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Moda

La moda (del francés mode y del latín modus ‘modo, medida’)1 es un conjunto de prendas de
vestir, adornos y complementos basados en gustos, usos y costumbres que se utilizan por una
mayoría durante un periodo de tiempo determinado y que marcarán tendencia según la
duración del mismo.

Consideraciones generales

Contradicciones

Una de las principales críticas hacia la industria de la moda está en el hecho de que una
persona que adquiere una estética determinada, revelándose como singular y desviándose así
de las corrientes de moda más comunes, en realidad está creando otra distinta (Simmel).

Otra de estas críticas es que la propagación de una tendencia en la moda desemboca


necesariamente en su fracaso. Toda moda ampliamente aceptada pierde su atractivo al dejar
de ser un elemento diferenciador.2

Teorías sobre la transmisión vertical

Thorstein Veblen y Bourdieu

En su obra La teoría de la clase ociosa, Veblen relata cómo la moda es una herramienta que la
clase alta usa para diferenciarse del resto de clases, fundamentalmente de las más bajas. La
belleza y el simbolismo del ocio; relacionado con el ser pudiente, la sobriedad y la eficacia de
las prendas de las clases bajas e industriales, quedan enfrentados. Bourdieu llama a esto
prácticas distintivas: la manifestación de la lucha de clases, en este caso simbólica, cuyo
objetivo es perpetuar la desigualdad entre éstas.

La difusión vertical de los gustos es el mecanismo según el cual, argumenta Veblen, la moda se
transmite de una clase a otra, pues toda clase imita a la inmediatamente superior. Los
miembros pertenecientes a una determinada clase pueden identificarse entre ellos al estar en
un mismo nivel y diferenciarse de otros al haber una barrera que les separa.

El gusto diferenciado de cada clase no es inherente a sus miembros. Según Bourdieu, es la


consecuencia de la socialización de los individuos dentro de las distintas clases, es decir, su
familia, su escuela, sus amigos de la infancia, etc. Este gusto se aprende del contexto y se
interioriza. El término nuevo rico tiene una connotación despectiva, pues designa a alguien
que si bien acaba de llegar, en términos económicos, a una nueva clase, no lo ha hecho en
términos simbólicos; ya que no viste ni se comporta de la misma manera, no porque no tenga
voluntad de hacerlo sino porque se ha socializado como alguien pobre, con unos esquemas
mentales que le permiten procesar la realidad que le rodea para esa clase en concreto y no
para otra.2
Teorías sobre la transmisión horizontal

Simmel considera que la moda es simplemente una herramienta que los individuos utilizan
para liberarse de la angustia de la elección, al poder considerarse miembro de un grupo con
facilidad. La individualidad exige una serie de responsabilidades que se diluyen en el grupo y
obliga a los sujetos a defenderse por sus propias fuerzas (de los ataques simbólicos, se
entiende). La moda sería, en este caso, un mecanismo que responde a una necesidad social y,
por tanto, no se le puede buscar una finalidad última.

Cuanto mayor sea la dificultad de los individuos para diferenciarse, más febril es el combate
simbólico de distinción-imitación que sucede entre diferentes clases, exigiendo esto, a su vez,
más cambios que suceden a una mayor velocidad para satisfacer esta demanda. Y aquí, el
sistema productivo responde con una mayor obsolescencia.3

Keynes y el concurso de belleza

Keynes ideó la metáfora del concurso de belleza para explicar el funcionamiento de los
mercados bursátiles, pero sirve también para explicar el funcionamiento de la moda desde la
perspectiva de la transmisión horizontal.

