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RABINDRANATH
**
LA MORADA
DELA PAZ
Una guía poética
y espiritual
ÍNDICE'
Iníciacíón 99
ISBN: 84-89920-87-7
Depósito legal: B-39.271-1999 El ser humano 104
5
La morada de lapa::.
El orden natural de las cosas . 168 mientos culturales, religiosos y patrióticos. Aunque me-
Tríadas 172 dio arruinada, la familia ocupaba una grandiosa mansión,
Diferenciación e individualización 177 una especie de palacio un tanto ruinoso. Por él desfilaban
La naturaleza humana 182 las personalidades más excepcionales de la época, tanto
La realización auténtica 187 en el ámbito de las artes y las letras como de la política, la
La visión global 192 espiritualidad o la filosofía. Allí se defendía la cultura mi-
La acción . 196 lenaria del subcontinente indio y su derecho al autogo-
La energía divina y la energía individual 201 bierno, sin por ello dejar de abrirse al pensamiento occi-
La fuerza vital 205 dental, que divulgaban los colonizadores británicos.
La liberación interior 208 Fue en este ambiente donde Rabindranath compuso
La liberación en relación con el prójimo sus primeros versos, a la edad de diez años. Apenas ado-
y la sociedad . . 214 lescente, empezó a publicar sus escritos en una revista
El dogmatismo . 218 literaria, y durante los sesenta años siguientes produjo
El Indiferenciado . 224 una obra inmensa: poemas, cantos, óperas ballet, novelas,
El dualismo . . 229 obras de teatro, novelas cortas y numerosos volúmenes
El Omnipresente . 235 de ensayos que abarcaban las principales áreas de la vida.
Actor de talento y coreógrafo, comenzó asimismo a pin-
iar frisando ya en los setenta años; le debemos varios cen-
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La morada de la paz Nota
tenares dibujos y cuadros poderosamente - ...,.., .. A=,,-u ,A,UV~V en que tanto en como en nacían po-
que fueron expuestos en diversos países Europa. derosos partidos nacionalistas.
cuanto a su música, enseñada como un arte en sí, sigue Sin embargo, siempre regresaba a ~'-·U"'-,="u
cautivando y conmoviendo a los bengalíes de cualquier sentía revivir interiormente. Allí renovaba su
edad. El himno nacional de la India, así como el de Ban- y hallaba la paz de espíritu. Por añadidura, puesto que te-
gladesh, fueron elegidos entre sus cantos patrióticos. nía alma de educador, le cabía el inmenso gozo
Por añadidura, tomó parte, ya fuese discretamente o enseñar, según sus concepciones
por medio de sus escritos, en las grandes manifestaciones 1u,. .u-.,v sus propios manuales; en la ~u~~·-,~
protesta que desde finales del siglo xrx jalonaron la lar- fundado, en
ga lucha de la India por su liberación. No obstante, apre- la paz»-, situada a unos cíen , . u v u , ~
ciaba y juzgaba con objetividad a Inglaterra, donde residió cuta, lejos de todo centro urbano,
en varias ocasiones. En 1912 encontró en ese país a hom- yor frecuencia. En aquel lugar se sentía en A-A----·-
bres «afines a su corazón», algunos de los cuales figuraron do de algunos amigos o discípulos, así como de maestros
entre sus amigos o colaboradores más íntimos, y gracias a conscientes de lo que se esperaba de ellos. Su sistema
la intervención de un grupo de personalidades del Reino educativo, revolucionario para la época, se basaba en cri-
Unido, recibió el premio Nobel al año siguiente. terios caros a su corazón desde los años en que, en cali-
El contacto con Occidente le incitó a interrogarse, al dad de alumno, se descubrió rebelde a toda forma de en-
igual que la mayoría de los indios cultivados de su tiem- señanza oficializada. En Santiniketan el niño debía ser
po, sobre las formas de gobierno existentes en el mundo reconocido como un individuo de pleno derecho. El ob-
en particular con respecto a los ideales democráticos qu~ jetivo consistía en ayudarle a desarrollarse según sus pro-
ensalzaban los pensadores o historiadores británicos. pios deseos y gustos, a aprender a respetar, gracias a una
Pese a la incapacidad de los ingleses para aplicar verda- proporción equitativa de libertad y disciplina, a un tiem-
deramente tales principios en su país y en el Imperio, veía po su necesidad de independencia y de seguridad. La
en ellos una promesa para el porvenir. Impulsado, ade- vida estaba organizada de tal manera que la sensibilidad
más, por un sentimiento de unidad universal profunda- e imaginación del niño podían ser constantemente ali-
mente arraigado en él, llegó a la conclusión de que sólo la mentadas por un contacto permanente con la naturaleza,
unión entre Oriente y Occidente podría permitir a la hu-. por el libre acceso a todas las formas de arte o de expre-
manidad dotar progresivamente de realidad a sus poten- sión de uno mismo, En definitiva, no se trataba sim-
cialidades. A partir de ese momento, en el curso de nu- plemente de desarrollar sus facultades mentales, sino de
merosos viajes alrededor del mundo, se entregó a una tratar de abrir su alma a una espiritualidad viva y no dog-
larga cruzada por la unión entre los pueblos, en el mismo mática.
8 9
La morada de la paz Nota
ensenanza se
Upaníshads, y no tenía otro que
bre a descubrir en su interior la presencia de
Brahmo Samaj había sido fundado por Raja Rammohan
Roy y Dwarkanath T agore, el abuelo de Rabindranath.
cuanto a su padre, Debendranath, siempre había de-
sempeñado un papel de primer orden en el desarrollo de
dicha sociedad mística, orientándola en todo momento
hacia una pureza y sobriedad crecientes. Fue él quien
puso a su hijo menor a la cabeza del movimiento. Las
funciones de Rabindranath, tanto de orden espiritual como
administrativo, le permitían expresar su propia visión de
las relaciones del hombre con la Divinidad.
Cuando Rabindranath se instaló en Santiniketan con
un primer grupo de niños y algunos enseñantes, hizo
construir a toda prisa, entre los árboles, las flores y los
campos, un templo del Brahmo Samaj, todo él de vidrio
coloreado. Allí se esforzaba en hacer compartir a su en-
torno los frutos de treinta años de consagración a la bús-
queda del Divino.
Los textos traducidos en el presente volumen son
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La de la paz
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La de la paz
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v,,,~~- -
La de la paz e
ha engendrado semejante actitud en el mundo! Por lo ge- No. creemos en momento nuestras
neral, el hombre divide a la humanidad en dos bloques: horas. Esa certeza no formulada nos acompaña
por un lado, la comunidad a la que él se adhiere, y por aurora, y por la noche, el olvido sólo la cubre
otro, el resto de la gente. En su propio campo, se apropia breves instantes. En la vida familiar, en el en el
del Señor, le considera su bien exclusivo y a ello se atie- interior, en el exterior, el ego es omnipresente. Redacta-
ne , satisfecho ' sin reflexionar más allá sobre la cuestión ni mos documentos, contratos, testamentos;
cuestionarse su elección. sin cesar. ¿Dónde está Dios en todo eso? De
Rendimos al Divino un homenaje verbal y acto segui- su nombre asome a nuestros
do, olvidados de su constante presencia en nosotros y a mos en modo alguno con nuestras
nuestro alrededor, le desterramos de nuestra vida coti- Ahora bien, no rendir al Divino smo un uvu,~u=1
diana. Desde el nacimiento hasta la muerte, organizamos verbal supone nada menos que mentirse a uno .... ~,"·~
nuestra existencia como si el Señor del universo hubiera «Pertenezco a tal comunidad ... Éstas son mis opiniones ...
dejado de tener cabida en este mundo. Por la mañana, al Sostengo que ... »: mediante afirmaciones de esa índole
despertar, no sabemos discernir su manifestación en el al- creemos conceder ·a Dios un lugar efectivo en nuestra
borear del día. Por la noche, cuando nos abandonamos al vida; sin embargo, hecho eso, ¡con qué arrogancia permi-
sueño, acunados por el silencio de las galaxias, que prosi- timos que las exigencias de nuestro pequeño yo 1 invadan
guen su recorrido sin descanso, permanecemos insensi- nuestro ámbito de conciencia! Una arrogancia de tal na-
bles a la inmanencia de la Madre divina, a un tiempo so- turaleza resulta tanto más temible cuanto que se ignora a
lemne, tranquila y apaciguadora. No la percibimos ni en sí misma. Al despojarse de la duda, elimina la angustia
la inmensidad del espacio, bajo la espléndida cúpula de que de ella se desprende. Nacida de la ignorancia, cierra
los cielos, ni muy cerca, a la cabecera del lecho donde re- la puerta al conocimiento.
posamos. Llegamos incluso al extremo de limitar ese uni- Con todo, el día en que Dios viene a rozar secreta-
verso grandioso a las cuatro paredes de nuestra casa y a
un trozo de tierra, cual si no naciésemos en el seno de la
l. Las palabras «pequeño yo» o «ego», al igual que las expresio-
Creación sin límites, sino en un pequeño mundo personal
nes «persona humana» o «persona terrenal». se relacionan con la per-
que la palabra «yo, yo, yo» colmase por entero. Y sin em- sonalidad exterior limitada que erróneamente consideramos nuestro
bargo, ¡afirmamos creer en Dios, afirmamos no poner ja- verdadero yo. No obstante, en opinión de T agore, reina en nuestro in-
más en duda su amor y su acción! terior el yo eterno, lo que en sánscrito se denomina atinan, que anima
«El verdadero Señor del hogar es Él, Él el Conductor la chispa divina personalizada sin la cual no podríamos existir. El ob-
jeto de nuestra presencia en este mundo estriba en llevar a cabo la
del carro de la vida.» Esas palabras familiares ¿constitu-
unión entre nuestro pequeño yo y nuestro atinan, sacralizando de ese
yen para nosotros la expresión de una realidad vivida? modo la existencia en esta tierra.
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La morada de la paz Dudas e
mente un rincón nuestro ser, cuestiones obsesivas se berían anegar nuestros ojos, que
adueñan de nuestra mente. A partir de ese momento, por bordar de nuestros corazones atormentados, si no
bien establecidos que nos hallemos en nuestro entorno, sino que permanecen enterradas bajo capas de se
las relaciones con los demás ya no nos aportan el menor vuelven estériles y nocivas. acumulan en nuestra san-
consuelo. Y si desde el fondo de nuestras tinieblas tende- gre, en nuestra carne, en la médula de nuestros huesos, y
mos el brazo hacia el Señor, todavía no nos es dado ele- hemos de acarrear esa pesada carga hora tras hora.
varnos hacia Él. Los bienes terrenales, acumulados sin angustia tiene el poder liberar esas
cesar, se revelan entonces desprovistos de valor real, y se nuestro interior. en el instante en que
impone una evidencia: no hemos adquirido en absoluto brotar, en vano buscamos el apaciguamiento en las
la verdadera riqueza, sin la cual en lo sucesivo no podría- recibidas, el estudio de la metafísica o incluso Escritu-
mos vivir. No existe dolor más desgarrador. ras. No obstante, puede sernos dado percibir de
Cuando la madre está a punto de dar a luz, el bebé, re- la existencia de una puerta de salvación, una sola: el im-
tenido todavía en el útero por el cordón umbilical, se ha- pulso del corazón hacia Dios. Y entonces, una plegaria
lla ya sometido a una fuerza que lo arrastra hacia la luz. asciende desde el fondo del alma: «¡Oh Señor, revélate
Permanece en suspenso entre la prisión y el alumbramien- en la luz de tu amor!».
to. Los dolores experimentados por la madre constituyen En efecto, el conocimiento no puede bastar para disi-
el signo precursor de esa gracia extraordinaria que es el par las tinieblas del escepticismo; sin el amor, la concien-
nacimiento, de tal modo que su ausencia llena de inquie- cia sólo se halla iluminada a medias.
tud al médico. Asimismo, la auténtica angustia metafísica ¿Pensamos alguna vez de verdad en los miles de seres
es, para la conciencia individual, un signo anunciador de que nos rodean en la tierra? Ciertamente, estamos al co-
liberación y de entrada en la verdad. Aun cuando el mun- rriente de su presencia, pero sin sentirnos ligados a ellos.
do la envuelve y la ciñe por todas partes, oye en secreto la Recorremos nuestro camino como si esos innumerables
llamada de la realidad emancipadora; sumida en la oscuri- individuos, con sus sufrimientos y alegrías, no existieran.
dad, es sensible a la atracción de una luz todavía descono- Sin embargo, los hay que son muy reales a nuestros ojos:
cida. Con todo, teme que esa tensión, entre dos polos se re- nuestros parientes y amigos, aquellos a quienes amamos
vele sin salida, pues no logra discernir el desenlace. Como hasta el punto de olvidar a los demás. Esas pocas perso-
el bebé en el útero, se siente aprisionada, sin comprender nas constituyen nuestro universo, y como las contempla-
aún que su prisión la ha construido ella misma. mos a la luz de la ternura, las reconocemos más o menos
¡Que venga entonces la intolerable angustia! ¡Que el como nuestros semejantes. Cada cual toma conciencia de
ser entero llore! Esas lágrimas se secarán algún día. En su identidad diferenciada a través del interés que dirige a
cuanto a aquellas con las que dolorosos interrogantes de- su persona, y percibe como suyos a los seres a quienes
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La de la paz
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La morada de la paz La ausencia
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La visión interior
LA el emcrgcr q~
la conciencia no despierta supone nacer al Espíritu. Es
que se denomina el «segundo nacimiento», el H~~u,u~U
a la realidad subyacente en el meollo de las cosas, la en-
trada en la esencia cósmica inherente a toda forma
vida. Al igual que el pajarillo que, apenas llegado al mun-
De niño no tenía muy buena vista, pero lo ignoraba y do, se siente envuelto por entero en grandes
consideraba absolutamente normal mí visión defectuosa. ternas, el hombre nacido al Espíritu se siente
Un día, para divertirme me puse las gafas de un compa- por el Hasta que no rompe el le
ñero y de pronto todo apareció mucho más nítido ante muy difícil concebir qué plenitud, qué gozo indecible co-
mis ojos. Tuve la impresión de acercarme a las cosas, y noce el alma así liberada; no obstante, ¿acaso en algunos
fue tal la alegría que ello me produjo que me creí doble- momentos fugaces no siente algo así como un presenti-
mente poseedor del mundo. Sin embargo, hasta entonces miento?
nunca me había dado cuenta del menoscabo que padecía. La vida en el Espíritu tiene por efecto destruir la in -
Es posible vivir una experiencia del mismo tipo en el diferencia y la inercia. Nuestra conciencia presiente en-
plano interior. Si supiéramos ver al otro con la mirada del tonces en todo lo que existe la conciencia infinita, y nues-
alma, éste no vacilaría en cogernos la mano y decirnos: tra alma, despierta al fin al alma universal, percibe en
«Has venido ... ». En la naturaleza ocurre lo mismo con el derredor el resplandor de la felicidad divina.
agua, el aire, la luna o el sol, todos esos amigos verdade- Ahora bien, no resulta difícil comprender que si
ros que de manera fiel proveen a nuestras necesidades. permanecemos indiferentes hacia una sola persona o
No nos reciben con un gesto afectuoso y palabras de una sola brizna de hierba, la comunión con el Espíri-
bienvenida, mas si aprendiésemos a abrirnos a ellos y oír tu permanece limitada. Como contrapartida, cuando la
su mensaje secreto, ese simple contacto no tardaría en conciencia y el alma individuales engloban todas las co-
sernos más precioso que los dones que nos prodigan. sas, el hombre deviene receptivo a la realidad oculta de
A lo largo de los años encontramos a multitud de per- cada ser y cada objeto; y ello a partir de su propia reali-
sonas que no toman nuestra mano entre las suyas ni pro- dad, en modo alguno gracias a sus sentidos y su inteli-
nuncian al vernos algunas de esas palabras que surgen del gencia, ni a través de la argumentación científica. Esta
corazón. Todos estamos rodeados de barreras que nos aproximación integral constituye una maravillosa expe-
separan del prójimo, como el pajarillo en su cascarón riencia. Por ejemplo, aquí, delante de mí, tengo un árbol.
que, aun habiendo recibido el don de la vida, todavía no Si discierno en profundidad su misma esencia, la dicha
ha nacido a la luz del día. colma mí ser. Con todo, lo más habitual es que, al no ver
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La morada de la paz La visión interior
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_L
La morada de la paz
LA YEL
vez más relumbrante, hacía el exterior. Dejando de sofo-
car a sus allegados bajo el peso de su egoísmo, uno les
permite al fin expresar su propia identidad y, de ese
modo, toda oposición entre uno mismo y los demás se va
desdibujando gradualmente.
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La morada la paz
esfuerzo que su
fundamental, y más considerables en cosas,
tendrá que vencer. tú, que en cada una de ellas te ofreces a nosotros, mi es-
Huelga decir que el camino que deberá seguir se en- píritu no puede concebir todavía la inefable felicidad
cuentra superficialmente despejado y, en el plano social, sentirse uno contigo y a través de ti comunicarse con la
no se enfrenta a ningún problema importante a oposi- naturaleza íntima de cada objeto y de cada No
ción seria alguna. Sin embargo, las raíces del error se ha- obstante, aun cuando no estoy preparado para
llan siempre presentes en su interior, enmarañadas en plena manifestación, una partícula de tu
una red inextricable. finas e insignificantes aue sean bastar practicar una abertura en
" '
invaden hasta los menores recovecos de su ser, y cuando Acaso no penetre en mí sino un débil rayo tu
ansía cultivar el campo de su alma, tropieza a cada paso. fulgor, empero, la densa sombra que ciñe el
Sus debilidades, en las que hoy distingue con claridad un mi corazón, con el cerrojo tan bien se mostrará
aspecto pernicioso que hasta el momento le pasaba por tal como es, tinieblas absolutas, y no tendré respiro hasta
alto, se revelan tal cual son: enormes escollos en el cami- que me haya liberado de ella.
no de la suprema realización. Consciente de la influencia »La pasada noche dormía, con puertas y ventanas ce-
nociva de toda transgresión de la verdad en su realidad rradas, sumido en la inconsciencia. Al amanecer, el sol se
interior, se las ingenia para extirpar del fondo de su ser la coló por los intersticios de los postigos y, todavía tendido
más mínima fuente de imperfección, sin prestar atención en mí lecho, sentí de pronto la bendición del alba pura
en lo sucesivo a la opinión de los demás o de la sociedad. que venía del exterior a sacudir mi espíritu embotado. La
cálida humedad de las sábanas se me hizo insoportable. '!
Con todo, un desgarramiento de tal calibre no puede te-
ner lugar sin lucha. Cuando las tendencias negativas y sus Al respirar el aire cargado de mi dormitorio cerrado a cal
hordas de acólitos bloquean el paso hacía el amor supre- y canto, ese aire viciado por mi propio aliento me sofoca-
mo y la unión perfecta, ya no resulta posible negar su ba, y no habría podido permanecer allí recluido ni un
existencia, autoengañarse o abusar del prójimo. Y de to- momento más. Oía la llamada de la libre naturaleza, de su
dos modos, para el ser que despierta, la estima de sus se- frescura, su claridad y su transparencia, la llamada de una
mejantes ya no constituye un motivo de perfecta satisfac- atmósfera toda ella belleza, fragancia y cánticos, y necesi-
ción. taba lanzarme al exterior.
En tales momentos se vuelve hacia el Todopoderoso »¡Ojalá un despertar semejante se produzca en mí in-
y le ruega con fervor: «Oh tú, que eres pureza, aleja de mí terior, Señor, y te dignes enviarme, a través de finas ras-
el error. Borra hasta la más mínima mancha de mi cora- gaduras en el velo de mi ser, a tu mensajero de luz, el he-
zón y permite que no subsista ni una sola huella. Es a ti a raldo de la libertad divina! Entonces nada podrá ya
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La morada de la paz
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La morada de la paz de la existencia
al
C::UU\..J.UV su propia s1 queremos progre-
fabricación), no está en condiciones de conocer la pleni- manera nues-
tud del ser. tro cuentas, con un sentido agudizado de nues-
Si en nuestra pusilanimidad sólo buscamos proteger- tras virtudes y nuestros derechos, nos deslizaremos
nos contra todo riesgo y toda contrariedad, llevamos una con absoluta certeza hacia el fracaso; y en caso de que
existencia truncada. No sabemos ni mantenernos en canzásemos parcialmente nuestro objetivo, corremos un
buen estado de salud, ni desarrollar de manera armonio- gran riesgo de no conocer, por la misma la üm.,0Áu~
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anmé:n,o que consumimos no nos procura única-: los sinsabores inevitables se ven
mente los aportes nutritivos indispensables para el cuer-. en su integridad: si bien creen al abrigo tras sus de-
po. Sólo una parte de los alimentos es asimilable, y el or- fensas, toda suerte de desdoros se acumulan en ellos. Sí
ganismo se ve constreñido a expulsar los productos de · por temor al juicio ajeno les impiden salir a la superficie,
desecho. Si sólo consumiésemos muy precisamente los se vician cada vez más y sufren sus efectos nocivos, tanto
componentes asimilables, el equilibrio fisiológico se rom- en el plano moral como en el plano físico. Como contra-
pería. El cuerpo, en efecto, no sólo está provisto de un partida, quienes se enfrentan sin doblegarse a cnt1cas
sistema digestivo, sino asimismo de un sistema de elimi- y la arbitrariedad, así como a numerosos avatares
nación, ambos compuestos de órganos apropiados. El se- y a toda causa de aflicción, se encuentran a raíz
gundo debe poder funcionar tan bien como el primero. ello no sólo fortalecidos sino purificados. que
La perfección de la vida corporal sólo se alcanza si esos van por el mundo desprovistos de armadura, reciben
dos sistemas operan en armonía. golpes frente; de ese modo, la abyección que
La idea de que cada individuo debe ser retribuido es- podido contaminar su ser resulta destruida en la misma
trictamente según sus méritos no corresponde en modo fuente.
alguno a una ley natural; por el contrario, para la forma- A decir verdad, tanto si Dios permite el infortunio
ción del carácter es deseable sentirse unas veces aprecia- como si prodiga el alborozo, debería despertar en el co-
do y otras infravalorado. Nuestro objetivo debe ser, por razón del hombre idéntica gratitud. Ante esa doble ma-
una parte, aprender a recibir, sin regodearnos en ello, las nifestación de la Divinidad, ¡prosternémonos !
satisfacciones que la vida nos ofrece, y por otra, aprender
a expulsar de nuestra conciencia las reacciones de pesar o
de amargura frente a las injusticias de la vida, antes de
que lleguen a destruir nuestra serenidad. Ese doble mo-
vimiento debería realizarse de manera tan natural como
el simple reflejo de inspirar y espirar.
Querer protegerse a toda costa de los golpes y las he-
ridas que inflige la existencia debilita el organismo y abre
la puerta a la enfermedad. Sin embargo, no creamos que
una conducta timorata no tiene otra consecuencia que la
fragilidad y la languidez, frutos inevitables de la ausencia
de esfuerzo y la ociosidad. Aquellos a quienes su natura-
leza hipersensible impulsa a preservarse más de la cuenta
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Renunciar
canza la
Si el a que
mantienen todo cuanto existe, éstas sabrán a la
obediencia. ese momento, la alegría se apagará en él y,
privado de su dignidad de ser libre, sufrirá como esclavo
las consecuencias de su estancamiento voluntario.
Si una partícula de verdad se desprende de nuestra medi- que la vida no pueda decir: por
tación matutina, esos instantes de consagración cotidiana de aquello que te niegas a abandonar», es nece-
guiarán a cada uno de nosotros por el camino de la re- deliberadamente, desprenderse
nuncia. Tal aprendizaje resulta esencial, pues se efectúa Sí no aprovechamos todas las ocasiones para
en función de una ley ineludible, una ley que prohíbe la transformar ese aparente sacrificio en un acto
inmovilidad y obliga a avanzar siempre, despojándose natural, nos reservamos, por añadidura, un
poco a poco del menor elemento que ya no tenga razón pues acabaremos considerando la muerte el supremo
de ser. Nadie puede concebir una meta final de ese pro- desgarramiento. El día en que veamos erguido frente a
greso. En parte alguna podremos creer que hemos llega- nosotros al enviado del Más Allá, portador del último
do, pensar que todo se ha logrado y que en lo sucesivo no mensaje, intentaremos escabullirnos por todos los me-
progresaremos ni un paso más. díos posibles, mas no descubriremos la menor escapato-
Puesto que las leyes de este mundo exigen que nada ria. Y sin embargo, esa hora de extrema angustia habrá
sea inmutable para siempre sino que, por el contrario, de sonar ineludiblemente.
todo, animado o inanimado, se encuentre sometido a un
proceso de constante mutación, la voluntad individual No pensemos que el hecho de renunciar conduce a
•debe ponerse a tono con dicha evolución universal. De lo un empobrecimiento del ser, a una forma de aridez inte-
contrario, la existencia ya no es sino un incesante conflic- rior. Sí nos aligeramos de día en día es para llegar a un
to. Aquel que declara: «No me moveré. No renunciaré», pleno florecimiento. La verdad de las cosas sólo aparece
mientras que la vida ordena: «¡Ve, alivia tu pesada car- ante nuestros ojos si tomamos distancia con relación a
ga!», se predispone para incontables tormentos. Deberá ellas. El feto, dentro del útero, no conoce a su madre; su
liberarse de sus ataduras si quiere evitar que los objetos a presencia únicamente se hace sensible en el nacimiento,
los que se aferra le sean arrancados un día. He ahí por cuando, cortado el cordón umbilical, comienza su exis-
qué resulta indispensable conciliar las propias decisiones tencia autónoma. T ambíén nosotros tendremos que
con los principios que rigen la Creación. abandonar algún día el útero del mundo, en el que nos
Armonizándose con esos princ1p10s es como se al- cobijamos durante demasiado tiempo, con objeto de sal-
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- -·~-----,
La morada de la paz
Renunciar
tar al fin la libertad. Sólo entonces descubriremos
semejante manera ser
nuestro universo y sabremos apropiárnoslo, pues nada en
cesídad de establecer un equilibrio entre
él nos mantendrá ya cautivos. Dejaremos de vivir, como
favorecer a uno con exclusión del otro conlleva muchos
el ciego embrión, encerrados en nuestros límites e igno-
sinsabores. persona que sólo sabe tomar se
rantes del mundo que hay más allá. En ese momento to-
a este mundo, mas aquella que da en exceso se perjudica
maremos conscientemente posesión de nuestra herencia.
a sí misma. Por otra parte, si bien es cierto que el hombre
Quienquiera que permanezca preso en las redes de
vive como esclavo entretanto permanece ligado a sus ac-
este mundo no puede ser considerado habitante real del
tos, se encuentra en una situación igualmente
mismo. Únicamente lo habita aquel que, habiendo sabi-
cuando llega la liberación, cesa por completo de actuar.
do liberarse de él, aprende a hacerlo suyo en lugar de ser
Entonces pierde todo control sobre la realidad.
poseído por él. Sólo ese individuo puede sentirse parte
A decir verdad, renunciar no conduce a la
integrante de la Creación. El caballo enganchado tira de
al pleno dominio de uno mismo y del propio universo.
la carreta, mas ¿acaso es él el dueño? ¿Qué diferencia
adolescente que, al no disponer realmente de su heren-
existe entre él y la rueda? El verdadero conductor de la
cia, no puede permitirse tomar ni una mínima parte para
carreta es el hombre que la dirige con absoluta indepen-
venderla o regalarla según le plazca, no obtiene de ella to-
dencia.
das las satisfacciones posibles. Le falta el derecho esen-
Para devenir conductores de nuestra propia vida de-
cial: el de deshacerse de ella a voluntad. Si no va acom-
bemos liberarnos. El Bhagavad Gí:ta denomina «yoga de
pañado del placer de dar sin esperar nada a cambio, el
las obras» a la forma de consagración mediante la cual el
hecho de adquirir no constituye sino una prisión. Por eso
discípulo se prepara para actuar sin apego a la acción ni a
el Cristo pudo declarar que le es muy difícil al hombre
sus frutos. Si alcanza su objetivo, se convierte en dueño
rico alcanzar la liberación. Si continúa aferrado siquiera
de sus obras; en cambio, si permanece implicado en sus
sea a una mínima parte de sus bienes, sigue siendo tribu-
actos y, por así decirlo, identificado con su capacidad
tario de éstos; y cuanto más penoso le resulta separarse
para actuar, no es verdaderamente el «actor» consciente
de ellos, menos posibilidades tiene de liberarse alguna
y voluntario.
vez.
Tal es la razón de que nuestro patrimonio humano
El momento de nuestra consagración, cada maña-
sólo nos resulte en verdad accesible si consideramos las
na, debe permitirnos desprendernos progresivamente de
cosas con cierta perspectiva. Y nuestras acciones sólo po-
nuestros lazos y aprender poco a poco a renunciar. Mien-
seen sentido real si las llevamos a cabo sin esperar nada a
tras nuestros sentimientos posesivos, en sus múltiples as-
cambio.
pectos, nos mantengan cautivos, nuestro corazón se en-
En esta tierra, donde tomar y dar constituyen dos ac-
durecerá como una piedra. ¡Que brote, pues, en la hora
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La de la paz
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La morada de la paz El amor
fin a sus preguntas: «Entonces serás feliz». En efecto, na- de la adoración que brilla en su alma.
die se pregunta nunca para qué sirve ser feliz. Cuando se Es preciso ansiar sin tregua liberarse de las trabas del
satisface un deseo, el placer que resulta de ello es tal que egocentrismo y rechazar el dominio del yo; hay que que-
no se aspira a nada más y cesan las preguntas. Ahora rer asimismo desprenderse de los bienes amasados a lo
bien, amar es lo que colma con mayor perfección los de- largo de la vida. Si esa actitud de renuncia interior se
seos de los humanos. Cuando se ama, no se quiere saber vuelve espontánea, el hábito de pensar sólo en uno mis-
ni por qué ni con qué fin. El amor constituye en sí mismo mo desaparece poco a poco. Tal movimiento progresivo
su propia respuesta y su propio objetivo. desemboca al principio en una relativa libertad del ser,
La idea de que el desapego conlleva la liberación en mas a largo plazo el fruto lo constituye la facultad de
relación con el objeto codiciado no me incita verdadera- amar, objetivo supremo de la renuncia.
