Sunteți pe pagina 1din 196

Lombrices

Por

José Vicente Valle Serrano




LISTADO DE PERSONAJES PRINCIPALES


Marcos Aceña Hiraldo. — Profesor de Biología


Ramiro Márquez Puig. — Profesor de Física
Marina Rossovich. — Doctoranda de Biología
David Solomon — Katsa (Oficial) del MOSSAD
Ezra Williams. — Científico Jefe de la Operación Blind Zone
Isaac Amit. — “S”, Memuneh (Director) MOSSAD
Nahum Shiloah. — Número 2. Jefe de Operaciones Exteriores MOSSAD
Mehir Halevi. — Número 3. Jefe de Información. MOSSAD
Georges Kovac — Director de Operaciones. ASN-USA
Randolph McNichols — Subdirector de Señales. ASN-USA
Paul Richardson. — Agente ASN-USA
Harlam Brey. — Agente ASN-USA
Miguel Ramos López. — Sargento de la Guardia Civil. Jefe de Puesto. El
Molar, Madrid
Antonio Álvarez Royo. — Sargento de la Guardia Civil, retirado
Pedro Rodríguez — Pastor. El Molar
Maruja Expósito “La Cuqui”. — Dueña de la Pensión Maruja
Custodio Arenas “Gibson”. — Portero de noche en la Pensión Maruja
Aarón / Lucas — Katsas (Agentes) del MOSSAD

ABREVIATURAS

ASN: Agencia de Seguridad Nacional. Estados Unidos


MOSSAD: Instituto para Inteligencia y Operaciones Especiales. Israel


CAPITULO 1

Noviembre 1972.
En algún lugar de la zona sur de la sierra de Madrid.
01:30 horas
El grupo de hombres se desplazaba con dificultad por aquel páramo
helado, intentando no resbalar con la tierra suelta y las zonas heladas que
había por doquier.
Era un equipo de ocho hombres que trasportaban a sus espaldas mochilas
pesadas, de color negro, al igual que sus vestimentas, lo que les hacía casi
invisibles en aquella noche sin luna.
El que encabezaba la marcha, levantó el puño cerrado de su brazo
izquierdo y sin mediar palabra todo el grupo se detuvo, mirando a aquél que
había alzado el brazo:
-Attention!!
I want to consult the map, a moment
Yes, we are in the green zone. We camp here and start the test*-
*(Atención. Voy a consultar el mapa, un momento. Sí, estamos en la zona
verde. Acamparemos aquí y comenzaremos el ensayo)
El ejército norteamericano, después del “ensayo” de la bomba atómica
contra los japoneses, creó una unidad ultra secreta que continuó investigando
nuevas municiones basadas en la energía nuclear. Esta unidad se llamó Blind
Zone (zona ciega) en alusión a los devastadores efectos que la deflagración de
la bomba provocaba en los ojos de quien la miraba directamente y sin
protección.
El Gobierno norteamericano nunca había aceptado como ciertas las
acusaciones que, desde el exterior del país, se hacían acerca de la existencia de
dicha unidad de élite en su ejército y hubieran desmentido hasta la muerte a
quien dijera lo contrario.
Sin embargo, en aquel páramo serrano de la meseta española, estaban
aquella noche, ocho de los especialistas más cualificados de dicha unidad que,
al amparo de los acuerdos suscritos, en la época, entre Estados Unidos y
España, podían campar con relativa facilidad por el territorio español.
Habían llegado el día anterior a la, entonces base norteamericana, de
Torrejón de Ardoz, provenientes de la Base Aérea de Thule, en Groenlandia,
un lugar remoto, cercano al Polo Norte, en cual, unos años antes, en 1968, se
vio envuelto en un turbio asunto sobre un accidente de un bombardero B-52
con contaminación nuclear debido al cargamento que el avión siniestrado
llevaba: cuatro bombas nucleares de hidrógeno, de las cuales una, nunca fue
recuperada.
Ahora, la investigación secreta que se llevaba a cabo en las instalaciones
de Thule se centraba en la inoculación de material radiactivo en animales y su
impacto en un nicho ecológico determinado.
Los científicos del proyecto Blind Zone, habían llegado a la conclusión,
tras muchos intentos fallidos, que el organismo vivo que mejor podría servir a
sus estudios, era un invertebrado de vida corta, con una alta tasa de
reproducción y que estuviera relativamente protegido de los predadores.
Las lombrices de tierra cumplían con sus deseos: eran fáciles de radiar,
soportaban dichas radiaciones con mayor o menor suerte y además, al pasar la
mayor parte de sus días bajo tierra, se encontraban más protegidas que otros
invertebrados, aunque no a salvo completamente del ataque de sus predadores.
Por ello, eligieron un grupo de lombrices de la familia de los Enquitreidos,
por su tamaño pequeño y su facilidad de “suelta” y adaptación al medio, que
no era otro que las estribaciones de la zona sur de la sierra madrileña.
El grupo extrajo de sus mochilas, cuatro pequeñas cajas de plástico
transparente en las cuales sobrevivían cuatrocientos ejemplares de
Enquitreidos radiados con isótopo de Selenio75 cultivado en laboratorio
expresamente para este cometido.
Antes de abrir las cajas, delimitaron una zona de terreno de 5 por 5 metros
ayudándose de unas clavijas y una cinta de color naranja. A continuación
tomaron sus pequeñas palas adheridas a sus mochilas y comenzaron a cavar
dentro del área delimitada. Dos horas después habían conseguido abrir un
agujero de 30 centímetros de profundidad. Procedieron a cubrirlo con una tela
plástica y un aislante asfáltico de manera que quedara aislada del resto del
suelo. Después colocaron cinco centímetros de suelo tapándolo todo por
completo.
A continuación, dos de ellos se vistieron con un mono aislante provisto de
capucha con filtro activo de carbón y guantes dobles, cogieron las cajas y, tras
avisar a los demás de que se alejaran unos 25 metros, comenzaron a abrirlas y
a esparcir su contenido vivo por el área de tierra. Rápidamente, echaron el
resto de la tierra sobre las lombrices y lo cubrieron todo con una fina tela de
color blanquecino para que no hubiera fugas, dejando la parte superior de las
clavijas al aire, así mismo, cubrieron con más tierra la cinta de color naranja.
Habían empleado unas cuatro horas en llevar a cabo su acción, a pesar de
que el suelo estaba casi congelado. Ya casi al amanecer se encaminaron,
vestidos como civiles corrientes, al pueblo más cercano a tomar un fuerte café
español.
Les llamó la atención que el pueblecito que comenzaba a despertar con las
luces del alba, tuviera un nombre tan curioso, algo así como “diente o muela”
en su traducción al inglés, finalmente uno de ellos despejó la incógnita al sacar
un mapa y leer el nombre de aquella aldea: “El Molar”
Tres semanas después y, también al abrigo de la madrugada, los ocho
hombres estaban de vuelta en la zona donde habían llevado a cabo la suelta de
lombrices días atrás, esta vez un vehículo todo terreno les acompañaba.
En esta ocasión, todos iban provistos del traje anti radiación, puesto que
ahora necesitaban la fuerza conjunta de todos para retirar el aislante plástico
del agujero que habían construido y llevarse con ellos el suelo contaminado y
las lombrices en él.
Tardaron un buen rato en completar su misión, vaciaron el plástico con la
tierra y las lombrices en contendores estancos y los subieron al vehículo de
apoyo, metieron el plástico en varias bolsas, estancas también, y lo cubrieron
todo con aislante anti radiactividad, dejando el lugar para no volver nunca
más.
El reloj marcaba las 06:35 horas de la madrugada y los primeros rayos de
sol de invierno comenzaban a aclarar la yerma superficie del páramo.
Algo más tarde, cuando el sol empezó a estar más alto y sus tímidos rayos
iban fundiendo lentamente la escarcha del suelo, a unos pocos metros del lugar
donde acababan de estar los americanos, un pequeño acúmulo de tierra del
tamaño de una lenteja, comenzó a moverse lentamente. Poco a poco fue
cediendo el terreno y dejó ver una pequeña puntita de carne rosada que
olisqueaba la mañana como si fuera la trufa de un pequeño roedor.
La lombriz perteneciente al grupo de los Enquitreidos se fue abriendo
camino por el suelo hasta salir por completo al amanecer serrano. Su cuerpo,
originalmente rosado, estaba ennegrecido por la radiación y su piel, que
antaño había estado siempre húmeda, ahora había sufrido una mutación
espontánea debido a la exposición al isótopo radioactivo, presentando un
aspecto aterciopelado, negra, sucia y donde antes se insertaban unos pequeños
pelitos que se denominan quetas pareadas, ahora había unas pequeñas pústulas
llenas de un líquido viscoso.
La lombriz detuvo su movimiento, pareciera que para reunir fuerzas
suficientes, y reanudó lentamente su camino. Pasados unos minutos, una
corneja de color negro se posó a escasos centímetros de la lombriz, la miró
varias veces y le lanzó el pico con intención de que fuera su desayuno diario,
inmediatamente, la corneja escupió al invertebrado, movió la cabeza a un lado
y al otro y de su pico salió un escupitajo de sangre roja, trastabilló sobre sus
patas y, sin dejar de escupir sangre, cayó al suelo donde, tras unos cuantos
minutos de espasmos musculares, murió y sus ojos se tornaron vidriosos.
La lombriz, que había iniciado un lento pero rítmico baile hacia delante y
hacia atrás, se fue recuperando del encuentro, giró un poco y se introdujo bajo
el cadáver de la corneja. Unos diez minutos después, reapareció y comenzó a
horadar la tierra para desaparecer en ella.

CAPÍTULO 2

El Molar, Madrid, España


Enero de 2012
El sol comenzaba a extender sus rayos por las lomas desiertas y yermas de
aquel paraje. El rocío de la madrugada, ahora convertido en escarcha por el
frío, dibujaba pequeñas lágrimas de agua sobre los terrones de suelo dándoles
un aspecto brillante.
Uno de esos terrones comenzó a balancearse poco a poco, primero
despacio, luego venciéndose hacia su lado más llano y por último rodó unos
cuantos centímetros. Del lugar donde hasta entonces había estado comenzó a
surgir una punta como de plastilina de color rosado, casi gris, que a duras
penas taladraba la superficie del suelo, en unos segundos, la punta rosada
apareció en toda su plenitud: una lombriz de tierra acababa de despertar al
nuevo día, en busca de suelos más fértiles que constituyeran su alimento.
Con delicadeza y cubriendo sus manos con unos guantes de disección, el
hombre agarró por su extremidad anterior al animal y, retirando la tierra que
cubría el pequeño cuerpo alargado, la separó del suelo y se la acercó a la cara:
- Uuuhmm, buen ejemplar de Alollobophora…-
Luego con la misma delicadeza empleada en la recolección, la introdujo en
un pequeño recipiente rectangular donde había una solución de formaldehído
al 8%, en el cual la lombriz se retorció acusando el efecto químico del fijador
al repartirse por todo su cuerpo y muriendo en cuestión de segundos.
A continuación estiró el cuerpo del animal sobre un papel secante y tras
unos momentos de espera, la introdujo en un tubo de ensayo, junto con una
pequeña etiqueta donde apuntó la especie encontrada, su propio nombre como
recolector, la fecha y el lugar donde se encontraba.
Marcos Aceña Hiraldo, doctor en biología y especialista en lombrices de
tierra, recogió su equipo de campo, subió a su vehículo y abandonó el lugar.
Tenía 35 años. Desde poco antes de acabar la carrera, se había dedicado al
estudio y la investigación, primero con la tesis y después quedándose a
trabajar en el Departamento algo que le había impedido tener una vida social,
más o menos, normal lo que conllevaba que a estas alturas, aún estaba soltero
y por más que lo intentaba había llegado a la conclusión de que en ese estado
acabaría sus días.
Demasiado tiempo en su pequeño laboratorio de la Facultad, noches en
vela cuidando a “sus niñas” como le gustaba decir, demasiados fines de
semana en el campo…sin tiempo para nada más…y, la verdad, estaba harto.
Estaba en ese momento de su vida en el cual se encontraba aburrido de su
existencia, sin sensaciones, sin ilusiones y sin esperanzas. En su trabajo era
bueno pero no le habían permitido subir en el escalafón, los consejos
académicos habían premiado parcamente su dedicación plena y se mantenía
con un pequeño sueldo de profesor auxiliar y unas cuantas horas de clase que
cada vez le hastiaban más y le aburrían.
Por eso durante aquel amanecer en la loma, donde tantos había visto, sólo
y profundamente deprimido, comenzó a gestar en su mente lo que haría a
partir de entonces, y una única palabra se repetía en su cerebro hasta hacerse
monótona: VENGANZA, sí, pura y dura venganza, de su vida, de su trabajo…
de la gente y del mundo en general que, pensaba él, tan mal le había tratado.
El problema era que no sabía cómo llevar a cabo su plan. No tenía
excesivo dinero, algunos ahorros, si, claro, sin salir, sin gastar, apenas lo
mínimo para comer, había ido acumulando una suma que, sin ser importante,
tampoco era poco, pero bueno, no era suficiente para llevar a cabo lo que
pretendía…
Ese día pasó como los demás, sin pena ni gloria, sin sustos, preocupaciones
o sorpresas…es decir, como todos los demás, anodinos y vacíos, planos.
Cuando llegó por la noche a su casa, eran más de las diez, estaba cansado,
la vista le fallaba cada día más…demasiado tiempo a la lupa, el microscopio o
el maldito ordenador, le estaban pasando factura. Cenó frugalmente, una
tortilla y un par de latas de cerveza, y después de comprobar que en la
televisión, para variar, sólo ponían programas de cotilleos y películas vistas
miles de veces, se metió en la cama pidiendo con locura que el día siguiente
fuera distinto a todos los demás que habían conformado, hasta ahora, su vida.
Nuevamente el amanecer del día, le sorprendió sobre el mismo páramo
buscando más ejemplares de lombrices. Otro día igual que todos.
El sol ya estaba alto cuando de pronto, tras desmenuzar a conciencia un
terrón de suelo, apareció un espécimen raro, no era como todos los demás, de
hecho, no se parecía de ninguna forma a los otros. Era pequeña, apenas cinco
centímetros de longitud y extremadamente fina, de un color negruzco sucio y
con la piel poco brillante, algo que extrañó al especialista, puesto que las
lombrices lubrican su piel para poder desplazarse por el suelo, ésta, en cambio,
tenía la superficie de su piel como de terciopelo, fina y sedosa, aunque con los
guantes de disección poco se podría sentir, sin embargo era una lombriz
auténtica, rara, pero auténtica.
Escarbó aún más en el lugar donde había aparecido y logró encontrar
media docena más de aquellos animales extraños y los entubó, como hacía con
todos, aunque esta vez decidió que lo haría vivos, sin matarlos previamente,
habría que estudiarlos detenidamente en el laboratorio.
Una vez de vuelta en la Universidad, accedió a su laboratorio, encendió la
luz de la lupa, depositó un ejemplar en una placa de Petri y lo puso bajo la
lente. La piel, efectivamente, era distinta a las conocidas, bajo la potente lente
de la lupa, aparecía más sedosa todavía, con reflejos iridiscentes y
curiosamente sin pilosidad alguna. En vez de los pelos normales (quetas se
denominan científicamente), tenía unas pequeñas papilas bulbosas
semitransparentes y, en su interior, lo que semejaba un líquido de aspecto
purulento. La segmentación en anillos del cuerpo era perfecta y la parte final
posterior era exactamente igual al resto de anélidos.
Sin embargo, aquellas papilas rellenas eran algo que nunca había visto,
tocó su superficie con las pinzas de disección y las notó extremadamente
blandas pero a la vez coriáceas, como si fuera una protección hacia dentro o
hacia fuera de su contenido.
Debajo de la lombriz había puesto una pequeña porción de papel de filtro
que permitía, bajo la lupa, apreciar mejor el ejemplar. Empujó un poco más
una de aquellas papilas tan extrañas y de pronto explotó, pero no de forma
violenta, simplemente, se pinchó y dejó escapar el líquido viscoso de su
interior, inmediatamente, todas las demás papilas que cubrían la piel del
animal explotaron también, “por simpatía” como se dice de los explosivos y la
mayor parte del papel de la placa quedo empapado con ese líquido.
Sorprendido por la reacción, Marcos comprobó si la lombriz aún vivía y,
curiosamente, no sólo seguía viviendo sino que comenzó un extraño baile
hacia delante y hacia atrás que hacía temblar todo su pequeño cuerpo, poco a
poco las papilas se fueron cerrando y llenando a la vez de nuevas porciones de
líquido, de forma que en apenas un par de minutos, la piel de la lombriz había
vuelto a tener la apariencia normal de antes. No así el papel de filtro que
aparecía ahora quemado en aquellas partes donde se había mojado y los bordes
de los pequeños agujeros que había por doquier en la lámina estaban
renegridos, como carbonizados por una llama invisible e inexistente.
La sorpresa de Marcos pasó directamente a estupefacción, nunca había
visto un proceso de regeneración tan rápido en ningún animal conocido y
menos aún que la secreción de las papilas fuera tan virulenta. Con mucho
cuidado cogió el trozo del papel de la placa y le acercó una tira de papel
Tornasol, que se utiliza para datar la acidez o basicidad de los líquidos, el
papel reactivo se acidificó al momento señalando una acidez extrema. Acto
seguido lo metió en una pequeña probeta para someterlo a un análisis más
profundo con Phmetro electrónico que le daría una respuesta más exacta de
qué era aquél ácido.
Eran ya más de las once de la noche cuando el ordenador empezó a
“escupir” los primeros resultados del análisis de aquel líquido extraño. La
lectura del mismo dejó a Marcos tremendamente estupefacto, efectivamente
era una sustancia ácida, muy ácida, con un contenido en ácido butírico enorme
pero también, y esto era lo más raro, con grandes cantidades de un isótopo
radiactivo, algo inaudito en aquellos animales, puesto que la concentración era
tan alta que hubiera bastado para matar a un ser humano, mucho más a aquel
organismo. Sin embargo vivía y coexistía con esas grandes cantidades
aparentemente sin ningún problema.
No le importó la hora y continuó con su análisis. Decidió sacrificar uno de
los especímenes para ver el contenido de su tubo digestivo.
Como buena lombriz, puesto que en esencia era una lombriz, la mayor
parte de su alimentación se basaba en suelo, casi igual que el resto de sus
congéneres pero curiosamente ese suelo contenía pequeñas proporciones del
isótopo radiactivo y más curioso aún, la lombriz seleccionaba pequeñas
cantidades de materia orgánica, esencialmente, restos de minúsculos de
animales como parte esencial de su alimentación.
-Parece que saca la vitalidad de la energía nuclear…como si fuera un
submarino y encima es carnívora, ¡No puede ser!- Exclamó el biólogo,
altamente intrigado. -Una lombriz de tierra que obtiene su energía de la
radiactividad de un isótopo y que come carne ¡Qué barbaridad!-
Ese día no acudió a su cita con el amanecer en las lomas odiadas,
directamente se fue a su casa aduciendo en la Facultad que se encontraba mal.
Ya en su habitación se tumbó en la cama, se quedó mirando al techo y
comenzó a pensar… una lombriz carnívora nuclear, un hallazgo enorme para
la ciencia… pero ¿Para qué?, ¿Para que luego llegaran las eminencias y le
pisaran su descubrimiento?, ¿Para que cualquier enchufado del catedrático se
adueñara de sus lombrices y lo publicara como suyo?...NO, NO Y MIL
VECES NO, el descubrimiento era suyo, sólo suyo y sólo él se serviría de
aquellos bichos, nadie más metería sus manos en esto.
A media mañana, casi sin descansar, se acercó a la Facultad de Físicas,
donde tenía un amigo que como él, sólo vivía para el trabajo:
- Hola Ramiro, ¿Qué tal va eso?-
El físico levantó su cara de la pantalla del ordenador.
Ramiro Márquez Puig, era, a sus 45 años, un tipo bajito, rechoncho con
apenas pelo sobre su cabeza. Vestía siempre un raído jersey de cuello de pico
con rombos, del cual corría por la Facultad la leyenda urbana de que “había
nacido ya con el puesto”. Taciturno, callado y muy reservado, sus compañeros
le evitaban de una manera más o menos amable porque además gastaba “unas
malas pulgas del carajo” y parecía siempre enfadado.
- Hola, lombricero, ¿Cómo tú por aquí?-
Sonriendo, Marcos le contestó:
-Pues verás, ando buscando lombrices, como siempre, y te traía un trocito
de suelo para que le echaras un vistazo-
-¿Suelo?, querrás decir, que me traes tierra-, protestó el físico
-Bueno, suelo, tierra… es lo mismo, aunque nosotros preferimos llamarlo
suelo, ¿Me lo vas a mirar de todas formas o no?-
El físico rio y repuso:
-Vale, vale, te lo miro, déjamelo ahí encima que ahora tengo curro y no
puedo. Cuando tenga algo, te llamo, ¿OK?, pero eso sí, me deberás unas
cervezas-
Marcos contestó:
-Eso está hecho, hombre, hasta que te salgan por las orejas-
Regresó el científico a su Facultad y se encerró de nuevo en su laboratorio.
Le quedaban cinco ejemplares de “su” lombriz a la que cariñosamente había
bautizado como “marqueña” en referencia a su propio nombre. Pensó que eran
pocos… ¿Y si conseguía reproducirlos en su laboratorio? Ya lo había
conseguido con otros ejemplares, ¿Por qué este iba a ser distinto?
Preparó dos recipientes de plástico circular con un volumen de 800
centímetros cúbicos y los llenó hasta las tres cuartas partes con el suelo donde
había capturado los animales, los roció con agua destilada para conseguir una
humedad del 20%, prácticamente igual a la natural y en cada uno de ellos
depositó una pareja de las marqueñas, dejando otro recipiente idéntico para el
otro ejemplar que por ahora viviría sólo.
Ajustó la temperatura diurna y nocturna en una cámara de estivación e
introdujo los botes, rezando para conseguir en pocos días una buena “camada”
de marqueñas.
Pocos minutos después de terminar de comer, sonó el teléfono móvil, dejó
lo que tenía entre manos y preguntó:
-¿Dígame?-
- Lombricero, soy Ramiro, tienes que venir ya… ¿De dónde coño has
sacado este montón de mierda en forma de tierra?- Su amigo físico había
colgado repentinamente después de hablar sin darle tiempo a contestar
Algo perplejo, Marcos, dejó la bata sustituyéndola por una cazadora y salió
disparado para el edificio contiguo que era el de la Facultad de Físicas.
Ya en el laboratorio de Ramiro, se sentó a su mesa y le preguntó:
-¡Vaya prisas! Bueno, a ver, ¿Qué pasa?-
El físico le miró en silencio un rato y luego comenzó a hablar:
- Me imagino que tendrás la física muy olvidada, eso sin contar que
cuando tú la estudiaste, los Curie iban a parvulitos… en fin, voy a darte una
clase rápida y gratis: La radiactividad o radioactividad es un fenómeno físico
natural, por el cual algunos cuerpos o elementos químicos llamados
radiactivos, emiten radiaciones que tienen la propiedad de impresionar placas
fotográficas, ionizar gases, producir fluorescencia, atravesar cuerpos opacos a
la luz ordinaria, etc. Además esta radiactividad puede ser natural, es decir,
manifestada por los isótopos que se encuentran en la naturaleza, o bien puede
ser artificial o inducida, lo que significa que es manifestada por los
radioisótopos producidos en transformaciones artificiales
Las radiaciones pueden ser de tres tipos, alfa, beta y gamma. Una radiación
alfa o beta es relativamente poco peligrosa fuera del cuerpo. En cambio, es
extremadamente peligrosa cuando se inhala. Por otro lado, las radiaciones
gamma son siempre dañinas puesto que se les neutraliza con dificultad.
Por otra parte está la llamada dosis efectiva que es la suma de las dosis
recibidas desde el exterior del cuerpo y desde su interior y que se considera
que empieza a producir efectos en el organismo de forma detectable a partir de
100 mSv (10 rem) en un periodo de 1 año.
Hasta aquí la teoría, ¿Alguna pregunta, lombricero?-
Marcos contestó que no con la cabeza, aunque en realidad había entendido
más bien poco de la explicación y lo que realmente se preguntaba era cómo
podían entender a aquel tipejo sus alumnos.
El físico continuó su perorata:
-Vamos con la “chicha” de todo esto, primero: ¿De dónde has sacado la
tierra?-
Marcos respondió:
-De donde siempre, de El Molar, ¿Por qué?-
Ramiro juntó las manos, se echó hacia delante y casi en susurro, contestó:
-Es una tierra muy rara, Marcos, muy, muy rara. Para que te hagas una
idea, yo no había visto algo semejante en toda mi vida-
Alarmado, Marcos repuso:
-¿Rara?, pues a mí me parece de lo más normal, como toda la que llevo
trayendo desde hace no sé cuántos años-
-De normal no tiene ni el nombre, te lo aseguro- contestó el físico y añadió
-Vale, ambos somos científicos, así que vamos al grano: esa tierra o suelo o
como coño quieras llamarlo, está saturado de Radón 222 y Selenio 75, el
primero de ellos es un isótopo radiactivo natural, a veces, casi común, pero el
segundo, el selenio, es artificial y bastante rarito como para que aparezca en
un terruño en el campo. Por sí solos son radiactivos pero casi inofensivos, pero
cuando se juntan comienzan a bailar que da gusto, provocando un sindios de
padre y muy señor mío. Para que te hagas una idea, la dosis efectiva de la que
te hablaba antes era de 100 mSv (10 rem), ¿Recuerdas?, pues bien, tu tierra
presenta una dosis efectiva de más de 100.000mSv, o lo que es lo mismo
varias Hiroshima y Nagasaki juntas. Si lo que me extraña es que esta tierra no
esté dando más luz que El Escorial en día de fiesta y para joder aún más el
asunto, la radiación es exclusivamente gamma, la peor…Una joyita de tierra la
que has encontrado, cabrón-
Marcos no salía de su asombro:
-Pero, ¿Cómo es posible que tanta radiación esté en una zona yerma y no
haya afectado al pueblo que está al ladito?-
El físico respondió:
-Es sencillo, He estado recordando un poco las clases de geología de la
facultad. Las rocas que han formado esa zona son las que se desprendieron de
la sierra y la mayoría son granitos. Entre tus tierras y el pueblo hay una
pantalla enorme de granito que funciona como muro de contención. Ahora
bien, como se les ocurra construir cerca les van a salir ojos de colores hasta en
el culo-
Marcos, se quedó pensativo y luego añadió:
-Entonces, ¿Ningún organismo podría vivir en ese ambiente?-
-Es absolutamente imposible…por lo menos de los organismos conocidos-,
contestó el físico.
Volvió Marcos pensativo a su laboratorio, dándole vueltas a la lección de
física que su amigo le había soltado, pero, sobre todo, pensando en sus últimas
palabras: “-Ningún organismo vivo podría vivir en aquél suelo…por lo menos,
conocido-“
¿Y si al final iba a resultar que sí que había descubierto una especie nueva?
¿Y si se iba a hacer famoso en la comunidad científica poniendo su nombre a
las marqueñas?
-¡Buuuf!-, gritó, -¡Demasiado bueno, como para ser verdad!-
Lo mejor era permanecer callado, investigar el suelo de la comarca donde
había encontrado las lombrices y después extender sus hallazgos en la mesa y
pensar, pensar qué iba a hacer con todo aquello.
Decidió ir a su casa y dejar para otro día la Facultad, las últimas noticias de
ese día eran suficientemente importantes como para dedicarles el resto de la
jornada, eso sí, acompañado de unas buenas y frías cervezas

CAPITULO 3

Había pasado un día entero en el cual, Marcos, no había aparecido por la


Facultad. De hecho, el catedrático le había llamado y Marcos le había dicho
que, con toda seguridad, había pillado un virus cabrón que no le permitía ni
salir de la cama, pero que en cuanto se sintiera mejor, retomaría sus
ocupaciones y se pondría al día enseguida.
El académico le había deseado una pronta recuperación y Marcos, mirando
el auricular, ahora mudo, dijo:
-Valiente hijo de puta, si supieras lo que tengo entre manos, viejo, ¡Te
morías del susto!-
Había que investigar bien aquél asunto de las marqueñas. -¡Mira que son
feas y raras, las jodías!- Se decía una y otra vez el científico, pero no por ello
perdía la esperanza de llevar a cabo su venganza contra quien fuera que se
pusiera en su camino y, pensaba,-Estas lombrices me van a ayudar un montón
a conseguirlo-
Lo primero era ver si sería capaz de reproducirlas en el laboratorio.
Cuantas más tuviera más pruebas podría hacer con ellas. En el caso de no
conseguir su reproducción, no le quedaría más remedio que volver al páramo y
buscar más, hasta conseguir una buena población, pero claro, estaba el asunto
de la tierra. Si las lombrices se alimentaban de tierra radioactiva, ¿Cómo
carajo iba a poder mantener cantidades de esa tierra en un laboratorio de la
facultad sin provocar una irradiación a escala mundial? Tendría que preguntar
a Ramiro cómo se podría conseguir almacenar esta tierra sin que fuera una
amenaza ni para él ni para nadie.
Por otra parte y, aunque su laboratorio no lo pisaba nadie, más que nada
porque en el Departamento lo consideraban un “bicho raro”, había que
establecer un sistema de seguridad suficiente como para que nadie se
inmiscuyera en sus asuntos y poner un candado en la puerta no era opción, de
hecho estaba prohibido por las normas de la Facultad. Lo mejor era decir que
estaba investigando algo que necesitara la más absoluta soledad, pero ¿Cómo?
La respuesta le llegó rápidamente: debería trabajar por las noches, cuando la
Facultad estaba vacía y el único otro ser humano en el edificio sería el
vigilante nocturno al cual, si se le avisaba previamente, no aparecería por
aquella planta en toda la noche.
Pero, claro, ¿Cómo convencer al catedrático de que tenía que trabajar sólo
por las noches?, a ver, si era catedrático sería por algo y si había una cosa
segura es que era muy listo. Convencerlo de este trabajo nocturno requeriría
de una muy buena excusa, porque además estaba el hecho de que durante el
día tendría que dormir algo, si no, poco iba a rendir por las noches. Enseñarle
las lombrices quedaba descartado, ¡Menudo cabrón! ¡Si las viera se acabaría
todo!, no, no, no podía verlas…el asunto se le antojaba difícil, pero ya se le
ocurriría algo, estaba seguro.
¡Bioluminiscencia!, eso era, ¡La bioluminiscencia de las lombrices!
No hace mucho había leído un artículo científico, en el cual unos
investigadores habían inoculado a conejos, células luminiscentes de algunas
algas marinas, con lo cual habían conseguido que los conejos, en cuestión,
dieran luz, tenue, pero luz a fin de cuentas. Pues bien, él, trataría de convencer
al catedrático de que las lombrices también podían adquirir esa cualidad y de
que con bioluminiscencia les sería más fácil adaptarse al medio…Era algo
peregrino porque si de algo estaba convencido, él y la comunidad científica
lombricera, era de que estos animalitos no tenían la más mínima intención de
hacerse notar, es más, mejor que nadie los viera porque peligraba su
integridad, pero bueno, era un punto de partida y ya elaboraría una buena
teoría al respecto. Por ahora ya contaba con la idea principal y no era poca
cosa.
Lo primero era ir a ver a Ramiro para que le diera la clave para almacenar
suelo radiactivo en la Facultad. Miró el reloj –las dos y media- buena hora, el
físico estaría echándose su siestecita habitual hasta las tres y media, le
despertaría aunque eso significara una buena bronca, pero seguro que le
atendía, total, el pobre, no tenía otro amigo en toda la ciudad universitaria que
le hiciera caso.
Llegó a la Facultad de Físicas a las tres y se encaminó directamente al
pequeño despacho-cubil que ocupaba Ramiro. No llamó a la puerta, sabía que
si lo hacía, su amigo gruñiría aún más, asique entró suavemente y sin hacer
ruido, se fue hacia el gran sillón que estaba enfrente de la única ventana del
despacho y de espaldas a la puerta –Así puedo disimular si entra alguien- solía
decir Ramiro. Se puso de frente al sillón y observó la cara abotargada del
físico que se había dormido sosteniendo el último número de una revista de
comic algo friki.
-¡Ramiro!, ¡Ramiro!, ¡despierta, por favor!, ¡Ramiro!-
Un leve ronquido fue la señal de que el físico iba volviendo del submundo
en el cual se encontraba.
-¡RAMIRO, COÑO! Despierta- gritó Marcos
Suficiente aliciente para que el físico diera un respingo, mirara la cara de
su amigo, algo perdido y comenzara a bufar como un buey
-¡Jodeeeeer!, ¿Pero es que ya no puede uno estar tranquilo ni en su
despacho? Me voy a tener que encerrar en el baño, ¡coño! Vamos a ver, ¿Qué
tripa se te ha roto ahora, lombricero?-
Marcos acercó una silla al lado del físico y le ofreció una lata de refresco
de cola:
-Ramiro, sigo dándole vueltas al asunto de la tierra que te enseñé ayer-
El físico le miraba enfurruñado pero Marcos continuó:
-En realidad, ayer, no te dije toda la verdad. Cuando hiciste el análisis del
suelo me comentaste que ningún ser vivo podría vivir en él, por sus altas
condiciones de radiactividad… Pues bien, yo he descubierto que sí, que hay un
ser vivo capaz de vivir en ese suelo…son unas lombrices muy pequeñas y muy
raras, tanto que no sólo son radiactivas sino que se alimentan de carne…
Ramiro, ¡Son lombrices carnívoras!-
Ramiro le miró y luego dijo:
-Definitivamente, lombricero, tú has perdido la chaveta. Eso que me dices
es imposible, nada ni nadie podría vivir en ese suelo-
El biólogo le enseñó la pantalla de su móvil:
-Mira, éstas son las lombrices que he encontrado junto con el suelo:
Ramiro miró las imágenes:
-¡Joder, qué feas son! Pero… ¿De verdad son lombrices?-
Marcos asintió con la cabeza y continuó:
-Resulta que he decidido criarlas en el laboratorio, pero tengo un problema,
y es que no sé cómo puedo tener suelo radiactivo allí sin que se monte un
pifostio por radiación-
El físico lo miró incrédulo:
-¿Pero tú te has vuelto majareta o qué?, ¿Cómo vas a tener suelo
contaminado en un lugar sin el suficiente aislante radioactivo?, ¿Nos quieres
matar a todos?-
Marcos sonrió:
-No, hombre, no, por eso estoy aquí, para que me digas qué tengo que
hacer para que sea un sitio seguro-
Ramiro dio un largo sorbo a su refresco, eructó sonoramente y añadió:
-Bueno, si quieres tener material radiactivo en tu laboratorio, es sencillo,
sólo tienes que construir un “castillo de plomo-
Marcos le miró sorprendido:
-Un castillo de plomo y eso ¿qué es?-
El físico no dejaba de sonreír:
-Básicamente es un aislante biológico, o lo que es lo mismo, es una
construcción rectangular de paredes de hormigón con ventanas hechas con
láminas de plomo y cristal especial enriquecido con más plomo; además
tendrías que tener muy buena ventilación y llevar todo el rato un traje
protector con máscara y filtro de carbón activo y un dosímetro para medir la
radiación constantemente… total, cosas que puedes comprar en un chino o si
lo quieres algo mejor, en IKEA-
Dicho esto, el físico rompió a reír a carcajadas lo que le provocó, por una
parte que vertiera el contenido de la lata de refresco y por otra, un acceso de
tos que Marcos tuvo que remediar con unos golpecitos en la espalda del
científico.
Una vez terminado el “proceso”, Marcos le volvió a preguntar a Ramiro:
-Vale, ya te has reído suficiente, ahora dime, en serio, ¿Cómo puedo tener
suelo radiactivo en mi laboratorio?-
Volvió a respirar con normalidad el físico y respondió:
-Parece que vas en serio con eso de tener material contaminado…bueno,
sería posible si tuvieras lo que te he dicho pero en una escala algo menor. Por
ejemplo si tuvieras un horno con unas buenas paredes de cerámica y chapa,
igual, si la muestra no contiene mucha “radio”, sería posible mantenerlo
durante un tiempo, pero no sería prolongado, además tu tierra tiene bastante
radiación, sería complicado pero no imposible, siempre y cuando no tuvieras
mucha cantidad-
-¿Te refieres a una estufa tipo mufla?-dijo Marcos
-Sí, algo así, una estufa de alta temperatura y con paredes muy gruesas. Sí,
creo que con eso podrías tener uno o dos quilos de tierra-
Marcos se dio la vuelta y comenzó a pasear por el pequeño despacho.
Efectivamente, tenía una mufla, o lo que es lo mismo, una estufa para calentar
suelos a unos 1000o centígrados y así carbonizar la materia orgánica de los
mismos, pero, claro, no era básicamente suya, era del departamento y la usaba
todo el mundo, de hecho, había cola para ello.
Se volvió hacia su amigo y le interrogó con la mirada:
-¿Habría alguna otra posibilidad que no fuera la mufla?-
El físico miró al techo y respondió:
-Sí, que hagas los cultivos in situ, es decir, donde cogiste las lombrices y el
suelo que me enseñaste. Pero, por favor, si vas a ir, ponte un buen traje
aislante, porque si no cuando anochezca no vas a necesitar luz eléctrica en tu
casa, tú mismo serás una bombilla ambulante-
Nuevamente el físico rompió a reír a carcajadas y nuevamente se produjo
el mismo episodio de antes, congestión incluida.
Salió algo preocupado el biólogo de su encuentro con el físico. Las
medidas de seguridad que aquél le había sugerido eran del todo imposibles de
implantar en su laboratorio, incluido el uso de la mufla. Sin embargo,
mantener en la naturaleza, cultivos de lombrices controlados, ya lo había
hecho en alguna ocasión, durante la realización de su tesis doctoral.
Entonces, diseñó un experimento para cultivos in situ, construyó unas
“jaulas” con tuberías de PVC y las había cerrado por ambas partes con tuppers
agujereados y atados entre sí como si fueran membranas de tambor. Estas
“jaulas” las había llenado de tierra, introducido un ejemplar de lombriz y
enterrado en el páramo. Cada quince días iba allí, desenterraba las jaulas,
sacaba el ejemplar, lo medía y pesaba y volvía a enterrarlo.
Aquel experimento diseñado por él mismo, dio resultado y buenos datos
para su tesis, ¿Por qué ahora no iba a funcionar igual?, a fin de cuentas sería
igual pero en vez de un ejemplar por jaula, pondría dos, así tendrían la
posibilidad de fecundarse y él aumentaría su población de marqueñas.
Pero estaba el problema de la “radio” como decía Ramiro. No podía ir
todas las semanas al páramo contaminado y exponerse a la radiación sin
seguridad. Debía agenciarse un buen traje protector, seguro que en tiendas
especializadas encontraba alguno y si era muy caro, siempre le quedaba la
posibilidad de “bucear” en Amazon o Ebay.
Ahora bien, aunque el páramo estaba algo aislado del pueblo, en no pocas
ocasiones había suscitado la curiosidad de algún paseante acerca de su trabajo,
incluso en una ocasión, hasta se paró un coche del SEPRONA, es decir, el
Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, para preguntarle
qué estaba haciendo. Por cierto, que una vez que comentó a los agentes su
trabajo, éstos no pudieron contener la risa, pero, bueno, estaba acostumbrado a
ello. El problema era que si ahora aparecía vestido de astronauta en el mismo
sitio, estaba convencido de que hasta la televisión aparecería por allí y, si algo
no quería en absoluto, era despertar la curiosidad de nadie y menos aún
publicidad gratuita.
De nuevo, la respuesta fue hacerlo de noche. -¡Pues qué bien, voy a
convertirme en un vampiro si todo el trabajo lo tengo que hacer de noche!-,
exclamó para sí mismo.
Empezó a sopesar la cantidad de problemas que le estaban creando las
marqueñas y, por un momento, se le pasó por la cabeza decir la verdad en el
Departamento y poder hacer el trabajo con toda la libertad necesaria…fue un
momento, rápidamente, su mente le dijo que se estaba equivocando, el
descubrimiento era suyo y de nadie más, -Faltaría más, que encima me
quitaran lo que he descubierto, ¡Vaya una venganza de mierda que iba a
montar entonces!- se dijo para sí.
No, las lombrices eran suyas, el mérito de haberlas descubierto, también y
lo que hiciera con ellas, bueno, eso era una “tercera fase” que ya estudiaría,
pero, por ahora, seguiría solo, aunque con la ayuda de Ramiro, claro, si bien,
contar con él era como contar consigo mismo y, dada la fama que ambos
tenían en la Universitaria, por mucho que quisieran, nadie les iba a creer si no
mostraban algo palpable.
Al día siguiente se presentó temprano en el despacho del Catedrático:
-Buenos días, Raúl, quería comentarte una idea que se me ha ocurrido-
El despacho del máximo responsable del departamento de Zoología de
Invertebrados era grande, demasiado, decían algunos, con una mesa de
despacho doble y otra, en la parte opuesta de la estancia, más grande aún, para
juntas de personal docente, con diez sillas dispuestas a ambos lados de la
misma.
En la pared adyacente, una librería cerrada por puertas de madera, daba al
conjunto un aire académico que, a decir de muchos, nunca había estado muy
representado por este catedrático.
Raúl Gómez de Andrade era el catedrático de Zoología de Invertebrados de
la Facultad, alto, bien parecido y con el pelo salpicado de canas, a juego con
una pequeña perilla también entrecana, le daba esa imagen de poder
académico que casi cualquier científico desprende.
-Hola, Marcos, entra por favor, hacía mucho tiempo que no te veía por
aquí, claro, como andas medio escondido con tus lombrices…-
Había cierto deje de reproche en las palabras del catedrático, no en vano en
la última semana, Marcos, había faltado a sus labores en el Departamento.
Marcos no hizo caso del reproche y continuó con su idea:
-El caso es que se me ha ocurrido una nueva línea de investigación con las
lombrices, porque creo que estamos algo estancados en referencia a la
analítica-
El catedrático repuso:
-Bien, cuéntame que se te ha ocurrido-
-Verás, no hace mucho leí que se ha estado investigando el proceso de
bioluminiscencia de algas marinas y su posible adaptación a animales
terrestres. Parece ser que han conseguido implantar en el material genético de
algunos conejos, las bacterias causantes de la luz, no sé si estás al tanto de
esto…-
-Sí, algo he leído, pero te confieso que no sé a dónde quieres llegar-
-El caso es que quería intentar hacer algo parecido con algunas lombrices.
Puede que no tenga una aplicación práctica “a priori” pero estoy convencido
de que, por lo menos, servirá para darnos algunos fondos si publicamos
algunos resultados viables-
El catedrático se apoyó en el respaldo de su sillón y añadió:
-A ver si lo he entendido, pretendes inocular bacterias luminiscentes a las
lombrices para que éstas den luz, ¿Es así?-
Marcos asintió con la cabeza y el científico continuó:
-No veo mucho fuste en esto que me dices, no le veo una viabilidad
práctica, la verdad, pero dado que el Departamento tiene muchos gastos y que
cualquier dinerillo nos vendría bien, creo que puedes empezar esa vía de
investigación, eso sí, espero que no hayas contado con demasiados medios
porque estamos a cero de presupuesto-
Marcos sonrió:
-Por eso no te preocupes, cuento con todo lo necesario y dado que es algo
innovador, por ahora, el coste de comprar la cepa de bacterias lo asumiré yo.
Si da resultado, ya tendremos tiempo de montar una línea de investigación
más completa-
-Aunque, dada la naturaleza del trabajo quería pedirte permiso para
investigar por la noche, es más fácil, más tranquilo y dado que quiero
conseguir lombrices con luces, de noche se verán mejor, ¿No crees?-
El catedrático esbozó una sonrisa:
-Tú siempre con los chistes malos, je, je. Vale, te escribiré un permiso para
que lo pases a secretaría. ¿Cuándo vas a empezar?-
La sonrisa de Marcos se iba agrandando por momentos:
-Por mí, ya mismo. Tengo todo dispuesto. Por cierto, igual tengo que
desplazarme a por suelo a El Molar y seguramente lo haré también por la
noche, sería conveniente que el vigilante nocturno estuviera avisado y que yo
tuviera libertad para utilizar las llaves de entrada a la Facultad y al
Departamento-
-No veo problema, lo incluiré en el escrito de autorización-
Marcos se levantó de la silla:
-Muchas gracias, Raúl, la verdad es que pensé que no te iba a gustar mi
idea-
El catedrático permaneció sentado:
-Verás, Marcos, quiero que mis profesores e investigadores estén contentos
con su trabajo, lo cual me crea bastantes quebraderos de cabeza, Tú, sin ir más
lejos, parece que estuvieras enfadado con el resto del claustro, ni bajas a
comer con nosotros ni haces vida con nadie. Si este trabajo que me cuentas va
a servir para que te integres más en el Departamento, pues bienvenido sea. Eso
sí, quiero estar al corriente de todo lo que hagas y que me presentes informes
de manera, más o menos, periódica, ¿De acuerdo?-
-No hay problema, jefe- replicó Marcos, ya desde la puerta del despacho.
-Bien-, pensó Marcos, -una cosa menos-. Ya tenía el permiso para trabajar
de noche y además podría entrar y salir del edificio sin levantar sospechas.
Ahora estaba el asunto del traje y de los contenedores para traer el suelo
radioactivo. Tendría que volver a hablar con Ramiro para que le orientase, con
lo cual, decidió cruzar al edificio de Físicas y encontrarse con él.
-El profesor Márquez esta en clase-, le dijeron. Tardaría más o menos una
media hora en volver con lo cual se bajó a la cafetería a tomar algo mientras
hacía tiempo.
Se acodó en un extremo de la barra donde, a ser posible, no tuviera que
hablar con nadie y se pidió una Coca Cola. Cuando le había dado un sorbo al
refresco alguien se puso a su lado y le habló:
-¡Profesor Aceña!, ¿Qué hace usted por físicas?, ¿Se ha cambiado de
trabajo?-
La dueña de la voz era una chica joven, pizpireta, de cabello color trigo,
inmensos ojos verdes y buen tipo, vestida a la moda pero sin destacar
demasiado, que aplastaba sobre su pecho una carpeta decorada con fotos de
animales salvajes.
Marcos no tenía ni idea de quien era la chica, asique preguntó:
-Perdón, ¿Nos conocemos, señorita?-
La chica sonrió exhibiendo una dentadura perfecta:
-Ja, ja, va a ser verdad eso de que los científicos no tienen memoria. Soy
Marina Rossovich, estudiante de intercambio de la Universidad de Tel Aviv. El
año pasado asistí a su curso de doctorado sobre Ecología de invertebrados, ¿Se
acuerda ya, profesor?-
Marcos la miraba y por más que buscaba en sus registros de memoria, no
conseguía ubicar a la chica, de pronto en su mente se hizo la luz, era la chica
de la primera fila del curso de doctorado que, en más de una ocasión, había
provocado su despiste gracias a los escotes que, a veces, exhibía.
-Ah, sí, señorita, Rossovich, ya me acuerdo de usted. Le ruego que perdone
mi torpeza-
La chica seguía sonriendo:
-No se preocupe, profesor, es normal, habrán pasado por sus manos tantos
alumnos que es lógico que no se acuerde de todos-
Marcos no dejó escapar el mohín con el que la chica dijo lo de “pasar por
sus manos”, entrecerró los ojos por un momento y se imaginó algunas escenas
subidas de tono con la joven y él de protagonistas. Rápidamente desechó las
libidinosas imágenes y preguntó:
-Y bien, ¿Sigue haciendo el doctorado por aquí, señorita Rossovich?-
La chica se puso algo más seria:
-Sí, este año termino los dos cursos y volveré a Tel Aviv. Me han ofrecido
una beca para hacer el doctorado allí, aunque si le digo la verdad, preferiría
quedarme en España, me gusta esta tierra y he hecho muy buenos amigos. Por
cierto, profesor, por casualidad ¿No tendrá usted intención de dirigir alguna
tesis, verdad? Me encantaría tener una excusa para seguir en España-
Marcos se encogió de hombros:
-Pues, la verdad es que no lo había pensado, pero lo más probable es que
no tenga mucho tiempo para dirigir tesis. Ahora mismo me encuentro
montando una nueva línea de investigación y tengo ocupado todo mi tiempo-
La chica bajó la cabeza:
-Es una lástima, profesor, me hubiera encantado trabajar con usted, la
verdad. No obstante, como aún me quedaré algo de tiempo por aquí,
permítame que le deje mi teléfono por si se arrepiente-
La caída de ojos de la joven que acompañó a su último comentario era de
óscar, pensó Marcos. Había que reconocer que la chiquilla era todo un
bombón, que pena que no tuviera más tiempo para su vida social.
-Claro, claro, espero que le vaya muy bien en Israel, señorita Rossovich.
Ahora si me disculpa, tengo algo de prisa- dijo Marcos, mientras se
encaminaba a la salida de la cafetería.
-Volveremos a vernos, profesor- repuso la chica y Marcos cayó en la
cuenta de que no era una pregunta, era una afirmación.

