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sobre acciones*
Resumen
Este ensayo tiene como objetivo problematizar la relación entre el lenguaje
y el poder. Para ello se empleará la siguiente estrategia: en primer lugar, se hace
la distinción entre lo que corresponde a los cuerpos como materia física formada
que posee ciertas propiedades naturales y lo que pasa sobre ellos en términos de
acontecimientos socio simbólicos que determinan los modos de ser (se afirma que
los cuerpos y los acontecimientos son distintos). En segundo lugar, se caracteriza los
enunciados como consignas. La idea básica es mostrar que el lenguaje puede ser
entendido en el marco de su realización colectiva en la medida en que se reconozca
la manera en que agencia codificaciones sobre la vida de los individuos. Finalmente, a
la definición de los enunciados-consigna se suma la problematización de las relaciones
de poder, con el fin de tratar de presentar con precisión el esquema abstracto de las
funciones que están a la base de las sujeciones políticas. La hipótesis general es que
los enunciados son funciones que agencian relaciones de poder y que, en virtud [ 63 ]
de ello, emergen en el campo social como heterogéneas determinaciones sobre la
existencia íntima y pública de las personas.
Palabras clave
Lenguaje y Poder; Identidad Política; Sujeción; Discurso Político; Lenguaje
Político
*
El artículo hace parte de la investigación doctoral titulada Ensayos sobre lenguaje, política y poder, Doctorado
en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana. Financiada por la Beca Apoyo a la Comunidad Científica
Nacional - doctorados nacionales (Colciencias-Banco Mundial).
**
Filósofo y Magíster en Filosofía de la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
Escuela de Ciencias Humanas. Miembro Investigador del grupo Estudios sobre Identidad (ESI) de la
misma universidad. Doctorando en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana - Facultad de Filosofía.
sebastiangonzale@gmail.com
Estudios Políticos ISSN 0121-5167 Nº 34, Medellín, enero-junio de 2009: pp. 63-95
Sebastián Alejandro González Montero
Abstract
The objective of this essay is to confront the relationship between language
and power: In order to do so, it will employ the following strategy: first, it makes
the distinction between that which corresponds to bodies as physical-formed matter
which pose certain natural properties and that which happens above them in terms of
socio-symbolic events that determine ways of being (it affirms that bodies and events
are distinct). Second, It characterizes statements as slogans. The basic idea is to show
that language can be understood in the framework of its collective execution to the
extent that it recognizes the way that it codifies people’s lives. Finally, the article adds
the problem of power relationships to the definition of statement-slogans, with the
purpose of trying to present, with precision, the abstract scheme of the functions that
are at the basis of political subjections. The general hypothesis is that statements are
functions that facilitate power relationships and for this reason, they emerge in the
social field as heterogeneous determinations of the public and private lives of people.
Keywords
[ 64 ]
Language and Power; Political Identity; Subjection; Political Discourse; Political
Language.
Estudios Políticos ISSN 0121-5167 Nº 34, Medellín, enero-junio de 2009: pp. 63-95
Lenguaje y poder...
Introducción
La sociolingüística impone un reto difícil de olvidar: el lenguaje es un
tipo de comportamiento social. Dicho con exactitud, la sociolingüística deja
ver la necesidad de reconocer que el lenguaje y la organización social son
elementos recíprocos e inseparables de la vida de los individuos. Sobre la
base de ese postulado, la sociolingüística trata los temas de la pragmática,
el análisis de la conversación, la variación lingüística, la etnolingüística,
como contribuciones teóricas aglutinadas en torno a la problematización del
lenguaje en situación social. Lo que allí se muestra es un hecho aparentemente
evidente y es que las personas no usan el lenguaje de la misma manera ni con
los mismos fines. Existe una ética en la lengua referida a lo que las personas
hacen y dicen. Cada vez que alguien habla y actúa se ve envuelto en el
conjunto de condiciones sociales que imponen ciertas maneras colectivas de
ser. La sociolingüística lleva al extremo la perspectiva inmanente de cuestionar
el lenguaje al abrir el espacio de análisis a la pregunta de ¿qué maneras de
ser implican las enunciaciones? El fenómeno del habla, se diría en clave
sociolingüística, tiene que ser comprendido en el marco de interrogantes muy
precisos, esto es, ¿cómo hay que ser para decir, en efecto, lo que se dice?
