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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

HISTORIA DE LAS CULTURAS I

Garduño González Jean Michel 10/12/2018

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El CABALLERO EN LA EDAD MEDIA Y SU “EVOLUCIÓN” EN LA NOVELA EL


CABALLERO INEXISTENTE.

INTRODUCCIÓN

Resulta indispensable, para comprender el progreso de la humanidad, conocer la evolución de los


conceptos a través del tiempo. Para conocernos, no sólo debemos acudir a los archivos históricos,
sino también a los archivos literarios, pues, la literatura, como expresión del espíritu del hombre,
conjunta dos explosiones que nos ayuda a entendernos. Por una parte, a diferencia de las demás
artes, la literatura utiliza, como recurso primario, una de las piezas esenciales del ser humano, ésta
es el lenguaje. El lenguaje es la forma en la que refleja la humanidad el entendimiento de éste
sobre la realidad, no por nada, Wittgenstein arroja la sentencia “Los límites de mi lenguaje
significan los límites de mi mundo” (Tractatus logico-philosophicus 2015, 105); la relevancia del
lenguaje sobre otras cuestiones humanas se ve reflejadas también en las culturas, de tal forma que
podemos observar diferencias en cuanto a la percepción del mundo según el idioma del que
comunica. (así, podríamos entender la gran lógica de los alemanes.) Además de esta diferenciación
entre percepciones, el lenguaje sirve como una herramienta para comunicarse entre sí. La utilidad
como vínculo entre seres humanos permite que esto cree diferentes formas de comunicación, es
decir, el lenguaje tiene la flexibilidad de poder adecuarse a las capacidades del emisor para así
lograr una expresión que aumente o disminuya de efectividad, esta misma efectividad permite que
el mensaje logre tener una capacidad artística. Para Jakobson, la manera en que la obra artística
literaria es capaz de ser considerada obra de arte, consiste en la efectividad entre dos ejes: el eje
de la selección sobre el eje de la combinación. Esta situación nos deja un tanto indecisos de si la
clasificación de una expresión literaria (y aquí nos enfrentamos a las expresiones literarias orales,
las cuales suelen ser más populares, como los albures) son una cuestión meramente subjetiva,
dependiente totalmente del individuo. Sin embargo, estas consideraciones poéticas y literarias, si
bien nos ayuda a comprender el fenómeno literario y la necesidad de acudir a éste, no serán
abordadas a profundidad en este texto. La cuestión poética, por su gran profundidad, requiere de
trabajos especializados; aquí la mencionamos como un componente particular de este arte.