CAPÍTULO 4

Israel. Tel Aviv


Avenida Rey Saúl. 22.35 horas
En la mayoría de las grandes ciudades del mundo, siempre hay un barrio
en el cual todos los edificios son iguales.
Fruto de la guerra o de ocupaciones de otros países, en estos barrios se
levantan enormes bloques de viviendas en hormigón gris con multitud de
ventanas en los cuales perderse es un hábito y una obligación para los que
entran a vivir en ellos.
En la avenida Rey Saúl de Tel Aviv, existe un edificio de estos; gris,
grande, sin apenas nada que haga volver la vista cuando se pasa por delante, es
el edificio Hadar Dafna.
Sin embargo, en las entrañas de este vulgar cubo de viviendas, se aloja una
organización cuyo nombre ya sugiere miedo en algunos casos y respeto
siempre, se trata del Instituto para Inteligencia y Operaciones Especiales,
aunque en todo el mundo se le conoce por otro nombre, el Mossad, el instituto
de inteligencia judío, el más eficaz y temible de entre todas las organizaciones
de inteligencia del mundo.
Su lema ha cambiado a lo largo del tiempo, desde su creación en 1951,
pero hoy en día se sigue basando en la información: “Cuántos más consejeros,
mejor“, podría ser su máxima.
Con poco más de 40 oficiales (katsas) en plantilla, se podría decir que es
muy pequeño para las acciones que lleva a cabo, sin embargo, a diferencia de
otros institutos de inteligencia, como la CIA americana, el MI6 británico o el
CNI español, no es el poder o el dinero lo que mueve a sus hombres, sino su
afán por servir a su patria, como dicen en el Instituto: “El Mossad sólo sirve al
primer ministro y a Dios“.
Su gran baza son los millones de judíos que viven y trabajan en todos los
rincones del mundo, todos son sujetos susceptibles de ser “reclutados” para
ayudar a su patria a través del Mossad, son los llamados sayanim, agentes que
colaboran voluntariamente con el instituto allá donde estén.
En la última de las plantas del edificio Hadar Dafna, la octava, se estaba
desarrollando en estos momentos una reunión entre los números dos y tres del
instituto y el memuneh o director del mismo.
Isaac Amit era el actual “S” o memuneh del Mossad, su director ejecutivo
y el único hombre que podía decidir la suerte de cualquier individuo que
estuviera bajo la vigilancia del instituto. Descendiente de militares, él mismo
había servido a su patria como coronel de las fuerzas aéreas israelitas y, ahora
ya retirado, había sido nombrado por el primer ministro director del Mossad.
Era un hombre callado, con grandes ojos grises que lo observaban todo y con
una mirada que sería capaz de “congelar el infierno”, tal y como algunos lo
había descrito. Eficaz, meticuloso hasta la paranoia, sus hombres confiaban en
él y él en ellos, de ahí que fuera uno de los más queridos y respetados
memuneh que había tenido el Mossad.
Estaba acompañado, en ese momento, por sus dos hombres más cercanos,
“número 2” y “número 3”, sus lugartenientes, Nahum Shiloah, jefe de
operaciones en el exterior y Meir Halevi, jefe de información y coordinador de
sayanim (colaboradores en el exterior) respectivamente.
Ambos hombres habían trabajado juntos en multitud de operaciones y, a
las órdenes de Amit, habían logrado algunos éxitos importantes.
-Hermanos, os he convocado porque me ha llegado algo importante que
debéis saber-, Amit habló con voz grave y pausada.
-Los americanos siempre nos han negado la autenticidad de la operación
Blind Zone y ahora es muy posible que tengamos algo en nuestras manos que
nos ayude a saber la verdad y, al mismo tiempo, nos de argumentos para
presionar a los americanos.
Voy a contaros una historia asombrosa que, por casualidad, ha llegado a
mis oídos-
Los hombres se miraron entre sí y se prepararon para escuchar al director:
Hace bastante tiempo que en la ciudad costera de Ashdod al sur de Tel
Aviv, vive retirado un científico de origen judío, pero criado en Estados
Unidos, Ezra Williams.
Williams, es hijo de una bella judía y de un oficial de los marines
americanos. Ha vivido prácticamente toda su vida en Estados Unidos y allí ha
estudiado física nuclear en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts).
Considerado en los medios científicos, como un joven genio, considerado
ya como el nuevo Einstein, fue inmediatamente reclutado por el Alto Mando
del Ejército y pasó, en un tiempo récord, a liderar una de las operaciones más
secretas del mismo, la operación Blind Zone.
Fue el líder que, junto con el resto del equipo, sembraron y recogieron las
lombrices radiadas en la sierra madrileña durante aquél frío año de 1972.
Ahora, retirado en Israel, la tierra de sus antepasados, los acontecimientos
le habían hecho recordar su estancia en aquel país tan bonito, España, y los
terribles hechos que allí sucedieron.
La prensa se había hecho eco de unos informes que, por equivocación, la
administración americana había hecho públicos, acerca de sus actividades
militares secretas, con la convicción de que su conocimiento sería inocuo al
Gobierno. Una de estas informaciones –o dossiers- mencionaba la siembra de
organismos radioactivos en el suelo para contaminarlo, siempre con motivos
científicos que son los que avalan las mayores barbaridades efectuadas por el
hombre. El informe no hablaba de éxito real en el experimento, pero sí de
haber conseguido los objetivos prefijados.
Aquella noticia hizo mella en Williams, ya que él mismo no sólo no
consideraba un éxito aquella misión, sino más bien un absoluto fracaso que
podría traer consecuencias. Hasta ahora no había ocurrido nada, pero, estaba
convencido de ello, tarde o temprano algo muy gordo iba a ocurrir.
Algunas semanas más tarde de la siembra y recogida de animales (allá por
1972), Ezra Williams fue a visitar el páramo, solo y sin avisar a sus superiores,
-Quería echar un vistazo, eso era todo- diría a su grupo, más tarde. Lo que
descubrió en la zona no le gustó, había varios animales muertos y en avanzado
estado de descomposición, normal en el exterior, pero lo que no era normal es
que casi todos eran pájaros y casi todos parecían haber muerto por heridas en
el interior del pico. Se llevó una bolsita de suelo y lo analizó en su laboratorio
móvil, la lectura reveló unos niveles altos de radiación –demasiados para la
zona- y un contenido anormal de Selenio75, el mismo isótopo con el cual
habían radiado a aquellas malditas lombrices.
La conclusión era clara, algunos ejemplares habían sobrepasado el límite
de la tela de plástico y habían llegado al suelo exterior…su poder de
reproducción era enorme y la posibilidad de contaminar la zona aún mayor.
La tez del científico se puso pálida, habían cometido un error muy grave y
ya no tenía remedio, ¡Qué lástima!, el pueblecito cercano era muy bonito y sus
comidas impresionantes, -Qué pena- se dijo, -Acabamos de sentenciarlo a
muerte-
Lentamente, sintiendo un enorme peso sobre sus hombros, eliminó las
pruebas de suelo, el suelo mismo y todos sus apuntes, mediante el eficaz
medio de su incineración y con paso cansado, salió del laboratorio y se obligó
a no volver a pensar en ello, nunca más, aunque con no mucha convicción.
Ahora, el anciano que miraba el mar Mediterráneo desde el porche de su
casa, tenía los ojos vidriosos, el secreto que había olvidado durante más de 40
años, salía a la luz y los americanos lo volverían a enterrar para que no se
supiera. Eso era algo que no iba a permitir.
Tras llevar a cabo el experimento en España, a su vuelta a Thule, habló con
su superior y le contó sus temores, éste intentó hacerle entrar en razón
aduciendo que las cosas se habían hecho bien y que no eran más que
suposiciones, pero no logró convencer al científico.
Curiosamente, a las pocas semanas de haber mantenido la conversación
con su superior, Williams fue llamado a Estados Unidos y una vez en suelo
americano fue relegado a tareas administrativas y privado de sus privilegios
como investigador. Finalmente un año después de su regreso fue licenciado
con honores y apartado del servicio activo.
Intentó trabajar para varias empresas del ámbito privado pero ninguna
tenía un puesto “de su nivel”.
Convencido de que querían que estuviera callado, vendió sus posesiones en
Estados Unidos y con su retiro se compró esta casa en la tierra de sus
antepasados y decidió esperar tranquilamente la muerte mirando al mar.
Sin embargo, aquella mañana, todo se le vino encima. Era muy posible que
el daño hecho ya no tuviera remedio, pero por lo menos los americanos
deberían pagar por sus errores, no podía permitir que se fueran de rositas
después de lo que habían hecho.
La ocasión le llegó no mucho tiempo después, durante la boda de un
sobrino lejano con una joven judía.
Había sabido que la joven novia tenía un tío que trabajaba para el gobierno
y, rebuscando entre sus papeles y después de algunas llamadas telefónicas a
varios miembros de su familia, dio con el pariente-
En este punto, el memuneh paró un momento y con mueca socarrona,
continuó:
-El funcionario del Gobierno no era otro que Isaac Amit, osea, yo mismo-
Los dos subalternos silbaron por lo bajo.
Para Ezra Williams, Amit no era más que otro funcionario en el que
confiaba para que diera publicidad a su relato, aunque nadie le supo decir en
qué trabajaba concretamente.
Lo que desconocía Ezra Williams era el alcance que iba a tener su
confesión.
*
Edificio Hadar Dafna, Despacho del memuneh Amit
23.00 horas
-Y por esta extraordinaria casualidad he sabido de los experimentos que los
americanos hicieron en España en 1972-
Los números 2 y 3 miraban absortos la cara de su superior. 2 fue el primero
en hablar:
-Creo que podríamos investigar si en ese pueblo del que habla Williams se
ha dado algún caso relacionado con radiación-
El Memuneh asintió:
-Sí, debemos mandar a alguien allí para que observe y no estaría demás
que le acompañara algún físico. ¿Quién tenemos por allí?-
3 consultó un cuadernillo de tapas negras y tras pasar algunas páginas
añadió:
-No hay ningún katsa en España, pero si podemos conseguir algunos
sayanim. Podemos organizar alguna tachless (misión de reclutamiento del
Mossad sobre judíos en países extranjeros) y ver qué obtenemos-
-Me parece bien, hermanos- añadió el memuneh,
-Preparadlo todo por favor y mañana nos volvemos a reunir-
2 y 3 se levantaron y abandonaron el despacho, dejando al director con el
leve brillo en sus ojos grises que le había hecho famoso.

CAPÍTULO 5

Marcos llamó a la puerta del despacho de Ramiro Márquez y esta vez, sí


que estaba en su interior:
-¡Mira tú por dónde! si es el lombricero atómico-
Una sonora carcajada acompañó a Marcos tras su entrada
-Hola Ramiro, yo también me alegro de verte. Tengo algunas cuestiones
que hacerte, pero antes tengo que pedirte que me des tu palabra de que todo
este asunto de las lombrices y del suelo radioactivo no puede salir de aquí-
-¡Joder, Marcos, qué serio te has puesto! Claro, hombre, descuida, que no
diré nada, de todas maneras dudo mucho de que nadie me creyera-
-Bien- dijo Marcos, -Esto es lo que quiero: cofres estancos para transportar
el suelo y trajes anti radiación-
El físico le miró detenidamente y repuso:
-Tú te has creído que yo soy El Corte Inglés, ¿No? Para empezar el que sea
físico y trabaje en física nuclear, no implica que tenga todo ese material que
dices, además no suele conseguirse fácilmente, esto de la energía atómica está
muy regulado-
Marcos se apoyó en la mesa intimidando al físico:
-En algún lugar tiene que haber lo que te he pedido y como miembros de
una Universidad deberíamos tener más facilidad para conseguirlo-
Ramiro Márquez levantó la vista al cielo y añadió:
-Bueno, sí, sitios hay, pero tenemos que buscarlos y ser algo cuidadosos
para no levantar la liebre. Vamos a ver-
Se volvió hacia el ordenador y comenzó a teclear en Google hasta que dio
con un laboratorio de material anti radiación
-Mira, éste tiene de todo, no es barato, pero tampoco prohibitivo. Por
ejemplo, un buen traje NBQ de polipropileno como éste de la fotografía, lo
tienes por 200 euros, botas y guantes incluidos. Yo te aconsejaría que
comprases dos, así siempre tendrías uno listo, mientras limpias el otro.
También veo que tienen contenedores anti partículas químicas, esos son más
caros, 500 euros uno de 50 litros, aunque me imagino que tendrás suficiente,
¿No?-
Marcos iba de una imagen a otra, -¡Madre mía!-, ya podría trabajar de
noche y que nadie le viera porque las preguntas que iba a tener que responder
serían cientos.
-Vale, dos trajes NBQ y un contenedor anti partículas, ¿Podemos hacer el
pedido ya?-
-Un momento, lombricero-, protestó Ramiro. -¿Has pensado en que tendrás
que ir y volver a El Molar con el suelo y que no podrás llevar puesto el traje de
un lado para otro? Serías como una pequeña fuente de radiación moviéndose
de aquí para allá y contaminándolo todo-
Marcos le miró sorprendido:
-Entonces ¿Qué más necesito?-
-Bueno, lo suyo sería una tienda de descontaminación, pero como me
imagino que no vas a montar el Cortilandia atómico en el páramo, algo más
discreto, te vendría bien. Por ejemplo, esto-
Ramiro señaló una fotografía en la pantalla del ordenador que representaba
un bidón de cinco litros con un tubo incluido que terminaba en una pequeña
alcachofa de ducha.
-Si llenas este bidón con agua y un poco de jabón neutro disuelto, podrías
desinfectarte “in situ” y sería más fácil-
Marcos miró
-Vale añade el bidón. ¿Hacemos el pedido ahora?-
Ramiro se giró y preguntó:
-¡Joder!, sí que tienes prisa, ¿No quieres ver nada más? ¿Otro laboratorio o
almacén, quizás?-
-No, con esto me vale y lo que no tengo es tiempo, Ramiro-
Volvió, el físico, la cara a la pantalla del ordenador y fue “haciendo la
compra”
-Ya está todo, ahora viene lo gordo, ¿A qué nombre lo pongo?-
Marcos sonrió:
-Al tuyo, claro-
Esta vez, el físico se levantó de golpe y se encaró con Marcos:
-¡Ah, no, de eso nada monada! A mí no me mezclas con esta venada tuya
de los bichos radioactivos. Luego te pillan y al que echan a la calle es a mí-
Marcos intentó calmarle:
-Ramiro, Ramiro, cálmate. No va a pasar nada. Entiende que es mucho
más comprensible que un profesor de Físicas pida este equipo a que lo haga
uno de Biológicas-
-Nadie va a preguntar, yo te paso el dinero, tú haces el pedido y cuando
llegue, me lo llevo a mi laboratorio. Ya está, asunto concluido-
Ramiro le miró varias veces antes de hablar
-No sé, lombricero, no sé-
Marcos presionó un poco más
-Venga Ramiro, coño, que estás amuermado, ¿no te apetece algo de acción
en tu vida?-
Ramiro le miró con los ojos entrecerrados
-Algo de acción, si, pero no de la que te puede llevar a la calle y a la
cárcel-, protestó.
Marcos, se relajó y se sentó en la silla enfrente de la mesa
-Vale, voy a apelar a tu ego profesional: tú haces el pedido y cuando
termine mi investigación y escriba el artículo, que, por cierto, será una bomba
a nivel mundial, te pongo como co-investigador. ¿Qué te parece?, ¿Mejor así?-
Los ojos de Ramiro se abrieron todo lo que pudieron:
-¿En serio vas a ponerme como co-investigador tuyo?-
Marcos asintió con la cabeza
-Y ¿No voy a tener que hacer nada más?- añadió Ramiro
-No, sólo de vez en cuando echarme una manita con los traslados y con
alguna cuestión…uuhmm, digamos…atómica-
Ramiro sonrió:
-No se te dan bien los chistes, lombricero, pero acepto. Venga, me tienes
que hacer una transferencia de 1100 euros, 250 de cada traje, 500 del
contenedor, 50 más por el bidón, el jabón gratis, cortesía de la casa y 50 de
gastos de envío. Si hacemos el pedido ahora, estará aquí en una semana-
Marcos palmeó la espalda del físico. -¡Bingo!- pensó, dos de dos en un
solo día, esto va viento en popa
Justo una semana después de haber cursado el pedido, Ramiro Márquez
llamó al despacho de Marcos
-Hola, Marcos. Ya ha llegado el pedido, pásate a buscarlo cuando quieras-
Marcos contestó:
-Hola Ramiro. ¿Cómo cambian las cosas, eh? Desde que te he nombrado
ayudante de campo ya no me llamas lombricero y empleas mi nombre de pila-
El físico repuso:
-Claro, hombre. Ahora somos colegas de publicación y hay que tenerse un
respeto, ¿No crees? Ahora, si te hace ilusión, no me importa nada seguir
llamándote lombricero, ja, ja, ja-
Marcos sonrió
-Vale, Ramiro, vale, puedes llamarme Marcos, me suena mejor. Bueno, a
ver, a qué hora te viene bien que vaya a por el pedido-
-Cuando quieras, hoy no tengo clase y voy a estar en el despacho todo el
día, de todas maneras, si llegas y no estoy, búscame en el laboratorio de
partículas, está al lado del despacho. Ah, y tráete un carro porque el paquete es
grande y pesa lo suyo-
Marcos repuso:
-Descuida, pero no lo llevaré al laboratorio, lo voy a bajar al coche porque
voy a utilizarlo esta misma noche-
Ramiro gritó:
-¡Y dale! ¿Pero qué prisas tienes? No creo que tus bichos se vayan a
escapar y aunque lo hicieran no te iba a costar mucho seguirlas, ja, ja, ja.-
-Doctor Márquez, le recuerdo que el investigador principal soy yo y que
usted tiene que atender mis demandas, no criticarlas- añadió serio Marcos.
Ramiro se quedó un momento callado, luego habló:
-Pero qué maricón estás hecho, lombricero, por un momento te había
creído y todo. Está bien, tómate las prisas que quieras-
Marcos, sonrió, un poco de mano dura de vez en cuando surtía efectos en
gente como Ramiro.
-Vale, ahora mismo no puedo, estoy liado, pero esta tarde voy a recoger
todo. Te avisaré antes-
-Ok, Marcos, pero, oye, una cosa, ¿No crees que por lo menos el primer
día, debería acompañarte? ¿Y si te lías con el traje o con el contenedor?-
Marcos comprendió que, aunque no le gustara mucho la idea, necesitaba
que Ramiro estuviera a su lado.
-La verdad es que te lo iba a pedir- Mintió el científico -Tú sabes más que
yo de este asunto y me vendría genial una ayudita. Luego quedamos-
Ramiro estaba exultante:
-Estupendo, además me voy a llevar un dosímetro para ver la radiación y
que no nos la llevemos puesta encima-
-Me parece una muy buena idea, Ramiro- repuso Marcos y añadió:
-Bueno, he de dejarte. Luego me paso a por todo y quedamos para esta
noche. Lleva algo de comer que de las cervezas me ocupo yo-
-Genial, lombricero, ya me gusta más- añadió sonriendo el físico.
Hacia las siete de la tarde, Marcos se personó en el despacho de Ramiro,
armado con una carretilla de dos ruedas, bastante robusta. Llamó a la puerta y
el mismo Ramiro salió a abrirle antes de que él pudiera hacerlo.
-¡Llevo toda la tarde esperándote! Ah, muy bien, veo que traes una buena
carretilla, mejor. Vamos a por el equipo-
Entró Marcos en el despacho empujando la carretilla y descubrió en un
rincón dos grandes cajas y una un poco más pequeña que estaba abierta.
-¿Por qué has abierto las cajas, No me podías haber esperado?- Preguntó
Marcos
-Sólo he abierto el bidón del agua para la ducha. Quería llenarlo con la
solución jabonosa y que estuviera preparado- protestó Ramiro
Marcos suavizó su mirada:
-Vale, vale, lo siento, ha sido buena idea, vamos a allá-
Pusieron las dos cajas más voluminosas en la carretilla y Ramiro cogió el
bidón. Recorrieron el pasillo y tomaron el ascensor al garaje.
Dada la cercanía de edificios universitarios, el arquitecto que diseñó esta
parte de la Ciudad Universitaria, pensó que lo mejor era destinar casi todo el
subsuelo a garaje común para ambos edificios, por ello, Marcos no tuvo
ningún problema en acercar su coche a la salida del ascensor del edificio de
Físicas, hecho que facilitó la carga de los pesados bultos.
-¡Anda!, si te has traído el coche del Departamento y todo-exclamó
Ramiro.
-Sí, así es. He pensado que sería mejor llevar este coche porque con los
logos en las puertas, la gente del pueblo ya está habituada a verme por allí y
no sospecharán aunque sea de noche.-
Cargaron el equipo en el todo terreno y subieron el carrito al despacho de
Ramiro. Una vez allí se tomaron unas cervezas y esperaron. Marcos había
decidido ir al páramo de madrugada, cuando todo el mundo estuviera
durmiendo y así pasar más desapercibidos.
Ramiro sacó de un armarito dos grandes cajas de pizza que había pedido
esa misma tarde y, cortándola en porciones, se dirigió una salita común cerca
de su despacho que hacía las veces de comedor del Departamento, donde las
introdujo unos minutos en un microondas que allí se encontraba. Luego las
llevó de nuevo a su despacho donde, comprobó con regocijo, que Marcos ya
había despejado su atestada mesa y había dispuesto dos latas heladas de
cerveza a cada lado.
Unas horas antes de que esto ocurriera en la Universitaria, un hombre alto,
de tez tostada por el sol y pelo rubio tomaba una Coca Cola en la estación Sur
de Autobuses de Madrid.
Estaba esperando la salida del bus que le llevaría a El Molar en poco más
de cuarenta minutos. Allí había alquilado, vía telefónica, una habitación en un
hotel de nombre “Azul” para una semana.
Su nombre era David Solomon, y era un katsa, un profesional que había
participado en numerosas misiones del Mossad en todo el mundo. Versado en
armas y lucha, sobre todo en lucha de guerrillas, era un experimentado agente
que captaba adeptos y ejecutaba las decisiones del Instituto sin rechistar,
incluso si la decisión comportaba el asesinato a sangre fría. Hablaba con
fluidez varios idiomas: inglés, francés, alemán y español, y había sido
designado para esta misión porque, sencillamente, era el mejor. Había llegado
esa misma mañana a Madrid en un vuelo directo de la compañía israelita El-Al
desde Tel Aviv y debía reportar directamente a número 3. Su misión consistía
en reconocer el terreno que, según las coordenadas facilitadas por Ezra
Williams, se encontraba a la salida del pueblo serrano de El Molar.
Una vez viera el terreno, informaría a su superior y, si así lo disponía, se
quedaría un tiempo vigilando por si aparecía alguien o algo que pudiera arrojar
luz a este misterio.
A las 21.00 horas en punto, Solomon se encontraba en la recepción del
Hotel Azul en El Molar, registrándose bajo el nombre de David Pérez,
ornitólogo español proveniente de una universidad centro europea que había
llegado al pueblo para buscar una rara especie de ave nocturna típica de esa
zona de la serranía. Así lo explicó lentamente al encargado del Hotel para
asegurarse que sus idas y venidas, a veces, a horas intempestivas, fueran
normales a los ojos de la gente del pueblo. Sabía que el portero no tardaría en
informar a todo el mundo de su nuevo cliente
Preguntó al recepcionista donde podría encontrar algún sitio donde poder
cenar y el hombre le recomendó algunos sitios, aunque resaltó un mesón que
estaba en la propia plaza mayor y que, a decir, del portero, tenía la mejor
tortilla de patatas de toda España.
David Solomon se encaminó al Mesón provisto de libros de aves, una
bolsa de tela y unos prismáticos colgados del cuello, parándose de vez en
cuando y alzándolos al cielo como si estuviera buscando aves nocturnas y, de
paso, acostumbrando a todo el pueblo que estaba mirándole desde las ventanas
de su casa, a tener un nuevo vecino que “buscaba pájaros”.
Tras dar buena cuenta de la “mejor tortilla de patatas de España” y de un
buen bistec, Solomon se encaminó lentamente hacia el lugar fijado por
Williams en un mapa. Tenía por delante un buen paseo con lo cual disfrutó de
la fría noche serrana y del aire puro, aunque pensó si no sería más juicioso
ponerse, por lo menos, una mascarilla de carbón activo no fuera a ser que
estuviera respirando aire radioactivo.
La verdad era que el aire era muy puro, olía bien y de vez en cuando le
llegaba el aroma de unos leños ardiendo lentamente en las chimeneas,
endulzando con su olor el aire serrano. David pensó que los yanquis habían
elegido muy bien el terreno pero que eran unos cabrones por joderles la vida a
aquellos aldeanos. Se juró a sí mismo que haría lo posible porque pagaran sus
errores.
A las 01:00 horas de la madrugada, Marcos y Ramiro se encaminaron al
garaje a recoger el coche cargado con sus aperos. En apenas 40 minutos
llegaron a El Molar, a esas horas, la autovía del norte estaba prácticamente
desierta y no tuvieron el más mínimo atisbo de atasco.
Se encaminaron al páramo y pararon a unos escasos cien metros del lugar
donde Marcos había encontrado la primera marqueña. Bajaron del coche y se
pusieron rápidamente los trajes, Ramiro ayudó a Marcos a hacerlo y luego
Marcos hizo lo propio con Ramiro. Tomaron el contendor de muestras entre
ambos y se encaminaron al lugar. Una vez allí, abrieron el contenedor y
Ramiro comenzó a excavar con una pequeña pala acumulando en el interior
aislado el suelo.
Al mismo tiempo, Marcos, provisto de una linterna fijada a su cabeza,
horadaba el suelo con una pequeña azada intentado descubrir más ejemplares
de marqueñas.
En apenas media hora, el contenedor estaba lleno de tierra y el bote de
Marcos contenía unas doce lombrices. Curiosamente, observó Marcos, cuando
estaban juntas no se atacaban, ni sus pústulas reventaban, pareciera que
existiera un mecanismo de reconocimiento entre ellas que evitaba que
sufrieran su propio veneno.
Rápidamente, Marcos y Ramiro, llevaron el contendor al coche, metieron
en su interior el bote con los ejemplares y lo envolvieron todo con una lona
plástica que Ramiro se había acordado de traer a última hora. A continuación
sacaron el bidón con la disolución de agua jabonosa y uno al otro, se fueron
rociando el traje completo. Una vez limpios ambos hombres, se sacaron los
trajes y los depositaron en una bolsa de plástico de cierre hermético y la
dejaron junto a la otra bolsa en el maletero del coche.
Se lavaron bien manos y cara con la solución jabonosa y se secaron con
toallitas de papel desechables que también introdujeron en una bolsa de
plástico hermética.
Por último rociaron el coche por fuera con lo que quedaba de líquido
jabonoso, subieron al mismo y se encaminaron a la Facultad de Biología. No
habían invertido más allá de hora y media en todo el proceso.
Mientras Marcos y Ramiro deshacían el camino para llegar a la capital,
David Solomon tomaba buena cuenta de todo lo que había visto aquella noche,
casi por casualidad, porque cuando ya se iba al hotel y daba por concluida la
jornada, oyó el motor de un coche acercándose a la “zona cero”. Se tumbó en
el suelo del páramo y observó todo el trabajo de los científicos con el suelo y
las lombrices. Demasiado bueno para ser verdad, pensó Solomon, el primer
día y consigo el premio gordo, en el Instituto se van a poner como locos
cuando se lo cuente.

CAPITULO 6

A las 06:00 de la mañana hora local española, las 07:00 de la mañana, hora
local en Tel Aviv, en la primera planta del edificio Hadar Dafna, dedicada a
comunicaciones, se estaba recibiendo un correo electrónico cifrado procedente
de Madrid. Los técnicos de encriptado del instituto lo tradujeron y se lo
pasaron al jefe de comunicaciones. Éste, conocedor de la operación Ezra
(nombre en clave asignado por el memuneh a esta misión) llamó al domicilio
de número 3, que ya estaba a punto de salir para su trabajo y le puso en
conocimiento del correo, éste, tras leerlo, convocó a número 2 y al memuneh a
una reunión urgente.
A las 08:00 hora local de Tel Aviv, el despacho del memuneh Amit, en la
octava planta del edificio, se cerró a cal y canto y los tres hombres
comenzaron la reunión.
Comenzó a hablar el jefe de información o 3, Meir Halevi:
-Esta mañana se ha recibido un correo cifrado procedente de Madrid,
España, enviado por nuestro katsa en la zona, David Solomon. Considero que
es muy importante ponerlo en común con vosotros porque nos va a facilitar
llevar a cabo la Operación Ezra-
Tanto el director como número 2, asintieron con la cabeza y número 3
comenzó a leer:
-Comienzo de correo. 06:00 hora Madrid-España
Informe de campo. David Solomon. El Molar, 40 km al norte de Madrid,
España.
Operación Ezra
La pasada noche, sobre las 01:40 minutos de la madrugada, llegaron a la
zona cero señalada por Ezra Williams, dos hombres a bordo de un todo
terreno, se bajaron del mismo y se pusieron trajes anti partículas, después
tomaron un contenedor aislado y uno de ellos comenzó a extraer tierra del
mismo punto cero y depositarla en el contenedor, mientras que el otro buscaba
en el suelo con una linterna, sospecho que lombrices, pero éste es un punto
que no puedo confirmar.
Unos cuarenta minutos después, recogieron todo, lo aislaron en el vehículo
y se lavaron el uno al otro, así como el propio vehículo, tras lo cual se
marcharon desconociendo el destino aunque con toda seguridad sería Madrid.
El vehículo tenía los logos de la Facultad de Biología de la Universidad
Complutense de Madrid y a juzgar por los trajes y las medidas de seguridad
tomadas por ambos sujetos, no es difícil advertir que están sobre aviso de la
radiación y el escape de los ejemplares.
Solicito permiso para hacer más averiguaciones al respecto, en cuanto a
la identidad y el destino de hombres y cargamento y propongo la venida de
uno de nuestros físicos para que analice el terreno.
Espero órdenes.
Fin del correo
06:02 Madrid - España“
Los dirigentes del instituto se miraron un momento entre sí, pero fue el
memuneh el primero que habló:
-Bien, ya tenemos las pruebas de que algo está ocurriendo en la zona cero.
Solomon lo ha dicho bien claro en su télex. Sugiero que le demos autorización
para una identificación completa de los individuos y que descubra hasta dónde
han llegado. Luego que mande su informe, una vez con éste en nuestras
manos, elaboraremos un plan de acción más completo. ¿Estáis de acuerdo?-
Ambos subordinados asintieron al unísono a su director. Se levantó la
reunión, eran poco más de las 08:30 en el horario de la capital de Israel.
Dentro de las muchas y variadas agencias de seguridad e inteligencia que
existen en Estados Unidos, quizá sea la ASN (NSA por sus siglas en inglés) o
Agencia de Seguridad Nacional, la más secreta de todas ellas.
Conocida chistosamente como la “Agencia que no existe” (No Such
Agency, por su traducción al inglés) su labor principal es cuidar de la
información interior y la escucha de las informaciones del exterior que puedan
ser sensibles.
Desde su emplazamiento en Fort Meade a 40 kilómetros de Washington, en
el estado de Maryland, más de 30.000 personas trabajan día y noche para
preservar la información en los Estados Unidos.
Aquella noche, en las dependencias del Directorio de Señales de
Inteligencia, fue captado el correo que David Solomon había mandado a Tel
Aviv desde Madrid. Dado que se trataba de una comunicación entre uno de los
katsas más importantes y la sede del Mossad, rápidamente se pasó al
departamento de encriptado donde uno de sus matemáticos se puso manos a la
obra para descifrar el mensaje.
En unas tres horas, el mensaje, debidamente traducido descansaba sobre la
mesa del Director de Operaciones de Señales, George Kovacs que lo miraba
intrigado después de haberlo leído varias veces.
Llamó a su subordinado más directo, Randolph –Randy- McNichols,
subdirector de señales:
-.Randy, por favor, acércate a mi despacho-
McNichols tardó una décima de segundo en entrar en el despacho del
Director.
-¿Director?, dígame-
-Siéntate, Randy-
- Me ha llegado una transcripción de un correo de nuestros amigos del
“instituto”-
McNichols se sorprendió:
-¿El Mossad vuelve a las andadas?-
El director continuó:
-Toma, échale un vistazo porque no lo entiendo-
El subdirector cogió el informe y lo leyó lentamente, después lo dejó de
nuevo sobre la mesa y añadió:
-El caso es que me suena el nombre de Ezra Williams, pero ahora mismo
no soy capaz de asociarlo a nada. Deme unos minutos que consulte mis
fuentes y le cuento algo-
El director sonrió:
-Gracias, Randy. De todas maneras puede que no sea más que humo, ya
sabes lo teatreros que pueden llegar a ser los judíos y lo mismo se reduce a que
han pillado a otro nazi, lo que pasa es que no me acaba de cuadrar que estén en
España y hablen de protección anti partículas. Por favor, encuéntrame algo de
ese Williams, por si acaso-
El subdirector McNichols volvió a su departamento y se colocó en medio
de un pool donde se sentaban ocho agentes:
-Muchachos, urgente, necesito que me averigüéis todo lo que haya de un
tal Ezra Williams, quién es, si está vivo o muerto, donde trabaja o trabajaba y
cualquier cosa que se os ocurra y lo quiero ya, mejor dicho, lo quería ayer. ¡A
trabajar, chicos!-
Todos los agentes dejaron lo que estaban haciendo y comenzaron a teclear
en sus terminales. Dos de ellos ya estaban corriendo por el pasillo camino del
almacén de datos, donde se encontraban miles de bobinas de cinta magnética
con millones de horas de conversaciones y datos.
Normalmente, cuando los agentes de la ASN comienzan una búsqueda tan
meticulosa, raro es que en poco más de unas horas no tengan un dossier
completo, por eso cuando ya habían pasado más de cuatro horas sin tener un
solo dato, el director Kovacs volvió a llamar a McNichols:
-¿Randy?, ¿Qué cojones pasa?, ¿Por qué no tengo un informe sobre
Williams encima de mesa hace horas?-
McNichols palideció al otro lado del interfono:
-Lo lamento, señor, pero no encontramos nada de Williams, parece que
nunca ha existido. Lo hemos intentado en todas partes, pero ese sujeto no
aparece, ni siquiera tiene número de la Seguridad Social, ni carnet de
conducir…ni nada-
-¿Habéis probado a buscar fuera de “casa”?-
-Sí, señor y lo único que tenemos es una reseña en un vuelo desde
Andrews a Thule en Groenlandia en el año 1972 y ahí desaparece-
El director miró por la ventana:
-¿Thule?, pero esa base ya se cerró hace tiempo, aunque no sé si tanto
como para llegar a 1972. Randy, mira a ver qué operaciones se encontraban en
marcha en 1972 en la base de Thule, quizás por ahí podamos sacar algo-
McNichols respiró aliviado:
-Muy bien, señor, ahora mismo-
En poco más de una hora, el propio subdirector accedió al despacho de
Kovacs con una única hoja de papel en la mano:
-¿Señor?, tengo el listado de operaciones de Thule en 1972 y es muy corto,
de hecho, sólo hubo dos operaciones en marcha en todo el año, la primera era
la Operación Mars, que intentaba descubrir la posibilidad de vida en Marte y
la otra la Operación Blind Zone que intentaba crear un arma a partir de
invertebrados-
El director le miró incrédulo:
-¿Me estás diciendo que en Thule se dedicaban a esas chorradas en 1972?-
-Pues…si, así era, señor- respondió McNichols
El director se levantó y se encaminó a la ventana:
-Vale, vamos a echar un vistazo al Pliego de esas operaciones. Consíguelos
y los estudiaremos-
-Sí, señor, ahora mismo-
*
A las 02:15 horas de la madrugada, Marcos y Ramiro aparcaron el todo
terreno en el garaje común de las Facultades, cerca del acceso al ascensor de la
Facultad de Biológicas.
Cargaron con el contenedor y las bolsas y subieron a la décima planta, que
era donde estaba el laboratorio de Marcos. Una vez allí, depositaron en un
armario el contenedor con el suelo y sacaron el bote con las marqueñas vivas
en su interior.
Después de haber hablado con Ramiro acerca de las radiaciones, Marcos,
bajo supervisión del físico, había construido, en plástico, una urna
suficientemente grande como para alojar varias tarrinas con lombrices en su
interior. Le había practicado unas aberturas en una de las caras más anchas a
las que había adaptado un par de guantes de fregar con los que podría
manipular en el interior pero a salvo de las radiaciones.
Tomó el bote con las marqueñas recién llegadas y lo introdujo por una
pequeña apertura en la parte superior de la urna, cerró la misma e introdujo sus
manos enguantadas en los guantes de fregar. Abrió el bote y fue cogiendo
delicadamente con unas pinzas las marqueñas de una en una, intentando no
reventar ninguna de las pústulas que éstas tenían en su piel, y las alojó en
tarrinas de plástico con suelo de El Molar, las cerró y les puso la fecha del día.
Limpiaron con agua jabonosa todo el recinto y los muebles que habían
podido usar o rozar con su cargamento. Posteriormente, Marcos miró a su
alrededor y cuando se quedó tranquilo de que todo estaba en su sitio, cerró la
puerta de su laboratorio.
Ramiro, como siempre, estaba de guasa:
-Muy bien, lombricero, misión cumplida, a partir de ahora te voy a llamar
el 007 de las lombrices- y soltó una sonora carcajada.
Marcos le miró con gesto serio y repuso:
-Estoy pensando que, en mi artículo, solo voy a poner tus iniciales porque
me estás dando mucho la vara y no te tomas en serio el asunto, Ramiro-
Éste dejó de reír y añadió:
-¡Vaaale, vaaale!, sólo era por rebajar un poco el estrés, ya me callo-
Abandonaron la Facultad por la puerta lateral y cada uno se encaminó a su
casa.
Debían dormir un poco, el trabajo no había hecho más que empezar.

CAPITULO 7

David Solomon, a la vista de los resultados de su primera misión, decidió


desplazarse hasta la capital, dejando El Molar.
Por ello había alquilado una habitación en un hotel barato de la zona de
Moncloa, en Madrid, bastante cerca de la Ciudad Universitaria.
Esa mañana bajó andando hasta la Facultad de Biología y accedió,
colándose, al garaje de la misma. Buscó el todoterreno que había visto en la
zona cero y lo halló muy cerca del acceso a la Facultad.
Estuvo revisándolo un buen rato y con pequeño contador Geiger comprobó
que, aun teniendo radiación, ésta no era, ni por asomo, peligrosa.
-Sí que habían tomado buenas precauciones, si- Se dijo para sí.
Luego accedió al ascensor y llegó a la planta baja del edificio, allí en el
Directorio de Departamentos estuvo leyendo hasta que su vista se paró en uno
de ellos: “Departamento de Zoología de Invertebrados-“
Si estaban buscando lombrices, allí deberían estar, pensó. Planta X
Tomó el ascensor hasta la planta diez y una vez que se abrieron las puertas,
miró a su alrededor, estaba en un extremo del edificio y a su derecha estaba
uno de los pasillos más largos que había visto nunca. Con una anchura de más
de tres metros, dicho pasillo recorría todo el frente de la Facultad y debía
tener, más o menos, más de cien metros de largo.
A ambos lados del larguísimo pasillo se sucedían puertas de color granate
con un marco azulado que daban a despachos, las más pequeñas y a los
laboratorios y aulas las más grandes. Hacia la mitad del pasillo, un reloj
redondo colgaba del techo.
En aquel momento el pasillo estaba abarrotado de estudiantes que
buscaban su lugar entre las puertas de los laboratorios y, de vez en cuando, una
bata blanca, rompía el desfile colorido de los alumnos.
Solomon se fijó bien en los profesores intentando encontrar los que más se
parecieran a los que vio hace dos noches en el campo. No iba a ser fácil,
puesto que estaban lejos y además la oscuridad no le permitió definir bien los
rasgos de los investigadores.
De pronto, de una de las puertas más grandes, surgió un individuo que bien
podría ser el que buscaba, no muy alto, más o menos un metro setenta, con
pelo de color marrón peinado a raya y con pinta de querer pasar desapercibido
entre la multitud.
Lo vio desaparecer a través de otra puerta grande y se acercó a ella. En la
pared, había un pequeño cartelito que anunciaba que aquel lugar era el
Laboratorio de Prácticas 3. Zoología General, entró en el mismo y se acomodó
en la última fila detrás de una lupa binocular de grandes dimensiones y una
placa de disección.
Marcos ocupó su sitio en la mesa del profesor y comenzó a hablar:
-Buenos días. Hoy llevaremos a cabo la disección de una lombriz de tierra.
Aquí delante de mí tienen una bandeja con ejemplares fijados en formol al 8%,
por favor, usen guantes de disección para manipular los ejemplares, es por su
seguridad. Una vez hayan tomado su lombriz, vuelvan a su sitio y sigan el
guion que se les facilitó en la clase de teoría. Cualquier duda que tengan, por
favor, diríjanse a mí. Gracias
Pueden aproximarse a tomar su ejemplar-
Solomon se levantó pero fue directamente hacia Marcos
-Perdone, creo que me equivocado de laboratorio, ¿Éste no es el
laboratorio del profesor Gómez de Andrade, verdad?-
Marcos lo miró de arriba abajo. Para ser estudiante de tercer curso estaba
muy crecidito este pollo, además tenía un acento raro y por la pregunta que le
estaba haciendo, apostaba a que no pisaba mucho la Facultad.
-No, el profesor Gómez de Andrade es el catedrático y no suele dar clases
prácticas-
El joven se dio con la mano en la frente
-¡Claro que estúpido soy!, perdone ¿Profesor?-
Marcos dudó un momento
-Uuuhmmm, soy el profesor Aceña, Marcos Aceña-
-Sí, claro, profesor Aceña, disculpe mi torpeza, ahora mismo me voy-
Marcos lo siguió con la mirada hasta que salió del laboratorio, muy raro
este joven, muy raro…
Solomon abandonó el laboratorio y una vez en el pasillo, se paró a pensar:
-Ya tengo uno, ahora falta el otro, el problema es que éste Aceña ya me ha
visto y si sigo por aquí va a sospechar. Creo que lo mejor es seguirlo a ver a
dónde va y, con un poco de suerte, me llevará hasta el otro-
Por otra parte necesitaba un acceso a internet para mandar un mensaje al
instituto, necesitaba saber si en esa facultad podía encontrar algún sayanim
que le echara una mano para las cuestiones de vigilancia.
En el vestíbulo, localizó el directorio de la Facultad, buscó dónde se
encontraba la biblioteca del edificio y descubrió que estaba en el semisótano 1,
allí debería haber ordenadores con acceso a internet.
Bajó por las escaleras laterales y en pocos minutos llegó a la biblioteca,
entró y justo enfrente de él había una pequeña habitación con varios
ordenadores colocados sobre mesas. Todos estaban ocupados, pero en un
extremo vio que una chica dejaba un terminal libre, se acercó y tras sonreír a
la chica ocupó su lugar. Tecleó una dirección de Hotmail y comenzó a escribir:
-Hola Hermano Pedro
Estoy ahora mismo en la biblioteca de la Facultad de Biología, ¡Es
enorme!
Todavía no he contactado con nuestros dos primos, aunque a uno de ellos
lo he visto de lejos, con tanta gente andando por la facultad, me vendría bien
que estuvieras aquí o por lo menos que me presentaras a uno de tus millones
de amigos, así me echaría una mano, je, je.
Bueno Pedro, tengo que ir a clase. Escríbeme pronto.
Saludos David.-
Presionó la tecla “Enviar” y el mensaje despareció.
Tras dar varias vueltas por el mundo, de manera informática, y alojarse en
más de una docena de servidores, el mensaje inalcanzable, llegó a la primera
planta del edificio Hadar Dafna e inmediatamente fue reenviado, de manera
segura, al despacho de número 3.
Meir Halevi leyó el mensaje y sonrió:
-Muy bien, querido hermano, enseguida te mandamos algo-
Llamó por teléfono interno al memuneh y obtuvo el permiso para enviar a
Solomon un listado de posibles sayanim en Madrid.
En apenas una hora, el director de información, ya tenía una lista de
“candidatos” encima de su mesa. La leyó lentamente y de pronto sus ojos se
posaron en un nombre y una fotografía. Se correspondía con una joven de pelo
trigueño y agradable estampa que, -casualidades de la vida- estaba realizando
los cursos de doctorado en la Facultad de Biología de Madrid, España. La
joven respondía al nombre de Marina Rossovich y era la candidata perfecta.
Con este pensamiento en la cabeza, citó a número 2 en el despacho del
director y en diez minutos se encontraban en reunión privada. Comenzó
número 3 a hablar:
-Hemos recibido un correo electrónico de Solomon, en el cual nos dice que
ha contactado con uno de los hombres y que está buscando al otro, pero que
sería de gran ayuda contar con un socio, un sayanim, sobre el terreno que le
ayudara. He pedido un listado y de todos he elegido a esta mujer-
Les pasó un informe con fotografía de Marina Rossovich que los dos
hombres ojearon con avidez. Habló el director:
-Ni hecha a medida, Meir, es perfecta y además en el mismo sitio, parece
que la has creado tú mismo-
Sonrió número 3 y añadió:
-Voy a dictar las órdenes necesarias para que Solomon entable contacto
con ella y la persuada para que nos ayude. No creo que sea muy difícil, es una
gran patriota e incluso estuvo una temporada en un kibbuzt como militar de
apoyo sanitario. Tiene algo de preparación militar y sabe utilizar algunas
armas de calibre corto-
Número 2 habló:
-Estoy de acuerdo con Isaac, parece que la has hecho a nuestra medida-
Rieron abiertamente los tres hombres y finalmente, el memuneh habló:
-Bien, hermanos, el plan está en marcha, Meir, da las órdenes necesarias y
que Dios esté con nosotros. Infórmanos puntualmente, por favor-
-Así lo haré- repuso 3.
Ya en su despacho, pidió a Comunicaciones que enviaran el dossier de
Marina Rossovich a Solomon en España y lo acompañó con una única frase:
“Adelante David, golpea a Goliath”
A las 19:00, hora española, David Solomon ya tenía en sus manos el
informe de la joven, -preciosa muchacha- apreció el agente. Memorizó donde
se alojaba y se dispuso a hacerle una visita.
En Tel Aviv, las siete de la tarde ya se consideraría como noche y no sería
respetuoso hacer una visita a una mujer, sin embargo en Madrid, esa misma
hora, era cuando todo el mundo quedaba y alegremente se iban a cenar, bailar
o a “tapear”, algo que David desconocía pero que había oído en alguna
ocasión. Por lo tanto no consideró excesivo llamar a la joven y quedar con ella
para hablar.
Marcó el número móvil que aparecía en el informe y esperó tono, al cuarto
timbrazo, respondió la joven:
-¿Sí?-
-Shalom, señorita Rossovich-
Marina Rossovich se quedó muda ante el saludo típico hebreo
-¿Quién es usted? ¿Cómo tiene mi número de teléfono?-
David empastó su voz para que pareciera reconfortante:
-No se alarme señorita Rossovich, soy un hermano hebreo y quisiera
hablar con usted en persona. No tema, no soy una amenaza, se lo aseguro-
Marina Rossovich se tranquilizó momentáneamente:
-¿Puedo saber su nombre, por favor?-
Sonrió Solomon:
-Por supuesto, mi nombre es David Solomon-
-Bien, señor Solomon ¿De qué quiere usted hablar conmigo?-
-Verá señorita Rossovich, ¿Podríamos vernos en algún lugar para hablar
con tranquilidad?-
-No me apetece salir, señor Solomon- mintió Marina
-Le aseguro que no le robaré mucho tiempo, Marina, si me permite
llamarla así-
Marina se dio por vencida:
-No, no se lo permito, siga llamándome señorita Rossovich, por favor. De
acuerdo, señor Solomon, ¿Dónde se encuentra usted en este momento?-
Solomon miró hacia arriba, a la esquina de la calle:
-Estoy en el cruce de la calle Guzmán el Bueno con Fernández de los Ríos,
en la esquina-
Marina pensó un momento y añadió:
-Póngase cómodo y no se mueva de ahí, tardaré una hora. ¿Cómo nos
reconoceremos?-
Solomon sonrió pícaramente:
-No se preocupe, señorita Rossovich, yo la reconoceré a usted. Hasta
dentro de una hora-
Solomon colgó y Marina Rossovich sintió un escalofrío que le recorrió
toda la espalda.
En Israel nadie habla del Mossad, no existe básicamente, pero en realidad
todo el mundo ha oído hablar de ciertas operaciones al margen del Gobierno,
de hecho, en las escuelas y universidades siempre hay personas que intentan
captar “adeptos a la causa”, patriotas, los llaman ellos.
Por eso cuando Marina supo que Solomon ya la conocía no pudo por
menos que pensar que el Mossad andaba detrás de ella y eso no era nada
bueno, aunque ella no hubiera hecho nada en contra del Estado de Israel…o
por lo menos, que lo supiera.
-En fin- se dijo -no creo que pase nada porque hable con éste Solomon-
Tomó un buen abrigo, pues la noche estaba fría y se encaminó a su cita con
el desconocido.
Llegó al punto de cita con quince minutos de retraso, miró a un lado y a
otro, pero no reconoció a nadie. Súbitamente a su espalda oyó un susurro:
-Shalom, Marina-
Se volvió de inmediato y observó a un joven bien parecido, de pelo rubio,
alto, de piel tostada por el sol, que le sonreía exhibiendo una dentadura
perfecta.
-Shalom, señor Solomon, y le repito que, para usted, soy la señorita
Rossovich-
Solomon la miró con cierto desprecio pero rápidamente dulcificó su
mirada.
-De acuerdo, señorita Rossovich. ¿Conoce algún sitio por aquí cerca en la
cual pueda invitarla a tomar algo y charlar con tranquilidad?-
Marina conocía el barrio, no en vano era la zona de encuentro de la
mayoría de universitarios y había estado bastantes veces por allí
-Sí, vamos a un café donde podremos sentarnos y hablar-
Caminaron un rato sin hablar y fue Solomon el que rompió el hielo
-Sé que ha estudiado Biología, señorita Rossovich, y que consiguió una
beca para hacer los cursos de doctorado aquí en España, ¿Por qué?-
Marina no le miró pero se dijo para sí: -Ya ha empezado el interrogatorio-
-Algunos antepasados míos, muy antiguos, fueron españoles. Desciendo de
sefardíes españoles, señor Solomon y la cultura española siempre me ha
atraído-
-Ah, qué interesante- mintió Solomon
Llegaron al café elegido por Marina y encontraron una mesa cerca de la
puerta. Marina observó cómo su nuevo amigo miraba a su alrededor y
escrutaba el local como si se lo aprendiera de memoria, por último se sentó de
cara a la puerta, dejándola a ella de espaldas a la misma.
Acudió prestamente el camarero y pidieron dos cervezas.
Cuando el camarero hubo servido las bebidas y abandonado la mesa,
Solomon tomó la palabra:
-He de confesarle que tengo una enorme curiosidad por preguntarle algo,
señorita Rossovich-
Marina le miró y dijo:
-Adelante, pregunte, ya veré si le respondo o no-
Sonrió, de nuevo, Solomon
-Verá, llevo poco tiempo en Madrid pero he oído muchas veces el término
“tapear”, ¿A qué se refieren exactamente?-
Rio abiertamente, Marina, al escuchar la simple pregunta del judío, lo que
le sirvió para relajarse momentáneamente.
-Tapear en Madrid y en toda España, significa salir por los bares a beber
cerveza o vino y acompañarlos por una pequeña muestra de comida, ya sea
cocinada o cruda. Por ejemplo, si observa, aquí nos han servido las cervezas y
han puesto un plato de patatas fritas que nosotros no hemos pedido-
Asintió Solomon mirando el plato al que hacía referencia Marina
-Pues bien, ese plato es la “tapa” e ir a beber a los bares y comer tapas, se
le llama “tapear”. Por supuesto es gratis, ningún español pagaría jamás por una
tapa a no ser que sea un restaurante especial donde el menú está compuesto de
tapas. Aunque en ese caso, serían tapas más elaboradas-
Solomon asintió con la cabeza
-Vaya pues sí que es una buena costumbre-
Marina se puso seria y preguntó:
-De acuerdo, ya hemos roto el hielo, puedes llamarme Marina y yo te
llamaré David pero sólo si me cuentas de qué quieres hablar conmigo y me
gusta lo que oigo, nunca me creería que me has citado para que te explique las
costumbres de los españoles-
Solomon esbozó su mejor sonrisa
-Así está mejor, Marina, me encuentro mucho más cómodo y creo que tú
también. Efectivamente, las costumbres españolas, me importan bien poco, en
realidad, he venido a buscarte porque necesitamos que nos ayudes en algo-
Marina le miró fijamente:
-¿Qué os ayude?, ¿En plural?, ¿A quiénes?-
-Al estado judío, naturalmente. A la patria de Israel- dijo orgullosamente
Solomon – A tu país, Marina-
Si hasta entonces, Marina había tenido alguna duda de a quien se
enfrentaba sentada en aquella mesa, las últimas palabras de David Solomon las
despejaron de un plumazo
-Entonces, ¿Estoy hablando con el Mossad?-
Solomon se puso serio y dijo
-A nosotros nos gusta más llamarlo el instituto, pero si, has dado en el
clavo-
Marina comenzó a temblar y Solomon se dio cuenta:
-Por favor, Marina, no temas, no queremos hacerte daño, no vamos contra
ti, más bien al revés, queremos que nos ayudes siendo una buena patriota-
Marina le miró y dijo:
-Adelante, cuéntame en qué puedo ayudaros-
Solomon comenzó contando la confesión de Ezra Williams, el experimento
de 1972 y las consecuencias que ahora habían salido a la luz, de cómo habían
llegado hasta aquí y en un momento dado, le preguntó:
-¿Conoces a un profesor de la Facultad de Biología que se llama Marcos
Aceña?-
Marina respondió
-Sí, precisamente hace algunos días estuve hablando con él-
-Perfecto, pues queremos que trabajes con él, que te pegues a él y nos
cuentes lo que hace-
Marina resopló:
-Vaya memez, no hace falta que trabaje con él, os puedo decir lo que hace
y en qué trabaja sin problemas: es profesor de zoología general y doctor en
ciencias. Su campo de estudio son las lombrices de tierra y ya está, no hay
nada más-
Solomon sonrió
-No, querida Marina, eso ya lo sabemos, pero hay mucho más. Aceña y
otro hombre estuvieron en la zona cero, ataviados con trajes anti partículas,
hace dos noches. No sabemos quién le acompaña pero necesitamos saberlo y
además queremos conocer cuánto sabe él sobre el experimento. De ahí que
queramos que trabajes con él, sería una tapadera perfecta.-
Marina miró hacia otro lado
-Lo siento David, eso no es posible. Precisamente hace unos días le
pregunté si me dirigiría mi tesis porque me interesa el tema en el que trabaja y
me dijo que no podía. Me temo que habéis perdido el tiempo pensando en mí-
-Eso se puede arreglar. ¿Qué tal una carta del Decano de ciencias de la
Universidad de Tel Aviv, recomendándote al profesor Aceña y pidiéndole que
te dirija la tesis?-
Marina no salía de su asombro
-¿Podríais hacer eso?-
Solomon no dejaba de sonreír
-No te imaginas hasta dónde puede llegar el patriotismo de algunos judíos
si sirve para mantener su status-
Marina pasaba de un pensamiento a otro, por una parte deseaba quedarse
en España y hacer su tesis, por otro, actuar como una espía no le agradaba
demasiado, aunque a decir verdad, no iba a espiar a asesinos de estado sino a
un simple profesor al que, por cierto, le encantaba mirarle el escote.
Miró a Solomon y añadió:
-Bien, David, avísame cuando la carta del decano llegue a su destino y yo
iré a hablar con el profesor Aceña. ¿Puedo llamarte al móvil desde el que me
has llamado?-
-No- repuso Solomon, y añadió: -Yo me pondré en contacto contigo,
descuida. Te avisaré cuando todo esté hecho. Ha sido un placer conocerte,
Marina. Quizás algún día, en nuestra tierra prometida podamos vernos con
otros motivos-
Marina, sonrió, -todos los hombres son iguales- se dijo y respondió:
-Nunca se sabe, señor Solomon, nunca se sabe-