Mejor, ¿qué modos de existencia envuelven lo que se dice?
[ 65 ]
Y hay que poner mucha atención a lo que se juega allí. Las variaciones
vinculadas con el sexo, la edad, la raza, la clase social, definen el uso de la
lengua en rasgos que van mucho más allá de las simples diferencias de tono,
de pronunciación, de sintaxis, de riqueza de los vocabularios. De forma mucho
más extendida, la sociolingüística se ocupa del lenguaje en relación con las
diferencias sociales presentes en las enunciaciones, o lo que es lo mismo,
en la interacción lingüística. La enunciación depende del espacio estriado
por las líneas de segmentación social que determinan lo que es posible a
la hora de actuar/hablando. En esa dirección, quizá uno de los logros más
sugerentes de la sociolingüística sea la comprobación de que el lenguaje es
parte de los procesos sociales que viven los individuos, y correlativamente, es
fundamental la demostración de que los usos del lenguaje son consecuencia
de las dinámicas de tales procesos —la etnografía del habla sería la disciplina
que actualmente aprovecha al máximo las consecuencias de considerar
cualitativamente (cómo son) los modos de ser expresados en el uso específico
de la lengua.
1
En ese sentido es ejemplar el trabajo de Labov, por ser de los primeros que se aventuraron en la
construcción de modelos de cuantificación basados en tales variables (Cf. 1983).
políticas que acompañan esos modos ser. En esa dirección, son varias las
preguntas que deben ser respondidas: ¿en qué sentido la relación del lenguaje
con la sociedad implica, a su vez, la relación del lenguaje y la política? ¿De
qué forma se articulan cadenas de enunciados y cadenas de acciones en un
nivel que no sólo compromete el de las interacciones sociales (política)?
¿De qué manera los enunciados generados en el espacio social afectan a los
individuos en cuanto a sus actuaciones políticas, esto es, en relación con la
autoridad, las instituciones estatales, la ley? 2
2
Este artículo coordina con el desarrollo de la hipótesis —presentada en González, 2007b— según la
cual los dispositivos de poder pueden ser entendidos acudiendo a las facultades performativas de los
enunciados y las funciones que agencian en determinadas sujeciones políticas. Sin embargo, es de tener
en cuenta que aquí exploramos una dirección muy particular: suponiendo el marco de la pragmática del
lenguaje y la analítica del poder, nos interesa mostrar que la noción de consigna viene a aclarar los efectos
que tienen los dispositivos, esto es, tratamos de avanzar en problematización de la existencia socio-
simbólica de los individuos y el modo en que pueden captarse mecanismos de determinación políticos.
3
En la mañana siguiente se abrió, dice Faye: “—en el teatro construido sobre la ruinas de la tumba de
Augusto, que más tarde el régimen hará descubrir— el cuarto congreso del Partido Nacional Fascista
(PNF). El informe de su secretario general, Roberto Farinacci, definió la característica del fascismo por
el hecho de negar a los demás partidos la legitimidad, el derecho a ser o convertirse en factores positivos
del gobierno. En esto, precisa con gran claridad, reside la negación del concepto de partido en el fascismo:
de ahí —del uso de la expresión de ‘Estado total’— se deduce que éste se manifiesta como el régimen
que tiende a una transformación total de la vida pública italiana” (1972, p. 55. Subrayado del autor).
4
Las reflexiones de Foucault tienden a apoyar esa idea. Cuando Foucault plantea que el poder nada tiene
que ver con las viejas dicotomías entre el soberano y el súbdito o los dominados y los dominadores, hace
especial énfasis en que los ordenamientos políticos de la sociedad dependen de sistemas de determinación
que pasan por el lenguaje y tienen por objetivo los sujetos en aspectos que comprometen la productividad
del cuerpo y la sumisión de la conducta (2001, p. 348).
5
Con exactitud, el postulado dice así: “Nosotros llamamos consignas, no a una categoría particular de
enunciados explícitos (por ejemplo, al imperativo), sino a la relación de cualquier palabra o enunciado
con presupuestos implícitos, es decir, con actos de palabra que se realizan en el enunciado, y que sólo
pueden realizarse en él. Las consignas no remiten, pues, únicamente a mandatos, sino a todos los actos
que están ligados a enunciados por una ‘obligación social”’ (Deleuze y Guattari, 1994, p. 84).
