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ELEMENTOS PARA
UNA EDUCACIÓN ESPIRITUAL Y DE SENTIDO DE LA VIDA
Introducción
Con miras a ofrecer a educadores y padres, ideas de esta nueva forma de ver las
cosas, avalada por múltiples investigaciones en varios campos del saber humano
como antropología, filosofía, sociología y psicología, presentamos varios trabajos
que tienen que ver con la dimensión espiritual y religiosa del ser humano, esperando
que las reflexiones sobre los mismos ayuden a una mejor y más acabada educación
“espiritual” que incluye para muchos la educación religiosa, pero que tiene un
sentido más amplio y universal.En este trabajo presento consideraciones para una
psicología de la religiosidad, de la religión y de la espiritualidad en general, como
una búsqueda del sentido último de la vida humana.
– La escuela alemana del mito natural (Max Muller, 1823-1900) según la cual los
dioses son la personificación de los fenómenos naturales (sol, luna, etc.).
– Herbert Spencer (1820-1903): el hombre primitivo era racional, pero por escasez
de conocimientos y por la experiencia de los sueños llegó a la idea de almas y
espíritus, siendo el culto de los antepasados el origen de la religión.
– En forma parecida, Tylor Edgard (1832-1917) coloca como origen la creencia en
el animismo que postula que todos los seres tienen su alma.
– Para James Frazer (1854-1941) la humanidad se desarrolló en tres etapas
sucesivas: magia, religión y ciencia, y cada etapa fue superando a la anterior.
Contrario a Freud, quien consideraba la religión como una neurosis y una ilusión,
Jung, el creador del concepto de “Inconciente Colectivo” y orientador de la nueva
era cultural del New Age sostuvo que la religión es esencial para la salud mental.
Sobre este aspecto expresó lo siguiente: “Entre todos los pacientes que están en la
segunda mitad de vida, no hay ninguno cuyo principal problema no sea religioso”.
Es importante señalar que cuando Jung habla de Dios se está refiriendo a la imagen
arquetípica de Dios y no a un ente con una realidad ontológica.El arquetipo Dios
representa nuestra necesidad de comprender el Universo; aquello que nos provee
de significado a todo lo que ocurre y que todo tiene un propósito y dirección.
Por eso expresa que: “Es solamente a través de la psique que podemos establecer
que Dios actúa en nosotros, pero no podemos distinguir si estas acciones emanan
de Dios o del inconsciente.
En este sentido consideró que Dios es un arquetipo que por lo tanto se expresa por
medio de símbolos. Para Jung la única manera de relacionarnos con Dios es
conociendo las imágenes y símbolos del inconsciente. Esto implica hacernos
consciente del material psíquico que hemos heredado de nuestros antepasados
(Inconciente Colectivo), incluyendo la imagen de Dios. La conciencia humana
cambia la naturaleza de la imagen de Dios.
“El hombre no es libre de elegir entre tener o no tener ideales, pero es libre de elegir
entre distintas clases de ideales, entre la veneración del poder y de la destrucción,
o la devoción al amor y a la razón” (Fromm, Psicoanálisis y religión).
“La religión humanista tiene como centro al hombre y su fuerza. El hombre tiene que
desarrollar sus poderes de razón con el fin de comprenderse y comprender su
relación con los demás hombres y su posición en el Universo…La experiencia
religiosa en este tipo de religión es la experiencia de la unidad con el Todo, basada
en la relación del uno con el mundo, captada a través del pensamiento y del amor…
La finalidad de la religión no es la obediencia sino la autorrealización… La base de
la experiencia mística no es el miedo ni la sumisión sino el amor y la afirmación de
las potencias propias. Dios no es un símbolo de poder sobre el hombre sino de las
mismas potencias del hombre”
Y el hombre tiene que contestarle a la vida con una respuesta que sea su vida
misma; tiene que “responder” siendo responsable” (“El hombre en busca de sentido”
) Esta búsqueda de sentido constituye el elemento “espiritual” y auténticamente
religioso del hombre, que no incluye necesariamente y conscientemente un Dios
personal o una religión.
Existe, pues, una religiosidad inconsciente que debe entenderse “como una relación
latente con lo trascendente que hay inherente en el hombre… una relación entre el
sí mismo inmanente y el Tú trascendente… o sea, “el inconsciente trascendente”
que forma parte del inconsciente espiritual”
Eso significa que todo ser humano siempre tiene relación con lo trascendente,
aunque sea sólo desde lo inconsciente. “Y si uno llama “Dios” a ese referente…
entonces pasamos a hablar de un Dios Inconsciente. Lo cual no implica que Dios
sea inconsciente en sí mismo, sino que Dios es algo inconsciente para el hombre,
y que la relación del hombre con Dios puede ser inconsciente”. Esto no implica una
visión panteísta (todo es Dios) o que Dios está adentro de cada uno o que habite en
el inconciente, o que el inconciente del hombre sea divino u omnisciente…tampoco
es una fuerza impersonal que opera en el hombre o un arquetipo.
Para Frankl “el inconciente religioso, o lo que viene a ser lo mismo, el inconciente
espiritual, es un estado inconciente con capacidad decisoria…” con capacidad de
elegir y comprometerse con el ser trascendente. Respecto al sentido de la vida
insiste Frankl:
Para Frankl, “la religión es el punto visible del más humano de los fenómenos
humanos, el deseo de dar sentido a la vida.La religión se revela como la realización
de lo que llamamos “el deseo de llegar a un significado último” (Todas citas de El
hombre en busca de sentido)
La ciencia actual, llamada “nueva ciencia”, trata el problema del hombre, como
otros, desde un punto de vista integral. Hoy se ha superado la ciencia europea y
blanca, racista y colonialista, racionalista y positivista, y nos hallamos con una
“nueva ciencia”, pues “La nueva visión de la realidad se basa en una conciencia de
la interdependencia esencial de todos los fenómenos, físicos, biológicos,
psicológicos, socioculturales o espirituales” (Fritjpf Capra).
Hoy sabemos que “el hombre se ve inmerso en un crisol, donde se agitan las
múltiples frecuencias de una misma energía “(Max Guilmot) “No somos un simple
observador sino un verdadero participante en esto que observamos y
representamos. Las leyes físicas son leyes de la materia y de la mente, y no leyes
de la materia sola” (Charon)
Por eso los mensajes de unidad del universo de las antiguas sabidurías de Oriente
y Occidente, hoy son actualizados por las ciencias físicas y biológicas, que
redescubren un universo complejo donde todo está en todo, así como la
interferencia de lo que está arriba con lo que está abajo.Nos alejamos cada vez más
de la posición oficial del siglo 19 según la cual el hombre es un extranjero en el
universo, y la aparición de la vida un fenómeno altamente improbable.“Somos los
hijos del Universo, engendrados por él” (Jaques Menod)
Por eso, dice Edgard Morin (Pensamiento Complejo), que aparece la nueva ciencia
“que deberá establecer la articulación entre la física y la vida, entre la complejidad
microfísica y la complejidad biológica, entre lo viviente y lo humano. Es estimulante
considerar el mundo, la vida, el hombre, como sistemas abiertos” “Por lo tanto
ninguna teoría puede agotar la realidad que está condenada a quedarse abierta,
inacabada” (Morin.)
Por lo tanto, el hombre no es pura racionalidad sino la relación compleja entre razón
y sentimientos. Y la armonía pasa por la integración de los elementos que no son
contrarios sino complementarios. Sin lo global que es lo único capaz de unirnos a lo
universal, lo particular está desprovisto de sentido. Así, pues, hay una bi-unidad de
materia y mente, materia y espíritu, mente y sentimiento que constituye el mundo
de lo viviente.
Se trata de volver a enraizarnos en una visión eterna y renovada del cosmos: y eso
es lo “sagrado”, lo profundamente religioso o espiritual, y para ello necesitamos
conciliar la mente con la imaginación profunda, la razón con los grandes
sentimientos y el amor, la vida cotidiana con el sentido total de la vida.
No solo conciliamos tantos opuestos que conforman la totalidad, sino que buscamos
“el centro”, ese lugar simbólico desde donde miramos tota la realidad y desde donde
encontramos un sentido a la vida y al cosmos.
Y hoy pensamos que ese centro está dentro de cada uno de los seres humanos. No
está afuera. Desde nuestro punto de vista, poco importa saber de las religiones
primitivas, cuando hoy estamos ante nuestro más importante problema: qué sentido
tiene nuestra vida dentro de este Universo.De modo que lo importante es analizar
la religión actual y otras experiencias religiosas y espirituales, y ver su
funcionamiento psicológico desde la actual experiencia.
3. Nuestra posición
“La perspectiva de la psicología de la religión más actual nos aporta datos bien
interesantes a propósito de cómo se da la religiosidad.
Nos indica que la experiencia religiosa tiene que ver con un fenómeno más amplio
en el ser humano que es la búsqueda de significado. Sin lugar a dudas, la
experiencia de fe está relacionada con múltiples dimensiones de la persona:
aspectos biográficos, socio-históricos, etc.
