de todo tipo
gueras ardieron durante horas enteras, Sin embargo, que, todavía y siempre, se perfilan en el horizonte de
antes de gue la noche llegase a su fin oí gritar: «¡Eh!, nuestra vida, se deja oír una voz patética: «¿De qué sirve
¿dónde está la carreta? ¡Unce los hueves!», Era el rnoº todo esto? ¿De qué sirve?»,
mento de partir, de regresar al pueblo, Al presente sólo Si no nos llegara este mensaje, si no percibiésemos,
importaba la obligación de ponerse en camino, Los teso- en el seno de la más imperiosa necesidad, la presencia de
ros de la víspera hoy ya sólo valían para acrecentar los una total no necesidad, ¿cómo subsistiríamos? Si nues-
montones de desperdicios, y había que afanarse y apresu- tras urgencias tuvieran en verdad un valor absoluto, ¿po-

112 113


La morada de la paz

drían1os acarrear tan espantosa y pesada carga? Precis LOS DÍAS SIGUIENTES A LA FIESTA
mente porque, a lo largo de los días y las noches, la non.
cesidad subyacente aligera el peso de nuestras exigencia·
podemos resistir la fuerza de gravedad de nuestras ir
merables urgencias y, sin cesar, seguir adelante. Podem
tan pronto como llega la aurora ponernos en camino,
jando aquí y allá a nuestra espalda el equipaje acumula, A veces ocurre que uno se arruina festejando, de tal suer-
do. Con un suspiro de alivio exclamamos: «¡Nada es etet:' te que se llegan a contraer deudas que después resulta
no en la vida!», mas no perdemos la esperanza si en algún:' muy difícil saldar. Es evidente que si un hombre poco
momento llegamos a pensar: «Nada se mueve jamás». E¡,i acaudalado decide vivir como un rey durante un día, con
efecto, todo pasa y, sin embargo, todo persiste. A través · el único objetivo de satisfacer un capricho, corre un gran
de esos dos aspectos de la realidad se nos ofrece la OObJe, riesao de encontrarse falto de recursos al día siguiente.
b
experiencia de un refugio estable y del vacío de lo de:sc1J,,:J11c De manera similar, dilapidamos nuestras magras re-
nacido. Las paredes de nuestra morada no se derrumban, servas de alegría; por eso los días siguientes a una fiesta
pero tampoco cesa jamás la llamada de la luz y los gran, nos parecen tan apagados. Esos días el cielo carece de
des espacios. brillo a nuestros ojos y nos hundimos en el desánimo.
Pero ¿qué hacer al respecto? Si una vez al año, acaso
más, nuestro yo avaro y mezquino rechaza toda presión,
es con la esperanza, consciente o inconsciente, de esta-
blecer una corriente de intercambio entre él y la parte de
nuestro ser que no consiste sino en ofrenda y genero-
sidad. Al gastar y dar sin mesura, intenta comunicarse
con el dios de la liberalidad presente en cada uno de no-
sotros.
Dos vías se abren a quienquiera que aspire a estable-
cer en su alma un nexo con el Divino. Puede adoptar la
actitud del menesteroso con respecto al rico bienhechor
que lo toma a su cargo; en ese caso, el sentimiento de. un
abismo infranqueable entre Dios y él viene a obstaculizar
su impulso. Pero si, consciente de su divinidad latente, se
acerca con confianza, no tendrá que aguardar como un

114 115
La morada de la paz Los días siguientes a la fiesta

pedigüeño a la puerta del Señor, sino que entrará y Sólo aquel que día tras día acumula en su interior un
pará un sitio cerca de Él. pequeño capital de verdadero contento y se dispone a vi-
El hombre que se limita a la primera actitud, de vir, sin dejarse embriagar, esos días de jovialidad colecti-
mildad pasiva, ignora la plenitud de la unión verdadera' va, escapa del desencanto. No cabe que se produzca en
sólo sabe mendigar su parte de dicha ante el Príncipe d~ su sensibilidad fractura irremediable entre lo cotidiano y
absoluta felicidad. Por eso cuando llega la ocasión de el tiempo del regocijo, puesto que mantiene consciente-
vertirse está dispuesto a entregarse sin comedimiento a mente un extrecho vínculo entre ambos. Ahora bien, en
embriaguez del instante, con riesgo de disipar todo cuan- defecto de una tal preparación, no podría abandonarse
to posee. «Hoy haré caso omiso de la pobreza -excla- por completo al placer del momento sin tener que pagar
ma-. ¡Abajo la avaricia! Hoy mi corazón rebosará albo- factura más tarde. La euforia que entonces conoce no
rozo y sabré mostrarme pródigo.» procede de su interior; en su mayor parte es prestada y 1

¿A qué clase de riqueza aspira, de hecho? ¿A qué co- responde a la presencia de los invitados, al espectáculo
rresponde su necesidad de largueza? Si oye la respuesta de las ornamentaciones, las luces y las flores, al ambiente
en lo más recóndito de sí mismo, si deviene sensible por de charla, música y cantos.
espacio de algunas horas a la presencia en su alma de En la excitación que resulta de todo ello, nadie es
Aquel que es don inagotable, el Señor ya no sólo se lema- consciente de vivir un placer ficticio. Sin embargo, cuan- lo,
!"
nifiesta como un maestro que ama dispensar sus favores, do las flores se marchitan, cuando las luces se apagan y
sino que reconoce en Él a un amigo muy íntimo. Enton- los invitados se retiran, todos, presa de un profundo sen-
ces da testimonio de ese nuevo vínculo derramando su timiento de vacío, sienten desfallecer su corazón. Nuestra
alegría en derredor. indigencia espiritual es la causa de ello. Impotentes para
No obstante, hasta que su relación de intimidad con retener en nuestro interior a la deidad de la fiesta, deja-
el dios que mora en él no se ha establecido de manera es- mos que el sentido de su presencia se disipe en pocas ho-
table, puede ciertamente comprender y proclamar cuán ras, en lugar de entronizarlo en el centro de nuestro ser y
próximo y accesible está el Divino en el interior del ser, mantener viva la llama diariamente.
mas con ello sólo obtiene una exaltación efímera, que de- Ahora bien, aquí, en los jardines de este templo, nos
saparece con rapidez en cuanto acaban las festividades. Al reunimos un pequeño número por la mañana para co~
día siguiente, cuando examina los desperdicios esparcidos municarnos en idéntico recogimiento. Por consiguiente,
aquí y allá, las velas derretidas, las ajadas guirnaldas de ayer no participamos en las celebraciones como lo harían
flores, se siente agobiado. No le queda nada de la regia li- los extranjeros o los simples invitados. Nos guardamos
beralidad propia del espíritu alborozado, y el balance se le mucho de malgastar, de puesto en puesto, el fruto de
antoja tan gravoso que el desamparo hace mella en él. nuestros momentos de consagración, y sin duda supimos

116 ¡¡7
La morada de la paz

declarar a Aquel del que todo júbilo emana: «Ami LA SED DE ADQUISICIÓN
nos eres del todo desconocido. Hemos oído tu lla
En tales condiciones, el festival de nuestro se,{
puede llegar a su fin en un solo día. Dejamos que esta'
rea anual de alegría se infiltre en nuestro corazón
engrosar la corriente embrionaria de felicidad surgi
nuestras meditaciones cotidianas, pues en estos lug Según los antiguos tratados de ética hindúes, saber satis-
cuando renace la luz, todos reviven una y otra vez su facer las necesidades personales y las de la propia familia
ta personal. Pese a las preocupaciones más o menos [ en el día a día, sin jamás preocuparse del mañana, consti-
les que nos absorben y, demasiado a menudo, nos h tuye un comportamiento de lo más loable para el «dos
olvidar nuestra alma, sabemos reconocer cada mañan 'Veces nacido» 1 esposo y padre. Y a se ha dí cho que si uno
esplendor de los cielos transfigurados. Cuando Usha empieza a adquirir más de lo necesario, no tarda en verse
diosa de la aurora, aparece en los confines del horizo reducido al estado de máquina de acumular posesiones y,
oriental, cada uno de nosotros, inmerso en el silencio lo que es más, llega a no apreciar en su justa medida, o a
,: '

siente enriquecido y glorificado. Todos presentimos traicionar, numerosos valores primordiales.


,iii'
la mezquindad de nuestra propia existencia no pu ''1l'i
empequeñecer ni un ápice las iluminaciones del sol No creamos que esa regla no puede aplicarse al ám-
ciente, siempre renovadas, siempre resplandecientes bito espiritual. Si multiplico las obras pías con la espe-
su suprema magnificencia. Y comprendemos que ranza de algún beneficio futuro, la codicia se apodera de
cuando Aquella que hace nacer el día vertiese por ent mí; como el avaro a quien obsesiona el ansia de acumular
sobre nosotros su copa de luz y de júbilo, ni una gota cada vez más) me lanzo a atesorar mis méritos, preocupa~
perdería. do tan sólo por las ventajas que podrían depararme e in-
capaz, en consecuencia, de entregarme a una plegaria
pura y espontánea.
En estos instantes dedicados a diario al Divino, evite-

l. En el antiguo sistema, este título pertenecía a los miembros de


una de las tres castas más elevadas. La iniciación, recibida al entrar en
la adolescencia, convertía al «dos veces nacido» en apto para llevar el
«cordón sagrado», símbolo de su renacimiento en el Espíritu. En la
actualidad, sólo los brahmanes tienen derecho a ese título.

118 119
La morada de la paz La sed de adquisición

mos inquietarnos por el mañana, de lo contrario nu al Divino muy lejos a nuestra espalda con el fin de tomar
1

consagración se vería menoscabada; y tampoco bus nosotros mismos las riendas de los acontecimientos, Es el
mos acumular un capital espiritual: ya hemos visto cu' yo desgajado de su fuente el que hace el bien, adguiere
serían las consecuencias. Hagamos d.e nuestros instan méritos, divulga la buena palabra, El movimiento va am-
de plegaria la expresión del momento presente, antes plificándose y acabamos por olvidar nuestra voluntad pri-
un medio de adquirir, en un futuro más o menos lejart wigenia de dejar gue el Señor actúe a través de nosotros,
la paz, la virtud, la liberación u otros logros, Y sea cu, A partir de ese momento, los siervos de Dios se yerguen
;1
fuere la gracia que recibamos, sepamos ofrecerla al S~' atravesados en su camino y le obstaculizan el paso, '

ñor: dejemos que fluya de nuestras manos a las su ¿Adónde han ido entonces el bien, la paz o la virtud?
pues la dádiva recibida de Él no alcanza su pleno val El peligro es tan insidioso que también yo temo llegar
hasta que se le devuelve de modo definitivo, al extremo, en el curso de nuestras reuniones matinales,
Si me digo que al orar acreciento mis méritos, mi ple,, de apartar al Divino para no hacer ya profesión sino de
garia no le está pl.enamente consagrada; se pierde en par;! hablar de Él, Sin duda atribuiría entonces una importan-
te en el altar de mis virtudes, Y si, cuando deseo obrar: cia indebida a la manera en que vosotros recibierais mis
para el Divino, actúo en primer lugar con la idea de que palabras, quizá hasta el punto de no pensar ya en otra
mi intervención personal resultará útil a la humanidad, mi cosa que en la mejor manera de expresarme, a fin de que
celo en servir a los hombres se intensificará poco a poco, mis palabras colmen vuestras expectativas y se revelen sa-
en detrimento de mi receptividad a la gracia de Dios, ludables para vuestra alma, Si fuera así, durante nuestros
Cuando en nuestras prácticas religiosas entreabrimos, encuentros mi espíritu se vería casi por entero prisionero
así la puerta a las reivindicaciones del yo, no nos com- de tales preocupaciones, Si alguien me dijese: «La verdad
prometemos menos en los asuntos mundanos de lo que lo. es que no le he entendido», o «No ha estado tan bien
hace el hombre desprovisto de toda ambición espiritual, como de costumbre», me sentiría herido en mi amor pro-
pero nuestra actitud puede revelarse más peligrosa, Co· pio, Peor todavía, si la idea de poder iluminaros median-
rremos el riesgo de dar libre curso al rencor y a la ene, , te mis exposiciones prevaleciese en mí por encima de
mistad, de constituirnos en jueces en materia de ortodo- cualquier otra consideración, tendería a querer influir en
xia y de oprimir a quienquiera que a nuestro entender se vosotros a vuestro pesar, Y si el resultado no estuviera a
aparte de ella, Corremos incluso el peligro de liberar las la altura de mis esperanzas, querría obligaros a pensar y
fuerzas de las tinieblas, las cuales, surgiendo entonces de actuar en función de unas ideas que son las mías, Llegaría
sus guaridas, hacen entrechocar unos dogmas con otros incluso a menospreciar vuestra inteligencia y a dudar de
sumen al mundo en un baño de sangre, vuestras facultades de comprensión, en lugar de cuestio-
De hecho, cuando el ego entra en juego, arrinconamós_ nar mis propias aptitudes para hacerme entender y mi de-

120 121
La morada de la paz

recho a imponer a otros mi visión personal de las e EL OCÉANO DE LA VIDA


En tales circunstancias, ¿cómo podría sostener con
y sinceridad que el Señor, a través de sus poderes sin cu
to, actúa de todas las maneras posibles por el bien de ca
uno? De hecho, todo hombre impulsado por una prope
sión tan intolerable al proselitismo debería proclamar, p
el contrario, que a los habitantes de este mundo sólo lj No puedo olvidar el instante -con las primeras luces del
cabe la esperanza de recibir la luz si adoptan sus propi*& amanecer, al día siguiente de la kermés- en que de
concepciones y siguen los métodos que él prescribe, ¡y es' pronto, entre el parloteo, las risas y las chanzas, se alzó
gracias al discurso con que está dispuesto a acribillarles una voz que cantaba: «¡Oh) llévame a la otra orilla!».
a sus constantes esfuerzos por iluminar su espíritu! Desde el alborear de los tiempos, sin duda, brota del
Por eso rezo por que mi ego jamás se apropie de nin corazón humano esa misma súplica, Se trata de un pen·
guna de las palabras pronunciadas aquí cada mañarí samiento conmovedor, mas ignoro si muchos son cons-
por que jamás se arrogue el derecho de aplastar mi cientes de lo que tiende a expresar tan patético llama-
bajo el peso de palabras desviadas de su objetivo, ni miento.
aprisionarla en los límites de conceptos falseados, frenan Si aquel que busca la verdad, dejando tras de sí las
do así su impulso y su acción, ¡Oh Señor, ojalá mis pal presiones de este mundo, se yergue en la orilla de su bús-
bras te estén enteramente dedicadas día tras día 1 ¡Que · queda interior y ruega: «¡Oh tú, que otorgas el don de la
más las esclavice a mis propios fines y, si producen fru realización, llévame a la ribera de la liberación!», percibi-
que la cosecha sea tuya! Hasta que no se vea definitiva rnos con facilidad lo que puede experimentar. Sin embar-
mente cortado, como el cordón umbilical en el nacimien'); go, para quien no alberga con claridad deseo alguno ni la
to, el lazo mediante el cual mi pequeño yo, lastrado poi<'\ menor esperanza de tipo espiritual, ¿ dónde se encuentra
completo con todo tipo de apegos, es susceptible de ejer::·r~~; el océano y dónde se halla el barquero? ¿Qué río desea·
cer su influencia sobre mi alma, permite que en este, te.m~{<;r;'' ría atravesar? ¿En qué orilla está y qué orilla ansía alcan-
plo no salgan de mi boca sino palabras directamente ins{< zar?
piradas, Oh tú, cuyo verbo es silencio, sé, a lo largo de': Todos, empero, al tiempo que se dedican a sus ocu-
estos encuentros cotidianos, la fuente única de mis penY" paciones, sueñan de ese modo con algún ignoto más allá,
samientos y mis palabras, ¡Que los beneficios de est El campesino en su carreta y el abacero mientras pesa su
horas nazcan de tu sola presencia, y si mi palabra hun arroz cantan igualmente: «¡Oh, llévame a la otra orilla!».
todavía sus raíces en mi yo erizado de espinas, arráncal Con todo, no veamos en ello un deseo de escapar de las
en su totalidad de sus ávidos tentáculos! actividades que tejen la trama de su vida, Desean pene-

122 123
La morada de la paz El océano de la vzda

trar en un mundo diferente, sin por ello abandonar n juntos», podría igualmente, sin alejarse de esas orillas,
de cuanto pertenece a este mundo, Tal es la razón de atravesar el océano del ser,
1
con gran frecuencia canturreen esa melodía mientras Ahora bien, si prometo: «De "mi" casa haré "tu '

bajan, casa, "mi" trabajo lo convertiré en "tu" trabajo, y de ese


Para ti, océano de felicidad, la orilla de esta tierra modo seremos uno», estoy dispuesto, es cierto, a dejarte
orilla del más allá son ambas tú, Mas si me apropio penetrar en mí, pero no a unirme a ti en tu infinitud, Y si
una de ellas, la aíslo y la despojo de su sentido de co declaro: «Abandonando "mi" casa entraré en la tuya; de-
pletitud, A partir de ese momento, en esa ribera que jando tras de mi "mi" trabajo me consagraré al tuyo», no
hecho mía, la vida sólo sabe suspirar por la ribera per aspiro, por el ~ontrario, sino a lanzarme hacia ti, mas sin
da, Repite incansable su pena: «Abandonada en e pensar en abrirte las puertas de mi ser, En uno y otro
mundo, sin cesar lloro tu ausencia, oh tú, convertida en caso, sigue sin ser la marea unificada de la vida lo que se
"otra" en la soledad de tu mundo peculiar», Por eso expresa a través de mis resoluciones y mis sueños. Tales
que no puede tener fin la aspiración del hombre a fr palabras implican todavía una separación,
guear el río del ser, Y ya se trate de que yo no estoy en ti o que tú no es-
El ego aislado al que llamo «vo» se afana sin desea tás en mí, para mi insignificante persona el resultado es el
so en el interior de su capullo, Hasta que no pueda decín mismo: una no completitud, Tal es la razón de que por
«Esta casa en que resido es también tu casa, y en ella e doquier en mi morada cerrada, y cualquiera que sea la ta-
tamos unidos en todo momento», permanece cauti rea en que me afane, resuena siempre el eco de ese canto
acosado por tormentos y angustias. Y mientras se em nostálgico: «¡Oh, llévame a la otra orilla!»,
cina en mantener su prisión, el alma exhala su deses
ranza: «¡Oh, llévame a la otra orilla!», Amigo bienam,i" Mas en verdad aquí mismo se encuentm el océano de la vida,
do, si algún día logra transmutar la prisión donde se agi' y aquí mismo están una y otra ribera.
mi yo en un santuario donde tú ocuparás tu lugar a
lado, entonces mi alma abordará en la otra ribera, sin
obstante abandonar ésta,
Entretanto el yo pierde el resuello por realizar por slie
solo lo que denomina «su» obra, ¡cuántas heridas sufri§
y cuánto daño inflige! Y durante todo ese tiempo, sW
perpetua queja asciende hacia un más allá sin nombre,
exclamase por fin: «Este trabajo que realizo es asimism
tu trabajo, pues tanto aquí como en otra parte obram
1,

124 125
La travesía

LA TRAVESÍA fundamental que cualquiera de los elementos que com-


ponen este mundo constituye su sustancia misma. Es la
vida de nuestra vida, mas nos preocupamos menos de El
que de las piedras que forman este muro; por eso le re-
chazamos allende los confines del cosmos. No nos damos
cuenta con claridad del perjuicio que nos causamos a no-
El hombre con quien mantengo relaciones superficia sotros mismos; no obstante, porque expulsamos a Dios
puede muy bien sentarse cerca de mí, que no por e lejos de nuestra realidad, nuestra existencia personal y fa-
permaneceremos menos separados el uno del otro por miliar, así como las actividades de toda clase, se ven
abismo de inconsciencia e indiferencia. Ahora bien, si como aplastadas por el peso de su ausencia. Y sin embar-
gún día nos une una verdadera amistad, ese abismo se go, la orilla a la que aspiramos se encuentra próxima, más
colmado. Entonces el alejamiento no puede perjudic próxima incluso que la orilla de este mundo: los sabios,
nuestra intimidad, el cuerpo ya no constituye una barr para quienes esta afirmación constituye una verdad, lo
ra, la misma muerte no podría crear un velo tangible en, confirman sin la menor sombra de incertidumbre. Cuan-
tre nosotros. do sus palabras nos impresionan en lo más hondo, nos
El ego, que en su morada cerrada no se permitía el parece de pronto inconcebible que hayamos podido con-
ceso al otro, lo descubre de pronto como un segundo yo siderar fuera de nuestro alcance, inaprensible en su infi-
dia en que abre sus puertas de par en par. Por eso cabed nitud, a Aquel que es inherente a todo cuanto existe.
cir que atravesar el océano de la ,~da no consiste en rec ¿Qué nos revelan esos sabios que han atravesado el
rrer espacios sin fin, sino en vivir conscientemente la prO; océano? Dicen: «ESO es el motor primero que mueve
ximidad del Divino, cuya presencia jamás nos abandon~. ESTO, ESO es para ESTO la última riqueza, la última
En verdad, cuanto más próximo está el ser del que n morada, la beatitud suprema». ESO es el Omnipresente
,,
sentimos desgajados, más infranqueable se nos antoja que nos penetra y nos envuelve por todas partes; ESTO !i
sima que parece existir entre él y nosotros. Por esa razón es al alma universal, que se fragmenta y se integra en los ¡¡
'

el amigo que ha dejado de serlo nos resulta más ajeno to seres y las cosas. El Omnipresente, fuente del alma y que
! ' ,,1 1

davía que un perfecto desconocido. Y a no somos sen ·- la anima en todo momento, no podría disociarse de ella il
bles a la presencia en esta tierra de aquel a quien nos sol ' por poco que fuera; y el alma le siente hasta tal punto 'i
i'
daban lazos tan estrechos, y tamaña insensibilidad resul contiguo a ella que ni siquiera necesita darle un nombre.
más terrible todavía que la del cuerpo privado de víd Él es Él: con esa palabra queda todo expresado. Él es su
Si Dios nos parece inaccesible, ello nos lleva a situa todo. ¿Quién es «Él»? Y «ella», que emana de «Él»,
le en una lejanía inabordable, a Él, que de manera m' ¿quién es? Ese conocimiento va más allá de la palabra.

126 127
La morada de la paz La travesía

En una y otra orilla de los mundos, ni Él ni ella se centro de esa Í.11.mensa fuerza no se encuentra en el cora-
cían el uno del otro encerrándose mutuamente en los . zón de nuestro mundo. Toda moción tiene su origen en
mites de un nombre. el poder supremo que asegura el movimiento tanto de la
Ella lo conoce como el poder que activa todas las Tierra v el sol como de los mismos hombres.
sas. Pero ¿y nosotros, nos preguntamos acaso quíén n_ Se dice en los Upanishads: «¿Quién podría realizar
anima? Nos creemos determinados por móviles diver un esfuerzo, cualquiera que fuese, si el Señor de absoluta
el dinero, los honores, las relaciones humanas. Sin e beatitud no llenase los cielos?». Porque la felicidad divi-
bargo, aquellos que conocen la otra ribera del ser nos na dota este universo de un dinamismo eterno, porque
velan que sólo por el Omnipresente se mueve el alma anima la inmensidad del espacio, mis párpados se alzan y
versal, que ésta sólo actúa bajo su impulso. He ahí mis OJOS ven.
1

qué, cualesquiera que sean nuestros polos de ""acucm No, la energía que nos anima no se sitúa en algún re-
aparentes, es Él quien en el corazón de las cosas ejerce moto más allá, sino que suscita el menor de nuestros mo-
bre nosotros la atracción primordial. La atracción vimientos, . del mismo modo que la gravitación universal
un objeto preciso puede desvanecerse, mas no así el im;, provoca que la manzana se estrelle contra el suelo. En el
pulso que nos arrastra hacia Dios a través de ese objeto' Omnipresente radica la fuente de nuestras actividades fí-
pues en todo momento aquello que se mueve progresa en: sicas v mentales. Es el motor primordial, no situado allen-
su dirección, llevado del ardiente deseo de unirse a Él. NÍ- de el mundo de las formas sino existiendo en cada una de
el dinero, ni los honores, ni los hombres nos invitan .a: ellas, aquí mismo y en cada instante.
permanecer donde estamos; antes bien nos incitan a se<' Él, nuestra última riqueza, nuestra última morada,
guir adelante para reunirnos con ellos o seguirles. En.f nuestra felicidad suprema, se halla presente asimismo en
efecto, si nos caracteriza la facultad de movernos es por l¡¡' nuestras posesiones y nuestras realizaciones terrenales; se ¡,,:

gracia de Aquel que acciona los mundos: ¿qué ser, qué manifiesta en aquello que nos procura ayuda y ánimos, al 1'l !
i

1
cosa podrían, pues, oponerse de manera perdurable a lat igual que en nuestros placeres y alegrías. De tales cosas
marea de la vida? constituye la esencia, Él, el Omnipresente, eternamente ac-
Es posible que la fuerza que nos retiene en la superfi, cesible en todo lugar y en toda forma. Cuando sepa reco-
cie de la Tierra nos parezca inherente a ésta. Pero enton{:>+x';' nocer en cada uno de mis actos la energía única que activa
ces, ¿qué poder mantiene en su órbita la Tierra misma?J!t los mundos, en cada una de mis realizaciones al realizador 1'
¿Qué poder mantiene el sol en su lugar? La atracción}·/· supremo, en toda fuente de consuelo al último consolador, !
universal asegura la ronda sin fin de planetas, constela'. en la menor de mis alegrías a Aquel que es pura felicidad,
ciones y galaxias, impidiendo que ninguno de ellos pue entonces le conoceré, a Él, el Omnipresente.
da jamás inmovilizarse en el espacio. Evidentemente, e Y habré franqueado el océano de la vida.

