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Retiro Espiritual de Adviento

P. Gustavo Lombardo, IVE

EL TESTIMONIO SOBRE SU IGLESIA


Tercera plática

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Encomendamos a Nuestra Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora del Adviento,
esta tercera plática como preparación a la Navidad.

Introducción.

Decíamos entonces que Jesús habló a Pilato así: para esto he nacido y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio de la verdad.

Hablamos en la primera plática sobre el testimonio del Señor acerca de la verdad de


Dios, a quien llama su Padre; en la segunda vimos cómo Jesús da testimonio de sí
mismo, de su divinidad y de cómo es el único camino para ir al Padre. Veremos ahora
el testimonio que da Cristo de su Iglesia.

Parecería un poco fuera de contexto hablar de la Iglesia en Adviento o Navidad, pero


lo cierto es que hablar de la Iglesia es hablar de Cristo porque el Cuerpo y la Cabeza, es
decir, Cristo y su Iglesia, son inseparables, no se puede separar el Cuerpo Místico que
es la Iglesia de su Cabeza que es Cristo.

Además, este niño que vemos en el pesebre de Belén, sabemos que algún día morirá en
la Cruz, y si bien resucitará, luego subirá al Cielo y ya no estará visiblemente con
nosotros, pero no nos deja solos, continua su obra por medio de su Iglesia.

Salvarnos, ser santos no es posible e sin Cristo. Nuestra santidad no es otra cosa que
la plenitud de la vida de Cristo en nosotros; ser santos es ser por Gracia lo que Cristo
es por naturaleza, ser hijos como Él es Hijo, o mejor, ser hijos en el Hijo. Ahora bien,
para ser hijos en Cristo, necesitamos un camino que es la Iglesia, prolongación del
mismo Cristo y esa Gracia llega a través de la Iglesia.

“Toda la santidad consistirá, por tanto, en recibir de Cristo y por Cristo la


vida divina; Él la posee en toda su plenitud, y ha sido establecido como único
mediador. Consistirá en conservar esa vida, en aumentarla sin cesar, por una
adhesión más perfecta, por una unión cada vez más estrecha con aquel de
quien procede”1.

Puntualizando más aún, todo el secreto está en ser por gracia lo que Jesús es por
naturaleza: Hijo de Dios.

Como dirá ese gran predicador que es Bossuet: La Iglesia es Cristo prolongado en el
mundo.
1
DOM COLUMBA MARMIOM, Jesucristo vida del alma, Fundación GRATIS DATE, Navarra 19984, p. 12.

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1- La Iglesia es Una.

“Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Mt 16,18

Notemos que Señor dice “mi” Iglesia… no dice “mis”, ni “unas”, ni “algunas”… si
tenemos fe en el texto bíblico –en su historicidad y en su inspiración– basta entonces
un poco de sentido común y conocimientos básicos de matemáticas para entender que
una Iglesia no son ni dos, ni tres, ni miles… como son ahora.

Si Cristo dijo que fundaba Una Iglesia sobre Pedro, entonces la Iglesia tiene que ser
Una, y es el único camino de salvación.

Fuera de la Iglesia no hay salvación. Esta frase repetida tantas veces por los Padres de
la Iglesia y confirmada por el Magisterio sigue tan vigente hoy como cuando Cristo
fundó su Iglesia; la verdad no cambia…
El Catecismo de la Iglesia, luego de afirmar lo que acabamos de decir: “Fuera de la
Iglesia no hay salvación” (n. 846) cita al Concilio Vaticano II y dice:

“Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero
buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la
gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice la
conciencia, pueden conseguir la salvación eterna”2.

2- Consecuencias:

1- El verdadero ecumenismo

Tratar de que nuestros hermanos separados vuelvan a la Iglesia verdadera, a la que


Cristo fundó… éste es el verdadero ecumenismo, el de hoy y el de siempre. Ni la
verdad ni la firmeza de la fe contrarían a la caridad; si por no herir alguna
susceptibilidad no soy capaz de decir “estoy, por gracia de Dios, en la verdad, porque
pertenezco a la verdadera y única Iglesia fundada por Jesucristo”, entonces tengo un
problema en mi vida de fe o algo no estoy entendiendo bien. Es lo que Chesterton
decía: que la verdad se había vuelto loca y había ocupado el lugar de la humildad… No
es humildad decir: la Iglesia católica es igual que todas las demás, es un camino más…
no es humildad, es herejía, cobardía o, simplemente, un error.

