Sunteți pe pagina 1din 18

CAPÍTULO III

El Espíritu Santo guía de la Iglesia

El Espíritu Santo, suscita dones y carismas en la Iglesia

Dentro de este breve estudio sobre el Espíritu Santo, ahora hemos llegado al punto
de contemplar ahora propiamente la acción del Espíritu Santo, como Dios en la
Iglesia, por medio de los dones y carismas.
Los dones del Espíritu Santo «son disposiciones permanentes que hacen al
hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo»1, que en el hombre que los
ha recibido «completa y lleva a su perfección en las en las virtudes de quienes los
reciben, los hace dóciles para obedecer las inspiraciones divinas»2.
Así pues la Iglesia, nacida del Espíritu después de la resurrección del Señor,
siendo ya el ungido plenamente y lleno del Espíritu lo envía sobre sus discípulos
para que desde entonces se comenzara la construcción de la Iglesia3.

1
CEC 1830
2
Cf. CEC 1831
3
Cf. C. I. González. Op. Cit. 216.
El Espíritu actuó desde el Antiguo Testamento siendo el verdadero precursor del
Hijo, preparando con toda la historia de la Salvación que descubrimos en la
Escritura, hasta el momento en que actuó para que se encarnara y siendo el Hijo,
ungido por el Espíritu lo transmite a sus elegidos.
De este modo se dice que al hablar del Espíritu y de la Iglesia es marcar una muy
estrecha implicación del uno por el otro, pues al hablar de la Iglesia se refiere
necesariamente al Espíritu que la crea, siendo que el donde está el Espíritu está la
Iglesia con todos los carismas que Él hace formar entre los fieles para manifestar la
obra de Dios4.
Constantemente se menciona a la Iglesia como Templo del Espíritu pues en ella
reside, está la morada del Espíritu que continua actuando dentro de ella, continuando
extendiéndola por el mundo entero, haciendo surgir fieles que reciben su inspiración
y actúan como mensajeros de la Buena Nueva movidos por el Espíritu.
Existe, ante todo, la comunión trinitaria en la Iglesia, no se debe dar mayor
prevalencia a ninguna de las personas divinas, pues así como entre Iglesia y Espíritu
hay una íntima relación, existe dentro de la Iglesia esa misma relación trinitaria que
hace completa la revelación del misterio de la Iglesia5, siendo pues necesario afirmar
la misión del verbo y la misión del Espíritu, teniendo ambas su fuente en el Padre.
De esta manera el Espíritu en esta formación y continua estructuración reparte sus
carismas para hacer crecer a la Iglesia, haciéndola Cuerpo de Cristo, realizándose por
la donación del mismo Espíritu que de la Cabeza, que es Cristo, se comunica a todos
los miembros del Cuerpo.
Esta presencia del Espíritu de Cristo en la Iglesia, no realiza una unión sustancial
entre los cristianos con el Espíritu, sino que aquí se realiza y evidencia la
inhabitación del Don, o sea la persona del Espíritu, que produce en los cristianos la

4
Cf. C. Granado. El Espíritu Santo en la Teología Patrística. 41.
5
Cf. J.J. Alviar. El tiempo del Espíritu. Hacía una teología Pneumatológica. 84-85.
transformación hacia el Cuerpo de Cristo, siendo una Iglesia cristológica realizada
por el Espíritu6.
En Pentecostés se realizó la promesa del Hijo que enviaría al Espíritu que les
recordaría todo7, y desde entonces, el soplo de Pentecostés no ha dejado de sentirse
en todos los tiempos que la Iglesia sigue invocando de modo renovado.
En la Iglesia existe unidad de misión y diversidad de tareas, y «En la comunión de
la Iglesia, el Espíritu Santo reparte gracias especiales entre los fieles para la
edificación de la Iglesia8», siendo estos los carismas.
«Los carismas extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son gracias del
Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial, los carismas
están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las
necesidades del mundo»9, que «se han de acoger con reconocimiento por el que los
recibe, y también por todos los miembros de la Iglesia. En efecto, son una
maravillosa riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad de todo el
cuerpo de Cristo; los carismas constituyen tal riqueza siempre que se traten de dones
que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo
plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu, es decir,
según la caridad, verdadera medida de los carismas.»10
En ambas cartas a los Corintios San Pablo presenta la formación del cuerpo de
Cristo por medio de los carismas11 y expresa la acción propia del Espíritu en esta
unidad de la Iglesia conformante del Cuerpo de Cristo12, expresado bajo el término
koino-nia, traducido como comunión, que significa, en el Nuevo Testamento,

