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Diderot: la Ilustración y la Enciclopedia

Una aproximación al escritor total que según los Goncourt inauguró la novela moderna, el
drama y la crítica de arte

Denis Diderot es el escritor total, en la línea de Voltaire, esa gran tradición francesa que
se prolonga hasta el siglo XX con Jean-Paul Sartre. En el Siglo de las Luces aparece el
"hombre de letras", que era, según Le Harpe, "aquél cuya profesión es cultivar la razón
para añadirla a la de los demás". Para expresarse, estos "hombres de letras" acudían a
todos los géneros literarios: filosofía, ensayo, novela, teatro, panfletos y obras históricas.
Según los Goncourt, tan agudos habitualmente, "Diderot ha inaugurado la novela
moderna, el drama y la crítica de arte" y es "el primer genio de la Francia nueva". Sus
novelas "La religiosa", "Jacques el fatalista" y "El sobrino de Rameau" han conservado su
prestigio, aunque como narrador no tiene la ligereza de Voltaire: según Stendhal, si a
"Jacques el fatalista" se le arrancaran seis páginas, no habría novela que pudiera
comparársele y Gide la consideraba la mejor novela de Diderot: para Taine, "El sobrino de
Rameau" es "obra única en su tiempo". Según Sainte-Beuve, "es el primer gran escritor
de la moderna sociedad democrática". Por el contrario, Barbey d'Aurevilly le consideraba
"un charlatán deslumbrante, destructor de doctrinas y costumbres".

Inventó la crítica de arte tal como se entiende ahora con sus "Salons", comentario de las
exposiciones que se inauguraban en París, y "Paradoja sobre el comediante" es un
análisis del arte en el que se encuentran sugestiones sobre las que se fundamenta la
estética moderna. Sobre todo, es conocido por haber ido con D'Alembert el director de la
Enciclopedia, esa magna obra que inaugura el tiempo nuevo y cuya poderosa influencia
se ha extendido por los siglos siguientes en todos los órdenes, desde el erudito al político:
puso las bases a la revolución francesa y al esplendor científico del siglo XIX, exalta la
razón hasta extremos casi místicos, es decir, excesivos, y combate una de las constantes
del ser humano, primitivo o moderno: la superstición, que a partir del siglo XVIII se
refuerza peligrosamente con la pedantería, aunque D'Alembert, en el discurso preliminar,
fija unas metas más modestas, ya que la describe como la obra de una sociedad de
hombres de letras a la que cada uno, de acuerdo con su especialidad, aporta sus
conocimientos específicos.

En el siglo XVIII se suponía que la filosofía renovaría el mundo; en el XVI, la etnografía y


la lingüística, como estudiosa del "hecho diferencial" la primera y de la lengua como
incomunicación la segunda, son las ciencias auxiliares de la "revolución pendiente". Por lo
general, los revolucionarios (Robespierre, Saint-Just, Lenin, Stalin, Hitler, Zapatero)
desprecian al pueblo y solo aman teorías difusas. Con toda seguridad, ninguno de los que
asaltó la Bastilla había leído una línea en la Enciclopedia ni sabía quién era Diderot: el
cual nació en Langres el 5 de octubre de 1713 y murió en 1784, antes de que estallara la
revolución en la que Condorcet y Chamfort se suicidaron y Lavoisier, Chenier y Cazotte
fueron guillotinados. El "tiempo nuevo", que se suponía que sería reino del espíritu, se
abrió con torrentes de sangre. Pues como afirmó Chateaubriand, en la revolución perecen
los espíritus de categoría y la morralla permanece.

JOHN LOCKE Y SUS APORTES EN LA ILUSTRACIÓN


Publicado: 04/23/2011 en Evaluación

John Locke, fue un pensador inglés, empirista, filósofo y liberalista político, que nació en
Wrington el 29 de Agosto de 1632 y murió en Oates Essex el 28 de octubre de 1704. Se
educó en la Universidad de Oxford, en donde se especializó en medicina, además de esto
también fue diplomático, teólogo, economista, profesor de Griego, pero se destacó más
por sus escritos filosóficos basados en las ideas de Descartes y Hobbes, que
contribuyeron en el pensamiento político liberal y la ilustración.

Lo nombraron como lector Griego de Oxford, pero decidió continuar con la medicina y la
filosofía experimental. En 1666 Locke se encuentra con Lord Ashley, conde, quien le
ofrece que fuera su médico, secretario, investigador, agente político y amigo; un año
después, éste decide aceptar la propuesta de Ashley y mudarse a Londres, en donde se
vio envuelto en discusiones filosóficas y políticas de Inglaterra.

Debido a su pensamiento empírico, los conocimientos políticos y filosóficos que adquirió


en Londres y la situación que se vivía, en 1690, John Locke crea tres obras que influyeron
mucho en la ilustración y su desarrollo; estos libros son conocidos como “Ensayos sobre
el Gobierno Civil”, “Ensayo sobre el entendimiento humano” y “Algunos pensamientos
sobre la educación”.

Recordemos que la ilustración, fue un movimiento filosófico que se originó y se desarrolló


en Europa, durante el siglo XVIII. Este cambio se produjo debido a que las personas
tomaron conciencia de la importancia del uso de la razón y la libertad; además
consideraban que llegaba la época de las luces que iluminaría la tierra y dejarían atrás un
ambiente de oscuridad.

El siglo XVIII fue una época de revolución ideológica, en donde se desarrolló la


autonomía, el empirismo, el criticismo, el reformismo, las ciencias, las políticas y se
involucraron aportes, ideas, pensamientos y propuestas por parte de filósofos, empíricos,
moralistas como John Locke.

La primera obra de Locke, hace referencia a que el ser humano posee ciertos derechos
humanos que busca proteger, mediante la política, bajo una especie de acuerdo con los
gobernantes. Además señala que el gobierno está dividido en dos poderes como el
Legislativo, crea leyes, y el ejecutivo, vela cumplimiento de dichas leyes. Estas ideas
tomaron base en las modernas teorías económicas y tuvo gran impacto en el
pensamiento de la sociedad industrializada del siglo XVIII, porque además de destacar la
importancia del estado en proteger los derechos humanos, plantea que en el momento en
que se desarrolló el trabajo, a la par se desarrolló la propiedad privada, que es fruto del
esfuerzo de cada uno, y que al trabajo se le debe otorgar un valor que respalde la
propiedad de bienes.

Otra idea fundamental que se desarrolló en la ilustración fue la de establecer que todo
individuo tiene derecho a ejercer sus creencias sin que el estado o gobierno influyera en
él. Esta idea permitió el uso de la razón de las personas sin sujeción al clero, y la
separación del Estado y la Iglesia.
Con relación a la segunda obra que denominó como Ensayo sobre el entendimiento
humano, afirma que investigar el funcionamiento del conocimiento con relación a las ideas
es una necesidad del hombre para poder emplear la razón en las investigaciones, ya que
considera que esta última es una herramienta que con ayuda de la filosofía empírica se
puede llegar a conocimientos verdaderos; a demás planteó que todas las personas nacían
con las mismas capacidades y no como se creía que solo los gobernantes poseían la
sabiduría. Esta ideología tuvo influencia en los filósofos de la ilustración, debido a que se
oponía a las concepciones mecánicas y sistemáticas que se empleaban mucho en los
centros de educación de esa época

La tercera obra, está estrechamente conectada con su filosofía moralista y liberalista. Allí
respalda la idea de que la educación busca formar personas útiles a sí mismas y a su
patria en un clima de libertad, orden e iniciativa. Además afirma que el hombre puede
alcanzar el progreso social a través del cambio de políticas y programas educativos; esta
última ideología fue fortaleciéndose con la disminución de la creencia de que la ilustración
personal y organización del mundo estaba en manos de una autoridad divina.