Imaginemos un concurso en el que debemos elegir entre seis rostros aquel que consideremos
que será el más votado. Si somos perspicaces, nos daremos cuenta de que no debemos
escoger en función de nuestro gusto particular, ni tampoco del gusto mayoritario. Suponiendo
que el resto de concursantes son igual de perspicaces que nosotros, debemos escoger el rostro
en función de lo que pensamos que otros pensarán. Se trata de un juego de pienso que piensa
que yo pienso sin fin. El problema que plantea es que es imposible adivinar el resultado con
certeza.3 ¿Escogerán los demás en función de su gusto individual? ¿De la media de los gustos
particulares? O ¿escogerán pensando en las estrategias de otros participantes? En definitiva,
todas las personas, aunque no lo sepan, participan en un concurso de belleza.

Historia de la moda en la industria del vestido

Artículo principal: Historia de la moda

Siglo XVI

En el Renacimiento italiano se acostumbraba, por parte del género masculino, el uso de capa
corta y sin capucha, birrete, sombrero con plumas y zapatos de punta roma y ancha. Las
mujeres por otro lado, llevaban bullones y acuchillados en las mangas, y una gorguera rizada;
además de faldas y sobrefaldas, jubones y corpiños, capas o mantos rozagantes y una cofia
para la cabeza.

A partir de la segunda mitad del siglo, la creciente importancia de la monarquía española


impone en Europa el estilo de la corte del emperador Carlos I de España, un estilo de gran
sobriedad, caracterizado por el uso de colores oscuros y prendas ceñidas, sin arrugas ni
pliegues y aspecto rígido, sobre todo en las mujeres, en las que se impone el uso del
verdugado. En el borde superior de la camisa se colocaba un cordón que dará lugar a la
gorguera o lechuguilla.

Siglo XVII

Durante esta época domina la moda francesa, tanto en hombres como mujeres. Se utilizaban
los calzones cortos con medias de seda, chupa y casaca que, a mediados del siglo, se vuelve
más reducida y con pliegues laterales hacia atrás y mangas estrechas.

Con la caída de la dinastía francesa, vuelve el traje simple y se llevan calzones ajustados hasta
media pierna, chaleco, corbata y casaca, faldones con cuello alto y vuelo, pelucas empolvadas
y rematadas por un lazo, e incluso sombreros de tres o dos picos.

Tras la revolución, el cabello se deja largo y liso, visten sombreros de copa alta cónica o en
tubo, con alas cortas y más tarde zapatos con tacón de color a los que se añaden lazos o
hebillas y botas altas con vueltas. La mujer viste con painers o verdugados anchos y aplastados
en los dos frentes, corpiño acorsetado y escote con gasas o encajes, polonesas, batas con
cuello de encaje y manga larga. El traje francés consiste en corpiño puntiagudo, mangas
abolladas, faldas rectas y abiertas, que son drapeadas con polizón y larga cola, cuello doblado y
mangas tirantes hasta el codo con chorreras. Junto con la revolución, desaparece el vuelo de la
falda y se imitan las vestiduras clásicas: talle alto, chaquetilla corta con manga larga, falda con
pliegues, grandes escotes, chales y guantes largos. En cuanto al peinado, éste es hacia atrás
con rizados que posteriormente se hacen más altos y voluminosos con tirabuzones, lazadas y
plumas, bonetes y sombreros de alas anchas. El tipo de calzado normalmente son zapatos con
tacón alto y punta estrecha, aunque más tarde comenzaron a llevarse los bajos.

Siglo XVIII

En el siglo XVIII destacan como prendas masculinas las casacas francesas y las chupas, esto es,
casacas de inferior clase y algo estrechas, las chaquetillas, los calzones ajustados hasta la
rodilla, las corbatas en vez de las golillas, las pelucas y los grandes sombreros. Mientras tanto,
en las vestiduras femeninas continúa el mismo estilo que en el siglo pasado y se adopta el uso
de las mantillas para la cabeza. Llevaban también vestidos largos, grandes sombreros y sobre
todo en la alta sociedad, la mujer se caracterizaba por vestir con un corsé, que era una forma
de demostrar su altura. Además usaban anillos, y algunas veces guantes largos o collares, entre
otros.

