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Los elementos del contrato

Elementos esenciales y elementos accidentales del contrato

El mínimo de elementos que acredita la existencia de un contrato válido viene


representado por el consentimiento de las partes, el objeto y la causa. Pero, dado
el reconocimiento de la autonomía privada, es obvio que las partes pueden
introducir en el contrato previsiones complementarias (no requeridas legalmente)
de las que dependa la propia eficacia del contrato celebrado. Ello obliga a
distinguir entre:

 Elementos esenciales del contrato, y


 Elementos accidentales.

Los elementos esenciales, deben estar presentes en todo contrato para que se
pueda considerar válido. El artículo 1.261 del Código Civil formula la necesidad
de concurrencia de todos los elementos esenciales del contrato: “No hay contrato
sino cuando concurren los requisitos siguientes:

1. Consentimiento de los contratantes.


2. Objeto cierto que sea materia del contrato.
3. Causa de la obligación que se establezca".

Los elementos accidentales pueden estar presentes por voluntad de las partes
en un determinado contrato y su presencia no es esencial ni determinante para
que pueda hablarse de contrato válido.

Fundamentalmente, tales elementos accidentales son la condición y el término.


Una vez integrados en un acuerdo contractual asumen una extraordinaria
importancia, por lo que difícilmente pueden ser calificados como meros
accidentes del mismo. En menor medida, respecto a los contratos gratuitos,
asume cierta relevancia el modo. El rechazo de la referida accidentalidad ha
hecho que algunos autores hablen de determinaciones o estipulaciones
accesorias.

En los contratos formales o solemnes constituye un requisito estructural la forma,


en sí misma considerada. Los contratos reales, por su parte, requieren que de
manera inexcusable se haya producido la entrega de la cosa.

Los elementos naturales del contrato

Junto a los elementos esenciales y accidentales, los civilistas clásicos traían a


colación una tercera serie de componentes estructurales del contrato: los
elementos naturales. Los elementos naturales se identifican con ciertas
consecuencias que, en principio, se derivan de la propia naturaleza del contrato
en cuestión.

El ejemplo más llamativo de “elemento natural” es el carácter gratuito del contrato


de depósito (artículo 1.760): como regla y salvo pacto en contra, el depositario
no tiene derecho a retribución alguna, por ser un contrato basado en la confianza
hacia el depositario o en la necesidad del depositante. Llamativamente, sin
embargo, la regla de Derecho mercantil es precisamente la contraria, el carácter
retribuido del depósito.

Basta dicha contraposición para apercibirse de que la naturaleza gratuita o el


carácter retribuido del depósito no constituye, propiamente hablando, requisito
de validez del contrato, sino un detalle normativo. Resulta comprensible, por
tanto, el abandono de la categoría de los “elementos naturales” por la doctrina
actual.

La capacidad contractual

El contrato se define como acuerdo de voluntades. La manifestación del


consentimiento de cada una de las partes puede darse de muy diferentes
maneras pero requiere en todo caso que el consentimiento se haya formado libre
y conscientemente y, además, por persona que tenga capacidad de obrar o
capacidad contractual.

La capacidad para contratar con anterioridad a la LO 1/1996

Si el contrato es, por antonomasia, el acto de ejercicio de la autonomía privada,


la ley ha de negar capacidad para contratar a quienes (conforme a ella) no tienen
capacidad de obrar, por considerarlos inicialmente inhabilitados para proceder a
la autorregulación de sus intereses. El Código Civil lo recoge explícitamente al
regular el contrato en general y dedica a ella el artículo 1.263. Según la redacción
de dicho precepto, anterior a la Ley Orgánica 1/1996: “No pueden prestar
consentimiento:

1. Los menores no emancipados.


2. Los locos o dementes y los sordomudos que no sepan escribir” .

Los menores no emancipados

En la redacción original del Código, la barrera entre la capacidad e incapacidad


de obrar por mor de la edad era nítida: la mayoría de edad.

Hoy día no resulta posible trazar un foso tan profundo entre el mayor de edad
(capaz) y el menor de edad (incapaz), en cuanto el Derecho positivo ha acabado
por reconocer que, en la práctica, la adquisición de la capacidad de obrar es
gradual y paulatina.

No obstante, esa capacidad del menor no llega a permitirle con carácter general
la válida celebración de contratos. Es decir, el menor sigue careciendo de
capacidad contractual, pese a no ser técnicamente un incapaz. El contrato
celebrado por un menor no es radicalmente nulo, sino anulable; al tiempo que
veta el Código la posibilidad de que la contraparte mayor de edad pueda
impugnarlo o instar su anulación.

Los locos o dementes y los sordomudos que no sepan escribir


Las personas descritas son seres que se encuentran incursos en causa de
incapacitación (artículo 200), en atención a la falta de discernimiento de los primeros y,
respecto de los segundos, a su imposibilidad de relación o comunicación con otras
personas.

No hay que olvidar que en la regulación originaria del Código, pródigos o


interdictos se encontraban en la misma situación que los locos y los sordomudos.
Por tanto, una de dos, o el artículo 1.263 incurrió en grave error de olvidar a
aquellos o se trataba de evitar que los locos y sordomudos, aun sin haber sido
incapacitados, pudiesen celebrar válidamente contratos. La misma (o parecida)
disyuntiva se planteaba tras la promulgación de la Ley 13/83 de reforma del CC
en materia de tutela. Conforme a ella, el alcance de la incapacitación es
graduable y, en cada caso, dependerá de la correspondiente declaración judicial.

La cuestión de la incapacidad natural

El campo de aplicación del artículo 1.263.2º quedaba circunscrito a la actuación


de locos y sordomudos que, pese a su incapacidad natural para relacionarse con
los demás, llegaban a contratar. Para regular la capacidad contractual de los
incapacitados bastan y sobran las normas dictadas en materia de incapacitación
y el consiguiente fallo judicial.

La reforma del artículo 1263 CC por la LO de protección del menor

La LO 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, ha introducido


una importante reforma en el tratamiento dispensado por el Código a la
capacidad de contratar.

Las disposiciones finales de dicha Ley introducen demasiadas modificaciones en


el Código, algunas realmente acertadas y otras sumamente discutibles.
Posiblemente la más discutible de todas por “ desajuste gramatical” sea la
sustitución del 1.263.2º, que ahora dispone sencillamente que “ pueden prestar
consentimiento... (2º) no Los incapacitados...” .

Semejante reforma afecta a todo lo relacionado con la denominada “ incapacidad


natural”.

Por otra parte conviene resaltar que, aunque el precepto reformado inhabilite a
los incapacitados, genéricamente, para emitir el consentimiento contractual, la
aplicación de las normas generales sobre incapacitación y el carácter gradual de
su alcance (fijado en la correspondiente sentencia) deben primar sobre el tenor
literal del nuevo artículo 1263.2º.

Las prohibiciones de contratar

En determinados y concretos supuestos, las leyes prohíben a algunas personas


la celebración de ciertos contratos, pese a gozar de la capacidad general de
obrar (por ejemplo, un Alcalde no puede concurrir a subastas municipales).
En tales supuestos se habla de prohibiciones de contratar, con la intención de
resaltar que la existencia de capacidad contractual de los posibles contratantes
se ve restringida por una prohibición expresa respecto de un determinado o
concreto contrato. A tales prohibiciones se refiere el artículo 1.264 in fine al
establecer que la regla general del precepto anterior “ entiende sin perjuicio de
las incapacidades especiales que la misma se establece” .

Por lo general, las prohibiciones de contratar se basan en razones de orden


público económico y tratan de evitar que ciertos grupos de personas se
prevalgan de la función (pública o no) que socialmente desempeñan, obteniendo
un enriquecimiento injusto, a costa de otra persona que se encuentra en una
situación dependiente o subordinada.

Las prohibiciones de contratar tienen carácter particular y concreto; son de


interpretación restrictiva y el mandato legal que las dicte no puede generalizarse
ni aplicarse por vía de analogía a otros supuestos no contemplados legalmente.

El autocontrato

Bajo el término de autocontrato se pretenden englobar todos aquellos supuestos


en que una sola persona asume las posiciones contractuales contrapuestas por
contar con poderes representativos de otra persona, sea natural o jurídica, o bien
por tener capacidad decisoria sobre dos patrimonios separados.

La doctrina ha debatido profundamente acerca de la naturaleza del autocontrato


pues resulta una contradicción lógica si el contrato es una cuestión de dos (o
más) personas.

En el Derecho español no existe una regulación general de la figura del


autocontrato, sin embargo sí existen algunos preceptos en los que se evidencia
la prohibición de celebrar actos jurídicos por los representantes cuando dicha
celebración suponga conflicto de intereses con sus respectivos representados:

 El artículo 1.459 prohíbe comprar a tutores y mandatarios bienes de sus


representados.
 El artículo 163 exige que cuando los progenitores de hijos no
emancipados tengan intereses contrapuestos a estos (por ejemplo,
herencia del otro progenitor, ya fallecido) se nombre judicialmente un
defensor de los intereses del menor.
 El art. 244.4º prohíbe ser tutores a quienes “tuvieren importantes
conflictos de intereses con el menor incapacitado”.

Atendiendo a tales datos normativos, sería razonable concluir que el


autocontrato no es admisible en el Derecho español y que debe ser considerado
como anulable en los supuestos de representación voluntaria y nulo de pleno
derecho en las hipótesis de representación legal.

Sin embargo, el legislador actual mira con menos desconfianza la figura de la


autocontratación, y en algunas disposiciones normativas recientes se la admite
expresamente, por ejemplo, en la vigente Ley de Fundaciones, 50/2002, de 26
de diciembre.

La libre formación del consentimiento y los vicios de la voluntad

En general

El Ordenamiento jurídico vela en todo caso porque el consentimiento contractual


se preste por los contratantes de forma libre y consciente. Por ello, cuando el
consentimiento ha sido fruto del error, de la coacción o del engaño, declara
viciado el contrato y permite que sea anulado por el contratante que ha sufrido
tales interferencias en la formación de su consentimiento o voluntad de contratar.

En tal sentido, dispone el artículo 1.265 Código Civil que “ será nulo el
consentimiento prestado por error, violencia, intimidación o dolo”. A tales
anomalías en la formación del consentimiento se les conoce, técnicamente,
como vicios de la voluntad o vicios del consentimiento.

El error como vicio del consentimiento

El Código Civil no ofrece una definición del error en cuanto vicio del
consentimiento porque en el artículo 1.266 el término error tiene la significación
usual: equivocación, falsa representación mental de algo.

En el artículo 1.266 se regulan los requisitos fundamentales que comportan que


el error sea relevante o no con vistas a privar de eficacia al contrato celebrado.
La jurisprudencia es sumamente rigurosa en la acreditación y prueba de esos
requisitos para evitar que las alegaciones de una de las partes, basadas
sencillamente en la creencia subjetiva de la existencia del error, desemboquen
en la ineficacia contractual.

Requisitos del error como causa de anulabilidad del contrato

Según el artículo 1.266 del Código Civil: “Para que el error invalide el
consentimiento, deberá recaer sobre la sustancia de la cosa que fuere objeto del
contrato, o sobre aquellas condiciones de la misma que principalmente hubiesen
dado motivo a celebrarlo. El error sobre la persona sólo invalidará el contrato
cuando la consideración a ella hubiese sido la causa principal del mismo” .

Conforme a ello suele hablarse de error esencial o sustancial y de error sobre la


persona.

1. Error esencial o sustancial. El error debe recaer sobre la sustancia de la


cosa objeto de contrato o condiciones de la cosa que hubiesen dado
motivo a celebrado. Por lo tanto, el error sustancial es un error de carácter
objetivo.
2. Error sobre la persona. El error sobre la persona puede tener eficacia
invalidante en relación con todo tipo de contratos siempre que la
consideración de la otra parte contratante haya sido erróneamente
valorada de forma excusable y esencial. Con todo, lo cierto es que la
eficacia anulatoria del error sobre la persona tiene en la práctica un campo
de aplicación limitadísimo fuera de los contratos intuitu personae, en los
que tampoco se caracteriza por su frecuencia efectiva.
3. Error excusable. Con semejante calificación se pretende indicar que el
contratante que incurre en yerro debe acreditar haber ejercitado una
diligencia normal en el conocimiento de los extremos propios del objeto
del contrato y que, pese a ello, no ha logrado superar la falsa
representación mental en que ha incurrido.
4. Finalmente debe existir un nexo de causalidad entre el error sufrido y la
celebración del contrato, de tal forma que resulta exigir probar que dicho
error es determinante. Esto es, que de no haber existido error, no se
habría llegado a la efectiva celebración del contrato.

Error de hecho y de derecho

La existencia del error es una cuestión de hecho que, recae además sobre
circunstancias de la cosa objeto de contrato o sobre cualidades de la persona
con que se contrata. Sin embargo, también puede deberse a la ignorancia o
interpretación equivocada de una norma jurídica que induzca a cualquier de los
contratantes a emitir una declaración de voluntad que no habría realizado de
haber tenido un conocimiento preciso de las normas jurídicas aplicables al
acuerdo contractual de que se trate. En estos supuestos se habla de error de
derecho.

Determinar si el error de derecho tiene alcance invalidante respecto al contrato


celebrado es una cuestión que ha provocado dudas y vacilaciones tanto en la
doctrina como en la jurisprudencia dado el principio de que “ la ignorancia de las
leyes no excusa de su cumplimiento” .

En la actualidad la jurisprudencia suele ser muy estricta en el reconocimiento del


error de derecho como causa de anulación del contrato, según la cual ha de
admitirse “ con extraordinaria cautela y carácter excepcional” .

Otros supuestos de error

1. Error en los motivos. La falsa representación mental no recae sobre el


contenido sustancial o sobre extremos esenciales del objeto del contrato,
sino sobre los móviles subjetivos que llevan a una de las partes a
contratar. Por ejemplo, alquilo un apartamento para unos días
determinados y la empresa me fija las vacaciones en el mes siguiente.
2. Error de cálculo. Sólo dará lugar a la corrección matemática de la
operación, que deberá ser realizada de nuevo.

La violencia

El Código Civil es suficientemente explícito al definir las situaciones en que se


violenta la voluntad o manifestación del consentimiento de una de las partes
contratantes. Según el artículo 1.267 “ hay violencia cuando para arrancar el
consentimiento se emplea una fuerza irresistible”. Tal fuerza irresistible se dará
en todos los casos de violencia física absoluta. En tales casos no es que el
consentimiento esté viciado, es simplemente que no hay consentimiento.

La intimidación

La intimidación es otro de los “ vicios de la voluntad” o deficiencia del


consentimiento que puede comportar la invalidez del contrato.

Según el artículo 1.267.2 consiste en “ inspirar a uno de los contratantes el temor


racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona o bienes, o
en la persona o bienes de su cónyuge, descendientes o ascendientes” .

1. La amenaza ha de ser de tal naturaleza que “ inspire un temor racional y


fundado” que lleve a prestar un , consentimiento inicialmente no deseado.
El Tribunal Supremo exige que entre el temor y el consentimiento debe
existir un nexo eficiente de causalidad.
2. La amenaza ha de estribar en el anuncio de una mal inminente y grave ya
que otro tipo de “ advertencias” o “ avisos” no merecen el calificativo de
intimidación. El Código Civil requiere expresamente que el mal anunciado
recaiga directamente sobre la persona o sobre los bienes del contratante
o sobre los de sus familiares más cercanos.
3. Aunque el Código no lo explicite, la amenaza intimidatoria ha de ser
injusta y extravagante al Derecho.
4. El último párrafo del artículo 1.267 contempla el denominado temor
reverencial: “el temor de desagradar a las personas a quienes se les debe
sumisión y respeto no anulará el contrato”. Esto es, el temor reverencial
no es relevante para el Derecho en tanto no tenga naturaleza intimidatoria;
por tanto, el contrato celebrado será válido y eficaz.

Régimen común de la violencia y la intimidación

Pese a que en el contrato celebrado bajo violencia física absoluta realmente no


hay consentimiento, mientras que en el caso de la intimidación está viciado, el
artículo 1.268 dispone que “los contratos celebrados con violencia e intimidación
serán anulables”. Dicho mandato normativo suele ser comúnmente muy
criticado, ya que se considera que los contratos celebrados bajo violencia
deberían ser nulos de pleno derecho por inexistencia absoluta del
consentimiento y ser éste un elemento esencial del contrato.

El dolo

Noción y requisitos

Actuar dolosamente significa tanto como malévola o maliciosamente, ya sea


para captar la voluntad de otro, ya sea incumpliendo la obligación que se tiene
contraída.

El dolo, como vicio del consentimiento, consiste en inducir a otra a celebrar un


contrato que finalmente celebra y que, por tanto, incurre en error.
Así, afirma el artículo 1.269 que “ hay dolo cuando, con palabras o
maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el otro
a celebrar un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho”. Por su parte, el artículo
1.270 dispone que “ para que el dolo produzca la nulidad de los contratos deberá
ser grave y no haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo
incidental sólo obliga al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios” .

Por tanto, para que el dolo sea causa de anulabilidad del contrato se requiere:

1. Que sea grave, llevado a cabo con la intención, con la mala intención
consciente y deliberada de engañar a la otra parte. El dolo bueno que
consiste en cantar las excelencias del bien o servicio que se oferta no se
considera como dolo propiamente dicho.
2. Ha de inducir a la otra parte a celebrar el contrato, es decir, ha de ser un
dolo determinante o dolo causante. El dolo determinante se contrapone al
dolo incidental (no caracterizado por el CC) y se trata de una conducta
engañosa que lleva a quien, libre y conscientemente está decidido a
contratar, a aceptar unas condiciones perjudiciales que no hubiera
aceptado de no intervenir el dolo incidental.
3. Que el dolo no haya sido empleado por las partes contratantes. En el caso
de dolo por ambas partes suele hablarse de compensación de dolo para
poner de manifiesto que el de una parte anula o compensa la relevancia
del dolo de la otra parte.

El dolo omisivo

El dolo puede consistir también en conductas pasivas o reticentes que,


resultando a la postre engañosas, induzcan a contratar a quien no hubiera
llegado a hacerlo en caso de habérsele hecho saber cuanto, consciente y
deliberadamente, le oculta la otra parte.

El dolo del tercero

No se excluye la existencia de dolo cuando una tercera persona actúa a


consecuencia de una maquinación de uno de los contratantes (se habla con un
amigo perito para que certifique una falsa y notoriamente agrandada tasación de
la finca que se quiere vender) ya que la intervención del tercero es sencillamente
material: quien conspira o maquina es, propiamente hablando, el contratante
maligno.

El objeto del contrato

Requisitos del objeto del contrato

Conforme a los artículos 1.271 y 1.273, los requisitos del objeto del contrato son
tres: licitud, posibilidad y determinación.

 Licitud. Del artículo 1.271 se deduce que tanto las cosas cuanto los
servicios objeto del contrato han de ser lícitos. Respecto de las cosas el
Código excluye del ámbito contractual “las cosas que están fuera del
comercio”. Y en relación con los servicios se excluyen todos los servicios
que sean contrarios a las leyes o a las buenas costumbres.
 Posibilidad. El Código Civil dispone en el articulo 1.272 que “no podrán
ser objeto de contrato las cosas o servicios imposibles”
 Determinación o determinabilidad. Una vez perfeccionado el contrato, se
requiere que la cosa o el servicio que constituyen su objeto queden
determinados (artículo 1.273). En caso contrario, sería necesario un
nuevo pacto o acuerdo de las partes. El Código Civil no requiere como
condición sine qua non que el objeto del contrato quede absolutamente
determinado, sino que le basta con que el objeto sea determinable “sin
necesidad de nuevo convenio entre los contratantes”.

La causa del contrato

El artículo 1274 CC y la causa en sentido objetivo

El Código Civil al referirse al elemento causal del contrato (artículo 1.274)


comienza por distinguir entre contratos onerosos y gratuitos, estableciendo que:

 En los contratos gratuitos o de “pura beneficencia” la causa viene


representada por “la mera liberalidad del bienhechor”.
 En los contratos onerosos el Código plantea la cuestión en perspectiva
unipersonal, ya que se refiere la causa a cada una de las partes
contratantes y no al contrato en su conjunto.

En los contratos gratuitos la causa del bienhechor o benefactor, al ser el único


obligado a dar (donante), hacer (depositario) o no hacer algo, coincide con la
causa del contrato.

En los onerosos la descripción legal no es suficiente para dilucidar que debe


entenderse por causa del contrato.

Por ejemplo, si la causa del arrendatario de una vivienda es disfrutar del piso, y
la causa del arrendador es cobrar mensualmente la renta, ¿cuál será la causa
del arrendamiento? Atendiendo a cada caso concreto, se podría concluir que el
intercambio de prestaciones subyacente en el contrato constituiría la causa del
mismo.

La causa atípica

La causa atípica es la causa característica de los contratos atípicos. Dada la falta


de formulación legal de estos contratos, la determinación de la causa habrá de
llevarse a cabo caso por caso.

Causa y motivos: la irrelevancia de los motivos

El hecho de objetivizar la causa persigue dos finalidades:

1. Rastrear la causa del contrato en su conjunto.


2. Independizar la causa contractual de los motivos, móviles o caprichos de
las partes.

Como es fácil suponer, la existencia y validez de un contrato no puede quedar


supeditada a móviles o razones de carácter subjetivo que, por principio, son
intranscendentes para el Derecho.

Los motivos no forman parte del acuerdo contractual, a lo sumo, son premisas
del mismo, pero irrelevantes en la formación del contrato.

La causa ilícita, el artículo 1275 CC: los motivos ilícitos y la causa


en sentido subjetivo

Según el artículo 1.975, “los contratos sin causa, o con causa ilícita, no producen
efecto alguno. Es ilícita la causa cuando se opone a la ley o a la moral”.

La causa no puede entenderse sólo y exclusivamente como objetiva función


socioeconómica del tipo contractual utilizado por las partes. El sentido del
artículo 1.275 es permitir que, en su caso, la función socioeconómica del tipo
contractual, abstractamente considerada, no excluya de forma necesaria la
valoración del fin práctico perseguido por las partes. Con lo cual, el artículo 1.275
está dando entrada, en determinados casos, incluso los motivos contrarios al
ordenamiento puedan originar la ilicitud de la causa concreta.

Tanto la doctrina como la jurisprudencia, aun partiendo del carácter objetivo y


abstracto de la causa, acaba defendiendo que los aspectos subjetivos de los
contratantes cuando el fin práctico perseguido por los mismos es contrario a las
leyes o a la moral. Los contratos que presentan aspectos desviados del sentir
común acaban siendo declarados nulos de pleno derecho en atención a su causa
ilícita.

Contratos causales y contratos abstractos

Los contratos abstractos son aquellos que producen efectos por la mera voluntad
de las partes y con independencia del elemento causal.

Nuestro Derecho es abiertamente causal y requiere la existencia de tal elemento.


El artículo 1.277 dispone que, “aunque la causa no se exprese en el contrato, se
presume que existe y que es lícita mientras que el deudor no pruebe lo contrario
".

De conformidad con tal precepto, resulta que:

 La falta de consideración o expresión de la causa en el contrato es


posible, pero el contrato seguirá siendo causal y no abstracto.
 El Código Civil presume la existencia y licitud de la causa contractual, que
beneficiará al acreedor de la relación obligatoria.
 Por tanto, el acreedor no tendrá que probar la existencia y licitud de la
causa (que se presume), para reclamar la obligación al deudor; sino que
será éste quien haya de desmontar la presunción legalmente establecida.
En tal sentido se habla de abstracción procesal de la causa.