128 129
Nuestras horas de vigilia

NUESTRAS HORAS DE VIGILIA en dirección al suelo, su mente se sintió colmada. En


efecto, si en cada objeto se discierne la verdad única, uno
se vincula a ella a través de sus múltiples formas y, como
respuesta, ella proporciona felicidad.
De modo similar, la verdad inherente a esa forma que
es la nuestra se revela en nosotros, si nos abrimos a nues-
Día tras día, nuestra existencia transcurre entre la luz y tra dimensión de vastedad; y cuanto más completa resul-
sombra, la vigilia y el sueño, la expansión y la contra ta la percepción que de el.la tenemos, mayor es nuestra fe-
ción. Flujo y reflujo se suceden sin fin. Así, nuestras f licidad.
cultades sensoriales y mentales se repliegan en sí mis Asimismo, cuando una fuerza emanada desde lo más
cuando dormimos, mientras que en la vigilia se dilatan · profundo de un ser nos atrae irresistiblemente hacia él,
se abren a todas las cosas. nos volvemos sensibles a su verdad secreta y lo acogemos
Durante las horas en que permanecen inactivas, ¿ac en la intimidad de nuestra alma. A partir de ese momen-
so el hombre se conoce mejor? ¿Se siente más rico? Y to, en él encontramos nuestra alegría.
la inversa, ¿pierde el sentido de su identidad cuando s Tal es la razón de que desde hace milenios el hombre
facultades se despliegan hacia el exterior? Lo que se prq; establezca tantas estructuras colectivas: familia, socieda-
duce es justamente lo contrario. Sin contacto con su en' des, gobiernos, etcétera. Desde que, al negarse a seguir
torno no es sino el embrión de sí mismo, mas se vuel aislándose de los demás, buscó aunar sus esfuerzos con
hacia el universo que le rodea, toma conciencia más los de los miembros de alguna agrupación, supo conferir
namente de lo que es. nueva envergadura a sus facultades individuales y realizar
El sentido auténtico de la persona humana no se naua;,. sus potencialidades en numerosos ámbitos. Sólo enton-
confinado al yo limitado: es en la inmensidad en que ces conoció la pura dicha de existir. Como se afirma en
baña y se expande donde se revela. Por eso, por medio d los Upanishads: «La alegría de ser se revela en la vaste-
su inteligencia, su sensibilidad y sus actos, el hombre bus·' dad, no en la estrechez. Encerrada en límites cualesquie-
ca ampliar sin cesar su experiencia del mundo. Fundamen ra, el alma se agosta».
talmente, no tiene otra aspiración que unirse a todo y a to· Una comunidad creada en torno a un ideal cultural y
dos; presiente que en ello radica su única vía de acceso a Ji humano tiene el poder de amplificar el campo de expe-
totalidad de su ser. Y el alma no alimenta sino un único deo' riencia del alma, y eso es lo que forja su grandeza. Mas
seo: realizarse a través de cada elemento de la Creación;'( si tan sólo se preocupa de adquirir riquezas y comodida-
Cuando Newton supo relacionar con el conjunto d des materiales, no aporta nada a la dimensión divina del
las fuerzas universales la fuerza que hace caer la manzan hombre.

130 131

'
'
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La morada de la paz Nuestras horas de vigilia

En un país donde se hallan ampliamente extendí De ahí que la voluntad de progreso de las agrupaciones
el amor al conocimiento, el respeto al prójimo y el sen humanas deba apoyarse ante todo en el sentido y el res-
do del esfuerzo, la personalidad no se ve sofocada ni r peto de los valores fundamentales, los cuales, a su vez,
primida. Incluso el individuo poco capacitado encuent dependen del nivel de evolución individual.
en él ocasión para desarrollarse. Cada uno, asociado c Entretanto el área de influencia de una persona ego-
los demás e integrado en el conjunto, siente incrementa ísta y limitada apenas rebase las cuatro paredes de su
se sus dones y sus fuerzas. Ahora bien, allí donde las cuá,; casa, su estrechez de espíritu y de corazón no tendrá re-
lidades de ese tipo son poco apreciadas, incluso las perc/ percusiones demasiado dramáticas. Ahora bien, en el
sanas naturalmente dotadas de gran vitalidad y sólid¡¡' seno de una importante comunidad cuyos miembros se
confianza en sí mismas se encuentran más o menos redu~_{ hallan ligados unos a otros por innumerables vínculos, es
cidas a la impotencia, por falta de campo de acción a su} preciso que el sentido de los valores se extienda a todos
medida. En las sociedades primitivas, por ejemplo, las los ámbitos de la vida y esté sólidamente arraigado. Si el
casas instituciones existentes sólo conciernen a la organi< respeto de virtudes como el aguante, la fuerza de carác-
zación externa de la familia y el poblado. Sus objetivos ter, la perseverancia, la abnegación, el sentido de la ayu-
son tan restringidos que ni siquiera están en condicione~)': da mutua y la voluntad de actuar de manera constructiva
de ayudar al individuo a vincularse con el Todo; de ese,' no se ha implantado a todos los niveles, la comunidad no
modo, nadie recibe de manera satisfactoria las corriente's.\ puede sino desmembrarse. En cuanto a las realizaciones
vivificantes que recorren el océano de la conciencia uni~-: materiales, los dirigentes sólo deberían concederles im-
versal. Si bien algunos tienen la sensación de albergar en:' portancia real cuando se saben en medida de mantener-
su interior una verdad y una dignidad que buscan manic" las en el lugar exacto que les corresponde. A menos que
festarse, carecen de la aptitud necesaria para darles for, :)'"''' impere una justa comprensión de las responsabilidades
ma. Sus tentativas se ven abortadas y sólo les cabe subsis/'X individuales v colectivas, toda asociación, cualquiera que
tir en una extrema pobreza de pensamiento y de corazón, T sea su importancia, sólo podrá desmoronarse poco a
Por esa razón, el objetivo primordial de toda nación· poco, sin que nadie consiga reestructurarla.
debería ser el desarrollo de la civilización propiamente En consecuencia, si tenemos en mente la creación de
dicha, de la cultura en todas sus formas, no la fabricacióO' una colectividad sana y vigorosa, susceptible de ejercer
de máquinas cada vez más eficaces o el establecimiento· una acción saludable en diversos planos de la existencia y
de medios de comunicación más y más perfeccionados. de desarrollarse libremente en numerosas direcciones,
Las realizaciones materiales deben tener al hombre como' resulta indispensable basar las instituciones que la rigen
objetivo final; de lo contrario, por espectaculares qu en un conocimiento de los auténticos valores profunda-
sean, no pueden en modo alguno revelarse provechosas<' mente anclado en las mentes. Si no, se revelará imposible

132 133
La morada de la paz Nuestras horas de vígilia

mantener entre sus miembros, siquiera durante un b . perseverancia, hasta el punto de capitular ante el menor
período, la armonía y la cohesión. obstáculo si los esfuerzos realizados no producen de in-
En nuestro país, como en cualquier otro si no con
1 mediato los resultados previstos.
guirnos desprendernos de los elementos que rebajan y Debemos, pues, mostrarnos vigilantes. Cuando nos
viden a los hombres, si no fundamentamos nuestras a acobardamos frente a cualquier dificultad, no intentemos
vidades, nuestros lazos afectivos y nuestra búsqueda salvar las apariencias echando la culpa a las circunstan·
conocimiento sobre una base de universalidad, jamás cias. Hasta que cerremos los ojos a nuestras propias insu-
alma individual florecerá en la plenitud de sus poderes ficiencias no podremos sacar lección alguna de nuestros
en la felicidad. errores cuando llegamos a transgredir la ley moraL Y ésa
Mientras las relaciones humanas sigan siendo tribu1:d es la razón de que vayamos de fracaso en fracaso, inmer-
rías de un sinfín de costumbres limitativas, tabúes y r sos en la discordia y la mediocridad.
tricciones, el desánimo, la apatía y la mediocridad en t Tal es asimismo el motivo de que la división reine por
das sus formas no harán sino empeoraL Y en tanto no doquier. En las condiciones que prevalecen, el espíritu
desarrolle un sentimiento de unidad entre nosotros, no puede enlazar entre sí ni las diversas ramas del cono-
realizaciones espirituales de individuos que, aislados o cimiento, ni las expresiones múltiples y los variados lo-
grupos, se consagren a una búsqueda interior se ve gros que comporta la vida humana. No existe base indis-
impotentes para restaurar en los hombres el sentido de cutible sobre la cual fundamentar la unidad en la tierra.
grandeza original. Y puesto que no puede unirse a la persona infinita :,¡'
!i
Es cierto que algunos se esfuerzan por establecer del Creador, el alma individual permanece inconsciente '
!i
tructuras sociales, susceptibles de facilitar la cornuni de su propia infinitud.
1
ción y el entendimiento entre personas y agrupaciones
diversa índole; no obstante, sus tentativas no tienen
carácter universal y provocan más bien gran número
escisiones. De hecho, dado que nuestro sentido de los v
lores es fundamentalmente deficiente, no nos situam
en la verdad. No sólo carecemos de un corazón abiert
de coraje y de respeto al prójimo, sino que muy a menu
do alimentarnos hacia los demás sentimientos de enemis
tad, malevolencia e intolerancia. Es más, cuando creemo
obrar por el Señor, actuamos sobre todo a mayor glori
de nuestro ego. Y con demasiada frecuencia nos falt

134 135
Nuestras horas de sueño

NUESTRAS HORAS DE SUEÑO juntas las facultades de los sentidos y las del espíritu, ha-
lla su plenitud en su mismo impulso, como en todo cuan-
to toca v todo cuanto hace suyo.
Pero la vida del pescador no consiste solamente en
agarrar al pez que queda atrapado en su red. Éste se atas-
ca y se desuella; las mallas se enredan. Una y otra vez,
Hay algo importante que olvidé mencionar ayer, concet. mientras repara y limpia, se ve obligado a interrumpir su
niente a la noche y el día, el sueño y la vigilia. ·· pesca.
Durante los períodos de vigilia, nuestras energía{ Por la noche, durante el sueño, la red de la vitalidad
participan en el juego de las fuerzas cósmicas y nuestr v la conciencia individuales se repliega. Entonces es el
actividades tienden a integrarse en la acción universal d ;nomento de reparar las fuerzas y recuperar las energías,
Creador. El Uno, a través de sus fuerzas &,er,siJfo,d,;s,:i, Y para ello hay que depositar la red enmarañada, rasgada
reúne en sí mismo los elementos de su Creación, y manchada en manos del Regenerador supremo. «Mien-
hasta el infinito, y los conduce a su pleno desarrollo. tras todo duerme, Aquel que vela sin descanso colma to-
fuerzas guían nuestra búsqueda del conocimiento das las necesidades de los mundos.»
el corazón de un dédalo de corrientes energéticas múltU En el curso de esas horas en que, poniendo fin a las
ples, hasta el punto de que las prodigiosas potencialidaO actividades cotidianas, dejamos de ese modo la propia
des de la energía universal, de descubrimiento en descu-., existencia al cuidado de la vida universal, formamos uno
brimiento, se desvelan a nuestra comprensión. En elln, con los árboles y las plantas. Toda distinción entre la na-
radica para el hombre una fuente inagotable de alegría. Si turaleza y el hombre se desvanece; la persona parece de-
en un período determinado se cree incapaz de progresat jar de existir, y cabe degustar el bienestar sin falla que lle-
más allá, le basta con perseverar un tanto para darse na el universo. Al despertar, uno presiente que, lejos de
cuenta de que el camino, por delante de él, toma un nue- haberse perdido en alguna ignota nada, el ser entero ha
vo giro. Asimismo, el espíritu humano se esfuerza por ra- disfrutado, durante ese período de aparente inercia y
mificar cada vez más la corriente de la energía individual,. aparente inconsciencia, de un completo sosiego que en sí
vinculándola a las fuerzas multiformes del Uno. De ese mismo es plenitud. En ello estriba el reposo original de la
modo, el individuo puede abrirse cada día un poco más naturaleza cósmica, tal como se nos revela en la calma
los diversos aspectos de su universo cotidiano y descu- tranquila de las praderas y los campos, o en el silencio de
brir, en ese movimiento mismo, la dicha de existir. En los altos árboles.
consecuencia, cuando la conciencia despierta proyecta Porque por la noche nos abandonamos de ese modo
en derredor, cual un pescador en el mar, la red que tejen a la madre naturaleza, nos sentimos dispuestos cada ma-

136 137

...
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La morada de la paz Nuestras horas de sueño i'
ñana a enfrentarnos a las nuevas responsabilidades. ne a destruirla, se manifiesta sobre la tierra como paz y
es preciso saber asimismo ofrecer el alma al Espíritu belleza, a través del movimiento en todas su formas y a
premo al menos una vez durante las horas de vigilia. través del juego de las energías. Gracias a esa fuerza de
lo contrario, mientras n1anchas y escorias se acumulan coordinación y equilibrio, el mundo no asume la aparien-
él, la tensión nerviosa y una especie de excitación febr· cia de alguna cruel superestructura que recordase nues-
apoderan del ser; entonces nos dejamos inundar por tros inmensos laboratorios científicos o nuestras gigantes-
exigencias irrazonables y los incontrolables accesos cas fábricas. Además, si dejamos que la armonía universal
cólera, envidia o celos que, día tras día, crean el caos se exprese a través de nosotros, el menor de nuestros ges-
uno mismo y en cuanto le rodea. tos y el menor de nuestros actos se impregnan de la calma
y la gracia que les son inherentes. Y si entonces ofrece-
Cuando nos reunimos al alba, debemos aprender a mos sin reservas nuestro yo limitado a Dios aprendemos
1

berarnos de toda actividad mental, a apaciguar nuestras''. de Él, durante breves instantes, la perfecta justedad y la
pasiones y, tras sumergirnos un instante en el Espíritu su/ perfecta eficacia que caracterizan por doquier la obra
premo, a establecer una armonía total entre las diferentes,., divina.
partes de nosotros mismos. Nuestro yo debe guardar sí~'
lencio y difuminarse en presencia de Dios. Entonces, Prosternados a los pies de la Madre de los mundos,
efecto de esa paz profunda que constituye el fruto de implorémosle: «Oh Madre, que tu mano que cura roce le-
perfecta dádiva de uno mismo al Divino, las fuerzas vemente nuestra alma cada mañana, a fin de que cicatricen
nerativas se difundirán por nuestro espíritu enfermo; el\ de inmediato las llagas de la víspera». Si durante nuestros
repliegue sobre uno mismo dará paso a la expansión, y momentos de plegaria sentimos en la frente ese contacto
tensión nerviosa al sosiego. regenerador y conservamos vivo su recuerdo) nos resulta-
Más tarde, cuando nuestro ser interior, de nuevo en- rá imposible, a lo largo de todo el día, hundirla vergonzo-
terrado bajo lo cotidiano, se sienta aplastado por la di- samente en el polvo. La pura música nacida de nuestra de-
versidad de las cosas y la multitud de los seres, la paz re- dicación seguirá resonando en nuestra alma, cual las notas
cibida al amanecer, tras infiltrarse en el seno de todos de una tampura que se repitieran hasta el infinito. Apren-
nuestros actos, verterá en ellos su fuerza purificadora. deremos a armonizar nuestras palabras y nuestros actos
Entonces nuestro yo sabrá permanecer sereno en cual- con su ritmo santificador. Haremos de nuestra vida una
quier circunstancia y dejará de originar a su alrededor melodía, y transmutaremos nuestro campo de acción coti-
pesares y desavenencias. diano en un campo de pura felicidad.
En este vasto universo, en sus diferentes modos de
expresión, reina una prodigiosa armonía que, si nada vie-

138 139

1,'
Al amanecer

AL AMANECER de indignidad o de indigencia interior. Todos mantene-


mos, intensamente afianzada dentro de nosotros, la no-
ción errónea de que el fenómeno del nacimiento en este
mundo se halla restringido a un contexto humano preci-
so y ocupa un lugar terrenal bien delimitado. Mas quien-
quiera que abandone esa idea preconcebida está en con-
En uno de esos instantes de paz profunda que diciones de comprender en un rapto de lucidez que el na-
mos al alborear el dia, ¡ojalá sintamos como el Supre cimiento del cuerpo acontece, de hecho, en el seno de la
arropa nuestra alma y como toda sensación de inmensidad sin límites. Es lo que permite a nuestros ami-
miento entre Él y nosotros desaparece de nuestro gos celestes enviarnos sus mensajes de luz a través de in-
1

Si mientras nos concentramos y penetramos en concebibles distancias, a fin de despertamos a nuestra


mismos el Señor toma posesión de nuestro ser, verdad oculta. La verdadera residencia del alma no es
mos, gracias a esa experiencia, una perfecta plenitud. esta prisión que constituye el ego; tiene su vivienda per-
manente en la suprema morada del Espíritu, en el seno
De lo contrario, la verdad de nuestra alma del Eterno. Todo ser es esencialmente libre y todopode-
resultándonos desconocida, y como no nos roso en su aposento terrenal. No se encarna en él para vi-
vinculados al Todo, nos consideraremos, erró,,e,,m.en.te;c vir como esclavo: Dios mismo marca su frente con el sello
insignificantes y desarmados. Mas no hay nada de de la realeza. Ahora bien, puesto que el yo, amputado de
como demuestra la existencia de los grandes sabios. su fuente, se considera un paria, el hombre baja la cabeza,
ser humano puede hacer suyas las realizaciones que dobla el espinazo y no osa tomar posesión de su universo.
tituyen la obra de éstos, pues son las posibilidades lai Permite, Señor, que todos, conscientes al fin de nues-
lentes en cada uno de nosotros las que se manifiestan a S: tro origen divino, nos instalemos en el suntuoso palacio
través. Cuando encendemos una vela, la llama que que es en verdad el nuestro. Del mismo modo que la os-
en su ápice pertenece potencialmente a la vela entera. curidad de los cielos, cual un simple espejismo, se disipa
poder de producir luz está presente en ella hasta su al alba en un breve momento, ¡que las engañosas nocio-
tremo opuesto, y llegado el momento, éste se encend.er,ila nes que asedian por todas partes nuestra naturaleza pro-
su vez. Hasta entonces, sirve de soporte a la parte de funda se desvanezcan en un instante! ¡Que nuestro ser
misma que ya arde. interior, como el sol que asoma por el horizonte, se abra
Todas las mañanas, en el curso de esta hora consagra, a su realidad resplandeciente y a su perfecta libertad y,
da, puede sernos dado liberar en nuestro interior al sabio con su conciencia iluminada y su pura luz, irradie nuestra
que allí permanece cautivo y rechazar nuestras falsas ideas' existencia entera!

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El hombre en su unicidad

EL HOMBRE EN SU UNICIDAD a ti. De ese modo, el atman y el yo llegarán a ser uno en


corazón del Uno.
Ojalá nuestro nacimiento en la tierra permita a esa par-
, ula de ia alegría divina que es nuestro atman expresar
on plena conciencia la grandeza, la pureza, la armonía y la
elleza que lleva en ella. Que en la sucesión sin fin de las
En el plano material, existe un parentesco de natur existencias, ese ser que somos en realidad pueda realizar
entre los objetos de este mundo y nosotros. Compartí len esta vida terrenal aquello por lo que se ha encamado.
una misma textura fundamental con el polvo de los ca A lo largo de las eras has dado forma a nuestro atman
nos, así como con las piedras y los vegetales, los anim en su unicidad. Tú mismo lo has guiado entre los soles y
Y la humanidad entera. Mas allí donde nuestro verda 'las lunas, los planetas y las estrellas, y has velado por que
ser interviene en su unicidad, esa semifusión entre to su identidad jamás se confunda con ninguna otra. Desde
todos desaparece. el momento en que los primeros elementos que lo consti-
Nuestra individualidad eterna, que presentimos co .· tuyen brotaron de una fuente de sutil luminosidad, en el
nuestro atman, es decir, el yo esencial, por debajo seno de alguna nebulosa trascendente, lo condujiste y ali-
nuestro pequeño yo limitado, no tiene parangón en el mentaste de mutación en mutación, de finalidad en fina-
verso. En la Creación infinita, cada atman constituye lidad, hasta que saliese a luz en una forma humana.
creaóón sin precedentes; es yo solamente, yo sin suple Nuestro atman, tu compañero de siempre, crece hoy
yo s111 comparación. Sólo el mundo de nuestro atman · en nuestro cuerpo de materia. Desde el origen de los
pertenece en propiedad, no le es dado a nadie más, sal tiempos, le trazas, a través de toda la Creación, una vía
a la persona humana regenerada, penetrar en su moradil,' que le es propia, por la que progresa incesante hacia ti.
allí donde reside a su lado el dios que lo anima. Ese «ti» constituye su guía eterna, su Amigo sin igual por
Oh mi Señor, nuestro atman único, nuestro atman los caminos del infinito. Ojalá podamos, Señor, a lo largo
ferente de cualquier otro, alberga una partícula asimismo.' de nuestra existencia en este mundo, reconocerte en ese
única, perfectamente individualizada de ti mismo maniii Amigo incomparable.
festado en tu plena felicidad. Y jamá:, en ninguna 'época~'~ Permite que no concedamos jamás a ser alguno, a
· en lugar alguno, has elegido dos expresiones idénticas de0f ninguna cosa, tanto o más valor que a tu presencia en
tu personalidad infinita. Así, lo que llamamos atman re;, nuestro corazón. Permite asimismo que en modo alguno
sulta ser, en verdad, un aspecto bien definido, totalmen{ dejemos predominar en nosotros el aspecto material y
te diferenciado, de tu juego eterno contigo mismo. En él,, biológico de nuestro ser, poco diferenciado de los árbo-
nuestro pequeño yo Jebe aprender a unirse íntegramen'. les, las plantas y los animales de toda especie. Conceder

142 143
La morada de la paz El hombre en su unicidad

la primada a esa faceta nuestra supone una tentación ¿Cómo poner fin al dolor del yo que no se siente uni-
cil, puesto que tenemos en común, con toda forma do a ti) Para llegar a ello, Buda se entregó a temibles aus-
vida vegetal o animal, una misma necesidad de aliment teridades, y con el fin de revelar a todos cómo puede di-
de aire y de agua, puesto que una misma voluntad de s siparse el dolor de la separación, Cristo dio su vida,
brevívir habita en nosotros y nos enfrentamos juntos al Oh tú, que, más que cualquier hijo de nuestra carne,
mismos peligros e idénticos tormentos, Por consiguient eres el bienamado de nuestra alma, tú, inconscientemen-
debemos rezar por que las necesidades de tipo físico le te querido en las zonas invioladas de nuestra personali-
material no lleguen a colmar nuestro campo de concien,' dad terrenal, oh tú, que constituyes la esencia de todo se1
cía, hasta el punto de expulsar de él toda percepción y toda cosa, es en tu presencia, en la morada de nuestra
nuestro Amigo secreto -nuestro guía desde s1em¡ne-, 0
;' individualidad sin parangón, donde tu juego contigo mis-
quien, bajo una forma individualizada, manifiesta al mo halla su plena realización, Mas en tanto no se lleve a
vino en nuestro ser mediante un sutil roce, un modo cabo la unión entre tú y nosotros, reina en este mundo un
acción y una felicidad que le son absolutamente incoercible sufrimiento que no parece mitigarse sino para
En los planos en que nos sentimos parte m1:e2rat1te: renacer de inmediato, Y la muerte no perdona nada ni a
de la Creación material, te respetamos, Señor, en cuantc¡' nadie, aun cuando las fuerzas de la inmortalidad traten
dueño de este mundo, Nos esforzamos por seguir tu sin cesar de atravesar sus capas oscuras a fin de ilumi~
1

pues, si la infringimos, se desprenden de ello unas consec,i narla para siempre. Señor, mientras subsista esa escisión
cuencias que consideramos un castigo procedente de ti. . . entre tú y la conciencia humana, tu manifestación en este
Mas allí donde existimos en nuestra unicidad, buscamos,,. mundo habrá de adquirir ineludiblemente un carácter
conocerte como nuestro Todo. dual: el del dolor y la alegría, la separación y la unión, la
Por lo que respecta al atman, tú nos has querido li 0
' muerte y la inmortalidad, Ahora bien, a quienquiera que
bres, ya que si no fuera así, tu amor no conllevaría fruto' te reconozca y te acepte sin reservas con tu doble rostro,
alguno, tu deseo de unión y tu alegría de ser no tendría le es dado formar uno contigo y puede exclamar al fin:
eco, En consecuencia, el atinan, así dotado de libre albe, «Todo se ha realizado, no me queda nada que desear»,
dría, sólo encuentra su razón de ser en la plenitud de una:'
total comunión contigo. Por eso, en las regiones del se
que él rige, la más intolerable angustia consiste en no sen
tir tu presencia; se trata de la angustia inherente al p:
queño yo. Y la dicha más completa estriba en hallar
conscientemente vinculado a ti; es la felicidad que na
del amor realizado,