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La la paz El amor
Ahora el amor es Dios mismo, que no con ante nosotros, así como
ce ni necesidad ni coacción y que, no obstante, se prodí menor posibilidad de escapar
sin fin a todas sus criaturas. En una ofrenda inagotable: de la vida hemos optado por algunos '"'"'·º"u,v.o
vierte sus energías hasta en los menores átomos del uni- sos. Los billetes que hemos conseguido procurarnos, a
verso, y es de esa oblación incesante, expresión de. la li- costa de tantos esfuerzos y dificultades, no son
bertad divina, de donde procede la Creación entera. Nada para ninguna otra línea, y si queremos cambiar de
toma forma por simple necesidad. El amor, existente en sí de pagar la tarifa de un nuevo
mismo, el amor, que siempre se reanima a partir de sí mis, Sin embargo, el día en que ya no tenemos otro
mo, es el alma y la fuente de esa manifestación infinita. vo que la secreta del Señor, es el amor que nos
Por eso es que sólo la fusión perfecta con la esencia mueve. amor a Él, reunimos las que espe-
del amor puede colmar íntegramente las aspiraciones del rando; por amor a Él, abandonamos nuestras
corazón humano. Ahora bien, es amando como aprende- cargas al borde del camino.
mos a amar, pues siempre acabamos por expresar de ma- ¿Cómo prepararnos para la entrada en la cámara se-
nera espontánea los valores con los que nos identificamos, creta? Nuestro momento de plegaria cotidiana es uno de
Mas el amor es libertad. Es el opuesto mismo de toda los sostenes que se nos ofrecen. Para que, gracias a esas
forma de servidumbre. Establecido de modo supremo en horas privilegiadas, se desarrolle en nosotros la facultad
su propia ley, no tiene en absoluto necesidad de justifi- de sumergir nuestra conciencia individual en la plena
carse ante una autoridad más elevada. Para unirnos al conciencia, debemos rechazar las pantallas que nos velan
Dios de amor, debemos, pues, renunciar a lo que nos so- lo real y, como el niño recién nacido, abandonarnos a
mete. De lo contrario, cómo íbamos a comunicarnos con Dios en nuestra desnudez primordial. Entonces, sin la
Él, que en su aspecto de plena libertad no cesa de exhor- menor duda, nuestros afectos terrenales y nuestras ale-
tarnos: «Rompe tus cadenas y ven a mí. El esclavo, como grías humanas se fundirán gradualmente en el amor divi-
sabes, si bien es admitido en la sala de audiencias del rey, no y en la beatitud divina.
no tiene acceso a su Consejo privado». A fin de que se incremente nuestra aptitud para la re-
Cada vez que, imbuidos del ardiente deseo de acer- nuncia, empecemos por dedicar todos los días una pe-
carnos más al Señor, nos deslizamos, antes de ser invita- queña parte de nuestras posesiones al bien común. Cuan-
dos, hasta la entrada de su cámara secreta, somos recha- do tratamos de entreabrir siguiera un poco la puerta
zados por los guardias del umbral, pues entretanto no siempre condenada de nuestra caja fuerte, chirría sobre
oigamos la llamada, sólo estamos invitados a compartir sus goznes y la llave se niega a girar en la cerradura oxida-
las riquezas y los honores de este mundo, no a beber de da; no obstante, si persistimos, la puerta acaba por abrir-
la copa de la inmortalidad. En consecuencia, la puerta no se Y cerrarse sin dificultad. Del mismo modo, veremos
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La morada de la paz
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absorben por entero en el Todo. Sin embargo, se trata tan cambiar unas palabras o compartir la misma
sólo de preceptos teóricos. La noción de que Dios es ver- romar de pronto conciencia de su fraternidad original?
dad satisface a nuestra inteligencia, mas no colma la aspi- el plano del pensamiento lógico, uno y dos son
ración de nuestros corazones a la comunión con el Divi- diametralmente opuestos, al igual que el sí se opone al no
no. La verdad ¿se revelaría acaso como carente de sabor? y éste al sí. Sin embargo, aquellos que se aman quieren
Tal conclusión sería irracional. Si admitimos que ser uno y dos a la vez; para ellos, uno y dos se confunden
nuestros conocimientos dispares encuentran en Dios su en una realidad, sin negar por lo sus
homogeneidad, debemos admitir también que nuestras janzas intrínsecas.
alegrías, pequeñas y grandes, se reúnen asimismo en Él. Si no le mueve el afecto, el ego que se siente
Por eso según los Upanishads el Señor no es sólo verdad, y separado no puede abrirse a una dimensión de uní-
sino igualmente felicidad; y al percibirlo en este segundo semejante transmutación se le antoja un
aspecto es cuando nuestra experiencia del Divino devie- posible. He ahí por qué muy a menudo al hombre le
ne efectiva. Ahora bien, aliada a la felicidad, la verdad se cuesta comprender el misterioso impulso que desde el
convierte en amor. Tal es la razón de que nuestros pro- fondo de su alma empuja a veces a un individuo a sacrifi-
blemas se resuelvan en Dios. De no ser así, las escisiones carse por otro. En cambio, las reacciones dictadas por el
seguirían siendo escisiones, la existencia de elementos in- egocentrismo le parecen del todo naturales.
compatibles sólo provocaría colisión y caos, la muerte no A decir verdad, declarar que todas las cosas se unen
sería sino desgarramiento. Puesto que la armonización de en Dios no equivale a enunciar un simple principio filosó-
todas las cosas en el seno del Absoluto no es el resultado fico, sino a formular una verdad de orden afectivo. Por-
de una hábil trabazón mental, sino la expresión misma que es amor, el Señor puede hacer de dos uno, y uno tro-
del amor divino, la unión final resulta ineludible. Con- carlo en dos. Nuestra facultad innata de querer a seres y
flictos y separaciones carecen de valor de eternidad. cosas nos revela, sin ningún género de duda, que si el uno
Sustentemos o no otras certezas fundamentales, nos es verdad, lo múltiple es asimismo verdad. Ahora bien, no
es dado captar, en lo más profundo de nosotros, un he- se llega a tan turbador conocimiento mediante el ejercicio
cho esencial: sólo la abertura del corazón permite conci- de la razón; sólo es desvelado a aquellos que aman.
liar los antagonismos. Pone fin a las discordias, allí don- Así, los Upanishads no hablan del Divino sino yuxta-
de la argumentación y el trabajo en común se ven poniendo las expresiones antitéticas. Es uno y sin atribu-
impotentes para lograr que surja el entendimiento. Cuan- tos, y no obstante, a través de sus fuerzas diferenciadas
do la compasión y la ternura despiertan, ¿acaso no vemos determina -Él, que está más allá de toda diferen-
a ciertas personas, hasta el momento siempre dispuestas ciación- el genio peculiar de cada raza o cada especie.
a despellejarse mutuamente ante la perspectiva de ínter- ¿Cómo el uno puede ser el ordenador de lo múltiple?
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La morada de la paz La armonización de los contrarios
Porque, al ser amor, no podría ser uno solamente; po no amor, se trata de vanas es a un
eso crea y anima a todas esas miríadas de seres. tiempo con y sin atributos. Es el yo y es el no yo. El amor
Estático, llena el espacio infinito, mientras que en 1 no puede existir sin el yo y sus atributos, pero tiene su
infinidad del tiempo ordena y actúa. Es la inmovilidad y fuente en el no yo. Semejantes cuestiones suponen pura
es el movimiento. Tales estados contrarios se hallan pre- dialéctica y no pueden siquiera rozar la realidad divina.
sentes en cada uno de nosotros, y es nuestra aptitud para Según el pensamiento religioso de Occidente, el
amar lo que los mantiene en equilibrio. En este mundo. hombre, aun cuando avance sin cesar acercándose
movedizo, nuestra conciencia sólo se apacigua y se afirma vez al Señor, no puede en esta tierra formar uno con
ante objetos o seres que despiertan nuestro interés o a los Él de manera perfecta. No obstante, en los
que tenemos afecto. De lo contrario, uno se limita a rozar afirma a la vez que todos tenemos la facultad
superficialmente las cosas, o a hacerse cargo de ellas de íntegramente al Divino en este mundo y que nadie, em-
vez en cuando para abandonarlas de inmediato. Sin em- pero, está en condiciones de lograrlo; se dice que no po-
bargo, cuando el hombre consigue estabilizarse al contac- demos elevarnos hasta el Supremo y que, pese a ello, nos
to de aquello que conmueve su sensibilidad, se muestra es posible fundirnos en Él. En parte alguna se enuncian
más apto para la acción y su energía propia se manifiesta•. con mayor claridad tales afirmaciones contradictorias
de manera más poderosa, pues allí donde reína el amor, lo que en dos líneas de un mismo versículo; según esas lí-
que es fuente de estabilidad engendra la condición inver- neas, aunque el pensamiento, e incluso la inteligencia en
sa: estatismo y dinamismo coexisten el uno para el otro. sí, no puedan sino quedar insatisfechos si intentan por sí
En el ámbito del comercio o de los intercambios ad- mismos llegar al Inefable, Dios puede no obstante ser co-
' nocido de manera tan completa que la beatitud colme al
quirír un bien o desprenderse de él son actos de orden di-
ferente, inherentes a situaciones inconciliables. Mas para ser y éste ignore por siempre jamás el miedo. Sí, el cono-
el corazón poseen igual valor: un don a la persona amada cimiento verdadero -y no una simple iluminación men-
es también un don para uno mismo. En efecto, dar y re- tal- tiene el poder de eliminar todo temor. Pero enton-
cibir constituyen fuentes de alegría, y en la alegría, el ces se trata de una percepción total, que compromete al
debe y el haber se confunden. Igualmente, Dios, en una ser entero e implica una verdadera fusión con Dios, en la
oblación que es felicidad y en un juego que es amor, se adoración y la felicidad. Tal conocimiento trasciende a
derrama en toda su Creación y se encuentra al darse. Para un tiempo el saber y el no saber. Para aquel que ama, en
aquel a quien embarga la ternura, tanto el acto de ofrecer efecto, no existe foso infranqueable entre conocer y no
como el de recibir constituyen dones. conocer. La esposa tal vez no se haga una idea muy clara
La filosofía argumenta sin cesar: ¿Dios es ser o no ser? de la compleja personalidad de su esposo; sin embargo,
¿Con o sin atributos? ¿Personal o impersonal? En el pla- puesto que le quiere y en la ternura de que le rodea en-
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La morada de la pac La armonización de los contrarios
cuentra su alegría, le adivina mejor de lo que podría 11unciar estas palabras inconcebibles: «Él, gue es el
cedo cualquier psicólogo, Aquello que la inteligencia eador de todo cuanto existe, es nuestro padre, es nues-
discierne, el corazón lo percibe de inmediato, amigo», ¿Cuál es la visión más sublime? ¿La del Crea-
El gran misterio del amor es el hecho de que per r, plena pureza, pleno conocimiento, plena libertad?
al Infinito definirse en lo finito, paradoja a la que la ra la de Dios, el padre, el amigo, el esposo que, para co-
no puede dar explicación lógica, :Íi;unicarse con cada ser, se vuelve dependiente de su Crea-
De la lectura de nuestros textos sagrados pareced hón? En verdad ambos rostros del Divino, tal como el
prenderse en ocasiones que entre el ser liberado y aq t,omhre los presiente, son tan sublimes el uno como el otro,
que permanece esclavizado media tal distancia que no El estado de dependencia nos parece tan inferior que
es posible encontrarse, Por eso se nos conmina a d ,hemos acabado por asociarlo a una noción de indignidad,
prendemos de todas y cada una de nuestras ataduras, >-y ése no constituye sino uno de los numerosos pensamien -
fin de lograr la suprema liberación, El pensamiento oc erróneos que nos dicta nuestra. ceguera.. Así, para mu-
dental, por su parte, no deja de imprimir en nuestra me ,chos el concepto de pequeñez evoca el desprecio y la pala-
te la idea de que la independencia es el objetivo más «grande» es sinónimo de noble (¡como si la nobleza se
vado que quepa alcanzar, Mas sabemos gue existe fmídiese matemáticamente' J, Asin1isrno, adjudicarnos a la
campo -el amor- en el que dependencia e indepe \,ídea de límite un valor peyorativo, por no haber percibido
dencia poseen idéntico valor, Cuando se ama, el júbilo ; su sentido reaL Y sin embargo, tenernos también ahí uno
sentirse unido al otro no va ni un ápice en zaga al de p , de los más extraordinarios misterios de la Creación, Los lí-
der disponer libremente de uno mismo, mites, en verdad, permiten la manifestación del Ilimitado,
i
Dios es simultáneamente libre y no libre, y tal percepción rebasa el entendimiento,
ra libre infinitamente, permanecería por siempre estát( El espíritu humano no puede abrazar todos los múl-
co, no actuante, Si no se ligase al mundo, la Creación n tiples aspectos del Espíritu supremo y sus atributos sin
podría existir, o bien la Creación existente se hallaría de , cuento, ni representarse claramente su proceso de mani-
provista de sentido o de leyes, El aspecto de plena feliá festación, De un elemento emana otro elemento, de un
dad mediante el cual se manifiesta es también el que le li ¡¡tributo otro atributo, de una energía otra energía nueva,
1
mita y vincula, Se hace nuestro, se vuelve perceptible sin que nada sea nunca aniquilado, Entonces, ¿qué son ¡',
través de la belleza de las formas y se une a cada uno d los limites, si se desvelan a la vez en una secuencia de
i ¡
nosotros en una relación de intimidad, Se convierte e transmutaciones sin fin y en una inconmensurable multi-
1
nuestro amigo y nuestro padre, Pero jamás habríarno tud de estructuras variadas hasta el infinito?
l
podido sentir su presencia si no hubiera elegido limitar ¿Quién, al entrever qué esplendores implica la palabra ',
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a nuestras medidas, Jamás hombre alguno habría podid «lúnites», se permitiría jamás menospreciarla? No obstan- '1
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La morada de la paz La armonización de los contrarios
te, el hecho de que la verdadera significación de ciert fin de que la vida pueda fluir en ella desde todas partes.
términos se nos escape, cuando lo cierto es que los empl Al igual que la madre cuida de su hijo, y el amante de
amos a diario, es cosa perdonable. Pero ¿cómo osam bienamada, el Sefíor toma a su cuidado a cada ser, del
arrogarnos el derecho de considerar con desdén las forma uno al otro confín de su universo. Y puesto que se sitúa
creadas que definen sus fronteras? Lo finito no es en modo de ese modo al servicio de sus criaturas, el hecho de ser-
alguno menos prodigioso que lo infinito, ni lo manifestado: vir se engalana con una infinita nobleza,
menos digno de respeto que lo no manifestado. Podía dotar de magnificencia y brillo a este universo
En lo que respecta a las palabras «dependencia» sin límites, mas ¿por qué tantos esfuerzos para hechizar
«índependencia», por lo general nos contentamos con< nuestros corazones? ¿Por qué tejer entre el mundo y no-
oponerlas una a otra, sin tratar de captar su sentido pro- · sotros tamaña multitud de lazos amorosos? ¿Por qué bor-
fundo. No percibimos que se relacionan con dos maneras dar, sin necesidad esencial, la increíble complejidad de esa
de ser complementarias, que deberían coexistir en noso- tela viva que, desde el átomo hasta el hombre, enlazando
tros y presidir juntas nuestra relación con el mundo. De· todo con todo, embruja y deleita a nuestra alma? Es con el
forma consciente, sólo hacemos objeto de nuestros deseos' fin de poder, en todos los planos y de todas las maneras
a la una o a la otra. Únicamente nuestro sediento corazón,'} concebibles, expresarse en lo más recóndito de la persona
aspira, en lo más hondo de nosotros, a la armonización ' humana: « Ves, yo te hago el presente de mi felicidad, ofré-
de ambas, pues el amor sólo se eleva por encima de toda ceme tu alegría a cambio». Así nos habla, Él, que a cada
limitación cuando incorpora plenamente los lazos mis- instante sintoniza con el ritmo mágico de lo finito para
mos 'que parecen mantenerlo cautivo. Si bien no existe que se desvelen toda la música y la poesía del amor.
mayor independencia que aquella que él revela, tampoco Sin embargo, allí donde nuestros sentimientos no se
existe dependencia más completa. armonizan perfectamente con la presencia divina, nacen
Por los visnuistas 1 sabemos qué gloriosas cimas pue- ondas disonantes que se propagan por doquier en el uni-
de alcanzar el estado de dependencia. No vacilaron en verso, provocando sin solución de continuidad el sufri-
proclamar, con pasmosa audacia, que Dios se encadena a miento y las lágrimas, Pese a ello, te niegas, oh tú, que
sus criaturas y que ese honor supremo constituye el fun- eres todo amor, a adueñarte de nuestros corazones por la
damento de toda existencia. Nuestro mayor título hono- fuerza. Sólo buscas hechizar y seducir, hasta el día en
rífico, afirman, es el hecho de que el Creador no pueda que, llorando de alegría, nos ofrezcamos a ti en una dádi-
disociarse de su Creación, cuyos límites ha hecho suyos, va íntegra de nuestra persona y saldemos al fin nuestra
deuda de amor. ¡De ahí tantos aplazamientos, de ahí que
l. Adoradores de Visnú, cuyo culto se centra esencialmente en el cuando llega la noche nunca estemos del todo dispuestos
vínculo amoroso con Dios. a acogerte, a ti, oh bienamado de nuestra alma:
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El objeto de nuestras plegarias
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La morada de la paz El ob;eto de nuestras plegarias
tituye ya una pesada carga. Los problemas económic r las aguas estancadas de este mundo, ni de desenca-
siguen estando ahí, el esfuerzo que hay que realizar no h rla penosamente con ayuda de una pértiga. Las fuerzas
cambiado un ápice, mas nuestra sensación de agobio { ,;vivas del corazón, hendiendo las olas, nos llevan hacia
menor. Y eso porque al presente hemos dejado de pensa · alta mar, con todas las velas desplegadas.
únicamente en nosotros mismos. El hecho de amar, gra;_f Hasta que no nos dejemos capturar así por el amor,
cias al cual el ser entero se tiende hacia el otro, vuelve enC todo recurso a la paz se revelará vano. Para eso, mejor la
un instante la existencia más liviana. insatisfacción, mejor dormirse con un nudo en la gargan-
En el ámbito espiritual, nuestras plegarias deben ta y despertarse igual. ¡Oh Señor, no nos dejes jamás pu-
aportarnos frutos equivalentes. En tanto que nuestras ac- drirnos en las aguas estancadas 1
tividades cotidianas no se tornan más leves, es evidente_
que el objetivo no se ha logrado. Si el dinero sigue preo-, Al amanecer, cuando la noche abre sus puertas para
cupándonos hasta tal punto, si las cargas materiales nos · acoger el resplandor velado del alba, ¡ojalá entrevea, muy
parecen igual de pesadas, si nos dejamos abatir por bagas· cerca de mí en el claroscuro, el rostro del Amigo supre-
telas, sin poder discernir la futilidad de todo ello, debe- mo! Entonces, aunque las horas traigan alegrías, penas o
mos admitir que por el momento no estamos abiertos del preocupaciones sin cuento, conservaré el recuerdo de su
modo auténtico ni al prójimo ni a Dios. La ceremonia presencia. Sabré que ese día los problemas serán resuel-
nupcial, que habrá de unirnos para siempre al prometido tos y la vida me parecerá ligera.
de nuestra alma, no puede celebrarse todavía. Oh Amigo bien amado, sólo cuando no me siento
En tales condiciones, ¿qué aportan unos minutos de amado por ti apelo a la paz del alma. En tales momentos,
serenidad? Nada, salvo la ilusión de haber llegado al tan impotentes se revelan mis propios recursos que no
cabo de nuestros esfuerzos, así como cierta satisfacción puedo soportar el menor conflicto. Mas en cuanto vuelvo
que no tarda en disiparse. El amor es a un tiempo paz y lo a tomar conciencia de tu amor, afronto tensiones y sufri-
contrario de la paz. Como el océano sometido al flujo y mientos sin inclinar la cabeza. De ese modo se manifies- ¡ ,¡
reflujo de sus aguas, no sólo ofrece la tranquila plenitud tan en mí tu presencia y tu acción. Amigo, cuando en lo '
;¡
de una mar quieta, sino que se revela asimismo ardiente e sucesivo te dirija una plegaria, ya no será la paz lo que im-
!I,
impetuoso. Si con la marea alta se limita a sostener nues- plore. Sólo aspiraré a recibir tu amor, ya sea aparente-
tro esquife por encima de los remolinos, con la marea mente portador de alegría o de dolor, de tranquila sere-
baja nos arranca del estancamiento. Cuando nuestra bar- nidad o de encendido ardor.
ca está a punto de embarrancar en la arena, nos arrastra Sea cual fuere el rostro con el que aparezcas ante mí,
en sentido inverso hasta la cima de las crestas. Y a no se ojalá pueda exclamar al punto: «¡Oh Amigo, te reconoz-
trata, pues, de tirar mejor o peor de nuestra embarcación co! ¡Amigo, mi corazón sabe quién eres!».
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Una plegarla
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La morada de la paz Una plegaria
que busco,» Ahora bien, incluso si, habiendo recibid No obstante, nuestra alma busca un punto de anclaje
tanto, llega al extremo de pensar que no se le podría ha/ fijo que no tenga que dejar algún día tras de sí, un punto
cer el presente de nada nuevo, su sed permanece insacia- de anclaje tan inquebrantable que pueda decirse: «i\l
ble, De lo cual deduce que todo don debe de ser insufi-
presente ya no tengo nada que desear». As~ira a u:n esta-
ciente en sí mísmo, gue necesitaría más dinero, honores},, do en que ya no quepa hablar de desgarramiento rn de se-
poder. Sus exigencias se exacerban y la arrastran a un paración, en que tenga la seguridad de,haber escapado
proceso sin fin, Así, un día acaba por reconocer que lo por siempre jamás de la muerte, Mas ¿existe una sola per-
que de verdad quiere no son esas cosas que pasan y pere- sona, un solo objeto que pueda tener pata nosotros valor
cen, sino los valores eternos, Y llega un n101nento en que, de tan seguro capital, de recurso hasta tal punto carente
tras rechazar, corno otros tantos vanos oropeles, los bie~- de fallas que jamás vuelva a faltarnos nada?
nes acumulados a lo largo de la vida, sólo le resta excla- Tal es la razón de que a Maitreyi, cuando su marido,
mar a su vez: «¿De qué sirven esas cosas sí no pueden que está a punto de abandonarla, le cede sus posesiones,
darme la inmortalidad)»,
sólo le quepa protestar: «Pero ¿ de qué me servirán esas
¿Cuál es, por consiguiente, el significado exacto de cosas) Es la inmortalidad lo que quiero», De hecho, pre-
las palabras de Maitreyi? ¿Todo se reduce para ella a sentimos lo que entiende por ese término, pues en oca-
conservar por siempre viva su envoltura carnal? ¿Expre- siones lo degustamos por anticipado, De no ser así, su
sa el deseo de subsistir eternamente tras la muerte, en nostálgico llamamiento no despertaría eco en nosotros, Si
una dimensión diferente, según un distinto modo de ser? en este mundo, en todo lo que existe, es lo eterno lo que
No, Es evidente que no aspira a la inmortalidad del cuer- , buscamos, ello se debe a que en algunos instantes precio-
po y que no pone de ningún modo en duda la del alma, sos gozamos de la experiencia de la eternidad,
¿Qué forma de inmortalidad busca, pues? Y tales momentos son aquellos en que emerge la fa·
En este mundo, nos dice, nuestros centros de interés coitad de amar que habita en nosotros, pues entonces se
varían sin cesar; pasamos de uno a otro sin detenernos nos revela un tanto el auténtico sabor de una vida que no
nunca, Es más, si los objetos que ocupan nuestros pensa· conoce fin, En efecto, el amor, fuente perpetua de reno·
mientas y suscitan nuestras emociones se muestran siem- vación, el amor, para el que la muerte es no existente,
pre movedizos, nuestro espíritu y nuestro corazón, en sí proyecta como un reflejo del Infinito en lo finito, Cuan-
mismos, no son menos inestables. Cada vez que nos ve- do roza con levedad nuestra alma, a través de los múlti-
mos obligados a abandonar al ser o la cosa que temporal· ples seres y cosas que pueblan nuestro universo cotidia ·
mente nos ha servido de soporte, es un aspecto de naso· , no, percibimos, allende la muerte, la presencia del ser
tras lo que muere, y esa sucesión de muertes parciales ' supremo, esencia de nuestros afectos terrenales, Y cuan-
prosigue sin tregua,
do en lo más profundo experimentamos un intenso deseo
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La morada de la paz Una plegarla
de unión total con el Dios de amor, apartamos sin pesa, SL es una voz femenina la que nos ofrece esa plegaria,
<lumbre de nuestro camino los objetos que no puedell salida de las zonas secretas de la personalidad; es a una
colmar nuestras expectativas. También nosotros excla-: mujer de corazón consumido por el amor divino, consa-
mamos: «¿De qué sirven todas esas cosas si no pueden grada por entero a una única búsqueda, a la gue le es
conducir a la inmortalidad)». ' dado expresar de ese modo la más poderosa aspiración
Tales palabras. surgidas en primer lugar de la boca de· del alma hlLmana.
una mujer, esas palabras que brotaron de su alma de Oh tú, que eres verdad, tómanos en tu seno, más allá
modo espontáneo, sin la ayuda del pensamiento ni del de toda no verdad, de lo contrario nada vendrá jamás a
raciocinio, siguen siendo a perpetuidad conmovedoras, alimentar las fuerzas del amor que viven en todo hombre,
luminosas, imbuidas de desgarradora sinceridad. «No es Oh tú, que eres luz, llévanos lejos de la oscuridad, de lo
una casa lo que quiero, ni posesiones cualesquiera; ¡es la contrario esas fuerzas permanecerán cautivas en nuestros
inmortalidad, es el amor!». ¡Qué apremiante grito delco- corazones y en ningún momento podrán revelarse. ¡Oh
razón! tú, que eres inmortalidad, guárdanos en tu infinitud más
Ese grito del corazón posee la intensidad de una ple- allá de la muerte', de lo contrario tu amor, perdido en el
garia, de una plegaria total que carece de equivalente en fondo de nuestro ser, vagará sin tregua, como el viajero
otras Escrituras, y esa plegaria de mujer, esas palabras extraviado cuando llega la noche. Oh tú, que eres plena
trémulas, es portadora de un mensaje indestructible que manifestación, revélate en cada uno de nosotros, y así el
conmueve lo más profundo de cada uno de nosotros. En amor de nuestra alma dará sus frutos. Tú eres el eterno
verdad es la plegaria única que nos habita a todos y que · manifestado: entra en nuestros corazones y hazte nues-
de era en era, a lo largo de la prodigiosa historia de la hu- tro, a fin de poder expresarte sin trabas a través de nues-
manidad, jamás ha cesado de resonar. Maitreyí, joven tra individualidad.
profetisa de los tiempos antiguos, tras haber dejado sur- Oh tú, Rudra el destructor,1 terrible e implacable; tú,
gir esas palabras de lo más recóndito de su ser, se irguió que te sumerges en la noche del mal y asumes la aparien-
con las manos juntas y el rostro, húmedo de lágrimas, cia de la separación, del dolor y de la muerte; oh tú, pese
vuelto hacia el cielo, para salmodiar el ardiente hechizo a ello pleno esplendor y absoluto amor, aparece con tus
que vibra en nosotros a perpetuidad: múltiples rostros ante nuestros ojos interiores. Es en tu
presencia en el fondo de nosotros donde reside la sal-
De lo irreal condúcenos a lo real. vación de nuestra alma; por ella descubrimos la verdade-
De las tinieblas condúcenos a la luz. ra vida, una vida que ya no tendrá fin. Es en tu amor, en
De la muerte condúcenos a la inmortalidad
L Rudra es el aspecto del Divino que destruye d error y el mal.
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La morada de la paz
70 71
La morada de la paz Pasión y extravío
suma el arte de vestir las ideas y de ligarlas entre sí, de t ·a, librada sin freno a delicias artificiales, llega en oca-
suerte que su formulación sea pura belleza. En poesía, . iones a considerar su extravío un estado superior, un lo-
expresión no puede dejarse al azar; obedece a reglas estri o en sí mismo. Sin embargo, la borrachera mental y
tas. Si se desliza la menor disonancia en un verso, si se ro :,emocional no es en modo alguno comparable a una reali-
pe el ritmo siquiera un poco, el oído resulta afectado y J'dad espiritual, por elemental que ésta sea. Asimismo, la
pensamiento parece oscuro. Por eso el poeta debe respe concupiscencia no constituye amor, al igual que la inco-
las leyes de su arte, antes que dar libre curso a su fantas ercible fuerza nerviosa del enfermo en pleno delirio no
Otro punto de importancia es el discernimiento. La: >reviste idéntica naturaleza que la sana energía del cuerpo
verdadera poesía encierra siempre una cualidad impon'} que goza de buen estado de salud. A decir verdad, el sen-
derable que responde a las necesidades de la inteligenci ·.· . timiento de exaltación y de poder que a menudo se aso-
y estimula las facultades mentales. Si el poeta adopta a tales estados espurios no resulta en modo alguno
como tema una noción tan fantástica que no aporta el me/ saludable. A cierto nivel, las potencialidades parecen am-
nor alimento al espíritu, o si deforma hasta tal punto la re/ plificarse desmesuradamente, pero la persona en su con-
alidad de las cosas que la razón resulta ofuscada, priva d~ junto sufre sus efectos nocivos. Los aspectos del ser
todo sabor a sus poemas. Como resultado, su lectura nq1 directamente lesionados no son los únicos que se ven
puede ser fuente de satisfacción profunda y durade afectados; en los ámbitos en que las energías resultan
El tercer aspecto que se debe tener en cuenta es el se como decuplicadas por el frenesí que se adueña de los
timiento, pues si un poema nos seduce es por la emoci, sentidos, la personalidad tampoco sale indemne. En efec-
que suscita. La gran poesía satisface al oído y al sentido es: ' to, si todos los elementos del organismo funcionan al uní-
tético, luego a la razón y, por último, a la sensibilidad, has. sono, cada uno de ellos se beneficia de su unión con los
ta tal punto que todo en nosotros saborea sus riquez demás; y a la inversa, si uno de ellos se desarrolla de ma-
Así, deja en el fondo del ser una huella indeleble, mientra nera anárquica y provoca un desequilibrio, no sólo perju-
que una poesía que no responde a esos criterios funda dica a los otros elementos, que se marchitan y se echan a
mentales no es sino parodia y se olvida de inmediato. perder, sino que se destruye a sí mismo. Por eso, cuando la
El equilibrio de la naturaleza humana se basa en prin facultad de amar se toma embriaguez, en detrimento de la
cipios del mismo orden. En efecto, el placer, en una for verdad y el conocimiento, las cualidades de comedimiento
ma corrompida y excesiva provoca embriaguez, al ig
1
Y autodominio que constituyen su justa expresión se ven
que la alteración de los azúcares incluidos en las confí reducidas a la nada. El espíritu febril se deja arrastrar a un
ras o la miel hace que reviente el tarro. Por efecto de t elirio de la imaginación, y el impulso hacia el otro, ahora
ebriedad, el hombre pierde todo control sobre sí mism controlable, parece renegar de sus propios fundamen-
y se convierte en presa de febril excitación. Y la conde tos, al despojarse de toda dulzura, gracia o armonía.