Por tanto, en el Derecho español no puede hablarse propiamente de contratos


abstractos, ni siquiera en aquellas declaraciones de voluntad unilaterales
(reconocimiento de deuda, promesa de deudor) que algunas veces se califican
como abstractas. Por excepción, hay títulos de crédito (letra de cambio y cheque)
que sí funcionan conforme a las reglas de abstracción material, bajo ciertas
circunstancias

Elementos del contrato: consentimiento objeto y causa


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objeto y causa
1-Los elementos del contrato
–El contrato tiene tres tipos de elementos:
-Elementos esenciales: Su concurrencia es necesaria para que el contrato exista
y de acuerdo con el artículo 1261 Cc son:
-Consentimiento de las partes
-Objeto cierto como materia del contrato
-Causa de la obligación que se estableza

A estos tres hay que sumarle el requisito de la forma en los contratos formales.-
Elementos naturales: Son aquellos que por considerarse que son los mas
conformes con los intereses de las partes la ley los inserta automáticamente en
el contrato (ej: garantías de compraventa, gratuidad en el mandato/mutuo/
deposito..)
Elementos Accidentales
: Son aquellos que pueden ser introducidos en el contrato por la voluntad de las
partes y son:
-Condición
-Término
-Modo
2-Consentimiento de las partes:
Es uno de los requisitos esenciales del contrato, el contrato es un negocio
jurídico y esta integrado por las declaraciones de voluntad de cada una de las
partes contractuales.
2.1 Capacidad para contratar:
Esta regulado en el Cc en el artículo 1263:”No pueden prestar consentimiento
primero los menores no emancipados, segundo los incapacidatos”
2.2 Prohibiciones legales para contratar
“La incapacidad declarada en el articulo anterior esta sujeta a las modificaciones
que la ley determina, y se entiende sin perjuicio de las incapacidades especiales
que la misma establece.
La incapacidad tiene su fundamento básico en el estado civil de la persona
afectada(menor edad, incapacitación) sin embargo las prohibiciones se basan
en circunstancias que concurren en la persona contratante.
2.3 La prestación de consentimiento:
Para que el consentimiento sea válidamente expresado es preciso que la
voluntad interna se manifieste, que no existan discrepancias entre lo querido y lo
declarado y que las partes contratantes coincidan en lo que pretenden.