144 145

i:
1

l·i
. . - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ·----.~~·····

El derecho al amor

EL DERECHO AL AMOR portancia se nos antoja más ínfima todavía que la de una
pulgarada de arena. Y lo cierto es que el sistema solar en-
tero ocupa un lugar tan nimio entre la profusión de gala-
xias que las 1natemáticas se ven impotentes para medir su
extensión.
Por doquier en el poderoso imperio del Señor de los
Anoche no dejaba de resonar este canto en mi cor universos, los habitantes que pueblan las miríadas de
mundos desconocidos prosiguen, en este mismo momen-
Señor, rompe todo obstáculo to, su existencia para nosotros inconcebible, Y por do-
en el camino del amor. quier, perdidos en las alturas de un cielo ilimitado, existen
Que no subsista nada que pueda separarnos. astros cuya luz no captan todavía nuestros telescopios,
¡Oh, no permanezcas alejado de mí1 mientras ésta progresa sin fin a través de los tiempos en
Así en la soledad como entre la multitud, dirección a nuestra Tierra.
en el interior como en el exterior, En definitiva, lo ignoramos todo acerca de los mun-
¡permite que en todo momento mi alma te cante dos divinos) invisibles y misteriosos, cuya existencia, de
instante en instante, descansa por entero en los poderes,
¡Cuán extraordinaria plegaria' Esa unión en el ·• para nosotros ininteligibles, de la divinidad suprema.
es con Dios mismo con quien el hombre quiere vi Y esa diminuta mota de polvo, esa infinitesimal par-
¿Cómo ha llegado a creer realizable un lazo amoroso{ tícula que es el hombre en el espacio, se atreve a hablar
tre el Creador de todos los mundos y él, y a expres · de relación amorosa con el Señor absoluto de ese inson-
aspiración de tantas maneras diferentes? dable universo, ¡osa soñar con tener un lugar a su lado y
Ahora bien, el espíritu humano ¿no se confiesa reinar con Él 1
ciclo tan pronto como intenta pensar en la multitud d En el cielo sin límites, el fuego nacido de la oblación
mundos creados? En efecto, si uno consigue represe universal del Creador arde de era en era en el corazón de
se siquiera un ápice su propia pequeñez en relación las estrellas. Y yo, que aguardo en un rinconcito del cam-
la inmensidad del universo, le faltan palabras para e po sacrificial, tras las multitudes que se reúnen en él,
sar esa percepción. Considerado como simple indi ' ¿cómo puedo rogar al guarda del umbral que me autori-
entre los miles de millones de habitantes de esta Tier ce a colocarme cerca del supremo Maestro de ceremonias
hombre parece en extremo insignificante, ¡y cuán '. del sacrificio?
provistos de importancia sus dolores y sus alegrías!, Es bien sabido que la ambición humana carece de lí-
embargo, puesto en paralelo con el sistema solar, s mites. Rezan las crónicas que Alejandro se proclamaba

146 147

'1,¡
,·,I ¡·,
La morada de la paz El derecho al amor

incapaz de saborear el placer de la victoria en tanto e · to. Aquel gue nos da la vida nos otorga asimismo el dere-
tieran otras comarcas por conquistar. Apenas conclui cho al amor. Así pues, ¿qué podríamos temer? ¿Por qué
la batalla, le era imposible postergar el ponerse de nue no atrevernos a elevarnos hacia Él?
en marcha a la cabeza de sus ejércitos. En otro orden Nuestro mayor privilegio estriba en estar dotados de
cosas, son numerosos aquellos que, pese a no disponer un atman perfectamente individualizado y que no puede
lo necesario para el sustento, sueñan con la cámara del t .,. fundirse en ningún ser ni en cosa alguna. Es un privilegio
soro del dios de la fortuna. Y abundan los ejemplos quet más esencial todavía que recibir los rayos del sol, la luz de
ponen de manifiesto que ninguna esperanza que el han±,; la luna y la de las estrellas. Mientras por doquier impera
bre albergue se le antoja jamás por completo irrealizable;: la ley gravitacional, sólo nuestra individualidad escapa de
En la verdad de su ser, todos aspiran a unirse en w:(°' la atracción universal De no ser así, se desintegraría y se
vínculo de amor con el Creador de los mundos. Ese de• mezclaría con el polvo de los caminos. Ahora bien, dado
seo que en lo más hondo prevalece sobre cualquier otro · que la presión de ese inmenso universo no se ejerce sobre
¿constituiría al mismo tiempo su mayor locura? ¿No mi a/man, puedo seguir sintiéndome seguro de mi digni-
tratará acaso de pura fantasmagoría, nacida de la nece,,í,(;>.C dad innata y avanzar por la vida con la cabeza alta.
dad de colmar la perpetua insatisfacción del ego) En los Puranas 1 se dice que Kashi, la Benarés santa,
No. La búsqueda del amor divino no va en modo no es de este mundo, Seguramente llevo en mí, bajo la
guno ligada al ego. Aquel que se consagra a ella forma de mi yo esencial y único, esa ciudad terrenal y ce-
más bien a volverse humilde entre los humildes, a situar: leste a la vez. Al igual que ella, existo en este mundo, y
se lejos detrás de todos; y se considera inmensamente n<k',' · • existo de manera similar allende sus límites. He ahí por
vilegiado si se le ofrece una oportunidad de prcJst,arr,an;e qué considerarse un átomo insignificante supone pura
ante un ser en quien cree reconocer a un elegido del aberración. De hecho, el universo y el hombre responden
ñor. No persigue ni poder ni riqueza, sino .que, por a necesidades de órdenes diferenciados, y resulta absur-
contrario, se siente dispuesto a abandonarlo todo do querer medirlos al uno con respecto al otro,
llevar a buen término sus esperanzas. Por eso la aspira' En el plano de mi a/man sin parangón, el Señor no
ción de los humanos al amor de Dios, el hecho de que co' me impone su ley, sino que me ofrece su presencia de fe- ¡,
licidad, bajo una forma que sólo existe para mí. Es sobre 11'
nacer ese amor, más vital a sus ojos que cualquier afecto l'I.

esta presencia en mi ser donde descansa mi existencia, y


n
terrenal, se les antoje la gracia suprema, me parece la
más extraordinaria del mundo. ¿Por qué consume : ;
: !
hombre semejante deseo? l. Textos redactados entre los siglos IV y XIV. Conjunto de tradí-
Sencillamente porque amar al Divino y ser amado> ciones, leyendas y conocimientos espirituales sacados de múltiples ,[
por Él constituye su derecho de nacimiento más absolu- fuentes.

148 149
La morada de la paz El derecho al amor

no sobre las leyes terrenales, Por esa razón me es da ·'viertes en mi bienamado y resultas inapreciable para mí».
vir paralelamente en este mundo y en el más allá, E Por eso, Señor, el ego, que cree poder bastarse a sí
!ación con la persona humana y con el dios que la h mismo, llega con tal facilidad a rechazarte, Si adopta con
los Upanishads declaran: «Él y yo somos como dos ,i respecto a la tierra o al agua una actitud similar, acusa de
perchadas en una rama del mismo árbol», En efecto , inmediato el contragolpe: ahora bien, si te declara: «No
mas dos compañeros que vivimos uno al lado del necesito para nada tu presencia, Lo que yo quiero es di-
la proximidad más extrema, nero y celebridad», te inclinas ante su decisión y aguar-
En este mundo, las cosas se hallan regidas de tal das en silencio,
nera que todos tenemos un tributo que pagar como Tal vez algún día el yo ávido de posesiones compren-
cío de nuestra existencia, Si no saldamos día tras , da que ni la gloria, ni las monedas de oro o de plata, ni las
nuestras múltiples deudas con la tierra, el agua, el ciel joyas y las piedras preciosas le darán acceso a la morada
el aire, empezamos a asfixiarnos, Sin embargo, en la solitaria del alma, donde nada de este mundo, ni hombre
rada del atinan todo se ofrece gratuitamente, Esa mor ni cosa, penetra jamás, No existe la menor fisura por la
es, para cada uno de nosotros, el templo del Amigo ' que deslizarse, pues sólo el Amigo supremo puede ocu-
co que promete una y otra vez: «Lo que desees co par esa cámara secreta donde reside el atinan inmortaL
grarme lo recibiré; mas aun cuando te guardases todas Mas en verdad el atman v. el vo. están llamados a unirse v'
)

cosas para ti, no te privaré de ninguno de los benefi ' si llega un momento en que el yo puede decir: «¿ De qué
que te están destinados», sirven la fortuna o la popularidad? ¿De qué sirven todas
Si no fuera así, el Creador reinaría a solas en su re' esas cosas acumuladas? ¡Señor, tú eres lo único que quie-
y desconocería la felicidad que supone la unión, ¡Qué ro!», y si algún día puede añadir: «Sé que en la morada
rrible e infinita soledad la del hombre que no conoce a aislada de mi yo esencial, de mi atman, donde ni siquiera
igual! Por eso el Señor ha abdicado de su soberanía c' se proyectan los rayos del sol o de la luna, puedo ser tuyo
respecto a nosotros, a fin de que el amor pueda expr y tú puedes ser mío», entonces la unión se llevará a cabo,
se, Viene a ocupar su lugar en el jardín florido de nues El novio celestial ocupará su lugar en la cámara nupcial
identidad eterna, donde Él mismo asume una identida del alma y la persona humana conocerá su plena realiza-
ninguna otra semejante, para poder revelarse a cada ción.
de nosotros como su eterno Amigo, El Señor nos dfo Cuando eso ocurra se producirán ciertos cambios
«No puedes determinar por ti mismo el precio de la l asombrosos, El pequeño yo tomará conciencia de su pro-
que te ofrezco, pues no tienes conciencia de tu propio pia indigencia y despertará cada vez más a la grandeza del
lar, Éste reside en el gozo que hallo en ti, porque bajo e amor divino, Discernirá las riquezas ocultas en su propio
forma única que soy yo en ti, te doy mi amor, tú te corazón y comprenderá que un amor semejante carece de

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La morada de la paz

limites. A partir de ese momento ya no se sentirá tent LIBRE ALBEDRÍO Y VOLUNTAD


de magnificarse, pues el ego tiende a inflarse de vaní
si sólo adquiere el conocimiento, mas cuando el amor
ga a habitarlo, colmando al ser entero de un alborozo
tacha, descubre de pronto las virtudes de la modesf
Mientras que el néctar del amor fluye en él, se vacía po
a poco de toda su suficiencia y de sus vanas satisfacci Si apenas despiertos nuestro pensamiento se vuelve hacia
nes, abriendo así el camino a un sentimiento de plenit los seres y las actividades que constituyen nuestro univer-
hasta entonces desconocido. Liberado al fin de sus so cotidiano, es precisamente porque se trata de nuestra
seos de grandeza, permite que se acreciente la humild esfera personal, centrada en nuestras propias voluntades
que alberga en su seno, y percibe como su alegría de exi(·Y y deseos. Y ese pequeño mundo cerrado lo sentimos ver-
tir )~ su paz interior se intensifican en proporción. -<<-::: daderamente nuestro porque somos nosotros quienes lo
Esa mutación resulta del conflicto inherente al jueg~i: creamos, día tras día, en torno a unas cuantas opciones li-
del Señor consigo mismo. El yo regenerado lo comprer¡<l mitadas: aquello que queremos o que no queremos, los
de y llega a aceptar las reglas del juego. Cuanto más reca{:-
noce hasta qué punto se revela insignificante, débil y
recursos si permanece reducido a sus propios límite~,;;·
s~c seres a quienes aceptamos o rechazamos, etcétera.
En cuanto al universo en sí, no nos sentimos indina-
dos a preocuparnos por él, pues no está en nuestra mano
más se abre a él la morada de su ahna, allí donde encuenf influir mediante la voluntad en el brillo del sol o el soplo
tra su plenitud, y mayor es su conciencia de estar habita.,; del viento; y no nos corresponde a nosotros mantener la
do por la gracia divina. Creación, velando por la cohesión o la escisión de los áto-
En efecto, la insignificante persona, a la que suele Ji,/ mos y las moléculas. De manera inevitable, más que por
mitarse la conciencia de sí, sólo es impotente y miserabfot cualquier otra cosa de este mundo, nos interesamos por
porque no se siente vinculada ni a su fuente ni a su indio? aquellas de las que nos sentimos responsables, aquellas
vidualídad inmortal. Pero si al avivar la chispa de amor: que nosotros mismos integramos en nuestro círculo fami-
presente en lo más profundo de nosotros nos unimos t liar, gracias a nuestra capacidad innata de libre elección y
nuestra alma, descubriremos en cuán alto grado estarna(,' libre decisión. Aun cuando ocupemos un lugar en el seno
en verdad bendecidos por Dios. de un cosmos sin limites, de innumerables manifestacio-
nes1 nuestro estrecho entorno y nuestros mezquinos de-
seos no se nos antojan en modo alguno insignificantes.
Por la mañana, ante la suntuosidad del sol naciente, y
cualquiera qut sea, por lo demás la admiración que se-
1

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La morada de la paz Libre albedrío 1• voluntad

mejante espectáculo pueda suscitar en nosotros, nos p el cuerpo busca el contacto de otro cuerpo y la mente La
paramos para las horas que tenemos por delante y comunicación con otras mentes, la personalidad huma-
dedicamos a nuestros quehaceres habituales sin que na aspira a la intimidad con otras personalidades, aptas
embargue la menor confusión. igualmente para disponer de sí mismas. En ausencia de
Está claro que intervienen dos formas de voluntad es: tales contactos, el libre albedrío pierde su significación
trechamente conectadas entre sí, una gue actúa en el seno> original y se transforma en una fuerza ciega. En tal caso,
de la Creación y otra restringida a los limites de nuestro el individuo ya no conoce otra necesidad que sus propios
entorno. En los antiguos reinos de tipo feudal, el rey, apetitos, y no vacila en recurrir a la violencia a fin de sa-
dentemente, gobernaba; sin embargo, cada uno de los se, ciarlos.
ñores, sus vasallos, era responsable de un feudo, parte En cambio, si el libre albedrío se ejerce de manera es-
integrante del reino. Todos los signos exteriores de la rea- pontánea, lejos de toda compulsión nacida del ego, con·
leza se ponían de manifiesto en el interior de dichos feu- serva su integridad primigenia. El hombre, entonces, no
dos, pues los señores eran los amos y actuaban según les se siente tentado a imponerse por la fuerza, pues no tiene
pluguiese. Del mismo modo, el Divino convierte a cada otro objetivo que encontrar al prójimo en el mismo plano
ser en un rey en el ámbito de su atinan inmortal. Allí, el de auténtica expresión de sí. Y esta última esperanza
barrendero de las calles es soberano, con el mismo dere- permanece viva en él, incluso aunque nada, ni los bienes
cho que cualquiera. Aquel que determina todas las cosas, materiales, ni forma alguna de poder, ni el orgullo de una
otorga a la persona humana, en el plano de su verdad supuesta independencia, sea ya capaz de colmar sus aspi-
fundamental, una partícula de su poder de volición. En el rac10nes.
contrato que firma con cada uno de nosotros, está esti" La persona que desea mantener relaciones armonio-
pulado que tendremos el uso exclusivo de ese poder «en sas con un ser amado ya no busca defender a toda costa su
tanto brillen el sol y la luna». propia libertad de decisión. Por el contrario, se esfuerza
Mas el yo hace suyo ese don eterno ofrecido al atman en poner freno a sus exigencias e incluso en ocasiones lle-
y se embriaga de un sentido erróneo de su libertad de ac- ga a desprenderse de toda forma de reivindicación ego·
ción. Puesto que sólo le importan sus propios deseos, no céntrica. Cuando hace de esa manera abstracción de sus
tiene en cuenta otra ley que la suya y osa argüir un dere- supuestos derechos a una completa autonomía, se sume
cho natural a actuar como le plazca. Ahora bien, el ejer- en un estado de dependencia, consciente y deseada, que
cicio de la voluntad individual se basa también en leyes no es en modo alguno asimilable a una forma cualquiera
universales. No es satisfaciendo sin mesura los menores de servidumbre. En efecto, aun en el caso de que un hom-
caprichos como cabe conocer la verdadera dicha. Al bre consiga reducir a otro a la esclavitud y lo explote bajo
igual gue la materia atrae hacia sí la materia, al igual que coacción, no puede forzarle a son1eterse interiormente.

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La morada de la paz Libre albedrío y voluntad

En el mundo de nuestro yo, la voluntad es el m · ces se revelan plenamente el auténtico valor del libre sl
de todos nuestros actos, cuando en verdad nuestra bedrío y toda la extensión de su campo de acción.
ponsabilidad primordial consiste en aprender a mod De hecho, todos aspiramos por naturaleza a crear un
nuestras facultades volitivas en función de las del pr · ámbito de entendimiento con el prójimo, y tal como he-
mo. Y paradójicamente, cuanto más progresamos en mos dicho, dominar a alguien no proporciona verdadera
dirección, más numerosos son los ámbitos en los que alegría. Tal situación constituye el reflejo de una ley divi-
sentimos capaces de dominar la situación v más se am na. El poder de libre determinación del Creador sólo pue-
nuestro universo personal. de concretarse junto a seres capaces de determinarse por
Un ama de casa, en el verdadero sentido del sí mismos. Por eso el Señor nos dota de libre albedrío, y
es aquella que sabe subordinar toda tendencia a no ello sin condición alguna, de tal suerte que todos pode-
sino su santa voluntad a las necesidades y deseos de la mos actuar con completa independencia. En todas partes
milia entera, sin olvidar a criados y vecinos, convirtiend Dios es dueño y señor, no tributario de la ley cósmica que
así ese círculo cuya alma constituye en un refugio de p emana de Él v todas las cosas son parte integrante de su
fecta armonía. Muy a menudo se ve obligada a limitar ser infinito. Sólo existe una sobre la que no ejerce derecho
expresión de sus propios deseos o incluso a renunciar ,Í' alguno: nuestra libertad de pensamiento y de acción. Ja-
ellos por completo. Ahora bien, puesto que no aplasta•a, más atenta contra ella; sin embargo, al esforzarse por se-
nadie con su autoridad, le resulta posible dirigir sin nirú} ducir nuestros corazones, nos invita a sintonizar nuestra
gún género de duda el hogar que tiene a su cargo. Etí; voluntad con la suya. Así, disponemos de un bien del que
cambio, si no está dispuesta a ponerse al servicio de los' podemos en verdad hacer ofrenda al Divino. Si le ofrece-
demás, las tensiones que con ello origina le impiden cumi' mos flores, se trata de hecho de sus propias flores, y el
plir su verdadera función. Por eso cabe decir que, en el agua es su agua, y todo es siempre suyo. Abara bien, si le
terreno afectivo, la más pura forma de independencí~<, ofrecemos nuestra aptitud para disponer de nosotros mis-
sólo se obtiene en un marco de dependencia libremente!' mos, a fin de que nuestros pensamientos y nuestros actos
consentida. puedan integrarse en el Todo, ése constituye un don ver-
El poder de volición individual no puede, pues, dadero de la criatura a su Creador.
cerse de manera efectiva en un ego que no cesa de afirmar El alma comprende, a través de numerosos signos, que
su derecho a la libertad. Sólo adquiere su pleno sentido si una y otra vez el Señor de los mundos infinitos aborda en
se basa en el respeto al otro, en una relación fundamenta- la ribera de nuestro ser, con la esperanza de que al fin sa-
da en la simpatía y la comprensión. La fuerza de voluntad bremos entregamos a ÉL Si en este mundo se priva de ese
desvela todas sus potencialidades cuando se olvida de sí. ; aspecto de su tesoro que es nuestra pequeña persona, es 1!

misma, no cuando se anuncia a bombo y platillo. Enton- por la alegría de su juego amoroso, ese amor sin límites cu·

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La morada de la paz

yos esplendores desvela gracias a su advenimiento a nü LA BELLEZA


tro interior. Al armonizar su omnipotencia con nuestra
Juntad individual, nos permite presentir en qué consiste
voluntad eterna. ¿Y cómo podría manifestar ese subli
carácter sino en relación con nuestras individualidades a
tónomas? Por eso penetra en nuestros corazones y n
murmura día tras día: «Nada te será jamás pedido Dios es el ordenador de lo real, y al hombre sólo le cabe
precio de tu libertad. Concédeme tan sólo tu amor». inclinarse ante ese aspecto de la divinidad. Negar la evi-
Señor, lo has dispuesto todo para que pueda exor,,->>::,:,s: dencia resulta inconcebible puesto que, por doquier, la
sarse en esta tierra la alegría de amar y de ser amado. tierra, el cielo y los mares dan testimonio del orden infa-
tal objeto, has preparado ese juego prodigioso de inclívií, s:C;; lible que rige el universo.
dualidades a las que creas y dotas de libre albedrío, a Mas el Creador no es sólo el arquitecto de los mun-
de que puedan, por su propia voluntad, unirse a ti en dos mortales. Constituye asimismo pura exaltación y eli-
vínculo de amor. Y durante todo ese tiempo, ag11arda:s,) xir de vida eterna. ¿De qué manera hace perceptibles
con la mano tendida en muda plegaria, a las puertas esas otras facetas de sí mismo?
nuestro ser.
El otro día os hice observar que la felicidad es por na-
turaleza libertad. La fuerza no hace mella en ella y resul-
ta imposible reglamentarla. Por esa razón, el día en que
J 1

celebramos la fiesta de la alegría, nos liberamos de las IJ,,


¡
presiones de la vida cotidiana y de las cadenas del ego-
centrismo; nos desembarazamos de nuestras necesidades
arificiales, al igual que de la añagaza de la separación; re-
chazamos las costumbres y los tabúes que nos privan de
toda espontaneidad. La desaparición de tantos falsos va-
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lores crea en nuestro caparazón imperceptibles fisuras ¡ ¡!
. !
por las que se adentra el alborozo, pues el gozo de existir
no se halla sometido a ninguna de las reglas que gobier-
nan nuestra realidad de cada día.
Por eso la verdad latente de nuestro mundo se con- 1

