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En este ensayo se utilizarán, en general, los términos “pro-vida” y “pro-elección”
para hacer referencia a los detractores y a los defensores del derecho al aborto
respectivamente[2].
Sobre la argumentación
Vida humana
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embrión, y así la interrupción del proceso evolutivo del embrión es análoga a la
destrucción de espermatozoides y óvulos (por ejemplo, mediante el uso del
preservativo). Pero se pasa por alto que el espermatozoide y el óvulo por
separado no son seres humanos, no poseen los 46 cromosomas del nuevo
organismo ni tienen capacidad para auto-desarrollarse como tal. Un embrión, en
cambio, es un ser humano de facto. Espermatozoide y óvulo pueden llegar a serlo
si se “fusionan”, pero mientras no se produzca la fecundación son simples
espermatozoides y óvulos.
Parece que para muchos pro-elección la apariencia física del embrión juega un
papel significativo en este debate. ¿La forma importa? ¿El tamaño importa?
Determinar la humanidad de un individuo por su aspecto externo es algo, cuando
menos, poco serio y muy poco científico. ¿Qué fisonomía se supone que debe
tener un ser humano? En efecto, un embrión es físicamente muy distinto a un
adulto de treinta años, pero también lo es un feto respecta a un adulto y un bebé
respecto a un abuelo. Lo que ha cambiado es el “formato”, la naturaleza es la
misma. ¿Y qué debemos juzgar, la forma o la esencia?¿Lo contingente o lo
inmutable? En realidad no hay modo alguno de establecer una línea divisoria en el
proceso evolutivo que separe lo que se presume humano de lo que no, ni desde el
punto de vista aspectual (apariencia) ni desde el punto de vista sustancial
(naturaleza). La vida de un individuo tiene su origen en el zigoto y concluye con la
muerte, y cualquier fotograma que se elija de este proceso vital se percibirá
idéntico al fotograma anterior y al posterior. El estado embrionario del ser humano
es sólo una fase más de su desarrollo, como lo es, por ejemplo, la niñez.
Uno de los argumentos pro-elección más recurrentes, y al cual hay que oponer
una cumplida respuesta, es el de la etapa “pre-embrionaria” y la no-individualidad
del embrión o el “pre-embrión”[8]. Richard McCormick, teólogo bioético, es uno de
los valedores del concepto de “pre-embrión”[9]. Atendiendo a sus palabras: “Debe
tenerse en cuenta que en el estado de zigoto el individuo genético no es aún
evolutivamente único – una fuente de un solo individuo”[10]. La individualidad
evolutiva (y por tanto el embrión) acaecería en el momento de la implantación[11].
McCormick sostiene que la “entidad multicelular” primigenia (blastocisto) no posee
individualidad porque es una mezcla de células que originarán el ser adulto (capa
interior del blastocisto) y células que serán descartadas en el nacimiento (capa
exterior), como las de la placenta o el cordón umbilical. La individualidad vendría
dada exclusivamente por las “células esenciales” (la capa interior). Pero el
blastocisto, al estar compuesto por una combinación de “células esenciales” y
“células no-esenciales”, no poseería individualidad evolutiva[12]. Este
planteamiento es cuestionado por los embriólogos O’Rahilly, Larsen y Moore
(entre otros), que afirman que no todas las células de la capa exterior serán
“descartadas” y que algunas células de la capa interior contribuyen al desarrollo
de la capa exterior (las dos capas no serían de este modo entidades plenamente
“separadas”)[13]. Al mismo tiempo, desde el flanco pro-elección se arguye que
hasta el catorceavo día aproximadamente el “pre-embrión” podría dividirse y dar
lugar a más de un individuo (gemelación), por lo que aún no sería un individuo
único. No habría individualidad mientras fuera susceptible de fraccionamiento. En
realidad, como expone el doctor O’Rahilly, la duplicación también puede darse a
partir del catorceavo día (los siameses, por ejemplo)[14]. Pero la cuestión
primordial es, ¿la posibilidad de dividirse implica no-individualidad? En la mayoría
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de casos el embrión no se divide, luego entonces ¿no habrá sido siempre “un solo
individuo”? Quizás lo que habría que presumir no es que el embrión puede originar
más de un ser humano, sino que puede no hacerlo (que es lo más probable);
puede que sea siempre un único individuo. Pero lo relevante es, según el profesor
Jesús Ballesteros refiriéndose a la valoración de Roberto Adorno, que “lo que
constituye en biología a un individuo no es la imposibilidad de división, sino la
organización de su estructura“[15]. O refiriéndose a Gunther Rager, lo esencial es
“que se trata de un ser que mantiene invariable su unidad dinámica, su sistema
orgánico, mientras que el problema de la división es secundario”[16]. La noción de
pre-embrión, por tanto, sería un mero artificio. Atendiendo al profesor Ballesteros,
el catorceavo día (en el que algunos afirman que se inicia la fase embrionaria) “fue
establecido, como señala Blázquez (p. 394 y 191), para mitigar la ansiedad de la
gente. (...) Se eligió arbitrariamente el día 14, y posteriormente se argumentó que
en torno a esa fecha se producía la cresta neuronal y la implantación en el útero...
y el fin de la multitotipontecialidad. Testart (1992, p.164ss) destaca que la
invención del día 14 no es más que un ardid del utilitarismo para lograr la
eugenesia, la selección de los seres humanos”[17].
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serlo también los embriones que se hallan en el útero materno? Son igualmente
embriones, lo que les distingue es sólo el entorno en el que se encuentran. En
esta línea, ¿pierde un enfermo entubado y con respiración asistida su
individualidad? Está claro que será más dependiente, pero sigue siendo una
“entidad biológica separada”.