La segunda explosión del fenómeno literario es que éste puede ser considerado como el
registro histórico de los conceptos, para aclarar más la idea: la literatura puede ser considerado
como el álbum familiar que registra todos los crecimientos de los conceptos a través del tiempo.
Si bien la filosofía puede considerarse como este álbum fotográfico, ésta resulta muy sistemática
en tanto el empleo de los conceptos, además, por su naturaleza filosófica, trata primordialmente la
historia de los conceptos que ayudan a estructurar el pensamiento: Ser, Deber ser, Ontología,
Espíritu, entre otras palabras rimbombantes. La literatura, por otra parte, es el reflejo de la sociedad
en tanto que es criticada o descrita por un individuo con pretensiones, en su mayoría, universales.
Esta definición bien podría quedar como dedo al anillo a la filosofía, sin embargo, a diferencia de
ésta, la literatura busca no alejarse totalmente de la realidad, sino, como lo mencionamos
anteriormente, pretender ser un espejo que puede deformar la imagen (como esos espejos
carnavalescos) o bien ampliar la realidad. No busca la literatura la verdad oculta de la sociedad,
sus pretensiones son otras. Por esta razón, el arte literario (que también incluye las expresiones
populares e, incluso me atrevería decir que parte de la música) nos ofrece una evolución de los
conceptos más íntima y cercana que la filosofía. Así, podemos conocer la idea de amor (o a lo que
se pretendía llegar con la idea de amor) en las novelas victorianas inglesas de Jane Austen hasta la
idea contemporánea de amor en la poesía de Octavio Paz. Esta explosión de carácter histórico
acerca al lector a comprender los conceptos o, si queremos usar una de esas palabras filosóficas,
las Ideas de una forma más sencilla y profunda, además de que se logra encontrar, de una forma
más escalonada, la evolución paulatina del concepto; traicionaremos nuestras palabras, pero la idea
de Heráclito sirve para iluminar un poco el asunto: los conceptos están en un constante cambio, al
ser parte del lenguaje del hombre, comparte su naturaleza orgánica. Sin embargo, a pesar de que
el río siempre fluya y distintas aguas corran por su cauce, la delimitación del río siempre será la
misma, es decir, a pesar de que los conceptos cambien, siempre mantendrán ciertas características
a lo largo de la historia. De tal forma, siguiendo el ejemplo del amor, la característica constante
del sentimiento amoroso siempre será esta parte efusiva y dolorosa que supone enamorarse.
Por este motivo, hemos decidido abordar, mediante la literatura, una figura enigmática
desde su nacimiento hasta la actualidad; desde la utilidad de éstos para las batallas hasta la idea
romántica surgida en siglos anteriores, el caballero ha resultado, desde su aparición, una idea
llamativa para el imaginario del hombre. La imagen del caballero podría ser considerada como
sucesor de lo que los griegos llamarían “héroes”, o simplemente podríamos dejar al caballero como
esa idea que nació en la Edad Media. Desde su surgimiento, la idea de caballero se ha modificado,
es nuestro interés observar estos cambiamos en el tiempo, por ello, tomaremos como base la
concepción de caballero según Ramón Llull, escritor situado en el ocaso de la Edad Media, el cual,
a pesar de vivir tiempo después de que las órdenes de caballería habían nacido, tuvo contacto con
una idea más forjada y madura. Por el otro lado, utilizaremos el caballero moderno del siglo XX,
expresado en la novela corta El caballero inexistente de Italo Calvino.

EL CABALLERO SEGÚN LLULL.

Ramón Llull fue un pensador hispánico perteneciente a la baja Edad Media, su fecha de nacimiento
fue en 1232, aproximadamente, mientras que su muerte en 1315. Los años y el lugar en donde
Llull Vivió, Mallorca, permitieron que el pensador logrará tener acceso a una gran cantidad de
corrientes filosóficas y religiosas, en palabras de Alcalá-Mendizabal, “Llull era un hombre de
posición social elevada, perteneció al mundo de la alta sociedad de la época. Su ambiente fue el
del amor cortés y la poesía trovadoresca” (2004, 103). Este acceso a diversas fuentes de
conocimiento le permitió a Llull decidir la religión que consideraba mejor, la cual fue, para el
pensador, el cristianismo. El aspecto religioso en la obra de Llull está presente en libros tales como
Libro del gentil y los tres sabios, Blanquerna, entre otras, sin embargo, el genio de este pensador
no sólo se enfocó en temas religiosos sino que su curiosidad caminó por varias ramas, esto se
puede observar en la que consideran su obra principal, El Árbol de la Ciencia, donde habla sobre
una gran cantidad de temas, desde la física (la ciencia más enfocada a las cuestiones materiales)
hasta la teología; además, escribió un libro sobre nuestro tema de interés titulado Libro del Orden
de Caballería, en el cual habla sobre cómo debe ser un verdadero caballero.

La relativa cercanía de la obra de Llull a la creación de las órdenes de caballería nos obliga a
remontarnos a algunas consideraciones anteriores a la fecha del pensador respecto a las órdenes
de caballería. Primero, Fernández Sánchez, Fuente Lafuente y Ortiz Sobrino (2015), citando a
Keen explica el concepto de caballería
Caballería es una expresión referida al código y cultura de un estamento militar que consideraba la
guerra como una profesión hereditaria. Este estamento social nace, se desarrolla y desaparece en la
época comprendida entre la primera Cruzada y la Reforma, es decir, aproximadamente entre los años
1000 y 1500 (pp.13-14).