6
Se sabe bien que Deleuze no gustaba de hacer uso del nombre propio para designar un estilo de pensar
o un conjunto más o menos sistemático de problemas abordados; ni siquiera para indicar descubrimientos
específicos (como conceptos paradigmáticos o especialmente significativos en el rumbo de la historia del
pensamiento). Así que no se hará aquí una especial referencia al asunto de quién escribió qué. Es cierto
que Lógica del sentido fue escrito por Deleuze en soledad y, como todo el mundo sabe, Mil mesetas con
Guattari, lo que es sólo un dato secundario. Lo que nos interesa es la resonancia —en sentido musical:
cuando dos frecuencias coinciden— entre Lógica del sentido y Mil mesetas en lo que respecta al problema
de la relación del lenguaje y la política.
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El género, por ejemplo, es un atributo incorporal asociado al cuerpo de los individuos: “el médico que
ve nacer un bebe y dice ‘es una niña’ comienza con la larga cadena de interpelaciones a través de las
cuales el recién nacido es efectivamente feminizado” (Butler, 1997, p. 87).
8
Butler habla de “discurso formativo” (excitable speech) para referirse a los efectos performativos del
lenguaje en el marco de las disputas por el género. En esa dirección, ella ha escrito hermosas páginas
interrogando las determinaciones políticas del lenguaje que operan en el dominio de los efectos que tiene
la realización social de enunciados referidos a lo que es propio a la existencia de cuerpos, en especial,
Butler reflexiona sobre el papel de las palabras en la sujeción de las prácticas sexuales no-heterocentradas
(1993, pp. 53 y ss.).
9
Teun van Dijk, aprovechando las tesis de la pragmática y la sociolingüística, ha hecho análisis del
discurso resaltando su papel en la perpetuación y legitimación tanto del racismo como de la xenofobia
y el sexismo (1997, pp. 214-223).
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Como dice van Dijk, “la investigación sistemática de 4.000 titulares de las prensas británicas y alemana
demostraron que los sucesos étnicos y de las minorías rara vez se presentaban en términos que tiendan
a atribuirnos culpas a nosotros, al tiempo que nieguen o atenúen la de ellos. Esta es la manera como la
prensa, por medio de los temas de sus titulares, define la situación étnica en la que ‘ellos’ constituye un
problema, cuando no una amenaza” (1997, p. 247).
Para entender esto debe procederse mediante una distinción inicial, diría
Deleuze (Cf. 1969, p. 28): con restricción a los cuerpos de las personas, de un
lado, están los cuerpos reales como materia formada que contiene cualidades
inseparables y específicas; de otro, los hechos inexistentes (en el sentido en que
no son seres corporales) que se juegan en su superficie. El dinero, por ejemplo,
es real. Pero la riqueza y las obligaciones de clase son incorporales que se
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Como dice Butler: “el feminismo pierde su potencial democratizador al negarse a abordar —evaluar
y llegar a transformarse en virtud de— las exclusiones que lo ponen en juego”. Más adelante dice,
“podemos tratar de retomar a la materia (los cuerpos) entendida como algo anterior al discurso para
basar nuestras afirmaciones sobre la diferencia sexual, pero esto sólo nos llevaría a descubrir que la
materia está completamente sedimentada con los discursos sobre el sexo y la sexualidad que prefiguran
y restringen los usos que pueden dársele a esos términos” (1993, pp. 55-56).
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Es cada vez más frecuente encontrar rechazos en el feminismo acerca de la posibilidad de fundamentar
posturas epistemológicas, éticas y políticas basadas en la especificidad del cuerpo de las mujeres, en
beneficio de una crítica que afina sus instrumentos de análisis sobre el problema de cómo es que emerge
la materialización del sexo por la vía de determinadas estrategias discursivas y ciertos esquemas de poder.
Probablemente sea Butler la que ha llevado hasta el extremo esa idea (Cf. 1993, p. 54 y ss.).