Finalizamos este apartado con el dictamen del genetista Jerome Lejeune: “(C)ada
uno de nosotros tiene un único principio, el momento de la concepción (...) Tan
pronto como los 23 cromosomas llevados por el espermatozoide se encuentran
con los 23 cromosomas llevados por el óvulo, la información general necesaria y
suficiente para concebir todas las características del nuevo ser ha sido recogida
(...) (C)uando esta información llevada por el espermatozoide y el óvulo se ha
combinado, entonces un nuevo ser humano es definido, lo cual nunca ha ocurrido
antes ni nunca ocurrirá otra vez (...) [el zigoto, y las células producidas en las
subsiguientes divisiones] no son simplemente células no descriptivas, o una
“población” o “colección” suelta de células, sino un individuo muy especializado,
(...) alguien que se construirá de acuerdo con sus propias reglas”[21].
Conclusión
Persona y derechos
El origen del ser humano es el zigoto unicelular, pero ¿es esta entidad un sujeto
portador de derechos? ¿Por qué iba a serlo? La cuestión clave es, ¿cuándo
surgen los derechos? ¿A qué van vinculados? Comúnmente se considera que
sólo la persona es titular de derechos individuales. ¿Y qué es una persona?
Atendiendo a la definición usual, se trata de un ser vivo con la capacidad de
razonar y elegir (siendo ambos términos interdependientes)[24]. Así pues, habría
que distinguir la noción de “ser humano” de la de “persona”; aquella nos remite a
la biología, mientras que ésta nos remite más a la filosofía[25].
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la manifestación de la racionalidad, a la demostración, al acto, al proceder, a la
actividad volitiva...[26] Para la primera, la persona empieza cuando lo hace la
naturaleza racional del individuo, esto es, en el día 1 de la concepción. Para la
segunda, la persona empieza en algún punto después del día de la concepción,
cuando la capacidad racional se ha desarrollado lo suficiente y el nuevo individuo
pasa de la potencia al acto.
El conjunto del movimiento pro-vida identifica el origen del ser humano biológico
con el origen de la persona titular de derechos. Luego desde el día 1, desde el
zigoto unicelular, estaríamos ante un individuo con derechos. Por su parte, los pro-
abortistas a menudo tienden a despersonalizar al no-nacido, ya sea sólo en su
fase embrionaria o en todo el proceso uterino. El nonato despersonalizado, el no-
nacido que no es persona, no poseería derechos, y por tanto sería lícito destruirlo.
Si no es persona, ningún derecho protege al no-nacido de la voluntad abortista de
la madre. Existen dos maneras de negar la naturaleza personal del no-nacido (y
del ser ya nacido):
Segundo: argumentado que la persona surge después del ser humano. Aquí no
hay necesidad de negar la humanidad del no-nacido, sino sólo su carácter
“personal". El zigoto unicelular puede que fuera un ser humano, pero no sería una
persona, y por tanto no gozaría de derechos. En este capítulo analizaremos este
razonamiento.
Antes de disertar acerca del momento en el que empiezan los derechos de un ser
humano es muy necesario especificar de qué derechos estamos hablando. A
menudo el discurso pro-vida no hace esta concreción (quizás a veces ni se la
plantea). Si se afirma que la persona es portadora de todos los derechos
individuales, y la persona surge cuando lo hace el ser humano, entonces desde el
día 1 el nuevo ser poseería todos los derechos individuales. Eso significaría, por
ejemplo, que un niño de cuatro años tendría exactamente la misma libertad, los
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mismos derechos, que un adulto de cuarenta años. No parece razonable esta
propuesta desde una perspectiva liberal/libertaria, puesto que la libertad está
vinculada a la conciencia, a la capacidad de elegir, y a la responsabilidad.
Aquellos individuos con una conciencia (o capacidad efectiva de elección, o
autonomía moral...) reducida (niños, disminuidos psíquicos, enfermos mentales...)
son menos responsables. Parece lógico que los “poco-conscientes” estén sujetos
a cierta tutela por parte de terceros, y que en consecuencia posean unos derechos
individuales más limitados. ¿O es que un chico de seis años tiene el mismo
derecho que su padre a crear una empresa o a comprar tabaco? Así es que la
libertad se adquiriría de manera progresiva, conforme evolucionara la conciencia,
la autonomía moral del individuo[27]. Lo que los pro-vida deben especificar es que
la persona primigenia (el embrión unicelular) no posee todos los derechos
individuales (o al menos no de manera efectiva), sino el principal, el que precede a
todos los demás: el derecho a la vida.
Buena parte del movimiento pro-elección sostiene que el derecho a la vida surge
cuando el poder racional del ser humano se torna en acto, se hace efectivo. Sólo
cuando el individuo puede elegir es portador de derechos individuales,
encabezados por el derecho a la vida. Esta propuesta resulta totalmente arbitraria,
y además conlleva unas implicaciones que difícilmente aceptarán la inmensa
mayoría de sus defensores. Si persona significa tener racionalidad efectiva,
facultad efectiva para elegir entre opciones, ¿cuándo empieza? Por supuesto el
no-nacido no será persona, ya que su racionalidad efectiva, su autonomía moral,
es nula. Entonces el embrión y el feto no poseen el derecho a la vida y pueden ser
destruidos, abortados. Pero, ¿acaso poseen autonomía moral los bebés recién
nacidos? ¿Y los niños? ¿Y los disminuidos psíquicos? ¿Y los enfermos mentales?