6
Cf. Ibid 99.
7
Cf. Jn 14,26
8
CEC 951
9
CEC 799
10
CEC 800
11
Cf. 1Co 12, 4-26.
12
Cf. 2Co 13,13.
«comunicación y comunión por participación en una misma y única fuente de bien,
que aquí es Jesucristo en su Pascua»13.
La Iglesia se ha ido realizando por la acción del Espíritu Santo que continua
actuando en la Iglesia, enriqueciéndola con su presencia y recordando el origen que
desde la voluntad del Padre tiene para el bien de los hombres.
El progreso de la Iglesia para responder a la realidad del mundo se ve realizando
por medio de los dones y carismas que se van manifestando en medio de la
comunidad siendo, por medio de ellos, fermento vivo actual de la presencia de Dios
en el mundo.
En el Credo decimos, al hablar de la tercera persona de la Trinidad, que creemos
en la Iglesia y sus notas características, siendo esta manifestada por el Espíritu
Santo14, proyectada por el Padre, constituida por el Hijo y manifestada por el Espíritu
que es quien la mantiene en la santidad, pensado desde el principio.

1.1 Los dones y carismas del Espíritu Santo

En el concilio Romano del año 382, como se mencionó en el capítulo anterior, fue
cuando se dio la primera declaratoria que marcaría el dogma acerca de los dones del
Espíritu Santo, que otorga a los fieles para su santificación y para el bien de la
comunidad15.
La Iglesia que es un cuerpo en donde el Espíritu distribuye sus dones a todos
aquellos que forman parte de ella según las distintas funciones que cada uno debe
desarrollar, «haciendo a unos apóstoles, a otros pastores y doctores para el
perfeccionamiento de los santos y construir el cuerpo de Cristo16.
Dice Jesús en el Evangelio de San Juan en el Capítulo 14: «Si alguno me ama,
guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra
morada», con ello vemos que en el cristiano no solo habita el Espíritu sino también
13
Y.M. Congar. Pentecostés. 45.
14
Cf. CEC 767-768
15
Cf. Dz 83.
16
Cf. Ef 4,11; Rom 12,4; 1 Cor 12, 4-11.
el Padre, y el Hijo que hacen crecer al hombre que es dócil a la acción del Espíritu en
lo que es llamado la Cristificación.
En el Himno del Veni Creator que aparece en la liturgia de la Solemnidad de
Pentecostés, se menciona como uno de los atributos del Espíritu: «Altissimi donum
Dei», Don del Dios Altísimo, siendo con ello considerado como el primer Don el
mismo Espíritu que es dado por el Padre y el Hijo.
De este Don, el Espíritu Santo, proceden el resto de los dones, ante lo cual podría
surgir la interrogante sobre la cantidad, preguntándose: ¿cuántos son efectivamente
los dones que el Espíritu otorga?
Ante la interrogante según lo mencionado por el Magisterio de la Iglesia y lo que
aparece en la revelación de la Sagrada Escritura son 7 los dones del Espíritu Santo,
según lo menciona el profeta Isaías, ante lo cual no sería temerario querer agregar
otros dones, simbólicamente el 7 evidencia la plenitud, y en los 7 conocidos dones se
recibe la plenitud de la gracia de Dios17.
Una definición dogmática de los dones sería:
«Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en
las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio
Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano»18
La definición según aparece desglosada atribuye a ellos una permanencia
constante en aquel que los ha recibido, así como en Jesús sucedió, que han sido
otorgados por gracia de Dios como regalo al interior de la persona, no como adorno
externo sino que van a la esencia del hombre mismo para perfeccionarlo y hacer que
él, por medio de los dones, sea sensible a la acción de Dios y a sus inspiraciones que
conducirán al bien y hacia los bienes eternos que Jesús mismo ya ha señalado19.
Contemplándolos desde la profundidad que se nos presenta en esta definición se
deben considerar como necesarios para el hombre para continuar en su camino hacia