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creta en el aspecto de principios absolutos, mientras que :1
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La morada de la paz La belleza

la beatitud subyacente se irradia a través del encant va de nuestro ser concedida espontáneamente. «Ven a mí
suntuosidad de las formas, También por eso el co por tu propia voluntad-nos dice-, y cada uno conoce-
miento de las leyes naturales se revela indispensable rá por el otro la plenitud .de la verdadera dicha,» Él, que
nuestra supervivencia, mientras que la experiencia d ha depositado una partícula de sí mismo en lo más re-
bilo universal no constituye un imperativo de orden cóndito de nuestro ser, en la residencia de nuestro atman,
Necesitamos saber que el sol sale cada mañana y te en un santuario allende los mundos, es el Señor de abso-
en cuenta para organizar nuestra existencia de ma luta beatitud que se expande por el universo entero y que
coherente; no obstante, si permanecemos insensibles en todas las cosas, incluido el azul del cielo, el verde de
luminosidad del alba y a la paz que de ella se despre las selvas profundas o el perfume de las flores, desvela su
ninguna de nuestras actividades se verá perturbada presencia.
ello, Si apareciese revestido de su omnipotencia, nos pos-
El universo nos impone su orden inmutable, En traríamos ante Él con las manos unidas, Sin embargo,
bio, las prodigiosas interacciones que, mediante el j cuando viene hacia nosotros, es el Amigo y se acerca a pa-
de los colores, las fragancias o las flores, tejen su magn· sos inaudibles, Viene solo, Ni guardias armados ni jueces
cencía no nos atan en modo alguno; y si carecemos_,:d'.: despiadados le siguen; ninguna fanfarria hace sonar en su
sentido de la estética, ni la tierra, ni el cielo, ni los ríos honor las trompetas de la gloria, Y como no quiere ni sa-
los océanos nos reprochan nuestra indiferencia a su cudir por la fuerza nuestro letargo, ni arrancarnos del
pecto, error contra nuestra voluntad, no hacemos nada por per-
De ello se desprende que, si bien estamos sujetos mitirle ocupar un lugar en nuestro interior.
ineluctabilidad de las leyes cósmicas, gozamos de una Y no obstante, se trata de una actitud estériL En tan-
berrad perfecta tan pronto penetramos en el reino de, to el hombre, dado que su espíritu no está iluminado y no
belleza, Ésta, en efecto, sólo se revela a través de la p tiene por qué temer las sanciones de un poder intransi- 1¡
fecta gratuidad del arrobamiento que hace nacer en nue gente, no se adentre de manera deliberada por la vía del
tros corazones, Y si alguien exclama: «¡Al diablo e amor, permanecerá de vida en vida esclavizado a las ne- 11

vuestra belleza!», la propia Lakshmi, la diosa de lo be cesidades terrenales, Recorre como esclavo la ronda de
1,

en este universo sin lín1ites, se aleja sin protestar. No e ' las existencias, sin presentir que nace en este planeta para ,i,,
,,,,
ten ni reglamentos ni policía que puedan forzar a nadi hacer suya la alegría inherente a todo cuanto existe,
interesarse en las maravillas del mundo, Abramos, pues, de par en par las puertas de nuestro
El Señor nos ofrece ese exquisito y misterioso esple tabernáculo secreto, allí donde ni siquiera se refleja la luz
dor que irradia de su Creación sin pedir nada a camb · de los astros, adonde ningún amigo humano ha accedido
Lo que espera de nosotros, no lo olvidemos, es una dá jamás, pero donde aguarda, vacío, el trono del Amigo sin

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La morada de la paz

par. Dejemos que la luz entre a raudales en esa morad EL VERDADERO SENTIDO DE LA PLEGARIA
de nuestra alma.
Al amanecer, nuestros ojos distinguen claramente lá&t,
primeras luces del día, portadoras del resplandor divina,"
que vienen poco a poco a envolver nuestro cuerpo físico_;/t
¡ojalá podamos percibir, de modo tan evidente, la beati-
tud, la gracia y el amor supremos, que con sus ondas Se ha dicho a menudo que en la vía de la realización inte-
compactas buscan abrazar estrechamente nuestro ser en~-- rior la plegaria no tiene razón de existir, que sólo impor-
tero! tan la meditación y el arte de alcanzar al Absoluto en el
Ahora bien, aunque el Señor, sin cansarse, aguarda ínterior de uno mismo.
en los linderos de nuestra conciencia, nos permite descu- Tal punto de vista resultaría aceptable si no discernié-
brir por nosotros mismos su rostro de felicidad. Día tras semos, por doquier en este mundo, los signos de una
día, regresa; día tras día, despliega ante nuestros ojos el conciencia en acción. Cuando nos recogemos ante una re-
espectáculo movedizo de la belleza universal, sin jamás presentación de la divinidad, no es a una masa de metal o
forzarnos a contemplar su obra. a un bloque de piedra a quienes ofrecemos nuestras plega-
Sin embargo, en el momento en que la pequeña chis- rias. Las dejamos brotar de nuestro corazón porque senti-
pa de verdad que se incuba en nuestra alma prenda por mos allí una presencia dispuesta a oírnos y a escucharnos.
fin, nada nos será ya velado, ni la realidad secreta de las Si Dios sólo fuese el Señor de nuestra realidad terre-
cosas, ni su esplendor, ni el amor que las habita. Enton- nal, si sólo se manifestara mediante un conjunto de pres-
ces comprenderemos por qué vagamos durante tanto cripciones inexorables, ¿cómo hubiese podido germinar
tiempo en este mundo, aparentemente reducidos a un yo en nuestra mente la idea de dirigirle nuestras peticiones?
no vinculado al Todo, juguetes impotentes del sufrimien- Mas es asimismo el Dios de amor y de felicidad que, por
to y de la muerte. Y el misterio que supone para nosotros libre decisión, responde a las aspiraciones de nuestra
ese drama de una ilusoria separación nos será desvelado alma. No obstante, con ese rostro no resulta accesible a
en un santiamén. nuestra facultad de reflexión, por vasta que sea. El hom-
bre sólo puede conocerle si se entrega a Él mediante un
acto de su libre albedrío.
Decía aver que en este mundo la intención divina se
manifiesta ~sencialiuente a través de la belleza. Ésta rea-
nima en nosotros la sed de unión con Dios, pero al mis-
mo tiempo refleja la sed de unión de Dios con el hombre.

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La morada de la paz El verdadero sentido de la plegaria

He ahí por qué lo hermoso sigue careciendo de interés a siempre rechazados, pues la tensión, física o mental, no
nuestros ojos en tanto nuestras preocupaciones egocén---', tiene sitio en el seno de la alegría. Sólo una aspiración
tricas ocupen por entero nuestra mente, mientras confiada y sin cálculo nos dará acceso a su santuario.
nos produce placer adornar a seres y cosas si nuestra sen-~ Ahora bien, el corazón es la morada de la aspiración.
sibilidad se ve afectada. Por eso en las reuniones en que Nutre un deseo de completitud que no puede surgir de la
compartimos entre varios un mismo regocijo, al satisfacer nada. Su sensación de una progresión constante, su cer-
un idéntico deseo, es donde apreciamos particularmente teza de que existe un objetivo que hay que alcanzar no
los bellos atavíos, los perfumes y la música. El Señor, sin son pura ilusión. Si fuera así, ¿de dónde provendrían ese
necesidad absoluta, ha diseminado la belleza por doquier deseo, esa sensación, esa certeza) ¿Qué poder les permi-
en el universo, y así nuestro corazón sabe que su Crea- tiría existir, siquiera un instante? En lo más profundo del
ción ha sido concebida en vistas al reencuentro y la co- universo, al igual que dentro de uno mismo, ¿acaso no
munión. Sabe que las mara,~llas naturales no son pura encontraremos jamás sino superchería?
superfluidad. No. Cuando la plegaria brota del corazón, éste se
Sin embargo, el propio corazón humano es una fuen- abreva, a través de los vasos gue lo vinculan al Todo, en
te de interrogantes. ¿Cuál es la razón de ser de las intui- la fuente de la intención universal. Así nutrido con el néc-
ciones, los impulsos y la ternura que lo habitan? Porque tar de un júbilo sagrado, se fortalece de día en día, mien-
la luz brilla, tenemos ojos para ver. Porque la naturaleza tras que sólo le cabe marchitarse y languidecer si se ve
circundante se ofrece a nosotros, estamos dotados de una O privado de él. El corazón no requiere ni riquezas mate-
conciencia apta para percibirla. Porque hay un universo ' riales, ni conocimientos, ni experiencias; sólo aspira a la
por descubrir y conocer, nuestra inteligencia está ahí, dis, dicha y al amor. Y quiere hacerlos suyos, pues le consta
puesta a explorarlo. Mas ese corazón que hay en nuestro que le está permitido el acceso, acaso de manera imper-
pecho ¿para quién, o para qué, late? Late a fin de que nos fecta en la vida cotidiana, mas en grado supremo en el
regocijemos en Aquel que, como afirman los Upanishads,' seno de la divinidad. De lo contrario, el hombre sólo po-
de todas las cosas constituye el sabor y de todas las cosas. dría aguardar la muerte, repitiendo machaconamente va- 1
i· 1

el hechizo que irradian. nas preguntas ante puertas cerradas. ,\'


En el plano de la necesidad, tal como he dado a en'. El corazón intuye su verdadera naturaleza y presien-
tender ya, podemos triunfar sobre nuestras dificultades te que en el infinito llegará a una perfecta realización. Por
gracias a esfuerzos sostenidos y, por medio de la razón, consiguiente, no se repliega sobre sí mismo, sino que se
llegar al conocimiento. Pero si buscamos penetrar de esé abre a otras cosas, a otros seres, y de ese modo mantiene
modo en el ámbito del éxtasis, jamás franquearemos ·~· nuestra existencia en este mundo. Sin intercambios con
umbral. Nuestras penas y nuestros argumentos serárl; el exterior, el cuerpo no podría subsistir siquiera un se-

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Ul
La morada de la paz El verdadero sentido de la plegaria

gundo. Por ejemplo, ¿de qué modo podrían las fue nuestras lágrimas sobre el trono desamparado del Ami-
vítales garantizar las funciones naturales, como la r go sin par?
ración? Por eso se ha dicho: «Si la beatitud no colma Mientras nuestro corazón arda en nosotros, nuestro
universo, ¿quién estaría jamás dispuesto a realizar el Dios de amor no cesará de proyectar la belleza por do-
nor esfuerzo? ¿Quíén aspiraría siquiera a mantenerse e quier en el universo, a fin de que algún día éste se desve-
vida)». No obstante, en verdad el Señor difunde por le ante nuestros ojos como la morada del gozo. Ahora
quier su felicidad. bien, entretanto no se realice la unión entre Él y la perso-
La plegaria sirve de intermediario entre el deseo na hunrnna) ¿cómo aplacar, en el interior de uno, b. an-
allá arriba y la aspiración de aquí abajo. Mensajeraª"'ª~'"'''' gustia de la separación?
gable, se proyecta sin cesar de uno a otro borde del En eso consiste el objetivo de la plegaria. Surgiendo
mo que parece separar a Dios de la persona humana. de la noche del yo, se eleva hacia la luz, del mismo modo
cual explica la audaz conclusión de los visnuistas: si el que el loto, tras abrirse camino hasta la superficie de las
ñor, afirman, hace sonar su flauta al compás de ritmos aguas cenagosas, se vuelve hacia el sol y revela su gracia
cuento, no persigue con ello otro objetivo que dejar fragante, húmeda de lágrimas de rocío. Así, la sed de
su llamada en el corazón del hombre. Esa música no nuestra alma traduce en palabras de continuo renovadas
mejante a ninguna otra es la imploración que Él murmu7C la eterna imploración que, por sí sola, las contiene todas:
ra sin fin en las profundidades de ouestro ser. Por esa ra, «De lo irreal condúcenos a lo real, de las tinieblas a la luz,
zón la melodía de la belleza engendra en nuestra alma la) de la muerte a la inmortalidad».
nostalgia de la unidad perdida. Tan sólo un ser de extrema crueldad, rebosante de
Cuando el Divino, mediante el encanto sutil de fatuidad mental y de cinismo, sería susceptible de no ver
notas, nos convida a ofrecernos libremente a Él sino una inepcia indigna de consideración en esa súplica
un lado la omnipotencia que constituye uno de s~s de cada instante, ofrenda que el corazón del hombre hace
butos. El inconmensurable poder gracias al cual mantie- a Dios. Únicamente un ser semejante osaría ridiculizar y
ne de manera infalible la rotación de los planetas alr~T rechazar las peticiones de los habitantes de este mundo.
dedor del sol, no ejerce presión alguna sobre nuestra ' Mas el Señor oye nuestras súplicas. Cuando, tras este
voluntad. Por eso los acordes sin cuento de la flauta uní" exilio carente de alegría en el reino de la muerte tenebro-
versal son tan perfectamente armoniosos v están ím~i;:: sa y falaz, emprendamos el viaje de regreso hacia el Biena-
pregnados de tan desgarradora compasión: por eso el' mado de nuestra alma, será el ángel de la plegaria quien, a
Señor jamás se cansa de invitarnos a la plenitud de l la luz de su vacilante llama, nos indique el camino.
unión. ¿Acaso no permitiremos que ascienda hacia Él er¡
respuesta una ardiente aspiración? ¿No derramaremos'

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El orden natural de las cosas

EL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS en ese punto, rompe el vínculo que une todas las cosas.
:Haz esa ínfima excepción en mi favor», ello equivale a
decir, por ejemplo: «Puesto que en este camino fangoso
me he manchado la ropa, ¡que tu sol venga a secar la tie-
rra bajo mis pasos 1 ¡Y poco importa si para ello te ves
obligado a romper las fuerzas de cohesión entre las cons-
Aspiración, amor, alegría ... En la mente humana, telaciones, y a permitir que astros y planetas se dispersen
nociones evocan a su contrario, v de pronto el corazón al azar por el espacio!».
encoge: ¿por qué tantas presiones, tantos obstáculos?: La organización del universo no está en función ni de
¿Por qué se me niega aquello que deseo, y por qué lo los individuos ni de porciones cualesquiera de tiempo. Sin
no he deseado viene a aplastarme con su peso? embargo, puesto que cada uno de nosotros se halla inser-
El hombre no descubre la respuesta como to en lo real subyacente a nuestra realidad material, esta-
de una argumentación racional; sólo la fe puede sugerfo, mos fundamentalmente unidos al Todo. En ningún mo-
sela. Entonces rememora las palabras de las mento puede producirse una ruptura entre el conjunto de
«Él, que es a un tiempo el Padre y el Amigo, es quien la Creación y nosotros. Según los Upanishads, desde la
gisla los mundos». Dios, que nos hizo nacer a la luz, eternidad de los tiempos y durante las eras por venir, el
inevitablemente nuestro amigo; si no hallara su placer en Señor de los mundos coordina todas las cosas con la más
nosotros, no podríamos existir, Mas es asimismo el Crea' extrema precisión. Se ha dicho gue el orden universal no
dor, el Uno, de quien todo procede, el coordinador tiene principio ni fin, e incluye en perfecta unidad todas
universo entero. Así, el Amigo y el Legislador no consti 0 ' las formas existentes. Del uno al otro confín de la Crea-
tuven sino uno solo. En el fondo, no hav,
,' . pues, nada que\ '' ción, en su ordenamiento sin falla, nunca incompatibili-
temer de las leyes naturales. °'' dad alguna viene a destruir el equilibrio; nada se disocia
No obstante, dichas leyes no podrían depender deun" jamás. Al analizar las leyes que aseguran la adherencia de
azar caprichoso. Si sus modalidades variasen de un día,i los átomos y las moléculas entre sí, la ciencia moderna no
para otro, de una persona a otra, sin jamás estabilizarse., ; ha emitido conclusiones más síntétioos ni más rigurosas.
el caos reinaría en toda la Creación. De modo que lo&° Ahora bien, si todo acabase ahí, si Dios sólo fuera el le-
principios que la rigen no pueden ser sino universales, gislador supremo, se contentaría con aplicar con mano de
El hilo irrompible que teje la tela del cosmos une to(' hierro una reglamentación implacable; el hombre no se di-
das las cosas de manera perfecta, desde la más minúscula/ ferenciaría en nada a sus ojos de un trozo de madera o una
mota de polvo hasta las galaxias. Si para satisfacer un de- piedra, de una mota de polvo o un grano de arena. El ser
seo personal imploro de esta guisa al Señor: «Ahí, just humano no sería entonces sino un prisionero encadenado.

168 169
La morada de la paz El orden natural de las cosos

Mas en verdad el soberano de los universos es asim· ningún privilegio particular. A la inversa, en nuestra uni-
mo el Amigo. La ley del Señor, que interviene en tod' cidad, allí donde, para su mayor gloria, somos nuestro at·
cuanto existe, resulta fácilmente discernible; ¿rr1ecliar1te. man a ningún otro semejante, no permíte que nuestra
qué signos se manifiesta el Amigo? Su presencia no identidad pueda, por poco que sea, disolverse en la iden-
perceptible allí donde se impone el orden ine:lm:table;J: tidad del prójimo o perderse en el Todo.
sólo se hace sentir en lo más profundo de nuestro ser, El Creador, en su función de ordenador, estructura el
esa cámara secreta donde vela el amoL Si bien el cosn1os y el cuerpo humano de tal n1anera que cada uno
de acción del divino arquitecto es la naturaleza univ,:rs:>1,.zi de nosotros sea parte integrante del conjunto. No obs-
es en nuestro interior donde el Amigo tiene su morada u~¿+:,, tante, en cuanto Amigo, nos hace suyos absolutamente.
felicidad. Las características gue compartimos con todo y con to-
Por un lado, el hombre es parte integrante de la na- dos constituyen nuestra naturaleza física; las que nos
turaleza; por otro, forma uno con su alma inmortal. unen al Señor constituyen nuestra alma inmortal.
manera inevitable, está obligado a pagar sus cánones
Señor de la tierra, pero para el Amigo eterno reúne
ofrendas libremente. Y si bien sólo con la ayuda y el
tén de la naturaleza tiene posibilidad de conocer el
dadero bienestar corporal y material, puede, en co1ntra <i0

partida, sumirse a solas en la pura dicha de su alma


descubrir allí su propio esplendor innato.
En el cosmos, el designio del Señor se manifiesta
diante una disposición estricta, mientras que en
corazón es la beatitud de la unión lo que revela la intell:.
ción última. Y aun cuando las leyes naturales nos obli·· :;0y¡
guen a respetarlas, la presencia del alma universal, infusa/ · ·
en toda forma, nos libera. Orden y disciplina emanan de.
la mano izquierda del Señor, mientras que su mano dere-'
cha proporciona la alegría y la libertad. Ahora bien, es
ambas manos juntas donde lleva a cada uno de nosotros
En el plano de nuestra sustancia primaria, dond<.
nada nos diferencia de las piedras, las plantas o los árb
les, el Uno, que engloba todas las cosas, no nos conced

170 171
Triadas

TRÍADAS hombre construye se hallan siempre sujetos a erroL A la


menor fisura, el conjunto se disgrega, y se produce el
caos, Pero allí donde la ley divina reina sin ningún géne-
ro de duda, la cohesión está establecida de manera inde-
fectible y la paz que de ello resulta se manifiesta en su ab-
soluta perfección, Es esa faceta del Señor lo que refleja la
La naturaleza depende de leyes inflexibles, pero el naturaleza, En el cielo y sobre la tierra, acaso no discer-
es pura exultación, Así, por los principios que gobiernan namos al presente sino tormentas y convulsiones, rnas la
nuestra existencia estamos englobados en el orden uni- causa de ello es nuestra visión limitada, El día en que di-
versal, mientras que, para júbilo de nuestra alma, pode- rigimos a todas las cosas una mirada más amplia la sere-
1

mos formar uno con la plena beatitud divina, nidad inmanente deviene perceptible,
Si en los planos de la naturaleza terrenal y rnrrw,rol Si la disposición de los mundos no estuviera estable-
-planos donde todas las criaturas han sido formadas cida por siempre jamás, si no fuera de una precisión sin
partir de un mismo tejido- nos apartamos de las tacha, se producirían desgarrones en la textura del cos-
establecidas, nuestra existencia adquiere un carácter mos, La armonía que prevalece de un extremo al otro de
rrante, Porgue nos parece lícito forzar a seres y cosas la Creación sería destruida en un instante, El universo se
plegarse a nuestros caprichos, creamos la confusión dislocaría, proyectando hasta el infinito, en una loca dan-
doquier, Ahora bien, impunemente para con nr,sc,tr<JS} za del fin del mundo, miles de millones de restos que las
mismos no sabríamos obligar siguiera fuese a una m<:ita• »;·0 fuerzas adversas triunfantes se ensañarían en reducir a
de polvo a adoptar un movimiento contrario a su verd:ad. añicos. Pero, de hecho, sístemas solares y galaxias prosi-
interna, En cambio, si aprendemos a respetar en su guen su ronda de era en era, y si ampliarnos nuestra vi-
pecificidad hasta la más ínfima partícula, animada o irnf' sión, percibiremos la paz sin límites, basada en un equili-
nimada, de este mundo que nos acoge, nuestra propia Ín' brio inmutable, que constituye los fundamentos de su
tegridad ya no tendrá que sufrir las consecuencias de·:: carrera vertiginosa.
nuestras aberraciones. Por eso necesitamos ante todo to'"'<_:_ _, Porque esa paz que nada altera emana de la verdad
mar conciencia de las leyes físicas, y luego aprender a subyacente y nos habla de Dios, revela ser el bien absolu-
acomodamos a ellas, De ese modo nos ligamos a nuestro,., to cuando el alma se sumerge en su inmensidad,
entorno natural, lo que nos hace aptos para cumplir ei,ir Con esa triple expresión de verdad, paz y bien, el Di-
verdadero objetivo de nuestro aprendizaje terrenal: el co' · · vino abraza a cada ser y vela por él en todo momento, Por
nacimiento del Divino, en su aspecto de paz inalterabl eso hallamos en Él un refugio eternamente estable, Sin
Por bien organizados que estén, los sistemas que embargo, si no nos sometemos a las leyes de la Creación,

172 173
La morada de la paz Tríadas

si no discernimos su esplendor interno ni arrn<;,JJi el estudio de los textos sagrados, la madurez, con sus res-
nuestra realidad individual con la realidad univer ponsabilidades familiares y sociales y, por último, el pe-
conoceremos, tanto en el interior como en el ext ,, ríodo del retiro y de la consagración espiritual Tales dis-
sino oposiciones y conflictos. Como consecuencia tinciones se apoyaban en los tres aspectos del Divino que
tra n1isma presencia en esta tierra se revelará perju' acabamos de presentar: la paz, el bien y la unidad.
para el conjunto de los seres y las cosas, pues toda El primer período debía conducir a la serenidad. Ese
cordancia en el corazón del hombre, o entre la natu logro permitía acto seguido liberarse de las tareas de la
za y él, engendra el mal. ·"'' edad adulta de una manera beneficiosa tanto para el pró-
El bien, al igual que la paz que nos lo hace perce' jimo como para uno mismo, mientras que las acciones
ble, surge de la unidad del Todo. Constituye la expre '' humanas, en tanto la paz del alma brilla por su ausencia,
del Uno, de donde procede la multiplicidad de las for suelen tener efectos nefastos.
y que a la vez trasciende todas las cosas v se infiltra Basar la propia existencia en el respeto de valores sa-
más ínfima partícula de materia. ludables así para el mundo como para el hombre implica
Cuando la verdad, paz inmutable, se manifiesta e el abandono de toda motivación egocéntrica, pues sólo la
Creacíón en cuanto bien supremo, éste se revela co · ofrenda del yo al Divino hace posible un sentimiento de
amor, felicidad y comunión universal. Por eso el Se identificación con cada forma existente. Y cuando uno
supremo, fuente única de la multitud de seres, busca ha hecho plenamente suya esa verdad, entonces puede
unión con cada uno de nosotros. Mas esta unión no p · realizarse de manera íntegra, en el amor y la libertad, la
de realizarse si la persona humana no desarrolla su se unión de la persona humana con el Espíritu supremo, el
do innato de la armonía v de la perfección. En tanto Uno, que reúne en sí mismo todo cuanto existe.
mentemos contradicciones internas y permitamos Desde la infancia, el hombre toma, pues, conciencia
discordia prevalezca tanto en nosotros como a nuestro ; del universo y de las leyes que le son aferentes. Más tarde
rededor, sólo podremos atraer el espíritu del mal. llega a presentir en él la existencia de un bien absoluto.
Lo que une nuestra realidad y sus principios fo Por último, puede abrirse a la felicidad divina. Esta evo-
dores a la plena beatitud divina es la perfección y la lución interior se apoya al principio en el estudio, más
dad que sustentan la Creación. Así pues, sólo una asp tarde en el trabajo y las responsabilidades y, en último lu-
ción constante al bien y a la concordia pueden darn: · gar, en la unión en el amor.
acceso al reino de la felicidad. Por eso cuando entramos en meditación invocamos
al Uno, Señor de toda paz y de todo bien. Por eso, asi-
Antaño nuestra sociedad preconizaba el respeto a mismo, nos repetimos siempre la inmortal plegaria: «De
tres «edades» de la vida: la adolescencia, en la castida lo irreal condúcenos a lo real, de las tinieblas a la luz, de