Siglo XIX

Durante este siglo fueron propios el frac, la levita y el pantalón para los caballeros, y la mantilla
de seda y las peinetas para las señoras en España.
Una vez finalizada la época napoleónica, desde 1800 hasta 1820, en la que la silueta femenina
se mostraba esbelta y con el talle siempre alto, ceñido justo bajo el pecho, dejando el resto de
la prenda caer recta sobre el cuerpo; hubo un cambio drástico en el Romanticismo, dando
paso al corsé, que daba al talle la forma de un reloj de arena y al miriñaque, que ahuecaba las
faldas amplias y que llegó a su apogeo en 1860, causando que las damas no pudieran pasear
del brazo de su esposo o prometido. En 1870, fue sustituido por el polisón, que únicamente
ahuecaba la falda por detrás y que pasó de moda en 1890, cayendo entonces la prenda hasta
el suelo sin armazón alguno, aunque hasta 1900 las faldas fueron un poco acampanadas.

Entre 1820 y 1914, hubo en el vestuario femenino occidental una clara distinción entre
vestidos de día, siempre con manga larga, aunque podían ser hasta el codo en verano, y
cerrados hasta el cuello; y vestidos de noche, siempre de manga corta y muy escotados.

Siglo XX

Década de 1900

Diseño de moda de 1909

La moda del siglo XX comienza en el año 1900 con la llamada silueta S, conocida de esta
manera debido al corsé que empujaba los pechos hacia arriba, estrechaba la cintura y las
faldas ajustadas a la cadera, que ensanchaban en forma de campana al llegar al suelo. En el
mundo laboral empiezan a incorporarse los trajes sastre y el corte con influencia masculina
para las mujeres. Los vestidos seguían siendo largos, hasta cubrir los zapatos. Las plumas y los
encajes hacían furor; destacaron los grandes sombreros, con infinidad de adornos y
ornamentos. Esta moda fue seguida mayoritariamente por las clases altas y medias. En 1908,
la silueta se hizo mucho más recta, sin marcar tanto la cintura, y se produjo una oleada de
orientalismo gracias a los diseños de Paul Poiret y los ballets rusos.

Década de 1910

En esta década se distinguen dos periodos. El primero, desde 1905 hasta comienzos de la
Primera Guerra Mundial, caracterizado por ser el apéndice de la moda recargada propia de la
Belle Époque, así como por la aparición de una silueta que tiende hacia la verticalidad en la
mujer y al orientalismo. Se ponen de moda los corsés rectos y largos y las faldas con poco
vuelo acompañadas de una sobrefalda, además las faldas de día se acortan hasta los tobillos,
dejando a la vista los zapatos. El segundo, a lo largo de todo el conflicto, se caracteriza por la
aparición de modas mucho más cómodas para la mujer: las faldas continúan acortándose
hasta casi media pantorrilla y los cuerpos siguen la línea natural del cuerpo, sin corsé. Esto se
debió a la necesidad de que fueran las mujeres las que supliesen la falta de mano de obra en
los puestos de trabajo que antes ocupaban los hombres. A causa de esta comodidad en la
vestimenta, nacerá más tarde la moda andrógina propia de los años veinte.

Década de 1920
Véase también: Flapper

Norma Talmadge, prototipo de flapper

En la década de 1920, la ropa comenzó a tener un fin mucho más práctico. La silueta cambia de
nuevo, descendiendo el talle hasta marcarlo en las caderas. Se populariza el traje de chaqueta
como ropa de calle y para las fiestas se elegían vestidos con grandes escotes en la espalda así
como abrigos largos de pieles. Destacan las faldas cortas hasta la rodilla y los sombreros
sobrios y cerrados —cloché—, además, las mujeres se dejan el pelo corto por primera vez.

Durante esta década, las señoras cambiaron su aspecto blanco por la apariencia natural del
polvo facial rosado, creado por la cosmetóloga polaca Helena Rubinstein. Los años 1920 fueron
uno de los periodos más revolucionarios del siglo XX en este sentido, pues las mujeres
adoptaron la costumbre de maquillarse, guardando en el bolso polveras y pintalabios para los
retoques. Hasta ese momento, las únicas que llevaban maquillaje eran las artistas y las
prostitutas. Las mujeres jóvenes se destaparon y comenzaron a beber y fumar en público como
una forma de provocar al rígido estatus que reinaba a principios del siglo.

