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Una aproximación al escritor total que según los Goncourt inauguró la novela moderna, el
drama y la crítica de arte
Denis Diderot es el escritor total, en la línea de Voltaire, esa gran tradición francesa que
se prolonga hasta el siglo XX con Jean-Paul Sartre. En el Siglo de las Luces aparece el
"hombre de letras", que era, según Le Harpe, "aquél cuya profesión es cultivar la razón
para añadirla a la de los demás". Para expresarse, estos "hombres de letras" acudían a
todos los géneros literarios: filosofía, ensayo, novela, teatro, panfletos y obras históricas.
Según los Goncourt, tan agudos habitualmente, "Diderot ha inaugurado la novela
moderna, el drama y la crítica de arte" y es "el primer genio de la Francia nueva". Sus
novelas "La religiosa", "Jacques el fatalista" y "El sobrino de Rameau" han conservado su
prestigio, aunque como narrador no tiene la ligereza de Voltaire: según Stendhal, si a
"Jacques el fatalista" se le arrancaran seis páginas, no habría novela que pudiera
comparársele y Gide la consideraba la mejor novela de Diderot: para Taine, "El sobrino de
Rameau" es "obra única en su tiempo". Según Sainte-Beuve, "es el primer gran escritor
de la moderna sociedad democrática". Por el contrario, Barbey d'Aurevilly le consideraba
"un charlatán deslumbrante, destructor de doctrinas y costumbres".
Inventó la crítica de arte tal como se entiende ahora con sus "Salons", comentario de las
exposiciones que se inauguraban en París, y "Paradoja sobre el comediante" es un
análisis del arte en el que se encuentran sugestiones sobre las que se fundamenta la
estética moderna. Sobre todo, es conocido por haber ido con D'Alembert el director de la
Enciclopedia, esa magna obra que inaugura el tiempo nuevo y cuya poderosa influencia
se ha extendido por los siglos siguientes en todos los órdenes, desde el erudito al político:
puso las bases a la revolución francesa y al esplendor científico del siglo XIX, exalta la
razón hasta extremos casi místicos, es decir, excesivos, y combate una de las constantes
del ser humano, primitivo o moderno: la superstición, que a partir del siglo XVIII se
refuerza peligrosamente con la pedantería, aunque D'Alembert, en el discurso preliminar,
fija unas metas más modestas, ya que la describe como la obra de una sociedad de
hombres de letras a la que cada uno, de acuerdo con su especialidad, aporta sus
conocimientos específicos.
John Locke, fue un pensador inglés, empirista, filósofo y liberalista político, que nació en
Wrington el 29 de Agosto de 1632 y murió en Oates Essex el 28 de octubre de 1704. Se
educó en la Universidad de Oxford, en donde se especializó en medicina, además de esto
también fue diplomático, teólogo, economista, profesor de Griego, pero se destacó más
por sus escritos filosóficos basados en las ideas de Descartes y Hobbes, que
contribuyeron en el pensamiento político liberal y la ilustración.
Lo nombraron como lector Griego de Oxford, pero decidió continuar con la medicina y la
filosofía experimental. En 1666 Locke se encuentra con Lord Ashley, conde, quien le
ofrece que fuera su médico, secretario, investigador, agente político y amigo; un año
después, éste decide aceptar la propuesta de Ashley y mudarse a Londres, en donde se
vio envuelto en discusiones filosóficas y políticas de Inglaterra.
La primera obra de Locke, hace referencia a que el ser humano posee ciertos derechos
humanos que busca proteger, mediante la política, bajo una especie de acuerdo con los
gobernantes. Además señala que el gobierno está dividido en dos poderes como el
Legislativo, crea leyes, y el ejecutivo, vela cumplimiento de dichas leyes. Estas ideas
tomaron base en las modernas teorías económicas y tuvo gran impacto en el
pensamiento de la sociedad industrializada del siglo XVIII, porque además de destacar la
importancia del estado en proteger los derechos humanos, plantea que en el momento en
que se desarrolló el trabajo, a la par se desarrolló la propiedad privada, que es fruto del
esfuerzo de cada uno, y que al trabajo se le debe otorgar un valor que respalde la
propiedad de bienes.
Otra idea fundamental que se desarrolló en la ilustración fue la de establecer que todo
individuo tiene derecho a ejercer sus creencias sin que el estado o gobierno influyera en
él. Esta idea permitió el uso de la razón de las personas sin sujeción al clero, y la
separación del Estado y la Iglesia.