174 175

--
La morada de la paz

la muerte a la inmortalidad», Sí, de lo irreal condúcen DIFERENCIACIÓN E INDIVIDUALIZACIÓN


a lo real, pero también del mal condúcenos al bien, d
apego egocéntrico condúcenos al amor verdadero, OH
tú, Señor de la manifestación, revélate a través de nosoc'
tros, ¡Que nuestra existencia entera dé testimonio de ,,
triunfo sobre el mal que albergamos en nuestro ser!
La meta final no es ni el conocimiento de la Sólo el hombre, al parecer, se halla dotado de una indivi-
ni siquiera cierta perfección de la vida terrenal, sino la dualidad diferenciada, pero ¿de ello se deduce inevita-
munión con todas las cosas en el seno del Uno, Y ni el blemente que toda otra forma de vida, todo otro aspecto
amor por la naturaleza ni la fraternidad humana consti- del cosmos forman uno de manera plena y completa con
tuyen fines en sí mismos; la realización última es la unión el Señor de los mundos? Si no existiera asimismo alguna
con el espíritu supremo, distancia entre Él. y rodas las cosas, ¿cómo podría ejercer
Tal es el mensaje de la India, Roguemos por que una acción cualquiera sobre el conjunto de la Creación)
nuestra vida de cada día se convierta en su viva expre-_ De hecho, la diferencia estriba simplemente en que el
sión. hombre se sabe un ser aparte y que, lejos de ver en ello un
signo de oprobio, considera su condición particular un
título honorífico,
Cuando un padre abre una cuenta separada para su
primogénito, éste no ve en su gesto una señal de rechazo
sino, por el contrario, un testimonio de afecto, Y orgullo-
so de la autonomía que se le concede, aprende a apre-
ciarla cada vez más, Así es como reacciona por lo general
el ser humano, Emprenda lo que emprenda, le mueve
fundamentalmente la sensación de un derecho innato a
disponer de sí mismo con libertad,
Sin embargo, la naturaleza carece de conciencia de sL
No conoce su propia magnificencia, Siendo así, ¿de qué
manera el Señor establece entre el universo y Él el distan-
ciamiento que asegure la perfecta disposición de aquél?
Lo consigue gracias a los principios mediante los cuales
rige todo cuanto existe. Sin tales principios, la intención

lí6 17í i
La morada de la paz Di/erencíación e individualización

divina no hallaría eco alguno en el seno de la C cosa leyes y límites precisos, no fueran en verdad sino di-
En la indiferenciación generalizada no habría en a visiones, el universo se hallaría desprovisto de cohesión.
to sitio para el menor acto volitivo. Los innumerables componentes de la Creación diverge-
Si un jugador de ajedrez guiere aplicar frente rían hasta tal punto unos de otros que nada permitiría re-
contrincante una estrategia que le sea propia, define conocer la unidad subyacente, salvo quizá alguna ecua-
d1versas etapas en su mente. Entonces, aun cuando e ción matemática altamente elaborada.
pieza conserva su papel preciso, sus desplazamientos De hecho, en el corazón mismo de las fuerzas de di-
ces1vos ya no dependen únicamente de las reglas del ' ferenciación que actúan perpetuamente, existe un poder
go; se basan asimismo en la decisión del jugador. supremo que, según el plan eterno del Señor, gobierna
que éste ha concebido los movimientos posibles, las cosas v las reúne sin fin, del mismo modo que el juga-
actuar según la táctica prevista e imprimir a la partida dor de ajedrez, al apoyarse en las reglas que establecen de
marca personal. manera independiente los movimientos de cada pieza,
Dios asigna a su universo leves de diversos tipos. asegura el desarrollo lógico de una partida según una lí -
agua, la tierra, la luz, la mente, t~do está regido de mane< nea de acción previamente concebida.
ra peculiar. Llamamos «limites» a los de esas leyes que Para los sabios de antaño, el Divino era el eterno Poe-
percibimos. Sin embargo, la naturaleza no concibe su5,'\ ta. En efecto, un poeta, tras poner bajo su control los ele-
propias delimitaciones: es el Creador quien le da formai mentos dispersos de la lengua, y obedeciendo a su propio
según su designio preestablecido; es Él quien decreta su '1 impulso creador, puede dar nacimiento a una formación
ordenamiento. De ese modo se desvela, por los efecto;;' rítmica de exquisita armonía, de donde se desprende una
que produce, la facultad de volición inherente a la divini' significación sintética. De modo similar, el Uno, al pro-
dad. Así, el Infinito deviene Ja fuente de lo finito, sin yectarse en lo múltiple, dota de propiedades sin cuento a
causa que el deseo Yel júbilo del Senor. cada ser y cada cosa y, combinándolos en sí mismo, hace
Por esa razón está escrito en ]os Upanishads: perceptible su función de conjunto. Así es como su Crea-
verdad todas esas cosas fueron creadas a partir de la ple- ción adquiere un sentido global.
na beatitud», y se dice igualmente: «La eterna felicidad Dios actúa por mediación de sus corrientes de fuerza
del Creador irradia en la Creación». Sí, puesto que a tra- coordinadas. Su poder creador es la unión de sus energías
vés de lo que emana de Él es su naturaleza misma lo que multiformes, gracias a las cuales permanece vinculado a
manifiesta, todo nace de su alegría y constituye la encar- la naturaleza universal y a cada uno de los elementos di·
nacion_ misma de su deseo. Por propia voluntad, se limita ferenciados que la componen. Por su omnipotencia, crea
ª las dIInensiones de lo finito v se encierra en la forma. eternamente un incomparable poema épico, al reunir,
Mas si las divisiones que Dios crea, al otorgar a cada con ayuda de multitud de lazos, todos los átomos de la

178 179
La morada de la paz Diferenciación e individualización
1

Creación, de un extremo al otro del universo materi Si el aislamiento constituyese la ley primera del ego,
del uno al otro confín del espaciotiempo. el menor encuentro provocaría una doble reacción de re-
Siendo infinito, se expresa por medio de lo chazo y no existiría ningún punto de contacto posible en-
Siendo atemporal, se manifiesta en la fragmentación del tre dos individuos. Mas en verdad el amor de Dios es un
tiempo. Este segundo misterio, que la ciencia denc,miné, j hilo conductor que junta a las almas unas con otras. Al
«evolución», no es menos anona.dante que el primero. Si suscitar en cada una la aspiración a la unión, despierta en
bien el Supremo contiene la eternidad en cada instante todo ser su verdad secreta.
revela de manera gradual su designio a través,de las mi-'
ríadas de formas en constante mutación, a través de la re- La Creación es como un cuadro de luz y sombras que
disposición permanente de los universos, así como a tra- el Divino va pintando de era en era, con el fin de que su
vés del lento desarrollo de la historia de los hombres y de amor se ~xprese cada vez más plenamente, mediante el
sus sociedades. juego de una constante oposición entre el alborozo de la
Los límites que impone la ley del Señor constituyen la unión y el dolor de la separación. Antes de arrojarse al
única fuente de diferenciación entre la ;,aturaleza y Él. océano del amor universal, el río de amor que brota de
En lo que concierne al ser humano, las fronteras de la nuestra alma inmortal se vuelve cada vez más angosto o
persona mantienen una distinción equivalente, de lo con· más ancho, más sinuoso o más recto, según que el egoís-
trario el juego amoroso del Señor consigo mismo no po- mo y la vanidad lo limiten y entorpezcan o que sus olas lo
dría tener lugar. En efecto, sólo la autonomía de nuestro lleven más allá de los apegos mezquinos y los afectos ce-
yo total permite su desarrollo. losos.
La naturaleza, definida por los principios que le son Como un loto naciente que abre sus pétalos uno tras
aferentes, es el campo de acción de las energías del Divi- otro, el amor que germina en el corazón de la persona hu-
no, mas su amor se revela en nuestro atman inmortat mana se expande poco a poco de la persona a la familia,
parcialmente reducido en este mundo a las dimensiones de la familia al entorno social, de éste a la nación y de la
de la persona humana. Se da el caso que condenamos a nación a la humanidad entera, para irradiar por fin de la
esta última porque vemos en ella un obstáculo para la ex- humanidad al alma universal y del alma universal al Espí-
pansión de nuestro ser. Sin embargo, es el Ser supremo ritu supremo.
quien ha dado de ese modo un aspecto finito a su felici-
dad. Ha convertido a nuestro atman y al amigo que lo ha'
bita en dependientes de nuestro yo terrenal, a fin de que
la alegría divina no permanezca sin objeto.
La naturaleza humana

LA NATURALEZA HUMANA tra en contacto con personas de todo tipo; por consi-
guiente, su éxito se basa ampliamente en la calidad de las
relaciones humanas que mantiene. Para llegar a un rango
elevado y mantenerse en él, debe plegarse a un conjunto
de reglas y de criterios reconocidos, vivir según un códi-
go dado. Entretanto se esfuerza por respetar dicho códi-
Como ya hemos visto, la naturaleza humana al igual
1
go, su entorno le respalda. Ahora bien, si tiende a des-
la naturaleza cósmica constituye el campo de acción
1
viarse, se enfrenta a una desaprobación creciente, y los
la energía cósmica, y nuestra alma inmortal el del golpes que recibe abren una brecha en el edificio de su
de Dios. En la naturaleza, el Señor manifiesta su ¡.,v•ucr,;,<.,>, vida. La confianza de que gozaba, acaso desde largo tiem-
por mediación de sus fuerzas diversificadas, pero m,,,, ... po, se desmorona cada día un poco más y acaba por ser-
diante la semilla de amor que coloca en nuestra alma se le definitivamente retirada.
entrega a nosotros sin pedir nada a cambio. De hecho, cualquiera que ejerza funciones elevadas
Los humanos difícilmente hallan un equilibrio no tarda en comprender la importancia de la disciplina
su naturaleza física y sus aspiraciones interiores. en el trabajo, y se da cuenta de que la eficacia se basa en
conceder prioridad ya sea al cuerpo o a la mente. Y en""· ,..:•, la aceptación de ciertas obligaciones. Al igual que el Se-
mayoría de los pueblos se descubre idéntica pr,Jp,arn;íóii ñor rige la Creación por medio de leyes irreversibles, el
a desarrollar en demasía un aspecto de la existencia en••}:;;: hombre debe gobernar su acción apoyándose en princi-
detrimento del otro. pios firmemente establecidos. Si reniega de tales princi-
Aquellos que dirigen todos sus esfuerzos hacia algu- pios, se sume en el caos.
na realización exterior adquieren en general talento, po- El obrero que no sigue las instrucciones recibidas se
der, fortuna, y en ocasiones su influencia se extiende,,.,,..,, revela incompetente. El padre de familia que no mantie-
pliamente por su país o allende sus fronteras. Por ne el orden en su hogar sólo desempeña su papel en par-
gracia de Annapurna, la diosa de la abundancia, prospe· te. Y sí un dirigente actúa sin reflexión ni método, su go-
ran en este mundo. Sin dejar de luchar, pese a una ávida bierno se va a pique. En verdad, aquel cuya inteligencia
competencia, por alcanzar un nivel cada vez más alto en no reconoce las leyes de este mundo va de fracaso en fra-
todo cuanto emprenden, algunos se aferran a varias vir- caso, siempre derrotado de antemano e incapaz de salir-
tudes esenciales. Y los mejores entre ellos demuestran se del atolladero en que se ha metido.
veces un verdadero sentido de la ética. No es sino constriñéndose a respetar algunas reglas
El hombre que, gracias a las aptitudes que ha sabido fundamentales como se está en condiciones de colmar de
desarrollar, ocupa una posición de responsabilidad, en-_O, manera duradera las propias ambiciones, tanto en el ám-

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La morada de la paz La naturaleza hwnana

bito intelectual como en el de las relaciones con Sin embargo, si no nos hacemos semejantes a Dios,
más o el de las actividades profesionales, De ese ¿qué oportunidad tenemos de conocerle nunca? Mientras
uno se vuelve apto para planificar una acción, dirigir sólo aspiremos a acrecentar nuestro saber, nuestras pose-
empresa, crear una obra de arte, y llega a cosechar siones y nuestras proezas técnicas, nos seguiremos alejando
plenitud el fruto de sus esfuerzos, Y cuanto más fiel cada vez más de su verdad, Y si en nuestra arrogancia ir,-
mantiene a los valores normalmente apreciados, tentamos equipararnos con Él, violamos las fronteras que
oportunidades tiene de lograr su objetivo en este m nos corresponden por naturaleza. Nuestros esfuerzos están
No obstante, en la mayoría de los casos, los hombtt~ entonces destinados al fracaso, y un día vemos derrumbar-
transforman esos valores de índole puramente social"'í)I¡ se ante nuestros ojos nuestras vanas construcciones.
w1 fin en sí mismos, Acaban por considerar como un idl1ij Por eso los maestros espirituales han afirmado desde
superior una ética cuya única ventaja consiste en abrir siempre que llegar al conocimiento del Divino reviste ex-
puertas del poder, facilitar el trabajo y contribuir al trema dificultad para aquel que se consagra esencialmen -
greso económico, Además, no pueden concebir otras te a la acumulación de bienes terrenales, Semejante meta
dades que las que se desprenden de las certezas sólo conduce a perderse a uno mismo en el camino,
cas de su tiempo, No encontr_aremos al Señor en ninguna parte míen-
Tales personas, cuyos únicos deseos y aspiraciones tras le busquemos fuera de nosotros mismos, Ningún sa-
limitan a la adquisición de bienes materiales, tienen q bio tendrá jamás acceso al núcleo último de un simple
zá una oportunidad de conocer algún día la prosperi grano de arena, allí donde, secretamente, reside el Omni-
o de ocupar un puesto de dirección, pero jamás vivir' presente, Y quienquiera que intente convertirse en el
plenitud de la unión con el Divino, pues el Señor amo de la Creación por el simple poder de su intelecto,
muestra sus propios tesoros sino en el secreto de nuest sin unirse antes al Divino en su interior, se asemeja a Ar-
corazones, Ahora bien, ¿quién, entre los hombres .t juna cuando lanzó una, flecha contra Shiva 1 disfrazado, 2
preocupados por su avance en esta tierra, estaría dispu ,, La flecha no puede alcanzar su blanco, pues la lucha es
to a pasar a la otra orilla del mar de las riquezas, simpl~,' demasiado desigual y la derrota inevitable,
mente para descubrir en ella tesoros espirituales? To En el terreno de la manifestación de la fuerza pri -
se creen obligados a ascender sin descanso los pelda'
del éxito, y hasta que no se cansan de trepar cada vez
alto, se repiten una y otra vez, como para convencerse l. Divinidad védica, Shiva representa, en la Trinidad hindú, al
dios creador. Una evolución compleja lo asimila asimismo a Rudra, el
mismos: «Nada existe más allá de este mundo, No h
poder supremo que destruye el mal.
otra realidad ni otra vía que ésta; es preciso seguir av 2. Episodio sacado del Mahabharata, una de las dos grandes epo-
zan<lo, proseguir la escalada hasta el final», peyas de la India y cuyo héroe es Arjuna.

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i ''1
1

La morada de la paz

mordial, dos rostros de la divinidad nos son revelados: LA REALIZACIÓN AUTÉNTICA


de Annapurna, la diosa de la abundancia, que con sus
vores sin cuento nutre y acrecienta las energías que
corresponden por derecho, y el de Káli, la temible, la
nos arranca los poderes que nos atribuirnos de
indebida. Káli no nos permite acceder en plano alguno a
la supremacía absoluta, ya sea por medio del dinero o Aquellos que obran en el plano físico hablan de progreso
la fama, o bien por la satisfacción de nuestras innurnera,., material sin fin. En otros términos, hacen hincapié en el
bles exigencias. Los más grandes reinos, los imperios ,m,, .\;•'.. cambio incesante, en detrimento de !a estabilidad eterna,
poderosos son aniquilados uno tras otro. Mientras el y se interesan en el esfuerzo de cada instante antes qu.e en
hombre cree disfrutar en completa seguridad de sus teso, la realización última.
ros acumulados, de pronto las reservas se vacían, como la Así, depositan toda su confianza en la línea de con-
cáscara de un coco cuando se extrae la pulpa. ducta que regula el mundo de la acción, como si pudie-
Ciertamente, las riquezas de este mundo parecen sen llevarse al más allá esa ética, válida únicamente en el
plandecer con mil fulgores. No obstante, en la renuncia camino de la vida. Puesto que se preocupan ante todo de
deliberada a esos falsos valores no existe ni terror ni tris, su avance en el plano social, sólo respetan los valores sus-
teza, pues el vacío que ocultan es peor todavía de lo ceptibles de favorecer su ascenso en este mundo, no
lo sería la nada: se trata de un vacío que destruye toda es,. aquellos que conducen a la morada suprema. Esa mora-
peranza de plenitud. da, que jamás alcanzará por su propio esfuerzo, al hom-
De hecho, ni la acumulación de posesiones ni la bre le está permitido tanto desdeñarla como constituirla
nuncia voluntaria se asientan en la verdad, pues ese en su único objetivo. Y si no reconoce el verdadero pro-
material, donde las fuerzas se oponen, no es la greso en el eterno devenir, no por ello se pone en tela de
morada del hombre. Por eso, aun cuando se complazca en juicio su existencia en esta tierra.
demorarse un tanto en él, no alimenta en modo alguno en Los amantes de la fuerza y del poder hallan su placer
su interior el auténtico deseo de instalarse allí por siempre en el mero hecho de avanzar, dado que de ese modo se
jamás. expresa la energía humana. En contrapartida, a ésta sólo
le cabe retirarse si alcanzan un punto en que, satisfechos
de sí mismos y de su éxito, en lo sucesivo optan por apol-
tronarse en la ociosidad. De hecho, la ambición tiene de
bueno que no incita a estancarse en una embelesada sa-
tisfacción, sino que impulsa a subir cada vez más alto.

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La morada de la paz La realización auténtica

Por eso, hasta tanto que sus fuerzas no les ab,an,dcm,,ll: en la corriente de un río, todo el mundo admitiría que sus
quienes persiguen la fortuna no tienen, en principio, probabilidades de éxito son nulas y que inevitablemente
momento de respiro. será arrastrado por su caudal. Y sin embargo, ¡así es
No obstante, hay quienes si la suerte les es adversa como se hunden las naciones 1
sólo saben lamentarse. Y como la vida no les concede lo
que esperaban de ella, abandonan la vía del esfuerzo y del Avanzar constituye, pues, una necesidad, En conse-
progreso. Sin dirigir ya la mirada hacia el futuro, amon- cuencia, abundan aquellos que, conscientes de esta re ali·
tonan sus bienes y, a fin de asegurar mejor su protección, dad incontestable, no están dispuestos ni a hacer un alto
se encierran a cal y canto. Pero en este mundo todo cam- en el camino, ni a disfrutar tranquilamente del fruto de
bia y es fuente de cambio. Quienquiera que se hunda en sus esfuerzos. Ahora bien, la idea que se forjan del pro-
una rutina que impida la menor autosuperación, ya no es Qreso en este mundo es fundamentalmente aberrante. En
sino un muerto viviente. :1 plano en que se sitúan, su marcha incesante no puede
La historia nos enseña que, llegadas a un elevado conducir a parte alguna.
nivel de desarrollo, con gran frecuencia las naciones flo- Si tal fuera en realidad el destino del hombre, no ca-
recientes empiezan a declinar. Su decadencia parece obe- bría imaginar condición más aflictiva. Sin embargo, aun
decer siempre a una misma causa: al considerar satisfac- cuando a ciertos individuos, cegados por la pasión de las
toria la situación, los habitantes, en conjunto, opinan que riquezas y por el orgullo que les producen sus posesio-
progresar más allá resulta en adelante inútil. A ello se nes, no les cuesta albergar tales pensamientos, en ello ja-
suma la voluntad de aprovechar con absoluta seguridad más interviene la aquiescencia de su alma. En verdad to-
lo adquirido, sin plantearse nada. Nadie está ya dispues- dos los deseos y todas las aspiraciones humanas pueden
to a abrirse a nuevas concepciones de la vida, a nuevas ser colmados en el santuario oculto ubicado en el centro
maneras de pensar. Por otra parte, los valores espirituales del ser, donde el Señor aguarda y donde conocerle supo-
y morales, elaborados a lo largo de los siglos y salvaguar- ne una gracia accesible, puesto que es Él mismo quien se
dados como algo precioso hasta el momento, pasan aho- nos ofrece.
ra a ser tenidos por debilitantes; en consecuencia, son No obstante, repitámoslo, nunca le encontraremos
abiertamente escarnecidos y pierden todo crédito. Cada en el exterior, ya sea escudriñando la naturaleza o multi-
cual, aunque privado del sostén que representaban, se plicando los descubrimientos científicos. Sólo podemos
cree sólidamente establecido en la existencia y, orgulloso percibir su presencia en lo más recóndito de nuestros co- i!¡
de su éxito, pasa a apoyarse tan sólo en la fragilidad de razones. Allí el Amigo eterno aspira a entregarse. Allí ra- I!
sus propias fuerzas. dica su felicidad, su amor, y si existe algún obstáculo, éste
Si alguien intentase construir los cimientos de su casa procede de nosotros, no de Él.

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La morada de la paz La realización auténtica

Vivir el amor divino en nuestro interior cons1:1tttv ordinario: ¿dónde están sus posesiones?, ¿dónde sus ri-
sin duda alguna, el supremo logro. Y en este terreno quezas? Ahora bien, si en el plano material triunfar con-
tirse colmado no entraña un debilitamiento del im~ul siste en magnificarse a uno mismo, en el ámbito espiritual,
vital, como ocurre con demasiada frecuencia en el JJLelUU:: en cambio, la realización implica la renuncia al pequeño
material. Si bien las energías terrenales pueden yo, y ser pobre supone estar bendecido por Dios. Aquel
rar, la fuerza del amor, por su parte, no se degrada. que no acumula nada con la mira puesta en glorificar su
de el momento en que despierta en los entresijos ~~, , , ego es el más afortunado, pues allí donde el Señor se li-
alma, se manifiesta de manera cada vez más potente en la mita a sí mismo para venir a nosotros, sólo los humildes
conciencia y en el cuerpo. de corazón le encuentran verdaderamente.
En su amor, Días se entrega a nosotros, mas semejan~ Por eso todos los días repito esta plegaria: «Permite,
te oblación de sí mismo no menoscaba en nada su natu" Señor, que me prosterne ante ti con auténtica humildad,
raleza, pues darse constituye su alegría. Si se lleva a cabo y ojalá todo indicio de vanidad desaparezca por siempre
la unión entre Él y nosotros, Dios asegura su constante jamás de mi ser».
renovación mediante el caudal incesante de su felicidad.
Por su parte, el ser humano, cuando en su corazón Prtk• ··• En este mundo donde tú eres rey, tu poder carece de límites.
pieza a manifestarse el amor verdadero, entra en una ple- También de nuestros corazones, que quieres sólo para tz:
nitud que ya no habrá de desdecirse. A este respecto se tú eres el Señor,
afirma en los Upanisbads que si vivimos interiormente el y la inmensidad de tu cielo de luz
amor divino y la alegría divina, ignoraremos por siempre se extiende bajo tus pasos.
jamás el miedo. Así pues, el hombre está en condiciones Las muchedumbres angustzada.s; al no conocer más que tu ley,
1

de acceder a una forma de realización que posee un ca- apartan la mirada. '

rácter de eternidad. Sin embargo, aquellos que te aman albergan,


en la soledad de su alma, '1
La India se ha volcado mucho en tales cuestiones. 1 !