¿Y los comatosos? ¿Y los drogados? Siguiendo la lógica del argumento, ¿no sería
permisible el infanticidio? ¿O aplicar la eutanasia a los disminuidos? ¿O utilizar a
los individuos en estado vegetal para la investigación científica? De hecho,
¿conservaríamos el derecho a la vida mientras dormimos? No somos conscientes,
no estamos ejerciendo efectivamente nuestra capacidad racional... Las
implicaciones continúan: si nuestro baremo para asignar derechos es la
racionalidad efectiva, algunos animales podrían ser más personas que los bebés,
por ejemplo. Atendiendo al filósofo consecuencialista Peter Singer, uno de los
valedores de esta tesis, “(a)hora tiene que admitirse que estos argumentos son
aplicables tanto a los recién nacidos como a los fetos. Un bebé de una semana no
es un ser racional, consciente, y hay muchos animales no-humanos cuya
racionalidad, conciencia, conocimiento, capacidad para sentir dolor (sensibilidad),
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y otros rasgos, exceden los del bebé humano de una semana, un mes, o incluso
un año. Si el feto no tiene el mismo derecho a la vida que una persona, parece
que un bebé recién nacido es de menos valor que la vida de un cerdo, un perro, o
un chimpancé”[28]. Creo que casi todos los pro-abortistas rechazarán
categóricamente estas implicaciones[29]. Sea como fuere, no bastaría con
aceptarlas. Cualquier tentativa de establecer una fecha posterior al día 1 que
determine el inicio de la persona resulta arbitraria, y por ende, insostenible.
Porque una vez se reconoce que la persona surge en un momento concreto, ¿qué
impide retroceder un poco más en el tiempo? ¿O avanzar? El caso es que no
puede marcarse cuando la no-racionalidad se convierte en racionalidad[30]. La
evolución del ser humano es un proceso sin saltos cualitativos que permitan trazar
una frontera. Algunos pro-elección consideran, por ejemplo, que el ser humano
deviene persona a partir del instante en que se forma el cerebro y/o el sistema
nervioso, lo cual sucedería sobre la octava semana de gestación. Invocan, pues, a
cierto desarrollo del soporte físico de la racionalidad. Pero, ¿por qué iba a ser el
primitivo estado de la corteza cerebral el fundamento de la persona? Se trata de
una característica formal, de ningún modo sustancial. La capacidad racional
efectiva sigue siendo nula. Y la naturaleza racional del individuo sigue siendo
plena. Asimismo no hay que olvidar que la integración del cerebro no finaliza hasta
unos cuantos meses o años después del nacimiento[31]. Entre el nacimiento y los
dieciséis años el tamaño del cerebro se triplica[32].
Así es que desde el día 1 el no-nacido, en tanto que persona, tiene el derecho a la
vida: no puede ser destruido, eliminado, ejecutado... tal y como sucede en la
mayoría de abortos. Cuando el aborto es un acto de destrucción activo, como el
desmembramiento o envenenamiento del feto, se trata netamente de un
asesinato. De nada sirve aducir que el no-nacido es un “trasgresor” o un “agresor”
que viola la libertad de la madre y lo que es de su propiedad (su cuerpo), porque
no es un “agresor” en absoluto, como veremos en el próximo apartado, ni su
situación constituye “delito” alguno que pueda sancionarse. Y aún suponiendo que
fuera un “agresor”, dudosamente merecería la pena máxima por su “agresión”.
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De acuerdo con la doctrina liberal, los derechos son negativos, es decir, protegen
a la persona de las interferencias ajenas. En el caso del derecho a la vida significa
que un individuo no puede ser matado por otro individuo. Pero eso no implica que
uno tenga la obligación de velar por la vida de otra persona. En conformidad con
la teoría de los derechos negativos no puede asesinarse a un individuo, pero se le
puede dejar morir de hambre. Tenemos derecho a ejercer nuestra libertad
mientras no vulneremos la de los demás, y en consecuencia no se nos está
permitido matar, pero tampoco estamos obligados a socorrer. Que consideremos
moralmente aberrante dejar morir de hambre a un individuo es otra cuestión. La
moral no corresponde a la Ley sino a las personas. Y aquí se discute el papel de
la Ley. Así es que, atendiendo al principio de los derechos individuales (que no a
la moral) tenemos derecho a ser pasivos ante las desgracias de los demás. Nadie
(y eso incluye al Estado) tiene derecho a exigirnos bajo coerción que asistamos a
otra persona. Lo contrario es servidumbre.
Sea como fuere, hay que subrayar que la inmensa mayoría de los abortos
actuales no se realizan mediante acciones pasivas (evicción), sino activas
(desmembramiento del no-nacido, envenenamiento...). Por tanto, el argumento
pro-elección de la “pasividad” no es válido para justificar buena parte de la
realidad abortista vigente.
Conclusión
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un estado de vulnerabilidad que dudosamente suscribirán la mayoría de pro-
abortistas. Así pues, el ser humano posee el derecho a no ser privado de la vida
desde el día 1 de la concepción, lo cual convierte netamente en homicidios los
abortos que emplean procedimientos activos para terminar con la vida del no-
nacido.
Responsabilidad parental
Recogiendo esta premisa, Judith J. Thomson argumentó a favor del aborto por
evicción en su artículo “A defense of abortion”[36]. Thomson expuso la siguiente
analogía: un individuo en estado inconsciente necesita conectarse a los órganos
de alguien durante nueve meses para sobrevivir, y es “enchufado” a nosotros
mientras dormimos. Así es que al despertarnos nos encontramos con una persona
acoplada a nuestro organismo. Su vida depende de ello; si la separamos
fallece[37]. ¿Estamos obligados a permanecer unidos durante nueve meses? ¿Y
si fueran nueve años? ¿Y si fuera el resto de nuestra vida? Thomson sostiene que
la persona que padece la conexión puede desconectarse, porque lo que requiere
el individuo necesitado para sobrevivir es algo a lo que no tiene derecho. Uno
puede acceder a compartir sus órganos con el enfermo, pero no puede ser
obligado a hacerlo. Por tanto, el individuo sano que es conectado sin su
consentimiento tiene derecho a desvincularse. En el caso del aborto la
desconexión sería la evicción, la expulsión del no-nacido. La mujer no estaría
obligada a prestar su cuerpo al nonato, por lo que puede abortar (mediante acción
pasiva, no mediante desmembramiento, envenenamiento...).
