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Capítulo 8: Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de la Plata.

En el siglo XVIII, la monarquía española introdujo modificaciones políticas


en sus colonias tratando de aumentar su control, su defensa y fomentar el
crecimiento económico para aumentar la recaudación fiscal. Estas políticas son
conocidas como las "Reformas Borbónicas" ya que fueron efectuadas por una nueva
dinastía.
Algunos postularon que fueron una verdadera "revolución desde el gobierno"
y hasta una reconquista burocrática de América luego de un siglo con poca relación
colonial. Otros las vieron como un intento fallido de reforzar la dominación colonial.
Pero existe consenso acerca de que era la mayor reorganización del imperio colonial
desde el siglo XVI.
No se trataba de un fenómeno solo español, los demás imperios también
introdujeron reformas como resultado de la competencia entre las potencias de
Europa. Por otra parte, las innovaciones no fueron un plan elaborado, fueron
surgiendo en ritmos desiguales y poca capacidad de ejecución. El período más
activo fue con el reinado de Carlos III y cayó durante el reinado de Carlos IV.
Estas reformas buscaban reformar la dominación en las colonias, la guerra de los
siete años demostró aquella necesidad cuando Inglaterra se apoderó de La Habana y
de Manilla. Se reforzaron las defensas y se reorganizó a las milicias y para los
puestos de funcionarios más importantes, se empezó a considerar la contratación de
personas con educación militar.
Estas estrategias, aumentaron los gastos militares y una transferencia de
recursos desde México hasta Buenos Aires pasando por las principales ciudades.
La reforma política afectó al cuerpo eclesiástico, el momento más importante
fue la expulsión de la Compañía de Jesús. Detrás de esta decisión hubo muchos
factores, entre ellos, la expulsión del mayor grupo de oposición a la política realista.
Hasta entonces, la Compañía había sido aliada de la monarquía, pero a
mediados del siglo XVIII entraban en contradicción, para algunos jesuitas, entraban
en conflictos tres componentes claves de los jesuitas:
 se buscaba obediencia completa del clero al Rey
 la teoría del tiranicidio
 debía afirmarse un concepto de del derecho a ratificar la voluntad del rey frente a
la centralidad que gozaban las costumbres locales.
La monarquía no buscaba su legitimación, sino que encontraba argumentos más
terrenales y útiles.
La prosperidad del reino acompañaba a la meta del bien común, y la utilidad
de sus habitantes se postulaba como un valor como su religiosidad. La Corona
obtuvo la colaboración tanto del clero ilustrado como de integrantes de otras órdenes
que, aunque no fueran entusiastas de la nueva sensibilidad, veían en la expulsión de
los jesuitas una ocasión inmejorable para incrementar su influencia y patrimonio.
En el Río de la Plata, las relaciones entre jesuitas, elite y autoridades habían
tenido mucha importancia, ya que no solo habían sido decisivos para asegurar las
fronteras sino someter a la población de Asunción. Por otra parte, el peso de la
Compañía en la corte era notable.
Sin embargo, la guerra guaraní aumentó las prevenciones contra la Compañía.
Los tratados entre España y Portugal, buscaban rediseñar los límites imperiales e
implicaban el traslado de los pueblos misioneros, pero la resistencia indígena hizo
un levantamiento.
Aunque la investigación jesuita nunca fue probada, mostraba que la
Compañía era una suerte de estado autónomo dentro del imperio, con indios más
leales a ella que a la Corona. La siguiente decisión dispuso la expulsión de la
Compañía de todos los dominios españoles.
Los miembros de la orden fueron apresados y embarcados hacia España y los
bienes confiscados y puestos bajo la administración estatal. La expulsión, encontró
resistencias aunque no fueron de suma importancia.
La decisión imperial de 1776 de separar jurisdicciones del viejo Virreinato
del Perú y construir uno nuevo con cabecera en Buenos Aires no fue la primera de
este tipo que adoptaron los Borbones.
La decisión tuvo resultados paradójicos: el nuevo Virreinato tuvo una fase de
gran crecimiento y se transformaría al estallar la crisis imperial en uno de los
bastiones más firmes a la revolución.
La designación de un virrey era solo el primer paso, la estructura de gobierno
virreinal se completó en los años próximos.
La habilitación completa del puerto de Buenos Aires al comercio intercolonial
con el Reglamento de Libre Comercio entre España e Indias trajo consigo la
legalización de prácticas antes toleradas, incremento del tráfico y la constitución
administrativo con la instalación de la Real Aduana en Buenos Aires y en
Montevideo.
En 1781 se organizó el Estanco de Tabacos, una repartición estatal destinada
a regular la actividad de los cultivadores y monopolizar la elaboración y comercio.
En 1782, tras la derrota de los movimientos indígenas en el dominio de los
Andes, el territorio virreinal fue divido en 8 provincias. Esta decisión modificaba el
esquema del poder político colonial ya que venían nuevos hombres para administras