CAPITULO 8

En Fort Meade, sede de la ASN, se estaba llevando a cabo una reunión


entre el director Kovacs y su subdirector McNichols:
-Nos podemos olvidar de la Operación Mars, Randy, no son más que un
cúmulo de majaderías para justificar gastos millonarios. ¡Vida en Marte!,
¡Habrase visto mayor estupidez!-
Randy McNichols sonrió
-Sí, señor. Lo considero una pérdida de tiempo. Sin embargo la Operación
Blind Zone tiene más miga, fíjese, habla de radiar pequeñas lombrices con
isótopos experimentales como el Selenio75 para utilizarlas como armas-
-Curiosa premisa para empezar, si- repuso el director y continuó
McNichols:
-Además, el investigador principal era Ezra Willimas, el desparecido y la
misión se concluyó de repente y sin resultados-
El director Kovacs se levantó de su sillón, se fue hacia la ventana (su
posición predilecta) y dijo:
-Randy, no acabo de entender qué tienen que ver en todo esto los judíos, la
verdad. Estamos hablando de un experimento de hace 40 años que no dio
ningún resultado y por el cual, el Mossad ha enviado a España a uno de sus
mejores agentes a investigar. Como siempre, cuando no entiendo algún asunto
es que hay gato encerrado, Vamos a poner a trabajar a tus chicos, que se
enteren de quién dirigía Thule cuando pasó todo este follón y, si pueden, que
hablen con él, que le saquen información a ver si así podemos hacernos una
idea más consistente. Luego igual hay que mandar a uno de nuestros hombres
a Madrid para que, sobre el terreno, nos informen.
Tampoco estaría mal que nos ocupáramos con un poco más de ahínco de
las conversaciones del Instituto, con quien hablan y de qué-
El subdirector McNichols tenía brillantes los ojos:
-Me parece magnífico, señor. Voy a ponerme a ello-
Despareció el subdirector por la puerta y se quedó sólo Kovacs:
-Este McNichols está hecho un pelota de marca mayor, pero es un buen
investigador, qué se le va a hacer, nadie es perfecto o casi, como yo-
Marcos se había habituado a dormir poco. Durante el día cumplía
estrictamente con sus deberes como profesor en la Facultad, pero en cuanto
podía se marchaba a casa. Allí preparaba algo de comida para la noche e
intentaba dormir todo lo posible, aunque el ruido externo, la claridad y su
propio cerebro, se conjurasen para que no lo consiguiera.
Exactamente a las 21:00 horas salía de su casa con destino a la Facultad, a
la que llegaba sobre las 22:00, hora a la cual, nadie le iba a ver, puesto que
toda la zona estaba solitaria y vacía de gente. Dejaba su coche en el garaje y
subía a su laboratorio. Normalmente pasaba toda la noche solo, hasta el
amanecer, que era cuando se marchaba para dormir un poco, ya que, hasta las
10:00 de la mañana no tenía ningún compromiso docente.
Al principio, con la tensión de su nuevo descubrimiento, este horario tan
espantoso lo llevaba bastante bien, pero con el paso de los días, el cambio
horario, empezó a hacer mella en él. Se volvió algo más irritable y en una
ocasión fue llamado por el catedrático, al que le había llegado una queja por
parte de un alumno debido a una mala contestación de Marcos.
Todo ello le llevó a pensar en cambiar su jornada laboral, para lo cual
decidió trabajar dos noches de lunes a viernes y el sábado casi por completo,
dejando el domingo para descansar, -¡Cómo hizo Dios!- pensó, -ja, ja, ja eso
es, como Dios, que es en lo que me voy a convertir cuando saque todo esto a
la luz, ja, ja, ja-
Rara vez le acompañaba Ramiro, éste no podía ni siquiera imaginar una
noche de trabajo sin sus horas de descanso, por lo que, las pocas veces que se
quedó con Marcos, acabó en un sillón roncando a pierna suelta a la más
mínima ocasión, lo que derivó en que Marcos le pidiera que no se quedase por
las noches. -¡Tus ronquidos son insoportables!, ¡Hacen retumbar las paredes!-
era la frase repetida por Marcos continuamente, de ahí que la salida de Ramiro
del laboratorio nocturno, fuera más que necesaria y rápida.
Pero el problema más importante para Marcos era la cantidad de trabajo
que había por hacer y la poca “mano de obra”.
Durante el día, Ramiro ayudaba algo, pero el trabajo duro se hacía por la
noche y Marcos no daba abasto. Para colmo, algunas de las marqueñas
tuvieron la genial y nefasta idea de morirse en el mejor momento, por lo que la
población cautiva de Marcos, menguaba, amén de la imposibilidad de
reproducirse, ya que las lombrices se estaban mostrando muy reacias.
Marcos llevaba un mes trabajando con las lombrices y no había tenido
posibilidad de sacar ni una sola conclusión que mereciera la pena sobre tan
singulares animales ni sobre su fantástica mutación. Estaba encallado, sin
ideas y con mucho trabajo a cuestas.
La impresión que tenía era que necesitaba nuevas ideas, nuevas
experimentaciones a las que someter a las marqueñas para obtener algún
resultado sólido, pero ¿Cuál?, ¿Qué?, ¿Cómo?, se preguntaba a diario.
Aquella mañana de febrero cuando llegó a su laboratorio, se encontró entre
su correo oficial una carta de la Universidad de Tel Aviv, concretamente de la
Facultad George S. Wise de Biología y estaba firmada por su decano
Menahem Gobli en persona. La abrió con cierta inquietud pero sobre todo con
sorpresa y curiosidad:
“-Estimado Profesor Aceña Hiraldo
Mi nombre es Menahem Gobli y soy el Decano de la Facultad George S.
Wise de Biología de la Universidad de Tel Aviv.
Me pongo en comunicación con usted porque he sabido de sus trabajos
con los Oligoquetos y me han parecido sumamente interesantes.
Me gustaría que me mandara sus últimas publicaciones para poder
ponerme al día en este tema suyo tan fascinante como es la ecología de campo
de los Oligoquetos.
Como puedo imaginar, porque es algo que nos pasa a todos los
investigadores, debe estar usted agobiado por el trabajo de investigación y
por el docente, por eso me he tomado la libertad de escribirle para
recomendarle a una alumna de esta Facultad que curiosamente se encuentra
en su ciudad haciendo los cursos de doctorado. Se trata de Marina Rossovich
de la cual no puedo más que decirle que es una brillantísima alumna con un
expediente inmaculado, además de ser una persona muy trabajadora y
comprometida con las tareas que desarrolla.
Sé por ella que le ha ofrecido la posibilidad de que usted le dirigiera su
tesis doctoral y para mí, en particular y para la Facultad que dirijo, en
general, sería un honor que usted aceptara esta dirección.
Por favor, no dude en plantearme cualquier cuestión que estime oportuno
y ni que decir tiene que podría facilitarle cierta cantidad de fondos destinados
a la investigación si aceptara.
Quedo a la espera de su respuesta.
Atentamente
Menahem Globi
Decano de la Facultad de Biología
Facultad George S. Wise
Universidad de Tel Aviv
Tel Aviv – Israel-“
Marcos se quedó de piedra después de leer la carta del decano, -Ahí que
ver, que bien apadrinada está la chica-pensó.
Efectivamente una buena ayudante le vendría que ni pintada, pero ¿Cómo
ponerla al tanto de su descubrimiento? Para que trabajara en condiciones
debería conocer todos los detalles de la investigación y, claro, habría que
incluirla en los textos que se escribieran, además de dirigirle una tesis con este
tema, aunque eso era un mal menor, para cuando la leyera ya estaría publicado
el 75% de la investigación, tal y como, rigen las normas de tesis doctorales.
Por otra parte la chiquilla estaba fetén y una compañía agradable siempre
sería bienvenida…
-No sé, no sé, tengo que pensarlo- se dijo en voz alta.
Llamó a Ramiro y le citó en la cafetería:
-Tengo que contarte algo importante, vente para la cafetería, ¿Puedes
ahora?-
Ramiro contestó:
-Sí, tengo un rato antes de mi última clase. Voy para allá-
Se vieron en un extremo de la enorme barra de la cafetería, pidieron un par
de cervezas y Marcos comenzó a hablar:
-Resulta que hace unas semanas se me acercó una chica y me dijo que
había sido alumna mía de cursos de doctorado y quería que le dirigiese una
tesis. Le dije que no, porque con el follón que tenemos armado no veía yo
tiempo para hacer una tesis y así quedó la cosa. Pues bien, esta mañana recibo
esta carta, léela y me cuentas que te parece-
Marcos le pasó la carta a Ramiro y este la leyó con avidez. Tras unos
minutos repuso:
-¡Caray! Qué bien relacionada está la chica, ¿no? Y, por cierto, ¿Está
buena?-
Marcos miró al techo:
-De verdad, Ramiro, que a veces me pregunto cómo coño has llegado hasta
donde estás. Aunque respondiendo a tu pregunta tan académica, si, está para
mojar-
Ramiro puso los ojos en blanco:
-Y ¿A qué esperas?, Llámala, hombre y nos ponemos “manos a las obras”-
terminó su frase con una sonora carcajada.
Marcos obvió el comentario machista y dijo:
-La verdad es que me vendría muy bien un poco de ayuda, pero este asunto
es muy gordo y no sé si la chica será capaz de mantenerse calladita-
Ramiro continuó:
-Pues claro que sí, hombre. La chica querrá su tesis y cuando vea los
ejemplares que tienes en el laboratorio se le van a caer las bragas de gusto-
Marcos explotó:
-¡Joder Ramiro!, ¿Podrías ser menos animal y centrarte en el asunto? Si la
chica viene te prohíbo terminantemente que te pases con ella o que digas ni
uno solo de tus comentarios machistas y groseros, ¿Estamos?-
Ramiro se puso serio
-Vaaale, me limitaré a ayudar sin hacer comentarios. Lo siento, no estoy
muy acostumbrado a socializar y menos con bombones como es esta chica,
según dices tú-
Marcos retomó la conversación:
-Bueno, no te digo que vaya a cogerla. Primero la llamaré y la tantearé un
poco a ver qué sabe y si creo que puede funcionar, le dirigiré la tesis. Pero no
prometo nada, ¿Eh?-
-Vale, pero ¿Podría estar yo presente en la conversación?-
Marcos le miró fijamente y luego suspiró:
-Bueno, al fin y al cabo, tú formas parte de la investigación. Sí, estarás,
pero calladito y sin contestar salvo que yo te pregunte y ni una miradita
libidinosa de esas tuyas ni comentarios groseros, ¿De acuerdo?-
Ramiro no contestó, pero pidió otras dos cervezas y apuró la suya
prácticamente de un trago.
*
Sede de la ASN, Fort Meade. Marylan
El subdirector McNichols llamó a la puerta del despacho del director
Kovacs. Una vez en su interior desplegó una libreta Moleskine de tapas negras
y comenzó a hablar:
-Señor, he contactado con el militar que dirigía la base de Thule en 1972,
se trata del Coronel Albert Hutchinson. Ahora vive retirado en Miami. Le
llamé y mantuvimos una conversación muy interesante pero sobre todo muy
inquietante-
Quedó callado el funcionario y tras unos segundos de silencio, Kovacs, sin
dejar de mirarle, preguntó:
-Randy, ¿Me lo vas a contar o prefieres que te torture primero?
McNichols tomó asiento y comenzó el relato
-Hutchinson me contó que a mediados del verano de 1972, llegaron a la
base de Thule un equipo de militares científicos que formaban una unidad
altamente secreta llamada Blind Zone. Estuvieron unos meses preparando una
operación con el mismo nombre para desarrollar en territorio español.
Las preparaciones de la misión fueron estrictamente secretas pero
Hutchinson en calidad de comandante en jefe de la Base, estuvo al corriente de
todo.
Parece ser que radiaron una población de lombrices de tierra llamadas…
un momento, señor, tengo que mirarlo…ah, sí, llamados Enquitreidos, unas
lombrices realmente pequeñas. Pues bien, las radiaron con Selenio75 un
isótopo radioactivo bastante peculiar. Las tandas de radiación fueron hechas
con bastante frecuencia y tras unos quince días, las lombrices cambiaron su
morfología, pasaron de ser rosadas a negras y de tener una piel suave a poseer
como una coraza llena de pústulas, en cuyo interior descubrieron que se había
formado un líquido que era ni más ni menos que ácido butírico, muy potente.
Pues bien, cuando se las molestaba, las lombrices hacían reventar las pústulas
y el ácido corría libremente provocando la calcinación de elementos sólidos o
de elementos orgánicos, como le ocurrió a un asistente que perdió un dedo por
culpa de las dichosas lombrices.-
Paró, exhausto el subdirector y Kovacs aprovechó la pausa
-Asique nuestros “increíbles” científicos habían dado con un arma
biológica bastante buena, ¿No?-
McNichols continuó:
-Efectivamente, señor. Tenían en sus manos un arma muy fácil de crear,
transportar y expandir, que además sembraría de heridas al enemigo que
quisiera cogerlas o incluso sin querer, bastaría con que las rozaran. Ahora
bien, tenían que saber qué comportamiento tendrían los bichos en la naturaleza
y si resistirían con su cuerpo mutado a la vida salvaje para la que habían
nacido.
Así pues, en noviembre de 1972, un avión de carga salió de Thule con
destino a Torrejón de Ardoz, otra base nuestra (entonces) en España, situada a
pocos kilómetros de la capital, Madrid, y también cerca de la zona que el
equipo Blind Zone había elegido para llevar a cabo su experimento. Por cierto
esta zona está en las estribaciones de la Sierra Central de Madrid, muy cerca
de un pueblecito llamado El Molar.
Pues bien, una vez que el equipo Blind Zone estuvo sobre el terreno,
comenzaron su experimento. Cavaron un hueco grande, lo cubrieron con
material plástico aislante y soltaron un enorme número de lombrices radiadas,
luego cubrieron con tierra y se fueron de allí. Al cabo de quince días
volvieron, recogieron la tela asfáltica y su contenido, rellenaron el agujero que
habían hecho y se largaron.
Hasta aquí el experimento. Lo que querían ahora era observar las
lombrices y ver si había habido algún cambio tras su paso por el suelo, y a ello
se pusieron.
Pero, a pesar de que las órdenes establecían que no debían volver a la zona
cero, como ellos la llamaban, nuestro desaparecido Ezra Williams sí que
volvió a la zona unos días después. Lo que allí vio no parece que le gustara
absolutamente nada.
Cuando regresó a Thule con el resto del equipo, se puso en comunicación
con el coronel Hutchinson, comandante en jefe de la Base, y le contó una
historia fabulosa, agárrese señor que ahora es cuando viene lo gordo-
Kovacs, que estaba totalmente asombrado con la historia de McNichols le
instó a que continuara haciendo ademanes con las manos
-Según dijo el propio Williams, el experimento había salido mal,
“jodidamente mal”, fueron sus palabras exactas. Afirmaba que algunas de las
lombrices habían escapado de la zona cero y estaban campando a sus anchas,
matando pájaros con las pústulas y esparciendo radioactividad por toda la
zona, total, un desastre.-
Kovacs se había levantado de su sillón y se había acercado a la ventana.
McNichols continuó
-Después de esta confesión, Hutchinson calmó a Williams, habló con sus
superiores y pasó lo de siempre. Williams fue apartado de la operación,
delegado a funciones administrativas y finalmente, al cabo de un año,
licenciado con honores y con una buena pensión. La operación Blind Zone se
ocultó bajo toneladas de papeles y se olvidó para siempre…hasta ahora, claro.-
Kovacs se volvió hacia su subordinado y preguntó:
-¿Y Hutchinson sabe dónde está Williams ahora?-
McNichols respondió:
-Pues el caso es que Hutchinson y Williams no acabaron muy bien, como
es lógico suponer, pero curiosamente, al ser licenciado, Williams se puso en
contacto con Hutchinson y le dijo que volvía a la tierra de sus antepasados
para morir allí con su secreto-
-Quedaba claro que Williams quería desaparecer, pero dejó sembrada una
baza contándoselo a Hutchinson, sabía que el militar hablaría si alguna vez
este asunto veía la luz. Muy sabio el bueno de Ezra. ¿Y ese lugar es?- preguntó
Kovacs
-Agárrese, señor, Ezra Williams vive hoy en día en una pequeña casa de
pescadores en la localidad de Ashdod, al sur de Tel Aviv en Israel-
Kovacs juntó las manos de golpe
-¡Bingo!, ya tenemos la conexión judía. Pero ¿Cómo ha llegado esta
historia a manos del Mossad?
McNichols estaba triunfante:
-Gracias a la conversación con Hutchinson y a la revelación del lugar
donde vive Williams, mis muchachos han hecho averiguaciones. Ezra
Williams, ahora se llama Ezra Ben Goda, es decir, ha tomado los apellidos de
sus antepasados, concretamente de uno de sus abuelos y da la casualidad que
un sobrino nieto suyo se casó no hace mucho tiempo con una joven que, a su
vez, es sobrina de una persona del gobierno israelí y, precisamente a ese
funcionario le contó toda la historia Ezra Williams-
McNichols dejó de hablar y se quedó mirando fijamente a su director
Kovacs clamó:
-¡McNichols, otro silencio dramático de esas tuyos y te juro que te pego un
tiro con mi propia pistola!, ¿Quién coño es ese pariente?-
McNichols tragó saliva y dijo
-Isaac Amit, señor-
Kovacs se dejó caer en su sillón:
-El mismísimo y jodido director del Mossad, ¡Vaya puntería la del tal
Ezra!-
Continuó Kovacs
-Bien, resumiendo. Hace 40 años la cagamos en un país extranjero con un
experimento radiactivo que puede haber dejado secuelas en la zona…digamos,
que graves. Por azar, los judíos se han enterado y han mandado a su gente a
investigar a España. Con lo que encuentren se irán de cabeza al Consejo de
Seguridad de la ONU a largarles el cuento y, al final, Estados Unidos tendrá
que pagar el pato por la cagada de unos aprendices de brujo-
McNichols le dijo:
-Sí, señor, a esa misma conclusión he llegado yo-
Kovacs volvió a la ventana
-Pues bien, no vamos a dejar que una panda de rencorosos nos ganen la
partida. Randy, organiza un equipo que se va a ir de viaje a España. Que
investiguen sobre el terreno, que busquen al judío que anda por allí. Quiero
respuestas y las quiero, ya. ¿Entendido?-
McNichols no dejaba de escribir en su libreta
-Sí, señor, alto y claro-
*
Madrid, España
09:30 horas
El teléfono sonó varias veces antes de que fuera descolgado:
-¿Si?-
-Shalom, Marina, soy David-
La joven respondió:
-Shalom, David. No hace falta que me digas que eres tú si comienzas
saludando así. No conozco a ningún otro judío en este país-
Solomon sonrió, -la misma fuerza de siempre, esta chica es muy guerrera-,
se dijo
-Te llamo porque Aceña ya ha recibido la carta del decano de Tel Aviv y es
muy probable que se ponga en comunicación contigo pronto-
Marina Rossovich respondió sorprendida:
-¿Tan pronto? Parece que hacéis las cosas con mucha prisa-
-El tiempo corre, Marina y es importante tener noticias-
La joven escuchó y añadió:
-Bueno y ahora ¿Qué tengo qué hacer?-
-Nada. Simplemente aceptar el ofrecimiento, si te lo hace, claro, y
comenzar a trabajar con él. Dentro de un tiempo, te llamaré para que me
cuentes algo-
Nuevamente estaba sorprendida:
-Pero querrás que te diga si me ha llamado o no, ¿verdad?-
Solomon sonrió:
-No creo que diga que no, pero si lo hace, si, llámame y lo arreglaremos-
-Ja, ja, qué vais a hacer, ¿Romperle un brazo o algo así?-
Solomon se puso serio por primera vez:
-No, Marina, no actuamos así, y no tenemos costumbre de bromear con
estas cosas-
Marina se dio cuenta de que se había pasado con el judío:
-Lo siento, estoy un poco nerviosa con este asunto-
Solomon suavizó su voz:
-Está bien, no pasa nada, pero tenlo en cuenta. Puedes llamarme a este
número sólo si dentro de una semana, Aceña no te ha llamado. En caso de que
sí te llame, por favor, no utilices el teléfono, ya me enteraré y me pondré yo en
contacto contigo. ¿De acuerdo?-
-Sí, sí, todo entendido, así lo haré- respondió la chica
-Estupendo, pues entonces disfruta de tu tesis, Marina. Adiós-
Solomon colgó antes de que Marina pudiera siquiera despedirse.

CAPITULO 9

Edificio Hadar Dafna, sede del Mossad. 10:50 hora de Tel Aviv
En la primera planta del feo edificio, la que ocupaba Comunicaciones, se
había habilitado a dos personas, con la única y exclusiva misión de dar apoyo
y recibir y enviar mensajes a David Solomon.
Por ello, cuando la señal acústica de uno de los computadores avisó de la
entrada de un mensaje cifrado, rápidamente los dos hombres encargados se
lanzaron sobre él.
En poco más de media hora, el mensaje estaba descifrado y en la mesa de
3, el director de Información, Meir Halevi.
Éste, como en ocasiones anteriores, avisó a 2 y se reunieron en el despacho
del memuneh Amit
-¿Y bien, Meir, qué noticias nos traes de España?-
3 comenzó a hablar:
Solomon ha mandado un mensaje, por supuesto cifrado, con sus últimos
adelantos, os paso una copia.
Leyeron en silencio el mensaje:
Madrid, España 09:49
Mensaje cifrado David Solomon
He conseguido el contacto de Marina Rossovich y la he convencido para
que actúe como sayanim sin mucho problema. La carta del Decano Gobli ya
ha llegado a Aceña y confío en que dará resultado. Rossovich está a la espera
de su llamada.
Sigo sin conseguir identificar al segundo individuo de la zona cero pero
espero hacerlo pronto.
Fin del mensaje
Amit habló:
-Bueno, parece que todo sigue su curso. En cuanto sepamos hasta dónde ha
llegado el profesor Aceña y su amigo, podremos actuar-
2 habló entonces:
-¿Has pensado ya en cómo lo vamos a hacer?-
Amit contestó:
-No tengo todo atado, pero si me rondan algunas ideas por la cabeza.
Confío en que el profesor colaborará con nosotros pero en caso contrario
tendremos que empujarle un poco. En cuanto al segundo hombre, lo considero
accesorio, no creo que dé problema alguno si el protagonista acepta, éste lo
hará también.
La idea es conseguir la mayor cantidad de información posible con la que
elaborar un buen informe y presentarlo donde debamos, de manera que los
americanos no puedan protestar ni un solo de los puntos de este informe.
Hay que ser cautos, es muy probable que los amigos del otro lado del
atlántico estén sobre nuestros pasos… ¡Siempre lo están! Y se preguntarán qué
hacemos en Madrid.
Meir, sigue informándonos de todo lo que suceda, por favor-
-Así lo haré, descuida- contestó 3.
-Bien, por ahora es todo, por favor, estar ojo avizor a cualquier cosa que os
resulte extraña por parte de los americanos, no queremos que nos fastidien la
sorpresa-
Isaac Amit dio por terminada la reunión.
*
Marcos necesitaba más lombrices. Casi la mitad de las que se había traído,
habían muerto y las condenadas continuaban sin querer reproducirse. Llamó a
Ramiro:
-Hola Ramiro. Necesito más lombrices, ¿Qué tal te viene hacer un viajecito
ésta noche?-
El físico miró al techo de su despacho y contestó:
-Ufff, no sé Marcos, no sé, déjame que mire mi agenda que últimamente el
Presidente del Gobierno me tiene frito con sus llamadas-
Marcos puso los ojos en blanco:
-¡Ramiroooooo!-
El físico continuó:
-Que sí, hombre, que sí, que te acompaño. Últimamente estás muy
cascarrabias, amigo mío-
Marcos siguió hablando:
-Lo siento, colega. Sí, tienes razón, estoy un poco arisco, es culpa del
trabajo, no duermo lo suficiente. Bueno, al grano. Nos vemos en mi
laboratorio a eso de la una de la madrugada, ¿OK?-
-Pues la verdad es que no tengo manera de entrar a esas horas, te recuerdo
que no tengo coche y que me muevo en bici, ¿Qué tal si quedamos fuera en
algún lugar y me recoges?-
Marcos pensó:
-Vale, en la “gallina” de Moncloa a las 00:30 de la madrugada-
Ramiro contestó:
-OK, allí estaré. Hasta luego-
-Hasta luego, Ramiro-
A las 00:30 exactamente, Marcos esperaba, bajo la atenta mirada de un
águila de bronce encaramada a un monolito de cinco metros de altura,
(apodada cariñosamente por la población estudiantil como “la gallina de
Moncloa”) dentro de su todoterreno la llegada de Ramiro, que se retrasaba.
A las 00:41 apareció por debajo de los arcos que delimitan la plaza y se
encaminó al coche.
-¿Sabes que en un día de diario es difícil encontrar un taxi a estas horas?-
Marcos contestó:
-Hola, Ramiro-
-Vale, vámonos a por tus lombrices-
Nada más salir de la ciudad y tomar la autovía del Norte, Ramiro preguntó:
-Oye, tío, ¿Ya has llamado a tu nueva doctoranda?-
Marcos frunció el ceño:
-Pues no, le he estado dando vueltas y no acaba de convencerme-
Ramiro siguió:
-¿Pero qué problema tienes?-
-No sé, Ramiro, así tan de pronto, encuentro las lombrices y me sale una
doctoranda de la nada deseando trabajar conmigo, ¿No suena raro?-
Ramiro miró a la carretera:
-Hombre, visto así, un poco traído por los pelos, sí que parece, pero cosas
peores ocurren-
Marcos repuso:
-Ya sé que hacerte esta pregunta es tiempo perdido, pero si puedes por un
momento pensar como un científico y no como un salido, ¿Tú qué harías?-
Ramiro puso mohín de enfado:
-Hala, ya estamos prejuzgando, que si soy un salido, que si no sabes cómo
he llegado a profesor…-
-Lo siento, Ramiro, perdona. Anda contéstame, por favor-
-Pues verás, me has dicho esta mañana que no duermes bien porque
trabajas demasiado, te ha cambiado el humor y no hay quien te soporte, la
verdad. Esa chica no será tu doctoranda sino tu salvación terapéutica. Piensa
en todo el trabajo sucio que puede hacer mientras tú estás durmiendo, incluso
podría venir ella a por las lombrices sin necesidad de que fuéramos nosotros,
bueno, quizás yo sí, porque alguien tiene que vigilarla-
Resonó la carcajada de Ramiro en el interior del coche
-Está bien, mi respuesta es que la entrevistes, pruebes y si de verdad te va
bien, le dices que le vas a dirigir la tesis y en paz. Que no te gusta cómo
trabaja, pues la despides. No tienes nada que perder-
Marcos fijó la vista en la carretera:
-Creo que tienes razón, Ramiro, me vendría bien descansar un poco y
quitarme algo de estrés. Si, mañana la llamo y la cito en mi laboratorio-
A unos centenares de metros del coche de los científicos, un pequeño
utilitario alquilado les seguía. En su interior, David Solomon, pugnaba por no
perderlos al mismo tiempo que intentaba que no se dieran cuenta de su
persecución.
Había seguido a Marcos todo el día y cuando éste salió de su casa a una
hora tan intempestiva, cogió su coche y le siguió. Consiguió hacer una foto de
bastante calidad a Ramiro cuando se acercaba al coche de Marcos y ya estaba
pensando en pasarla por el programa de identificación y saber su nombre.
Por ahora les seguiría aunque estaba convencido de saber a dónde se
dirigían, si acertaba, podría volverse antes y descansar un poco.
*
Dado que la localidad de El Molar no tenía mucho aliciente turístico, en
esa época del año sólo había un pequeño hotel operativo en el pueblo serrano.
El Hotel Azul seguía impertérrito la vida del pueblo y alojaba de vez en
cuando a algún comercial de paso.
Su portero de noche aún recordaba al “pajarero” que se había alojado el
pasado mes como el huésped más atípico que había tenido en mucho tiempo,
sin embargo, los dos hombres yanquis que ahora mismo le habían alquilado
dos habitaciones, se llevaban la palma.
Desde luego no eran “viajantes”, es decir, comerciales y cuando se interesó
por su estancia en el pueblo, lo único que consiguió fue una dura mirada y un
simple -Estamos de paso- por respuesta.
Para estar de paso, los trajes que gastaban no eran muy apropiados, pensó
el recepcionista. Habían alquilado dos habitaciones contiguas e insistieron
mucho en saber si el hotel tenía wifi. Si no fuera porque era imposible, diría
que eran dos espías de esos de las películas… ¿Cómo se llamaban? ...ah, sí, de
esos de la CIA o algo parecido.
Uno de ellos le estaba diciendo algo:
-Le vuelvo a repetir que si sabe de algún sitio donde podamos comer algo-
El acento era rarísimo, muy marcado y muy americano. El portero salió de
sus ensoñaciones y contestó:
-Sí, claro, en la plaza hay un mesón donde dan la mejor tortilla de patatas
del mundo-
Los dos hombres se miraron y asintieron con la cabeza. Cogieron sus
maletas con ruedas y se dirigieron al ascensor y a sus habitaciones.
Una vez en ellas, los dos agentes de la ASN se cambiaron y se pusieron
ropa de campo, no de camuflaje, porque llamaría mucho la atención, solo ropa
cómoda para andar y calzado apropiado.
Una vez en el hall de entrada del hotel preguntaron al recepcionista si el
hotel estaba abierto a cualquier hora, a lo que el hombre contestó:
-Abierto, abierto, no. Pero yo estoy aquí toda la noche, Cuando vuelvan, si
está cerrada la puerta, llamen al timbre y les abriré-
Dicho y hecho, ambos agentes salieron a la fría noche serrana dispuestos a
probar qué era eso de “la mejor tortilla de patatas del mundo”.
Justo cuando estaban terminando de cenar, pasó por la plaza el vehículo de
Marcos y Ramiro e inmediatamente después el utilitario alquilado de
Solomon. Los agentes salieron a la plaza y, siguiendo un plano que les habían
proporcionado, echaron a andar hasta el páramo con los estómagos llenos de
lo que aseguraron por si mismos era “la mejor tortilla de patatas del mundo”
aunque, en realidad, era la primera tortilla de patatas que probaban en su vida.
Una hora después y armados con material fotográfico especial para poca luz,
se encontraron a los dos científicos recogiendo suelo, uno de ellos, y cogiendo
lombrices el otro. Estaban haciendo numerosas fotos de buena calidad, cuando
de pronto, uno de ellos miró hacia su izquierda e hizo una señal a su
compañero: en una loma, no muy lejos de donde estaban, había un hombre
tumbado en el suelo mirando hacia los científicos. No se había percatado de la
presencia de los agentes y parecía muy tranquilo en su posición.
Con la mira nocturna de su cámara, uno de los agentes le hizo varias
fotografías para poder identificarlo y se escondieron un poco más para que no
les viera.
Unos veinte minutos más tarde, el hombre solitario, se alejó de la zona
reptando hasta un lugar desde donde los científicos no pudieran verle,
entonces se incorporó y se alejó a buen paso. Uno de los dos agentes se deslizó
por el páramo y le siguió hasta su coche, donde memorizó marca, modelo y
matrícula.
Solomon se subió al coche ajeno por completo al seguimiento de que era
objeto. Su vigilancia había terminado, ahora los científicos irían a la Facultad
a descargar su coche y luego se irían a su casa, como siempre hacían. Era
inútil permanecer más tiempo allí, las noticias las traería Marina cuando
empezara a trabajar con Aceña. Para Solomon su jornada de trabajo había
concluido y sólo pensaba en dormir unas cuantas horas.
Marcos y Ramiro terminaron su trabajo y cargaron el coche. Tomando las
mismas medidas de seguridad que siempre y abandonaron el páramo en su
vehículo.
Los dos agentes de la ASN, volvieron a su hotel con suficientes datos
como para hacer un informe bastante completo y no necesitaron seguir a los
profesores en su viaje de vuelta a Madrid.
Llegaron al hotel y se fueron a dormir. Mañana se levantarían temprano y
elaborarían el informe pertinente. Al igual que Solomon, su único pensamiento
era dormir unas horas, bueno, el de uno de ellos, en el cerebro del otro,
además de dormir, se habría paso entre las brumas del sueño, la visión de un
plato con una generosa ración de tortilla de patatas.

CAPITULO 10

El informe de los agentes de campo se recibió en el centro de


comunicaciones de Fort Meade, sede de la ASN, hacia las 02:00 de la
madrugada hora local.
Exactamente a las 08:00 reposaba sobre la mesa del despacho del
subdirector McNichols que, a las 08:05 ya lo estaba leyendo:
Operación España
Informe de Campo
08:00 hora local
En la noche de ayer comenzamos los turnos de control del terreno
denominado “zona cero” en la localidad de El Molar, a 40 kilómetros de la
capital, Madrid.
Mientras se procedía con el protocolo de reconocimiento de la zona, hizo
aparición un todoterreno marca TOYOTA, modelo Land Cruiser, blanco,
corto, con matrícula 6690 CCU. Hora 01:30. Del vehículo bajaron dos
hombres que procedieron a vestirse con ropa antipartículas, capucha y dobles
guantes. A continuación comenzaron a recoger tierra y depositarla en un
contenedor aislante y recoger muestras de, lo que se aventura, eran lombrices
de tierra. Se toma abundante material gráfico de los individuos y de su
trabajo.
A las 02:15 concluyen su trabajo, cargan el material en su vehículo y
desparecen del lugar con destino estimado a la capital, Madrid.
Una vez terminada la vigilancia se procede al procesamiento de las
imágenes tomadas y se verifica la identificación de los dos individuos (Anexo
I)
Al mismo tiempo que se desarrollaba esta operación, los agentes se
percataron de la presencia de otro individuo, solo, en el mismo lugar e
independiente de los citados con anterioridad. Se toman fotografías del
mismo, así como del vehículo utilizado por él. Se procede a su identificación
(Anexo II)
Se mantiene el operativo a la espera de órdenes
Anexo I
Individuo 1Fotografía
Nombre: Aceña Hiraldo, Marcos
Edad: 35 años. 170 cms de altura. 80 kgs
Pelo castaño Ojos marrones. Gafas correctoras
Sin marcas aparentes
Nacionalidad:Española
Domicilio: Cristóbal Bordiú, 4, 5ºD
CP:28005
Ciudad: Madrid
Profesión: Profesor Doctor universitario
Especialidad: Zoología
Organismo: Facultad de Biología-Universidad Complutense de Madrid
-
Individuo 2 Fotografía
Nombre: Márquez Puig, Ramiro
Edad: 45 años. 165 cms de altura. 95 kgs
Pelo negro Ojos marrones. Gafas correctoras
Sin marcas aparentes
Nacionalidad: Española
Domicilio: Ancora, 16, 3ºB
CP:28015
Ciudad: Madrid
Profesión: Profesor Doctor universitario
Especialidad: Física Nuclear
Organismo: Facultad de Físicas-Universidad Complutense de Madrid
Anexo II
Individuo 1Fotografía
Nombre: Solomon, David
Edad:33 años. 195 cms de altura. 80 kgs
Pelo rubio. Ojos verdes.
Sin marcas aparentes
Nacionalidad: Israelita
Domicilio: desconocido
CP: desconocido
Ciudad: desconocido
Profesión: Agente del Mossad (según Informe MSS 2000)
Especialidad: Formación y operaciones encubiertas (según Informe
MSS2000)
Organismo: Instituto para Inteligencia y Operaciones Especiales
(MOSSAD) Israel
Fin del mensaje 08:15
McNichols leyó el informe un par de veces y de después se dirigió al
despacho de Kovacs
Llamó a la puerta y entró:
-¿Director?, ¿Señor? Hemos recibido el primer informe de los agentes de
la Operación España-
Kovacs volvió la cabeza hacia el subdirector y se sentó en la silla de su
despacho. Con un movimiento de manos, arrebató a McNichols el informe y lo
leyó
Luego lo dejó encima de su mesa y habló:
- Asique, tenemos a dos profesores universitarios haciendo excursiones
nocturnas a la zona cero para llevarse tierra y bichos. Curiosamente uno es
biólogo y el otro físico nuclear, perfecto, así pueden ocupar todos los campos.
Me imagino que se llevaran su botín a la Universidad. Randy, diles a los
agentes que hagan una visita al despacho del biólogo pero sin desordenar
nada-
McNichols apuntó en su libreta:
-Si señor-
Kovacs continuó:
-Por otra parte y tal como imaginábamos, el Mossad sigue los pasos de los
profes y tiene, que sepamos, un hombre destacado y no es un cualquiera,
Solomon es uno de los mejores katsas que tiene el Mossad. Lo conocí hace
años, cuando aún era un crío y ya apuntaba unas maneras bastantes definidas.
Puede ser la persona más dulce y convertirse en el asesino más cruel en
cuestión de segundos-
Hizo una pausa el director y continuó:
-Bueno, bueno, apunta Randy, en vez de hacer la visita al despacho de
Aceña, mejor le van a hacer una visita a él mismo, que lo lleven a un lugar
seguro y mantendremos una videoconferencia. Le vamos a contar todo, de
manera que los judíos no le sorprendan y le vamos a convencer de que
colabore con nosotros para que no salga a la luz todo este asunto. ¿Qué te
parece Randy?-
Por primera vez desde que se conocían Randolph “Randy” McNichols le
iba a llevar la contraria a su jefe:
-Señor, no lo veo muy claro. Si le contamos a Aceña “todo” es muy posible
que se enfade bastante con nosotros y no quiera colaborar, por otra parte
decirle a un investigador que se olvide de un descubrimiento como éste es
como pedirle a uno de nuestros policías que se olvide de los donuts-
Kovacs le miró incrédulo:
-Randy, ¿No es la primera vez que no estamos de acuerdo?-
McNichols se sonrojó:
-Sí, señor-
Kovacs sonrió:
-Tranquilo hombre, no pasa nada, relájate. Vamos a pensarlo bien porque
no te falta razón-
Suspiró el subdirector y añadió:
-No es mi intención llevarle la contraria, señor, pero si aconsejar. Me
parece que sería mejor no contarle todo y mucho menos que el Mossad va
detrás de él, le asustaríamos. Podríamos decirle que queremos ayudarle ya que
el experimento lo empezamos nosotros y que podrá publicar todo lo que
descubra, luego, con el tiempo, ya lo enterraremos-
Kovacs sopesó lo que le decía su subordinado:
-No está mal, puede funcionar. Prepárame algo para empezar a trabajar, por
favor-
-Claro, señor-
Marcos acababa de llegar a su laboratorio, se sentó a la mesa de su
despacho y abrió uno de los cajones de su izquierda, rebuscó entre miles de
papeles sueltos y allí estaba, la tarjeta que le dio Marina Rossovich en la
cafetería hace algunas semanas.
Era una tarjeta de color hueso desvaído, la letra era cursiva y en su parte
central aparecía el texto: Marina Rossovich. Licenciada en Zoología
Esto y un número de teléfono móvil era todo lo que ponía en la coqueta
tarjeta de visita.
Marcos memorizó el número y lo marcó en su teléfono de mesa. Esperó
tono y al quinto decidió colgar, seguramente no podría cogerlo. La llamaré
más tarde.
Unos minutos después sonó su teléfono, Marcos descolgó y contestó:
-Sí ¿Dígame?-
Al otro lado del teléfono, una voz conocida comenzó a hablar:
-¿Profesor Aceña?-
Marcos contestó:
-Sí, ¿Quién es?- Preguntó, aunque sabía perfectamente quien estaba al otro
lado
-Hola, profesor, soy Marina Rossovich. Me ha llamado usted hace un
momento pero no he podido cogerlo-
Marcos decidió tomar el mando de la situación:
-¡Ah, sí!, señorita Rossovich. El caso es que quería mantener con usted una
conversación acerca de la posibilidad de dirigirle una tesis, tal y como usted
misma me pidió-
Marina pensaba a toda velocidad: -Hay que ver lo que una carta de un
decano puede hacer con un profesor reticente-
-Por supuesto, profesor, ¿Cuándo quiere que vaya?-
Marcos miró su reloj de pulsera:
-Pues, cuanto antes mejor, si le viene bien a lo largo de la mañana…-
Marina sonrió: -tengo todo el tiempo del mundo para ti, querido profesor-
-Por supuesto, profesor. Si le parece puedo llegar en una hora más o
menos-
Marcos asintió:
-Excelente, pues la espero en mi laboratorio, señorita Rossovich en una
hora-
-Genial, profesor, allí estaré-
Marina colgó el teléfono y se dirigió a su habitación, abrió el armario y
pensó, qué debía ponerse, nada exótico, era la primera entrevista, pero
tampoco debía vestirse como una monja, eligió unos vaqueros claros que
acentuaban su figura y una blusa sin mangas de color berenjena con algo de
escote. Por encima, una chaquetilla vaquera de color oscuro y para los pies
unos mocasines azul marino en ante. Perfecto, sólo queda un sutil toque de
perfume y el profesor dirá que sí a todo. Bueno, eso y la carta del decano
Gobli, claro.
Cuando el reloj marcaba las 11:45 de la mañana, Marina Rossovich
atravesaba la puerta principal de la Facultad de Biología, giró a la derecha y se
encaminó a los ascensores del fondo. Mientras esperaba la llegada de uno de
los tres ascensores, una voz a su espalda la sobresaltó:
-Shalom, Marina-
La joven se giró en redondo y dijo:
-David, si sigues dándome esos sustos es muy probable que no pueda
colaborar con vosotros-
Solomon sonrió:
-Tienes que estar alerta en todo momento, ahora formas parte del instituto-
Marina lo miró con cierto miedo:
-¿Qué haces aquí?-
-Sólo he venido a desearte suerte, Marina-
-¿Suerte? Dudo mucho que la necesite con toda la ayuda que me habéis
prestado-
Solomon miró a ambos lados:
-Nosotros sólo hemos empujado un poquito a Aceña, ahora el trabajo duro
depende de ti. Tienes que conseguir que se sincere contigo y te cuente cómo
van sus investigaciones-
Marina miró al suelo:
-No debéis esperar que tenga mucha información enseguida. Los
investigadores se guardan muy mucho de contar sus logros a la primera que se
le pone por delante. Es necesario que me gane su confianza primero y luego,
ya empezará a hablar-
Solomon no dejaba de mirarla:
-Hazlo como estimes oportuno, Marina, pero tiempo no tenemos
demasiado. Intenta conseguir algo en pocos días-
-Haré lo que pueda- dijo Marina mientras entraba en el ascensor.
En la planta décima se abrió el ascensor y Marina se dirigió hacia el
laboratorio de Marcos Aceña. Llamó a la puerta:
-Buenos días, profesor. ¿Puedo pasar?-
Marcos la miró desde su mesa y le hizo una seña con la mano:
-Adelante, señorita Rossovich, pase, por favor-
La joven se cimbreó un poco camino de la mesa de Marcos, lo que no pasó
desapercibido para el científico:
-Siéntese, por favor-
La joven tomó asiento y Marcos continuó:
-Bueno, ¿Sigue queriendo que le dirija una tesis doctoral señorita
Rossovich?-
La joven repuso:
-Por supuesto, profesor, me encantaría-
Marcos se echó hacia atrás en su sillón:
-Bien, verá. Resulta que no hace mucho he hecho un descubrimiento…
eehh, digamos, inédito y necesito alguien que me ayude. Evidentemente, con
ayuda me refiero a participar en mi investigación y…-
La puerta del despacho se abrió de repente y entró Ramiro en tromba:
-¡Ay, Dios!, Lo siento, se me ha parado el reloj y he llegado tarde-
Marcos no sabía dónde mirar y Marina observaba al físico mitad
asombrada mitad divertida
Marcos, se levantó y acercó una silla a la mesa mientras decía:
-Señorita Rossovich, le presento al… ejem, codirector del trabajo, el doctor
Ramiro Márquez-
Ramiro se acercó a la joven y con un ademán pasado de moda, le tomó la
mano derecha y se la besó:
-Encantado, señorita Rossovich-
La joven, algo divertida, añadió:
-Mucho gusto, profesor Márquez-
Una vez todos sentados de nuevo a la mesa de Marcos, éste continuó:
-Bien, una vez hechas las presentaciones, intentaré continuar sin más
interrupciones- dijo, al mismo tiempo que dirigía una mirada a asesina a
Ramiro que bajó la cabeza.
-El caso es que, como decía, he…, perdón, hemos hecho un hallazgo
bastante raro referente a los Oligoquetos de una zona muy cercana a Madrid,
concretamente en la localidad de El Molar, en la sierra, al norte. ¿La conoce
usted, señorita?-
La joven negó con la cabeza y Marcos continuó:
-No importa, estoy seguro que en poco tiempo se la aprenderá de memoria.
En fin, sigo. El caso es que nuestro descubrimiento hace referencia a un tipo
de lombrices de tierra de la familia de los Enquitreidos pero con características
poco comunes, yo diría incluso, únicas-
Se removió en su sillón, ahora venía lo interesante:
-Para poder llevar a cabo la investigación en los términos que debiera,
hemos decidido, el profesor Márquez y yo, que necesitamos alguien más que
nos ayude y que, de paso, pueda sacar algún beneficio en forma de tesis
doctoral.-
Calló un momento y miró a la joven a los ojos, ésta no denotaba ningún
cambio, por lo que Marcos continuó:
-Así pues, si usted está dispuesta a ayudarnos, nosotros podemos
codirigirle una tesis doctoral tal y como me pidió no hace mucho.-
La joven sonrió abiertamente y contestó:
-Por supuesto, estoy más que dispuesta, profesores-
Marcos continuó:
-He de advertirle que dadas las extraordinarias características de estos
animales, el horario de trabajo es un poco extraño y que las medidas de
seguridad y confidencialidad son extremas-
-Me está asustando, profesor- dijo la joven haciendo un mohín.
Ramiro tomó la palabra:
-No se preocupe, señorita Rossovich, Marcos está exagerando un poco. Es
verdad que trabajamos por la noche y que lo hacemos protegidos con trajes
especiales, pero no es para tanto, ya lo verá-
La joven miró a Marcos y preguntó:
-Trabajar por la noche y con trajes especiales, ¿A qué se refieren
exactamente?-
Marcos, se levantó y le dijo:
-Antes de nada debo pedirle que, si acepta trabajar con nosotros, ha de
firmar un documento que yo mismo he redactado-
La joven se levantó también y dijo:
-Por supuesto. ¿Puedo leer ese documento?-“
Marcos, fue hacia una estantería y extrajo un folio mecanografiado de una
carpeta. Acto seguido se lo entregó a la joven que lo leyó lentamente. Una vez
terminada la lectura, Marina miró a ambos investigadores y dijo:
-Aquí pone que todo lo que vea, oiga, escriba o comente con ustedes debe
quedarse aquí, no puedo sacar ningún documento ni escrito ni en soporte
informático y no puedo hablar con nadie de este hallazgo hasta que ustedes lo
consideren conveniente o me den su conformidad. ¿En que están trabajando
exactamente?-
Marcos la miró y repuso:
-Señorita Rossovich, usted sabe que las investigaciones punteras en
ciencias deben protegerse porque hay mucho espionaje. Nuestro caso es
excepcional y requiere del máximo silencio hasta que podamos publicarlo. No
podemos enseñarle nada sino accede a firmar este documento-
Marina miró a ambos hombres, sacó de su bolso un bolígrafo y estampó su
firma al pie del documento. Marcos lo tomó, fue hasta una pequeña impresora
e hizo dos copias, una se la entregó a la joven y otra a Ramiro, él se quedó con
el original que devolvió a la carpeta.
-Bien, señorita, ahora está todo en orden. Ni que decir tiene que la
violación de cualquier parte del documento que acaba de firmar, puede
acarrearle funestas consecuencias penales-
La joven asintió con la cabeza y Marcos continuó:
-Sígame, vamos al laboratorio.-
Salieron del pequeño despacho y se encaminaron a una de las puertas más
grandes del pasillo, una vez allí, Marcos extrajo una llave del bolsillo de su
chaqueta y abrió la puerta del laboratorio.
Entre Ramiro y él, habían construido una especie de antesala o vestíbulo
pequeño que se encontraba aislado del resto del laboratorio. Cuando todos
estuvieron dentro, Marcos cerró con llave la puerta del laboratorio. En dicho
vestíbulo había una percha con varios trajes anti partículas (habían tenido que
comprar más porque lavarlos era un trabajo delicado y a veces no los tenían
dispuestos) y una pequeña ducha con cortina de plástico para la desinfección.
Marcos indicó a la joven que cogiera uno de ellos y se lo pusiera, así como
calzas de plástico. La joven así lo hizo y Ramiro y Marcos la imitaron.
Una vez todos estuvieron vestidos, Marcos abrió una segunda puerta e
invitó a pasar a la joven y a Ramiro y encendió las luces.
Marina quedó absorta, toda la pared era de un blanco cegador y se
encontraba circunscrita por una tarima de madera de un metro y veinte
centímetros de altura. Sobre ella había varios tipos de tarrinas de plástico
blanco, cada una de ellas etiquetada con un número y una fecha. Al fondo y
aislado se encontraba un arcón de grandes dimensiones de paredes metálicas
que tenía una puerta en su frente y al lado contrario una pecera de plástico
transparente con dos guantes adheridos a dos orificios con una abertura en su
parte superior.
A la altura del techo había dos grandes ventiladores que se podían abrir y
cerrar mediante manivelas y que, en ese momento, estaban cerrados. La
temperatura era fría, de unos 16 grados más o menos.
Marcos la hizo ir hasta la pecera de plástico y una vez allí, tomó una de las
tarrinas más cercanas, la abrió y extrajo un ejemplar de marqueña,
depositándola en el interior de la pecera. El animal se movió hacia adelante y
hacia atrás pero no expulsó ningún líquido.
Marina observaba con la boca abierta, jamás había visto un ejemplar como
éste, negro, sucio y muy pequeño pero muy vivaz. Interrogó con la mirada a
Marcos y esté le habló:
-Señorita Rossovich, le presento a las marqueñas. Enquitreidos radiados y
mutados hasta conseguir el aspecto que usted ve-
Marina observaba la lombriz y preguntó:
-¿Qué son esas pústulas que tiene en la parte dorsal?-
Ramiro que, hasta entonces había permanecido en silencio, repuso:
-Son cápsulas de ácido butírico, muy activo-
Marina no dejaba de asombrarse:
-Ácido butírico ¿Y no las mata?-
Esta vez fue Marcos quien respondió:
-Por alguna extraña ocurrencia, son inmunes al ácido-
Marina volvió a preguntar:
-¿Cómo sabe que han sido radiados?-
Marcos miró a Ramiro y le invitó a responder:
-Cuando encontramos las lombrices las sometimos a un examen
radiológico y descubrimos que poseían Selenio75, un isótopo muy raro que no
existe en la naturaleza como tal, por eso concluimos que de alguna manera
habían sido radiadas artificialmente-
-Además-, continuó Marcos, -Han mutado su fisionomía de una manera
increíble y han desarrollado las cápsulas de ácido que no aparecen en ningún
otro Oligoqueto conocido-
La joven siguió preguntando:
-¿Dónde las han encontrado?-
Marcos respondió:
-En El Molar, en las estribaciones de la Sierra de la Comunidad de Madrid,
a unos 40 kilómetros-
La joven seguía preguntando:
-Y ¿Tiene alguna idea de quién o qué las ha radiado?
Marcos suspiró:
-No, señorita, no sabemos qué les ha pasado a estos pobres bichos, aunque
sí le puedo asegurar que estamos prácticamente convencidos de que no se trata
de una radiación espontánea, se trata de una radiación artificial…”a posta” si
quiere decirlo así. Pero desconocemos quién y por qué motivo lo ha llevado a
cabo.-
Marina no sabía qué decir, a pesar de que David le había contado grosso
modo lo del experimento de los americanos, estaba asombrada con aquellos
bichos sumamente extraños y más aún con los dos científicos. Al margen de la
tesis, que sería un bombazo, pensaba en Solomon y en las argucias que había
hecho para que ella se encontrara allí mismo.
Cuando le contara todo esto igual le hacía algunas preguntas.
-¿Por qué las ha llamado marqueñas, profesor?-
Marcos enrojeció dentro de su traje protector y a Ramiro se le escapó una
pequeña risita:
-Bueno, en realidad, las descubrí yo asique me pareció bien asignarles un
nombre y dado que me llamo Marcos, les adjudiqué el nombre de marqueñas-
La joven sonrió:
-Me parece una medida muy adecuada. Bien, ¿Cuándo empezamos?-
Los dos investigadores se miraron y sonrieron. El trabajo y la pesadilla no
habían hecho más que comenzar.