Ante todo cabe apuntar una implicación importante que se desprende de esta
tesis: los padres no están obligados a asistir a sus hijos, luego sería lícito el
abandono. ¿Están dispuestos a aceptar esto los defensores de la evicción?
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a ella. Es producto del acto sexual voluntario de sus padres[38]. Ambos lo han
creado y “conectado” a la madre. Su estado de vulnerabilidad ha sido causado por
sus padres, por lo que han incurrido en una responsabilidad hacia él. Asistir, pues,
al niño, al bebé, al no-nacido... no es un acto de caridad que esté sujeto a
elección. Es un deber de los progenitores, causantes de su existencia y de su
situación dependiente.
Pues ahora sustituyan A por el padre y la madre, Z por el acto sexual, B por el no-
nacido y el contexto del avión por el embarazo. Quizás sea una analogía
imperfecta, pero creo que es válida para examinar la cuestión de la
responsabilidad parental[40].
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Conclusión
Los padres, mediante el acto sexual voluntario, conciben una nueva persona y la
sitúan en una posición de dependencia y vulnerabilidad (que no termina con el
nacimiento). Los progenitores, ambos por igual, son la causa de su condición frágil
e insegura; no pueden desentenderse[41]. El individuo, desde su estado
embrionario hasta que adquiere autonomía moral, hasta que cesa su carácter
dependiente, tiene derecho al cuidado de sus padres, y por lo tanto el no-nacido
tiene derecho a anidar en el cuerpo de la madre y a alimentarse de él. El aborto
por evicción, como el abandono de un crío, no es (sólo) un acto inmoral, es un
acto criminal[42].
Otras cuestiones
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¿Los derechos del no-nacido implican un estatismo orwelliano?
Ante todo cabe anotar que el artículo de Tibor Machan se remite a las
implicaciones prácticas de los postulados pro-vida. No es un ataque a los
principios, así que la validez de la argumentación desplegada en este ensayo no
se ve afectada. De todos modos plantea un asunto de grave trascendencia:
¿cómo aplicar las tesis anti-abortistas y qué consecuencias puede tener dicha
aplicación?
Sin entrar en demasiados detalles, conviene aseverar que del derecho a la vida
del no-nacido no se sigue un Estado-Policía ni ningún tipo de intrusión estatista
que haya de convulsionar los niveles de privacidad actuales. El jurista Edwin
Vieira, en su réplica a Machan, afirma que para la protección del no-nacido sirven
en buena medida las técnicas y los estándares legales vigentes. Las
investigaciones, por ejemplo, serán normalmente innecesarias antes de la muerte
del nonato, y aun cuando ésta suceda lo más probable es que para determinar si
se ha producido por causas naturales baste un simple certificado médico, como
ocurre cuando fallecen el resto de personas. Asimismo, conocer la existencia de
“todos” los no-nacidos no será siempre un requisito para protegerlos, puesto que,
por ejemplo, puede perseguirse a médicos abortistas aunque inicialmente se
ignore la presencia de víctimas. Edwin Vieira admite que es más difícil descubrir el
aborto de un no-nacido cuya existencia las autoridades ni siquiera sospechan, que
el homicidio de un niño con certificado de nacimiento, pero si se tuviera constancia
del procedimiento abortista (quizás porque lo ha ejecutado un médico) se podría
encausar a los culpables aunque las autoridades ignoraran a priori la existencia de
la víctima.
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Casos excepcionales: violación y riesgo de muerte
John Walker sostiene que el aborto por evicción de la mujer violada equivale a
dejar de presionar el botón, en cuyo caso se estaría actuando como “agente” del
culpable primero. Es decir, el violador ha impuesto una situación a la madre (o al
piloto, o a los que presionamos el botón); sin embargo, una vez dada esta
situación abortar sería un homicidio e implicaría complicidad criminal por parte de
la madre (o del piloto o de los que presionamos el botón)[51].
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persona. La madre no causa (en el sentido estricto) la muerte del feto expulsado;
la causa su condición de persona totalmente vulnerable[54]. En la analogía del
avión y del ascensor hay acciones causales activas: el piloto nos empuja al vacío,
y dejar de presionar el botón provoca la caída libre del ascensor. La evicción, sin
embargo, no parece entrañar una agresión de este tipo. La madre niega el
suministro de “alimentos”, corta la “ayuda”. Para ello es preciso “desconectar” al
no-nacido de sí misma. ¿Esta “desconexión” revoca la pasividad del acto? No lo
creo. Recuperemos la analogía de Judith Thomson (el individuo inconsciente
necesitado de órganos que es conectado a nosotros mientras dormimos): Está
claro que para dejar de asistir al otro individuo tenemos que desconectarlo ¿qué
sucedería si nosotros pudiéramos controlar a voluntad nuestros órganos y fluidos
e impidiéramos que el individuo que tenemos conectado participara de ellos? Los
conductos que nos enlazan estarían vacíos, no tendrían utilidad alguna. ¿No
podríamos entonces cortarlos sin que nadie pudiera alegar que se trata de una
acción activa? Así es que lo relevante no son los vínculos entre los dos individuos,
sino la asistencia que uno dispensa al otro.