Por lo tanto, la figura del caballero, en sus inicios, estaba unida con la utilidad de estos en la
guerra y la importancia social, sin embargo, es necesario destacar que, en sus inicios, la relevancia
de la figura caballeresca era por motivos militares más que sociales. El hecho de que los soldados
caballeros supusieran una ventaja sobre el adversario, se debía a la complejidad en la manera de
combatir, para alcanzar tales grados de adiestramiento era necesario que el individuo tuviera una
capacitación excelente, lo cual resultaba muy caro, por ello, posteriormente se enfatizaría la
relevancia de que el soldado fuera noble, sobre el inicio de las órdenes de caballería, ( ) agrega:

La aparición de la Caballería se debió a razones de índole militar, social y literaria. El siglo XI fue
muy relevante en la historia militar medieval, por lo que respecta a las tácticas de caballería. La
difusión del estribo a comienzos del siglo VIII dotó al jinete de una mayor estabilidad en la silla, y
de un mejor dominio del animal. En torno al año 1000, los guerreros europeos adoptan una nueva
táctica: el ataque en formación cerrada, sujetando una larga y gruesa lanza bajo el brazo derecho, y
puestos sobre una silla evolucionada. El jinete, su caballo y su lanza, a gran velocidad, forman
entonces un arma temible. (2015, 31)

Para Llull, el caballero responde a la necesidad de la restauración de la justicia divina, de tal


forma, aquel que se nombrase caballero debía ser la espada de Cristo. Esta tarea era encomendada
a pocos hombres, los cuales eran elegidos por sus grandes capacidades. Asimismo, el nombre de
caballero se debe a la bestia, la cual es considerada la más noble entre las criaturas.

Al comenzar en el mundo el menosprecio de la justicia por disminución de la caridad, convino que


justicia recobrase su honra por medio del temor; y por eso se partió todo el pueblo en grupos de mil,
y de cada mil fue elegido y escogido un hombre más amable, más sabio, más leal, más fuerte, y con
más noble espíritu, mayor instrucción y mejor crianza que todos los demás. (Llull 2017)

Las capacidades necesarias para ser caballero no sólo residían en ser noble y ser un “hombre
más amable, más sabio, más leal (…) y con más noble espíritu”, sino también era menester que el
caballero fuera justamente hombre. Esto se debe a la posición social de las mujeres dentro de la
Edad Media, sobre esta cuestión Llull comenta:
El hombre, en cuanto posee mayor cordura y entendimiento, y es de naturaleza más fuerte que la
mujer, puede ser mejor que la mujer; pues si no fuese tan capaz de ser bueno como la mujer, se
seguiría que la bondad y la fuerza de naturaleza serían contrarias a la bondad del corazón y de las
buenas obras. De donde, así como el hombre por su naturaleza se halla en mejor disposición de tener
noble corazón y de ser bueno que la mujer, así también el hombre se halla más predispuesto a ser
aleve que la mujer; pues, si así no fuese, no sería digno de tener mayor nobleza de corazón y mayor
mérito de ser bueno que la mujer. (Llull 2017)

Una vez dicho los requerimientos para ser caballero, prosigamos a los deberes del caballero en
Llull. Como se dijo anteriormente, las órdenes de caballería implementan a su inicial utilidad
militar, el aspecto teológico. Estas órdenes tenían la obligación de defender la iglesia y,
especialmente, la fe católica, sin embargo, a diferencia de los clérigos, la obligación del caballero
se diferenciaba en cuanto a que éste estaba enfocado a la cuestión pragmática, es decir, a las guerras
y las afrentas contra infieles:

Oficio de caballero es mantener y defender la santa fe católica, por la cual Dios Padre envió a su Hijo
a tomar carne en la gloriosa Virgen, Nuestra Señora Santa María, y para honrar y multiplicar la fe
sufrió en este mundo muchos trabajos y muchas afrentas y penosa muerte. De donde, así como
Nuestro Señor Dios ha elegido a los clérigos para mantener la santa fe con escrituras y probaciones
necesarias, predicando aquélla a los infieles con tanta caridad que desean morir por ella, así el Dios
de la gloria ha elegido a los caballeros para que por fuerza de armas venzan y sometan a los infieles,
que cada día se afanan en la destrucción de la santa Iglesia. Por eso Dios honra en este mundo y en
el otro a tales caballeros, que son mantenedores y defensores del oficio de Dios y de la fe por la cual
nos hemos de salvar. (Llull 2017)

Asimismo, el caballero debía cumplir su deber con su señor. Es en esta parte donde se veía la
utilidad del modelo caballeresco en la Edad Media, pues gracias al soporte militar que ofrecía el
caballero, éste podía conseguir tierras o ser encomendado a alguna región para su protección. La
fidelidad del caballero a su señor era considerada como algo sumamente importante.

Oficio de caballero es mantener y defender a su señor terrenal, pues ni rey, ni príncipe, ni ningún alto
barón podría sin ayuda mantener la justicia entre sus gentes. De donde, si el pueblo o algún hombre
se opone al mandamiento del rey o del príncipe, conviene que los caballeros ayuden a su señor, que
por sí sólo es un hombre como los demás. De modo que el caballero malvado que ayuda antes al
pueblo que a su señor, o que quiere ser señor y quiere desposeer a su señor, no cumple con el oficio
por el cual es llamado caballero. (Llull 2017)

Conforme fue pasando el tiempo, los deberes del caballero fueron en aumento, de tal forma
que, entre sus virtudes se hallaba la de proteger a los vulnerables. Esta idea sería tomada
posteriormente por Cervantes y agregada a su magno caballero, Don Quijote.

Oficio de caballero es mantener viudas, huérfanos, hombres desvalidos; pues así como es costumbre
y razón que los mayores ayuden y defiendan a los menores, así es costumbre de la orden de caballería
que, por ser grande y honrada y poderoso, acuda en socorro y en ayuda de aquellos que le son
inferiores en honra y en fuerza. (Llull 2017)

Los requisitos para ser caballero, según Llull, incluye virtudes que parecen no cambiar con el
paso del tiempo. Estas virtudes han estado desde el inicio de la gestación caballeresca, siendo la
primera la nobleza y la valentía de corazón, estas dos características deben estar acompañadas de
una gran fidelidad del caballero a la Orden- De igual forma, el caballero debe ser el portador de la
justicia y de la paz, ésta unión entre justicia y paz, dos conceptos que parecen ser contrarios en
ocasiones, se corresponden, según Llull, en el caballero porque es propio él “pacificar a los
hombres por la fuerza de las armas”. Finalmente, el pensador engloba todas las virtudes que debe
poseer aquel que se considere caballero, dentro de las cuales se puede observar esta unión entre lo
religioso y lo social:

Todo caballero debe saber las siete virtudes que son raíz y principio de todas las buenas costumbres,
y son sendas y caminos de la celestial gloria perdurable; de las cuales siete virtudes son las tres
teologales y las cuatro cardinales. Las teologales son fe, esperanza, caridad. Las cardinales son
justicia, prudencia, fortaleza y templanza. (Llull 2017)

Queda, pues, establecida la idea del caballero en los tiempos medievales de Llull. Y así, como
si Llull fuera consciente del porvenir, agrega en su libro las siguientes palabras que sirven a modo
de introducción a nuestro caballero del siglo XX: “Si el hombre no tuviese cuerpo, sería invisible;
y si lo fuese, no sería lo que es”.

EL CABALLERO DEL SIGLO XX


Italo Calvino nació en Cuba en 1923, fue hijo de padres afiliados a las ideas comunistas del siglo
pasado y es, quizá por este motivo (su acercamiento a la política desde joven) la razón por la que
la política estuvo muy presente a lo largo de su vida.