los nuevos territorios, grupos de burócratas a sueldo y de carrera, reclutados en
España, aunque también había algunos entre los criollos.
Los gobernadores concentraron atribuciones en la guerra, hacienda, justicia y
policía, con el propósito de subordinar a los cabildos, aunque los resultados fueron
diferentes.
Hacia 1785, Buenos Aires volvía a contar con un máximo tribunal de justicia.
Era parte de un conjunto de iniciativas orientadas a mejorar la administración de
justicia y hacerla más afín a los propósitos de la Corona.
En 1794 se creó el Consulado de Buenos Aires y las diputaciones
provinciales.
La nueva institución era al mismo tiempo representante del gremio mercantil,
era encargado de poner medidas y políticas de fomenta de la economía.
Hacia 1780, el orden colonial fue amenazado en los Andes por movimientos
rebeldes, cada uno propio.
Aunque las reformas borbónicas han impulsado a los rebeldes a actuar, estos
movimientos también sucedían antes.
Reformas como la legalización del reparto forzoso de mercancías es uno de
los motivos que empezaron el odio rebelde. A su vez, las decisiones de la década de
1770 aumentaron los descontentos: la duplicación de las tasas de la alcabala, la
multiplicación de aduanas recaudadoras y los intentos oficiales de bloquear el tráfico
de plata de potosí eran medidas que afectaban a los mercantes indígenas. Además las
reformas afectaron los criterios que regían en el cobro del tributo y el recaudador
había extendido la condición al poblado de indios sin tierra e incluso las castas que
vivían con ellos.
Tras la represión, las reformas aumentaron. El sistema de repartos fue
prohibido y los corregidores desplazados, las autoridades también buscaron
desplazar a los caciques sospechosos de haber adherido con la rebelión.
El sistema político había imperado durante más de dos siglos, se basada en
buena medida, en el consenso que el imperio tenía entre los grupos de elite
coloniales.
En cierto modo, funcionaba en un equilibro entre los requerimientos de la
Corona.
La elite era la encargada de negociar con los grupos rebeldes, en la cual la
autoridad política con poca estructura burocrática debía lidiar y arbitrar entre las
redes que componían las facciones que dividían a la elite.
La autoridad dependía del consenso que tuviera el entramado social.
Las reformas estaban orientadas a romper este equilibro, en particular la
instauración de intendencias.
Agregaron una nueva jerarquía entre la ciudad que alteraba la situación
vigente: en un 1er nivel quedaba la capital virreinal, en 2do nivel se situaban las
cabeceras de intendencias y por último las ciudades subordinadas.
Algunos territorios fronterizos (como Montevideo) eran estatuto de gobierno
militar y dependían directamente de la autoridad virreinal.
Dada a esta nueva situación, los cabildos se veían limitados en autonomía por
la presencia de intendentes y subdelegados, al mismo tiempo que esas mismas
autoridades esperaban que ejercieran un control más efectivo de la población.
En general estas reformas limitaron el poder de la elite y la recaudación fiscal
para trasladarla a organismos reales.
En Jujuy fue bastante afectada por su intendencia, en Salta, la elite tuvo éxito
en limitar el poder del gobernador con luchas políticas entre "bandos".
En Córdoba, los lazos entre la elite y el primer gobernados fueron intensos
con una política de alianza entre la autoridad real y la elite cordobesa.
En Buenos Aires, el poder de la ciudad con un entramado burocrático que
reducía el poder del gobernador. En general hubo conflictos en que la elite porteña
forzaba a la gobernación a negociar.
Con las reformas también se acentuó la inmigración española, cuyos efectos
se hicieron notar en la sociedad y particularmente en la elite.
Las reformas también facilitaron la emergencia de nuevos grupos mercantiles
en los que tenían un papel decisivo los mercaderes, que arribaban desde España.
El rubro más importante en esa época era el Azogue de Potosí, donde la
Corona lo subsidiaba y permitió desembarcar esos cargamentos en Buenos Aires,
dándole a la capital un gran incremento de capital por parte de aduanas.
Otro rubro decisivo fue la importación de esclavos provenientes de África o
Brasil.
Desde comienzos de siglo, ingleses y franceses habían permitido la
instalación de asientos negreros en Buenos Aires. En general, Buenos Aires
compraba los esclavos para revenderlos al interior.
Desde 1780 la liberación de la trata negrera impulsó a algunos comerciantes
de Buenos Aires y Montevideo a obtener licencias de importación. A cambio,
obtenían permisos para la exportación de fruto del país, por el cual el tráfico de
esclavos empujaba las ventas de cueros y carnes saladas.
La elite vivió un proceso de ampliación y renovación que procedió y
acompañó a las reformas. Después tendió a manifestar signos de creciente
fragmentación. Ahora bien, estas doctrinas venían en buena medida de la misma
burocracia imperial y por el vacío que dejo la expulsión de la Compañía.

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