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La inmoralidad del aborto
Hemos visto que parece haber espacio para la moralidad subjetiva en el caso
excepcional del embarazo por violación. La inexistencia de responsabilidad por
parte de la madre le otorgaría el derecho a elegir abortar por evicción, y a elegir,
por tanto, de acuerdo con su moral particular. Así es que, sentado este punto, uno
debiera preguntarse si la evicción del no-nacido, además de legal, es también
moralmente correcta. Antes de emitir cualquier veredicto precipitado valdría la
pena recordar que la evicción del nonato es comparable al abandono de un bebé
en medio de un bosque o a dejar morir de hambre a un parapléjico que tenemos
junto a nosotros. Aquél que no considere reprochable la evicción tampoco debería
considerar reprochables los otros dos ejemplos de no-asistencia.
La legitimidad del aborto (en el sentido jurídico) no bastaría para justificarlo. Que
una acción sea legal no significa que sea ética. Así pues, aún en el caso de que
determinados argumentos pro-vida estuvieran equivocados o fueran rechazados,
los pro-elección tendrían que enfrentarse a complejas cuestiones morales.
Porque, por ejemplo, aquellos que se acogieran a la “carencia de racionalidad
efectiva” del no-nacido (concediendo que hubieran eludido la arbitrariedad del
concepto) y aprobaran el desmembramiento del feto no podrían escapar a la
equivalencia moral del infanticidio[58]. Y desechando el argumento de la
responsabilidad parental no evitarían, como en el caso del embarazo por violación,
la equivalencia entre la evicción y el abandono de un bebé.
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importa que el bienestar de la madre embarazada implique el aborto de un ser
humano inocente. El fin justifica los medios.
Clonación terapéutica
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La incoherencia de los pro-elección estatistas
Que en este tema la izquierda haga suyas premisas liberales quizás puede
explicarse por su inclinación a subordinar los principios a los fines. Examinemos
con más detenimiento la incoherencia de muchos pro-elección estatistas en
cuanto al aborto y observemos por qué, si siguieran la misma lógica que emplean
en otros campos, debieran ser los más acérrimos pro-vida.
Frederic Bastiat definía el Estado como ese ente ficticio bajo el cuál todos
pretenden vivir a expensas de los demás. Tal es la realidad del estatismo: la
institución de la servidumbre en pro de determinadas concepciones morales
particulares. Los derechos negativos liberales son desplazados, entre otras cosas,
por derechos positivos, que en relación con los anteriores no son más que anti-
derechos. La negatividad hace alusión a la no interferencia: el individuo está
protegido de intervenciones ajenas, la libertad del individuo no puede ser violada
por nadie. La positividad estatista, en cambio, se refiere a un derecho a recibir, a
poseer, que naturalmente implica una obligación a suministrar: cuando un
individuo tiene derecho a una educación gratuita, a una sanidad pública, a una
vivienda protegida, a un subsidio de paro, a una pensión, a una subvención, a una
renta básica... es que alguien está obligado a proporcionárselo. Y si el mismo
individuo no puede dispensárselo por entero, si recibe más de lo que paga,
significa que un tercero está cargando con la diferencia, que un tercero está
siendo compelido a trabajar para él. ¿Y el Estado? El Estado no es ninguna
entidad supra-terrenal capaz de crear y distribuir riqueza por doquier, sólo es el
intermediario entre los beneficiarios y los despojados. Los recursos del sector
público no manan de la nada. La subvención a una industria o la provisión de un
servicio se hace a costa de los bienes de alguien, de la labor de alguien, y el
Estado es el instrumento mediante el cuál se instaura este trabajo forzado. Pero
parece que el expolio cobra legitimidad cuando se realiza a través de la
Administración. En rigor la usurpación es la misma ya la perpetre un maleante con
pasamontañas y arma blanca, ya lo haga un burócrata con corbata custodiado por
el poder coercitivo estatal.
Así es que los estatistas van más allá del derecho a la vida, que dicta que no te
den muerte, y reclaman el “derecho a la vida digna”, que impone a los otros la
obligación de servirte. ¿Pero dónde está la servidumbre cuando se trata del no-
nacido? ¿Dónde está la obligación de socorrer a los demás? ¿Dónde está ese
sacrificio de la libertad individual en favor de la ayuda al prójimo? Ha
desaparecido. La asistencia impuesta se ha esfumado. Ahora, paradojas del
estatismo, los pro-elección progresistas invocan la soberanía incondicional de la
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madre, su libertad de elección. Se obliga a la ciudadanía a proporcionar servicios
a un obrero humilde, pero ante una criatura dependiente y totalmente vulnerable
como es el nonato no sólo no se exige la asistencia sino que además se permite
su desmembramiento o su envenenamiento (los abortos que no son por evicción).
Es de una incoherencia superlativa que aquellos pro-elección de izquierda que
aceptan la humanidad del zigoto unicelular renuncien a su lógica de la
servidumbre en beneficio de la libertad de elección de la madre[61]. La autonomía
personal, el derecho a la no-asistencia... son conceptos puramente liberales e
individualistas. El estatismo no casa con las propuestas libertarias de Judith
Tomson o Murray Rothbard acerca de la evicción. De hecho un pro-elección
estatista no tiene siquiera necesidad de enfrentarse al argumento de la
responsabilidad parental (que presenta un vínculo de causalidad que obliga a los
padres a asistir a sus hijos), porque los estatistas no requieren de ningún tipo de
“relación causal” para justificar la servidumbre[62]. Bajo su óptica la sociedad
entera estaría obligada a cuidar de los no-nacidos, no sólo los progenitores.