Con relación a la segunda obra que denominó como Ensayo sobre el entendimiento
humano, afirma que investigar el funcionamiento del conocimiento con relación a las ideas
es una necesidad del hombre para poder emplear la razón en las investigaciones, ya que
considera que esta última es una herramienta que con ayuda de la filosofía empírica se
puede llegar a conocimientos verdaderos; a demás planteó que todas las personas nacían
con las mismas capacidades y no como se creía que solo los gobernantes poseían la
sabiduría. Esta ideología tuvo influencia en los filósofos de la ilustración, debido a que se
oponía a las concepciones mecánicas y sistemáticas que se empleaban mucho en los
centros de educación de esa época
La tercera obra, está estrechamente conectada con su filosofía moralista y liberalista. Allí
respalda la idea de que la educación busca formar personas útiles a sí mismas y a su
patria en un clima de libertad, orden e iniciativa. Además afirma que el hombre puede
alcanzar el progreso social a través del cambio de políticas y programas educativos; esta
última ideología fue fortaleciéndose con la disminución de la creencia de que la ilustración
personal y organización del mundo estaba en manos de una autoridad divina.
Voltaire
Paradigma del llamado Siglo de las Luces, confió en la Razón, promotora del Progreso,
predicó la libertad de pensar y de escribir, luchó contra los prejuicios, las supersticiones y
las discriminaciones y en favor de la tolerancia, una actitud sin embargo, que ya no se
considera suficiente, pues se impone el derecho a ser distinto.
Voltaire ocupa, por derecho propio, un lugar sobresaliente en la historia de las ideas
filosóficas, científicas, literarias; para confirmarlo baste recordar algunas de sus obras
mayores: Cartas Filosóficas, Tratado de Metafísica, Diccionario Filosófico, Cándido,
Zadig, Micromegas, y tantas otras donde ironiza con ingenio sobre temas trascendentales.
Este verdadero agitador de ideas, que suscitó escándalos y polémicas, conoció en carne
propia cárceles, censuras, exilios, persecuciones, tuvo su apoteosis en vida (París, 1778);
sus restos mortales fueron trasladados al Panteón en 1791. Combatió las supersticiones,
los abusos y el fanatismo, aun el de los ateos; fue aborrecido y adulado como pocos;
hasta agasajado por los mismos que a veces lo perseguían.
Cualquiera que sea la opinión que hoy generen sus ideas y actitudes es incuestionable
que ellas jamás fueron juzgadas con indiferencia y perdió la libertad de pensar o de
escribir. En rigor propuso una manera distinta de ver las cosas.
Voltaire de manera permanente nos convoca a reflexionar sobre los distintos campos
temáticos que con diferente suerte abordó y parecen perdurar, sobre todo aquellos
referidos al hombre, sus derechos y su destino.
La Ilustración Escocesa fue un movimiento cultural que tuvo lugar en Escocia durante el
siglo XVIII y que se caracterizó por la gran producción filosófica, científica y cultural de
una serie de intelectuales oriundos de este reino, que se convirtió en uno de los
principales focos culturales de la Europa de la segunda mitad del XVIII. Edimburgo, su
capital, llegó incluso a ser apodada “la Atenas del Norte”.
La influencia de la Ilustración escocesa va más allá del país en que nace, no sólo por la
difusión a través de sus obras escritas y por los contactos epistolares mantenidos con
otros ilustrados, sino por la propia emigración de escoceses a América, que llevaron con
ellos estas ideas, de las cuales beberían los padres fundadores de los Estados Unidos de
América.
Este autor aseguraba que el conocimiento humano podía luchar contra la ignorancia, la
superstición y la opresión para conseguir un mejor mundo. La Ilustración además de la
política y la sociedad, también tuvo una gran atribución a otros aspectos como la ciencia y
la economía.
Jean-Jacques Rousseau
Jean Jaques Rousseau era más bien un filósofo político, no un pedagogo; pero, a través
de su novela Emilio, o De la educación promueve pensamientos filosóficos sobre la
educación, siendo este uno de sus principales aportes en el campo de la pedagogía.
La razón de ser de la pedagogía, que se funda en primer lugar en las leyes psicológicas,
es instaurar en la infancia el propósito de la libertad, mediante la actividad, aprender por la
propia experiencia y no tanto por lo que le enseñen los demás.
