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PSICOLOGÍA DE LA ESPIRITUALIDAD Y RELIGIOSIDAD.

ELEMENTOS PARA
UNA EDUCACIÓN ESPIRITUAL Y DE SENTIDO DE LA VIDA

Lic. Santos Benetti

En este trabajo, preparado en forma de curso, ofrecemos una síntesis de varios


artículos de la sección Formación del Espíritu con numerosos aportes personales
especialmente en los acápites a,b y c.

Introducción

Cuando hablamos de educación integral, no podemos dejar de lado la dimensión


más profunda del ser humano: su dimensión “espiritual” que tuvo y tiene numerosas
manifestaciones a lo largo del tiempo, de acuerdo a las circunstancias culturales.
Todos estamos de acuerdo en que en esta época de la posmodernidad se vive una
crisis de las religiones y de la religiosidad, pero al mismo tiempo surgen nuevas
formas de llevar al espíritu humano a su máxima dimensión por medio de nuevas
formas de “espiritualidad”.Nadie duda de la fuerte crisis que al menos en Occidente
viven las religiones tradicionales; pero tampoco nadie duda de que el ser humano
de hoy sufre y busca con ansias un sentido integrador y amónico de su vida, de la
historia humana y de la evolución cósmica del Universo.

A este sentimiento de integración y armonía lo podemos llamar dimensión


espiritual, aunque la palabra “espiritual” pueda no ser la más adecuada. Al igual que
la ética, el sentido de la vida atraviesa un momento dramático en nuestra cultura, y
mucho más se nota en las nuevas generaciones de adolescentes.

Mientras se da un abandono de la religión tradicional, surge otra forma de vivir, más


espontánea, más gozosa, más integral, más libre y creativa; una forma de vivir en
la que el cuerpo es revalorizado, y donde los sentimientos y emociones juegan un
papel fundamental, más allá de raciocinios, dogmas y cultos estereotipados.Algo
muy importante ha cambiado en nuestra cultura vulgarmente llamada “occidental y
cristiana”, un cambio que es irreversible porque significa un salto hacia otra manera
de vivir que si rechaza vicios de tiempos pasados, todavía no encuentra un modo
propio y coherente de vida.

Definitivamente estamos viviendo una “nueva era cultural”, generalmente llamada


posmoderna, una de cuyas características es la ruptura de los viejos paradigmas
culturales que incluye la concepción religiosa tradicional de la vida.

Con miras a ofrecer a educadores y padres, ideas de esta nueva forma de ver las
cosas, avalada por múltiples investigaciones en varios campos del saber humano
como antropología, filosofía, sociología y psicología, presentamos varios trabajos
que tienen que ver con la dimensión espiritual y religiosa del ser humano, esperando
que las reflexiones sobre los mismos ayuden a una mejor y más acabada educación
“espiritual” que incluye para muchos la educación religiosa, pero que tiene un
sentido más amplio y universal.En este trabajo presento consideraciones para una
psicología de la religiosidad, de la religión y de la espiritualidad en general, como
una búsqueda del sentido último de la vida humana.

I- LA RELIGIÓN, COMO UNA FORMA INTERPRETATIVA DE LA REALIDAD


TOTAL

1. Diversas búsquedas de significados

En los últimos siglos 19 y principios del 20 diversas ciencias y científicos,


especialmente antropólogos y psicólogos, han intentado dar respuesta al porqué de
la religión en el mundo, especialmente en los pueblos primitivos. En gran medida el
objetivo era demostrar la irracionalidad de la religión (“propia de pueblos primitivos
y casi irracionales” que vivían una etapa mítica) frente a la racionalidad de la ciencia.
Las teorías fueron reduccionistas y divididas en dos lotes: las psicologistas y las
sociológicas. Hagamos un muy breve repaso de las mismas.

a) Entre las psicologistas señalamos

– La escuela alemana del mito natural (Max Muller, 1823-1900) según la cual los
dioses son la personificación de los fenómenos naturales (sol, luna, etc.).
– Herbert Spencer (1820-1903): el hombre primitivo era racional, pero por escasez
de conocimientos y por la experiencia de los sueños llegó a la idea de almas y
espíritus, siendo el culto de los antepasados el origen de la religión.
– En forma parecida, Tylor Edgard (1832-1917) coloca como origen la creencia en
el animismo que postula que todos los seres tienen su alma.
– Para James Frazer (1854-1941) la humanidad se desarrolló en tres etapas
sucesivas: magia, religión y ciencia, y cada etapa fue superando a la anterior.

– Para otros, el origen se debe a sentimientos y profundas emociones,


especialmente de miedo ante fenómenos de la naturaleza; o por tabúes que
personifican el peligro; o por la omnipotencia del pensamiento que recurre a ritos
mágicos (actos obsesivos) para liberarse de los peligros, de modo que la religión
sería una neurosis obsesiva o como una simple ilusión fruto de la imaginación que
busca un padre protector en el cielo, proyección del padre humano (Freud Sigmund,
1856-1939).

b) Las teorías sociológicas (Malinowski Bronislao 1884-1942; Robertson Smith,


1846-1894; Durkheim Emilio, 1858-1917): presentan a la religión como fruto social
que da seguridad y alivio de angustias, que cohesiona al grupo, refuerza su
identidad, se transmite tradicionalmente, y en definitiva, se adora a la propia
sociedad idealizada.

Hoy se han abandonado estas posiciones reduccionistas e ideologistas, y se ve a


la religión y a la religiosidad y espiritualidad como un hecho mucho más complejo y
profundo, y con muchas variables según cada cultura: así el precursor de la
psicología de la religión, William James, 1842-1910; Jung Carl, 1875-1961; Fromm
Eric, 1900-1980; Rudolf Otto, 1869-1937; Mircea Eliade, 1907-1986; Víctor Frankl,
1905-97; etc.) Veamos ideas de Jung y Frankl.

– La Religión en Carl Jung

Contrario a Freud, quien consideraba la religión como una neurosis y una ilusión,
Jung, el creador del concepto de “Inconciente Colectivo” y orientador de la nueva
era cultural del New Age sostuvo que la religión es esencial para la salud mental.
Sobre este aspecto expresó lo siguiente: “Entre todos los pacientes que están en la
segunda mitad de vida, no hay ninguno cuyo principal problema no sea religioso”.

Cuando habla de problema religioso se refiere a un problema de significado que


implica el buscar una razón por la cual vivir. Jung entendía que el rechazo del
impulso religioso es la base de la neurosis de nuestro tiempo. Por esta razón, se
dedicó durante varios años de su vida a escribir acerca del rol de la religión en el
desarrollo humano.

Desde W. James y Jung aprendemos a distinguir entre sentido religioso o espiritual


y religión como construcción institucionalizada. Para Jung la actitud religiosa debe
estar basada en una experiencia personal y no en la especulación abstracta o en
“creencias” y dogmas (aceptación de verdades de forma ingenua, sin espíritu
crítico).
Es por eso que considera que aquella religión que se basa en dogmas y artículos
de fe es una que estanca y no le facilita a sus seguidores el verdadero desarrollo
espiritual que consiste en una búsqueda personal de sentido y en un crecimiento
crítico de la persona que busca su “yo profundo” (el Self)

Cada persona tiene que relacionarse a lo sagrado de manera auténtica y única ya


que no existen fórmulas preconcebidas que dicten el camino que lo lleva a
conectarse con lo numinoso. Es por esto que expresa: “Yo no puedo creer en lo que
no conozco y no necesito creer en lo que conozco”.La actitud religiosa ayuda a
experimentar la dimensión de lo “numinoso”; aquello que es independiente de la
voluntad del individuo y tiene una fuerza de atracción significativa.Se utiliza para
describir a las personas, cosas y situaciones que tienen una resonancia emotiva
profunda.

Lo profundamente religioso se refiere a aquello que Rudolf Otto acertadamente ha


llamado “lo numinoso” (sagrado, divino), una experiencia no racional ni sensorial
sino un profundo sentimiento ante lo trascendente, sentimiento de atracción, de
asombro y de respeto; sentimiento que se apodera y domina al sujeto humano, que
siempre, más que su creador, es su posesión. Lo numinoso se muestra como una
presencia invisible que producen una especial modificación de la conciencia (Jung,
Psicología de la Religión)

Es importante señalar que cuando Jung habla de Dios se está refiriendo a la imagen
arquetípica de Dios y no a un ente con una realidad ontológica.El arquetipo Dios
representa nuestra necesidad de comprender el Universo; aquello que nos provee
de significado a todo lo que ocurre y que todo tiene un propósito y dirección.
Por eso expresa que: “Es solamente a través de la psique que podemos establecer
que Dios actúa en nosotros, pero no podemos distinguir si estas acciones emanan
de Dios o del inconsciente.

No podemos decir si Dios o el inconsciente son dos entidades diferentes. La imagen


de Dios no coincide con el inconsciente como tal pero sí con el arquetipo del Self”.
O sea: del uno mismo totalmente desarrollado. Jung entiende que como psicólogo,
él no puede hacer ningún tipo de declaración en torno a la realidad ontológica de
Dios, pero si puede estudiar las manifestaciones de la imagen de Dios en la psique
humana.

En este sentido consideró que Dios es un arquetipo que por lo tanto se expresa por
medio de símbolos. Para Jung la única manera de relacionarnos con Dios es
conociendo las imágenes y símbolos del inconsciente. Esto implica hacernos
consciente del material psíquico que hemos heredado de nuestros antepasados
(Inconciente Colectivo), incluyendo la imagen de Dios. La conciencia humana
cambia la naturaleza de la imagen de Dios.

– Psicología y Religión en Erich Fromm (1900-1980).

En los aspectos éticos y religiosos Fromm, neofroidiano y psicólogo culturalista y


humanista, descalifica la moral heterónoma como falsa moral, y, dentro del respeto
a las diversas creencias religiosas, critica a toda práctica (interna y externa) de corte
autoritario o sadomasoquista en sentido psíquico. Fromm postula una religión
humanista opuesta a la religión autoritaria, o a formas autoritarias dentro de cada
religión, tal como sucede en la misma Biblia con la imagen de un Dios
tremendamente autoritario y terrorífico y otra de un Dios del amor y la colaboración
con el hombre. La esencia de la religión humanista es la práctica del amor, de la
justicia y la búsqueda sincera de la verdad desde una conciencia crítica y del sentido
profundo de la vida.

“El hombre no es libre de elegir entre tener o no tener ideales, pero es libre de elegir
entre distintas clases de ideales, entre la veneración del poder y de la destrucción,
o la devoción al amor y a la razón” (Fromm, Psicoanálisis y religión).

Para Fromm, la religión es una devoción a algo superior, lo que no incluye


necesariamente la existencia de un Dios personal. “La cuestión no es religión o no
religión. Sino qué clase de religión, sin es una que contribuye al desarrollo del
hombre y de sus potencias específicamente humanas, o una que las paraliza”

“La religión autoritaria es el reconocimiento por parte del hombre de un poder


superior e invisible que domina su destino, y al que debe obediencia, reverencia y
veneración.”

Este “deber” obediencia, etc. es la esencia del autoritarismo, ya que su virtud


máxima es la obediencia servil y su principal pecado la desobediencia, y cuanto más
crece la imagen de Dios (omnisciente, poderoso, etc), más se minimiza la del
hombre, en una relación sadomasoquista. A nivel político esto se expresa en los
regímenes autoritarios dictatoriales como en el nazismo y en el comunismo
estalinista.

“La religión humanista tiene como centro al hombre y su fuerza. El hombre tiene que
desarrollar sus poderes de razón con el fin de comprenderse y comprender su
relación con los demás hombres y su posición en el Universo…La experiencia
religiosa en este tipo de religión es la experiencia de la unidad con el Todo, basada
en la relación del uno con el mundo, captada a través del pensamiento y del amor…
La finalidad de la religión no es la obediencia sino la autorrealización… La base de
la experiencia mística no es el miedo ni la sumisión sino el amor y la afirmación de
las potencias propias. Dios no es un símbolo de poder sobre el hombre sino de las
mismas potencias del hombre”

Ejemplos de esta religión son algunos profetas, Jesús y el cristianismo primitivo, y


Buda, a quien Fromm admira profundamente como al budismo en general.

Esto lleva a revisar el concepto de pecado y culpa. “En la religión autoritaria el


pecado es principalmente la desobediencia a la autoridad y la violación de las
normas éticas. En la humanista, la conciencia no es la voz de la autoridad
interiorizada, sino la voz del hombre, el guardián de su integridad que nos da un
toque de atención cuando estamos en peligro de perdernos. El pecado no es
principalmente contra Dios sino contra nosotros mismos”.

La experiencia religiosa tiene tres aspectos fundamentales: “El primero es el


asombrarse, el maravillarse, el darse cuenta de la vida y de la propia existencia y
de la relación de uno con el mundo…con el prójimo… El segundo es la suprema
preocupación por el significado de la vida, por la autorrealización y por el
cumplimiento de la tarea que la vida nos impone… El tercero es el más claramente
descrito por los místicos: es una actitud de unidad no sólo con uno mismo sino con
toda vida y con el universo”

Dadas estas características de la religión humanista, Fromm la ve con una gran


semejanza con la terapia y por eso no ve contradicción entre ambas ramas de la
experiencia humana, ya que se basan en el desarrollo libre del hombre, en la razón
crítica y creativa y en los grandes valores del amor, la verdad y la justicia.

– La religión en Víctor Frankl

El fundador de la Logoterapia, psiquiatra existencialista, es quien más insiste en el


valor religioso para alcanzar un sentido pleno de la vida. Para él, los grandes valores
de actitudes, de experiencias y creatividad que tienden a dar sentido a la vida y a
cubrir el “vacío existencial”, son manifestaciones superficiales de algo más
fundamental, el suprasentido.
Aquí podemos percibir la faceta más religiosa de Frankl: el supra-sentido es la idea
de que, de hecho, existe un sentido último en la vida; sentido que no depende de
otros, ni de nuestros proyectos o incluso de nuestra dignidad. Es una clara
referencia a Dios y al sentido espiritual de la vida. Esta postura sitúa al
existencialismo de Frankl en un lugar diferente del existencialismo de Jean
Paul Sartre (1905-80). Este último, así como otros existencialistas ateos, sugieren
que la vida carece de sentido, y debemos afrontar ese sin sentido con coraje. Sartre
dice que debemos aprender a soportar esta falta de sentido. Frankl, por el contrario,
dice que lo que necesitamos es aprender a soportar nuestra inhabilidad para
comprender en su totalidad el gran sentido último.

Al buscar un sentido a la vida, el hombre asume toda su libertad, creatividad y


responsabilidad. “De hecho, el análisis existencial interpreta la existencia humana,
y más allá, el ser humano, en términos de un ser responsable… No es el hombre
quien hace la pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida? sino que es a él a quien se
le hace la pregunta, ya que es la vida misma quien se encarga de hacer la pregunta.

Y el hombre tiene que contestarle a la vida con una respuesta que sea su vida
misma; tiene que “responder” siendo responsable” (“El hombre en busca de sentido”
) Esta búsqueda de sentido constituye el elemento “espiritual” y auténticamente
religioso del hombre, que no incluye necesariamente y conscientemente un Dios
personal o una religión.

La plenitud humana integra lo somático, lo psíquico y lo espiritual, no basta lo


psicosomático. Y en los tres niveles puede darse lo consciente y lo inconsciente,
por lo que existe un inconsciente espiritual en todo ser humano.

“El hombre no-religioso es aquel que no reconoce esta cualidad trascendente… no


se pregunta más allá de los hechos, ni de qué es responsable ni de dónde sale su
“conciencia” ... El no-religioso es aquel que toma su conciencia sólo a nivel de su
facticidad psicológica, tomándolo como un simple hecho inmanente y se detiene al
considerar la conciencia como el último “qué” ante el que debe ser responsable.
Pero la conciencia es el penúltimo “qué” …porque no quiere perder el suelo firme
bajo sus pies… esa incertidumbre… porque “la responsabilidad resulta incompleta
sin un “hacia qué”

Existe, pues, una religiosidad inconsciente que debe entenderse “como una relación
latente con lo trascendente que hay inherente en el hombre… una relación entre el
sí mismo inmanente y el Tú trascendente… o sea, “el inconsciente trascendente”
que forma parte del inconsciente espiritual”

Eso significa que todo ser humano siempre tiene relación con lo trascendente,
aunque sea sólo desde lo inconsciente. “Y si uno llama “Dios” a ese referente…
entonces pasamos a hablar de un Dios Inconsciente. Lo cual no implica que Dios
sea inconsciente en sí mismo, sino que Dios es algo inconsciente para el hombre,
y que la relación del hombre con Dios puede ser inconsciente”. Esto no implica una
visión panteísta (todo es Dios) o que Dios está adentro de cada uno o que habite en
el inconciente, o que el inconciente del hombre sea divino u omnisciente…tampoco
es una fuerza impersonal que opera en el hombre o un arquetipo.
Para Frankl “el inconciente religioso, o lo que viene a ser lo mismo, el inconciente
espiritual, es un estado inconciente con capacidad decisoria…” con capacidad de
elegir y comprometerse con el ser trascendente. Respecto al sentido de la vida
insiste Frankl:

“Cuando hablamos del sentido hago referencia al sentido en términos de algo


terrenal. Sin embargo, no puede negarse que existe algún tipo de sentido entendido
como “celestial”… una especie de sentido último, esto es, un significado del todo,
del universo, o al menos, un sentido de la vida de cada uno entendida como un
todo”.Si bien ese último sentido no se puede alcanzar por la ciencia, tampoco la
ciencia puede negarlo.

Para Frankl, “la religión es el punto visible del más humano de los fenómenos
humanos, el deseo de dar sentido a la vida.La religión se revela como la realización
de lo que llamamos “el deseo de llegar a un significado último” (Todas citas de El
hombre en busca de sentido)

2. Planteamiento actual de la ciencia

(Para este punto seguimos a Fernando Schwarz en “Mitos, Ritos, Símbolos”)

La ciencia actual, llamada “nueva ciencia”, trata el problema del hombre, como
otros, desde un punto de vista integral. Hoy se ha superado la ciencia europea y
blanca, racista y colonialista, racionalista y positivista, y nos hallamos con una
“nueva ciencia”, pues “La nueva visión de la realidad se basa en una conciencia de
la interdependencia esencial de todos los fenómenos, físicos, biológicos,
psicológicos, socioculturales o espirituales” (Fritjpf Capra).

Hoy sabemos que “el hombre se ve inmerso en un crisol, donde se agitan las
múltiples frecuencias de una misma energía “(Max Guilmot) “No somos un simple
observador sino un verdadero participante en esto que observamos y
representamos. Las leyes físicas son leyes de la materia y de la mente, y no leyes
de la materia sola” (Charon)

Por eso los mensajes de unidad del universo de las antiguas sabidurías de Oriente
y Occidente, hoy son actualizados por las ciencias físicas y biológicas, que
redescubren un universo complejo donde todo está en todo, así como la
interferencia de lo que está arriba con lo que está abajo.Nos alejamos cada vez más
de la posición oficial del siglo 19 según la cual el hombre es un extranjero en el
universo, y la aparición de la vida un fenómeno altamente improbable.“Somos los
hijos del Universo, engendrados por él” (Jaques Menod)

Por eso, dice Edgard Morin (Pensamiento Complejo), que aparece la nueva ciencia
“que deberá establecer la articulación entre la física y la vida, entre la complejidad
microfísica y la complejidad biológica, entre lo viviente y lo humano. Es estimulante
considerar el mundo, la vida, el hombre, como sistemas abiertos” “Por lo tanto
ninguna teoría puede agotar la realidad que está condenada a quedarse abierta,
inacabada” (Morin.)

