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{INTRODUCCIÓN}
Por una parte confirma e inculca todo lo que León XIII estableció (“Provedentissimus Deus”, sobre
el estudio de la S.E.), y sus sucesores añadieron para reforzar y perfeccionar la obra; y por otro
lado, discierne lo que al presente parecen exigir los tiempos para animar más y más a todos los
hijos de la Iglesia que se dedican a estos estudios.
I. Parte Histórica
Atención de León XIII y sus sucesores a los estudios bíblicos.
1. La obra de León XIII
No hay error alguno en el hagiógrafo cuando habla de cosas físicas ni históricas. Por lo tanto no
hay ningún error en ninguna parte de la S.E.
Fundó el pontificio Inst. Bíblico, para que hubiera en Roma un centro de los más altos estudios en
materia de los libros sagrados.
B) Pío XI:
Para dar clases en los seminarios el profesor estaba obligado a tener grado académico
(licenciatura o doctorado) del Inst. Bíblico o de la Comisión Bíblica.
Gracias a todos estos esfuerzos reconoce su Santidad, que la ciencia y el uso de las Sagradas
Escrituras han progresado no poco entre los católicos.
La iglesia siempre recomendó que el estudioso de la S.E. conozca y estudie las lenguas antiguas y
recurra a los textos originales. Hoy en día esto es mas común y accesible.
Esta se utiliza para restituir lo mas perfectamente el texto sagrado, purificándolo de las
corrupciones introducidas por impericia de los copistas y liberándolo cuanto se pueda de glosas y
lagunas, de inversiones de palabras, de repeticiones y de otros defectos de todo tipo que suelen
infiltrarse en textos transmitidos durante muchos siglos. Se debe aplicar siempre con la reverncia
debida a la palabra divina.
{AUTENTICIDAD DE LA VULGATA}
2. Sobre la interpretación.
Lo que más han de procurar es discernir claramente y determinar cuál es el sentido de las palabras
bíblicas, e.d., el sentido literal. No exponer solamente lo concerniente a la historia, a la
arqueología, a la filología y a otras disciplinas semejantes, sino que empleando estas
oportunamente, muestren principalmente cuál es la doctrina teológica de fe y costumbres en
c/libro o texto.
El exegeta debe mostrar el sentido espiritual pero siempre que conste haber sido realmente dado
por Dios. Pues solo Dios pudo conocer y revelarnos ese significado espiritual. este sentido también
nos lo enseña Jesucristo en los Evangelios, los apóstoles, la doctrina de la Iglesia y también lo
declara la liturgia (“Lex orandi lex credendi est”)
El exegeta debe acudir y ayudarse del estudio esmerado de aquellos Santos Padres y Doctores de
la Iglesia, que en tiempos pasados han explicado las sagradas letras. Ya que a estos Dios les
atribuyo cierta suave intuición de las cosas celestiales y un agudo entendimiento, con los cuales
penetrar íntimamente las profundidades de la divina palabra.
Han expuesto con mayor precisión la naturaleza y efectos de la inspiración bíblica. Donde el
escritor sagrado es “órganon” o instrumento del Espíritu Santo, pero instrumento vivo y racional, y
de tal manera hace uso de sus facultades y energías, bajo el influjo de la moción divina.
Es preciso que el intérprete vuelva mentalmente a aquellos remotos siglos de Oriente, y con el
debido auxilio de la historia, de la arqueología, etc., discierna y considere qué género literario,
emplearon; sobre todo para los textos en los que no es tan claro el sentido literal. Pues lo que
aquellos quisieron expresar con sus palabras no se determina solo por leyes de la gramática o de la
filología, ni solo por el contexto del discurso.
“En la Escritura, las cosas divinas se nos transmite según el modo que los hombres acostumbraban
a usar” (Sto. Tomas)
Fueron muchas gracias al recto uso de las ciencias, que los mismos adversarios utilizaban.
Hay muchas pero no por esto se debe perder el ánimo, pues también esto nos ayuda a animarnos
mas intensamente a leer y escudriñar la S.E., y experimentar los limites de nuestra inteligencia,
para crecer en humildad.
Todo esto no pueden hacerlo los sacerdotes si antes, durante su seminario, no han bebido este
activo y perenne AMOR a la S.E. Cuya tarea principalmente queda a los sacerdotes que cuidan a
los seminaristas y especialmente a los profesores de Sagrada Escritura.
CONCLUSIÓN: