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Maternaje y Paternaje, una construccion social a partir

de la identidad de genero

"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre"
(Joaquín Salvador Lavado Tejón)

I. Identidad y género

Desde pequeño, niños y niñas comienzan un proceso de construcción de su identidad por el


cual se reconocen con su género mediante el uso de colores (rosa para las niñas, azul para
los niños), forma de vestir (falda/pantalón) y comportarse, etcétera, que irán definiendo su
vida (Arvelo, 2004).

Construcción de la identidad
La identidad se atribuye siempre en primera instancia a una unidad distinguible, cualquiera
que ésta sea; de esta manera, la identidad es un predicado que tiene una función particular,
por medio de él una cosa u objeto particular se distingue como tal de las demás de su misma
especie (Habermas 1987, II, 145; citado en Giménez, s.f.). Por eso se dice que la identidad
tiene un carácter intersubjetivo y relacional y puede entenderse como la autopercepción de
un sujeto en relación con los otros (distinción del otro) (Giménez, s.f.).

Cuando hablamos de identidad debemos hacer mención del colectivo social y cultural, es así
como tenemos que hacer referencia de la pertenencia social, la cual implica la inclusión de la
personalidad individual en una colectividad hacia la cual se experimenta un sentimiento de
lealtad (Giménez, s.f.), y es en este colectivo social donde podemos hacer la distinción del
otro. Esto nos lleva a pensar en que, como lo plantea Giménez (s.f.), pertenecer a un grupo o
a una comunidad implica compartir el núcleo de representaciones sociales que los
caracteriza y define, lo cual nos lleva al concepto de “representaciones sociales”, las cuales
son construcciones socio-cognitivas propias del pensamiento ingenuo o del “sentido común”

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y que se pueden definir como el “conjunto de informaciones, creencias, opiniones y actitudes
a propósito de un objeto determinado” (Abric, 1994, 19; citado en Giménez, s.f.). De este
modo se puede afirmar que los hombres (y mujeres) piensan, sienten y ven las cosas desde
el punto de vista de su grupo de pertenencia o de referencia, y es así como las
representaciones sociales también definen la identidad (Giménez, s.f.).

Cuando hacemos mención de la distinguibilidad, parafraseando a Giménez (s.f.), debemos


retomar la historia de vida o identidad biográfica, lo cual nos dice que hablar de la persona o
su identidad, es hablar de su historia, lo que nos hace ver como seres sociohistóricos, ya que
una de las características de la identidad es su capacidad de perdurar en el tiempo y en el
espacio (aunque no es estática y sí transformable).

A partir de la definición de identidad, pasemos ahora al concepto de género. Para esto


recordemos que, como lo menciona Leal (s.f.), nacemos como hombres y mujeres (sexo),
pero es la cultura quien define lo masculino y femenino (género), por eso es que se dice que
el género es una construcción social. Y en esta construcción que se hace, la situación de las
mujeres es claramente de subordinación y algunas de las causas que marcan la desigualdad
entre los géneros tiene que ver principalmente con las diferencias biológicas que implica
diferencias psicológicas en cuanto a personalidad y a las formas de relacionarse con el
entorno, y de esta forma surgen en la sociedad patrones o estereotipos específicos
esperados de personalidad y conducta asignados al hombre y a la mujer (como sería el caso
de la maternidad y paternidad, como lo veremos más adelante), lo cual es reforzado por la
sociedad patriarcal en la que vivimos (al menos en México), la cual constituye una estructura
primaria de poder (s.f.).

Es por esto que en el entendido de estas diferencias surge el concepto de género, el cual
podemos conceptualizar como producto de la cultura (conceptos normativos) que se traduce,
entre otras cosas, en una identidad que los individuos adquieren (impuesta socialmente) a
través de la socialización, y que determina la forma en que se relacionan con la naturaleza y
el mundo social que los rodea. El concepto surge sin duda para poner en evidencia las
causas estructurales en la posición inferior de la mujer y por eso se dice que el género es
una forma primaria de relaciones significantes de poder (s.f.).

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Marta Lamas (2000), nos conceptualiza al género como el conjunto de prácticas, creencias,
representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo
humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y
mujeres. Lo central es que cada sociedad asigna determinadas funciones sociales (roles)
construyéndose así el concepto de género como categoría bio-psico-econo-politicocultural
(Lagarde, 1990; s.f.), es decir, el género constituye un proceso de organización (eje) y
legitimación social de lo masculino y lo femenino en constante transformación.

En la construcción del género hemos visto que influye de manera importante el entorno y la
historia de cada sociedad, pero esta última, es orientada o moldeada en el tiempo también
por quienes ostentan el llamado poder (material o simbólico), siendo el principal portador en
la historia generalmente el hombre (Chesler, 1978; Segal, 1990; citado en s.f.).

Una vez que hemos delimitado los conceptos de identidad y género, desde una perspectiva
sociocultural, podemos pasar a nuestro siguiente tema y cuestionamiento: ¿son el maternaje
y el paternaje constructos sociales dados por la cultura y no por la biología?

II. Maternaje y paternaje

La maternidad, la paternidad y el género constituyen construcciones simbólicas relativizadas


por lo histórico y lo sociocultural que poseen dimensiones subjetivas abordables por la
psicología. Por otra parte, y aún más en el caso de la maternidad, estas construcciones están
impregnadas de un marcaje inicial del orden biológico que orienta el proceso constructivo
estableciendo identidades y diferencias entre estos conceptos entendidos como estructuras y
funciones (Arvelo, 2004).

Mujer y maternaje
El maternaje ha sido entendido como una construcción histórica y sociocultural que
denomina el “deber ser de toda mujer”. Sin embargo, existe una distinción de que ser madre
es un proceso biológico que algunas mujeres han experimentado.

Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo, plantea que ser mujer es construirse
individual y socialmente; hacerse, no derivarse “naturalmente”, no nacer. Es decir, una
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persona no es mujer por nacer con una vulva, sino por su conjunto de características
sociales y subjetivas. La identidad de todo ser humano es una identidad de género.

Ser mujer (constructo cultural) y madre (constructo biológico) se sobreponen, significando a


la mujer como alguien condescendiente, amable, servil, cariñosa, dedicada, disciplinada,
sumisa, etc. Sin embargo el maternaje no implica tener hijos, sino la internalización
consciente y/o inconsciente del “deber ser” de ser mujer (constructo bio-cultural) y las
acciones que a partir de ellas se realizan (Echeverría, s/f).

El ser madre o la maternidad es un aspecto que se define social y culturalmente como algo
“natural”, puesto que a las mujeres se les consideró y considera “casi exclusivamente con
relación a sus funciones familiares” (Acker, 1995, 107; citado en Echeverría, s/f).

Los elementos del maternaje se han construido originalmente dentro del espacio privado
(esfera doméstica, mundo del hogar y familia) (Echeverría, s.f.). El papel de la mujer, en
relación al maternaje era formar “seres humanos civilizados”, hacer feliz al esposo y a los
hijos y transmitir los valores (función mantenedora y reproductora del orden social) (orden
que se basaba en la desigualdad) (Yuren, 986; citado en Echeverría, s.f.).

Paternaje
Tener un padre es algo nuevo en la evolución y en la cultura, ya que todos los animales
maternan a sus crías, pero no suelen paternarlas. Las madres las cuidan en solitario, sólo la
mayoría de las aves y algunos primates las protegen, máximo por cuatro años, luego las
sueltan, cuando son capaces de conseguir sus propios alimentos y un sitio seguro para
dormir. Mientras que la especie humana lo hace por 20 o más años. La paternidad es uno de
los pocos sellos humanos en la evolución (Leal, s.f.).

El padre, en la generación anterior, estaba ausente, no se ocupaba del cuidado diario de los
hijos. El niño no solía tener acceso al cuerpo físico del padre, su presencia era audiovisual
pero no táctil, daba órdenes y con cierta frecuencia castigaba, pero acariciaba poco (Leal,
s.f.) y esto pudiera deberse a la mentalidad popular, que dice que hacer ‘trabajo de mujer’ y
asumir responsabilidad doméstica (rol que se le ha asumido a la mujer y que en principio nos
habla de la desigualdad entre géneros), se considera denigrante (Cebotarev, N, s.f.).