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La morada de la paz Pasión y extravío
Si seguimos la vía del corazón, debemos campo · bias y un frío mortal. La pasión que, al no conocer ni
nos de todo punto como la casta esposa .de nuestras eno ni mesura, no está en condiciones de propagarse de
crituras. Nuestros sentimientos deberán expresarse · anera armoniosa por doquier, provoca que de modo si·
pudor y discreción; tendremos que dar prueba de clise · ar su fuego destructor converja sobre un punto preci-
nimiento y buen sentido; en definitiva, el hecho de . Fuera de él permite que subsista una cruel indiferen·
habrá de hacer surgir a la superficie la belleza oculta. a, sobre la cual no proyecta ni calor ni brillo.
nuestra alma. Así se manifiesta el amor verdadero. En nuestra urbe mental, el advenimiento de un afee.
amor semejante, cálido pero contenido, todo él delica casto no provoca el menor estrago: el pensamiento
za y pureza, se expande, siempre similar a sí mísmoi permanece lúcido, la razón conserva su integridad. Con
todas las circunstancias de la vida: el vaivén cotidiano, todo, ¡m sentimiento tan puro no florece en aquellos gue,
trabajo, los intercambios, los pequeños o grandes acon 'encastillados en sus prejuicios, no están en condiciones
cimientos, el sufrimiento o la alegría. ele emitir un juicio sano; tampoco podría desarrollarse en
Sí, el amor digno de tal nombre se adorna espontá°' 'aquei que, al igual gue un animal, se deja cegar por sus
amente de reserva, como con un velo de sutil pudor>' instintos. El amor verdadero implica abertura y claridad
través del cual se prodiga libremente; de lo contrar' · e espíritu. La persona en quien surge jamás es víctima
puede revelarse semejante a un fuego devorador, susc · ¡:le una imaginación desbordante, sino que quiere descu·
tibie de socavar las realizaciones de toda una vida, de hrir al ser amado en toda su verdad. La sola idea de una
rromper la inteligencia o de destrozar una familia, mi relación pasional, que podría ocasionar una degradación
tras él mismo se consume en poco tiempo. Ahora bien;,, ;de su facultad de justa comprensión de las cosas, le resul-
esposa naturalmente casta, que en ningún momento-/ fa intolerable. Su mayor temor consiste en perder toda
deja llevar por sus emociones, dispensa sobre todo y ,darividencia, por efecto de un ardiente deseo de pose- ,¡,
bre todos la ternura que hay en ella, iluminando a to i'sión, y en sumirse beatíficamente en un estado de satis·
las personas sin riesgo de quemar a ninguna. acción ilusoria, a semejanza de ciertas aves de corral,
En nuestro universo físico existe un filtro que eje '.tan ávidas de incubar sus huevos que no vacilan en incu· i[i!
funciones análogas: el aire que respiramos. Dado que har una simple piedra de forma similar 1
miza el fulgor del sol, la Tierra puede difundir la luz Quien ama con un amor puro teme entregarse sin
,'·1,
'
toda su superficie, con tanta generosidad o parsimo discriminación, movido por la inmensa necesidad de en-
como se requiera. Sin esta pantalla protectora, los ra rega siempre inherente al amor. Así, sin cesar vigilante, li
tórridos del sol, a la manera de cualquier terrible po onserva en el fondo de sí mismo una llama que ilumina i
aniquilador, abrasarían todo cuanto rozaran, mient. espíritu, al igual que la esposa cuida de encender todas
que allí donde no penetrasen reinarían las más negras, as noches su lámpara, para distinguir claramente en la f' '
1-i,
1,
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1. 1
1,
La morada de la pac Pasión y extravío
penumbra el rostro de su bienamado. El amor verdad as de verdad. Por eso en el Gayatrf,1 mantra que se
en fin, es hechizo. Es fuente de esa alegría luminosa ite al amanecer, se nos conmina, por una parte, a con-
hace aflorar la expresión de una belleza por completo . plar la realidad divina en los tres mundos, mientras
terior. Sin embargo, la belleza del alma no podría ha ... e por otra se nos exhorta a tomar conciencia de lo real
eclosión en ausencia de mesura y de equilibrio, ni flo · r medio de nuestra comprensión personal. El Espíritu
cer en el ser que permite que su inteligencia se envile premo, de donde emana nuestro entendimiento, debe-
El amor se expresa en esos tres aspectos -entt os descubrirlo en nosotros mismos como pum inteli~
controlada de uno mismo, lucidez, claridad espiritual .. cia. Es en el mundo donde debe realizarse la unión
en la plegaria de Maitreyí. Su aspiración a la inmortalid · el Señor, en la conciencia de cada ser donde ha de te·
no deriva de algún impulso sentimental, desdeñoso d r lugar la fusión con la conciencia absoluta. La realiza·
razón v del esfuerzo, ebrio de sí mismo. Ella ruega: « así entendida, puede ser el fruto de la meditación y
no ser ·condúceme al ser; de lo irreal condúceme a lo re l yoga.
Dice: «Aquel a quien quiero unirme es verdad; si no Y Maitreyí termina: «De la muerte condúceme a la
enlazo con Él de todas las maneras posibles, en los vín mortalidad». En este universo donde todo muere, per-
los y en la ley de esta tierra que ha creado, la unión q ítimos que se fragmente y desintegre nuestra aptitud in-
solicito no podrá realizarse». ta para amar todas las cosas. Mas pueda, Señor, tu
Es de pensamiento, palabra y obra como deberrl or indivisible hacer florecer, en una entrega espontá·
aprender a vivir la verdad. En tales condiciones, nues de uno mismo y en una simpatía universal, la semilla
comunión con lo real subyacente en todas las cosas, su amor individualizada que colocaste en nuestros cara·
¡;:
vacente tanto en nuestra propia persona como en las es. Oh tú, plena felicidad, fuente de nuestros placeres
~iedades que creamos, se llevará a cabo de manera P eminados, permite que sus corrientes dispersas se fun-
fecta; de lo contrario, tropezaremos con obstáculos .an en tu océano de gozo y encuentren en él su suprema
cada paso. La vía del corazón es una vía difícil, una vía · lización. A partir de ese momento nuestra alma vivirá
disciplina en la acción, de esfuerzo y de consagració la plenitud, una plenitud basada en la intuición de la
Maitreví añade: «De la oscuridad condúceme a dad, la luz del conocimiento y las puras delicias de la
luz». En e¡te mundo, el Verdadero se manifiesta a par atitud divina. De ese modo se volverá sensible, en el
de multitud de gérmenes inalterables, profundame ndo de nuestro ser, la presencia del Eterno manifesta-
arraigados en todo cuanto existe. Asimismo, en la conci , Y el destructor del error, en su aspecto de amor infi.
cía individual, el Señor de absoluto conocimiento se 'to, nos conducirá hacia la liberación definitiva.
vela a través del conocimiento limitado, propio de ca· ¡I
!I·,:
uno, que emerge de la conjugación de innumerables P Versículo del Rig-Veda. Véase nota de p. 51. 1,
1
76 í7 1.
.
.
La visión
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La morada de la paz La visión
oportunidad de descubrir multitud de seres v objetos uestras percepciones sensoriales? En verdad es a nues-
inusitado esplendor. Lejos de iluminar tan sólo un rinc' tros ojos, nuestros ojos carnales, a los que naturalmente
indispensable para la satisfacción de nuestras necesidad 'se promete un desarrollo trascendental. En caso contra-
cotidianas, vuelve perceptible una inmensidad sin límit rio, resulta vano que la luminosidad del alba nos saque
Esa vastedad, que se revela de nuevo a diario, ¿no rep del sueño; resulta vano que se haya constituido ese uni-
sentará sino el vano despliegue de un tesoro inestima verso grandioso, constelado de astros y de estrellas, ese
derramado en pura pérdida por una mano pródiga) vasto mundo palpitante de belleza y de vida que se mani-
De ese universo de potencialidades sin fin sólo pr fiesta día v noche a través de la diversidad de las formas.
tendemos retirar algo de riqueza y poder, o cierta cel Los hombres clavan la mirada en los espacios sidera-
bridad entre los hombres. Mas el día en que nuestros oj les; sin embargo, las ciencias que se desprenden de sus
se cierren por completo, la prodigiosa oportunidad q observaciones ¿constituyen en verdad el fruto supremo?
se nos presenta, todavía y siempre, de dirigir una mirad Sabemos que la Tierra gira alrededor del sol, que cada
receptiva sobre la infinidad que nos rodea nos será arre una de las estrellas es a su vez otro sol. Ese conocimiento
batada por siempre jamás. El dinero, el placer o el re ¿nos hace aptos para ver de modo menos limitado, para
nombre ¿nos habrán permitido gozar plenamente, descubrir el universo en su inmensidad? ¿Qué beneficio
esta. tierra que es nuestra, de las maravillas que nos es obtenemos con nuestro saber?
cito contemplar, mientras el día naciente viene a santífi,, Ciertamente, éste puede revelarse en extremo enri-
car nuestra mirada? quecedor, aun cuando los aportes sean puramente inte-
La claridad del día, que promete al capullo floral lectuales. Permite acumular preciosas informaciones, no
cerrado en sí mismo una eclosión todavía inconcebibl lo niego. No obstante, aquí se trata de nuestras sensacio-
acaricia nuestros ojos con una esperanza asimismo irra-·" nes visuales propiamente dichas. Lo que hoy disciernen
cional: «Existe otra manera de ver -total, ilimitada- e¡;¡ nuestros ojos no constituye sino una vaga aproximación
gestación dentro de ti. Si cada mañana estoy ahí de nue' de lo que algún día sabrán discernir. De todas esas cosas
vo, es para que sepas que un día florecerá en toda su ple- que nos rodean no existe una sola, ni siquiera una simple
nitud». brizna de hierba, de la que nuestro ojo tenga una justa
No pensemos que se trata de un poder de visión in- percepción.
terna que despertará en nosotros cuando con los párpa El pensamiento pone trabas al crecimiento de la ver-
dos cerrados entremos en meditación profunda. Estamo~l dadera mirada mediante un fárrago de nociones ineptas,
hablando de la vista física. ¿Por qué considerarla una fa, de preocupaciones puramente materiales, las cuales nos
cultad de segundo orden) ¿Acaso somos seres hasta t · hacen incapaces de ver el mundo tal como es. ¡Cuántas
punto etéreos que podemos permitirnos ideas preconcebidas, divulgadas por tantas bocas igno-
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La morada de la paz La visión
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.· i ;¡
La escucha
'!
!
LA ESCUCHA mente, cuando rutilan y danzan en los cielos siguiendo
ritmos diversos, las ondas luminosas se despliegan en el
interior de nuestro ojo en una amplia variedad de formas,
'I,:¡
pero el oído no percibe sus vibraciones. Si nuestros tím-
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panos dejasen filtrar las modulaciones sonoras inherentes i'i
1
olas, el ojo no es sensible a la unidad y armonía que de- diversos, su percepción o su presciencia de ese ritmo uni- li
terminan sus fascinantes evoluciones; sin embargo, en versal. Si los poetas y los músicos, en especial los «poetas-
nuestro oído su juego se convierte en melodía. Inversa - músicos-intérpretes», tienen a menudo la impresión de
que la pintura resulta menos apta para traducir ese canto
l. Uno de los cerca de dos mil cantos de Rabindranath (entre los
del mundo y para reflejar la armoniosa estructura del
que se incluyen los himnos nacionales de la India y de Bangladesh).
los cuales, a los ojos de muchos indios. constituyen el aspecto esencial
universo, es en primer lugar porque son sensibles esen-
de su obra. cialmente a todo cuanto un cuadro no puede recrear: el
2. Instrumento de cuatro cuerdas, considerado en la India el íos~ movimiento perpetuo que anima todas las cosas, las trans-
rrumento de los dioses. mutaciones incesantes que éstas sufren. No obstante, a
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La morada de la paz La escucha
sus ojos existen otros aspectos de la Creación, más f Del mismo modo, el canto del mundo no podría sub-
damentales todavía, que no se integran en el arte pict sistir ni un solo instante sin Aquel que lo canta. Además,
neo. 110 nace a partir de elementos externos: es suscitado por
El pintor necesita telas, pinceles y colores; son numec.. el espíritu, el aliento y la felicidad del Creador, que nutre
rosas las herramientas de su arre exteriores a él mismo, en su seno la sinfonía entera. Ésta sólo se expande de ma-
Además, las primeras líneas que traza, las primeras cap nera gradual en la manifestación, mas el n1enor motivo
de color que aplica sobre la tela no le permiten presentí que emana de ella la revela por completo, y los ritmos se
qué alegría emergerá del cuadro acabado. Sólo cuando suceden v entrelazan en la felicidad. En fin, si bien el sen-
ha mezclado con largueza trazos y colores se desprendes' tido del mensaje nos resulta poco accesible, las vibracio-
una impresión real de lo que será su obra. Por último, nes alcanzan sin dificultad las capas profundas de nues-
cuando el trabajo ha concluido, sus telas viven, en efecto, . tro ser, y en nuestro espíritu devienen expresión latente
pero sin relación directa con su persona. del Espíritu supremo.
El poeta-músico-intérprete, por su parte, lo extrae' Por eso en el Gayatrí se dice que el Señor, sol del uni-
todo de sí mismo: el goce de crear, su poesía y sus melo- verso, de donde proceden la tierra, el aire y los cielos, in-
días. Nada procede del exterior. Su corazón se expresa sufla a éstos sin solución de continuidad su calor, su po-
directamente, sin intermediario, y ningún elemento de sn der y su llama, mientras que en cada uno de nosotros su
obra está separado de él. Por eso, aun cuando un canto energía primordial se irradia en perfecta inteligencia. Así,
compone un todo, cada compás en sí mismo parece ex, a cada instante brotan de todas partes y se derraman a
presar el alma del compositor. Si bien eso es verdad en el raudales las armonías siempre nuevas de la Creación.
plano musical, cierto distanciamiento podría producirse · . , el Eterno Músico cohnaba con el canto de su
Aver
en lo referente a las palabras, pues para captar su sentido ' vina la soledad y las tinieblas de la noche sin luna; y yo,
se impone un esfuerzo de reflexión. Ahora bien, no hay solo en los linderos de su universo, escuchaba. Enuncie-
ninguna necesidad de comprender la letra de un canto. lo ilimitado, la ejecución divina hacía vibrar las estrellas y
Aun cuando estuvieran desprovistas de significado, no las tejía en una sinfonía de notas inaudibles.
por ello la música transmitiría menos su mensaje inefable. Más tarde, antes de dormirme, me dije que cuando
Por añadidura, cuando el poeta canta su obra a fin de me sumiera en la inconsciencia del sueño, el Supremo
darle vida, forma uno con su canto. Aunque vaya y ven- Concertista, despierto en el corazón de la noche, no pon-
ga, la melodía surge siempre de él. Se halla indisoluble- .• dría fin a su ejecución, que hace moverse al unísono a las
mente ligada a su aliento, su fuerza, su júbilo. Allí donde multitudes de constelaciones. En esta orquesta viva que
está el canto, está el cantor; dicha ley no tolera la menor es mi cuerpo, Él mantendría, con el transcurso de las ho-
excepción. ras, las pulsaciones de la vida y los latidos cadenciosos de
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La morada de la paz
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La morada de la paz El precio de la verdad
que del uno al otro confín del universo no soporta e cólera, disciplinar su naturaleza, limitar sus exigencias.
cepción alguna, rige todo cuanto existe. En nombre Mas el día en que esas necesidades de diversos órdenes ya
ese principio, la Creación entera se encuentra abarca no le agobian, vivir entre los demás deviene un placer para
por la verdad; en ésta descansa todo, y la inteligencia h éL Finalmente, cuando ha hecho suvas todas esas reglas v
mana constituye su expresión, Al igual que el árbol nec obligaciones, se siente libre por doquier y su capacidad de
sita por encima de todo que sus raíces lo anclen de m adaptación al medio aumenta de modo armonioso,
nera sólida en el suelo, el hombre depende esencialment Por desgracia, la mayoría de los adultos se conforman
de multitud de raíces, materiales v sutiles, gracias a la con logros del mismo tipo: si consiguen mantener rela-
cuales también él tiene sus cimientos en la verdad, ciones más o menos correctas con su entorno natural y
Lo queramos o no, estamos obligados a obedecer eI social, se sienten seguros y al considerarse irreprocha-
1
orden de las cosas, El niño pequeño puede creerse capaz<' bles, se muestran en extremo satisfechos de sí mismos,
de caminar solo; ahora bien, hasta que no haya descu{ No obstante, el hombre maduro debe responder a exi,
bierto, tras numerosos intentos fallidos, los fundament gencias más sutiles,
de la marcha, hasta que no haya encontrado su propi Suele ocurrir que en los pueblos se acepten monedas
centro de gravedad, sus esfuerzos resultarán vanos, Para" falsas, entre personas poco sagaces; en cambio, en la ciu,
avanzar no le basta con decir: «Quiero andar», dad los bancos las rechazan: cuando caen en manos de un
Sin embargo, cuando ha captado bien el mecanismo, experto, a éste le basta con sopesarlas para sospechar la
todos sus problemas desaparecen, Entonces, saber des,' falsificación y acto seguido las retira de la circulación,
plazarse por sí mismo le hace plenamente feliz, Al respe,{ También nosotros nos encontramos en situación análoga.
tar sencillamente las leyes de este mundo, adquiere el do, En nuestro pueblo, en familia y entre los conocidos, go·
minio de sus propios movimientos y obtiene con ello una' zamos sin duda de cierta consideración; mas cuando nos
inmensa satisfacción. presentemos ante el supremo tribunal de cuentas, en pre,
Cuando ha comprendido asimismo por experiencia, sencia de Aquel a quien resulta imposible engañar, el vil
en qué consisten el agua, la tierra y el fuego, escapa de{ metal que hay en nosotros será detectado de inmediato,
cierto número de peligros y, sobre todo, aprende a sacar; Para ser admitido allí hay que ser auténtico, cada vez
partido de esos elementos naturales, En ello reside para f más auténtico, Hay que conectar cada vez más con las ca·
él una nueva fuente de contento, sas y, en consecuencia, estar dispuesto cada día a asumir
Por otra parte, a fin de establecer una relación autén·\ nuevas responsabilidades, El menor indicio de falsifica·
tica con su familia y su entorno inmediato, debe imponer· i ción nos hace ineptos para consumir el néctar de la in,
se grandes esfuerzos y plegarse a todo un conjunto de pre' ' mortalidad; no podemos confiar en probarlo hasta que
siones: renunciar a sus caprichos) reprimir sus accesos dé,_ nuestro ser haya alcanzado la autenticidad perfecta, Por
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La morada de la paz El precio de la verdad
eso no puede bastar con extenderse sobre su inefable sa' Jaciones y la danza de la vida-, sólo nos cabe inclinar·
bor, hay que saber pagar el precio, nos, llenos de confusión: «Soy ignorante respecto a todo
Cuando hacemos nuestro propio balance, rm erro v. no puedo comprender tu lev, . mas concédeme tu amor:
de unos cuantos céntimos nos parece de escasa impor~-:i::: ¡oh, súmeme en el éxtasis de tu amor!».
rancia, hasta el punto de que la diferencia entre el debe ' El día en que lanzó su desgarrador llamamiento a la
el haber no cesa de acrecentarse, Así, en relación con la inmortalidad, Maitreyi comenzó con estas palabras: <<;De
naturaleza y los hombres, nos permitimos innumerables lo irreal condúceme a lo real 1».
mentiras e incontables injusticias más o menos serias. Si Señor, toma nuestro espíritu y nuestra vida. Arránca-
se nos hace alguna reflexión 1 nos contentamos con enco- los del caos de lo no verdadero y únelos a la verdad con
gernos de hombros, «Se trata de una práctica corriente un lazo indeleble. Entonces será el momento de soñar
-alegamos-, Todo el mundo hace lo mismo, Y las con- con la inmortalidad.
secuencias no son tan graves como para gue se nos deba Dirijamos cada día al Divino esta misma plegaria:
tachar de la sociedad de hombres honestos ... » «¡De lo irreal condúceme a lo real 1».
No es raro que nuestros libros de cuentas personales No permitas que nuestro corazón, inmerso en una no
se lleven con tamaña falta de rigor. No obstante, existen realidad sin forma v sin leyes, se desperdigue en miles de
seres de una honestidad a toda prueba, financieros que partículas. Téjelo con el hilo de la indivisible verdad. A
manejan millones a diario y que sin embargo no pegarán partir de ese instante, cuando te ofrezcamos la guirnalda
ojo en toda la noche si sospechan un error de poca cuan- de nuestro ser, el rubor de la confusión ya no encenderá
tía en sus operaciones bancarias. Si no hicieran el balan- nuestro rostro.
ce de sus cuentas con la mayor exactitud, les resultaría
imposible vivir en paz.
Nadie, si no actúa de modo similar en todos los ám-
bitos, puede confiar en recibir su parte del supremo néc-
tar, el néctar del amor. Ni siquiera se halla en condiciones
de acceder a él entretanto el esfuerzo que debe realizar
para asumir la contrapartida se le antoje en exceso fasti-
dioso. ¿Cómo esperar que el Dispensador de la divina
ambrosía satisfaga demandas irreflexivas e irrazonables
exigencias?
Ante el Matemático de los espacios infinitos -Él,
que regula con precisión absoluta el ballet de las conste·
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Celebraciones anuales
CELEBRACIONES ANUALES 1 que apenas despiertos nos engalanaremos como para las
grandes ocasiones de nuestra vida y correremos a respon-
der a la llamada.
En ese amanecer privilegiado, cuando el cielo se acla-
rará poco a poco, exclamaremos: «¡La luz es hoy tan sua-
ve y tan pura!». Mas ¿acaso la aurora se halla jamás des-
No podemos crear la esencia de la fiesta, mas ésta se provista de esa pura y suave luminosidad) Porgue elijamos
desvela si se le concede una oportunidad. Está siempr una mañana entre todas, ¿la claridad naciente cambia de
presente allí donde la verdad se manifiesta a través de lá\ textura? No. El cielo siempre se adorna de idéntica ma ..
belleza; ¿existe, pues, algún momento, algún lugar, don',; nera para recibir al día, y siempre será así. La única dife-
de no esté? · rencia es que en esa hora elegida dejamos de esquivar la
El pájaro, siempre fiel a esa celebración cotidiana que/ eterna invitación de la belleza.
es su concierto matutino, empieza a cantar con la aurora}- Para abrimos a todo el alborozo del mundo, estamos
Sin embargo, para que al alba se halle bien situado el.' al fin decididos a dejar temporalmente de lado trabajo y
gran desfile de la alegría, ¡a qué infinidad de secretos pre- responsabilidades. Es más, nos despojamos de nuestra
parativos se entrega el Señor de la noche 1 ¿Acaso no es É pequeña persona y de su apego a placeres limitados. To-
quien suspende en la inmensidad de los cielos ese gran{ dos nos prometemos: «¡Hoy olvidaré las necesidades ago-
dioso estandarte de luz, heraldo del festival de los días;) biantes que impone el comercio de los hombres! ¡Que se
que es posible admirar antes de dormirse con sólo levan,' desplomen las barreras, que se evaporen mis mezquinas
tar la vista hacia las estrellas? preocupaciones y que al fin surjan ante mi vista todos los
¿Cuándo percibirá nuestro corazón, en el seno de es tesoros de la vida! ¡Ojalá pueda sentir en ese día, en la
esplendor, la fiesta que es suya? El día en que durant morada de beatitud de mi ser más profundo, esa dicha
breves momentos estemos dispuestos a contemplar la be · que resplandece por doquier, tanto en la piedra como en
lleza que nos rodea. El día en que como un relámpagq el aire o las aguas' Hoy haré mía la exultación universal».
comprendamos que diariamente estamos invitados al fes, La gran celebración de los mundos no se desarrolla
tín de la felicidad pero que jamás acudimos a él. El día en un escenario único. ¡Innumerables son las festividades
e innumerables los teatros donde se nos propone! En la
barahúnda de las multitudes o el silencio de las soleda -
l. Literalmente, las celebraciones del 7 del mes de Pauch (aprmd.
des, en todos nuestros campos de actividad, por doquier
madamente del 20 de diciembre al 20 de enero). El sentido de estafe<
cha, esencial en la vida de Santiniketan. se desprende de la medit:aci'
la fiesta se pone de manifiesto en múltiples aspectos, por
que sigue. todas partes el júbilo irradia de diversas maneras.
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! 1
La morada de la paz Celebraciones anuales
Nosotros, que encontramos asilo aquí, bajo las re anente en este mundo, debemos despertar la alegría de
cantes enramadas, apartados de las muchedumbres, xistir que albergamos en nuestro interior, Para recibir el
este ashram que se abre a un cielo azul sin límites, ¿to onocimiento universal que se ofrece a cada instante, he-
mos parte alguna vez en el festival cotidiano de esta os de lograr que resplandezca en nosotros la lámpara
de paz, en compafüa del sol que nos ilumina y de todos ¿¡e] conocimiento individuaL Y jamás haremos nuestro e!
árboles en derredor? ¿Somos conscientes en alguna o 'amor inagotable que el Señor derrama a raudales en su
sión de la verdad inmanente en estos lugares, conscien Creación entretanto no sepamos hacer eclosionar en
de su esplendor? No, Aun cuando aquí transcurren nu '.nuestros corazones, cual una flor de jazmín, la facultad
tras horas, vivimos inmersos en nuestro pequeño mun de amar que ha sido depositada en germen en éL
privado, desde el momento en que nos despertamos ha Asimismo, no nos es posible participar verdadera·
aquel en que nos sumimos en el sueño, mente en las festividades que hacen cantar al universo en-
Tras un intervalo de trescientos sesenta y cuatro día .tero si no nos preparamos, por poco que sea, para cele-
henos aquí de nuevo dispuestos a dirigir una mirada brar nuestra propia fiesta, He ahí por qué hoy nuestro ¡,¡
ashram que nos alberga, Durante todo ese tiempo, cua pequeño yo enciende sin vergüenza su imperceptible lla-
do el sol naciente encendía el horizonte, nuestros ojos ma frente a los miles de millones de estrellas que llenan el
veían nada, Por la noche, cuando guirnaldas de estrell delo,
centelleaban en el firmamento, tampoco veían nada, s·. Al resplandor de esa llama que alberga en su interior,
embargo, esta noche se abrirán para contemplar los mil,, cada uno de nosotros descubrirá a Dios algún día, De ahí
de lamparillas de aceite que relucirán por todas part ,procede la dignidad del hombre, en la que el Señor se re-
¡Sea! No hay nada de malo en ello, Al resplandecient , gocija, Ante esa pequeña luz que arde en nuestra alma, el
despliegue de la magnificencia divina, añadimos el p rostro de Aquel que rige la ronda de los soles resplande-
queño capital de luz de que disponemos, ce de dicha, y así, llegará un momento en que conocere-
Si para encontrar a Dios bastase con discemirle en s . dnos la sonrisa divina,
propio fulgor, alcanzaríamos el objetivo sin excesivo eli,,, A través de esa experiencia despertará en nosotros la
fuerzo, Sin embargo, Él puso una condición: para verle plena conciencia espirituaL ¡Ojalá pueda arrancar el
unirnos a Él, es preciso que en nuestros corazones br · '. cuerpo de su letargo y propagar en nuestro ser entero
una llama, por tenue que sea, Fue con ese objeto por l : una corriente de júbilo! ¡Ojalá esa conciencia luminosa,
que nos dotó de una individualidad precisa, Así, cuand al vibrar en nuestro interior en armonía con las ondas de
arde nuestro propio fuego, podemos encender en él la luz creadora, pueda expandirse en las tinieblas de
antorcha del festival supremo, nuestra noche! Permite, Señor, que no se desperdigue en
Para que nuestra alma perciba la alegría extática ín las preocupaciones cotidianas ni se deje sofocar por la es-
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La morada de la paz
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La morada de la paz Iniciación
de semejante experiencia, o bien resulta vano que 'ático de Rudra. 1 ¿Vamos a permitir que lo cubran las
reunamos aquí esta noche y habremos de separarnos nizas? Él, que desencadena el relámpago fulminante de
que este encuentro haya aportado sus frutos? a verdad, Él, «terror de los terrores, más temible que los
Cuando despertó el sol de su alma, el cielo carecía ás temibles», a Él, que se infiltra en ese tumulto de mú-
luminosidad y la multitud no se hallaba presente pa sica y cantos, ¿vamos acaso a negamos a mirarlo de fren-
aclamarle. En aquel día de invierno puro y frío, imper te? Debendrenath, iniciado por su Maestro interior, supo
ban por doquier el silencio y la paz. A la sazón, ni sigui abrirle las puertas de su ser; desde entonces, Aquel que
ra él mismo podía comprender lo que se estaba prod :¡,blande la espada de luz» vive, cual una Jlama ardiente,
ciendo en él. Sólo su Guía interior lo sabía. en las profundidades secretas de estas horas de conme-
Una iniciación semejante constituye en algunos , moración.
pectos una dura prueba. Supone una iniciación al fuegc Ahora bien, el Señor no es sólo rayo y trueno. No es
al tiempo que a la paz. Debendrenath oyó como el Señ únicamente el dispensador de la adversidad. Es la fuente
le hablaba: «El don que hoy recibes de mí se denomina de gracia, nuestro refugio, en quien muere todo temor, y
verdad. Asumir su carga implica decir adiós al descanso.; nos es preciso descubrirlo bajo ese otro rostro. El hijo de
Noche y día deberás permanecer vigilante. Si a fin de qué'. la fortuna que era Debendrenath conoció, como sabe-
mi verdad viva en ti debes perderlo todo, lo perderás' mos, un grave período de crisis. Cuando perdió el ampa-
todo. Mas ten cuidado de que no se corrompa por causa.' ro que desde siempre su vasta residencia -su palacio,
tuya». podríamos decir- constituía para él, cuando todo se de-
A partir de entonces resultó impensable para él ador-C 'rrumbó a su alrededor, amenazando con aplastarlo, no
mecerse en la comodidad. Abandonando familia y hogar/ encontró otro recurso que la verdad que albergaba en su
se retiró lejos del mundo, y fue vilipendiado en todo el' interior. No se le ofreció ningún sostén terrenal. Su co- 1:
;!
país. Se separó de cuanto amaba: su suntuosa morada y nocimiento espiritual le permitió sobrevivir a los golpes
aquellos que la habitaban, sus prestigiosos amigos, sus, que durante esas negras horas le fueron asestados desde
acomodados conocidos, sus innumerables ayudantes y, todas partes; sobre todo, le dio la fuerza necesaria para
sirvientes. Tal era el precio que había que pagar por la· resistir tentaciones mucho más peligrosas.
iniciación recibida. Despojado de sus bienes y de sus pri- · En efecto, el Divino vive en lo más profundo de esta
vilegios, fue de un sitio a otro, a través de bosques y mofr efemérides, a un tiempo llama devoradora y suprema
tañas, llevando en su alma la verdad revelada. Así fue
para él la llamada del Señor. Quien quiere mantener en sí
l. Recordemos que Rudra es el nombre dado al Divino en cuanto
el fuego divino ya no conoce ni reposo ni sueño. destructor del error, del mal. de todo cuanto ya no tiene cabida en este
Hoy, en lo más álgido de la fiesta brilla el fuego ini- mundo.