El ser humano, a través del tiempo y trabajosamente fue dando sus respuestas, y
fue dando sentido, fue interpretando la realidad según sus los datos de sus sentidos,
emociones, sentimientos, imaginación y la razón lógica.Especialmente interpretó la
realidad desde sus necesidades y vivencias dentro de un determinado contexto
témporo-espacial.
Así pues, si una montaña o un rayo expresa un poder superior y sobrenatural, revela
al hombre un modo de ser absoluto y diferenciando del espacio profano que lo
rodea, ya que una de las funciones de la hierofanía es precisamente, separar a esos
objetos considerados “sagrados” de los profanos.
En el mundo primitivo: casi todo aparecía como epi-fano, hiero-fano, sagrado, “fan-
tasticós”, sorprendente, no comprensible, misterioso, ine-fable (que no puede ser
“fablado”, hablado) y por lo tanto, su explicación y origen se atribuía a fuerzas o
seres de otro nivel, de arriba, espíritus y dioses.
Las explicaciones científicas o técnicas eran escasas, ya que todos los “fenómenos”
naturales y biológicos tenían ese halo “misterioso”, como el trueno, el viento, los
planetas, el embarazo y mil etcéteras más.
Porque sea como fuere, el ser humano “necesita” buscar explicaciones, interpretar
y dar sentido a toda la realidad en su globalidad y en sus partes. Y cuando no tiene
la evidencia, suple con la imaginación.
Y esto es así porque, desde el punto de vista psicológico, y en gran parte
inconciente, el hombre “necesita” tener alguna explicación de la realidad para salir
de la angustia que le provoca una realidad “caótica” e incierta. (El “caos” tiene que
volverse “cosmos”)
Si el hombre pre-moderno no tenía esa explicación, la buscaba “arriba” porque
arriba, símbolo de lo superior, está el Altísimo, el Gran Espíritu, Dios que nos domina
y se manifiesta en esos signos misteriosos. Es lo epi-fánico (epi = sobre, arriba), el
poder sobre-humano simbolizado en la montaña inaccesible, el sol, el rayo, el cielo
concebido como una capa exterior sobre la cual moran los dioses expresados en
los planetas…
De allí que hoy asistamos a una profunda crisis religiosa dentro de este nuevo
contexto de modernidad, posmodernidad, globalización, nuevos valores o
antivalores con un nuevo modelo de interpretación de la realidadNuevos
acontecimientos y experiencias humanas de todo tipo exigen una nueva explicación
mientras parece derrumbarse todo un viejo sistema…Al no tener un nuevo sistema
coherente de interpretación, nos domina la inseguridad, angustia, depresión, falta
de sentido, etc.
Por eso, a medida que avanza la ciencia (el “conocimiento”) que da sus
explicaciones e interpretaciones racionales de toda la realidad perceptible, parece
reducirse el campo de lo sagrado o sus explicaciones parecen inadecuadas… y
entonces nos preguntamos: qué cosas existen como no explicables y sagradas… o
si todo es explicable por la ciencia.Porque si hoy algo no tiene explicación, no
pensamos que hay que buscarla “arriba” sino que hay que esperar hasta que la
ciencia devele la incógnita.
El Arbol : El respeto y la veneración por los árboles se halla muy extendido en todo
el mundo, pues el árbol es como el punto central y el eje del mundo, estableciendo
un punto de unión entre el cielo y la tierra ya que echa raíces en la tierra y abajo y
sus ramas se extienden hacia el cielo.
También puede ser símbolo de inmortalidad por su duración.
En la Biblia encontramos también el árbol del conocimiento del bien y del mal y el
árbol de la vida. O el árbol en que se manifestó Dios a Moisés (la zarza
ardiente).Similar sentido tiene la montaña y todos los lugares altos (Sinaí, Sión,
Gólgota)
El siguiente símbolo alude al nivel que está debajo de la tierra: lugar de nacimientos
y de muerte. Una zona desconocida que con el tiempo se transformará en los
“infiernos” (ínferos: zona inferior, de abajo) y posteriormente en lugar de tormentos
para los condenados.
Grutas: Las grutas y cuevas en las cuales se realizaban ritos sagrados, están
relacionadas con la madre tierra, el útero, el origen de la vida y de la sabiduría
(Jesús nace en una gruta, al igual que Mitra) En algunas culturas primitivas como
en Indonesia se suponía que la primera humanidad mítica vivía bajo tierra y que por
las grutas y cuevas ascendieron a la superficie. Del mismo modo las almas de los
muertos descenderían bajo tierra y allí morarían.
Para una cultura religiosa antigua y pre-moderna siempre existe una división radical
entre lo sagrado y lo profano.
Así hay un espacio sagrado creado por Dios o los dioses, que se recrea en multitud
de espacios sagrados donde “habita” la divinidad o se manifiesta, y donde el hombre
puede conectarse con lo divino (templos, piedras, fuentes de agua, montañas…)
Conforme a ese espacio sagrado (modelo original) se edifican la ciudad, las casas,
los templos que simbolizan el espacio sagrado original, por ej. la catedral como
imagen del ”cielo” hacia donde apuntan las torres, con la puerta de separación con
lo profano, etc.Lo profano, en cambio, aparece como lo hecho simplemente por el
hombre, y por tanto, como de menos valor y consistencia, como algo “efímero” (que
dura un día), relativo y transitorio.
Del mismo modo existe un tiempo sagrado que actualiza las gestas de los dioses
en los “orígenes” y que se expresa especialmente en las fiestas sagradas y en
determinados ritos, actualización de los mitos de los orígenes, como luego veremos.
El tiempo sagrado es cíclico o circular, de modo que se repite cada año en círculos
sucesivos como símbolos de la eternidad.
Entre los primitivos todo podía ser sagrado o epifánico:el cielo, la tierra, los astros,
eclipses, lluvias, truenos y rayos, el viento (algo “espiritual”, de donde viene el
término “espíritu”, soplo, aliento) el fuego, las montañas, lo volcanes, las corrientes
y fuentes de agua subterráneas, los mares, animales y plantas, los sueños, la
muerte, el sexo, etc. etc.
Recordar que el cosmos o universo primitivo era pequeño, una tierra plana y
pequeña (la extensión geográfica conocida) cubierta por el manto celeste (algo fijo,
inmóvil), cuyas dimensiones también eran escasas (se podía llegar volando o con
una gran escalera o torre…)Y la concepción de la humanidad y de la historia
también era reducida.
Por lo tanto, un mundo familiar, donde todo podía tener una explicación “a la mano”
y donde lo divino o sagrado se mezclaba con lo profano o cotidiano… hombres,
dioses, espíritus y seres sobrenaturales convivían en un universo maravilloso y
mágico.
Mundo animado poblado de espíritus (animismo) y dioses muy semejantes a los
hombres o a los deseos de los hombres.
Mundo cultural que se consideraba a sí mismo como “el centro” del mundo pues allí
se había manifestado y actuado la divinidad; afuera quedaban los extraños, los
“bárbaros”, los demonios, los infieles… Un centro materializado en la capital, en el
templo o en el palacio real. Así, Jerusalén, centro del mundo; o Babilonia, Nínive o
Roma…
Desde ese centro sagrado del mundo, los pueblos se “orientaban” y orientaban
incluso sus ciudades, templos y casas.La misma ciencia primitiva (agricultura, caza,
cestería, cerámica, astronomía, curación…) era tarea religiosa de los chamanes y
sacerdotes, sin mucha diferenciación entre religión y ciencia. Sacerdotes y
astrónomos eran “magos”, conocedores del misterio del mundo revelado por los
dioses.
Desde el punto de vista psicológico podemos ver que en cada cultura, antes y ahora,
hay fenómenos externos o internos que “necesitan” la explicación religiosa o al
menos la sugieren.
a) Así, la necesidad de protección ante el hambre, las enfermedades, la sequía, los
peligros;o el sentimiento de dependencia por el desvalimiento y la debilidad natural
del hombre y la búsqueda de quien cubra esa dependencia.
En otros, el miedo ante ciertos fenómenos (tormentas, inundaciones, guerras,
muerte);en otros, la sorpresa y el asombro ante algo maravilloso, como la
primavera, el arco iris, el mundo de las galaxias o un acontecimiento benéfico.
Aún hoy todas estas situaciones provocan en muchos un sentimiento sagrado,
religioso o trascendente, y en esas situaciones se recurre con más asiduidad a la
oración o a ciertos ritos.
Es interesante lo que dice uno de los más grandes neurólogos de nuestra época,
AntonioDamasio en su libro “Neurología de la emoción y de los sentimientos”:
“No estoy a favor de neurologizar las experiencias religiosas, especialmente cuando
los intentos toman la forma de identificar un centro cerebral para Dios y la religión,
encontrando sus correlatos en los exámenes del cerebro. Y sin embargo las
experiencias espirituales, religiosas o de otro tipo, son procesos mentales. Son
procesos biológicos del más alto nivel de complejidad”.
