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Daños de obras para la defensa común

Artículo 277°. - El que daña o inutiliza diques u obras destinadas a la defensa común contra desastres,
perjudicando su función preventiva, o el que, para impedir o dificultar las tareas de defensa, sustrae,
oculta, destruye o inutiliza materiales, instrumentos u otros medios destinados a la defensa común,
será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de ocho años.

Los diques, puentes y carreteras, vías de transeúnte, sistemas energéticos, etc., constituyes obras
de primer orden que permiten al Estado ejecutar su labor preventiva, cuando toman lugar desastres
naturales.

La tarea preventiva importa adoptar mecanismos de seguridad, de control y otros, que permiten
neutralizar posibles daños, de aminorar los existentes y de proteger a la población frente a las
amenazas que aparecen con los fenómenos de naturales, de ahí que se ponga en marcha todo un
plan de ejecución y de prevención, a cargo de las autoridades estatales competentes.

Es ante tales contextos, donde la realización del comportamiento descrito en el artículo 227 del CP,
adquieren un alto contenido de disvalor, cuando el agente “daña, inutiliza diques u obras destinadas
a la defensa común contra desastres, perjudicando su función preventiva, o impidiendo o
dificultando las tareas de defensa, sustrayendo, ocultando, destruyendo o inutilizando materiales,
instrumentos u otros medios destinados a la defensa común”. En otras palabras, el autor,
obstaculiza la labor preventiva y asegurativa del Estado, colocando en un grave riesgo, la integridad
de las personas, así como la incolumidad de los bienes, defraudando las expectativas comunitarias;
conducta merecedora y necesitada de pena.

Señala Soler, que se trata de una figura autónoma y algo menor que la tentativa, y cuyo objeto es el
de tutelar de modo reforzado ciertas obrasen que sí mismas están destinadas a gobernar grandes
fuerzas naturales; específicamente los diques.

El primer apartado del injusto típico hace alusión a la acción de destruir o inutilizar diques u obras
destinadas a la defensa común contra desastres, perjudicando su función preventiva; importa que
dichos bienes ya no puedan ser empleados como mecanismos de contención o ante una merma
significativa de sus propiedades funcionales, que los referidos actos hayan hecho surgir el peligro
de que el desastre se produzca. Debe recordarse que las figuras delictivas glosadas en la presente
capitulación, son de peligro y no de resultado, porque lo que interesa es la idoneidad de la acción
para poder generar el estado de riesgo, que el legislador sanciona con pena.

Si al destrucción o inutilización de las obras se afecta sin saber que están destinadas a la “defensa
común”, con la sola intención de destruirlas, será constitutivo de un delito de Daño, el dolo debe
abarcar todos los elementos que componen la construcción típica.

Cuando se sabe que se destruye una obra destinada a contener las aguas, ya pesar de ese
conocimiento se actúa, es indiferente que el sujeto haya tenido la intención de regar su campo, si
su acto ha generado el peligro de una inundación. No siendo necesario que la intencionalidad, la
deliberación del agente, se extienda a la creación de un peligro común.

La acción típica ha de recaer sobre diques o toda obra destinada a la defensa común, en el sentido
de que sirva para contrarrestar posibles daños producidos por los desastres naturales.
Efectivamente, escribe Fontan Balestra, cuyo destino es prestar un servicio de utilidad común,
obligan a realizar construcciones cuya inutilización puede crear un peligro común, las cuales pueden
ser publicas y/o privadas.

Están fuera del ámbito de protección de la norma aquellas obras, cuya inutilización obedece a su
deficiente construcción o como consecuencia del desastre natural; la imputación que interesa es
aquella que proviene de una conducta humana generadora de daño y a su vez del peligro.

Segunda modalidad del injusto, se construye a partir de la siguiente acción; “impedir o dificultar las
tareas de defensa, sustrayendo, ocultando, destruyendo o inutilizando materiales, instrumentos u
otros medios destinados a la defensa común”; dicho supuesto, cobra vigencia fáctica cuando al
agente ejecuta ciertas acciones tendientes a evitar el normal desarrollo de las tareas de defensa,
sea impidiendo el desplazamiento de las maquinarias que se dirigen a reconstruir las áreas
destruidas, coaccionando a los trabajadores encargados de las obras, sea amenazándolos o
mediando violencia. También se presenta esta variante delictiva cuando el agente sustrae los
materiales, sea llevados a otro lugar, destruyéndolos o inutilizándolos, nótese que, si se advierte un
apoderamiento de un bien cuantificable en el mercado, es constitutivo también del delito de hurto
(concurso) y la destrucción de un bien, es un delito de daños.

No solo materiales, sino también instrumentos u otros medios pueden ser objeto material del delito,
siempre que cumplan con la finalidad: destinados a la defensa común.