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La morada de la paz Iniciación
compasión. Si sabemos entreverle en ese doble aspect :Centro de Educación. Nuestro corazón, nuestra concien-
abrirnos a Él por poco que sea, la gracia afluirá a nuestr cia, nuestra vida se nutren de ellas de muy diversas ma-
corazones. Si hoy presentimos en qué consiste la · neras. La benevolencia divina, invocada por Debendre-
ciación a la verdad y mantenemos en nosotros el recu nath en su hora de iluminación, descendió entre nosotros
do ferviente de esa chispa de conocimiento, el caudal y convida cada año a esta fiesta de la alegría a ricos y po-
gracia será mayor todavía. bres, jóvenes y viejos, sabios e ignorantes.
Lo verdadero no soporta ni artificios ni tergivers No permitamos que la luz que se nos ofrece aguarde
1
ciones, ni subterfugios; no se acomoda ni a la hipocre en los linderos de nuestra alma mientras nosotros reco-
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que impulsa a jugar sin cesar un doble juego, ni a esos rremos nuestro camino sumidos en la indiferencia. Reci-
gumentos mediante los cuales uno se miente a sí mis bámosla en nuestro interior y avivémosla a fuerza de cui-
Vivir en lo verdadero no consiste tampoco en cerrar dados y de amor. ¡Ojalá cohne de tesoros la indigencia de
ojos y cegarse en relación con la realidad de las cosas a nuestra vida cotidiana!
de conciliarse con el entorno, y aún menos robar al Di Oh tú, que dispensas la iniciación, tú, que muestras la
no para vender en el mercado de los hombres lo que vía, si nuestra alma aún no está preparada, hazla apta
corresponde por derecho. para acogerte. Asesta tus golpes sobre nuestra conciencia
Hacer nuestra la verdad, en el seno de todos los to dormida, a fin de que despierte e ilumine nuestro ser.
mentas y todas las aflicciones, para acto seguido, sin l ¡Mas no te apartes de nosotros! ¡Oh, no te apartes! Por
menor sombra de inquietud, destruir el castillo de are débiles que seamos, no nos rechaces lejos de ti, más allá
donde nos refugiamos y ganar nuestro derecho a entra de tus elegidos. Queremos hacer nuestra la verdad en
en la morada del padre -nuestro destino último, nuesttd esta vida sin vacilación y sin temor. Permite que no con-
albergue de inmortalidad, el refugio prometido junto aI virtamos en vana nuestra existencia, que no la dejemos
perderse entre la hez de lo no verdadero. Nuestro ser en-
Amigo único-, en eso es en lo que consiste semejanté"
irnciación. tero solicita la iniciación a tu verdad. ¡Oh, danos la fuer-
Debendrenath, ese hombre de integridad sin tach za ne cesaría para abrirnos a ella!
ese siervo de Dios, engastó en el seno de esos lugares i
lados, bajo la inmensidad de los cielos, en esa atmósfe
pura y transparente, las semillas sembradas en su a
con ocasión de su iniciación, en un día que para él fue e
tre todos el más grande. A lo largo de los años esas sem''
!las han fructificado y se han dispersado por doquie
Dieron nacimiento a este templo, a este ashram, a' e
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El ser humano
EL SER HUMANO serenidad reinante se vea hasta tal punto alterada si algu-
nas personas se reúnen y se ponen a hablar? Los ermitaños
no intentan establecer sus lugares de retiro en soledades
que las aves y los animales del bosque han abandonado;
¿por qué huyen tan decididamente de los humanos?
La razón es que el hombre no forma uno con la natu-
Los mercaderes y buhoneros gue ayer participaron en raleza universal. Al no estar armonizado con la marea es-
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kermés no se han dispersado todavía, Se han pasado to, pontánea de la vida, no sigue los mismos ritmos. Su
la noche tocando sus diversos instrumentos, cantando modo vibratorio le es tan peculiar que por dondequiera
charlando en torno a hogueras encendidas en los cam que pasa provoca remolinos, El silencio que le caracteri-
Era una noche fría y sin luna, Cuando, mucho an za cuando de vez en cuando calla y no hace el menor mi-
de nuestra hora de recogimiento, he venido a senta do, no posee la calidad del silencio de las estrellas; e in-
aquí, según mi costumbre, el alba tardaba en anunci cluso en ausencia de todo movimiento, su inmovilidad no
y una oscuridad impenetrable me rodeaba por todas pa es en absoluto comparable a la estabilidad de los árboles
tes - No obstante, la atmósfera era de gran pureza, En corpulentos, Por el mero hecho de existir, tropieza con
cielo sin nubes, las estrellas centelleaban infatigab todo aquello por cuyo lado pasa,
como innumerables ojos de una deidad eternamente El Señor, a fin de enriquecer su Creación con un nue-
pierta; y en los prados ardían todavía aquí y allá las h vo potencial de alegría, estableció deliberadamente cierta
gueras gue la gente de la feria alimentaba con hojas sec disonancia entre los humanos y su universo, Tras haber
Los demás dias, a esa hora en que sopla el Espírít , combinado en nuestro ser los cinco elementos,1 nos in-
¡gué paz y qué silencio reinan aqui! El canto de los Pá, fundió un componente de pensamiento y de reflexión, y
ros que despiertan en los jardines no perturba ese silencióiJ luego dotó a cada uno de una personalidad propia, Así, el
y aun cuando el denso follaje de los árboles que nos ro - hombre distinto del resto del mundo, es un tanto imper-
an se vea agitado por un violento cierzo, la paz no resul, '
fecto en razón de su misma constitución, Incapaz de co-
turbada en modo alguno, Pero ¿cuál es la causa de que l nectar con el sol y las estrellas, dondequiera que vaya no
deja a criatura alguna la menor oportunidad de olvidar su
presencia.
l. Las fiestas que se celebran el 7 del mes de Pauch comprende'.'\
· una mela, feria o kermés, donde se venden los productos de los put( Puesto que Dios nos ha disociado parcialmente de la
blos vecinos y de las escuelas. armonía universal, formamos una categoría aparte, En
2. «I3rahmamuhurta», o las tres de la madrugada, la hora d
Brahma, la más sagrada entre todas. l. Tierra, fuego, aire, agua, éter.
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La morada de la paz El ser humano
consecuencia, de la mañana a la noche seguimos nue fuerzos, según sus gustos y deseos personales. En conse-
camino, sumidos en un batiburrillo de actividades cuencia1 cada uno de nosotros se convierte en una moles-
sólo tienen sentido para nosotros. Y a falta de saber e tia para su vecino, choca con otros en todo momento y,
munica.rnos con la Creación en su conjunto, nuestra muy a menudo, sólo sabe luchar o rivalizar con el prójin10,
turaleza individual se ve privada de la paz que impera De ello se derivan tensiones y desavenencias sin cuento.
doquier en este universo sin límites. Nuestro ser se h Inmersos en tales conflictos, en las divergencias sur-
tan rigurosamente compartimentado que no cesan de gidas de nuestra individualización, aspiramos con deses-
sonar en nosotros voces discordantes: «Quiero peración a la concordia. Por eso una existencia consagra-
Necesito aquello ... ». Corazón, cuerpo y mente dejan ofi. da a la satisfacción de las necesidades inmediatas no
sus reivindicaciones, cada cual a su manera; ni un solcii'. consigue saciar nuestra alma. Lo que buscamos es el en-
instante se interrumpe su clamor. Tan sólo conectando.a./ tendimiento, la solidaridad. En nuestro fuero interno, esa
la perfección con el Todo podremos escapar de esa caco}/ búsqueda prevalece con mucho sobre ias urgencias de la
fonía de exigencias contradictorias. vida cotidiana.
Hace un rato, cuando la noche daba paso a la aurora, Nada nos es tan indispensable como sentirnos vibrar
se elevaba en torno a mí una algarabía de peticiones de '' al unísono con todas las cosas. Nuestros esfuerzos creati-
diversa índole. ¡Cuántas necesidades se dejan oír en todo-, vos constituyen la expresión de esa necesidad profunda,
momento': «¡Eh!, ¿adónde ha ido la vaca?», «¿Dónde seC' que las palabras habituales se ven impotentes para tradu-
ha metido Unte!?», «¡Ocúpate del fuego!», «¿Dónde he , cir. ¡Cuántos escritos, pinturas o esculturas, cuántos edi-
dejado el tabaco?», «¡ Ve a buscar la carreta'», «¡Dios/ ficios costumbres e instituciones, cuántas culturas diver-
mío, el cántaro se ha roto!». sas h~ suscitado! Impulsados por esa misma llamada
Cuando aves de la misma especie nos ofrecen su con' interior a la conciliación, ¡cuántas formas de gobierno
cierto matinal, cantan en el mismo tono y sus voces se habremos inventado! ¡Cuántos reglamentos, leyes y siste-
unen en un coro melodioso. Ahora bien, en el tumulto de mas educativos!
las voces humanas, ni los sonidos ni las palabras concuer- En todo el mundo los hombres examinan un mismo
dan entre sí. Al asignarnos un yo diferenciado, el Señor problema: ¿cómo conseguir que las comunidades Y los
nos separó de nuestro universo y nos aisló a los unos efe
los otros. El hombre se encierra en un capullo, al amparo
gún unos y transformar según otros. Para T agore se trata de la pro-
del cual da forma a su imagen 1 mediante sus propios es- yección falseada, más o menos amputada de sus raíces, de la persona-
lidad verdadera, única v eterna. Según él, nuestro objetivo consiste,
1. Muy a menudo T agore llama a esta «imagen» el «pequeño yo», pues, en integrar nuestr~ pequeño y~ en nuestra verdad fundamental.
Se del ego de las metafísicas orientales, que es preciso destruir se-
Lrnla Así es como concibe la iluminación.
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La morada de la paz El ser humano 1
'
pueblos vivan en buen entendimiento, sin dejar por poco más, a pasar incesantemente de una forma de de-
de respetar las particularidades de los individuos, los g sintegración a otra, Sólo la armonía entre todo cuanto
pos y las naciones? Pese a las oposiciones que de existe puede poner fin a la tragedia de la existencia,
afrontar, esos hombres dedican todas sus energías a la reá] Mas la eterna uníón únican1ente se alcanza a través de
lización de sus proyectos, Estimulada por tales iníciafoi Cla separación, Si sólo conocemos la unidad, no podremos
vas, la humanidad en su conjunto fabrica un mundo descubrir un día la felicidad que entraña tal unión, He
culiar, Construir un universo que le sea propio le ahí por qué podemos decir que si el Señor nos ha aparta·
tanto más indispensable cuanto que se siente apartada do de su Creación, dotándonos de un ego diferenciado,
la Creación universal, exiliada en la prisión del ego, La: es por la alegría de su juego amoroso. Sin ego no nos sen-
historia del hombre no es otra cosa que la edificación de tiríamos aislados; no buscaríamos unirnos al, prójimo y la
su mundo; es la historia de una progresión hacia una vas,, felicidad de amar nos resultaría desconocida,
ta síntesis, Sus ideales y sus religiones, sus filosofías y sus ' Puesto que se siente perdido en una orilla del océano
sueños, así como sus logros materiales, tienden todos'! de las diferenciaciones y busca de todas las maneras posi-
ellos hacia un mismo objetivo: unir lo que se halla desu-, bles alcanzar la plenitud del corazón, el hombre constru-
nido, A través de sus realizaciones perdur,,bles, jamás ex- ye sus múltiples instituciones -democracia, socialismo,
presa otra cosa que una inmensa sed de unidad, religión, moral y ética- como otras tantas embarcacio-
Por eso, hace un rato, cuando del seno de un guirigay '. nes que deben permitirle pasar a la ribera opuesta,
de reivindicaciones y peticiones individuales se alzó una ' Sin embargo, ¿qué ocurrirá en esa otra ribera? ¿Pue-
voz aislada que entonaba el canto: «¡Oh, llévame a la otra de darse el caso de que el individualismo se desvanezca y
orilla 1 ¡Llévame sin pedir nada a cambio'», he reconocí- , que cada cual se base en un más allá eternamente uno e
do de pronto, en cada uno de los ruidosos clamores que,' indiferenciado? En este mundo, tierra, arena y rocas ig-
resonaban en derredor, un llamamiento del alma similar noran la separación y vibran con el Todo con un mismo
a aquel que esta melodía deja traslucir, En todo deseo hu- ritmo, ¿Es a semejante disolución de su persona a lo que
mano subyace un único deseo: el de llegar al fin a la otra el hombre aspira de manera tan dolorosa?
orilla del ser, En verdad, el hombre que se sabe aislado No, De ser así, hallaría su consuelo y su alegría en el
no cesa de implorar en su interior: «¡Oh, condúceme más mero hecho de ver apagarse y desaparecer todas las cosas
allá de las barreras que separan y dividen!», a su alrededor, No obstante, no cabe negar el miedo a la
Presentimos que en la otra orilla nos aguarda la ple- aniquilación que lo habita en cuerpo y alma, Y saber que
nitud del amor divino, Ahora bien, entretanto ese amor aquello que fue ha dejado de ser no le procura placer ni
sin límites no colme nuestro ser, nada puede aplacar la le resulta reconfortante,
sed de nuestra alma, Nos limitamos a morir cada día un Muy al contrario, el temor a la extinción y la laceran-
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La morada de la paz El ser humano
te nostalgia de las presencias desaparecidas impregn de que cada uno pueda unirse a todos sin perder un
existencia humana de sorda tristeza. Lo que el ho ice de sí mismo.
quiere en realidad es la permanencia de objetos y se Cuando nuestro Dios de amor nos haga pasar a la
cuando en este mundo nada subsiste; y si hay algo que·· otra orilla, transmutará el dolor de la separación que sin
chaza con todo su ser, es desde luego la noción de a cesar oprime nuestros corazones en la felicidad de la eter·
quilación. na unión. Colmará con el néctar de la concordia nuestra
Así pues ¿su deseo seria, simplemente, asentar la
1
copa de divisiones y aplacará por siempre jamás nuestra
beranía de su yo en la discordia y las divisiones? No. sed, Entonces comprenderemos qué tesoro inapreciable
claro que en el fondo sueña con un estado por compl constituye el don de la individualización.
diferente. Disensiones y conflictos constituyen, de
cho, su más constante fuente de aflicción y la causa p .;
mera de sus errores y tormentos. Por eso canta: «¡O
llévame a la otra orilla! ¡Llévame sin pedir nada a ca
bio!». Ahora bien, si alcanzar la otra orilla implicase
disolución de la personalidad, el dilema entre el suf. ·''
miento en la tierra y la nada en el más allá se revelaría
extremo cruel.
De hecho, no nos resignamos ni a sufrir ni a desap ·
recer. ¿Cuál es, pues, nuestra aspiración primordial?
Es el amor, que invocamos con todo nuestro ser. s·
embargo, el amor sólo nace allí donde se equilibran l
fuerzas de diferenciación y las fuerzas de unificación, ,,
i,,
donde la individualidad no perjudica la unión y ésta n
destruye la individualidad. Cuando esos aparentes opues
tos coexisten sin tropiezos, alcanzan su pleno desarrolló,
el uno gracias al otro.
Cada cual busca a un tiempo la autorrealización y 1•·
comunión con el prójimo. No estamos dispuestos a re
nunciar ni a lo uno ni a lo otro. Nuestros esfuerzos ··
nuestras creaciones no tienen otro objeto que permiti
una cohesión entre esas tendencias complementarias;
1
110 111 11
iill
Tras la Kennés
parecía la cosa más importante del mundo, No podíaít\ En diversas ocasiones a lo largo del día, todos noso-
alimentar deseo más apremiante que encender una ha, tros debemos asimismo reorganizar nuestra existencia en
guera, preparar algo de comer y alimentarse mejor ,,' previsión de la hora que se acerca, Nuevas necesidades se
peor, En comparación, los demás aspectos de la existen- imponen, Si ya no cabe hablar de uncir los bueyes a la
cia perdían todo interés a sus ojos, claridad del alba, pronto habrá que pensar de nuevo en
De un modo u otro, amontonaron en cantidad sufi- recoger leña menuda u hojas secas, ,
ciente leña menuda y hojarasca, tras de lo cual sus ho- Sin embargo, más allá de las presiones de todo tipo
gueras ardieron durante horas enteras, Sin embargo, que, todavía y siempre, se perfilan en el horizonte de
antes de gue la noche llegase a su fin oí gritar: «¡Eh!, nuestra vida, se deja oír una voz patética: «¿De qué sirve
¿dónde está la carreta? ¡Unce los hueves!», Era el rnoº todo esto? ¿De qué sirve?»,
mento de partir, de regresar al pueblo, Al presente sólo Si no nos llegara este mensaje, si no percibiésemos,
importaba la obligación de ponerse en camino, Los teso- en el seno de la más imperiosa necesidad, la presencia de
ros de la víspera hoy ya sólo valían para acrecentar los una total no necesidad, ¿cómo subsistiríamos? Si nues-
montones de desperdicios, y había que afanarse y apresu- tras urgencias tuvieran en verdad un valor absoluto, ¿po-
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'¡
La morada de la paz
drían1os acarrear tan espantosa y pesada carga? Precis LOS DÍAS SIGUIENTES A LA FIESTA
mente porque, a lo largo de los días y las noches, la non.
cesidad subyacente aligera el peso de nuestras exigencia·
podemos resistir la fuerza de gravedad de nuestras ir
merables urgencias y, sin cesar, seguir adelante. Podem
tan pronto como llega la aurora ponernos en camino,
jando aquí y allá a nuestra espalda el equipaje acumula, A veces ocurre que uno se arruina festejando, de tal suer-
do. Con un suspiro de alivio exclamamos: «¡Nada es etet:' te que se llegan a contraer deudas que después resulta
no en la vida!», mas no perdemos la esperanza si en algún:' muy difícil saldar. Es evidente que si un hombre poco
momento llegamos a pensar: «Nada se mueve jamás». E¡,i acaudalado decide vivir como un rey durante un día, con
efecto, todo pasa y, sin embargo, todo persiste. A través · el único objetivo de satisfacer un capricho, corre un gran
de esos dos aspectos de la realidad se nos ofrece la OObJe, riesao de encontrarse falto de recursos al día siguiente.
b
experiencia de un refugio estable y del vacío de lo de:sc1J,,:J11c De manera similar, dilapidamos nuestras magras re-
nacido. Las paredes de nuestra morada no se derrumban, servas de alegría; por eso los días siguientes a una fiesta
pero tampoco cesa jamás la llamada de la luz y los gran, nos parecen tan apagados. Esos días el cielo carece de
des espacios. brillo a nuestros ojos y nos hundimos en el desánimo.
Pero ¿qué hacer al respecto? Si una vez al año, acaso
más, nuestro yo avaro y mezquino rechaza toda presión,
es con la esperanza, consciente o inconsciente, de esta-
blecer una corriente de intercambio entre él y la parte de
nuestro ser que no consiste sino en ofrenda y genero-
sidad. Al gastar y dar sin mesura, intenta comunicarse
con el dios de la liberalidad presente en cada uno de no-
sotros.
Dos vías se abren a quienquiera que aspire a estable-
cer en su alma un nexo con el Divino. Puede adoptar la
actitud del menesteroso con respecto al rico bienhechor
que lo toma a su cargo; en ese caso, el sentimiento de. un
abismo infranqueable entre Dios y él viene a obstaculizar
su impulso. Pero si, consciente de su divinidad latente, se
acerca con confianza, no tendrá que aguardar como un
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La morada de la paz Los días siguientes a la fiesta
pedigüeño a la puerta del Señor, sino que entrará y Sólo aquel que día tras día acumula en su interior un
pará un sitio cerca de Él. pequeño capital de verdadero contento y se dispone a vi-
El hombre que se limita a la primera actitud, de vir, sin dejarse embriagar, esos días de jovialidad colecti-
mildad pasiva, ignora la plenitud de la unión verdadera' va, escapa del desencanto. No cabe que se produzca en
sólo sabe mendigar su parte de dicha ante el Príncipe d~ su sensibilidad fractura irremediable entre lo cotidiano y
absoluta felicidad. Por eso cuando llega la ocasión de el tiempo del regocijo, puesto que mantiene consciente-
vertirse está dispuesto a entregarse sin comedimiento a mente un extrecho vínculo entre ambos. Ahora bien, en
embriaguez del instante, con riesgo de disipar todo cuan- defecto de una tal preparación, no podría abandonarse
to posee. «Hoy haré caso omiso de la pobreza -excla- por completo al placer del momento sin tener que pagar
ma-. ¡Abajo la avaricia! Hoy mi corazón rebosará albo- factura más tarde. La euforia que entonces conoce no
rozo y sabré mostrarme pródigo.» procede de su interior; en su mayor parte es prestada y 1
¿A qué clase de riqueza aspira, de hecho? ¿A qué co- responde a la presencia de los invitados, al espectáculo
rresponde su necesidad de largueza? Si oye la respuesta de las ornamentaciones, las luces y las flores, al ambiente
en lo más recóndito de sí mismo, si deviene sensible por de charla, música y cantos.
espacio de algunas horas a la presencia en su alma de En la excitación que resulta de todo ello, nadie es
Aquel que es don inagotable, el Señor ya no sólo se lema- consciente de vivir un placer ficticio. Sin embargo, cuan- lo,
!"
nifiesta como un maestro que ama dispensar sus favores, do las flores se marchitan, cuando las luces se apagan y
sino que reconoce en Él a un amigo muy íntimo. Enton- los invitados se retiran, todos, presa de un profundo sen-
ces da testimonio de ese nuevo vínculo derramando su timiento de vacío, sienten desfallecer su corazón. Nuestra
alegría en derredor. indigencia espiritual es la causa de ello. Impotentes para
No obstante, hasta que su relación de intimidad con retener en nuestro interior a la deidad de la fiesta, deja-
el dios que mora en él no se ha establecido de manera es- mos que el sentido de su presencia se disipe en pocas ho-
table, puede ciertamente comprender y proclamar cuán ras, en lugar de entronizarlo en el centro de nuestro ser y
próximo y accesible está el Divino en el interior del ser, mantener viva la llama diariamente.
mas con ello sólo obtiene una exaltación efímera, que de- Ahora bien, aquí, en los jardines de este templo, nos
saparece con rapidez en cuanto acaban las festividades. Al reunimos un pequeño número por la mañana para co~
día siguiente, cuando examina los desperdicios esparcidos municarnos en idéntico recogimiento. Por consiguiente,
aquí y allá, las velas derretidas, las ajadas guirnaldas de ayer no participamos en las celebraciones como lo harían
flores, se siente agobiado. No le queda nada de la regia li- los extranjeros o los simples invitados. Nos guardamos
beralidad propia del espíritu alborozado, y el balance se le mucho de malgastar, de puesto en puesto, el fruto de
antoja tan gravoso que el desamparo hace mella en él. nuestros momentos de consagración, y sin duda supimos
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La morada de la paz
declarar a Aquel del que todo júbilo emana: «Ami LA SED DE ADQUISICIÓN
nos eres del todo desconocido. Hemos oído tu lla
En tales condiciones, el festival de nuestro se,{
puede llegar a su fin en un solo día. Dejamos que esta'
rea anual de alegría se infiltre en nuestro corazón
engrosar la corriente embrionaria de felicidad surgi
nuestras meditaciones cotidianas, pues en estos lug Según los antiguos tratados de ética hindúes, saber satis-
cuando renace la luz, todos reviven una y otra vez su facer las necesidades personales y las de la propia familia
ta personal. Pese a las preocupaciones más o menos [ en el día a día, sin jamás preocuparse del mañana, consti-
les que nos absorben y, demasiado a menudo, nos h tuye un comportamiento de lo más loable para el «dos
olvidar nuestra alma, sabemos reconocer cada mañan 'Veces nacido» 1 esposo y padre. Y a se ha dí cho que si uno
esplendor de los cielos transfigurados. Cuando Usha empieza a adquirir más de lo necesario, no tarda en verse
diosa de la aurora, aparece en los confines del horizo reducido al estado de máquina de acumular posesiones y,
oriental, cada uno de nosotros, inmerso en el silencio lo que es más, llega a no apreciar en su justa medida, o a
,: '
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La morada de la paz La sed de adquisición
mos inquietarnos por el mañana, de lo contrario nu al Divino muy lejos a nuestra espalda con el fin de tomar
1
consagración se vería menoscabada; y tampoco bus nosotros mismos las riendas de los acontecimientos, Es el
mos acumular un capital espiritual: ya hemos visto cu' yo desgajado de su fuente el que hace el bien, adguiere
serían las consecuencias. Hagamos d.e nuestros instan méritos, divulga la buena palabra, El movimiento va am-
de plegaria la expresión del momento presente, antes plificándose y acabamos por olvidar nuestra voluntad pri-
un medio de adquirir, en un futuro más o menos lejart wigenia de dejar gue el Señor actúe a través de nosotros,
la paz, la virtud, la liberación u otros logros, Y sea cu, A partir de ese momento, los siervos de Dios se yerguen
;1
fuere la gracia que recibamos, sepamos ofrecerla al S~' atravesados en su camino y le obstaculizan el paso, '
ñor: dejemos que fluya de nuestras manos a las su ¿Adónde han ido entonces el bien, la paz o la virtud?
pues la dádiva recibida de Él no alcanza su pleno val El peligro es tan insidioso que también yo temo llegar
hasta que se le devuelve de modo definitivo, al extremo, en el curso de nuestras reuniones matinales,
Si me digo que al orar acreciento mis méritos, mi ple,, de apartar al Divino para no hacer ya profesión sino de
garia no le está pl.enamente consagrada; se pierde en par;! hablar de Él, Sin duda atribuiría entonces una importan-
te en el altar de mis virtudes, Y si, cuando deseo obrar: cia indebida a la manera en que vosotros recibierais mis
para el Divino, actúo en primer lugar con la idea de que palabras, quizá hasta el punto de no pensar ya en otra
mi intervención personal resultará útil a la humanidad, mi cosa que en la mejor manera de expresarme, a fin de que
celo en servir a los hombres se intensificará poco a poco, mis palabras colmen vuestras expectativas y se revelen sa-
en detrimento de mi receptividad a la gracia de Dios, ludables para vuestra alma, Si fuera así, durante nuestros
Cuando en nuestras prácticas religiosas entreabrimos, encuentros mi espíritu se vería casi por entero prisionero
así la puerta a las reivindicaciones del yo, no nos com- de tales preocupaciones, Si alguien me dijese: «La verdad
prometemos menos en los asuntos mundanos de lo que lo. es que no le he entendido», o «No ha estado tan bien
hace el hombre desprovisto de toda ambición espiritual, como de costumbre», me sentiría herido en mi amor pro-
pero nuestra actitud puede revelarse más peligrosa, Co· pio, Peor todavía, si la idea de poder iluminaros median-
rremos el riesgo de dar libre curso al rencor y a la ene, , te mis exposiciones prevaleciese en mí por encima de
mistad, de constituirnos en jueces en materia de ortodo- cualquier otra consideración, tendería a querer influir en
xia y de oprimir a quienquiera que a nuestro entender se vosotros a vuestro pesar, Y si el resultado no estuviera a
aparte de ella, Corremos incluso el peligro de liberar las la altura de mis esperanzas, querría obligaros a pensar y
fuerzas de las tinieblas, las cuales, surgiendo entonces de actuar en función de unas ideas que son las mías, Llegaría
sus guaridas, hacen entrechocar unos dogmas con otros incluso a menospreciar vuestra inteligencia y a dudar de
sumen al mundo en un baño de sangre, vuestras facultades de comprensión, en lugar de cuestio-
De hecho, cuando el ego entra en juego, arrinconamós_ nar mis propias aptitudes para hacerme entender y mi de-
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La morada de la paz
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La morada de la paz El océano de la vzda
trar en un mundo diferente, sin por ello abandonar n juntos», podría igualmente, sin alejarse de esas orillas,
de cuanto pertenece a este mundo, Tal es la razón de atravesar el océano del ser,
1
con gran frecuencia canturreen esa melodía mientras Ahora bien, si prometo: «De "mi" casa haré "tu '
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La travesía
el amigo que ha dejado de serlo nos resulta más ajeno to seres y las cosas. El Omnipresente, fuente del alma y que
! ' ,,1 1
davía que un perfecto desconocido. Y a no somos sen ·- la anima en todo momento, no podría disociarse de ella il
bles a la presencia en esta tierra de aquel a quien nos sol ' por poco que fuera; y el alma le siente hasta tal punto 'i
i'
daban lazos tan estrechos, y tamaña insensibilidad resul contiguo a ella que ni siquiera necesita darle un nombre.
más terrible todavía que la del cuerpo privado de víd Él es Él: con esa palabra queda todo expresado. Él es su
Si Dios nos parece inaccesible, ello nos lleva a situa todo. ¿Quién es «Él»? Y «ella», que emana de «Él»,
le en una lejanía inabordable, a Él, que de manera m' ¿quién es? Ese conocimiento va más allá de la palabra.
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La morada de la paz La travesía
En una y otra orilla de los mundos, ni Él ni ella se centro de esa Í.11.mensa fuerza no se encuentra en el cora-
cían el uno del otro encerrándose mutuamente en los . zón de nuestro mundo. Toda moción tiene su origen en
mites de un nombre. el poder supremo que asegura el movimiento tanto de la
Ella lo conoce como el poder que activa todas las Tierra v el sol como de los mismos hombres.
sas. Pero ¿y nosotros, nos preguntamos acaso quíén n_ Se dice en los Upanishads: «¿Quién podría realizar
anima? Nos creemos determinados por móviles diver un esfuerzo, cualquiera que fuese, si el Señor de absoluta
el dinero, los honores, las relaciones humanas. Sin e beatitud no llenase los cielos?». Porque la felicidad divi-
bargo, aquellos que conocen la otra ribera del ser nos na dota este universo de un dinamismo eterno, porque
velan que sólo por el Omnipresente se mueve el alma anima la inmensidad del espacio, mis párpados se alzan y
versal, que ésta sólo actúa bajo su impulso. He ahí mis OJOS ven.
