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Dentro de este breve estudio sobre el Espíritu Santo, ahora hemos llegado al punto
de contemplar ahora propiamente la acción del Espíritu Santo, como Dios en la
Iglesia, por medio de los dones y carismas.
Los dones del Espíritu Santo «son disposiciones permanentes que hacen al
hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo»1, que en el hombre que los
ha recibido «completa y lleva a su perfección en las en las virtudes de quienes los
reciben, los hace dóciles para obedecer las inspiraciones divinas»2.
Así pues la Iglesia, nacida del Espíritu después de la resurrección del Señor,
siendo ya el ungido plenamente y lleno del Espíritu lo envía sobre sus discípulos
para que desde entonces se comenzara la construcción de la Iglesia3.
1
CEC 1830
2
Cf. CEC 1831
3
Cf. C. I. González. Op. Cit. 216.
El Espíritu actuó desde el Antiguo Testamento siendo el verdadero precursor del
Hijo, preparando con toda la historia de la Salvación que descubrimos en la
Escritura, hasta el momento en que actuó para que se encarnara y siendo el Hijo,
ungido por el Espíritu lo transmite a sus elegidos.
De este modo se dice que al hablar del Espíritu y de la Iglesia es marcar una muy
estrecha implicación del uno por el otro, pues al hablar de la Iglesia se refiere
necesariamente al Espíritu que la crea, siendo que el donde está el Espíritu está la
Iglesia con todos los carismas que Él hace formar entre los fieles para manifestar la
obra de Dios4.
Constantemente se menciona a la Iglesia como Templo del Espíritu pues en ella
reside, está la morada del Espíritu que continua actuando dentro de ella, continuando
extendiéndola por el mundo entero, haciendo surgir fieles que reciben su inspiración
y actúan como mensajeros de la Buena Nueva movidos por el Espíritu.
Existe, ante todo, la comunión trinitaria en la Iglesia, no se debe dar mayor
prevalencia a ninguna de las personas divinas, pues así como entre Iglesia y Espíritu
hay una íntima relación, existe dentro de la Iglesia esa misma relación trinitaria que
hace completa la revelación del misterio de la Iglesia5, siendo pues necesario afirmar
la misión del verbo y la misión del Espíritu, teniendo ambas su fuente en el Padre.
De esta manera el Espíritu en esta formación y continua estructuración reparte sus
carismas para hacer crecer a la Iglesia, haciéndola Cuerpo de Cristo, realizándose por
la donación del mismo Espíritu que de la Cabeza, que es Cristo, se comunica a todos
los miembros del Cuerpo.
Esta presencia del Espíritu de Cristo en la Iglesia, no realiza una unión sustancial
entre los cristianos con el Espíritu, sino que aquí se realiza y evidencia la
inhabitación del Don, o sea la persona del Espíritu, que produce en los cristianos la
4
Cf. C. Granado. El Espíritu Santo en la Teología Patrística. 41.
5
Cf. J.J. Alviar. El tiempo del Espíritu. Hacía una teología Pneumatológica. 84-85.
transformación hacia el Cuerpo de Cristo, siendo una Iglesia cristológica realizada
por el Espíritu6.
En Pentecostés se realizó la promesa del Hijo que enviaría al Espíritu que les
recordaría todo7, y desde entonces, el soplo de Pentecostés no ha dejado de sentirse
en todos los tiempos que la Iglesia sigue invocando de modo renovado.
En la Iglesia existe unidad de misión y diversidad de tareas, y «En la comunión de
la Iglesia, el Espíritu Santo reparte gracias especiales entre los fieles para la
edificación de la Iglesia8», siendo estos los carismas.
«Los carismas extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son gracias del
Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial, los carismas
están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las
necesidades del mundo»9, que «se han de acoger con reconocimiento por el que los
recibe, y también por todos los miembros de la Iglesia. En efecto, son una
maravillosa riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad de todo el
cuerpo de Cristo; los carismas constituyen tal riqueza siempre que se traten de dones
que provienen verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo
plenamente conforme a los impulsos auténticos de este mismo Espíritu, es decir,
según la caridad, verdadera medida de los carismas.»10
En ambas cartas a los Corintios San Pablo presenta la formación del cuerpo de
Cristo por medio de los carismas11 y expresa la acción propia del Espíritu en esta
unidad de la Iglesia conformante del Cuerpo de Cristo12, expresado bajo el término
koino-nia, traducido como comunión, que significa, en el Nuevo Testamento,
6
Cf. Ibid 99.