Las formas de imperfecta ejecución requieren de la destrucción y o inutilización de diques u otras


obras destinadas a la defensa común, de que estas pierdan su funcionalidad total o parcial y que
aquello represente un peligro común; del mismo modo, que se dificulten las tareas de defensa,
ocultando o destruyendo materiales o instrumentos destinados al mismo fin.

Los primeros actos, tendientes a dañar la obra, que no llegan a la inutilizarla, pueden ser reputados
como un delito tentado, siempre que el agente conozca que están destinados a la defensa común.
Obsérvese, que si bien lo que se penaliza es la creación del peligro en estos delitos, los mismos
elementos que configuración típica hablan de un daño.

El tipo subjetivo del injusto viene informado por el dolo del agente, conciencia y voluntad de
realización típica; el autor sabe que está dañando, inutilizando o sustrayendo obras y o materiales
destinados a la defensa común. No resulta reprimible la modalidad culposa.

Modalidades culposas

Art. 278.- “El que, por culpa, ocasiona un desastre de los previsto en los artículos 273, 275 y 276,
será reprimido con pena privativa de libertad no menor de uno ni mayor de tres años”.

La descripción sociológica de la “sociedad del riesgo” genera una suerte de incidencias en varios
planos de la política jurídica del Estado, de forma particular en la política criminal, proponiendo la
penalización de una serie de conductas que manifiestan estados de Peligro Común, bajo el
entendimiento de la incriminación de estas conductas no pueden estar condicionadas a la efectiva
causación de un daño, al tutelar un bien jurídico de corte supraindividual, esto es la, “seguridad
pública”, como aquel estado de percepción socio cognitiva, que ha de verse afectada cuando
ocurren los eventos delictivos, contenidos en los preceptos penales, que se han glosado en la
presente capitulación.

La manipulación del fuego, la conducción de vehículos automotores, así como el empleo de


sustancias nocivas, determina un ámbito muy específico de actuación individual, conforme a la
normativa administrativa, de forma especial con las normas jurídico penales, cuyo principal mensaje
es de sujetar dicha actuación en sujeción estricta a la idea del riesgo permitido como se dijo, estas
actividades no pueden ser lisamente prohibidas, la pena de neutralizar el desarrollo y progreso de
la sociedad. Empero, lo que se pretende con la intervención de ius puniendi estatal, es que dichas
actividades hayan de realizarse con toda diligencia, evitando la generación de riesgos, cuyo
desembalse puede provocar verdaderos estados de lesión para los bienes jurídicos fundamentales.

Según los preceptos penales analizados, la punición de dichas conductas requiere que el agente
haya creado y o generado el peligro común, de forma dolosa, consciente y voluntariamente,
incluyendo el dolo eventual, con virtual conciencia del riesgo típico.

Conforme lo anotado, la política criminal se orienta a prevenir comportamientos esencialmente


dolosos, con arreglo al principio de legalidad. No obstante, vemos que la necesidad de reforzar la
tutela punitiva de la seguridad pública, ha incidido en formular la modalidad culposa, tal como se
desprende del contenido literal del artículo 278 del CP.

La base de imputación de estas conductas disvaliosas, es la generación de un peligro común, que en


algunos casos no requiere la efectiva constatación de un riesgo de aptitud de lesión (peligro
abstracto). Conducción prohibida que ingresa a la esfera cognoscitiva del dolo, que, en la variante
imprudente, el agente no se muestra consciente de ello, por lo que para sui acreditación basta la
producción de dicho peligro, siempre este supere los limites permitidos y que su manifestación sea
obra de una actuación defectuosa del autor. Debe observarse que la manipulación de instrumentos
y o herramientas riesgosas, importa una diligente actuación, según las esferas y o competencias de
organización individual.

En principio, la punición del delito culposo, está condicionada a la efectiva causación de un daño,
sin embargo, la construcción normativa de los bienes jurídicos supraindividuales ha determinado,
que el injusto imprudente puede tener también cabida en el marco de los tipos penales de peligro.

Las modalidades culposas, han de verse, entonces en el caso del delito de incendio, sus formas
agravadas y la figura delictiva de Estragos especiales; siendo que el inciso 3 del artículo 275 nos trae
la siguiente interrogante: ¿Cómo es que se puede decir que el resultado (lesiones graves o muerte)
puede tomar lugar en su forma imprudente, cuando este describe un delito Preterintencional, cuya
mixtura requiere, de forma indispensable, que la acción que da curso el autor sea a título o dolo? Si
alguien genera imprudentemente, por negligencia, un incendio u otro desastre que, a la postre,
provoca la muerte y o las lesiones graves de personas, es simplemente un Homicidio Culposo o
Lesiones Culposas, debiéndose rechazar la aplicación del presente articulado.

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