¿Qué ocurre en la vida hasta que llega la muerte? Y ¿cómo eso que
ocurre nos define? En resumen, ¿qué es lo que nos pasa en la vida para llegar
a ser lo que efectivamente se Es? Los acontecimientos y las transformaciones
incorporales tienen que ver con aquello que nos ocurre y hacemos sobre
nosotros. Los acontecimientos y las transformaciones incorporales, diría
Deleuze, tienen que ver con el elemento activo de las formas de ser
accidentales de los cuerpos por el hecho de hacer referencia a alguna cosa
que ocurre en ellos (Cf. 1969, pp. 31-32). Comprender lo que esto significa
depende de asumir el punto de vista de lo que pasa a los cuerpos cuando
insisten al vivir. Lo incorporal se refiere, en estricto sentido, a la persistencia
de eventos que definen el modo en que los individuos se presentan, ¿cuál es
la naturaleza de esta determinación? Sencillamente se trata de la unidad de los
acontecimientos y las transformaciones que se traduce en la forma ‘exterior’
impresa en los cuerpos. Lo incorporal es el acontecimiento de intervención
de enunciados que definen lo que se es en tal o cual momento de la vida.
Todos estos son incorporales: ciertos estados de tensión como la agresividad
violenta o la discriminación activa. Ya lo habíamos dicho, el color de piel es
una entidad corporal real y todos los días nos enteramos de su realidad; pero
las sujeciones raciales que sobre la piel se imponen son no-tangibles. Y no
es que no sean suficientemente reales como para no ser sentidas, el punto es
que no son entidades físicas. La discriminación es un efecto incorporal. En
otro contexto, la canalización de la fuerza de trabajo es incorporal ya que
no se vincula solamente con lo que los brazos o la mente producen, sino
con la administración del potencial de producción activo soportado en la
naturaleza corporal de las acciones. En esa misma dirección, es posible decir
que el valor de cambio no nace en las propiedades naturales inmediatas de
los objetos; es el efecto no-físico de la adjudicación de códigos simbólicos a
cosas (fetichización de la mercancía).
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‘Queer’, por ejemplo, es una expresión de carácter social que vehiculiza implícitamente operaciones
de significación y procesos de subjetivación alrededor de prácticas sexuales alternativas a las designadas
con el prefijo ‘hetero-’, esto es, expresa el acontecimiento incorporal referido a la experiencia no-binaria
del sexo. Lo que no debe ser confundido con la idea de que los enunciados simplemente representan los
atributos asignados a individuos como si se tratara del estado de cosas del referente.
Esa es, sin embargo, una fórmula simple para explicar por qué las
personas hacen de sus cuerpos el osario de los signos sociales que circulan
todo el tiempo en los medios de comunicación. En realidad se trata de otra
cosa: se podría aceptar —por lo menos a manera de hipótesis preliminar— que
las consignas de la imagen no sólo remiten al dominio de las representaciones
y de lo cool publicitario, sino a determinados regímenes de consignas y a los
efectos que tiene sobre la manera en la que los sujetos viven y se relacionan
entre sí. Bajo su aspecto inmaterial, la producción de signos en los medios
publicitarios corresponde a la serie de atributos que acontecen como lo
expresado respecto de individuos y sus identidades. En general, los mass-
media expresan las atracciones, las repulsiones, las simpatías, los odios, las
alianzas, las marginalizaciones (todas acciones y pasiones) que suceden en
¿Qué es el poder? Esa es una pregunta que debe ser replanteada, pues
el poder no es algo. Como dice Foucault, más bien hay que preguntar ¿cómo
se ejerce el poder? Foucault afirma que no se trata de “analizar las formas
reguladas y legítimas del poder en su centro, en lo que son sus mecanismos
generales o sus efectos de conjunto. Al contrario, se trata de captar el poder
en sus extremos, en sus últimos lineamientos, donde se vuelve capilar” (2000,
p. 36). ¿Capilar? Hay que insistir en que el poder es definible en sus efectos,
en lo que se refiere a las relaciones siempre tensas de las disposiciones, las
maniobras, las tácticas y las técnicas que funcionan en los márgenes de la
autoridad y el Estado. Foucault tiene como tarea el análisis del poder en el
sentido que traza el diagrama de las relaciones de fuerza que operan en el
cuerpo social sin recurrir a instancias trascendentes (ni sujeto, ni Estado).
De acuerdo con eso, el poder se localiza en los efectos que inducen “los
innumerables puntos de enfrentamiento, núcleos de inestabilidad cada uno de
los cuales implica sus riesgos de conflicto, de luchas, y de inversión al menos
transitoria de las relaciones de fuerza” (Foucault, 2001b, p. 34).