Las chicas que estaban más a la moda se pintaban los labios de color rojo, lucían el cabello
corto y los ojos pintados con sombras oscuras, y solían bailar jazz hasta el amanecer. Esta fue,
probablemente, la década más atrevida y transgresora. Fue una época de cambio que afectó a
todos los aspectos culturales y repercutió con fuerza en la moda.

Década de 1930

El optimismo terminó con el crac de la Bolsa en octubre de 1929, que provocó una grave crisis
económica mundial durante los siguientes años. En 1930, la cintura vuelve a marcarse en su
lugar natural y las faldas se alargan hasta por debajo de la rodilla. Volvió la feminidad, los
adornos en prendas, los sombreritos y el cabello abandona el estilo garçon por peinados un
poco más largos y con ondas. A partir de 1935 se suelen marcar los hombros, dando a la silueta
un aspecto de triángulo invertido.

De 1940 a 1945

Durante la Segunda Guerra Mundial, la moda se definió como austera y simple: el look se
militarizó y los tejidos se volvieron pobres debido a la carestía de materiales. Por consiguiente,
las mujeres vestían con uniforme de ciudad, es decir, trajes de chaqueta. El largo de las faldas
continuaba por debajo de las rodillas, pero la escasez de materiales era tan grande que se
impusieron leyes que reglaban este largo. Dado a su coste, no todas las mujeres podían
comprarse medias. Se popularizaron los panties, se usaban los zapatos topolino de corcho y
gorritos muy sencillos o simplemente pañuelos en la cabeza.4

Décadas de 1945 y 1950


Los primeros años de la posguerra devolvieron a la mujer al hogar, a las tareas de la casa y a
volver a pensar en sí misma. Después de años de angustia, preocupaciones y mucho trabajo, la
mujer pudo vivir en la tranquilidad de su hogar, darse pequeños gustos y ser coqueta. El
mundo dejaba una etapa atrás y la moda también lo hizo. Desde entonces, la mujer volvió a
preocuparse por su belleza, su estética y su vestimenta. Es por ello que la moda de los años 50
destaca por la vuelta del esplendor.

En 1947, tras el triunfo del new look de Christian Dior, se popularizó la silueta de reloj de
arena: una cintura estrecha con voluminosas curvas. Para exagerar esta silueta, se utilizaban
sostenes con forma de cono y corsés ajustados. Se aumentó el vuelo de las faldas, cuyo largo
continuaba por debajo de las rodillas. La mujer quería frivolidad y ansiaba ropa femenina que
no pareciera una versión civil de los uniformes militares. Deseaba volver a ser sensual, pero sin
ser muy provocativa; las curvas se convirtieron así en el nuevo símbolo de la belleza femenina.
Debía ir siempre correctamente maquillada, y comenzó a valorarse mucho el uso de accesorios
como zapatos de tacón de aguja, guantes, tocados, pamelas, bolsos al codo... Los tejidos más
utilizados fueron distintos tipos de seda y tul. El principal objetivo era dar un mayor volumen a
las caderas de la mujer y conseguir una cintura de avispa.

Los diseñadores más señalados de esta época fueron Christian Dior, Coco Chanel, Cristóbal
Balenciaga, Elsa Chiaparelli, Hubert de Givenchy, Jacques Fath, Nina Ricci y Pierre Cardin.56

Década de 1960

Esta década destaca por la revolución. Se utilizó de nuevo ropa cómoda y juvenil, siguiendo la
línea natural del cuerpo y dejando atrás el lujo burgués. Se abandona el uso habitual de
sombreros y guantes de vestir. A partir de 1966, se puso de moda la ropa extravagante, con
estampado de mariposas, flores, pop-art o étnico. Las siluetas volvieron a ser más lisas y se
comenzaron a imponer rápidamente entre las jóvenes por todo el mundo las revolucionarias
minifaldas, cortas hasta el muslo, que nacieron en Londres en 1965 de la mano de la
diseñadora Mary Quant.