Hoy se interpreta que el sentido espiritual, que sería la máxima elevación del espíritu
humano, no está necesariamente ligado a un sentimiento religioso que alude a otra
vida o a Dios.
Pero se entiende que este conjunto de experiencias, necesidades y sentimientos
dieron origen en las culturas antiguas a religiones con dioses protectores (como un
padre o una madre, como pastor) o dioses a los que hay que temer, o dioses
maléficos (simbolizados en dragones y demonios…) según la experiencia de ese
pueblo o cultura.
b) De todos modos, pareciera que hubo un fenómeno más universal que provocó
las primeras reacciones religiosas: es la muerte con la suposición de una existencia
del espíritu del muerto en el más allá y la necesidad de un incipiente culto a los
muertos para mantenerlos como protectores de la comunidad.
Se trata de una experiencia que aún hoy tiene vigencia. Es un hecho que en un
momento dado de la evolución humana, se crea un umbral de comunicación entre
el conciente y el inconciente del hombre, que permite la aparición de una
intercomunicación entre la lógica y la afectividad, entre la imaginación y la realidad.
La muerte no es vista solo como el fin o pérdida de algo, sino como el paso a otro
estado donde la vida se transforma y se mantiene la identidad aún con la posibilidad
de contacto con los humanos.
Es la toma de conciencia de “algo diferente”, es el despertar de lo sagrado, que
interpreta el mundo desde el lenguaje simbólico.
Por el símbolo, el hombre capta lo distinto, lo otro, lo diferente.
Con el tiempo, cada pueblo aprenderá a mantener propicios a los espíritus y dioses
benéficos mediante ruegos, dádivas y sacrificios (“hacer sagrado algo”), etc. o
mantener alejados a los maléficos mediante ciertos rituales y ofrendas…
“Religión podría ser un término útil siempre y cuando recordemos que ella no implica
necesariamente una creencia en Dios, en los dioses o en los espíritus, sino que se
refiere a la experiencia de lo sagrado, y por consecuencia está relacionada a las
ideas de Ser, de significación y de verdad”Ser un hombre en todo el sentido de la
palabra, eso es ser religioso. Al ser fenómenos “inefables”, su lenguaje es el
símbolo, como luego veremos.
Otros fenómenos cósmicos-divinos eran la lluvia (en los países desérticos), las
montañas como morada de los dioses (el Sinaí y Sión entre los hebreos, el monte
Olimpo entre los griegos), la tierra como gran madre, culto tan importante en la
cultura andina incaica y vigente hasta el día de hoy. Árboles gigantescos, animales
poderosos (león, tigre, toro, elefante…), etc.
Vestigios de estas fiestas los encontramos aún en el culto hebreo y cristiano, como
la Pascua, en su origen fiesta pastoril de la primera luna llena de Aries (primavera,
nuevos nacimientos, flores, primeros brotes) reinterpretada luego como fiesta de la
libertad y de la nueva vida.
En definitiva, fue la comunidad misma y sus dirigentes la que a lo largo del tiempo
decidió qué interpretaciones eran “auténticas” y cuáles eran falsas o “heréticas” y
disidentes.Pero aún en estas religiones históricas encontramos muchos restos de
hierofantas cósmicas (piedras sagradas, montañas sacras, ríos, árboles, etc.) y un
sinnúmero de símbolos cosmológicos (el cielo como lugar de lo divino; las tierras
inferiores como el infierno; la luz, el sol, el agua, etc.)
c) Pero hoy, en esta nueva cultura posmoderna, se pone el acento en las
manifestaciones divinas “dentro del ser humano”, en su inconsciente más profundo
(como vimos en textos de Jung y Frankl), como si Dios bajara de las alturas para
actuar desde lo más íntimo del ser humano.
Por lo tanto, para muchos creyentes modernos, un Dios muy distinto del antiguo,
más íntimo y personal, y siempre creando y renovando el universo, y presente en
todas las manifestaciones de la vida y en el equilibrio cósmico y ecológico.
Sin embargo, hay otros cambios, que son los verdaderos y profundos cambios
culturales e ideológicos que identifican a la posmodernidad, que pueden generar
profunda resistencia en su aceptación o incluso ser “negados” por ciertos sectores
de la sociedad.
Un claro ejemplo es el que ocurre en las religiones y en las Iglesias en general que
se están volcando masivamente al uso de los modernos medios de comunicación
social pero sin modificar sus contenidos dogmáticos ni su esquema autoritario
jerárquico ni su fuerte presión de poder sobre la sociedad.
Cambian los instrumentos de propaganda y control social, pero resistiendo los
profundos cambios que hoy se dan a nivel cosmológico, antropológico y socio-
psicológico o negándolos sistemáticamente “como si nada pasara” o suponiendo
que esta ola posmoderna pronto pasará de moda y las cosas volverán a ser como
antes.
Por eso constatamos que hoy tenemos una profundísima fractura entre la actual
cultura posmoderna y las religiones e iglesias tradicionales, entre la nueva
educación centrada en el ser humano integral y concreto y el viejo sistema educativo
centrado en el autoritarismo y en verdades absolutas.
Por estos motivos nos ha parecido importante hacer algunos aportes sobre esta
difícil relación que existe entre los postulados de la actual cultura posmoderna y la
religión, no para quedarnos en un estudio teórico, sino para encontrar caminos
valederos para una educación integral del ser humano, no solo en el plano científico
y de conocimientos, sino especialmente en el plano de los valores éticos y de una
nueva espiritualidad humana, distinguiendo con claridad los campos de acción de
la ciencia pedagógica con respecto a los postulados de la religión.
Hoy el ser humano reclama total autonomía, autonomía que debe reflejarse
especialmente en la educación pues es allí precisamente donde niños y niñas, y
adolescentes en general, deben aprender a vivir con autonomía y con pleno
desarrollo de todas sus instancias existenciales, tanto las físicas y biológicas, como
las sociales, culturales, éticas y espirituales, aclarando desde un comienzo que al
decir “éticas” y “espirituales” hablamos de una “ética humana” y del “espíritu
humano” sin connotaciones religiosas.
Hasta allí llega la pedagogía como “Ciencia” autónoma, lo que no es obstáculo para
que muchos también adopten creencias y prácticas religiosas o las reciban en
ámbitos específicos, derecho proclamado por Naciones Unidas en el art. 18 de Los
Derechos Humanos Universales de 1948.
Hoy tenemos una nueva concepción del hombre y del cosmos, y esto exige un
nuevo diseño educativo. Se trata de un aspecto pedagógico novedoso porque
tradicionalmente la educación ética (o moral) y espiritual se la consideraba como un
aspecto de la religión y casi como su dominio exclusivo.
1. La ciencia cosmológica
Aunque quizás haya cuestiones más conflictivas, lo cierto es que la nueva ciencia
cosmológica es la que provoca un impacto especial en las creencias religiosas.
Las grandes religiones, surgidas hace unos 5.000 años, tenían una idea mítica un
tanto ingenua de un universo sumamente limitado y reducido tanto en el tiempo
como en el espacio.
Así por ejemplo, la tradición bíblica judeo-cristiana podía hablar del inicio del mundo
unos 4.000 años antes de Cristo, con una extensión pequeña que ni siquiera
abarcaba toda la tierra como hoy la conocemos, con un cielo material (una especie
de chapa) relativamente cercano al que se podía llegar volando o con una larga
escalera o en un carro de fuego, con estrellas y planetas muy pequeños dentro de
la cúpula celestial cuyas bases estaban sobre una tierra plana e inamovible.
En tanto encima de ese pequeño cielo, no más extenso que el alcance de una
mirada en el horizonte, había un depósito de aguas listas para caer en forma de
lluvia.
Y en la parte superior estaba Dios sentado en su trono, rodeado por un ejército de
ángeles (las estrellas), manteniendo el orden cósmico y ordenando con leyes
concretas la vida de los seres humanos, a quienes había creado directamente luego
de haber creado el mundo en seis días.
Finalmente, debajo de la tierra en el plano inferior (o infierno) estaba el lugar de los
muertos, tanto de los inocentes como los culpables que eran atormentados con
castigos ejemplares.
Hoy la ciencia cosmológica nos habla de un inicio del universo (big bang) de un
huevo cósmico infinitamente denso y pequeño hace unos 15 mil millones de años,
que evolucionó y se fue expandiendo mientras se formaron más de 200 mil millones
de galaxias con cientos de miles de millones de estrellas cada una, galaxias que
continúan su alocada carrera expansiva cubriendo un espacio prácticamente
infinito.
Sólo después de 10 mil millones de años (o sea, hace 5 mil millones de años) se
formó nuestro sistema solar dentro de una de esas galaxias.
La tierra se formó hace unos 4 mil millones de años (aún sigue evolucionando) para
que allí surja la vida primitiva en forma de microcélulas y virus hace unos 3.500
millones de años, evolucionando constantemente en nuevas y más organizadas
formas de vida vegetales y animales.