1
qué, cualesquiera que sean nuestros polos de ""acucm No, la energía que nos anima no se sitúa en algún re-
aparentes, es Él quien en el corazón de las cosas ejerce moto más allá, sino que suscita el menor de nuestros mo-
bre nosotros la atracción primordial. La atracción vimientos, . del mismo modo que la gravitación universal
un objeto preciso puede desvanecerse, mas no así el im;, provoca que la manzana se estrelle contra el suelo. En el
pulso que nos arrastra hacia Dios a través de ese objeto' Omnipresente radica la fuente de nuestras actividades fí-
pues en todo momento aquello que se mueve progresa en: sicas v mentales. Es el motor primordial, no situado allen-
su dirección, llevado del ardiente deseo de unirse a Él. NÍ- de el mundo de las formas sino existiendo en cada una de
el dinero, ni los honores, ni los hombres nos invitan .a: ellas, aquí mismo y en cada instante.
permanecer donde estamos; antes bien nos incitan a se<' Él, nuestra última riqueza, nuestra última morada,
guir adelante para reunirnos con ellos o seguirles. En.f nuestra felicidad suprema, se halla presente asimismo en
efecto, si nos caracteriza la facultad de movernos es por l¡¡' nuestras posesiones y nuestras realizaciones terrenales; se ¡,,:
gracia de Aquel que acciona los mundos: ¿qué ser, qué manifiesta en aquello que nos procura ayuda y ánimos, al 1'l !
i
1
cosa podrían, pues, oponerse de manera perdurable a lat igual que en nuestros placeres y alegrías. De tales cosas
marea de la vida? constituye la esencia, Él, el Omnipresente, eternamente ac-
Es posible que la fuerza que nos retiene en la superfi, cesible en todo lugar y en toda forma. Cuando sepa reco-
cie de la Tierra nos parezca inherente a ésta. Pero enton{:>+x';' nocer en cada uno de mis actos la energía única que activa
ces, ¿qué poder mantiene en su órbita la Tierra misma?J!t los mundos, en cada una de mis realizaciones al realizador 1'
¿Qué poder mantiene el sol en su lugar? La atracción}·/· supremo, en toda fuente de consuelo al último consolador, !
universal asegura la ronda sin fin de planetas, constela'. en la menor de mis alegrías a Aquel que es pura felicidad,
ciones y galaxias, impidiendo que ninguno de ellos pue entonces le conoceré, a Él, el Omnipresente.
da jamás inmovilizarse en el espacio. Evidentemente, e Y habré franqueado el océano de la vida.
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Nuestras horas de vigilia
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La morada de la paz Nuestras horas de vigilia
En un país donde se hallan ampliamente extendí De ahí que la voluntad de progreso de las agrupaciones
el amor al conocimiento, el respeto al prójimo y el sen humanas deba apoyarse ante todo en el sentido y el res-
do del esfuerzo, la personalidad no se ve sofocada ni r peto de los valores fundamentales, los cuales, a su vez,
primida. Incluso el individuo poco capacitado encuent dependen del nivel de evolución individual.
en él ocasión para desarrollarse. Cada uno, asociado c Entretanto el área de influencia de una persona ego-
los demás e integrado en el conjunto, siente incrementa ísta y limitada apenas rebase las cuatro paredes de su
se sus dones y sus fuerzas. Ahora bien, allí donde las cuá,; casa, su estrechez de espíritu y de corazón no tendrá re-
lidades de ese tipo son poco apreciadas, incluso las perc/ percusiones demasiado dramáticas. Ahora bien, en el
sanas naturalmente dotadas de gran vitalidad y sólid¡¡' seno de una importante comunidad cuyos miembros se
confianza en sí mismas se encuentran más o menos redu~_{ hallan ligados unos a otros por innumerables vínculos, es
cidas a la impotencia, por falta de campo de acción a su} preciso que el sentido de los valores se extienda a todos
medida. En las sociedades primitivas, por ejemplo, las los ámbitos de la vida y esté sólidamente arraigado. Si el
casas instituciones existentes sólo conciernen a la organi< respeto de virtudes como el aguante, la fuerza de carác-
zación externa de la familia y el poblado. Sus objetivos ter, la perseverancia, la abnegación, el sentido de la ayu-
son tan restringidos que ni siquiera están en condicione~)': da mutua y la voluntad de actuar de manera constructiva
de ayudar al individuo a vincularse con el Todo; de ese,' no se ha implantado a todos los niveles, la comunidad no
modo, nadie recibe de manera satisfactoria las corriente's.\ puede sino desmembrarse. En cuanto a las realizaciones
vivificantes que recorren el océano de la conciencia uni~-: materiales, los dirigentes sólo deberían concederles im-
versal. Si bien algunos tienen la sensación de albergar en:' portancia real cuando se saben en medida de mantener-
su interior una verdad y una dignidad que buscan manic" las en el lugar exacto que les corresponde. A menos que
festarse, carecen de la aptitud necesaria para darles for, :)'"''' impere una justa comprensión de las responsabilidades
ma. Sus tentativas se ven abortadas y sólo les cabe subsis/'X individuales v colectivas, toda asociación, cualquiera que
tir en una extrema pobreza de pensamiento y de corazón, T sea su importancia, sólo podrá desmoronarse poco a
Por esa razón, el objetivo primordial de toda nación· poco, sin que nadie consiga reestructurarla.
debería ser el desarrollo de la civilización propiamente En consecuencia, si tenemos en mente la creación de
dicha, de la cultura en todas sus formas, no la fabricacióO' una colectividad sana y vigorosa, susceptible de ejercer
de máquinas cada vez más eficaces o el establecimiento· una acción saludable en diversos planos de la existencia y
de medios de comunicación más y más perfeccionados. de desarrollarse libremente en numerosas direcciones,
Las realizaciones materiales deben tener al hombre como' resulta indispensable basar las instituciones que la rigen
objetivo final; de lo contrario, por espectaculares qu en un conocimiento de los auténticos valores profunda-
sean, no pueden en modo alguno revelarse provechosas<' mente anclado en las mentes. Si no, se revelará imposible
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La morada de la paz Nuestras horas de vígilia
mantener entre sus miembros, siquiera durante un b . perseverancia, hasta el punto de capitular ante el menor
período, la armonía y la cohesión. obstáculo si los esfuerzos realizados no producen de in-
En nuestro país, como en cualquier otro si no con
1 mediato los resultados previstos.
guirnos desprendernos de los elementos que rebajan y Debemos, pues, mostrarnos vigilantes. Cuando nos
viden a los hombres, si no fundamentamos nuestras a acobardamos frente a cualquier dificultad, no intentemos
vidades, nuestros lazos afectivos y nuestra búsqueda salvar las apariencias echando la culpa a las circunstan·
conocimiento sobre una base de universalidad, jamás cias. Hasta que cerremos los ojos a nuestras propias insu-
alma individual florecerá en la plenitud de sus poderes ficiencias no podremos sacar lección alguna de nuestros
en la felicidad. errores cuando llegamos a transgredir la ley moraL Y ésa
Mientras las relaciones humanas sigan siendo tribu1:d es la razón de que vayamos de fracaso en fracaso, inmer-
rías de un sinfín de costumbres limitativas, tabúes y r sos en la discordia y la mediocridad.
tricciones, el desánimo, la apatía y la mediocridad en t Tal es asimismo el motivo de que la división reine por
das sus formas no harán sino empeoraL Y en tanto no doquier. En las condiciones que prevalecen, el espíritu
desarrolle un sentimiento de unidad entre nosotros, no puede enlazar entre sí ni las diversas ramas del cono-
realizaciones espirituales de individuos que, aislados o cimiento, ni las expresiones múltiples y los variados lo-
grupos, se consagren a una búsqueda interior se ve gros que comporta la vida humana. No existe base indis-
impotentes para restaurar en los hombres el sentido de cutible sobre la cual fundamentar la unidad en la tierra.
grandeza original. Y puesto que no puede unirse a la persona infinita :,¡'
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Es cierto que algunos se esfuerzan por establecer del Creador, el alma individual permanece inconsciente '
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tructuras sociales, susceptibles de facilitar la cornuni de su propia infinitud.
1
ción y el entendimiento entre personas y agrupaciones
diversa índole; no obstante, sus tentativas no tienen
carácter universal y provocan más bien gran número
escisiones. De hecho, dado que nuestro sentido de los v
lores es fundamentalmente deficiente, no nos situam
en la verdad. No sólo carecemos de un corazón abiert
de coraje y de respeto al prójimo, sino que muy a menu
do alimentarnos hacia los demás sentimientos de enemis
tad, malevolencia e intolerancia. Es más, cuando creemo
obrar por el Señor, actuamos sobre todo a mayor glori
de nuestro ego. Y con demasiada frecuencia nos falt
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Nuestras horas de sueño
NUESTRAS HORAS DE SUEÑO juntas las facultades de los sentidos y las del espíritu, ha-
lla su plenitud en su mismo impulso, como en todo cuan-
to toca v todo cuanto hace suyo.
Pero la vida del pescador no consiste solamente en
agarrar al pez que queda atrapado en su red. Éste se atas-
ca y se desuella; las mallas se enredan. Una y otra vez,
Hay algo importante que olvidé mencionar ayer, concet. mientras repara y limpia, se ve obligado a interrumpir su
niente a la noche y el día, el sueño y la vigilia. ·· pesca.
Durante los períodos de vigilia, nuestras energía{ Por la noche, durante el sueño, la red de la vitalidad
participan en el juego de las fuerzas cósmicas y nuestr v la conciencia individuales se repliega. Entonces es el
actividades tienden a integrarse en la acción universal d ;nomento de reparar las fuerzas y recuperar las energías,
Creador. El Uno, a través de sus fuerzas &,er,siJfo,d,;s,:i, Y para ello hay que depositar la red enmarañada, rasgada
reúne en sí mismo los elementos de su Creación, y manchada en manos del Regenerador supremo. «Mien-
hasta el infinito, y los conduce a su pleno desarrollo. tras todo duerme, Aquel que vela sin descanso colma to-
fuerzas guían nuestra búsqueda del conocimiento das las necesidades de los mundos.»
el corazón de un dédalo de corrientes energéticas múltU En el curso de esas horas en que, poniendo fin a las
ples, hasta el punto de que las prodigiosas potencialidaO actividades cotidianas, dejamos de ese modo la propia
des de la energía universal, de descubrimiento en descu-., existencia al cuidado de la vida universal, formamos uno
brimiento, se desvelan a nuestra comprensión. En elln, con los árboles y las plantas. Toda distinción entre la na-
radica para el hombre una fuente inagotable de alegría. Si turaleza y el hombre se desvanece; la persona parece de-
en un período determinado se cree incapaz de progresat jar de existir, y cabe degustar el bienestar sin falla que lle-
más allá, le basta con perseverar un tanto para darse na el universo. Al despertar, uno presiente que, lejos de
cuenta de que el camino, por delante de él, toma un nue- haberse perdido en alguna ignota nada, el ser entero ha
vo giro. Asimismo, el espíritu humano se esfuerza por ra- disfrutado, durante ese período de aparente inercia y
mificar cada vez más la corriente de la energía individual,. aparente inconsciencia, de un completo sosiego que en sí
vinculándola a las fuerzas multiformes del Uno. De ese mismo es plenitud. En ello estriba el reposo original de la
modo, el individuo puede abrirse cada día un poco más naturaleza cósmica, tal como se nos revela en la calma
los diversos aspectos de su universo cotidiano y descu- tranquila de las praderas y los campos, o en el silencio de
brir, en ese movimiento mismo, la dicha de existir. En los altos árboles.
consecuencia, cuando la conciencia despierta proyecta Porque por la noche nos abandonamos de ese modo
en derredor, cual un pescador en el mar, la red que tejen a la madre naturaleza, nos sentimos dispuestos cada ma-
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La morada de la paz Nuestras horas de sueño i'
ñana a enfrentarnos a las nuevas responsabilidades. ne a destruirla, se manifiesta sobre la tierra como paz y
es preciso saber asimismo ofrecer el alma al Espíritu belleza, a través del movimiento en todas su formas y a
premo al menos una vez durante las horas de vigilia. través del juego de las energías. Gracias a esa fuerza de
lo contrario, mientras n1anchas y escorias se acumulan coordinación y equilibrio, el mundo no asume la aparien-
él, la tensión nerviosa y una especie de excitación febr· cia de alguna cruel superestructura que recordase nues-
apoderan del ser; entonces nos dejamos inundar por tros inmensos laboratorios científicos o nuestras gigantes-
exigencias irrazonables y los incontrolables accesos cas fábricas. Además, si dejamos que la armonía universal
cólera, envidia o celos que, día tras día, crean el caos se exprese a través de nosotros, el menor de nuestros ges-
uno mismo y en cuanto le rodea. tos y el menor de nuestros actos se impregnan de la calma
y la gracia que les son inherentes. Y si entonces ofrece-
Cuando nos reunimos al alba, debemos aprender a mos sin reservas nuestro yo limitado a Dios aprendemos
1
berarnos de toda actividad mental, a apaciguar nuestras''. de Él, durante breves instantes, la perfecta justedad y la
pasiones y, tras sumergirnos un instante en el Espíritu su/ perfecta eficacia que caracterizan por doquier la obra
premo, a establecer una armonía total entre las diferentes,., divina.
partes de nosotros mismos. Nuestro yo debe guardar sí~'
lencio y difuminarse en presencia de Dios. Entonces, Prosternados a los pies de la Madre de los mundos,
efecto de esa paz profunda que constituye el fruto de implorémosle: «Oh Madre, que tu mano que cura roce le-
perfecta dádiva de uno mismo al Divino, las fuerzas vemente nuestra alma cada mañana, a fin de que cicatricen
nerativas se difundirán por nuestro espíritu enfermo; el\ de inmediato las llagas de la víspera». Si durante nuestros
repliegue sobre uno mismo dará paso a la expansión, y momentos de plegaria sentimos en la frente ese contacto
tensión nerviosa al sosiego. regenerador y conservamos vivo su recuerdo) nos resulta-
Más tarde, cuando nuestro ser interior, de nuevo en- rá imposible, a lo largo de todo el día, hundirla vergonzo-
terrado bajo lo cotidiano, se sienta aplastado por la di- samente en el polvo. La pura música nacida de nuestra de-
versidad de las cosas y la multitud de los seres, la paz re- dicación seguirá resonando en nuestra alma, cual las notas
cibida al amanecer, tras infiltrarse en el seno de todos de una tampura que se repitieran hasta el infinito. Apren-
nuestros actos, verterá en ellos su fuerza purificadora. deremos a armonizar nuestras palabras y nuestros actos
Entonces nuestro yo sabrá permanecer sereno en cual- con su ritmo santificador. Haremos de nuestra vida una
quier circunstancia y dejará de originar a su alrededor melodía, y transmutaremos nuestro campo de acción coti-
pesares y desavenencias. diano en un campo de pura felicidad.
En este vasto universo, en sus diferentes modos de
expresión, reina una prodigiosa armonía que, si nada vie-
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1,'
Al amanecer
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El hombre en su unicidad
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La morada de la paz El hombre en su unicidad
la primada a esa faceta nuestra supone una tentación ¿Cómo poner fin al dolor del yo que no se siente uni-
cil, puesto que tenemos en común, con toda forma do a ti) Para llegar a ello, Buda se entregó a temibles aus-
vida vegetal o animal, una misma necesidad de aliment teridades, y con el fin de revelar a todos cómo puede di-
de aire y de agua, puesto que una misma voluntad de s siparse el dolor de la separación, Cristo dio su vida,
brevívir habita en nosotros y nos enfrentamos juntos al Oh tú, que, más que cualquier hijo de nuestra carne,
mismos peligros e idénticos tormentos, Por consiguient eres el bienamado de nuestra alma, tú, inconscientemen-
debemos rezar por que las necesidades de tipo físico le te querido en las zonas invioladas de nuestra personali-
material no lleguen a colmar nuestro campo de concien,' dad terrenal, oh tú, que constituyes la esencia de todo se1
cía, hasta el punto de expulsar de él toda percepción y toda cosa, es en tu presencia, en la morada de nuestra
nuestro Amigo secreto -nuestro guía desde s1em¡ne-, 0
;' individualidad sin parangón, donde tu juego contigo mis-
quien, bajo una forma individualizada, manifiesta al mo halla su plena realización, Mas en tanto no se lleve a
vino en nuestro ser mediante un sutil roce, un modo cabo la unión entre tú y nosotros, reina en este mundo un
acción y una felicidad que le son absolutamente incoercible sufrimiento que no parece mitigarse sino para
En los planos en que nos sentimos parte m1:e2rat1te: renacer de inmediato, Y la muerte no perdona nada ni a
de la Creación material, te respetamos, Señor, en cuantc¡' nadie, aun cuando las fuerzas de la inmortalidad traten
dueño de este mundo, Nos esforzamos por seguir tu sin cesar de atravesar sus capas oscuras a fin de ilumi~
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pues, si la infringimos, se desprenden de ello unas consec,i narla para siempre. Señor, mientras subsista esa escisión
cuencias que consideramos un castigo procedente de ti. . . entre tú y la conciencia humana, tu manifestación en este
Mas allí donde existimos en nuestra unicidad, buscamos,,. mundo habrá de adquirir ineludiblemente un carácter
conocerte como nuestro Todo. dual: el del dolor y la alegría, la separación y la unión, la
Por lo que respecta al atman, tú nos has querido li 0
' muerte y la inmortalidad, Ahora bien, a quienquiera que
bres, ya que si no fuera así, tu amor no conllevaría fruto' te reconozca y te acepte sin reservas con tu doble rostro,
alguno, tu deseo de unión y tu alegría de ser no tendría le es dado formar uno contigo y puede exclamar al fin:
eco, En consecuencia, el atinan, así dotado de libre albe, «Todo se ha realizado, no me queda nada que desear»,
dría, sólo encuentra su razón de ser en la plenitud de una:'
total comunión contigo. Por eso, en las regiones del se
que él rige, la más intolerable angustia consiste en no sen
tir tu presencia; se trata de la angustia inherente al p:
queño yo. Y la dicha más completa estriba en hallar
conscientemente vinculado a ti; es la felicidad que na
del amor realizado,
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El derecho al amor
EL DERECHO AL AMOR portancia se nos antoja más ínfima todavía que la de una
pulgarada de arena. Y lo cierto es que el sistema solar en-
tero ocupa un lugar tan nimio entre la profusión de gala-
xias que las 1natemáticas se ven impotentes para medir su
extensión.
Por doquier en el poderoso imperio del Señor de los
Anoche no dejaba de resonar este canto en mi cor universos, los habitantes que pueblan las miríadas de
mundos desconocidos prosiguen, en este mismo momen-
Señor, rompe todo obstáculo to, su existencia para nosotros inconcebible, Y por do-
en el camino del amor. quier, perdidos en las alturas de un cielo ilimitado, existen
Que no subsista nada que pueda separarnos. astros cuya luz no captan todavía nuestros telescopios,
¡Oh, no permanezcas alejado de mí1 mientras ésta progresa sin fin a través de los tiempos en
Así en la soledad como entre la multitud, dirección a nuestra Tierra.
en el interior como en el exterior, En definitiva, lo ignoramos todo acerca de los mun-
¡permite que en todo momento mi alma te cante dos divinos) invisibles y misteriosos, cuya existencia, de
instante en instante, descansa por entero en los poderes,
¡Cuán extraordinaria plegaria' Esa unión en el ·• para nosotros ininteligibles, de la divinidad suprema.
es con Dios mismo con quien el hombre quiere vi Y esa diminuta mota de polvo, esa infinitesimal par-
¿Cómo ha llegado a creer realizable un lazo amoroso{ tícula que es el hombre en el espacio, se atreve a hablar
tre el Creador de todos los mundos y él, y a expres · de relación amorosa con el Señor absoluto de ese inson-
aspiración de tantas maneras diferentes? dable universo, ¡osa soñar con tener un lugar a su lado y
Ahora bien, el espíritu humano ¿no se confiesa reinar con Él 1
ciclo tan pronto como intenta pensar en la multitud d En el cielo sin límites, el fuego nacido de la oblación
mundos creados? En efecto, si uno consigue represe universal del Creador arde de era en era en el corazón de
se siquiera un ápice su propia pequeñez en relación las estrellas. Y yo, que aguardo en un rinconcito del cam-
la inmensidad del universo, le faltan palabras para e po sacrificial, tras las multitudes que se reúnen en él,
sar esa percepción. Considerado como simple indi ' ¿cómo puedo rogar al guarda del umbral que me autori-
entre los miles de millones de habitantes de esta Tier ce a colocarme cerca del supremo Maestro de ceremonias
hombre parece en extremo insignificante, ¡y cuán '. del sacrificio?
provistos de importancia sus dolores y sus alegrías!, Es bien sabido que la ambición humana carece de lí-
embargo, puesto en paralelo con el sistema solar, s mites. Rezan las crónicas que Alejandro se proclamaba
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,·,I ¡·,
La morada de la paz El derecho al amor
incapaz de saborear el placer de la victoria en tanto e · to. Aquel gue nos da la vida nos otorga asimismo el dere-
tieran otras comarcas por conquistar. Apenas conclui cho al amor. Así pues, ¿qué podríamos temer? ¿Por qué
la batalla, le era imposible postergar el ponerse de nue no atrevernos a elevarnos hacia Él?
en marcha a la cabeza de sus ejércitos. En otro orden Nuestro mayor privilegio estriba en estar dotados de
cosas, son numerosos aquellos que, pese a no disponer un atman perfectamente individualizado y que no puede
lo necesario para el sustento, sueñan con la cámara del t .,. fundirse en ningún ser ni en cosa alguna. Es un privilegio
soro del dios de la fortuna. Y abundan los ejemplos quet más esencial todavía que recibir los rayos del sol, la luz de
ponen de manifiesto que ninguna esperanza que el han±,; la luna y la de las estrellas. Mientras por doquier impera
bre albergue se le antoja jamás por completo irrealizable;: la ley gravitacional, sólo nuestra individualidad escapa de
En la verdad de su ser, todos aspiran a unirse en w:(°' la atracción universal De no ser así, se desintegraría y se
vínculo de amor con el Creador de los mundos. Ese de• mezclaría con el polvo de los caminos. Ahora bien, dado
seo que en lo más hondo prevalece sobre cualquier otro · que la presión de ese inmenso universo no se ejerce sobre
¿constituiría al mismo tiempo su mayor locura? ¿No mi a/man, puedo seguir sintiéndome seguro de mi digni-
tratará acaso de pura fantasmagoría, nacida de la nece,,í,(;>.C dad innata y avanzar por la vida con la cabeza alta.
dad de colmar la perpetua insatisfacción del ego) En los Puranas 1 se dice que Kashi, la Benarés santa,
No. La búsqueda del amor divino no va en modo no es de este mundo, Seguramente llevo en mí, bajo la
guno ligada al ego. Aquel que se consagra a ella forma de mi yo esencial y único, esa ciudad terrenal y ce-
más bien a volverse humilde entre los humildes, a situar: leste a la vez. Al igual que ella, existo en este mundo, y
se lejos detrás de todos; y se considera inmensamente n<k',' · • existo de manera similar allende sus límites. He ahí por
vilegiado si se le ofrece una oportunidad de prcJst,arr,an;e qué considerarse un átomo insignificante supone pura
ante un ser en quien cree reconocer a un elegido del aberración. De hecho, el universo y el hombre responden
ñor. No persigue ni poder ni riqueza, sino .que, por a necesidades de órdenes diferenciados, y resulta absur-
contrario, se siente dispuesto a abandonarlo todo do querer medirlos al uno con respecto al otro,
llevar a buen término sus esperanzas. Por eso la aspira' En el plano de mi a/man sin parangón, el Señor no
ción de los humanos al amor de Dios, el hecho de que co' me impone su ley, sino que me ofrece su presencia de fe- ¡,
licidad, bajo una forma que sólo existe para mí. Es sobre 11'
nacer ese amor, más vital a sus ojos que cualquier afecto l'I.
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La morada de la paz El derecho al amor
no sobre las leyes terrenales, Por esa razón me es da ·'viertes en mi bienamado y resultas inapreciable para mí».
vir paralelamente en este mundo y en el más allá, E Por eso, Señor, el ego, que cree poder bastarse a sí
!ación con la persona humana y con el dios que la h mismo, llega con tal facilidad a rechazarte, Si adopta con
los Upanishads declaran: «Él y yo somos como dos ,i respecto a la tierra o al agua una actitud similar, acusa de
perchadas en una rama del mismo árbol», En efecto , inmediato el contragolpe: ahora bien, si te declara: «No
mas dos compañeros que vivimos uno al lado del necesito para nada tu presencia, Lo que yo quiero es di-
la proximidad más extrema, nero y celebridad», te inclinas ante su decisión y aguar-
En este mundo, las cosas se hallan regidas de tal das en silencio,
nera que todos tenemos un tributo que pagar como Tal vez algún día el yo ávido de posesiones compren-
cío de nuestra existencia, Si no saldamos día tras , da que ni la gloria, ni las monedas de oro o de plata, ni las
nuestras múltiples deudas con la tierra, el agua, el ciel joyas y las piedras preciosas le darán acceso a la morada
el aire, empezamos a asfixiarnos, Sin embargo, en la solitaria del alma, donde nada de este mundo, ni hombre
rada del atinan todo se ofrece gratuitamente, Esa mor ni cosa, penetra jamás, No existe la menor fisura por la
es, para cada uno de nosotros, el templo del Amigo ' que deslizarse, pues sólo el Amigo supremo puede ocu-
co que promete una y otra vez: «Lo que desees co par esa cámara secreta donde reside el atinan inmortaL
grarme lo recibiré; mas aun cuando te guardases todas Mas en verdad el atman v. el vo. están llamados a unirse v'
)
cosas para ti, no te privaré de ninguno de los benefi ' si llega un momento en que el yo puede decir: «¿ De qué
que te están destinados», sirven la fortuna o la popularidad? ¿De qué sirven todas
Si no fuera así, el Creador reinaría a solas en su re' esas cosas acumuladas? ¡Señor, tú eres lo único que quie-
y desconocería la felicidad que supone la unión, ¡Qué ro!», y si algún día puede añadir: «Sé que en la morada
rrible e infinita soledad la del hombre que no conoce a aislada de mi yo esencial, de mi atman, donde ni siquiera
igual! Por eso el Señor ha abdicado de su soberanía c' se proyectan los rayos del sol o de la luna, puedo ser tuyo
respecto a nosotros, a fin de que el amor pueda expr y tú puedes ser mío», entonces la unión se llevará a cabo,
se, Viene a ocupar su lugar en el jardín florido de nues El novio celestial ocupará su lugar en la cámara nupcial
identidad eterna, donde Él mismo asume una identida del alma y la persona humana conocerá su plena realiza-
ninguna otra semejante, para poder revelarse a cada ción.
de nosotros como su eterno Amigo, El Señor nos dfo Cuando eso ocurra se producirán ciertos cambios
«No puedes determinar por ti mismo el precio de la l asombrosos, El pequeño yo tomará conciencia de su pro-
que te ofrezco, pues no tienes conciencia de tu propio pia indigencia y despertará cada vez más a la grandeza del
lar, Éste reside en el gozo que hallo en ti, porque bajo e amor divino, Discernirá las riquezas ocultas en su propio
forma única que soy yo en ti, te doy mi amor, tú te corazón y comprenderá que un amor semejante carece de
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La morada de la paz
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La morada de la paz Libre albedrío 1• voluntad
mejante espectáculo pueda suscitar en nosotros, nos p el cuerpo busca el contacto de otro cuerpo y la mente La
paramos para las horas que tenemos por delante y comunicación con otras mentes, la personalidad huma-
dedicamos a nuestros quehaceres habituales sin que na aspira a la intimidad con otras personalidades, aptas
embargue la menor confusión. igualmente para disponer de sí mismas. En ausencia de
Está claro que intervienen dos formas de voluntad es: tales contactos, el libre albedrío pierde su significación
trechamente conectadas entre sí, una gue actúa en el seno> original y se transforma en una fuerza ciega. En tal caso,
de la Creación y otra restringida a los limites de nuestro el individuo ya no conoce otra necesidad que sus propios
entorno. En los antiguos reinos de tipo feudal, el rey, apetitos, y no vacila en recurrir a la violencia a fin de sa-
dentemente, gobernaba; sin embargo, cada uno de los se, ciarlos.
ñores, sus vasallos, era responsable de un feudo, parte En cambio, si el libre albedrío se ejerce de manera es-
integrante del reino. Todos los signos exteriores de la rea- pontánea, lejos de toda compulsión nacida del ego, con·
leza se ponían de manifiesto en el interior de dichos feu- serva su integridad primigenia. El hombre, entonces, no
dos, pues los señores eran los amos y actuaban según les se siente tentado a imponerse por la fuerza, pues no tiene
pluguiese. Del mismo modo, el Divino convierte a cada otro objetivo que encontrar al prójimo en el mismo plano
ser en un rey en el ámbito de su atinan inmortal. Allí, el de auténtica expresión de sí. Y esta última esperanza
barrendero de las calles es soberano, con el mismo dere- permanece viva en él, incluso aunque nada, ni los bienes
cho que cualquiera. Aquel que determina todas las cosas, materiales, ni forma alguna de poder, ni el orgullo de una
otorga a la persona humana, en el plano de su verdad supuesta independencia, sea ya capaz de colmar sus aspi-
fundamental, una partícula de su poder de volición. En el rac10nes.
contrato que firma con cada uno de nosotros, está esti" La persona que desea mantener relaciones armonio-
pulado que tendremos el uso exclusivo de ese poder «en sas con un ser amado ya no busca defender a toda costa su
tanto brillen el sol y la luna». propia libertad de decisión. Por el contrario, se esfuerza
Mas el yo hace suyo ese don eterno ofrecido al atman en poner freno a sus exigencias e incluso en ocasiones lle-
y se embriaga de un sentido erróneo de su libertad de ac- ga a desprenderse de toda forma de reivindicación ego·
ción. Puesto que sólo le importan sus propios deseos, no céntrica. Cuando hace de esa manera abstracción de sus
tiene en cuenta otra ley que la suya y osa argüir un dere- supuestos derechos a una completa autonomía, se sume
cho natural a actuar como le plazca. Ahora bien, el ejer- en un estado de dependencia, consciente y deseada, que
cicio de la voluntad individual se basa también en leyes no es en modo alguno asimilable a una forma cualquiera
universales. No es satisfaciendo sin mesura los menores de servidumbre. En efecto, aun en el caso de que un hom-
caprichos como cabe conocer la verdadera dicha. Al bre consiga reducir a otro a la esclavitud y lo explote bajo
igual gue la materia atrae hacia sí la materia, al igual que coacción, no puede forzarle a son1eterse interiormente.