Década de 1970

En 1970, los adolescentes tenían la capacidad de expresarse libremente. Así surgió el concepto
de la ropa diferente, original, divertida y extravagante. El cabello se llevaba corto, largo o con
cortes geométricos. Tanto los hombres como las mujeres comenzaron a usar pantalones de
campana y se impusieron las blusas de algodón, entre otros.

Fue una década muy diversa, en la que se produjo un furor hacia lo retro. Las flores fueron uno
de los principales símbolos, no sólo en la ropa sino también en el pelo, y representaban la
ideología ilusoria que les guiaba a la llamada revolución de las flores. Resaltaban los trajes y
vestidos, que se lucieron con ajustados pantalones. El algodón fue remplazado por la lycra, y
usaban botas o zapatos de tacón, tipo suecos.
Década de 1980

La moda trajo consigo considerables cambios durante estos años. El nuevo estilo se
caracterizaba por el uso de ropa interior visible, ya fuese sobre una camiseta, debajo de una
camiseta translúcida o tirantes de encaje visibles. Esta nueva moda fue altamente
controvertida, volviéndose un sinónimo de liberación para las mujeres, pues antiguamente
usar la ropa interior de esta manera les daba el aspecto de ser una mujer desarreglada. Gracias
a esta tendencia, las mujeres actualmente pueden vestir camisetas cómodas sin tener que
preocuparse por las transparencias o los tirantes de los corpiños.

Década de 1990

Esta época se basó en la variedad y no en una tendencia específica y duradera. Hubo una
preferencia por vestir con aquello que les hiciera sentirse más cómodos, sin darle mucha
importancia a la opinión de los demás o a las tendencias, porque se había llegado a la
conclusión de que no había una verdadera libertad. Las camisetas de grupos musicales se
volvieron populares, así como el cabello suelto. Una de las grandes innovaciones de este
periodo fue la aparición de los pírsines, tatuajes y tintes de pelo.

Siglo XXI

Pasarela de moda en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus


Ciudad de México

A finales del siglo XX y principios del XXI, nace la posibilidad de encargar y enviar prendas de
ropa a cualquier parte del mundo gracias a los medios de comunicación o Internet. Por
consiguiente, la moda actual parece que se se dirige hacia una uniformidad universal.

Década del 2000

A lo largo de los años 2000, toma fuerza el concepto de las tribus urbanas. Éstas influyeron
directamente en los modos de vestir, principalmente por la creciente exposición a los medios
masivos como Internet. Si bien las subculturas ya existen desde los 60 y 70, como Beatnik y
Hippies, algunas no adoptan el sentimiento contracultural que dio origen a las mismas, siendo
únicamente identificables por su forma de vestir, por ejemplo, la cultura emo. Tanto los
hombres como las mujeres adoptan el chándal para casi todo tipo de ocasión. Las mujeres
usan shorts, faldas, minifaldas y pantalones de tiro alto, y se reincorporan algunas prendas de
los años 1980, regresando el estampado floreado. En cuanto al calzado, las mujeres usan botas
fuertes, zuecos o sandalias.

Década de 2010
En la actualidad, los hombres introducen el escote en V junto con pantalones pitillos y
zapatillas de marca en su vestuario. Los pantalones blancos causan sensación entre los chicos,
aunque por otro lado, los pantalones oscuros aportan una gran elegancia, tanto como las
camisas abiertas con camisetas debajo y arremangadas. Las mujeres prefieren moda fresca
pero con un toque moderno, poco maquillaje y cabello natural con peinados estructurados,
incorporando detalles de la moda de los años 1960. Lo vintage tiene una fuerte presencia en el
armario femenino. En cambio, en el vestir masculino empieza a crecer una moda alternativa
que busca la identidad, en la que influyen las tendencias y gustos propios, dando lugar a un
estilo un poco más arriesgado y divertido.