17
Cf. San Ambrosio. Sobre el Espíritu Santo. 159.
18
A. Royo Marín. El gran desconocido El Espíritu Santo y sus dones. 98.
19
Cf. Ibid 98-100
la perfección según Dios, pues por medio de ellos se recibirán y serán dóciles a las
mociones del Espíritu.
La función de los dones del Espíritu en el alma de la persona es ayudarla a vencer
la corrupción de la naturaleza, ayudándole a vencer la concupiscencia a la que se
tiende como consecuencia del pecado original, pues sin la ayuda de los dones sería
aún más segura la caída en el pecado.

1.1.1 Sabiduría

Este don es inseparable de la caridad, por el cual se juzga rectamente de Dios y


por sus últimas y altísimas causas que hace saborear por connaturalidad, siendo
absolutamente necesario para que la virtud de la caridad pueda desarrollarse en toda
su plenitud y perfección.
Por su propia elevación y grandeza y por lo sublime de la virtud que ha de
perfeccionar directamente, los efectos que produce en el alma la actuación del don,
son verdaderamente admirables, pues da el sentido divino a todas las acciones que
realizan, juzgándolo todo con amor, viviendo con ese mismo sentido los misterios de
la fe en la relación trinitaria creciendo grandemente la virtud de la caridad y los
demás dones y virtudes.
Opuesto a la sabiduría se encuentra la necedad espiritual que embota el juicio y el
sentido espiritual y que se podría creer que impide juzgar las cosas de Dios que junto
con la fatuidad detentan el crecimiento20.
La sabiduría muestra a Dios, pero a Dios que contempla nuestras vidas, siendo
cada uno cuidado y amado por Dios de manera personal, estableciendo la paz en los
hombres y pone orden en las facultades relacionándolas con lo más profundo del
hombre, ahí donde Dios habita.

20
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit. 202-203.
1.1.2 Entendimiento

El don de entendimiento es aquel por el cual la inteligencia del hombre, bajo la


acción iluminadora, se hace apta para una penetrante intuición en orden al fin último
sobrenatural21.
Son impresiones espirituales o visiones interiores, experiencia viva del misterio
que busca una impresión profunda en cuanto reorientar la vida espiritual, iluminando
las verdades que profesamos para comprenderlas con mayor facilidad y poder
asumirlas como fuente de salvación.
El don de entendimiento va a la profundidad de las cosas, de los seres, de las
verdades reveladas para conocer como Dios quiere que conozcamos cuanto existe,
pero no por ello deja de ser misterio, pues nuestra comprensión solamente iluminada
por el Espíritu comprende la revelación.
La fe es la virtud que viene a ser ayudada por este don, para crecer de acuerdo con
la fe de quien la posee, viene el don de entendimiento a llevar a la noche de los
sentidos donde simplemente se piensa en Dios y se disfruta el estar con él, siendo el
fruto la total vuelta hacia Dios, sin reservas y sin confiar en algunas formas de
apoyo.

1.1.3 Consejo

Es el don mediante el cual el alma en gracia intuye rectamente en los casos


particulares en lo detalles de la vida cotidiana, buscando estar más abiertos para el
Espíritu siendo así que él viene a los hombres, conduciendo la vida de aquellos que
se han abierto para que la voluntad de Dios se realice siempre22.

21
Cf. Ibidem 177.
22
Cf. T. Keating. Op. Cit. 27.
La manera en que se descubre la presencia activa de este don en los hombres se va
dando cuando se descubre la necesidad de cambiar o modificar la conducta, pues el
Espíritu enseña la manera adecuada de vivir como hijos del Padre, siendo
inspiraciones concretas, sensatas, claras, sugiriendo la manera de actuar en todo
momento.
La virtud de la prudencia queda perfeccionada por medio de este don, siendo que
por medio de este don el Espíritu actúa de acuerdo con las necesidades de la persona,
actuando para quien lo posee o para un tercero.
La manifestación del Espíritu por medio de este don es en la formación de una
conciencia recta y en la resolución de situaciones complicadas en donde, por sus
propias fuerzas, no podría solucionar para sí mismo o para los demás, siempre
buscando el camino de Dios, en la obediencia a Dios y a los superiores civiles o
religiosos.
Contra este don se presenta la precipitación y la temeridad que se muestran como
autosuficiencia y evidencia una excesiva valoración personal, así como también la
lentitud excesiva.
El Espíritu actúa bajo tres etapas23:
1° Sentir el llamado para realizar una misión o tarea.
2° El fallo de lo iniciado, la decepción por el error.
3° El Espíritu demuestra que en realidad era correcto, actuando entonces la gracia.
Es solo ser dócil a las inspiraciones, al consejo del Espíritu.
El don de consejo actúa no bajo las circunstancias ordinarias, sino que va más allá
de lo que debe actuar y muchas veces contrario a lo que se esperaría, esto es la
completa dependencia a Dios.

1.1.4 Ciencia

23
Cf. Ibid 29.
El Espíritu por este don actúa sobre la inteligencia del hombre ayudándole a
juzgar todo cuanto le rodea y considerar todo de acuerdo con el fin sobrenatural,
donde solamente Dios puede satisfacer los deseos de ellos, juzgando el hombre
rectamente.
El don de ciencia es necesario para poder llegar a la argumentación de la fe.
Enseñan los obispos que el Espíritu sigue actuando, siempre en orden a Dios.
Los vicios contrarios al don de ciencia, van en torno al conocer la verdad y
custodiarle, ante la presunción de querer sobresalir o manifestarse como intelectual,
cuando en realidad no es difícil.
La presencia del Espíritu con este don tiende a enseñar y dejar en claro que todo
cuanto existe y cuando hay es para Dios y todo procede de él, no se manifiesta si no
es para dejar en claro la posiciones que se deben tomar también ante la vanidad y el
deseo de sobresalir.
Es claramente explicado este don cuando San Juan dice: “no es el mundo el que
debe ser evitado, sino que el mundo necesita de la ayuda de los hombres”, con ello la
conciencia de pertenecer temporalmente a la tierra, no afanándose por las
recompensas terrenas, sino que la sabiduría de Dios lleva a trabajar con sentido.

1.1.5 Piedad

Es un hábito sobrenatural infundido para inspirar un afecto filial hacia Dios,


considerado Padre y un sentimiento de paz y hermandad con todos los hombres en
cuanto a su condición de hermanos nuestros, hijos de un mismo Padre, haciendo
crecer bondad y mansedumbre en soportar los defectos de los otros, formando la
voluntad de perdonar y el afecto de ellos24.
Este don viene a fortalecer la virtud de la justicia, así como la bienaventuranza de
los mansos, despertando una actitud como de niños hacia Dios y considerando a
todos los demás como hermanos.

24
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit. 142. T. Keating. Op. Cit. 25.
Principalmente este don lleva a la vivencia de lo que Santa Teresita exponía, como
la infancia espiritual, donde el que va acompañando es el Padre, indicando el camino
para la perfección abandonándose como el niño en los brazos de su Padre.
Contra el don de piedad se encuentra la impiedad, que designa todo aquello que
rompe con el deseo de manifestación sensible y también endurece el corazón para
cerrarse a los otros.

1.1.6 Temor de Dios

El Don de Temor de Dios no significa el pavor, sino el temor en sentido de


maravilla, profundo respeto y reverencia, es el temor de ofender a Dios que va
inducido por el amor y no por el miedo o castigo25.

Manifestado en la vida ordinaria, puede ser el miedo de ir contra la propia


conciencia en un respeto amplio por uno mismo y por la propia integridad, siendo
fiel a la propia conciencia como Jesús actuó en las tentaciones que experimento en el
desierto, manteniéndose con convicción en lo que él sabía que era lo que más le
convenía.

No es un temor servil, que corresponde a aquel siervo que teme al castigo que, de
no cumplir con lo indicado, pueda recibir, ante lo cual existiría una mayor desviación
porque aun en ese caso a quien se teme es al castigo y no importa la ofensa a Dios 26.

El don de temor mantiene fieles a sí mismos y a Dios, impulsa a siempre decir la


verdad, no a engañar ni mentir y no se retractará por auto-defensa y mientras más se
vive, más grande es la confianza en Dios.

Este don, además viene a ayudar a la virtud de la templanza en el ejercicio sobre


todo personal27, a la esperanza en cuanto a seguir deseando y construyendo el Reino

25
Cf. T. Keating. Op. Cit. 20
26
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit.113
27
Cf. Y. M. Congar. Op. Cit. 345.
y la libertad que orienta sus actos hacia el bien siempre y en todo, provocando que
exista un verdadero horror al pecado y una auténtica contrición por haber faltado a la
caridad de Dios y una mayor vigilancia extrema para evitar las ocasiones próximas al
pecado.

1.1.7 Fortaleza

El don de fortaleza capacita para ir hacía el difícil camino de la vida espiritual,


siendo el hábito sobrenatural que robustece el alma para realizar toda clase de
virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o
dificultades que pueden surgir28.
El don de fortaleza se manifiesta o bien sosteniendo a las personas que por su
ministerio en favor de los hombres dirigen a muchos o bien ayudando a mantenerse
fieles a los pequeños deberes ordinarios, perseverando en la vocación a la que han
sido llamados.
Este don viene a acompañar y a fortalecer la virtud que lleva el mismo nombre e
incluso ayuda para mantenerse en el estado de gracia29, venciendo las pasiones
personales, luchando contra la fascinación del mundo y la batalla contra el mismo
mal que quiere arrancar de la presencia de Dios30.
Entre los medios que ayudan a este don es el acostrumbrarse al deber con
convicción y no al dejarse vencer por el peso de la cruz sino a tomarla con amor y
llevarla con valentía y con la seguridad de que es paso para la vida, viviendo en la
libertad por saberse liberado del pecado, de los pecados capitales, sabiéndose amado
profundamente por Dios viviendo en la presencia de él, transformando la ira en
entusiasmo por el servicio a Dios31.

28
A. Royo Marín. Op. Cit. 128
29
Cf. Y.M. Congar. Op. Cit. 345.
30
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit. 140.
31
Cf. T. Keating. Op. Cit. 24.
1.1.8 Los carismas del Espíritu Santo