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La morada de la paz Libre albedrío y voluntad
En el mundo de nuestro yo, la voluntad es el m · ces se revelan plenamente el auténtico valor del libre sl
de todos nuestros actos, cuando en verdad nuestra bedrío y toda la extensión de su campo de acción.
ponsabilidad primordial consiste en aprender a mod De hecho, todos aspiramos por naturaleza a crear un
nuestras facultades volitivas en función de las del pr · ámbito de entendimiento con el prójimo, y tal como he-
mo. Y paradójicamente, cuanto más progresamos en mos dicho, dominar a alguien no proporciona verdadera
dirección, más numerosos son los ámbitos en los que alegría. Tal situación constituye el reflejo de una ley divi-
sentimos capaces de dominar la situación v más se am na. El poder de libre determinación del Creador sólo pue-
nuestro universo personal. de concretarse junto a seres capaces de determinarse por
Un ama de casa, en el verdadero sentido del sí mismos. Por eso el Señor nos dota de libre albedrío, y
es aquella que sabe subordinar toda tendencia a no ello sin condición alguna, de tal suerte que todos pode-
sino su santa voluntad a las necesidades y deseos de la mos actuar con completa independencia. En todas partes
milia entera, sin olvidar a criados y vecinos, convirtiend Dios es dueño y señor, no tributario de la ley cósmica que
así ese círculo cuya alma constituye en un refugio de p emana de Él v todas las cosas son parte integrante de su
fecta armonía. Muy a menudo se ve obligada a limitar ser infinito. Sólo existe una sobre la que no ejerce derecho
expresión de sus propios deseos o incluso a renunciar ,Í' alguno: nuestra libertad de pensamiento y de acción. Ja-
ellos por completo. Ahora bien, puesto que no aplasta•a, más atenta contra ella; sin embargo, al esforzarse por se-
nadie con su autoridad, le resulta posible dirigir sin nirú} ducir nuestros corazones, nos invita a sintonizar nuestra
gún género de duda el hogar que tiene a su cargo. Etí; voluntad con la suya. Así, disponemos de un bien del que
cambio, si no está dispuesta a ponerse al servicio de los' podemos en verdad hacer ofrenda al Divino. Si le ofrece-
demás, las tensiones que con ello origina le impiden cumi' mos flores, se trata de hecho de sus propias flores, y el
plir su verdadera función. Por eso cabe decir que, en el agua es su agua, y todo es siempre suyo. Abara bien, si le
terreno afectivo, la más pura forma de independencí~<, ofrecemos nuestra aptitud para disponer de nosotros mis-
sólo se obtiene en un marco de dependencia libremente!' mos, a fin de que nuestros pensamientos y nuestros actos
consentida. puedan integrarse en el Todo, ése constituye un don ver-
El poder de volición individual no puede, pues, dadero de la criatura a su Creador.
cerse de manera efectiva en un ego que no cesa de afirmar El alma comprende, a través de numerosos signos, que
su derecho a la libertad. Sólo adquiere su pleno sentido si una y otra vez el Señor de los mundos infinitos aborda en
se basa en el respeto al otro, en una relación fundamenta- la ribera de nuestro ser, con la esperanza de que al fin sa-
da en la simpatía y la comprensión. La fuerza de voluntad bremos entregamos a ÉL Si en este mundo se priva de ese
desvela todas sus potencialidades cuando se olvida de sí. ; aspecto de su tesoro que es nuestra pequeña persona, es 1!
misma, no cuando se anuncia a bombo y platillo. Enton- por la alegría de su juego amoroso, ese amor sin límites cu·
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La morada de la paz
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creta en el aspecto de principios absolutos, mientras que :1
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La morada de la paz La belleza
la beatitud subyacente se irradia a través del encant va de nuestro ser concedida espontáneamente. «Ven a mí
suntuosidad de las formas, También por eso el co por tu propia voluntad-nos dice-, y cada uno conoce-
miento de las leyes naturales se revela indispensable rá por el otro la plenitud .de la verdadera dicha,» Él, que
nuestra supervivencia, mientras que la experiencia d ha depositado una partícula de sí mismo en lo más re-
bilo universal no constituye un imperativo de orden cóndito de nuestro ser, en la residencia de nuestro atman,
Necesitamos saber que el sol sale cada mañana y te en un santuario allende los mundos, es el Señor de abso-
en cuenta para organizar nuestra existencia de ma luta beatitud que se expande por el universo entero y que
coherente; no obstante, si permanecemos insensibles en todas las cosas, incluido el azul del cielo, el verde de
luminosidad del alba y a la paz que de ella se despre las selvas profundas o el perfume de las flores, desvela su
ninguna de nuestras actividades se verá perturbada presencia.
ello, Si apareciese revestido de su omnipotencia, nos pos-
El universo nos impone su orden inmutable, En traríamos ante Él con las manos unidas, Sin embargo,
bio, las prodigiosas interacciones que, mediante el j cuando viene hacia nosotros, es el Amigo y se acerca a pa-
de los colores, las fragancias o las flores, tejen su magn· sos inaudibles, Viene solo, Ni guardias armados ni jueces
cencía no nos atan en modo alguno; y si carecemos_,:d'.: despiadados le siguen; ninguna fanfarria hace sonar en su
sentido de la estética, ni la tierra, ni el cielo, ni los ríos honor las trompetas de la gloria, Y como no quiere ni sa-
los océanos nos reprochan nuestra indiferencia a su cudir por la fuerza nuestro letargo, ni arrancarnos del
pecto, error contra nuestra voluntad, no hacemos nada por per-
De ello se desprende que, si bien estamos sujetos mitirle ocupar un lugar en nuestro interior.
ineluctabilidad de las leyes cósmicas, gozamos de una Y no obstante, se trata de una actitud estériL En tan-
berrad perfecta tan pronto penetramos en el reino de, to el hombre, dado que su espíritu no está iluminado y no
belleza, Ésta, en efecto, sólo se revela a través de la p tiene por qué temer las sanciones de un poder intransi- 1¡
fecta gratuidad del arrobamiento que hace nacer en nue gente, no se adentre de manera deliberada por la vía del
tros corazones, Y si alguien exclama: «¡Al diablo e amor, permanecerá de vida en vida esclavizado a las ne- 11
vuestra belleza!», la propia Lakshmi, la diosa de lo be cesidades terrenales, Recorre como esclavo la ronda de
1,
en este universo sin lín1ites, se aleja sin protestar. No e ' las existencias, sin presentir que nace en este planeta para ,i,,
,,,,
ten ni reglamentos ni policía que puedan forzar a nadi hacer suya la alegría inherente a todo cuanto existe,
interesarse en las maravillas del mundo, Abramos, pues, de par en par las puertas de nuestro
El Señor nos ofrece ese exquisito y misterioso esple tabernáculo secreto, allí donde ni siquiera se refleja la luz
dor que irradia de su Creación sin pedir nada a camb · de los astros, adonde ningún amigo humano ha accedido
Lo que espera de nosotros, no lo olvidemos, es una dá jamás, pero donde aguarda, vacío, el trono del Amigo sin
160 161
La morada de la paz
par. Dejemos que la luz entre a raudales en esa morad EL VERDADERO SENTIDO DE LA PLEGARIA
de nuestra alma.
Al amanecer, nuestros ojos distinguen claramente lá&t,
primeras luces del día, portadoras del resplandor divina,"
que vienen poco a poco a envolver nuestro cuerpo físico_;/t
¡ojalá podamos percibir, de modo tan evidente, la beati-
tud, la gracia y el amor supremos, que con sus ondas Se ha dicho a menudo que en la vía de la realización inte-
compactas buscan abrazar estrechamente nuestro ser en~-- rior la plegaria no tiene razón de existir, que sólo impor-
tero! tan la meditación y el arte de alcanzar al Absoluto en el
Ahora bien, aunque el Señor, sin cansarse, aguarda ínterior de uno mismo.
en los linderos de nuestra conciencia, nos permite descu- Tal punto de vista resultaría aceptable si no discernié-
brir por nosotros mismos su rostro de felicidad. Día tras semos, por doquier en este mundo, los signos de una
día, regresa; día tras día, despliega ante nuestros ojos el conciencia en acción. Cuando nos recogemos ante una re-
espectáculo movedizo de la belleza universal, sin jamás presentación de la divinidad, no es a una masa de metal o
forzarnos a contemplar su obra. a un bloque de piedra a quienes ofrecemos nuestras plega-
Sin embargo, en el momento en que la pequeña chis- rias. Las dejamos brotar de nuestro corazón porque senti-
pa de verdad que se incuba en nuestra alma prenda por mos allí una presencia dispuesta a oírnos y a escucharnos.
fin, nada nos será ya velado, ni la realidad secreta de las Si Dios sólo fuese el Señor de nuestra realidad terre-
cosas, ni su esplendor, ni el amor que las habita. Enton- nal, si sólo se manifestara mediante un conjunto de pres-
ces comprenderemos por qué vagamos durante tanto cripciones inexorables, ¿cómo hubiese podido germinar
tiempo en este mundo, aparentemente reducidos a un yo en nuestra mente la idea de dirigirle nuestras peticiones?
no vinculado al Todo, juguetes impotentes del sufrimien- Mas es asimismo el Dios de amor y de felicidad que, por
to y de la muerte. Y el misterio que supone para nosotros libre decisión, responde a las aspiraciones de nuestra
ese drama de una ilusoria separación nos será desvelado alma. No obstante, con ese rostro no resulta accesible a
en un santiamén. nuestra facultad de reflexión, por vasta que sea. El hom-
bre sólo puede conocerle si se entrega a Él mediante un
acto de su libre albedrío.
Decía aver que en este mundo la intención divina se
manifiesta ~sencialiuente a través de la belleza. Ésta rea-
nima en nosotros la sed de unión con Dios, pero al mis-
mo tiempo refleja la sed de unión de Dios con el hombre.
162 163
La morada de la paz El verdadero sentido de la plegaria
He ahí por qué lo hermoso sigue careciendo de interés a siempre rechazados, pues la tensión, física o mental, no
nuestros ojos en tanto nuestras preocupaciones egocén---', tiene sitio en el seno de la alegría. Sólo una aspiración
tricas ocupen por entero nuestra mente, mientras confiada y sin cálculo nos dará acceso a su santuario.
nos produce placer adornar a seres y cosas si nuestra sen-~ Ahora bien, el corazón es la morada de la aspiración.
sibilidad se ve afectada. Por eso en las reuniones en que Nutre un deseo de completitud que no puede surgir de la
compartimos entre varios un mismo regocijo, al satisfacer nada. Su sensación de una progresión constante, su cer-
un idéntico deseo, es donde apreciamos particularmente teza de que existe un objetivo que hay que alcanzar no
los bellos atavíos, los perfumes y la música. El Señor, sin son pura ilusión. Si fuera así, ¿de dónde provendrían ese
necesidad absoluta, ha diseminado la belleza por doquier deseo, esa sensación, esa certeza) ¿Qué poder les permi-
en el universo, y así nuestro corazón sabe que su Crea- tiría existir, siquiera un instante? En lo más profundo del
ción ha sido concebida en vistas al reencuentro y la co- universo, al igual que dentro de uno mismo, ¿acaso no
munión. Sabe que las mara,~llas naturales no son pura encontraremos jamás sino superchería?
superfluidad. No. Cuando la plegaria brota del corazón, éste se
Sin embargo, el propio corazón humano es una fuen- abreva, a través de los vasos gue lo vinculan al Todo, en
te de interrogantes. ¿Cuál es la razón de ser de las intui- la fuente de la intención universal. Así nutrido con el néc-
ciones, los impulsos y la ternura que lo habitan? Porque tar de un júbilo sagrado, se fortalece de día en día, mien-
la luz brilla, tenemos ojos para ver. Porque la naturaleza tras que sólo le cabe marchitarse y languidecer si se ve
circundante se ofrece a nosotros, estamos dotados de una O privado de él. El corazón no requiere ni riquezas mate-
conciencia apta para percibirla. Porque hay un universo ' riales, ni conocimientos, ni experiencias; sólo aspira a la
por descubrir y conocer, nuestra inteligencia está ahí, dis, dicha y al amor. Y quiere hacerlos suyos, pues le consta
puesta a explorarlo. Mas ese corazón que hay en nuestro que le está permitido el acceso, acaso de manera imper-
pecho ¿para quién, o para qué, late? Late a fin de que nos fecta en la vida cotidiana, mas en grado supremo en el
regocijemos en Aquel que, como afirman los Upanishads,' seno de la divinidad. De lo contrario, el hombre sólo po-
de todas las cosas constituye el sabor y de todas las cosas. dría aguardar la muerte, repitiendo machaconamente va- 1
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La morada de la paz El verdadero sentido de la plegaria
gundo. Por ejemplo, ¿de qué modo podrían las fue nuestras lágrimas sobre el trono desamparado del Ami-
vítales garantizar las funciones naturales, como la r go sin par?
ración? Por eso se ha dicho: «Si la beatitud no colma Mientras nuestro corazón arda en nosotros, nuestro
universo, ¿quién estaría jamás dispuesto a realizar el Dios de amor no cesará de proyectar la belleza por do-
nor esfuerzo? ¿Quíén aspiraría siquiera a mantenerse e quier en el universo, a fin de que algún día éste se desve-
vida)». No obstante, en verdad el Señor difunde por le ante nuestros ojos como la morada del gozo. Ahora
quier su felicidad. bien, entretanto no se realice la unión entre Él y la perso-
La plegaria sirve de intermediario entre el deseo na hunrnna) ¿cómo aplacar, en el interior de uno, b. an-
allá arriba y la aspiración de aquí abajo. Mensajeraª"'ª~'"'''' gustia de la separación?
gable, se proyecta sin cesar de uno a otro borde del En eso consiste el objetivo de la plegaria. Surgiendo
mo que parece separar a Dios de la persona humana. de la noche del yo, se eleva hacia la luz, del mismo modo
cual explica la audaz conclusión de los visnuistas: si el que el loto, tras abrirse camino hasta la superficie de las
ñor, afirman, hace sonar su flauta al compás de ritmos aguas cenagosas, se vuelve hacia el sol y revela su gracia
cuento, no persigue con ello otro objetivo que dejar fragante, húmeda de lágrimas de rocío. Así, la sed de
su llamada en el corazón del hombre. Esa música no nuestra alma traduce en palabras de continuo renovadas
mejante a ninguna otra es la imploración que Él murmu7C la eterna imploración que, por sí sola, las contiene todas:
ra sin fin en las profundidades de ouestro ser. Por esa ra, «De lo irreal condúcenos a lo real, de las tinieblas a la luz,
zón la melodía de la belleza engendra en nuestra alma la) de la muerte a la inmortalidad».
nostalgia de la unidad perdida. Tan sólo un ser de extrema crueldad, rebosante de
Cuando el Divino, mediante el encanto sutil de fatuidad mental y de cinismo, sería susceptible de no ver
notas, nos convida a ofrecernos libremente a Él sino una inepcia indigna de consideración en esa súplica
un lado la omnipotencia que constituye uno de s~s de cada instante, ofrenda que el corazón del hombre hace
butos. El inconmensurable poder gracias al cual mantie- a Dios. Únicamente un ser semejante osaría ridiculizar y
ne de manera infalible la rotación de los planetas alr~T rechazar las peticiones de los habitantes de este mundo.
dedor del sol, no ejerce presión alguna sobre nuestra ' Mas el Señor oye nuestras súplicas. Cuando, tras este
voluntad. Por eso los acordes sin cuento de la flauta uní" exilio carente de alegría en el reino de la muerte tenebro-
versal son tan perfectamente armoniosos v están ím~i;:: sa y falaz, emprendamos el viaje de regreso hacia el Biena-
pregnados de tan desgarradora compasión: por eso el' mado de nuestra alma, será el ángel de la plegaria quien, a
Señor jamás se cansa de invitarnos a la plenitud de l la luz de su vacilante llama, nos indique el camino.
unión. ¿Acaso no permitiremos que ascienda hacia Él er¡
respuesta una ardiente aspiración? ¿No derramaremos'
166 167
El orden natural de las cosas
EL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS en ese punto, rompe el vínculo que une todas las cosas.
:Haz esa ínfima excepción en mi favor», ello equivale a
decir, por ejemplo: «Puesto que en este camino fangoso
me he manchado la ropa, ¡que tu sol venga a secar la tie-
rra bajo mis pasos 1 ¡Y poco importa si para ello te ves
obligado a romper las fuerzas de cohesión entre las cons-
Aspiración, amor, alegría ... En la mente humana, telaciones, y a permitir que astros y planetas se dispersen
nociones evocan a su contrario, v de pronto el corazón al azar por el espacio!».
encoge: ¿por qué tantas presiones, tantos obstáculos?: La organización del universo no está en función ni de
¿Por qué se me niega aquello que deseo, y por qué lo los individuos ni de porciones cualesquiera de tiempo. Sin
no he deseado viene a aplastarme con su peso? embargo, puesto que cada uno de nosotros se halla inser-
El hombre no descubre la respuesta como to en lo real subyacente a nuestra realidad material, esta-
de una argumentación racional; sólo la fe puede sugerfo, mos fundamentalmente unidos al Todo. En ningún mo-
sela. Entonces rememora las palabras de las mento puede producirse una ruptura entre el conjunto de
«Él, que es a un tiempo el Padre y el Amigo, es quien la Creación y nosotros. Según los Upanishads, desde la
gisla los mundos». Dios, que nos hizo nacer a la luz, eternidad de los tiempos y durante las eras por venir, el
inevitablemente nuestro amigo; si no hallara su placer en Señor de los mundos coordina todas las cosas con la más
nosotros, no podríamos existir, Mas es asimismo el Crea' extrema precisión. Se ha dicho gue el orden universal no
dor, el Uno, de quien todo procede, el coordinador tiene principio ni fin, e incluye en perfecta unidad todas
universo entero. Así, el Amigo y el Legislador no consti 0 ' las formas existentes. Del uno al otro confín de la Crea-
tuven sino uno solo. En el fondo, no hav,
,' . pues, nada que\ '' ción, en su ordenamiento sin falla, nunca incompatibili-
temer de las leyes naturales. °'' dad alguna viene a destruir el equilibrio; nada se disocia
No obstante, dichas leyes no podrían depender deun" jamás. Al analizar las leyes que aseguran la adherencia de
azar caprichoso. Si sus modalidades variasen de un día,i los átomos y las moléculas entre sí, la ciencia moderna no
para otro, de una persona a otra, sin jamás estabilizarse., ; ha emitido conclusiones más síntétioos ni más rigurosas.
el caos reinaría en toda la Creación. De modo que lo&° Ahora bien, si todo acabase ahí, si Dios sólo fuera el le-
principios que la rigen no pueden ser sino universales, gislador supremo, se contentaría con aplicar con mano de
El hilo irrompible que teje la tela del cosmos une to(' hierro una reglamentación implacable; el hombre no se di-
das las cosas de manera perfecta, desde la más minúscula/ ferenciaría en nada a sus ojos de un trozo de madera o una
mota de polvo hasta las galaxias. Si para satisfacer un de- piedra, de una mota de polvo o un grano de arena. El ser
seo personal imploro de esta guisa al Señor: «Ahí, just humano no sería entonces sino un prisionero encadenado.
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La morada de la paz El orden natural de las cosos
Mas en verdad el soberano de los universos es asim· ningún privilegio particular. A la inversa, en nuestra uni-
mo el Amigo. La ley del Señor, que interviene en tod' cidad, allí donde, para su mayor gloria, somos nuestro at·
cuanto existe, resulta fácilmente discernible; ¿rr1ecliar1te. man a ningún otro semejante, no permíte que nuestra
qué signos se manifiesta el Amigo? Su presencia no identidad pueda, por poco que sea, disolverse en la iden-
perceptible allí donde se impone el orden ine:lm:table;J: tidad del prójimo o perderse en el Todo.
sólo se hace sentir en lo más profundo de nuestro ser, El Creador, en su función de ordenador, estructura el
esa cámara secreta donde vela el amoL Si bien el cosn1os y el cuerpo humano de tal n1anera que cada uno
de acción del divino arquitecto es la naturaleza univ,:rs:>1,.zi de nosotros sea parte integrante del conjunto. No obs-
es en nuestro interior donde el Amigo tiene su morada u~¿+:,, tante, en cuanto Amigo, nos hace suyos absolutamente.
felicidad. Las características gue compartimos con todo y con to-
Por un lado, el hombre es parte integrante de la na- dos constituyen nuestra naturaleza física; las que nos
turaleza; por otro, forma uno con su alma inmortal. unen al Señor constituyen nuestra alma inmortal.
manera inevitable, está obligado a pagar sus cánones
Señor de la tierra, pero para el Amigo eterno reúne
ofrendas libremente. Y si bien sólo con la ayuda y el
tén de la naturaleza tiene posibilidad de conocer el
dadero bienestar corporal y material, puede, en co1ntra <i0
170 171
Triadas
mos formar uno con la plena beatitud divina, nidad inmanente deviene perceptible,
Si en los planos de la naturaleza terrenal y rnrrw,rol Si la disposición de los mundos no estuviera estable-
-planos donde todas las criaturas han sido formadas cida por siempre jamás, si no fuera de una precisión sin
partir de un mismo tejido- nos apartamos de las tacha, se producirían desgarrones en la textura del cos-
establecidas, nuestra existencia adquiere un carácter mos, La armonía que prevalece de un extremo al otro de
rrante, Porgue nos parece lícito forzar a seres y cosas la Creación sería destruida en un instante, El universo se
plegarse a nuestros caprichos, creamos la confusión dislocaría, proyectando hasta el infinito, en una loca dan-
doquier, Ahora bien, impunemente para con nr,sc,tr<JS} za del fin del mundo, miles de millones de restos que las
mismos no sabríamos obligar siguiera fuese a una m<:ita• »;·0 fuerzas adversas triunfantes se ensañarían en reducir a
de polvo a adoptar un movimiento contrario a su verd:ad. añicos. Pero, de hecho, sístemas solares y galaxias prosi-
interna, En cambio, si aprendemos a respetar en su guen su ronda de era en era, y si ampliarnos nuestra vi-
pecificidad hasta la más ínfima partícula, animada o irnf' sión, percibiremos la paz sin límites, basada en un equili-
nimada, de este mundo que nos acoge, nuestra propia Ín' brio inmutable, que constituye los fundamentos de su
tegridad ya no tendrá que sufrir las consecuencias de·:: carrera vertiginosa.
nuestras aberraciones. Por eso necesitamos ante todo to'"'<_:_ _, Porque esa paz que nada altera emana de la verdad
mar conciencia de las leyes físicas, y luego aprender a subyacente y nos habla de Dios, revela ser el bien absolu-
acomodamos a ellas, De ese modo nos ligamos a nuestro,., to cuando el alma se sumerge en su inmensidad,
entorno natural, lo que nos hace aptos para cumplir ei,ir Con esa triple expresión de verdad, paz y bien, el Di-
verdadero objetivo de nuestro aprendizaje terrenal: el co' · · vino abraza a cada ser y vela por él en todo momento, Por
nacimiento del Divino, en su aspecto de paz inalterabl eso hallamos en Él un refugio eternamente estable, Sin
Por bien organizados que estén, los sistemas que embargo, si no nos sometemos a las leyes de la Creación,
172 173
La morada de la paz Tríadas
si no discernimos su esplendor interno ni arrn<;,JJi el estudio de los textos sagrados, la madurez, con sus res-
nuestra realidad individual con la realidad univer ponsabilidades familiares y sociales y, por último, el pe-
conoceremos, tanto en el interior como en el ext ,, ríodo del retiro y de la consagración espiritual Tales dis-
sino oposiciones y conflictos. Como consecuencia tinciones se apoyaban en los tres aspectos del Divino que
tra n1isma presencia en esta tierra se revelará perju' acabamos de presentar: la paz, el bien y la unidad.
para el conjunto de los seres y las cosas, pues toda El primer período debía conducir a la serenidad. Ese
cordancia en el corazón del hombre, o entre la natu logro permitía acto seguido liberarse de las tareas de la
za y él, engendra el mal. ·"'' edad adulta de una manera beneficiosa tanto para el pró-
El bien, al igual que la paz que nos lo hace perce' jimo como para uno mismo, mientras que las acciones
ble, surge de la unidad del Todo. Constituye la expre '' humanas, en tanto la paz del alma brilla por su ausencia,
del Uno, de donde procede la multiplicidad de las for suelen tener efectos nefastos.
y que a la vez trasciende todas las cosas v se infiltra Basar la propia existencia en el respeto de valores sa-
más ínfima partícula de materia. ludables así para el mundo como para el hombre implica
Cuando la verdad, paz inmutable, se manifiesta e el abandono de toda motivación egocéntrica, pues sólo la
Creacíón en cuanto bien supremo, éste se revela co · ofrenda del yo al Divino hace posible un sentimiento de
amor, felicidad y comunión universal. Por eso el Se identificación con cada forma existente. Y cuando uno
supremo, fuente única de la multitud de seres, busca ha hecho plenamente suya esa verdad, entonces puede
unión con cada uno de nosotros. Mas esta unión no p · realizarse de manera íntegra, en el amor y la libertad, la
de realizarse si la persona humana no desarrolla su se unión de la persona humana con el Espíritu supremo, el
do innato de la armonía v de la perfección. En tanto Uno, que reúne en sí mismo todo cuanto existe.
mentemos contradicciones internas y permitamos Desde la infancia, el hombre toma, pues, conciencia
discordia prevalezca tanto en nosotros como a nuestro ; del universo y de las leyes que le son aferentes. Más tarde
rededor, sólo podremos atraer el espíritu del mal. llega a presentir en él la existencia de un bien absoluto.
Lo que une nuestra realidad y sus principios fo Por último, puede abrirse a la felicidad divina. Esta evo-
dores a la plena beatitud divina es la perfección y la lución interior se apoya al principio en el estudio, más
dad que sustentan la Creación. Así pues, sólo una asp tarde en el trabajo y las responsabilidades y, en último lu-
ción constante al bien y a la concordia pueden darn: · gar, en la unión en el amor.
acceso al reino de la felicidad. Por eso cuando entramos en meditación invocamos
al Uno, Señor de toda paz y de todo bien. Por eso, asi-
Antaño nuestra sociedad preconizaba el respeto a mismo, nos repetimos siempre la inmortal plegaria: «De
tres «edades» de la vida: la adolescencia, en la castida lo irreal condúcenos a lo real, de las tinieblas a la luz, de
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--
La morada de la paz
lí6 17í i
La morada de la paz Di/erencíación e individualización
divina no hallaría eco alguno en el seno de la C cosa leyes y límites precisos, no fueran en verdad sino di-
En la indiferenciación generalizada no habría en a visiones, el universo se hallaría desprovisto de cohesión.
to sitio para el menor acto volitivo. Los innumerables componentes de la Creación diverge-
Si un jugador de ajedrez guiere aplicar frente rían hasta tal punto unos de otros que nada permitiría re-
contrincante una estrategia que le sea propia, define conocer la unidad subyacente, salvo quizá alguna ecua-
d1versas etapas en su mente. Entonces, aun cuando e ción matemática altamente elaborada.
pieza conserva su papel preciso, sus desplazamientos De hecho, en el corazón mismo de las fuerzas de di-
ces1vos ya no dependen únicamente de las reglas del ' ferenciación que actúan perpetuamente, existe un poder
go; se basan asimismo en la decisión del jugador. supremo que, según el plan eterno del Señor, gobierna
que éste ha concebido los movimientos posibles, las cosas v las reúne sin fin, del mismo modo que el juga-
actuar según la táctica prevista e imprimir a la partida dor de ajedrez, al apoyarse en las reglas que establecen de
marca personal. manera independiente los movimientos de cada pieza,
Dios asigna a su universo leves de diversos tipos. asegura el desarrollo lógico de una partida según una lí -
agua, la tierra, la luz, la mente, t~do está regido de mane< nea de acción previamente concebida.
ra peculiar. Llamamos «limites» a los de esas leyes que Para los sabios de antaño, el Divino era el eterno Poe-
percibimos. Sin embargo, la naturaleza no concibe su5,'\ ta. En efecto, un poeta, tras poner bajo su control los ele-
propias delimitaciones: es el Creador quien le da formai mentos dispersos de la lengua, y obedeciendo a su propio
según su designio preestablecido; es Él quien decreta su '1 impulso creador, puede dar nacimiento a una formación
ordenamiento. De ese modo se desvela, por los efecto;;' rítmica de exquisita armonía, de donde se desprende una
que produce, la facultad de volición inherente a la divini' significación sintética. De modo similar, el Uno, al pro-
dad. Así, el Infinito deviene Ja fuente de lo finito, sin yectarse en lo múltiple, dota de propiedades sin cuento a
causa que el deseo Yel júbilo del Senor. cada ser y cada cosa y, combinándolos en sí mismo, hace
Por esa razón está escrito en ]os Upanishads: perceptible su función de conjunto. Así es como su Crea-
verdad todas esas cosas fueron creadas a partir de la ple- ción adquiere un sentido global.
na beatitud», y se dice igualmente: «La eterna felicidad Dios actúa por mediación de sus corrientes de fuerza
del Creador irradia en la Creación». Sí, puesto que a tra- coordinadas. Su poder creador es la unión de sus energías
vés de lo que emana de Él es su naturaleza misma lo que multiformes, gracias a las cuales permanece vinculado a
manifiesta, todo nace de su alegría y constituye la encar- la naturaleza universal y a cada uno de los elementos di·
nacion_ misma de su deseo. Por propia voluntad, se limita ferenciados que la componen. Por su omnipotencia, crea
ª las dIInensiones de lo finito v se encierra en la forma. eternamente un incomparable poema épico, al reunir,
Mas si las divisiones que Dios crea, al otorgar a cada con ayuda de multitud de lazos, todos los átomos de la
178 179
La morada de la paz Diferenciación e individualización
1
Creación, de un extremo al otro del universo materi Si el aislamiento constituyese la ley primera del ego,
del uno al otro confín del espaciotiempo. el menor encuentro provocaría una doble reacción de re-
Siendo infinito, se expresa por medio de lo chazo y no existiría ningún punto de contacto posible en-
Siendo atemporal, se manifiesta en la fragmentación del tre dos individuos. Mas en verdad el amor de Dios es un
tiempo. Este segundo misterio, que la ciencia denc,miné, j hilo conductor que junta a las almas unas con otras. Al
«evolución», no es menos anona.dante que el primero. Si suscitar en cada una la aspiración a la unión, despierta en
bien el Supremo contiene la eternidad en cada instante todo ser su verdad secreta.
revela de manera gradual su designio a través,de las mi-'
ríadas de formas en constante mutación, a través de la re- La Creación es como un cuadro de luz y sombras que
disposición permanente de los universos, así como a tra- el Divino va pintando de era en era, con el fin de que su
vés del lento desarrollo de la historia de los hombres y de amor se ~xprese cada vez más plenamente, mediante el
sus sociedades. juego de una constante oposición entre el alborozo de la
Los límites que impone la ley del Señor constituyen la unión y el dolor de la separación. Antes de arrojarse al
única fuente de diferenciación entre la ;,aturaleza y Él. océano del amor universal, el río de amor que brota de
En lo que concierne al ser humano, las fronteras de la nuestra alma inmortal se vuelve cada vez más angosto o
persona mantienen una distinción equivalente, de lo con· más ancho, más sinuoso o más recto, según que el egoís-
trario el juego amoroso del Señor consigo mismo no po- mo y la vanidad lo limiten y entorpezcan o que sus olas lo
dría tener lugar. En efecto, sólo la autonomía de nuestro lleven más allá de los apegos mezquinos y los afectos ce-
yo total permite su desarrollo. losos.