CAPITULO 11

Una vez que Marina Rossovich hubiera abandonado el despacho de


Marcos, éste y Ramiro se quedaron comentando la entrevista.
-¡Está como un jodido queso, colega!- Casi gritó Ramiro
-Ramiro, no empieces. La tendremos de doctoranda, no de esclava sexual,
¿De acuerdo?-
Ramiro miró a su colega:
-A ver cuando te enteras de que no soy un neandertal, te digo que está
buena y punto, no pienso tirármela a la mínima que pueda-
Marcos, sonrió:
-¡Ni lo vas a intentar, te lo aseguro! De verdad, Ramiro que nunca llegaré a
entenderte del todo-
Sonó una llamada en la puerta del despacho de Marcos y a continuación
irrumpieron dos hombres altos, de pelo corto y vestidos de sport:
-¿Profesor Aceña?-
Marcos los miró de arriba abajo y contestó:
-Sí, soy yo. ¿Qué desean?-
Los hombres le miraron y después echaron un vistazo a Ramiro:
-Querríamos hablar con usted si es posible a solas-
Marcos miró a Ramiro y le dijo:
-¿Nos dejas un momento, por favor?-
Ramiro no dijo nada pero hizo una mueca de disgusto cuando abandonaba
la estancia. Marcos les indicó a los hombres las sillas que había delante de su
mesa y les dijo:
-Siéntense, por favor. ¿En qué puedo ayudarles?-
Los hombres se sentaron
-Mi nombre es Paul Richardson y me acompaña mi colega Harlam Brey-
Marcos preguntó:
-¿Son ingleses?, ¿De qué Universidad?-
Los hombres sonrieron y continuaron:
-No, profesor, ni somos ingleses ni venimos de ninguna Universidad.
Somos estadounidenses y pertenecemos a la Agencia de Seguridad Nacional-
Marcos se sorprendió:
-Caramba, de la ASN ¿eh? Y ¿Qué hacen tan lejos de casa?-
-Hemos venido a advertirle-
-¿Advertirme, de qué?-
-Profesor, ha iniciado usted un trabajo de investigación que es muy
arriesgado y hay gente implicada que no quiere que siga solo en este asunto-
Marcos se levantó de su sillón y dijo:
-Creo, señores, que esta entrevista ha terminado. Si me hacen el favor de
abandonar mi despacho, se lo agradecería-
Los hombres no se movieron de su sitio
-Siéntese, profesor y escuche lo que tenemos que decirle, por favor-
Marcos volvió a sentarse a regañadientes
-Ha encontrado usted unos bichitos muy interesantes y como buen
investigador, ha comenzado a estudiarlos, ¿No es así?-
-¿Qué saben ustedes de ese asunto?-
-Más de lo que usted cree, profesor. Verá, esos bichitos no han nacido así
por casualidad, son el producto de una investigación fallida llevada a cabo
hace mucho tiempo y nosotros hemos venido a ayudarle un poco.-
Marcos se apoyó en la mesa:
-Cuéntenme lo que sepan, por favor. Luego quizás hablemos-
El hombre que llevaba la voz cantante continuó:
-Para nosotros es muy importante que usted continúe con su investigación,
profesor, pero ha de hacerlo bajo nuestra supervisión y dándonos informes de
todo aquello que descubra. Por supuesto, estos informes serán secretos y al
finalizar usted podrá publicar los artículos que desee. Sólo necesitamos estar al
tanto de la investigación, eso es todo-
Marcos entornó los ojos y contestó:
-¿Pretenden que les cuente todo lo que descubra?, se nota que no han ido
nunca a la Universidad y que no han hecho ningún tipo de investigación-
El hombre, algo más serio, contestó:
-Profesor, no se fie de las apariencias. Tanto mi colega como yo estamos
cualificados para estos temas. No nos haga de menos, por favor-
Marcos continuó:
-Bien, consideraré que están cualificados. Ahora, por favor, les ruego que
me cuenten exactamente qué quieren y por qué han dicho que estoy en
peligro-
-En peligro inminente, no está profesor, pero el tema que ha iniciado puede
traer consecuencias. Por eso es necesario que trabajemos juntos. Lo único que
queremos es que siga con su trabajo, que nos informe de vez en cuando y nada
más. Bueno, sí, otra cosa, necesitaremos los nombres y fotografías de todo
aquél que trabaje con usted en este asunto-
Marcos no acababa de convencerse:
-Lo que no me han dicho es por qué la ASN americana se interesa por mis
descubrimientos, ¿Qué tienen que ver los Estados Unidos en todo esto?-
El hombre se revolvió en su silla:
-Profesor, los Estados Unidos tienen mucho que ver con esto. Nosotros
iniciamos éste experimento y ahora lo queremos finalizar, pero de manera
correcta.-
Marcos se sorprendió:
-¿Cómo que ustedes iniciaron este experimento?, ¿A qué se refieren?
Caballeros, creo que me merezco una explicación y, además, bastante extensa-
El hombre afirmó con la cabeza:
-Coincidimos en ese punto, profesor. Lo que le voy a contar es alto secreto,
no debe decírselo a nadie, ni siquiera a sus colaboradores. Por favor, hágame
caso-
Marcos afirmó con la cabeza:
-Adelante, suéltelo todo-
El hombre llamado Richardson comenzó a hablar y le contó el experimento
de 1972, todos los detalles y el fallo que ocurrió.
Marcos estaba absorto:
-Si he entendido bien, ustedes fallaron en su experimento y dejaron libres a
animales mutados por radiación en un país que no era el suyo. Básicamente,
utilizaron a España como su propio laboratorio y cuando se dieron cuenta de
su tremendo error, simplemente, se fueron sin decir nada. Un comportamiento
muy significativo de países como el suyo, si señor.-
-Profesor, ya es tarde para echarnos la culpa, la pifiamos, sí, pero hemos
venido a terminar con esto de la mejor manera posible.-
Marcos repuso:
-Lo que deberían hacer ustedes es decírselo al gobierno de España, limpiar
la zona y repartir sus dólares allá donde sus experimentos de pacotilla hayan
hecho daño. Pero, claro, eso supondría reconocer que cometieron un enorme
error y en suelo extranjero. No creo que a su presidente le gustara mucho saber
todo esto, porque estoy seguro que aún no lo sabe, ¿Verdad?-
El hombre bajó la cabeza:
-No es de su incumbencia lo que sabe o no nuestro presidente, profesor. No
es esa la solución que hemos pensado ni su actitud la mejor para continuar
colaborando, profesor-
Marcos comenzó a indignarse:
-¿Mi actitud? Sepan ustedes, caballeros, que debería ser mi obligación
poner en comunicación de las autoridades todo lo que me han contado y que
las embajadas resuelvan este altercado que ustedes y sólo ustedes, provocaron
y no han dicho nada hasta ahora. Creo que desconocen por completo las
calamitosas consecuencias que su error va a provocar en mi país y en sus
gentes y además, estoy convencido de que si yo no hubiera dado con esos
animales de experimentación, nadie de su país habría dicho nada al respecto.
¿Me equivoco?-
Richardson le miró con ojos fríos:
-Profesor, hasta ahora hemos sido muy complacientes, le hemos contado
nuestro pequeño secreto, le hemos pedido ayuda y solo hemos recibido quejas
por su parte. Hay una última cosa más que queremos contarle.-
-¿Hay más? ¿Qué clase de nueva y extraña aberración mayor pueden
cometer?-
Richardson le miró de nuevo, clavó sus fríos ojos azules en los de Marcos:
-Mire, profesor, hay dos maneras de llevar adelante este asunto, por las
buenas, con usted colaborando con nosotros y terminando el trabajo con
felicitaciones para usted o bien, por las malas, es decir, usted hará su trabajo
bajo nuestra supervisión, no preguntará nada y no publicará nunca nada. ¿Qué
elige profesor?-
Marcos le contestó:
-¿Me está amenazando por casualidad?-
El hombre no apartaba sus ojos de Marcos
-Simplemente es una advertencia, usted decide-
Marcos se levantó de golpe y alzando la voz, gritó:
-¡Fuera de mi despacho! Esto es una vergüenza y un ultraje, nadie puede
decirme lo que debo o no debo hacer en mi trabajo, ni ustedes ni todo el
gobierno de los Estados Unidos. ¡Fuera he dicho!-
Los hombres se levantaron:
-Mire, hemos sido muy pacientes, pero si esta es su última palabra, siento
decirle que se arrepentirá, profesor.-
Se encaminaron hacia la puerta y desde allí, Richardson se volvió y dijo:
-Lo lamentará, profesor, lo lamentará profundamente-
Una vez que ambos hombres abandonaron el despacho, Marcos se dejó
caer en el sillón y se llevó las manos a la cabeza:
-Pero, ¿Qué demonios tengo entre manos? Los Estados Unidos hacen un
experimento hace 40 años, la pifian y ahora yo, me encuentro con los
resultados y lo que me parecía que iba a ser un gran hallazgo ha resultado ser
una amenaza y una pesadilla. En vez de venganza esto va a ser mi penitencia-
*
En la puerta de la Facultad de Biología se encontraban Marina Rossovich y
David Solomon:
-Entonces, está hecho, ¿No?- preguntó Solomon
-Sí, empiezo mañana mismo, tengo que venir a las 19:00 horas y vamos a
ir a coger lombrices y suelo-
Sonrió Solomon:
-Vaya planazo, ¿eh Marina?-
La joven sonrió:
-Pues sí, pero te sorprenderías si conocieras alguno de los trabajos tan
diversos que hay que hacer en Biología-
Solomon estaba de frente a la escalinata de entrada y con esa deformación
profesional que todo agente de campo posee casi de manera innata, no pudo
evitar mirar por encima del hombro de Marina a dos hombres altos que en esos
momentos bajaban los escalones de dos en dos. No eran estudiantes, eso
seguro, no tenían esa pinta y además no llevaban libros, bolsas o mochilas,
¿Quiénes eran esos tipos y por qué habían despertado su curiosidad?
Se despidió rápidamente de Marina, que quedó algo sorprendida por la
rapidez del adiós del judío, y se encaminó hacia el aparcamiento de motos.
Había decidido alquilar un scooter porque le era más fácil para las labores de
seguimiento y vigilancia. El coche era un engorro, Madrid no estaba hecho
para desplazarse en coche, sin embargo las motos podían entrar y salir por
donde quisieran y aparcar en cualquier lado.
Decidió seguir a aquellos dos hombres, un pálpito le decía que era lo que
debía hacer.
Los hombres entraron en un pequeño utilitario y salieron a toda velocidad
seguidos por el judío. Atravesaron toda la ciudad y aparcaron en un barrio
periférico. Solomon apuntó mentalmente la dirección y aparcó la moto. Saco
un cigarro y su móvil e hizo como que escribía un WhatsApp mientras
vigilaba.
En el piso de los dos hombres, Richardson abrió una maleta que contenía
un sistema de escritura cifrada y comenzó a escribir su informe:
Operación España
Informe de Campo
Hora local; 13:32
Se ha visitado al sujeto en cuestión con el que se ha mantenido la
conversación fijada.
Su reacción ha sido la esperada, no quiere colaborar y pretender hablar con
las autoridades.
Si no hay contra órdenes pasaremos a ejecutar la segunda fase del
operativo.
Fin del mensaje
McNichols sonrió:
-Hay que ver lo predecibles que somos los seres humanos, en fin, peor para
él-
Con el papel en sus manos se dirigió al despacho de Kovacs
*
Desde el final de la segunda guerra mundial, en la época llamada de guerra
fría, las grandes potencias mundiales tenían como objetivo armarse lo mejor
posible ante la posibilidad de que sus enemigos lo hicieran antes.
Uno de los puntales más importantes en la carrera armamentística era la
posesión de ingenios nucleares similares a los que los americanos dejaron caer
en Hiroshima y Nagasaki con los efectos que todos alguna vez hemos
contemplado…horrorizados.
Cuando la época de la guerra fría terminó con el fin de la antigua Unión
Soviética, la llegada de la Glásnostt de Mijail Gorbachov y la caída del muro
de Berlín, las potencias viraron en sus intereses militares y abogaron por un
desarme nuclear conjunto que pusiera fin a la carrera por las armas.
Así era, en general, pero el miedo a que los países no principales o en vías
de desarrollo, sobre todo de Oriente Medio y Asia, pudieran contar en sus
polvorines con bombas nucleares, hacía que en los despachos más ocultos del
poder se siguiera hablando de este tipo de armas.
Israel no había ocultado nunca su intención y, casi necesidad, de contar con
armas nucleares, pero hasta la fecha, la mayor parte de las grandes potencias
habían desestimado esta voluntad, entre ellas, los Estados Unidos para quien
Israel era un estado amigo pero a quien vigilaban de cerca y los judíos estaban
al tanto… porque ellos hacían lo mismo.
Para este año 2012, la ONU había fijado la celebración de una Cumbre de
Grandes Potencias en la cual se pusiera fin de una vez por todas a la
proliferación de armas nucleares y, por ende, de cualquier experimentación
para crearlas o mejorarlas.
Los Estados Unidos se habían convertido en el adalid de esta propuesta y
su Presidente, Jeremiah Francis Klein, un demócrata de toda la vida, había
protagonizado no pocos actos en favor de la propuesta de Naciones Unidas.
Precisamente la negativa americana a los judíos para ayudarles a contar
con armas nucleares y su falsa política de desarme, era lo que había decidido a
Isaac Amit, el memuneh del Mossad, a dar luz blanca a la Operación Ezra, si
los acontecimientos se desarrollaban tal y como él pensaba, podría ir a la ONU
y sacarle los colores al Presidente Klein.
A aproximadamente, 9398 kilómetros de allí en el despacho del Director
de la Agencia de Seguridad Nacional, en Maryland, George Kovacs pensaba
algo parecido a Amit. Si cualquier experimento con armas nucleares saliera a
la luz en estos momentos, la candidatura de Klein a un segundo mandato
quedaría en entredicho y los republicanos se frotarían las manos.
Nadie podía impedir que algunos de los secretos más oscuros de la
administración americana salieran a la luz, pero casi siempre se trataban de
secretos de alcoba, de drogas, de abuso de poder, prevaricación y cosas por el
estilo. El Presidente Klein era todo menos protagonista en cualquiera de esos
casos. No se le conocía adicción alguna, era fiel a la primera dama, su querida
esposa Margaret y ni siquiera en sus tiempos de universidad coqueteó con las
drogas y el alcohol, nada, no habían encontrado ni un solo borrón en su
inmaculado expediente, asombrosamente, era el único presidente hasta la
fecha con un informe tan limpio.
Por eso, que ahora un simple y anónimo profesor español hubiera dado con
un hallazgo que podía representar un error americano con tintes nucleares, era
más potente que la propia bomba atómica en sí misma.
Dos de los hombres más poderosos del mundo en sus respectivos países
habían llegado a una conclusión muy parecida sobre el mismo tema, ambos
eran perros viejos en sus oficios y ambos querían o aspiraban a una jubilación
acorde con los servicios prestados. Con el tiempo, también ambos habían
decidido que se merecían su pensión y que por nada del mundo iban a
perderla.
*
David Solomon llevaba dos horas aparcado frente al portal por donde
habían entrado los hombres a los que seguía desde la Universitaria. Estaba
cansado de esperar, allí no salía nadie y si no podía hacer alguna fotografía de
los sujetos, no iba a poder identificarlos.
Era necesaria una identificación positiva y para ello necesitaba una foto.
Qué lástima que en las escaleras de la universidad no tuviera a mano la cámara
de fotos.
Decidió esperar media hora más, si para entonces no había conseguido
nada se iría y volvería en otra ocasión.
A los cinco minutos de tomar esta decisión, uno de los hombres del interior
salió por el portal, miró hacia un lado y a otro y comenzó a caminar por la
acera. Miró a Solomon y le reconoció, pero como buen agente de campo no
mostró ninguna reacción.
El agente judío también lo vio pero desconocía que ya le tenían fichado,
por lo que no se movió ni escondió en ningún momento. El móvil le sirvió
para hacer una foto más que decente e inmediatamente fue enviada a los
servicios de comunicación de la primera planta del edificio de la avenida Rey
Saúl.
Por su parte, el agente americano, tomó distraídamente su teléfono y llamó
a su compañero, le informó de la presencia de Solomon y quedaron en verse
en un bar próximo.
Harlam Brey que era el agente americano que primero había salido,
caminó lentamente para darle tiempo a su compañero Paul Richardson a llegar
hasta él. Solomon le seguía a cierta distancia sin ninguna preocupación.
Richardson llegó hasta pocos metros del agente judío y por teléfono avisó
a Brey, éste eligió un callejón poco transitado y se introdujo en él, Solomon
iba a pasar de largo cuando un violento empujón le lanzó contra la oscuridad
del callejón. Antes de que pudiera ponerse en guardia, Brey le lanzó un
puñetazo al estómago que acabó con el judío por los suelos y el agente
americano encima de él, inmovilizándole.
Richardson llegó enseguida, se arrodilló frente a Solomon y le dijo:
-¿Por qué nos sigues?-
Solomon no dijo nada, intentó hablar en francés para hacerse pasar por
extranjero, pero Richardson le cortó:
-No juegues con nosotros, ¿Qué hace el Mossad en España?-
La cara del agente judío se endureció, no tenía sentido seguir con la farsa si
aquellos hombres sabían su identidad.
-¿Quiénes sois vosotros?-
Richardson sonrió:
-ASN-
Solomon encajó de repente el puzle, los americanos se habían enterado de
la Operación Ezra y habían mandado a sus sabuesos tras sus pasos,
seguramente le habían identificado por foto, bien en la Facultad o bien en el
páramo.
-¿Qué hacéis aquí?-, preguntó
-Eso mismo es lo que te he preguntado yo hace un ratito-
Solomon respondió:
-Soltadme y hablaremos-
Richardson hizo un ademán a Brey y éste soltó al judío. David se puso de
pie, se sacudió el polvo de sus ropas y habló:
-Me parece que estamos todos en el mismo barco y hemos venido a lo
mismo. ¿Es así?-
Richardson contestó:
-Puede ser. ¿A qué has venido tú?-
Solomon sonrió:
-Me han traído hasta aquí unas lombrices-
Richardson y Brey rieron abiertamente:
-Parece ser que, últimamente, son unos bichos muy populares-
Solomon sonrió levemente y luego puso gesto serio:
-Bien, una vez presentados, ¿Qué vamos a hacer ahora?-
El americano le miró y dijo:
-Por ahora te vienes con nosotros, luego hablaremos con Maryland y
decidiremos qué hacer contigo-
-Y ¿No sería más fácil que cada uno nos fuéramos por nuestra parte y que
gane el mejor?- preguntó Solomon
Richardson rio sonoramente:
-Ja, ja, ja, al Mossad no se le da ninguna oportunidad, mamón-
Solomon le miró con frialdad y repuso:
-Tienes toda la razón- y antes de que pudieran responder, Solomon había
machacado la cara de Richardson con un puñetazo y con una certera patada la
entrepierna de Brey. No se quedó a mirar, salió corriendo del callejón y se
perdió por otra calle. Más tarde volvería a por el scooter pero por ahora había
que escapar.
En el edificio Hadar Dafna, en Tel Aviv, 3, el oficial de información Meir
Halewi corría hasta el despacho del memuneh Amit, llamó a la puerta y no
esperó contestación, entró en la habitación:
-Perdona mi intromisión Isaac pero tengo algo urgente de la operación
Ezra-
Amit le indicó que se sentara y 3, empezó a hablar
-Nos acaba de llegar una fotografía de Solomon desde Madrid pidiendo
identificación de un individuo. Se trata de Harlam Brey, agente de campo de la
ASN-
Amit preguntó:
-¿La ASN en Madrid? Pues sí que han tardado poco en enterarse-
3 continuó hablando:
-Nuestro katsa ha debido seguirlo y ha conseguido esta identificación. Lo
raro es que no ha pedido instrucciones-
Amit se levantó de su sillón y mirando hacia el infinito repuso:
-Puede que no le haya dado tiempo y que le hayan cogido. Si la ASN está
en España es porque saben qué es lo que hay y no me extrañaría que hubieran
identificado ya a Solomon. Esperaremos noticias, Meir. Por ahora no haremos
nada-
Meir Halevi asintió con la cabeza y dejando la fotografía encima de la
mesa del memuneh, salió del despacho.
*
Después de la desagradable conversación con los agentes de la ASN,
Marcos necesitaba hablar con alguien y fue a ver a Ramiro.
Este le recibió preocupado por la visita de los hombres y con la curiosidad
a niveles preocupantes:
-¿Quién eran esos tipos, Marcos?-
Marcos se sentó en la única silla que quedaba libre y sin mirar a Ramiro
contestó:
-No te lo vas a creer. Son agentes de la Agencia de Seguridad Nacional,
algo así como la CIA de la CIA en los Estados Unidos-
Ramiro puso los ojos en blanco:
-¡Toma ya! Y ¿Qué querían de ti?-
Marcos, esta vez mirándole, le contestó:
-Lo saben todo, Ramiro, todo. Desde el origen de las marqueñas hasta
nuestro trabajo más reciente-
Ramiro no salía de su asombro:
-¿Qué quieres decir con que lo saben todo?-
Marcos comenzó a contarle su conversación con los agentes, la explicación
del porqué de la existencia de las marqueñas y lo que habían venido a hacer y
terminó con su amenaza velada.
Ramiro silbó y repuso:
-¡Madre mía! ¿Y qué vamos a hacer? Esta gente es capaz de todo, lo he
visto en las pelis y si dicen que lo vas a lamentar es que lo vas a lamentar y yo
también por estar contigo-
Marcos miró al techo:
-No sé qué hacer. Si ir a las autoridades y contarlo todo o plegarme a las
exigencias de los yanquis y terminar el trabajo. A fin de cuentas a mí me da
igual que la pifien o no en sus experimentos, yo quiero sacar mi publicación y
ya está-
Ramiro añadió:
-Marcos, no has caído en una cosa, si esos agentes han venido a España no
es para ayudarnos precisamente, es para proteger a su país y no creo que
quieran admitir que hace cuarenta años estuvieron por aquí y dejaron escapar
unas lombrices radiactivas, eso supondría una mancha muy gorda para los
USA. No te van a dejar que escribas nada, Marcos, no te van a dejar-
Marcos lo miró pensativo:
-Y, entonces, ¿Qué quieren?-
Ramiro se echó hacia atrás en su sillón y con paternalismo habló:
-¡Ay, Marcos, Marcos! No te enteras de nada. Vives en tu mundo feliz de
pequeños gusanos y estás tan ajeno a tu alrededor que te cuesta pillar las
cosas. Vamos a ver, te voy a hacer un esquema, como si fuera un problema:
Uno: tienes unos bichos rarísimos que encuentras por casualidad en el campo.
Dos: Los estudias y te das cuenta de que han sido radiados, han mutado y
ahora se defienden soltando ácido butírico a placer. Tres: aparecen en tu
despacho unos tipos muy sospechosos y te cuentan que las lombrices son el
resultado de un experimento fallido hecho por sus compatriotas americanos en
los años setenta. Cuatro: te dicen que te van a ayudar con tu investigación y tú
te lo crees, de lo contario te la vas a cargar y tú, te acojonas y los echas del
despacho. Conclusión: Ellos saben que han creado un arma nuclear perfecta,
barata y simple, pero no cuentan con que tú, aun no has caído en ello y sólo te
interesa publicar un artículo. Solución: ¿Tú crees que van a dejar que escribas
sobre su arma nuclear más perfecta jamás creada?, eso es, por tu cara vas
entendiendo. Se van a llevar las lombrices y probablemente, medio pueblo de
El Molar en su versión suelo, a ti te van a dar boleto en el peor de los casos o
en el mejor te encierran de por vida en una de sus cárceles secretas y por ende
a mí también, por cierto. Estamos en un aprieto bien gordo, querido colega,
pero que muy gordo-
Marcos estaba asombrado, realmente Ramiro era un tipo muy sagaz, había
dado en el clavo mucho antes que él y tenía toda la razón. El problema era qué
hacer
-Bueno y después de tu brillante exposición, ¿Se te ocurre qué podemos
hacer?- le dijo Marcos
Ramiro pensaba en voz alta:
-Evidentemente van a volver, creo que lo mejor es ganar tiempo, decirles
que vamos a colaborar con ellos y mientras tanto pensamos cómo debemos
actuar. Yo voto por hablar con las autoridades pero no sé si nos van a creer a la
primera porque, aun teniendo las marqueñas como prueba, los americanos no
nos van a dejar enseñarlas a nadie y van a estar literalmente pegados a
nosotros todo el tiempo.
Sí, me parece que la mejor opción es colaborar con ellos, por ahora-
Marcos estuvo de acuerdo, pero ¿Cómo ponerse en contacto con ellos y
convencerles de que había cambiado de opinión?
*
Tras la refriega fallida con el agente judío, los dos hombres de la ASN
volvieron a su apartamento. Brey aún cojeaba.
Una vez allí, llamaron a Maryland solicitando instrucciones.
McNichols habló con Kovacs y le expuso las novedades, el director le dijo:
-Que vuelvan a ver al profesor, que intenten por última vez convencerle y
si no acepta, que actúen de manera, digamos, suave, ya tendremos tiempo de
apretarle las clavijas si sigue sin colaborar.
En cuanto al judío, por ahora que le dejen en paz, está haciendo su trabajo
y no creo que ponga trabas al nuestro, pero, eso sí, que informen de todos sus
movimientos y sobre todo, si se pone en comunicación con nuestro profe-
McNichols fue a comunicaciones y trasmitió el mensaje a sus agentes,
estos acusaron recibo de las nuevas órdenes y se prepararon para hacer una
nueva visita al profesor Aceña.
En el pequeño pueblo de El Molar algo estaba pasando. Así pensaba Pedro
Rodríguez, uno de los pastores más conocidos del lugar. Pastoreaba un rebaño
de más de sesenta cabezas de oveja churra, típica de la zona, siempre
acompañado de Tónker, su fiel mastín castellano de cien quilos de peso.
Últimamente, Pedro, había visto mucho pájaro muerto, sobre todo urracas
y mirlos, pero prácticamente estaba representada toda la flor y nata
ornitológica del lugar. Además todos estaban reventados, con sangre seca en
sus picos, todos habían muerto igual.
Luego estaba lo de la oveja. El día anterior, una de sus ovejas había salido
corriendo abandonando la seguridad del rebaño como alma que lleva el diablo,
Tónker y él mismo tuvieron que afanarse lo suyo para darle alcance y
devolverla a su sitio. Cuando la encontraron, tenía la boca llena de heridas y
sangraba. Pedro la curó y llamó al veterinario, éste le dijo que tenía unas
heridas muy raras, como si hubiese bebido algo muy caliente o incluso ácido.
Precisamente, el propio veterinario le dijo que su oveja no era el primer caso
que había visto así, le habían llevado a la consulta algunos perros, sobre todo,
sin dueño, con heridas sangrantes en la boca, muy parecidas a las que
presentaba su oveja.
El pastor pensó que quizás, la muy tonta, hubiera lamido alguna batería de
coche que algún gilipollas había dejado abandonada en el campo pero luego
cayó en la cuenta que la oveja presentaba los mismos síntomas que los pájaros
muertos que venía viendo de un tiempo a esta parte por todo el páramo.
Algo estaba pasando en aquella zona y le daba en la nariz que no era nada
bueno.

CAPITULO 12

A las 19:00 horas de la tarde exactamente, Marina Rossovich estaba en la


puerta del laboratorio de Marcos llamando con los nudillos.
Marcos abrió la puerta:
-Buenas tardes, señorita Rossovich, entre por favor-
La joven entro y dijo:
-Profesor, creo que vamos a pasar bastante tiempo juntos, a trabajar juntos
y a estar juntos muchas horas al día, ¿Qué tal si nos tuteamos y nos llamamos
por nuestro nombre de pila?-
Marcos estuvo de acuerdo:
-Claro, me parece bien que nos dejemos de demasiadas formalidades,
Marina-
-Me parece bien, Marcos- contestó la joven.
Al cabo de una media hora, llegó Ramiro:
-Hola colega, señorita Rossovich-
Le pusieron al tanto de las nuevas normas de conducta y Ramiro estuvo
encantado:
-Estoy completamente de acuerdo. Marcos es un poco antiguo, Marina,
pero tiene su puntito, ya lo verás-
Marina sonreía abiertamente aunque Marcos no. Marina miró a Marcos y
añadió:
-No tengo la más mínima duda- repuso la joven.
Cogieron todo el equipo necesario para la tarea de campo y lo llevaron al
todoterreno de Marcos. Debido a que era muy temprano, decidieron ir a picar
algo por Moncloa para hacer tiempo y para llenar la barriga, según decía
Ramiro.
Se dejaron caer en una taberna ilustrada del barrio donde pidieron unas
raciones más que generosas de las que dieron buena cuenta, acompañadas de
buena cerveza aunque sin pasarse, no era cuestión de que se durmieran
conduciendo o no pudieran hacer su trabajo.
En un momento dado, Marina se excusó diciendo que tenía que ir al
lavabo, éste se encontraba en el piso inferior, una especie de almacén donde se
había habilitado un lavabo. Marina buscó el lavabo de señoras y cuando fue a
entrar una voz conocida la saludó:
-Shalom, Marina-
La joven se volvió de inmediato:
-No sé cómo lo haces pero nunca advierto tu presencia hasta que no
escucho tu “Shalom, Marina”-
David Solomon sonrió:
-Es parte de mi encanto-
Marina preguntó:
-¿No querrás más información, no? Más que nada porque llevo con ellos
un par de horas y no hemos hablado de nada del proyecto-
El judío contestó:
-No, no quiero información, eso lo harás mañana, hoy vengo a advertirte:
puede que os sigan dos hombres, son americanos, no creo que representen
ningún problema. En cuanto a los profesores, quiero que te fijes bien en ellos y
me digas todo lo que hagan, no ya del trabajo, sino si hablan con alguien,
mandan correos, wassaps, todo, ¿Entendido?-
Marina no estaba contenta:
-¿Quién son esos hombres?, ¿Por qué dices que no crees que representen
peligro para nosotros?-
-Tranquila, Marina, para eso estoy yo. No sabemos quiénes son,- mintió el
agente- pero contactarán con vosotros, me da en la nariz. Tú observa, escucha,
lo memorizas todo y luego me lo cuentas-
Marina seguía nerviosa
-No sé, David, no me gusta que me sigan-
Solomon la agarró suavemente de la mano:
-No te va a pasar nada, Marina, te lo prometo. Confía en mí-
Marina apretó la mano del agente pero la soltó rápidamente y se metió en
el baño. Solomon subió las escaleras y salió del bar.
Marina volvió con los científicos y les preguntó:
-Bueno ¿Y qué vamos a hacer esta noche en el campo?-
Marcos le contestó:
-Primero vamos a enseñarte el lugar, luego Ramiro irá cogiendo suelo en el
contenedor y tú y yo iremos a recolectar lombrices. Es muy importante que las
cojas con las pinzas largas porque el ácido que sueltan es tremendamente
corrosivo. Después, volveremos al laboratorio, procesaremos las lombrices y
las pondremos en tarrinas, a ver si de una vez por todas se reproduce alguna y
luego a dormir-
Marina asintió con la cabeza mientras tomaba un sorbo de su cerveza. Con
mucho disimulo miraba a la gente que llenaba la taberna, casi todos eran
estudiantes y no había ninguno que se pareciera a los hombres que le había
dicho David. No obstante se prometió estar muy atenta por si acaso.
Con exactitud de reloj suizo, los tres investigadores (Marina había sido ya
aceptada como investigadora-doctoranda después de un par de cervezas y
gracias a una “ceremonia” elaborada e inventada en el acto, por Ramiro en la
misma mesa del bar) a las 01:30 de la madrugada, llegaban al páramo. Antes
de salir del coche, Marcos explicó a Marina qué era aquel lugar, cómo se había
formado desde el punto de vista geológico y cuál era la zona de la que extraían
el suelo y las lombrices.
Posteriormente se pusieron los trajes anti partículas y con el contenedor
llevado entre los dos hombres, echaron a andar por el páramo.
Marcos señaló un lugar de extracción y le dio unas pinzas largas a Marina.
Le dijo que la acompañara y le enseñó a reconocer y extraer las marqueñas de
aquél suelo.
Curiosamente, señaló Marcos, parecía que se hubieran reproducido con
rapidez puesto que la abundancia de ellas era asombrosa, como también la
abundancia de pájaros y pequeños roedores muertos en las inmediaciones del
terreno.
-¿Por qué hay tanto bicho muerto por aquí?- Preguntó Marina
-Es muy probable que tuvieran algún encuentro no deseado con las
marqueñas, son terribles adversarios- Respondió Marcos.
Ramiro, por su parte, se puso manos a la obra y fue llenando el contenedor
con más suelo local. En ello estaba cuando una voz le sobresaltó a su espalda:
-¿Son ustedes astronautas o algo así?-
Ramiro, al que se le había caído la pala del susto, se dio media vuelta y
miró al hombre que le había preguntado. Éste llevaba un chaquetón oscuro de
piel con borreguillo blanco en su interior, las manos en los bolsillos, unos
pantalones gruesos de pana marrón y unas botas con miles de kilómetros a
cuestas pero que se veían recias, de alguien que pasa mucho tiempo al aire
libre. El hombre se tocaba la cabeza con la típica boina negra y de sus labios
pendía un cigarrillo.
-No, no, de la Universidad, de Madrid-
Pedro Rodríguez lo observó de arriba a abajo con la mirada típica de
desconfianza hacia los forasteros de todos los habitantes de los pueblos
españoles y no españoles.
-¿De qué Universidad?-
Ramiro lo miraba asombrado
-Pues de la de Biológicas-
-Ya, yyyy… ¿Por qué llevan esos trajes?-
Ramiro miró a Marcos y Marina que, ajenos a su conversación con el
pastor, seguían recolectando lombrices a unos cincuenta metros de él. Decidió
tirar de teatro:
-Lo siento, caballero, no se lo puedo decir, en realidad trabajamos para el
Gobierno, es un asunto, secreto-
La desconfianza del pastor pasó a enfado:
-¡Vaya por Dios!, ahora resulta que trabajan para el gobierno. ¿Usted que
se ha creído, que soy idiota o algo así? A lo mejor responde con más verdades
si me acerco al pueblo y vuelvo con la Guardia Civil, ¿Qué le parece, señor
del Gobierno?-
Ramiro se puso en pie
-No se enfade por favor, mire voy a ir a por el jefe y él se lo explica todo,
¿De acuerdo?-
-Eso me parece mucho mejor, joven- contestó el pastor
Ramiro fue corriendo y se encontró con Marina y con Marcos:
-Tíos, un paisano me acaba de dar un susto de muerte, ha aparecido por
detrás de mí y quiere que le contemos lo que hacemos aquí. Me ha amenazado
con ir a por la Guardia Civil si no le decimos algo-
Marcos miró al pastor que esperaba tranquilamente en el páramo dando
pequeñas caladas a su cigarrillo
-¡Pues estamos buenos!- respondió Marcos -¿Y qué le decimos?-
Marina habló:
-Déjame a mí, Marcos, hablo con él y le convenzo de que no hacemos nada
malo, ya verás-
-No sé, Marina, igual se nos mosquea- Dijo Marcos
Ramiro se apuntó a la conversación:
-Déjala, Marcos, por probar no perdemos nada-
Marina ya se había echado a andar y se acercaba al paisano:
-Buenas noches, caballero, mi nombre es Marina Rossovich y dirijo esta
investigación-
El pastor la miró de arriba abajo y contestó:
-Buenas noches, señorita. Me llamo Pedro Rodríguez…y soy pastor de El
Molar-
Marina continuó:
-Encantada señor Rodríguez. Verá, no hay nada de malo en todo esto.
Estamos haciendo una investigación para la Universidad Complutense de
Madrid, concretamente para la facultad de Biología. Recogemos tierra y
lombrices para cultivarlas en nuestros laboratorios-
El pastor preguntó:
-¿Y por qué vienen de noche, no sería más fácil a la luz del día?-
Marina pensó rápido:
-Verá, resulta que las lombrices que buscamos son más activas por la noche
y salen con más facilidad. Durante el día se esconden bajo tierra y son muy
difíciles de coger-
El pastor seguía mirándola con recelo:
-¿Y los trajes esos tan raros?-
-Pues verá, resulta que las lombrices son muy sensibles, bueno, no todas,
estas lombrices que buscamos si, y no queremos contaminarlas, ni a ellas ni a
nosotros ni, por supuesto, al suelo, a la tierra donde viven y por añadidura a su
pueblo, porque ¿Me ha dicho usted que es pastor aquí, en El Molar, verdad?-
Rodríguez se sorprendió de que la mujer le hiciera una pregunta:
-Pues sí, llevo aquí toda mi vida señorita Rossovich-
Marina exhibió la mejor de sus sonrisas aunque quedó algo oculta por la
capucha de su traje:
-Me alegro un montón de haber podido hablar con usted, señor Rodríguez.
Por desgracia vamos muy mal de tiempo y si no le importa querríamos seguir
con nuestro trabajo y acabar cuanto antes-
El pastor la miró y repuso:
-Claro, claro, ya me marcho. Sigan ustedes con sus lombrices-
-Muchas gracias, señor Rodríguez, buenas noches-respondió Marina
-Buenas noches, señorita Rossovich- añadió el pastor y dio media vuelta
hacia el camino.
Marcos y Ramiro estaban asombrados, qué bien había llevado la situación
Marina y qué fácilmente se había desecho del intruso. Cuando estaban a punto
de felicitarla, una voz les sorprendió a los tres:
-Perdonen que les moleste de nuevo pero quería hacerles una última
pregunta- Pedro Rodríguez el pastor de El Molar, había regresado. Marina se
acercó a él y le dijo:
-Adelante, dígame-
Pedro se apoyó primero en un pie y luego en el otro, vacilando un poco
antes de preguntar:
-El caso es que he visto mucho pájaro muerto por aquí en las últimas
semanas y eso no es nada natural, se lo digo yo y además algunas de mis
ovejas han tenido heridas en la boca. Ustedes que son científicos, ¿No sabrán
nada de esto, verdad?-
Marina miró a Marcos y Ramiro y éste le hizo una señal como que le
contestara
-Sí, tiene razón. Nosotros también hemos advertido esta incidencia, pero, si
le digo la verdad, no tenemos una explicación para ello, me refiero a los
pájaros muertos, en cuanto a sus ovejas, mucho menos-
El pastor la volvió a mirar con recelo:
-Bueno, el veterinario del pueblo dice que mis ovejas han bebido ácido o
algo así, ¿No le parece muy raro?-
Marina ya no sabía qué decir:
-Pues sí, sí que es raro. En fin, señor Rodríguez, si nos permite…-
El pastor no la dejó terminar:
-Ah, perdonen, si, si, ya me voy. Muchas gracias y buenas noches-
Marina suspiró cuando vio al hombre desaparecer por el camino en
dirección al pueblo. Luego se volvió hacia los investigadores y les dijo:
-No creo que sea muy buena cosa que un pastor del pueblo nos haya visto.
Mañana lo sabrán todos y es muy posible que se acerquen a vernos la próxima
vez que vengamos-
Marcos asintió con la cabeza:
-Tienes toda la razón, Marina. Habrá que pensar en algo. Por hoy hemos
terminado, tenemos suficiente suelo y lombrices como para continuar otra
semana, vamos a recoger y nos volvemos a casa-
Recogieron todo el material, se limpiaron uno a otro y subieron al coche
poniendo rumbo a Madrid.
Pedro Rodríguez iba pensativo mientras se acercaba al pueblo, ¿Qué
narices hacen estos con las lombrices? Y ¿Qué es eso de que las lombrices
salen por la noche? El llevaba casi sesenta años en el campo y jamás había
visto lombrices por la noche, por el día, si, muchas, sobre todo en el arroyo y
no en el secarral donde estaban los listos estos. Esto era muy raro, mucho.
No se percató del hombre que le seguía a cierta distancia desde hacía un
rato y que ya había llegado casi hasta él y mucho menos se dio cuenta de la
bala que le perforó la cabeza entrando por la nuca y saliendo por la frente. El
pastor murió instantáneamente, sin sentir absolutamente nada.
Solomon se acercó despacio, tocó el cuerpo sin vida del paisano y lo
arrastró hacia una ladera opuesta al camino.
Una hora antes, justo cuando los investigadores habían llegado al páramo,
Solomon se había apostado a vigilar como siempre y había visto llegar al
pastor, rápidamente pensó que se aproximaba un inconveniente y decidió
cortar por lo sano. Mientras se desarrollaba la conversación entre los
investigadores y el lugareño, él cavó una pequeña zanja, suficiente para
albergar un cuerpo menudo, como el de Pedro Rodríguez. Ahora daba
sepultura al pastor entrometido y allanaba el lugar lo mejor posible. Rezó una
pequeña oración, se limpió de tierra, se lavó con desinfectante y se subió al
scooter.
Mientras conducía hacia Madrid, pensaba:
-Lástima, era un buen hombre que no merecía morir, pero estaba en el sitio
menos adecuado esta noche-