El contacto con la realidad política, no solo de Italia, sino internacional, amplió la perspectiva de
Calvino, consciente, junto con otros escritores de su época, de la necesidad de encontrar respuestas
a cuestiones relacionadas con la desesperanza, la identidad, el pesimismo y la voluntad de
transformación. Se afilió, durante la ocupación alemana, al Partido Comunista, el cual representaba
para muchos la fuerza más activa y organizada de esos años. En 1944 se unió a los partisanos en las
Brigasas de Garibaldi junto con su hermano menor, mientras sus padres fueron rehenes de los
alemanes (Oliva Tello 2015, 56)

Sin embargo, como diría Calvino en varias ocasiones1, su literatura no se vería influida por los
movimientos políticos, la búsqueda de Calvino en sus libros es el segundo carácter que
mencionábamos en la introducción, el de describir la realidad y encontrar estos cambios en los
conceptos. Finalmente, el escritor italiano fallece en 1985.

El caballero inexistente retoma los tiempos de Carlo Magno, en ella nos presentan al caballero
Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, caballero de
Selimpia Citerior y Fez; un caballero con un largo nombre y que no existe, la armadura pulcra y
demás, pero vacía. Agilulfo, es el estereotipo del caballero, pulcro, detallado, preciso, sabedor de
todos los preceptos y conocedor de los deberes del caballero, no por nada es impulsado por la
fuerza de Voluntad. El caballero inexistente es lo que podría ser denominado el caballero ideal. Su
precisión en el actuar se ve presente en todo acto en el que se empeña, desde la pulcritud de su
armadura hasta la ayuda que ofrece a los cocineros. El conocimiento de las reglas se ve presente
en la sátira de Calvino, cuando Rambaldo, uno de los caballeros recién llegados, le pregunta al
caballero si conoce la manera en que puede vengar la muerte de su padre, Agilulfo, por su parte,
le contesta el proceso burocrático necesario para las venganzas, su conocimiento de los procesos
“jurídicos” hacía que “e incluso en su voz había ahora cierto calor, el calor de quien conoce al
dedillo los reglamentos y escalafones y disfruta demostrando su competencia, pero también
destacando la falta de preparación ajena.”24

1
Sobre este aspecto se recomienda la lectura de la carta dirigida al semanario Mondo Nuovo en respuesta a la reseña
de la novela El caballero inexistente hecha por Walter Pedulla.
Agilulfo es la representación de lo concreto, de la voluntad, en nuestros tiempos tan convulsos
donde lo que parece ser no lo es realmente y donde la indeterminación de las cosas y el constante
relativismo de la realidad vuelven que las certezas sean cada vez menores, será quizá por este
motivo por lo que nuestro caballero inexistente requiere contraponer su existencia concreta con lo
único que encuentra semejante a él, los números, el contar las cosas:

Agilulfo sentía siempre la necesidad de sentir frente a sí las cosas como un muro macizo al que
contraponer la tensión de su voluntad, y sólo así lograba mantener una segura conciencia de sí. Pero,
si por el contrario, el mundo que le rodeaba, en cambio, se difuminaba en lo incierto, en lo ambiguo,
también él se sentía anegrar en esa mórbida penumbra, y ya no lograba hacer que aflorase del vacío
un pensamiento claro, un arrebato de decisión, una obstinación. (Calvino 2015, 28)

Sobre esta incertidumbre contemporánea de las cosas, Calvino comenta lo grotesco del asunto,
de nombrar cosas inexistentes y, por otra parte, encontrar personas no se distinguían del resto,
como si fueran masas indefinidas que caminan por la vida sin saber lo que realmente son. 39. A
esta idea de Calvino podemos agregar el factor de la tecnología, el cual enajena a los seres humanos
de conocerse; sin embargo, el escritor destaca la existencia de los hombres conscientes de sí
mismos, delimitados por el conocimiento de las reglas y las conductas sociales:

También podía darse entonces que en determinado momento esa voluntad y conciencia de sí, tan
diluida, se condensase, formase un grumo, como el imperceptible polvillo acuoso se condensa en
copos de nubes, y que este núcleo, por azar o por instinto, se topase con un nombre o un linaje
vacantes, como entonces existían a menudo, con un grado del escalafón militar, con un conjunto de
tareas por cumplir y de reglas establecidas, y, sobre todo, con una armadura vacía, que sin ella, con
los tiempos que corrían, incluso un hombre existente se arriesgaba a desaparecer, conque
figurémonos uno que no existiese… (Calvino 2015, 39)

Es pues, la figura del caballero en Calvino, la expresión de la voluntad ideal del hombre que
surge concretamente en una realidad relativa, indeterminada. Por este motivo, Agilulfo sirve como
un pilar para la construcción de los demás personajes secundarios, como Rambaldo, Gurdulú y
Bradamante, los cuales, gracias al caballero, logran determinarse y conocerse a sí mismos. Sin
embargo, la figura del caballero en Calvino cambia a la de Llull en cuanto a que, si bien Agilulfo
representa los magnos valores de la caballería, estos están vacíos como él; esta cuestión se ve
presente en tanto que el caballero inexistente sólo puede pensar en las reglas, pero una vez que
están se ven diluidas y difusas, el caballero desaparece. De tal forma, Calvino señala que las ideas
anteriores de la caballería – y en realidad todas – se vuelven palabras huecas y formales; la
expresión del ser humano no puede ser sentimiento puro que cambie de forma en cada momento,
ni tampoco puede ser forma (como Kant llegó a formular su ética y su respectivo imperativo
categórico) o idealización (como sucede con el caballero de Llull y los consecuentes caballeros
románticos), sino que debe ser una conjunción de ambas cuestiones, es decir, la expresión humana
debe ser una forma que, si bien es polimórfica, mantenga, dentro de sus grandes cambios, ciertas
cuestiones esenciales del ser humano. Esto explica el por qué la naturaleza del lenguaje, fiel espejo
del hombre, también contenga esta cualidad de ser capaz de cambiar el sentido, pero manteniendo
cierta cuestión esencial de la palabra.

Por lo tanto, la evolución del concepto de caballero en Calvino no es como tal una evolución al
concepto, sino que es una crítica al concepto establecido de caballero, en el cual se muestra un
ideal vacío, el cual sólo es cumplido cuando Rambaldo, el caballero primerizo, se encuentra a sí
mismo, comprende el ideal de la orden de caballería pero no deja al lado las cuestiones pasionales
que lo motivan para seguir luchando. Esto se nota cuando Rambaldo decide tomar la armadura de
Agilulfo, usarla, batallar con ella, pero también buscando, al final de la novela, a Bradamante, su
amada.

REFERENCIAS
Alcala Mendizabal, D., & Beuchot, M. «La contemplacion como fundamento mistico en la
teologia de San Buenaventura y Ramon Llull.» México: Universidad Nacional Autónoma
de México, 2004.

Calvino, Italo. El caballero inexistente. 16a. edición. Traducido por Esther Benitez. Madrid:
Siruela, 2015.

Fernández Sánchez, Fernando, Carlos Fuente Lafuente, y Miguel Ángel Ortiz Sobrino. « Las
órdenes de caballería como fuente de inspiración y antecedente dela insigne orden del
toisón de oro.» Vivat academia, 2015: 26-43.

Llull, Ramón. Libro de la orden de caballería. Islas Baleares: textos.info, 2017.

Oliva Tello, H. J., & Bubnova, T. «Amor e ironía en relatos de Italo Calvino y Jorge
Ibargüengoitia.» Universidad Nacional Autónoma de México, 2015.

Wittgenstein, Ludwig. Tractatus logico-philosophicus. Madrid: Gredos, 2015.

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