Por lo tanto, el hombre no es pura racionalidad sino la relación compleja entre razón
y sentimientos. Y la armonía pasa por la integración de los elementos que no son
contrarios sino complementarios. Sin lo global que es lo único capaz de unirnos a lo
universal, lo particular está desprovisto de sentido. Así, pues, hay una bi-unidad de
materia y mente, materia y espíritu, mente y sentimiento que constituye el mundo
de lo viviente.

Así la nueva ciencia (física cuántica, bioneurología) redescubre la “imaginación”,


única capaz desimbolizar, globalizar y asumir las contradicciones del universo y del
ser humano. Imaginación que surge después del aparecer de las emociones y
sentimientos, que siempre anteceden a la razón.
Y si la razón se expresa por el concepto, los sentimientos y la imaginación lo hacen
por el símbolo y por el mito, espiritual, religioso o mágico.Nadie dice “te amo con
todo mi lóbulo frontal” sino “con todo mi corazón”, y hasta los deportistas cuando
obtienen la victoria miran al cielo y señal con el dedo a un Dios invisible.

Los sentimientos y las emociones son un estado anterior al lógico y junto a la


imaginación están presentes en el ser humano precediendo o acompañando a la
lógica, tanto en el arte, la religión y en todas las manifestaciones de la cultura.

Al descubrir este sentido complejo y profundo del universo y de la vida, que


conforman un todo único e integrado, tomamos contacto con la vieja sabiduría de
los pueblos, con sus mitos y símbolos, sin que ello signifique creer en sus dioses.

Se trata de volver a enraizarnos en una visión eterna y renovada del cosmos: y eso
es lo “sagrado”, lo profundamente religioso o espiritual, y para ello necesitamos
conciliar la mente con la imaginación profunda, la razón con los grandes
sentimientos y el amor, la vida cotidiana con el sentido total de la vida.
No solo conciliamos tantos opuestos que conforman la totalidad, sino que buscamos
“el centro”, ese lugar simbólico desde donde miramos tota la realidad y desde donde
encontramos un sentido a la vida y al cosmos.

Y hoy pensamos que ese centro está dentro de cada uno de los seres humanos. No
está afuera. Desde nuestro punto de vista, poco importa saber de las religiones
primitivas, cuando hoy estamos ante nuestro más importante problema: qué sentido
tiene nuestra vida dentro de este Universo.De modo que lo importante es analizar
la religión actual y otras experiencias religiosas y espirituales, y ver su
funcionamiento psicológico desde la actual experiencia.

3. Nuestra posición

Preocupados por explicar psicológicamente este fenómeno universal de la religión


a lo largo de los tiempos, sin abrir juicio de valor sobe las diversas creencias, y
seamos creyentes en Dios o no, seguimos una línea de pensamiento, que está bien
descrita en “La experiencia religiosa en sí misma” del doctor uruguayo en medicina
y especialista en psicología de la religión, Omar Franca Tarragó:

“La perspectiva de la psicología de la religión más actual nos aporta datos bien
interesantes a propósito de cómo se da la religiosidad.
Nos indica que la experiencia religiosa tiene que ver con un fenómeno más amplio
en el ser humano que es la búsqueda de significado. Sin lugar a dudas, la
experiencia de fe está relacionada con múltiples dimensiones de la persona:
aspectos biográficos, socio-históricos, etc.

Pero los estudios que va haciendo la psicología de la religión desde la perspectiva


psicológica-social nos indican -por el momento-, que el factor que parece más
decisivo en este proceso psicológico es la interpretación perceptiva respecto a la
totalidad de la realidad en la que se sitúa el sujeto y por tanto con el cambio de la
significación que esa realidad va adquiriendo para él.

El hecho religioso se insertaría pues, dentro de un hallazgo global de significado


que sería el que en última instancia iría dirigiendo el proceso de maduración integral
del individuo a lo largo de su vida. Para esta tradición psicológica, la experiencia
religiosa hay que estudiarla como parte del proceso global cognitivo-emotivo
humano.”

Analicemos, pues, lo que significa desde la psicología “interpretar la realidad”.

La Realidad externa e interna aparece ante el hombre como un “fenómeno” (de


“fainein”: que aparece, que brilla ante uno), un “Significante” que debe ser
interpretado para adquirir un “Significado”.Toda la realidad aparece como una
incógnita: “Qué es esto?” Esto nuevo, caótico, desconocido…

El ser humano, a través del tiempo y trabajosamente fue dando sus respuestas, y
fue dando sentido, fue interpretando la realidad según sus los datos de sus sentidos,
emociones, sentimientos, imaginación y la razón lógica.Especialmente interpretó la
realidad desde sus necesidades y vivencias dentro de un determinado contexto
témporo-espacial.

El resultado de esas interpretaciones que aún hoy continúan y continuarán es la


CULTURA y dentro de cada cultura encontramos elementos técnicos, científicos,
artísticos, filosóficos y “religiosos”.¿Por qué este emergente de lo religioso
especialmente en las culturas antiguas de hace 5000 años?

Porque el fenómeno (“fainómenon”) que es percibido puede ser:


– Pro-fano: patente y explicable por mí y ante mí, manifiesto, comprensible: es lo
Natural, Profano.
– Epi-fano (de arriba) misterioso, explicable sólo por algo superior a mí, que me
trasciende: es lo Sobre-natural, Sagrado o hiero-fano (manifestación sagrada).
“Sagrado” significa etimológicamente “algo separado”, que está en otra
dimensión. Entonces la Hierofanía o Epifanía es la irrupción de lo sagrado en el
mundo profano. El hombre se da cuenta y descubre que hay una realidad absoluta
que trasciende a este mundo, pero que se manifiesta en él. La hierofanta manifiesta
una nueva dimensión en la vida.

Obviamente este criterio dualista (profano-sacro) es una representación del mundo


antiguo.

Pero ¿es la del mundo actual?

En cada cultura variará qué es considerado como hierofanta o realidad


trascendente, aunque hay realidades que en todas las culturas y tiempos mantienen
su rasgo epifánico y oculto, con una equis no despejada.
Tal es el caso, por ejemplo, de la muerte y qué hay después, y cómo apareció el
universo.

Mircea Elíade (el más grande historiador de las religiones) acuñó el


término hierofanía para referir la manifestación de lo sagrado aplicada a objetos
diversos: una montaña, un árbol o un planeta.
Elíade observará que una hierofanía se produce cuando se da una experiencia de
“algo” que se reconoce como una realidad distinta de la empírica (en el sentido de
mundana, natural o profana).

Así pues, si una montaña o un rayo expresa un poder superior y sobrenatural, revela
al hombre un modo de ser absoluto y diferenciando del espacio profano que lo
rodea, ya que una de las funciones de la hierofanía es precisamente, separar a esos
objetos considerados “sagrados” de los profanos.

En lo profano, el hombre se siente el centro de su pequeño mundo, y lo organiza a


su imagen, generando una sociedad organizada.
En lo sagrado, el hombre toma conciencia de que el centro está en otro lado, allí
donde se origina el cosmos, y de que puede relacionarse con ese otro mundo.

En el mundo primitivo: casi todo aparecía como epi-fano, hiero-fano, sagrado, “fan-
tasticós”, sorprendente, no comprensible, misterioso, ine-fable (que no puede ser
“fablado”, hablado) y por lo tanto, su explicación y origen se atribuía a fuerzas o
seres de otro nivel, de arriba, espíritus y dioses.
Las explicaciones científicas o técnicas eran escasas, ya que todos los “fenómenos”
naturales y biológicos tenían ese halo “misterioso”, como el trueno, el viento, los
planetas, el embarazo y mil etcéteras más.

Porque sea como fuere, el ser humano “necesita” buscar explicaciones, interpretar
y dar sentido a toda la realidad en su globalidad y en sus partes. Y cuando no tiene
la evidencia, suple con la imaginación.
Y esto es así porque, desde el punto de vista psicológico, y en gran parte
inconciente, el hombre “necesita” tener alguna explicación de la realidad para salir
de la angustia que le provoca una realidad “caótica” e incierta. (El “caos” tiene que
volverse “cosmos”)
Si el hombre pre-moderno no tenía esa explicación, la buscaba “arriba” porque
arriba, símbolo de lo superior, está el Altísimo, el Gran Espíritu, Dios que nos domina
y se manifiesta en esos signos misteriosos. Es lo epi-fánico (epi = sobre, arriba), el
poder sobre-humano simbolizado en la montaña inaccesible, el sol, el rayo, el cielo
concebido como una capa exterior sobre la cual moran los dioses expresados en
los planetas…

Y además, si el hombre no interpreta las realidades que contempla, tampoco


puede controlar ni predecir el futuro ni organizarlo. Su angustia lo destruiría. Pero
su angustia se aplaca si sabiendo quién está detrás y quien tiene poder, él puede
relacionarse para pedir ayuda y protección.

Por lo tanto, EL HOMBRE NECESITA UNA INTERPRETACIÓN DE TODA LA


REALIDAD, como un conjunto integrado y armónico. Nada puede quedar
afuera…La religión, especialmente en la antigüedad, cumplirá este cometido por
medio de sus mitos, perfectamente ensamblada con lo que hoy llamamos “ciencia”,
o sea, conjunto de conocimientos.Religión y Ciencia (elemental) estaban unificadas
por las mismas personas que cumplían ambos roles: magos y sacerdotes, escribas
y profetas.

Religión (y mitos) organizan toda la vida de la sociedad, incluida la guerra y la


política, la ida social y la vida individual.Este “integrismo” desaparece desde la
modernidad, y la ciencia (conocimiento racional) se separa definitivamente de la
religión, no sin grandes polémicas que aún hoy continúan.

En resumen: la interpretación de la realidad pasa por varias etapas evolutivas:Cierto


animismo primitivo – etapa mítica religiosa – etapa racional y conocimiento- etapa
integral que hoy queremos construir.

Por tanto, la religión cumplió en su momento esta necesidad y este objetivo:


DAR SENTIDO A TODA LA REALIDAD y “organizar” la vida de la comunidad, darle
un orden, unos valores, unas normas y una jerarquía de conducción.

Y es el resultado de un proceso interpretativo que puede ser correcto o padecer


todas las deficiencias de la interpretación humana que incluye las tareas de percibir
con los sentidos, procesar en el cerebro, imaginar, idear, juzgar, decidir.Y por
supuesto, es una religión (organizada) que surgió no hace tanto, unos cinco mil
años, y que intentó cumplir con esa pretensión: dar a los seres humanos el sentido
total del Universo, de la Historia y de la Vida humana. Así la religión organizada
asumió como propia la ética y la espiritualidad del ser humano y le dio una
determinada dirección.
Alguno podrá pensar: “mi religión es fruto de una revelación divina, no de una
interpretación humana”.
Pero en tal caso, siempre está en el ser humano interpretar si “eso que siente” es
realmente una voz divina o algo de su inconciente que él siente o interpreta como
divino.Porque en todos los casos nuestras ideas, provengan de los sentidos o de
una “voz misteriosa” deben ser procesadas e interpretadas por los circuitos
cerebrales.Y cada cultura, pueblo o religión puede “interpretar” que sus creencias
son de origen divino y las de los otros son puras interpretaciones humanas.

Es decir, y resumiendo:La gente explica sus experiencias y sus acontecimientos


vitales atribuyéndolos a determinadas causas naturales o seres sobre-naturales. En
este caso, el ser humano tiende a imaginar a estos seres sobrenaturales a su
imagen y semejanza, o sea, con características antropomórficas (masculinas o
femeninas), y a darles un poder de decisión absoluta y omnipotente que
empequeñece y casi anula al hombre.

El significado será percibido y elegido según algunas variables como:


a. fundamentalmente el contexto cultural ( semita, griego, hindú, chino, etc.) que
incluye paradigmas, valores, prejuicios, instituciones…
b. las características personales del sujeto, edad, sexo, conocimientos, rasgos
psíquicos, etc.
c. las variadas características del acontecimiento que se explica (desconocido,
inesperado, provocativo…)

De allí que hoy asistamos a una profunda crisis religiosa dentro de este nuevo
contexto de modernidad, posmodernidad, globalización, nuevos valores o
antivalores con un nuevo modelo de interpretación de la realidadNuevos
acontecimientos y experiencias humanas de todo tipo exigen una nueva explicación
mientras parece derrumbarse todo un viejo sistema…Al no tener un nuevo sistema
coherente de interpretación, nos domina la inseguridad, angustia, depresión, falta
de sentido, etc.

Por eso, a medida que avanza la ciencia (el “conocimiento”) que da sus
explicaciones e interpretaciones racionales de toda la realidad perceptible, parece
reducirse el campo de lo sagrado o sus explicaciones parecen inadecuadas… y
entonces nos preguntamos: qué cosas existen como no explicables y sagradas… o
si todo es explicable por la ciencia.Porque si hoy algo no tiene explicación, no
pensamos que hay que buscarla “arriba” sino que hay que esperar hasta que la
ciencia devele la incógnita.

Ejemplos de hierofanía y símbolo sagrado

El Arbol : El respeto y la veneración por los árboles se halla muy extendido en todo
el mundo, pues el árbol es como el punto central y el eje del mundo, estableciendo
un punto de unión entre el cielo y la tierra ya que echa raíces en la tierra y abajo y
sus ramas se extienden hacia el cielo.
También puede ser símbolo de inmortalidad por su duración.
En la Biblia encontramos también el árbol del conocimiento del bien y del mal y el
árbol de la vida. O el árbol en que se manifestó Dios a Moisés (la zarza
ardiente).Similar sentido tiene la montaña y todos los lugares altos (Sinaí, Sión,
Gólgota)

Estos símbolos responden, por cierto, al dualismo abajo-arriba, tierra-cielo, hombre-


dios, y expresan esa mentalidad cultural o paradigma interpretativo.

El siguiente símbolo alude al nivel que está debajo de la tierra: lugar de nacimientos
y de muerte. Una zona desconocida que con el tiempo se transformará en los
“infiernos” (ínferos: zona inferior, de abajo) y posteriormente en lugar de tormentos
para los condenados.

Grutas: Las grutas y cuevas en las cuales se realizaban ritos sagrados, están
relacionadas con la madre tierra, el útero, el origen de la vida y de la sabiduría
(Jesús nace en una gruta, al igual que Mitra) En algunas culturas primitivas como
en Indonesia se suponía que la primera humanidad mítica vivía bajo tierra y que por
las grutas y cuevas ascendieron a la superficie. Del mismo modo las almas de los
muertos descenderían bajo tierra y allí morarían.

4. Lo sagrado en las culturas antiguas y pre-modernas

Para una cultura religiosa antigua y pre-moderna siempre existe una división radical
entre lo sagrado y lo profano.
Así hay un espacio sagrado creado por Dios o los dioses, que se recrea en multitud
de espacios sagrados donde “habita” la divinidad o se manifiesta, y donde el hombre
puede conectarse con lo divino (templos, piedras, fuentes de agua, montañas…)

Conforme a ese espacio sagrado (modelo original) se edifican la ciudad, las casas,
los templos que simbolizan el espacio sagrado original, por ej. la catedral como
imagen del ”cielo” hacia donde apuntan las torres, con la puerta de separación con
lo profano, etc.Lo profano, en cambio, aparece como lo hecho simplemente por el
hombre, y por tanto, como de menos valor y consistencia, como algo “efímero” (que
dura un día), relativo y transitorio.

La verdadera realidad estaba en lo sagrado, a menudo simbolizado en la


consistencia y eternidad de una piedra o montaña.

Del mismo modo existe un tiempo sagrado que actualiza las gestas de los dioses
en los “orígenes” y que se expresa especialmente en las fiestas sagradas y en
determinados ritos, actualización de los mitos de los orígenes, como luego veremos.
El tiempo sagrado es cíclico o circular, de modo que se repite cada año en círculos
sucesivos como símbolos de la eternidad.

En el cristianismo son los tiempos litúrgicos con sus diversas festividades.Espacio


y tiempo sagrados no son comienzo ni continuidad del espacio y tiempo profano,
sino diferentes, de otro nivel, verdadera ruptura de la profanidad, como algo
totalmente distinto, con una realidad total y divina, “lugar y tiempo” donde la vida
tiene total sentido…En realidad lo divino está fuera del tiempo y del espacio profano,
es de otra dimensión, aunque simbólicamente se lo expresa como tiempo y espacio
porque el ser humano no conoce otra dimensión.

Entre los primitivos todo podía ser sagrado o epifánico:el cielo, la tierra, los astros,
eclipses, lluvias, truenos y rayos, el viento (algo “espiritual”, de donde viene el
término “espíritu”, soplo, aliento) el fuego, las montañas, lo volcanes, las corrientes
y fuentes de agua subterráneas, los mares, animales y plantas, los sueños, la
muerte, el sexo, etc. etc.

Recordar que el cosmos o universo primitivo era pequeño, una tierra plana y
pequeña (la extensión geográfica conocida) cubierta por el manto celeste (algo fijo,
inmóvil), cuyas dimensiones también eran escasas (se podía llegar volando o con
una gran escalera o torre…)Y la concepción de la humanidad y de la historia
también era reducida.

Por lo tanto, un mundo familiar, donde todo podía tener una explicación “a la mano”
y donde lo divino o sagrado se mezclaba con lo profano o cotidiano… hombres,
dioses, espíritus y seres sobrenaturales convivían en un universo maravilloso y
mágico.
Mundo animado poblado de espíritus (animismo) y dioses muy semejantes a los
hombres o a los deseos de los hombres.

Mundo cultural que se consideraba a sí mismo como “el centro” del mundo pues allí
se había manifestado y actuado la divinidad; afuera quedaban los extraños, los
“bárbaros”, los demonios, los infieles… Un centro materializado en la capital, en el
templo o en el palacio real. Así, Jerusalén, centro del mundo; o Babilonia, Nínive o
Roma…
Desde ese centro sagrado del mundo, los pueblos se “orientaban” y orientaban
incluso sus ciudades, templos y casas.La misma ciencia primitiva (agricultura, caza,
cestería, cerámica, astronomía, curación…) era tarea religiosa de los chamanes y
sacerdotes, sin mucha diferenciación entre religión y ciencia. Sacerdotes y
astrónomos eran “magos”, conocedores del misterio del mundo revelado por los
dioses.

Nuestra cultura actual (especialmente en Occidente), en cambio, conoce los


espacios infinitos con millones de galaxias que se mueven constantemente a
velocidades increíbles, mundo que sigue evolucionando y recreando
constantemente hasta su muerte final y con una ciencia que parece no contener
límites. Lo que hoy no se conoce, se supone que se conocerá mañana… sin
necesidad de buscar explicaciones divinas…

Una cultura que “separa” la ciencia, la técnica y el arte de la religión, relegada al


ámbito privado, algo inconcebible en el hombre pre-moderno. Por tanto, una cultura
cada vez más desacralizada y más “secularizada”, profana o mundana, sin
necesidad de Dios o dioses para buscar explicaciones de la realidad. Y un hombre
que cree no necesitar de Dios para explicarlo todo y para dar sentido a la historia y
a su existencia. Es una NUEVA cultura.

5. Ahora bien, ¿hubo algo que produjo originariamente la creencia en espíritus,


dioses y un más allá del mundo actual, y aún lo hace hoy?
¿Qué provocó el nacimiento de las religiones y qué las mantiene en el tiempo?