Así, podemos decir que Maitreyí expresa el alma misma una imagen de ti toda ella de gracia y amor,
de la nación cuando plantea: «¿ De qué sirven todas esas y por sus venas corre la miel de tu compasión.
cosas que no pueden conducirme a la inmortalidad?». Ellos, los pobres de espíritu, se han librado del miedo.
es asimismo en nuestro país donde el hombre, extraviado
en la orilla de la muerte, lanzó en primer lugar su llama-
miento hacia la orilla de una eterna vida.
Para la mirada superficial, aquellos que se consagran!
a la búsqueda de esa otra orilla no tienen nada de extra"

190 191
La visión global

LA VISIÓN GLOBAL En efecto, el ojo no capta sino multitud de fragmentos di-


ferenciados, que la mente unifica de inmediato en un todo
homogéneo. Si la mirada no discerniese más que los frag-
mentos, y no el conjunto, el efecto sería puramente aluci-
natorio. Y a la inversa si no distinguiera sino el conjunto,
1

y no los elementos que lo componen, la visión humana se


Cuando la luz, mensajera del Divino, viene cada mañana reduciría a una vana e indefinible percepción del vacío
a arrancarnos del sueño, despierta todas nuestras faculta, cósmico. Ahora bien, para tratar de comprender al hom-
des e ilumina simultáneamente nuestros lugares de traba, bre y el universo, hemos adoptado desde hace siglos un
jo, aquellos donde elaboramos nuestras ciencias o nues, proceso de disociación asimismo nefasto. Separamos por
tras técnicas y aquellos donde creamos belleza. A fin de completo el ámbito físico del ámbito espiritual, con el pre-
iluminar en su nombre las diversas facetas de la vida hu, texto de que sólo nos es posible concebir con claridad uno
mana, el Señor no proyecta innumerables soles. Un solo y otro si establecemos una neta distinción entre ambos.
astro basta para transmitir por doquier, por medio de su No obstante, imaginar que de ese modo llegare111os a con-
radiante fulgor, el mensaje de allá arriba. clusiones satisfactorias supone una engañifa: no tardamos
Mas en este mundo los órganos de percepción de que en tropezar con contradicciones inconciliables y es preci-
estamos dotados no nos permiten discernir en un solo so poner en tela de juicio el postulado de base. Mientras
instante y de manera exacta nuestro entorno entero. De: no se consigue establecer una vasta síntesis entre la mate-
ello resulta que, si bien nuestra visión de los detalles es . '.'-' > ria y el espíritu, uno permanece sumido en la confusión.
adecuada, la de la totalidad se ve falseada. Por eso los Sin embargo, existe una región donde lo físico y lo es-
pintores han tenido que desarrollar un método para plas, piritual armonizan de manera perfecta. ¡Ojalá nuestra
mar la perspectiva, simple ilusión de nuestros sentidos. mirada jamás se aparte de ella! Allí donde, en el corazón
imperfectos. Agrandan los objetos próximos en rellaciór, ,>//:. de la verdad, se hallan eternamente unidos, el error, cual-
con los objetos alejados, de lo contrario sus obras no pa-. quiera que sea su naturaleza, no puede dividirlos. No
recerían reflejar lo real. Sin embargo, si se examina la tela permitamos que las murallas facticias que erigen no sólo
pintada, nada en ella se halla próximo ni distante; trazos nuestra engañosa visión de las cosas, sino también los lí -
y colores se encuentran a igual distancia de la mirada. En· mites de nuestro lenguaje y de nuestro pensamiento, nos
consecuencia, nuestra manera de ver sigue siendo, al me--, cieguen hasta el punto de que lleguemos a tomar la ilu-
nos parcialmente, errónea. sión por realidad.
Si buscamos obtener de entrada una imagen global dej, Del mismo modo que el este y el oeste no forman sino
la realidad, la impresión recibida resulta vaga e incierta/ uno en la luz de un único astro indivisible, el universo de la

192 193
·ur: i:1
; i 1
La morada de la paz La visión global !

materia y el del espíritu se reúnen en el Todo, Si quebr Ocurre a menudo lo misn10 en cada uno de nosotros.
mos su unidad, cargamos con la responsabilidad hacia Si nos indinamos de manera exclusiva sea hacia el lado fí-
Creación entera y sufrimos las inevitables cons,,ct1er1ci:aa;' sico, sea hacia el lado espiritual, creamos un conflicto en
La India, que al dirigir sus esfuerzos en muy gran el interior de nuestro ser. El cuerpo quiere asfixiar el
dida hacia la realización interior rompió el equilibrio en,,,,,,,, alma, o bien ésta busca reducir el cuerpo a la impotencia.
los dos, sigue pagando el precio todavía hoy; incluso El hombre que concede supremacía a los valores materia-
ce que esté a punto de perderlo todo, Se encuentra aes 0 ., 0 ;;,· ••,
les prosigue sin descanso su búsqueda del éxito y de los
pojada de sus riquezas pues, al igual que la cierva de la lec bienes terrenales, dejando de lado toda consideración de
yenda que sólo veía con un ojo, no supo comprender eme ,.,, orden metafísico. En cuanto a aquel a quien sólo importa
por el lado adonde su mirada no alcanzaba, podría surgir el mundo del alma, rechaza con ferocidad los dones de la
la flecha del cazador. Sin saberlo, nuestro país estaba cie- vida que afluyen hacia él gracias a sus cinco sentidos" Se
go a la realidad exterior y ésta lo ha herido de muerte, En entrega a la estricta observancia de los dogmas, ritos o ri-
cuanto a Occidente, si es cierto que se deja embriagar nnr ''·" tuales, y se esfuerza por arrancar de raíz, mediante rigu-
la falaz esperanza de dominar por completo el universo rosas mortificaciones, todas las cosas que en su interior le
tangible, debe comprender que un día, inevitablemente, unen a su naturaleza corporal. Entonces ya no está en si-
el arma fatal del fracaso, surgida de la zona del esr,íritu tuación de presentir que de esas mismas raíces su natura-
que sus ojos no ven, le alcanzará en pleno corazón. leza inmaterial extrae asimismo su subsistencia.
En otro terreno, si dos seres soldados en esencia te,.<<<<t< Así, al establecer una escisión entre ambos aspectos
niegan de su unidad fundamental, se separan y se de su ser, empero tan estrechamente unidos e interde-
tan el uno contra el otro. La ruptura que han or·ov'ocado<F<\: pendientes, el hombre corre el riesgo de trocarlos en
los arranca del campo de atracción del Uno y los proy,ec, ?> campos de fuerza trágicamente opuestos, cuyo enfrenta-
ta en el de las potencias de desintegración, Tal fue el ro,,n'ét?: . míento revestiría extrema potencia, puesto que ambos
de Arjuna y Karna,1 quienes, de hecho, habían nacido son soberanos en igual medida.
la misma madre. Si no se les hubiera ocultado esa verdad, Si nuestra visión de nosotros mismos se revela fun-
habrían unido sus fuerzas, las cuales, en consecuencia, damentalmente separadora, resulta, en consecuencia,
habrían visto decuplicadas, Pero, criados en la esencial transformarla sin demora en una visión global e
de los lazos que en el seno de aquella que los había indivisible, Debemos guardarnos mucho de provocar,
gendrado los unían, se entregaron finalmente a una mediante nuestra percepción errónea, una lucha des-
sin cuarteL tructora entre nuestro cuerpo y nuestra alma, los cuales,
si bien pueden parecernos distintos, en verdad no por
1. Héroe del Mahabharata. ello están menos unidos para toda la eternidad.

194 195
La acción

LA ACCIÓN El esfuerzo) tal como lo experimentamos en este


mundo, reviste una doble naturaleza. Tiene su origen sea
en la incompletitud, sea en el pleno desarrollo Je la per·
sana humana, y tanto puede ser fruto de la necesidad
como de un vibrante impulso interior. Nos esclaviza si
Los adeptos de ciertas disciplinas espirituales ven c+1.1a,¡p;; actuamos por obligación o empujados por la necesidad,
acción una servidumbre. Sustraerse a ella y p,crn1ai1et:é~'';'\ mas si es la alegría lo que nos mueve, nos libera. La ale-
pasivo constituye, afirman, una condición gría es liberadora, y cuando se manifiesta con sus diver-
si queremos alcanzar la serenidad del alma y la J;hú,,x.Y <• sos rostros, destruye todas las cadenas. Expresión perpe·
ción. Por eso buscan aniquilar en ellos todo nexo cvu .,a,, ·• tuamente activa de la beatitud eterna, vuelve perceptible
realidad actuante. A su modo de ver, en efecto, com,,.e,,,. en cada ser y cada objeto la corriente de inagotable júbi.
Absoluto no puede ser sino estático, la actividad te1rrena:l,.<;:, lo a través de la cual actúa el Creador
sea del tipo que sea, supone pura ilusión, y deben Porque el Divino obra de ese modo en la felicidad,
zarla íntegramente durante toda su existencia. puede proyectarse en cada forma creada y permanecer li-
Sin embargo, se dice en los Upanishads. «Aquel rfnJ~YY3YY bre por completo. De ello se desprende que si obtenemos
mantiene la vida, Aquel en quien todo aparece y en placer trabajando o sirviendo, no nos sentimos en modo
todo muere, quiere conocerle, pues Él es Dios». Por alguno oprimidos. De hecho, una tarea exaltante nos li-
el hombre que encuentra la luz en dichos textos conc' bra de nuestras preocupaciones, y prestar servicio a un
al Inefable como el receptáculo y la fuente de donde·b amigo muy querido nos libera de nosotros mismos, pues
ta la acción. ¿Debería concluir de ello que el Divino Sé entonces la dicha se renueva sin cesar en el interior de
claviza a sí mismo en sus obras? uno, mientras que en la ociosidad el manantial se ha ago-
Decir que el dinamismo inherente al universo exi tado.
en sí, con independencia del Creador y sin vínculo al ¿Cuándo la acción deviene una obligación? Cuando
no con Él, resultaría absurdo. Ahora bien, pensar se encuentra desgajada de raíz de la alegría que debería
Dios pueda ser inexorablemente tributario de su a animarla. El hombre que acepta a regañadientes ayudar a
dad creadora, como la araña de su tela o el caracol d un amigo, sin pensar en el afecto que le une a él, sino sim-
concha, sería igual de aberrante. No obstante, los g plemente en el esfuerzo no remunerado que debe reali-
des sabios de los U panishads nos iluminan• «Dios esJ zar, con facilidad llega a creerse tiranizado. Sin embargo,
ciclad», afirman. «Es de su felicidad de donde si se niega a llevar a buen término el trabajo emprendido,
todo cuanto nace, vive y evoluciona.» entonces sí que se sentirá verdaderamente oprimido, pri·
de su yo insatisfecho. Sólo el doble raudal del

196 197
La morada de la paz La acción

gozo que se desprende de la acción y de !a acción ciclad, Es lo que el Gita 1 denomina el yoga de las obras,
aporta alegria puede engendrar un sentimiento de Se nos ofrece un ejemplo concreto: el de la esposa de
tad, Por eso la razón de ser del trabajo estriba en el pla- nuestras Escríturas, consagrada por entero a su esposo y
cer que procura, y ese mismo placer arrastra al ser entero cuyas actividades vienen todas dictadas por el amor que
hacia nuevas empresas. le profesa, a lo que se añade el constante cuidado de ha-
De ahí que el Isba Upanishad, lejos de condenar la cerle dichoso, Puesto que la más ínfima de sus tareas fi-
actividad, la presenta como una necesidad fundamen- gura para ella entre las responsabilidades conyugales, la
taL En él se afirma que si obramos en la ignorancia del colma de alegría realizarla, Ninguna sirvienta que llevase
Divino, sin otro objetivo que asegurarnos la subsisten- a cabo un trabajo equivalente por mera obligación podría
cia o el éxito social, nos sumimos en las tinieblas, pero experimentar la 1nisrna satisfacción, y si la esposa tuviera
que nos hundiremos en tinieblas todavía más espesas si que imponerse semejantes esfuerzos con el único propó-
en nombre del verdadero conocimiento nos preocupa-- sito de subvenir a sus propias necesidades, no tardaría en
mas exclusivamente del más allá, El Upanishad, am- sentirse aplastada por una intolerable carga, Ahora bien,
pliamente consagrado a la solución de ese problema, en la medida en que dedica a su esposo cada uno de sus
nos incita a conceder igual importancia a la acción que gestos, experimenta la sensación de unirse plenamente a
a la búsqueda del Divino, tan esenciales una como otra él mientras se entrega a sus quehaceres cotidianos,
para quien aspira a vivir en la verdad, Al obrar, el hom- Si nuestro lugar de trabajo se convierte para nosotros
bre evita la inercia, que es como la muerte del alma; y en un santuario donde realizar la unión con Dios median-
gracias al conocímíento, realiza en esta misma vida la te las obras, la tarea que hay que cumplir, cualquiera que
experiencia de la inmortalidad, Por eso, si la acción sin sea, ya no se vive como una obligación, Entonces, al igual
Dios no es sino oscuridad, la inmersión de sí en el Ab- que la esposa que alcanza la esencia misma del amor cuan-
soluto, acampañada de una negativa a actuar, no equi- do se prodiga sin reparar en esfuerzos por su marido, po-
vale más que a una insondable nada, Nuestro Dios de demos conocer en este mundo la esencia de la inmortali-
plena beatitud no sólo es el Absoluto incondicionado, dad, a partir del momento en que actuamos de manera
sino asimismo la multitud de formas que manan de Él espontánea con alegría, en comunión con el Creador.
en todo momento, Querer conocerle fuera de su Crea-
ción supone renegar de todas las formas que crea y, en
1. El Bhagavad Gíta, una de las principales Escrituras de la India.
consecuencia, renegar de ÉL En cambio, si actuar cons 0

En él Kríshna, encarnación de Visnú, se revela en toda su luz y supo-


tituye para nosotros la expresión misma de la exm,,a, der, y pronuncia palabras que no tienen equivalente en ninguna otra
ción divina, puede sernos dado conocer, a través cultura conocida. Este texto, íncluido en su origen en el Mahabhamta.
trabajo cotidiano, la unión perfecta con Dios en su felk: es leído y estudiado separadamente.

198 199
La morada de la paz

Por eso se nos recomienda evitar las actuaciones LA ENERGÍA DIVINA Y LA ENERGÍA
ramente interesadas, si no queremos vernos trabados INDIVIDUAL
asfixiados por el fruto de nuestros actos, como lo es1:ar1a,.¿c¡' ..
mas entre los anillos de una serpiente, o vivir en la at,
mósfera emponzoñada de la cólera, la envidia y el odio;
El Gíta nos aconseja ofrecer por entero al Divino las ta- Un lugar donde el conocimiento, el amor y la energía flu-
reas que emprendemos, actuar sin perdernos en la acción yen en una corriente unificada es un lugar santificado
y dejar el resultado en manos del Señor. La labor más pe, donde reina la alegría. Todo ser puede sentirse inundado
nasa se verá entonces transmutada en el más puro de los por la misma alegría, si esas tres corrientes surgidas de la
regOClJOS. realidad primera s-e cruzan y se funden en su interior;
Si la felicidad divina no colmase el espacio, se dice, ahora bien, si su unidad se rompe, de manera inevitable
nadie estaría dispuesto a someterse al menor esfuerzo, se desprenden de ello penosas consecuencias.
siquiera pensaría en mantener su propia existencia. Mas Por esa razón, sustraerse a las obligaciones que impone
si conseguimos vincular, en el seno mismo de esa felici: la vida en la tierra, con el falaz pretexto de hacer más fácil la
dad omnipresente, cada uno de nuestros actos a la existencia, equivale a traicionarse a uno mismo. Quienquie-
te inagotable de la acción universal, ya no ra que confíe en tener una posibilidad de atisbar al rey por
conocer en esta vida ni sensación de opresión ni an¡;usua el hecho de penetrar clandestinamente en palacio, corre un
algunas. gran riesgo de que le importunen los guardas y de verse
obligado a abandonar toda esperanza de que su sueño se
cumpla. Y si aquel que imagina poder ,~vir por encima de
la ley negándose sistemáticamente a rendir cuentas cae un
día en manos de la justicia, ésta se mostrará despiadada.
Por otra parte, sólo se pueden cumplir importantes
funciones en un marco dado si se observa de modo es-
crnpuloso la línea de conducta que llevan aparejada. Si
un padre, por ejemplo, quiere que sus hijos le respeten,
debe ser el primero en plegarse a la disciplina y los prin-
cipios sin los cuales la vida familiar no puede desarrollar-
se con armonía. Sólo así se hace digno de ejercer en su
hogar la autoridad indispensable.

200 201

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La morada de la paz La energ{a diVina y la energla individual
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Como ya he dicho, es viviendo en el mundo como que se impone desde el exterior, sino el surgimiento es-
aprende a trascender sus límites, y trabajando día tras pontáneo de nuestra vitalidad intrínseca.
como se aprende a trascender los de la acción. Ni la re.. • ,, , Por consiguiente, es de nuestra libertad fundamental
nuncia ni la huida posibilitan una realización del de donde se deriva el menor de nuestros gestos, y a través
orden, pues sólo dejando florecer cuanto de único lleva- de nuestras diversas actividades como se revela y mate-
mos en nosotros se obtiene la verdadera líberación. Si ne- rializa la verdad de nuestro ser. Mas allí donde hay liber-
gamos a la verdad de nuestro ser el derecho a expresarse, tad existe siempre una posibilidad de servidumbre. La
no podremos conocer un desarrollo auténtico: éste en 1 misma maroma que permite halar la gabarra puede servir
efecto, constituye siempre el fruto de la completitud; el para amarrarla: tensada, la arrastra por el curso del río;
vacío sólo produce vacío.
enrollada, la retiene en la ribera.
Así pues, volvamos nuestra mirada hacia el Inefable Si consideramos la tarea que hemos de realizar tan
que, al englobarlo todo, permanece libre infinitamente'. sólo en función de los estrechos límites de nuestro yo, pa-
no libre en alguna dimensión superior, lo que significarí~ rece oprimirnos con u.n sólido corsé. Nuestras fuerzas
decir «no» al mundo de las formas, sino libre en cada una personales entran en conflicto con las energías divinas, y
de ellas, porque Él es el «sí» que las engendra v las sos- en lugar de conducirnos hacia el Infinito, hacia la multi-
tiene. Él es «om», el «fiat» eterno. - ·
plicidad del Todo, nos encadenan a nuestra insuficiencia.
Por eso los sabios, en comunión con el Altísimo y co- Entonces, la acción, lejos de revelarse como fuente de li-
nociéndole como el motor primero de la manifestación, beración y alegría, nos mantiene en las redes del egocen-
se guardan mucho de proyectarlo nunca en un más allá trismo. El hombre que, inactivo e indolente, obstruye las
estático. El Señor, afirman, lleva en sí mismo su omnipo- corrientes de vida que alberga en su interior, el que, es-
tencia y sus poderes diversificados, y de Él surgen el CD' clavizado a su propia estrechez, no tiene otro centro de
nacimiento y la energía, perpetuamente actuantes, que interés que su yo mezquino y limitado, ese hombre vive
mantienen los mundos.
en este mundo como un galeote. En la prisión de su ego,
Sí, la acción es inherente al Divino. Procede de su sólo puede girar día tras día alrededor de sí mismo, como
1;1isma naturaleza, no de alguna fuente exterior a Él, pues un buey en torno a la prensa, y el fruto de su vana labor
El, que mueve todas las cosas, no podría ser impulsado es una total ineptitud para dirigir su existencia. Sin em-
por una fuerza que emanase de su Creación. Y como bargo, si un día aprende a mirar más allá de su insignifi- !¡
obrar constituye la ley de su ser, en su obra es plena li- cante persona, es asumiendo sus responsabilidades coti- 1
¡!:

bertad. Por la misma razón, el dinamismo que anima a la dianas como hallará su recompensa. 1

persona humana busca concretarse sin trabas en nuestra Así pues, sólo el esfuerzo libremente consentido pue- .1
vida cotidiana. En esencia, actuar no es una necesidaJ de liberar al hombre de sus limitaciones, en la medida en l.'
li,
202 203
La morada de la paz

que lo aparta de sus preocupaciones egoístas para LA FUERZA VITAL


tarle hacia su santuario interior. En contrapartida,
negativa a actuar no tiene en modo alguno poder "º'ª···' ,
arrancarlo de las garras de su yo.
En definitiva, cualesquiera gue sean los deberes que
debamos cumplir, si basamos nuestros esfuerzos en la co-
rriente de la acción creadora inherente al Espíritu supre- Entre quienes se esfuerzan por conocer al Absoluto, los
mo, no volveremos a doblarnos bajo la pesada carga del hay que alcanzan un conocimiento integral del Divino, a
trabajo. Por el contrario, nuestras actividades nos parece- un tiempo trascendente e inmanente. Según el Upani-
nin a un tiempo justas y beneficiosas, y el mero hecho de shad, participan con el Supremo en el juego de la Creación
actuar nos llenará de júbilo. y, al incluir en su existencia la actividad en todas sus for-
mas, tornan conciencia de la exultación universal. Para
ellos, Dios es el Omnipresente que anima todo cuanto
existe. No pueden separarlo del universo tangible, pues le
reconocen como el inspir y el expir de todas las cosas. Y en
ese aliento primordial, presienten, felicidad y acción no
forman sino una sola cosa; la una suscita la otra.
Puesto gue el Supremo constituye la fuerza vital que
colma la manifestación entera, puesto que es Él quien
hace surgir la alegría del movimiento y de ésta un nuevo
impulso, el sabio que le conoce de veras alcanza por el
trabajo la plenitud interior y la felicidad del alma.
Sólo él se percata en verdad del Divino, pues vive su
presencia en su corazón y, paralelamente, lo expresa me-
diante sus actos, sabedor de que si no fuera así, el gozo se
apagaría en su interior. Como reconoce de manera cons-
ciente en su ser la energía vital gue recorre el cosmos, ne-
cesita manifestar en todo momento a Ague! que la difun-
de. No puede decir ni hacer nada que no dé testimonio
del Espíritu infinito.
¿De gué modo el horn bre gue comulga con el Omni-

204 205
La morada de la paz La fuerza vital

presente le permite revelarse a través de él? De la misn:x gría desde lo más recóndito de sí. Ese mismo ciclo, gue
manera en que la cítara deja oír sus notas. Con cada en su prodigioso esplendor se reproduce a lo largo de los
de sus gestos, con el latido de su corazón, con todos días, permite una y otra vez a la persona humana el acce-
actos, sobre todo con la armonía de su misma ex1ist,,nccia, ;e so a nuevos universos de plenitud. Y de ese movimiento
realiza su propia verdad, reflejando así la verdad divina. siempre renaciente surgen sin cesar la luz y la felicidad.
¿Y cómo se hace oír el mismo Dios? Infiltrándose, Por consiguiente, es al Espíritu infinito, a un tiempo
por medio de su acción incesante, en el aire y la luz, así estático y dinámico, fuerza vital inmanente en todas las
como en todas las formas creadas, y acordando cada una cosas, júbilo supremo y acción eterna, a quien el sabio
de ellas al ritmo de la sinfonía cósmica. Puesto que incor, realizado conoce y quiere expresar por medio de sus pro-
para plenamente, en su propia naturaleza, beatitud y ac- pias corrientes de energía vital, emanadas de Él.
ción, las estrellas y los planetas, al igual que el espacio in- Por eso rezo: «Oh tú, fuente y receptáculo de esa
finito, vibran y resplandecen con su fulgor. fuerza inagotable que da la vida, permite que la cítara de
He ahí por qué el sabio realizado, lejos de huir de la mi existencia jamás se enmohezca ni se cubra de polvo.
acción, se esfuerza por reflejar al Señor a través de sus ta- ¡Que pueda resonar día tras día al unísono con los ritmos
reas y ocupaciones cotidianas. Es en la medida en que se · primordiales de tu gran respiración cósmica! ¡Que cante
realiza actuando como halla en Dios su felicidad y µucu· •'/• sin solución de continuidad la melodía de la acción, que
cipa con Él en el juego de la Creación. No obra para su cante en tu nombre 1 Si en ocasiones, bajo los golpes de tu
satisfacción personal, ni para la glorificación de su ego, poder regenerador, una de sus cuerdas se suelta tempo-
sino que la única meta que le guía es seguir siendo en ralmente, ¡que así sea! ¡Pero que jamás se distiendan, se
todo momento un puro espejo del Divino. Así, err,prenda corrompan y pierdan el poder de vibrar contigo! ¡Que de
lo que emprenda, deja surgir de lo más profundo de sí, este instrumento de mi alma nazca una música que vaya
según todos los modos de expresión posibles, un himno haciéndose más profunda y amplificándose, sin que im-
de alabanzas al Uno, paz última y bien supremo en su ac- pureza alguna altere jamás su resonancia' De ese modo
ción creadora. Y el canto de su vida suena al unísono con cada nota reflejará cada vez más los límpidos acordes de
el canto universal. la verdad divina. Las armonías emitidas se expandirán
De ese modo prosigue en el interior del ser el por la naturaleza entera, hasta el alma universal, y la ben-
sagrado; luego, el pequeño yo y el alma individual, en dición de tu advenimiento vendrá a afinar cada día un
unión con el atman eterno y el alma universal, lo tradú, poco más este canto de mi ser».
cen juntos al exterior en un despliegue de múltiples
vidades. La alegría interior se vierte en la corriente de
acción exterior, y ésta provoca una nueva subida de ale";.