En el Nuevo Testamento y sobre todo en las cartas de San Pablo se habla sobre los
carismas del Espíritu Santo que llevan la misión de la Iglesia y como lo refiere la
Lumen Gentium en el número 12, donde se expresa la diversidad de carismas que el
Espíritu otorga para bien de la Iglesia.
Ellos han generado conflicto en lo correspondiente a la comprensión acerca de
ellos, unos por considerarlos desde la negación de ellos y otros por darles un valor
fuera de lo común, fuera de lo que en realidad significa cada carisma.
Sobre ellos no podríamos abordar la mención de cada uno de ellos por la gran
cantidad presente en la Sagrada Escritura y en la lectura actual que se puede hacer
sobre la acción del Espíritu Santo.
Carisma deriva de Carij, que significa gracia, don gratuito, una capacitación
especial, que procede siempre de Dios, para la vida y el servicio de la Iglesia y en el
mundo32, que se entienden según el Catecismo de la Iglesia Católica en la línea de
ser “gracias especiales que se ordenan a la gracia santificante33, a la caridad, a la
edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
Estos carismas se han llegado a considerar en diferentes líneas, como
extraordinarios o sencillos, transitorios o permanentes y según la relevancia de
acuerdo a como la Iglesia los considera, pero vistos desde el hecho de que son
otorgados por el Espíritu Santo todos están en igualdad de importancia34.
Aparecen numerados en el texto de Carlos Ignacio González la lista de carismas
que presenta A. Uribe Jaramillo de la siguiente manera:
«1. Apóstoles. 2. Profetas. 3. Doctores. 4. Evangelistas. 5. Pastores. 6. Ministerios
para servir. 7. Gracias de Gobierno. 8. Enseñanza. 9. Exhortación. 10. Dar con
sencillez. 11. Presidir con solicitud. 12. Práctica de la misericordia con alegría. 13.
Asistencia. 14. Virtudes. 15. Poder de milagros. 16. Diversidad de lenguas. 17.

32
J.J. Alviar. El tiempo del Espíritu Hacia una teología pneumatológica. 105. Citando a N. Baumert.
33
Cf. CEC 2003.
34
Cf. CEC 799-801
Interpretación de lenguas. 18. Discreción o discernimiento de Espíritu. 19. Profecía.
20. Curaciones en el Espíritu Santo. 21. Fe en el mismo Espíritu. 22. Palabra de
ciencia. 23.Palabras de sabiduría. 24. Y, ante todo, la Caridad que puede
manifestarse en infinitas formas».35
Ante la gran variedad de carismas que se pueden presentar, debe existir un
proceso de discernimiento, que viene a darse después que se ha presentado la
iniciativa del Espíritu bajo un acompañamiento en el tiempo con paciencia,
oportunidad y comprensión pues los poseedores de los carismas también se van
purificando por la acción misma del Espíritu.
Los carismas son elementos constitutivos de la Iglesia, que suponen la existencia
de la institución donde se ejercitará tal o cual carisma, cuya función será la de
«provocar a la institución hacia una autenticidad y vitalidad que le permitan ser
soporte y expresión del ministerio de la Iglesia.»36

1.1.9 Los frutos del Espíritu Santo

Otro de los temas a tratar acerca del Espíritu Santo, son los frutos que debido a
que, en el hombre que ha recibido los dones, ha realizado actos buenos que llevan la
virtud misma de Dios que le ha inspirado y donde el alma ha encontrado consolación
después de haber sido realizados.
Estos no vienen a ser lo mismo que los dones, ni que los carismas, pues ellos son
producto de los actos que satisfacen a quien los ha obtenido por notar que son
procedentes de la inspiración divina y a Dios mismo tienden.
Los frutos tienden a la satisfacción espiritual y no al placer carnal como lo
producen las obras de la carne, sino que tienden a un fin espiritual y trascendente
profundo, pues es el Espíritu Santo quien está moviendo a lo que está por encima de
nosotros.

35
C.I. González. Op. Cit. 287.
36
J.J. Alviar. Op.Cit. 113.
El registro acerca de la cantidad de frutos que suscita el Espíritu son reconocidos
doce: caridad, gozo espiritual, paz, paciencia benignidad, bondad, longanimidad,
mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad, según las que alcanza a presentar
San Pablo en la carta a los Gálatas (Gal 5, 22-23).