Desde el punto de vista psicológico podemos ver que en cada cultura, antes y ahora,
hay fenómenos externos o internos que “necesitan” la explicación religiosa o al
menos la sugieren.
a) Así, la necesidad de protección ante el hambre, las enfermedades, la sequía, los
peligros;o el sentimiento de dependencia por el desvalimiento y la debilidad natural
del hombre y la búsqueda de quien cubra esa dependencia.
En otros, el miedo ante ciertos fenómenos (tormentas, inundaciones, guerras,
muerte);en otros, la sorpresa y el asombro ante algo maravilloso, como la
primavera, el arco iris, el mundo de las galaxias o un acontecimiento benéfico.
Aún hoy todas estas situaciones provocan en muchos un sentimiento sagrado,
religioso o trascendente, y en esas situaciones se recurre con más asiduidad a la
oración o a ciertos ritos.

Es interesante lo que dice uno de los más grandes neurólogos de nuestra época,
AntonioDamasio en su libro “Neurología de la emoción y de los sentimientos”:
“No estoy a favor de neurologizar las experiencias religiosas, especialmente cuando
los intentos toman la forma de identificar un centro cerebral para Dios y la religión,
encontrando sus correlatos en los exámenes del cerebro. Y sin embargo las
experiencias espirituales, religiosas o de otro tipo, son procesos mentales. Son
procesos biológicos del más alto nivel de complejidad”.

Hoy se interpreta que el sentido espiritual, que sería la máxima elevación del espíritu
humano, no está necesariamente ligado a un sentimiento religioso que alude a otra
vida o a Dios.
Pero se entiende que este conjunto de experiencias, necesidades y sentimientos
dieron origen en las culturas antiguas a religiones con dioses protectores (como un
padre o una madre, como pastor) o dioses a los que hay que temer, o dioses
maléficos (simbolizados en dragones y demonios…) según la experiencia de ese
pueblo o cultura.

Estos dioses son como “proyecciones” de lo humano en lo divino; divino que


aparece con características antropomórficas: como pareja sexuada, como rey,
como padre, juzgando, castigando, premiando, bendiciendo, etc.Es decir que, en
gran medida, el mundo religioso refleja un modelo de sociedad y una forma de vida
(sociedad autoritaria, guerrera, desértica, urbana, esclavista, etc…)

b) De todos modos, pareciera que hubo un fenómeno más universal que provocó
las primeras reacciones religiosas: es la muerte con la suposición de una existencia
del espíritu del muerto en el más allá y la necesidad de un incipiente culto a los
muertos para mantenerlos como protectores de la comunidad.

Se trata de una experiencia que aún hoy tiene vigencia. Es un hecho que en un
momento dado de la evolución humana, se crea un umbral de comunicación entre
el conciente y el inconciente del hombre, que permite la aparición de una
intercomunicación entre la lógica y la afectividad, entre la imaginación y la realidad.

Estados de conciencia hasta ese entonces desconocidos (sueños, alucinaciones,


visiones, éxtasis, etc.) aparecen y modifican de forma sensible el comportamiento
de la especie. Gracias a la toma de conciencia de la muerte, se desencadena la
actividad religiosa y la creatividad artística como lenguajes simbólicos.

La muerte no es vista solo como el fin o pérdida de algo, sino como el paso a otro
estado donde la vida se transforma y se mantiene la identidad aún con la posibilidad
de contacto con los humanos.
Es la toma de conciencia de “algo diferente”, es el despertar de lo sagrado, que
interpreta el mundo desde el lenguaje simbólico.
Por el símbolo, el hombre capta lo distinto, lo otro, lo diferente.
Con el tiempo, cada pueblo aprenderá a mantener propicios a los espíritus y dioses
benéficos mediante ruegos, dádivas y sacrificios (“hacer sagrado algo”), etc. o
mantener alejados a los maléficos mediante ciertos rituales y ofrendas…

c) Por lo tanto, la experiencia del “homo religiosus” nace de esta experiencia


de epifanía o hierofanía: se siente una manifestación de lo sagrado o divino (lo
supremo y separado) aquí en la tierra, sea en una montaña (el Sinaí, por ejemplo),
un cielo estrellado o en un niño al que se reconoce como expresión de lo divino.

Así la Iglesia cristiana celebra la fiesta de la Epifanía en el nacimiento de Jesús y


en la adoración de los magos y pastores que ven en ese niño como la encarnación
de Dios Salvador.
Esta epifanía cristiana se conecta con la antigua epifanía del nacimiento del sol,
Mitra, (en el solsticio de invierno) calculado para el 25 de diciembre en Occidente y
para el 6 de enero entre los griegos. Ahora el nuevo sol del mundo es
Cristo…También son epifánicos en los evangelios el bautismo de Jesús (se
manifiesta como hijo de Dios y Mesías), el milagro de las bodas de Caná, con el
cambio de agua (lo viejo) en vino (lo nuevo) y prácticamente todos sus “signos” o
“hechos admirables (milagros)”.
Los milagros son epifánicos en cuanto “signos” de lo sagrado o del hacer divino, y
no necesitan ser cosas contrarias a la naturaleza, como se los concibe
popularmente.Y es sobre todo epifánica la muerte y resurrección de Jesús, pues allí
se manifestó, desde la fe cristiana, toda la divinidad y su obra salvadora.

En esas experiencias el hombre descubre lo sagrado como algo absolutamente


distinto de lo natural, como “absolutamente Otro” (Rudolf Otto), como algo de índole
“espiritual”, como “numinoso” (divino), como algo “viviente” y principio de vida total,
como algo inmensamente poderoso.
Así lo sagrado aparece como lo que tiene valor total y como lo que da sentido a la
vida humana y al cosmos, como la “verdadera realidad” (opuesto a lo aparente o
efímero o profano) y fundamento de toda realidad. Sólo lo sagrado es
verdaderamente Real. Por supuesto que a lo largo del tiempo varía esa realidad
considerada sagrada y va sufriendo distintastransformaciones.
Dice Eliade.

“Religión podría ser un término útil siempre y cuando recordemos que ella no implica
necesariamente una creencia en Dios, en los dioses o en los espíritus, sino que se
refiere a la experiencia de lo sagrado, y por consecuencia está relacionada a las
ideas de Ser, de significación y de verdad”Ser un hombre en todo el sentido de la
palabra, eso es ser religioso. Al ser fenómenos “inefables”, su lenguaje es el
símbolo, como luego veremos.

Lo sagrado, en definitiva, aparece con dos características: como un “misterio”


“fascinans”, fascinante, asombroso, inmenso, y como “tremendum”, tremendo,
poderoso, temible, que inspira respeto y temor reverencial (R. Otto).
El mismo templo o lugar sagrado estaba revestido de estas características; de allí
el silencio, entrar descalzos, que no entren los profanos bajo pena de muerte; hasta
el nombre del dios era sagrado y tremendo, no se lo podía nombrar por cualquier
motivo (segundo mandamiento: “No tomar su santo nombre en vano”). Un respeto
sagrado que aún hoy conservan muchas religiones, como el Hinduismo y el Islam.

6. Tipos de religiones epifánicas: cosmológicas e históricas

a) Una conclusión de lo dicho es que las religiones primitivas aparecen


fundamentalmente comocosmológicas, o sea epifánicas a partir de la interpretación
de los fenómenos cósmicos, con la adoración del sol (especialmente en los imperios
pues el sol es símbolo de poder absoluto), la luna (generalmente su esposa) y
demás planetas (Mercurio, dios mensajero; Venus, diosa del amor; Marte, de la
guerra; Júpiter, del rayo y del trueno; Saturno, de las aguas profundas): recordemos
que cada día de la semana estaba dedicado a uno de estos dioses-planetas y aún
hoy conservan estos nombres.

Otros fenómenos cósmicos-divinos eran la lluvia (en los países desérticos), las
montañas como morada de los dioses (el Sinaí y Sión entre los hebreos, el monte
Olimpo entre los griegos), la tierra como gran madre, culto tan importante en la
cultura andina incaica y vigente hasta el día de hoy. Árboles gigantescos, animales
poderosos (león, tigre, toro, elefante…), etc.

Religión cosmológica que es necesariamente cíclica como es cíclico el movimiento


astral, con planetas que nacen, mueren y renacen (especialmente la luna, cuyo ciclo
fue la medida del tiempo y símbolo de los cambios vitales, como en la mujer, y de
la resurrección), con las cuatro estaciones, etc.
De allí que sus grandes fiestas siempre estuvieran relacionadas con el ciclo de la
naturaleza, con los equinoccios (primavera y otoño) y solsticios, con el comienzo
del año astral, solar o lunar, con las siembras o cosechas, etc.

Vestigios de estas fiestas los encontramos aún en el culto hebreo y cristiano, como
la Pascua, en su origen fiesta pastoril de la primera luna llena de Aries (primavera,
nuevos nacimientos, flores, primeros brotes) reinterpretada luego como fiesta de la
libertad y de la nueva vida.

b) Pero ya en tiempos cercanos, hebreos, cristianos y musulmanes desacralizan el


cosmos que aparece como simple “criatura” de un solo Dios, el cual, manifiesta su
presencia (hierofanía) en los acontecimientos de la historia que se vuelve “historia
sagrada” o “historia de salvación”, obrando Dios mediante ciertos personajes como
Abraham, Moisés, los Profetas, Jesús, Mahoma.Por lo tanto, el tiempo ya no es
cíclico sino que tiene un comienzo divino, y luego de un camino providencial,
desemboca en un final (´´ésjaton”, escatología).

Es un Dios que guía a su comunidad a lo largo de los “signos de los tiempos


históricos”… y que en esta historia real (no sólo mítica) o en el más allá manifiesta
su misericordia y su justicia.

De allí la importancia de la esperanza en un futuro apoyado en las promesas de


Dios sobre el cual se deposita toda confianza, en El y en su Palabra.

Estos pueblos dieron importancia, por lo tanto, a los libros de su historia


cultural (Biblia, Corán, etc.), considerados sagrados como palabra divina, pues
aprendieron a leer el mensaje divino en su propia historia y cultura y en los ritos
sagrados.O sea, interpretaron las palabras y enseñanzas importantes de sus
líderes, profetas, sacerdotes o escritores como revelación o manifestación de Dios
y de su Palabra, como si Dios hablara a la comunidad por medio de ciertos
personajes.

Por lo tanto entendieron que Dios se revelaba (hierofanía) tanto en los


acontecimientos históricos, que había que interpretar, como en los dichos y escritos
de ciertas personas representativas y proféticas; palabras que también necesitan
interpretación.Y como esas interpretaciones no siempre eran claras ni uniformes,
también surgían diversas corrientes interpretativas no solo distintas sino aún
opuestas.

En definitiva, fue la comunidad misma y sus dirigentes la que a lo largo del tiempo
decidió qué interpretaciones eran “auténticas” y cuáles eran falsas o “heréticas” y
disidentes.Pero aún en estas religiones históricas encontramos muchos restos de
hierofantas cósmicas (piedras sagradas, montañas sacras, ríos, árboles, etc.) y un
sinnúmero de símbolos cosmológicos (el cielo como lugar de lo divino; las tierras
inferiores como el infierno; la luz, el sol, el agua, etc.)
c) Pero hoy, en esta nueva cultura posmoderna, se pone el acento en las
manifestaciones divinas “dentro del ser humano”, en su inconsciente más profundo
(como vimos en textos de Jung y Frankl), como si Dios bajara de las alturas para
actuar desde lo más íntimo del ser humano.

Un Dios más sujetivo y personal, a menudo identificado con la energía cósmica en


constante evolución y creación (cierto panteísmo) y con la síquica (con la conciencia
y el inconciente) que “evoluciona” constantemente a lo largo de lo siglos.

Por lo tanto, para muchos creyentes modernos, un Dios muy distinto del antiguo,
más íntimo y personal, y siempre creando y renovando el universo, y presente en
todas las manifestaciones de la vida y en el equilibrio cósmico y ecológico.

Decididamente ha cambiado la imagen de Dios. La vieja imagen ha muerto.Y


también una religiosidad-espiritualidad menos atada a estructuras eclesiásticas
(Iglesias), más individual y sujetiva, más mística o carismática, con más importancia
de los sentimientos y menos importancia en viejos mitos, teologías, templos y
rituales o sacramentos.
Como vemos, el proceso interpretativo de la Realidad cósmica y humana, aún no
ha finalizado, y adquiere nuevas formas en cada época.

Entre tanto, el hombre posmoderno ha asumido esta tarea interpretativa desde sí


mismo, desde sus conocimientos y conciencia, buscando encontrar la unidad de
todo, sin divisiones de profano y sagrado.Está naciendo una espiritualidad laica, no
religiosa. E incluso una religiosidad sin religión institucionalizada o eclesializada.

7. POSMODERNIDAD Y RELIGIÓN. DIFÍCIL RELACIÓN ENTRE


CONOCIMIENTO, CIENCIA Y RELIGIÓN. TEMAS CONFLICTIVOS

La posmodernidad, que es la etapa histórica-cultural que estamos atravesando, está


provocando cambios en todos los aspectos de la vida, y muy especialmente en el
campo educativo. Algunos de estos cambios son bien aceptados rápidamente por
la sociedad en general, como los adelantos en las comunicaciones, en las ciencias
y en los avances tecnológicos, sea por los beneficios que traen aparejados sea
porque en realidad se producen sobre objetos externos a nosotros, sin tocar la
estructura íntima de cada persona.

Todo lo que sea rapidez e inmediatez en las informaciones, aparatos de diagnóstico


clínico, medios de comunicación o nuevas formas de disfrute, libertad y placer son
la pantalla de la posmodernidad, su rostro casi milagroso que seduce a millones de
usuarios sin distinción de mentalidades, culturas o madurez síquica.

Sin embargo, hay otros cambios, que son los verdaderos y profundos cambios
culturales e ideológicos que identifican a la posmodernidad, que pueden generar
profunda resistencia en su aceptación o incluso ser “negados” por ciertos sectores
de la sociedad.
Un claro ejemplo es el que ocurre en las religiones y en las Iglesias en general que
se están volcando masivamente al uso de los modernos medios de comunicación
social pero sin modificar sus contenidos dogmáticos ni su esquema autoritario
jerárquico ni su fuerte presión de poder sobre la sociedad.
Cambian los instrumentos de propaganda y control social, pero resistiendo los
profundos cambios que hoy se dan a nivel cosmológico, antropológico y socio-
psicológico o negándolos sistemáticamente “como si nada pasara” o suponiendo
que esta ola posmoderna pronto pasará de moda y las cosas volverán a ser como
antes.

Por eso constatamos que hoy tenemos una profundísima fractura entre la actual
cultura posmoderna y las religiones e iglesias tradicionales, entre la nueva
educación centrada en el ser humano integral y concreto y el viejo sistema educativo
centrado en el autoritarismo y en verdades absolutas.

Por estos motivos nos ha parecido importante hacer algunos aportes sobre esta
difícil relación que existe entre los postulados de la actual cultura posmoderna y la
religión, no para quedarnos en un estudio teórico, sino para encontrar caminos
valederos para una educación integral del ser humano, no solo en el plano científico
y de conocimientos, sino especialmente en el plano de los valores éticos y de una
nueva espiritualidad humana, distinguiendo con claridad los campos de acción de
la ciencia pedagógica con respecto a los postulados de la religión.

Hoy el ser humano reclama total autonomía, autonomía que debe reflejarse
especialmente en la educación pues es allí precisamente donde niños y niñas, y
adolescentes en general, deben aprender a vivir con autonomía y con pleno
desarrollo de todas sus instancias existenciales, tanto las físicas y biológicas, como
las sociales, culturales, éticas y espirituales, aclarando desde un comienzo que al
decir “éticas” y “espirituales” hablamos de una “ética humana” y del “espíritu
humano” sin connotaciones religiosas.

Hasta allí llega la pedagogía como “Ciencia” autónoma, lo que no es obstáculo para
que muchos también adopten creencias y prácticas religiosas o las reciban en
ámbitos específicos, derecho proclamado por Naciones Unidas en el art. 18 de Los
Derechos Humanos Universales de 1948.

Hoy tenemos una nueva concepción del hombre y del cosmos, y esto exige un
nuevo diseño educativo. Se trata de un aspecto pedagógico novedoso porque
tradicionalmente la educación ética (o moral) y espiritual se la consideraba como un
aspecto de la religión y casi como su dominio exclusivo.

A) LOS TEMAS CONFLICTIVOS entre Ciencia y Religión

De los muchos cambios surgidos de la modernidad y especialmente de la


posmodernidad y de los muchos temas conflictivos con la religión (aquí en
Occidente, en concreto con la cristiana y para el habla española, especialmente con
la católica) seleccionamos aquellos que tienen mayor incidencia en el campo
educativo, ya que son las nuevas generaciones las que reciben con mayor
entusiasmo
la propuesta posmoderna y sienten el choque con ciertas ideologías y estructuras
educativas tradicionalistas.

1. La ciencia cosmológica

Aunque quizás haya cuestiones más conflictivas, lo cierto es que la nueva ciencia
cosmológica es la que provoca un impacto especial en las creencias religiosas.
Las grandes religiones, surgidas hace unos 5.000 años, tenían una idea mítica un
tanto ingenua de un universo sumamente limitado y reducido tanto en el tiempo
como en el espacio.

Así por ejemplo, la tradición bíblica judeo-cristiana podía hablar del inicio del mundo
unos 4.000 años antes de Cristo, con una extensión pequeña que ni siquiera
abarcaba toda la tierra como hoy la conocemos, con un cielo material (una especie
de chapa) relativamente cercano al que se podía llegar volando o con una larga
escalera o en un carro de fuego, con estrellas y planetas muy pequeños dentro de
la cúpula celestial cuyas bases estaban sobre una tierra plana e inamovible.

En tanto encima de ese pequeño cielo, no más extenso que el alcance de una
mirada en el horizonte, había un depósito de aguas listas para caer en forma de
lluvia.
Y en la parte superior estaba Dios sentado en su trono, rodeado por un ejército de
ángeles (las estrellas), manteniendo el orden cósmico y ordenando con leyes
concretas la vida de los seres humanos, a quienes había creado directamente luego
de haber creado el mundo en seis días.
Finalmente, debajo de la tierra en el plano inferior (o infierno) estaba el lugar de los
muertos, tanto de los inocentes como los culpables que eran atormentados con
castigos ejemplares.

Hoy la ciencia cosmológica nos habla de un inicio del universo (big bang) de un
huevo cósmico infinitamente denso y pequeño hace unos 15 mil millones de años,
que evolucionó y se fue expandiendo mientras se formaron más de 200 mil millones
de galaxias con cientos de miles de millones de estrellas cada una, galaxias que
continúan su alocada carrera expansiva cubriendo un espacio prácticamente
infinito.
Sólo después de 10 mil millones de años (o sea, hace 5 mil millones de años) se
formó nuestro sistema solar dentro de una de esas galaxias.
La tierra se formó hace unos 4 mil millones de años (aún sigue evolucionando) para
que allí surja la vida primitiva en forma de microcélulas y virus hace unos 3.500
millones de años, evolucionando constantemente en nuevas y más organizadas
formas de vida vegetales y animales.

De la historia humana no hay noticias sino desde hace apenas 1 millón de años con
los primates, de cuya evolución surge el hombre actual, homo sapiens, hace unos
50 mil años, constituido con los mismos elementos del Universo aunque con una
organización especial.
La historia humana así como hoy la conocemos desde restos arqueológicos apenas
supera los 10.000 años.
La historia de los hebreos que reconocen a Dios como Yahvé (el dios de las tribus
del Sinaí) tiene apenas unos 3200 años, uno de cuyos vástagos insignes fue Jesús
hace 2000 años, de quien se origina el cristianismo.

Así nuestra tierra aparece como un punto insignificante del Universo dentro del
sistema solar, a un costado de la Via Láctea que tiene una longitud de unos 100 mil
años luz, albergando a un ser humano, tan perfecto como endeble y efímero, y como
último invitado de esta grandiosa historia de nuestro cosmos.