Así pues, los pro-elección estatistas tienen menos margen de maniobra que los
pro-elección liberales, porque no pueden apelar (coherentemente) a la
independencia del individuo, al derecho a la no-asistencia. Sí pueden, no
obstante, impugnar el argumento de que el ser humano empieza el día 1 de la
concepción o el argumento de que el derecho a la vida va pareja a esa
humanidad[63]. Pero todos aquellos pro-elección estatistas que concedan que la
persona empieza con el zigoto unicelular debieran ser los más ardientes anti-
abortistas, puesto que para ellos el no-nacido no sólo tendría entonces el derecho
a la vida, sino también el “derecho a una vida digna”[64].
Conclusión
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Por último, cabe alegar una razón más en favor del derecho a la vida del no-
nacido que podría ser útil en el caso de que los argumentos pro-vida no
convencieran pero generaran dudas.
Una sociedad libre, que aspira a regirse por principios de justicia objetivos e
inmutables, debe alejarse cuánto pueda de la arbitrariedad. No parece que los
pro-elección sigan esa tendencia.
[1] Es ilegítimo iniciar la fuerza contra otra persona (asesinato, violación, secuestro,
robo...), emplear la amenaza de la fuerza, o cometer fraude.
[2] Son traducciones de los calificativos utilizados en el mundo anglosajón: “pro-life” (pro-
vida) y “pro-choice” (pro-elección). Empleo una terminología bastante neutra, puesto que
así es como se autodenominan comúnmente los partidarios de ambas posturas. Desde
sus propias perspectivas, no obstante, los nombres que sus opuestos se atribuyen
resultan lógicamente inaceptables, y a menudo se les adjudican otros. Para los pro-vida
no puede haber elección en cuanto al aborto como no podemos elegir asesinar a otro
individuo. Luego desde este punto de vista los pro-elección pueden ser denominados
“anti-vida” y también “anti-elección”, pues estarían desvirtuando el sentido de la verdadera
elección. Para los pro-elección, los pro-vida son anti-elección, porque niegan que exista el
derecho a elegir abortar. Al mismo tiempo pueden considerar también que ellos son los
realmente pro-vida y sus antagonistas los anti-vida, porque ellos defienden la libertad y la
vida de la madre y los otros las subordinan al no-nacido. Así es que, siendo este ensayo
un alegato antiabortista, ¿hubiera sido más pertinente no utilizar los términos que los pro-
abortistas emplean para autodenominarse? Quizás. Sin embargo he preferido utilizarlos, y
puede que de este modo merme la impresión de que se da por supuesto algo que aquí se
pretende demostrar. Ocasionalmente recurriré también, para evitar repeticiones poco
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estéticas, a los calificativos “abortistas” y “antiabortistas”. Cabe señalar, no obstante, que
son más problemáticos, pues en rigor no se ajustan completamente a las categorías
anteriores: todos los pro-vida son antiabortistas en lo personal, obviamente; pero dentro
de la corriente pro-elección hay quien defiende el derecho a poder elegir abortar sin que
él personalmente sea partidario del aborto. Es decir, un pro-elección puede defender que
otro individuo tenga libertad para abortar aunque él elija no abortar. Cuando aparezca el
término “pro-abortista”, pues, téngase en cuenta que actúa como equivalente a pro-
elección, o sea, que hace referencia a alguien que está a favor del derecho al aborto, no
del aborto en sí mismo. (En realidad podríamos anotar un problema similar respecto al
término “pro-vida”, puesto que también hay “pro-vidas personales” entre los pro-elección).
[3] Dianne N. Irving, “When do human beings begín? “Scientific” facts and scientific facts”,
Libertarians for Life, 1999 (http://www.l4l.org/library/mythfact.html).
[4] Keith L. Moore, “The developing human”, p. 2., citado en Science for Unborn Human
Life: http://www.sfuhl.org/k_appendix_1_conception.htm
[5] Imma Álvarez, “El enigma del comienzo a la vida”, alfayomega.com, nº189, 2/12/1999.
[6] Dianne N. Irving, “When do human beings begín? “Scientific” facts and scientific facts”,
Libertarians for Life, 1999.
[7] Para el primer caso, véase por ejemplo la sección FAQ de la web “Abortion is pro-life”
(http://www.abortionisprolife.com/faq.htm), inscrita en la corriente individualista de Ayn
Rand. Otro ejemplo se encuentra en el artículo “Abortion rights are pro-life” de Leonard
Peikoff, fundador del Ayn Rand Institute (http://capmag.com/article.asp?ID=2404). En
cuanto a la “potencialidad” del embrión para convertirse en ser humano, la libertaria
Wendy McElroy, por ejemplo, se refiere a ello en su artículo “Abortion”
(http://www.zetetics.com/mac/abort.htm).
[8] Una crítica a éste y otros planteamientos presuntamente científicos (la teoría de la
filogenesis, la naturaleza no abortista de la píldora del día después, el RU486, DIU... ) en
Dianne N. Irving, “When do human beings begin? “Scientific” facts and scientific facts”,
Libertarians for Life, 1999, (http://www.l4l.org/library/mythfact.html). También en Jesús
Ballesteros, “El estatuto del embrión”,
(http://www.arvo.net/includes/documento.php?IdDoc=5250&IdSec=985). Para una
refutación más detallada de distintas propuestas que sugieren el inicio de la vida humana
en el algún día posterior al de la concepción (el día 14 es el más común, también la
octava semana...), véase Dianne N. Irving, “Scientific and philosophical expertise: an
evaluation of the arguments on ‘personhood’”, Linacre Quarterly, 1993.
(http://www.consciencelaws.org/Examining-Conscience-
Issues/Background/GenScience/BackGenScience06.html#50) En este ensayo Irving
ofrece respuestas a planteamientos que sugieren la no-autosuficiencia del embrión
primitivo en cuanto a la “información molecular”, la “no-diferenciación” o “no-
especialización” suficiente en las primeras células, el estadio de las dos células de
Antoine Suarez, la no-individualidad evolutiva del embrión (que es tratada en este
trabajo), la no-diferenciación del embrión y la no-individualidad ontológica de Ford...