Diana Alexandra Sanabria Lozano, Seminario de Problemas Colombianos


Contemporáneos.

Voltaire

Francois Marié Arouet, Voltaire para la historia, nació en París el 21 de noviembre de


1694, ciudad donde falleció el 30 de mayo de 1778. Fue uno de los intelectuales europeos
más influyentes de su tiempo y protagonista esencial del abigarrado mundo del siglo XVIII.
Vaya este pequeño ensayo dedicado a mis estudiantes de la UDA, en la cátedra de
Filosofía del Derecho.

Más que una referencia insoslayable, su pensamiento constituye un punto de inflexión en


el surgimiento de una cosmovisión, distinguida ésta por una porfiada y, por momentos,
candorosa confianza en la Razón (que ellos solían escribir con mayúscula), y en su
capacidad de disipar las brumas y las dudas del humano entendimiento como también las
demandas de la sociedad; para ello bastaba con apostar al progreso.

Paradigma del llamado Siglo de las Luces, confió en la Razón, promotora del Progreso,
predicó la libertad de pensar y de escribir, luchó contra los prejuicios, las supersticiones y
las discriminaciones y en favor de la tolerancia, una actitud sin embargo, que ya no se
considera suficiente, pues se impone el derecho a ser distinto.

Voltaire ocupa, por derecho propio, un lugar sobresaliente en la historia de las ideas
filosóficas, científicas, literarias; para confirmarlo baste recordar algunas de sus obras
mayores: Cartas Filosóficas, Tratado de Metafísica, Diccionario Filosófico, Cándido,
Zadig, Micromegas, y tantas otras donde ironiza con ingenio sobre temas trascendentales.
Este verdadero agitador de ideas, que suscitó escándalos y polémicas, conoció en carne
propia cárceles, censuras, exilios, persecuciones, tuvo su apoteosis en vida (París, 1778);
sus restos mortales fueron trasladados al Panteón en 1791. Combatió las supersticiones,
los abusos y el fanatismo, aun el de los ateos; fue aborrecido y adulado como pocos;
hasta agasajado por los mismos que a veces lo perseguían.
Cualquiera que sea la opinión que hoy generen sus ideas y actitudes es incuestionable
que ellas jamás fueron juzgadas con indiferencia y perdió la libertad de pensar o de
escribir. En rigor propuso una manera distinta de ver las cosas.

En lo que manifiesta y hace este patriarca de la ilustración se descubre en todas partes la


lucha por la verdad, por la tolerancia, por la justicia, hizo suyos los más generosos
anhelos de su siglo y en él encarna el Siglo de las Luces, tanto en su grandeza como en
sus limitaciones, en sus aspiraciones más típicas y en su más resuelta militancia.

Voltaire de manera permanente nos convoca a reflexionar sobre los distintos campos
temáticos que con diferente suerte abordó y parecen perdurar, sobre todo aquellos
referidos al hombre, sus derechos y su destino.

La Ilustración Escocesa Adam smith

La Ilustración Escocesa fue un movimiento cultural que tuvo lugar en Escocia durante el
siglo XVIII y que se caracterizó por la gran producción filosófica, científica y cultural de
una serie de intelectuales oriundos de este reino, que se convirtió en uno de los
principales focos culturales de la Europa de la segunda mitad del XVIII. Edimburgo, su
capital, llegó incluso a ser apodada “la Atenas del Norte”.

Estos escoceses se vieron influenciados por el racionalismo francés de su época, el cual


supieron conjugar con la tradición empírica inglesa (Adam Smith es quizás la mejor
muestra de esta fusión intelectual), creando un pensamiento original y distinto que se
caracterizó por la importancia dada a la razón y el rechazo a la autoridad de ciertos
pensadores como argumento per se, así como por su optimismo respecto a la capacidad
del hombre para mejorar la sociedad y la naturaleza. A diferencia de los demás ilustrados,
los escoceses inciden en la necesidad de llevar a la práctica las nuevas ideas (no en vano
son empiristas).

Aquéllos campos del conocimiento que los ilustrados escoceses afrontaron y


desarrollaron fueron básicamente la filosofía, la economía, la geología, la ingeniería y la
sociología, y sus figuras más importantes fueron el filósofo Francis Hutcheson, el filósofo
David Hume, el economista Adam Smith, el filósofo Thomas Reid, el antropólogo Lord
Kames, Adam Ferguson, John Playfair, el químico Joseph Black, el ingeniero James Watt
y el lingüista Lord Monboddo.

La influencia de la Ilustración escocesa va más allá del país en que nace, no sólo por la
difusión a través de sus obras escritas y por los contactos epistolares mantenidos con
otros ilustrados, sino por la propia emigración de escoceses a América, que llevaron con
ellos estas ideas, de las cuales beberían los padres fundadores de los Estados Unidos de
América.

Montesquieu y sus aportaciones a la Ilustración


Se considera que Montesquieu pertenece al movimiento ilustrado el cual fue iniciado años
antes por teóricos como Descartes o Hobbes, concepto que procura convertirse en la
justicia que debemos seguir para el irreversible progreso de la humanidad.

Este autor aseguraba que el conocimiento humano podía luchar contra la ignorancia, la
superstición y la opresión para conseguir un mejor mundo. La Ilustración además de la
política y la sociedad, también tuvo una gran atribución a otros aspectos como la ciencia y
la economía.

Este tipo de ideología se propagó hasta la burguesía y la aristocracia, donde la gente


difundía sus ideas, en reuniones realizadas en casas de gente con poder y dinero, en las
que participaban intelectuales y políticos, los cuales exponían y debatían sus ideas sobre
la ciencia, filosofía, política o literatura. La mujer en aquella época no tomaba decisiones
en la sociedad, sin embargo algunas de ellas se incluyeron en este
movimiento. (ver: Napoleón Bonaparte)
Como tal la ilustración se designó de este modo por su expuesta finalidad de aclarecer las
tinieblas de la ignorancia humana, mediante las luces, que representan el conocimiento y
el saber. Tanto así que el siglo XVIII es mejor conocido, como el Siglo de las Luces.

En la Ilustración el pensamiento de Montesquieu contribuyó a derribar la costumbre que


justificaba prejuicios, inmoralidades, privilegios y crueldades, excluyendo de la filosofía
temas oportunos como la metafísica y de la teología tradicional.

Jean-Jacques Rousseau

A Jean-Jacques Rousseau se le considera como el representante típico del tratamiento


individual en la educación. Su alumno se educa solo con un preceptor, sus fines
educativos no son individuales, sino también sociales, diferentes a los de la educación
dada en su tiempo, en contra de la cual se manifestaba. La vuelta a lo natural fuera de
convencionalismos sociales, es la clave de la idea de la educación de Jean-Jacques
Rousseau. La naturaleza es lo primitivo y valioso, lo esencial de la Especie Humana.

Jean Jaques Rousseau era más bien un filósofo político, no un pedagogo; pero, a través
de su novela Emilio, o De la educación promueve pensamientos filosóficos sobre la
educación, siendo este uno de sus principales aportes en el campo de la pedagogía.

La razón de ser de la pedagogía, que se funda en primer lugar en las leyes psicológicas,
es instaurar en la infancia el propósito de la libertad, mediante la actividad, aprender por la
propia experiencia y no tanto por lo que le enseñen los demás.
Una de la importantes claves de Rousseau es diferenciar a niños y adultos en cuanto a su
aprendizaje. Hasta su época se educaba a los niños como si fueran adultos en pequeño.
Para Rousseau la infancia tiene maneras de ver, de pensar, de sentir que le son propias
igualmente la adolescencia. los maestros deben tener en cuenta esas diferencias,
conocerlas y respetarlas. En la educación, el niño ha de permanecer en su naturaleza de
niño. La educación, debe ser gradual. El educador debe esperar con confianza la marcha
natural de la educación e intervenir lo menos posible en el proceso de la formación.

La educación del niño debe comenzar desde su nacimiento y debe impedirse que
adquiera hábitos de los cuales pudiera llegar a ser esclavo. La educación religiosa, no
debe ser confesional y debe realizarse, no es la infancia, sino en la edad de la razón. En
su libro “El Contrato Social”, rescata la necesidad de las personas, durante toda su vida,
de consejo y guía. En su texto "El Emilio", atacó al sistema educativo de su época, pues
mantiene que los niños deben ser educados a través de sus intereses y no por la estricta
disciplina.

Dado su alejamiento de los enciclopedistas de la época y su enfrentamiento con la Iglesia


Católica, por sus polémicas doctrinas, su estilo literario cambió. Sus obras autobiográficas
dieron un vuelco fundamental en la literatura europea; a tal punto que es considerado uno
de los precursores del Romanticismo. Las obras suyas que más influyeron en su época
fueron Julia, o la Nueva Eloisa(1761) y Emilio, o De la educación (1762), ya que
transformaron las ideas sobre la familia. Otras obras muy importantes son El contrato
social y el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

El Contrato Social fue el manual de los doctrinarios de la Revolución francesa. Emilio,


o De la educación expone la teoría que la pedagogía debe respetar los buenos instintos
naturales del hombre, guiando su libre desarrollo de la manera menos artificial posible. La
parte religiosa de Emilio, o De la educación titulada "Profesión de foi du Vicaire Savoyard"
irritó de inmediato al parlamento de Paris, que lo consideró "impío, escandaloso y
ofensivo" por lo que Rousseau se vio obligado a huir de Francia para no acabar en la
cárcel.

Biografía de Jean-Jacques Rousseau

Jean-Jacques Rousseau nació el 28 de Junio de 1712 en Ginebra, Suiza y falleció en


Ermenonville, Francia, el 2 de julio de 1778.

Fue escritor, filósofo, botánico, naturalista y músico de la ilustración, a pesar de las


profundas contradicciones que lo separaron de los principales representantes del
movimiento. Sus primeros años de vida, de especial dureza, marcaron su existencia y su
pensamiento. Debido a motivos religiosos, la familia Rousseau se exilió a Ginebra cuando
era una ciudad-estado independiente.

Isaac Rousseau era relojero, y formaba parte de un grupo de artesanos del barrio de
Saint-Gervais. Su madre, Suzanne Bernard, murió a los nueve días después del parto y
Jean-Jacques, fue criado por su tía materna y su padre Isaac Rousseau, le educa en casa
leyendo con él toda suerte de novelas e historias, entre ellas Astrea de D'Urfé y las Vidas
Paralelas de Plutarco. Estas lecturas avivaron la fantasía de Rousseau y acrecentaron su
sensibilidad.

Por causa de un duelo, su padre se vio obligado a exiliarse de Ginebra para evitar la
cárcel, por lo que abandonó al pequeño Jean-Jacques a los diez años de edad, que es
acogido por su tío. Con esta familia disfrutó de una educación que él consideraría ideal,
calificando esta época como la más feliz de su vida. Junto con su primo, Rousseau fue
enviado como pupilo a la casa del pastor calvinista Lambercier, en Bossey, durante dos
años. En la escuela del pastor recibe por primera vez una cierta educación escolar. Allí
Rousseau, en pleno campo, pasa dos años felices.

A su regreso en 1725, trabajó como aprendiz de relojero y, posteriormente, con un


maestro grabador, Ducommun, que lo sometió a un trato brutal, por lo que sin finalizar su
aprendizaje, a los 16 años abandonó Ginebra. Sin embargo, desarrolló la suficiente
experiencia para vivir de estos oficios toda su vida.

Tras abandonar Ginebra fue a parar al pueblo de Confignon, siendo recogido en la casa
del propio cura del lugar quien le dio carta de presentación para madame de Warens, una
mujer convertida del calvinismo al catolicismo, que lo envió a un catecumenado en Turín,
donde abandonó el calvinismo y fue bautizado como católico. Con Madame de Warens,
trece años mayor que él, muy culta, que le ayudó en su educación y en su afición por la
música, estableció una amistad materno-filial, que con el tiempo se transformó en
amorosa y apasionada.

Trabajó en el catastro de Saboya y dio lecciones de música, diez años de lecturas,


estudios, obras literarias de poca monta, aventuras, viajes, rupturas y regresos a Annecy,
hasta que se produce la ruptura definitiva con la mujer que hasta entonces le había dado
estabilidad emocional., pues un nuevo amante de Madame de Warens le obligó a salir de
su casa.

Residió seis semanas en Montpellier por una enfermedad grave, y a su regreso fue
preceptor en Lyon, ejerció de periodista y tuvo contacto con Fontenelle, Diderot o
Marivaux.

En 1745, con 33 años, vuelve a París, donde presenta a la Academia de Ciencias un


Proyecto concerniente a nuevos signos para la música, que es rechazado; compone la
ópera Les Muses galantes, Mme. d´Épinay lo introduce en el ambiente distinguido y es
nombrado secretario de embajada en Venecia. Cuando volvió a París en 1744, continuó
su trato con Diderot y con otros filósofos, como d´Alembert o Rameau, y su colaboración
en artículos para la Enciclopedia. Fue en esa época cuando conoció a Thérèse
Levasseur, una modista analfabeta con la que tuvo cinco hijos seguidos, a los que
internaba en la Maternidad pública, un hospicio, a medida que iban naciendo (Un
contrasentido para quien tanto escribió sobre la libertad en la educación de los niños.
Aunque daba la excusa de carecer de medios, en el volumen IX de sus Confesiones
afirma que era para separarlos del ambiente de incultura de la familia de su mujer). Es en
esta época cuando escribe sus escritos que le han hecho popular.
En 1754 regresó a Ginebra e intentó readquirir sus derechos como ciudadano, se
reconcilió con el calvinismo y escribió su discurso sobre la desigualdad entre los hombres:
Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres.

En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame de Epinay, donde se retiró para


trabajar y escribir intensamente algunas de sus obras más importantes.

Durante los años siguientes escribió La nueva Eloisa (1761), El contrato social (1762),
obra proscrita en Francia y finalmente, Emile, texto publicado en 24 de mayo de 1762 y
condenado a la hoguera, simultáneamente con el pedido de captura del autor, que huyó a
Neuchatel, en Suiza, donde es acogido como protegido de Lord Keith, pero su casa en
Môtiers es apedreada por una turba furiosa en 1765.

Su amigo Hume lo acogió junto con Thérèse en Inglaterra, y vivieron retirados en el


campo durante dos años (1765-1767), debido a la opinión que la mayoría de los ingleses
tenía de él: un loco, malo y peligroso hombre que vive en pecado con Thérèse. En 1767,
con 55 años, volvió a Francia con un nombre falso. Allí se casó con Thérèse un año más
tarde. En 1770 se le permitió regresar oficialmente con la condición de que no publicase
nada más.