Varios problemas plantean esta nueva cosmovisión: destacamos

- El origen del universo y su evolución de acuerdo a ciertas leyes, y la posible


existencia de Dios y su rol dentro de este universo.

- El sentido y la veracidad de los relatos y creencias religiosos.

a) Lo primero es preguntarnos si cabe un Dios en esta visión cosmológica, ya que


la gran evolución en la cual todavía estamos inmersos con nacimiento y muerte de
estrellas, choques de galaxias y un sinfín de otros fenómenos impresionantes,
parece guiarse por leyes propias e inexorables y también por hechos aparentemente
fortuitos y desbordados de toda lógica. Mientras unos científicos afirman que Dios
pudo haber estado presente en la creación del micro huevo que hizo big bang y
cuya energía aún está en expansión hasta su declive definitivo, otros prefieren
hablar de una Inteligencia o Conciencia Cósmica que guía los acontecimientos, y
otros simplemente se remiten a la energía cósmica capaz de por sí de explicarlo
todo sin necesidad de otro ser fuera del propio universo.

Lo cierto es que la ciencia no puede afirmar la existencia de un Dios (o Inteligencia


supramundo) ni tampoco puede negarla, pues Dios o lo divino escapa por definición
al alcance de observación y estudio de la razón y de la ciencia, y se enmarca dentro
de las Creencias a las que es afecto el ser humano por su imaginación, intuición,
sentimientos y percepción primaria. Por lo tanto, la ciencia prescinde
metodológicamente de Dios y busca la explicación del Universo exclusivamente
desde sus leyes inherentes e internas. Y cuando hablamos de ciencia, incluimos por
cierto a la psicología y a la pedagogía.

Pero más importante aún, suponiendo la existencia de una Inteligencia Superior o


Dios en el origen y evolución de todo, es preguntarnos por la imagen de ese Dios y
su función en el universo. Ciertamente desde los actuales conocimientos, ese Dios
tiene que ver muy poco con la imagen tradicional que nos dan las religiones y los
libros sagrados.
Porque la idea de un Ser que creó de una vez el mundo que funciona en perfecto
orden bajo su guía ha muerto definitivamente, pues hoy sabemos que el universo
aún evoluciona y se está gestando en medio de grandes cataclismos que incluyen
a la misma tierra que cambia constantemente y corre peligro de terminar
despedazada.

La pregunta es obvia: ¿hay “Alguien” detrás de esta evolución cósmica que nos
admira tanto por su orden como por su desorden, por su armonía como por sus
cataclismos y desastres?
¿Puede ese Dios infinitamente sabio y bueno controlar las fuerzas cósmicas y el
funcionamiento de agujeros negros y galaxias, o de seres biológicos y animales,
muchos de ellos dañinos y venenosos, de todo tipo que se destruyen entre sí, y
cuidar la seguridad y la vida de los seres humanos, especialmente de los inocentes,
víctimas de esclavitudes, opresiones y matanzas o de hechos y desastres fortuitos?

Lo que nos queda en claro es que los nuevos conocimientos plantean cuestiones
que de ninguna manera se resuelven con las creencias tradicionales ni con la
imagen de ese Dios “pequeño”, que tiene al universo como en la palma de su mano
y que cuida personalmente a cada una de sus creaturas; y es esa imagen de Dios
la que está en el centro del conflicto científico-religioso.

Cómo compaginar un Dios todopoderoso y providente con un mundo tan inseguro


y con destrucciones tan catastróficas de las que somos testigos todos los días, con
una energía constructiva y con otra energía destructiva tanto en el orden natural
como en el orden biológico. ¿Cómo aceptar su amor y su providencia cuando
incluso los que le sirven y adoran sufren todo tipo de injusticias y de males, sin que
El pueda hacer nada por salvarlos?
¿Cómo encontrar la finalidad y el sentido del universo y del ser humano cuando
sabemos que camina hacia su muerte segura cuando la energía astral y biológica
llegue a su fin?

Y qué respuesta pueden dar los educadores cuando niños y adolescentes llegan
desde sus familias y comunidades religiosas con esa imagen de Dios que chocará
inevitablemente con los conocimientos científicos que adquieren en sus escuelas?
¿Están preparados nuestros docentes al menos para plantear el tema desde un
diálogo constructivo aprendiendo educadores y educandos a vivir con dudas y
preguntas porque dudas y preguntas serán la constante de toda la vida y de toda
ciencia?
¿Podrán educar no desde las certezas y verdades sino desde la búsqueda de
significados, desde la incertidumbre y desde una dudosa esperanza?

Ni la Religión, ni las Iglesias, ni la Ciencia ni la Educación tienen hoy respuestas


definitivas a un sinnúmero de interrogantes que plantean incluso niños pequeños
con una mentalidad más abierta y crítica que la que teníamos nosotros a la misma
edad.
Ya no sirve “cerrar” el tema o “definirlo” (ponerle fin) desde textos sagrados o
argumentos de autoridad: tenemos todos que aprender a vivir con cierta dosis de
ansiedad ante preguntas sin respuestas para admirarnos ante el “misterio” siempre
nuevo y siempre profundo que nos plantea el universo y nuestra vida inmersa en él.
Las religiones que surgieron en otras culturas hace unos pocos miles de años para
dar respuesta y sentido total a todos los interrogantes humanos a través de
creencias y mitos transmitidos por via tradicional o de autoridad, hoy necesitan
revisar sus creencias y cambiar radicalmente desde una humilde autocrítica,
despojarse de sus dogmas absolutos y de su afán de poder y control social, para
ponerse a caminar junto a los seres humanos y en igualdad de condiciones buscar
un sentido a la vida, simplemente “buscar” para disfrutar lo más plenamente posible
esta aventura sobre cuyo origen y cuyo final casi nada sabemos.
Y esa es nuestra condición humana.

Y si las religiones efectivamente proclaman convencidamente la existencia de Dios


-un Dios “transcendente” a todo lo humano, ser de otra categoría y esencia, Dios
inefable “a quién nadie ha visto jamás”- deben entonces renunciar a la pretensión
vana de imaginarlo o definirlo en forma antropomórfica y de hablar en su nombre o
de establecer cuál es su voluntad o en qué consiste su sabiduría…
Esto se llama coherencia. Humilde coherencia, la coherencia de los que somos
“humus”, o sea, de la tierra.

En definitiva:
por el camino del Universo, su origen y evolución, no llegamos a Dios, y tampoco
es eso lo importante.
Lo importante es cómo nos situamos y nos relacionemos con el mundo, cómo
sepamos sentirnos parte del mismo e integrados a su dinámica, para comprender y
experimentar la maravillosa experiencia de vivir en un mundo siempre atractivo y
siempre cambiante que nos llama a desenvolvernos como un microcosmos en
constante aumento de conciencia, desarrollo y perfeccionamiento.

b) Todas las religiones fundamentan sus creencias en antiguos relatos,


considerados sagrados, bajo la suposición de que Dios o los dioses o sus
intermediarios directos han sido sus autores, por lo que son “palabra de dios”. De
allí se concluye que son testimonios de la verdad divina, y que es obligación de los
seres humanos el aceptarla como tal.
A posteriori los jefes religiosos o la institución divulgan ese mensaje como el único
verdadero y lo transmiten de generación en generación en una constante repetición,
con algunos cambios ocasionales adaptativos, pero manteniéndose firme el sustrato
esencial y generalmente desconociendo los cambios culturales que vive cada
pueblo y rechazando toda otra posible “verdad” de otros pueblos o culturas. Po
tanto: dogmatismo e intransigencia.

Pero es evidente que esos primitivos relatos (al principio orales y luego escritos)
surgen de personajes, grupos o comunidades que intentan interpretar la totalidad
de la vida cósmica y humana con los elementos de su sabiduría, de su intuición, de
su imaginación y de ciertas observaciones de la naturaleza y de la historia humana.
A menudo ellos mismos aseguran que todo es producto de una revelación divina o
de sueños reveladores, fundamentos de verdad inapelable.
Queda en la comunidad aceptar esos relatos como revelados por la divinidad o
rechazarlos como fraude.
Al aceptarlos como revelación, se establece un criterio inamovible de lo que es
verdadero o falso, de lo que debe creerse (las Creencias o Dogmas – palabra
griega que significa precisamente creencia-) como de de lo que debe practicarse
en las conductas (Moral) y en los rituales (Culto).

Dichos relatos originarios, a los que hoy llamamos Mitos, generan también una
conciencia de pueblo o comunidad organizados y les dan un sello de identidad frente
a los otros pueblos y culturas.
Los mitos no distinguen entre religión y ciencia, tal cual lo hacemos hoy, sino que
se presentan como un conjunto orgánico de Creencias que no excluyen por cierto
muchas observaciones y conocimientos objetivos y correctos de la realidad, incluso
técnicos y medicinales.

Las culturas antiguas, por lo tanto, fundamentaban sus creencias desde una cierta
revelación, palabra o comunicación de Dios o de los dioses, importando poco quien
fuera la persona concreta que relataba las historias o hacía las reflexiones.
El actor privilegiado siempre era Dios, que utilizaba a ciertos personajes, a menudo
insignificantes, como sus interlocutores o mensajeros.
Se suponía que entre el cielo divino y la tierra humana existía una comunicación
constante, y que tanto llegaban mensajes desde lo alto como podían subir mensajes
desde la tierra en forma de conversaciones, oraciones y peticiones.

Hoy tenemos criterios muy distintos.


Sabemos que todas las ideas, lenguaje y sentimientos nacen desde el interior del
ser humano, tanto desde su conciente como de su zona inconciente, y
concretamente desde su cerebro, aún los sueños, las ilusiones y supuestas
visiones. Y a nadie se le ocurre, salvo que esté mentalmente enfermo, atribuir sus
pensamientos y palabras a alguna divinidad.

Por lo tanto, los relatos “sagrados” nos dicen cómo sentían e interpretaban su
realidad los antiguos pueblos, cómo vivían y se relacionaban, cómo resolvían sus
problemas, desde qué valores organizaban sus vidas e incluso cómo creían que
sería su destino final y el del universo.
Nos dicen que ellos efectivamente creían en dioses protectores de su pueblo, a los
que rendían obediencia y culto para tenerlos siempre propicios y evitar sus castigos.

Los mitos reflejan su cultura y sus creencias, y eran válidos para esa cultura y ese
pueblo, y no tuvieron al principio un alcance universal sino que eran el patrimonio
identificatorio de “ese pueblo”, aunque posteriormente los dirigentes político-
religiosos desde una concepción imperial pretendieron imponer sus creencias como
únicas verdades para todo el mundo y para siempre, incluso por medio de la
violencia.

Así esos relatos míticos, considerados sagrados y revelados, llegan hasta nosotros
que vivimos una cultura totalmente diferente y nos preguntamos qué sentido tiene
el vivir hoy de acuerdo a sus doctrinas que nos resultan extrañas y hasta ingenuas
y sin sentido, no sólo en su contenido sino también en su lenguaje.
Y nos preguntamos,
¿Hay que tomarlos literalmente como se hizo siempre, como si fueran crónicas o
relatos científicos, o su lenguaje, nacido del inconciente, es simbólico y tiene que
ser descifrado de acuerdo a la realidad de “esa “cultura, en gran medida
desconocida por nosotros?
¿Y cuál es el mensaje profundo, de sabiduría, de esos relatos y cuál es el ropaje
literario exterior? ¿Y cuánto tenemos aún hoy que aprender de la sabiduría reflexiva
de aquellos pueblos y en qué medida tenemos derecho a construir nuestra propia
sabiduría desde otras categorías y desde otros conocimientos sobre los cuales
tenemos mayor certeza?

Basta analizar el conocido relato de la creación del mundo de Génesis 1, para


darnos cuenta de que todo apunta a consagrar a Yahvé el séptimo día (sábado)
pues así como Dios “trabajó seis días y descansó el séptimo”, así harán en adelante
los hebreos-judíos (y así lo hacen hasta el día de hoy): trabajarán seis días a la
semana para ganarse el pan y consagrarán el séptimo a Dios en gratitud y
adoración. Por eso los mitos tienen como protagonistas principales a dioses
fundadores de culturas, pues “así como ellos hicieron al principio, así debemos
hacer nosotros”.

El riesgo de esos relatos, como pasa con los textos bíblicos y evangélicos, es
interpretarlos al pie de la letra como si fuesen crónicas o informes científicos, con lo
cual se llega a increíbles contradicciones con la razón y con la ciencia.

El otro camino es interpretarlos desde su lenguaje simbólico y género literario para


descubrir el mensaje profundo que se quiso dar a esa comunidad, mensaje que aún
hoy nos puede ayudar a reflexionar sobre la vida y su sentido, porque las grandes
preguntas del hombre, las que surgen de su profundo ser son siempre las mismas…
aunque las respuestas pueden ser muy variadas y nadie es dueño de las mismas.

Por otra parte, en el caso particular de la Biblia (Ta Biblía en griego: Los Libros) hay
que tener en cuenta que es un compilado de unos 70 libros y opúsculos, a veces de
pocas carillas, escritos desde el año 1000 antes de Cristo, aproximadamente, hasta
el 150 después de Cristo, la mayoría sin autor conocido, reflejando diversas
situaciones históricas (vida en el desierto, monarquía, derrotas, esclavitud, etc.) y
aún con ideologías opuestas (algunos más universalistas y otros ultranacionalistas
y cerrados a todo contacto con los otros pueblos).

Los géneros literarios varían muchísimo desde crónicas históricas, hasta relatos
míticos, novelas didácticas, poemas y cánticos, reflexiones teológicas y cartas,
libros cultuales o litúrgicos y leyendas de todo tipo, todo lo cual supone el esfuerzo
de interpretar el sentido de cada texto desde su encuadre histórico-cultural y género
literario utilizado por el autor.

En una palabra: los antiguos mitos y libros sagrados no nos demuestran la


existencia de Dios (o de los dioses) y ni siquiera lo intentan, tampoco nos dicen
quién es Dios o cuál es su palabra o su voluntad, sino que nos dicen cómo aquella
cultura suponía que era Dios, o cuál era su mensaje o su voluntad, interpretando
sus propias y convencidas verdades como venidas del mundo divino, y dando a la
historia de su pueblo una interpretación religiosa muy particularizada y subjetiva.

Y aquí nos encontramos con otro gran obstáculo en el campo educativo: es increíble
la ignorancia que existe sobre estos temas y cómo aún hoy, incluso altos dirigentes
religiosos, hacen una interpretación literal de los textos y los consideran con validez
científica o histórica, pasando por alto la sabiduría de vida de los pueblos y el
contexto cultural que originaron esos mitos y relatos.
Se come la cáscara de la fruta y se tira la pulpa.
Por lo tanto, los libros y relatos “sagrados” no nos conducen a Dios sino a vivencias
o experiencias religiosas de otros pueblos y culturas.

La espiritualidad y el sentido más profundo del ser humano no vendrán jamás de


afuera, de libros, creencias, mitos, dogmas o ritos, sino que tendrán que surgir del
mismo seno de cada ser humano y de su propia experiencia personal.
Y a eso deben abocarse los educadores: “acompañar” a los educandos en este
maravilloso descubrimiento con un final siempre sujetivo y siempre abierto.

2. Visión antropológica

a) De un ser humano dependiente a otro autónomo.

Más importante que la nueva ciencia cosmológica, aunque menos espectacular, es


la nueva visión del ser humano (antropología, psicología) lo que ha generado un
sinfín de serios conflictos con la religión en esta etapa posmoderna de la cultura y
especialmente en la educación.

En efecto, en las religiones el ser humano (digamos “el hombre”) aparece como
creatura de Dios y dependiente en todo de la voluntad divina. Su dignidad le viene
de Dios, incluso se lo concibe como imagen divina; de Dios recibe el ser y la vida, y
en consecuencia está siempre en una posición de receptividad y gratitud, gratitud
que se expresa en una estricta obediencia a los dictados morales y cultuales de la
divinidad.

Tal como sucede en la tradición bíblica, todo remite a la causa primera que desea
la existencia del hombre (“hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”), lo
moldea, le insufla la vida, sostiene su existencia, le provee de alimentos, le envía la
lluvia, lo ayuda en sus necesidades e incluso guía sus ejércitos y le otorga la victoria.
Aunque el hombre debe trabajar y desarrollar sus talentos (también dones divinos),
todo su pensar, sentir y actuar está orientado a la divinidad, a quien debe dar cuenta
y de quien recibirá tanto el premio como el castigo.
Dios le revela sus secretos y su sabiduría, le ordena un orden moral con minuciosos
mandamientos y le exige determinado culto con actos sacrificiales, a menudo tan
extremos que aún incluyen el sacrificio de la propia vida o de sus hijos y bienes,
pues El es el único dueño de la vida y de la muerte.
Por lo tanto, en esta mentalidad, el hombre, lejos de ser autónomo, es un ser
pequeño y “heterónomo” (la ley, el orden vienen de afuera, de otro) en todos sus
aspectos: no solo depende de Dios en su vida originaria, sino que su sentido final y
su felicidad dependen de su obediencia y fiel acatamiento de la voluntad divina.
Dios es el “alfa y el omega”, el principio y fin, tanto del Universo como del hombre,
que viene de El, a El remite y hacia El se dirige como sentido y finalidad de su
existencia.

Se trata de una imagen de Dios contradictoria: se lo presenta como “padre lleno de


bondad e infinito amor” (siempre masculino) pero al mismo tiempo como Juez
severo que escudriña hasta el más recóndito del pensamiento humano y no duda
en aplicar un castigo eterno a quien muera con un solo pecado mortal en su
conciencia.
Un dios que pasa del amor a la ira, de la promesa de vida al castigo horrendo y a
duras amenazas contra quien se atreva a tener un pensamiento propio.
Exige que se le sirva y acate libremente, pero sin la libertad de decidir por sí mismo
lo que se considera más ético y más acorde con una vida humana.
Así el hombre jamás puede adquirir una madurez adulta, pues siempre tiene que
comportarse como un niño dependiente, pasivo, en permanente escucha y filial
obediencia, siempre “vigilado” por alguien que “todo lo ve” y que contabiliza méritos
para el premio celestial o culpas para el castigo infernal.

En el caso del cristianismo esta antropología de la dependencia se complica al


considerarse que todo hombre nace con un pecado original, heredado por el pecado
de desobediencia de los primeros y míticos padres, según el conocido mito narrado
en Génesis 2 y 3, según dudosas interpretaciones que se hicieron en los primeros
siglos de la era cristiana..
Si es incomprensible que un pecado pueda heredarse después de miles de años a
través de la relación sexual de los padres, también resulta incomprensible que la
humanidad reciba el perdón por la muerte de Jesús en la cruz y por el bautismo en
su nombre.

Más importante que toda esta teología que tuvo tanta importancia especialmente
desde San Agustín (siglo IV y V) es su consecuencia sobre la visión del hombre que
aparece como pecador por naturaleza y desde antes de nacer y que debe transcurrir
sus años en la tierra con la sombra permanente del pecado en su alma.

El pecado parece ocupar el centro de la antropología y se transforma en la gran


tarea y preocupación del hombre: cómo eliminarlo de su existencia y lograr así la
salvación.
“Salvarse” o liberarse del pecado parece ser el gran objetivo de la vida humana.
Se trata de una salvación que siempre viene desde afuera, ya que de por sí el
hombre pecador no puede salvarse solo. Se trata, pues y sobre todo desde el punto
de vista educativo, de una pobre y desvalorizada antropología que sólo subraya la
pequeñez e invalidez del ser humano, incapaz por sí mismo de crecer y
desarrollarse plenamente, mientras se enaltece el poder de Dios y de sus
representantes.
No hace falta decir que hoy podemos hablar del hombre sin recurrir al pecado,
considerando sobre todo toda la riqueza y valoración que tiene y que le llega por
una larga evolución de miles de millones de años.
El objetivo de la vida es desarrollar todas sus potencialidades (casi infinitas)
sorteando con su inteligencia y libertad creadora las dificultades que se presentan,
tanto desde su propio interior como del exterior, y contando siempre con el
acompañamiento y ayuda de su comunidad, la misma que le dio vida y que
lo contiene en su camino.