Papa Pío XI en su Encíclica Mortalios Animos:

"Podrá parecer que dichos "pancristianos" tan atentos a unir las iglesias,
persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos.
Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe?
2
Lumen Gentium, n. 16. CEC 847.

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Nadie, ciertamente, ignora que SAN JUAN, el Apóstol mismo de la caridad, el


cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de
Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto
Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación
con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de JESUCRISTO: Si
alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni
siquiera le saludéis".
Siendo, pues, la fe integra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad,
necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el
vínculo perdonados de la unidad de fe"

Por eso, a la par de tener una caridad exquisita y, si es necesario dar la vida por quien
no comparte nuestra fe, nuestra Iglesia, tengo que tener las cosas claras, si no las tengo,
tengo que aclarármelas porque la plenitud de la verdad está en la Iglesia que fundó
Jesús, en la Iglesia católica; si no, si decimos que todas las iglesias son iguales, que el
mismo Dios, que la misma fe, que el mismo bautismo… uno de los que nos da
ejemplo es un mártir, san Josafat, que dio su vida para que la Iglesia fuera una sola
como era el deseo de Cristo; está enterrado ahora en la Iglesia de San Pedro.

2- Tomar conciencia de la importancia de la Iglesia:

Tomar conciencia de nuestra Iglesia Una, Santa, Católica… tiene que estar dentro de
nuestros intereses, dentro de nuestra formación y más en un tiempo difícil, en un
tiempo de crisis. No podemos negar que hay escándalos en la Iglesia, pero no por un
Judas, en definitiva, podemos dejar de lado los otros once; no por un Judas vamos a
decir que San Pedro no fue santo y que murió como Cristo, en la Cruz, aunque la
prensa y los medios hagan ruido y ruido por Judas y que hay tantos otros en el mundo
que no se les toma atención.

Hay que distinguir: la Iglesia es santa/divina y también pecadora/humana… hay que


saber distinguir… por un Judas no pueden caer los demás apóstoles. Pero el que un
sacerdote no sea bueno, no hace que la Misa que celebra no sea buena o la absolución
de los pecados en la confesión no sea válida.

Por supuesto que es duro lo que nos toca vivir por eso hay que hacer un examen de
conciencia, especialmente nosotros, los ministros, los sacerdotes, pero no hay que
confundir, hay que seguir amando a la Iglesia, Nuestra Madre la Iglesia que brota del
costado de Cristo porque, como decíamos antes, no podemos separar el amor de
Cristo del amor de la Iglesia porque son una sola cosa.

San Agustín decía: “En el mismo grado en que uno ama a la Iglesia en el mismo grado
uno posee el Espíritu Santo”. Amemos entonces a la Iglesia, a esa Iglesia a la cual el
Señor le dio las llaves del Reino de los Cielos. Como le dijo a Pedro: todo lo que ates
en la tierra quedará atado en los cielos y todo lo que desates en la tierra quedará

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desatado en los cielos; no hay perdón de los pecados fuera de la Iglesia, aunque ya lo
aclaramos, si uno en conciencia no conoce la Iglesia… perfecto, habrá otros caminos
pero, el camino ordinario, el camino que Jesús reveló y del que solo puede estar exento
si no lo conoce o, si lo conoce mal sin culpa propia, es la Iglesia.

Estamos en Adviento, Jesús vino a dar testimonio de la verdad, también vino a


perdonar los pecados, como testimonio de la verdad; parte de la verdad es decir “el
hombre es pecador”, bueno, qué buen momento entonces para hacer una buena
confesión, que hermoso ponerme en la sintonía del Señor, sacando todas esas cosas de
mi alma que van obstaculizando esa comunicación con Él, de amor y de fe; qué buen
momento para acercarme a la Eucaristía; qué buen momento para reconocer que los
sacramentos son los siete ríos, canales que bajan de la Cruz por los que Dios nos ha
dejado su Gracia.

