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ALUMNO:

Genebroso tuesta, billy

PROFESION:
Derecho y Ciencia Políticas

DOCENTE:
Bardales Frank, Balarezo

CICLO:
IV

TEMA:
El actual dilema constitucional peruano: cambio o reforma de nuestra
Constitución

PUCALLPA – PERU

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“INTRODUCCION”
La Constitución de 1993, es la duodécima carta en la historia Republicana del
Perú, desde 1823.
Han transcurrido más de veinte años desde la promulgación y entrada en
vigencia del Texto fundamental de 1993. Bien vale recordar que ella fue
impulsada por los grupos políticos afines al Ex-Presidente Alberto Fujimori, que
habían respaldado el autogolpe del 05 de abril de 1992 y que estaban
convencidos de impulsar el neoliberalismo económico en el Perú. Es decir que la
Carta Política vigente, nace al amparo de un autogolpe de Estado y con la
pretensión de cerrar una etapa histórica y abrir otra. Y además para darle alguna
legitimidad a un gobierno al que la comunidad internacional presionaba para que
la tuviera.

El país afectado aún por la anomia que desde la década anterior se presentaba
en la sociedad, no participó en el debate Constitucional.
El pensamiento ilustrado tampoco. Todo esto marca una primera diferencia con
el texto de 1979, que fue fruto del consenso para darle curso político a un país
que salía de un largo proceso de suspensión de las libertades ciudadanas, en el
que la institucionalidad democrática estuvo cancelada.
El consenso, para la teoría constitucional, es fundamental en la elaboración de
toda carta política.

Para el constitucionalista KARL LEOWENSTEIN, es una de las reglas de oro del


proceso constituyente que consiste en una dinámica de aproximaciones
sucesivas; ello unifica lo diverso y da contenido homogenizador a la Constitución.
En el Perú, la regla del consenso funciono con la carta de 1979. En rigor no había
mayoría absoluta de ninguno de los partidos o movimientos que alcanzaron
representación en la Asamblea Constituyente. Sin embargo, hubo niveles de
acuerdo que permitieron darle unidad a la Constitución de 1979.
El Congreso Constituyente Democrático (CCD), no fue capaz de percibir que su
tarea histórica consistía en buscar y conseguir el consenso necesario para
concentrar todas las reformas en una modificación sustantiva del Título IV de la
Constitución de 1979.
De esta manera la carta política vigente, hubiera evitado la excesiva
concentración de poder en manos del Presidente de la República, en detrimento
del parlamento.

Por eso la mayoría oficialista del CCD frustro la posibilidad de que la nueva
Constitución fuese el resultado de un acuerdo nacional.
Así las cosas, y como bien lo apunta el constitucionalista DOMINGO GARCIA
BELAUNDE, "el oficialismo, no tenía la menor idea de lo que era una constitución
e ignoraba por completo las corrientes modernas del Constitucionalismo". Pocas
Constituciones, como la que nos rige, han generado tantas y justificadas críticas
a su contenido por parte de los sectores especializados. La incorporación
de instituciones sin conocimiento de su naturaleza y alcances, el penoso
dogmatismo de algunos de sus dispositivos sobre economía, la supresión

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sectaria de algunos acertados artículos de la Carta de 1979, y su desorden y
precaria sistematicidad, son cartas de presentación que justifican las duras
críticas a este texto.

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El actual dilema constitucional peruano: cambio o reforma de nuestra
Constitución