El hecho de “no recurrir al pecado” (un concepto religioso) no significa que no


tomemos conciencia de las imperfecciones, enfermedades, violencias y males de
todo tipo que acechan la vida humana. La evolución no da un resultado perfecto
sino que todo, aún el universo cósmico, está en formación con aciertos y errores,
como está en proceso formativo el ser humano.

Desde lo educativo podemos tener en cuenta, por ejemplo, lo que aceptamos como
“ético” según nuestra conciencia y el consenso de la comunidad, para distinguir lo
que es bueno para la vida de cada uno y lo que puede hacer daño al propio individuo
o a sus semejantes.

También detectamos lo que es “sano” para nuestra salud integral (biosíquica) y lo


que es enfermo; o lo que es “conveniente” para tal edad, tal circunstancia, tal
objetivo y lo que resultaría inconveniente.
O sea, asumimos el error y la imperfección como una variable siempre presente en
todo proceso formativo, tomamos conciencia de los riesgos y peligros que corremos
y adoptamos las medidas que correspondan según nuestra libre decisión.

No hace falta ser un experto en antropología o ciencias psicopedagógicas para


darse cuenta de que la concepción religiosa tradicional es muy diferente y hasta
diametralmente opuesta a lo que hoy pensamos sobre el ser humano.

Y mucho más si consideramos que la palabra de Dios -las verdades que hay que
creer (creencias, dogma), los mandatos éticos que hay que observar (moral) y el
culto con el que hay que servirle- en realidad no llegan en forma directa desde Dios,
siempre envuelto en un misterioso silencio, sino a través de otros seres humanos
que “interpretan” cual sea la palabra divina, de modo que la dependencia de Dios
se traslada a seres humanos concretos considerados “autoridad sagrada”
(jer-arquía) a quienes se debe obediencia, virtud obviamente considerada como
fundamental en este esquema.

Llegamos así a un punto central del conflicto: pues hoy el ser humano, libre,
autónomo y creativo no acepta ese modelo de autoridad que impone creencias,
dogmas y normas desde una línea absoluta, verticalista, monárquica y machista-
célibe en muchos casos.

Y no lo acepta por ateísmo o por rebeldía contra la religiosidad del ser humano o
contra la religión sino porque considera que “cierto modo de concebir y vivir la
religión” es una ideología autoritaria que aliena al ser humano y que lo despoja de
sus cualidades y derechos esenciales: autonomía, libertad, creatividad,
participación, cualidades que hacen que cada uno sea responsable de sus
opiniones y actos sin excepción, sean políticos, laborales, educativos o religiosos.

Como ya dijera Erich Fromm hace más de 50 años: “La religión autoritaria es el
reconocimiento por parte del hombre de un poder superior e invisible que domina
su destino, y al que debe obediencia, reverencia y veneración.” (en Psicoanálisis y
Religión)

Este “deber” obediencia, es la esencia del autoritarismo, ya que su virtud máxima


es la obediencia servil y su principal pecado la desobediencia.

Así la sociedad queda dividida en dos planos opuestos: los que mandan y los que
obedecen, los que saben y los que ignoran.
Y entonces cuanto más crece la imagen de Dios (omnisciente, poderoso, juez
inexorable, etc.) más crece el poder y el dominio de sus representantes (magisterio
infalible, representantes divinos, reyes sagrados), y también más se minimiza y
desvaloriza al hombre.

A nivel político esto se expresa en los regímenes monárquicos absolutistas y en


ciertas democracias personalistas y autoritarias tan difundidas en nuestra América
Latina.
Recordemos que hasta el siglo 19, también los reyes y emperadores eran
considerados hijos de Dios, personajes sagrados que detentaban todo poder sobre
la gente.

Hoy se rechaza el autoritarismo religioso y toda visión “servil” (de siervos y esclavos)
de un ser humano siempre infantil y siempre guiado por el miedo a Dios, a la ley, al
castigo, a la autoridad, al pecado -considerado como una transgresión de una norma
externa- y por una ética de la obediencia.

Todo lo cual implica hoy “valorizar” al ser humano como alguien capaz de pensar
críticamente, de buscar lo más sano para sí y de tomar aquellas decisiones que lo
conducen a su pleno desarrollo aún con riesgo de equivocarse… pues el error, la
imperfección, como la duda y las equivocaciones, son también una variable de todo
proceso cósmico y humano.

Y esta valorización llega al plano político y social y debe llegar al religioso, pues
siempre el sujeto es el Hombre. Como decía Erich Fromm:
“La religión humanista tiene como centro al hombre y su fuerza.
El hombre tiene que desarrollar sus poderes de razón con el fin de comprenderse y
comprender su relación con los demás hombres y su posición en el Universo…La
experiencia religiosa en este tipo de religión es la experiencia de la unidad con el
Todo, basada en la relación del uno con el mundo, captada a través del pensamiento
y del amor… La finalidad de la religión no es la obediencia sino la autorrealización…
La base de la experiencia mística no es el miedo ni la sumisión sino el amor y la
afirmación de las potencias propias. Dios no es un símbolo de poder sobre el
hombre sino de las mismas potencias del hombre.” (o.c.)

El hombre actual ha recuperado su Autonomía y no está dispuesto a abandonarla


nunca más, pues esa autonomía plena es la que le otorga dignidad y estima.
No solo rechaza todo sistema político o social de dominación heterónoma, sino
también toda religión o revelación de dominio y heteronomía.
Si Dios existe y quiso un hombre “a su imagen y semejanza”, según dice la Biblia,
es porque quiere un hombre libre, creativo, pensante y sintiente por sí mismo, y por
eso mismo responsable de su vida.
La religión de la dependencia es una contradicción y da una pésima imagen de Dios
que termina siendo un déspota a imagen y semejanza de los déspotas humanos.

Esto no significa anular a la autoridad, pero sí darle un sentido distinto: la autoridad


(civil o religiosa) no está sobre los hombres sino como un servicio para los hombres,
idea que fue claramente expresada por el mismo Jesús.
No es un padre autoritario sino un hermano que acompaña a quienes pusieron su
confianza en él para poder todos juntos enfrentar las dificultades y lograr una vida
social armónica.

Todo lo cual implica democratizar las instituciones religiosas y volver a los


“orígenes” cuando era la propia comunidad (la gente) quien elegía a sus líderes y
les otorgaba ciertos mandatos específicos, algo que incluso sucedió en los primeros
siglos de la iglesia cristiana y antes de que se configurara a imagen del imperio
romano.

b) Una antropología sin dualismos opuestos.

La antropología actual no solo ha superado una visión heterónoma del hombre, sino
que ha superado todo dualismo que enfrenta aspectos humanos, considerados
unos como superiores de los otros. Podemos señalar varias situaciones:

– Sagrado-Profano: las religiones antiguas oponían claramente el aspecto Natural


o Profano de la vida humana al aspecto Sagrado, Sobre-natural o Epifano de las
divinidades y objetos o personas a ellas consagradas, de tal manera que lo sagrado
significaba lo verdaderamente real y valioso frente a lo aparente y efímero de lo
profano.
De esta manera lo religioso era considerado como una categoría superior y sagrada
por sobre la simple vida natural del hombre.

Hoy entendemos que nada hay más sagrado que el mismo ser humano, o si se
prefiere, sagrado es lo más profundo del ser humano, su dimensión más acabada y
total, no como algo opuesto sino como el desarrollo pleno de la vida humana.
Ese sentido profundo y último no está afuera del hombre, sino en su propio interior
como si lo divino o sagrado estuviese en germen dentro de cada uno.
Precisamente la educación ayudará a despertar ese germen, hacerlo crecer y
desarrollarse hasta su máxima dimensión, aunque preferimos hablar no de algo
sagrado sino de algo espiritual, o sea, algo que significa el espíritu profundo del ser
humano, su misma esencia; también podemos llamar a ese aspecto lo
“trascendente”, lo que va superando lentamente la rutina de la cotidianidad,
subiendo (eso es tra-scender) desde lo exterior hacia lo interior, profundo e
inconciente.
Ese caminar o trascender va dando al hombre el sentido o significado total de su
vida, que no está afuera ni arriba, sino en sí mismo en un proceso constante.
Es su camino, un camino que él mismo va trazando, como ser autónomo, pero no
solo sino en compañía de otros caminantes que forman su comunidad o grupo
social.

Por lo tanto, no hay seres humanos superiores a otros, pues todos son iguales por
su simple y misma dignidad humana.
Las autoridades civiles y religiosas no expresan superioridad ni sacralidad sino un
rol que la propia comunidad ha elegido y al que ha concedido ciertas atribuciones
para el bien de la misma comunidad.
El poder que detentan no es propio sino que es el poder de la comunidad que delega
ciertas funciones. Las autoridades, elegidas por la comunidad, no son dueñas de la
misma sino sus funcionarios (cumplen funciones) y servidores.
Lamentablemente las instituciones religiosas (y muchas civiles) se resisten a esta
concepción igualitaria y democrática y ahondan el abismo existente entre ellas y la
comunidad humana.

– Varón-mujer: prácticamente todas las grandes religiones de una forma explícita o


velada tienen una antropología que señala la superioridad del varón sobre la mujer.

El mismo Dios es siempre representado e imaginado como un varón y con


cualidades varoniles, como rey, señor, padre, inteligente, fuerte, creativo, guerrero,
etc.
Estas religiones surgidas desde una visión monárquica o imperial de la sociedad
crearon una antropología como réplica exacta de su teología, pero ambas, teología
y antropología no eran más que justificaciones de un sistema social monárquico y
machista.

Aún en la Biblia la mujer ocupa un lugar sometido al varón, tradición que por
desgracia se prolongó y aún agudizó en la iglesia cristiana hasta el día de hoy.
El cielo regenteado por un dios-varón acompañado por mensajeros-ángeles que
también son guerreros, se refleja en una sociedad y en una religión en las que las
mujeres, más allá de las declamaciones de igualdad, ocupan un lugar inferior a las
que se les niega la función sacerdotal y de autoridad dentro de sus comunidades,
con diversos argumentos de los libros sagrados (creación desde un costado del
varón; “impureza” de la mujer por la menstruación y el parto), libros redactados
casualmente todos ellos por varones.
También se les niega una función magisterial (el Magisterio es exclusivo de varones)
a pesar de que en la actual sociedad la mayoría de quienes ejercen la docencia, la
educación y el magisterio son mujeres, quienes además de “madres” han
demostrado su capacidad para el gobierno de las naciones.
Pero la visión antropológica y la teología de las religiones sigue sin presencia
femenina, y esto no es una cuestión menor, pues siempre se da una visión machista
parcial de la realidad.

Varón y mujer no son opuestos, no refieren la superioridad de uno sobre la otra,


sino que son dos dimensiones complementarias que aluden al “ser humano”
completo en su variable masculina y femenina, siendo la femenina en realidad
anterior a la masculina.
Más aún, tanto el varón como la mujer mantienen siempre en sí mismos cualidades
típicas de lo masculino y lo femenino, aspecto al que ya se refirió Carl Jung con los
términos de ánima (aspecto femenino de todo varón) y ánimus (aspecto masculino
de toda mujer).
Se trata de dos dimensiones complementarias e integradas del ser humano que
incluso se enraízan en el hemisferio derecho del cerebro (sede de las actividades
simbólicamente “femeninas”, afecto y sentimientos) y en el hemisferio izquierdo
(sede de las “masculinas”, razón y técnica)

– Espíritu-Cuerpo: con diversos matices las grandes religiones tienen también otra
clásica dualidad: la oposición entre un elemento superior, considerado de origen
divino, el espíritu o alma, y otro inferior, el cuerpo con sus instintos (la “carne”),
proveniente de algún demonio que quiso desarreglar los planes divinos según
enseñaba el Gnosticismo.

Creencia que se robustece además por la influencia griega (Neoplatonismo,


Estoicismo) en la teología cristiana con la oposición de la mente, del intelecto (el
logos, el espíritu) al cuerpo, y su superioridad y dominio necesario sobre las
emociones, los sentimientos y los impulsos instintivos.

En el plano moral y educativo este dualismo radical transformado en postura


ideológica ha tenido consecuencias desastrosas, sobre todo en lo relativo a la esfera
de la sexualidad y del matrimonio, y fue causa de innumerables conflictos de los
que muchos aún perduran.

Por ejemplo, la oposición a un educación de ambos sexos conjuntos, el rechazo de


la educación sexual desde la edad temprana, la insistencia en la supremacía de la
castidad por sobre el ejercicio gozoso de la sexualidad, y en muchos casos la
relación de un supuesto demonio con el origen y el ejercicio de las fuerzas
instintivas, especialmente en la mujer.
Añádase a esto un pudor excesivo, normas exageradas sobre el vestido y la
desnudez y, en definitiva, una tremenda resistencia por parte de las religiones a
aceptar la sexualidad y la vivencia del cuerpo como un elemento de por sí
absolutamente natural y sano.
Al mismo tiempo, este exagerado dualismo y la visión pesimista del cuerpo ha
llevado, especialmente a la iglesia cristiana, a identificar sin más el pecado con
conductas sexuales que no se ajustaban a su severa normativa (pecado que era
considerado siempre grave), por ejemplo sobre el autoerotismo, lo que inducía a los
adolescentes a vivir en una situación de permanente oposición a Dios,
suponiéndose que Dios, aunque había creado el cuerpo humano, no tenía nada que
ver con las células nerviosas que provocaban placer, teoría ésta llamada
“maniquea” y que incluso fue condenada por la misma Iglesia en el siglo V.

En fin, un dualismo que provocó un sistema pedagógico centrado en la extrema


vigilancia del cuerpo de los educandos y de control de sus conciencias para que no
accedan al pecado (sexual) ni siquiera de pensamiento o en forma involuntaria o
cuando estén dormidos.
Ejemplos de esta mentalidad fue el Sistema educativo de Lasalle y el Sistema
Preventivo de Don Bosco. Todo en función de prevenir el pecado desde la mirada
del educador, más rígida o más paternal, pero siempre mirada vigilante.
Así la educación, lejos de ser un desarrollo integral de las capacidades humanas,
se transformó en un sistema de estricta disciplina antinatural solo apta para crear
sujetos neuróticos, culpógenos e inmaduros.

Hoy la ciencia tiene una visión integrada del ser humano, visto como una totalidad
(holismo) que entrelaza como en una trama (“complejidad”) diversos aspectos
íntimamente relacionados, tal como se explica en el curso de Personalidad.

Por lo tanto, no sólo la educación general debe atender a estas instancias de todo
ser humano, sino que la misma religiosidad, demasiado volcada en Occidente hacia
la racionalidad, las creencias y los dogmas, debe iniciarse y desarrollarse como lo
que debe ser: desde un sentimiento profundo de uno mismo y de la vida, que asume
en un solo movimiento un sinfín de emociones primarias (admiración, asombro,
temor, carencia…) e impulsos biológicos (deseo sexual que se hace amor, agresión
que se hace energía constructiva).

Como ya lo observaron otros investigadores, la religión cristiana ha “olvidado” las


emociones y los sentimientos, demasiados cercanos a los deseos e impulsos
instintivos.
El fruto es una religiosidad fundamentada en estudios, en argumentos racionales y
en dogmas desencarnados, olvidándose que el evangelio de Juan dice que el
“Logos se hizo carne”.

Se confunde así la religiosidad con las creencias de determinada religión y se


pretende llegar a Dios mediante clases de religión y estudios teológicos.
A una religión tan descarnada, sobre todo en sus dirigentes, se le hace muy difícil
comprender la mentalidad moderna que necesita experimentar vivencial y
emocionalmente sus procesos mentales. Esto explica en gran parte la apatía de las
nuevas generaciones hacia la religión tradicional y todo lo relacionado con ella.
También hoy descubrimos, gracias a la globalización, no solamente que no estamos
aislados, sino que tampoco tenemos una cultura universal o una cultura superior a
las otras, como pretendió la cultura occidental europea, blanca y cristiana.

Generalmente casi todas las grandes religiones tuvieron esa pretensión de


universalidad y a menudo intentaron o intentan lograrla por la fuerza y el fanatismo,
descalificando a otras culturas y a otras religiones consideradas como paganas,
infieles o bárbaras.
Pero ha llegado el momento de recordar con el poeta León Felipe que “nadie va a
Dios por el mismo camino que voy yo”, y que nadie tiene el monopolio de la verdad
sobre el hombre, lo que implica además de una buena dosis de humildad, el
reconocimiento y la valoración de otras culturas y de otras religiones.

Se trata, pues, de un nuevo aspecto de la educación que debe romper prejuicios de


todo tipo y barreras históricas insalvables para mirar con ojos fraternos a otros
pueblos y culturas considerados inferiores o indignos de estima, y mucho menos de
amor.
Lamentablemente toda nuestra historia localista aún no ha aprendido esta simple
lección de igualdad y fraternidad.
Y las religiones, aunque todas pregonan un Dios único y Padre de todos los pueblos,
se contradicen a renglón seguido presentándose como la única religión verdadera,
descalificando y aún odiando a quienes también dicen ser hijos del mismo Padre…

Nos preguntamos, pues:


¿Tendremos la capacidad de superar esta terrible antinomia?
¿Sabrán los seres humanos vivir su identidad y dejar vivir a otros con su propia
identidad?
¿Estamos capacitados para tomar conciencia de nuestros prejuicios raciales,
sociales, históricos y religiosos que se traducen en constantes discriminaciones
siempre justificadas con una maquinaria de excusas racionalizadas?
Que la individualidad no se transforme en individualismo (postura tan extendida
hoy) y que el aprecio de la propia cultura no signifique exclusivismo, autosuficiencia
y desprecio de las otras.
Que mostremos el valor de nuestra cultura y de nuestra religión valorando con
madurez a las otras culturas y religiones que tienen mucho que enseñarnos desde
sus particulares puntos de vista.

– De forma similar, el teólogo José Maria Vigil en “La coyuntura actual de la


espiritualidad” dice lo siguiente:“Los estudiosos de la religión desde sus diversos
aspectos (antropólogos, sociólogos, teólogos, etc.) parecen ir acercándose en los
últimos tiempos a un juicio más comúnmente aceptado, que podríamos sintetizar en
los siguientes puntos:

-La crisis no se da genéricamente con lo religioso en el sentido amplio de dimensión


religiosa del ser humano-sino específicamente con las religiones. El papel de las
religiones en la sociedad moderna y su aceptación en la sociedad avanzada es lo
que realmente está en crisis.
-No se trata, en absoluto, de la desaparición de la religiosidad profunda, como
precipitadamente vaticinaron algunos hace tiempo; la espiritualidad del ser humano,
de una forma u otra, va a permanecer.

-Se trata de una crisis muy fuerte para las religiones tradicionales históricas que
hace tiempo se encuentran desorientadas, han perdido en buena parte el contacto
con la realidad, no aciertan a comunicarse adecuadamente con la conciencia
moderna de sus adherentes, y están en situación de permanente quiebra y
deterioro, sin que se pueda prever cuál va a ser el resultado de su crisis.