1.2 El Espíritu Santo inspira en la Iglesia

Ya se ha revisado la presencia del Espíritu Santo desde la Sagrada Escritura y en


la Tradición de la Iglesia, donde se ha descubierto que siempre ha estado presente,
sobre todo, después de pentecostés, donde Él es el que continuará la obra de la
salvación que el Padre había comenzado, el Hijo había realizado y el Espíritu
continuará.
Actualmente el Espíritu sigue distribuyendo sus dones y sus carismas, que en la
Iglesia se necesitan para que su función de sierva y evangelizadora se realice. Estos
dones y carismas se van distribuyendo de manera sacramental, por medio de la
institución y de manera libre, dándose a las personas para que realicen la misión
particular encomendada para el bien de la Iglesia37.
En cuanto a la institución, por medio de los ministerios que, en la Iglesia,
actualmente se viven, es donde el Espíritu se manifiesta como actuante y presente en
la vida de la Iglesia, ministerios al servicio de la Palabra, al Servicio del Altar en la
Liturgia, ministerios al servicio de los pobres, de los desprotegidos, ahí es donde el
Espíritu se manifiesta.
En la liturgia evidentemente el Espíritu Santo se hace presente realizando los
sacramentos que por la institución de Cristo se realizan para la santificación de los
hombres y de la Iglesia, siendo no el único lugar, pero si lugar privilegiado para esta
manifestación de la obra de Dios38.
Actualmente la Iglesia necesita, como ya se ha dicho desde el Magisterio
Universal, volver a las fuentes, volver a Dios como fuente de la vida de la Iglesia,
37
Cf. Ibidem. 117.
38
Cf. SC 9-10.
pues es él, el Dios Trino y uno, quien la ha constituido, la ha formado y la sigue
encaminando, nunca la ha dejado sola, cumpliendo la promesa de Jesús: «Yo estaré
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.»39
La Iglesia ha querido, después del «aggiornamento» del Concilio Vaticano II,
mantenerse al día en la situación actual del mundo, pero si no se esfuerza en
mantener los principios y criterios que la han hecho, podría llegar a ser la Iglesia
cuya voz interior se ha vuelto la voz exterior, la del mundo40, y no para responder las
interrogantes del hombre sino para secularizarse41 perdiendo su identidad.
El Espíritu es quien impulsó a los apóstoles en Pentecostés a salir de donde
estaban para anunciar a todos los pueblos y naciones el mandato del Señor, Él fue
quien eligió y envió a Pablo y Bernabé a la misión (Hch 13,2ss), es quien condujo a
Pablo a Macedonia (Hch 16, 9-10).
Hay que reconocer la presencia del Espíritu del Señor en los acontecimientos de la
historia, pues se manifiesta a través no solo de las palabras, sino también de los
hechos. Es lo que Pablo denominará Kairós, un tiempo de gracia, un tiempo
oportuno en el que se anticipan los últimos días (Rm 13,11).
Dice también la Gaudium et spes: «El Pueblo de Dios, movido por la fe, que le
impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo,
procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa
juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los
planes de Dios.»42

1.2.1 Comunidades de consagrados y religiosos

Dentro de la Iglesia, en la búsqueda por atender y responder a la situación de la