De la historia humana no hay noticias sino desde hace apenas 1 millón de años con
los primates, de cuya evolución surge el hombre actual, homo sapiens, hace unos
50 mil años, constituido con los mismos elementos del Universo aunque con una
organización especial.
La historia humana así como hoy la conocemos desde restos arqueológicos apenas
supera los 10.000 años.
La historia de los hebreos que reconocen a Dios como Yahvé (el dios de las tribus
del Sinaí) tiene apenas unos 3200 años, uno de cuyos vástagos insignes fue Jesús
hace 2000 años, de quien se origina el cristianismo.
Así nuestra tierra aparece como un punto insignificante del Universo dentro del
sistema solar, a un costado de la Via Láctea que tiene una longitud de unos 100 mil
años luz, albergando a un ser humano, tan perfecto como endeble y efímero, y como
último invitado de esta grandiosa historia de nuestro cosmos.
La pregunta es obvia: ¿hay “Alguien” detrás de esta evolución cósmica que nos
admira tanto por su orden como por su desorden, por su armonía como por sus
cataclismos y desastres?
¿Puede ese Dios infinitamente sabio y bueno controlar las fuerzas cósmicas y el
funcionamiento de agujeros negros y galaxias, o de seres biológicos y animales,
muchos de ellos dañinos y venenosos, de todo tipo que se destruyen entre sí, y
cuidar la seguridad y la vida de los seres humanos, especialmente de los inocentes,
víctimas de esclavitudes, opresiones y matanzas o de hechos y desastres fortuitos?
Lo que nos queda en claro es que los nuevos conocimientos plantean cuestiones
que de ninguna manera se resuelven con las creencias tradicionales ni con la
imagen de ese Dios “pequeño”, que tiene al universo como en la palma de su mano
y que cuida personalmente a cada una de sus creaturas; y es esa imagen de Dios
la que está en el centro del conflicto científico-religioso.
Y qué respuesta pueden dar los educadores cuando niños y adolescentes llegan
desde sus familias y comunidades religiosas con esa imagen de Dios que chocará
inevitablemente con los conocimientos científicos que adquieren en sus escuelas?
¿Están preparados nuestros docentes al menos para plantear el tema desde un
diálogo constructivo aprendiendo educadores y educandos a vivir con dudas y
preguntas porque dudas y preguntas serán la constante de toda la vida y de toda
ciencia?
¿Podrán educar no desde las certezas y verdades sino desde la búsqueda de
significados, desde la incertidumbre y desde una dudosa esperanza?
En definitiva:
por el camino del Universo, su origen y evolución, no llegamos a Dios, y tampoco
es eso lo importante.
Lo importante es cómo nos situamos y nos relacionemos con el mundo, cómo
sepamos sentirnos parte del mismo e integrados a su dinámica, para comprender y
experimentar la maravillosa experiencia de vivir en un mundo siempre atractivo y
siempre cambiante que nos llama a desenvolvernos como un microcosmos en
constante aumento de conciencia, desarrollo y perfeccionamiento.
Pero es evidente que esos primitivos relatos (al principio orales y luego escritos)
surgen de personajes, grupos o comunidades que intentan interpretar la totalidad
de la vida cósmica y humana con los elementos de su sabiduría, de su intuición, de
su imaginación y de ciertas observaciones de la naturaleza y de la historia humana.
A menudo ellos mismos aseguran que todo es producto de una revelación divina o
de sueños reveladores, fundamentos de verdad inapelable.
Queda en la comunidad aceptar esos relatos como revelados por la divinidad o
rechazarlos como fraude.
Al aceptarlos como revelación, se establece un criterio inamovible de lo que es
verdadero o falso, de lo que debe creerse (las Creencias o Dogmas – palabra
griega que significa precisamente creencia-) como de de lo que debe practicarse
en las conductas (Moral) y en los rituales (Culto).
Dichos relatos originarios, a los que hoy llamamos Mitos, generan también una
conciencia de pueblo o comunidad organizados y les dan un sello de identidad frente
a los otros pueblos y culturas.
Los mitos no distinguen entre religión y ciencia, tal cual lo hacemos hoy, sino que
se presentan como un conjunto orgánico de Creencias que no excluyen por cierto
muchas observaciones y conocimientos objetivos y correctos de la realidad, incluso
técnicos y medicinales.
Las culturas antiguas, por lo tanto, fundamentaban sus creencias desde una cierta
revelación, palabra o comunicación de Dios o de los dioses, importando poco quien
fuera la persona concreta que relataba las historias o hacía las reflexiones.
El actor privilegiado siempre era Dios, que utilizaba a ciertos personajes, a menudo
insignificantes, como sus interlocutores o mensajeros.
Se suponía que entre el cielo divino y la tierra humana existía una comunicación
constante, y que tanto llegaban mensajes desde lo alto como podían subir mensajes
desde la tierra en forma de conversaciones, oraciones y peticiones.
Por lo tanto, los relatos “sagrados” nos dicen cómo sentían e interpretaban su
realidad los antiguos pueblos, cómo vivían y se relacionaban, cómo resolvían sus
problemas, desde qué valores organizaban sus vidas e incluso cómo creían que
sería su destino final y el del universo.
Nos dicen que ellos efectivamente creían en dioses protectores de su pueblo, a los
que rendían obediencia y culto para tenerlos siempre propicios y evitar sus castigos.
Los mitos reflejan su cultura y sus creencias, y eran válidos para esa cultura y ese
pueblo, y no tuvieron al principio un alcance universal sino que eran el patrimonio
identificatorio de “ese pueblo”, aunque posteriormente los dirigentes político-
religiosos desde una concepción imperial pretendieron imponer sus creencias como
únicas verdades para todo el mundo y para siempre, incluso por medio de la
violencia.
Así esos relatos míticos, considerados sagrados y revelados, llegan hasta nosotros
que vivimos una cultura totalmente diferente y nos preguntamos qué sentido tiene
el vivir hoy de acuerdo a sus doctrinas que nos resultan extrañas y hasta ingenuas
y sin sentido, no sólo en su contenido sino también en su lenguaje.
Y nos preguntamos,
¿Hay que tomarlos literalmente como se hizo siempre, como si fueran crónicas o
relatos científicos, o su lenguaje, nacido del inconciente, es simbólico y tiene que
ser descifrado de acuerdo a la realidad de “esa “cultura, en gran medida
desconocida por nosotros?
¿Y cuál es el mensaje profundo, de sabiduría, de esos relatos y cuál es el ropaje
literario exterior? ¿Y cuánto tenemos aún hoy que aprender de la sabiduría reflexiva
de aquellos pueblos y en qué medida tenemos derecho a construir nuestra propia
sabiduría desde otras categorías y desde otros conocimientos sobre los cuales
tenemos mayor certeza?
El riesgo de esos relatos, como pasa con los textos bíblicos y evangélicos, es
interpretarlos al pie de la letra como si fuesen crónicas o informes científicos, con lo
cual se llega a increíbles contradicciones con la razón y con la ciencia.
Por otra parte, en el caso particular de la Biblia (Ta Biblía en griego: Los Libros) hay
que tener en cuenta que es un compilado de unos 70 libros y opúsculos, a veces de
pocas carillas, escritos desde el año 1000 antes de Cristo, aproximadamente, hasta
el 150 después de Cristo, la mayoría sin autor conocido, reflejando diversas
situaciones históricas (vida en el desierto, monarquía, derrotas, esclavitud, etc.) y
aún con ideologías opuestas (algunos más universalistas y otros ultranacionalistas
y cerrados a todo contacto con los otros pueblos).
Los géneros literarios varían muchísimo desde crónicas históricas, hasta relatos
míticos, novelas didácticas, poemas y cánticos, reflexiones teológicas y cartas,
libros cultuales o litúrgicos y leyendas de todo tipo, todo lo cual supone el esfuerzo
de interpretar el sentido de cada texto desde su encuadre histórico-cultural y género
literario utilizado por el autor.
Y aquí nos encontramos con otro gran obstáculo en el campo educativo: es increíble
la ignorancia que existe sobre estos temas y cómo aún hoy, incluso altos dirigentes
religiosos, hacen una interpretación literal de los textos y los consideran con validez
científica o histórica, pasando por alto la sabiduría de vida de los pueblos y el
contexto cultural que originaron esos mitos y relatos.
Se come la cáscara de la fruta y se tira la pulpa.
Por lo tanto, los libros y relatos “sagrados” no nos conducen a Dios sino a vivencias
o experiencias religiosas de otros pueblos y culturas.
2. Visión antropológica
En efecto, en las religiones el ser humano (digamos “el hombre”) aparece como
creatura de Dios y dependiente en todo de la voluntad divina. Su dignidad le viene
de Dios, incluso se lo concibe como imagen divina; de Dios recibe el ser y la vida, y
en consecuencia está siempre en una posición de receptividad y gratitud, gratitud
que se expresa en una estricta obediencia a los dictados morales y cultuales de la
divinidad.