[9] Esta línea argumental, como se ha dicho, tiene varios seguidores. Por ejemplo: Clifford
Grobstein (biólogo), Peter Singer (filósofo), Helga Kuhse (ética), Stephen Buckle (filósofo)
Karen Dawson (genetista). (Dianne N. Irving, “When do human beings begin? “Scientific”
facts and scientific facts”, Libertarians for Life, 1999).
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[10] Richard McCormick, "Who or what is the preembryo?" Kennedy Institute of Ethics
Journal 1991, p. 3, citado en Dianne N. Irving, “When do human beings begin? “Scientific”
facts and scientific facts”, Libertarians for Life, 1999.
[11] La implantación tiene lugar en el día 5-7, aunque McCormick parece que la sitúa
erróneamente al final de la segunda semana.
[13] Íbid.
[14] Íbid.
[15] Jesús Ballesteros, “El estatuto del embrión”, refiriéndose a la obra de Roberto Adorno
“Bioética y dignidad de la persona”, 1997.
[16] Íbid, refiriéndose a Gunther Rager “Embrión, hombre, persona, Acerca del comienzo
de la vida personal", 1997.
[17] Íbid. El profesor Ballesteros hace referencia a Niceto Blázquez y Luis Miguel Pastor,
“Bioética fundamental”, 1996; a Testart, “Le désir du gèn”, 1992; y creo que a Mauricio
Mori, “La fecondazione artificiale”, 1988.
[19] Íbid.
[20] Jesús Ballesteros, “El estatuto del embrión”, refiriéndose a Elio Sgreccia, “Manuale di
Bioética”, 1998; Luigi Lombardi, Terre, Vita e pensiero,1989; Gunther Rager “Embrión,
hombre, persona, Acerca del comienzo de la vida personal", 1997.
[22] Por lo visto existen discrepancias científicas acerca del momento exacto, dentro del
proceso de fertilización, en el que surge el ser humano.
[23] Para una cronología esquemática del proceso evolutivo del no-nacido:
http://www.sfuhl.org/k_appendix_1.htm (Science for Unborn Human Life - Sfuhl).Para una
escueta descripción del proceso con imágenes:
http://www.vidahumana.org/vidafam/aborto/desarrollo.html. También hay imágenes del
proceso en la página mencionada antes: www.sfuhl.org.
[24] John Walker, “Abortion and the question of the person”, Libertarians for Life
(http://www.l4l.org/library/abor-per.html)
[26] John Walker, “Abortion and the question of the person”, Libertarians for Life.
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[27] Pienso que esta es una de las cuestiones más complejas a las que se enfrenta el
liberalismo. La “libertad gradual” que propongo es un mero esbozo de lo que creo que
podría ser una solución razonable, aunque muy problemática. ¿Cuál sería el grado óptimo
de conciencia en el que se adquirirían todos los derechos?¿No evolucionan los individuos
a velocidad distinta?¿Quién decide qué individuos son “poco-conscientes” y requieren de
tutela? ¿Con qué derecho? ¿Cómo evitar la arbitrariedad en este ámbito?
[29] Algunos autores sostienen este argumento de la racionalidad efectiva y parece que
se atienen a algunas de las implicaciones mencionadas. Además de Peter Singer, véase
H. T. Engelhardt (“The Foundations of Bioethics”), Michael Tooley (“Abortion and
infanticide”, en Marshall Cohen (ed.), “The Rights and Wrongs of Abortions”), Helga Kuhse
(entre otros, con Singer, “For sometimes letting –and helping- die”, en “Law, Medecine
and Health Care”), o Richard G. Frey, (“The ethics of the search for benefits: Animal
experimentation in medicine", en Raanan Gillon (ed.), “Principles of Health Care Ethics”).
[31] Íbid.
[32] Dianne N. Irving, “When do human beings begin? “Scientific” facts and scientific
facts”, Libertarians for Life,1999.
[33] Obviamente no se trata de cubrir el hueco para evitar que se deslicen los pro-
elección, sino de cubrirlo porque así lo demanda la búsqueda de lo correcto.
[35] Cuidado con la aplicación (a veces interesada) del principio de causalidad, que puede
hacer de coartada a la servidumbre (el causante de una injusticia estaría obligado a
repararla; si se establece erróneamente el vínculo causal puede asignarse el remedio de
un problema a gente que no ha contraído “deuda” alguna). No puede alegarse que X es la
causa de que Y esté en una determinada situación si Y estaría en la misma situación en
el caso de que X jamás hubiera existido. ¿Puede decirse que la pobreza de un parado es
causada por un empresario que no le da trabajo? El empresario podría darle un empleo y
no lo hace ¿Es el causante de su pobreza? No, siempre que la pobreza del individuo sea
independiente de la existencia del empresario. Si el individuo fuera igual de pobre en el
caso de que el empresario no hubiera existido jamás, ¿cómo iba a ser el empresario el
causante de su pobreza?
[37] Doris Gordon, “Abortion and Thomson’s Violinist: Unplugging a Bad Analogy”,
Libertarians For Life, 1991 (http://www.l4l.org/library/thomviol.html).
[39] Doris Gordon, “Abortion and Thomson’s Violinist: Unplugging a Bad Analogy”,
Libertarians For Life, 1991.