Una de la importantes claves de Rousseau es diferenciar a niños y adultos en cuanto a su
aprendizaje. Hasta su época se educaba a los niños como si fueran adultos en pequeño.
Para Rousseau la infancia tiene maneras de ver, de pensar, de sentir que le son propias
igualmente la adolescencia. los maestros deben tener en cuenta esas diferencias,
conocerlas y respetarlas. En la educación, el niño ha de permanecer en su naturaleza de
niño. La educación, debe ser gradual. El educador debe esperar con confianza la marcha
natural de la educación e intervenir lo menos posible en el proceso de la formación.
La educación del niño debe comenzar desde su nacimiento y debe impedirse que
adquiera hábitos de los cuales pudiera llegar a ser esclavo. La educación religiosa, no
debe ser confesional y debe realizarse, no es la infancia, sino en la edad de la razón. En
su libro “El Contrato Social”, rescata la necesidad de las personas, durante toda su vida,
de consejo y guía. En su texto "El Emilio", atacó al sistema educativo de su época, pues
mantiene que los niños deben ser educados a través de sus intereses y no por la estricta
disciplina.
Isaac Rousseau era relojero, y formaba parte de un grupo de artesanos del barrio de
Saint-Gervais. Su madre, Suzanne Bernard, murió a los nueve días después del parto y
Jean-Jacques, fue criado por su tía materna y su padre Isaac Rousseau, le educa en casa
leyendo con él toda suerte de novelas e historias, entre ellas Astrea de D'Urfé y las Vidas
Paralelas de Plutarco. Estas lecturas avivaron la fantasía de Rousseau y acrecentaron su
sensibilidad.
Por causa de un duelo, su padre se vio obligado a exiliarse de Ginebra para evitar la
cárcel, por lo que abandonó al pequeño Jean-Jacques a los diez años de edad, que es
acogido por su tío. Con esta familia disfrutó de una educación que él consideraría ideal,
calificando esta época como la más feliz de su vida. Junto con su primo, Rousseau fue
enviado como pupilo a la casa del pastor calvinista Lambercier, en Bossey, durante dos
años. En la escuela del pastor recibe por primera vez una cierta educación escolar. Allí
Rousseau, en pleno campo, pasa dos años felices.
Tras abandonar Ginebra fue a parar al pueblo de Confignon, siendo recogido en la casa
del propio cura del lugar quien le dio carta de presentación para madame de Warens, una
mujer convertida del calvinismo al catolicismo, que lo envió a un catecumenado en Turín,
donde abandonó el calvinismo y fue bautizado como católico. Con Madame de Warens,
trece años mayor que él, muy culta, que le ayudó en su educación y en su afición por la
música, estableció una amistad materno-filial, que con el tiempo se transformó en
amorosa y apasionada.
Residió seis semanas en Montpellier por una enfermedad grave, y a su regreso fue
preceptor en Lyon, ejerció de periodista y tuvo contacto con Fontenelle, Diderot o
Marivaux.
Durante los años siguientes escribió La nueva Eloisa (1761), El contrato social (1762),
obra proscrita en Francia y finalmente, Emile, texto publicado en 24 de mayo de 1762 y
condenado a la hoguera, simultáneamente con el pedido de captura del autor, que huyó a
Neuchatel, en Suiza, donde es acogido como protegido de Lord Keith, pero su casa en
Môtiers es apedreada por una turba furiosa en 1765.
Escribió sus memorias, las Confesiones, y se dedicó a vivir de sus patrones y lecturas
públicas que hacía de ellas. En 1772 Madame d'Epinay, escandalizada por lo que
Rousseau relata de su relación con ella, pide a la policía que prohíban tales lecturas. Con
una salud mental resquebrajada definitivamente, se alejó del mundo. Aunque siguió
escribiendo, su salud mental le hacía ver enemigos en todas partes y no pudo disfrutar de
su fama.
En París permaneció hasta 1778; vuelve a copiar música (de lo que vivía), clasifica
hierbas y escribe sobre botánica Mientras tanto publicó Confesiones (1767-1771), escritas
en buena parte durante su estancia en Inglaterra, y escribe y no acaba Las meditaciones
de un paseante solitario.
Los medios de que se valió el movimiento para su difusión fueron múltiples, entre otros,
las sociedades secretas, como la masonería, las sociedades de pensamiento, específicas
de la época, academias y salones y sobre todo, la prensa periódica y la
internacionalización de las ediciones.
Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados, reconocieron una línea
maestra común, la razón, desprovista de contenido preestablecido y convertida en un
seguro instrumente de búsqueda, cuyo poder no consiste en poseer, sino en adquirir
(libido sciendi). Con ella luchan contra la superstición, las formas religiosas tradicionales y
reveladas, al argumento de autoridad y las estructuras políticas y sociales anquilosadas.
Elimina cualquier elemento de misterio, extrañeza o milagro y pone al Hombre, la Especie
Humana, como estudio propio del conocimiento y la razón, con la posibilidad de instaurar
la felicidad en la tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos (Rousseau).
Las revueltas populares a lo largo del mundo derrocaron al "ancien regime" junto con sus
monarcas despóticos y sus legiones de siervos para ser remplazados por gobiernos
republicanos y ciudadanos libres e iguales.
Rousseau consideró que en el mundo que se estaba configurando los hombres deberían
abandonar su papel de siervos para convertirse en ciudadanos libres, dueños de su
destino y detentadores de la soberanía.
En fin, Rousseau plantea que la asociación asumida por los ciudadanos debe ser “capaz
de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de
los asociados, pero de modo tal que cada uno de éstos, en unión con todos, sólo
obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes.”
El Contrato Social le abre paso a la democracia, de modo tal que todos los miembros
reconocen la autoridad de la razón para unirse por una ley común en un mismo cuerpo
político, ya que la ley que obedecen nace de ellos mismos. Esta sociedad recibe el
nombre de república y cada ciudadano vive de acuerdo con todos. En este Estado social
son necesarias las reglas de la conducta creadas mediante la razón y reflexión de la
voluntad general que se encarga de desarrollar las leyes que regirán a los hombres en la
vida civil. Es el pueblo, mediante la ratificación de la voluntad general, el único calificado
para establecer las leyes que condicionan la asociación civil. Todo gobierno legítimo es
republicano, es decir, una república emplea un gobierno designado a tener como finalidad
el interés público guiado por la voluntad general. Por esta razón no descarta la posibilidad
de la monarquía como un gobierno democrático, ya que si los asociados a la voluntad
general pueden convenir, bajo ciertas circunstancias, la implementación de un gobierno
monárquico o aristocrático, entonces tal es el bien común.
Rousseau planteó algunos de los precedentes políticos y sociales que impulsaron los
sistemas de gobiernos nacionales de muchas de las sociedades modernas, estableciendo
la raíz de la desigualdad que afecta a los hombres; para él, el origen de dicha desigualdad
era a causa de la constitución de la ley y del derecho de propiedad produciendo en los
hombres el deseo de posesión. A medida que la especie humana se fue domesticando,
los hombres comenzaron a vivir como familia en cabañas y acostumbraban ver a sus
vecinos con regularidad. Al pasar más tiempo juntos, cada persona se acostumbró a ver
los defectos y virtudes de los demás, creando el primer paso hacia la desigualdad.
Según Rousseau, a medida que el hombre salvaje dejó de concebir lo que la naturaleza le
ofrecía como lo prescindible para su subsistencia, empezó a ver como su rival a los
demás hombres, su cuerpo no fue más su instrumento, sino que empleó herramientas que
no requerían de tanto esfuerzo físico, limitando por ello sus acciones y concentrándose en
el mejoramiento de otros aspectos de su nueva forma de vida, transformándose así en el
hombre civilizado.
Rousseau y la pedagogía
La naturaleza ha fijado las etapas necesarias del desenvolvimiento corporal y anímico del
educando. Claparede llama a este principio la “ley de la sucesión genética”.
Cada individuo difiere más o menos en relación de los caracteres físicos y psíquicos de
los demás individuos.
La educación del niño debe surgir libre y con desenvolvimiento de su ser, de sus propias
aptitudes, de sus naturales tendencias. Para tratar al alumno, se debe tener en cuenta su
edad, poniéndolo en su lugar y reteniéndolo en él.
Rousseau destaca que no se debe dar una lección verbal al alumno, debe permitir que la
experiencia sea la maestra. Así mismo, afirma que la única pasión natural del hombre es
el amor de sí mismo, o amor propio, el cual resulta útil y bueno, pues permitirá que realice
sus deseos y los satisfaga.