CAPITULO 13

La desaparición del pastor Pedro Rodríguez no pasó desapercibida en el


pequeño pueblo de El Molar. A los dos días de echarle en falta, la gente más
allegada a él empezó a murmurar y al tercer día, sus amigos, puesto que Pedro
no tenía familia, fueron al cuartel de la Guardia Civil a denunciar su
desaparición.
Los guardias tomaron buena nota de todos los comentarios que les
hicieron, toda vez que Pedro era un buen vecino y muy conocido del sargento
jefe del destacamento, contertulio de la partida de dominó de todos los viernes
en el mesón. Incluso el alcalde, con el cual Pedro no mantenía muy buenas
relaciones por un problema de disputa de tierras, había pedido al sargento que
pusiera todo su empeño en encontrarle.
La pista se perdía sobre las 8 de la tarde de hacía tres días, entonces Pedro,
hombre de costumbres bien arraigadas, terminó su cerveza diaria en el mesón
de la Plaza Mayor y se retiró a su casa. Bien es verdad, que uno de los
lugareños relató que Pedro le había dicho que iba a darse un paseo por las
afueras a ver si se le calmaba un poco el estómago que lo tenía revuelto.
Por esta pista comenzaron los guardias a investigar. Rodearon el pueblo a
pie y en coche pero no hallaron la más mínima prueba que vertiera luz sobre la
misteriosa desaparición.
Tras una semana de infructuosa búsqueda, a regañadientes, el sargento jefe
dio por terminada la operación pero no cerró el caso, deseoso de reabrirlo
cuanto antes a la más mínima pista que pudiera aparecer.
En el pueblo no gustó la decisión pero nada se podía hacer, Pedro
Rodríguez, el pastor de El Molar, había desaparecido y nadie tenía ni idea
donde podía estar o haber ido.
En el laboratorio, Marcos y Marina se afanaban en procesar, catalogar y
depositar las lombrices capturadas en su último viaje al páramo en pequeñas
tarrinas de plástico blanco.
Marcos había venido observando que las lombrices que más tiempo
llevaban en las tarrinas habían empezado a perder peso con rapidez. Había
decidido aumentar el porcentaje de materia orgánica en el suelo que ponía en
las tarrinas pero no daba resultado. Marina se estrujaba el cerebro para dar con
una solución pero tampoco se le ocurría nada. Fue Ramiro con su proverbial
verborrea ininteligible el que halló la solución por casualidad.
-Pues si no comen tierra, darles jamón, que seguro que les encanta- fue
todo lo que dijo.
Marcos se echó las manos a la cabeza y recordó su primer análisis a las
marqueñas, cómo había descubierto restos minúsculos de carne de animales
muertos en el intestino de las lombrices, Marina, a la cual no se le escapaba la
más mínima posibilidad por remota que pareciera, esparció un poco de jamón
serrano de su propio bocadillo preparado esa misma mañana, muy picado
sobre el suelo de una de las tarrinas.
Ahora se cumplía justo una semana de la nueva alimentación y al
procesarla, la lombriz alimentada con jamón serrano, no sólo había recuperado
su peso sino que lo había aumentado en un 30%.
Los científicos no salían de su asombro, las marqueñas no dejaban de
darles sorpresas, además de radiactivas, de poseer glándulas de ácido y de
haber mutado su fisionomía drásticamente, ¡Eran carnívoras!, la única especie
en el mundo de lombrices carnívoras, decía a voz en grito Marcos gritando y
recorriendo todo el laboratorio.
Marina y Ramiro le miraban divertidos:
-Pues te vas a gastar un pastón en alimentarlas- dijo entre risas Ramiro.
La siguiente pregunta que Marcos se hizo fue: si las marqueñas debían
comer carne, ¿Cómo la conseguían? Está claro que cazar, no cazaban, pero era
muy posible que aquella cantidad de pájaros muertos que había por el páramo
podían resultar vitales para ellas. Decidió que la próxima vez que fueran
mirarían debajo de los cadáveres, era muy posible que encontraran numerosas
lombrices alimentándose.
-¡Pero qué vida más loca la de estas lombrices!- se dijo para sí.
Al día siguiente, mientras Marcos preparaba un nuevo protocolo de
alimentación para las marqueñas, llamaron suavemente a la puerta de su
despacho.
Marcos alzó la vista y se le congeló el pulso, allí estaban de nuevo los dos
agentes de la ASN que hacía poco había expulsado con malas maneras de su
despacho.
-Buenos días, profesor Aceña, ¿Podemos pasar?- preguntó Richardson
-Ya están ustedes dentro, no sé para qué me pregunta-
Contestó molesto Marcos
Los agentes se sentaron en las sillas delante de la mesa del biólogo y
Richardson comenzó a hablar:
-Profesor, hemos hablado con nuestros superiores y se han mostrado muy
benevolentes, reconozco que ha tenido usted mucha suerte.
Mi colega Brey ya tenía preparada toda una batería de, digamos, acciones,
para convencerle de que colabore con nosotros, en vez de eso, nos han pedido
que, una vez más, le roguemos que lo haga… por las buenas-
Marcos observaba y no abrió la boca. Richardson continuó:
-Bien, entonces se lo voy a preguntar una vez más, pero sólo una vez,
¿Quiere colaborar con la ASN…por las buenas?-
Marcos se recostó en su sillón y dijo:
-Caballeros, he estado pensando bien en su proposición. No soy amigo de
violencias ni de tiranías y menos en mi trabajo. Estoy dispuesto a colaborar
con ustedes y con quien representan siempre y cuando sus superiores me
firmen un documento en el cual se exprese con claridad meridiana que este
descubrimiento es sólo mío y que tengo el derecho a publicarlo cuando todos
estemos de acuerdo-
Richardson miró a Brey y luego a Marcos.
-Bien, profesor, parece que ha entrado en razón y lo celebro. En cuanto al
documento del que habla, debemos consultarlo con Maryland, pero no creo
que haya ningún problema. ¿Le parece que nos veamos en una semana y
concretemos nuestra alianza?-
Marcos respondió:
-Me parece bien, vengan a esta misma hora, es más fácil para mí recibirles
ahora que más tarde cuando empiezan mis clases.-
Richardson se levantó y le siguió Brey
-Profesor, no sabe cuánto me alegra que por fin haya entendido el porqué
de nuestra presencia aquí. A nosotros no nos gusta tampoco la violencia
gratuita, bueno a casi todos, mi colega Brey es todo un artista en su trabajo y
la verdad es que lo hace muy bien, se entrenó en Abu Graib, ¿Recuerda? Su
cambio de parecer creo que le ha provocado un disgusto hoy-
Ambos hombres salieron sonriendo del despacho y Marcos suspiró e
intentó aplacar los temblores en las manos que le había provocado la visita.
En Maryland, en la sede de la ASN, Kovacs hablaba con McNichols:
-Asique, el profe quiere un documento por escrito para que pueda publicar
sus descubrimientos, ja, ja, qué iluso, bueno, da igual, redáctame un escrito
diciéndole que si a todo, por supuesto y lo firmo. Luego ya habrá tiempo para
destruirlo y desmentirlo. Eso si antes no resulta que no queda nada que
descubrir, ja, ja, ja-“
McNichols también sonrió y salió del despacho del director hacia el suyo a
mandar redactar el documento.
En poco menos de tres horas a partir de la conversación con los dos
agentes de la ASN, Marcos halló en su correo electrónico el documento que
había solicitado.
-¡Qué efectividad la de estos americanos!-se dijo a sí mismo.
Tomó el documento y lo guardó en su mesa de trabajo.
*
En la sede del Mossad en Hadar Dafna, el memuneh no tenía un buen día:
-¿Cómo que se ha cargado a un paisano?, Pero ¿Está loco o qué?-
Vociferaba a su subordinado 3. Éste, a la defensiva, explicó:
-Perdona, hermano, resulta que se entrometió en nuestra operación y
amenazaba su continuidad-
Amit seguía sin calmarse:
-¿Y no se le ocurre mejor manera de neutralizarlo que pegarle un tiro?-
3, contestó:
-En ese momento era la mejor solución, aunque conste que yo no comparto
estas soluciones tan drásticas.-
El memuneh prosiguió:
-Espero que por lo menos no haya dejado huella alguna ni nada que le
pueda relacionar-
-Es Solomon, Isaac, nuestro mejor hombre en el extranjero. No creo que
hallen ni la más mínima prueba-respondió 3.
La semana siguiente a estos hechos, se desencadenó en la zona de la sierra
madrileña una serie de violentas tormentas eléctricas, que estaban dejando
numerosas y copiosas precipitaciones por toda la zona.
Marcos y Marina se encaminaban al páramo para recoger suelo y
lombrices, aunque la perspectiva meteorológica no era nada halagüeña.
-Vaya tiempo de perros que hace-, exclamó Marina y añadió -No me
extraña que Ramiro haya preferido quedarse en la Facultad-
Marcos se afanaba en controlar los vaivenes del todoterreno que con la
lluvia y el viento se mecía más como un barco que como un coche
-Pues sí, pero no nos queda más remedio que ir, pero, descuida, estaremos
poco tiempo, un contenedor de tierra y las lombrices que podamos encontrar
alrededor, nada de paseos-
Continuaron el viaje hasta llegar al páramo. Estaba tan embarrado que,
Marcos, temeroso de quedarse atrapado con el coche, no bajó hasta la zona
cero donde llevaban a cabo sus recolecciones, sino que se quedó cerca del
camino y algo más arriba de lo normal.
Se vistieron dentro del coche y salieron al aguacero. La tierra del páramo
era en su mayor parte caliza, que no drenaba bien el agua y se desmoronaba en
pequeños terrones en cuanto el agua hacía demasiada presión. De la misma
forma, el agua iba horadando el suelo, creando pequeños canales por donde se
escurría y dejando al aire zonas superficiales antes ocultas.
Marina llevaba el contenedor ayudada por Marcos y de pronto tropezó,
apenas pudo guardar el equilibrio no sin antes trastabillar un poco y soltar el
contenedor que cayó al suelo. Marcos la miró y le preguntó:
-¿Estás bien?- Tuvo que gritar porque el ruido de la lluvia y el viento eran
ensordecedores.
Marina asintió con la cabeza y miró hacia atrás para ver con qué había
tropezado, inmediatamente se quedó muda de la impresión: del suelo, como si
de una horquilla se tratase, emergía un codo humano vestido con una chaqueta
de piel y al final, dentro de la manga, una mano.
Marcos miró la cara pálida de Marina a través de la máscara y antes de
preguntarle nada, siguió con la mirada el lugar donde la joven tenía fijos los
ojos.
-¡Dios mío!- exclamó, -¡Parece un brazo humano!-
Se acercaron lentamente, el agua había dejado al descubierto parte de la
espalda del hombre y uno de los brazos se había enganchado en el pie de
Marina, lo que había provocado que surgiera algo más del suelo.
Con sumo cuidado, le fueron quitando la tierra que aún mantenía
semienterrado el cuerpo y cuando estuvo limpio, le dieron la vuelta. Como si
de una mala película de terror se tratara, justo cuando el cadáver les dio la
cara, un relámpago iluminó el cielo sobre el páramo y pudieron ver con
absoluta nitidez la cara del muerto:
-¡Es el hombre con el que estuve hablando la última vez que vinimos aquí,
el pastor!- dijo Marina
Marcos lo miró con detenimiento y añadió:
-Pues debiste ser la última persona con la que habló porque luego le
pegaron un tiro en la cabeza, mira el orificio-
Marina miró perpleja:
-Sí, así es. Madre mía ¿Qué vamos a hacer ahora?-
Marcos miró el páramo:
-Creo que va siendo hora de dejar de escondernos. Vamos a llamar a la
Guardia Civil del pueblo, le vamos a contar que hemos encontrado a este
hombre y lo que hacemos aquí y que sea lo que Dios quiera-
Marina asintió. Fueron hasta el coche, se quitaron los trajes especiales y se
secaron. Luego, sin salir del coche, llamaron al puesto de la Guardia Civil en
el Molar y hablaron con el sargento jefe. Este escuchó con atención el relato
de Marcos y Marina y en cuanto le dijeron que habían encontrado un cadáver
y de quién era, el estómago se le encogió de pronto. Les preguntó dónde
estaban exactamente y les rogó que no se movieran de allí.
Salió disparado hacia la puerta mientras avisaba a otro número de que
llamara a Madrid y mandara venir a los de la científica.
En poco más de una hora, el lugar donde habían hallado el cadáver, se
había convertido en un circo de varias pistas: había guardias con monos
blancos que habían delimitado con una cinta blanca toda la zona donde se
había encontrado el cadáver, otros recogían muestras del suelo y del cadáver y
un numeroso grupo de paisanos del pueblo aguantaba estoicamente bajo la
lluvia y el frío los acontecimientos en torno al asesinato.
Marcos y Marina estaban en su coche, allí les había dejado el sargento jefe
con la orden de no moverse hasta que no les interrogara con tranquilidad.
Sonó el móvil de Marina:
-¿Sí dígame?-
Al otro lado del teléfono oyó la típica frase de bienvenida:
-Shalom, Marina-
La joven miró a Marcos que en ese momento escudriñaba el horizonte a
través del cristal delantero del coche
-Hola, ahora estoy un poco liada, no puedo hablar, mejor me llama más
tarde-
Solomon frunció el ceño:
-¿Qué pasa Marina?, ¿Está el profesor contigo y no puedes hablar?-
-Así es, perfecto-
Solomon no desistió en su empeño:
-Pues aléjate de él y así podrás hablar. Necesito decirte algo importante-
Marina comprendió que por mucho que protestase, aquel hombre no iba a
dejarla en paz. Mirando a Marcos que le hacía señas con el dedo apoyado en la
sien de que estaba loca, salió del vehículo:
-Ya estoy fuera. Ha ocurrido algo horrible, David, estoy en el páramo con
Marcos y con toda la policía de la Comunidad-
Solomon preguntó:
-¿Qué ha pasado, Marina?, Cuéntamelo-
Marina casi no podía hablar:
-Hemos encontrado un cadáver en el páramo, es un pastor que estuvo
hablando con nosotros la otra semana. Es horrible, le han matado de un tiro en
la cabeza-
Solomon cerró los ojos -¡Maldita sea!- Y siguió:
-¿Qué les has dicho?, ¿Os han interrogado ya?-
Marina contestó:
-No hemos dicho nada, todavía no nos han preguntado-
Solomon añadió:
-Bien, pues cuenta la verdad, que estuvo preguntándoos y que luego se fue.
Punto, ni una palabra de lo que hacéis en el páramo, ¿De acuerdo?-
Marina preguntó:
-Pero querrán saber qué hacíamos de noche y con este tiempo en la zona-
Solomon gritó:
-¡Estabais cogiendo lombrices y punto!-
Marina respondió:
-De acuerdo, de acuerdo, no hace falta que grites-
Solomon no dijo nada, simplemente colgó. No había contado con que la
lluvia iba a dejar al descubierto este pequeño fleco lo que provocaría el
pertinente informe de la Guardia Civil. Había que neutralizar ese informe. El
Molar volvería a encontrarse con el ornitólogo raro en pocos días.
El sargento jefe de la Guardia Civil interrogó a Marcos y Marina por
separado. Ambos dijeron lo mismo, que trabajaban en una experiencia para la
Universidad y que la semana pasada, el fallecido había estado preguntándoles
qué hacían allí. Después no habían vuelto a verlo.
El guardia les dio las gracias y les rogó que durante una temporada no
aparecieran por el páramo.
-Hasta que no terminemos las investigaciones no podrán acceder a la zona.
Les avisaremos para que puedan continuar con su trabajo- les dijo el sargento
jefe.
De vuelta a Madrid, Marcos le dijo a Marina:
-Esto no nos beneficia. Tenemos que volver la semana que viene a por
suelo y lombrices, no podemos esperar a que nos llamen.-
Marina apuntó:
-Pero si aparecemos por aquí nos van a echar, no dejarán que escarbemos
nada hasta que no terminen-
Marcos continuó:
-Intentaremos que las marqueñas se reproduzcan, pero el suelo no podemos
traerlo más que del páramo. En fin, confiemos en la providencia-
Siguieron en silencio hasta la Facultad, donde dejaron sus pertrechos y se
fueron a dormir un rato.

CAPITULO 14

Tenía 57 años, 35 de ellos en el Cuerpo, y en los diez años que llevaba en


El Molar como jefe de puesto, Miguel Ramos López sargento de la Guardia
Civil, nunca había tenido que investigar un caso de asesinato y menos de
alguien conocido. Por eso se tomó la investigación como algo personal.
Los hechos eran que Pedro Rodríguez, el pastor, había estado en el Mesón
de la Plaza hasta bien entrada la noche. Los parroquianos que con él
estuvieron, dijeron que se fue sobre las 23:45, casi cuando iba a cerrar el
establecimiento.
Uno de ellos comentó que Pedro había dicho que no se encontraba bien del
estómago y que iba a dar un paseo a las afueras. Ese día, hacía frío, unos -2o
centígrados bajo cero o así, por eso llevaba la pellica de cuero y borreguillo.
Luego se encontró con los de la Facultad y estuvo hablando con ellos.
Según han atestiguado los científicos, serían la 01:30 de la madrugada, eso
significa que Pedro estuvo andando una hora y cuarenta y cinco minutos y en
ese tiempo casi se puede llegar por la carretera al pueblo de al lado. Pero, no,
parece que no era su destino lo que se traduce en que anduvo por el páramo un
buen rato y que, con toda probabilidad, se quedó a mirar a los investigadores
cuando éstos llegaron y después se decidió a hablar con ellos.
Después de las charlas con los pirados de las lombrices, Pedro se dirigió al
camino y al pueblo y ahí acabó todo, alguien se encontró con él o le esperaba
y le descerrajó un tiro en la cabeza.
Hasta aquí, los hechos, ahora vienen las preguntas:
¿Quién esperaba a Pedro? Y ¿Por qué le mató? Además el casquillo, le
habían dicho en balística de Madrid, pertenecía a una pistola 9mm Parabellum
y esas armas no se veían por las cercanías y encima el tiro entró por la nuca y
salió por la frente, eso indicaba una ejecución premeditada no un tiro al azar y
el asesino debía estar muy cerca.
Era un galimatías, Pedro no tenía enemigos. Broncas las había tenido,
como todo el mundo, incluso con el alcalde, pero no eran como para ir
pegándose tiros por ahí, además era buena persona, muy observador y, en
general, no había hecho mal a nadie.
Aquella mañana había salido un tímido sol, asique el sargento tomó su
gorra reglamentaria y su gabán y se encaminó al páramo.
Por el camino fue fijándose en todo aquello que pudiera ser una prueba
pero no halló nada digno de ser usado. Llegó a la zona donde se había
encontrado el cadáver, estuvo dando vueltas alrededor. Por desgracia, las
lluvias de los últimos días lo habían revuelto todo, incluso habían descubierto
el cadáver de Pedro, pero había borrado casi todo lo que podría considerarse
como huellas o pruebas.
Empezó a andar en círculo tomando como centro el lugar del hallazgo del
fallecido. Cada vez en círculos más grandes, hasta que se salió del camino. En
esa zona, la arcilla que dominaba el terreno se juntaba con granito demolido
hace miles y miles de años formando una especie de turrón de Alicante. Aquí
y allá se mezclaban losas de cuarzo blanquecino con zonas de suelo rojizo y
fue en una de esas zonas donde Miguel Ramos hizo su descubrimiento: la
arcilla pegada a una rueda había dejado una marca entre dos placas de cuarzo,
de manera que el agua, aun usando ese conducto como aliviadero, no había
podido borrar esa huella.
Rápidamente sacó su pañuelo y lo colocó encima de la huella,
asegurándolo con algunas piedras. Tomó su teléfono móvil y llamó al Cuartel,
pidiendo que se reunieran con él y que trajeran lo necesario para sacar un
molde de la huella.
En poco más de quince minutos, ya habían llegado dos guardias más y los
tres estaban de rodillas en el suelo, intentando sacar, lo mejor posible, un
molde en escayola de la huella hallada.
Una vez en el Cuartel, y cuando se hubo secado y endurecido, el sargento
ordenó a uno de los guardias más jóvenes que llevara el molde a Madrid, a la
central de científica para que lo analizaran y ver a qué rueda podía pertenecer.
El sargento sabía que no era más que una corazonada. Por aquél camino
pasaban todos los días un montón de vehículos pero confiaba en tener algo
sólido con lo que ir al juez y que así no se cerrara el caso sin una solución
coherente.
Al día siguiente llegó el informe de la Policía Científica, la huella
encontrada por el sargento correspondía a un neumático sin marca conocida y
con unas medidas aproximadas de 100 de ancho por 80 de ratio, es decir, una
rueda de cualquiera de los millones de scooters que había en el país.
-Flaco favor me han hecho- pensó el Guardia Civil, -En fin, había una
posibilidad entre un millón y había que jugársela-añadió.
Seguía sin pistas y no encontraba un camino por el que seguir,
desgraciadamente, Pedro Rodríguez, el pastor de El Molar descansaría en su
tumba y su asesino no se encontraría jamás.
David Solomon llegó ese mismo día al Hotel Azul de El Molar, se alojó en
la misma habitación que algunas semanas antes y con su bolsa, su libro y los
prismáticos al cuello se dirigió hacia el centro del pueblo, hacia el Cuartel de
la Guardia Civil.
Una vez allí se presentó al sargento jefe:
-Buenos días, sargento-
El sargento alzó la vista:
-Buenos días, tenga usted-
Siguió el judío hablando:
-Vengo a informarle que soy ornitólogo, trabajo en la Universidad y voy a
estar unos días por aquí buscando una rara especie de ave. Lo digo porque
estaré por los alrededores y he leído en el periódico que ha habido un
asesinato-
El sargento le miró de arriba abajo:
-Así es, por desgracia, un vecino del pueblo ha sido asesinado.-
-¡Vaya por Dios!- Exclamó el agente del Mossad -Pues nada iré caminando
con cuidado y vigilando. De todas maneras puedo contar con ustedes por si
acaso, ¿Verdad?-
-Por supuesto, si ve o escucha algo no deje de llamarnos. Tenga aquí está
el número-
Solomon cogió la tarjeta que le brindaba el Guardia y preguntó:
-Suelo salir por la noche, porque el ave que busco es nocturna, supongo
que estarán de guardia-
-Sí, claro, no hay problema. Siempre hay un guardia aquí por la noche y si
es necesario venimos todos enseguida. Vivimos cerca-
El judío sonrió:
-Genial, ya me siento más tranquilo. Muchas gracias y adiós-
El sargento se llevó la mano a la cabeza en señal de saludo:
-Adiós, que tenga un buen día-
David Solomon, salió de nuevo a la calle y se encaminó al hotel. No le
apetecía andar, asique cogería la moto e iría al páramo un rato, a ver si
quedaba alguna huella que le pudiera delatar.
Al cabo de un buen rato de mirar por la zona y no descubrir ningún indicio,
Solomon sintió hambre y se fue al Mesón del pueblo a picar algo. Llegó con el
scooter y lo aparcó a la entrada, entró al mesón y se acodó en un extremo de la
barra donde tenía bien controlada la entada del local. Pidió una cerveza y un
buen pincho de tortilla de patatas “la mejor del mundo” se dijo para sus
adentros, mientras sonreía.
A esa misma hora, el sargento Ramos también sintió una punzada en el
estómago y quiso acercarse al mesón.
-¡Señores, Voy a tomar algo al mesón!-gritó desde la puerta, los dos
agentes del interior contestaron con un -¡A la orden, sargento!-
Se fue caminando pausadamente hacia la Plaza Mayor, con su pensamiento
puesto en el pastor, en la absoluta falta de pruebas y en lo que dirían en la
comandancia acerca de su investigación.
Llegó a la puerta del mesón y saludó a los paisanos que estaban en la
misma sentados en un pequeño velador. Luego se volvió y paseó la mirada por
la Plaza, de pronto se detuvo en una scooter aparcada a la puerta del Bar. Se
acercó a mirarla, miró los neumáticos y pensó: -Una como ésta, seguro que
habrá cientos de ellas en diez kilómetros a la redonda-
Se agachó un poco más, sintió el calor del motor y miró las ruedas,
pequeñas de unos 30 centímetros de diámetro y con un dibujo bastante nuevo
para la edad de la moto. Se levantó, no tenía sentido seguir esa pista, nunca
encontraría la moto del asesino. Se alejó unos pasos y de pronto una luz se
encendió en su cerebro, sacó una libreta pequeña del bolsillo superior derecho
de su guerrera, luego sacó un lápiz. Arrancó una de las hojas y puso el papel
sobre el dibujo de la rueda, rasgando con el lápiz por encima. El dibujo de la
rueda quedó instantáneamente inscrito en el papel. -Es una tontería, pero me lo
voy a llevar al Cuartel a compáralo con el molde- se dijo.
Llegó sudando al Cuartel, entró en el cuarto de pruebas y cogió el molde.
Lo comparó con el dibujo a lápiz que acababa de sacar…no podía ser, sus ojos
se abrieron tanto que se diría que iban a salir de sus órbitas, el dibujo coincidía
con el del molde. -¡Dios mío!, ¡El asesino ha vuelto y está en el pueblo!-
Llamó a uno de los guardias jóvenes y le dijo:
-Tráete el fusil y acompáñame-
El joven guardia hizo lo que le decía su superior y salieron los dos a paso
vivo hacia el Mesón.
Cuando llegaron, la moto ya no estaba. El sargento miró a su alrededor
pero no había ni rastro de ella.
Entró en el Mesón, miró a los paisanos, todos conocidos, todos del pueblo
y se fue hacia la barra:
-Oye Fulgencio- dijo al dueño del local
-¿Tú sabes de quien es la moto que estaba aparcada a la entrada del
Mesón?-
El tal Fulgencio repuso:
-Ni idea sargento, ni siquiera sabía que había una moto en la entrada-
-Yo sé de quién es- dijo una voz al fondo del salón
Se volvieron los guardias y el sargento le dijo:
-A ver, Dionisio, ¿De quién es la moto?-
El que había hablado era Dionisio Zabala, al que todo el mundo en el
pueblo le llamaba “el loco labala”, apodo que arrastraba desde que de joven,
en una cacería furtiva, un cazador no muy avispado, confundiéndole con un
conejo, le descerrajó una andanada de perdigones de los cuales alguno se le
quedó alojado en la cabeza, de resultas de lo cual le dejó tocado para los
restos. Desde entonces tenía la extraña costumbre de pasearse con una chistera
en la cabeza.
-Es del pajarero, ese, el que ha venío hace poco, y va con unos gemelos
colgaos del pescuezo-
El sargento entornó los ojos:
-¿De quién dices?-
Dionisio se calzó su chistera, se levantó y se acercó al Guardia Civil, se
puso firme delante de él y a voces repitió:
-¡DEL PAJARERO QUE LLEVA UNOS GEMELOS EN EL PESCUEZO,
DE ÉL ES!-
El sargento dio un paso atrás de puro susto:
-A mí no me grites, ¿Eh? Que te arreo dos bofetones y te pasas la noche en
la celda, ¿Te enteras?-
El loco labala, afirmó con la cabeza
-¡Y deja ya de estar firmes, so memo, que tú no eres guardia ni soldado,
leñes!-
El Guardia Civil se fue hacia la barra de nuevo:
-Fulgencio, ya sabes quién es. ¿Ha estado aquí, verdad?-
El camarero dijo:
-Sí, claro. El pajarero. No sabía que tuviera una moto. Ha estado aquí hace
un rato, se ha puesto ciego de tortilla y se ha largado-
El Guardia se rascó la cabeza:
-¿Y no sabrás a dónde ha ido?-
De nuevo, Dionisio, habló a voz en grito:
-YO SÉ ONDE HA IDO, GENERAL-
El sargento se volvió:
-A ver, Dionisio, cuántas veces tengo que decirte que soy sargento, no
general y que dejes de gritarme que aunque viejo, no soy sordo, coño-
Dionisio bajó la voz hasta tal punto que era un susurro y el Guardia Civil
tuvo que acercarse a él a pesar del tufo a vino barato que exhalaba.
-Va p’al páramo, señor guardia, allí le echa toa la mañana y a veces toa la
noche. Busca pájaros, pero de noche no hay pájaros en el páramo, no señor-
-¿Al páramo dices? ¿Dónde encontramos a Pedro, quizás?-
El loco le miró con los ojos brillantes:
-¡Ahí mesmo, si señor sargento!-
El sargento se volvió y se situó en el centro de la sala:
-Oídme bien, todos. No quiero ni una palabra de la conversación que
hemos tenido aquí y ahora. Ni una, ¿entendido Dionisio?-
El loco muy serio, asintió con enormes movimientos de su cabeza, lo que
provocó que se le cayera la chistera.
El Guardia prosiguió:
-Cualquier cosa que veáis u oigáis y os parezca sospechosa del pajarero
ese, me lo contáis de inmediato-
-Ahora, cada uno a lo suyo y aquí no ha pasado nada-
Seguido del Guardia joven, el sargento salió a grandes zancadas del Mesón
y se encaminó hacia el Hotel Azul.
De camino le dijo al guardia:
-Llama al Cuartel y que Peláez se traiga el Nissan para el Hotel Azul, con
munición y los dos fusiles. Pero que no ponga la sirena-
-A la orden, mi sargento- contestó el guardia joven al mismo tiempo que se
llevaba la mano al bolsillo del pantalón y sacaba un móvil.
David Solomon estaba a punto de salir del Hotel. Había dejado pagada la
habitación para un par de días, pero ahora debía volver a Madrid y hablar con
Marina. Necesitaba saber los avances que habían logrado con las lombrices y
asegurarse de que no habían dicho nada a la Guardia Civil.
Se puso la mochila en la espalda y salió del establecimiento. Cuando
estaba quitando el antirrobo de la rueda, miró calle abajo y vio a los Guardias
Civiles andando hacia él. Sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, -No es
buena señal-, se dijo.
Uno de ellos, el más joven, llevaba un fusil de asalto, nada normal para
estos guardias de pueblo y hablaba por un móvil -Está pidiendo refuerzos-,
pensó el judío.
Miró a ambos lados de la calle, no había nadie, pero con la moto no podría
huir, le dispararían y a poco que tuvieran puntería, le acertarían. Mejor esperar,
en un combate cuerpo a cuerpo, estos dos no tenían nada que hacer.
Los dos guardias llegaron hasta él:
-Buenas tardes, ¿Señor…?-
-Solomon, David Solomon-
-Buenas tardes, señor Solomon. ¿Ya se iba?-
-Bueno, tengo que comprar algunas cosas en Madrid, que aquí no
encuentro-
El sargento continuó:
-Ya. ¿Podría dejarme su documentación, por favor?-
Solomon se envaró:
-¿Por qué? ¿He hecho algo malo, agente?-
El sargento contesto:
-No, pura rutina. Usted es nuevo en el pueblo y nos gusta conocer a todo el
mundo, sea visitante o no-
Solomon se quitó la mochila y abrió el bolsillo superior, allí estaba la
Parabellum dispuesta a disparar. Acarició la empuñadura y la agarró.
El sargento Ramos vio la maniobra y gritó al mismo tiempo que se echaba
al suelo:
-¡GONZÁLEZ, AL SUELO!-
La orden llegó tarde para el Guardia joven, sonó un disparo y éste salió
disparado hacia atrás. Cayendo muerto en mitad de la calle. El sargento se
parapetó detrás de un coche y sacó su arma reglamentaria, mientras que
Solomon hizo lo mismo a escasos metros.
El sargento grito:
-¡SOLOMON, ENTREGUESE! ¡EN POCOS SEGUNDOS ESTARÁ
RODEADO! ¡NO HAY SALIDA, ES MEJOR QUE SE ENTREGUE ANTES
DE QUE HAYA MÁS BAJAS!-
Solomon contesto:
-¡HACEN FALTA MÁS QUE UNOS GUARDIAS DE PUEBLO PARA
COGERME! ¡LO SIENTO PERO NO PUEDO ESPERAR MAS!-
Mientras decía esto había conseguido abrir la puerta del coche en el que se
resguardaba. Se arrastró hasta debajo del volante y en unos segundos hizo un
puente y el coche arrancó. Solomon se puso al volante y acelerando al máximo
salió a toda velocidad por la calle principal arrollando el cuerpo del joven
guardia muerto.
El sargento Ramos se puso de pie y disparó hacia el coche pero éste ya se
perdía por la carretera.
Solomon miró hacia atrás, allí quedaba el guardia muerto y el viejo. -
¡Maldita sea!, ¡He fallado, estoy quemado, joder!-
El sargento se acercó corriendo al guardia tendido en el suelo. Le levantó
cogiéndolo en sus brazos y comenzó a zarandearlo:
-¡GONZÁLEZ, GONZÁLEZ, COÑO, NO TE MUERAS QUE ERES
MUY JOVEN, GONZÁLEZ!-
El cuerpo sin vida del joven guardia era como una marioneta en brazos del
sargento.
Éste comprendió que no había nada que hacer, lo dejó en el suelo, le cerró
los párpados y mirando hacia la carretera por donde había huido Solomon,
exclamó:
-Por mis muertos que voy a dar contigo, hijo de puta. Este guardia viejo de
pueblo te va a llenar los huevos de plomo, te lo juro-

CAPÍTULO 15

En la sede de la ASN, en Maryland, McNichols daba las últimas noticias a


Kovacs, el director.
-Y parece ser que primero mató a un pastor y luego, cuando la Guardia
Civil le dio el alto, se cargó a uno de ellos-
Kovacs miró hacia el techo del despacho:
-¡Joder! Ese judío se ha excedido bastante en su trabajo, en el Mossad no
van a estar contentos-
McNichols asintió:
-Señor, ese hombre, Solomon, es un peligro. Puede echar abajo toda la
misión porque tiene el gatillo muy flojo-
Kovacs asintió:
-Sí, Randy, tienes razón. Igual deberíamos pensar en neutralizarlo, pero
con menos ruido, no como él hace-
Continuó:
-De todas maneras, en cuanto todo esto llegue a oídos del Mossad, lo van a
retirar, seguro. Si hay algo que no le gusta a Amit, es el ruido que puedan
hacer sus hombres y menos en el extranjero. El silencio y la discreción es la
marca de la casa del Instituto. Esto es una chapuza y ellos se van a encargar de
que Solomon no siga. Vamos a esperar un poco-
McNichols asintió y se retiró a su despacho.
*
En la Facultad, en el despacho de Marcos se estaba desarrollando una
reunión:
Ramiro plegó el periódico que tenía en las manos y comenzó a hablar:
-Ir a por tierra y lombrices se está convirtiendo en un deporte de riesgo.
Primero se cargan a un pastor y ahora a un Guardia Civil. Me voy a pensar
mucho si os acompaño la próxima vez-
Marcos asintió con la cabeza:
-Estás en tu derecho, Ramiro, pero las lombrices no esperan. Llevamos
casi dos semanas sin suelo y aunque hemos reciclado alguno, no pueden estar
siempre así. Para colmo, se han muerto cuatro y tengo la guardería bajo
mínimos.-
Marcos se refería al cultivo de capullos o cocoones de lombriz, los huevos
que éstas ponían. Por fin había conseguido que se reprodujeran.
Probablemente el aporte “cárnico” a la dieta de los animales había influido
poderosamente en su cambio de actitud ante la reproducción.
Los huevos eran blanquecinos, de apenas unos milímetros de diámetro y
extremadamente duros y coriáceos. Eran como quistes dispuestos a eclosionar
en cuanto las condiciones ambientales fueran las óptimas. En cada uno de
ellos se desarrollaba una lombriz marqueña.
-Verdaderas armas en miniatura- Pensaba Marcos.
En ese momento irrumpieron en el despacho de Marcos, los agentes de la
ASN, esta vez, sin llamar:
-Buenos días, Profesor Aceña, Profesor Márquez, señorita Rossovich-
Los tres citados dieron un respingo y se pusieron de pie de inmediato.
Marcos habló:
-Me gustaba más antes, cuando llamaban a la puerta-
Richardson, que se había convertido por derecho propio en el portavoz a
perpetuidad de la pareja, dijo:
-Las cosas se están sucediendo muy deprisa, profesor. Tenemos órdenes de
acabar el experimento ya-
Ramiro contestó:
-¿Cómo que acabar el experimento? Eso lo decidiremos nosotros, ¿No?-
Richardson movió la cabeza:
-No, profesor Márquez, ese punto lo decidimos nosotros y hemos decidido
acabar-
Marcos se adelantó un paso:
-De eso nada. No tenemos suficiente material para publicar, debemos
seguir experimentando y estudiando. Queda mucho tiempo todavía-
-Insisto, profesor. Vamos a cerrar el laboratorio. Nos llevamos las
lombrices, el suelo, los capullos y todo lo que hayan escrito-
Ramiro saltó:
-Sí, hombre y ¿Qué más?-
Richardson se acercó al investigador. Le sacaba una cabeza y media y
aunque tan ancho como Ramiro, era puro músculo y no pura grasa como el
físico.
-Profesor Márquez, ya me he cansado de hablar, denme todo lo que he
dicho y nos iremos.-
*
Sede de la ASN, Maryland
-¿PERO QUIÉN COÑO HA ORDENADO EL FINAL DE LA MISIÓN?-
McNichols estaba rojo de furia y gritaba a sus subordinados
-Si yo no sé nada de esto, es que no importa, con que, ¿Quién ha metido la
pata?-
Todos en la sala guardaban silencio. De pronto se abrió una puerta detrás
de McNichols
-Tranquilo, Randy, he sido yo-
McNichols quiso que se le tragase la tierra, el propio director Kovacs
estaba a su lado.
-Vamos a mi despacho, hablaremos más tranquilos. En cuanto a ustedes,
olviden este episodio, no ha pasado nada. Continúen con su trabajo,-
McNichols siguió a su jefe mudo de vergüenza. Cuando llegaron al
despacho del director, éste le señaló una silla a su subalterno:
-Siéntate, Randy-
McNichols se sentó y Kovacs continuó:
-Verás, he estado reflexionando acerca del agente del Mossad en España,
ese tal Solomon. Parece que está fuera de control, primero se cargó a un
paisano y ayer mismo mató a un guardia civil, un cuerpo policial español con
gran arraigo y que en España se le tiene mucho cariño. Todo esto me ha
llevado a la conclusión de poner punto y final a la operación España.-
McNichols miró a Kovacs y preguntó:
-¿Y qué vamos a hacer con los investigadores españoles?-
Kovacs respondió:
-Por ahora, requisarles toda la información que tengan, incluidas las
lombrices, los cultivos y todas las porquerías que hayan utilizado. No creo que
vayan a las autoridades, pero de hacerlo, ya pensaremos en alguna salida más
expeditiva.-
McNichols quedó pensativo unos segundos y luego añadió:
-No sé, señor, no me parece que sea buena idea. Con el debido respeto,
creo que se equivoca-
Kovacs miró al subdirector:
-Puede que sí, Randy, pero eso no lo sabremos por ahora. Seguimos el plan
de finalización de la operación y más adelante decidiremos.-
McNichols se levantó de la silla y se dirigió a la salida, pensativo. Un
segundo antes de abrir la puerta, la voz de Kovacs resonó en la habitación:
-¡Randy! Nada de lo que ha pasado durante la Operación España debe ser
del dominio público, todo se queda en casa. Es una orden, subdirector
McNichols-
A McNichols le temblaban las piernas, en muy pocas ocasiones, el director
Kovacs se había dirigido a él, en privado, por su apellido.
-Sí, señor, así será- Acertó a contestar McNichols con un hilo de voz.
*
Sede del Mossad, Tel Aviv
El memuneh hablaba con sus dos colaboradores más directos, 2 y 3:
-Solomon ha cruzado la raya, no me preguntéis por qué, pero se ha pasado
en sus acciones. Ayer por la tarde mató a un guardia civil español. Tenemos
que terminar con esto.-
2 habló:
-Creo que sería conveniente hablar con él.-
El director negó con la cabeza:
-No, hay que neutralizarlo. Por favor manda un equipo ligero y que lo
traigan de vuelta inmediatamente. No creo que quiera volver por sí mismo, por
eso hay que traerlo. Una vez aquí, ya hablaremos largo y tendido.-
Número 2 asintió con la cabeza:
-Cuenta con ello, Isaac-
*
El laboratorio de Marcos parecía un escenario de guerra, multitud de cajas
se agolpaban contra la pared y varios contenedores de partículas refrigerados
iban engullendo las tarrinas con las lombrices en su interior. El contenedor de
suelo de Marcos, había sido precintado y embalado en plástico aislante y todos
los apuntes y el ordenador de Marcos y de Marina, embalados en plástico de
burbujas.
Marcos y Marina asistían derrotados al fin de su trabajo:
-No, no pueden hacer esto, es material de la Universidad-dijo débilmente
Marcos.
Richardson contestó:
-No se preocupe profesor, en cuanto tengamos los datos del disco duro, le
serán devueltos.-
El móvil de Marina comenzó a sonar, la joven se apartó un momento y
contestó:
-¿Si, dígame?
La voz que sonó al otro lado, aunque conocida, parecía distinta:
-Debemos vernos, ahora mismo.-
Marina reconoció la voz, pero esta vez no había habido saludo inicial
-Ahora no puedo, David, estoy en el laboratorio y están pasando cosas
extrañas-
Solomon respondió:
-Ya lo sé, precisamente por eso debemos hablar. Te espero en el vestíbulo
de la Facultad, ¡AHORA!-
La comunicación se cortó y Marina se quedó inmóvil mirando el teléfono.
Marcos la miró preguntándole con la mirada y la joven respondió:
-Parece que hay una urgencia con uno de mis amigos, tengo que salir pero
volveré enseguida.-
Marcos estalló:
-¿Con éste maremágnum montado y te vas?-
-Es algo urgente, Marcos, pero volveré enseguida, te lo prometo-
Richardson, que había oído la conversación entre Marcos y Marina los
miró y dijo:
-De aquí no sale nadie, lo siento señorita Rossovich, pero hasta que no
terminemos, debo obligarla a que se quede con el profesor.-
Marina no sabía qué hacer:
-Pero, es que es un asunto urgente, volveré en unos minutos-
Richardson se mostró inflexible:
-He dicho que de aquí no sale nadie y no se hable más.-
Marina se rindió, si Solomon quería verla, tendría que esperar.
Al mismo tiempo, en el vestíbulo de la Facultad, David Solomon
comenzaba a impacientarse, Marina no bajaba y él no tenía tiempo que perder.
Decidió subir al laboratorio y sacarla de allí por la fuerza si fuera necesario.
Tomó el ascensor y al salir a la planta X, vio el follón que se había
montado en el laboratorio de Marcos. Pasó como un alumno más por delante
mirando hacia el interior y le dio tiempo a reconocer a los dos hombres de la
ASN. Siguió adelante por el pasillo, hasta que una voz le hizo parar en seco:
-¡OYE, TÚ! ¿A DÓNDE CREES QUE VAS?-
Por una vez, Harlam Brey no hizo de convidado de piedra. Había
coincidido en salir del laboratorio justo cuando pasaba Solomon y le reconoció
-Vaya, vaya pero si es mi agente favorito. Vale, date la vuelta muy
despacio y levanta las manos.-
Solomon pensó rápido, sacó su pistola y al mismo tiempo que se daba la
vuelta, se dejó caer hacia un lado y disparó acertando a Brey en la pierna
derecha. Éste acusó el dolor y cayó al suelo, a partir de ese momento, el
pasillo de la planta X de la Facultad de Biología se convirtió en un campo de
batalla. Richardson, alterado por el disparo de Solomon, sacó su arma y se
asomó al pasillo, Brey había sacado su arma también y disparaba contra
Solomon que se había parapetado en una de las puertas de las clases.
Richardson agarró por la camisa y la chaqueta a su compañero y le introdujo
en el laboratorio donde Marcos y Marina se habían escondido bajo una mesa
al oír los tiros.
Richardson gritó:
-¡SOLOMON, NO TIENES SALIDA, ENTREGA TU ARMA!-
Solomon contestó:
-¡MEJOR ENTREGAR VOSOTROS LAS VUESTRAS O NADIE
SALDRÁ VIVO DE AQUÍ!-
Marcos escuchaba la conversación y no salía de su asombro, ¿Quién era
ese Solomon? Y ¿por qué se habían liado a tiros los hombres de la ASN con
él?
Solomon asomó un poco la cabeza y una esquirla de pared se hizo añicos a
la altura de su hombro izquierdo, parte de los desechos se incrustaron en su
hombro, haciéndolo sangrar inmediatamente.
Solomon observó a herida y volvió a disparar.
Richardson, de pie, y Brey tumbado en el suelo cubrían la salida del
laboratorio.
Alertados por el tiroteo, algunos alumnos habían salido corriendo a buscar
a los dos guardias de seguridad que estaban en el vestíbulo, éstos al oír a los
alumnos subieron a la planta X y se encontraron con la batalla, pidieron ayuda
a la Policía por radio y uno de ellos gritó:
-¡NO SÉ QUÉ COJONES ESTAIS HACIENDO PERO HEMOS
AVISADO A LA POLICIÁ Y ESTÁ DE CAMINO. DEJAD LAS ARMAS
EN EL SUELO Y SALID CON LAS MANOS EN ALTO!-
A modo de respuesta recibió una andanada de disparos tanto de los agentes
americanos como del israelita y, con muy buen criterio, decidieron dejar allí a
aquellos locos y bajar al vestíbulo a esperar a la policía.
Richardson volvió a la batalla:
-¡SOLOMON, ES INÚTIL. VA A LLEGAR LA POLICIA ESPAÑOLA Y
NO SÉ CÓMO VAS A EXPLICAR TODO ESTO!-
Solomon estaba pensando: -Joder, tiene razón el jodido yanqui y encima
con dos muertos en el armario. Tengo que salir de aquí.-
Justo en ese momento, de una de las puertas pequeñas más alejadas al
escenario de batalla, surgió un profesor, Solomon vio una oportunidad y
disparando hacia atrás sin mirar, se lanzó en pos del profesor, le agarró por la
pechera, se puso detrás de él y usándolo como escudo humano, retrocedió
hasta el fondo de la planta, el lugar donde estaban los ascensores.
Richardson salió de su escondrijo y le siguió. Brey, que se había hecho un
rudimentario torniquete con su propia corbata, se fue, cojeando
ostensiblemente, al lado contrario, hacia los otros ascensores de la planta.
Solomon corría arrastrando al profesor y en cuanto llegó a los ascensores,
oprimió el botón de llamada, en pocos segundos uno de los tres ascensores se
abrió y Solomon penetró en su interior no sin antes empujar con violencia al
profesor hacia afuera justo cuando se cerraban las puertas.
Richardson corrió hacia los ascensores y oprimió violentamente los
pulsadores de llamada, pero los ascensores estaban subiendo y bajando y no
acudían.
-¡Otra vez se me ha escapado, joder!-exclamó Richardson.
Por su parte Brey, aún herido en la pierna, había llegado antes a los
ascensores del lado contrario y ya estaba bajando hacia el vestíbulo. Cuando
se abrieron las puertas se dio de bruces con seis policías nacionales que, no
repararon en él, le hicieron a un lado y entraron en el cubículo del ascensor.
Brey siguió cojeando y se puso a buscar a Solomon entre la multitud de
estudiantes que se habían agolpado en el vestíbulo. No fue capaz de
encontrarlo entre tanta gente, pero aunque el vestíbulo hubiera estado desierto,
tampoco lo habría visto. Solomon había bajado hasta el garaje de la Facultad y
viajaba ya velozmente en su scooter hacia el centro de Madrid.
En la Planta X, la policía interrogaba a Marcos y Marina:
-Vamos a ver si nos entendemos, ¿Dice usted que tres hombres que no
conoce de nada, se han liado a tiros en esta pasillo?-
El policía con una pequeña libretita en la mano miraba fijamente a Marcos
-Así es agente, nosotros estábamos trabajando normalmente y de pronto
oímos los disparos y salimos al pasillo, nos encontramos una verdadera batalla
campal y nos refugiamos en el laboratorio-
El policía apuntaba pero con cara de escéptico siguió preguntando:
-¿Y usted no los conocía de nada?-
Marcos contestó:
-No señor, de nada-
Segundos antes de que la policía irrumpiera en la planta X, Marcos y
Marina habían acordado decir los dos lo mismo, que no conocían de nada a
esos tipos y que ellos estaban trabajando, nada más.
Por lo tanto, el policía que interrogaba a Marina, se llevó una declaración
idéntica a la de Marcos por lo que no siguieron investigando allí. Ya lo
consultarían en la Comisaría cuando llegaran los casquillos y el informe de
balística.
Una vez la policía abandonó las dependencias universitarias, Marcos cogió
del brazo a Marina y la introdujo en el laboratorio:
-Rápido, hay que hacer copias de todo lo que hemos escrito, varias, no sé,
dos o tres, para que podamos llevarnos cada uno unas cuantas. Yo voy a coger
algunas marqueñas y algo de suelo y lo llevará a mi coche, el resto, por
desgracia, lo tendremos que dejar aquí. Es más que probable que los dos
gorilas de la ASN vuelvan para llevarse todo tal y como querían-
Marina no dijo nada, cogió varias memorias USB que tenían en la mesa y
fue haciendo copias de todos los apuntes que tenía en su ordenador, Marcos
por su parte hizo lo propio con el suyo.
Después, Marcos tomó el pequeño contenedor que usaba para recoger las
lombrices en El Molar y lo llenó con varias tarrinas con individuos en su
interior. Luego, llenó varias bolsas con tierra de El Molar, cerró y selló el
contenedor. A continuación dijo a Marina que se fuera a su casa y él bajó al
garaje, metió el contenedor en el maletero y salió disparado hacia la salida.

CAPITULO 16

Suiza es un país pequeño, tranquilo, bonito y terriblemente aburrido. Sus


habitantes son recatados y discretos hasta el paroxismo y pocas veces se oyen
voces en Ginebra o Zúrich, salvo de algún extranjero.
En este pequeño país se mueve mucho dinero y cantidades ingentes
duermen en el subsuelo de los numerosos bancos que custodian su valioso
contenido y que no suelen hacer preguntas a sus dueños, como tampoco
revelarían nunca, ni bajo tortura, quienes pudieran ser.
En Ginebra, la capital, a orillas del maravilloso lago Le Man, se dan cita
hombres adinerados provenientes de cualquier lugar del mundo y de vez en
cuando, también los hombres más poderosos del mundo, cuando se reúnen en
la sede que la ONU tiene en la capital.
En aquel mes de la primavera de 2012, se había convocado una reunión al
más alto nivel sobre la carrera armamentística y también sobre la
desmilitarización de los arsenales de las grandes potencias por el mundo.
Presidentes de numerosos países y algún que otro monarca europeo tenían
cita durante esa semana para hablar sobre temas que no hace mucho tiempo
eran tabú en los foros internacionales.
De aquella reunión se esperaba que surgiera un compromiso por escrito de
paralización de la carrera nuclear armamentística y de que, países como Rusia,
China y Estados Unidos, confirmaran la inutilización de sus cabezas nucleares
y de sus silos escondidos.
A unos 230 km de la capital, hacia el norte, en plenos Alpes, hay un
pueblecito al pie del monte Matterhorn o Cervino para los italianos, es
Zermatt, una tranquila villa de montaña que cada año, en verano, se llena de
turistas y entusiastas de las grandes caminatas por la montaña.
En su calle principal se agolpan las cafeterías con terrazas y puestos de
salchichas calientes.
Todavía hacía frío en la calle y las terrazas apenas tenían una docena de
personas sentadas.
En una de esas terrazas, en una mesa alejada de la calle, protegida por otras
dos mesas separadas con dos hombres en cada una de ellas, se sentaban dos
hombres mayores. Ambos llevaban gruesos abrigos negros con las solapas
subidas y los sombreros de fieltro verde y grueso bien calados.
Parecían dos jubilados disfrutando del sol de invierno mientras degustaban
un chocolate caliente y humeante.
En el lado derecho de la mesa, se encontraba Georges Kovacs y en el lado
opuesto, Isaac Amit. Ambos se lanzaban miradas de reojo. Fue Kovacs el
primero que habló:
-Buena la ha liado tu hombre, Isaac-
El judío sonrió levemente:
-Sí, parece que está algo descontrolado-
Kovacs rio abiertamente:
-¿Descontrolado?, yo diría más bien loco de remate. Se ha cargado a un
paisano y a un guardia civil y la semana pasada se enzarzo en un tiroteo en la
Universidad-
-Te recuerdo que en el tiroteo también estaban tus hombres, Georges-
Repuso el memuneh
Volvió a sonreír el americano:
-Eso es cierto, tienes toda la razón. Pero los míos no se han vuelto
majaretas-
-A veces, tenemos que hacer cosas de las cuales nos arrepentimos más
tarde- añadió el judío
-Sí, será eso. Bien, ¿Cómo lo vamos a hacer?-
El hombre del Mossad se frotó las manos y dijo:
-Creo que lo mejor es convencer al profesor español para que haga
públicas sus investigaciones, que cuente lo de la radioactividad y lo de las
lombrices al mundo entero, pero justo el día después de que el presidente
anuncie la desaparición de todas las armas nucleares-“
Kovacs asintió:
-Bien, me parece perfecto-
Amit continuó:
-Tu querido presidente se verá envuelto en un farsa de contaminación
nuclear en un país occidental, amigo y miembro de la OTAN, más no se puede
pedir, ¿No crees?-
Kovacs asintió con la cabeza:
-Nuestro presidente es demasiado blando, los republicanos se le han subido
a la chepa durante todo el mandato, ha llegado la hora de que se retire, me
parece que esta maniobra será su puntilla-
Amit continuó:
-Entonces solo queda convencer al español para que publique y santas
pascuas. ¿Será posible, Georges?-
-Por supuesto amigo Isaac, dalo por hecho-
El memuneh se repantingó en su silla, tomó un sorbo de su chocolate
caliente y añadió:
-Amigo mío, creo que con esto nos vamos a ganar sobradamente nuestras
pensiones. ¿Has pensado qué vas a hacer cuando te jubiles?-
Kovacs miró la impresionante montaña que parecía surgir del suelo como
un enorme colmillo y respondió:
-Alguien me dijo hace tiempo, que los atardeceres en las costas de Israel
son magníficos, creo que me iré allí-
Los dos hombres se miraron y, sonriendo socarronamente, entrechocaron
sus tazas humeantes de chocolate.