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mientras que el embarazo afecta también a otra persona (el no-nacido) pero no supone
ningún tipo de violación de derechos. Por tanto, la acción Z que tiene por posible
consecuencia la situación del aeroplano quizás sería ilegítima desde un principio. No así
el embarazo, obviamente. Sea como fuere, esto no es relevante para examinar el tema de
la responsabilidad. Tampoco es relevante para el argumento el que los vínculos entre A,
B, Z y el avión sean ficticios.
[43] Para una argumentación pro-vida sobre este tema, véase Doris Gordon, “What Do
Abortion Choicers Mean When They Tell Us: ‘Let’s Get the Government Out of Our Life’?”,
Libertarians for Life, 1996 (http://www.l4l.org/library/governmentout.html).
[44] Edwin Vieira, “Fetal Rights: Enforceable in Principle. A response to ‘Fetal Rights: The
Implication of a Supposed Ought’, by Tibor R. Machan”, Libertarians for Life, 1996
(http://www.l4l.org/library/fetalrts.html)
[46] Edwin Vieira, “Fetal Rights: Enforceable in Principle. A response to ‘Fetal Rights: The
Implication of a Supposed Ought’, by Tibor R. Machan”, Libertarians for Life, 1996. En
este artículo Vieiria contesta otros argumentos esgrimidos por Machan.
[47] Aquí no se contempla otra clase de aborto que no sea la evicción, es decir, la no-
asistencia, puesto que los otros procedimientos son directamente homicidas y quedan,
por tanto, inmediatamente descartados.
[48] John Walker, “Abortion in the Case of Pregnancy Due to Rape”, Libertarians for Life,
1993, 1998 (http://www.l4l.org/library/aborrape.html)
[49] Íbid.
[50] Íbid.
[51] Íbid.
[52] Aquí no pretendo resolver estos espinosos dilemas morales que Walker plantea. Me
limito a diferenciarlos del caso del aborto.
[53] John Walker, “Abortion in the Case of Pregnancy Due to Rape”, Libertarians for Life,
1993, 1998. Vale la pena señalar, a título anecdótico, que su propuesta (de ser válida)
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haría innecesario, para las situaciones comunes, el argumento de la responsabilidad
parental, del cual él es valedor. Si la evicción es condenable por sí sola en los casos de
violación también lo es en el resto de casos.
[54] Recordemos que de lo que sí son responsable los progenitores que copularon
voluntariamente es de esta “condición de persona totalmente vulnerable” del nonato.
[55] Ausente por parte de la madre. El padre biológico, el violador, sí tendría una
responsabilidad hacia el no-nacido, que quedaría sin solventar.
[56] Si la evicción es aceptable en caso de violación, significa que asistir al hijo no es una
obligación sino un acto voluntario. El problemático interrogante que surge entonces es:
¿puede la madre que decide asistir al hijo cambiar de parecer y abandonarlo cuando ha
nacido? ¿O para entonces ya ha incurrido en algún tipo de responsabilidad hacia el
pequeño?
[58] Para aquellos que consideran que al menos no hay equivalencia en el plano físico,
veánse fotos de nonatos abortados en
http://www.vidahumana.org/vidafam/aborto/fotos.html o en
http://abortionno.org/Resources/pictures.html
[60] No hace falta decir que la realidad tiene muchos matices, y que existen progresistas
pro-vida del mismo modo que existen conservadores pro-abortistas. En Estado Unidos,
por ejemplo, la agrupación “Democrats for Life of America” (www.democratsforlife.org)
disputa la tendencia pro-elección de su propio partido, el Demócrata; mientras el
posicionamiento pro-vida del Partido Republicano se enfrenta al rechazo de los disidentes
de la “Republican pro-Choice Coalition” (http://www.rpcc.org/about/index.shtml). En
cuanto al Partido Libertario, oficialmente escorado hacia el pro-abortismo, hay bastante
división entre sus bases (del bando pro-elección puede verse “Pro-Choice Libertarians”,
www.pro-choicelibertarians.net; del bando pro-vida véase “Libertarians for Life”,
www.l4l.org)
[61] Si bien tampoco no sé hasta que punto es necesario que algunos progresistas
acepten la humanidad del no-nacido para exigir su protección, pues hay sectores que
reclaman derechos para los animales y exhortan al puritanismo ecológico sin que ello
tenga mucho que ver con el reconocimiento de la persona.
[62] Cabe anotar que los estatistas social-conservadores y religiosos del campo pro-vida
hacen gala de una mayor coherencia, que no corrección, al indicar que el no-nacido es
una persona humana y aplicar el principio estatista de la asistencia impuesta,
prescindiendo, pues, del argumento de la responsabilidad parental. Son los liberales los
que requieren dicho argumento, porque sin él no se justifica la obligación de los padres de
cuidar a sus hijos.
[63] Aunque también tendrían aquí ciertas restricciones. Por ejemplo, dudo que pudieran
atenerse a la argumentación de Wendy McElroy expuesta antes, ya que apela al estado
dependiente del no-nacido y los estatistas se afanan precisamente por crear vínculos de
dependencia (de servidumbre) entre las personas (o respecto al Estado).
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[64] Obviamente esto no es un llamamiento a que los estatistas sean fieles a su lógica de
la servidumbre. Es una crítica a su incoherencia en un ámbito donde precisamente sí se
justificaría la asistencia obligada (entre los padres y el no-nacido). En otros escenarios las
incoherencias estatistas serían bienvenidas, claro está, por los liberales.
[65] Para una argumentación pro-vida en la misma línea que este ensayo, véase Doris
Gordon, “Abortion and Rights: Applying Libertarians Principles Correctly”, Libertarians for
Life, 1995, 1999 (http://www.l4l.org/library/abor-rts.html). También Doris Gordon “Abortion,
Choice and Libertarian Principles”, Libertarians for Life, 1994
(http://www.l4l.org/library/ac&lp.html)
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