La razón y la memoria no se pueden desenvolver una sin la otra. Los niños no son
capaces de juicio, pues no tienen verdadera memoria. Retienen sonidos, figuras,
sensaciones, rara vez ideas, y más rara vez sus enlaces. Todo su saber se queda en la
sensación y no llega al entendimiento: su misma memoria es poco más perfecta que las
otras facultades, puesto que casi siempre es menester que vuelva a aprender, cuando
son grandes, las cosas cuyas palabras aprendieron siendo niños
Rousseau propugnaba la soberanía del pueblo que identificaba solamente con los
varones. Su concepción sobre las mujeres puede conocerse a partir de su tratado de
educación femenina "El Emilio" donde cuestiona la igualdad que propugnaba ya que
solamente incluía a los varones.
Los astrónomos tratan de entender cómo funciona el universo y para eso utilizan la física,
química y matemáticas para estudiar la composición del universo.
Los astrónomos modernos trabajan en dos campos diferentes pero íntimamente ligados:
la teórica y la observación.
Los dos campos se complementan entre sí, con la astronomía teórica se busca explicar los
resultados de observación, y la observacional utiliza los modelos de la teórica para
confirmar los resultados de la observación.
Astronomía estelar: Estudia las estrellas, incluyendo los agujeros negros, nebulosas,
enanas blancas, y supernova que sobreviven a las muertes estelares.
Fotometría: Estudio de cómo los objetos celestes son brillantes cuando se pasa a través
de diferentes filtros
Astrofísica: Rama de la astronomía que se ocupa de la física del universo, incluyendo las
propiedades físicas de los objetos celestes, así como sus interacciones y comportamientos.
Tiene a su vez otras ramas como:
Astrofísica de alta energía: Estudia los fenómenos que ocurren a altas energías
incluyendo núcleos activos de galaxias, supernovas , las explosiones de rayos gamma,
cuásares, y los choques.
Orígenes de la Astronomía
Para los antiguos, la observación del cielo era cuestión de vida o muerte. Observando las
estrellas se podía conocer la estación y, por tanto, la época propicia para sembrar,
recolectar y cazar, así como las fechas de las citas anuales de las tribus nómadas.
Realmente el cielo proporcionaba un calendario del que dependía la supervivencia del
hombre.
Muy pronto, los antiguos astrónomos descubrieron algunos objetos que no parecían seguir
los movimientos regulares de las estrellas. Se desplazaban sobre el fondo de estrellas a
una velocidad considerable. Los griegos los llamaron "planetas", que significa "errantes".
En la antigüedad se conocían los cinco planetas más brillantes (Mercurio, Venus, Marte,
Júpiter y Saturno), además del Sol y la Luna.
Las estrellas salen por el este y se ponen por el oeste. Este ciclo se repite una y otra vez,
adelantándose cuatro minutos cada día. Por este motivo, las constelaciones del cielo de
invierno son distintas a las del cielo de verano.
Algunos de esos círculos de piedras fueron erigidos de modo que señalasen la salida y la
puesta del Sol y de la Luna en momentos específicos del año; señalan especialmente las
ocho posiciones extremas de la Luna en sus cambios de declinación del ciclo de 21 días
que media entre una luna llena y la siguiente.
Varios de estos observatorios se han preservado hasta la actualidad siendo los mas
famosos los de Stonehenge en Inglaterra y Carnac en Francia.
Stonehenge ha sido uno de los mas extensamente estudiados. Se construyó en varias fases
entre los años 2200 y 1600 a.C. Su utilización como instrumento astronómico permitió al
hombre del megalítico realizar un calendario bastante preciso y predecir eventos celestes
como eclipses lunares y solares.
La Astronomía en el antiguo Egipto
Los egipcios observaron que las estrellas realizan un giro completo en poco más de 365
días. Además, este ciclo de 365 días del Sol concuerda con el de las estaciones, y ya antes
del 2500 a.C. los egipcios usaban un calendario basado en ese ciclo, por lo que cabe
suponer que utilizaban la observación astronómica de manera sistemática desde el cuarto
milenio.
El año civil egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5 días llamados epagómenos. La
diferencia, pues, era de ¼ de día respecto al año solar. No utilizaban años bisiestos: 120
años después se adelantaba un mes, de tal forma que 1456 años después el año civil y el
astronómico volvían a coincidir de nuevo.
El Nilo empezaba su crecida más o menos en el momento en que la estrella Sothis, nuestro
Sirio, (el Sepedet de los egipcios), tras haber sido mucho tiempo invisible bajo el horizonte,
podía verse de nuevo poco antes de salir el Sol.
