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Las reformas borbónicas del siglo XVIII buscaron aumentar el control español sobre sus colonias en América. Esto incluyó una mayor reorganización política y militar, así como esfuerzos para promover el crecimiento económico a través del comercio. Una de las decisiones clave fue la creación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires, dividiendo el anterior Virreinato del Perú. Otras reformas incluyeron la expulsión de los jesuitas y nuevas regulaciones comerciales.
Descriere originală:
Capitulo 8
Titlu original
Capítulo 8- Las Reformas Borbonicas y El Virreinato Del Rio de La Plata
Las reformas borbónicas del siglo XVIII buscaron aumentar el control español sobre sus colonias en América. Esto incluyó una mayor reorganización política y militar, así como esfuerzos para promover el crecimiento económico a través del comercio. Una de las decisiones clave fue la creación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires, dividiendo el anterior Virreinato del Perú. Otras reformas incluyeron la expulsión de los jesuitas y nuevas regulaciones comerciales.
Las reformas borbónicas del siglo XVIII buscaron aumentar el control español sobre sus colonias en América. Esto incluyó una mayor reorganización política y militar, así como esfuerzos para promover el crecimiento económico a través del comercio. Una de las decisiones clave fue la creación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires, dividiendo el anterior Virreinato del Perú. Otras reformas incluyeron la expulsión de los jesuitas y nuevas regulaciones comerciales.
Capítulo 8: Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de la Plata.
En el siglo XVIII, la monarquía española introdujo modificaciones políticas
en sus colonias tratando de aumentar su control, su defensa y fomentar el crecimiento económico para aumentar la recaudación fiscal. Estas políticas son conocidas como las "Reformas Borbónicas" ya que fueron efectuadas por una nueva dinastía. Algunos postularon que fueron una verdadera "revolución desde el gobierno" y hasta una reconquista burocrática de América luego de un siglo con poca relación colonial. Otros las vieron como un intento fallido de reforzar la dominación colonial. Pero existe consenso acerca de que era la mayor reorganización del imperio colonial desde el siglo XVI. No se trataba de un fenómeno solo español, los demás imperios también introdujeron reformas como resultado de la competencia entre las potencias de Europa. Por otra parte, las innovaciones no fueron un plan elaborado, fueron surgiendo en ritmos desiguales y poca capacidad de ejecución. El período más activo fue con el reinado de Carlos III y cayó durante el reinado de Carlos IV. Estas reformas buscaban reformar la dominación en las colonias, la guerra de los siete años demostró aquella necesidad cuando Inglaterra se apoderó de La Habana y de Manilla. Se reforzaron las defensas y se reorganizó a las milicias y para los puestos de funcionarios más importantes, se empezó a considerar la contratación de personas con educación militar. Estas estrategias, aumentaron los gastos militares y una transferencia de recursos desde México hasta Buenos Aires pasando por las principales ciudades. La reforma política afectó al cuerpo eclesiástico, el momento más importante fue la expulsión de la Compañía de Jesús. Detrás de esta decisión hubo muchos factores, entre ellos, la expulsión del mayor grupo de oposición a la política realista. Hasta entonces, la Compañía había sido aliada de la monarquía, pero a mediados del siglo XVIII entraban en contradicción, para algunos jesuitas, entraban en conflictos tres componentes claves de los jesuitas: se buscaba obediencia completa del clero al Rey la teoría del tiranicidio debía afirmarse un concepto de del derecho a ratificar la voluntad del rey frente a la centralidad que gozaban las costumbres locales. La monarquía no buscaba su legitimación, sino que encontraba argumentos más terrenales y útiles. La prosperidad del reino acompañaba a la meta del bien común, y la utilidad de sus habitantes se postulaba como un valor como su religiosidad. La Corona obtuvo la colaboración tanto del clero ilustrado como de integrantes de otras órdenes que, aunque no fueran entusiastas de la nueva sensibilidad, veían en la expulsión de los jesuitas una ocasión inmejorable para incrementar su influencia y patrimonio. En el Río de la Plata, las relaciones entre jesuitas, elite y autoridades habían tenido mucha importancia, ya que no solo habían sido decisivos para asegurar las fronteras sino someter a la población de Asunción. Por otra parte, el peso de la Compañía en la corte era notable. Sin embargo, la guerra guaraní aumentó las prevenciones contra la Compañía. Los tratados entre España y Portugal, buscaban rediseñar los límites imperiales e implicaban el traslado de los pueblos misioneros, pero la resistencia indígena hizo un levantamiento. Aunque la investigación jesuita nunca fue probada, mostraba que la Compañía era una suerte de estado autónomo dentro del imperio, con indios más leales a ella que a la Corona. La siguiente decisión dispuso la expulsión de la Compañía de todos los dominios españoles. Los miembros de la orden fueron apresados y embarcados hacia España y los bienes confiscados y puestos bajo la administración estatal. La expulsión, encontró resistencias aunque no fueron de suma importancia. La decisión imperial de 1776 de separar jurisdicciones del viejo Virreinato del Perú y construir uno nuevo con cabecera en Buenos Aires no fue la primera de este tipo que adoptaron los Borbones. La decisión tuvo resultados paradójicos: el nuevo Virreinato tuvo una fase de gran crecimiento y se transformaría al estallar la crisis imperial en uno de los bastiones más firmes a la revolución. La designación