7
Cf. Jn 14,26
8
CEC 951
9
CEC 799
10
CEC 800
11
Cf. 1Co 12, 4-26.
12
Cf. 2Co 13,13.
«comunicación y comunión por participación en una misma y única fuente de bien,
que aquí es Jesucristo en su Pascua»13.
La Iglesia se ha ido realizando por la acción del Espíritu Santo que continua
actuando en la Iglesia, enriqueciéndola con su presencia y recordando el origen que
desde la voluntad del Padre tiene para el bien de los hombres.
El progreso de la Iglesia para responder a la realidad del mundo se ve realizando
por medio de los dones y carismas que se van manifestando en medio de la
comunidad siendo, por medio de ellos, fermento vivo actual de la presencia de Dios
en el mundo.
En el Credo decimos, al hablar de la tercera persona de la Trinidad, que creemos
en la Iglesia y sus notas características, siendo esta manifestada por el Espíritu
Santo14, proyectada por el Padre, constituida por el Hijo y manifestada por el Espíritu
que es quien la mantiene en la santidad, pensado desde el principio.
En el concilio Romano del año 382, como se mencionó en el capítulo anterior, fue
cuando se dio la primera declaratoria que marcaría el dogma acerca de los dones del
Espíritu Santo, que otorga a los fieles para su santificación y para el bien de la
comunidad15.
La Iglesia que es un cuerpo en donde el Espíritu distribuye sus dones a todos
aquellos que forman parte de ella según las distintas funciones que cada uno debe
desarrollar, «haciendo a unos apóstoles, a otros pastores y doctores para el
perfeccionamiento de los santos y construir el cuerpo de Cristo16.
Dice Jesús en el Evangelio de San Juan en el Capítulo 14: «Si alguno me ama,
guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra
morada», con ello vemos que en el cristiano no solo habita el Espíritu sino también
13
Y.M. Congar. Pentecostés. 45.
14
Cf. CEC 767-768
15
Cf. Dz 83.
16
Cf. Ef 4,11; Rom 12,4; 1 Cor 12, 4-11.
el Padre, y el Hijo que hacen crecer al hombre que es dócil a la acción del Espíritu en
lo que es llamado la Cristificación.
En el Himno del Veni Creator que aparece en la liturgia de la Solemnidad de
Pentecostés, se menciona como uno de los atributos del Espíritu: «Altissimi donum
Dei», Don del Dios Altísimo, siendo con ello considerado como el primer Don el
mismo Espíritu que es dado por el Padre y el Hijo.
De este Don, el Espíritu Santo, proceden el resto de los dones, ante lo cual podría
surgir la interrogante sobre la cantidad, preguntándose: ¿cuántos son efectivamente
los dones que el Espíritu otorga?
Ante la interrogante según lo mencionado por el Magisterio de la Iglesia y lo que
aparece en la revelación de la Sagrada Escritura son 7 los dones del Espíritu Santo,
según lo menciona el profeta Isaías, ante lo cual no sería temerario querer agregar
otros dones, simbólicamente el 7 evidencia la plenitud, y en los 7 conocidos dones se
recibe la plenitud de la gracia de Dios17.
Una definición dogmática de los dones sería:
«Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en
las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio
Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano»18
La definición según aparece desglosada atribuye a ellos una permanencia
constante en aquel que los ha recibido, así como en Jesús sucedió, que han sido
otorgados por gracia de Dios como regalo al interior de la persona, no como adorno
externo sino que van a la esencia del hombre mismo para perfeccionarlo y hacer que
él, por medio de los dones, sea sensible a la acción de Dios y a sus inspiraciones que
conducirán al bien y hacia los bienes eternos que Jesús mismo ya ha señalado19.