La apertura del año egipcio ocurría el primer día del primer mes de la Inundación,
aproximadamente cuando la estrella Sirio comenzaba de nuevo a observarse un poco antes
de la salida del Sol.
De finales de la época egipcia (144 d.C.) son los llamados papiros de Carlsberg, donde se
recoge un método para determinar las fases de la Luna, procedente de fuentes muy
antiguas. En ellos se establece un ciclo de 309 lunaciones por cada 25 años egipcios, de
tal forma que estos 9.125 días se disponen en grupos de meses lunares de 29 y 30 días.
El conocimiento de este ciclo permitió a los sacerdotes egipcios situar en el calendario civil
las fiestas móviles lunares.
Se cuenta la historia de los desdichados astrónomos de la corte, Hsi y Ho, que fueron
ejecutados por haber puesto en peligro la seguridad del mundo, al dejar de predecir un
eclipse de Sol.
Posteriormente, se tuvo que modificar el modelo para explicar el paso del Sol por el
horizonte; según la nueva versión del Kai t'ien, el cielo y la Tierra son semiesferas
concéntricas, siendo el radio de la semiesfera terrestre de 60.000 Ii. El texto no explica
cómo se obtuvieron las distancias mencionadas; al parecer, el modelo fue diseñado
principalmente para calcular, con un poco de geometría, la latitud de un lugar a partir de la
posición del Sol.
El Kai t'ien era demasiado complicado para cálculos prácticos y cayó en desuso con el paso
del tiempo. Alrededor del siglo II d.C., se empezó a utilizar la esfera armilar como un modelo
mecánico de la Tierra y el cielo. Al mismo tiempo surgió una nueva concepción del Universo:
la teoría del hun t'ien (cielo envolvente), según la cual: "... el cielo es como un huevo de
gallina, tan redondo como una bala de ballesta; la Tierra es como la yema del huevo, se
encuentra sola en el centro. El cielo es grande y la Tierra pequeña."
En los primeros tiempos de la historia de Grecia se consideraba que la tierra era un disco
en cuyo centro se hallaba el Olimpo y en torno suyo el Okeanos, el mar universal. Las
observaciones astronómicas tenían como fin primordial servir como guía para los
agricultores por lo que se trabajó intensamente en el diseño de un calendario que fuera útil
para estas actividades.
Las aportaciones científicas griegas más importantes se asocian con los nombres de los
filósofos Tales de Mileto y Pitágoras, pero no se conserva ninguno de sus escritos. La
leyenda de que Tales predijo un eclipse total de Sol el 28 de mayo de 585 a.C., parece ser
apócrifa.
Hacia el año 450 a.C., los griegos comenzaron un fructífero estudio de los movimientos
planetarios. Filolao (siglo V a.C.), discípulo de Pitágoras, creía que la Tierra, el Sol, la Luna
y los planetas giraban todos alrededor de un fuego central oculto por una ‘contratierra’
interpuesta. De acuerdo con su teoría, la revolución de la Tierra alrededor del fuego cada
24 horas explicaba los movimientos diarios del Sol y de las estrellas.
El más original de los antiguos observadores de los cielos fue otro griego, Aristarco de
Samos. Creía que los movimientos celestes se podían explicar mediante la hipótesis de que
la Tierra gira sobre su eje una vez cada 24 horas y que junto con los demás planetas gira
en torno al Sol.
Esta explicación fue rechazada por la mayoría de los filósofos griegos que contemplaban a
la Tierra como un globo inmóvil alrededor del cual giran los ligeros objetos celestes. Esta
teoría, conocida como sistema geocéntrico, permaneció inalterada unos 2.000 años. Sus
bases eran:
- Los Planetas, el Sol, la Luna y las Estrellas se mueven en orbitas circulares perfectas.
-La velocidad de los Planetas, el Sol, la Luna y las estrellas son perfectamente uniformes.
-La Tierra se encuentra en el centro exacto del movimiento de los cuerpos celestes.
Bajo estos principios Eudoxo (408 - 355 a.C) fue el primero en concebir el universo como
un conjunto de 27 esferas concéntricas que rodean la tierra, la cual a su vez también era
una esfera. Platón y uno de sus mas adelantados alumnos Aristóteles (384 - 322 a.C.)
mantuvieron el sistema ideado por Eudoxo agregándole no menos de cincuenta y cinco
esferas en cuyo centro se encontraba la Tierra inmóvil.