El impacto de los medios de comunicación

La sociedad de consumo de masas empezó a jugar un papel central en el momento en el que la


moda se empezó a entender como la necesidad de marcar una distinción entre cada individuo,
de lo cual hablaban Pierre Bourdieu y Jean Baudrillard.7 La moda forma parte de nuestro
contexto como personas, influye en diferentes aspectos de nuestras vidas, desde lo que
comemos y bebemos hasta los lugares que debemos frecuentar. Actualmente, el simple hecho
de vestir trae consigo factores tan diversos como son la autoestima, la seguridad, la
experiencia estética, las prácticas del consumo e imitación o el deseo de la inclusión.8 Nunca
se debe olvidar que todas las modas son peligrosas desde el momento en el que se vuelven
extremas.

Los medios de comunicación masiva son y han sido una importante herramienta en el campo
de la información y en la difusión de la misma,9 ya que pueden llegar a cualquier parte del
mundo en muy poco tiempo debido al proceso de globalización. Son creadores de una nueva
cultura y reorganización global del mercado, generando millones de ingresos a nivel mundial y
contando con una influencia tal en la sociedad contemporánea que pocos igualan el poder que
se les ha conferido. La moda se encuentra fuertemente ligada a estos medios de comunicación
y está controlada por ellos, pues contribuyen a los procesos de socialización.

Vivimos en la era de la comunicación: los medios nos hacen cómplices de información de todo
tipo y son los encargados de enseñarnos a modelar las percepciones que tenemos de la
realidad.10 Estos medios bombardean a toda la población, aunque su blanco son
principalmente adolescentes y adultos jóvenes, con series, anuncios de televisión, programas,
reality shows, redes sociales como Instagram y Facebook, revistas o música, entre otros. Todo
esto nos lleva a un nuevo individualismo multicultural. El impacto de las redes sociales y la
tecnología entre los jóvenes, basándose en los conceptos sociológicos de grupo y de relaciones
primarias, generan entre los jóvenes una necesidad de identidad.11

La influencia de las marcas

La moda y el vestir guardan una compleja relación con la identidad: la ropa que elegimos llevar
puede ser una forma de expresar quiénes somos, de dar detalles sobre nuestro género, clase o
posición, por ejemplo.12
La nueva generación de consumidores no recibe con pasividad las historias de las marcas que
cuentan las compañías, sino que es creadora conjunta de su significado. Para los vendedores,
esto significa que el viejo truco de gritar lo fantástica que es la marca o el uso de ella ya no
funciona. Hoy día es crucial escuchar a los jóvenes consumidores y entender cómo acomodan
las marcas en su estilo de vida.

En sus encuestas Talk Track realizadas a más de 2000 adolescentes en Estados Unidos de entre
13 y 17 años de edad, el grupo Keller Fay encontró que los jóvenes tienen en promedio 145
conversaciones a la semana acerca de marcas.

Por supuesto, cada país o región tiene sus marcas locales preferidas. Topshop domina la
industria en Reino Unido, Zara triunfa en España y G-Star en Holanda; pero, en general, es
H&M la que logra el mayor éxito a nivel internacional en el mercado de los chicos de la
Generación Y.13

El color como parte importante

Se sabe que existe una fuerte compatibilidad entre las emociones, el consumo de moda y el
color, sean cuales sean los arraigos culturales o los diferentes tipos de población analizados; es
decir, el color muestra correspondencia en cuanto a su significado y está asociado a las
emociones. Además, a partir del análisis de las encuestas realizadas en una única región, se
demuestra una fuerte tendencia a obedecer las preferencias de color tanto en la toma de
decisiones de ingreso en establecimientos de consumo como al evento de la compra en sí; con
resultados concluyentes y definitivos en su mayoría, lo que permite inferir que el consumo
está afectado por el color y que se puede influenciar al consumidor hasta tal punto de que éste
desista de consumir un objeto por no encontrar su tonalidad favorita.