CAPITULO 17

Tras el tiroteo ocurrido en el pasillo de la Facultad, los tres investigadores


se reunieron al día siguiente en el arrasado laboratorio.
Marcos comenzó a hablar:
-Joder, vaya pifostio que se ha montado-
Los otros dos asintieron con la cabeza, todavía pálidos, al recordar lo
sucedido. Continuó Marcos hablando:
-Bueno, recapitulemos. Tenemos un asesino israelí que nos quiere matar,
dos norteamericanos de la ASN que se quieren llevar toda nuestra
investigación y a la Policía Nacional más mosqueada que un pavo en
Nochebuena… ¿Qué hacemos?-
Fue Marina la que habló:
-De verdad, siento mucho que un compatriota mío se haya comportado
como un animal, visto lo visto, creo que os debo una explicación-
Los investigadores se miraron asombrados y fue el físico quien habló:
-Mujer, en todos los sitios cuecen habas, porque sea judío no tienes que
pedir perdón, aquí, en España, sin ir más lejos, también tenemos pájaros de
cuidado-
Marina sonrió y contestó:
-No, no es por el hecho de que sea judío, es… porque yo ya le conocía-
Los españoles pusieron cara de asombro
Marina continuó:
-Veréis, en mi país, al igual que en otros muchos, las cosas no se hacen
siempre al descubierto. Supongo que sabéis qué es el Mossad ¿Verdad?-
Los dos científicos asintieron con la cabeza
-Pues bien, ese animal que nos quiere matar es del Mossad, se llama David
Solomon y no hace mucho, contactó conmigo para que le hiciera un favor,
bueno, a él, personalmente, no, a mi país. Me dijo que me uniera como fuera a
vuestro equipo y le contara todo lo que estabais investigando y vuestros
avances-
La cara de Marcos se tornó rojiza, pero Marina continuó hablando:
-Por favor, dejadme que termine. Sé que estaréis pensando que soy lo peor
de lo peor, pero no, no es así. El Mossad, nuestro servicio secreto, puede ser
muy convincente con la gente de mi país, a veces, demasiado convincente. Si
no hubiera accedido, lo más probable es que acabara en un kibbuzt del
desierto, plantando patatas y dando por olvidada para siempre mi carrera y mi
vida. De todas maneras, tal y como se han desarrollado las cosas, poca cosa le
he podido contar y ahora mismo, me da igual lo que me diga, estoy con
vosotros, no con él. Espero que podáis perdonarme y confiar en mí-
Una lágrima corrió por la mejilla de la joven.
Los dos investigadores se miraron y esta vez fue el físico el que habló:
-Mira, Marina, en nuestro pequeño mundo académico, lo peor que puede
hacer un investigador es fisgonear en el trabajo de otro, es decir, espiar. Se
puede hablar, comentar e incluso en algunos casos, compartir cierta
información, pero nunca, nunca, espiar el trabajo de otro. Lo que tú has hecho
no sólo es espiarnos, sino que te has aprovechado de nuestra buena voluntad y
nuestra confianza, has abusado de nosotros y eso no se hace fácil de digerir y
menos de olvidar. Marina, nos has traicionado-
Marcos añadió:
-Ramiro tiene razón, no me gusta nada que nos hayas utilizado y en este
momento mi primera idea es mandarte al carajo, porque no sólo has puesto en
peligro nuestra investigación, sino que, y a las pruebas me remito, también
nuestra vida.-
Marina ya no pudo aguantar más y rompió a llorar
Marcos, sin amilanarse por las lágrimas de la joven, continuó:
-Ramiro y yo vamos a hablar a solas para ver qué hacemos contigo. Tú ve
recogiendo tus cosas y vas ordenando lo que puedas salvar del laboratorio.
Luego hablamos.-
Le hizo una seña a Ramiro y ambos salieron del laboratorio y descendieron
a la cafetería sin hacer caso a las preguntas que alumnos y curiosos les hacían
para saber qué había pasado.
Ya en la cafetería y a pesar de que sólo eran las once de la mañana, ambos
se pidieron dos whiskys con hielo. El camarero los miró un momento y luego
se marchó para volver con dos vasos con hielo bañado en el líquido ambarino.
Fue Marcos el primero en hablar después de dar un trago largo a su bebida:
-¡Joder, Ramiro!, la maciza nos la ha tangao bien tangao, ¿Eh?-
El físico repuso:
-Y tanto, lombricero, y tanto. Bueno y ¿Qué piensas que debemos hacer
con ella?-
Marcos miró hacia el fondo de la cafetería, donde unos alumnos sentados a
una mesa, barajaban un mazo de cartas y se disponían a jugarse el desayuno en
una timba de póker.
-No sé, Ramiro. Creo que es sincera, pero no sé si podemos confiar en ella-
Dio un trago a su bebida
-Por otra parte, la chica parece que se vio obligada a colaborar con el
monstruo ese y la verdad, es que poco o casi nada le ha podido decir, porque
tampoco es que hayamos avanzado mucho en la investigación. Tú, ¿Qué
piensas?-
Ramiro le miró y contestó:
-Que tienes razón en todo, pero igual que tú, no sé si puedo volver a
confiar en ella. No sé, si desaparece el judío, igual ya no tiene que pasarle
información-
Marcos respondió:
-No te creas, seguro que ya han previsto que venga un nuevo agente y
retome el camino que ha dejado el otro-
Ramiro asintió con la cabeza:
-Eso es verdad, entonces ¿Qué hacemos?-
Marcos apuró el whisky y llamó al camarero mientras le decía a Ramiro:
-Vamos a subir al laboratorio, se me ha ocurrido una idea que pondrá a
prueba a Marina y de paso servirá para que trabajemos tranquilos. Te la cuento
por el camino-
Pagó Marcos las consumiciones y salieron de la cafetería poniendo rumbo
a los ascensores del fondo de la planta.
Marina no había dejado de llorar durante este rato, la cabeza le daba
vueltas y una pregunta se le clavaba como un aguijón, ¿Por qué? ¿Por qué
había tenido que hacer caso a aquél loco? Marcos y Ramiro le habían abierto
de par en par las puertas de su laboratorio y se habían mostrado totalmente
confiados con su compañía y trabajo, y, ahora, ella les pagaba traicionándoles
y poniendo su vida en peligro. Cada vez que llegaba a este punto, las lágrimas
afloraban de nuevo. -Bueno, pues ya está, se dijo, acataré que me echen de
aquí a patadas y volveré a Israel y lo que tenga que ser, será.-
Cuando los dos investigadores llegaron al laboratorio, se encontraron a
Marina, sentada en una silla, con su bolso colgado en bandolera y una caja con
sus pocas pertenencias sobre las rodillas.
Marcos y Ramiro acercaron sendas sillas y se sentaron enfrente de ella -
Parece un tribunal-, pensó Marina
Marcos habló:
-Marina, Ramiro y yo hemos estado hablando. No nos gusta nada lo que
has hecho y aunque el resultado de nuestra votación ha sido muy ajustado,
hemos decidido darte otra oportunidad-
Marina abrió mucho sus preciosos ojos y dijo:
-¿De verdad?, sois un encanto, los dos-
Marcos la cortó:
-Espera, no te lances, la oportunidad que te damos no está exenta de
condiciones-
Marina bajó la mirada y dijo:
-Lo sé, tenéis todo el derecho del mundo, si os sirve de algo, acepto todas
las condiciones incluso antes de que me las digáis-
Ramiro miró a Marcos y sonrió. El biólogo continuó hablando:
-Vas a seguir trabajando con nosotros pero, a diferencia de antes, lo vas a
hacer como agente doble. ¿Sabes lo que es un agente doble, verdad?-
Marina se permitió una ligera sonrisa:
-Soy judía, nací en Jerusalén, allí lo primero que haces al nacer, es
preguntar el nombre a todo el mundo que te mira-
Los investigadores sonrieron abiertamente y Marcos continuó:
-Bien, a partir de ahora, si viene otro agente de esos tuyos del Mossad, nos
lo tienes que decir de inmediato y colaborarás con él, pero le contarás lo que
nosotros te digamos. ¿Estás de acuerdo?-
Marina sonrió y repuso:
-Claro, sin problemas. Me parece una solución perfecta. Así no me siento
una traidora, ellos tendrán la información que quieren, bueno, la que queréis
que sepan vosotros, y a mí me dejarán en paz-
-De acuerdo- contestó Marcos -Y ahora, vamos a poner un poco de orden
en esto y vamos a verificar que las marqueñas han sobrevivido a este pequeño
Pearl Harbour madrileño-
*
Los agentes de la ASN habían hecho mutis por el foro, gracias a sus
credenciales, y se estaban alejando de la Facultad. El hombre herido en la
pierna ya había sido atendido por los servicios del SAMUR y no revestía
mucha gravedad, ya que afortunadamente, la bala sólo le había rozado el
muslo sin hacer demasiado escarnio en él.
Precisamente estaba hablando con Langley
-Buenos días, señor. Esto se ha puesto muy feo. Ha habido un tiroteo con el
agente del Mossad en el pasillo de la Universidad y luego ha huido, herido, Lo
hemos perdido-
El director Kovacs estaba que echaba humo:
-¿Cómo que se ha escapado?, ¿Dos agentes entrenados y en un pasillo han
dejado escapar a un tipo herido?-
El agente comenzó a sudar:
-Así es, señor, ha tomado a un profesor como escudo y no hemos querido
disparar por temor a herir al rehén-
El director gritó por el teléfono:
-¿Y desde cuando somos tan mirados con los “daños colaterales”?-
-Había mucha gente, señor, demasiados testigos como para hacer bien
nuestro trabajo, además, yo estaba herido en una pierna-
Pasaron algunos segundos antes de que el director respondiera:
-Bien, esto es lo que vamos a hacer: encuéntrenlo, como sea, pero
encuéntrenlo, pongan Madrid patas arriba, paguen a chivatos, hagan lo que
sea, pero quiero tener a ese tipo bajo control, ya. ¿Ha entendido?-
El agente respiró un poco antes de contestar:
-Sí señor, alto y claro-
El director terminó:
-Bien, espero que no haya más fallos, ah, por cierto, ¿Cómo se encuentra
usted?-
El agente sonrió y contestó:
-Estoy bien, señor, solo ha sido un rasguño-
Estaba hablando al vacío, la línea se había cortado antes de que pudiera
responder.
*
El judío volaba con el pequeño scooter. Las heridas del hombro producidas
durante el tiroteo habían dejado de sangrar, las propias esquirlas habían hecho
de tapón natural, pero si no las extraía pronto, la infección se apoderaría de él.
Acudir a un servicio de urgencias estaba vetado, las heridas demostraban
que un arma de fuego se había utilizado para provocarlas y la llamada de estos
servicios a la Policía, sería inmediata.
En una parada obligatoria en un semáforo, se fijó en una pequeña clínica
veterinaria que estaba a algunos metros del cruce de dos calles. Una vez el
semáforo en verde, estacionó delante del establecimiento y entró.
Una señora mayor esperaba pacientemente en una pequeña sala de espera,
con un perro de raza indefinida y tamaño reducido que no dejaba de emitir
débiles aullidos.
Una joven bajita y regordeta se encontraba detrás del mostrador y con una
ligera sonrisa se dirigió a él:
-Buenos días, ¿En qué podemos ayudarte?-
El judío se acercó al mostrador y abriendo un poco la cazadora de cuero le
enseñó a la joven la culata de la pistola al mismo tiempo que le decía en voz
muy baja:
-Deshazte de la vieja, ya-
La joven se puso pálida cuando vio la pistola y moviéndose muy
lentamente por el mostrador le dijo a la señora:
-Doña Virtudes, Laura me acaba de mandar un wassap para decirme que va
a tardar un poco más de lo que pensaba y que lo mejor sería que volviera usted
esta tarde-
La anciana la miró sorprendida:
-Pero es que Cuchi tiene mucho dolor de estómago, ¿No lo oyes quejarse?-
La joven le contestó:
-No se preocupe, Laura me ha dicho que le dé una solución para que la
mezcle con el agua y se la dé a beber, seguro que se le pasa y si no, se viene
esta tarde y la paso la primera, se lo prometo-
La anciana, no muy convencida, cogió el vial con la solución que le daba
la joven y añadió:
-Vale, me voy, pero la próxima vez quedas con tu novio cuando salgas de
trabajar, ¿Eh?-
Una vez fuera del establecimiento, el judío se encaró con la joven:
-Laura, es la veterinaria, ¿No? Pues dile que eche a quien esté con ella que
tengo un asunto urgente que arreglar y sin tonterías, por favor-
La joven, a la que le temblaba todo el cuerpo, se dirigió a una pequeña
puerta pintada de verde y llamó con los nudillos, sin esperar respuesta entró
sin cerrar la puerta. El judío oyó algunas palabras atropelladas y unos
segundos después, la veterinaria salió apresuradamente
-¿Qué pasa aquí?-
El judío estudió a la veterinaria, no era mayor, debía tener unos cuarenta y
tantos años, pero aún conservaba la cara de niña, esbelta, alta, uno setenta,
aproximadamente, pensó, con el pelo en melena corta, de color rubio platino y
unos ojos verdes muy claros.
-Por favor, necesito ayuda y usted es la apropiada- dijo el judío
Laura repuso:
-¿Ayuda para qué?, No veo a su mascota por ningún lado-
El judío sonrió levemente y añadió:
-Yo soy la mascota, con que eche a quien tenga ahí dentro y pasaré yo-
La veterinaria le miró y vio algunas gotas de sangre resecas pegadas a su
mejilla:
-Yo trato animales de compañía, domésticos y salvajes, no seres humanos,
aunque en este caso, como no tengo muy claro dónde encuadrarle a usted, haré
una excepción y le echaré un vistazo por pura curiosidad profesional-
El judío sonrió a la veterinaria y dijo:
-Buena chica-
Una vez se hubo marchado el niño de unos diez años que ocupaba la
consulta, acunando un enorme conejo de color blanco, el judío entró al
despacho de la veterinaria, ésta se puso unos guantes de exploración y dijo:
-Siéntese en la camilla o súbase a ella, lo que prefiera. Quítese la cazadora
y la camiseta, la pistola también, no le va a hacer falta y no ladre, por favor, si
ladra le pondré un bozal y lo ataré a la camilla-
El judío, sonriendo, hizo lo que le mandaron y la veterinaria comenzó a
examinarle:
-Parece que se ha traído en el interior de su hombro media pared de algún
lado-
El judío no contestó y la veterinaria siguió con su trabajo sin hablar. En
apenas media hora le había extraído todos los fragmentos del hombro y le
había hecho un vendaje compresivo.
-Ya está, tiene la zona limpia pero debería tomar un antibiótico al menos
tres días, si no se le infectará y tendrá que volver y eso es algo que me apetece
nada. No puedo recetarle nada para humanos, pero si respeta la dosis del
antibiótico para gatos que le voy a pautar, quizás no se muera en los próximos
días-
El judío sonriendo, repuso:
-Ha sido muy amable, Laura. Muchas gracias. Quizás en otra situación me
hubiera atrevido a invitarla a tomar algo-
La veterinaria exhibió una sonrisa cautivadora, mientras decía:
-Joven, en esta clínica no acostumbramos a salir a “tomar algo” con
nuestros pacientes, además de que no suelen tener unos modales muy pulidos,
corremos el riesgo de que nos muerdan-
Rio con ganas el judío y se marchó a paso rápido.
La joven regordeta, se sentó en un taburete alto que había detrás del
mostrador y dijo:
-Laura, no sé cómo tienes ganas de bromear con un tipo que lleva una
pistola, no te entiendo, de verdad-
La veterinaria repuso:
-Bueno, de algo hay que morir en esta vida, ¿No?-

CAPITULO 18

Mientras, en Tel Aviv, el Memuneh hablaba con sus subordinados:


-¡No es posible! ¿Qué Solomon ha iniciado un tiroteo en la Facultad? Ese
hombre se ha vuelto loco, loco de remate. Hay que traerlo ya, y destinar a
otro-
Número 2, habló:
-Estoy de acuerdo contigo, el problema es que no ha vuelto a contactar y
no sabemos dónde está. ¿Quieres que mande un equipo a buscarlo?-
Amit asintió:
-Sí, manda a alguien, pero con moderación. Yo creo que un par de hombres
será suficiente y que se lo traigan, digamos, por valija diplomática, no
queremos más escándalos-
El otro hombre preguntó:
-¿Y si no quiere venir?-
Amit le miró y entornando los ojos dijo:
-No creo que eso sea una dificultad, ¿No? El comando ha de ser ejecutivo,
si no quiere venir, que se quede allí, pero para siempre.-
Número 2 asintió con la cabeza:
-Así se hará-
*
Los tres investigadores terminaron de arreglar, dentro de lo que podían, el
laboratorio donde trabajaban. Habían comprobado que las marqueñas estaban
bien, ninguna de las cajas de cría se había roto o abierto y por ahora, el
pequeño mundo de las lombrices, continuaba su existencia como si no hubiera
pasado nada.
Cansados, se sentaron en unas sillas y se miraron entre sí. Fue Marcos el
primero en hablar:
-Vale, ¿Qué hacemos ahora?, Si vuelve el judío, nos querrá matar, aunque
esa posibilidad creo que puedo descartarla porque la Policía lo estará
buscando. Quizás nuestro mayor problema ahora sea los agentes de la ASN
americanos, se quieren llevar todo nuestro trabajo y por ahora no creo que los
busque nadie porque los consideran los buenos en esta película-
Ramiro asintió y añadió:
-Estoy de acuerdo, además, tu catedrático te va a hacer un montón de
preguntas-
Marcos respondió:
-Eso no me preocupa, le hemos dicho a la Policía que no conocíamos de
nada a esos hombres, con lo cual, todo quedará en un ajuste de cuentas que en
nada tiene que ver con nosotros-
Ramiro volvió a asentir:
-De acuerdo, por esa parte, asunto resuelto, pero pienso que deberíamos
cambiar de sitio, creo que este laboratorio se ha vuelto demasiado popular y
todo el mundo ha decidido venir aquí a ver qué hacemos y entonces o se
llevan todo o nos matan-
Marina sonrió, no había querido hablar prácticamente nada por temor a una
respuesta no muy caballerosa. Sabía que ambos científicos estaban dolidos y
era mejor guardar un tiempo de “penitencia” hasta que les pudiera demostrar
que podían volver a confiar en ella.
Una actitud sonriente y despreocupada por su parte, podía hacerlos pensar
que no daba importancia a su felonía y, entre científicos, eso era lo mismo que
“mentarles a la madre”, como diría un castizo.
Marcos continuó la conversación:
-Sí, Ramiro, estoy de acuerdo contigo, pero ¿A dónde ir? En nuestras casas
no podemos montar el laboratorio por miedo a desencadenar un medio ataque
nuclear con las radiaciones de las lombrices y en la Facultad va a ser muy
difícil que nos dejen otro laboratorio, además, que si vuelven a por nosotros
tardarán un poco más, pero acabarán por encontrarnos-
Marina miró a los dos científicos y, como si estuvieran en una clase,
levantó el dedo tímidamente:
-Veréis, tengo un tío lejano que tiene una casa en un barrio de playa cerca
de Argel. Es una casa grande, de esas que llaman villa, he pasado buenos
veranos allí, aunque ocultando que éramos judíos, claro. Creo que si le llamo
igual nos la deja-
Ramiro abrió mucho los ojos y contestó:
-¿Argelia, Y qué se nos ha perdido en Argelia?-
Marcos miró por la ventana y como soñando despierto contestó a su
colega:
-No te creas, no me parece mala idea. Allí no nos van a buscar, si, además
hacemos el viaje de manera indirecta, igual dejamos pocas huellas donde
buscar. El problema está en cómo trasladar a las lombrices, seguro que no es
fácil introducir en un país no comunitario, animales vivos-
Se quedaron mirando unos a otros exprimiendo sus cerebros para buscar
una solución a la ecuación propuesta por Marcos.
*
En el aeropuerto internacional Ben Gurion de Tel Aviv, en una parte
alejada del mismo dedicada a vuelos privados y diplomáticos, un
impresionante Gulfstream G650, inmaculadamente blanco, de la Fuerza Área
Israelí encendió los motores dentro de un hangar exclusivo para él.
Los pilotos militares ultimaban el plan de vuelo que les llevaría
directamente a la Base Aérea de Torrejón de Ardoz, propiedad del ejército del
aire español y a unos cuantos kilómetros de la capital de España, Madrid.
Sería un vuelo rápido, tenían viento de cola en la práctica totalidad del
recorrido, tiempo despejado y, además, utilizarían un pasillo aéreo militar con
lo que la necesidad de cambiar de rumbo por vuelos comerciales quedaba
descartada. Por si eso era poco, apenas tenían peso, solo dos pasajeros que
llevaban unas mochilas no muy grandes como equipaje y sin azafatas.
El vuelo se había declarado “diplomático” y las autoridades españolas
habían recibido un mensaje de la embajada, en el cual explicaban que dos
agregados de agricultura del gobierno israelí debían viajar a España algunos
días invitados por varias cooperativas españolas dedicadas al cultivo de trigo.
Las credenciales eran reales y las cooperativas también, aunque si les hubieran
preguntado directamente, nadie de las cooperativas habría sabido nada de la
visita de los agregados.
A las 19:00 horas en punto, la torre de control de Ben Gurión dio permiso
al avión diplomático a despegar de la pista 33R con destino a Madrid, España.
Tenían por delante 3500 kilómetros que recorrer que, a la velocidad de
crucero del avión y ayudados por las características que habían observado los
pilotos, lo cubrirían en, aproximadamente, cinco horas y media, con lo cual
llegarían a Madrid, teniendo en cuenta la diferencia horaria de una hora
menos, a las 23:00 hora local.
Los dos pasajeros se abrocharon los cinturones y el avión despegó. Cuando
alcanzó la altura de crucero, 11.000 metros, ambos dormían profundamente.
*
Ayudados de un mapa local de Argel, los tres investigadores localizaron la
villa del tío lejano de Marina. Se encontraba en la Wilaya de Argel, a unos 16
kilómetros del centro de la ciudad, en un concejo llamado Ain Beniam,
concretamente, en el barrio de La Madrague, una zona residencial de los
argelinos pudientes que estaba llena de casas de veraneo junto a un pequeño
puerto deportivo y pesquero y algunos restaurantes donde servían pescados
frescos y, como dijo Ramiro, -Lo más importante, sirven vino y cerveza-, algo
muy raro, dado la rígida regla religiosa de los musulmanes.
La pregunta que Marcos había dejado en el aire acerca del transporte de las
lombrices, aún no tenía una respuesta real. Habían buscado en la legislación
española y argelina, pero no habían encontrado algo coherente.
Como siempre, Ramiro, que era un saco de sorpresas por dar soluciones
sencillas a problemas complejos dijo:
-Yo siempre he creído que para resolver problemas lo mejor es tirar de la
navaja de Ockham-
Tanto Marina como Marcos, se miraron y luego miraron a Ramiro, éste
continuó:
-Vale, vale, no me miréis así que enseguida os lo he explico. Ockham
postuló que, cuando para resolver un problema complejo se han acabado las
soluciones complejas, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla,
suele ser la correcta-“
Marcos contestó:
-Entonces, según tú, ¿Cuál es la solución a nuestro problema complejo
mediante el postulado del señor Ockham?-
Ramiro sonrió satisfecho:
-Pues preguntar en el Consulado argelino, claro-
Marcos le miró como un padre que ha pillado a su hijo adolescente con un
cigarro en una mano y un cubata en la otra:
-¡Tú estás loco!, ¿Vamos a levantar la liebre en el Consulado diciendo que
queremos llevarnos lombrices radiactivas a su país?-
Ramiro seguía sonriendo:
-No hombre no, tú te vas a encargar de escribir un protocolo en el que vas
a explicar que en los alrededores del barrio donde está la casa del tío de
Marina, has descubierto un tipo de suelo muy interesante para tus lombrices y
además vas a convencer a tu catedrático de que te firme el protocolo y así lo
presentamos en el Consulado-
Marcos se levantó de la silla:
-¡Claro y además le pido que nos dejen tres camellos para pasear por la
ciudad vestidos de reyes magos!-
Ramiro siguió con su teoría:
-Parece mentira que seas zoólogo y no sepas que en África no hay
camellos, sino dromedarios y que los camellos son de Asia. Pero contestando a
tu no pregunta, estoy seguro de que, con la que se ha montado, tu catedrático
estará encantado de perderte de vista un tiempo-
Marcos le miraba fijamente:
-¿Y qué hago con mis clases, señor Ockham?, ¿Doy aprobado general a
todos mis alumnos y que no vengan más, quizás?-
Volvió a hablar muy tranquilo el físico:
-Fijo, fijo, que hay un doctorando o un penene que te dará las clases
encantado. Tú prepara el protocolo y luego te enseño a engañar a un
catedrático-
Marcos no las tenía todas consigo pero comenzó esa misma noche a
escribir el protocolo. La verdad es que no le costó mucho llenar unos folios
con muchos datos y mucha parafernalia que pudiera tragarse el catedrático,
además como no pedía dietas ni dinero, la cosa tenía más visos de ir adelante.
Al día siguiente se personó en el inmenso despacho de Raúl Gómez de
Andrade, el catedrático. Cuando entró se encontró a su director sentado a su
mesa corrigiendo unos exámenes recientes, levanto la mirada y dijo:
-¡Vaya por Dios!, pero si es nuestro héroe local. Pasa, pasa Marcos. ¿Cómo
estás, alguna herida no cerrada?-
Marcos se sentó en una de las sillas confidentes que tenía delante la mesa
del catedrático
-Todo bien, gracias, aunque sería deseable que los asuntos de tiros se
dirimieran en otras partes de la ciudad y no en un pasillo de una Facultad-
Rio el catedrático y asintió:
-Estoy de acuerdo. La verdad es que se montó una buena. El Decano me
tuvo un buen rato en su despacho y el Rector, por teléfono, también. Menos
mal que ningún alumno fue herido, bueno y tampoco ningún profesor- añadió
al ver la cara de sorpresa de Marcos.
-Bueno, entonces ¿A qué debo el honor de tu visita?-
Marcos carraspeó un poco y, dejando sobre la mesa de su director unos
folios grapados, le dijo:
-Pues verás, sigo con mi investigación acerca de la luminiscencia asociada
a mis lombrices y por casualidad, navegando por internet, he encontrado un
suelo que es perfecto para el desarrollo de estas características. El problema es
que no es muy asequible, porque está en una zona muy concreta, a unos 16
km… de Argel, la capital de Argelia-
Marcos paró su disertación unos segundos para que el catedrático pudiera
digerir la información, luego, sin dejarle replicar, continuó:
-Te he preparado un pequeño protocolo para que lo leas y, si das tu visto
bueno, me puedas preparar unos papeles para el Consulado de Argelia, y con
ellos, me dejaran llevar los bichos allí-
El catedrático leyó el protocolo y después lo dejó encima de sus exámenes:
-Y digo yo, si lo que necesitas es tierra, ¿Porque no vas y te importas un
par de camiones?-
Marcos pensó rápido:
-No es solo el suelo, también son las características de la temperatura, de la
humedad, bueno de un montón de variables. Si me traigo la tierra, como tú
dices, cuando llegue aquí habría perdido la mayoría de sus características y no
me servirá-
El catedrático le miró divertido:
-Ya, ¿Y cuánto tiempo te vas a ir a buscar tierra?-
Marcos contestó:
-No creo que me lleve mucho, uno o dos meses, sería suficiente para que,
estadísticamente, mis resultados sean viables y creíbles-
El catedrático continuó:
-Y ¿Qué hacemos con tus alumnos durante ese tiempo?-
Marcos sonrió acordándose de su colega Ramiro:
-No hay problema, ya tengo a un penene y a un doctorando que se
encargan y yo por internet voy controlándolo todo, incluidas las posibles
incidencias que se pudieran presentar-
El catedrático se acomodó en su caro sillón:
-Parece que lo tienes todo pensado, ¿No querrás dinero, verdad?-
Marcos muy serio, contestó:
-Por supuesto que no, ya te dije cuando empecé esta experiencia que, por
ahora, adelantaba yo los gastos. Cuando publiquemos algo, ya pasaré facturas-
El catedrático no tenía más preguntas:
-Algo me dice que vas tras algo grande, Marcos, y que no me cuentas toda
la verdad, pero bueno, tratándose de ti, por ahora voy a seguir esperando que
esto explote, porque cuando lo haga yo voy a estar muy lejos y el marrón te lo
vas a comer tú solito ¿De acuerdo?-
Marcos asintió sin añadir nada y el director siguió:
-Voy a decirle a la secretaria del departamento que me prepare el papeleo
para que lo firme y a partir de ahí, nadas solo, Marcos-
Marcos se levantó:
-No te preocupes, director, verás cómo al final te alegras de darme todos
mis caprichitos-
*
El hombre encargado en la ventanilla del Consulado de Argelia, no salía de
su asombro:
-¿Dicen ustedes que quieren llevar lombrices de tierra a Argel?-
Tanto Marcos como Marina le miraron muy serios y respondieron al
unísono:
-Pues, si, así es-
El funcionario argelino leía por enésima vez el documento de la Facultad
de Biología donde se recogía la necesidad de transportar los animales
-Y, además, ¡Los llevan vivos!- volvió a hablar el funcionario
Ambos investigadores asintieron y el hombre añadió:
-Bueno, todo esto es muy irregular, la verdad, nunca me había pasado. No
se pueden llevar animales vivos a Argelia, está prohibido. Por otra parte,
según la carta que me entregan de la Universidad, se trata de una investigación
oficial… no sé, no sé. Los visados para ustedes los podrían tener en una
semana pero para llevar estos…digamos, animalitos, no sé qué es lo que hay
que hacer. Tendré que preguntar al cónsul. ¿Pueden esperar un rato?-
Marina miró a Marcos y contestó:
-Sí, claro. ¿Le parece que le dejemos un número de teléfono y nos avisa?
No estaremos muy lejos-
El funcionario apuntó el número de teléfono de Marina y se alejó por un
pasillo sin dejar de rascarse la cabeza.
Una vez fuera del Consulado, Marcos se volvió hacia Marina y le dijo:
-No sé, la idea es buena pero me parece que a estos no les ha hecho mucha
gracia. Ya veremos si nos dan el permiso o no-
Marina se agarró del brazo del investigador y repuso:
-No te preocupes, profe, ya verás cómo al final nos dan todo lo que
queramos-
Marcos sonrió, pero no por la respuesta de la joven, sino más bien porque
le había agarrado del brazo y se le había pegado mientras hablaba.
-No está mal, nada mal, voy por la calle con un pibón del brazo y eso es
algo que hacía mucho tiempo que no me pasaba, bueno, mucho tiempo, no, en
realidad, no me había pasado nunca.-

CAPITULO 19

La Pensión Maruja se encontraba en un primer piso de renta antigua,


encajonado en un edificio del distrito centro, que había visto pasar la Guerra
Civil española y que, como recuerdo, aún mostraba en su fachada algunos
agujeros de bala, testigos de la contienda.
Tenía 10 habitaciones, todas muy pequeñas, con una cama, una mesa, una
silla, un armario portátil y una mesita de noche que se aguantaban de pie de
puro milagro.
Había conocido días mejores, sobre todo a finales de los 70, cuando tenía
sólo cinco habitaciones grandes.
En aquellos tiempos, viajantes, estudiantes y algún actor, se habían alojado
allí.
Ahora, subsistía como “pensión por horas”, los clientes, en su mayoría,
eran prostitutas de calles cercanas que “trabajaban” en sus habitaciones, por
una parte pequeña de su sueldo.
Pero, por 15 euros al día, con derecho a baño y desayuno, era el mejor sitio
donde el judío herido podía esconderse sin temor a preguntas intrigantes y,
sobre todo, porque no exigían ni pasaporte ni nada, sólo el pago por
adelantado de las noches que fuera a estar (sin derecho a vuelta si estaba
menos de las acordadas, había apostillado la mujer) y un nombre para dirigirse
a él
En la recepción, o mejor dicho, en una mesa con silla situada a la entrada
del piso, estaba sentada una señora de unos 50 años, Maruja Expósito, la
dueña.
Era bajita, no debía superar el metro cincuenta, delgada, aunque de sus
brazos colgaba, como bolsas del súper, una piel muy clara. En medio de una
cara corriente había unos ojos marrones, muy tristes, que miraban a su nuevo
cliente intentando descubrir de dónde había salido aquel tío tan guapo:
-A ver, ¿Cuántas noches va a quedarse?-
El judío respondió:
-No lo sé con seguridad, pero voy a pagar una semana y después ya
veremos-
La mujer asintió:
-Vale, entonces serán ocho días, que a 15 euros el día son…- cogió una
calculadora pequeña en la que rezaba, con letras rojas, la siguiente leyenda:
CARNICERÍA PEDRO E HIJOS. LA MEJOR CARNE DE MADRID
Y entre paréntesis pero con la misma letra roja:
(Obsequio para nuestros clientes vip)
La mujer marcó los números mientras el judío pensaba:
- ¡Joder, son 120 euros, mujer!-
La calculadora devolvió los dígitos deseados y la mujer le dijo:
-120 euros, no admitimos pago con tarjeta y no solemos tener cambio, todo
a tocateja-
El judío sonrió y le dio el importe exacto a la mujer. Ésta contó el dinero y
después abrió un cajón de debajo de la mesita, revolvió con ambas manos y
sacó un aro de unos quince centímetros de diámetro, al cual estaban unidas un
montón de llaves con vistosos cartelitos de colores, con un número, escrito con
bolígrafo, en los mismos. Buscó una de las llaves, la extrajo del aro y se la dio
al hombre:
-Habitación cinco, al fondo del pasillo, la tercera puerta a la derecha, no sé
si se habrá caído el número, pero al lado de la cerradura, estará pintado con
rotulador, no tiene pérdida-
Cuando el hombre se encaminaba por el oscuro pasillo, oyó la voz de la
mujer:
-Oiga!, tiene una toalla limpia encima de la cama y el baño está al final del
pasillo, el que tiene puerta con cristal, es unisex, asique llame antes de entrar.
Ah, y el lavado de ropa se paga aparte, incluida la toalla-
El hombre llegó a la puerta de la habitación cinco, era una simple puerta de
contrachapado doble con una cerradura que no hubiera necesitado llave para
ser abierta, aun así, la introdujo en la cerradura y con un ligero ronquido, la
puerta se abrió. La habitación era pequeña, de hecho, la cama casi tocaba
ambas paredes opuestas, al lado del cabecero había una pequeña mesita de
noche con un único cajón. Enfrente de la cama se encontraba una mesa como
la de la “recepción” con un solo cajón en el centro y a su lado una silla de
plástico que aún llevaba adherida la etiqueta de IKEA.
Pegado a la mesa, literalmente, había una especie de armario de paredes de
plástico con una cremallera en su parte central y dentro dos perchas de
alambre plateadas. En la pared donde estaba el cabecero de la cama había un
pequeño ventanuco que daba a un patio de vecinos, estrecho como un tubo.
-Bueno, aquí no me encontrarán, por lo menos en unos días- Pensó el
agente.
Se sentó en la cama que, curiosamente, no hizo ningún ruido y luego se
tumbó cuan largo era. Los pies le sobresalían por el borde del colchón pero era
cómodo. Se quedó dormido al instante.
La mujer de la recepción, estuvo dándole a las neuronas:
-¡Vaya tío! ¡Está como para mojar pan! Pero eso de que es comercial de
lavadoras, no se lo cree ni él y mucho menos que se llame Pepe López, ni de
coña. Tiene pinta de extranjero, yo creo que debe ser yanqui, por lo menos, de
“guiscosin” o de “guasintón” seguro.-
La mujer se quedó pensando y soñando ciertos numeritos que le podría
hacer (si tuviera algunos años menos) a aquél galán sin acordarse de ningún
otro estado norteamericano al cual fusilar con su enseñada lengua.
*
A las 22.54, hora local, el blanquísimo avión del ejército israelita
aterrizaba en la pista principal del aeródromo de Torrejón de Ardoz.
Los dos únicos ocupantes del mismo, bajaron por la escalerilla y se
dirigieron a un automóvil que les esperaba a escasos metros de donde se había
situado el avión.
En el interior del mismo, no había nadie. Las llaves se encontraban en el
contacto y nada más. Hacía pocos minutos que un empleado del aeródromo,
hijo de unos emigrantes judíos afincados en España desde hacía más de treinta
años y nuevo sayanim reclutado, había estacionado el vehículo siguiendo las
instrucciones que le habían llegado en un escueto correo electrónico escrito en
hebreo.
Los dos hombres se acomodaron en el vehículo y sacaron un GPS que
tenía almacenado la información sobre un pequeño hotelito alejado del centro
de la ciudad. Se pusieron en marcha y al llegar a la valla de salida del
aeródromo, un soldado del ejército del aire español les hizo parar:
-Buenas noches, documentación, por favor-
Los hombres sacaron los pasaportes diplomáticos y se los dieron al
soldado, éste los miró luego miró las caras de los ocupantes del coche y se
acercó a una pequeña garita. Allí consultó un listado de nombres y halló los de
los dos agregados de comercio y agricultura a los que pertenecían los
pasaportes. Apuntó un ok al lado de cada nombre y la hora de salida y se
dirigió de nuevo al vehículo:
-Muchas gracias. Pueden continuar. Buenas noches-
El conductor tomó los pasaportes y sonrió al soldado, a continuación
arrancó y se incorporó poco a poco al tráfico de la carretera que unía Madrid
con Zaragoza, en dirección a Madrid.
Conectó el GPS y dejó que el aparato le indicase por dónde tenía que ir.
En poco más de treinta minutos, estacionó el coche delante de un edificio
moderno a cuya entrada refulgía un luminoso de color rojo: Hotel Ibis-
Suanzes, habitaciones desde 40 euros.
Se encontraban en la zona norte de la ciudad, alejados del centro y de las
miradas de los locales. Era un barrio humilde y anónimo.
Recogieron las llaves de su habitación –nunca tomaban habitaciones
separadas, era más seguro- y una vez en ella, pidieron algo de comer al
servicio de habitaciones.
Conectaron su ordenador a la red wifi del hotel y mandaron un inocente
correo electrónico:
De: Aaron y Lucas
Para: papaymama@gmail.com
Asunto: España
Hola papá y mamá. Ya estamos en España y en el hotel, que es muy bonito.
Mañana iremos al centro a ver todo lo que podamos y llamaremos al primo
David para que nos acompañe.
Buenos sueños y besos
Aaron y Lucas
El correo llegó a los pocos segundos al segundo piso del edificio de la
avenida Rey Saúl, en Tel Aviv, no sin antes pasar por una docena de servidores
conectados por todo el mundo, lo que impedía que fuera rastreado.
A los diez minutos de haberse escrito, el correo descansaba encima de la
mesa de número 2, a la espera de ser leído.
*
El judío despertó temprano, sobre las seis y media de la mañana. Se
levantó y se puso nada más que unos vaqueros, cogió la toalla y se encaminó
hacia el cuarto de baño. De camino al mismo se cruzó con un par de
prostitutas:
-¡Hola guapetón!, ¡Vaya músculos! Si quieres te hago algo bonito aunque
ya vengo de retirada, pero ese material no se ve todos los días por aquí-
La otra mujer dijo:
-Y por un poco más, ¡Entre las dos te llevamos al cielo…encanto!-
El judío las miró y repuso:
-Lo siento señoritas, otro día será- y continuó andando por el estrecho
pasillo.
Las dos jóvenes se miraron y siguieron en sentido contrario.
En el baño, el hombre miró el vendaje que la veterinaria le había puesto el
día anterior, lo desprendió y se quedó mirando la herida, no tenía mala pinta,
había un moretón grande, pero sin indicios de infección, la veterinaria había
hecho un buen trabajo.
Se puso un nuevo apósito y se lavó un poco, se peinó y volvió a su
habitación.
Una vez terminó de vestirse, salió de la habitación y cerró con llave. Siguió
por el pasillo y en la entrada se encontró a un joven de largas melenas negras.
Llevaba una camiseta negra sin mangas con un dibujo de un grupo de Heavy
Metal a juego con unos pantalones pitillo, también negros, en los pies calzaba
unas gastadas botas tejanas. De sus orejas colgaban sendos pendientes y en las
muñecas llevaba numerosas pulseras. Como toque final, en el cuello lucía un
collar de perro con enormes púas plateadas.
El joven miró al judío de arriba abajo y le dijo:
-Tú debes ser el nuevo, me lo dijo Maruja, anoche. Si quieres desayunar,
en el salón hay café y galletas. Está incluido en el precio, pero no te comas
todas las galletas o los demás van a protestar-
El judío lo miró y contestó:
-Gracias, pero he quedado a desayunar. Hasta luego-
El punky de la puerta lo vio traspasar la entrada y siguió a lo suyo.
Una vez en la calle, el judío pensó en las posibilidades que tenía:
-Otro fallo y más señales de mí. No puede ser. Seguro que ya han mandado
a mis primos a buscarme, pero he de terminar esta misión–
Acercarse por la Facultad no era una opción, habría policía y sobre todo
sus “primos” aparecerían por allí a buscarle. Por otra parte ir a la casa de los
investigadores, suponía tener que hacer tres recorridos y no tenía dónde
dejarlos mientras los llevaba a cabo, tenía que coger a los tres de golpe y a la
vez, luego ya pensaría donde ir.
Entró en una cafetería del barrio y pidió un café bien cargado con un poco
de leche fría. Miró la bollería y los churros, que le encantaban, pero decidió
que era mejor tener el estómago vacío que lleno de grasa.
Dos hombres estaban sentados en una mesa del fondo, tenían el pelo
cortado a cepillo y vestían casi de manera militar, con botas negras, pantalones
de campaña calafateados, camiseta blanca y cazadora bomber. Ambos
rondaban el metro noventa y pico de altura y sus músculos pugnaban por
reventar las camisetas.
El judío los miró y su semblante se agrió al instante:
-Nazis de mierda, cómo los odio-
En ese momento, dos chicas jóvenes entraron en la cafetería. Por el color
de su piel se dirían que eran pakistaníes o hindúes. Sonreían hablando entre
ellas. Se acodaron a la barra cerca del judío al que miraron y sonrieron, éste
les devolvió la sonrisa y se concentró en su café.
Uno de los dos skinhead, miró a las chicas y se levantó dirigiéndose a
ellas:
-Vaya, vaya, mira que dos criaturitas nos ha traído la calle, hoy-
Las jóvenes cambiaron su cara por otra de miedo.
El nazi se acercó mucho a ellas y continuó hablando:
-A ver, conejitas, ¿A que habéis venido a mi país a buscar pollas
españolas?, ja, ja, seguro que sí, porque de donde venís los hombres la tienen
muy pequeña, ¿No?-
El camarero, miró a las jóvenes y luego al gigante y dijo:
-Tío, no quiero problemas, ¿Vale?-
El nazi miró al camarero y llevándose el dedo a la boca, chistó. El
camarero bajó la vista y siguió limpiando un vaso con un paño más que sucio
Las chicas, asustadas, se dirigieron a la puerta, pero el otro gigante se
levantó de la mesa y les impidió el paso:
-¿A dónde vais, morenitas?-
Los dos hombres se habían situado de manera que las chicas estaban entre
ellos, el que primero había hablado acarició la cara de una de ellas y luego
bajo hasta posar su mano sobre uno de sus pechos. La chica hizo un
movimiento brusco para quitársela de encima pero el hombre la mantuvo.
El judío había observado toda la acción y estaba muy enfadado. Pagó su
café y se fue hacia la puerta, cuando llegó a la altura de ésta y como quiera que
uno de los nazis la obstruyera, dijo:
-Perdona, ¿Me dejas pasar?-
El nazi lo miró y se hizo a un lado, no tuvo tiempo de ver como un puño le
machacaba la sien derecha y le hacía perder el sentido de inmediato. El otro
nazi se volvió de pronto, miró a su compañero inconsciente en el suelo y luego
al judío, pero éste no le dio tiempo a reaccionar, lanzó una patada certera a la
entrepierna del gigante y cuando éste se agachó por el dolor descargó su codo
sobre la nuca. El gigante cayó al suelo, resoplando y casi sin sentido.
El judío abrió la puerta y miró a las chicas:
-¿Señoritas?, la salida es por aquí-
Las jóvenes le miraron dándole las gracias con una tímida sonrisa, y
salieron corriendo del local. El judío miró al camarero y dijo:
-Llama a la Policía y que se lleven esta basura de aquí y tú mantén el bar
limpio de ratas-
El camarero se lanzó a por el teléfono y no respondió.
El hombre se alejó lentamente de la cafetería con una sonrisa en los labios:
-Me encanta comenzar el día machacando nazis-
*
A esa misma hora, “los primos israelitas” salían de su hotel en las afueras
de la ciudad, rumbo al centro, en su pequeño utilitario:
-¿Dónde vamos?-“, preguntó el conductor. El copiloto consultó una
pequeña guía con mapa de Madrid y contestó:
-No tengo ni idea, no sé dónde ha podido esconderse, pero teniendo en
cuenta que casi pensamos igual, habrá buscado un hotel o una pensión céntrica
y muy barata, así puede esconderse. Vayamos al centro, a…-consultó el mapa
de nuevo -a la calle Gran Vía con la plaza del Callao, por ahí hay muchas
pensiones baratas, preguntaremos-
El conductor enfiló la calle Alcalá mientras introducía la dirección en el
GPS.
Un día laborable, a las 7.30 de la mañana, el tráfico por la capital de
España es terrible, mucha gente acudiendo a su trabajo, los repartidores,
parados de cualquier manera en la calle, los autobuses escolares recogiendo
niños y miles de padres y madres parando hasta en tercera fila a la puerta de
los colegios para dejar a sus hijos. Los dos judíos tardaron más de una hora en
llegar al centro y buscar un lugar donde estacionar su coche, optaron por un
parking subterráneo en las calles cercanas a la Plaza del Callao. Estacionar en
la calle, además de imposible, requería la compra de un boleto que había que
renovar cada dos horas y eso les limitaba mucho la búsqueda.
Accedieron a la gran Plaza del Callao, donde una marea de gentes
variopintas circulaba por ella rápidamente. Miles de caras que marearon a los
dos agentes. Se pararon y leyeron la pequeña guía de establecimientos
hoteleros que venía en ella, la mayoría pensiones baratas que alquilaban
habitaciones por horas y por días. Decidieron empezar por una de las calles
que partían de la plaza y luego cubrirían las demás siguiendo el movimiento
de las agujas de un reloj.
Varias horas después, a las 14.15 pararon en una cafetería, tenían los pies
destrozados de andar y subir escaleras (la mayoría de las pensiones estaban en
pisos y no al pie de la calle). Pidieron dos cafés:
-Esto es un trabajo de locos, nunca lo vamos a encontrar. ¿Y si se hubiera
ido fuera de la ciudad?- Preguntó uno de ellos
-Seguiremos buscando, hay que encontrarlo cuanto antes y si es necesario
buscaremos por toda la ciudad- aseveró el otro dando un sorbo a su café.
Comieron algo en la misma cafetería y media hora después se lanzaron de
nuevo a la búsqueda.
Accedieron a una pensión ubicada en el primer piso de un edificio antiguo,
a dos manzanas de la plaza, una mujer les atendió:
-¿Quieren una habitación?-
Uno de los agentes contestó:
-No, gracias. En realidad buscamos a un primo nuestro que ha llegado hace
poco, nos ha escrito un correo diciendo que estaba por este barrio pero se le ha
olvidado decir dónde-
La mujer miró alternativamente a los dos hombres, los encontró altos y
fuertes, con la piel algo tostada y con un acento muy fuerte, como “moros”,
pensó y se acordó de su último cliente, no tenía tanto acento, pero se parecía a
estos recién llegados
-¿Y por qué no le llaman y le preguntan?- dijo con lógica la mujer
-Resulta que ya hemos probado, pero su móvil no tiene cobertura-
La mujer sin apartar su mirada, dijo:
-Ya, y… ¿Cómo es su primo?-
El otro hombre sacó una foto y se la enseñó a la mujer, ésta la cogió y
reconoció al instante a su cliente de la noche anterior.
-No, no me suena de nada, estará en otra pensión-respondió
Los hombres se miraron y se despidieron con un simple -Hasta luego-
La mujer les vio cerrar la puerta y pensó:
-Vaya par de mangantes y encima mal educados, ni gracias ni nada de
nada. Para mí que no son trigo limpio, parecen maderos, pero no de los
nuestros, parecen de fuera. Y ¿Qué cojones habrá hecho el de ayer para que le
busquen? En cuanto venga le pregunto, no vaya a ser que me vaya a comer yo
el marrón-
Volvió la vista a su revista “Diez Minutos” y siguió leyendo el artículo que
enseñaba a perder kilos siguiendo la famosa dieta de la alcachofa.
A última hora de la tarde, el judío llegó a la pensión, Maruja levantó la
vista hacia él y le dijo:
-¡Oiga! ¿Tiene un minuto?, Tengo que hablar con usted-
El agente sintió un escalofrío por la espalda, se dio la vuelta y contesto:
-La verdad es que estoy muy cansado, ha sido un día muy duro y me
gustaría acostarme pronto-
La mujer no se dio por vencida:
-Descuide, no le voy a hacer perder mucho tiempo. Venga para el
comedor-
El hombre no tuvo más remedio que acompañar a la patrona y se sentó en
una de las sillas del comedor, a esas horas desierto. La mujer se sentó enfrente
de él y dijo:
-Verá, en esta casa no solemos hacer preguntas, como habrá visto, ni
pedimos DNI ni pasaporte ni nada, nos fiamos de lo que nos digan ustedes,
pero a cambio pedimos discreción y nada de problemas-
El judío asintió con la cabeza:
-Llegué ayer por la noche, no creo haber hecho nada de lo que dice-
La mujer le miró y añadió:
-Hoy han venido dos tipos muy parecidos a usted, preguntaban por su
primo y me han enseñado una foto suya, ¿Son policías?-
El agente pensó rápido:
-No, no son policías y tampoco son mis primos, pero me buscan y no por
nada malo, es más bien…un asunto por una mujer-
Maruja se quedó callada unos segundos y luego preguntó:
-¿Qué clase de asunto de mujeres?-
-Bueno, uno de ellos es el marido de una chica que conocí en París hará
unos meses, nos gustamos y acabamos en la cama. El marido lo descubrió y le
dio una paliza y luego la obligó a decirle mi nombre, tuve que marcharme
deprisa, porque el tipo juró que me mataría.-
Maruja le miró un momento y luego soltó una carcajada:
-Asique, ¡nos ha salido un Romeo!- y volvió a reír, luego, secándose las
lágrimas repuso:
-Bueno, vamos a ver, no me gustan nada los tíos que pegan a las mujeres,
aunque en este caso se lo merecía, pero, bueno, será por aquello de la unión de
las mujeres que me pongo de su parte. Usted, en cambio, se la está jugando,
los dos tipos que le buscan tienen muy mala pinta y si siguen dando vueltas
van a acabar por encontrarle. Creo que lo mejor es que se vaya fuera de
Madrid, a algún pueblo cercano donde no le puedan encontrar-
El judío asintió:
-Tiene razón, pero mi trabajo me obliga a seguir aquí, no puedo irme muy
lejos. Además, usted no tendrá ningún problema porque vendré solamente a
dormir, llegaré tarde y me iré temprano.-
La mujer respondió:
-Por mí, no hay problema, pero no me traiga disgustos a casa, si se
encuentra con ellos, aquí no se puede esconder, no quiero un fiambre en la
habitación, si ocurre algo mínimamente parecido, llamo a la policía ¿Estamos?
-
-Descuide, ningún problema, seguro que se cansan y se vuelven a Francia-
-No, no se van a cansar, nunca- se contestó a sí mismo David una vez a
solas en su habitación y sentado en la cama
-Son un comando de ejecución, vienen a por mí, si voy con ellos malo,
pero si me niego me matarán. Yo lo he hecho muchas veces.-
Se tumbó en la cama, no había muchas salidas, volverían de nuevo a la
pensión una vez que acabaran por visitarlas todas y aumentarían el radio de
búsqueda, es una norma de manual y no dejarían de buscar hasta que le
encontraran. Tenía que acabar su trabajo cuanto antes, ahora todo el mundo le
perseguía, no tenía amigos, estaba solo.