Tal como sucede en la tradición bíblica, todo remite a la causa primera que desea
la existencia del hombre (“hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”), lo
moldea, le insufla la vida, sostiene su existencia, le provee de alimentos, le envía la
lluvia, lo ayuda en sus necesidades e incluso guía sus ejércitos y le otorga la victoria.
Aunque el hombre debe trabajar y desarrollar sus talentos (también dones divinos),
todo su pensar, sentir y actuar está orientado a la divinidad, a quien debe dar cuenta
y de quien recibirá tanto el premio como el castigo.
Dios le revela sus secretos y su sabiduría, le ordena un orden moral con minuciosos
mandamientos y le exige determinado culto con actos sacrificiales, a menudo tan
extremos que aún incluyen el sacrificio de la propia vida o de sus hijos y bienes,
pues El es el único dueño de la vida y de la muerte.
Por lo tanto, en esta mentalidad, el hombre, lejos de ser autónomo, es un ser
pequeño y “heterónomo” (la ley, el orden vienen de afuera, de otro) en todos sus
aspectos: no solo depende de Dios en su vida originaria, sino que su sentido final y
su felicidad dependen de su obediencia y fiel acatamiento de la voluntad divina.
Dios es el “alfa y el omega”, el principio y fin, tanto del Universo como del hombre,
que viene de El, a El remite y hacia El se dirige como sentido y finalidad de su
existencia.
Más importante que toda esta teología que tuvo tanta importancia especialmente
desde San Agustín (siglo IV y V) es su consecuencia sobre la visión del hombre que
aparece como pecador por naturaleza y desde antes de nacer y que debe transcurrir
sus años en la tierra con la sombra permanente del pecado en su alma.
Desde lo educativo podemos tener en cuenta, por ejemplo, lo que aceptamos como
“ético” según nuestra conciencia y el consenso de la comunidad, para distinguir lo
que es bueno para la vida de cada uno y lo que puede hacer daño al propio individuo
o a sus semejantes.
Y mucho más si consideramos que la palabra de Dios -las verdades que hay que
creer (creencias, dogma), los mandatos éticos que hay que observar (moral) y el
culto con el que hay que servirle- en realidad no llegan en forma directa desde Dios,
siempre envuelto en un misterioso silencio, sino a través de otros seres humanos
que “interpretan” cual sea la palabra divina, de modo que la dependencia de Dios
se traslada a seres humanos concretos considerados “autoridad sagrada”
(jer-arquía) a quienes se debe obediencia, virtud obviamente considerada como
fundamental en este esquema.
Llegamos así a un punto central del conflicto: pues hoy el ser humano, libre,
autónomo y creativo no acepta ese modelo de autoridad que impone creencias,
dogmas y normas desde una línea absoluta, verticalista, monárquica y machista-
célibe en muchos casos.
Y no lo acepta por ateísmo o por rebeldía contra la religiosidad del ser humano o
contra la religión sino porque considera que “cierto modo de concebir y vivir la
religión” es una ideología autoritaria que aliena al ser humano y que lo despoja de
sus cualidades y derechos esenciales: autonomía, libertad, creatividad,
participación, cualidades que hacen que cada uno sea responsable de sus
opiniones y actos sin excepción, sean políticos, laborales, educativos o religiosos.
Como ya dijera Erich Fromm hace más de 50 años: “La religión autoritaria es el
reconocimiento por parte del hombre de un poder superior e invisible que domina
su destino, y al que debe obediencia, reverencia y veneración.” (en Psicoanálisis y
Religión)
Así la sociedad queda dividida en dos planos opuestos: los que mandan y los que
obedecen, los que saben y los que ignoran.
Y entonces cuanto más crece la imagen de Dios (omnisciente, poderoso, juez
inexorable, etc.) más crece el poder y el dominio de sus representantes (magisterio
infalible, representantes divinos, reyes sagrados), y también más se minimiza y
desvaloriza al hombre.
Hoy se rechaza el autoritarismo religioso y toda visión “servil” (de siervos y esclavos)
de un ser humano siempre infantil y siempre guiado por el miedo a Dios, a la ley, al
castigo, a la autoridad, al pecado -considerado como una transgresión de una norma
externa- y por una ética de la obediencia.
Todo lo cual implica hoy “valorizar” al ser humano como alguien capaz de pensar
críticamente, de buscar lo más sano para sí y de tomar aquellas decisiones que lo
conducen a su pleno desarrollo aún con riesgo de equivocarse… pues el error, la
imperfección, como la duda y las equivocaciones, son también una variable de todo
proceso cósmico y humano.
Y esta valorización llega al plano político y social y debe llegar al religioso, pues
siempre el sujeto es el Hombre. Como decía Erich Fromm:
“La religión humanista tiene como centro al hombre y su fuerza.
El hombre tiene que desarrollar sus poderes de razón con el fin de comprenderse y
comprender su relación con los demás hombres y su posición en el Universo…La
experiencia religiosa en este tipo de religión es la experiencia de la unidad con el
Todo, basada en la relación del uno con el mundo, captada a través del pensamiento
y del amor… La finalidad de la religión no es la obediencia sino la autorrealización…
La base de la experiencia mística no es el miedo ni la sumisión sino el amor y la
afirmación de las potencias propias. Dios no es un símbolo de poder sobre el
hombre sino de las mismas potencias del hombre.” (o.c.)
La antropología actual no solo ha superado una visión heterónoma del hombre, sino
que ha superado todo dualismo que enfrenta aspectos humanos, considerados
unos como superiores de los otros. Podemos señalar varias situaciones:
Hoy entendemos que nada hay más sagrado que el mismo ser humano, o si se
prefiere, sagrado es lo más profundo del ser humano, su dimensión más acabada y
total, no como algo opuesto sino como el desarrollo pleno de la vida humana.
Ese sentido profundo y último no está afuera del hombre, sino en su propio interior
como si lo divino o sagrado estuviese en germen dentro de cada uno.
Precisamente la educación ayudará a despertar ese germen, hacerlo crecer y
desarrollarse hasta su máxima dimensión, aunque preferimos hablar no de algo
sagrado sino de algo espiritual, o sea, algo que significa el espíritu profundo del ser
humano, su misma esencia; también podemos llamar a ese aspecto lo
“trascendente”, lo que va superando lentamente la rutina de la cotidianidad,
subiendo (eso es tra-scender) desde lo exterior hacia lo interior, profundo e
inconciente.
Ese caminar o trascender va dando al hombre el sentido o significado total de su
vida, que no está afuera ni arriba, sino en sí mismo en un proceso constante.
Es su camino, un camino que él mismo va trazando, como ser autónomo, pero no
solo sino en compañía de otros caminantes que forman su comunidad o grupo
social.
Por lo tanto, no hay seres humanos superiores a otros, pues todos son iguales por
su simple y misma dignidad humana.
Las autoridades civiles y religiosas no expresan superioridad ni sacralidad sino un
rol que la propia comunidad ha elegido y al que ha concedido ciertas atribuciones
para el bien de la misma comunidad.
El poder que detentan no es propio sino que es el poder de la comunidad que delega
ciertas funciones. Las autoridades, elegidas por la comunidad, no son dueñas de la
misma sino sus funcionarios (cumplen funciones) y servidores.
Lamentablemente las instituciones religiosas (y muchas civiles) se resisten a esta
concepción igualitaria y democrática y ahondan el abismo existente entre ellas y la
comunidad humana.
Aún en la Biblia la mujer ocupa un lugar sometido al varón, tradición que por
desgracia se prolongó y aún agudizó en la iglesia cristiana hasta el día de hoy.
El cielo regenteado por un dios-varón acompañado por mensajeros-ángeles que
también son guerreros, se refleja en una sociedad y en una religión en las que las
mujeres, más allá de las declamaciones de igualdad, ocupan un lugar inferior a las
que se les niega la función sacerdotal y de autoridad dentro de sus comunidades,
con diversos argumentos de los libros sagrados (creación desde un costado del
varón; “impureza” de la mujer por la menstruación y el parto), libros redactados
casualmente todos ellos por varones.
También se les niega una función magisterial (el Magisterio es exclusivo de varones)
a pesar de que en la actual sociedad la mayoría de quienes ejercen la docencia, la
educación y el magisterio son mujeres, quienes además de “madres” han
demostrado su capacidad para el gobierno de las naciones.
Pero la visión antropológica y la teología de las religiones sigue sin presencia
femenina, y esto no es una cuestión menor, pues siempre se da una visión machista
parcial de la realidad.
– Espíritu-Cuerpo: con diversos matices las grandes religiones tienen también otra
clásica dualidad: la oposición entre un elemento superior, considerado de origen
divino, el espíritu o alma, y otro inferior, el cuerpo con sus instintos (la “carne”),
proveniente de algún demonio que quiso desarreglar los planes divinos según
enseñaba el Gnosticismo.
Hoy la ciencia tiene una visión integrada del ser humano, visto como una totalidad
(holismo) que entrelaza como en una trama (“complejidad”) diversos aspectos
íntimamente relacionados, tal como se explica en el curso de Personalidad.