de un virrey era solo el primer paso, la estructura de gobierno virreinal se completó en los años próximos. La habilitación completa del puerto de Buenos Aires al comercio intercolonial con el Reglamento de Libre Comercio entre España e Indias trajo consigo la legalización de prácticas antes toleradas, incremento del tráfico y la constitución administrativo con la instalación de la Real Aduana en Buenos Aires y en Montevideo. En 1781 se organizó el Estanco de Tabacos, una repartición estatal destinada a regular la actividad de los cultivadores y monopolizar la elaboración y comercio. En 1782, tras la derrota de los movimientos indígenas en el dominio de los Andes, el territorio virreinal fue divido en 8 provincias. Esta decisión modificaba el esquema del poder político colonial ya que venían nuevos hombres para administras los nuevos territorios, grupos de burócratas a sueldo y de carrera, reclutados en España, aunque también había algunos entre los criollos. Los gobernadores concentraron atribuciones en la guerra, hacienda, justicia y policía, con el propósito de subordinar a los cabildos, aunque los resultados fueron diferentes. Hacia 1785, Buenos Aires volvía a contar con un máximo tribunal de justicia. Era parte de un conjunto de iniciativas orientadas a mejorar la administración de justicia y hacerla más afín a los propósitos de la Corona. En 1794 se creó el Consulado de Buenos Aires y las diputaciones provinciales. La nueva institución era al mismo tiempo representante del gremio mercantil, era encargado de poner medidas y políticas de fomenta de la economía. Hacia 1780, el orden colonial fue amenazado en los Andes por movimientos rebeldes, cada uno propio. Aunque las reformas borbónicas han impulsado a los rebeldes a actuar, estos movimientos también sucedían antes. Reformas como la legalización del reparto forzoso de mercancías es uno de los motivos que empezaron el odio rebelde. A su vez, las decisiones de la década de 1770 aumentaron los descontentos: la duplicación de las tasas de la alcabala, la multiplicación de aduanas recaudadoras y los intentos oficiales de bloquear el tráfico de plata de potosí eran medidas que afectaban a los mercantes indígenas. Además las reformas afectaron los criterios que regían en el cobro del tributo y el recaudador había extendido la condición al poblado de indios sin tierra e incluso las castas que vivían con ellos. Tras la represión, las reformas aumentaron. El sistema de repartos fue prohibido y los corregidores desplazados, las autoridades también buscaron desplazar a los caciques sospechosos de haber adherido con la rebelión. El sistema político había imperado durante más de dos siglos, se basada en buena medida, en el consenso que el imperio tenía entre los grupos de elite coloniales. En cierto modo, funcionaba en un equilibro entre los requerimientos de la Corona. La elite era la encargada de negociar con los grupos rebeldes, en la cual la autoridad política con poca estructura burocrática debía lidiar y arbitrar entre las redes que componían las facciones que dividían a la elite. La autoridad dependía del consenso que tuviera el entramado social. Las reformas estaban orientadas a romper este equilibro, en particular la instauración de intendencias. Agregaron una nueva jerarquía entre la ciudad que alteraba la situación vigente: en un 1er nivel quedaba la capital virreinal, en 2do nivel se situaban las cabeceras de intendencias y por último las ciudades subordinadas. Algunos territorios fronterizos (como Montevideo) eran estatuto de gobierno militar y dependían directamente de la autoridad virreinal. Dada a esta nueva situación, los cabildos se veían limitados en autonomía por la presencia de intendentes y subdelegados, al mismo tiempo que esas mismas autoridades esperaban que ejercieran un control más efectivo de la población. En general estas reformas limitaron el poder de la elite y la recaudación fiscal para trasladarla a organismos reales. En Jujuy fue bastante afectada por su intendencia, en Salta, la elite tuvo éxito en limitar el poder del gobernador con luchas políticas entre "bandos". En Córdoba, los lazos entre la elite y el primer gobernados fueron intensos con una política de alianza entre la autoridad real y la elite cordobesa. En Buenos Aires, el poder de la ciudad con un entramado burocrático que reducía el poder del gobernador. En general hubo conflictos en que la elite porteña forzaba a la gobernación a negociar. Con las reformas también se acentuó la inmigración española, cuyos efectos se hicieron notar en la sociedad y particularmente en la elite. Las reformas también facilitaron la emergencia de nuevos grupos mercantiles en los que tenían un papel decisivo los mercaderes, que arribaban desde España. El rubro más importante en esa época era el Azogue de Potosí, donde la Corona lo subsidiaba y permitió desembarcar esos cargamentos en Buenos Aires, dándole a la capital un gran incremento de capital por parte de aduanas. Otro rubro decisivo fue la importación de esclavos provenientes de África o Brasil. Desde comienzos de siglo, ingleses y franceses habían permitido la instalación de asientos negreros en Buenos Aires. En general, Buenos Aires compraba los esclavos para revenderlos al interior. Desde 1780 la liberación de la trata negrera impulsó a algunos comerciantes de Buenos Aires y Montevideo a obtener licencias de importación. A cambio, obtenían permisos para la exportación de fruto del país, por el cual el tráfico de esclavos empujaba las ventas de cueros y carnes saladas. La elite vivió un proceso de ampliación y renovación que procedió y acompañó a las reformas. Después tendió a manifestar signos de creciente fragmentación. Ahora bien, estas doctrinas venían en buena medida de la misma burocracia imperial y por el vacío que dejo la expulsión de la Compañía.