CAPITULO 20

Consulado de Argelia. Madrid


El funcionario se rascaba la cabeza con fruición:
-Eeeh, esto es muy irregular…lo he hablado con mi jefe y este con el
Cónsul y, la verdad, nunca habíamos tenido esta clase de solicitud-
Marina y Marcos e miraban expectantes, el funcionario continuó:
-Vienen ustedes avalados por la Universidad y en mi país esto cuenta
mucho, asique hemos decidido darles un permiso para ir con sus… ejem,
animalitos, pero deben cumplir algunos requisitos inexcusables: sólo podrán
estar un mes y tienen que entregar al final un informe en el que digan,
detalladamente, las conclusiones de su estudio, este informe deberán hacerlo
por duplicado y entregar una copia al Ministerio de Agricultura y otra al
departamento de Medio Ambiente. Por supuesto deben controlar su
experimento y de ninguna manera los… ejem… bichitos, pueden escaparse o
salir de donde sea que los tienen. El departamento de medio ambiente de mi
país, recogerá todos los residuos que generen y no se les ocurra tirar nada de
tierra contaminada por ninguna parte. Es esencial que cumplan con estos
requisitos. ¿Están de acuerdo?-
Marcos tomó la palabra:
-No va a haber ningún problema, se lo aseguro. Cumpliremos todas las
normas con absoluta dedicación, han sido ustedes muy amables.-
El funcionario sonrió:
-Bueno, nos gusta que los científicos se fijen en nuestro país y con España
siempre hemos tenido muy buenas relaciones. Tengan, los visados, algunos
números de teléfono y personas de contacto del Departamento de Medio
Ambiente y esta carta de presentación que deberán enseñar en la aduana.
Recuerden, sólo un mes a partir de la fecha de entrada en el país-
Marina tomó los pasaportes, los demás documentos y la carta y le dedicó la
mejor de sus sonrisas al funcionario:
-Muchas gracias, son ustedes muy atentos con nosotros ah, y dele las
gracias a su jefe y al Cónsul, también-
Salieron ambos jóvenes y ya en la calle, Marina dijo a Marcos:
-Ya está, asunto resuelto, ¿Ves cómo nos iban a dejar?- y se cogió de nuevo
del brazo del joven, éste asintió:
-Ha sido más fácil de lo que pensaba, si-
Y volvió a sonreír abiertamente, sintiendo el cuerpo de la joven muy
pegado al suyo.
*
El vuelo de Air Algerie con destino Argel, estaba programado para las
12.30. Marina, Marcos y Ramiro estaban ya sentados junto a la puerta de
embarque S26 de la Terminal 4S del aeropuerto Adolfo Suarez, Madrid
Barajas. Tres maletas de cabina estaban frente a ellos
-¿Los bichos estarán bien, no?- Preguntó Marcos
-Tranqui, tronco.- Respondió Ramiro y añadió:
-Los he colocado en una caja isoterma que tiene una fina capa de plomo en
sus paredes, no saldrá ni un átomo de ellas y además no tiene que pasar por el
escáner de ningún aeropuerto, como has podido comprobar. La carta de tu jefe
abre muchas puertas-
Marcos no estaba muy tranquilo, las marqueñas, además de su
investigación, eran su salvoconducto, si morían durante el viaje no tendrían
manera de justificar su estancia en el país y tendrían que volver.
El vuelo duró una hora y diez minutos. Los investigadores pasaron la
aduana no sin cierta reticencia de los policías argelinos al saber que llevaban
animales vivos, pero la carta del Consulado les sirvió para que no hicieran
demasiadas preguntas.
Tomaron la caja isoterma de la cinta de las maletas y salieron al exterior.
La temperatura era agradable, unos 20 grados, lucía el sol y una marea de
gente se movía por las puertas del aeropuerto internacional Houari
Moubedianne de Argel. Se dirigieron a la parada de taxis y Marcos preguntó:
-¿Taxi?-
Un grupo de hombres variopinto les miró de arriba abajo, sobre todo a
Marina y uno de ellos se acercó:
-Oui, Monsieur, ¿Ou voulez aller vous, monsieur?-
Marcos le miró sin entender nada de lo que decía el hombre, Marina habló
en ese momento:
-Monsieur, Nous voulons aller à La Madrague, dans Ain Beniam-
El taxista la miró nuevamente de arriba a abajo y luego posó sus ojos en
Marcos:
-La Madrague, oui, monsieur, pas probléme- y se dirigió al vehículo
abriéndoles la puerta trasera. Ramiro se situó en el asiento delantero y Marina
y Marcos en el trasero. Ramiro le dijo a la joven
-No sabía que hablaras francés-
Marina sonrió y dijo:
-Estuve haciendo unas prácticas en una universidad privada de Toulouse
durante un año, allí aprendí algo, pero entender a éstos es otra cosa, hablan
con un fuerte acento muy cerrado.-
En ese momento sonó un móvil, el taxista se hurgó en un bolsillo y sacó el
teléfono, se puso a gritar como un descosido hablando en árabe como si le
fuera la vida en ello. Los tres jóvenes asistían a la trifulca. Tras unos minutos,
el taxista colgó el teléfono y continuó conduciendo como si nada hubiera
pasado.
El tráfico era horrible, a la cantidad ingente de vehículos se sumaba una
caótica forma de conducir, los carriles pintados en la autovía eran meras
señales sin ninguna importancia, los coches se cruzaban de carril sin
intermitencias y los arcenes eran un carril más, coches, camiones, furgonetas
de reparto, todos estaban compitiendo por un sitio en esa carretera y no
importaban para nada las señales de tráfico.
Marina, Marcos y Ramiro estaban aterrorizados, su conductor puso la radio
y el vehículo se llenó de voces arabescas con cierto ritmo.
Tras una hora de frenazos, continuos bandazos para cambiar de carril y un
monográfico sobre música argelina, la carretera dejó ver una amplia franja de
mar que relucía bajo el sol de invierno.
Dos rotondas más adelante, el taxista les dijo:
-La Madrague- y señaló una zona edificada con casas todas pequeñas, de
dos pisos como máximo.
Marina fue indicando al taxista el camino de la villa de su tío y finalmente
arribaron a una casa de dos pisos, rodeada de pequeños jardines donde había
incluso un pozo cerrado y en desuso. A la puerta principal se accedía por una
escalera algo estrecha. Abrieron una verja y entraron en la casa, el vestíbulo
daba a un salón amplio, decorado en estilo árabe y dividido en dos estancias,
por el otro lado se llegaba a la escalera principal y a la cocina. La casa tenía
numerosos baños, pero curiosamente muy pocos eran completos, o bien tenían
lavabo y retrete y nada más o bien ducha y lavabo pero sin retrete.
Las habitaciones eran amplias e incluso había una suite que
caballerosamente cedieron a Marina. En la parte más alta de la casa había una
enorme terraza con unas vistas espectaculares a la bahía y puerto de La
Madrague.
Las lombrices estarían en el jardín y diariamente se les cambiaría algo de
suelo y se remojaría continuamente.
Habían asumido que estas prácticas las harían por turnos y la menor
cantidad de veces que fueran necesarias. Por motivos obvios, no habían
cargado con los trajes anti emisiones y confiaban en que haciendo los cambios
por turnos, se expondrían menos a la radioactividad.
Pensaban que el suelo que traían podía mantener el grado de radiación
necesario para mantener con vida a las marqueñas.
En cuanto a los aperos para excavar no los habían llevado y confiaban en
comprar algunos en la localidad.
La calle principal del barrio donde iban a vivir era una carretera algo
cochambrosa. Más que un barrio al uso se trataba de un conjunto de casas
bajas aunque algo más lejos había un colegio. Por doquier se veían pequeños
restaurantes que sacaban a la calle barbacoas artesanales donde hacían
pescado, carnes y verduras, con lo cual el ambiente estaba siempre
impregnado de humo
Después de deshacer su equipaje, los jóvenes se reunieron en la planta baja
de la casa y decidieron salir a dar un paseo por la zona.
Se inclinaron por ir al oeste, siguiendo el sol que empezaba a caer,
anduvieron unos kilómetros por una acera salpicada de agujeros, charcos y
polvo, intentando hacerse oír por encima del ruido de los innumerables coches
que pasaban por aquella carretera. La gente los miraba al pasar y ellos miraban
también, hombres con chilaba, barba negra y gorrito cilíndrico en la cabeza,
mujeres con túnicas que sólo dejaban a la vista su cara e incluso algunas con
un velo corto sobre su cara que sólo permitía ver sus ojos, pero también había
muchos jóvenes con peinados a cepillo o con cresta y chicas con pantalones
ajustados pero con un pañuelo grande que les tapaba la cabeza.
Tras un largo paseo infructuoso a la búsqueda de un restaurante que no
fuera una pizzería, que había muchas, decidieron dar la vuelta y preguntar a
alguien, Marina, la más ducha en francés le preguntó a una señora que huyó
despavorida antes de contestar, entonces se acercó a un joven y le hizo la
misma pregunta, éste le hizo un detenido examen visual de arriba abajo, pensó
un poco y dijo que debían bajar al puerto, que allí había restaurantes.
Deshicieron el camino andado y llegaron al puerto, que tenía dos zonas
bien delimitadas, la parte de pesqueros y la parte de club náutico o deportivo.
Un penetrante olor a pescado les llegó de pronto y miraron hacia algunas
barcas de pesca que estaban en tierra esperando para ser reparadas.
Había tres grandes restaurantes en el ámbito portuario, uno de ellos
llamado Sauveur anunciaba ricos platos de pescado, otro denominado Jasmine,
también anunciaba platos de pescados y mariscos y un tercero denominado
Paella, anunciaba tapas y paellas españolas, curiosamente, éste tenía junto al
nombre una figura del comic Mortadelo vestido de torero.
Se decidieron por el Jasmine, parecía con mejor pinta y desde luego no se
fiaron del restaurante de “paellas argelinas”.
En el restaurante se sentaron en una mesa con agradables vistas al puerto,
pidieron unas cervezas y cuando se acercó el camarero a preguntarles qué
querían comer, le dijeron que pescado, a lo cual el hombre les indicó con una
señal de su mano que le siguieran y los llevó a un expositor frigorífico donde
se exponía las capturas del día: gordas gambas rojas, doradas espléndidas, un
trozo enorme del lomo de un pez espada, brótolas, merluzas, salmonetes e
incluso una pieza grande de Pez de San Pedro. Todos tenían muy buena pinta,
asique se decidieron por un plato de gambas fritas al ajo y unos filetes a la
plancha de pez espada.
Después de cenar, Marcos preguntó:
-Bueno y ahora ¿Qué hacemos?-
Ramiro, con su buen humor habitual contestó:
-Pues irnos a dormir, claro-
Todos rieron la ocurrencia del físico, pero después se pusieron serios, fue
Marina la que comenzó:
-En principio, no tenemos que hacer nada más que cuidar de las lombrices.
De vez en cuando nos vamos al campo y cogemos algo de tierra, por lo demás
disfrutar del país y esperar a que en España se calmen las cosas. Estoy segura
que pasado este mes, podremos trabajar con tranquilidad-
Ramiro los miró y dijo:
-Desde luego esta chica vale su peso en oro, aunque la verdad, no creo que
sea mucho-
Rieron de nuevo los jóvenes con ganas y con la tranquilidad que les
deparaba el estar lejos de los follones vividos en Madrid.
*
La pensión Maruja no había conocido más visitas juntas y seguidas en toda
su existencia, si no contamos las putas, claro. Después de los agentes judíos,
aquella mañana se presentaron delante de la mujer dos hombres enormes, con
el pelo cortado a cepillo y vestidos con cazadora de cuero y pantalones de tela,
uno de ellos cojeaba ligeramente, eran los agentes de la ASN, Paul Richardson
y Harlam Brey. Maruja los miró desde su silla en la entrada de la pensión y les
preguntó lo de siempre:
-Buenos días, ¿Quieren una habitación?-
Los hombres ni se inmutaron, sacaron una fotografía de David Solomon y
se la pusieron delante a la mujer. Después con un marcado acento americano,
uno de ellos preguntó:
-¿Ha visto a este ciudadano?-
Maruja pensó: -¡Ya estamos otra vez! Y estos no son de París, estos son
yanquis, pero ¿Qué le pasa a este tipo? ¿Es que va metiéndose en la cama de
todas las mujeres casadas que conoce?-
Maruja miró un momento la fotografía y dijo:
-Miren, no sé en su país, pero aquí solemos saludar primero cuando
entramos a una casa-
Los americanos se miraron entre sí y luego Richardson asintió:
-Perdone, tiene razón, buenos días. Estamos buscando a este tipo-
Maruja respondió:
-Eso está mejor. No, no he visto a este hombre. ¿Qué ha hecho?, ¿Por qué
le buscan?-
El americano repuso:
-Tiene cuentas pendientes en nuestro país, Estados Unidos. Es peligroso y
es posible que vaya armado. Por favor, si le ve o viene por aquí, ¿Querría
llamarnos?- contestó el americano tendiéndole una tarjeta sin logos, sólo con
su nombre y un teléfono.
Maruja cogió la tarjeta y les dijo que les avisaría si lo veía. Los hombres se
despidieron, esta vez con educación, y se fueron.
Maruja miró la tarjeta, luego levantó la cabeza hacia el techo y pensó:
-Se acabó, esta noche cuando venga lo pongo de patitas en la calle, este tío
no se ha acostado con nadie, ¡Se ha dedicado a matar gente por medio
mundo!-
Luego fue calmándose un poco y se acordó de Antonio.
Éste había sido medio amante medio cliente de Maruja hacía algunos años
–en los tiempos mozos- como le gustaba decir a la mujer, pero además,
Antonio Álvarez Royo, también había sido sargento de la Guardia Civil.
Ahora, jubilado y viudo, de vez en cuando se pasaba por la pensión e invitaba
a Maruja a un plato de callos con garbanzos y una botella de vino, el plato que
más les gustaba a ambos.
Maruja cogió el móvil que tenía en el cajón de la “recepción” y buscó el
número de Antonio, cuando lo encontró, le llamó:
-¿Antonio?, hola, soy la Cuqui- La Cuqui era el nombre de guerra de
Maruja Expósito cuando ésta trabajaba en la calle.
-Sí, gracias, estoy muy bien. Oye, ¿Qué te parece si te pasas por aquí y soy
yo esta vez la que te invita a callos? Tengo un asunto que contarte y te va a
encantar. Vale, el jueves a eso de las ocho de la tarde, muy bien. Te espero en
Ca Benita, ¿Okay? Hasta luego-
Maruja tenía pensado llegar hasta el fondo de este asunto. Por una vez, se
sentía rejuvenecida y vivir una aventura con asesinos de por medio le daba un
gustirrinin que hacía mucho que no sentía, aunque también, tenía que
reconocerlo, un poco de miedo. – ¡A saber quién carajo era el guapo éste!-
Esa noche, en la recepción de la pensión no estaba Maruja, sino el heavy
de noches atrás, David se había enterado de que le llamaban Gibson, porque
siempre andaba diciendo que se compraría una Gibson en cuanto fuera
famoso, ya que, Gibson, era la marca de guitarras eléctricas americanas que
usaban muchos componentes de grupos heavys, aunque luego, la señora que
limpiaba las habitaciones, de nombre Trini por cierto, le había confesado que
de heavy nada de nada, que en realidad se llamaba Custodio Arenas, que había
venido de un pueblo de Badajoz hace algunos años y que después de gastarse
todo el dinero que tenía en cervezas y algo de droga blanda, le suplicó a
Maruja que le dejara quedarse en la pensión ocupándose de la recepción por
las noches a cambio de techo y comida. Maruja que era una autentica
samaritana y no sólo del amor, como dice Joaquín Sabina en sus canciones, le
dejó quedarse y hacer de portero nocturno a cambio de un plato en la mesa y
un camastro en la habitación más pequeña de la casa.
La verdad era que desde que el joven estaba allí, los sustos y las peleas de
las prostitutas en la Pensión Maruja habían desaparecido por completo.
David saludo a Gibson con un gesto de la cabeza y se fue a su habitación.
El jueves siguiente, Maruja llegó con algo de adelanto a Ca Benita, el
restaurante, más bien casa de comidas, donde iba a menudo a cenar con
Antonio. Se sentó en la misma mesa de siempre, al fondo del local y de cara a
la puerta, porque a ella le habían enseñado que las señoras bien siempre se
ponían de cara a la puerta y esperó la llegada de Antonio. Benita, la dueña y
cocinera, se acercó con una botella de Rioja y dos vasos:
-Hola Cuqui, qué ¿Esperando a Antonio, no?-
Maruja sonrió y repuso:
-Hola Benita, pues sí. Espero que tengas callos porque si no, nos vamos a
otro sitio-
Benita puso un poco de morritos en su cara y contestó:
-El día que en Ca Benita no haya callos con garbanzos, echo el cierre.- Y
se alejó moviendo su voluminoso trasero.
A las ocho y cinco minutos, hizo aparición en el local Antonio Álvarez
Royo, sargento (retirado) de la Guardia Civil. Era un hombre bajito, encorvado
por los años pero con unos ojos muy vivaces, azules como el mar, que siempre
estaban escudriñándolo todo. Cuando era sargento en activo, en la
Comandancia se le tenía por un sabueso. Había resuelto él solo más casos que
todos los agentes juntos y cuando llegó su jubilación, el Cuerpo le dio un
merecidísimo homenaje. Conocía todos y cada uno de los escondrijos de la
zona centro de Madrid y todavía tenía “confites “que de vez en cuando le
contaban algún cotilleo que mantenía su mente despejada y en marcha.
Traía, como siempre, un ramillete de margaritas y dos rosas rojas, tradición
que había comenzado cuando empezó a frecuentar la compañía de Maruja en
las frías noches invernales cuando estaba de patrulla y “hacía un alto” en los
pechos de ella. Vestía un gastado traje marrón cruzado, zapatos negros de
suela de goma y un sombrero de fieltro gris, auténtica seña de identidad a lo
largo de su carrera.
Maruja levantó la mano desde la mesa y Antonio se encaminó hacia ella,
no sin antes saludar a Benita y preguntarle por su familia. La cocinera le
saludó desde la cocina y él continuó su camino hacia la mesa.
-Cuqui, ¡Pero qué guapa estas, mujer!- Le dijo mientras le entregaba el
pequeño ramillete de flores.
Maruja se ruborizó un poco:
-Anda ya, zalamero pero si tengo más años que tú-
-Pero sigues tan lozana como siempre- añadió el guardia a la vez que
sentaba
La Cuqui, sin preguntar, le llenó un vaso de vino, Antonio lo apuró de un
trago y dijo:
-Qué sed, Madre mía, el metro me sigue dando mucha sed, hay mucha
sequedad en el ambiente y eso que está siempre lleno de agua sucia por todos
lados-
Maruja le volvió a llenar el vaso y Antonio preguntó:
-Bueno, mientras llegan los callos ¿Por qué no me cuentas eso que me va a
encantar?-
Maruja sonrió y procedió a contarle toda la historia del cliente raro que
tenía alojado en la pensión. Con todo lujo de detalles le refirió las dos visitas y
la pinta que tenía el muchacho. A su término, Antonio repuso
-No sé, Maruja, no sé. Me da mala espina, y ya sabes que yo para esto soy
muy fino. Tendré que pasarme por la Comandancia a indagar un poco y luego
sacudiré la badana a alguno de los bandarras que tengo por aquí, a ver qué me
cuentan. Y tú, ándate con ojo con ese vaina que te puede salir por los Cerros
de Úbeda y darte un susto. ¿Sigue el Gibson contigo?-
Maruja asintió con la cabeza:
-Sí, está en el turno de noche-
Antonio la miró a los ojos y le dijo:
-Pues dile que esté también atento durante el día, págale algo más o si no
se le pago yo, a un viejo de mi estampa le sobra la mitad del sueldo, en fin,
que no se despegue de ti, no quiero que te pase nada, ¿Vale? Y si protesta le
dices que me voy a presentar allí y le voy a arrimar un par de hostias-
Maruja le sonrió y le prometió que le pediría a Gibson que estuviera “al
loro” en la pensión.
Los callos habían llegado, en un plato enorme, lleno hasta las bordes, casi
no se podía meter la cuchara, Benita trataba muy bien a la pareja, con el
tiempo les había cogido cariño y ya eran como de la familia. Dos ancianos que
se adoraban, pero que la vida y el destino había separado cuando podían
disfrutar de su amor. Ahora vivían ese amor de una manera serena, con
algunos encuentros ocasionales como el de los callos y que, a pesar de la edad,
se comían con los ojos. -Son como dos adolescentes, pero en viejo-pensaba
Benita y, en su fuero interno, sentía envidia de ese amor tan puro.

CAPITULO 21

Los agentes judíos cenaban en ese momento en una pizzería alejada de la


calle principal:
-¡Joder, estoy molido!, me duelen los pies como nunca y no hemos
encontrado nada-
El otro agente, de nombre Lucas, asintió:
-Yo también estoy cansado. Sin embargo, a pesar del cansancio, hay algo
que me lleva rondando todo el día: ¿Recuerdas esa pensión que estaba en el
primer piso, la de la anciana sentada a una mesa que se parece a las de la
escuela del kibutz?
El agente Aarón asintió y Lucas, continuó hablando:
-Pues el caso es que contestó muy rápido cuando le preguntamos por
David, casi ni miró la foto. En la escuela de técnicas, eso era un síntoma claro
de que estaba mintiendo-
Aarón dijo:
-Cierto, ahora me acuerdo y es verdad que parecía que mentía. Podíamos
hacerle otra visita-
-Sí, pero mañana, ahora nos vamos a dormir, ¿De acuerdo?- contestó Lucas
-No puedo estar más de acuerdo contigo- añadió el otro agente.
*
El tiempo pasaba plácidamente para los tres investigadores en Argelia.
Periódicamente se acercaban a un desmonte que habían descubierto no muy
lejos de la villa, no en vano, las montañas estaban enfrente del mar en aquella
zona, allí, tomaban muestras del suelo y llenaban un saco que luego volvían a
vaciar con disimulo algunos kilómetros más adelante. De vez en cuando se
llevaban un saco a la villa y lo descargaban con gran parafernalia, para que los
vecinos los vieran.
Por cierto que algunos vecinos ya les conocían y les saludaban
amablemente cuando se cruzaban con ellos por la calle con un -Salam
aleikum- a lo que ellos respondían -Bonjour, ¿Ça va?- o bien, como hacía
Ramiro, inclinando la cabeza y contestando -Aleikum Salam-, mientras sus
compañeros se reían y le decían que eran musulmanes, no orientales y que no
tenía por qué inclinar la cabeza.
Habían conocido ya todos los restaurantes del puerto, incluido el de la
“paella” en el cual les había sorprendido. El dueño, un malagueño de nombre
Jorge, muy pizpireto, les había preparado una paella que estaba bastante bien.
En otra ocasión, se acercaron a la ciudad de Argel que distaba unos 16
kilómetros de la villa y habían probado el famoso cuscús argelino, con sus
bolitas de harina, sus carnes y sus verduras y una excelente sopa shorba, hecha
con habas aplastadas, cilantro y caldo de ave.
Llevaban quince días en tierras africanas y ya quedaban muy lejos los días
vividos en Madrid, con sus tiros y sus persecuciones.
La amistad entre ellos se estaba reforzando, pero las miradas entre Marina
y Marcos aún se reforzaban más, lo que a lo ojos de Ramiro provocaban una
suerte de envidia sana y también de cariño oculto hacia ambos.
A petición de Antonio Álvarez, Gibson había sacado una foto con el móvil
al judío mientras éste desayunaba. Se la mandó por wasap al guardia y éste la
imprimió en casa de su hijo, a la que había acudido con la excusa de dar un
beso a sus nietos.
Luego con la fotografía en el bolsillo, se fue para la Dirección General de
la Guardia Civil, en la calle de Guzmán El Bueno. Allí saludó a todo el mundo
y se fue hacia la mesa de una joven guardia:
-Hola Marisol-, saludó el viejo guardia
La joven levantó la vista y se puso inmediatamente de pie:
-¡Sargento Álvarez!, Qué gusto verlo por aquí, perdón, ¡A sus órdenes!-
La guardia le indicó con la mano que se sentara
-Deja, deja, Marisol, que estoy retirado-
-Usted siempre será un ejemplo para mí, sargento, me da igual que esté
retirado-
El viejo guardia sonrió y repuso:
-Bueno, vale, que me vas a hacer llorar. Anda siéntate que necesito que
hagas algo de magia con ese aparato que tienes delante-
Se refería al ordenador que la guardia utilizaba en ese momento.
-Usted dirá, sargento- dijo la joven
-Verás, tengo una foto de un tipo y me gustaría que hurgases por ahí a ver
si hay algo-, dijo al mismo tiempo que le daba a foto impresa.
La guardia, tomó la foto, la miró y se levantó dirigiéndose a una máquina
pegada a la pared, allí la escaneó y después devolvió la foto al sargento.
-¿Ya está?, ¿No necesitas la foto?- Le dijo, éste
La joven sonriendo, repuso:
-No, mi sargento, la he escaneado y me la he mandado al ordenador, así es
más fácil. Ahora la voy a pasar por el reconocedor de caras y a ver si nos da
algún positivo-
El sargento dejó a la joven que trabajara y acercando una silla se sentó a su
lado.
La pantalla del ordenador pasaba, a una velocidad increíble, cientos de
fotos de sospechosos o fichados de todo el mundo. Pasados cinco minutos, la
pantalla se quedó en negro y en el centro apareció un cuadrado rojo en cuyo
interior había tres palabras en el mismo color:

El viejo miró a la pantalla y luego a la joven y preguntó:


-¿Y eso qué carajo es?-
La joven sin dejar de mirar a la pantalla contestó:
-Pues que no ha encontrado ninguna coincidencia, lo que significa que no
está fichado-
El viejo se echó hacia atrás en la silla:
-Pues vaya-
La joven se le quedó mirando y repuso:
-Siento no poder ayudarle, sargento-
-No pasa nada, guapa. Has hecho lo que has podido-
Se levantó de la silla y se encaminó hacia la salida. Justo antes de llegar,
una voz le hizo volverse:
-¡Antonio!, coño! ¿Eres tú de verdad o eres un fantasma?-
El viejo guardia comenzó a darse la vuelta con una sonrisa en su cara,
había reconocido la voz del guardia civil que había sido su pupilo cuando era
joven:
-¡Vaya, vaya!, pero si es mi novato, Miguel Ramos, ¿Sigues por El Molar?-
Se estrecharon en un abrazo y luego continuaron hablando:
-Pues sí, sigo en El Molar, aquello es muy tranquilo y se vive bien. Bueno,
mejor debería decir, “era” tranquilo, porque no hace ni un mes que un hijo de
puta se cargó a mi ayudante, un joven guardia de veinte pocos años que deja
mujer e hija-
El sargento le miró:
-Joder, ¿Y cómo fue?, ¿Un drogadicto quizá?-
Ramos contestó:
-¡Que va!, un mal nacido que apareció por el pueblo un día, un extranjero
me parece a mí, y no creas, que se había cargado a un pastor unos días antes-
El sargento arrugó la nariz:
-Pues vaya un elemento ¿Y no lo habéis trincado ya?-
-No, ha desaparecido, como si se lo hubiera tragado la tierra-
El sargento sintió una punzada en el estómago:
-Oye ¿Y cómo es el rapaz?, lo digo por si me lo cruzo en mis paseos
diarios por El Retiro.-
El guardia Ramos, repuso:
-Joven, con buena pinta, ya te digo, extranjero, pelo rubio, fuerte…-
El sargento le guiño un ojo a su colega, se llevó la mano al bolsillo de su
americana y sacando una foto se la enseñó al otro guardia:
-¿Dirías que se parece a éste?-
El guardia Miguel Ramos cogió la fotografía, se puso las gafas de cerca y
la miró. Sus ojos se abrieron mucho y, a gritos, dijo:
-¡La madre que lo parió! ¡Éste el cabrón que estoy buscando!, coño
sargento, ¿De dónde la has sacado?-
El sargento sonriendo dijo:
-Mejor que contestarte, te voy a llevar al sitio donde duerme este pieza,
¿Qué te parece?-
*
David Solomon estaba inquieto, esa misma mañana, mientras desayunaba
en un bar cercano. El imbécil del heavy de la pensión, le había tomado una
foto con el móvil, el muy cretino creía que no lo había notado. El hecho era
que esa foto no la había tomado porque sí, alguien le había mandado que la
hiciera, el mazas ese no tenía suficiente cerebro para obrar por sí solo.
Pero la pregunta era ¿Quién le había mandado tomar la foto? ¿La dueña de
la pensión? ¿Otra persona que se le escapaba? Debería abandonar el lugar, ya
no era seguro. Era un fastidio pero su instinto le decía que había que irse,
además, sus “primos” volverían, tarde o temprano. Definitivamente, el sitio
estaba “quemado”
Terminó su desayuno, dejó unas monedas encima de la barra pulida de
acero inoxidable del bar y rápidamente se dirigió a la pensión, Maruja le vio al
entrar y le saludó, pero el joven no se paró a hablar con ella. Se encaminó a su
habitación y recogió sus cosas, afortunadamente no tenía muchas y estaba
acostumbrado a salir pitando de cualquier sitio.
Con la bolsa a la espalda, fue hacia el vestíbulo de la casa. Maruja lo vio
venir:
-¿Se marcha?-
El joven sonrió y contestó:
-Sí, he de reconocer que tenía usted razón, debo irme a otro sitio, no vaya a
ser que el marido cornudo me encuentre-
Maruja no quería que se fuera:
-Bueno, hace días que no han vuelto por aquí, igual se han cansado y lo
dejan en paz. Quédese algunos días más, total tiene pagados los próximos tres-
-No muchas gracias, Maruja. Además en el trabajo me han dicho que
puedo llegar un poco más tarde, con lo cual, vivir en la periferia ya no es un
problema-
No había por dónde cogerlo, Maruja se dio cuenta de que se escapaba y no
tenía excusa para retenerlo:
-Bueno, como usted quiera, pero no le voy a devolver el dinero ¿Eh?-
El judío sonrió de nuevo:
-No se preocupe, ya me lo dijo cuando llegué. Bien, ha sido un placer,
Maruja, espero que tenga suerte. Adiós-
El hombre abrió la puerta y salió disparado.
Nada más cerrase la puerta, Maruja tomó el móvil, buscó el número de
Antonio y le llamó:
-¿Antonio? Rápido, el tipo se ha largado de la pensión, si no te das prisa,
no lo vuelves a ver, te lo aseguro-
En el preciso momento en que David Solomon iniciaba el descenso de las
escaleras de la estación de metro de Callao, los dos guardias civiles aparecían
por la esquina contraria a la carrera, en dirección a la Pensión Maruja. Una vez
allí, la mujer, muy excitada, les dijo:
-Ha salido hace cinco minutos, no sé cómo no habéis tropezado con él-
El guardia jubilado se dio un palmetazo con la mano abierta en la pierna:
-¡Maldita sea!, ¡Se nos ha escapado, coño!-
Luego se dirigió a Maruja:
-¿Te ha dicho algo de a dónde podría ir?-
Maruja respondió:
-No, sólo que a lo mejor se iba a las afueras, pero no me lo he creído-
Los dos guardias se miraron coincidiendo con la mujer, entonces fue
Ramos quien habló:
-No lo vamos a pillar, ese ha vuelto a desaparecer-
*
David Solomon estudiaba con detenimiento el mapa del metro madrileño.
No tenía ni idea de a dónde podía ir, a pesar de llevar casi dos meses en esta
ciudad, aún no conocía bien los distintos barrios y no sabía cuáles eran
pudientes y cuáles no.
Buscaba un sitio anodino donde poder esconderse, algún lugar en el que no
levantar sospechas.
El fracaso de la pensión lo achacaba a que había pensado igual que sus
perseguidores, había seguido el manual y ellos también, por eso lo habían
encontrado. Ahora, para desaparecer, tenía que hacer todo lo contrario a lo que
se esperaba que debía hacer, pero ¿Dónde?
Cuando alguien quiere desaparecer, o se va a algún lugar aislado donde el
acceso sea muy difícil o bien se mezcla con la masa humana de una gran
ciudad, y pasa inadvertido. Escapar a ese lugar aislado estaba descartado,
necesitaba estar allí donde estaban los científicos, por lo tanto sólo quedaba la
masa humana y ¿Dónde, en una gran ciudad, había esa masa humana anónima
tan necesaria para él en estos momentos? La respuesta era en los barrios más
marginales, allí donde los despojos de la gran ciudad acababan apartados de la
gente bien, escondidos de la luz y de las miradas de desprecio, ese era el lugar
en el cual debía buscar alojamiento, pero, claro, esto comportaba una nueva
variable: la seguridad. Lógicamente los asentamientos humanos más bajos de
la sociedad no se caracterizaban precisamente por una buena seguridad y no
tenía ganas de estar peleando con delincuentes todo el rato, además de que ya
había dejado demasiadas señales a sus perseguidores como para añadir ahora
algún cadáver más.
La búsqueda se estaba revelando muy difícil, demasiadas variables con las
que contar y salvar y se le agotaba el tiempo.
Seguía mirando el mapa sin saber a dónde ir. Decidió, entonces, abandonar
el metro y salir a la calle, quizás el aire le trajera alguna idea.
Se encaminó hacia la casa de Marcos Aceña. Con los últimos avatares
había dejado un poco de lado su misión, quería comprobar si habían vuelto al
trabajo y las cosas se habían calmado por la universidad.
Cuando llegó al portal de la casa de Aceña, la portera estaba barriendo la
entrada, se acercó a ella:
-Buenos días, señora. ¿Sabe si se encuentra en su casa el profesor Aceña?-
La portera dejó de barrer y le contestó:
-¿Marcos?, Uy, no señor. Hace días que no está, creo que se ha ido de
viaje. ¿Quiere dejarle algún recado? Puede decírmelo a mí y yo se lo diré
cuando vuelva-
Solomon contestó:
-No hace falta, muchas gracias, señora. Esperaré su vuelta.-
Echó a andar de vuelta por donde había venido y decidió investigar un
poco más acerca del viaje del científico. Se encaminó hacia la Universidad.
Una vez allí, subió al departamento donde trabajaba Aceña. No quería
dejarse ver mucho, podrían reconocerle por el tiroteo armado hacía algunas
semanas aunque confiaba en que no mucha gente le hubiera visto la cara.
Encontró la Secretaría del Departamento y entró, una mujer, de mediana edad,
estaba sentada a una mesa de despacho y junto a ella un hombre alto, muy bien
vestido, conversaba con ella.
-Buenos días- dijo el judío. Las dos personas levantaron la cabeza y la
secretaria dijo:
-¿Le puedo ayudar?-
El agente contestó:
-Pues sí, estoy buscando al profesor Aceña-
La secretaria miró al catedrático (pues este era el hombre que estaba
hablando con ella) y éste tomó la palabra:
-Pues ha hecho el viaje en balde, joven, el profesor Aceña está en el
extranjero, en un viaje de trabajo y no volverá hasta dentro de unos quince
días, más o menos-
Solomon contestó:
-Vaya, ¡Que mala pata! Bueno, pues volveré cuando se encuentre aquí de
nuevo. Muchas gracias-
El judío abandonó la estancia y se le ocurrió la solución al problema que le
ocupaba toda la mañana: Aceña vivía sólo y ahora estaba fuera, con lo cual, él,
ya tenía casa.
Volvió de nuevo al domicilio del investigador, con las idas y venidas ya era
mediodía y tenía hambre, entró en un bar y pidió un bocadillo y una botellita
de agua mineral. Comenzó a pensar cómo debía hacer para vivir en su “nueva”
casa, lo primero era entrar y salir sin ser visto, no le quedaba más remedio que
hacerlo de noche, cuando todo el bloque durmiera y, sobre todo, evitando a la
portera, además estaba el tema de las luces, no podía encender ninguna ni de
noche ni de día, alguien podría ver la luz y dar el aviso.
También estaba la cerradura, no podía forzarla y, aunque entrar no sería
difícil, debería hacerse con alguna llave, seguro que el científico tenía un
juego de repuesto por algún lado, habría que buscarlo.
Por último pensó en sus perseguidores, nunca le buscarían en la casa de
Aceña y más cuando se enteraran que éste no estaba en ella, era un lugar
perfecto y seguro, por lo menos hasta que volviera el dueño.
Terminó su bocadillo y se dirigió al domicilio del científico. Según las
costumbres que había observado, los porteros de las viviendas, abandonaban
su trabajo algunas horas para ir a comer, ese era el momento adecuado para
entrar en la casa.
Cuando llegó al portal, pasó por delante y distraídamente miró al interior,
la portera estaba sentada en su garita leyendo una revista, ni siquiera se fijó en
él. Siguió adelante y se paró en una esquina cercana. Eran las 13.19 de la tarde
y no creía que la portera tardara mucho en irse a comer. Compró un periódico
y se puso a leerlo tranquilamente mientras vigilaba la entrada y salida de
personas por el portal.
A las 14:00 en punto, comprobó con satisfacción, cómo la portera salía del
portal con un viejo abrigo de tela sobre su bata azul de trabajo, era el
momento. Echó a andar hacia el portal sin dejar de mirar a la mujer, cuando
llegó, sacó su juego de ganzúas y en poco más de treinta segundos, abrió la
puerta del portal, miró los buzones y descubrió que Aceña vivía en el 5D.
Subió por las escaleras para adelantarse a cualquier vecino que saliera en ese
momento y llegó al quinto piso. En cada rellano, había cuatro puertas, de las
cuales dos estaban muy juntas en cada extremo del mismo, eso podría ser una
dificultad cuando saliera y entrara si los vecinos sabían que Aceña estaba de
viaje, pero tendría que arriesgarse. Sacó de nuevo las ganzúas y se afanó con
la puerta. Tenía dos cerraduras, una normal y otra de seguridad, que fue la que
más le retrasó, pero finalmente pudo abrirla. Comprobó que las bisagras
estaban bien engrasadas y no hacían ningún ruido, cerró con cuidado y
comenzó la exploración de la casa.
Se trataba de un apartamento con un único dormitorio al que se entraba
justo enfrente de la puerta de entrada. Hacia la derecha había un pasillo
pequeño, de apenas tres metros que terminaba en dos puertas, una a la
izquierda que era el baño y otra de frente que comunicaba con el salón, no
muy grande. Incluida en el salón se encontraba la cocina que se podía separar
de la estancia mediante unas puertas correderas de fuelle. Eso era todo, no
había nada más. El mobiliario era informal, un sofá grande con una mesita
delante, una mesa redonda con dos sillas y enfrente una mesa grande con un
ordenador, otra mesa con el televisor y una tercera, en fila, con el equipo de
música. Agradable, pensó el judío, muy agradable,
*
Esa misma mañana, los dos viejos amigos y guardia civiles, hablaban
sentados a una mesa en Ca Benita:
-A ver, Miguel, cuéntame qué pasó en El Molar, algo sé, por los
periódicos, pero quiero los detalles- dijo el jubilado.
A continuación Miguel Ramos le relató toda la historia desde que se
conoció la muerte del pastor hasta la huida del judío después del asesinato del
joven guardia.
Álvarez asentía de vez en cuando y sólo cuando el otro guardia terminó su
exposición, habló:
-¿Y dices que este tipo apareció por el pueblo, justo cuando llegaron
también los profesores de la Universidad?-
El otro guardia asintió y Álvarez continuó hablando:
-Pues a lo mejor tenían algo que ver. Igual hago una visita a estos
profesores, ¿Tienes sus nombres?-
Ramos, sacó una libretita del bolsillo y le copió los nombres en una
servilleta.
Se despidieron, no sin antes, prometerse que volverían a hablar en cuanto
tuvieran alguna noticia.
Álvarez miró la hora, -las 12:30-, buena hora para volver a la Universidad
y hacía allí se encaminó, vía metro, llegando sobre las 13:00 horas. Preguntó
en secretaría, donde le dijeron que tenía que subir al piso diez, a la Cátedra de
Invertebrados y que preguntara allí. Así lo hizo el guardia y se presentó en la
secretaría del departamento:
-Buenos días, señorita-
La secretaria alzó la vista de sus papeles y miró al anciano:
-Buenos días-
El guardia se quitó el sombrero y se acercó a la mesa:
-Igual me puede usted ayudar, estoy buscando a los profesores, Aceña,
Márquez y Rossovich-
La secretaria mostró cara de sorpresa y repuso:
-¡Vaya por Dios!, pero ¿Qué le pasa a todo el mundo hoy, que les ha dado
por preguntar por el profesor Aceña?-
El guardia civil añadió:
-¿Ya le han preguntado hoy por este profesor?-
La secretaria movió la cabeza en gesto afirmativo, mientras decía:
-Esta misma mañana, un joven ha preguntado por él y ahora usted-
El guardia civil, sacó la foto del judío y se la enseñó a la secretaria:
-¿No sería por casualidad éste, el joven, verdad?-
La secretaria miró la foto:
-Justo, el mismo. ¿Es amigo suyo?-
El viejo repuso:
-No, no, amigos, no, en realidad… somos colegas…todos, del profesor
Aceña, por eso le buscamos-
La secretaria lo miró de reojo:
-Ya, bueno, en cualquier caso, el profesor Aceña está de viaje de estudios y
no volverá hasta dentro de quince días-
El guardia asintió:
-Anda, pues que fastidio, porque yo quería verlo. Bueno pues tendré que
esperar. Por cierto, no sabrá usted su dirección porque le voy a enviar una
carta-
La secretaria asintió:
-Sí, la tengo, pero ¿No sería mejor que le enviara un mail?-
El viejo sonrió y dijo;
-Ja, ja, sí, eso estaría bien, pero yo soy de la vieja escuela y todavía mando
cartas corrientes-
La secretaria le escribió en un post-it la dirección y se la entregó. El
anciano le dio las gracias y salió del despacho.
-Asique, los profesores y el tipo éste tienen algo entre ellos- Se dijo el
guardia jubilado. Ahora los de la universidad se habían largado y el tipo los
andaba buscando, -¡Jesús!, la cosa se empieza a liar- pensaba mientras bajaba
la enorme escalinata de entrada de la Facultad de Biología.
Los agentes judíos, Lucas y Aarón, volvieron a visitar la pensión Maruja,
pero esta vez por la tarde. En la mesa de la entrada no estaba la dueña, sino
Gibson, los miró de arriba abajo y les preguntó que querían.
Los agentes le enseñaron la fotografía de Solomon y preguntaron si le
conocía, Gibson sonrió y dijo:
-Claro, este tipo ha estado aquí, pero se marchó ayer por la mañana-
Los dos judíos intercambiaron una mirada y preguntaron:
-¿Y sabes dónde ha podido ir?-
Gibson respondió:
-Ni puta idea, colegas, salió de najas sin decir ni mu-
Los dos agentes le dieron las gracias y se marcharon. Ya en la calle Aarón
dijo:
-Bueno, la vieja nos mintió, pero éste descerebrado nos ha dicho la verdad,
David estuvo en la pensión hasta ayer. Hay que seguir buscando-