El vínculo del color con el consumo de moda no es consistente y genera conflictos con
respecto a los significados del color, pero se concluye que a raíz de los efectos del color en las
emociones de los individuos, el objeto debe contemplar las tendencias y gamas cromáticas del
color desde la perspectiva del diseño para poder dar cobertura a la mayor cantidad de
individuos posible.14

Búsqueda de identidad

La moda y las marcas no solo acogen el deseo de imitar a otras personas o a una comunidad
determinada, sino de expresar la individualidad; esto es, aunque la indumentaria indica
nuestra afiliación a comunidades concretas y expresa valores, ideas y estilos de vida
compartidos, no queremos ser «clones» vestidos de forma idéntica a los miembros de esa
comunidad. La ropa que elegimos llevar representa un compromiso entre las exigencias del
mundo social, el medio al que pertenecemos y nuestros deseos individuales.
Una moda que tenga éxito capta el «estado de ánimo» o el «gusto» que está surgiendo. La
moda, como discurso y como práctica, encarna al cuerpo, haciéndolo social e identificable y
explica cómo esta construcción del cuerpo a través de la ropa es de considerable importancia
para el desarrollo de la sociedad moderna.12

A lo largo de la historia, las distintas culturas, ciudades y grupos sociales han utilizado
indumentaria perteneciente a la moda como soporte para hacer manifestación pública de su
universo particular simbólico, es decir, sus ideologías, credos, cultura emocional, tradiciones,
etc.; al igual que como un elemento comunicativo para informar sobre el grupo que la crea.
«También los individuos, tomados en términos de identidad personal, perciben que “el vestido
habla” y cumple una función socializadora en cuanto a que lo que nos ponemos contribuye al
proceso de creación de nuestra imagen, entendida en términos, no de lo que realmente
somos, sino de cómo nos perciben los demás.»15

Así, la moda se ha convertido en la expresión cultural de gustos, estilos de vida o la identidad


personal, en otras palabras, en una metacultura capaz de expandirse con la ayuda de los
medios de comunicación social, que mediante la publicidad y marketing, segmentan el
mercado y se dirigen a las masas de forma personalizada; explotando el rol de adquisición y
construcción de la personalidad expresada mediante objetos de consumo que se convierten en
una extensión de lo que somos, debido al significado que se les otorga en los medios, ya sea
heredado, tradicional o emergente. «La moda serviría de eficaz contrapeso para estimular la
entidad personal y con ello nuestra condición de personas» Glover, 2017.

Nuevos desafíos de la moda

Hoy en día, la industria de la moda está siendo puesta en duda por su proceso productivo y su
consumo.

Algunas marcas de moda han sido denunciadas por no ofrecer condiciones de trabajo dignas a
sus trabajadores.

Muchos procesos productivos no son amigables con el medio ambiente y solo toman en
consideración satisfacer la cambiante demanda de los consumidores. En esta materia hay una
gran tarea por realizar; se debe considerar que las nuevas generaciones son cada vez más
fluctuantes con sus gustos. Las redes sociales proporcionan mucha información desde todos
los rincones del mundo, lo que produce también que nuevas tendencias se difundan, se
masifiquen y queden obsoletas de forma más rápida.

Actualmente algunas marcas y amantes de la moda han resaltado el valor de la ropa usada y
han preferido modificar sus propias prendas o las de otros conforme con los estilos que se
llevan, contribuyendo al reciclaje de las prendas.

A lo largo de la historia de la moda se ha ido difundiendo una imagen distorsionada de la


belleza, del cuerpo y de la mujer. De a poco han ido surgiendo grandes marcas de moda que a
través de sus campañas han mostrado que no hay una forma de cuerpo o talla perfecta, ni
tampoco una raza, color de piel, o un peso perfecto.

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