1. CAMBIO Y REFORMA CONSTITUCIONAL EN LA HISTORIA PERUANA:

Ciento ochenta y seis años han transcurrido, desde que los fundadores de la
República intentaron poner en vigencia la primera Constitución Política peruana
de 1823. Ciento ochenta y seis años de azarosa vida política, en la que militares
y civiles se han disputado el poder del Estado, utilizando modos violentos, a
menudo reñidos con la normatividad constitucional. Constituciones políticas no
nos han faltado.
En promedio, hemos cambiado de texto constitucional cada 15 años. Lo que no
hemos tenido es constitucionalidad ni supremacía de las cartas fundamentales;
lo que no hubo es democracia; lo que nos ha faltado y sigue faltándonos es
institucionalidad en el quehacer estatal. Con mucha razón el maestro Jorge
Basadre afirmaba que los gestores de la independencia fueron nobles,
generosos, idealistas, desprendidos y sacrificados, pero, a su vez, fueron
también incapaces de ubicarse en el tiempo y en el espacio. Vacilaron al
momento de decidirse por el tipo de Estado que habrían de construir. Unos
propusieron la monarquía, sistema gubernamental del pasado; otros, la
república, régimen del porvenir. Todos ignoraban dónde comienza y dónde
termina el suelo patrio.
Vieron que EE. UU. de Norte América y Francia, entre otros países, se dieron
sendas constituciones, y trataron de imitarlos, quizá en una sana tentativa de no
quedarse rezagados en la historia
. Así hicieron sus constituciones políticas, sin tener conocimiento preciso para
qué les iban a servir. Quizá la propia independencia se hizo únicamente para
expulsar a los españoles de estos territorios, sin saber lo que han de hacer
después con el país, ni cómo habrían de gobernarlo. 1 Ello explica, sin duda, el
porqué de tanta improvisación, de tantos ajetreos golpistas en torno de la Casa
de Pizarro, de los numerosos cambios de gobiernos de hecho y de tantas
constituciones que no llegaron a regir los destinos de la patria.
Superabundancia de Constituciones y Estatutos Políticos:
En 1823 nos dimos la primera Constitución, que no llegó a regir. Recién en 1827
se la puso en vigenica, pero solo transitoriamente. En 1826, Bolívar nos impuso
su Constitución Vitalicia, con la firme intención de asegurarse, de por vida, en el
gobierno, y con la posibilidad, de designar, vía sucesión testamentaria, a su
heredero en el sillón presidencial. Duró siete semanas. Fue sustituida por la

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Constitución de 1823 que, como ya lo dijimos, entró en vigencia de modo
transitorio, hasta que el país se diera una nueva Constitución.
En 1828 entró en vigencia la tercera Constitución Política del Perú. A ésta se le
ha llamado la “madre de las constituciones peruanas”, en razón de que las que
le han sucedido, han sido copias “reducidas o aumentadas”, pero copias al fin y
al cabo, de la Constitución de 1828. Esto nos hace pensar que si los peruanos
hubiésemos tenido un espíritu ahorrativo, empresarial y práctico, la hubiéramos
conservado hasta hoy, reformándola para evitar que caiga en obsolescencia.
En 1834 entró en vigencia la cuarta Carta Política peruana. En un afán
perfeccionista los constituyentes de 1827, previeron la posibilidad de insertar
reformas a la Constitución de 1828, lo cual fue aprovechado más bien para
derogarla definitivamente, elaborando un nuevo texto constitucional muy
parecido a su antecesor. En 1839, luego de frustrarse la Confederación 2
Peruano-Boliviana, en un intento de centralizar en Lima el manejo del poder
estatal, se dio una nueva Constitución, tan conservadora como la de 1826, pues
entre otros aspectos, eliminaba los gobiernos municipales en todo el país,
terminando definitivamente con los remanentes federalistas de la primera
década independentista. En 1856, en procura de apertura democrática, se puso
en vigencia la sexta Constitución Política Peruana, de corte mucho más liberal
que las de 1823, 1828 y 1834. Al momento de promulgarla, Don Ramón Castilla,
anunció la necesidad de hacer profundas reformas en su contenido, con miras a
viabilizar la gobernabilidad del Estado. En el fondo, lo que realmente estaba
diciendo, es que la aplicación de esta Carta era inviable. En 1860 entró en
vigencia la séptima Constitución Política peruana. Esta no nació de un órgano
constituyente, sino de la coordinación de fuerzas políticas existentes al interior
del parlamento ordinario de esa època.
Fue una Constitución de consenso y duró hasta 1920, con un ligero paréntesis
de seis meses en 1867. En 1867 entró a regir la octava Constitución Política
peruana, ésta fue nuestra última Carta liberal del siglo XIX. Como ya lo vimos en
el acápite precedente, solo tuvo una corta duración de seis meses. Derogada
ésta, volvió a regir la vieja Constitución de 1860. En 1920, con el propósito de
introducir en nuestro sistema legislativo los derechos sociales, económicos y
culturales, entró en vigencia la novena Constitución Política peruana.
La dictadura de Augusto B. Leguía impidió su plena aplicación. En 1933 nos
dimos nuestra décima Carta Política. La intencionalidad del constituyente era
ampliar los derechos sociales, económicos y culturales. Perseguidos los
representantes más preclaros de ese momento histórico, fue imposible
materializar tan noble 3 ideal. Se aprobó un texto sin mayores alcances que su
predecesor. En 1979 entró a regir la décimo primera Carta Fundamental de los
peruanos. En ella se resumió el consenso de todas las fuerzas políticas
existentes en ese entonces. Su texto contiene lo más avanzado del
constitucionalismo social.
Fue una de las mejores constituciones de América Latina. En tanto que sus
antecesoras fueron constituciones descriptivas, ésta fue nuestra primera