Por otra parte, el poder actúa bajo múltiples modalidades, sin estar
asociado necesariamente a la violencia y a la represión; el poder se expresa
en modos de acción como incitar, suscitar, combinar, producir, censurar,
distribuir, componer, normalizar (la lista es indefinida y variable según sea el
caso considerado). El poder excede la violencia porque no tiene por objeto
cuerpos o seres determinados que destruye o pervierte físicamente; su única
definición es la que recibe en la relación de una acción sobre otra acción. En
palabras de Foucault, el poder consiste en “una estructura total de acciones
dispuestas para producir posibles acciones: incita, induce, seduce, facilita,
dificulta; en un extremo, constriñe o inhibe absolutamente. Sin embargo, es
siempre una forma de actuar sobre la acción del sujeto, en virtud de su propia
acción o de ser capaz de una acción” (2001a, p. 253). Ya habíamos dicho que
el poder no es el atributo de alguna instancia ni de algún individuo justamente [ 81 ]
porque su naturaleza es relacional y operativa.14 Esquemáticamente hablando,
si el poder resulta ser el conjunto de acciones que demarcan, circunscriben y
diferencian, los enunciados son operadores que materializan esas acciones:
el poder diferencia y segmentariza porque marca ciertas determinaciones que
pasan necesariamente por funciones formalizadas en las consignas. Hemos
insistido en esto: los enunciados son redundantes respecto de las acciones
y viceversa. El lenguaje produce los efectos que nombra (acontecimientos y
transformaciones incorporales) porque se realiza en acciones sobre acciones
(relaciones de poder).
Con lo que llegamos al centro del análisis del poder —al que Foucault
dedicó tantos años: problematizar el poder desde el punto de vista del ejercicio
14
Si Foucault cuestiona una y otra vez la sexualidad, el derecho, la ciencia (en lo que corresponde
a la medicina y a la psiquiatría), la pedagogía, lo hace centrado en enunciados funcionales del tipo
‘examen’, ‘disciplina’, ‘confesión’, ‘exclusión’, ‘docilidad’, ‘encierro’; enunciados-consigna correlativos
a actividades/acciones como la auto-interrogación, el encierro, el castigo, el aislamiento, la corrección.
Lo que tiene sus implicaciones. Como diría Deleuze, al deslocalizar el poder nos deshacemos “del
privilegio teórico que se otorga al Estado como aparato de poder”. Lo que supone, de alguna manera, que
se abandona “la concepción práctica del partido dirigente, centralizador, que procede por la conquista
del poder del Estado”. Y a la inversa, “otra práctica de lucha, otra organización estratégica es lo que está
en juego” (1986, p. 38).
15
Foucault está jugando con la polisemia del verbo francés ‘conduire’ —conducir, dirigir— y ‘se conduire’
—mantener la propia conducta o comportamiento— y de allí ‘la conduite’ —conducta o comportamiento
(Nota de la traducción inglesa. Cf. Foucault, 2001a, p. 252).
3. Poder y lenguaje
Se pueden deducir importantes consecuencias de lo que hemos dicho,
de entrada, diríamos que los enunciados pueden hacernos sufrir, gozar, morir
o vivir. El lenguaje actúa sobre nosotros, las palabras ligan encuentros de
[ 84 ] afectos, pasiones y actos: las cartas de Johannes a Cordelia expresan el modo
en que la seducción pasa por el lenguaje (Cf. Kierkegaard, 1977). En otras
ocasiones el lenguaje se lanza contra nosotros: ser insultado no es más que
una de las primeras formas de agravio lingüístico. ‘¡Eres una niña!’, ‘¡Lárgate de
aquí maricón!’ ‘¡No se aceptan negros!’ (o judíos, árabes, inmigrantes latinos)
son actos de palabra cuya expresión tiene que ver con la asignación colectiva
de ciertos atributos que se suponen inaceptables dentro de determinados
esquemas políticos. Dicho en otras palabras, la relación entre el lenguaje
y la política, en el fondo, supone el reto de pensar la capacidad inmanente
que tienen los enunciados para transmitir afecciones que modifican las
circunstancias de vida los sujetos. Así, la tarea consiste en interrogar la función
afectiva de los enunciados con especial atención a las transformaciones que
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La disciplina tiene ilimitados medios: puede ser notada en los márgenes de las celdas o las aulas como
en los supermercados o en las puertas de los teatros y los cinemas (con cámaras de video ‘escondidas’).