La Astronomía en Roma
El imperio Romano, tanto en sus épocas paganas como cristiana, dio poco o ningún impulso
al estudio de las ciencias.
Roma era una sociedad práctica que respetaba la técnica, pero consideraba la ciencia tan
poco útil como la pintura y la poesía. Lo que Roma valoraba era el poder económico, político
y militar.
Los conocimientos astronómicos durante este período son los que ya se conocían en época
helena, es decir, algunas teorías geocéntricas (Aristóteles) y la existencia de los planetas
visibles a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, con especial mención a
nuestro satélite natural, la Luna conocida desde siempre y considerada como un Dios.
No podemos dejar de mencionar al filósofo romano Lucrecio, del siglo I a.C., y su famosa
obra De Rerum Natura, en la que encontramos una concepción del Universo muy cercana
a la moderna, en algunos sentidos, y extrañamente retrógrada, en otros.
Pero Lucrecio no podía aceptar que la Tierra fuera redonda. En realidad, cuando Lucrecio
hablaba de un número infinito de mundos se refería a sistemas semejantes al que creía era
el nuestro: una tierra plana contenida en una esfera celeste. Pero indudablemente, a pesar
de sus desaciertos, la visión cósmica de Lucrecio no deja de ser curiosamente profética.
Los estudiosos huyeron de Alejandría y Roma hacia Bizancio y la ciencia tuvo una nueva
etapa de desarrollo en el ámbito del islam.
La Astronomía Inca
Sin duda alguna, el de los Incas es el imperio más representativo de América del Sur.
En la zona de los Andes Centrales, culturas preincaicas realizaron obras como las Líneas
de Nazca, o la Puerta del Sol en Tiahawanaco.
En realidad, aún es mucho lo que falta por investigar en este aspecto y en la actualidad
científicos de diferentes partes del mundo han vuelto a mirar a América, porque sin duda, a
pesar del saqueo realizado por los conquistadores europeos, se pueden descubrir muchas
cosas más.
El imperio de los Incas dominó América del Sur durante mucho tiempo. Es precisamente en
Cuzco, en donde muchos investigadores han encontrado documentos de colonizadores
españoles que describen el Templo del Sol, del cual irradiaban cuarenta y un ejes llamados
ceques, cuya disposición implicaba lineamientos geománticos o astronómicos, que definían
el valle en 328 huacas, las cuales cumplían funciones rituales y políticas.
Los Incas, dado lo extenso de su territorio, llegaron a tener un conocimiento bastante
avanzado de la bóveda celeste, que utilizaron para sus actividades públicas y religiosas.
Sabemos que la salida de las Pléyades tenía un significado especial para ellos, ya que su
primera aparición sobre el horizonte oriental se usaba como referencia para el calendario.
El cielo nocturno del hemisferio Sur es impresionante, con una visión espléndida de la Vía
Láctea y de sus dos galaxias satélite, las Nubes de Magallanes. Los antiguos pobladores
del Imperio Inca vieron en esos puntos brillantes en el cielo, las estrellas, unos dibujos que
gruparon e identificaron como "constelaciones".
Los Incas daban mucha importancia a las constelaciones y estaban muy interesados en la
medición del tiempo para fines agrícolas. Poseían sus propias constelaciones, entre las
cuales se destacan la Cruz del Sur y el Centauro.
La Vía Láctea era "el gran Rio Mayu", una corriente brillante cuyas zonas oscuras
resaltaban claramente sobre las zonas vecinas, llenas de estrellas. Para ellos las Vía Láctea
era oscurecida por sacos de carbón. La Astronomía también jugó un papel muy importante
para la construcción de sus ciudades.
La Astronomía Maya
Los Mayas tenían su propio calendario solar y conocían la periodicidad de los eclipses.
Inscribieron en monumentos de piedra fórmulas para predecir eclipses solares y la salida
heliaca de Venus.
La civilización maya se desarrolló en la región conocida como Mesoamérica, desde los
actuales territorios del sur de México hasta El Salvador. Si los distintos pueblos del México
antiguo llegaron hasta la fase jeroglífica, los mayas lograron la fase silábico-alfabética en
su escritura. La numeración iniciada por los olmecas con base vigesimal, la perfeccionan
los mayas, en los siglos III y IV a. C.