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Constitución prescriptiva. En 1993, con la clara intención de restringir los
derechos sociales, económicos y culturales, entró a regir la décimo segunda
Constitución Política peruana. La forma de procesarla, los particulares intereses
de sus promotores, etc., le han dado un talante de ilegitimidad, por lo que su
vigencia es muy controvertida. Se ha llegado a decir que es un Constitución nula.
La gran mayoría de peruanos pugna por reformarla totalmente o por sustituirla
por un nuevo texto constitucional o, en todo caso, por la vuelta a la Constitución
de 1979. A las doce constituciones políticas que hemos reseñado, hay que
agregar un apreciable número de estatutos políticos que han regido como si
hubieran sido constituciones. Ellos son: a. El Reglamento Provisional de San
Martín de 1821. b. El Estatuto Provisional de San Martín de 1821. c. El Pacto de
Tacna de 1837. d. El Estatuto Provisorio de 1855. e. El Estatuto Provisional de
1879. f. El Estatuto Revolucionario de las Fuerzas Armadas de 1968. g. Ley del
Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional de 1992. Los mencionados
no son los únicos. Debemos tener en cuenta que cada gobierno de facto ha
tenido su propia ley que le servido de “constitución”.

Razones de Nuestra Exuberancia Constitucional:


La razón central de nuestra superabundancia constitucional es, sin lugar a
dudas, nuestra crónica falta de proyecto nacional. Existimos como comunidad
estatal, somos, más o menos, conscientes de nuestra realidad presente,
sabemos de dónde venimos, conocemos la forma en que hemos evolucionado.
Lo triste es que no sabemos a dónde vamos ni lo que vamos a ser en el futuro.
Éste, sin embargo, no es un mal de nuestro tiempo.
Estuvo con nosotros desde el mismo nacimiento de la República. Despojamos
del poder a los españoles y, una vez que estuvimos en el gobierno del estado,
no supimos qué hacer con el país. La estructuración del Estado peruano no fue
la respuesta dada por la clase dominante a las necesidades del pueblo, sino una
burda imitación de lo que sucedía en Francia o en EE. UU. de Norte América.
Nuestras instituciones políticas tienen ese sello. Tienen ese distintivo también
las constituciones y las leyes que se han dado a lo largo de la historia. Sin
objetivos, metas, estrategias y tácticas comunes, hemos vivido buscando
caudillos, en la vana creencia de que éstos podrían darnos la orientación que
requeríamos para forjar nuestro desarrollo integral.
Lo que sucedía era que cada caudillo tenía su proyecto personal o grupal, y, sin
percatarse de ello, el país entero enarbolaba dicho proyecto, muchas veces sin
conocerlo bien, y lo abandonaba tan pronto se daba cuenta de sus estrecheces
y limitaciones, para levantar en alto otro proyecto de otro caudillo, con similares
caracteres y resultados.
La historia de los últimos treinta años es clara muestro de lo que decimos.
Buscamos a Belaúnde Terry para que nos liberara de los militares; llamamos a
Alan 5 García con la esperanza que iba a renovar el Estado y la política peruana;
votamos por Fujimori, persuadidos de que con su lema “honradez, tecnología y