Por lo tanto, no sólo la educación general debe atender a estas instancias de todo
ser humano, sino que la misma religiosidad, demasiado volcada en Occidente hacia
la racionalidad, las creencias y los dogmas, debe iniciarse y desarrollarse como lo
que debe ser: desde un sentimiento profundo de uno mismo y de la vida, que asume
en un solo movimiento un sinfín de emociones primarias (admiración, asombro,
temor, carencia…) e impulsos biológicos (deseo sexual que se hace amor, agresión
que se hace energía constructiva).
-Se trata de una crisis muy fuerte para las religiones tradicionales históricas que
hace tiempo se encuentran desorientadas, han perdido en buena parte el contacto
con la realidad, no aciertan a comunicarse adecuadamente con la conciencia
moderna de sus adherentes, y están en situación de permanente quiebra y
deterioro, sin que se pueda prever cuál va a ser el resultado de su crisis.
-Se registra una formidable emergencia de nuevas formas religiosas que evidencian
que la potencia espiritual de la humanidad sigue vigente y en buena forma, potencia
que, ante la incapacidad de las formas tradicionales religiosas tal vez superadas,
puja por expresarse con creatividad en respuesta todavía desreglamentada al
hambre espiritual de esa humanidad que incluso puede decirse simultáneamente
atea o increyente.
-En definitiva: las religiones están en crisis, pero la espiritualidad parece gozar de
buena salud, al menos de una gran vitalidad”.
Los dioses o Dios son concebidos como luminosos, sabios, poderosos, totalmente
distintos al ser humano. Por cierto, es la forma de percepción religiosa que se
expresó en las tradicionales religiones de Oriente y Occidente.
Por supuesto que tanto en las culturas primitivas como hoy se apela a la magia
cuando no se pueden resolver ciertos problemas por uno mismo, o sea, en
situaciones particularmente difíciles o comprometidas (sanar un enfermo, ganar una
guerra, salvar una vida, tener una buena cosecha a pesar del mal clima, conquistar
un amor imposible, etc.). En las culturas primitivas el origen de los ritos mágicos y
de su poder se halla en los mitos correspondientes.
Magia contaminante. Se refiere a que las cosas que una vez estuvieron en contacto
se actúan recíprocamente a distancia uniéndolos por siempre un lazo, después de
haber sido separados (si coloco un sapo, animal acuático, en tal lugar y forma, se
atrae la lluvia)
La magia también actúa simbólicamente por cercanía (tener una imagen religiosa
en la casa, una prenda de ropa del beneficiario o víctima), y por parecido u oposición
(comer un tigre para tener su fuerza, beber agua bendita para curarse…). La magia
es la gran tentación de toda religión: tenerlo a Dios al servicio de uno mismo…
En la Biblia hay situaciones y milagros con elementos mágicos en el ciclo de Eliseo
(2 Reyes 2, 23; 6, 1 y sig) y en otros lugares, como la caída de Jericó (Jos 6)
Muy relacionada con la magia está la Superstición que es la creencia, no
fundamentada, o asentada de forma irracional en el hombre, de que ciertas acciones
voluntarias como: rezos, ensalmos, conjuros, hechizos, maldiciones u otros rituales,
o involuntarias: como la caída de sal al suelo o la llegada de un martes 13, pueden
alterar el destino o la suerte de una persona. Se incluyen entre las supersticiones la
adivinación con diversas técnicas muy popularizadas aún hoy.
El Tabú, muy relacionado con la magia, es un objeto, persona o palabra que al tener
cierto poder divino en sí mismo, queda prohibido al uso profano (no tocarlo, no
pronunciar tal palabra, por ejemplo el nombre del Dios). Quien viola esta prohibición,
o muere o merece la muerte. Ejemplo bíblico: tocar el Arca provoca la muerte (2
Samuel 6,6…) El tabú funciona automáticamente aún si la persona no tiene
intención o incluso sobre animales.
Algunos objetos tabúes producen impureza, una especie de mancha ritual que
aparta al sujeto de la comunidad hasta tanto no haga los rituales purificatorios.
En todas estas situaciones vemos actuar el poder de la mente de una forma muy
intensa: emociones fuertes y primarias (miedo, repulsión), sentimientos variados
como asombro, curiosidad, alegría, tristeza, desesperanza y esperanza,
dependencia, confianza, con una imaginación que anula u obnubila la tarea racional
de la mente y el juicio crítico. El ser humano pierde su autonomía y entra en una
peligrosa dependencia.
Y todo esto se reactiva ante situaciones críticas y necesidades imperiosas, cuya
única resolución parece encontrarse en un “poder” extrahumano. Cuando falla el
factor humano (una curación imposible por la ciencia) es comprensible que se apele
a ciertos rituales o personas que significan una última esperanza. He visto cómo
hasta los propios médicos aconsejan a sus pacientes recurrir a un curandero en
estas circunstancias.
1. LENGUAJE SIMBÓLICO
En las religiones, el riesgo del empleo del lenguaje simbólico es que se haga una
interpretación literal “realista” del símbolo (como hace el “fundamentalismo”) y así
se pierda su verdadero sentido y se llegue a grandes contradicciones con la ciencia
y a una interpretación cerrada y dogmática. Baste pensar en la interpretación literal
de los mitos de creación del mundo del Génesis que llevó a las Iglesias a una
posición anticientífica y absurda. El lenguaje simbólico no es contrario al
científico, sino que es “otro lenguaje”, así como la poesía no se opone a la prosa,
sino que es otra dimensión y otra mirada de la realidad. En síntesis; la experiencia
religiosa, “necesariamente” utiliza el lenguaje simbólico.
El problema que tenemos hoy con las antiguas religiones es que sus
simbolizaciones nos resultan totalmente extrañas y demandan estudios de
arqueología, lingüística, sociología, antropología, etc. para darles el verdadero
sentido de esa cultura. Pensemos sin más en el concepto judeo-cristiano de
“resurrección de los muertos o de la carne” para expresar simbólicamente el
concepto de trascendencia. Un tema tan importante en el cristianismo resulta
absolutamente incomprensible y hasta absurdo desde la actual cultura. Pero para
el judaísmo del siglo segundo antes de Cristo que desconocía el concepto de alma
espiritual e inmortal, fue la única manera de sentir que todo el ser humano (cuerpo
viviente) transciende a la muerte.
2) LOS MITOS
Los mitos son, por tanto, anónimos, y sólo fueron escritos posteriormente en
algunas culturas, pues su transmisión fue oral, de boca a boca. En los pueblos
antiguos los mitos, en tanto narraciones sagradas, sólo podían ser recitados (a
menudo en verso para facilitar su memorización) por personas sagradas o ancianos
y dentro de ciertos espacios y ritos especiales.
Pero hay que tener en cuenta que la Biblia enmarca en la historia esos hechos (en
tiempos del faraón, en tiempos de Augusto, etc.) utilizando simultáneamente un
lenguaje histórico y simbólico o mítico, e incluso elementos míticos de otras culturas
y religiones. Todo lo cual dificulta su interpretación pues se hace casi imposible
distinguir los elementos propiamente históricos de los míticos.Así en el Exodo, es
histórico que algunas tribus hebreas huyeron de Egipto y recobraron su libertad,
pero al analizar el marco milagroso de esa epopeya resulta imposible distinguir lo
que sucedió realmente de lo que posteriormente el pueblo y los redactores
imaginaron como grandes milagros divinos.
Esta palabra tuvo a lo largo del tiempo sentidos diversos: en su origen significó “la
historia real”, después fue visto especialmente por los filósofos griegos como historia
fantaseada o leyenda, etc.La palabra proviene del griego mythos, ‘cuento’, y es un
relato de hechos maravillosos protagonizado por personajes sobrenaturales
(dioses, semidioses, monstruos) o extraordinarios (héroes).
Los mitos forman el sistema religioso de una cultura, (son su misma esencia) la cual
los suele considerar como historias verdaderas. Su función es otorgar un respaldo
narrativo a las creencias centrales de la comunidad. Culturas que desconocen los
discursos abstractos (al estilo de los filósofos griegos) sólo conocen los relatos como
forma de transmitir mensajes. Se trata de una característica muy peculiar de los
semitas hebreos.
Según Mircea Eliade, el mito es una historia sagrada que narra un acontecimiento
sucedido durante un tiempo primigenio, en el que el mundo no tenía aún su forma
actual. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten periódicamente se
explican como consecuencia de los sucesos narrados en el mito (por ejemplo, de la
unión sexual de una pareja de dioses surge la primavera con sus brotes de vida, la
lluvia como semen del dios, etc.)
Dice Mircea Eliade que el mito es una realidad extremadamente compleja, que
podría abordarse e interpretarse de diferentes maneras, a menudo
complementarias. El mito contaría, en general, una historia sagrada que relata un
acontecimiento sucedido durante un tiempo primordial, la edad de oro, el fabuloso
tiempo en el que todo comenzó.En este sentido, el mito cosmogónico es “verdadero”
puesto que la existencia del mundo está ahí para demostrar que el mito ha sucedido
y sucede; por ejemplo, el mito de la muerte existe puesto que la mortalidad humana
así lo prueba.