Los mayas conocieron desde el tercer milenio a. C. como mínimo un desarrollo astronómico
muy polifacético. Muchas de sus observaciones han llegado hasta nuestros días. Conocían
con gran exactitud las revoluciones sinódicas de los planetas Mercurio, Venus, Marte
Júpiter y Saturno. Calcularon los períodos de la Luna, del Sol y de estrellas como las
Pléyades, que señalaban los inicios de algunas festividades religiosas.
Los estudios sobre los astros que realizaron los mayas siguen sorprendiendo a los
científicos. Su obsesión por el movimiento de los cuerpos celestes se basaba en la
concepción cíclica de la historia, y la astronomía fue la herramienta que utilizaron para
conocer la influencia de los astros sobre el mundo.
El calendario comienza en una fecha cero que posiblemente sea el 8 de junio de 8498 a.
C. en nuestro cómputo del tiempo, aunque no es del todo seguro. Los mayas tenían además
un año de 365 días (con 18 meses de 20 días y un mes intercalado de 5 días). El Tzol'kin
de 260 días es uno de los calendarios más enigmáticos en cuanto su origen, algunos
postulan que se basa en una aproximación a la gestación humana.
El calendario solar maya era tan preciso como el que hoy utilizamos. Además, todas las
ciudades del periodo clásico están orientadas respecto al movimiento de la bóveda celeste.
Las cuatro escaleras del edificio suman 365 peldaños, los días del año. En el Códice Dresde
y en numerosas estelas se encuentran los cálculos de los ciclos lunar, solar, venusiano y
las tablas de periodicidad de los eclipses.
Una buena parte del conocimiento que tenían los mayas perduró incluso después de la
conquista. Al principio se practicaba de forma clandestina; después se mezcló con las
costumbres de la vida diaria, muchas de las cuales todavía siguen vigentes en la actualidad.
La Astronomía Azteca
La civilización Azteca surgió a partir del siglo X. Su máximo esplendor lo obtuvo entre los
siglos XIV al XVI, en los que ocupo desde la actual región central de México hasta parte de
Guatemala.
La astronomía ejercía tal influencia en la cultura azteca que la mayor parte de sus
tradiciones estaban basadas en el comportamiento de las estrellas y planetas.
El primer Sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por gigantes, que fue destruido
por jaguares. El segundo Sol, Nahui-Ehécati (Viento) fue destruido por un huracán. El tercer
Sol, Nahuiquiahuitl, por una lluvia de fuego. El cuarto Sol, Nahui-Ati (agua) fue destruido
por un diluvio. Y el quinto, Nahui-Ollin (movimiento) está destinado a desaparecer por
movimientos de la Tierra.
El calendario azteca, o piedra del Sol, es el monolito más antiguo que se conserva de la
cultura prehispánica. Se cree que fue esculpido alrededor del año 1479. Se trata de un
monolito circular con cuatro círculos concéntricos. En el centro se distingue el rostro de
Tonatiuh (Dios Sol), adornado con Jade y sosteniendo un cuchillo en la boca.
Los cuatro soles o eras anteriores, se encuentran representados por figuras de forma
cuadrada que flanquean al quinto sol, en el centro. El círculo exterior está formado por 20
áreas que representan los días de cada uno de los 18 meses que constaba el calendario
azteca.
Como la suma da 360 días, para completar los 365 días del año solar los aztecas
incorporaban 5 días aciagos, llamado Nemontemi o "días de sacrificio".
Para los aztecas, la sucesión del día y la noche se explicaba por las constantes luchas entre
los astros principales. Dado que durante el día es muy difícil observar la Luna e imposible
a las estrellas, los aztecas interpretaban que el sol naciente (Huitzilopochtli) mataba a la
Luna (Coyolxauhqui) y a las estrellas.
Para los aztecas, la astronomía era muy importante, ya que formaba parte de la religión.
Construyeron observatorios que les permitieron realizar observaciones muy precisas, hasta
el punto que midieron con gran exactitud las revoluciones sinódicas del Sol, la Luna y los
planetas Venus y Marte.
Otro gran avance astronómico de la civilización azteca fue la predicción de eclipses solares
y lunares, así como del paso de cometas y estrellas fugaces.
Los nobles y sacerdotes realizaban las labores de observación celeste según rituales
nocturnos que les permitían definir sus calendarios. Los templos eran lugares altos para
poder seguir la salida y puesta de los astros.
Al igual que casi todos los pueblos antiguos, los aztecas agruparon las estrellas brillantes
en asociaciones aparentes (constelaciones). Los cometas fueron denominados "las
estrellas que humean".