Si yo pienso que puedo ser santo, ser salvo, sin los sacramentos, si sigo una lógica, una
lógica lógica –valga la redundancia-, estoy diciendo que puedo ser santo, que puedo ser
salvo, sin la Iglesia, que puedo ser santo que puedo ser salvo, sin Jesús, que puedo ser
santo, que puedo ser salvo, sin Dios. En definitiva: yo soy mi propia salvación.

Dice Castellani: “Si Dios existe Cristo es Dios, si Cristo es Dios la Iglesia es
verdadera”, ahora bien Dios existe: el centro del fundamento de nuestra fe; están tan
conectadas estas cosas: el conocimiento de Dios, la divinidad de Cristo y la misión de
la Iglesia en la tierra que si uno niega uno de los tres, los niega a todos”.

La Iglesia entonces, esa Madre, esa gran Madre que hay que tratar de hacer amar y no
solamente en mi vida particular, personal, que ya es muy importante. Pasa que si uno
ama a alguien es muy difícil dejarlo adentro, de mostrar alegría, es muy difícil no
comunicarlo a los demás: el bien es difusivo de sí. Si amo a la Iglesia voy a querer por
tanto que sea también conocida y amada y cuánto más cuando si es golpeada una y
otra vez, como en estos tiempos. Saldré a amarla, saldré a hacerla conocer, no tendré
vergüenza de decirme católico, esa vergüenza de la que los mártires no solo estuvieron
lejísimos, sino que dieron su vida por defender esa verdad.

“(…) quedé sorprendido ante la afirmación de ese sacerdote que la Iglesia no es


un reino de este mundo. Si no fuera de este mundo, no podría existir en la
tierra. En el santo Evangelio, la expresión «no de este mundo» está empleada en
otro sentido. No se debe jugar con estas palabras. Nuestro Señor Jesucristo
vino precisamente a fundar la Iglesia en la tierra. El reino de los cielos no es,
desde luego, un reino de este mundo, pero en el cielo sólo se entra por medio
de la Iglesia, que está fundada en la tierra. Por lo tanto, los juegos de palabras
sobre estas cuestiones son inadmisibles a indignos. La Iglesia es
verdaderamente un reino. Su destino es reinar. Y, al fin, este reino se extenderá
por todo el universo: así se nos ha prometido”3. (Dostoiewski)

3
FEDOR DOSTOIEWSKI, Los hermanos Karamazov, I parte, L. 2, cap. V.

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Qué hermoso es entonces llegar a vivir esta verdad; qué hermoso vivir el hecho de que
la Iglesia es el reino de Dios en la tierra y que no está llamada a estar oculta sino a
reinar en los corazones, en la sociedad, en las leyes .¿Suena anticuado esto? ¿Suena
extemporáneo?, si suena anticuado no es porque hayan cambiado los tiempos, es
porque el mundo se ha alejado mucho de Dios.

Tratemos entonces nosotros en este Adviento de acercarnos más a la Iglesia, allí está
Dios; Él prometió: Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos y es cierto que donde dos
o más están reunidos en Su nombre, allí está Él pero qué reunión más perfecta que la
Iglesia. Además Cristo, todo Cristo, se quedó presente en la Eucaristía: donde está la
Eucaristía, está Cristo y donde está la Eucaristía, está la Iglesia; donde está la Eucaristía
está el sacerdote, los sacramentos.

¿Buscamos a Jesús en la tierra?, busquémoslo en la Eucaristía y no lo vamos a


encontrar sino en la Iglesia; por eso en este tiempo, qué hermoso buscar más el ir a
Misa, quizás entre semana si se puede; quien tenga el gran regalo de ir diariamente, qué
mejor! Buscar alguna visita al santísimo, ese momento íntimo con el Señor, ese
contacto del Cielo en la Tierra como decía el gran misionero Segundo Llorente. Lograr
entonces descubrir la grandeza de que Dios se ha quedado oculto bajo las apariencias
de pan y que esa verdad me la ofrece, me la entrega, diariamente la Iglesia.

No encontraremos nunca a Jesús separado de María. San Luis María Grignon de


Montfort dice: “Es más fácil separar la luz del sol, el calor del fuego, o separar a todos
los santos y ángeles de Dios, que separar a María de Jesús. Por eso, encontremos a
María, Nuestra Madre, Nuestra Reina y encontraremos, de la mejor manera, a Jesús.
Que Ella nos alcance muchos frutos en este Adviento, en esta Navidad.

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