Escribió sus memorias, las Confesiones, y se dedicó a vivir de sus patrones y lecturas
públicas que hacía de ellas. En 1772 Madame d'Epinay, escandalizada por lo que
Rousseau relata de su relación con ella, pide a la policía que prohíban tales lecturas. Con
una salud mental resquebrajada definitivamente, se alejó del mundo. Aunque siguió
escribiendo, su salud mental le hacía ver enemigos en todas partes y no pudo disfrutar de
su fama.

En mayo de 1778, invitado por el marqués de Girardin, se trasladó al pabellón situado


frente al castillo de Ermenonville, en donde falleció víctima de una apoplejía. El 9 de
octubre de 1779, por decisión de la Asamblea Constituyente, sus restos son trasladados
al Panteón.

En París permaneció hasta 1778; vuelve a copiar música (de lo que vivía), clasifica
hierbas y escribe sobre botánica Mientras tanto publicó Confesiones (1767-1771), escritas
en buena parte durante su estancia en Inglaterra, y escribe y no acaba Las meditaciones
de un paseante solitario.

El contexto ideológico de Jean-Jacques Rousseau

Los sesenta y seis años de la vida de Jean Jacques Rousseau se desenvolvieron en su


totalidad en el siglo XVIII. Cuando falleció, en 1778, faltaba poco para que la ideología del
denominado "Siglo de las luces", el de la Ilustración y el Despotismo Ilustrado, diera paso
a una forma de ser y de sentir prácticamente nueva: el Romanticismo. Rousseau fue, en
lo esencial, un hombre de su siglo, pero se anticipó a la ideología romántica en muchos
aspectos, tanto en su actuación como en su obra, por lo que puede considerárselo un
auténtico prerromántico.
La Ilustración se halla inscrita en el ámbito de la burguesía ascendente, pero sus
animadores no fueron ni todas las capas burguesas, ni solamente éstas. Por un lado, tuvo
sus adversarios en determinados sectores de la alta burguesía comercial (como, por
ejemplo, el dedicado al tráfico de esclavos), y, por otra parte, ciertos elementos del bajo
clero o de la nobleza cortesana e incluso el propio aparato estatal del Despotismo
ilustrado, la apoyaron, aunque, en este último caso, en sus manifestaciones más tímidas
y, muchas veces, como simple arma de política internacional.

Los medios de que se valió el movimiento para su difusión fueron múltiples, entre otros,
las sociedades secretas, como la masonería, las sociedades de pensamiento, específicas
de la época, academias y salones y sobre todo, la prensa periódica y la
internacionalización de las ediciones.

Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados, reconocieron una línea
maestra común, la razón, desprovista de contenido preestablecido y convertida en un
seguro instrumente de búsqueda, cuyo poder no consiste en poseer, sino en adquirir
(libido sciendi). Con ella luchan contra la superstición, las formas religiosas tradicionales y
reveladas, al argumento de autoridad y las estructuras políticas y sociales anquilosadas.
Elimina cualquier elemento de misterio, extrañeza o milagro y pone al Hombre, la Especie
Humana, como estudio propio del conocimiento y la razón, con la posibilidad de instaurar
la felicidad en la tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos (Rousseau).

En este sentido es un movimiento entusiasta, basado no en un frío racionalismo, sino


convencido de que la sensibilidad, como aptitud para la emoción, es una potenciadora de
la razón, si viene guiada por la experiencia: «a medida que el espíritu adquiere más luces,
el corazón adquiere más sensibilidad. La Ilustración, como forma de pensamiento de una
economía de intercambio basada en el contrato comercial, tiene como rasgos distintivos la
individualidad, el igualitarismo formal, el derecho universal, la tolerancia y la búsqueda y
lucha por la libertad.

El pensamiento de Jean-Jacques Rousseau

Rousseau participó activamente en el movimiento renovador de la Ilustración, movimiento


intelectual que influyó decisivamente en la Revolución Norteamericana de 1776 (o Guerra
de Independencia), la Revolución Francesa de 1789 las guerras de Independencia de
Latinoamérica y las revoluciones nacionales que sacudieron Europa durante el siglo XIX.

Todas estas revueltas condujeron a la transformación de las sociedades occidentales,


dando paso al surgimiento de la figura del ciudadano y al ascenso de las libertades, los
derechos individuales y la razón como valores máximos entre los hombres y para la
sociedad.

Las revueltas populares a lo largo del mundo derrocaron al "ancien regime" junto con sus
monarcas despóticos y sus legiones de siervos para ser remplazados por gobiernos
republicanos y ciudadanos libres e iguales.
Rousseau consideró que en el mundo que se estaba configurando los hombres deberían
abandonar su papel de siervos para convertirse en ciudadanos libres, dueños de su
destino y detentadores de la soberanía.

Rousseau produjo uno de los trabajos más importantes de la época de la Ilustración; a


través de su Contrato Social, hizo surgir una nueva política. Esta nueva política está
basada en la voluntad general, y en el pueblo como soberano. La única forma de gobierno
legal será aquella de un Estado republicano, donde todo el pueblo legisle;
independientemente de la forma de gobierno, ya sea una monarquía o una aristocracia,
no debe afectar la legitimidad del Estado. El poder que rige a la sociedad es la voluntad
general que mira por el bien común de todos los ciudadanos.

En fin, Rousseau plantea que la asociación asumida por los ciudadanos debe ser “capaz
de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de
los asociados, pero de modo tal que cada uno de éstos, en unión con todos, sólo
obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes.”

El Contrato Social le abre paso a la democracia, de modo tal que todos los miembros
reconocen la autoridad de la razón para unirse por una ley común en un mismo cuerpo
político, ya que la ley que obedecen nace de ellos mismos. Esta sociedad recibe el
nombre de república y cada ciudadano vive de acuerdo con todos. En este Estado social
son necesarias las reglas de la conducta creadas mediante la razón y reflexión de la
voluntad general que se encarga de desarrollar las leyes que regirán a los hombres en la
vida civil. Es el pueblo, mediante la ratificación de la voluntad general, el único calificado
para establecer las leyes que condicionan la asociación civil. Todo gobierno legítimo es
republicano, es decir, una república emplea un gobierno designado a tener como finalidad
el interés público guiado por la voluntad general. Por esta razón no descarta la posibilidad
de la monarquía como un gobierno democrático, ya que si los asociados a la voluntad
general pueden convenir, bajo ciertas circunstancias, la implementación de un gobierno
monárquico o aristocrático, entonces tal es el bien común.

Rousseau planteó algunos de los precedentes políticos y sociales que impulsaron los
sistemas de gobiernos nacionales de muchas de las sociedades modernas, estableciendo
la raíz de la desigualdad que afecta a los hombres; para él, el origen de dicha desigualdad
era a causa de la constitución de la ley y del derecho de propiedad produciendo en los
hombres el deseo de posesión. A medida que la especie humana se fue domesticando,
los hombres comenzaron a vivir como familia en cabañas y acostumbraban ver a sus
vecinos con regularidad. Al pasar más tiempo juntos, cada persona se acostumbró a ver
los defectos y virtudes de los demás, creando el primer paso hacia la desigualdad.

Según Rousseau, a medida que el hombre salvaje dejó de concebir lo que la naturaleza le
ofrecía como lo prescindible para su subsistencia, empezó a ver como su rival a los
demás hombres, su cuerpo no fue más su instrumento, sino que empleó herramientas que
no requerían de tanto esfuerzo físico, limitando por ello sus acciones y concentrándose en
el mejoramiento de otros aspectos de su nueva forma de vida, transformándose así en el
hombre civilizado.
Rousseau y la pedagogía

Al igual que Aristóteles, Rousseau consideraba a la educación como el camino idóneo


para formar ciudadanos libres conscientes de sus derechos y deberes en el nuevo mundo
que se estaba gestando. Pero el se dio cuenta de que el sistema educativo imperante era
incapaz de llevar a cabo esta labor.

