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De cara al Porvenir

“Cartas de batalla”
Autor: Pedro Juan González Carvajal
22 de Agosto de 2006

El profesor Hernando Valencia Villa, escribió hace algunos años, un excelente texto bautizado
como “Cartas de Batalla”, donde analizaba la historia constitucional de Colombia y mostraba
como, de 1819 a la fecha, habíamos construido y desarmado un poco más de una docena de
constituciones, haciendo visible el hecho que, desde la perspectiva del conflicto continuado que ha
acompañado cronológicamente la historia política de nuestro país, cada Constitución pudiera ser
interpretada como una especie de armisticio, al cual se le daba un tiempo de espera para ver si se
podían bajar los ánimos, y dado que esto no sucedía, pues retornaba el conflicto y el ciclo
continuaba.

Llegar a tener diez y seis Constituciones, sin contar las reformas, en 187 años como Estado independiente, equivale a decir
que cada doce años y medio, bajo la racionalidad del promedio aritmético, hemos estrenado una nueva Constitución, promedio
por ahora superado solamente y de manera amplia, por la Constitución de 1886, que tanta estabilidad y vicios nos dejó.

Algunos desconocedores de nuestra historia, de acuerdo con sus intereses, reclaman periódicamente que el país requiere de
una verdadera estabilidad jurídica para poder aspirar al tan anhelado desarrollo y poder atraer y conservar la inversión tanto
interna como externa, pasando por alto el hecho de que nuestra cultura política está respaldada en términos jurídicos, por el
cambio frecuente de la “Mamá de todas las Leyes”, que es la Constitución Política.

Esta sociedad, nacida y vivida en medio del conflicto, no ha podido lograr aún el “acuerdo sobre lo fundamental” de origen
anglosajón, y lo que es peor, todavía no se ha dado cuenta de lo necesario que es encontrar y explicitar ese acuerdo entre
todos los ciudadanos SIN EXCEPCION, con el fin de que lo dispuesto en esa Constitución, sí refleje la realidad del sentir
nacional y no se quede en meras palabras e intenciones como hasta el presente.

A quienes escribieron de su puño y letra la Constitución Norteamericana, se les denomina con profundo respeto, “Padres
Fundadores”. A quienes han escrito con su puño y letra, en distintos momentos del tiempo, las Constituciones Colombianas, se
les denomina “Constituyentes”, a secas. Cabría advertir, que algo va de Pedro a Pablo.

La fijación de unos objetivos nacionales es la principal obligación de la política y es desde ese punto inicial, como se construye
una Constitución, a partir del reconocimiento de los poderes reales y abstractos que juegan el juego del poder, con el fin de que
esa Constitución precise el poder político y evite cualquier tipo de sospechas con respecto a ella misma.

Su construcción obedece a técnicas específicas que no pueden ser tomadas como el eje alrededor del cual se organiza la
convivencia social y política y se le da peso específico tanto a los ciudadanos como al Estado.

Colombia, aún sin entender y sin incorporarse a la modernidad, se aproxima al concepto desde una óptica tradicionalista,
pudiéndose hablar entonces, en términos macondianos, de una “Modernidad tradicionalista”, donde todo cambia, para que todo
siga igual.

El concepto que hoy manejamos de territorio, uno de los pilares del Estado Moderno Occidental, dominado por las lógicas
terratenientes nacidas desde la Encomienda, no ha permitido el desarrollo de la autonomía territorial, que reclama poder
político, pero tampoco ha logrado generar ni la cohesión social, ni la libertad política, ni la creación de riqueza, que deben estar
vinculados al proyecto nacional y que aglutinan a la población como segundo gran componente de este Estado Moderno.

La tenencia de la tierra, hoy por hoy, sigue dominada por los intereses de los poderes abstractos, organizados a través de un
esquema pluricentrista feudal, lo cual deja sin posibilidades reales el proyecto de construcción de una sociedad moderna, ya
que como lo expresa con claridad el profesor Albeiro Pulgarín, es el territorio el componente del Estado donde se horizontaliza
el poder.

Nuestra denominada República Unitaria, será coherente con esta concepción, si cuenta con los medios necesarios que le
permitan el pleno ejercicio de la soberanía, tanto al interior como al exterior del territorio que abarca.

El sano equilibrio entre los derechos y los deberes de los ciudadanos, la eficacia, viabilidad y sostenibilidad del Estado
propuesto, y la coherencia entre los principios que respaldan y los instrumentos que se crean, serán prenda de garantía de que
los postulados propuestos en el preámbulo, y explicitados en los planos ontológico, axiológico y ético, den respuesta a las
legítimas expectativas de la comunidad interesada.

Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, pero como ciudadanos comunes y corrientes, tenemos el deber y el derecho de exigir
que la Constitución se cumpla, pues de otro modo, es necesario modificarla y cambiarla.
El procedimiento para el cambio de Constitución, está claro a través de la historia reciente: se emplean los procedimientos
contemplados para el efecto por la propia Constitución, o simplemente se hace una revolución y ¡listo el pollo!
Ahora que conmemoramos los primeros quince años de nuestra Constitución actual, es prudente que vamos tomando las
decisiones necesarias para evitar que esta no sea una Constitución más entre nuestro ya numeroso inventario y que de verdad
sirva como soporte al gran proyecto de construir una sociedad equitativa y con bienestar.

sábado, 19 de septiembre de 2009


RESEÑA. CARTAS DE BATALLA. Una crítica al
constitucionalismo colombiano. Hernando Valencia Villa.
Hernando Valencia Villa, Doctor en Derecho por la Universidad de Yale, , nos presenta en su Tesis Doctoral una
mirada al proceso constitucional colombiano en el siglo XIX, esto es, la formación del Estado. Desde una postura
epistemológica crítica, combinando herramientas históricas y jurídicas, busca descodificar y deconstruir la historia y
la justicia, a través de un estudio, que no empírico, sino más bien de crítica intelectual y legal. La puerta de entrada
al estudio que Valencia nos propone es la de explorar las preguntas: ¿por qué Colombia es la más antigua y estable
república constitucional en el universo autoritario o militarista de los regímenes políticos latinoamericanos? ¿Cuáles
son las características reales y no formales del constitucionalismo colombiano?