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trabajo”, modernizaría el país; elegimos a Toledo para que nos salve de la
corrupción fujimorista; volvimos a llamar a Alan García para que dirija un “cambio
responsable”. Como ninguno ha hecho lo que el país esperaba, ahora seguimos
buscando caudillos. Y esa es una forma prehistórica de hacer política. Con un
proyecto nacional a largo plazo y metas de mediano y corto plazo, sabríamos lo
que debemos hacer en economía, educación, inversión, etc., identificaríamos las
leyes que nos faltan, pensaríamos mejor a la hora de elegir a nuestros
gobernantes, en fin, el proyecto nos orientaría, informándonos si es o no
necesario hacer más constituciones o reformar la que tenemos.
EE. UU. de Norte América es un país con proyecto. Sabe lo que busca para el
futuro. No pierde el tiempo en redactar nuevas constituciones. La vieja
Constitución de 1787 la sigue conservando hasta ahora. Con un proyecto
nacional, elaborado por todas las fuerzas políticas de nuestro país, nosotros
también podríamos avanzar, hacia la solución definitiva de nuestros seculares
problemas, lo que nos permitiría encauzar los esfuerzos del pueblo en procura
de nuevos y superiores destinos para todos los peruanos.

Conviene Seguir Haciendo y Deshaciendo Constituciones?


No. Esa es una manera de distraer al país y desviarlo de sus verdaderos fines.
Nunca tendremos seguridad jurídica si seguimos haciendo y deshaciendo
constituciones. Nunca tendremos un sistema legislativo estable, confiable,
predecible y creíble si no tenemos un texto constitucional firme, rígido y perenne.
Si, como hemos dicho más arriba, hubiéramos 6 conservado la vigencia de la
madre de las constituciones peruanas, hubiésemos tenido claridad, estabilidad y
seguridad jurídica a todas luces, desde 1828.
No es que no trabajen los poderes del Estado. Si trabajan. Pero si no hay
proyecto nacional, su trabajo es sin objetivos ni metas definidas. De avanzar
avanzan, pero sin rumbo ni concierto. Penélope tejía en el día y destejía en la
noche, para evitar terminar una túnica.
A nuestro modo nosotros hacemos lo mismo con las constituciones políticas.
Penélope, sin embargo, sabía que tejiendo y destejiendo evitaría un nuevo
matrimonio, abrigando la esperanza del retorno de Ulises, su marido. Nosotros
en cambio ¿qué perseguimos haciendo y deshaciendo constituciones?
¡Honestamente, nada!.

PROPUESTAS DE CAMBIO Y REFORMA CONSTITUCIONAL EN DEBATE:


Las propuestas que, sobre la reforma constitucional peruana, se hallan
actualmente en debate, son las siguientes: Reformar la Constitución de 1993,
retorno de la Constitución de 1979 y elaboración de una nueva Constitución
Política, para cuyo efecto habría que convocar a una Asamblea o Congreso
Constituyente.

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Veamos cada una de estas propuestas:

2.1. Reforma de la Carta Política de 1993:


Quienes manejan esta propuesta, afirman que es necesario terminar con la vieja
tradición de cambiar la Constitución cada quinde años y, en vez de estar
dilapidando los dineros del erario público con elecciones y referéndums
constitucionales, tenemos que dedicarnos a forjar el desarrollo nacional,
tomando a la Constitución del 93 como el núcleo duro de nuestro bloque de
constitucionalidad.
Si hiciese falta reformarla, habría que hacerlo en la medida y 7 proporción que
fuese conveniente. Por lo demás, esta Constitución se ha legitimado, dicen sus
mentores, en virtud del referéndum del 31 de octubre de 1993, evento destinado
a subsanar cualquier defecto que su procesamiento pudo haber contenido.