Cuatro grandes principios psicológicos informan la doctrina pedagógica de Rousseau:

La naturaleza ha fijado las etapas necesarias del desenvolvimiento corporal y anímico del
educando. Claparede llama a este principio la “ley de la sucesión genética”.

El ejercicio de las funciones en una etapa de la vida afirma y prepara el advenimiento y


manifestación de las funciones ulteriores. (Ley del ejercicio genético-funcional).

La acción natural es aquella que tiende a satisfacer el interés (o la necesidad) del


momento. Rousseau ha comprendido admirablemente que la acción, incluso cuando da la
impresión de ser desinteresada, viene a satisfacer una necesidad o un interés funcional.

Cada individuo difiere más o menos en relación de los caracteres físicos y psíquicos de
los demás individuos.

Es importante estimular el deseo de aprender.

La educación del niño comienza desde su nacimiento y debe impedirse que


adquiera hábitos de los cuales pudiera llegar a ser esclavo.

Rousseau descubre propiamente la infancia, los derechos del niño. Recomienda la


necesidad de comprender al niño.

La naturaleza humana no es originariamente mala. Por ello, la primera educación debe


ser negativa; no hay que enseñar los principios de la virtud o de la verdad, sino preservar
el corazón del niño contra el error.

La educación del niño debe surgir libre y con desenvolvimiento de su ser, de sus propias
aptitudes, de sus naturales tendencias. Para tratar al alumno, se debe tener en cuenta su
edad, poniéndolo en su lugar y reteniéndolo en él.

Rousseau destaca que no se debe dar una lección verbal al alumno, debe permitir que la
experiencia sea la maestra. Así mismo, afirma que la única pasión natural del hombre es
el amor de sí mismo, o amor propio, el cual resulta útil y bueno, pues permitirá que realice
sus deseos y los satisfaga.

La razón y la memoria no se pueden desenvolver una sin la otra. Los niños no son
capaces de juicio, pues no tienen verdadera memoria. Retienen sonidos, figuras,
sensaciones, rara vez ideas, y más rara vez sus enlaces. Todo su saber se queda en la
sensación y no llega al entendimiento: su misma memoria es poco más perfecta que las
otras facultades, puesto que casi siempre es menester que vuelva a aprender, cuando
son grandes, las cosas cuyas palabras aprendieron siendo niños
Rousseau propugnaba la soberanía del pueblo que identificaba solamente con los
varones. Su concepción sobre las mujeres puede conocerse a partir de su tratado de
educación femenina "El Emilio" donde cuestiona la igualdad que propugnaba ya que
solamente incluía a los varones.

Que Estudia la Astronomia

Los astrónomos tratan de entender cómo funciona el universo y para eso utilizan la física,
química y matemáticas para estudiar la composición del universo.

Los astrónomos modernos trabajan en dos campos diferentes pero íntimamente ligados:
la teórica y la observación.

- Astrónomos Observacionales: su trabajo es la observación y el estudio directo de las


estrellas, los planetas, las galaxias, y así sucesivamente. Para ello utilizan aparatos como
telescopios. Los objetos celestes (del cielo) emiten radiaciones que se pueden captar por
medio del telescopio u otros instrumentos. La luz es el principal agente que aporta
información acerca de los astros. De aquí surge la llamada "Astronomía Observacional".

- Astrónomos Teórico: Para explicar los datos obtenidos a través de la observación es


necesario crear modelos teóricos (normalmente informáticos) y analizar las consecuencias
y cómo los sistemas pueden evolucionar. Al mismo tiempo estos modelos exigen nuevas
observaciones para verificar si son correctos. Los astrónomos teóricos utilizan una gran
variedad de herramientas como modelos matemáticos analíticos y simulaciones numéricas
por computadora. Estos datos ayudan a los observadores a buscar datos que puedan
refutar (hacer cierto) un modelo o que permitan elegir entre varios modelos alternativos o
incluso contradictorios. Este tipo de astronomía se llama "Astronomía Teórica".

Los dos campos se complementan entre sí, con la astronomía teórica se busca explicar los
resultados de observación, y la observacional utiliza los modelos de la teórica para
confirmar los resultados de la observación.

La astronomía se divide en una serie de sub-campos o ramas, permitiendo a los


científicos especializarse en objetos y fenómenos particulares.

La astronomía planetaria: Se centra en el crecimiento, evolución y muerte de los


planetas, mientras que los astrónomos solares pasan su tiempo analizando una estrella
única, el sol.

Astronomía estelar: Estudia las estrellas, incluyendo los agujeros negros, nebulosas,
enanas blancas, y supernova que sobreviven a las muertes estelares.

Astronomía galáctica: Estudia nuestra galaxia, la Vía Láctea.

Astronomía extragaláctica: Estudia de los objetos (principalmente galaxias) fuera de


nuestra galaxia, incluyendo la formación y evolución de galaxias.

Cosmología: Se centra en el universo en su totalidad, desde su nacimiento violento en el


Big Bang a su evolución actual, todo el camino a su eventual muerte. El estudio de la
cosmología es la astrofísica teórica en su escala más grande.

Astrometría: a astrometría estudia la posición de los objetos en el cielo y sus cambios de


posición. Es la rama más antigua de la astronomía, es la medida de la sol, la luna y los
planetas. Los cálculos precisos de estos movimientos permite a los astrónomos de otros
campos modelar el nacimiento y la evolución de los planetas y las estrellas, predecir
eventos tales como los eclipses, las lluvias de estrellas, y la aparición de los cometas. L

Astrobiología: Estudia la aparición y evolución de los sistemas biológicos en el universo.

Objetos compactos: Esta subdisciplina estudios muy denso de materia en enanas


blancas y estrellas de neutrones y sus efectos sobre los ambientes, incluyendo la acreción.

Fotometría: Estudio de cómo los objetos celestes son brillantes cuando se pasa a través
de diferentes filtros

Espectroscopia: Estudio de los espectros de objetos astronómicos.

La Arqueoastronomía: Trata sobre la relación entre los monumentos y saberes antiguos


y la Astronomía.

Astrofísica: Rama de la astronomía que se ocupa de la física del universo, incluyendo las
propiedades físicas de los objetos celestes, así como sus interacciones y comportamientos.
Tiene a su vez otras ramas como:

Astrofísica Interestelar: Estudio del medio interestelar, medio intergaláctico y el polvo.

Astrofísica de alta energía: Estudia los fenómenos que ocurren a altas energías
incluyendo núcleos activos de galaxias, supernovas , las explosiones de rayos gamma,
cuásares, y los choques.

Astrofísica Relativista: Estudio sobre los efectos de la relatividad especial y la relatividad


general en contextos astrofísicos, incluyendo las ondas gravitacionales, las lentes
gravitacionales y los agujeros negros.

Astrofísica Computacional: El estudio de la astrofísica usando métodos y herramientas


computacionales para desarrollar modelos computacionales.

Orígenes de la Astronomía

Para los antiguos, la observación del cielo era cuestión de vida o muerte. Observando las
estrellas se podía conocer la estación y, por tanto, la época propicia para sembrar,
recolectar y cazar, así como las fechas de las citas anuales de las tribus nómadas.
Realmente el cielo proporcionaba un calendario del que dependía la supervivencia del
hombre.

