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Piedras talladas: Los vestigios arqueológicos en contexto

Este conjunto de antiguas inscripciones talladas en piedras llamados


petroglifos o petrograbados, es una herencia de la cultura Zenú y Malibú

dejada hace aproximadamente 2.000 años; Es el legado de una cultura


milenaria y hace parte del patrimonio arqueológico y cultural de San Jacinto.

En esta jurisdicción y en el municipio San Juan Nepomuceno, se encuentran


varios de estos sitios arqueológicos pertenecientes a dicha cultura. Los que

están en San Jacinto, se encuentran principalmente en el arroyo Rastro una


de las maravillas naturales que componen la región. Es difícil hablar de un

significado específico de estos recintos, pero, sin lugar a dudas, fueron un


espacio sagrado, un sitio ceremonial que merecen respeto y protección.

Estos lugares están presentando señales de deterioro, como consecuencia de


la inclemencia de la fuerza de la madre naturaleza; además del accionar del
mismo ser humano, de algunos visitantes inconscientes de la riqueza que

poseen estos espacios y la representatividad de los mismos, han llegado al


punto de rayarlos contribuyendo de esa manera a la desaparición de algunas

de estas representaciones distribuidas en la subregión de los Montes de

María. En esa medida, para los montemarianos, para los sanjacinteros, es


imperativo que se empiece a pensar en el cuidado de este patrimonio
arqueológico.

La protección y preservación de esta herencia arqueológica es una tarea que


se han propuesto los colaboradores del Museo Comunitario de San Jacinto y

la misma comunidad. Por eso, la enseñanza y el cuidado de estos sitios es

vital, a través de recorridos pedagógicos de la comunidad en común con el

museo por las zonas donde se encuentran estos grabados permitirá fortalecer

las costumbres y la riqueza de la cultura del municipio y sus alrededores, por


tanto, es necesario que se conozcan y se respeten esta clase de santuarios.
El museo: Puesta en valor patrimonial y ejercicio comunitario

El territorio de los Montes de María desde tiempos precolombinos, fue zona


de encuentro de diversas poblaciones indígenas, hecho evidenciado en la
cantidad de vestigios arqueológicos que en ella se hallan.

Los orígenes del museo serían de alguna manera fortuitos ya lo que se


buscaba era crear una biblioteca comunitaria, gestión emprendida hacia el
año 1984 por el comité cívico comunitario de San Jacinto, liderado por Jorge

Quiroz Tietjen, quienes después de recibir la donación de más de 5000 libros,


abrirían la biblioteca en las antiguas caballerizas de la alcaldía municipal. La
comunidad al tiempo que donó libros, también hizo llegar una importante

cantidad de piezas arqueológicas que fueron ubicadas en la biblioteca y

darían inicio al museo primer museo comunitario de contenido arqueológico


del país en el año 1986.

Después de creado el museo y con el apoyo del Museo del Oro de Bogotá,

se realiza la primera excavación formal en la zona en el año 1991 por parte

del arqueólogo Augusto Oyuela. Como resultado de esa excavación se

encontró la cerámica precolombina más antigua de América, todas esas


piezas fueron destinadas al museo municipal, pero no tuvieron un trabajo de
documentación pertinente hasta cuando la arqueóloga Juliana Campuzano
se vincula al museo en 2008.

En el año 2012 el Museo Comunitario de San Jacinto sufre una intervención

que condujo a toda la renovación de sus contenidos, actualizándolo y


vinculando nuevamente y de forma activa las voces de la comunidad para dar
por resultado su forma actual.
Evolución musical del género de la Gaita

La música de gaitas perteneciente a la Costa Caribe Colombiana ha sido el


resultado de un proceso de mestizaje cultural entre el pueblo indígena, el
africano y el europeo como consecuencia del proceso de colonización de las

Américas. La gaita con sus melodías, los tambores africanos y el idioma


castellano imágenes se juntaron para dar inicio a ritmos como la cumbia, el

porro, la puya y el merengue, todo esto en manos de grandes músicos como


Gabriel Torregrosa, Toño García, Manuel Mendoza, Juan Lara y muchos más.

Existen dos tipos de gaitas: Las largas y las cortas. La gaita hembra de 5
orificios es quien lleva la melodía principal mientras la gaita macho de dos

orificios es quien acompaña con notas más graves mientras con la otra mano

ejecuta la maraca. La gaita corta o machihembriada se interpreta sola y es


más ágil y virtuosa.

La Maraca es de calabazo o totumo con semillas de chuira, chira o achuira en


su interior. Esta es de gran importancia para llevar y sostener el tiempo.

El tambor llamador es quien indica la entrada de los demás instrumentos y se

encarga de llevar el compás a contratiempo. El tambor alegre se le llama así

pues improvisa alrededor de la melodía de la gaita, estos interactúan en una


conversación dando lugar a diferentes dinámicas propias de la melodía.

La Tambora es un tambor de sonidos graves y fue la última pieza que se


incorporó a la música de gaita, proveniente de otras zonas más al norte
(Cumbia Soledeña). Se interpreta con baqueta

El baile por supuesto es un elemento importante relacionado con el folklor


de cada pueblo y su música; en la cumbia la mujer baila con pasos cortos y
sensuales movimientos de cadera, ella se pasea con una vela encendida y

agita su falda o pollera; esta huyendo de los cortejos del hombre que intenta
seducirla con hábiles movimientos de los hombros y del sombrero vueltiao.
Música de gaitas: El sello de San Jacinto

la música tradicional sanjacintera nace aproximadamente en el año 1921 a la


cabeza de Miguel Antonio Hernández Vázquez más conocido como (Toño
Fernández) quien fue un gran intérprete de la música de gaita quien tendría
un muy buen papel o quizás el más importante en la música tradicional

sanjacintera, este fue un gran pionero en la evolución de este ritmo fue en


encargado de transformar o innovar e incluir el canto en la música de gaita
en la comunidad.

En la pequeña población del departamento de Bolívar en el norte de

Colombia a 110 km de la ciudad de Cartagena en el año 1940 Toño Fernández


reunió un grupo de músicos sanjacinteros en los que se recuerda a los

hermanos Lara Juan y José, Manuel Cerpa y Pedro Nolasco Mejía quienes
conformaron la agrupación Los Gaiteros de San Jacinto estos pasarían a ser
una leyenda en la comunidad por el amor y la forma en la que interpretaban

cada canción, interpretando los géneros porro, cumbia, gaita y puya, entre los
que el más sobresaliente fue el de gaita ya que en todos los ritmos este
instrumento se vio implicado.

Existe una similitud entre los géneros interpretado los cuales se pueden
identificar por la diferencia de repiques o cortes, por ejemplo: el porro de

gaita es similar al bullerengue, el merengue de gaita es similar a la chalupa,


la puya de gaita es más rápida que el merengue y la diferencia de los ritmos
de gaita es la forma en que se toca sus repiques y bases tiene estacatos en
los golpes.
El tejido: Los hilos de la tradición

La tradición artesanal del tejido es un saber que se ha transmitido a través de


las generaciones. La actividad es mayormente realizada por mujeres, quienes
vieron en el gran telar, desde la infancia, una forma de crearlo todo: tejer,

teñir, bordar, diseñar. Al crecer, encuentran en el telar una fuente de ingresos


para ayudar a sus numerosas familias. Durante el conflicto armado

colombiano, que golpeó inmensamente a San Jacinto, generó un sinnúmero


de consecuencias inmediatas, a mediano y largo plazo que sin duda
modificaron la cotidianidad. Aun así, las artesanas lograron que no se

despedazara su pueblo y siguieron tejiendo. Después de haber soportado la

cruenta violencia de la primera década del siglo XXl, en un territorio

considerado como machista, los hombres se atrevieron a practicar las labores


que hacían las mujeres, aunque todos coinciden en que fue para los hombres,
resultado de una obligación.