En las calles cada vez más proliferan ‘video-ojos’ que ejercen la función de policía (a casa llega la sanción
con la fotografía del momento de la infracción de tránsito). Para un análisis de las políticas de vigilancia
y control en las sociedades contemporáneas, véase Virilio, 1977, p. 1989.
17
Habría una cierta hipocresía al considerar que los enunciados persisten inocentemente al margen del
poder y que el poder es la expresión de la ausencia de lenguaje. En cierto modo, no hay discurso que
no remita en algún sentido al ejercicio del poder o que no exprese los actos a través de los cuales se
expresa el poder.
¿En qué sentido los enunciados pueden ser definidos como elementos
que poseen funciones políticas? ¿Qué es un enunciado-función? Como ya
habíamos indicado, las afirmaciones, las constataciones, las promesas, los
juicios, las órdenes, los mandatos, los imperativos, las leyes, los símbolos,
remiten a enunciados específicos cuya función es la de invocar la delimitación [ 85 ]
del campo de acción. Los enunciados operan como funciones que determinan
la potencia de actuar —o sea que pueden aumentar o limitar la capacidad para
actuar. Austin ha dejado ver hasta qué punto las proposiciones traen consigo,
implícitamente, orientaciones —que a veces resultan en obligaciones. ‘Haz
esto y no lo otro’, ‘esto es así (y no de otro modo)’, no son sólo afirmaciones;
son maneras de imponer el paso de una pasión a otra, de una acción a otra
—máxime si la emisión proviene de ciertas fuentes de autoridad. Quizá los
deícticos sean la forma primaría de dar órdenes. El niño que pregunta ‘¿qué
es esto?’ obtiene la respuesta al ver señalado que tal cosa y no otra es ‘esto’.
Se expone, en otro ámbito, la fuerza del deíctico cuando el oficial ordena,
señalando a su vez con el dedo, ‘¡vaya para allá!’. Austin lo ha dicho varias veces:
las palabras no sólo son registros de los seres del mundo y sus propiedades, al
tiempo y en un amplio dominio, las palabras son implícitamente actuaciones
cuyo coeficiente de fuerza puede cambiar. Los ejemplos son bien conocidos.
Se presupone la obligación de responder al preguntar.
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Desde ese punto de vista, ‘no perder el tiempo’, ‘callar’, ‘tener relaciones sexuales sólo cuando sea
estrictamente necesario’ son consignas que producen transformaciones sobre los sujetos y su cuerpo.
Quizá los protestantes sean los que han llevado al extremo el uso práctico de ese tipo de enunciados
prescriptivos o directivos. Por ejemplo, en los discursos reformistas es claro que la procreación de los
niños es la única finalidad del sexo en el matrimonio. El punto es que la concupiscencia ajena al coito
es considerada una consecuencia del pecado. El deseo y el placer convierten un acto natural y querido
por Dios en algo indisolublemente unido a sensaciones pecaminosas. Incluso, en el pietismo, la forma
superior del matrimonio cristiano es aquella que salvaguarda la virginidad en contraste con aquella
inferior en la que la vida sexual activa tiene fines eróticos. De allí el precepto de la ‘unclean life’. Se
trata de una técnica contra la tentación sexual en la que se prescriben dietas, regímenes alimentarios
(de carácter vegetariano), baños fríos; pero sobre todo, es permanente la relación de ese precepto con la
idea de que el trabajo arduo es el mejor de los medios para evitar las actividades sexuales desenfrenadas
(Cf. González, 2007a)
sea, aclarar lo que se hace con palabras es una tarea que compromete, pero
excede a la pragmática —y en algún grado a la sociolingüística.
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Todo manual básico contemporáneo de ingeniería industrial adopta, por lo menos, tres principios
básicos: i) Principio de intensificación: consiste en disminuir el tiempo de producción con el empleo
inmediato de los equipos y de la materia prima, así como la rápida colocación del producto en el
mercado. ii) Principio de la economicidad: consiste en reducir al mínimo el volumen de materia prima
en transformación. iii) Principio de la productividad: consiste en aumentar la capacidad de producción
del hombre en el mismo período (productividad) mediante la especialización y la línea de montaje. Se
caracteriza por la aceleración de la producción por medio de un trabajo rítmico, coordinado y económico.
Véase: Hodson, 1996.
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