206 207
La liberación interior

LA LIBERACIÓN INTERIOR un pedestal tan inconmensurablemente lejano que ningu-


na relación directa con Él les parecía ya concebible. Lle-
:!
garon ii1duso a sugerir, de diversas maneras, que a sus
ojos ese Dios inaccesible se hallaba como menoscabado y
vencido por los poderes vivos surgidos de ÉL En dicha
evolución del pensamiento no deja de haber algo de ver-
En nuestro país, hubo un tiempo, como ya hemos dicho, dad, pues la liberación interior tiene un doble carácter: es
en que los adeptos del Advaita Vedanta -o m<)rn.srrto--,,<f;. a un tiempo con y sin atributos, activa e inactiva. Ahora
llevaban al extremo su concepción ilusionista del mundo bien, como revela la experiencia personal, esos aspectos
de las formas. Buscaban la pureza absoluta rechazando la aparentemente opuestos son inseparables uno de otro,
acción, que consideraban perteneciente a la ignorancia.
Afirmaban que, al ser Dios estático e inactivo, quien aspi- El hombre no siempre ha presentido la existencia de
rase a conocerle y a unirse a Él debía eliminar de su exis- una ley única que regiría la Creación. En los tiempos an-
tencia toda actividad, cualquiera que fuese. Cuando este tiguos, solía pensar que múltiples entidades concedían o
movimiento se enfrentó a diversas corrientes del dualismo · " ,.,~' negaban sus favores a los humanos, según su humor del
naciente, surgieron dudas concernientes a la naturaleza momento y sin que ningún principio definido les guiase.
de Dios y a las conclusiones del monismo. Los partidarios La relación, creía, era de sentido único. A sus ojos no
de la visión dual del universo establecieron entonces una existía vía alguna por la que el individuo pudiese influir
clara distinción entre dos principios fundamentales: la re- en su propio destino, y no le quedaba otro recurso que la
alidad física, por una parte, y la causa primera por otra. plegaria y la súplica.
Tras decretar a su vez que el Absoluto sólo podía ser En tales condiciones, en efecto, sólo cabía tratar de
sin atributos y no activo, lo relegaron a un «otra parte» conciliarse a esas potencias inabordables. Imploraba al
incognoscible; y dotando de existencia independiente a fuego: «¡Por piedad, enciéndete'», o al viento: «¡Por pie- i

la energía primordial, la situaron en el origen del dina- dad, sopla!», o incluso al sol: «¡Por favor, levántate cada i 1

1'
mismo cósmico. De ese modo les resultó posible afirmar mañana, no nos sumas en la oscuridad 1». Jamás le aban-
que el Eterno no estaba trabado en modo alguno por el donaba el miedo. Asentado en una tierra que creía entre-
movimiento y la acción, sin que por ello hubiera que con- gada por entero a los caprichos de poderes desconocidos,
siderar ambos componentes primordiales de toda vida su espíritu no lograba apaciguarse, ni siquiera cuando sus
como irreales en esencia. Sin embargo, dado que separa- plegarias eran atendidas. Entonces se sentía tanto más tur-
ban la fuerza creadora y su incesante actividad de Aquel bado cuanto que no se reconocía derecho personal algu-
de quien proceden, acabaron por colocar al Supremo en no a esos favores distribuí<los al azar, sin que le estuviera

208 209
La morada de la paz La liberación interior

permitido intervenir por poco que fuese en el mund carta da: ¿adónde irían? En esta vía que no tiene otra sali-
No obstante, aspiraba a crear una relación de ínter( da que la muerte sólo saben esperar el día en qu_e ésta
1

cambio con esos extraños distribuidores de tantos bienes'. vendrá a buscarles,


y tantos males, y al no poder lograrlo, se sentía Ahora bien, cuando la remembranza del Verdadero,
tantemente insatisfecho" Con todo, presentía que un vin- al que todos llevamos en nuestro interior, en nuestro at-
culo con seres al parecer tan imprevisibles y de compota man que forma uno con Dios, nos lleva a presentir la
tamiento tan incoherente se habría revelado tan poco existencia de una ley universal que rige todas las cosas,
fiable como ellos mismos" En consecuencia, se esforzaba cuando nos resulta patente que una cadena causa-efecto,
con desesperación en creer en la acción benéfica de ritos rigurosamente infrangible, une todas las cosas, que todo
propiciatorios cualesquiera. Y si bien se trataba de ritos tiene un sentido y conduce hacia la plenitud y la alegría,
vanos y falaces, nada habría podido convencerle, pues ya no nos sentimos sometidos a la fatalidad o al albedrío
hubiera tenido que recurrir a hechos irrefutables, encon- de entidades caprichosas. En ese momento, es nuestra
trar una lógica allí donde parecía no haber ninguna. En propia aptitud para conocer la que se abre al conoci-
su desconcierto, prefería, pues, atenerse a todo un fárra- miento supremo, y la realidad que se revela a nuestra
go de fórmulas mágicas, talismanes y rituales exteriores alma tiene sus raíces en el centro de nuestro ser: nos per-
desprovistos de sentido. Sin embargo, vivir así en esta tie- tenece. Porque la luz que ilumina nuestro espíritu es
rra es como vivir en una casa extraña donde todo resulta-- aquella de la que procede el universo entero, vemos con
se hasta tal punto inexplicable que uno creyera encon- claridad que esa luz indivisible da vida tanto a este mun-
trarse ante la demente manifestación de una mente do que nos lleva como a nosotros mismos. Y al fin toma-
perturbada; una casa, por ejemplo, donde se invitase re- mos conciencia de la libertad inalienable de que gozamos
gularmente a los convidados a sentarse ante una mesa en la verdad de nuestro ser.
puesta pero con gran frecuencia no se les sirviera manjar Nada en este mundo aplasta ya con su omnipotencia a
alguno; una casa donde un día se les conminase, sin la la persona individual, y ésta puede exclamar: «Ahora exis-
menor explicación, a largarse de allí de inmediato. to de verdad. Esta tierra constituye sin duda alguna mi
Todavía hoy la situación apenas ha evolucionado, y morada, mi morada patriarcal, y ya no volveré a sentirme
son numerosos aquellos que viven en este mllndo inmer- en ella ni oprimido, ni indignado por lo que me ofrece.
sos en la angustia, alimentando un sentimiento de indig- Hasta el momento he vivido en una pesadilla, como ence-
nidad, como si creyeran estar disfrutando bienes que no rrado en una casa de locos. Pero hoy la noche llega a su fin.
les pertenecen, bajo un techo que no es el suyo. Y como En la cabecera de mi cama percibo la presencia del Señor,
se sienten cautivos e impotentes, sólo saben lamentar su Padre de todos nosotros, y sé que este mundo me pertene-
suerte. ¿Cómo podrían liberarse?. La huida queda des- ce, al igual que a todos los demás seres que lo habitan»"

210 211
La morada de la paz La liberación interior

Así tiene lugar la liberación por el conocimiento{ justa no puede ser sino consagrada y reflexiva. La calidad
nos llega de fuera, sino de nuestra propia capacidad del trabajo depende a un tiempo de ciertas reglas que es
visión interior. Alcanzada la liberación, la facultad de preciso respetar y de la verdad espiritual que lo inspira. Si
membranza que mora en nosotros no pone fin a sus no lo tenemos en cuenta, nos afanamos sin verdadera efi-
laciones. Tras habernos librado de nuestros vanos en,can,\ cacia, pues las energías que nos mueven son fuerzas cons-
tamientos, amuletos o talismanes, y haber roto las cientes, y buscan expresarse de acuerdo con la voluntad
mentales, es en nuestra libertad donde manifiesta sus po- divina. En ello estriba su manera de orar. De ahí que
deres. Cuando se abre a la verdad universal, se esfuerzá aquel que aspira a la gracia de Shiva se imponga, al igual
por unirse a ella, a fin de expresar mejor sus potenciali- que Parvati, 1 múltiples austeridades.
dades, y éstas se desarrollan de manera más poderosa, El día en que, oficiando dentro de nosotros, nuestro
pues allí donde hay libertad, la fuerza creadora se pone conocimiento innato vincule nuestros poderes interiores
de manifiesto y se intensifica. Por eso en la persona libe- a la verdad dívina, esos poderes conscientes que alberga-
rada de sus trabas las energías latentes se despiertan y se mos serán purificados íntegramente y escaparán de la es-
propagan por el ser entero en múltiples corrientes. clavitud que sufren. Armonizados con la eterna verdad,
El conocimiento del Verdadero, secretamente pre- . ·.... · · . >,0& siempre presente en el centro del tabernáculo donde es
sente en el corazón del ser, se lleva a cabo cuando se fun- soberana, se manifestarán en todo su poder.
de en el raudal del conocimiento divino, y a partir de ese Por eso la realización no se basa tan sólo en la libera-
instante no podría permanecer oculto. En unión con la ción) sino asimismo en la decisión de vivir según la espe-
energía cósmica, es al manifestarse como se realiza. Al ranza divina. Al igual que uno adquiere al darse, es so-
principio surge de la ignorancia; luego, a fin de cumplir metiéndose de modo deliberado al Señor supremo como
su misión, difunde su luz por todos los recovecos de la se alcanza una realización total y perfecta. Tal es la razón
persona humana y, por su misma acción, se entrega y se de que el pensamiento dualista sitúe por encima del Indi-
convierte en plenamente creador. A la espera hasta en- ferenciado al Divino personal de innumerables atributos.
tonces en un habitáculo que no podía hacer suyo, mante- Lo cierto es que podemos muy bien denominar libe-
nía cautivas sus energías, mas cuando al fin puede respi- ración al hecho de rechazar por entero el amor, el cono-
rar y expandirse en el santuario que forma uno con él, las cimiento y la energía que habitan en nosotros, mas eso
proyecta por doquier. supone perderse en un absoluto incondicionado, donde
Por eso en el hombre liberado interiormente la capa- ni siquiera cabe ya hablar de liberación, puesto gue en él
cidad de obrar, lejos de decrecer, no deja de aumentar. no podríamos estar ni libres ni cautivos.
Sin embargo, un hombre así jamás actúa según los capri-
chos del momento y sin discernimiento, pues la acción L Esposa de Shiva, que representa la naturaleza universal.

212 213
La liberación en relación con el prójimo 'V la sociedad

LA LIBERACIÓN EN RELACIÓN CON EL semejante contexto cada cual se ve sometido de manera


Y LA SOCIEDAD inexorable a las exigencias del conjunto, concluiremos
que para el individuo la sociedad constituye una prisión,
una gigantesca fábrica donde reina la máquina, acciona-
da por una humanidad encadenada a la que aguijonea el
hambre. Y ciertamente, el desdichado que se siente obli-
El hombre no sólo es tributario de la naturaleza universal gado a matarse trabajando toda su vida al servicio de un
y de la suya propia. Necesita asimismo tener en cuenta la. sistema sin alma ¡es un ser que a todas luces inspira gran
realidad cotidiana y mantener con su medio una relación conmiseración!
lúcida y espontánea, basada en el Real subyacente. Gra- Contra tal esclavitud a la que ve reducido al hombre
cias a semejante relación podrá sentirse libre en sí mísmo 1 se revela el sannyasin. 1 Se dice: «Este mundo vive en las
sin dejar de plegarse, si es necesario, a las presiones de la garras de la necesidad. Vivir en él es todavía peor que es-
vida en sociedad. No obstante, mientras sus relaciones tar encarcelado, supone verse condenado a trabajos for-
con los demás se basen en la incomprensión y la mentira, zados a perpetuidad. Me niego a ello. ¿Por qué tendría
en el no conocimiento de la verdad cósmica, en la que to- que vestirme con telas fabricadas en alguna lejana manu-
dos los seres forman uno, permanece sojuzgado interior- factura) ¿Por qué iba a consumir productos importados
mente. de países desconocidos? Puedo pasarme perfectamente
Creemos que lo que nos somete de ese modo son las sin tales cosas. Me iré a vivir desnudo al bosque y me ali·
obligaciones de todo tipo que nos imponen. Sin embar- mentaré de raíces y frutos». No obstante, como en el bos-
go, la organización social, tal como la conocemos en la que -a menos que haya alcanzado una plena y completa
actualidad, nos facilita la existencia en amplia medida. El realización interior- le asaltan de manera inevitable
gobierno asegura la justicia, la policía la seguridad; los múltiples necesidades, semejante arrogancia parece un '

servicios municipales toman a su cargo el mantenimiento soberbio despropósito. ¡

de carreteras y calles; se nos permite acceder al conoci- ¿Existe, pues, un lugar donde las condiciones de vida !i
miento, y buen número de aspiraciones, deseos o proyec-
tos que nos interesan sobremanera se ven relativamente
sobre la tierra puedan dejar de afectarnos? No. Para ello
necesitamos penetrar en nosotros mismos, allí donde el
1
colmados, o favorecidos, por otras estructuras colectivas. corazón es el amo y se expresa en unión con el Amigo su-
::¡
Por consiguiente, la sociedad moderna podría conside- premo. El día en que comprendamos que en verdad una
!i
rarse el instrumento más propicio para satisfacer los inte- sociedad humana no se basa en la necesidad, sino que es li'
!l¡
reses individuales.
Ahora bien, si tenemos por cierta la idea de que en l. Renuncíante, monje asceta que mendiga su alimento.

214 215
La morada de la paz La liberación en relación con el prójímo y la sociedad

en el amor universal donde tiene sus más sulb!iJtne¡¡: 1 Con todo, la autonomía interior y la capacidad de en-
mientas olvidados, ese día, vayamos donde vayamos, trega que ha adquirido siguen sin colmar a la perfección
cubriremos nuestra libertad fundamental. En el sus aspiraciones. Necesita todavía más. Su supremo de-
más allá de toda palabra, radica la verdadera vida, y seo consiste en escapar de las redes de su yo. Lo que an-
intimidad de nuestro ser su llama es absolutamente sía es depositar su ego a los pies del Señor, entregárselo
tra. El amor no viene a esclavizarnos desde el extercio.r.>i por entero y para siempre. Ésta es su plegaria: «Oh tú,
pues constituye la esencia misma de nuestra individuali• que eres a.mor supremo, tú, que vives en lo más profundo
dad y de las sociedades que creamos. Es el fuego que las de mi, te entregas a mí sin cesar; ¿cuándo aprenderé a en-
anima. Y dado que ese fuego arde en lo más recóndito de tregarme a ti? Sin cesar me llamas como yo te llamo;
nosotros, puede otorgársenos la gracia de trascender, sin ¿cuándo se realizará al fin la unión total entre nosotros'
rechazarlas, las obligaciones de la vida cotidiana y acce- Cuando mi yo se arroga todos los derechos y, debido a su
der en un suspiro, del mismo modo como se emerge de orgullo, me aísla de ti, una sensacíón de vacío me invade
un sueño, a un universo de beatitud. v el desamparo se adueña de mi ser. Tómame, Señor, y de ;¡
Así se realiza la liberación individual, en el seno mis- ~se modo dame la verdadera vida. Mientras me creí due-
mo de la colectividad. La persona humana se deshace en- ño de mi existencia, mientras nada, aparte de mi insigni-
tonces de sus exigencias y sus deseos mezquinos, en un ficante persona, se hallaba dotado de realidad para mí,
impulso del corazón hacia Dios y los hombres. En efecto, no hacía sino girar en redondo, encorvado bajo la pesada
apenas el amor que hay en nosotros se siente liberado, da carga de mis apegos y de un sentido exacerbado de mi
rienda suelta a sus energías del uno al otro confín de su li- importancia. Mas ahora que mis ilusiones se disipan, te
bre reino. A ningún ser, por vil que sea, le niega los favo- reconozco como mi yo supremo, cuya fuerza sostiene mí
res que va prodigando, y a cada instante su acción gana individualidad terrenal. Liberado, me abandono a ti sin
en potencia y amplitud. Tal es el fruto de la libertad re- pedir nada a cambio, y mi egocentrismo, mi vanidad, se
cobrada. disuelven en tu amor. Por eso las olas de la felicidad divi-
El hombre deviene entonces disponible para el otro. na rompen en mí ser entero y a cada instante tomo
Deja de escudarse en falsos pretextos: «No tengo tiempo. conciencia de mi libertad innata. Mejor todavía, llego a
Me debo a mi trabajo, a mi jefe», etcétera, y si alguien conocer la gracia soberana de no existir ya sino en ti y a
acude a él, ya no se siente tentado de oponer una negati- través de ti».
va. Cuando en uno ha despertado la facultad de amar, ser
libre supone vivir en la alegría del alma, y semejante pri,
vilegio trae aparejada una responsabilidad mayor del in-
dividuo hacia su entorno.

216 217
El dogmatismo

EL DOGMATISMO Pero el abna no es la forma; es infinitarn_ente más vas-


ta que su morada física. Cuando tomamos conciencia de
ello vemos con claridad que no podría someterse a la de-
gen~ración y a la aniquilación final. Entonces dejamos de
torturarnos la mente con vanos interrogantes y nos senti-
mos menos desgarrados por la desaparición de seres que-
Inevitablemente, llega un momento en que el alma debe ridos. Por añadidura, comprendemos mejor que es preci-
abandonar el cuerpo que le da asilo, pues pertenece a una so regresar a la tierra, revistiendo múltiples apari.encias,
dimensión más elevada. Si condiciones diferentes permi- en lugares distintos y en diversas épocas, con objeto de
tieran al cuerpo conservarla en él de era en era, ignora- aprender a dejar que se exprese cada vez más nuestr,a
ríamos hasta qué punto trasciende sus límites. Para que conciencia espiritual. Llegará un día en que sabremos h-
nos sea dado conocerla en su infinitud, recurre a la muer- berarla de la prisión qne supone para ella nuestro pensa-
te, a la disolución de su envoltura terrenal. miento limitado y falseado, llegará un día en que se reve·
Hasta el último momento se esfuerza por desvelar su lará en su eterna realidad. Y conscientes al fin de nuestra
verdadera naturaleza por mediación de ese cuerpo que inmortalidad, sentiremos entonces el júbilo universal vi-
crece, declina y se disgrega. Mas éste la frena en su acción brar en todo nuestro ser.
y la manifiesta de manera imperfecta, de tal suerte que si En el ínterin, bajo la influencia de nuestro yo mal co-
se identifica el alma con su habitáculo material, no se per- nectado con su fuente, argumentamos hasta que el tiem-
cibe sino un pálido reflejo.de lo que es. po se agota para defender nuestras ideas preconcebidas o
nuestras teorías dogmáticas. Nos encolenzamos con fre-
Instila en nosotros el conocimiento. No obstante, con
la ayuda de las migajas que de éste captamos, construi- cuencia y, con palabras de intolerable suficiencia -<Y
me atengo siempre a mis propias opiniones», «Nadie lo·
o
mos sistemas de pensamiento rígidos y dogmáticos que,
al no ser sino la corteza de la verdad ' la velan ,v la defor- grará hacerme cambiar de parecer», etcétera-, sembra·
1'
man. De ahí que el alma deba cambiar una y otra vez de mos cizaña por doquier. Si tropezamos con alguna con- ¡.

morada carnal. Por su misma potencia mina las energías tradicción lanzamos nuestros argumentos con redoblada ,f¡,
: 1

de este cuerpo que, en su incompletitud, traiciona la rea- fuerza v ~uanto más nos alejamos de la autenticidad de 1
lidad divina. Lo corroe, agota sus últimos recursos, hasta los he~hos más virulento se vuelve el veneno de la dis-
que ya no le ofrece vía alguna por la que expresarse. Re- cordia.Po: eso las luchas ideológicas resultan tan ásperas
1,
l'
ducida a la inacción más total, no le queda entonces otra y crueles, y tan despiadadas las formas de opresión o de ,i 1

salida que destruirlo, por el proceso de disfuncionamien· tiranía que derivan de ellas. Y también por eso el defen · ¡i 1,

to y desintegración que supone la muerte. sor de lo verdadero conserva la calma en toda circuns· 1
!"!.!
'
1
218 219

1
,·,
1
La morada de la paz El dogmatismo

tancia, mientras que el hombre cargado de prejuicios ¡¡ cien do arder lo no verdadero, la ignorancia y las añagazas
impacienta a la menor contradicción. ,, · que nos encadenan? Si todos esos obstáculos al Real -la
Recuperemos bajo esta luz el tema central de Mava de los monistas- son un día consumidos por ente-
tras últimas reuniones. Examinemos las ro, Ía luz del alma resplandecerá por fin a través de la per-
que hacen furor entre los partidarios del monismo y sona humana.
del dualismo, Con ocasión de tales debates, unos y otros Dicho aspecto de la visión advaitista del universo
pierden el sentido de lo verdadero y lo falso y se afanan puede, por consiguiente, revelarse indispensable para
por lograr que triunfe un punto de vista arbitrario, Y el una verdadera iluminación, En contrapartida, ¿cómo la
hecho mismo de comprender que, si encubren a sabien- loca fantasmagoría que constituye la existencia vivida por
das la verdad o si, inflamados por su propio discurso, la el ego y su pensamiento restringido podría tener cabida
olvidan temporalmente, se desacreditarán y se granjearán en el seno del Supremo?
las reacci6nes hostiles de sus oponentes, no les frena en En el Infinito, pasado, presente y futuro no forman
modo alguno, sino uno, mientras que para nuestra experiencia indivi-
dual se trata de momentos diferenciados que parecen su-
Aquellos de entre nosotros que se llaman dualistas cederse sin fin. No obstante, ¿podríamos mantener esa
consideran el Advaita Vedanta una peligrosa amenaza, y percepción errónea si, iluminados por nuestra alma, pre-
en el ardor de la discusión llegan al extremo de negar la sintiéramos que en Dios el tiempo es un continuo global
parte de verdad que contiene, No obstante, algunos ad- y nuestro intelecto admitiese tal revelación como un he-
vaitistas afirman haber Ilegadb a formar uno con el Abso- cho real? A decir verdad, aun cuando nuestra idea de un
luto, Tratemos, pues, de captar lo que puede ser su reali, tiempo lineal y secuencial nos permite, en cierto modo,
zación, sin detenernos en aquellas de sus concepciones entrever al Infinito, esencialmente nos bloquea la entrada
que puedan parecernos poco convincentes, a ÉL ¿No deberíamos acaso reconocerla como una ilu-
«Todo es engañoso e ilusorio», proclaman, ¿Por qué sión de nuestros sentidos limitados y comprender que
rebelarnos contra tal aserto? ¿Acaso la falsedad no existe una noción inexacta no podría inscribirse en la realidad
en este mundo y no vemos la prueba de ello en nosotros divina?
mismos? ¿No alimentamos cuando menos una tendencia Sólo me cabe inclinarme con veneración ante el
a la exageración? ¿Quién osaría considerarse un mero monista que, al escapar -siquiera por un instante- de
portavoz de la verdad? nuestra percepción engañosa del tiempo, se sumerge
Del mismo modo que con la ayuda de algunas rami- íntegramente en las profundidades inmaculadas e invio-
tas encendemos una hoguera, ¿por qué no tratar de en- lables de una eterna completitud en el seno del Absoluto,
cender en nuestro interior la llama del conocimiento, ha- en un océano de éxtasis donde reinan un silencio y una

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El dogmatismo
La morada de la paz
mente v purificar nuestro ser de toda irrealidad, a fin de
paz inmutables, En modo alguno me siento poder ;umirnos en lo más hondo de nuestra alma eterna
atacar su visión fundamental de Dios y de la Cread' -nuestro vo supremo, nuestro atman sin par-y, recha-
zando tod;s las máscaras del ego, libres de, nu~st:os d\
Me consta que la vida se consume llevando la seos y pesadas cargas, acceder a una liberac10n sm hm1tes,
carga de lo irreaL Sé que uno debe acarrear consigo, ""''°' ,, Aunque fascinados por el falso bril:o de este mundo,
tras día, ese algo que por ignorancia denominamos «yO>?; aspiramos con desesperación, como n1n~s p~rd1dos, a un
un yo lastrado, por añadidura, con todas las posesiones-· auténtico desapego y a una toma de conc1encia de nuestra
mentales, afectivas o materiales que logra acumular, V ealidad interior, ¿Por qué levantarnos, entonces, contra la
soy consciente de hasta qué punto resulta difícil sacudir0
~cetrina ilusionista que nos muestra la vía? Cie~tamen~e)
se por su propio esfuerzo ese enorme peso. en cada uno de nosotros mora un asceta, que solo suena
Sin embargo, en lo más recóndito del alma un mensa, con escapar de las construcciones ficticias del ~~ y no
je se deja oír: «Todo eso no es sino una engañifa y algún , , , que cono cer al Uno ' el Espmtu su-
tiene otra asp1rac1on
día tendrás que deshacerte de ella, No puedes cargar por
premo,
siempre jamás con ese fárrago de ideas falaces y de enga-
ñosas quimeras que te complaces en denominar verdad.
Si no te liberas de ellas, todas esas cosas serán aniquiladas,
pues no habrán podido ser modificadas en su esencia».
Vivímos inn1ersos en la angustia, con un sentimiento
de vacío interior, porque consideramos el cuerpo físico,
mas sobre todo el ego y todo cuanto a él se aferra, nues-
tra realidad íntima, Además, nuestro vo facticio colorea
todo cuanto existe, Hemos instalado el error en el seno ;i,

mismo de nuestro pensamiento y en consecuencia, tene-


1

mos de nosotros mismos una percepción aberrante; pero


el error que rige nuestra vida mental ¿no nos encadena
asimismo a una visión mistificadora de la vida y del mun-
do? En definitiva, en la medida en que sitúa nuestro ego
en el centro del universo, ¿no convierte la Creación ente-
ra en un mero espejismo?
Si tal es el caso, ¿por qué no íbamos a desear rasgar
de parte a parte el velo de ilusión que nos ciñe estrecha,
223
222
El Indz/erenciado