Contemplándolos desde la profundidad que se nos presenta en esta definición se
deben considerar como necesarios para el hombre para continuar en su camino hacia
17
Cf. San Ambrosio. Sobre el Espíritu Santo. 159.
18
A. Royo Marín. El gran desconocido El Espíritu Santo y sus dones. 98.
19
Cf. Ibid 98-100
la perfección según Dios, pues por medio de ellos se recibirán y serán dóciles a las
mociones del Espíritu.
La función de los dones del Espíritu en el alma de la persona es ayudarla a vencer
la corrupción de la naturaleza, ayudándole a vencer la concupiscencia a la que se
tiende como consecuencia del pecado original, pues sin la ayuda de los dones sería
aún más segura la caída en el pecado.
1.1.1 Sabiduría
20
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit. 202-203.
1.1.2 Entendimiento
1.1.3 Consejo
21
Cf. Ibidem 177.
22
Cf. T. Keating. Op. Cit. 27.
La manera en que se descubre la presencia activa de este don en los hombres se va
dando cuando se descubre la necesidad de cambiar o modificar la conducta, pues el
Espíritu enseña la manera adecuada de vivir como hijos del Padre, siendo
inspiraciones concretas, sensatas, claras, sugiriendo la manera de actuar en todo
momento.
La virtud de la prudencia queda perfeccionada por medio de este don, siendo que
por medio de este don el Espíritu actúa de acuerdo con las necesidades de la persona,
actuando para quien lo posee o para un tercero.
La manifestación del Espíritu por medio de este don es en la formación de una
conciencia recta y en la resolución de situaciones complicadas en donde, por sus
propias fuerzas, no podría solucionar para sí mismo o para los demás, siempre
buscando el camino de Dios, en la obediencia a Dios y a los superiores civiles o
religiosos.
Contra este don se presenta la precipitación y la temeridad que se muestran como
autosuficiencia y evidencia una excesiva valoración personal, así como también la
lentitud excesiva.
El Espíritu actúa bajo tres etapas23:
1° Sentir el llamado para realizar una misión o tarea.
2° El fallo de lo iniciado, la decepción por el error.
3° El Espíritu demuestra que en realidad era correcto, actuando entonces la gracia.
Es solo ser dócil a las inspiraciones, al consejo del Espíritu.
El don de consejo actúa no bajo las circunstancias ordinarias, sino que va más allá
de lo que debe actuar y muchas veces contrario a lo que se esperaría, esto es la
completa dependencia a Dios.
1.1.4 Ciencia
23
Cf. Ibid 29.
El Espíritu por este don actúa sobre la inteligencia del hombre ayudándole a
juzgar todo cuanto le rodea y considerar todo de acuerdo con el fin sobrenatural,
donde solamente Dios puede satisfacer los deseos de ellos, juzgando el hombre
rectamente.
El don de ciencia es necesario para poder llegar a la argumentación de la fe.
Enseñan los obispos que el Espíritu sigue actuando, siempre en orden a Dios.
Los vicios contrarios al don de ciencia, van en torno al conocer la verdad y
custodiarle, ante la presunción de querer sobresalir o manifestarse como intelectual,
cuando en realidad no es difícil.
La presencia del Espíritu con este don tiende a enseñar y dejar en claro que todo
cuanto existe y cuando hay es para Dios y todo procede de él, no se manifiesta si no
es para dejar en claro la posiciones que se deben tomar también ante la vanidad y el
deseo de sobresalir.
Es claramente explicado este don cuando San Juan dice: “no es el mundo el que
debe ser evitado, sino que el mundo necesita de la ayuda de los hombres”, con ello la
conciencia de pertenecer temporalmente a la tierra, no afanándose por las
recompensas terrenas, sino que la sabiduría de Dios lleva a trabajar con sentido.
1.1.5 Piedad
24
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit. 142. T. Keating. Op. Cit. 25.
Principalmente este don lleva a la vivencia de lo que Santa Teresita exponía, como
la infancia espiritual, donde el que va acompañando es el Padre, indicando el camino
para la perfección abandonándose como el niño en los brazos de su Padre.
