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Como antecedente del pensamiento de Bordieu, Chamboredon y Passeron (1985) se

recupera la fundamentación de Bachelard (2000), cuando sostiene que, la construcción del


conocimiento ha de plantearse en términos de obstáculos epistemológicos, inherentes al
proceso mismo de conocimiento –entorpecimientos, confusiones, causas de estancamiento
y hasta retroceso- que impiden avanzar en el proceso de conocer y que actúan como
supuestos a priori, dada la naturaleza cotidiana y práctica inmersa en la interacción con la
cultura. Dado lo anterior, el primer desafío es identificar los conocimientos previos que se
han adquirido mediante la experiencia o cualesquier fuente de conocimiento académico o
escolar, en donde la única forma es reconocerlos mediante el proceso de metacognición.
Para los autores en mención los obstáculos epistemológicos: son productos mentales que
surgen al mantener constantemente una ruta acrítica que permea el pensamiento, que por
su proceso continuo generalmente pasa al nivel inconsciente, por lo que las ideas, los
razonamientos y las experiencias se convierten en sólidos esquemas cognitivos difíciles de
advertir si es que no existe motivo para distanciarse de ellos. Dada la naturaleza social que
media en los procesos de aproximación al conocimiento, y que por ende, son reflejo de
falsas cosmovisiones tras las cuales una persona concibe los modelos de verdad.
Advertirlos y reconocerlos a través de los procesos de reflexión analíticos y críticos serán
el primer reto para la construcción de conocimientos significativos. A dicho proceso
cognitivo Bourdieu, Chamboredon y Passeron (1985) lo denominan vigilancia
epistemológica.
Este proceso directamente está determinado por el reconocimiento del obstáculo u
obstáculos epistemológicos, como también en la decisión consciente y reflexiva para
romper con la interpretación simplista e ingenua con la cual se han atendido los objetos de
conocimiento. Advierten los autores que es el único camino para la construcción del
conocimiento científico y como se mencionó, la ruta para distanciarse del sentido común,
por ende, de todos los aprendizajes adquiridos desde el error y la ilusión, incluso aquellos
asociados a modelos teóricos aprendidos o elaborados por el propio sujeto durante la
formación escolar (en tanto, teorías implícitas).
Este proceso de vigilancia coadyuva a la detonación de la ruptura epistemológica, la cual
representa en sí misma el esfuerzo de romper con las representaciones mentales que
distinguen los enfoques de interpretación científica derivadas de la ciencia normal, frente a
otras opciones heurísticas y alternativas que pueden crearse sobre todo relativas al
conocimiento social con el fin de separar el conocimiento de sentido común del discurso
científico que se construye.
Para ello los autores en su texto, distinguen entre la conceptualización del modelo analítico
y el modelo mimético: Respecto al primer modelo, los autores argumentan que este refiere
el análisis de la lógica del lenguaje, que “(…) puede dar el medio para redefinir las palabras
comunes dentro de un sistema de nociones expresamente definidas y metódicamente
depuradas, sometiendo a la crítica las categorías, los problemas y esquemas que la lengua
científica toma de la lengua común y que siempre amenazan con volver a introducirse bajo
los disfraces que la lengua científica más formalizada” (Bordieu, Chamboredon y Passeron,
1985, p. 38).
Mientras que al referirse al modelo mimético, los autores toman como punto de referencia
que “(…) se puede designar por modelo cualquier sistema de relaciones entre propiedades
seleccionadas, abstractas y simplificadas, construido conscientemente con fines de
descripción, de explicación o previsión y, por ello, plenamente manejable; pero a condición
de no emplear sinónimos de éste término que den a entender que el modelo pueda ser, en
este caso, otra cosa que una copia que actúa como pleonasmo con lo real y que cuando es
obtenida por un simple procedimiento de ajuste y extrapolación, no conduce en modo
alguno al principio de la realidad que imita”. (Bordieu, Chamboredon y Passeron, 1985, p.
76).
Asimismo agregan que: “Confundiendo entre la simple semejanza y la analogía, relación
entre relaciones que debe ser conquistada contra las apariencias y construida por un
verdadero trabajo de abstracción y por una comparación conscientemente realizada, los
modelos miméticos, que no captan más que las semejanzas exteriores se oponen a los
modelos analógicos que buscan la comprensión de los principios ocultos de las realidades
que interpretan”. Continúan señalando que: “Es en los principios de su construcción y no
en su grado de formalización que radica en el valor explicativo de los modelos” (Bordieu,
Chamboredon y Passeron, 1985, p. 78).
Por todo lo anterior cuando refieren a cerca de las hipótesis, los autores señalan lo siguiente
que la renuncia pura y simple ante el dato de una práctica que reduce el cuerpo de hipótesis
a una serie de anticipaciones fragmentarias y pasivas, condena a las manipulaciones ciegas
de una técnica que genera automáticamente artefactos, construcciones vergonzosas que
son la caricatura del hecho metódico y conscientemente construido, es decir de un modo
científico (Bordieu, Chamboredon y Passeron, 1985).
Los autores insisten que:“Olvidar que el hecho construido, según procedimientos
formalmente irreprochables pero inconscientes de sí mismos, pueden no ser otra cosa que
un artefacto, es admitir, sin más examen, la posibilidad de aplicar las técnicas a la realidad
del objeto al que se las aplica.” “Los que obran como si todos los objetos fueran apreciables
por una sola y misma técnica, o indiferentemente por todas las técnicas, olvidan que las
diferentes técnicas pueden contribuir, en medida variable y con desiguales rendimientos, al
conocimiento del objeto, sólo si la utilización está controlada por una reflexión metódica
(vigilancia epistemológica) sobre las condiciones y los límites de su validez que depende
en cada caso de su adecuación al objeto, es decir; a la teoría del objeto”. (Bordieu,
Chamboredon y Passeron, 1985, p. 72).