Este territorio, conocido también como “Tierra de la Hamaca Grande”, está


considerado como el primer centro artesanal de la costa Caribe. Sus

habitantes elaboran y comercializan productos artesanales como hamacas,


mochilas, manteles, fajas, cintillos, silla hamacas, entre otros con materiales
como hilo fino, hilo basto o fique. En el último censo artesanal realizado por

artesanías de Colombia, en 1994, en el municipio de San Jacinto, existían 946


artesanas. Posteriormente, en 1998 el Instituto agrícola de San Jacinto realizó

una encuesta y determino que la actividad artesanal es ejercida por 1.855

mujeres que ocupan el 34.26% de la población económicamente activa. Para


el 2016 se estima que el núcleo artesanal ascendió a 10.000 artesanas trabajan

permanentemente en la producción de hamacas, divisorias, peyones,

mochilas y fajones. El sector artesanal es símbolo de riqueza cultural y


tradición, inspirada en la artesanía utilitaria que se ve amenazada con el
desaparecer de la cotidianidad y constituye un recurso potencial de la
economía regional.
El oficio de la tejeduría en San Jacinto

Este oficio se ha sido transmitido de generación en generación y la vocación


artesanal de la comunidad es tan grande, que hasta el momento la mayoría

de familias se dedican al tejido. La tradición artesanal de la hamaca es de


origen indígena, por consiguiente, conserva rasgos étnicos y culturales de sus

antepasados Zenúes. El telar de cintura, era la técnica tradicional de las


comunidades indígenas, la cual fue remplazada en 1776 con la introducción
de los telares verticales que conocemos hoy, por Antonio de la Torre y
Miranda. San Jacinto hace parte de una tradición textil que se extiende hasta

el departamento de Sucre, en las poblaciones de Morroa y San Luis, donde se

tejen hamacas similares en características y técnicas.

El proceso de elaboración de la hamaca sanjacintera consta de tres partes, el

hilado, el tinturado y la tejeduría. Este proceso, se realiza en el núcleo de la


unidad familiar en talleres caseros, con un telar por cada mujer cabeza de
familia. Las ancianas, niños y vecinas también desempeñan actividades

diferentes dentro del proceso tales como: devanar, trenzar los gicos o

desmontar el telar.

En el municipio se producen tres clases de hamacas, la de lampazos, la de


rayas y la bordada. La de Lampazos, es generalmente de color crudo y con

lampazos azules de añil, cuando se le combinaba con otro color recibía la


denominación de Carioca, este estilo de hamaca fue el resultado de las

misiones de paz de USA en San Jacinto en los años 60 y 70 del siglo XX, que

introdujo innovaciones de diseño y la introducción de nuevas piezas.

Con la llegada de las madejas tinturadas industrialmente, apareció la hamaca


a rayas en varios colores que es la que actualmente se conoce como la de San

Jacinto. La bordada, a su vez, se teje con tafetán de un solo color con flores

de tramas en colores diferentes.


Evolución social y económica

El tejido tradicionalmente ha sido realizado por las mujeres ellas referían que

aprendían la labor de artesanas viendo a sus madres y abuelas desde la edad


de doce años, estas artesanas de san Jacinto desarrollan la mayoría de sus
labores del hogar y la vida en general en el patio de su casa donde
habitualmente está ubicado un “rancho o kiosco”. En él se realiza la crianza
de los niños, atención de visitas y preparación de comidas; es el lugar de
descansó y donde el telar tiene un lugar privilegiado.

Los niños pequeños permanecían al lado de sus madres, y estas les colgaban
una hamaca en el patio la cual se le amaraba una pita de alguna de las cabezas
y así mecían al niño y realizaban las demás labores. Una vez estos crecen

ayudan en el proceso de comercialización de estos productos telares en el


pueblo además compran los hilos y realizan los mandados correspondientes,
es así como estos se familiarizan con la elaboración y la distribución de los
tejidos. Los niños fueron pieza fundamental en la comercialización de los

productos en pequeñas cantidades ya que realizan los mandados y se van


familiarizando con el proceso.

Con el tiempo las vías de comercialización fueron aumentando. Las hamacas


y demás tejidos dada su calidad fueron alcanzando el renombre regional y

nacional, lo que ha incluido en el crecimiento de la demanda. Es así que,

aunque se mantiene una distribución local con pedidos que pueden ser
unitarios para compradores directos o también se llevan a cabo grandes
volúmenes de producción para grandes empresas e instituciones, como la

Armada Nacional de Colombia que en el buque escuela ARC Gloria, utiliza


mantelería elaborada en tela de tejida de hamaca.

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