-Se registra una formidable emergencia de nuevas formas religiosas que evidencian
que la potencia espiritual de la humanidad sigue vigente y en buena forma, potencia
que, ante la incapacidad de las formas tradicionales religiosas tal vez superadas,
puja por expresarse con creatividad en respuesta todavía desreglamentada al
hambre espiritual de esa humanidad que incluso puede decirse simultáneamente
atea o increyente.

-En definitiva: las religiones están en crisis, pero la espiritualidad parece gozar de
buena salud, al menos de una gran vitalidad”.

II- DIVERSOS GRADOS RELIGIOSOS INTERPRETATIVOS: FE, MAGIA,


TABÚES

Es comprensible que en este largo proceso interpretativo del hombre sobre su


existencia surgieran imperfecciones, errores, impurezas, mezclas de lógica con
emociones y sentimiento puro, falta de separación entre la imaginación y la razón,
etc. Por eso distinguimos entre fe religiosa y magia, dos formas religiosas, antiguas
y actuales, semejantes y distintas al mismo tiempo.

La Fe religiosa (religiosidad) la podemos concebir en general como la conciencia y


experiencia de un ser supremo (o varios) que conduce el mundo conforme a ciertas
leyes misteriosas que el hombre debe acatar, ocupándose por su parte éste en
desarrollar una vida digna conforme a los mandatos divinos. El hombre deposita su
confianza en Dios y decide con libertad su destino conforme a ciertos valores como
el amor, la misericordia, la justicia, la paz, etc.

Los dioses o Dios son concebidos como luminosos, sabios, poderosos, totalmente
distintos al ser humano. Por cierto, es la forma de percepción religiosa que se
expresó en las tradicionales religiones de Oriente y Occidente.

La Magia (el pensamiento mágico) en cambio, es la creencia de que hay objetos,


animales, ritos, artes, prácticas o palabras que tienen en sí mismos un poder o
“mana” sagrado o divino, o que pueden conceder ese poder. Se supone que ciertas
personas (magos, brujos, sacerdotes, chamanes…) tienen la capacidad de
apoderarse de ese poder en beneficio propio o de otros, o para hacer ciertos males
a sus semejantes (brujería). El poder divino “está en la cosa” y existen rituales o
palabras “mágicas” para apoderarse de ese poder.
La magia funciona automáticamente si, guiados por el mago, se cumplen los rituales
“secretos” (conocidos por los “iniciados”) con exactitud (tantas oraciones, tal rito
señalado, decir tales palabras, tocar cierta imagen, etc.) prescindiendo incluso de la
voluntad, intención o buena fe del hombre.

Rituales mágicos los encontramos aún hoy en muchos cultos (afroamericanos,


vudú, etc.) y aún en las religiones evolucionadas, como los vemos hoy en día en
muchos cultos cristianos populares y no tan populares. La magia se mezcla con la
fe religiosa y aparece como su deformación o patología. En la magia, el interés del
hombre ya no está en el encuentro con Dios o en la modificación de su conducta
sino en conseguir tal beneficio con cierto ritual mágico.

Por supuesto que tanto en las culturas primitivas como hoy se apela a la magia
cuando no se pueden resolver ciertos problemas por uno mismo, o sea, en
situaciones particularmente difíciles o comprometidas (sanar un enfermo, ganar una
guerra, salvar una vida, tener una buena cosecha a pesar del mal clima, conquistar
un amor imposible, etc.). En las culturas primitivas el origen de los ritos mágicos y
de su poder se halla en los mitos correspondientes.

Y hoy es interesante constatar que la mayoría de los rituales religiosos y oraciones


de los fieles son para “pedir” favores, a menudo milagrosos, existiendo cierta
competencia entre qué imágenes o santos o vírgenes son las más “milagreros”. Un
culto que sólo pide favores para cubrir “necesidades” siempre estará rozando a la
magia.

Frazer entiende a la magia como la expresión de reglas que determinan la


consecución y el curso de acontecimientos en todo el mundo (magia teórica); y
también como una serie de reglas que los humanos cumplirán con objeto de
conseguir sus fines (magia práctica). Esta se divide en dos tipos, según los
principios de semejanza o de contacto:

Magia imitativa. Relacionada a que lo semejante produce lo semejante


(Homeopatía). Esto se refiere a que los efectos provocados a algo o a alguien son
semejantes a las causas que lo provocaron (si clavo una aguja en la foto de alguien,
es como clavársela en persona)

Magia contaminante. Se refiere a que las cosas que una vez estuvieron en contacto
se actúan recíprocamente a distancia uniéndolos por siempre un lazo, después de
haber sido separados (si coloco un sapo, animal acuático, en tal lugar y forma, se
atrae la lluvia)

La magia también actúa simbólicamente por cercanía (tener una imagen religiosa
en la casa, una prenda de ropa del beneficiario o víctima), y por parecido u oposición
(comer un tigre para tener su fuerza, beber agua bendita para curarse…). La magia
es la gran tentación de toda religión: tenerlo a Dios al servicio de uno mismo…
En la Biblia hay situaciones y milagros con elementos mágicos en el ciclo de Eliseo
(2 Reyes 2, 23; 6, 1 y sig) y en otros lugares, como la caída de Jericó (Jos 6)
Muy relacionada con la magia está la Superstición que es la creencia, no
fundamentada, o asentada de forma irracional en el hombre, de que ciertas acciones
voluntarias como: rezos, ensalmos, conjuros, hechizos, maldiciones u otros rituales,
o involuntarias: como la caída de sal al suelo o la llegada de un martes 13, pueden
alterar el destino o la suerte de una persona. Se incluyen entre las supersticiones la
adivinación con diversas técnicas muy popularizadas aún hoy.

Respecto a las curaciones de la magia (siempre actuales) pareciera que dan


resultado dentro de ciertas condiciones:
a) que la enfermedad sea curable por sugestión,
b) que el sanador tenga fe en sus poderes,
c) que el enfermo crea en su curación,
d) que la comunidad apoye esa creencia.

Si no hay resultados, la falla se explica por la falta de fe del enfermo, generalmente.


Es evidente que muchas complicaciones síquicas y somáticas pueden curarse con
la confianza del paciente y con su actitud positiva, y con la ayuda de ciertas
medicinas naturales que acompañan el rito mágico. La mente actúa sobre el cuerpo
tanto negativamente (así en las somatizaciones) como positivamente (en las
curaciones). De esta manera funcionan las psicoterapias científicas… y también la
magia.

El Tabú, muy relacionado con la magia, es un objeto, persona o palabra que al tener
cierto poder divino en sí mismo, queda prohibido al uso profano (no tocarlo, no
pronunciar tal palabra, por ejemplo el nombre del Dios). Quien viola esta prohibición,
o muere o merece la muerte. Ejemplo bíblico: tocar el Arca provoca la muerte (2
Samuel 6,6…) El tabú funciona automáticamente aún si la persona no tiene
intención o incluso sobre animales.

Algunos objetos tabúes producen impureza, una especie de mancha ritual que
aparta al sujeto de la comunidad hasta tanto no haga los rituales purificatorios.

En la Biblia tenemos muchos ejemplos de tabúes de impureza, como animales


impuros (Lev.11), el parto de la mujer (Lev 12), la lepra (Lev 13), el sexo, la
menstruación (Lev 15, especialmente 15,31)En ciertas culturas el homosexual es
tabú (se lo destina a ser chamán, por ejemplo), la mujer menstruante es tabú, etc.
Es difícil saber el origen de estas prescripciones que se prolongan en el tiempo más
por costumbre que por una explicación racional, pero siempre aluden a algo
desconocido o de efectos perjudiciales.

En todas estas situaciones vemos actuar el poder de la mente de una forma muy
intensa: emociones fuertes y primarias (miedo, repulsión), sentimientos variados
como asombro, curiosidad, alegría, tristeza, desesperanza y esperanza,
dependencia, confianza, con una imaginación que anula u obnubila la tarea racional
de la mente y el juicio crítico. El ser humano pierde su autonomía y entra en una
peligrosa dependencia.
Y todo esto se reactiva ante situaciones críticas y necesidades imperiosas, cuya
única resolución parece encontrarse en un “poder” extrahumano. Cuando falla el
factor humano (una curación imposible por la ciencia) es comprensible que se apele
a ciertos rituales o personas que significan una última esperanza. He visto cómo
hasta los propios médicos aconsejan a sus pacientes recurrir a un curandero en
estas circunstancias.

III-EL LENGUAJE RELIGIOSO: SÍMBOLOS, MITOS, RITOS. SABIDURÍA DE


VIDA

1. LENGUAJE SIMBÓLICO

El lenguaje y la expresividad religiosos son sumamente variados y abarcan una rica


gama de situaciones que pasamos a describir, desde su lenguaje simbólico hasta
un estilo sabio de vivir.

Ante todo, el lenguaje religioso es necesariamente simbólico, ya que el hombre


no puede percibir directamente lo sagrado, por propia definición de lo sagrado o
epifánico que está “más allá” de toda percepción sensible y comprensión
humana. El hombre “intuye” o imagina que “más allá” de la realidad física hay “Otra”
realidad cuyas manifestaciones y efectos parece percibir o intuir. Y tal como lo hace
el arte, la comprensión y expresión religiosa es necesariamente simbólica.

La racionalización que hace la teología es una etapa muy posterior y


generalmente ignorada por la mayoría de los creyentes. Racionalización
sobredimensionada en Occidente desde claves griegas y que transformó al
cristianismo en una religión de creencias dogmáticas con grave riesgo de ahogar la
espiritualidad y creatividad de la comunidad.

El Símbolo es, precisamente, una realidad (objeto, persona) que, además de su


sentido propio (1), “remite” a otra realidad que la trasciende (2), pero con la cual
tiene alguna relación de semejanza (3). Así el agua como elemento natural
necesario para la vida y la limpieza (1) nos remite a la nueva vida o a la purificación
interior (2), dada la relación que tiene el agua con la vida y la limpieza (3). Lo mismo
sucede con el fuego (calor), con la luz, con el vuelo de los pájaros, con la altura de
las montañas o la blancura de la nieve, con la desnudez, etc.

En realidad, cualquier realidad cósmica y humana puede ser símbolo de algo.


Aún en el lenguaje corriente utilizamos gran variedad de símbolos, como cuando
decimos que “esto es divino”, que “alguien se arrastra por el vicio”, que “escalamos
la altura del éxito o de la virtud”, que “el odio nos enceguece”, que “debemos mirar
en nuestra profundidad”, etc. Incluso cada parte del cuerpo humano tiene un valor
simbólico (cabeza, manos, ojos, corazón, piernas, etc.). Recordemos, de paso, los
dos movimientos de la simbolización según Freud: el desplazamiento del sentido de
un objeto hacia otro (vida-agua), y la condensación en uno solo (agua).
Por su puesto, que estas relaciones no son universales ni dogmáticas, sino que
dependen de cada cultura o grupo humano. Así la grandeza y fuerza de Dios puede
simbolizarse en el toro (cananeos), en el elefante (africanos), en el sol (egipcios,
incas, mayas), en el tigre (guaraníes), en la pareja hermafrodita yin-yan (hindúes,
budistas), en el padre o en la madre, etc. Por tanto, el símbolo es universal en cuanto
lenguaje humano (presente en los sueños, mitos, arte y vida cotidiana) pero su
sentido es particular a cada cultura. El símbolo es una metáfora condensada y lo
utilizamos siempre que el lenguaje verbal corriente o racional nos parece imperfecto,
como sucede con la experiencia del amor o de la belleza.

Los símbolos son “polisémicos” (“poli”, muchos: “semeion”, significado), pues


pueden tener varios significados y aún sentidos opuestos, como el agua, signo de
vida, pero también de muerte (ahogarse, inundaciones), de purificación, de energía
o de frescura. Todo depende de la mirada de quien interpreta, de su situación,
circunstancias y experiencias; así en países desérticos como Palestina la lluvia es
vista por los cananeos como el dios supremo benefactor (Baal). Por tanto, el símbolo
de por sí es “abierto” a muchas interpretaciones, algunas de ellas muy sujetivas,
pero cada cultura “cierra el sentido” de los símbolos empleados, como sucede en
los mitos y en las religiones. Es interesante el ejemplo de la cruz, antiquísimo
símbolo de la totalidad de la tierra con los cuatro puntos cardinales, y símbolo para
los cristianos de la redención por el sacrificio.

En las religiones, el riesgo del empleo del lenguaje simbólico es que se haga una
interpretación literal “realista” del símbolo (como hace el “fundamentalismo”) y así
se pierda su verdadero sentido y se llegue a grandes contradicciones con la ciencia
y a una interpretación cerrada y dogmática. Baste pensar en la interpretación literal
de los mitos de creación del mundo del Génesis que llevó a las Iglesias a una
posición anticientífica y absurda. El lenguaje simbólico no es contrario al
científico, sino que es “otro lenguaje”, así como la poesía no se opone a la prosa,
sino que es otra dimensión y otra mirada de la realidad. En síntesis; la experiencia
religiosa, “necesariamente” utiliza el lenguaje simbólico.

Nuestra tarea, es interpretar correctamente ese lenguaje. En esta interpretación es


importante encontrar el significado que la cultura le da a los signos, la cultura de la
época del origen o redacción del símbolo. En eso se diferencia de la interpretación
de los sueños, en que se busca el significado desde la sujetividad y el inconciente
de cada soñante. Un ejemplo interesante es el símbolo de la serpiente que en
nuestra cultura y en casi todas las personas es símbolo muy negativo de traición y
maldad; en cambio tanto entre los semitas como en otras culturas (como la incaica)
es símbolo de la sabiduría. Así en el conocido relato del Génesis, capítulo 3, la
serpiente tentadora representa la cultura cananea que se opone al culto a
Yahvé.

El problema que tenemos hoy con las antiguas religiones es que sus
simbolizaciones nos resultan totalmente extrañas y demandan estudios de
arqueología, lingüística, sociología, antropología, etc. para darles el verdadero
sentido de esa cultura. Pensemos sin más en el concepto judeo-cristiano de
“resurrección de los muertos o de la carne” para expresar simbólicamente el
concepto de trascendencia. Un tema tan importante en el cristianismo resulta
absolutamente incomprensible y hasta absurdo desde la actual cultura. Pero para
el judaísmo del siglo segundo antes de Cristo que desconocía el concepto de alma
espiritual e inmortal, fue la única manera de sentir que todo el ser humano (cuerpo
viviente) transciende a la muerte.

2) LOS MITOS

a) A medida que la percepción de lo hierofánico y epifánico se va desarrollando, los


símbolos no aparecen “sueltos” sino que se van organizando como un pensamiento
integral: son los mitos que intentan dar una “explicación” global de toda la
realidad. Es una tarea que se desarrolló a lo largo de milenios de vida de la
humanidad y que no conoce un autor particular, sino que es el producto de toda una
cultura.

Los mitos son, por tanto, anónimos, y sólo fueron escritos posteriormente en
algunas culturas, pues su transmisión fue oral, de boca a boca. En los pueblos
antiguos los mitos, en tanto narraciones sagradas, sólo podían ser recitados (a
menudo en verso para facilitar su memorización) por personas sagradas o ancianos
y dentro de ciertos espacios y ritos especiales.

En la Biblia, el acontecimiento mítico esencial (liberación de la esclavitud de


Egipto, descrita por el Éxodo) recién se comienza a redactar por escrito tres o cuatro
siglos después. La gesta mítica de Jesús se escribe 50 años y más después de su
muerte.

Pero hay que tener en cuenta que la Biblia enmarca en la historia esos hechos (en
tiempos del faraón, en tiempos de Augusto, etc.) utilizando simultáneamente un
lenguaje histórico y simbólico o mítico, e incluso elementos míticos de otras culturas
y religiones. Todo lo cual dificulta su interpretación pues se hace casi imposible
distinguir los elementos propiamente históricos de los míticos.Así en el Exodo, es
histórico que algunas tribus hebreas huyeron de Egipto y recobraron su libertad,
pero al analizar el marco milagroso de esa epopeya resulta imposible distinguir lo
que sucedió realmente de lo que posteriormente el pueblo y los redactores
imaginaron como grandes milagros divinos.

Pero, ¿qué es un mito?

Esta palabra tuvo a lo largo del tiempo sentidos diversos: en su origen significó “la
historia real”, después fue visto especialmente por los filósofos griegos como historia
fantaseada o leyenda, etc.La palabra proviene del griego mythos, ‘cuento’, y es un
relato de hechos maravillosos protagonizado por personajes sobrenaturales
(dioses, semidioses, monstruos) o extraordinarios (héroes).

Hoy la moderna ciencia, especialmente psicológica, antropológica y filosófica,


revaloriza el mito como un lenguaje especial, que surge del inconciente humano y
de su estructura cerebral, diferente del actual lenguaje científico o histórico, y
cargado con una interpretación específica; un lenguaje ya presente en los sueños y
en las manifestaciones del arte.

Los mitos forman el sistema religioso de una cultura, (son su misma esencia) la cual
los suele considerar como historias verdaderas. Su función es otorgar un respaldo
narrativo a las creencias centrales de la comunidad. Culturas que desconocen los
discursos abstractos (al estilo de los filósofos griegos) sólo conocen los relatos como
forma de transmitir mensajes. Se trata de una característica muy peculiar de los
semitas hebreos.

Según Mircea Eliade, el mito es una historia sagrada que narra un acontecimiento
sucedido durante un tiempo primigenio, en el que el mundo no tenía aún su forma
actual. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten periódicamente se
explican como consecuencia de los sucesos narrados en el mito (por ejemplo, de la
unión sexual de una pareja de dioses surge la primavera con sus brotes de vida, la
lluvia como semen del dios, etc.)

Dice Mircea Eliade que el mito es una realidad extremadamente compleja, que
podría abordarse e interpretarse de diferentes maneras, a menudo
complementarias. El mito contaría, en general, una historia sagrada que relata un
acontecimiento sucedido durante un tiempo primordial, la edad de oro, el fabuloso
tiempo en el que todo comenzó.En este sentido, el mito cosmogónico es “verdadero”
puesto que la existencia del mundo está ahí para demostrar que el mito ha sucedido
y sucede; por ejemplo, el mito de la muerte existe puesto que la mortalidad humana
así lo prueba.

Para el antropólogo Malinowski, el mito, enfocado en lo que tiene de vivo, no es una


explicación destinada a satisfacer una curiosidad científica sino un relato que hace
vivir una realidad original y que responde a una profunda necesidad religiosa, a
aspiraciones morales, a imperativos de orden social e incluso a exigencias
prácticas. Los mitos legitiman y explican los principios centrales que conforman los
sistemas de creencias sobre los que se construye una sociedad.

Se distinguen varias clases de mitos.

· Mitos cosmogónicos: intentan explicar la creación del mundo. Son los más
universalmente extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, se sitúa
el origen de la tierra en un océano primigenio. A veces, una raza de gigantes, como
los titanes, desempeña una función determinante en esta creación; en este caso,
tales gigantes, que suelen ser semidioses, constituyen la primera población de la
tierra.

Una antigua cosmogonía: El poema babilónico de la creaciónEntre las cosmogonías


de la antigua Mesopotamia, se conserva el poema babilónico Enuma Elis
(literalmente “desde lo alto”) que es una de las más grandes creaciones literarias de
la cultura mesopotámica que fue copiada y estudiada dos milenios antes de la era
cristiana. Se la considera una obra clásica de poesía religiosa científica y críptica.La
figura central del poema es Marduk, a quien, entre otras cosas, se le atribuye la
creación del mundo y del hombre. El poema se inicia con la existencia de la pareja
divina primordial, Apsu y Tiamat, de la que nacerán otras parejas divinas. Todo ello
en un tiempo en el que el mundo como tal no existía. Se describen también las
luchas entre los dioses jóvenes y el nacimiento de Marduk que más tarde será
llevado al trono como rey de todos los dioses.Marduk luchará contra Tiamat, a quien
matará y vencerá. Se apoderará de las Tablas del destino, símbolo del poder
celestial y creará el mundo.Ea será quien cree al hombre siguiendo las instrucciones
de Marduk. El primer hombre será creado a través de una mezcla de arcilla y sangre
divina (la del dios Kingú, condenado a muerte). El objetivo fundamental de la
creación del hombre es la de servir a los dioses a través de su trabajo y ofendas
rituales.Los autores bíblicos durante el exilio en Babilonia copiarán y “corregirán”
este poema para elaborar el relato de la creación de Génesis 1.
· Mitos teogónicos: relatan el origen de los dioses. Por ejemplo, Atenea surge
armada de la cabeza de Zeus.