La naturaleza, definida por los principios que le son Como un loto naciente que abre sus pétalos uno tras
aferentes, es el campo de acción de las energías del Divi- otro, el amor que germina en el corazón de la persona hu-
no, mas su amor se revela en nuestro atman inmortat mana se expande poco a poco de la persona a la familia,
parcialmente reducido en este mundo a las dimensiones de la familia al entorno social, de éste a la nación y de la
de la persona humana. Se da el caso que condenamos a nación a la humanidad entera, para irradiar por fin de la
esta última porque vemos en ella un obstáculo para la ex- humanidad al alma universal y del alma universal al Espí-
pansión de nuestro ser. Sin embargo, es el Ser supremo ritu supremo.
quien ha dado de ese modo un aspecto finito a su felici-
dad. Ha convertido a nuestro atman y al amigo que lo ha'
bita en dependientes de nuestro yo terrenal, a fin de que
la alegría divina no permanezca sin objeto.
La naturaleza humana
LA NATURALEZA HUMANA tra en contacto con personas de todo tipo; por consi-
guiente, su éxito se basa ampliamente en la calidad de las
relaciones humanas que mantiene. Para llegar a un rango
elevado y mantenerse en él, debe plegarse a un conjunto
de reglas y de criterios reconocidos, vivir según un códi-
go dado. Entretanto se esfuerza por respetar dicho códi-
Como ya hemos visto, la naturaleza humana al igual
1
go, su entorno le respalda. Ahora bien, si tiende a des-
la naturaleza cósmica constituye el campo de acción
1
viarse, se enfrenta a una desaprobación creciente, y los
la energía cósmica, y nuestra alma inmortal el del golpes que recibe abren una brecha en el edificio de su
de Dios. En la naturaleza, el Señor manifiesta su ¡.,v•ucr,;,<.,>, vida. La confianza de que gozaba, acaso desde largo tiem-
por mediación de sus fuerzas diversificadas, pero m,,,, ... po, se desmorona cada día un poco más y acaba por ser-
diante la semilla de amor que coloca en nuestra alma se le definitivamente retirada.
entrega a nosotros sin pedir nada a cambio. De hecho, cualquiera que ejerza funciones elevadas
Los humanos difícilmente hallan un equilibrio no tarda en comprender la importancia de la disciplina
su naturaleza física y sus aspiraciones interiores. en el trabajo, y se da cuenta de que la eficacia se basa en
conceder prioridad ya sea al cuerpo o a la mente. Y en""· ,..:•, la aceptación de ciertas obligaciones. Al igual que el Se-
mayoría de los pueblos se descubre idéntica pr,Jp,arn;íóii ñor rige la Creación por medio de leyes irreversibles, el
a desarrollar en demasía un aspecto de la existencia en••}:;;: hombre debe gobernar su acción apoyándose en princi-
detrimento del otro. pios firmemente establecidos. Si reniega de tales princi-
Aquellos que dirigen todos sus esfuerzos hacia algu- pios, se sume en el caos.
na realización exterior adquieren en general talento, po- El obrero que no sigue las instrucciones recibidas se
der, fortuna, y en ocasiones su influencia se extiende,,.,,..,, revela incompetente. El padre de familia que no mantie-
pliamente por su país o allende sus fronteras. Por ne el orden en su hogar sólo desempeña su papel en par-
gracia de Annapurna, la diosa de la abundancia, prospe· te. Y sí un dirigente actúa sin reflexión ni método, su go-
ran en este mundo. Sin dejar de luchar, pese a una ávida bierno se va a pique. En verdad, aquel cuya inteligencia
competencia, por alcanzar un nivel cada vez más alto en no reconoce las leyes de este mundo va de fracaso en fra-
todo cuanto emprenden, algunos se aferran a varias vir- caso, siempre derrotado de antemano e incapaz de salir-
tudes esenciales. Y los mejores entre ellos demuestran se del atolladero en que se ha metido.
veces un verdadero sentido de la ética. No es sino constriñéndose a respetar algunas reglas
El hombre que, gracias a las aptitudes que ha sabido fundamentales como se está en condiciones de colmar de
desarrollar, ocupa una posición de responsabilidad, en-_O, manera duradera las propias ambiciones, tanto en el ám-
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La morada de la paz La naturaleza hwnana
bito intelectual como en el de las relaciones con Sin embargo, si no nos hacemos semejantes a Dios,
más o el de las actividades profesionales, De ese ¿qué oportunidad tenemos de conocerle nunca? Mientras
uno se vuelve apto para planificar una acción, dirigir sólo aspiremos a acrecentar nuestro saber, nuestras pose-
empresa, crear una obra de arte, y llega a cosechar siones y nuestras proezas técnicas, nos seguiremos alejando
plenitud el fruto de sus esfuerzos, Y cuanto más fiel cada vez más de su verdad, Y si en nuestra arrogancia ir,-
mantiene a los valores normalmente apreciados, tentamos equipararnos con Él, violamos las fronteras que
oportunidades tiene de lograr su objetivo en este m nos corresponden por naturaleza. Nuestros esfuerzos están
No obstante, en la mayoría de los casos, los hombtt~ entonces destinados al fracaso, y un día vemos derrumbar-
transforman esos valores de índole puramente social"'í)I¡ se ante nuestros ojos nuestras vanas construcciones.
w1 fin en sí mismos, Acaban por considerar como un idl1ij Por eso los maestros espirituales han afirmado desde
superior una ética cuya única ventaja consiste en abrir siempre que llegar al conocimiento del Divino reviste ex-
puertas del poder, facilitar el trabajo y contribuir al trema dificultad para aquel que se consagra esencialmen -
greso económico, Además, no pueden concebir otras te a la acumulación de bienes terrenales, Semejante meta
dades que las que se desprenden de las certezas sólo conduce a perderse a uno mismo en el camino,
cas de su tiempo, No encontr_aremos al Señor en ninguna parte míen-
Tales personas, cuyos únicos deseos y aspiraciones tras le busquemos fuera de nosotros mismos, Ningún sa-
limitan a la adquisición de bienes materiales, tienen q bio tendrá jamás acceso al núcleo último de un simple
zá una oportunidad de conocer algún día la prosperi grano de arena, allí donde, secretamente, reside el Omni-
o de ocupar un puesto de dirección, pero jamás vivir' presente, Y quienquiera que intente convertirse en el
plenitud de la unión con el Divino, pues el Señor amo de la Creación por el simple poder de su intelecto,
muestra sus propios tesoros sino en el secreto de nuest sin unirse antes al Divino en su interior, se asemeja a Ar-
corazones, Ahora bien, ¿quién, entre los hombres .t juna cuando lanzó una, flecha contra Shiva 1 disfrazado, 2
preocupados por su avance en esta tierra, estaría dispu ,, La flecha no puede alcanzar su blanco, pues la lucha es
to a pasar a la otra orilla del mar de las riquezas, simpl~,' demasiado desigual y la derrota inevitable,
mente para descubrir en ella tesoros espirituales? To En el terreno de la manifestación de la fuerza pri -
se creen obligados a ascender sin descanso los pelda'
del éxito, y hasta que no se cansan de trepar cada vez
alto, se repiten una y otra vez, como para convencerse l. Divinidad védica, Shiva representa, en la Trinidad hindú, al
dios creador. Una evolución compleja lo asimila asimismo a Rudra, el
mismos: «Nada existe más allá de este mundo, No h
poder supremo que destruye el mal.
otra realidad ni otra vía que ésta; es preciso seguir av 2. Episodio sacado del Mahabharata, una de las dos grandes epo-
zan<lo, proseguir la escalada hasta el final», peyas de la India y cuyo héroe es Arjuna.
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La morada de la paz
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La morada de la paz La realización auténtica
Por eso, hasta tanto que sus fuerzas no les ab,an,dcm,,ll: en la corriente de un río, todo el mundo admitiría que sus
quienes persiguen la fortuna no tienen, en principio, probabilidades de éxito son nulas y que inevitablemente
momento de respiro. será arrastrado por su caudal. Y sin embargo, ¡así es
No obstante, hay quienes si la suerte les es adversa como se hunden las naciones 1
sólo saben lamentarse. Y como la vida no les concede lo
que esperaban de ella, abandonan la vía del esfuerzo y del Avanzar constituye, pues, una necesidad, En conse-
progreso. Sin dirigir ya la mirada hacia el futuro, amon- cuencia, abundan aquellos que, conscientes de esta re ali·
tonan sus bienes y, a fin de asegurar mejor su protección, dad incontestable, no están dispuestos ni a hacer un alto
se encierran a cal y canto. Pero en este mundo todo cam- en el camino, ni a disfrutar tranquilamente del fruto de
bia y es fuente de cambio. Quienquiera que se hunda en sus esfuerzos. Ahora bien, la idea que se forjan del pro-
una rutina que impida la menor autosuperación, ya no es Qreso en este mundo es fundamentalmente aberrante. En
sino un muerto viviente. :1 plano en que se sitúan, su marcha incesante no puede
La historia nos enseña que, llegadas a un elevado conducir a parte alguna.
nivel de desarrollo, con gran frecuencia las naciones flo- Si tal fuera en realidad el destino del hombre, no ca-
recientes empiezan a declinar. Su decadencia parece obe- bría imaginar condición más aflictiva. Sin embargo, aun
decer siempre a una misma causa: al considerar satisfac- cuando a ciertos individuos, cegados por la pasión de las
toria la situación, los habitantes, en conjunto, opinan que riquezas y por el orgullo que les producen sus posesio-
progresar más allá resulta en adelante inútil. A ello se nes, no les cuesta albergar tales pensamientos, en ello ja-
suma la voluntad de aprovechar con absoluta seguridad más interviene la aquiescencia de su alma. En verdad to-
lo adquirido, sin plantearse nada. Nadie está ya dispues- dos los deseos y todas las aspiraciones humanas pueden
to a abrirse a nuevas concepciones de la vida, a nuevas ser colmados en el santuario oculto ubicado en el centro
maneras de pensar. Por otra parte, los valores espirituales del ser, donde el Señor aguarda y donde conocerle supo-
y morales, elaborados a lo largo de los siglos y salvaguar- ne una gracia accesible, puesto que es Él mismo quien se
dados como algo precioso hasta el momento, pasan aho- nos ofrece.
ra a ser tenidos por debilitantes; en consecuencia, son No obstante, repitámoslo, nunca le encontraremos
abiertamente escarnecidos y pierden todo crédito. Cada en el exterior, ya sea escudriñando la naturaleza o multi-
cual, aunque privado del sostén que representaban, se plicando los descubrimientos científicos. Sólo podemos
cree sólidamente establecido en la existencia y, orgulloso percibir su presencia en lo más recóndito de nuestros co- i!¡
de su éxito, pasa a apoyarse tan sólo en la fragilidad de razones. Allí el Amigo eterno aspira a entregarse. Allí ra- I!
sus propias fuerzas. dica su felicidad, su amor, y si existe algún obstáculo, éste
Si alguien intentase construir los cimientos de su casa procede de nosotros, no de Él.
'¡
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La morada de la paz La realización auténtica
Vivir el amor divino en nuestro interior cons1:1tttv ordinario: ¿dónde están sus posesiones?, ¿dónde sus ri-
sin duda alguna, el supremo logro. Y en este terreno quezas? Ahora bien, si en el plano material triunfar con-
tirse colmado no entraña un debilitamiento del im~ul siste en magnificarse a uno mismo, en el ámbito espiritual,
vital, como ocurre con demasiada frecuencia en el JJLelUU:: en cambio, la realización implica la renuncia al pequeño
material. Si bien las energías terrenales pueden yo, y ser pobre supone estar bendecido por Dios. Aquel
rar, la fuerza del amor, por su parte, no se degrada. que no acumula nada con la mira puesta en glorificar su
de el momento en que despierta en los entresijos ~~, , , ego es el más afortunado, pues allí donde el Señor se li-
alma, se manifiesta de manera cada vez más potente en la mita a sí mismo para venir a nosotros, sólo los humildes
conciencia y en el cuerpo. de corazón le encuentran verdaderamente.
En su amor, Días se entrega a nosotros, mas semejan~ Por eso todos los días repito esta plegaria: «Permite,
te oblación de sí mismo no menoscaba en nada su natu" Señor, que me prosterne ante ti con auténtica humildad,
raleza, pues darse constituye su alegría. Si se lleva a cabo y ojalá todo indicio de vanidad desaparezca por siempre
la unión entre Él y nosotros, Dios asegura su constante jamás de mi ser».
renovación mediante el caudal incesante de su felicidad.
Por su parte, el ser humano, cuando en su corazón Prtk• ··• En este mundo donde tú eres rey, tu poder carece de límites.
pieza a manifestarse el amor verdadero, entra en una ple- También de nuestros corazones, que quieres sólo para tz:
nitud que ya no habrá de desdecirse. A este respecto se tú eres el Señor,
afirma en los Upanisbads que si vivimos interiormente el y la inmensidad de tu cielo de luz
amor divino y la alegría divina, ignoraremos por siempre se extiende bajo tus pasos.
jamás el miedo. Así pues, el hombre está en condiciones Las muchedumbres angustzada.s; al no conocer más que tu ley,
1
de acceder a una forma de realización que posee un ca- apartan la mirada. '
Así, podemos decir que Maitreyí expresa el alma misma una imagen de ti toda ella de gracia y amor,
de la nación cuando plantea: «¿ De qué sirven todas esas y por sus venas corre la miel de tu compasión.
cosas que no pueden conducirme a la inmortalidad?». Ellos, los pobres de espíritu, se han librado del miedo.
es asimismo en nuestro país donde el hombre, extraviado
en la orilla de la muerte, lanzó en primer lugar su llama-
miento hacia la orilla de una eterna vida.
Para la mirada superficial, aquellos que se consagran!
a la búsqueda de esa otra orilla no tienen nada de extra"
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La visión global
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·ur: i:1
; i 1
La morada de la paz La visión global !
materia y el del espíritu se reúnen en el Todo, Si quebr Ocurre a menudo lo misn10 en cada uno de nosotros.
mos su unidad, cargamos con la responsabilidad hacia Si nos indinamos de manera exclusiva sea hacia el lado fí-
Creación entera y sufrimos las inevitables cons,,ct1er1ci:aa;' sico, sea hacia el lado espiritual, creamos un conflicto en
La India, que al dirigir sus esfuerzos en muy gran el interior de nuestro ser. El cuerpo quiere asfixiar el
dida hacia la realización interior rompió el equilibrio en,,,,,,,, alma, o bien ésta busca reducir el cuerpo a la impotencia.
los dos, sigue pagando el precio todavía hoy; incluso El hombre que concede supremacía a los valores materia-
ce que esté a punto de perderlo todo, Se encuentra aes 0 ., 0 ;;,· ••,
les prosigue sin descanso su búsqueda del éxito y de los
pojada de sus riquezas pues, al igual que la cierva de la lec bienes terrenales, dejando de lado toda consideración de
yenda que sólo veía con un ojo, no supo comprender eme ,.,, orden metafísico. En cuanto a aquel a quien sólo importa
por el lado adonde su mirada no alcanzaba, podría surgir el mundo del alma, rechaza con ferocidad los dones de la
la flecha del cazador. Sin saberlo, nuestro país estaba cie- vida que afluyen hacia él gracias a sus cinco sentidos" Se
go a la realidad exterior y ésta lo ha herido de muerte, En entrega a la estricta observancia de los dogmas, ritos o ri-
cuanto a Occidente, si es cierto que se deja embriagar nnr ''·" tuales, y se esfuerza por arrancar de raíz, mediante rigu-
la falaz esperanza de dominar por completo el universo rosas mortificaciones, todas las cosas que en su interior le
tangible, debe comprender que un día, inevitablemente, unen a su naturaleza corporal. Entonces ya no está en si-
el arma fatal del fracaso, surgida de la zona del esr,íritu tuación de presentir que de esas mismas raíces su natura-
que sus ojos no ven, le alcanzará en pleno corazón. leza inmaterial extrae asimismo su subsistencia.
En otro terreno, si dos seres soldados en esencia te,.<<<<t< Así, al establecer una escisión entre ambos aspectos
niegan de su unidad fundamental, se separan y se de su ser, empero tan estrechamente unidos e interde-
tan el uno contra el otro. La ruptura que han or·ov'ocado<F<\: pendientes, el hombre corre el riesgo de trocarlos en
los arranca del campo de atracción del Uno y los proy,ec, ?> campos de fuerza trágicamente opuestos, cuyo enfrenta-
ta en el de las potencias de desintegración, Tal fue el ro,,n'ét?: . míento revestiría extrema potencia, puesto que ambos
de Arjuna y Karna,1 quienes, de hecho, habían nacido son soberanos en igual medida.
la misma madre. Si no se les hubiera ocultado esa verdad, Si nuestra visión de nosotros mismos se revela fun-
habrían unido sus fuerzas, las cuales, en consecuencia, damentalmente separadora, resulta, en consecuencia,
habrían visto decuplicadas, Pero, criados en la esencial transformarla sin demora en una visión global e
de los lazos que en el seno de aquella que los había indivisible, Debemos guardarnos mucho de provocar,
gendrado los unían, se entregaron finalmente a una mediante nuestra percepción errónea, una lucha des-
sin cuarteL tructora entre nuestro cuerpo y nuestra alma, los cuales,
si bien pueden parecernos distintos, en verdad no por
1. Héroe del Mahabharata. ello están menos unidos para toda la eternidad.
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La acción
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La morada de la paz La acción
gozo que se desprende de la acción y de !a acción ciclad, Es lo que el Gita 1 denomina el yoga de las obras,
aporta alegria puede engendrar un sentimiento de Se nos ofrece un ejemplo concreto: el de la esposa de
tad, Por eso la razón de ser del trabajo estriba en el pla- nuestras Escríturas, consagrada por entero a su esposo y
cer que procura, y ese mismo placer arrastra al ser entero cuyas actividades vienen todas dictadas por el amor que
hacia nuevas empresas. le profesa, a lo que se añade el constante cuidado de ha-
De ahí que el Isba Upanishad, lejos de condenar la cerle dichoso, Puesto que la más ínfima de sus tareas fi-
actividad, la presenta como una necesidad fundamen- gura para ella entre las responsabilidades conyugales, la
taL En él se afirma que si obramos en la ignorancia del colma de alegría realizarla, Ninguna sirvienta que llevase
Divino, sin otro objetivo que asegurarnos la subsisten- a cabo un trabajo equivalente por mera obligación podría
cia o el éxito social, nos sumimos en las tinieblas, pero experimentar la 1nisrna satisfacción, y si la esposa tuviera
que nos hundiremos en tinieblas todavía más espesas si que imponerse semejantes esfuerzos con el único propó-
en nombre del verdadero conocimiento nos preocupa-- sito de subvenir a sus propias necesidades, no tardaría en
mas exclusivamente del más allá, El Upanishad, am- sentirse aplastada por una intolerable carga, Ahora bien,
pliamente consagrado a la solución de ese problema, en la medida en que dedica a su esposo cada uno de sus
nos incita a conceder igual importancia a la acción que gestos, experimenta la sensación de unirse plenamente a
a la búsqueda del Divino, tan esenciales una como otra él mientras se entrega a sus quehaceres cotidianos,
para quien aspira a vivir en la verdad, Al obrar, el hom- Si nuestro lugar de trabajo se convierte para nosotros
bre evita la inercia, que es como la muerte del alma; y en un santuario donde realizar la unión con Dios median-
gracias al conocímíento, realiza en esta misma vida la te las obras, la tarea que hay que cumplir, cualquiera que
experiencia de la inmortalidad, Por eso, si la acción sin sea, ya no se vive como una obligación, Entonces, al igual
Dios no es sino oscuridad, la inmersión de sí en el Ab- que la esposa que alcanza la esencia misma del amor cuan-
soluto, acampañada de una negativa a actuar, no equi- do se prodiga sin reparar en esfuerzos por su marido, po-
vale más que a una insondable nada, Nuestro Dios de demos conocer en este mundo la esencia de la inmortali-
plena beatitud no sólo es el Absoluto incondicionado, dad, a partir del momento en que actuamos de manera
sino asimismo la multitud de formas que manan de Él espontánea con alegría, en comunión con el Creador.
en todo momento, Querer conocerle fuera de su Crea-
ción supone renegar de todas las formas que crea y, en
1. El Bhagavad Gíta, una de las principales Escrituras de la India.
consecuencia, renegar de ÉL En cambio, si actuar cons 0
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La morada de la paz
Por eso se nos recomienda evitar las actuaciones LA ENERGÍA DIVINA Y LA ENERGÍA
ramente interesadas, si no queremos vernos trabados INDIVIDUAL
asfixiados por el fruto de nuestros actos, como lo es1:ar1a,.¿c¡' ..
mas entre los anillos de una serpiente, o vivir en la at,
mósfera emponzoñada de la cólera, la envidia y el odio;
El Gíta nos aconseja ofrecer por entero al Divino las ta- Un lugar donde el conocimiento, el amor y la energía flu-
reas que emprendemos, actuar sin perdernos en la acción yen en una corriente unificada es un lugar santificado
y dejar el resultado en manos del Señor. La labor más pe, donde reina la alegría. Todo ser puede sentirse inundado
nasa se verá entonces transmutada en el más puro de los por la misma alegría, si esas tres corrientes surgidas de la
regOClJOS. realidad primera s-e cruzan y se funden en su interior;
Si la felicidad divina no colmase el espacio, se dice, ahora bien, si su unidad se rompe, de manera inevitable
nadie estaría dispuesto a someterse al menor esfuerzo, se desprenden de ello penosas consecuencias.
siquiera pensaría en mantener su propia existencia. Mas Por esa razón, sustraerse a las obligaciones que impone
si conseguimos vincular, en el seno mismo de esa felici: la vida en la tierra, con el falaz pretexto de hacer más fácil la
dad omnipresente, cada uno de nuestros actos a la existencia, equivale a traicionarse a uno mismo. Quienquie-
te inagotable de la acción universal, ya no ra que confíe en tener una posibilidad de atisbar al rey por
conocer en esta vida ni sensación de opresión ni an¡;usua el hecho de penetrar clandestinamente en palacio, corre un
algunas. gran riesgo de que le importunen los guardas y de verse
obligado a abandonar toda esperanza de que su sueño se
cumpla. Y si aquel que imagina poder ,~vir por encima de
la ley negándose sistemáticamente a rendir cuentas cae un
día en manos de la justicia, ésta se mostrará despiadada.
Por otra parte, sólo se pueden cumplir importantes
funciones en un marco dado si se observa de modo es-
crnpuloso la línea de conducta que llevan aparejada. Si
un padre, por ejemplo, quiere que sus hijos le respeten,
debe ser el primero en plegarse a la disciplina y los prin-
cipios sin los cuales la vida familiar no puede desarrollar-
se con armonía. Sólo así se hace digno de ejercer en su
hogar la autoridad indispensable.
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ti !
La morada de la paz La energ{a diVina y la energla individual
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Como ya he dicho, es viviendo en el mundo como que se impone desde el exterior, sino el surgimiento es-
aprende a trascender sus límites, y trabajando día tras pontáneo de nuestra vitalidad intrínseca.
como se aprende a trascender los de la acción. Ni la re.. • ,, , Por consiguiente, es de nuestra libertad fundamental
nuncia ni la huida posibilitan una realización del de donde se deriva el menor de nuestros gestos, y a través
orden, pues sólo dejando florecer cuanto de único lleva- de nuestras diversas actividades como se revela y mate-
mos en nosotros se obtiene la verdadera líberación. Si ne- rializa la verdad de nuestro ser. Mas allí donde hay liber-
gamos a la verdad de nuestro ser el derecho a expresarse, tad existe siempre una posibilidad de servidumbre. La
no podremos conocer un desarrollo auténtico: éste en 1 misma maroma que permite halar la gabarra puede servir
efecto, constituye siempre el fruto de la completitud; el para amarrarla: tensada, la arrastra por el curso del río;
vacío sólo produce vacío.
enrollada, la retiene en la ribera.
Así pues, volvamos nuestra mirada hacia el Inefable Si consideramos la tarea que hemos de realizar tan
que, al englobarlo todo, permanece libre infinitamente'. sólo en función de los estrechos límites de nuestro yo, pa-
no libre en alguna dimensión superior, lo que significarí~ rece oprimirnos con u.n sólido corsé. Nuestras fuerzas
decir «no» al mundo de las formas, sino libre en cada una personales entran en conflicto con las energías divinas, y
de ellas, porque Él es el «sí» que las engendra v las sos- en lugar de conducirnos hacia el Infinito, hacia la multi-
tiene. Él es «om», el «fiat» eterno. - ·
plicidad del Todo, nos encadenan a nuestra insuficiencia.
Por eso los sabios, en comunión con el Altísimo y co- Entonces, la acción, lejos de revelarse como fuente de li-
nociéndole como el motor primero de la manifestación, beración y alegría, nos mantiene en las redes del egocen-
se guardan mucho de proyectarlo nunca en un más allá trismo. El hombre que, inactivo e indolente, obstruye las
estático. El Señor, afirman, lleva en sí mismo su omnipo- corrientes de vida que alberga en su interior, el que, es-
tencia y sus poderes diversificados, y de Él surgen el CD' clavizado a su propia estrechez, no tiene otro centro de
nacimiento y la energía, perpetuamente actuantes, que interés que su yo mezquino y limitado, ese hombre vive
mantienen los mundos.
en este mundo como un galeote. En la prisión de su ego,
Sí, la acción es inherente al Divino. Procede de su sólo puede girar día tras día alrededor de sí mismo, como
1;1isma naturaleza, no de alguna fuente exterior a Él, pues un buey en torno a la prensa, y el fruto de su vana labor
El, que mueve todas las cosas, no podría ser impulsado es una total ineptitud para dirigir su existencia. Sin em-
por una fuerza que emanase de su Creación. Y como bargo, si un día aprende a mirar más allá de su insignifi- !¡
obrar constituye la ley de su ser, en su obra es plena li- cante persona, es asumiendo sus responsabilidades coti- 1
¡!:
bertad. Por la misma razón, el dinamismo que anima a la dianas como hallará su recompensa. 1
persona humana busca concretarse sin trabas en nuestra Así pues, sólo el esfuerzo libremente consentido pue- .1
vida cotidiana. En esencia, actuar no es una necesidaJ de liberar al hombre de sus limitaciones, en la medida en l.'
li,
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La morada de la paz
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La morada de la paz La fuerza vital
presente le permite revelarse a través de él? De la misn:x gría desde lo más recóndito de sí. Ese mismo ciclo, gue
manera en que la cítara deja oír sus notas. Con cada en su prodigioso esplendor se reproduce a lo largo de los
de sus gestos, con el latido de su corazón, con todos días, permite una y otra vez a la persona humana el acce-
actos, sobre todo con la armonía de su misma ex1ist,,nccia, ;e so a nuevos universos de plenitud. Y de ese movimiento
realiza su propia verdad, reflejando así la verdad divina. siempre renaciente surgen sin cesar la luz y la felicidad.
¿Y cómo se hace oír el mismo Dios? Infiltrándose, Por consiguiente, es al Espíritu infinito, a un tiempo
por medio de su acción incesante, en el aire y la luz, así estático y dinámico, fuerza vital inmanente en todas las
como en todas las formas creadas, y acordando cada una cosas, júbilo supremo y acción eterna, a quien el sabio
de ellas al ritmo de la sinfonía cósmica. Puesto que incor, realizado conoce y quiere expresar por medio de sus pro-
para plenamente, en su propia naturaleza, beatitud y ac- pias corrientes de energía vital, emanadas de Él.
ción, las estrellas y los planetas, al igual que el espacio in- Por eso rezo: «Oh tú, fuente y receptáculo de esa
finito, vibran y resplandecen con su fulgor. fuerza inagotable que da la vida, permite que la cítara de
He ahí por qué el sabio realizado, lejos de huir de la mi existencia jamás se enmohezca ni se cubra de polvo.
acción, se esfuerza por reflejar al Señor a través de sus ta- ¡Que pueda resonar día tras día al unísono con los ritmos
reas y ocupaciones cotidianas. Es en la medida en que se · primordiales de tu gran respiración cósmica! ¡Que cante
realiza actuando como halla en Dios su felicidad y µucu· •'/• sin solución de continuidad la melodía de la acción, que
cipa con Él en el juego de la Creación. No obra para su cante en tu nombre 1 Si en ocasiones, bajo los golpes de tu
satisfacción personal, ni para la glorificación de su ego, poder regenerador, una de sus cuerdas se suelta tempo-
sino que la única meta que le guía es seguir siendo en ralmente, ¡que así sea! ¡Pero que jamás se distiendan, se
todo momento un puro espejo del Divino. Así, err,prenda corrompan y pierdan el poder de vibrar contigo! ¡Que de
lo que emprenda, deja surgir de lo más profundo de sí, este instrumento de mi alma nazca una música que vaya
según todos los modos de expresión posibles, un himno haciéndose más profunda y amplificándose, sin que im-
de alabanzas al Uno, paz última y bien supremo en su ac- pureza alguna altere jamás su resonancia' De ese modo
ción creadora. Y el canto de su vida suena al unísono con cada nota reflejará cada vez más los límpidos acordes de
el canto universal. la verdad divina. Las armonías emitidas se expandirán
De ese modo prosigue en el interior del ser el por la naturaleza entera, hasta el alma universal, y la ben-
sagrado; luego, el pequeño yo y el alma individual, en dición de tu advenimiento vendrá a afinar cada día un
unión con el atman eterno y el alma universal, lo tradú, poco más este canto de mi ser».
cen juntos al exterior en un despliegue de múltiples
vidades. La alegría interior se vierte en la corriente de
acción exterior, y ésta provoca una nueva subida de ale";.