Contra el don de piedad se encuentra la impiedad, que designa todo aquello que
rompe con el deseo de manifestación sensible y también endurece el corazón para
cerrarse a los otros.
No es un temor servil, que corresponde a aquel siervo que teme al castigo que, de
no cumplir con lo indicado, pueda recibir, ante lo cual existiría una mayor desviación
porque aun en ese caso a quien se teme es al castigo y no importa la ofensa a Dios 26.
25
Cf. T. Keating. Op. Cit. 20
26
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit.113
27
Cf. Y. M. Congar. Op. Cit. 345.
y la libertad que orienta sus actos hacia el bien siempre y en todo, provocando que
exista un verdadero horror al pecado y una auténtica contrición por haber faltado a la
caridad de Dios y una mayor vigilancia extrema para evitar las ocasiones próximas al
pecado.
1.1.7 Fortaleza
28
A. Royo Marín. Op. Cit. 128
29
Cf. Y.M. Congar. Op. Cit. 345.
30
Cf. A. Royo Marín. Op. Cit. 140.
31
Cf. T. Keating. Op. Cit. 24.
1.1.8 Los carismas del Espíritu Santo
En el Nuevo Testamento y sobre todo en las cartas de San Pablo se habla sobre los
carismas del Espíritu Santo que llevan la misión de la Iglesia y como lo refiere la
Lumen Gentium en el número 12, donde se expresa la diversidad de carismas que el
Espíritu otorga para bien de la Iglesia.
Ellos han generado conflicto en lo correspondiente a la comprensión acerca de
ellos, unos por considerarlos desde la negación de ellos y otros por darles un valor
fuera de lo común, fuera de lo que en realidad significa cada carisma.
Sobre ellos no podríamos abordar la mención de cada uno de ellos por la gran
cantidad presente en la Sagrada Escritura y en la lectura actual que se puede hacer
sobre la acción del Espíritu Santo.
Carisma deriva de Carij, que significa gracia, don gratuito, una capacitación
especial, que procede siempre de Dios, para la vida y el servicio de la Iglesia y en el
mundo32, que se entienden según el Catecismo de la Iglesia Católica en la línea de
ser “gracias especiales que se ordenan a la gracia santificante33, a la caridad, a la
edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
Estos carismas se han llegado a considerar en diferentes líneas, como
extraordinarios o sencillos, transitorios o permanentes y según la relevancia de
acuerdo a como la Iglesia los considera, pero vistos desde el hecho de que son
otorgados por el Espíritu Santo todos están en igualdad de importancia34.
Aparecen numerados en el texto de Carlos Ignacio González la lista de carismas
que presenta A. Uribe Jaramillo de la siguiente manera:
«1. Apóstoles. 2. Profetas. 3. Doctores. 4. Evangelistas. 5. Pastores. 6. Ministerios
para servir. 7. Gracias de Gobierno. 8. Enseñanza. 9. Exhortación. 10. Dar con
sencillez. 11. Presidir con solicitud. 12. Práctica de la misericordia con alegría. 13.
Asistencia. 14. Virtudes. 15. Poder de milagros. 16. Diversidad de lenguas. 17.
32
J.J. Alviar. El tiempo del Espíritu Hacia una teología pneumatológica. 105. Citando a N. Baumert.
33
Cf. CEC 2003.
34
Cf. CEC 799-801
Interpretación de lenguas. 18. Discreción o discernimiento de Espíritu. 19. Profecía.
20. Curaciones en el Espíritu Santo. 21. Fe en el mismo Espíritu. 22. Palabra de
ciencia. 23.Palabras de sabiduría. 24. Y, ante todo, la Caridad que puede
manifestarse en infinitas formas».35
Ante la gran variedad de carismas que se pueden presentar, debe existir un
proceso de discernimiento, que viene a darse después que se ha presentado la
iniciativa del Espíritu bajo un acompañamiento en el tiempo con paciencia,
oportunidad y comprensión pues los poseedores de los carismas también se van
purificando por la acción misma del Espíritu.