En un país con una tradición “constitucionalista”, que entiende y ve el derecho como la principal herramienta para
introducir orden y método a lo social y moldear la realidad conflictiva (Contrato Social), a través de “las buenas leyes
que se encargarán por sí solas de restablecer las buenas costumbres y de suscitar las buenas conciencias” (derecho
formal); Valencia Villa nos introduce en una hipótesis contraria en la que plantea que el constitucionalismo y el
reformismo constitucional, antes que ser una herramienta para la construcción de una sociedad civilizada, es una
estrategia ideológica para la prevención del poder popular y la producción de la hegemonía estatal. El derecho para
Valencia Villa no es hacer la paz o cosa parecida, sino que su finalidad es la de canalizar la energía agresiva y
competitiva de la especie para extraer de su ejercicio controlado ciertos efectos de poder y saber, lo que convierte
al derecho y a las constituciones en “una gramática de la guerra”.

Para lograr esta comprensión, Valencia Villa estructura un marco comprensivo que se aparta de esa visión formal del
derecho, fundamentándose en las lecturas clásicas del pesimismo hobbesiano, que nos invita a verlo como un
“instrumento de armisticio para la guerra que es la vida de relación entre los hombres”; el realismo maquiaveliano
en el que la actividad política, más que un concierto de ideas, es una lucha de intereses por el poder y no una
búsqueda del orden, como lo plantea el proyecto de Rosseau y adoptando la crítica socialista marxista a la ley como
un instrumento ideológico dominante. Estas tres visiones sobre el derecho como contrato social nos llevan a la crisis
del consenso moderno liberal, pues como sujetos contratantes de esa comunidad instituida por el hombre tenemos
disparidades y desigualdades, lo cual ya no permite administrar la sociedad.

En este marco, Valencia Villa comienza un recorrido crítico por la historia de Colombia y del constitucionalismo
colombiano en el siglo XIX, planteándonos una característica fundamental en el ser colombiano y es la de convivir en
un litigio cotidiano, lo que ha llevado al mito del ingenio jurídico colombiano y su gran artesanía constitucional.
Apartándose de la vieja historiografía oficial, el documento plantea que el gran acontecimiento del siglo XIX en
Colombia es el de la edificación del estado, la cual para el autor es una empresa fallida hasta hoy. Esta empresa se
debía gestar luego de la independencia colonial, la cual generaba un vacío ideológico e institucional, pues como
nación no somos producto de una transformación histórica (Europa) sino de un cambio súbito de independencia
nacional, de fundación nacional, creación producto de la revolución. La respuesta de los “padres de la patria” fue la
de adoptar de manera ecléctica el modelo liberal, en sus dos fuentes: la democrática (Atenas, revolución inglesa e
independencia norteamericana) con su constitucionalismo, individualismo, tolerancia religiosa y propiedad privada; y
la autoritaria (Esparta, Roma, Florencia, Francia) con disciplina a la ley, el orden republicano, centralizado en la
razón y el derecho. Ecléctico, en cuanto las dos vertientes impactaron en la construcción del Estado, manifestándose
claramente después en las corrientes centralistas (autoritaria) y federalista (democrática). Esta empresa liderada por
Bolívar y Santander lo que hizo fue adoptar ideas, estructuras y normas ajenas, intentando imponerlas a una realidad
mestiza e insumisa, de una población con unas condiciones materiales que no encajaban dentro de ese modelo de
Estado y del derecho.

De ahí en adelante, el recorrido histórico pasa por los proyectos y estilos bolivariano y santanderista, los grandes
debates doctrinales entre centralistas autoritarios (posteriormente Conservadores) y federalistas democráticos
(posteriormente Liberales), pasando por la influencias benthamistas y los proyectos mesiánicos paternalistas, en
medio de lo cual “Colombia” tuvo quince constituciones generales o nacionales, que se construyeron cada una
precedida de una guerra. Pero ¿qué Estado era el que se estaba edificando en el Siglo XIX? Podemos rastrear en
“Cartas de Batalla” cinco etapas en las que las constituciones sirvieron de cartas de batalla entre las élites y sus
partidos políticos como son: independencia (con acento centralista); la Gran Colombia (de coalición); la Nueva
Granada (reacción conservadora); la Federación (federalista) y la Regeneración (centralista autoritaria). El proyecto
de estado centralista abogaba por un estado republicano unitario, confesional, centralista, proteccionista y
autoritario en disputa con el proyecto federalista fundado en un Estado laico, democrático, de libre cambio, que
reconoce diferencias territoriales y la coexistencia de estados federados.

Por último, el profesor Hernando Valencia Villa califica de desmesurada esta empresa bolivariana y santanderista que
buscó “la construcción del Estado Nacional como democracia constitucional cuando y donde no existía ni nación, ni
ciudadanía”. Finalmente, para el autor la historia constitucional del Siglo XIX en Colombia fue la de unas cartas
constitucionales en donde cada una fue la consecuencia de una guerra y la causa de la otra.

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