Muy pronto, los antiguos astrónomos descubrieron algunos objetos que no parecían seguir
los movimientos regulares de las estrellas. Se desplazaban sobre el fondo de estrellas a
una velocidad considerable. Los griegos los llamaron "planetas", que significa "errantes".
En la antigüedad se conocían los cinco planetas más brillantes (Mercurio, Venus, Marte,
Júpiter y Saturno), además del Sol y la Luna.

Las estrellas salen por el este y se ponen por el oeste. Este ciclo se repite una y otra vez,
adelantándose cuatro minutos cada día. Por este motivo, las constelaciones del cielo de
invierno son distintas a las del cielo de verano.

La Astronomía en la Europa Antigua

Publicado el enero 8, 2017 por .


Los astrónomos de las culturas megalíticas tuvieron unos conocimientos realmente
sorprendentes de los movimientos de los astros y de la geometría práctica. Nos demuestran
que poseyeron ese gran saber los grupos de grandes piedras erectas (megalitos, algunos
de más de 25 toneladas de peso), dispuestas de acuerdo con esquemas geométricos
regulares, hallados en muchas partes del mundo.

Algunos de esos círculos de piedras fueron erigidos de modo que señalasen la salida y la
puesta del Sol y de la Luna en momentos específicos del año; señalan especialmente las
ocho posiciones extremas de la Luna en sus cambios de declinación del ciclo de 21 días
que media entre una luna llena y la siguiente.

Varios de estos observatorios se han preservado hasta la actualidad siendo los mas
famosos los de Stonehenge en Inglaterra y Carnac en Francia.

Stonehenge ha sido uno de los mas extensamente estudiados. Se construyó en varias fases
entre los años 2200 y 1600 a.C. Su utilización como instrumento astronómico permitió al
hombre del megalítico realizar un calendario bastante preciso y predecir eventos celestes
como eclipses lunares y solares.
La Astronomía en el antiguo Egipto

Los egipcios observaron que las estrellas realizan un giro completo en poco más de 365
días. Además, este ciclo de 365 días del Sol concuerda con el de las estaciones, y ya antes
del 2500 a.C. los egipcios usaban un calendario basado en ese ciclo, por lo que cabe
suponer que utilizaban la observación astronómica de manera sistemática desde el cuarto
milenio.

El año civil egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5 días llamados epagómenos. La
diferencia, pues, era de ¼ de día respecto al año solar. No utilizaban años bisiestos: 120
años después se adelantaba un mes, de tal forma que 1456 años después el año civil y el
astronómico volvían a coincidir de nuevo.

El Nilo empezaba su crecida más o menos en el momento en que la estrella Sothis, nuestro
Sirio, (el Sepedet de los egipcios), tras haber sido mucho tiempo invisible bajo el horizonte,
podía verse de nuevo poco antes de salir el Sol.

El calendario egipcio tenía tres estaciones de cuatro meses cada una:


- Inundación o Akhet.
- Invierno o Peret, es decir, "salida" de las tierras fuera del agua.
- Verano o Shemú, es decir, "falta de agua".

La apertura del año egipcio ocurría el primer día del primer mes de la Inundación,
aproximadamente cuando la estrella Sirio comenzaba de nuevo a observarse un poco antes
de la salida del Sol.

De finales de la época egipcia (144 d.C.) son los llamados papiros de Carlsberg, donde se
recoge un método para determinar las fases de la Luna, procedente de fuentes muy
antiguas. En ellos se establece un ciclo de 309 lunaciones por cada 25 años egipcios, de
tal forma que estos 9.125 días se disponen en grupos de meses lunares de 29 y 30 días.
El conocimiento de este ciclo permitió a los sacerdotes egipcios situar en el calendario civil
las fiestas móviles lunares.

La orientación de templos y pirámides es otra prueba del tipo de conocimientos


astronómicos de los egipcios. Se construyeron pirámides como la de Gizeh, alineada con
la estrella polar, con la que les era posible determinar el inicio de las estaciones usando
para ello la posición de la sombra de la pirámide. También utilizaron las estrellas para guiar
la navegación.
El legado de la astronomía egipcia llega hasta nuestros días bajo la forma del calendario.
Heródoto, en sus Historias dice: "los egipcios fueron los primeros de todos los hombres que
descubrieron el año, y decían que lo hallaron a partir de los astros".

La perspicaz observación del movimiento estelar y planetario permitió a los egipcios la


elaboración de dos calendarios, uno lunar y otro civil. El calendario Juliano y, más tarde, el
Gregoriano - el que usamos actualmente -, no son más que una modificación del calendario
civil egipcio.

La antigua astronomía estelar china difiere mucho de la babilónica y de la occidental. Los


chinos consideraban al universo como una naranja que colgaba de la estrella polar. El
ecuador celeste se dividía en 28 "casas" y el número de constelaciones ascendía a 284

Al igual que en Babilonia, el antiguo calendario chino de principios del siglo II a. C. es un


año lunisolar, con ciclos bisiestos de 19 años. La obra "Calendario de tres ciclos", aparecida
hacia el principio de nuestra era y cuyo autor es Liu Hsin, describe la historia de la
astronomía china desde el tercer milenio.

Los astrónomos de la corte imperial china observaron fenómenos celestes extraordinarios


cuya descripción ha llegado en muchos casos hasta nuestros días. Estas crónicas son para
el investigador una fuente valiosísima porque permiten comprobar la aparición de nuevas
estrellas, cometas, etc. También los eclipses se controlaban de esta manera.

Por el contrario, el estudio de los planetas y de la Luna no estuvo hasta el siglo I a. C. en


condiciones de proporcionar predicciones suficientemente exactas de los fenómenos
celestes.

Se cuenta la historia de los desdichados astrónomos de la corte, Hsi y Ho, que fueron
ejecutados por haber puesto en peligro la seguridad del mundo, al dejar de predecir un
eclipse de Sol.

La concepción del Universo en la China antigua se encuentra expuesta en el "Chou pei


suan ching", un tratado escrito alrededor del siglo IV a.C. Según la teoría del Kai t'ien (que
significa: el cielo como cubierta), el cielo y la Tierra son planos y se encuentran separados
por una distancia de 80 000 li (un li equivale aproximadamente a medio kilómetro). El Sol,
cuyo diámetro es de 1.250 li, se mueve circularmente en el plano del cielo; cuando se
encuentra encima de China es de día, y cuando se aleja se hace noche.

Posteriormente, se tuvo que modificar el modelo para explicar el paso del Sol por el
horizonte; según la nueva versión del Kai t'ien, el cielo y la Tierra son semiesferas
concéntricas, siendo el radio de la semiesfera terrestre de 60.000 Ii. El texto no explica
cómo se obtuvieron las distancias mencionadas; al parecer, el modelo fue diseñado
principalmente para calcular, con un poco de geometría, la latitud de un lugar a partir de la
posición del Sol.

El Kai t'ien era demasiado complicado para cálculos prácticos y cayó en desuso con el paso
del tiempo. Alrededor del siglo II d.C., se empezó a utilizar la esfera armilar como un modelo
mecánico de la Tierra y el cielo. Al mismo tiempo surgió una nueva concepción del Universo:
la teoría del hun t'ien (cielo envolvente), según la cual: "... el cielo es como un huevo de
gallina, tan redondo como una bala de ballesta; la Tierra es como la yema del huevo, se
encuentra sola en el centro. El cielo es grande y la Tierra pequeña."

Posteriormente, las teorías cosmogónicas en China girarán alrededor de la idea de que el


Universo estaba formado por dos sustancias: el yang y el yin, asociadas al movimiento y al
reposo, respectivamente.