· Mitos cosmogónicos: intentan explicar la creación del mundo. Son los más
universalmente extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, se sitúa
el origen de la tierra en un océano primigenio. A veces, una raza de gigantes, como
los titanes, desempeña una función determinante en esta creación; en este caso,
tales gigantes, que suelen ser semidioses, constituyen la primera población de la
tierra.
· Mitos antropogónicos: narran la aparición del ser humano, quien puede ser creado
a partir de cualquier materia viva (un árbol, un animal) o inerte (polvo, lodo, arcilla,
etc.). Los dioses le enseñan a vivir sobre la tierra.
· Mitos etiológicos: explican el origen de los seres, los ritos y fiestas, las cosas, las
técnicas y las instituciones.
· Mitos morales: explican la existencia del bien y del mal y de normas de conducta.·
Mitos fundacionales: cuentan cómo se fundaron las ciudades por voluntad de
dioses. Un ejemplo es el de la fundación de Roma por dos gemelos, Rómulo y
Remo, que fueron amamantados por una loba.
· Mitos escatológicos: anuncian el futuro, el fin del mundo por el agua, el fuego,
terremotos, etc. Siguen teniendo amplia audiencia. A menudo están vinculados a
la astrología.
Como vemos, son las mismas características de los sueños, sólo que su
interpretación depende de la cultura y no de la experiencia individual del sujeto
(como sucede en los sueños, que también aluden a lo originario y profundo del ser
humano). Podemos decir que los mitos son los sueños de la humanidad; y los
sueños son los mitos de cada ser humano.
Desde esta definición de mito, se entiende que hoy descubramos también en la
Biblia y en el Nuevo Testamento numerosos relatos míticos, no por legendarios y
falsos, sino porque son relatos simbólicos de “corte histórico” que dan el sentido
más profundo de la existencia humana, porque siempre el mito remite al ser
humano, a su sentir más hondo, eso que llamamos su “espíritu”.
El relato mítico, propio de las culturas antiguas, lejos de desvalorizar el sentido, lo
fortalece y lo lleva a su plenitud. Poco importa la cáscara literaria, lo importante es
el significado para la vida de cada individuo y de la comunidad. Lo importante es no
quedarse en el sentido literal, sino descubrir su valor simbólico. Algo no tan fácil…
Todos los mitos tienen la forma lingüística de una historia o relato, de allí tantas
confusiones cuando se los toma como una verdadera historia cronológica y
científica.Parecen suceder en un tiempo y espacio original, pero en realidad están
más allá del tiempo cronológico y en un espacio “mítico” trans-espacio-temporal y
simbólico.
Como ya lo hemos dicho, el gran riesgo de los mitos es que se tome su redacción
como un relato histórico documentado al estilo moderno, ya que es evidente que los
pueblos míticos creyeron en sus mitos al pie de la letra y aún lo siguen haciendo en
las religiones, provocando un conflicto profundo.
Por lo tanto hay que conocer el estilo literario y los géneros literarios bíblicos
(crónicas, novelas moralizantes, relatos épicos, midrash, relatos de nacimiento, de
epifanías, de creación, parábolas, etc.) para interpretar correctamente sus textos.El
estudio dedicado a interpretar estos textos se llama “hermenéutica”. Luego
volveremos sobre este concepto.
Las religiones tal cual las conocemos hoy, están construidas desde dichas
metáforas centrales de las sociedades preindustriales, por tanto se hallan ligadas a
los mitos que configuran -a la vez y como una unidad- la dimensión relativa y la
absoluta de la realidad. Dichas sociedades requieren y exigen la interpretación de
la realidad (la epistemología) que imponen esos mitos, la necesitan.
Pero cuando los mitos, que es lo mismo que decir cuando las religiones, no
programan a los colectivos sociales, como empezó a ocurrir en las sociedades
industriales, deja de estar vigente esta interpretación-epistemología de la realidad.
Las ciencias han invalidado y criticado esta epistemología, y al mismo tiempo,
posibilitaron las tecnologías que dieron origen a las sociedades industriales. Estas
mismas ciencias y tecnologías desencadenaron el nacimiento de las sociedades de
información. En éstas últimas más que nunca no es posible dicha epistemología, y
por ende, las religiones tampoco serán posibles.
Como resultado tenemos unas religiones actuales desfasadas que no han podido
darnos lo que requerimos para volver a la cultura un medio de supervivencia, no
han permitido tampoco cultivar, seguir asegurando, una experiencia absoluta de la
realidad que esté acorde al medio en el cual se vive hoy.
¿Por qué? porque el mundo que nombraban, explicaban, organizaban y valoraban
esos modelos se quedó atrás. El sentido de uno mismo, el sentido colectivo, el
sentimiento de completud que daba el mito, se ha perdido, y con él también la
axiología (valoración del mundo) operativa y pragmática que éste daba. Sin la
vigencia de los mitos, las religiones pierden su humus cultural y social; y sin la
epistemología mítica, los mitos, símbolos y narraciones sagradas se convierten sólo
en puros sistemas simbólicos
Por tanto, el hombre primitivo, primero se pregunta por ciertas cuestiones actuales
(trabajo, sexo, guerra, lluvia, sol, etc.) y luego busca su sentido e interpretación en
“el origen” que funda la realidad actual conforme a un modelo originario que está
más allá de esta realidad. Por eso los mitos inician su historia con la expresión “en
aquel tiempo, in illo tempore, al comienzo de todo, cuando no había nada en el
mundo”, etc. Ese tiempo y ese espacio del mito son sagrados, de otra dimensión, y
pueden ser reversibles y hacerse actuales en los ritos, como veremos luego.
Por todo ello, los mitos son fijistas y conservadores, con el riesgo de perpetuarse
estáticamente si no se hacen las debidas re-interpretaciones, algo que sucede en
todas las grandes religiones, como pasa en el cristianismo.
Si ahora cambió la cultura, los mitos deben ser reactualizados y reinterpretados
desde “esta” cultura; de lo contrario, el mito se anquilosa y petrifica, entrando en
colisión con la cultura y la ciencia, o sólo se los recita por costumbre o mero
ritual.Son los mitos “estereotipados” (“estereós”, piedra) que se siguen repitiendo
por fuerza de la costumbre, pero ya sin significados actuales.
Tener presente que para el hombre moderno, los orígenes tienen un sentido muy
distinto, como de algo inferior y antiguo que tiene que superarse; lo importante es
“lo moderno”, o sea, lo nuevo y lo que se proyecta para el futuro. La ciencia y la
técnica se esfuerzan por superar el pasado visto como algo caduco, viejo e
inservible.El mito es el lenguaje de una cultura tradicionalista. Nuestra cultura
“moderna” o sea nueva, mira hacia adelante y lejos de buscar en las tradiciones,
busca en los nuevos conocimientos.
Desde el momento en que los hombres no logran dar sentido a su realidad, quienes
lo hacen, revelan y enseñan son seres especiales como los dioses, espíritus,
ángeles, semidioses intermediarios y héroes fundadores de la cultura. En algunos
mitos, aún ciertos animales aparecen como actores fundadores (serpientes, tigres,
yaguareté…) como especialmente entre los guaraníes, hablando y tomando parte
en los orígenes de la cultura.
Lo importante es lo que los dioses y fundadores “hacen”, cómo actúan y cómo se
manifiestan (hierofanías), ya que sus conductas y enseñanzas son fundantes y
normativas de toda conducta humana.
Así las obras y palabras de Yahvé, de Moisés, de Jesús, son “modelos fundantes”
de toda conducta judeo-cristiana. Si Jesús hizo así la última cena, así lo harán los
cristianos; si así dijo, así se cumplirá.
Por lo tanto prima el criterio de autoridad y de tradición: los héroes fundadores son
la máxima autoridad y criterio para las acciones humanas, y la razón humana no
hace preguntas ni cuestiona validez.
Tengamos en cuenta que en nuestra cultura el valor de los principios y de las
conductas se apoya en criterios de racionalidad y en consensos sociales. Se
cuestiona el pasado y se buscan los cambios para mejorar día a día. Es una
diferencia muy importante entre la mentalidad antigua y la nuestra.
Y aún hoy esos mitos podrían decirnos algo si somos capaces de preguntarnos por
nuestros problemas y leerlos también desde la sabiduría de esos relatos antiguos.
Desechar la sabiduría antigua no parece una buena elección, como
tampoco incorporarla sin sentido crítico. El lenguaje externo de relato mítico, que
era el común en otras épocas pero extraño en nuestro mundo actual, es un simple
ropaje. Por eso, cuando leemos los hechos bíblicos o la “vida de Jesús” como algo
pasado o hermosas historias, pero sin actualizar los significados vitales, entonces
esos hechos pierden valor y sentido.
En definitiva, es la comunidad que vive los valores y mensajes del mito, en realidad
la que ha creado los mitos, la que determina la validez, verdad y vigencia del mito.