En aquellos supuestos en los que la voluntad de los contratantes no se


manifieste de manera consciente, racional y libre el contrato no se tendrá por
perfeccionado y podrá impugnarse para que los contratantes no se vean
afectados por lo que no quisieron. (error, dolo, violencia moral…)
2.4 Pluralidad de partes: el autocontrato
El contrato requiere pluralidad de partes, la doctrina admite el denominado
autocontrato que consiste en que una sola persona en un mismo contrato emita
las declaraciones de voluntad correspondientes a varias partes, la
autocontratación ha sido admitida por la jurisprudencia aunque con reservas.
3-Objeto de los contratos:
El objeto es otro de los requisitos esenciales del contrato:
: “Objeto cierto que sea materia del contrato”
“Pueden ser objeto de contrato las cosas aun las futuras que no estén fuera del
comercio de los hombres y todos los servicios que no sean contrarios a las leyes
y la moral”
Para este precepto cosas y servicios son el objeto de todo contrato.
Límites al objeto del contrato:
-Licitud: El artículo 1271 exige que las cosas no estén fuera del comercio de los
hombres, la extra comercialidad es aquella situación en la que se encuentran
determinadas cosas en sentido jurídico, lo que las hace estar sustraídas al
trafico.
-Bienes de dominio público -Cosas no susceptibles de apropiación por
considerarse cosas comunes a todos al quedar fuera del ámbito del poder del
individuo. -Bienes sustraídos a la libre disponibilidad de los particulares
Un contrato que recayera sobre una cosa fuera de comercio sería nulo, para los
servicios es necesario que “no sean contrarios a las leyes ni a las buenas
costumbres”
-Posibilidad:
“No pueden ser objeto de contrato las cosas o servicios imposibles” esto no
excluye la futuridad, por cosa futura se entiende todo bien inexistente en el
momento de celebración del contrato pero que puede existir según el curso
normal de los acontecimientos.
excepciona la posibilidad de que las cosas futuras sean objeto de contrato a la
herencia futura.
-Determinación:
Art 1273 Cc: “El objeto de todo contrato debe ser una cosa determinada en
cuanto a su especie. La indeterminación en la cantidad no será obstáculo para
la existencia de contrato, siempre que sea posible determinarla sin necesidad de
nuevo convenio entre los interesados”
El objeto puede estar perfectamente determinado o relativamente indeterminado,
en este último caso la indeterminación del objeto se efectuará al concretarse esa
obligación que el código llama genérica.
La determinación del objeto, la fijación del quantum de la prestación o su calidad
puede dejarse al arbitrio de un tercero.
4-Causa del contrato:
Aquí encontramos dos teorías:
Cusalistas: La causa es un elemento del negocio jurídico
Anticausalistas: Es un elemento totalmente inútil o inservible
-Tesis causalista: -Concepción objetiva: la causa es el fin practico del negocio
-Concepción subjetiva: la causa es la razón o motivo decisivo que induce a
negociar
-Concepción unitaria o eclética: tanto la consideración objetiva como la
subjetiva son parciales.
La causa es uno de los elementos esenciales del contrato, la causa varía según
el tipo de contrato, ya sean onerosos, reumeratorios…
-Tesis anticausalista: La causa es totalmente inútil y los códigos que la acogen
podrían haber prescindido de la misma sin que nada cambiase por ello.
-Requisitos de la causa: -La causa ha de existir, los contratos sin causa no
producen efecto alguno. -La causa ha de ser verdadera, la causa falsa puede
ser falsa propiamente dicha o simulada, es falsa propiamente dicha la causa que
tiene por base la credulidad en un hecho no existente y simulada. -La causa ha
de ser lícita, es ílicita la que se opone a las leyes o la moral y produce la no
existencia de contrato.
5-La forma de los contratos:
La forma en sentido amplio se refiere a (la voz, escritura, el gesto, la conducta)
del cual se sirven las partes para emitir sus declaraciones de voluntad, la forma
es la vía de exteriorización de la voluntad interna de los contratantes.
La forma en sentido estricto se refiere a cuando la ley o la voluntad de los
particulares imponen un determinado medio para exteriorizar la voluntad
contractual, el contrato no alcanzará plena validez y eficacia jurídica si no se
manifiesta a través de la forma prescrita.
-El formalismo:
Existen dos categorías difereniciadas: -Formas solemnes: La forma es requisito
esencial del contrato -Formas probatorias: La forma no es requisito esencial del
contrato
-Formas solemnes:
Aquí la forma es requisito esencial del contrato, puede tener su origen en la ley
o en la voluntad de los contratantes. Tipos de contratos formales: Donación de
inmuebles, censo enfitéutico, hipoteca, las capitulaciones matrimoniales y sus
modificaciones.
La omisión de la forma solemne pactada o impuesta por la ley produce como
efecto la falta de validez del contrato.
-Formas probatorias:
Es aquella que solo es exigida como medio de prueba, como protección de la
eficacia del contrato frente a terceros, servir de título de ejecución… Serán
formas probatorias siempre que no exista otra norma que expresamente indique
la exigencia de una forma determinada. El código contempla las formas
probatorias en los artículos 1279 y 1280 Cc. Art 1279 Cc: “Si la ley exigiere el
otorgamiento de escritura y otra forma especial para hacer efectivas las
obligaciones propias de un contrato, los contratantes podrán compelerse
recíprocamente a llenar aquella forma desde que hubiese intervenido el
consentimiento y demás requisitos necesarios para su validez”. Art 1280 Cc-
Deberán constar en documento público:
-Los actos y contratos que tengan por objeto la creación, transmisión,
modificación o extinción de derechos reales sobre bienes inmuebles.
-Los arrendamientos de estos mismos bienes por seis o mas años siempre que
deban perjudicar a un tercero.
-Las capitulaciones matrimoniales o sus modificaciones.
-La cesión, repudiación y renuncia de los derechos hereditarios o de los dela
sociedad conyugal.
-El poder para contraer matrimonio, el general para pleitos, y los especiales que
deban presentarse en juicio; el poder de administrar bienes y cualquier otro que
tenga por objeto un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública o
haya de perjudicar a un tercero.
-La cesión de acciones o derechos precedentes de un acto consignado en
escritura pública

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