Iglesia en el mundo actual y el continuar con el proyecto del Señor de hacer
discípulos en todas las naciones (Mt 28,19), Dios por medio del Espíritu suscita en
39
Mt 18, 16.
40
Cf. C. Theobald. El estilo de vida Cristiano. 70.
41
Cf. GS 10
42
GS 11
diferentes partes del mundo diversidad de comunidades que, por medio de la
vivencia de los consejos evangélicos y con el común ideal de servir a la Iglesia bajo
un carisma particular, al servicio de la Iglesia universal, que se les ha otorgado,
colaboran en la misión de la Iglesia.
Desde los primeros siglos de la Iglesia existieron hombres y mujeres que,
llamados a seguir el estilo de vida de Cristo, casto, pobre y obediente, se entregan
totalmente al servicio de Dios y de su Iglesia bajo un carisma especial de entre la
gran diversidad de comunidades religiosas que durante los siglos han ido surgiendo
unos dedicados completamente a la oración, otros dedicados al estudio, otros
dedicados a la evangelización, muchos otros dedicados a la misión ad gentes y
muchas más comunidades consagradas a Dios en amor perfecto, que colaboran en el
Cuerpo Místico de Cristo.
Cada una de esas comunidades ha ido respondiendo a las necesidades de la Iglesia
que clamaba en una parte del mundo para su región o para el mundo entero, siendo
escuchada esa voz por Dios, el Espíritu movió el corazón a Él de aquellos que fueron
fundadores para que, siendo dóciles a esa inspiración que sentían en su corazón
fueran avanzando en la búsqueda por atender al pueblo que clamaba, como cuando el
pueblo de Israel clamó en Egipto su liberación (Ex. 3,7ss).
De esta manera es como el Espíritu Santo continúa actuando en la Iglesia,
suscitando nuevas vocaciones que, sin esperar y para sorpresa de toda la Iglesia,
surgen donde menos se esperaría, así es que «deberíamos aprender a escuchar la voz
de Dios y a abrir los ojos a aquello que él da realmente: unas personas que no nos
esperábamos.»43

1.2.2 Movimientos y Asociaciones laicales

Además de todos aquellos que se consagran para servir a Dios en su Iglesia, entre
los fieles cristianos Laicos que, viviendo su condición bautismal, se reúnen en un

43
Cf. C. Theobald. El estilo de vida Cristiana. 71.
pequeño grupo, con las personas de la misma parroquia, o barrio, o comunidad y se
dedican ya sea al estudio de la Palabra de Dios, a la reflexión sobre la situación
actual, al servicio a los demás hermanos que pasan necesidad, formando así grupos,
movimientos y asociaciones, cuyo objetivo es animarse en la fe, mantenerse fieles al
Señor y servir en su Iglesia.
Durante varios años en nuestra Diócesis vemos pasar diversos grupos y
movimientos que trabajan con los jóvenes, con las familias, con los adolescentes y
que luego desaparecen para formar otro nuevo grupo o movimiento, siendo que ahí
también el Espíritu Santo va actuando entre todos ellos.
Todos estos movimientos y asociaciones que deben estar acompañadas, para no
desviar la misión auténtica por la que se habían constituido como tal, ofrecen sus
servicios para todos los hombres y mujeres, de todas las edades, para que reciban
también la buena nueva del Evangelio que ellos ya han recibido.
Aun a pesar de que se manifiesta la presencia acompañante de Dios existe la
tentación de creer que el Espíritu Santo ya no lo es, pues como en antiguo se daban
falsos profetas, también ahora pueden surgir falsos profetas que en vez de unir y
trabajar en favor de la Iglesia destruyen y alejan a quienes se esfuerzan por vivir su
fe.
No se puede desacreditar algún grupo o movimiento si aun no se ha acompañado,
es cierto que pueden existir desvíos y errores, pero la misión del pastor es
acompañar, es guiar, es caminar junto con aquellos que forman parte de su parroquia,
así que se debe verificar cada uno de los grupos y movimientos, no para aprobar o
desaprobar sino para manifestarles el apoyo y pedirles su servicio en conjunto para el
bien de la comunidad y de la Iglesia.

1. Conclusión
«»
Bibliografía
- J. ENCISO, Manifestaciones naturales y sobrenaturales del Espíritu de Dios
en el A. T., «Estudios Bíblicos» 5 (1946) 351-380;
- J. GoITIA, La noción dinámica de «pneuma» en los libros sagrados,
«Estudios Bíblicos» 15 (1956) 147-185; 341-380; 16 (1957) 115-159
- M. MEINERTZ, Teología del Nuevo Testamento, Madrid 1963;
- P. VAN IMSCHOOT, Teología del Antiguo Testamento, Madrid 1969, 234
ss.
- Henri CAZELLES. Cuadernos bíblicos nº 52.

S-ar putea să vă placă și