Su valor no es universal sino particular y para una determinada cultura.Así los mitos
bíblicos valen para quienes viven la cultura bíblica; los mitos guaraníes, para los
guaraníes, etc.
A menudo, los pueblos conquistadores intentaron “imponer su mitología” y valores
correspondientes a los pueblos conquistados, con las desastrosas consecuencias
por todos conocidas.
Así, pues, el mito genera una sabiduría, una forma de vida y de conducta humana,
una ética o norma de vida. Lo que el hombre descubre a través del lenguaje mítico
es una manera digna de vivir, cómo vivir, cómo resolver sus dificultades y conflictos,
cómo actuar, cómo relacionarse con otros: en suma, un conjunto de “valores” desde
donde vivir y actuar.Incluso origina una “técnica” de hacer las cosas, como fabricar
una canoa, una casa, un templo, cómo trabajar la tierra o cosechar, etc.
Sabiduría que da Sentido a la vida. Desde siempre a eso se llamó “sabiduría”, darle
gusto y sal a la vida. Los mitos son como el “catecismo” de los pueblos primitivos:
allí encuentran sus normas de vida, el porqué de sus rituales y fiestas, cómo actuar
en cada circunstancia, cómo organizar el tiempo.
Cuando el mito pierde esa dimensión esencial, entonces se vuelve algo vacío,
hueco, sin sentido alguno. Pensemos en el sentido de la navidad (inicio de la
liberación del hombre nuevo) y en la forma cómo hoy se la vive con rituales y
símbolos disparatados (regalos, comilonas, fuegos de artificio, etc.
f) Por eso, a lo largo del tiempo, cada comunidad debe releer sus mitos y darle
significados actualizados a través de la reflexión y de una nueva experiencia
cultural.
O sea, generar un CÍRCULO HERMENÉUTICO o interpretativo: una reflexión
circular que parte siempre del presente (vida, cosmos, sexualidad, trabajo,
sufrimiento) para buscar su sentido. La realidad es la equis, la incógnita que tiene
que ser despejada.
Toda la historia antigua en sus mitos, religiones y filosofías nos llegan cargadas de
valores que aún hoy admiramos y sentimos.Pero si hoy no hay una pregunta,
tampoco se buscará una respuesta; entonces el mito se transforma en un simple
cuento o a lo sumo una historia con moraleja.
Al Mito hoy ya no lo podemos sentir atrás, en el origen, sino dentro de nosotros, en
lo más profundo del inconciente; pues en definitiva del inconciente nacen los sueños
y los mitos. Los sueños conforman nuestra mitología personal; y los Mitos
conforman nuestro inconciente colectivo. Los mitos pueden ayudarnos, si aún están
vivos, a mirar dentro de nosotros, a enfrentar esas preguntas molestas y a darles
respuesta.
Un ejemplo indicativo: hoy nos preguntamos por el origen y el sentido del
Universo.Los mitos religiosos (los hay en todas las religiones) nos dan una
respuesta: hay una presencia divina detrás del fenómeno cósmico. Pero la forma en
que se manifiesta la presencia divina depende en los mitos de los conocimientos y
fantasías de la época.
Y hoy, desde una ciencia infinitamente superior, podemos descubrir esa presencia
divina “de otra manera”, no como un Dios que terminó una obra en tantos días y de
tal manera, o por medio de un acto sexual o el despedazamiento de una diosa, sino
un Dios actuante en una evolución que tuvo comienzo, tiene un desarrollo aún no
acabado, y tendrá un fin.Y habrá quienes encuentran el sentido del Universo sin
recurrir a Dios…
Podemos decir, que si los mitos se originaron en una cultura, hoy pueden ser
modificados y mejorados en sus respuestas en esta otra cultura. Nada es estático
ni rígido en el devenir humano. Los mitos no son dogmas infalibles y eternos, son
construcciones culturales de importancia relativa, más en una cultura o tiempo,
menos en otros.
Que esta tarea no es sencilla ni fácil, lo comprobamos al ver cómo las religiones
siguen atadas a viejas estructuras mentales y de lenguaje (viejos paradigmas), sin
animarse a hacer este vuelco interpretativo.
El resultado es una incoherencia entre lo que se aprende en la escuela y lo que se
aprende en la religión, entre lo que se vive en la sociedad y lo que se vive dentro de
la comunidad religiosa; entre la moral predicada desde el clero y la moral vivida en
la práctica real.
Otro ejemplo: es evidente que los mitos antiguos sobre la mujer reflejan una cultura
donde los varones son absolutamente dominantes de las mujeres, tanto en los
pueblos bíblicos como otros. Por tanto esos mitos sobre la mujer (como Génesis 3)
interpretan que la mujer está sometida al varón “porque desde el principio así lo
quiso Dios”. Y desgraciadamente esta mentalidad aún sigue vigente en muchas
confesiones religiosas de origen bíblico.
Pero HOY, nuestra cultura, aún desde los Documentos de Naciones Unidas,
expresa clara y tajantemente la igualdad entre varones y mujeres. Lo que
rescatamos de los viejos mitos es que hay un designio (divino o de la naturaleza)
sobre la mujer; pero hoy cambia el contenido de ese designio. Pero la ausencia de
mujeres en la conducción de las religiones de origen bíblico (judaísmo, cristianismo
e islam) muestra que hay una gran resistencia de los dirigentes varones en aceptar
la igualdad proclamada de la mujer. Siempre hay un argumento de la Escritura en
un viejo mito machista que contradice esa igualdad y mantiene el orden tradicional.
En conclusión: los relatos míticos, aún los más sagrados, tienen que ser releídos e
interpretados desde los avances filosóficos, antropológicos, psicológicos, científicos
y desde las nuevas experiencias religiosas de la comunidad para que nos devuelvan
su profundo e inagotable valor. Y es una pena que en nuestro medio estemos tan
atrasados en este aprendizaje interpretativo y nos quedemos en la pintoresca
lectura literalista de viejos relatos cuyo profundo sentido se nos escapa totalmente.
Es la muerte del mito.Porque si matamos al símbolo, matamos al mito.
La predicación y las palabra que acompañan el ritual tendrían ese objetivo, sin
quedarse en la historia pasada o en un gesto automático, sino hacer presente el
valor o mensaje del mito: compartir el pan con los otros, iniciar una nueva vida, cómo
hoy Dios nos libera, etc.También aquí hay una tarea de actualizar los gestos y
adaptarlos a nuestra cultura, ya que muchos de los gestos heredados del pasado
han perdido todo sentido para el hombre actual. Actualizarlos y variarlos, ya que hoy
no se soporta la repetición rutinaria de los mismos gestos… La constante repetición
“aburre” y mata la novedad del gesto.
En una palabra: celebra y festeja una vida plena, cargada de sentido.Todo lo cual
no tiene sentido en una cultura individualista.El mito y el rito suponen siempre una
comunidad que comparte valores, historia y cultura.
La validez del rito:en estos últimos tiempos hemos visto cómo algunos ritos se han
perdido o se han modificado profundamente o perdido su significado, en un proceso
que se desarrolla con mucha rapidez.Por otro lado oímos a muchos jóvenes
manifestar que determinados ritos no les dicen nada (Entre los católicos: la misa,
las confesiones, el bautismo de niños, el casamiento…).¿Qué se esconde detrás de
estos fenómenos?
Las fiestas Dentro de los rituales ocupan un lugar muy especial las fiestas.
Pero ¿son las fiestas religiosas sentidas como verdaderas fiestas o como rituales
estereotipados? En el caso cristiano: piénsese en la misa, la Pascua, la Navidad,
Pentecostés, etc.Al menos las religiones de Occidente: ¿No han perdido el sentido
festivo de la vida? ¿Qué lugar ocupan los sentimientos de alegría y felicidad en sus
rituales y celebraciones? ¿No están excesivamente centradas en elaboraciones
racionales de teologías y normativas ritualistas?¿Qué imagen de Dios se expresa
si no es un Dios sonriente y feliz con su comunidad?
Concluyendo: qué importante son las fiestas desde el punto de vista educativo.
Cuántos sentimientos se despiertan, cuántos valores se descubren y se viven:
sentido de comunidad, convivencia, alegría, participación, esperanza, reflexión,
optimismo, expresividad…
4) LA REFLEXIÓN y LA ÉTICA
En toda esta tarea es importante aprender a “reflexionar” o meditar, algo que los
occidentales en general desconocemos.Pensamos desde las palabras y los escritos
de los otros, pero no desde lo que se siente en el interior. Meditar no es pensar lo
que otros pensaron y repetirlo de memoria. Es una tarea creativa: es pensar desde
uno mismo y convertirse en el pensamiento de uno. Ser lo que pensamos, decimos
y sentimos. No separar lo que tiene que estar unido.
Es interesante descubrir que en muchas partes aparecen ya grupos de meditación
(no necesariamente religiosos) aún entre los jóvenes. Es una buena noticia.
La ética.