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ANTIGUA ROMA
LA EDUCACIÓN EN LA ANTIGUA ROMA
Introducción
La Antigua Roma fue una civilización que perduró más de un milenio y sus
costumbres y tradiciones fueron evolucionando a lo largo de todo ese tiempo.
A partir de los siete años, el padre era el responsable de educar a los hijos.
Enseñaba a su hijo a leer, escribir, usar las armas y
cultivar la tierra, al mismo tiempo que le impart ía los
fundamentos de las buenas maneras, la moral, la reli-
gión y el conocimiento de la ley.
En ese sentido, podemos hablar de una educaci ón sexista, pues el niño apren-
día sobre agricultura, el manejo de las armas y ritos religiosos mientras que las ni-
ñas se dedicaban a formarse en tareas domésticas.
Tras los siglos III y II a. C., Roma al conquistar Grecia, entra en contacto con
la cultura griega y la superioridad cultural helenista marcar á la cultura y la educa-
ción romana.
La educación familiar ya no es suficiente y copian gran parte de los métodos
de enseñanza y actividades del sistema griego. Desde entonces, Roma se llena de
preceptores griegos y filósofos. Las familias con más recursos económicos contrata-
ban un preceptor privado para sus hijos, mientras que para las familias m ás pobres
y para los esclavos, apareció la figura del maestro de escuela.
ETAPAS EDUCATIVAS
Esta etapa del sistema educativo comprendía desde los 7 hasta los 11 años.
Con la influencia de la cultura griega, la figura del padre como educador fue
perdiendo importancia y ganándola el pedagogus, que era el que llevaba el niño a la
escuela, y el litterator, que enseñaba a leer, a escribir y a contar.
A las escuelas se las llamaba ludi (de ludus, que significa juego, diversión),
nombre que hace referencia a su actividad como complementaria a la educación
doméstica.
No obstante, en los últimos años del Imperio la asistencia a las escuelas au-
mentó de tal manera que hubo que hacer divisiones dentro de las clases, atendiendo
a la capacidad de los alumnos, su ritmo de trabajo, sus progresos, los temperamen-
tos y su atención y aplicación.
Las clases comenzaban al alba, y el curso tenía una duración de unos ocho
meses, desde octubre hasta julio. La jornada escolar era doble, y por las tardes los
niños iban a las termas para un baño, sin otra actividad fí sica.
1. Suasoriae, discursos sobre temas históricos. Eran monólog os en los que persona-
jes famosos de la historia valoran el pro y el contra antes de tomar una decisión.
2. Controversiae, discusiones entre dos escolares que defendían puntos de vista con-
trarios sobre temas judiciales muy variados.
“Asuma ante todo un espíritu de padre con respecto a sus alumnos, y piense que está
en el lugar de aquellos que le han confiado a sus hijos. No tenga él vicios, ni los tole-
re. No sea desagradable su actitud austera, no sea excesiva su familiaridad; no vaya
a ser que nazca de la una odio y de la otra desprecio. Hable mucho de honestidad y
bondad, pues cuantos más avisos dé, menos castigará. No se deje llevar nunca por la
ira, pero tampoco deje pasar lo que debe corregirse. Sea sencillo en su enseñanza,
sufridor del trabajo, esté siempre cercano, pero no en exceso. Responda gustoso a
los que le preguntan, a los que no le preguntan, pregúnteles de repente. En las ala-
banzas de las exposiciones de sus alumnos no sea tacaño, pero tampoco exagerado,
porque lo uno provoca disgusto con respecto al trabajo, lo otro autosuficiencia. Al
corregir lo que debe, no sea duro, y mucho menos, amenazador, pues a muchos les
aleja del propósito de estudiar el que algunos les repriman como si les odiasen. Diga
alguna vez, es más, muchas, y diariamente, constantes ejemplos sacados de la lec-
ción para su imitación, sin embargo, según se dice, la viva voz alimenta mucho más
y, sobre todo, la del maestro al que sus discípulos, si están bien educados, aman tan-
to vomo veneran. No se puede decir cuánto más gustosamente imitamos a quienes
apreciamos”.
LOS ALUMNOS.
“Después de hablar bastante de los deberes de los maestros, a los d iscípulos, entre-
tanto, sólo les recomiendo esto: que amen a sus maestros no menos que a los mismos
estudios, y crean que son sus padres, no físicamente hablando, sino en el plano inte-
lectual. Este deber hacia el maestro ayudará mucho al estudio, pues los e scucharán
mejor y creerán en sus palabras, y desearán vivamente parecerse a ellos. Finalmente
vendrán contentos y entusiasmados a las reuniones de las escuelas, no se enfadarán
cuando se les corrija, se alegrarán cuando se les alabe, y se dedicarán al est udio
para ser los más queridos. Pues así como el deber de aquéllos es enseñar, el deber
de éstos es mostrarse dóciles. De lo contrario, una cosa no sirve sin la otra. Y así
como el hombre nace de la unión de uno y otro progenitor, y en vano se esparce l a
semilla si no la calienta el surco bien mullido, de la misma manera, la elocuencia no
puede desarrollarse si no existe la concordia asociada del que transmite y del que
recibe”.
Algunas citas importantes de Séneca, que fue muy conocido por sus obras de
marcado carácter moralista:
- La vida es como una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada .
- Enseñando aprendemos.
- Vive de tal manera que no hagas nada que no puedas decir a tus propios amigos .