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Paternar es la presencia masculina en la crianza, pero hay varias masculinidades. No existe
una forma única de ser hombre. Depende de la edad, raza, ideología, creencias, capital
cultural personal, estatus, orientación sexual, estilo de vida, etcétera. Sin embargo, hay una
versión dominante de masculinidad que se erige como centro, ella es en gran parte un
constructo cultural.

El ‘nuevo padre’ asiste al nacimiento de sus hijos. Desde el comienzo participa activamente,
al igual que la madre, en los cuidados físicos y sicosociales de los hijos. Está involucrado en
las actividades cotidianas en el hogar: alimenta a sus hijos, los baña y viste, los consuela
cuando lloran y los cuida cuando están enfermos; trata de compartir todas las actividades
‘maternas’ y dedica igual tiempo a los hijos varones como a las niñas (Pleck, 1987:92-94;
Coltrane, 1996; citado en Cebotarev, 2003).

Ser padre es un rol que se construye con ciertas decisiones y acciones, y requiere
determinadas condiciones, como:

 Conocerse a sí mismo.
 Haber logrado su identidad, es decir, estar reconciliado con su afectividad, su
sexualidad, su cuerpo, su género, el mundo que lo rodea.
 Comenzar en el momento oportuno, como tomar la decisión consciente de ser padre.
Debe comenzar a ejercer su función durante el embarazo de su esposa y muy
temprano en la vida del niño.
 Aprender a comunicarse con el hijo que está criando.
 Permitir el acceso a otros modelos masculinos.
 Dejar ir al hijo cuando sea tiempo, pero continuar siendo su modelo.

III. Conclusión

Históricamente la función materna, como constructo sociocultural, ha constituido parte del


núcleo identitario de la feminidad. No ha sido fácil deslindar lo femenino de lo materno. Esto
no ha ocurrido en el caso del hombre, quien se le ha definido principalmente por otros
atributos y no por el de ser padre (Arvelo, 2004).

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De acuerdo a lo visto con anterioridad, el concepto de maternaje y paternaje son constructos
sociales que se van modificando históricamente, al igual que los conceptos de identidad y
género. Por eso al hablar de la maternidad, es necesario retomar los conceptos de identidad
de género, ya que así como existen estereotipos en torno a éste, el maternaje sigue girando
alrededor de lo que se espera que deba ser el papel de la mujer en la sociedad, al igual que
el paternaje, se espera más que sea la mujer quien cuide de los hijos y sea el padre sólo
fuente de ingresos (asumiendo el poder dentro del núcleo familiar).

Pero cuando las situaciones hacen que se dé un cambio (como en la película “todo lo que tú
quieras”), se rompe con este tradicionalismo. Y no sólo se ve afectada la parte social, sino
que también hay un desequilibrio en la identidad de la persona, porque el hecho de cambiar
de rol rompe el esquema con el que se ha venido viviendo y fortaleciendo a lo largo de la
vida del ser humano. Y puede incluso reconstruir y transformar la identidad del sujeto, por
eso se decía que ésta no es estática, sino que se va transformando de acuerdo a las
situaciones, el momento histórico, la sociedad y el contexto.

Referencias

Arvelo, L. (2004). Maternidad, paternidad y género. Otras miradas, 4 (2): 92-98.

Cebotarev, N. (2003). Familia, socialización y nueva paternidad. Recuperado de


http://www.scielo.org.co/pdf/rlcs/v1n2/v1n2a03.pdf

Echeverría, V. (s.f.). El maternaje: ¿espejo de la formación magisterial en México?


Recuperado de http://bvirtual.ucol.mx/descargables/606_maternaje.pdf

Giménez, G. (s.f.). Materiales para una teoría de las identidades sociales.instituto de


investigaciones sociales de la UNAM.

Leal, F. (s.f.). Paternar: un concepto cambiante. CCAP, 10 (4): 37-43.

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