De acuerdo con la escuela neoconfucionista, representada principalmente por Chu Hsi en


el siglo XII, el yang y el yin se encontraban mezclados antes de que se formara el mundo,
pero fueron separados por la rotación del Universo. El yang móvil fue arrojado a la periferia
y formó el cielo, mientras que el yin inerte se quedó en el centro y formó la Tierra; los
elementos intermedios, como los seres vivos y los planetas, guardaron proporciones
variables de yang y yin.

Astronomía en la antigua Grecia

En Grecia comenzó a desarrollarse lo que ahora conocemos como astronomía occidental.

En los primeros tiempos de la historia de Grecia se consideraba que la tierra era un disco
en cuyo centro se hallaba el Olimpo y en torno suyo el Okeanos, el mar universal. Las
observaciones astronómicas tenían como fin primordial servir como guía para los
agricultores por lo que se trabajó intensamente en el diseño de un calendario que fuera útil
para estas actividades.

La Odisea de Homero ya se refiere a constelaciones como la Osa Mayor y Orión, y describe


cómo las estrellas pueden servir de guía en la navegación. La obra "Los trabajos y los días"
de Hesíodo informa sobre las constelaciones que salen antes del amanecer en diferentes
épocas del año, para indicar el momento oportuna para arar, sembrar y recolectar.

Las aportaciones científicas griegas más importantes se asocian con los nombres de los
filósofos Tales de Mileto y Pitágoras, pero no se conserva ninguno de sus escritos. La
leyenda de que Tales predijo un eclipse total de Sol el 28 de mayo de 585 a.C., parece ser
apócrifa.
Hacia el año 450 a.C., los griegos comenzaron un fructífero estudio de los movimientos
planetarios. Filolao (siglo V a.C.), discípulo de Pitágoras, creía que la Tierra, el Sol, la Luna
y los planetas giraban todos alrededor de un fuego central oculto por una ‘contratierra’
interpuesta. De acuerdo con su teoría, la revolución de la Tierra alrededor del fuego cada
24 horas explicaba los movimientos diarios del Sol y de las estrellas.

El más original de los antiguos observadores de los cielos fue otro griego, Aristarco de
Samos. Creía que los movimientos celestes se podían explicar mediante la hipótesis de que
la Tierra gira sobre su eje una vez cada 24 horas y que junto con los demás planetas gira
en torno al Sol.

Esta explicación fue rechazada por la mayoría de los filósofos griegos que contemplaban a
la Tierra como un globo inmóvil alrededor del cual giran los ligeros objetos celestes. Esta
teoría, conocida como sistema geocéntrico, permaneció inalterada unos 2.000 años. Sus
bases eran:
- Los Planetas, el Sol, la Luna y las Estrellas se mueven en orbitas circulares perfectas.
-La velocidad de los Planetas, el Sol, la Luna y las estrellas son perfectamente uniformes.
-La Tierra se encuentra en el centro exacto del movimiento de los cuerpos celestes.

Bajo estos principios Eudoxo (408 - 355 a.C) fue el primero en concebir el universo como
un conjunto de 27 esferas concéntricas que rodean la tierra, la cual a su vez también era
una esfera. Platón y uno de sus mas adelantados alumnos Aristóteles (384 - 322 a.C.)
mantuvieron el sistema ideado por Eudoxo agregándole no menos de cincuenta y cinco
esferas en cuyo centro se encontraba la Tierra inmóvil.

Pero el centro de la vida intelectual y científica se trasladó de Atenas a Alejandría, ciudad


fundada en Egipto por Alejandro Magno y modelada según el ideal griego.

La Astronomía en Roma

El imperio Romano, tanto en sus épocas paganas como cristiana, dio poco o ningún impulso
al estudio de las ciencias.

Roma era una sociedad práctica que respetaba la técnica, pero consideraba la ciencia tan
poco útil como la pintura y la poesía. Lo que Roma valoraba era el poder económico, político
y militar.

Los conocimientos astronómicos durante este período son los que ya se conocían en época
helena, es decir, algunas teorías geocéntricas (Aristóteles) y la existencia de los planetas
visibles a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, con especial mención a
nuestro satélite natural, la Luna conocida desde siempre y considerada como un Dios.
No podemos dejar de mencionar al filósofo romano Lucrecio, del siglo I a.C., y su famosa
obra De Rerum Natura, en la que encontramos una concepción del Universo muy cercana
a la moderna, en algunos sentidos, y extrañamente retrógrada, en otros.

Según Lucrecio, la materia estaba constituida de átomos imperecederos. Éstos se


encuentran eternamente en movimiento, se unen y se separan constantemente, formando
y deshaciendo tierras y soles, en una sucesión sin fin. Nuestro mundo es sólo uno entre un
infinito de mundos coexistentes; la Tierra fue creada por la unión casual de innumerables
átomos y no está lejo su fin, cuando los átomos que la forman se disgreguen.

Pero Lucrecio no podía aceptar que la Tierra fuera redonda. En realidad, cuando Lucrecio
hablaba de un número infinito de mundos se refería a sistemas semejantes al que creía era
el nuestro: una tierra plana contenida en una esfera celeste. Pero indudablemente, a pesar
de sus desaciertos, la visión cósmica de Lucrecio no deja de ser curiosamente profética.

Se cree que los cristianos fanáticos destruyeron la Biblioteca de Alejandríaen donde se


concentraba el saber de la humanidad hasta ese momento, la academia de Platón fue
cerrada, el Serapetum de Alejandría, centro del saber, fue destruido y fueron asesinados
muchos de los sabios que se encontraban en sus campos.

Los estudiosos huyeron de Alejandría y Roma hacia Bizancio y la ciencia tuvo una nueva
etapa de desarrollo en el ámbito del islam.

La Astronomía Inca

Sin duda alguna, el de los Incas es el imperio más representativo de América del Sur.

En la zona de los Andes Centrales, culturas preincaicas realizaron obras como las Líneas
de Nazca, o la Puerta del Sol en Tiahawanaco.

En realidad, aún es mucho lo que falta por investigar en este aspecto y en la actualidad
científicos de diferentes partes del mundo han vuelto a mirar a América, porque sin duda, a
pesar del saqueo realizado por los conquistadores europeos, se pueden descubrir muchas
cosas más.

El imperio de los Incas dominó América del Sur durante mucho tiempo. Es precisamente en
Cuzco, en donde muchos investigadores han encontrado documentos de colonizadores
españoles que describen el Templo del Sol, del cual irradiaban cuarenta y un ejes llamados
ceques, cuya disposición implicaba lineamientos geománticos o astronómicos, que definían
el valle en 328 huacas, las cuales cumplían funciones rituales y políticas.
Los Incas, dado lo extenso de su territorio, llegaron a tener un conocimiento bastante
avanzado de la bóveda celeste, que utilizaron para sus actividades públicas y religiosas.
Sabemos que la salida de las Pléyades tenía un significado especial para ellos, ya que su
primera aparición sobre el horizonte oriental se usaba como referencia para el calendario.

Los Incas conocían la revolución sinódica de los planetas, Construyeron un calendario


Lunar para las fiestas religiosas y uno solar para la agricultura. Utilizaron elementos como
mojones alrededor de los pueblos para realizar astronomía observacional. Los Chibchas
conocían la constelación de Orión y reconocían la relación entre la salida heliacal de Sirio
con el comienzo de la temporada de lluvias.