· Mitos antropogónicos: narran la aparición del ser humano, quien puede ser creado
a partir de cualquier materia viva (un árbol, un animal) o inerte (polvo, lodo, arcilla,
etc.). Los dioses le enseñan a vivir sobre la tierra.

· Mitos etiológicos: explican el origen de los seres, los ritos y fiestas, las cosas, las
técnicas y las instituciones.

· Mitos morales: explican la existencia del bien y del mal y de normas de conducta.·
Mitos fundacionales: cuentan cómo se fundaron las ciudades por voluntad de
dioses. Un ejemplo es el de la fundación de Roma por dos gemelos, Rómulo y
Remo, que fueron amamantados por una loba.

· Mitos escatológicos: anuncian el futuro, el fin del mundo por el agua, el fuego,
terremotos, etc. Siguen teniendo amplia audiencia. A menudo están vinculados a
la astrología.

e) EN SÍNTESIS : Todo Mito tiene estas 5 características:


1. tiene forma de relato histórico,
2. con un lenguaje simbólico,
3. que trata de los orígenes,
4. cuyos personajes son dioses o héroes fundadores, y
5. cuya finalidad es dar sentido a las realidades actuales y a la vida entera.

Como vemos, son las mismas características de los sueños, sólo que su
interpretación depende de la cultura y no de la experiencia individual del sujeto
(como sucede en los sueños, que también aluden a lo originario y profundo del ser
humano). Podemos decir que los mitos son los sueños de la humanidad; y los
sueños son los mitos de cada ser humano.
Desde esta definición de mito, se entiende que hoy descubramos también en la
Biblia y en el Nuevo Testamento numerosos relatos míticos, no por legendarios y
falsos, sino porque son relatos simbólicos de “corte histórico” que dan el sentido
más profundo de la existencia humana, porque siempre el mito remite al ser
humano, a su sentir más hondo, eso que llamamos su “espíritu”.
El relato mítico, propio de las culturas antiguas, lejos de desvalorizar el sentido, lo
fortalece y lo lleva a su plenitud. Poco importa la cáscara literaria, lo importante es
el significado para la vida de cada individuo y de la comunidad. Lo importante es no
quedarse en el sentido literal, sino descubrir su valor simbólico. Algo no tan fácil…

1. El mito es un Relato que tiene la “forma” de Narración o Historia.

Todos los mitos tienen la forma lingüística de una historia o relato, de allí tantas
confusiones cuando se los toma como una verdadera historia cronológica y
científica.Parecen suceder en un tiempo y espacio original, pero en realidad están
más allá del tiempo cronológico y en un espacio “mítico” trans-espacio-temporal y
simbólico.

El tiempo y el espacio de la historia mítica no son los de la realidad cotidiana, sino


los de una realidad más profunda y fundante de toda realidad. Por tanto, el mito
utiliza las categorías de tiempo y espacio, pero con otra significación, simbólica e
inconciente, pues no se trata de un tiempo-espacio sucesivo y continuo. El mito es
el relato o historia de la actividad de los dioses creando el mundo y otras realidades
necesarias para la vida humana.El mito le “revela” al hombre un modo de ser y de
actuar, cómo vivir, como tener sexo, cómo trabajar la tierra, etc.

Como ya lo hemos dicho, el gran riesgo de los mitos es que se tome su redacción
como un relato histórico documentado al estilo moderno, ya que es evidente que los
pueblos míticos creyeron en sus mitos al pie de la letra y aún lo siguen haciendo en
las religiones, provocando un conflicto profundo.

2. El mito utiliza un Lenguaje que hoy consideramos Simbólico

Hoy la ciencia entiende que el mito alude a significados profundos de la realidad y


sólo puede referirse a ellos a través de los símbolos. Estos símbolos sólo pueden
ser interpretados “desde esa cultura determinada”, desde la vivencia e historia de
ese pueblo, desde su lengua, costumbres, forma de pensar.De allí la necesidad de
conocer esa cultura (mediante la historia, la arqueología, la antropología, la
lingüística, la geografía, la economía) para poder interpretar sus mitos y símbolos.
Por tanto, no podemos leer e interpretar la Biblia desde nuestra realidad cultural,
historia, antropología o ciencia, sino desde la experiencia viva del pueblo hebreo,
antiguo, semita y con determinadas formas de pensar y sentir la vida.

Por lo tanto hay que conocer el estilo literario y los géneros literarios bíblicos
(crónicas, novelas moralizantes, relatos épicos, midrash, relatos de nacimiento, de
epifanías, de creación, parábolas, etc.) para interpretar correctamente sus textos.El
estudio dedicado a interpretar estos textos se llama “hermenéutica”. Luego
volveremos sobre este concepto.

El problema de las religiones míticas (hinduismo, judaísmo, cristianismo, islam) es


que siempre interpretaron sus mitos en sentido literal y hoy no encuentran la forma
de darles un sentido simbólico sin perder la esencia de sus creencias. Se trata de
un verdadero drama: o pasar del sentido literal al simbólico, o bien, prescindir
directamente de esos relatos míticos y “recrear” sus mensajes en otro lenguaje más
comprensible.
Ejemplo: ¿se explica el nacimiento virginal de Jesús en sentido simbólico o se
prescinde del relato evangélico? Lo mismo dígase de la resurrección de Jesús, de
los milagros, de la creación del mundo y del ser humano, etc…

En síntesis, como expresa Mariá Corbí (resumen):


“Ahora centrémonos en una característica notable de los mitos. Como éstos son
programaciones colectivas que nos permiten ser viables, es lógico que su función
principal imponga una epistemología, es decir, una interpretación de lo que se dice
de la realidad, tanto de la sagrada como de la profana.
En resumen: lo que dice el mito constituye la realidad, la describe tal cual es. Si no
crearan la idea de que los mitos son ciertos, veraces, apegados a la realidad, no
servirían, serían inútiles para programar a nadie, no programarían las acciones de
ningún ser viviente necesitado. Así se les dio de una ayudadita extra: los mitos son
revelaciones de los antepasados sagrados y de los dioses. Esa explicación
(garantía epistemológica) es absoluta, inviolable.

Este asunto de la revelación es causa y efecto de la epistemología impuesta por los


mitos como complemento de la programación genética. No sólo hablan de la
realidad los mitos, sino que las afirmaciones que hacen se refieren a entidades
reales. Incuestionables. Una persona que cree no te dirá que cree sino que sabe.

Esta condición (las mitologías y sus epistemologías) generaban sociedades


estáticas, que vivían por mucho tiempo de la misma forma, viviendo esencialmente
del mismo modo: sembrando, criando ganado… De hecho, este modo (siembra,
ganadería…) que es el que permite la sobreviviencia, era la metáfora central del
mito, de la cual dependían todas las demás metáforas que permiten el orden, el
control, la organización social.

Las religiones tal cual las conocemos hoy, están construidas desde dichas
metáforas centrales de las sociedades preindustriales, por tanto se hallan ligadas a
los mitos que configuran -a la vez y como una unidad- la dimensión relativa y la
absoluta de la realidad. Dichas sociedades requieren y exigen la interpretación de
la realidad (la epistemología) que imponen esos mitos, la necesitan.

Pero cuando los mitos, que es lo mismo que decir cuando las religiones, no
programan a los colectivos sociales, como empezó a ocurrir en las sociedades
industriales, deja de estar vigente esta interpretación-epistemología de la realidad.
Las ciencias han invalidado y criticado esta epistemología, y al mismo tiempo,
posibilitaron las tecnologías que dieron origen a las sociedades industriales. Estas
mismas ciencias y tecnologías desencadenaron el nacimiento de las sociedades de
información. En éstas últimas más que nunca no es posible dicha epistemología, y
por ende, las religiones tampoco serán posibles.

Como resultado tenemos unas religiones actuales desfasadas que no han podido
darnos lo que requerimos para volver a la cultura un medio de supervivencia, no
han permitido tampoco cultivar, seguir asegurando, una experiencia absoluta de la
realidad que esté acorde al medio en el cual se vive hoy.
¿Por qué? porque el mundo que nombraban, explicaban, organizaban y valoraban
esos modelos se quedó atrás. El sentido de uno mismo, el sentido colectivo, el
sentimiento de completud que daba el mito, se ha perdido, y con él también la
axiología (valoración del mundo) operativa y pragmática que éste daba. Sin la
vigencia de los mitos, las religiones pierden su humus cultural y social; y sin la
epistemología mítica, los mitos, símbolos y narraciones sagradas se convierten sólo
en puros sistemas simbólicos

3. El Mito es un relato que trata de los Orígenes.

El pensamiento primitivo del hombre antiguo considera que “conociendo los


orígenes de su cultura, del mundo, del hombre, de sus actividades y herramientas,
etc.” sabe cómo son las cosas, pues el origen divino determina la esencia misma de
la cosa.“Si al principio fue así, así debe ser siempre”: si al principio el mundo vino
de Dios, así debemos adorar a Dios como sus criaturas ante su creador; si al
principio la mujer estuvo sometida al varón, así será ahora; si al principio así se
fabricó una canoa, o se cultivó la tierra, así se hará ahora… y así sucesivamente.

Por tanto, el hombre primitivo, primero se pregunta por ciertas cuestiones actuales
(trabajo, sexo, guerra, lluvia, sol, etc.) y luego busca su sentido e interpretación en
“el origen” que funda la realidad actual conforme a un modelo originario que está
más allá de esta realidad. Por eso los mitos inician su historia con la expresión “en
aquel tiempo, in illo tempore, al comienzo de todo, cuando no había nada en el
mundo”, etc. Ese tiempo y ese espacio del mito son sagrados, de otra dimensión, y
pueden ser reversibles y hacerse actuales en los ritos, como veremos luego.

Por todo ello, los mitos son fijistas y conservadores, con el riesgo de perpetuarse
estáticamente si no se hacen las debidas re-interpretaciones, algo que sucede en
todas las grandes religiones, como pasa en el cristianismo.
Si ahora cambió la cultura, los mitos deben ser reactualizados y reinterpretados
desde “esta” cultura; de lo contrario, el mito se anquilosa y petrifica, entrando en
colisión con la cultura y la ciencia, o sólo se los recita por costumbre o mero
ritual.Son los mitos “estereotipados” (“estereós”, piedra) que se siguen repitiendo
por fuerza de la costumbre, pero ya sin significados actuales.

Tener presente que para el hombre moderno, los orígenes tienen un sentido muy
distinto, como de algo inferior y antiguo que tiene que superarse; lo importante es
“lo moderno”, o sea, lo nuevo y lo que se proyecta para el futuro. La ciencia y la
técnica se esfuerzan por superar el pasado visto como algo caduco, viejo e
inservible.El mito es el lenguaje de una cultura tradicionalista. Nuestra cultura
“moderna” o sea nueva, mira hacia adelante y lejos de buscar en las tradiciones,
busca en los nuevos conocimientos.

Finalmente, tengamos presente que en algunas culturas, como la judeocristiana,


también hay mitos del final del mundo o escatológicos (“ésjaton”, último, final), como
los mitos mesiánicos y apocalípticos, y los mitos de la vida del más allá (juicio final,
cielo, infierno) Mitos, digamos de paso, que siempre despiertan la imaginacióny
fantasía de la gente y de los que quieren ver profecías en cada uno de sus
elementos, tomando sus relatos como verdad absoluta.

4. Los mitos son relatos donde actúan Dioses y Héroes Fundadores.

Desde el momento en que los hombres no logran dar sentido a su realidad, quienes
lo hacen, revelan y enseñan son seres especiales como los dioses, espíritus,
ángeles, semidioses intermediarios y héroes fundadores de la cultura. En algunos
mitos, aún ciertos animales aparecen como actores fundadores (serpientes, tigres,
yaguareté…) como especialmente entre los guaraníes, hablando y tomando parte
en los orígenes de la cultura.
Lo importante es lo que los dioses y fundadores “hacen”, cómo actúan y cómo se
manifiestan (hierofanías), ya que sus conductas y enseñanzas son fundantes y
normativas de toda conducta humana.

Así las obras y palabras de Yahvé, de Moisés, de Jesús, son “modelos fundantes”
de toda conducta judeo-cristiana. Si Jesús hizo así la última cena, así lo harán los
cristianos; si así dijo, así se cumplirá.

Por lo tanto prima el criterio de autoridad y de tradición: los héroes fundadores son
la máxima autoridad y criterio para las acciones humanas, y la razón humana no
hace preguntas ni cuestiona validez.
Tengamos en cuenta que en nuestra cultura el valor de los principios y de las
conductas se apoya en criterios de racionalidad y en consensos sociales. Se
cuestiona el pasado y se buscan los cambios para mejorar día a día. Es una
diferencia muy importante entre la mentalidad antigua y la nuestra.

5. El objetivo de los mitos es Dar Sentido a la Realidad Presente. El mito genera


una Sabiduría.

Esto es lo fundamental del mito y lo que generalmente olvidamos.En esto se


diferencia de las leyendas, cuentos y de la historia cronológica.
Esta tarea mitificante tiene el solo objetivo y finalidad de dar sentido a las
“realidades presentes” de “nuestra” cultura.Eso es lo que interesa al hombre de
siempre: qué sentido tiene “hoy y aquí” el universo, la vida humana, la sexualidad,
el trabajo, etc.
En este sentido, gracias a los mitos, hoy sabemos cómo vivían y pensaban los
pueblos que nos transmitieron sus mitos. Por eso el mito es “verdadero” “para esa
cultura”, no como historia o ciencia, sino como sentido de la vida; como conjunto de
valores o paradigmas que intentan dar una “explicación” a los porqués de la vida.

Y aún hoy esos mitos podrían decirnos algo si somos capaces de preguntarnos por
nuestros problemas y leerlos también desde la sabiduría de esos relatos antiguos.
Desechar la sabiduría antigua no parece una buena elección, como
tampoco incorporarla sin sentido crítico. El lenguaje externo de relato mítico, que
era el común en otras épocas pero extraño en nuestro mundo actual, es un simple
ropaje. Por eso, cuando leemos los hechos bíblicos o la “vida de Jesús” como algo
pasado o hermosas historias, pero sin actualizar los significados vitales, entonces
esos hechos pierden valor y sentido.

Precisamente el mito leído simbólicamente valoriza o da sentido a esos hechos y


los realza como algo valioso para el hombre de hoy. Por ejemplo: qué importa si
Jesús dio de comer a los pobres en tal milagro si hoy quedamos indiferentes ante
ellos… El mito nos interpela para que hoy demos sentido a las mismas realidades
de siempre (la vida, la muerte, el sexo, el sufrimiento, la pobreza, etc.)

En definitiva, es la comunidad que vive los valores y mensajes del mito, en realidad
la que ha creado los mitos, la que determina la validez, verdad y vigencia del mito.
Su valor no es universal sino particular y para una determinada cultura.Así los mitos
bíblicos valen para quienes viven la cultura bíblica; los mitos guaraníes, para los
guaraníes, etc.
A menudo, los pueblos conquistadores intentaron “imponer su mitología” y valores
correspondientes a los pueblos conquistados, con las desastrosas consecuencias
por todos conocidas.

Así, pues, el mito genera una sabiduría, una forma de vida y de conducta humana,
una ética o norma de vida. Lo que el hombre descubre a través del lenguaje mítico
es una manera digna de vivir, cómo vivir, cómo resolver sus dificultades y conflictos,
cómo actuar, cómo relacionarse con otros: en suma, un conjunto de “valores” desde
donde vivir y actuar.Incluso origina una “técnica” de hacer las cosas, como fabricar
una canoa, una casa, un templo, cómo trabajar la tierra o cosechar, etc.

Sabiduría que da Sentido a la vida. Desde siempre a eso se llamó “sabiduría”, darle
gusto y sal a la vida. Los mitos son como el “catecismo” de los pueblos primitivos:
allí encuentran sus normas de vida, el porqué de sus rituales y fiestas, cómo actuar
en cada circunstancia, cómo organizar el tiempo.

Cuando el mito pierde esa dimensión esencial, entonces se vuelve algo vacío,
hueco, sin sentido alguno. Pensemos en el sentido de la navidad (inicio de la
liberación del hombre nuevo) y en la forma cómo hoy se la vive con rituales y
símbolos disparatados (regalos, comilonas, fuegos de artificio, etc.

f) Por eso, a lo largo del tiempo, cada comunidad debe releer sus mitos y darle
significados actualizados a través de la reflexión y de una nueva experiencia
cultural.
O sea, generar un CÍRCULO HERMENÉUTICO o interpretativo: una reflexión
circular que parte siempre del presente (vida, cosmos, sexualidad, trabajo,
sufrimiento) para buscar su sentido. La realidad es la equis, la incógnita que tiene
que ser despejada.

En esta búsqueda, se recure al mito que nos da un sentido, pero no en forma


automática, o como pura historia pasada y cargada de dogmatismos, sino que
tenemos que releerlo y reinterpretarlo mirándolo desde el HOY para hacer el
esfuerzo de actualizarlo de acuerdo a nuestra vivencia y cultura, cuyo sentido
buscamos. Qué sentido tiene hoy para nosotros la vida, la sexualidad, el trabajo, la
muerte, el cosmos entero…Allí se cierra el círculo y se vuelve a abrir cuantas veces
sea necesario.

De esta forma la realidad actual y su interpretación también iluminan al mito, y éste


a la realidad. El mito tuvo una lectura desde su cultura de origen. Leído en nuestra
cultura, debe ser reinterpretado.
Así el mito de origen del pueblo cristiano habla de una liberación o salvación…
Muchas veces se lo interpretó como liberación del pecado. Pero ¿cómo entenderla
hoy? ¿Liberarnos de qué y cómo? ¿Y qué entendemos por pecado?Como el mito
de por sí es fijo, rígido, sin evolución (sobre todo si está fijado en “sagradas
escrituras”), cada cultura, si quiere conservarlo como un valor, debe actualizarlo y
reinterpretarlo.

De esta manera, el Mito enriquece al hoy, y el hoy reflexionado enriquece y le da


nueva vida al Mito.El HOY nos da nuestra historia y cultura; EL AYER, el relato y la
experiencia de un pueblo que se expresó en los mitos. NUESTRA TAREA es
relacionar el Hoy con el Mito, “reconstruirlo” para que tengamos significados y
sentidos actuales.
No nos interesa el pasado como pasado (como hace la ciencia histórica o
arqueológica) sino el pasado relacionado con el presente de nuestra vida, con el
HOY que vivimos.
El Mito reflexionado y actualizado nos puede dar algunas respuestas válidas desde
una cultura antigua y desde eso eterno que tiene el ser humano y que siempre
permanece en la pregunta:¿Qué sentido tiene la vida?