EL INDIFERENCIADO el paso del tiempo, y el dolor en felicidad, mientras que el


error, insensiblemente, tiende a rectificarse a sí mismo.
En efecto, en el infinito ninguna parcialidad favorece
un aspecto de las cosas en detrimento de otros. Así, en el
seno de nuestro sistema solar, donde las esferas celestes
se mueven al unísono, el este no podría oponerse al oes- •

Tal como nos enseñao desde hace milenios, la sustancia te, v viceversa. No existe entre ellos antagonismo alguno,
misma del universo se compone de oposiciones -som- ni siquiera separación. El oeste, en su especificidad, aco-
bra y luz, bien y mal, nacimiento y muerte-, y la división ge en su propio espacio la especificidad del este.
nace de todas esas parejas disociadas. Gravitación y anti- ¿Qué nombre dar a los aspectos de nuestro mundo
gravitación, fuerza centrípeta y fuerza centrífuga, es a tra~ que parecen existir a la vez en Dios y fuera de Él? El Ve-
vés del juego de los opuestos como la Creación surge y se danta los denomina «Maya», lo que implica gue su reali-
perpetúa. dad aparente no es la del Inefable. En ello radica la ilu-
Mas si en ello estribase toda la realidad de las cosas, sión. Ahora bien, cuando el hombre se une al Absoluto, a
sólo conoceríamos luchas y conflictos; en parte alguna sus ojos cada forma diferenciada se revela indisociable
cabría hablar de paz o de unión. Y sin embargo, resulta del conjunto. Contemplada con la mirada espiritual, la
evidente que más allá de las discordancias reina una ar- más ínfima partícula, así como la propia Tierra, se integra
monía sin tacha. La razón es que la incompatibilidad en en un todo insecable y sin límites, mientras gue el corto
todas sus formas, lejos de ser inherente al Divino, no alcance de nuestro pensamiento concibe cada objeto
compete sino a este mundo. como encerrado en sí mismo, perdido en la multitud,
Mediante el poder de la imaginación podemos trazar opuesto a otras facetas de la Creación por algunas de sus
una línea recta y prolongarla hasta el infinito, o represen- características intrínsecas. Por eso el advaitista realizado,
tarnos la oscuridad como una masa que se desparrama para quien todo es uno e indivisible, conoce al Divino en
por el espacio, siempre igual a sí misma. Ocurre así por- cuanto Absoluto incondicionado, libre de todo atributo,
que para nosotros una línea recta sólo puede ser una linea trascendente e inmutable. También por eso, a fin de
recta, y la sombra no puede ser sino sombra. Se trata, em- aprender a fundirse en esa eternidad indiferenciada,
pero, de ideas falsas: pese a las apariencias, toda línea es otorga primacía a la vía del conocimiento.
curva y, en nuestro orbe, la zona de sombra se curva de Gracias al desarrollo de la ciencia moderna, ese pro-
manera gradual, difuminándose poco a poco hasta fun- digioso logro del advaitista es perseguido por gente de
dirse en la zona de luz. Asimismo, en un plano por com- toda clase, que lo denomina liberación. Durante mucho
pleto diferente, la felicidad tiende a trocarse en dolor con tiempo la inteligencia humana consideraba todo fenóme-

224 225
La morada de la paz El Indiferenciado

no natural aisladamente, sin nexo con ningún otro. cas choca con lo elevado de sus pensamientos, tales pre-
era el caso, por ejemplo, en lo referente a la caída ae w1a.'.." ocupaciones pierden poco a poco su poder v la tiranía del
manzana, hasta gue el físico hubo relacionado ese necn,~: ego se vuelve menos insistente. Dado que en nuestro país
con una ley general, gue incluía lo particular. De buen número de nociones salidas del Advaita Vedanta
modo, el hombre hizo saltar los límites de su c01:np,ré11- impregnan fuertemente la vida espiritual, en esa concep-
síón del mundo, facilitando así para todos los humanos el ción de la existencia, que le supera, encuentra la fuerza
acceso a la forma de realización, basada en una toma de para sobreponerse a su propia pequeñez y conceder me-
conciencia de la unidad universal, que proclaman desde nor importancia a los problemas materiales, familiares o
hace siglos los partidarios de la no dualidad. sociales.
Ague] cuyo ego constituye una entidad independien- Si de esa manera llega a los linderos de su dimensión
te, existente en sí, puede ser inducido a cometer cual- impersonal, sus esfuerzos hacia la consecución de sus as-
quier acto deplorable, incluso criminal, debido a la in- piraciones más elevadas empiezan a dar sus frutos: des-
fluencia de esa parte de sí mismo aislada del Real. Sin cubre gradualmente la alegría y la plenitud interiores. Al
embargo, su alma se esfuerza por guiarle hacia la luz. «En iluminar su espíritu, los conceptos de lo no dual y del ilu-
verdad -le dice-, tu yo individual no es prisionero de sionismo, así como la doctrina del desapego, reaniman en
sus límites. Libéralo uniéndolo a la conciencia de esta tie- su interior la fuente del Verdadero. De hecho, el Advaita
rra gue nos acoge y permite que la dimensión inclividual Vedanta constituye para todos nosotros un don inapre-
de tu ser se abra a su dímensión cósmica.» Hasta que no ciable. Gracias a las ideas que difunde ampliamente, la
oiga esa voz gue le habla en lo más profundo de su ser, realidad latente del ser, las más de las veces inexpresada
tendrá la impresión de vivir en un mundo extraño, sin o manifestada de modo muy imperfecto, se sacude las ca-
piedad, un mundo aplastante en el que el menor engra- pas de inconsciencia gue la obstruían y desvela todas sus
naje constituye una pesada carga que acarrear. Las difi- riquezas ocultas.
cultades económicas, entre otras, lo agobian sin descan- N O obstante, lo diferenciado, en sus innumerables as-
so, y el dinero le parece una fuerza hostil de la cual no pectos, se revela sumamente presente en este mundo._In-
sabe cómo escapar. cluso si lo llamamos embuste o ilusión, no nos es posible
Si llega un momento en que se niega a padecer por negar el poder que lo caracteriza. ¿De dónde proviene
más tiempo bajo el yugo, con frecuencia recurre a las en- semejante poder? ¿Acaso existe una fuerza exterior a
señanzas religiosas o metafísicas. Al principio tiende a Dios gue, por propia voluntad, sobreimpone ese velo en-
aferrarse a algunas grandes ideas -el bien, el deber-, y gañoso a toda forma creada? Los Upanishads responden
entonces se inicia en él un proceso de transformación. a tal pregunta. De la felicidad clivina, afirman, nace todo
Como la mezquindad de sus preocupaciones egocéntri- cuanto exíste; de ese mo<lu el Señor realiza su designio Y

226 227
La morada de la paz

se manifiesta como fuente de amor infinito. No EL DUALISMO


otro poder gue el suyo.
De hecho, cuando trasciende lo diferenciado
conciencia se une con el Indiferenciado y se sume en' la
beatitud; luego el ciclo se reanuda: del Indiferenciado re-
gresa hacia lo diferenciado. Mas entonces descubre e]
universo a partir de la llama que arde en ella y se vuelve Hay un versículo en los Upanishads que he dejado a un
sensible a la corriente de exultación gue recorre la Crea- lado durante mucho tiempo. Por diversas razones, se me
ción entera. Y a no puede dejarse aprisionar entre las antojaba extraño e incoherente,
fronteras de un yo desconectado de la verdad. Cuando la Dicho versículo, gue nos resulta familiar desde nues-
conciencia alcanza ese nivel de realización, el hombre tros primeros al1os, puede trasladarse como sígue: «Dios
avanza obrando en la alegría, sin apegarse a los frutos de es omnipresente, inmaculado, desprovisto de envoltura
sus actos. Lo gue importa ante todo para él ya no es ni la carnal, de nervios, venas o arterias, no sometido a la in-
existencia en sí, ni la acción sino la inmersión en la feli-
1 fección, exento de toda imperfección, ignorante del error
cidad divina. o del pecado, omnisciente, inigualable, sin par, manifes-
La liberación así obtenida, es decir, a través de la co- tado por su propia voluntad. Sin final, crea los mundos y,
munión con la verdad y el abandono del yo y de sus po- dispensador de toda gracia, vela, por los siglos de los si-
sesiones ilusorias, transmuta todo nuestro ser por la gra- glos, por cada una de sus criaturas».
cia del amor supremo que crece en nuestra alma. A fuerza de oír salmodiar esas líneas, el niño pronto
acaba por dejar de prestarles atención. Más tarde las reci-
ta sin dificultad en sánscrito, mas para él sólo se trata de
una repetición maquinal, que no despierta su interés. Así,
cuando yo era joven, no sólo no reflexionaba sobre el sen-
tido de esas frases citadas con demasiada frecuencia, sino
gue más bien tendía a rechazarlas en mi mente. En pri-
mer lugar, me chocaban por lo que en el texto original me
parecía una falta de cohesión entre las formas gramatica-
les y sintácticas: mientras que el término «omnipresente»
es introducido por un verbo, las características siguientes
se enumeran directamente con la ayuda de adjetivos yux-
tapuestos; por añadidura, se pasa sin razón aparente del

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La morada de la paz El dualismo

neutro al masculino. En segundo lugar, si bien puede dor. Por eso el género neutro da paso al género masculi-
aceptable afirmar que Dios no se halla sometido a no. Así, sin sobreañadir palabra alguna, esas dos formas
cuerpo físico, especificar que carece de nervios, gramaticales revelan la esencia misma del texto.
arterias y que está protegido de toda clase de infección·.· • ' ""•""'" Dios es, está presente en todas las cosas y en todo lu-
parece cuando menos superfluo y, debido a la elección de gar; infinitamente libre, no se halla limitado en modo al-
las palabras, da la impresión de rozar el mal gusto, guno, ni por un revestimiento material y los m.ales que lo
Por todas esas razones, el constante recurso al citado corrompen, ni por el pecado y el error. Dios es. Cuando
versículo de los Upanishads en nuestras ceremonias me re- esa verdad se desvela en nuestro interior, a consecuencia
pelió durante mucho tiempo. De hecho, como mi mente de ello nuestro espíritu resulta iluminado. El Supremo
no estaba preparada para captar su sentido profundo, no nos aparece a un tiempo como plena libertad y absoluta
lo escuchaba con el recogimiento requerido, sino más bien perfección, y presentimos qué se entiende por la palabra
del modo en que habría podido hacerlo un intelectual sin «omnipresente»: puesto que ningún obstáculo impone lí-
alma. En consecuencia, no dejaba poso alguno en mi inte- mites a su expansión, puesto que nada le retiene en un
rior, y ni siquiera era capaz de apreciar su valor poético. punto definido, se expande de manera inevitable por
Sin embargo, no lo lamento en absoluto. Por el con- toda la Creación.
trario, me siento más bien satisfecho de que haya ocurrido Por lo que respecta al hombre, como está encerrado
así. De ese modo, cuando se me concedió la gracia de en un cuerpo, no podría existir en todas partes simultá-
abrirme al mensaje fundamental que transmiten esas líne- neamente. Es más, dondequiera que se refugie, no le es
as, mis facultades de comprensión se habían ampliado lo posible vivir sin que nada altere su naturaleza, pues en él
suficiente para que el significado de cada término y la ra- la ley divina está falseada. El Altísimo, en cambio, al no
zón de ser de cada forma aparecieran con claridad ante estar atado a una envoltura carnal, no sufre degradación
mis ojos. Si me hubiesen otorgado antes semejante gracia, alguna y ninguna tara puede alcanzarle. Por otra parte, el
ésta no habría suscitado en mi corazón el mismo alborozo, ser humano, encadenado a su morada física, debe satisfa-
y los frutos obtenidos habrían sido menores. En aquel mo- cer sus múltiples necesidades, asistido en ello por el siste-
mento no habría comprendido que eN ese versículo dos ma nervioso, la circulación sanguínea y otros agentes
verbos poseen un valor predominante y destacan del con- fisiológicos. Pero el Divino no es tributario de tales so-
junto. Uno indica la omnipresencia: Dios se expande por portes y todavía menos, por consiguiente, de los elemen-
doquier, en todas partes ES. El otro se refiere a la acción: tos que perturban su funcionamiento. Siendo así, ¿cómo
crea todas las cosas; sin solución de continuidad, ACTÚA. hacer sensible mediante simples palabras la calidad de su
Por consiguiente, el Divino es percibido ante todo en su indecible pureza, si no es afirmando que no se halla so-
aspecto de pura existencia, y luego en su aspecto de crea- metido a nada de lo que hace dependiente al hombre, a

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La morada de la paz El dualismo

nada de lo que se corrompe en él, a nada de cuantó Él v es su misma felicidad la que lo revela, a través del es-
mancilla? pl~~dor estructurado y la disposición rítmica de los uni-
La ausencia de límites corporales engendra en versos, De ese modo, el hombre puede d1scermr su pre-
supremo otra característica: como no está prisionero sencia al contemplar el prodigioso poema viviente que
un yo mal conectado al Real subyacente, ni se halla sujeto constituye la Creación, Ahora bien, es en el plano de la
a un pensamiento tan limitado que se convierte en falaz fa naturaleza universal donde Dios es el eterno Poeta; en
aparente fragmentación del tiempo y de la materia, 'tal cambio, por lo que respecta a la naturaleza humana es el
como nuestra mente los concibe, no podría atentar contra Señor supremo, La mente individual, presa en la trampa
su infinitud, Los espejismos de este mundo no son suscep, de los egos que se oponen, provoca los acontecimientos
tibles de ejercer sobre El la menor fuerza de atracción, ni sin discriminación, en la discordancia y el desorden, mas
someterle, por poco que sea, al error y al maL En toda cosa el Divino, al tiempo que mantiene la cohesión del Todo,
y lugar permanece inmutablemente semejante a sí n1ismo. conduce secretamente al hombre de la estrechez a la vas-
Por todos esos atributos, Él es Aquel que ES, es el tedad, de la conciencia egocéntrica a la plena conciencia,
Omnipresente, No obstante, es asimismo Aquel que En el ámbito cósmico, en el alma de los hombres, en to-
obra, es el Creador, Si en el espacio infinito ES, en la in- das las cosas, hace que impere el orden universaL Es más,
finidad del tiempo ACTÚA Ordena todas las cosas sin concibe su sublime poema sin el concurso de ningún ele-
solución de continuidad, desde el fiat original y por toda mento exterior a sí mismo. Con10 está solo, su propio de-
la eternidad, y nunca ruptura alguna viene a quebrar la signio orienta sus actos, Íntegramente autónomo, desvela
armonía cósmica, A cada instante, en cada lugar, lleva a con libertad la naturaleza divina en su obra concreta, N1
cabo con precisión absoluta el acto que muy exactamen- partícula de materia ni criatura algunas, en el tiempo o en
te conviene: el error, por ínfimo que sea, es por sí empre el espacio, pueden obstaculizar desde el exterior su mo-
jamás ajeno a su,obra, vimiento o su acción.
Él, el Creador y Ordenador de los mundos, es el Poe-
ta, el kobi, Mas esa palabra "no se utiliza tan sólo en su Por eso se dejan oír en nosotros, por un lado, el lla-
acepción corriente de poeta-músico, a la par que vidente mamiento al silencio y a la no acción, y por otro la llama-
Yprofeta -aquel que de todas las cosas percibe y expre- da a trabajar en este mundo, Toda persona es a un tiem-
sa su realidad velada-, pues el Señor ve, sabe y, simultá- po «ser» y dinamismo, y cuanto más se libera y realiza su
neamente, construye. Es pura visión y puro conocimien- cualidad de «ser», hallando su completitud en una pure-
to, y se manifiesta transmutando esos dos atributos de su za de alma exenta de error y libre del mal, en mayor gra-
naturaleza infinita en innumerables formas, Él, el Poeta do se armonizan y ganan en rigor y en precisión sus acti-
sin par, proyecta su felicidad en todo cuanto emana de vidades,

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La morada de la paz

Por la práctica del desapego, el hombre tiene el EL OMNIPRESENTE


der de liberarse progresivamente del yo y fundirse en
perfecta limpidez de su realidad primordial, que nad,i
podría corromper. A través de su búsqueda de la perfec,
ción divina, el «ser» se dilata en él, y su personalidad, en
unión con la conciencia de verdad libre e inmaculada, re-
chaza sus límites y se ensancha poco a poco; se inicia en «En todo momento alabo al Inmanente, que habita el fue-
penetrar el meollo de las cosas y en percibir su poesía aua la tierra los cielos el universo entero, desde la
go y el ªº ) - ' , ,b
latente, mientras que el espíritu liberado comienza a pre- menor brizna de hierba hasta el más poderoso de los ar o-
valecer sobre la naturaleza individual. Así es como todos les» exclama el Rishi en otro versículo de los Upanrshads.
podemos llegar a vivir y actuar libres de las cadenas del Dios está por doquier. Es ésta una afirmación co-
yo, sin sentirnos ya aplastados por el peso de este mundo. rriente, a la que no prestamos <le1nasiada atenc~ón y que
A partir de ese momento, la presencia del alma deviene no despierta resonancia alguna en las profundidades de
perceptible, y un sentimiento de libertad inalienable se nuestro ser. Mas si ello es así, la razón es que la presencia
asienta en lo más profundo de nosotros. del Divino en todas las cosas no constituye para nosotros
una realidad vivida. El corazón no puede ensalzar aque-
Así pues, ese único versículo de los Upanishads nos llo a lo cual no es sensible. .
revela todo un conjunto de verdades: cómo la esencia di- La palabra «inmanente» se vacía de su s~st~ncia. En-
vina y la fuerza actuante se funden la una en la otra, cómo vejece y muere y, como no sugiere nada,_ nadie u~ne nada
ACTUAR nace de SER y cómo el Divino, por su acción que decir al respecto. Ahora bien, lo: Rishis sabian escu-
creadora, engendra espontáneamente, a partir de sí mis- n el alma v para ellos dicho termmo era portador
eh ar eO , · d l
mo, en un surgimiento de pura beatitud, la multiplicidad, de verdad. Discernían su esencia misma y, a part1.r e. ta
el esplendor y la riqueza de los mundos; cómo todo un . .· de¡'aban brotar de su alma palabras mspira-
expenencia, . .
cosmos diferenciado hasta el infinito puede surgir del In- d u. P or eso sus n1ensajes poseen un acento de autentic1-
El
diferenciado, cómo el Sin Forma crea su eterno poema de dad tan puro que no cabe oírlos distraídamente. s a
la forma y cómo el Altísimo, pureza absoluta, guía en todo persona en su integridad quien los recibe y se impregna
momento, sin disociarse jamás de él, el pensamiento hu- de la realidad que desvelan.
mano, el cual oscila de continuo entre el bien y el mal. El objeto que utilizamos con frecuencia y del cual te-
nemos constante necesidad no tarda en perder a nuestros
ojos su significación intrínseca. y tal fenómeno n~ se li-
mita a los objetos; se extiende asimismo a buen numero

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La morada de la paz El Omnipresente
de personas a las que tenemos en cuenta ante todo mente, sabían acoger este mundo en su alma como a un
función de su utilidad. Si uno recurre demasiado a tne~ bienamado huésped. En el seno de ese universo a un
nudo a los servicios de otro, no es extraño que deje de tiempo movedizo y estático, se levantaban con las manos
considerarle un _ser humano y que lo rebaje a la categorla juntas y salmodiaban: «En todo momento alabo al Inma-
de mera herramienta. Para su jefe, a menudo el empleado nente, que habita el fuego y el agua, la tierra, los cielos, el
no es otra cosa que un instrumento cómodo; lo mísmo universo entero, desde la menor brizna de hierba hasta el
cabe decir del soldado en relación con sus superiores, y el más poderoso de los árboles».
campesmo que produce las verduras y frutas que consu- ¡Que su vivo mensaje venga a iluminar nuestra vida!
mimos apenas reviste mayor sentido para nosotros que su ¡Que el conocimiento que nos transmiten pueda llevar
carreta. Del mismo modo, si bien los dirigentes de un sus frutos por doquier en este mundo y que todo el amor
país, cualquíera que sea, son muy conscíentes de 1as ven~ de nuestro corazón brote hacia Aquel que colma el espa-
tajas que puede reportarles su situación, el país en sí sólo cio infinito! No permitamos nunca más que se estanquen
lo ven a través de un velo de oportunismo, \; se revelan ín- en la indolencia los poderes de nuestro espíritu, antes
capaces de percibir su alma viviente, más ·allá de la ima- bien pueda el verdadero conocimiento, a la espera en lo
gen puramente utilitaria que se han forjado de éL más profundo de nosotros, atravesar por fin la cortina de
Es una actitud similar la que rige nuestras relaciones ignorancia que oscurece nuestra percepción. Que nues-
con el planeta que habitamos. He ahí por qué carecemos tra conciencia rompa su cascarón y se expanda por todas
hasta tal punto de miramientos con respecto al suelo que las dimensiones del cosmos, en busca de la conciencia in-
nos nutre, así como la atmósfera, los océanos y los ríos, manente. Reunamos nuestras facultades de entendimien-
sin los cuales no podríamos subsistir. Actuamos como si to, dispersadas sin cesar dentro de nosotros, y en nues-
sólo existieran para ser ultrajantemente explotados en tros momentos de meditación fundémoslas en la verdad
aras de falsas necesidades. Y el uni;erso mismo no cons- subyacente en todas las cosas así en la tíerra como en el
1

tituye para nosotros síno una gigantesca máquina al ser- cielo. Sobre todo, dejemos de reducir nuestro planeta a
vicio del hombre.
las dimensiones de nuestra pequeñez. Todo en este mun-
Cerramos los ojos a las consecuencías de nuestros ac~ do es grandioso y prodigioso, todo se halla animado y ha-
tos, a fin de poder seguir degradando alegremente los bitado por la plenitud divina; abrámonos al fin a esa ver-
suntuosos dones que la naturaleza nos ofrece en abun. dad. Con inmenso respeto, loemos todo cuanto existe,
dancia. Por eso lo que debería colmar nuestra alma sólo veneremos hasta los menores átomos de este mundo y
sirve para inflar nuestro ego.
aprendamos así a ensanchar nuestras percepciones hasta
Sin embargo, los Rishis de antaño, cuya conciencia poder comunicarnos con el universo entero. Por doquier
despierta, la visión eternamente renovada, iluminaba su y en todo momento el Divino se nos ofrece, en una dádi-

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La morada de la paz El Omnipresente

va gratuita de sí mismo. En respuesta. unámonos a Él me- grandiosa y misteriosa solemnidad, la conciencia y la


diante una consagración sin cesar renovada de toda nues~ energía del Inmanente.
tra persona y permitamos que fluya en nosotros su gracia
inagotable, que jamás se altera. Entonces conoceremos la Quienquiera que se deje penetrar por la potencia re-
plenitud del alma. veladora de ese versículo de nuestras Escrituras siente
como su corazón brinca de alegría. Sí, el Divino colma el
Al principio del versículo. nos presentan al Omni- universo entero. Guardémonos de pronunciar esas pala-
presente en estos términos: «Habita el fuego y el agua, bras a la ligera y, por ende, de rechazarle -a Él, el Om-
la tierra, los cielos, el universo entero», va continuación nipresente- en el limbo de nuestro espíritu. «Habita
viene la precisión siguiente: «desde la ~enor brizna de desde la menor brizna de hierba hasta el más poderoso
hierba hasta el más poderoso de los árboles». Cabría de los árboles.» ¿Cuándo esas palabras sagradas llegarán
pensar que en la primera linea ya se ha dicho todo. Dios a constituir para cada uno de nosotros la expresión de
habita el universo entero; entonces, ¿por qué especifi- una realidad viviente?
car acto seguido que anima las plantas y los árboles? De
hecho, en la esfera humana, esas últimas palabras resul-
tan esenciales. El Señor se halla presente por doquier,
en el universo entero: se trata de palabras que pronun-
ciamos sin pensar demasiado en ello. Tratar de captar
su verdadero significado, situando el pensamiento en
un plano más elevado, parece inútil. No obstante, el
Rishi veía con los ojos del alma y, al añadir esa frase:
«desde la menor brizna de hierba hasta el más podero-
so de los árboles», percibía su verdad secreta. Con ello
no expresa una simple idea que de pronto le ha venido
a la mente, sino el fruto de una revelación interior.
Puesto que vivía en un retiro en pleno bosque, conocía
íntimamente el mundo vegetal y la naturaleza en todos
sus aspectos. Se bañaba en un río de aguas perfecta-
mente puras, que reflejaban la esencia de las cosas. Los
frutos tenían para él el sabor del néctar de los dioses. Al
alba, el sol naciente irradiaba a sus ojos de vidente, en

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