2.2. Retorno de la Carta Política de 1979:


Quienes piensan que la Constitución Política de 1993 es nula, ilegítima, irregular
y espúmea, plantean su inmediata sustitución por el texto constitucional de 1979,
en la firme convicción de ésta fue la mejor Carta Fundamental de América Latina.
Señalan que, si hace falta reformas, debe ponérsela en vigencia primero y luego
pasar a reformarla en todo aquello que resulte necesario.
Resulta extraño que Valentín Paniagua, Alejandro Toledo y el mismo Alan
García, no hayan restituido esta Constitución, cuando el Art. 307 de la misma
establece con claridad meridiana la obligación de hacerlo una vez que se haya
removido los factores que tansitoriamente hubiesen impedido su vigencia.
Creemos que esta es la posición más razonable y digna de ser tomada en cuenta
con seriedad y responsabilidad histórica nacional.

2.3. Elaborar una Nueva Constitución Política.


Una tercera posición se pronuncia por la inmediata convocatoria a un Congreso
o Asamblea Constituyente, órgano supremo que tendría la misión de dar al país
un nuevo texto constitucional. Está demás decir que discrepamos con este
respetable planteamiento.
Si el Perú estuviese a punto de cambiar de forma de Estado y adoptar un nuevo
régimen, por ejemplo convertirse en monarquía, en un Estado federal, en una
República popular socialista, o algo así, tal vez si fuese necesario cambiar de
Constitución 8 Política; pero, si vamos a seguir con el sistema representativo de
gobierno republicano, con los lineamientos de una democracia formal y un
sistema económico social de mercado, no hace falta una nueva Carta Política.
Líneas arriba hemos dicho que nuestras constituciones, a partir de 1834, son
copias de la Constitución de 1828.

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Esta afirmación no la sostenemos por mero prurito intelectual. Basta comparar
el contenido de las dos últimas constituciones que hemos tenido, la de 1979 y
1993, para darnos cuenta que cerca de un 80% del contenido de la Carta vigente
hoy en día, es copia fiel y exacta de su predecesora.
Ese 20% diferencial pudo haberse introducido vía reforma constitucional; pero
Fujimori, Presidente de facto a la sazón, necesitaba una Constitución con
nombre propio para salvar sus responsabilidades, y sin miramientos de ninguna
naturaleza, impuso a los peruanos la Constitución que hasta hoy nos rige.

Crear el Modelo Peruano de Democracia Directa.


De todo lo dicho hasta aquí, a modo de conclusiones, podemos sostener las
siguientes:
a. El Perú necesita articular un proyecto nacional, con especificación clara de
sus objetivos, metas, estrategias y tácticas políticas, sociales, económicas y
culturales para los próximos cien años.
b. Solo de esa manera podremos darnos exacta cuenta de lo que somos y
prefigurar lo que debemos ser en el futuro.
Con ello elaboraremos un programa que nos precise lo que debemos hacer en
cada momento del quehacer nacional. Solo así sabremos qué tipo de
Constitución necesitamos, qué leyes nos hacen falta y qué gobernantes
deberemos elegir.
c. Sabiendo el derrotero del país, conmoceremos el itinerario de los
gobernantes, sabremos el tipo de 9 control que deberemos ejercer los ellos. De
este modo la democracia no será una dádiva del poderoso sino un
requerimiemnto real y profundo del país.
d. Necesitamos crear una nueva cultura constitucional que garantice una efectiva
supremacía de nuestro texto jurídico fundamental. Las autoridades, las leyes y
los hombres comunes y corrientes, estarán sujetos a un solo mando, una sola
estrategia, una sola dirección.
La Constitución Política será la biblia de la democracia, del sistema de gobierno
republicano y del Estado de Derecho. e. El Perú necesita un quiebre
constitucional. Basta ya de hacer y deshacer constituciones. En tanto se articula
el proyecto nacional que necesitamos con urgencia, retomemos la Constitución
de 1979 y reformémosla del modo más idóneo para resolver los problemas
nacionales, irresolutos desde hace casi dos siglos. Conquistemos, de una vez
por todas, la democracia formal y demos el definitivo paso a la democracia real.
Será el mejor aporte de la presente generación a las que nos sucederán mañana
en este hermoso y rico suelo que se llama Perú.

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