Toda la historia antigua en sus mitos, religiones y filosofías nos llegan cargadas de
valores que aún hoy admiramos y sentimos.Pero si hoy no hay una pregunta,
tampoco se buscará una respuesta; entonces el mito se transforma en un simple
cuento o a lo sumo una historia con moraleja.
Al Mito hoy ya no lo podemos sentir atrás, en el origen, sino dentro de nosotros, en
lo más profundo del inconciente; pues en definitiva del inconciente nacen los sueños
y los mitos. Los sueños conforman nuestra mitología personal; y los Mitos
conforman nuestro inconciente colectivo. Los mitos pueden ayudarnos, si aún están
vivos, a mirar dentro de nosotros, a enfrentar esas preguntas molestas y a darles
respuesta.
Un ejemplo indicativo: hoy nos preguntamos por el origen y el sentido del
Universo.Los mitos religiosos (los hay en todas las religiones) nos dan una
respuesta: hay una presencia divina detrás del fenómeno cósmico. Pero la forma en
que se manifiesta la presencia divina depende en los mitos de los conocimientos y
fantasías de la época.
Y hoy, desde una ciencia infinitamente superior, podemos descubrir esa presencia
divina “de otra manera”, no como un Dios que terminó una obra en tantos días y de
tal manera, o por medio de un acto sexual o el despedazamiento de una diosa, sino
un Dios actuante en una evolución que tuvo comienzo, tiene un desarrollo aún no
acabado, y tendrá un fin.Y habrá quienes encuentran el sentido del Universo sin
recurrir a Dios…
Podemos decir, que si los mitos se originaron en una cultura, hoy pueden ser
modificados y mejorados en sus respuestas en esta otra cultura. Nada es estático
ni rígido en el devenir humano. Los mitos no son dogmas infalibles y eternos, son
construcciones culturales de importancia relativa, más en una cultura o tiempo,
menos en otros.

La formación ética, espiritual o religiosa en sus variadas formas no consiste en mirar


el pasado, estudiar libros antiguos o mitos curiosos, leer libros sagrados o estudiar
la historia judía o cristiana, o tal conjunto de dogmas y antiguas normas (dígase lo
mismo de cualquier religión), sino en “aprender a vivir hoy y aquí” como personas
plenas de dignidad que disfrutan de todos sus derechos y como creyentes
comprometidos, si es el caso, convencidos y conscientes, miembros de esta cultura
y no como extraños o como una secta esotérica. Se trata de “vivir más” y no tanto
de cumplir ritos, recordar anécdotas o conocer personajes y doctrinas generalmente
incomprensibles en sus conceptos y en su lenguaje.
Algo que la misma Biblia por medio de los Profetas y el propio Jesús enunciaron
cuando dijeron: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos
de mí” (Is. 29, 13-14), “Amor quiero, y no sacrificios” (Os 6,8)

Que esta tarea no es sencilla ni fácil, lo comprobamos al ver cómo las religiones
siguen atadas a viejas estructuras mentales y de lenguaje (viejos paradigmas), sin
animarse a hacer este vuelco interpretativo.
El resultado es una incoherencia entre lo que se aprende en la escuela y lo que se
aprende en la religión, entre lo que se vive en la sociedad y lo que se vive dentro de
la comunidad religiosa; entre la moral predicada desde el clero y la moral vivida en
la práctica real.

Otro ejemplo: es evidente que los mitos antiguos sobre la mujer reflejan una cultura
donde los varones son absolutamente dominantes de las mujeres, tanto en los
pueblos bíblicos como otros. Por tanto esos mitos sobre la mujer (como Génesis 3)
interpretan que la mujer está sometida al varón “porque desde el principio así lo
quiso Dios”. Y desgraciadamente esta mentalidad aún sigue vigente en muchas
confesiones religiosas de origen bíblico.

Pero HOY, nuestra cultura, aún desde los Documentos de Naciones Unidas,
expresa clara y tajantemente la igualdad entre varones y mujeres. Lo que
rescatamos de los viejos mitos es que hay un designio (divino o de la naturaleza)
sobre la mujer; pero hoy cambia el contenido de ese designio. Pero la ausencia de
mujeres en la conducción de las religiones de origen bíblico (judaísmo, cristianismo
e islam) muestra que hay una gran resistencia de los dirigentes varones en aceptar
la igualdad proclamada de la mujer. Siempre hay un argumento de la Escritura en
un viejo mito machista que contradice esa igualdad y mantiene el orden tradicional.

Otro claro ejemplo se refiere a la organización de la sociedad civil y de las religiones:


los viejos mitos marcan una pauta monárquica autocrática centrada en el rey o en
el Sumo Sacerdote.Y hoy, ¿por qué las organizaciones religiosas no incorporan el
sistema democrático en su interior y continúan con un esquema monárquico y
dogmático, sin abrirse al diálogo con la mayoría de la feligresía?Los viejos mitos
nos dicen que toda autoridad viene de Dios y suponen que desciende directamente
sobre el rey o el Sumo Sacerdote.
Hoy podemos afirmar que toda autoridad nace directamente del pueblo que elige a
sus autoridades y representantes ¿Por qué no se aplica este principio democrático
al interior de las Iglesias? Incluso hasta puede pensarse que la autoridad nace en
Dios y se deposita en el pueblo o comunidad…

En conclusión: los relatos míticos, aún los más sagrados, tienen que ser releídos e
interpretados desde los avances filosóficos, antropológicos, psicológicos, científicos
y desde las nuevas experiencias religiosas de la comunidad para que nos devuelvan
su profundo e inagotable valor. Y es una pena que en nuestro medio estemos tan
atrasados en este aprendizaje interpretativo y nos quedemos en la pintoresca
lectura literalista de viejos relatos cuyo profundo sentido se nos escapa totalmente.
Es la muerte del mito.Porque si matamos al símbolo, matamos al mito.

3) Los RITOS dramatizan y actualizan la historia mítica.

En todas las culturas, las religiones se abren al lenguaje de acciones simbólicas a


las que llamamos Ritos, Rituales o Culto. No sólo a nivel religioso sino también en
lo social y político. Los rituales son las acciones correspondientes a los relatos
míticos. Son acciones simbólicas que dramatizan y expresan al mito. Piénsese en
las fiestas patrias, bodas matrimoniales de plata, etc.
El mito, al no ser algo cronológico, al expresar algún aspecto de la actualidad
conciente o inconciente del ser humano, es “reversible” y puede ser actualizado en
cada momento mediante los rituales que, leyendo los mitos y dramatizándolos
“hacen presente el valor y el sentido del mito y hacen presente la historia creadora
y salvadora de la divinidad”, de tal modo que cada época y cada comunidad pueden
vivir la obra de los dioses o de Dios como algo presente y contemporáneo. Dios no
está atrás de nosotros sino que es “Dios con nosotros” (el Emmanuel).

Por ejemplo, en la Eucaristía o Santa Cena se lee el relato original, se lo dramatiza


con diversos gestos y el creyente “vive” el valor mítico, la comunión con la divinidad
y con los hermanos en el gesto de comer juntos el mismo pan sagrado, darse el
beso de paz, etc.
Curiosamente pude presenciar este mismo ritual en Nepal en una celebración a la
diosa Kali. Los devotos ofrecen panes, un cabrito, etc. y luego lo comen junto a un
arroyo.
En el bautismo (ritual de varias religiones) los gestos (sumergirse en el agua,
cubrirse con un vestido nuevo, encender un cirio) expresan el nacimiento a la nueva
vida por el agua, la iluminación de la vida por un nuevo sentido, el revestirse del
hombre nuevo.

La predicación y las palabra que acompañan el ritual tendrían ese objetivo, sin
quedarse en la historia pasada o en un gesto automático, sino hacer presente el
valor o mensaje del mito: compartir el pan con los otros, iniciar una nueva vida, cómo
hoy Dios nos libera, etc.También aquí hay una tarea de actualizar los gestos y
adaptarlos a nuestra cultura, ya que muchos de los gestos heredados del pasado
han perdido todo sentido para el hombre actual. Actualizarlos y variarlos, ya que hoy
no se soporta la repetición rutinaria de los mismos gestos… La constante repetición
“aburre” y mata la novedad del gesto.

Por medio de los ritos, el ser humano:


– actualiza y hace presente el mito– vive y festeja la experiencia comunitaria y social
del mito, que nunca es individual.
– se conecta con el Dios fundante (con oraciones, plegarias, cánticos)
– se inicia en la nueva vida y en la comunidad, “se pasa” (ritos de pasaje o iniciación)
de lo profano a lo sagrado y espiritual.
– agradece a la divinidad– pide perdón por las faltas cometidas contra los valores
del mito (ritos expiatorios).
– expresa su fe con rituales, danzas, música, cánticos, plegarias y dramatizaciones.
– se compromete a vivir la sabiduría expresada por el mito en una conducta nueva.

En una palabra: celebra y festeja una vida plena, cargada de sentido.Todo lo cual
no tiene sentido en una cultura individualista.El mito y el rito suponen siempre una
comunidad que comparte valores, historia y cultura.

La validez del rito:en estos últimos tiempos hemos visto cómo algunos ritos se han
perdido o se han modificado profundamente o perdido su significado, en un proceso
que se desarrolla con mucha rapidez.Por otro lado oímos a muchos jóvenes
manifestar que determinados ritos no les dicen nada (Entre los católicos: la misa,
las confesiones, el bautismo de niños, el casamiento…).¿Qué se esconde detrás de
estos fenómenos?

Se trata del problema de la relación entre el signo y el contenido o entre el


significante y significado:
– En el rito el signo tiene que responder a una realidad que se celebra. De lo
contrario solo seria como un cascarón vacío. Y tiene que representarla
suficientemente. Si es confuso, opaco, si carece de transparencia corre el peligro
de convertirse en algo vacío. Hablamos de “celebración”, no de “asistencia” o simple
“escucha”, por simple obligación.¿Qué actualidad, qué novedad se celebra en los
rituales?
– El rito debe ser fiel a sus destinatarios y ha de ser inteligible para ellos. Y su peligro
es siempre hacerse excesivamente oscuro, racional, frío o anquilosarse.
De lo dicho anteriormente puede deducirse que hay gestos más universales (como
darse la mano) que responden a un espíritu común de los hombres, y gestos más
particulares, más cambiables y referidos a un momento cultural (como encender un
cirio). Tarea del rito es acertar a expresar los sentimientos en gestos espontáneos
y significativos. Se hace difícil “sentir” un ritual impuesto como algo mecánico y sin
conocer su verdadero valor emocional y espiritual.

Las fiestas Dentro de los rituales ocupan un lugar muy especial las fiestas.

a) La fiesta en general.Siempre los seres humanos han celebrado fiestas sin


reflexionar especialmente sobre ellas. En este tiempo de cultura urbana amenazada
de permanente mecanización se ha despertado un interés por el fenómeno de lo
festivo y de lo lúdico. Hay que distinguir en primer lugar la diversión de la fiesta.

La fiesta tiene siempre carácter de acontecimiento. Es algo que se espera, que se


prepara, que exige una disposición, que rompe el ritmo de lo cotidiano y lo
habitual…La fiesta es expresión comunitaria, ritual y alegre de experiencias y
anhelos comunes centrados en un hecho histórico pasado o contemporáneo. En la
fiesta se expresa el si de la vida, el sentido utópico, la gratuidad, la exhuberancia y
el signo total.La diversión ocupa otro lugar en la vida: pasar un rato entretenidos,
divagar, evadirse, reír…

– El sí a la vida: los autores están de acuerdo en que la fiesta expresa un si a la


vida. Quien celebra está afirmando por ese mismo hecho que la vida es digna de
ser celebrada. La verdadera fiesta no es mera evasión o despreocupación para
olvidar lo que la vida tiene de malo. Eso es una caricatura y un sucedáneo de la
verdadera fiesta. Quien celebra festivamente no olvida que la vida esta jalonada de
sombras, denegaciones y fracasos. Pero confía en que lo bueno es capaz de vencer
al mal; en este sentido la fiesta es una expresión del si a la vida. La fiesta expresa
el tiempo y el sentido ideal de la vida.

– El sentido utópico: en esta capacidad de la fiesta de asumir lo negativo se


manifiesta su orientación utópica. La fiesta es de algún modo reflejo de lo que se
espera, de lo que vendrá al final, de lo que aun no se da pero que a la vez ya está
presente. Por esta característica en la fiesta se igualan de algún modo las clases
sociales, se admite la critica sin que esta suponga enfrentamiento, se da una alegría
generalizada y una comunicación fácil y espontánea.

– La gratuidad: en nuestro mundo casi cada cosa tiene su precio y si se da algo es


con la esperanza de recibir una contrapartida. No es así la fiesta, por eso la fiesta
tiene un sentido en si misma, en el propio goce que proporciona.

– El símbolo total: como se deduce de todas las características anteriores la fiesta


es el símbolo de lo mejor de la vida, de lo que esperamos, de lo que deseamos. En
la fiesta se expresa la verdad, la bondad y la belleza. Ojalá siempre se pueda estar
de fiesta…
b) La fiesta religiosa: las características de la fiesta coinciden en gran medida con
la religión misma. La religión es decir si a la vida, posee un sentido utópico, expresar
la gratuidad y es manifestación de la plenitud. Esto hace que las fiestas ocupen un
lugar importante en las religiones.Es preciso distinguir: en las religiones agrícolas y
cósmicas las fiestas están ligadas a los ciclos del campo; por el contrario en las
religiones proféticas e históricas las fiestas se ligan siempre a acontecimientos
históricos pasados.
Las fiestas rememoran el pasado, pero también se refieren al futuro que anuncian
y en cierto modo anticipan. De esta suerte la fiesta no es mera rememoración del
pasado sino cumplimiento de ese pasado en el presente y tensión hacia el futuro. En
al fiesta religiosa, el hecho histórico pasado se considera como el centro de la
historia y en ella se anticipa y hace presente un futuro definitivo y total. Lo importante
es “vivir y festejar hoy” lo que nos indica el pasado y lo que esperamos para el futuro.

Pero ¿son las fiestas religiosas sentidas como verdaderas fiestas o como rituales
estereotipados? En el caso cristiano: piénsese en la misa, la Pascua, la Navidad,
Pentecostés, etc.Al menos las religiones de Occidente: ¿No han perdido el sentido
festivo de la vida? ¿Qué lugar ocupan los sentimientos de alegría y felicidad en sus
rituales y celebraciones? ¿No están excesivamente centradas en elaboraciones
racionales de teologías y normativas ritualistas?¿Qué imagen de Dios se expresa
si no es un Dios sonriente y feliz con su comunidad?

Concluyendo: qué importante son las fiestas desde el punto de vista educativo.
Cuántos sentimientos se despiertan, cuántos valores se descubren y se viven:
sentido de comunidad, convivencia, alegría, participación, esperanza, reflexión,
optimismo, expresividad…

Las nuevas formas de espiritualidad (aún las llamadas “carismáticas”) han


recuperado este sentido en encuentros más espontáneos, en lugares agradables e
incluso naturales, con amplio recurso de formas artísticas (música, danza, expresión
corporal) y un clima de igualdad entre los participantes. Es importante el encuentro
con la naturaleza que tan bien expresa el dinamismo de la energía cósmica y vital.La
educación espiritual y religiosa tiene que recuperar el sentido festivo de la vida y el
placer de existir y de existir con los otros. Sabiduría… “saborear la vida”.

4) LA REFLEXIÓN y LA ÉTICA

En culturas y religiones más evolucionadas (judaísmo, cristianismo, islam,


hinduismo) los mitos fundantes son reflexionados, comentados, ampliados y
aplicados a la realidad ritual y vital, y van constituyendo un corpus con tres
componentes básicos: lo que llamamos “teología” (ciencia de Dios, qué y cómo
creer), “teología moral” (cómo vivir) y “liturgia o culto” (cómo venerar a la divinidad).
Esta tarea la hacen maestros, teólogos, rabinos, sacerdotes o chamanes, sea en el
culto, sea en reuniones de formación.

Su peligro es racionalizar el sentimiento religioso y convertirlo en un “conocer y


saber intelectual”, cuando en realidad la religiosidad y/o espiritualidad es una forma
nueva de vida en una experiencia muy personal.
El grave error de tantas instituciones religiosas es transformar la experiencia
religiosa en un simple saber intelectual (clases de religión, teología) y en una
formalidad (generalmente obligatoria) de determinados ritos cultuales.

Nada más opuesto a la experiencia espiritual y religiosa cuando la religión se


transforma en un conjunto de Creencias, que no nacen de la comunidad, que llegan
por tradición y principio de autoridad, que en su dogmatismo no se abren al diálogo
y que mantienen contenidos y formas literarias incomprensibles para el hombre
moderno.

Para que la tradición religiosa no se transforme en algo vacío, se necesitan tres


condiciones:
a) Que integre las nuevas experiencias de cada tiempo, personas y culturas.
b) Que vaya recreando los valores.
c) Que haya experiencia de lo sagrado. Es la gran tarea de las religiones
tradicionales.

En toda esta tarea es importante aprender a “reflexionar” o meditar, algo que los
occidentales en general desconocemos.Pensamos desde las palabras y los escritos
de los otros, pero no desde lo que se siente en el interior. Meditar no es pensar lo
que otros pensaron y repetirlo de memoria. Es una tarea creativa: es pensar desde
uno mismo y convertirse en el pensamiento de uno. Ser lo que pensamos, decimos
y sentimos. No separar lo que tiene que estar unido.
Es interesante descubrir que en muchas partes aparecen ya grupos de meditación
(no necesariamente religiosos) aún entre los jóvenes. Es una buena noticia.

La ética.

El elemento más importante de la relación entre lo religioso y la vida está en el


carácter totalizador que tiene la experiencia religiosa. Por su propia naturaleza la
religión se dirige a todo el hombre e impregna también por tanto todo el actuar del
hombre religioso. Esto explica que cada religión comparte junto a elementos mas
especulativos un código de normas por los que se han de regir los fieles en su
actuar. La ética expresa el mito y el rito en la vida cotidiana.Comparada con las otras
manifestaciones de lo religioso, la ética constituye una manifestación cotidiana del
hombre religioso.

La ética no es, como puede a veces pensarse erróneamente, un conjunto positivo


o negativo legalista de normas sino un impulso que vertebra o da unidad y sentido
a toda la conducta humana.
A través de la ética la vida entera en su cotidianidad y en sus momentos más fuertes,
en su sencillez y a la vez en su entramado se hace manifestación de lo religioso.
Cuando una persona o grupo reflejan en su vida sus valores espirituales, se
convierten en una llamada para toda la sociedad que recibe así su influjo y que
asume por imitación alguna de sus valores.Es lo que Jesús quería expresar al decir
“ustedes son la sal de la tierra”.
Podemos definir la ética como el talante de una persona, su manera de actuar, su
forma de encarar la vida, sus costumbres. Para el hombre religioso la ética es
ciertamente una forma de expresión de su experiencia religiosa. Por estos mismos
motivos, nada “escandaliza” más al pueblo y nada aleja más a la gente de la religión
que el no cumplimiento por parte de los dirigentes religiosos de las normas que ellos
mismos predican.

La ética es la coherencia entre lo pensado, dicho y predicado… y lo practicado en


la realidad. Hablamos de ética, no de listado de normas que se imponen. Las
religiones han abusado del principio de autoridad al imponer normas “porque sí” y
sin mayores fundamentos racionales.

El hombre moderno ya no acepta el criterio de autoridad para las normativas éticas


y morales. Se necesitan razones, y nadie tiene más razón que otro por estar
investido de autoridad. Los seres humanos actuales tienen derecho a buscar y elegir
su propio código de ética.
Esto escandaliza a las instituciones religiosas, pero es una razonable tendencia
irreversible.
Es el fruto de la autonomía, libertad e igualdad de todos los seres humanos, y
fundamento de todos sus Derechos Humanos.Sobre este tema, me remito a los
“Artículos” específicos de la sección de “Ética”

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