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La liberación interior
la energía primordial, la situaron en el origen del dina- dad, sopla!», o incluso al sol: «¡Por favor, levántate cada i 1
1'
mismo cósmico. De ese modo les resultó posible afirmar mañana, no nos sumas en la oscuridad 1». Jamás le aban-
que el Eterno no estaba trabado en modo alguno por el donaba el miedo. Asentado en una tierra que creía entre-
movimiento y la acción, sin que por ello hubiera que con- gada por entero a los caprichos de poderes desconocidos,
siderar ambos componentes primordiales de toda vida su espíritu no lograba apaciguarse, ni siquiera cuando sus
como irreales en esencia. Sin embargo, dado que separa- plegarias eran atendidas. Entonces se sentía tanto más tur-
ban la fuerza creadora y su incesante actividad de Aquel bado cuanto que no se reconocía derecho personal algu-
de quien proceden, acabaron por colocar al Supremo en no a esos favores distribuí<los al azar, sin que le estuviera
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La morada de la paz La liberación interior
permitido intervenir por poco que fuese en el mund carta da: ¿adónde irían? En esta vía que no tiene otra sali-
No obstante, aspiraba a crear una relación de ínter( da que la muerte sólo saben esperar el día en qu_e ésta
1
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La morada de la paz La liberación interior
Así tiene lugar la liberación por el conocimiento{ justa no puede ser sino consagrada y reflexiva. La calidad
nos llega de fuera, sino de nuestra propia capacidad del trabajo depende a un tiempo de ciertas reglas que es
visión interior. Alcanzada la liberación, la facultad de preciso respetar y de la verdad espiritual que lo inspira. Si
membranza que mora en nosotros no pone fin a sus no lo tenemos en cuenta, nos afanamos sin verdadera efi-
laciones. Tras habernos librado de nuestros vanos en,can,\ cacia, pues las energías que nos mueven son fuerzas cons-
tamientos, amuletos o talismanes, y haber roto las cientes, y buscan expresarse de acuerdo con la voluntad
mentales, es en nuestra libertad donde manifiesta sus po- divina. En ello estriba su manera de orar. De ahí que
deres. Cuando se abre a la verdad universal, se esfuerzá aquel que aspira a la gracia de Shiva se imponga, al igual
por unirse a ella, a fin de expresar mejor sus potenciali- que Parvati, 1 múltiples austeridades.
dades, y éstas se desarrollan de manera más poderosa, El día en que, oficiando dentro de nosotros, nuestro
pues allí donde hay libertad, la fuerza creadora se pone conocimiento innato vincule nuestros poderes interiores
de manifiesto y se intensifica. Por eso en la persona libe- a la verdad dívina, esos poderes conscientes que alberga-
rada de sus trabas las energías latentes se despiertan y se mos serán purificados íntegramente y escaparán de la es-
propagan por el ser entero en múltiples corrientes. clavitud que sufren. Armonizados con la eterna verdad,
El conocimiento del Verdadero, secretamente pre- . ·.... · · . >,0& siempre presente en el centro del tabernáculo donde es
sente en el corazón del ser, se lleva a cabo cuando se fun- soberana, se manifestarán en todo su poder.
de en el raudal del conocimiento divino, y a partir de ese Por eso la realización no se basa tan sólo en la libera-
instante no podría permanecer oculto. En unión con la ción) sino asimismo en la decisión de vivir según la espe-
energía cósmica, es al manifestarse como se realiza. Al ranza divina. Al igual que uno adquiere al darse, es so-
principio surge de la ignorancia; luego, a fin de cumplir metiéndose de modo deliberado al Señor supremo como
su misión, difunde su luz por todos los recovecos de la se alcanza una realización total y perfecta. Tal es la razón
persona humana y, por su misma acción, se entrega y se de que el pensamiento dualista sitúe por encima del Indi-
convierte en plenamente creador. A la espera hasta en- ferenciado al Divino personal de innumerables atributos.
tonces en un habitáculo que no podía hacer suyo, mante- Lo cierto es que podemos muy bien denominar libe-
nía cautivas sus energías, mas cuando al fin puede respi- ración al hecho de rechazar por entero el amor, el cono-
rar y expandirse en el santuario que forma uno con él, las cimiento y la energía que habitan en nosotros, mas eso
proyecta por doquier. supone perderse en un absoluto incondicionado, donde
Por eso en el hombre liberado interiormente la capa- ni siquiera cabe ya hablar de liberación, puesto gue en él
cidad de obrar, lejos de decrecer, no deja de aumentar. no podríamos estar ni libres ni cautivos.
Sin embargo, un hombre así jamás actúa según los capri-
chos del momento y sin discernimiento, pues la acción L Esposa de Shiva, que representa la naturaleza universal.
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La liberación en relación con el prójimo 'V la sociedad
de carreteras y calles; se nos permite acceder al conoci- ¿Existe, pues, un lugar donde las condiciones de vida !i
miento, y buen número de aspiraciones, deseos o proyec-
tos que nos interesan sobremanera se ven relativamente
sobre la tierra puedan dejar de afectarnos? No. Para ello
necesitamos penetrar en nosotros mismos, allí donde el
1
colmados, o favorecidos, por otras estructuras colectivas. corazón es el amo y se expresa en unión con el Amigo su-
::¡
Por consiguiente, la sociedad moderna podría conside- premo. El día en que comprendamos que en verdad una
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rarse el instrumento más propicio para satisfacer los inte- sociedad humana no se basa en la necesidad, sino que es li'
!l¡
reses individuales.
Ahora bien, si tenemos por cierta la idea de que en l. Renuncíante, monje asceta que mendiga su alimento.
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La morada de la paz La liberación en relación con el prójímo y la sociedad
en el amor universal donde tiene sus más sulb!iJtne¡¡: 1 Con todo, la autonomía interior y la capacidad de en-
mientas olvidados, ese día, vayamos donde vayamos, trega que ha adquirido siguen sin colmar a la perfección
cubriremos nuestra libertad fundamental. En el sus aspiraciones. Necesita todavía más. Su supremo de-
más allá de toda palabra, radica la verdadera vida, y seo consiste en escapar de las redes de su yo. Lo que an-
intimidad de nuestro ser su llama es absolutamente sía es depositar su ego a los pies del Señor, entregárselo
tra. El amor no viene a esclavizarnos desde el extercio.r.>i por entero y para siempre. Ésta es su plegaria: «Oh tú,
pues constituye la esencia misma de nuestra individuali• que eres a.mor supremo, tú, que vives en lo más profundo
dad y de las sociedades que creamos. Es el fuego que las de mi, te entregas a mí sin cesar; ¿cuándo aprenderé a en-
anima. Y dado que ese fuego arde en lo más recóndito de tregarme a ti? Sin cesar me llamas como yo te llamo;
nosotros, puede otorgársenos la gracia de trascender, sin ¿cuándo se realizará al fin la unión total entre nosotros'
rechazarlas, las obligaciones de la vida cotidiana y acce- Cuando mi yo se arroga todos los derechos y, debido a su
der en un suspiro, del mismo modo como se emerge de orgullo, me aísla de ti, una sensacíón de vacío me invade
un sueño, a un universo de beatitud. v el desamparo se adueña de mi ser. Tómame, Señor, y de ;¡
Así se realiza la liberación individual, en el seno mis- ~se modo dame la verdadera vida. Mientras me creí due-
mo de la colectividad. La persona humana se deshace en- ño de mi existencia, mientras nada, aparte de mi insigni-
tonces de sus exigencias y sus deseos mezquinos, en un ficante persona, se hallaba dotado de realidad para mí,
impulso del corazón hacia Dios y los hombres. En efecto, no hacía sino girar en redondo, encorvado bajo la pesada
apenas el amor que hay en nosotros se siente liberado, da carga de mis apegos y de un sentido exacerbado de mi
rienda suelta a sus energías del uno al otro confín de su li- importancia. Mas ahora que mis ilusiones se disipan, te
bre reino. A ningún ser, por vil que sea, le niega los favo- reconozco como mi yo supremo, cuya fuerza sostiene mí
res que va prodigando, y a cada instante su acción gana individualidad terrenal. Liberado, me abandono a ti sin
en potencia y amplitud. Tal es el fruto de la libertad re- pedir nada a cambio, y mi egocentrismo, mi vanidad, se
cobrada. disuelven en tu amor. Por eso las olas de la felicidad divi-
El hombre deviene entonces disponible para el otro. na rompen en mí ser entero y a cada instante tomo
Deja de escudarse en falsos pretextos: «No tengo tiempo. conciencia de mi libertad innata. Mejor todavía, llego a
Me debo a mi trabajo, a mi jefe», etcétera, y si alguien conocer la gracia soberana de no existir ya sino en ti y a
acude a él, ya no se siente tentado de oponer una negati- través de ti».
va. Cuando en uno ha despertado la facultad de amar, ser
libre supone vivir en la alegría del alma, y semejante pri,
vilegio trae aparejada una responsabilidad mayor del in-
dividuo hacia su entorno.
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El dogmatismo
de este cuerpo que, en su incompletitud, traiciona la rea- fuerza v ~uanto más nos alejamos de la autenticidad de 1
lidad divina. Lo corroe, agota sus últimos recursos, hasta los he~hos más virulento se vuelve el veneno de la dis-
que ya no le ofrece vía alguna por la que expresarse. Re- cordia.Po: eso las luchas ideológicas resultan tan ásperas
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ducida a la inacción más total, no le queda entonces otra y crueles, y tan despiadadas las formas de opresión o de ,i 1
salida que destruirlo, por el proceso de disfuncionamien· tiranía que derivan de ellas. Y también por eso el defen · ¡i 1,
to y desintegración que supone la muerte. sor de lo verdadero conserva la calma en toda circuns· 1
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La morada de la paz El dogmatismo
tancia, mientras que el hombre cargado de prejuicios ¡¡ cien do arder lo no verdadero, la ignorancia y las añagazas
impacienta a la menor contradicción. ,, · que nos encadenan? Si todos esos obstáculos al Real -la
Recuperemos bajo esta luz el tema central de Mava de los monistas- son un día consumidos por ente-
tras últimas reuniones. Examinemos las ro, Ía luz del alma resplandecerá por fin a través de la per-
que hacen furor entre los partidarios del monismo y sona humana.
del dualismo, Con ocasión de tales debates, unos y otros Dicho aspecto de la visión advaitista del universo
pierden el sentido de lo verdadero y lo falso y se afanan puede, por consiguiente, revelarse indispensable para
por lograr que triunfe un punto de vista arbitrario, Y el una verdadera iluminación, En contrapartida, ¿cómo la
hecho mismo de comprender que, si encubren a sabien- loca fantasmagoría que constituye la existencia vivida por
das la verdad o si, inflamados por su propio discurso, la el ego y su pensamiento restringido podría tener cabida
olvidan temporalmente, se desacreditarán y se granjearán en el seno del Supremo?
las reacci6nes hostiles de sus oponentes, no les frena en En el Infinito, pasado, presente y futuro no forman
modo alguno, sino uno, mientras que para nuestra experiencia indivi-
dual se trata de momentos diferenciados que parecen su-
Aquellos de entre nosotros que se llaman dualistas cederse sin fin. No obstante, ¿podríamos mantener esa
consideran el Advaita Vedanta una peligrosa amenaza, y percepción errónea si, iluminados por nuestra alma, pre-
en el ardor de la discusión llegan al extremo de negar la sintiéramos que en Dios el tiempo es un continuo global
parte de verdad que contiene, No obstante, algunos ad- y nuestro intelecto admitiese tal revelación como un he-
vaitistas afirman haber Ilegadb a formar uno con el Abso- cho real? A decir verdad, aun cuando nuestra idea de un
luto, Tratemos, pues, de captar lo que puede ser su reali, tiempo lineal y secuencial nos permite, en cierto modo,
zación, sin detenernos en aquellas de sus concepciones entrever al Infinito, esencialmente nos bloquea la entrada
que puedan parecernos poco convincentes, a ÉL ¿No deberíamos acaso reconocerla como una ilu-
«Todo es engañoso e ilusorio», proclaman, ¿Por qué sión de nuestros sentidos limitados y comprender que
rebelarnos contra tal aserto? ¿Acaso la falsedad no existe una noción inexacta no podría inscribirse en la realidad
en este mundo y no vemos la prueba de ello en nosotros divina?
mismos? ¿No alimentamos cuando menos una tendencia Sólo me cabe inclinarme con veneración ante el
a la exageración? ¿Quién osaría considerarse un mero monista que, al escapar -siquiera por un instante- de
portavoz de la verdad? nuestra percepción engañosa del tiempo, se sumerge
Del mismo modo que con la ayuda de algunas rami- íntegramente en las profundidades inmaculadas e invio-
tas encendemos una hoguera, ¿por qué no tratar de en- lables de una eterna completitud en el seno del Absoluto,
cender en nuestro interior la llama del conocimiento, ha- en un océano de éxtasis donde reinan un silencio y una
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El dogmatismo
La morada de la paz
mente v purificar nuestro ser de toda irrealidad, a fin de
paz inmutables, En modo alguno me siento poder ;umirnos en lo más hondo de nuestra alma eterna
atacar su visión fundamental de Dios y de la Cread' -nuestro vo supremo, nuestro atman sin par-y, recha-
zando tod;s las máscaras del ego, libres de, nu~st:os d\
Me consta que la vida se consume llevando la seos y pesadas cargas, acceder a una liberac10n sm hm1tes,
carga de lo irreaL Sé que uno debe acarrear consigo, ""''°' ,, Aunque fascinados por el falso bril:o de este mundo,
tras día, ese algo que por ignorancia denominamos «yO>?; aspiramos con desesperación, como n1n~s p~rd1dos, a un
un yo lastrado, por añadidura, con todas las posesiones-· auténtico desapego y a una toma de conc1encia de nuestra
mentales, afectivas o materiales que logra acumular, V ealidad interior, ¿Por qué levantarnos, entonces, contra la
soy consciente de hasta qué punto resulta difícil sacudir0
~cetrina ilusionista que nos muestra la vía? Cie~tamen~e)
se por su propio esfuerzo ese enorme peso. en cada uno de nosotros mora un asceta, que solo suena
Sin embargo, en lo más recóndito del alma un mensa, con escapar de las construcciones ficticias del ~~ y no
je se deja oír: «Todo eso no es sino una engañifa y algún , , , que cono cer al Uno ' el Espmtu su-
tiene otra asp1rac1on
día tendrás que deshacerte de ella, No puedes cargar por
premo,
siempre jamás con ese fárrago de ideas falaces y de enga-
ñosas quimeras que te complaces en denominar verdad.
Si no te liberas de ellas, todas esas cosas serán aniquiladas,
pues no habrán podido ser modificadas en su esencia».
Vivímos inn1ersos en la angustia, con un sentimiento
de vacío interior, porque consideramos el cuerpo físico,
mas sobre todo el ego y todo cuanto a él se aferra, nues-
tra realidad íntima, Además, nuestro vo facticio colorea
todo cuanto existe, Hemos instalado el error en el seno ;i,
Tal como nos enseñao desde hace milenios, la sustancia te, v viceversa. No existe entre ellos antagonismo alguno,
misma del universo se compone de oposiciones -som- ni siquiera separación. El oeste, en su especificidad, aco-
bra y luz, bien y mal, nacimiento y muerte-, y la división ge en su propio espacio la especificidad del este.
nace de todas esas parejas disociadas. Gravitación y anti- ¿Qué nombre dar a los aspectos de nuestro mundo
gravitación, fuerza centrípeta y fuerza centrífuga, es a tra~ que parecen existir a la vez en Dios y fuera de Él? El Ve-
vés del juego de los opuestos como la Creación surge y se danta los denomina «Maya», lo que implica gue su reali-
perpetúa. dad aparente no es la del Inefable. En ello radica la ilu-
Mas si en ello estribase toda la realidad de las cosas, sión. Ahora bien, cuando el hombre se une al Absoluto, a
sólo conoceríamos luchas y conflictos; en parte alguna sus ojos cada forma diferenciada se revela indisociable
cabría hablar de paz o de unión. Y sin embargo, resulta del conjunto. Contemplada con la mirada espiritual, la
evidente que más allá de las discordancias reina una ar- más ínfima partícula, así como la propia Tierra, se integra
monía sin tacha. La razón es que la incompatibilidad en en un todo insecable y sin límites, mientras gue el corto
todas sus formas, lejos de ser inherente al Divino, no alcance de nuestro pensamiento concibe cada objeto
compete sino a este mundo. como encerrado en sí mismo, perdido en la multitud,
Mediante el poder de la imaginación podemos trazar opuesto a otras facetas de la Creación por algunas de sus
una línea recta y prolongarla hasta el infinito, o represen- características intrínsecas. Por eso el advaitista realizado,
tarnos la oscuridad como una masa que se desparrama para quien todo es uno e indivisible, conoce al Divino en
por el espacio, siempre igual a sí misma. Ocurre así por- cuanto Absoluto incondicionado, libre de todo atributo,
que para nosotros una línea recta sólo puede ser una linea trascendente e inmutable. También por eso, a fin de
recta, y la sombra no puede ser sino sombra. Se trata, em- aprender a fundirse en esa eternidad indiferenciada,
pero, de ideas falsas: pese a las apariencias, toda línea es otorga primacía a la vía del conocimiento.
curva y, en nuestro orbe, la zona de sombra se curva de Gracias al desarrollo de la ciencia moderna, ese pro-
manera gradual, difuminándose poco a poco hasta fun- digioso logro del advaitista es perseguido por gente de
dirse en la zona de luz. Asimismo, en un plano por com- toda clase, que lo denomina liberación. Durante mucho
pleto diferente, la felicidad tiende a trocarse en dolor con tiempo la inteligencia humana consideraba todo fenóme-
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La morada de la paz El Indiferenciado
no natural aisladamente, sin nexo con ningún otro. cas choca con lo elevado de sus pensamientos, tales pre-
era el caso, por ejemplo, en lo referente a la caída ae w1a.'.." ocupaciones pierden poco a poco su poder v la tiranía del
manzana, hasta gue el físico hubo relacionado ese necn,~: ego se vuelve menos insistente. Dado que en nuestro país
con una ley general, gue incluía lo particular. De buen número de nociones salidas del Advaita Vedanta
modo, el hombre hizo saltar los límites de su c01:np,ré11- impregnan fuertemente la vida espiritual, en esa concep-
síón del mundo, facilitando así para todos los humanos el ción de la existencia, que le supera, encuentra la fuerza
acceso a la forma de realización, basada en una toma de para sobreponerse a su propia pequeñez y conceder me-
conciencia de la unidad universal, que proclaman desde nor importancia a los problemas materiales, familiares o
hace siglos los partidarios de la no dualidad. sociales.
Ague] cuyo ego constituye una entidad independien- Si de esa manera llega a los linderos de su dimensión
te, existente en sí, puede ser inducido a cometer cual- impersonal, sus esfuerzos hacia la consecución de sus as-
quier acto deplorable, incluso criminal, debido a la in- piraciones más elevadas empiezan a dar sus frutos: des-
fluencia de esa parte de sí mismo aislada del Real. Sin cubre gradualmente la alegría y la plenitud interiores. Al
embargo, su alma se esfuerza por guiarle hacia la luz. «En iluminar su espíritu, los conceptos de lo no dual y del ilu-
verdad -le dice-, tu yo individual no es prisionero de sionismo, así como la doctrina del desapego, reaniman en
sus límites. Libéralo uniéndolo a la conciencia de esta tie- su interior la fuente del Verdadero. De hecho, el Advaita
rra gue nos acoge y permite que la dimensión inclividual Vedanta constituye para todos nosotros un don inapre-
de tu ser se abra a su dímensión cósmica.» Hasta que no ciable. Gracias a las ideas que difunde ampliamente, la
oiga esa voz gue le habla en lo más profundo de su ser, realidad latente del ser, las más de las veces inexpresada
tendrá la impresión de vivir en un mundo extraño, sin o manifestada de modo muy imperfecto, se sacude las ca-
piedad, un mundo aplastante en el que el menor engra- pas de inconsciencia gue la obstruían y desvela todas sus
naje constituye una pesada carga que acarrear. Las difi- riquezas ocultas.
cultades económicas, entre otras, lo agobian sin descan- N O obstante, lo diferenciado, en sus innumerables as-
so, y el dinero le parece una fuerza hostil de la cual no pectos, se revela sumamente presente en este mundo._In-
sabe cómo escapar. cluso si lo llamamos embuste o ilusión, no nos es posible
Si llega un momento en que se niega a padecer por negar el poder que lo caracteriza. ¿De dónde proviene
más tiempo bajo el yugo, con frecuencia recurre a las en- semejante poder? ¿Acaso existe una fuerza exterior a
señanzas religiosas o metafísicas. Al principio tiende a Dios gue, por propia voluntad, sobreimpone ese velo en-
aferrarse a algunas grandes ideas -el bien, el deber-, y gañoso a toda forma creada? Los Upanishads responden
entonces se inicia en él un proceso de transformación. a tal pregunta. De la felicidad clivina, afirman, nace todo
Como la mezquindad de sus preocupaciones egocéntri- cuanto exíste; de ese mo<lu el Señor realiza su designio Y
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La morada de la paz
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La morada de la paz El dualismo
neutro al masculino. En segundo lugar, si bien puede dor. Por eso el género neutro da paso al género masculi-
aceptable afirmar que Dios no se halla sometido a no. Así, sin sobreañadir palabra alguna, esas dos formas
cuerpo físico, especificar que carece de nervios, gramaticales revelan la esencia misma del texto.
arterias y que está protegido de toda clase de infección·.· • ' ""•""'" Dios es, está presente en todas las cosas y en todo lu-
parece cuando menos superfluo y, debido a la elección de gar; infinitamente libre, no se halla limitado en modo al-
las palabras, da la impresión de rozar el mal gusto, guno, ni por un revestimiento material y los m.ales que lo
Por todas esas razones, el constante recurso al citado corrompen, ni por el pecado y el error. Dios es. Cuando
versículo de los Upanishads en nuestras ceremonias me re- esa verdad se desvela en nuestro interior, a consecuencia
pelió durante mucho tiempo. De hecho, como mi mente de ello nuestro espíritu resulta iluminado. El Supremo
no estaba preparada para captar su sentido profundo, no nos aparece a un tiempo como plena libertad y absoluta
lo escuchaba con el recogimiento requerido, sino más bien perfección, y presentimos qué se entiende por la palabra
del modo en que habría podido hacerlo un intelectual sin «omnipresente»: puesto que ningún obstáculo impone lí-
alma. En consecuencia, no dejaba poso alguno en mi inte- mites a su expansión, puesto que nada le retiene en un
rior, y ni siquiera era capaz de apreciar su valor poético. punto definido, se expande de manera inevitable por
Sin embargo, no lo lamento en absoluto. Por el con- toda la Creación.
trario, me siento más bien satisfecho de que haya ocurrido Por lo que respecta al hombre, como está encerrado
así. De ese modo, cuando se me concedió la gracia de en un cuerpo, no podría existir en todas partes simultá-
abrirme al mensaje fundamental que transmiten esas líne- neamente. Es más, dondequiera que se refugie, no le es
as, mis facultades de comprensión se habían ampliado lo posible vivir sin que nada altere su naturaleza, pues en él
suficiente para que el significado de cada término y la ra- la ley divina está falseada. El Altísimo, en cambio, al no
zón de ser de cada forma aparecieran con claridad ante estar atado a una envoltura carnal, no sufre degradación
mis ojos. Si me hubiesen otorgado antes semejante gracia, alguna y ninguna tara puede alcanzarle. Por otra parte, el
ésta no habría suscitado en mi corazón el mismo alborozo, ser humano, encadenado a su morada física, debe satisfa-
y los frutos obtenidos habrían sido menores. En aquel mo- cer sus múltiples necesidades, asistido en ello por el siste-
mento no habría comprendido que eN ese versículo dos ma nervioso, la circulación sanguínea y otros agentes
verbos poseen un valor predominante y destacan del con- fisiológicos. Pero el Divino no es tributario de tales so-
junto. Uno indica la omnipresencia: Dios se expande por portes y todavía menos, por consiguiente, de los elemen-
doquier, en todas partes ES. El otro se refiere a la acción: tos que perturban su funcionamiento. Siendo así, ¿cómo
crea todas las cosas; sin solución de continuidad, ACTÚA. hacer sensible mediante simples palabras la calidad de su
Por consiguiente, el Divino es percibido ante todo en su indecible pureza, si no es afirmando que no se halla so-
aspecto de pura existencia, y luego en su aspecto de crea- metido a nada de lo que hace dependiente al hombre, a
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La morada de la paz El dualismo
nada de lo que se corrompe en él, a nada de cuantó Él v es su misma felicidad la que lo revela, a través del es-
mancilla? pl~~dor estructurado y la disposición rítmica de los uni-
La ausencia de límites corporales engendra en versos, De ese modo, el hombre puede d1scermr su pre-
supremo otra característica: como no está prisionero sencia al contemplar el prodigioso poema viviente que
un yo mal conectado al Real subyacente, ni se halla sujeto constituye la Creación, Ahora bien, es en el plano de la
a un pensamiento tan limitado que se convierte en falaz fa naturaleza universal donde Dios es el eterno Poeta; en
aparente fragmentación del tiempo y de la materia, 'tal cambio, por lo que respecta a la naturaleza humana es el
como nuestra mente los concibe, no podría atentar contra Señor supremo, La mente individual, presa en la trampa
su infinitud, Los espejismos de este mundo no son suscep, de los egos que se oponen, provoca los acontecimientos
tibles de ejercer sobre El la menor fuerza de atracción, ni sin discriminación, en la discordancia y el desorden, mas
someterle, por poco que sea, al error y al maL En toda cosa el Divino, al tiempo que mantiene la cohesión del Todo,
y lugar permanece inmutablemente semejante a sí n1ismo. conduce secretamente al hombre de la estrechez a la vas-
Por todos esos atributos, Él es Aquel que ES, es el tedad, de la conciencia egocéntrica a la plena conciencia,
Omnipresente, No obstante, es asimismo Aquel que En el ámbito cósmico, en el alma de los hombres, en to-
obra, es el Creador, Si en el espacio infinito ES, en la in- das las cosas, hace que impere el orden universaL Es más,
finidad del tiempo ACTÚA Ordena todas las cosas sin concibe su sublime poema sin el concurso de ningún ele-
solución de continuidad, desde el fiat original y por toda mento exterior a sí mismo. Con10 está solo, su propio de-
la eternidad, y nunca ruptura alguna viene a quebrar la signio orienta sus actos, Íntegramente autónomo, desvela
armonía cósmica, A cada instante, en cada lugar, lleva a con libertad la naturaleza divina en su obra concreta, N1
cabo con precisión absoluta el acto que muy exactamen- partícula de materia ni criatura algunas, en el tiempo o en
te conviene: el error, por ínfimo que sea, es por sí empre el espacio, pueden obstaculizar desde el exterior su mo-
jamás ajeno a su,obra, vimiento o su acción.
Él, el Creador y Ordenador de los mundos, es el Poe-
ta, el kobi, Mas esa palabra "no se utiliza tan sólo en su Por eso se dejan oír en nosotros, por un lado, el lla-
acepción corriente de poeta-músico, a la par que vidente mamiento al silencio y a la no acción, y por otro la llama-
Yprofeta -aquel que de todas las cosas percibe y expre- da a trabajar en este mundo, Toda persona es a un tiem-
sa su realidad velada-, pues el Señor ve, sabe y, simultá- po «ser» y dinamismo, y cuanto más se libera y realiza su
neamente, construye. Es pura visión y puro conocimien- cualidad de «ser», hallando su completitud en una pure-
to, y se manifiesta transmutando esos dos atributos de su za de alma exenta de error y libre del mal, en mayor gra-
naturaleza infinita en innumerables formas, Él, el Poeta do se armonizan y ganan en rigor y en precisión sus acti-
sin par, proyecta su felicidad en todo cuanto emana de vidades,
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La morada de la paz El Omnipresente
de personas a las que tenemos en cuenta ante todo mente, sabían acoger este mundo en su alma como a un
función de su utilidad. Si uno recurre demasiado a tne~ bienamado huésped. En el seno de ese universo a un
nudo a los servicios de otro, no es extraño que deje de tiempo movedizo y estático, se levantaban con las manos
considerarle un _ser humano y que lo rebaje a la categorla juntas y salmodiaban: «En todo momento alabo al Inma-
de mera herramienta. Para su jefe, a menudo el empleado nente, que habita el fuego y el agua, la tierra, los cielos, el
no es otra cosa que un instrumento cómodo; lo mísmo universo entero, desde la menor brizna de hierba hasta el
cabe decir del soldado en relación con sus superiores, y el más poderoso de los árboles».
campesmo que produce las verduras y frutas que consu- ¡Que su vivo mensaje venga a iluminar nuestra vida!
mimos apenas reviste mayor sentido para nosotros que su ¡Que el conocimiento que nos transmiten pueda llevar
carreta. Del mismo modo, si bien los dirigentes de un sus frutos por doquier en este mundo y que todo el amor
país, cualquíera que sea, son muy conscíentes de 1as ven~ de nuestro corazón brote hacia Aquel que colma el espa-
tajas que puede reportarles su situación, el país en sí sólo cio infinito! No permitamos nunca más que se estanquen
lo ven a través de un velo de oportunismo, \; se revelan ín- en la indolencia los poderes de nuestro espíritu, antes
capaces de percibir su alma viviente, más ·allá de la ima- bien pueda el verdadero conocimiento, a la espera en lo
gen puramente utilitaria que se han forjado de éL más profundo de nosotros, atravesar por fin la cortina de
Es una actitud similar la que rige nuestras relaciones ignorancia que oscurece nuestra percepción. Que nues-
con el planeta que habitamos. He ahí por qué carecemos tra conciencia rompa su cascarón y se expanda por todas
hasta tal punto de miramientos con respecto al suelo que las dimensiones del cosmos, en busca de la conciencia in-
nos nutre, así como la atmósfera, los océanos y los ríos, manente. Reunamos nuestras facultades de entendimien-
sin los cuales no podríamos subsistir. Actuamos como si to, dispersadas sin cesar dentro de nosotros, y en nues-
sólo existieran para ser ultrajantemente explotados en tros momentos de meditación fundémoslas en la verdad
aras de falsas necesidades. Y el uni;erso mismo no cons- subyacente en todas las cosas así en la tíerra como en el
1
tituye para nosotros síno una gigantesca máquina al ser- cielo. Sobre todo, dejemos de reducir nuestro planeta a
vicio del hombre.
las dimensiones de nuestra pequeñez. Todo en este mun-
Cerramos los ojos a las consecuencías de nuestros ac~ do es grandioso y prodigioso, todo se halla animado y ha-
tos, a fin de poder seguir degradando alegremente los bitado por la plenitud divina; abrámonos al fin a esa ver-
suntuosos dones que la naturaleza nos ofrece en abun. dad. Con inmenso respeto, loemos todo cuanto existe,
dancia. Por eso lo que debería colmar nuestra alma sólo veneremos hasta los menores átomos de este mundo y
sirve para inflar nuestro ego.
aprendamos así a ensanchar nuestras percepciones hasta
Sin embargo, los Rishis de antaño, cuya conciencia poder comunicarnos con el universo entero. Por doquier
despierta, la visión eternamente renovada, iluminaba su y en todo momento el Divino se nos ofrece, en una dádi-
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