Observaron pacientemente al Sol y determinaron los solsticios y los equinoccios. Su


calendario (uno de los encontrados) consistía en un año solar de 365 días, repartidos en 12
meses de 30 días y con 5 días intercalados. Se sabe que el calendario era determinado
observando al sol y a la luna. Para fijar las fechas exactas del año y meses, Pachacútec
dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados al Este de la llacta del Cusco,
llamados sucangas.

El cielo nocturno del hemisferio Sur es impresionante, con una visión espléndida de la Vía
Láctea y de sus dos galaxias satélite, las Nubes de Magallanes. Los antiguos pobladores
del Imperio Inca vieron en esos puntos brillantes en el cielo, las estrellas, unos dibujos que
gruparon e identificaron como "constelaciones".

Los Incas daban mucha importancia a las constelaciones y estaban muy interesados en la
medición del tiempo para fines agrícolas. Poseían sus propias constelaciones, entre las
cuales se destacan la Cruz del Sur y el Centauro.

La Vía Láctea era "el gran Rio Mayu", una corriente brillante cuyas zonas oscuras
resaltaban claramente sobre las zonas vecinas, llenas de estrellas. Para ellos las Vía Láctea
era oscurecida por sacos de carbón. La Astronomía también jugó un papel muy importante
para la construcción de sus ciudades.

La Astronomía Maya

En América, durante la época precolombina, se desarrolló un estudio astronómico bastante


extenso. Algunas observaciones mayas son bien conocidas, como el eclipse lunar del 15
de febrero del 3379 a.C.

Los Mayas tenían su propio calendario solar y conocían la periodicidad de los eclipses.
Inscribieron en monumentos de piedra fórmulas para predecir eclipses solares y la salida
heliaca de Venus.
La civilización maya se desarrolló en la región conocida como Mesoamérica, desde los
actuales territorios del sur de México hasta El Salvador. Si los distintos pueblos del México
antiguo llegaron hasta la fase jeroglífica, los mayas lograron la fase silábico-alfabética en
su escritura. La numeración iniciada por los olmecas con base vigesimal, la perfeccionan
los mayas, en los siglos III y IV a. C.

Los mayas conocieron desde el tercer milenio a. C. como mínimo un desarrollo astronómico
muy polifacético. Muchas de sus observaciones han llegado hasta nuestros días. Conocían
con gran exactitud las revoluciones sinódicas de los planetas Mercurio, Venus, Marte
Júpiter y Saturno. Calcularon los períodos de la Luna, del Sol y de estrellas como las
Pléyades, que señalaban los inicios de algunas festividades religiosas.

Su Cosmología se basaba en La Vía Láctea, a la que llamaban Wakah Chan y relacionaban


con Xibalbá, el camino al inframundo. Tenían un Zodiaco, basado en la Eclíptica. Sólo los
sacerdotes tenían acceso al conocimiento astronómico, pero la gente los respetaba y
organizaba su vida de acuerdo a sus predicciones.

Los estudios sobre los astros que realizaron los mayas siguen sorprendiendo a los
científicos. Su obsesión por el movimiento de los cuerpos celestes se basaba en la
concepción cíclica de la historia, y la astronomía fue la herramienta que utilizaron para
conocer la influencia de los astros sobre el mundo.

El calendario comienza en una fecha cero que posiblemente sea el 8 de junio de 8498 a.
C. en nuestro cómputo del tiempo, aunque no es del todo seguro. Los mayas tenían además
un año de 365 días (con 18 meses de 20 días y un mes intercalado de 5 días). El Tzol'kin
de 260 días es uno de los calendarios más enigmáticos en cuanto su origen, algunos
postulan que se basa en una aproximación a la gestación humana.

El calendario solar maya era tan preciso como el que hoy utilizamos. Además, todas las
ciudades del periodo clásico están orientadas respecto al movimiento de la bóveda celeste.

Muchos edificios fueron construidos con el propósito de escenificar fenómenos celestes en


la Tierra, como el Castillo de Chichén Itzá, donde se observa el descenso de Kukulkán,
serpiente formada por las sombras que se crean en los vértices del edificio durante los
solsticios.

Las cuatro escaleras del edificio suman 365 peldaños, los días del año. En el Códice Dresde
y en numerosas estelas se encuentran los cálculos de los ciclos lunar, solar, venusiano y
las tablas de periodicidad de los eclipses.
Una buena parte del conocimiento que tenían los mayas perduró incluso después de la
conquista. Al principio se practicaba de forma clandestina; después se mezcló con las
costumbres de la vida diaria, muchas de las cuales todavía siguen vigentes en la actualidad.

La Astronomía Azteca

La civilización Azteca surgió a partir del siglo X. Su máximo esplendor lo obtuvo entre los
siglos XIV al XVI, en los que ocupo desde la actual región central de México hasta parte de
Guatemala.

Los aztecas no solo desarrollaron la astronomía y el calendario, sino que estudiaron y


desarrollaron la meteorología, como una consecuencia lógica de la aplicación de sus
conocimientos para facilitar sus labores agrícolas.

La astronomía ejercía tal influencia en la cultura azteca que la mayor parte de sus
tradiciones estaban basadas en el comportamiento de las estrellas y planetas.

La representación del cielo (masculino) y Tierra (femenino) estaban determinados por


Ometecuhtli y Omecíhuatl, respectivamente. Las eras en la cosmología azteca están
definidas por soles, cuyo final estaba marcado por cataclismos.

El primer Sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por gigantes, que fue destruido
por jaguares. El segundo Sol, Nahui-Ehécati (Viento) fue destruido por un huracán. El tercer
Sol, Nahuiquiahuitl, por una lluvia de fuego. El cuarto Sol, Nahui-Ati (agua) fue destruido
por un diluvio. Y el quinto, Nahui-Ollin (movimiento) está destinado a desaparecer por
movimientos de la Tierra.

El calendario azteca, o piedra del Sol, es el monolito más antiguo que se conserva de la
cultura prehispánica. Se cree que fue esculpido alrededor del año 1479. Se trata de un
monolito circular con cuatro círculos concéntricos. En el centro se distingue el rostro de
Tonatiuh (Dios Sol), adornado con Jade y sosteniendo un cuchillo en la boca.

Los cuatro soles o eras anteriores, se encuentran representados por figuras de forma
cuadrada que flanquean al quinto sol, en el centro. El círculo exterior está formado por 20
áreas que representan los días de cada uno de los 18 meses que constaba el calendario
azteca.

Como la suma da 360 días, para completar los 365 días del año solar los aztecas
incorporaban 5 días aciagos, llamado Nemontemi o "días de sacrificio".

Para los aztecas, la sucesión del día y la noche se explicaba por las constantes luchas entre
los astros principales. Dado que durante el día es muy difícil observar la Luna e imposible
a las estrellas, los aztecas interpretaban que el sol naciente (Huitzilopochtli) mataba a la
Luna (Coyolxauhqui) y a las estrellas.

Para los aztecas, la astronomía era muy importante, ya que formaba parte de la religión.
Construyeron observatorios que les permitieron realizar observaciones muy precisas, hasta
el punto que midieron con gran exactitud las revoluciones sinódicas del Sol, la Luna y los
planetas Venus y Marte.

Otro gran avance astronómico de la civilización azteca fue la predicción de eclipses solares
y lunares, así como del paso de cometas y estrellas fugaces.

Los nobles y sacerdotes realizaban las labores de observación celeste según rituales
nocturnos que les permitían definir sus calendarios. Los templos eran lugares altos para
poder seguir la salida y puesta de los astros.

Al igual que casi todos los pueblos antiguos, los aztecas agruparon las estrellas brillantes
en asociaciones aparentes (constelaciones). Los cometas fueron denominados "las
estrellas que humean".

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