Los carismas son elementos constitutivos de la Iglesia, que suponen la existencia
de la institución donde se ejercitará tal o cual carisma, cuya función será la de
«provocar a la institución hacia una autenticidad y vitalidad que le permitan ser
soporte y expresión del ministerio de la Iglesia.»36
Otro de los temas a tratar acerca del Espíritu Santo, son los frutos que debido a
que, en el hombre que ha recibido los dones, ha realizado actos buenos que llevan la
virtud misma de Dios que le ha inspirado y donde el alma ha encontrado consolación
después de haber sido realizados.
Estos no vienen a ser lo mismo que los dones, ni que los carismas, pues ellos son
producto de los actos que satisfacen a quien los ha obtenido por notar que son
procedentes de la inspiración divina y a Dios mismo tienden.
Los frutos tienden a la satisfacción espiritual y no al placer carnal como lo
producen las obras de la carne, sino que tienden a un fin espiritual y trascendente
profundo, pues es el Espíritu Santo quien está moviendo a lo que está por encima de
nosotros.
35
C.I. González. Op. Cit. 287.
36
J.J. Alviar. Op.Cit. 113.
El registro acerca de la cantidad de frutos que suscita el Espíritu son reconocidos
doce: caridad, gozo espiritual, paz, paciencia benignidad, bondad, longanimidad,
mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad, según las que alcanza a presentar
San Pablo en la carta a los Gálatas (Gal 5, 22-23).
Además de todos aquellos que se consagran para servir a Dios en su Iglesia, entre
los fieles cristianos Laicos que, viviendo su condición bautismal, se reúnen en un
43
Cf. C. Theobald. El estilo de vida Cristiana. 71.
pequeño grupo, con las personas de la misma parroquia, o barrio, o comunidad y se
dedican ya sea al estudio de la Palabra de Dios, a la reflexión sobre la situación
actual, al servicio a los demás hermanos que pasan necesidad, formando así grupos,
movimientos y asociaciones, cuyo objetivo es animarse en la fe, mantenerse fieles al
Señor y servir en su Iglesia.
Durante varios años en nuestra Diócesis vemos pasar diversos grupos y
movimientos que trabajan con los jóvenes, con las familias, con los adolescentes y
que luego desaparecen para formar otro nuevo grupo o movimiento, siendo que ahí
también el Espíritu Santo va actuando entre todos ellos.
Todos estos movimientos y asociaciones que deben estar acompañadas, para no
desviar la misión auténtica por la que se habían constituido como tal, ofrecen sus
servicios para todos los hombres y mujeres, de todas las edades, para que reciban
también la buena nueva del Evangelio que ellos ya han recibido.
Aun a pesar de que se manifiesta la presencia acompañante de Dios existe la
tentación de creer que el Espíritu Santo ya no lo es, pues como en antiguo se daban
falsos profetas, también ahora pueden surgir falsos profetas que en vez de unir y
trabajar en favor de la Iglesia destruyen y alejan a quienes se esfuerzan por vivir su
fe.
No se puede desacreditar algún grupo o movimiento si aun no se ha acompañado,
es cierto que pueden existir desvíos y errores, pero la misión del pastor es
acompañar, es guiar, es caminar junto con aquellos que forman parte de su parroquia,
así que se debe verificar cada uno de los grupos y movimientos, no para aprobar o
desaprobar sino para manifestarles el apoyo y pedirles su servicio en conjunto para el
bien de la comunidad y de la Iglesia.
1. Conclusión
«»
Bibliografía
- J. ENCISO, Manifestaciones naturales y sobrenaturales del Espíritu de Dios
en el A. T., «Estudios Bíblicos» 5 (1946) 351-380;
- J. GoITIA, La noción dinámica de «pneuma» en los libros sagrados,
«Estudios Bíblicos» 15 (1956) 147-185; 341-380; 16 (1957) 115-159
- M. MEINERTZ, Teología del Nuevo Testamento, Madrid 1963;
- P. VAN IMSCHOOT, Teología del Antiguo Testamento, Madrid 1969, 234
ss.
- Henri CAZELLES. Cuadernos bíblicos nº 52.