Para argumentar lo anterior, recuperan una afirmación de Weber que refiere que “(…) aun
el más positivista, utiliza consciente o inconscientemente un procedimiento, pero que no
puede ser dominado más que si se utiliza con conocimiento de causa.” Y citan que: “(…) la
comparación orientada por la hipótesis de las analogías constituye no sólo el instrumento
privilegiado de la ruptura con los datos preconstruidos, que pretenden insistentemente ser
considerados en sí mismos y pro sí mismos, sino también el principio de la construcción
hipotética de las relaciones entre relaciones.” (Bordieu, Chamboredon y Passeron, 1985, p.
74).
Por ello sugieren que una de las principales herramientas de investigación es la crítica
lógica de la sociología espontánea que, en donde es necesario más que la afirmación
anticipada, la prevalencia de la duda. Más que negar la presencia de los supuestos, obliga
a cuestionar las respuestas o evidencias esperadas de los enigmas, antes de caer en la
tentación de dar por hecho algo que en realidad no se ha conocido y desde luego se carece
de condiciones para ofrecer explicación. Dado que: “Un objeto de investigación, por más
parcial y parcelario que sea, no puede ser definido y construido sino en función de una
problemática teórica que permita someter a un sistemático examen todos los aspectos de
la realidad puestos en relación por los problemas que le son planteados”. (Bordieu,
Chamboredon y Passeron, 1985).
En este sentido y a manera de cierre en este texto, es preciso hacer énfasis en la posición
sostenida por los autores, en contra de la definición restrictiva de las técnicas de recolección
de datos que confiere al cuestionario un privilegio indiscutido y la posibilidad de ver más
que sustitutos aproximativos de la técnica real en métodos, no obstante tan codificados y
tan probados como los de la investigación etnográfica (…). Por el contrario sugieren (…)
restituir a la observación metódica y sistemática su primado epistemológico, por lo que
advierten que: “Lejos de constituir la forma más neutral y controlada de la elaboración de
datos, el cuestionario supone un conjunto de exclusiones, no todas escogidas y que por
tanto (…) permanecen inconscientes (…)”.(Bordieu, Chamboredon y Passeron, 1985, p.
66).
De ahí que, tanto para la práctica profesional como la de investigación, los autores sugieren
lograr un estado de conciencia cuyo punto de partida sea la confrontación entre los
esquemas de conocimiento (apriorísticos: empíricos o teóricos) que suponen una barrera
que limita la aproximación al objeto de conocimiento en su estado natural, particularmente
cuando se trata de naturaleza social. Como se mencionó líneas arriba, elaborar
anticipadamente juicios determinísticos, es repetir acríticamente modelos de conocimiento
probados en la confirmación de certezas, que asimismo en aras de la búsqueda de la
“verdad absoluta, unívoca y uniforme” implementa para su recogida instrumentos
tendenciosos y manipuladores de información y datos que satisfacen el rigor inmediato de
un conocimiento objetivado (“acabado”) tras el disfraz de una “metodología científica”, tal y
como los autores la refieren.
Interesante lección, al cuestionar la ruta que orienta la construcción del conocimiento social,
sometiendo permanentemente a juicio no lo que se pretende conocer, sino lo conocido y
las formas en que aproxima el sujeto al objeto estudiado. Como la única opción para hacer
que emerja en sí mismo y por sí mismo el conocimiento, sin condicionamientos heredados
por la tradición de la ciencia. Tomando distancia inicialmente de las intenciones,
generalmente inconscientes de quién pretende generar conocimiento. Y me refiero a una
distancia consciente, reflexiva y crítica que así también es natural, por ello riesgosa, si no
se descubre a tiempo. La ruptura entonces, no es la negación o bien oposición, más bien
puede ser un estado autorregulador que ayude a controlar la influencia de los propios
prejuicios que lejos de favorecer respuestas, contaminan de anticipaciones lo que aún no
se ha conocido.
De esta manera las herramientas o andamios de aproximación, responderán acorde a las
condiciones propias del objeto de conocimiento sin ser sometidas a medidas que laceren
su naturaleza. Por ende, los logros de un trayecto de este tipo, dignifica no solo al
conocimiento sino a su vez, al que pretende conocer.

Referencia bibliográfica:
Bourdieu, P., Chamboredon, J.C. & Passeron, J.C. (1985). El oficio del sociólogo.
Presupuestos epistemológicos. Octava Edición. España: Siglo XXI.

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