CAPITULO 22

Solomon se estaba adaptando a su nueva casa. Había explorado todos y


cada uno de los rincones las dos únicas habitaciones y había hecho fotografías
de todo antes de mover nada, para que cuando se fuera, todo estuviera en su
sitio. Tal y como pensaba, Aceña tenía al lado de la puerta de entrada un juego
completo de llaves de la casa, las tomó prestadas durante su “visita”
Las comidas las hacía siempre fuera de la casa e intentaba hacer el menor
ruido posible cuando estaba en ella.
Salía o muy temprano o muy tarde, para no encontrarse con vecinos en las
escaleras y el aseo lo hacía a media mañana (y no todos los días, dicho sea de
paso) cuando la mayoría de los apartamentos estaban vacíos y había mucho
movimiento en las calles.
Por otra parte, se preguntaba ¿Dónde se habían ido los científicos y por
qué? Debería averiguarlo, pero era difícil sin levantar sospechas entre los
conocidos y vecinos de Aceña.
Además estaban sus “primos”, seguirían buscándole como perros sabuesos
bien entrenados, aunque en éste caso se sabía seguro, nunca irían a casa del
científico a buscarlo.
Aquella mañana había decidido salir tarde y a eso de las 11.00 de la
mañana se encaminó a la puerta del apartamento, pegó la oreja a la madera y
estuvo cinco minutos oyendo los ruidos exteriores, luego cuando estuvo
seguro, abrió lentamente la puerta, el rellano estaba vacío y la luz de la
escalera apagada,-buena señal-, pensó. Salió al pasillo y cerró la puerta con el
máximo sigilo que pudo. Sin encender la luz de la escalera bajó poco a poco
los cinco pisos y se detuvo en el último tramo antes del portal, escuchó
atentamente para comprobar que no había nadie y que el ascensor estaba
parado. Ahora el problema era la portera, pero David había comprobado que a
partir de las 11.00, ésta hacía una retirada de bolsas de basura de los rellanos y
empezaba siempre por el último piso. Asomó un poco la cabeza y vio que la
garita estaba vacía, -bien, es el momento-, y rápidamente bajó hasta la puerta
de salida, abrió y salió al exterior.
Decidió bajar de nuevo a la Facultad y allí preguntar a algunos alumnos de
Aceña a ver si sabían dónde había ido.
Cuando se paró a que “le hicieran la cura” en la clínica veterinaria, decidió
dejar abandonado el scooter, con lo cual, ahora se movía en transporte público,
metro y autobús y en ese momento accedió al metro porque le parecía más
anónimo que un autobús para llegar a la Facultad.
Media hora después, estaba andando por el pasillo de la décima planta de
la Facultad, observaba los alumnos que entraban y salían de las aulas y
laboratorios y buscó aquél en el cual se impartían las clases de Aceña. A las
12.00 en punto, de uno de los laboratorios, comenzaron a salir alumnos con
carpetas y mochilas y cuando salió el último, se acercó a la puerta, miró al
interior y descubrió sentada a la mesa a una profesora con bata blanca. Tendría
unos cuarenta años, de pelo rubio muy corto y ojos verdes, no era guapa en el
sentido estricto, pero si atractiva, se acercó a ella:
-Buenos días-
La mujer sin levantar la vista de los papeles que estaba leyendo contestó:
-La práctica ha terminado, por favor, abandona el laboratorio-
David parpadeó unas veces, -¡Qué barbaridad!, vaya amabilidad la suya-
-No he venido a la práctica-
De nuevo la mujer contestó sin levantar la vista:
-Pues si no has venido a la práctica, te has equivocado de sitio, por favor,
abandona el laboratorio-
Aquello era demasiado, vaya carácter y qué poca educación para ser una
funcionara:
-Disculpe, pero estoy preguntando por el profesor Aceña y no quisiera
molestarla-
Esta vez, la mujer levantó la vista, lo miró unos segundos:
-Marcos no está-
Salomón añadió:
-Sí, lo sé, me han dicho que está de viaje en… ¡Vaya!, no me acuerdo
dónde-
-Argelia, Marcos, está en Argelia- dijo la profesora
-Eso es, Argelia, gracias- respondió Solomon chascando los dedos de la
mano derecha
-Me pregunto si sabe cuándo volverá-
La profesora tardó unos segundos en responder:
-¿Para qué quiere ver a Marcos?-
El judío se sintió atrapado con la pregunta:
-Bueno, quería hacerle unas preguntas sobre su investigación-
¿Es usted investigador?-, preguntó la mujer
-No, bueno, sólo un poco aficionado a las lombrices-
-En ese caso, en vez de molestar al profesorado, debería bajar a la
biblioteca, allí encontrará, con toda seguridad, las respuestas a sus preguntas-
Solomon insistió:
-Seguro que sí, pero preferiría hablar con Aceña-
-Creo que vuelve en una semana, pero no lo sé, y ahora si ya ha acabado
con el interrogatorio, váyase tengo mucho trabajo- dijo la mujer, volviendo a
sus papeles
Solomon la miró con ganas de levantarla agarrándola por la pechera y
decirle unas cuantas cosas sobre educación, pero se dio media vuelta y sin
decir nada salió del laboratorio.
-¡Qué mujer más desagradable!-, pensó -Debe ser terrible tenerla de
profesora.-
Ahora pensaba que tenía una semana por delante para elaborar un plan,
habría que sacar toda la información posible a los científicos y luego, bueno,
luego no sabía qué debía hacer con ellos, aunque eliminarlos podía ser una
solución.
¿Y qué hacían en Argelia?, ¿Por qué se habían marchado fuera de España?
La verdad es que era una buena manera de poner tierra de por medio, con los
agentes de la ASN y él mismo, persiguiéndolos, alejarse era una opción
prioritaria, pero ¿Argelia?
Salió de la Facultad pensando en todo esto sin reparar en un automóvil,
azul oscuro, estacionado a unos metros a la izquierda de la salida del edificio,
dentro, dos individuos fornidos le seguían con la mirada:
-Mira, es él- dijo Richardson, -Bájate y síguele a distancia, a ver dónde nos
lleva- añadió.
Brey bajó del coche y se encaminó hacia el judío, verificó el móvil y no
miró hacia atrás.
Solomon bajó del nuevo al metro, no tenía ni idea de cómo averiguar por
qué los científicos habían ido a aquel país del norte de África, pero tampoco
era demasiado importante, a fin de cuentas, volverían en una semana y
entonces él tendría respuestas a sus preguntas.
Pensó que tenía una semana de vacaciones por delante, no creía que nadie,
salvo sus “primos” le buscaran y España era muy grande. Aún conservaba
algo de dinero, suficiente como para hacer algún viaje, abandonar la capital y
dedicarse a vivir sin la presión de las misiones que tanto tiempo llevaba
haciendo. Ir al centro de la ciudad, estaba descartado, asique se dirigió a un
gran parque central que descubrió en el mapa del metro y que se llamaba
Parque del Retiro. Allí tendría tiempo para pensar con tranquilidad.
Brey le siguió a poca distancia, pero sin acercarse demasiado. Ambos se
conocían y una sola mirada del judío habría bastado para descubrirse. Lo vio
consultando el plano del metro y luego mirando a ambos lados del pasillo,
para encaminarse hacia la izquierda. Brey tomó el móvil y llamó a su
compañero:
-No sé a dónde va, pero voy a seguirle. En cuanto tenga más información,
te vuelvo a llamar- y colgó.
*
Álvarez, el viejo sabueso jubilado de la Guardia Civil, seguía intranquilo.
Estaba acodado a la barra de aluminio, perfectamente pulida, de un bar situado
en una de las pequeñas calles que estaban a espaldas de la gran arteria que era
la calle Gran Vía y apuraba un café con leche. El camarero, viejo conocido de
Álvarez le dijo:
-¿Qué? ¿Volviendo a las aventuras de polis y ladrones, Álvarez?-
Éste le miró y sonriendo de medio lado añadió:
-Algo hay que hacer para no aburrirse, ¿No crees?-
Pensaba Álvarez que en algún sitio tenía que estar el tipo. Dormir en la
calle no lo veía muy apropiado y tampoco pensaba que el menda lo hiciera.
Las pensiones del centro ni las habría mirado, porque ya había levantado la
liebre en casa de Maruja y lo de irse a la periferia tampoco lo veía claro.
Luego estaba lo del guardia de El Molar, ¿Matar a un número sólo porque
le estaban persiguiendo? Eso no lo hacía un maleante cualquiera, el tipo tenía
mucho que ocultar, su viejo olfato de sabueso así se lo decía, pero -¿Cómo,
coño, podía unir El Molar, la Universidad, un tipo muy raro y la Pensión
Maruja?- Decidió acercarse de nuevo a la Dirección General y darle la tabarra
un poco más a Marisol.
Estaba delante de ella y la chica lo miraba con los ojos muy abiertos:
-¿Algún asunto raro en las últimas semanas?, no le entiendo muy bien
sargento-
Álvarez contestó:
-Sí, mujer. Algo que se salga de lo corriente, que no sean los tirones y los
chaperos. Algo que suene raro-
La joven guardia, pensó y dijo:
-Bueno, deme unos minutos, voy a mirar en el archivo a ver qué encuentro-
Tecleó en su ordenador, apoyó la barbilla en la mano izquierda y con la mano
derecha daba vueltas a la ruedecita superior del ratón, leyó lo que había en la
pantalla. Álvarez la miraba pensando que con estos aparatos, en sus tiempos,
la resolución de los casos habría sido mucho más sencilla, nada de libretitas y
servilletas garabateadas, una tecla, unos deditos y Voilá, caso resuelto
Marisol levantó la cara de la pantalla:
-Lo más inusual que leo es un alunizaje en Vallecas, pero con un
motocarro, je, je. Luego hay un par de riñas con perros en el asentamiento de
Pan Bendito, una pelea entre bandas latinas en Tetuán y un tiroteo en la
Facultad de Biología…¡anda!, ¡Eso sí que es raro! Será que los biólogos con
todo el paro que tienen, han decidido acabar con la competencia a tiros- La
joven, acabó la frase con una sonora carcajada.
Álvarez levantó las cejas y dijo:
-¡Eso es!, sácame el archivo de ese tiroteo, vamos a echarle un vistazo-
La joven tecleó algunos botones y la impresora situada a espaldas de
Álvarez comenzó a escupir folios; éste se levantó y cuando la máquina dejó de
hacer ruidos extraños, preguntó con la mirada a la guardia y esta le indicó que
había acabado la impresión y que podía coger los papeles, todo ello con una
sonrisa socarrona.
Álvarez, se acercó a la mesa de la guardia y le dijo:
-Muchas gracias, Marisol. Me llevo estos papeles, espero que no te
importe.-
La agente le indicó que no con un movimiento de cabeza, luego Álvarez le
dijo:
-Ahora todo es más fácil, os enseñan bien en Valdemoro y tenéis todos
estos aparatos tan relucientes y tan listos. Echo de menos mis tiempos, pero
estoy seguro que me adaptaría muy bien a estos nuevos. Cuídate, niña y coge a
todos los malos que puedas ahí fuera-
Álvarez se dio la vuelta y salió de la sala. Marisol lo miró mientras se iba y
pensó:
-Por ahí se va uno de los mejores sabuesos que hemos tenido, con él y
estos aparatos, como bien dice, no habría chorizo suelto en las calles.-
Álvarez echó a andar por “sus calles”. Lo eran porque las había hecho
suyas hace mucho tiempo pateándolas, a veces, corriéndolas detrás de algún
fugitivo, en otras. Ellas le conocían y, a su manera, le contaban sus secretos.
La vida las había cambiado y a él también, pero sus roces habían continuado
aunque ahora le hablaran de ladrones de guante blanco, de bancos que robaban
a sus clientes y de políticos corruptos. Eran otro tipo de maleantes quizás más
peligrosos que los simples chorizos que él perseguía, pero delincuentes a fin
de cuentas, y ahora mismo, tenía uno en mente que era muy escurridizo, muy
raro y con muy malas pulgas, de gatillo fácil y que no tenía ningún problema
en matar a un guardia del cuerpo. Ese era su objetivo y aunque retirado, quería
seguir investigando. Cuando tuviera todo atado y bien atado le daría un
informe a Marisol para que ella actuara, sería una manera simple de
agradecerle lo que estaba haciendo por él, aunque la verdad, no sabía si daría
con aquella sabandija.
Llegó a las puertas de un establecimiento en cuyo frontal se leía:
BODEGAS RODRIGUEZ. VINOS FINOS
Entró en el bar, oscuro, con un fuerte olor a vino peleón. La barra era de
mármol, con la pared llena de azulejos de Talavera de la Reina, a la derecha de
la entrada, cuatro mesas redondas y gastadas, estaban, a esa hora, vacías y
sobre ellas el servilletero de toda la vida, de plástico de vivos colores amarillo
o rojo con publicidad de refrescos y con servilletas finísimas blancas, casi
transparentes, con su reborde en azul claro.
Fue al fondo de la barra, miró al camarero y éste le sonrió:
-Anda, lejía, ponme un cafelito con leche-
El camarero, de edad indefinida pero cercano a los sesenta sonrió, dejó el
trapo con el que limpiaba los vasos y se encaminó, cojeando, hacía a cafetera
italiana, grande y pulida que, subida a las sempiternas tazas de café vueltas
hacia abajo para que cupieran los tubos por debajo, había pegada a la pared
trasera. “Lejía”, le había llamado el viejo guardia, pensaba, mientras bajaba la
pesada palanca de la máquina a presión Luciano Pérez Ajos, recordaba su
juventud como caballero legionario, en el Tercio de Tarifa, cuando la camisa
nunca se abotonaba hasta el cuello, ni siquiera en los desfiles. Donde las
noches, en el barrio árabe, siempre se acababan con un “¡A MÍ, LA
LEGIÓN!“, y unos cuantos cardenales, algún ojo morado y dos o tres “moros”
despanzurrados en la acera. Aquél “lejía” había acabado montando este bar
donde la flor y nata de los viejos del barrio iban a escuchar sus aventuras en
África a cambio de un vaso de vino gratis, cada tres que pagaran, y que ahora,
¿Quién le iba a decir?, los viernes por la tarde, casi todo el profesorado y la
mayor parte de los alumnos de la Ciudad Universitaria cercana, comenzaban
su peregrinaje etílico de fin de semana en su local, a base de cañas de cerveza
y olivas.
Álvarez cogió el café y se sentó en una de las mesas. Sacó los folios que
Marisol le había impreso y comenzó a leer el informe del tiroteo.
Según la Policía Nacional, identificaron a dos agentes de la Agencia de
Seguridad Nacional Americana que, afirmaron, estar en una misión oficial de
asesoramiento a ciertos profesores del departamento, -¿Asesoramiento?, ¿Qué
clase de asesoramiento hacen los agentes secretos?-, se preguntó Álvarez.
Por lo visto, la Embajada americana había restado importancia a la
presencia de los agentes. Luego estaba lo del tipo que empezó todo, los
testigos lo describían como alto, fuerte, con el pelo rubio y ligeramente rizado.
Para huir, había tomado como rehén a un profesor y se había parapetado con él
hasta alcanzar los ascensores, luego había desparecido.
-¡Qué cosas tan raras!-, exclamó el guardia. Nada más decía el informe,
salvo que el móvil se había achacado a un ajuste de cuentas. -¿Ajuste de
cuentas con los agentes norteamericanos implicados?- Aquello olía muy mal,
Álvarez no entendía que se hubiera cerrado el caso así, sin más, pero intuía
que la diplomacia española y americana se habría encargado de ello.
Sabía que el otro tipo, el que había huido, era el que buscaba, pero ¿Por
qué el tiroteo con los yanquis? Y ¿Qué tenían que ver en todo esto los
profesores de la universidad? -Raro, muy raro- dijo Álvarez, para sí mismo.
Tendría que hablar con los profesores en cuanto volvieran de su viaje y lo
mismo se acercaba a la comisaría de Universitaria para hablar también con los
agentes implicados en el caso, pero, sobre todo, tenía que encontrar al tipo
este, había muchas preguntas que quería hacerle.
Tomó el móvil y llamó a su compañero de El Molar, el sargento Ramos y
le preguntó si sabía los domicilios de los investigadores que habían estado en
su pueblo y éste se los dio. Álvarez sacó su libreta, nueva, la acababa de
comprar con vistas a llenarla con los datos de este caso, y los apuntó con
cuidada caligrafía. Apuró su café, se despidió de Luciano y se encaminó hacia
el domicilio de Aceña, era el que estaba más cerca.
En Argel, los días pasaban muy deprisa. Los jóvenes estaban plenamente
adaptados a su vida africana, pero la fecha de su regreso se acercaba.
Estaban sentados, al sol, en una pequeña cafetería cercana a su casa,
Ramiro les dijo:
-Voy a llamar a algún colega para que me diga cómo está el ambiente por
Madrid. ¿Qué os parece?-
Marcos y Marina asintieron con la cabeza y Ramiro, se levantó y tomó su
móvil.
La pareja se miró y fue Marina la que habló:
-Han sido como unas vacaciones, ¿Verdad?-
-Sí, unas vacaciones raras, pero vacaciones al fin y al cabo-respondió
Marcos
La joven le miró, el sol africano había tostado ligeramente la piel, siempre
blanquecina, del investigador, su pelo marrón tenía algunas canas en la zona
de las orejas, pero en conjunto, no estaba mal.
-Cuando volvamos a Madrid, ¿Seguiremos con la investigación, no?-
preguntó la joven
Marcos le respondió:
-Sí, claro, tenemos que seguir sacando más datos de la ecología de las
marqueñas-
Marina se quedó callada, miraba de vez en cuando a Marcos y se
preguntaba si por su cabeza pasaba algo más que lombrices e investigación, -
Seguro que si-, se dijo, pero aún estaba muy tierno para eso, habría que
cultivarlo un poco más.
Ramiro volvió y se sentó a su lado:
-Por allí, todo tranquilo. Me han dicho que la policía no ha vuelto y que
nadie pregunta nada, lo han debido olvidar y la vida sigue por la facultad.-
Marcos los miró y dijo:
-Muy bien, colegas, pues hay que hacer las maletas, voy a pedir los billetes
de avión y pasado mañana volvemos a España-
En realidad, aún les quedaban cinco días para cumplir el mes en Argel,
pero en el fondo, todos querían volver a sus vidas y a su país, excepto Marina,
claro, ella quería volver a España no a Israel.
*
El agente Brey, seguía a Solomon a cierta distancia, estaban en la parte
central del Parque de El Retiro, junto al lago, donde una multitud de barcas de
remos cruzaban de un lado a otro la extensión de agua, casi siempre llenas de
niños, jóvenes y turistas que disfrutaban del cálido sol de mayo en la capital de
España.
El judío iba tranquilo, mirando a un lado y a otro, observando la
mezcolanza de gentes que paseaban por los jardines: grupos de turistas
orientales cargados hasta las cejas con bolsas y cámaras, hacían fotos a todo y
a todos. Una hilera de pequeñas mesitas se alineaba en paralelo con el margen
del lago y en ellas videntes de todo tipo y pelaje echaban las cartas, leían las
manos y hasta incluso había una señora, vestida de zíngara, con una bola de
cristal. Grupos de jóvenes estaban sentados o tumbados en la verde hierba a la
sombra de árboles milenarios y multitud de deportistas corrían o pedaleaban
en sus bicicletas por el recinto.
El americano también observaba a la gente sin dejar de mirar a su presa,
recordó Central Park, se le parecía mucho, pero no vio a ningún ejecutivo
sentado en la hierba tecleando en un ordenador.
Se concentró en el judío, había llamado a su compañero que ya estaba
esperándolo en alguna de las puertas del parque. Por ahora su objetivo no
había hecho más que pasear, -Como si estuviera de vacaciones- había pensado
el agente americano.
David Solomon estaba de vacaciones, sí, pero su mente seguía pensado en
sus próximas acciones. Lo primero, cazar a los profesores y pensar qué hacer
con ellos cuando obtuviera toda la información. Lo más indicado era
esconderlos en la casa de Aceña. Haría que éste se dejara ver por el inmueble
y charlara con la portera para informarle que iba a alojar durante algunos días
a unos colegas extranjeros que no tenían ni idea de español, así por lo menos,
si se los encontraba por la escalera, confiaba en que no quisiera hablar con
ellos.
Siguió caminando, dejando atrás el lago y embocando uno de los amplios
paseos que se dirigían hacia el sur. La temperatura era agradable y el
anonimato del parque le infundía confianza.
A una distancia prudencial, el americano continuaba el seguimiento al
judío. Había pedido instrucciones a Richardson, su compañero del coche, y
este le había dicho que, por ahora, le siguiera y que, de paso, localizara una
salida del parque cercana a donde se encontraba, así podrían coger al agente y
llevarlo rápidamente al coche.
Al fondo del paseo, en su parte sur, el judío llegó a una pequeña plazoleta,
en cuyo centro había una estatua, representaba a un ángel de color negro que
miraba hacia arriba, protegiéndose la cara con la mano, de algo o de alguien.
Solomón, se acercó para leer la placa que informaba que era una estatua
erigida al Ángel Caído, -Una estatua para el demonio-, pensó, -Sólo los
españoles podrían haber hecho algo así-, sonrió y se dirigió hacia su izquierda.
El americano llegó a la plazoleta, ignoró el monumento y siguió al judío.
Al fondo del paseo se adivinaba una cancela alta que daba acceso a una
calle en cuesta por una salida pequeña, era la oportunidad que habían
esperado. Llamó a su compañero y le indicó la salida, éste condujo el coche
dando una vuelta a la manzana y se colocó justo delante de la puerta.
Brey se acercó un poco más al judío, se palpó la axila izquierda donde
encontró la sobaquera con su pistola reglamentaria y le quitó la cinta de cuero
que la mantenía fija a la cartuchera, poco a poco iba reduciendo la distancia
entre el judío, él y la puerta de salida del parque, que ya se veía cercana
también.
Solomon seguía ajeno a todo lo que se desarrollaba a su espalda, por
primera vez en su vida, no estaba atento, ni vigilante a lo que le rodeaba,
simplemente pensaba y se dejaba acariciar por el sol de primavera y las
fragancias cambiantes que le llegaban a su nariz. Por eso no vio al americano
acercarse hasta casi ponerse en paralelo con él y sólo reaccionó cuando algo se
apoyó en sus costillas del lado derecho y una voz le dijo al oído:
-No te pares. Sigue para adelante y no se te ocurra hacer nada extraño.
¡Vamos!, hacia la puerta-
Solomon estaba furioso, había dejado que le cazaran como un novato y no
tenía muchas oportunidades mientras el cañón de la pistola le oprimiera las
costillas flotantes. Se dejó llevar por el americano hacia la puerta mansamente,
sin oponer resistencia.
Algunas horas antes de lo que sucedía en esos instantes en el Parque de El
Retiro, Álvarez había tomado el metro y se había plantado en la salida de la
estación de Atocha, en la misma acera de donde partía la Cuesta de Moyano,
famosa calle en la ciudad por albergar numerosos puestos de libros antiguos y
de segunda mano. A Álvarez le gustaba pasear por allí, hojear los libros
antiguos y de vez en cuando comprar alguno para leer por la noche, en la
cama.
Subiría la cuesta y luego entraría por el acceso sur al Parque. Llegaría
hasta el Palacio de Cristal y allí se sentaría, al sol, a tomar una cervecita y a
pensar en el caso que tenía entre manos.
Le gustaba el parque, había mucha gente siempre y sus largos paseos y
plazoletas, le traían recuerdos de su niñez, cuando el ama lo llevaba junto a sus
hermanos, ya fallecidos, a jugar a la pelota desde su casa en la calle Menéndez
Pidal.
Arribó al final de la cuesta y se encaminó a la puerta sur del parque -La
puerta del diablo- la había llamado siempre, porque a pocos metros de ella
estaba la estatua del Ángel Caído, la misma puerta que en estos momentos
atravesaban el judío y el americano, camino de un coche azul oscuro que les
esperaba a unos pocos metros.
Álvarez los vio y reconoció enseguida a su presa, al otro tipo, no, pero si al
menda al que andaba buscando, echó mano a su sobaquera, palpando solo la
camisa y su piel marchita debajo, -¡Mierda, estoy jubilado, no tengo la pipa!- ,
recordó en ese momento. Inició un pequeño trote acercándose a los dos
hombres y mirando de soslayo si apreciaba la presencia de algún agente de
seguridad, pero por desgracia no acertaba a pasar por allí ninguno en esos
momentos, -Lo tendré que hacer solo- Cogió la pequeña (E ilegal, por cierto)
porra extensible que se había comprado hacía muchos años en un viaje a
Andorra, la empuñó por su borde más estrecho y la camufló con la ancha
manga del abrigo marrón del brazo derecho.
Estaba a unos diez metros de la pareja y entonces hizo un arco a la
izquierda para acceder al segundo hombre por detrás.
El americano empujaba fuertemente al judío, éste se dejaba llevar, no tenía
escapatoria y ya veía al segundo agente saliendo del coche para abrir la puerta
de atrás en su lado derecho.
Álvarez sopesó la situación, sacó su móvil y llamó a Marisol (Menos mal
que su nieto le había grabado los números más frecuentes asignándoles un
único número de marcación), le pidió que mandara, urgentemente, un par de
dotaciones a la puerta sur del Parque. La joven Guardia hizo lo que le pedían y
en esos momentos, dos todoterrenos de la Benemérita volaban hacía allí.
Por fin, el americano y su prisionero llegaron a las inmediaciones del
coche, entonces, el americano sintió algo duro y frío en la base de su cráneo y
una voz que le decía:
-Muy bien, capullo, sin prisas pero sin pausas, me vas a dar la pipa que
llevas en el bolsillo derecho, te estoy apuntando a la base del cuello y si se te
ocurre hacer algo, te dejo seco aquí mismo…ah, y soy Guardia Civil-
El americano estaba asombrado, no había contado con este tipo y su voz
sonaba decidida, haría lo que decía. Sacó lentamente la pistola del bolsillo y se
la entregó al guardia.
Mientras, el otro americano estaba observando desde el coche, -¿Quién
coño era ese tipo que se había acercado por detrás?, Debería tener cien años o
más, pero Brey le estaba entregando la pistola- Desenfundó su arma y se
apoyó en el techo del coche apuntando a la cabeza del anciano, unas sirenas
clamaron en ese momento a su espalda y dos enormes coches de color verde y
blanco le flanquearon por la izquierda y por la derecha, antes de detenerse del
todo, dos guardias habían bajado en marcha de uno de los coches y apuntaban
con sus pistolas al americano:
-¡QUIETO!, ¡GUARDIA CIVIL, DEJE EL ARMA Y TIRESE AL
SUELO, YA!-
El agente hizo lo que le decían, dejó su arma sobre el techo del coche y se
tumbó en el suelo con las manos entrelazadas detrás de su cabeza. Mientras,
Álvarez, encañonaba al americano, momento en que habló el judío:
-Menos mal que ha llegado, agente, este tipo pretendía secuestrarme- dijo
mientras se separaba del americano.
Álvarez le miró fijamente y le dijo:
-Tú, mejor no te muevas, esto va contigo también, en realidad no sé quién
es este gigantón, porque a quien busco es a ti, asique lo de quietecito que te
dejo seco, va por ti también-
El judío lo miró sorprendido pero obedeció y se quedó quieto.
La guardia Marisol llegó corriendo:
-Sargento, qué alegría verlo. Tenemos al del coche ya nos hacemos cargo
nosotros de estos dos-
Fue solo un segundo, quizás menos, pero Álvarez volvió la cabeza hacia su
izquierda cuando oyó la voz de la agente, en ese segundo, el judío golpeó la
muñeca del guardia jubilado, la pistola cayó al suelo y se disparó, atravesando
el cuello del americano. El judío echó a correr hacia los jardines, mientras le
daban el alto, atravesó velozmente los parterres en dirección este y cuando
llegó a la cancela que bordeaba el parque, subió, saltó al otro lado y siguió
corriendo.
Álvarez tenía al americano en sus brazos, pesaba un montón y de su cuello
salían borbotones de sangre cada vez que su corazón pugnaba por llevar el
líquido vital hacia el cerebro del hombre. Marisol llegó a su lado acompañada
de dos guardias, otros dos habían comenzado la carrera persiguiendo al judío.
Álvarez dejó en el suelo al americano y le dijo a Marisol:
-Llama a una ambulancia, rápido. Este tío se nos muere-
Miró por encima de su hombro y vio a los dos guardias que perseguían al
judío, -Este cabrón es como una anguila, se me escurre de las manos-
*
David Solomon corría como alma que lleva el diablo, buscaba una estación
de metro, era el mejor sitio, mucha gente y numerosas salidas, pero lo que
quería es llegar a la casa del investigador y esconderse unos días allí
esperando la llegada de éste.
No veía a los guardias y pensó, con acierto, que los había perdido.
Localizó la entrada del metro y se lanzó a sus escaleras apartando gente con
los codos y accediendo a las taquillas, pasó rápidamente el billete por los
mostradores y tomó el primer túnel que encontró, había que huir de allí, luego
ya vería como llegar a la casa.

CAPITULO 23

Ese mismo día, pero más tarde, a las 20.30 horas, los tres jóvenes
investigadores accedieron al vestíbulo del aeropuerto internacional Houari
Boumediene de Argel. Su vuelo tenía la hora de salida programada a las 22.30
con la compañía española Iberia.
Después de pasar numerosos controles policiales y de volver a dejar
asombrados a los policías con su cargamento de animales vivos, llegaron a la
puerta de embarque del pequeño aeropuerto.
-Llegaremos tarde, pero bueno, estaremos en nuestra casa en pocos
minutos cogiendo un taxi- Dijo Marcos.
Marina estuvo a punto de decirle que quería ir a su casa, que no se sentía
segura en la suya, sola, y además deseaba estar más tiempo con él, pero quizás
esto molestara al investigador. Por su parte, Marcos estuvo tentado de decirles
a los otros dos que pasaran la noche en su casa, se había acostumbrado a su
presencia continua, pero sobre todo quería que Marina siguiera a su lado.
No, su casa no estaba acondicionada para recibir visitas y no se acordaba si
había hecho la colada o si su fregadero estaba lleno de cacharros, mejor otro
día, pensó.
El vuelo salía puntual y a las 22.32 horas, el avión enfilaba su morro hacia
los cielos africanos para cubrir la distancia de 800 kilómetros, más o menos,
que les separaba de Madrid, en España.
*
El judío llegó a media tarde al domicilio del investigador. Había estado
todo el día viajando por el metro para poder perder a quien fuera que le
siguiera. Todavía era temprano y la portera seguía en su garita, habría que
esperar un rato. Se fue a un bar cercano y pidió algo de comer y beber. Eran
las 18.15 horas y hasta las 20.00 no terminaría la jornada de trabajo de la
mujer.
*
En la Dirección General de la Guarda Civil, Álvarez asistía al
interrogatorio del agente Richardson desde el lado claro de un espejo doble, en
una habitación aneja a la sala de interrogatorios. El otro agente americano
había muerto en el Parque, antes de que llegara la ambulancia.
El comandante, jefe de puesto, estaba sentado en la mesa de
interrogatorios:
-Mire, me da igual que sea usted agente americano, le hemos detenido
llevando un arma y a punto de secuestrar a un ciudadano. Su compañero ha
muerto y usted sigue sin querer contarnos nada-
El agente Richardson dijo:
-Tengo derecho a hacer una llamada-
El jefe de puesto, miró al techo de la habitación, sabía que si le dejaba
hacer la llamada, a la que tenía derecho por otra parte, el agente llamaría a la
embajada americana, vendrían a por él y se quedarían con un palmo de
narices. Salió de la habitación y entró en el cuarto contiguo
-¿Álvarez, qué coño hacemos con éste?-
El jefe de puesto conocía a Álvarez, en realidad todo aquél que hubiera
trabajado en la Dirección General, lo conocía, sabía que era un sabueso
aunque estuviera jubilado y todo este caso lo había llevado él. Sentía bastante
aprecio por el viejo guardia.
El viejo le miró:
-Tiene derecho a llamar, pero si lo hace lo perdemos-
El jefe le miró:
-Eso ya lo sé, ¡Coño!, deme alguna idea mejor-
Álvarez miró al suelo y dijo:
-Podíamos hacerlo a la antigua, es decir, contarle una milonga acerca de
que nuestras leyes no contemplan la llamada de teléfono y que le podemos
retener 24 horas antes de dejarle ir si no tenemos pruebas-
-Nos meteremos en un follón diplomático- adujo el jefe
Álvarez se encogió de hombros y dijo:
-Entonces déjeme unos minutos con él-
El mando le miró:
-No puedo, sargento, por mucho que le aprecie, está usted jubilado y las
ordenanzas hasta le prohíben que esté aquí en este momento.-
-Deje que Marisol me acompañe, así ya habrá un número y las preguntas
serán legales- contestó Álvarez.
El jefe miró a la joven agente, ésta hizo un gesto de afirmación con la
cabeza y luego volvió a mirar a Álvarez
-Está bien, media hora, a ver qué puede conseguir-
*
Solomon consiguió entrar en la casa de Aceña a las 20.05. Prácticamente
no dejó que la portera doblara la esquina para colarse en el inmueble.
Una vez dentro, se tumbó en el sofá, tenía que pensar, hoy había estado a
un pelo de tirar toda la misión por la borda.
-¡Nada de vacaciones!- se dijo, había que estar alerta. Se había olvidado de
los americanos y no sabía cómo le habían descubierto, estaba seguro que había
sido por casualidad.
A partir de ahora, -Vigilante hasta dormido-.
Aún tenía tres días por delante antes de que llegara el dueño de la casa y
había decidido no salir en todo el tiempo, necesitaba tiempo para pensar.
*
El vuelo de Iberia procedente de Argel, aterrizó en el aeropuerto Adolfo
Suarez de Madrid, a las 23.51 horas. Los trámites de aduana eran mucho más
sencillos aquí sobre todo por ser ciudadanos europeos y en poco más de diez
minutos estaban en la cola de los taxis.
Cada uno iba a un destino diferente con lo cual decidieron coger tres taxis
a pesar de los secretos deseos de Marina y de Marcos y quedaron a las 10.00
de la mañana del día siguiente en el laboratorio de la Facultad. Las marqueñas
se las llevaría el físico que era el único cuya casa tenía una terraza al aire libre.
A las 01.15, el taxi de Marcos le dejó delante del portal de su casa, sacó su
llavín y arrastrando su maleta de viaje, subió los escalones hasta el ascensor.
En unos minutos se encontraba delante de la puerta de su casa, buscó las llaves
en su bolsillo pero no las encontró, comenzó a palparse toda la ropa hasta que,
con un manotazo en la frente, se acordó que las había guardado en el bolsillo
pequeño exterior de su maleta. Se arrodilló para buscarlas y en ese precio
instante se apagó la luz de la escalera. Marcos exclamó: ¡Mierda!-. Se
incorporó lentamente, apoyándose en una pierna y encendió de nuevo la luz
del rellano, se acercó de nuevo a la maleta, volvió a ponerse de rodillas y
rebuscó en un pequeño bolsillo en la parte superior, allí estaban las llaves, -
Bueno, menos mal- pensó. Las tomó e introdujo la más larga en la cerradura
superior y después de dos vueltas, la sacó, eligió luego una llave más gruesa y
la introdujo en la cerradura inferior, la de seguridad, tres vueltas después,
empujó la puerta, ya abierta y encendió la luz del pasillo antes de entrar en la
casa, como siempre hacía cuando llegaba.
Unos minutos antes de que ocurriera todo lo anterior, en el interior de la
vivienda, el judío, que seguía tumbado a oscuras en el sofá del salón, sorbía un
té que se había preparado. Oyó el ruido del ascensor al pararse en el quinto
piso, oyó la puerta abrirse y unos pasos acercarse a la entrada de la casa. Sobre
el ruido de los pasos había otro, continuo, ronco, -¡Unas ruedas!-Alguien
arrastraba algo con ruedas desde el ascensor hasta la puerta de la casa, -
¡Mierda!, ¡Una maleta!, ¡Son las ruedas de una maleta!- Solomon se incorporó
como un gato, sin ruido pero rapidísimo, dejó la taza de té sobre la mesa y
sacó de su gemelo derecho la daga que llevaba a todas partes. Oyó ruido como
de palmadas y luego un ¡Mierda!- bien claro.
A continuación pasos, una cremallera y ruido de llaves, -¡Alguien estaba
intentado entrar en la casa!-, Oyó la primera de las llaves introduciéndose en la
cerradura, las vueltas que dio y después la segunda llave, la puerta se abrió y
una mano palpó en la pared hasta que encontró el interruptor y encendió la luz
del pasillo, todo se iluminó de repente.
*
La guardia Marisol entró en la sala de interrogatorios seguida de Álvarez,
que llevaba en las manos dos vasos de plástico con café. La joven se apoyó, de
pie, en la pared justo enfrente del detenido, , Álvarez le puso uno de los vasos
de café delante al americano y luego con mucha parsimonia, deposito el suyo
enfrente, se quitó el sombrero que dejó encima de la mesa, a su derecha, luego
el abrigo que colocó muy doblado en el respaldo de la silla, por fin, se sentó,
miró a los ojos del agente americano y sorbió un poco de café, dejó el vaso
lentamente delante de él y luego cruzó los brazos apoyándose en la mesa:
-¿Quiere un cigarrillo?-, preguntó
El americano sonrió:
-Gracias, no fumo, pero aunque lo hiciera, no me dejarían, está prohibido
fumar aquí-
Álvarez, sacó un paquete de cigarrillos Camel sin filtro, extrajo uno y lo
prendió con un pequeño mechero de propaganda. La guardia lo miró,
inquisidora, pero lo dejó hacer.
Al otro lado del espejo, los guardias miraban al jefe, éste sonrió y dijo:
-¡La vieja escuela!, Observen caballeros porque van a tener una lección
gratis de interrogatorios a la vieja usanza-
El guardia exhaló una bocanada de humo hacia el techo de la habitación y
dijo:
-Joven, acabamos de retroceder en el tiempo unos cuantos años, y las cosas
entonces no eran como ahora, entre otras, se podía fumar en los
interrogatorios-
El americano lo miró sorprendido, nadie había irrumpido en la sala, la
guardia que tenía justo enfrente, por detrás del viejo, no había abierto la boca y
aquél anciano le miraba desde el profundo azul de sus ojos con una
determinación que daba miedo
-¿Quién es usted?-, preguntó el agente
Álvarez dio otra calada a su cigarro:
-Alguien que interrogaba a tipos como tú cuando ni siquiera tus padres
habían echado el polvo del siglo para engendrarte a ti-
Marisol se tapó la boca para no dejar ver la sonrisa que se le había
formado. El americano, por el contrario, palideció:
-Creo que no tiene derecho a hablarme con groserías, agente-
El guardia civil repuso con una media sonrisa:
-Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana, te recuerdo que no estás en
USA sino en España y no soy agente, soy Guardia Civil y aquí cuando dices
esto hasta el más duro se lo hace encima, ¿Comprendes?-
El americano bajó la cabeza y dijo:
-Quiero hacer una llamada a mi embajada-
-Tu embajada y tú mismo me importáis una mierda, lo único que quiero es
que me digas por qué estabais secuestrando al tipo rubio-
-No pienso decir nada, agente- dijo el americano
Álvarez se puso de pie, de pronto, con una agilidad que hasta él mismo le
sorprendió y con un vozarrón que creía perdido gritó:
-¡A VER, GILIPOLLAS, COMO ME VUELVAS A LLAMAR OTRA
VEZ MÁS AGENTE, TE PARTO LA CARA A SILLETAZOS. SOY
GUARDIA CIVIL, ¿ENTIENDES? GUARDIA CIVIL, ¡NO UN MIERDA
DE LA NACIONAL! Y AHORA DESEMBUCHA, COÑO, QUE NO
TENGO TODO EL DÍA-
El americano le miró y pensó -Está loco- y sus ojos se abrieron de par en
par cuando el guardia se acercó a Marisol, le sacó el arma de la cartuchera con
un guiño de ojos y se sentó otra vez depositando la pistola delante de él
-Bien, vamos a calmarnos, no nos conviene que nos suba la tensión,
¿Verdad muchachote?
Es la última vez que te pregunto: ¿Por qué queríais secuestrar al tipo?-,
justo después, cogió la pistola y la amartilló, el ruido de una bala penetrando
en la recamara sonó como un trueno a los oídos del agente
-Teníamos órdenes-, dijo el americano.
-Ordenes ¿De quién?- preguntó el guardia.
-De la Agencia-
Álvarez jugaba con la pistola
-Vale, órdenes de la Agencia, ¿Pero por qué había que secuestrarlo, qué
había hecho o qué iba a hacer?-
El americano bajó la cabeza:
-Esto no está bien, no puede interrogarme sin un abogado-Álvarez dejó de
jugar con la pistola, se levantó muy lentamente y se acercó por detrás al
detenido, separó la mesa hacia delante y puso el cañón de la pistola sobre la
rodilla derecha del detenido. Se oyó un -¡Sargento!- muy débil en la sala, pero
Álvarez miró a Marisol y nuevamente le guiñó un ojo. Al otro lado del cristal
doble no se oía ni una respiración, todo el mundo estaba conteniéndola y no
apartaban los ojos del cristal
Álvarez habló al oído del agente:
-Muchachote, me estoy cansando de tus evasivas, ni tu abogado ni la
Virgen de los Desamparados te va a librar de un tirito rico, rico, en la rodilla y
de cojear el resto de tu puta vida como no me digas lo que quiero-
El americano sudaba a chorros, gruesos goterones caían por su cuello y su
pecho.
-¡Joder!, ¡Había que detenerlo! ¡Iba a matar a los profesores de la
universidad! ¡Ya lo intentó una vez, teníamos ordenes de detenerlo y llevarlo a
Maryland!- soltó el americano
Álvarez, aseguró el arma, se la dio por la culata a la agente y sonrió al
cristal, luego se acercó por el lateral al americano, le dijo:
-¿Ves como no era tan difícil? Un poquito de charla no hace daño a nadie,
hombre. Ahora se lo vas a contar todo a esta guardia tan guapa que tienes
delante, Todo ¿Vale?, con pelos y señales y si se te olvida algo, piensa en
cómo vas a hacer para follar sin huevos, porque volveré y te los volaré de un
tiro. Hala, muchachote, ¡A cantar!-
Salió Álvarez de la sala y se encaminó a la salida de la Dirección General
sin pasar por la sala contigua. Habían pasado exactamente diez minutos desde
que entrara a interrogatorios.
*
Cuando Marcos empezó a empujar la puerta de su casa, está se abrió de
golpe, una mano fuerte le agarró por las solapas del abrigo y tiró de él hacia
adentro mientras otra le tapaba la boca. La puerta se cerró violentamente, el
brazo que le había cogido por la pechera, cambió su posición con una
velocidad inusitada y le agarró por el cuello dándole la vuelta al mismo tiempo
y una voz le dijo al oído:
-Si dices algo, te corto el cuello-
Marcos no entendía nada, pero sí notó un filo muy cortante que se apoyaba
en su cuello, justo por encima de la nuez
Volvió a oír la voz:
-Bien, vamos al salón, tenemos que hablar-
Marcos fue casi levantado en volandas y transportado hasta el salón, allí se
vio empujado hacia el sofá donde cayó de bruces. Estaba todo muy oscuro y
sólo vio una silueta delante de él.
Se sentó como pudo y muerto de miedo dijo:
-Apenas tengo dinero, si quiere puede llevárselo, pero no me haga daño-
La silueta se acercó:
-No quiero tu dinero, estúpido. Quiero información-
Marcos pensó que estaba de nuevo delante de los agentes americanos:
-Pero si ya se lo conté en la Facultad-
Entonces se encendió la luz del salón, Marcos parpadeó un poco y luego
vio la cara de su agresor, le sonaba pero no conseguía encuadrarla. Desde
luego no era ninguno de los americanos, entonces cayó en la cuenta:
-Usted es el amigo de Marina, ¿Verdad?, el agente judío-
Solomon sonrió:
-Efectivamente conozco a Marina, pero decir que soy su amigo no creo que
sea del todo acertado-
Marcos temblaba:
-¿Qué quiere?-
El judío se sentó a su lado esgrimiendo la daga:
-Ya te lo he dicho, información-
Marcos miraba aquellos ojos profundos:
-¿Qué quiere saber? Estoy dispuesto a decirle lo que sea con tal de que me
deje en paz y se vaya-
Marina había llegado a su casa y aunque se dio una ducha y se metió en la
cama no conseguía dormir. Pensaba en Marcos, en aquellas mini vacaciones
en Argel y en lo bien que se había sentido en su compañía. Se descubrió
echándole de menos, quería apoyarse en él, quería abrazarse a él, quería
besarlo. Igual se había enamorado aunque no lo tenía muy claro. Lo que sí
sabía es que le echaba de menos.
Se levantó, se puso lo primero que sacó del armario y decidió ir a casa de
Marcos. Le diría lo que sentía y si era rechazada por lo menos lo habría
intentado.
En este momento, una hora y poco después de haber salido de su casa,
Marina miraba con miedo los botones del portero automático del portal de
Marcos, sus ojos se pararon sobre el 5D, alzó la mano, la volvió a bajar y
después, con determinación, pulsó dos veces seguidas. El micrófono se
mantuvo en silencio, ella volvió a llamar pero no hubo respuesta. -Estará
dormido como un tronco-, pensó la joven.
Arriba en el piso, el judío se llevó el dedo a los labios haciendo la señal de
silencio. Marcos oyó los pitidos del telefonillo y se preguntó quién sería. A
veces había algunos borrachos que se dedicaban a llamar a todos los botones
pero no había oído ningún otro sonido. Volvió a sonar el telefonillo, el judío le
preguntó:
-¿Esperas a alguien?-
Marcos no contestó, se limitó a mover negativamente la cabeza.
Marina se dijo que esperaría a mañana, había sido una temeridad ir a esas
horas, Marcos estaría cansado y se abría dormido enseguida, pero el deseo era
muy fuerte, no quería dejar pasar más tiempo, sería esta noche. Sacó su móvil
y marcó el número de Marcos.
El bolsillo de la chaqueta de Marcos vibró acompañado de un estridente
sonido, el judío bajó la vista hasta allí y dijo:
-Parece que hay alguien muy interesado en hablar contigo esta noche-
Marcos no dijo nada y el teléfono seguía vibrando.
El judío dijo: -Contesta, pero mide bien tus palabras-
Marcos cogió el móvil, miró la pantalla y vio el nombre de Marina, -Madre
mía, ahora no, Marina, ahora no-
El judío dijo:
-Contesta o van a estar llamando toda la noche y eso no nos conviene a
ninguno-
Marcos contestó:
-Hola Marina-
La chica notó un deje raro en la voz de Marcos, lo achacó a que estaría
durmiendo
-Hola, siento llamarte a estas horas pero necesito hablar contigo, es muy
importante-
Marcos no quería que subiera:
-¿No lo podemos dejar para mañana?-
La chica insistió:
-No Marcos, mañana sería demasiado tarde. Por favor, ábreme la puerta-
El judío le arrancó el móvil de la mano y dijo muy bajito:
-Que suba-, mientras le devolvía el móvil
Marcos cogió de nuevo el terminal, dijo a Marina que subiera y colgó.
Luego con el judío siempre a su espalda, se encaminó a la puerta de entrada y
descolgó el telefonillo, pulso el botón de abrir la puerta y esperó a oír cómo
ésta se cerraba. Después colgó.
El judío le dijo que se pusiera delante de la puerta de entrada, abrió la
puerta y se situó algo oculto por ella, esperando la llegada de la joven. Ahora,
la daga, se apoyaba directamente encima de uno de sus riñones.
El ascensor se abrió en el quinto piso, Marina salió y vio la puerta del
apartamento de Marcos abierta, se acercó a ella descubriendo que Marcos
estaba en el pasillo, muy serio y con el abrigo aún puesto:
Marina accedió al pasillo de la casa y preguntó:
-¡Anda!, ¿Es que ibas a salir?-
Rápidamente un brazo le agarró el cuello y una voz conocida le susurró al
oído:
-Shalom, Marina. ¿Cómo estás?-
*
Richardson acabó por confesarlo todo, (excepto las investigaciones de los
profesores de la Universidad, más que nada porque nadie se lo había
explicado), sabiendo que su carrera en la ASN había terminado. Los guardias
no entendían nada, pero tomaron buena nota de su confesión.
Poco después un agregado de la embajada se presentó y solicitó llevarse al
detenido en calidad de funcionario protegido del Gobierno americano y
protestando mucho acerca de la detención y del tiempo que habían tardado en
ponerlo en conocimiento de le embajada.
Sin contarle los “medios empleados” por Álvarez, el Jefe de Puesto le
explicó lo que había contado su agente y el americano palideció, no volvió a
decir nada y le pidió al guardia civil que lo mejor para todos era olvidarse de
este asunto. El Jefe de puesto le dijo que se había cometido un asesinato, que
un ciudadano americano había muerto y que otro había sido detenido acusado
de tentativa de secuestro, así difícilmente podrían olvidarse de nada.
El funcionario americano bajó la vista y dijo que hablaría con el
embajador, pero que, por favor, hasta entonces, no hicieran nada.
El Jefe le dio 24 horas, luego se pondrían a investigar.
Esa misma tarde, se recibió en la Dirección General una circular del
Ministerio del Interior en la cual se instaba al Jefe de Puesto a archivar el caso,
devolver a la embajada americana el cadáver del agente muerto en el Retiro y
dedicar sus esfuerzos a otros asuntos.
Álvarez fue puntualmente informado tanto por Marisol como por el Jefe de
Puesto, al cual no le había sentado nada bien la reprimenda del Ministro.
Álvarez callaba escuchando al jefe, luego dijo:
-Bien, el caso es que los yanquis no nos interesan, es más bien, el otro, el
que se escapó, el que quiero. Ha matado a un número y a un pastor en El
Molar, sabe Dios si no ha matado a alguien más, encima organizó un tiroteo en
la Facultad de Biología y hay tres profesores en los cuales está muy
interesado-
El jefe y la guardia asintieron y el primero dijo:
-¿Qué cree que debemos hacer, sargento?-
Álvarez se miró las palmas de las manos y dijo:
-Hay que preguntar a los profesores. ¿Qué tienen que ver ellos en todo
esto?-
El Jefe de Puesto, se levantó de su sillón y dijo:
-Hecho, mañana se lleva a Marisol y les preguntan. ¿Tienen las
direcciones?-
Álvarez asintió con la cabeza y el jefe de puesto sonrió:
-¿Por qué me da la sensación, sargento Álvarez, de que siempre está usted
un paso por delante de nosotros?-
*
Ramiro llegó pronto al laboratorio de Marcos y se extrañó que estuviera
cerrado. Preguntó al bedel del Departamento y éste le dijo que el profesor
Aceña no había aparecido aún.
Se bajó a la cafetería y se pidió un café, sacó el móvil y escribió un wassap
a Marcos, pidiéndole que le avisara cuando llegara al laboratorio. Hizo lo
mismo con Marina. Tres cuartos de hora después, ninguno de los dos se había
puesto en contacto con él. Lo encontró extraño, ni Marcos ni Marina eran
personas perezosas y menos aún con la investigación de las marqueñas sin
terminar.
Subió de nuevo al Departamento por si ninguno de los dos había visto el
mensaje, pero el laboratorio seguía cerrado a cal y canto.
Una vez más. Echó mano del móvil y llamó a Marcos.
En el apartamento de Aceña, Marina y Marcos estaban atados, de espaldas,
el uno al otro, sentados en dos sillas. Solomon estaba interrogándoles a
conciencia acerca del trabajo con las marqueñas y cuánto habían dicho a los
americanos, cuando sonó el móvil de Marcos que reposaba encima de la mesa
pequeña, el judío se acercó el móvil a la cara y sonrió, luego se lo pasó a
Marcos diciéndole:
-Es el que falta. Dile que estas enfermo y que necesitas que venga para
traerte unas medicinas y nada más ¿Entendido?-
Entonces descolgó la llamada y le puso el aparato en la oreja a Marcos:
-¿Marcos?, tío qué te ha pasado, ¿Se te han pegado las sábanas?-
Aceña respondió:
-Hola Ramiro, no, no se me han pegado las sabanas, he pasado muy mala
noche y apenas he dormido. Me duele un montón el estómago, creo que he
cogido un virus de esos gastrointestinales y me voy por las patas abajo-
Ramiro contestó:
-¡Joder!, Ha sido llegar y besar el santo ¿Eh?-
Marcos contestó:
-Oye Ramiro, ¿Podrías hacerme un favor?-
Ramiro contestó:
-Claro, compañero, ¿Qué necesitas?-
Marcos pensó bien sus palabras:
-Pues algunos medicamentos que no tengo en casa, por ejemplo Fortasec e
ibuprofeno, ah y sobre todo un botecito de Parasitex-
Ramiro arrugó el ceño, Marcos había dicho Parasitex y eso no era un
medicamento humano, era más bien un repelente de parásitos de las lombrices
que estaban utilizando con las marqueñas para evitar que enfermaran, debía de
haberse equivocado. Marcos volvió a hablar al teléfono:
-Por favor, Ramiro, lo más importante es el Parasitex, ¿De acuerdo? Sin él
estamos perdidos, que no se te olvide-
Ramiro se dio cuenta que Marcos no se había equivocado en absoluto, le
estaba mandando un mensaje, si pedía Parasitex es que algo iba mal y Marina
tampoco contestaba. Algo olía muy mal por allí. Contestó
-Claro, Marcos, no te preocupes, El Parasitex lo primero, no se me va a
olvidar. Estoy en una hora en tu casa-
La llamada se cortó y el judío separó el móvil de la cara de Marcos:
-Muy bien, profesor, excelente. En una hora tendré a todo el Departamento
donde quiero tenerlos-
Ramiro pensó rápido: -Marcos y Marina no están localizables- Segundos
antes había llamado a Marina y su móvil estaba desconectado, algo inusual en
la joven. Además Marcos le había pedido Parasitex, el repelente de parásitos y
se lo había recalcado bien alto y además había dicho: -Sin él, estamos
perdidos, ¡ESTAMOS PERDIDOS!, lo que significaba que Marina estaba con
él…ergoooo-, -¡Marcos y Marina están secuestrados en casa de Marcos!-
exclamó en voz alta, asustando a un grupito de alumnas de primero que
estaban desayunando a su lado, en la barra de la cafetería.
Pero lo que Ramiro se preguntaba era quién los tenía secuestrados, ¿Los
yanquis o los judíos?, cualquiera podía haber sido. Decidió que ya estaba bien
de hacerse el héroe, acudiría a la comisaría y denunciaría el caso, esta vez no
iba a ir solo, iría con la caballería.
En la comisaría no daban crédito a lo que el físico les contaba:
-Que sí, hombre, que sí. Que a sus amigos los ha secuestrado un agente del
Mossad y están en un piso en pleno Chamberí-, le decía un agente de la Policía
Nacional con poca o ninguna convicción.
Ramiro aseveraba:
-Agente, por favor, tiene que creerme, perdemos el tiempo hablando, los
puede matar porque ya lo ha intentado en otra ocasión-
El Policía Nacional, le preguntó:
-¿En otra ocasión?, ¿A ver, cuándo?-
Ramiro le relató el asunto del tiroteo en la Facultad y esta vez, el Policía le
prestó más atención:
-¿Ha leído en el periódico lo del tiroteo?-
Ramiro, algo alterado, contestó:
-No lo he leído en ningún lado, yo estaba allí, era a mí y a mis compañeros
ahora secuestrados a quien quería matar el animal éste-
El policía, que se había apoyado en el respaldo de la silla, se incorporó y
dijo:
-¿Qué estaba usted allí? Vamos a ver, cuénteme todo, otra vez para que yo
me entere.-
Ramiro puso los ojos en blanco y le contó al policía, todo lo
resumidamente que pudo, lo sucedido aquella mañana en los pasillos del
Departamento.
*
Álvarez notó la vibración del móvil en el bolsillo superior derecho de su
chaqueta, segundos antes de que “La Cabalgata de las Valquirias” atronara a la
parroquia de BODEGAS RODRIGUEZ, VINOS FINOS. Tomó el aparato y
contestó:
-Álvarez, ¿Dígame?-
La voz al otro lado era la de la guardia Marisol:
-¡Sargento! Acaba de llegarnos un aviso de operativo en la calle Cristóbal
Bordiú, 4-
Álvarez se separó el móvil de la oreja y lo miró con extrañeza, luego se lo
volvió a poner y dijo:
-Marisol, guapa, ¿De qué me hablas?-
La guardia no podía ocultar su prisa:
-De la calle Cristóbal Bordiú, 4, sargento, el domicilio de uno de los
investigadores de la Facultad de Biología-
El viejo guardia abrió mucho los ojos y repuso:
-¡Joder, Marisol, joder! Estoy cerca, me planto allí en unos minutos, por
favor, que tengan cuidado, ese tío está loco y matará antes de caer.-
Colgó el teléfono y salió disparado hacia la dirección que le habían dicho.
El judío cambió de posición la daga y miró a Marcos:
-Parece que a tu colega le está resultando difícil comprar los
medicamentos, ¿No?-
Marcos se encogió de hombros. En ese momento sonó el telefonillo, el
judío se acercó a él, lo descolgó y poniéndose una mano en la boca contestó:
-¿Quién es?-
Ramiro miró a los policías y a los guardias civiles que estaban a su lado, se
apartó del portero automático y les dijo:
-No es él, no es Marcos, esa no es su voz y además, Marcos siempre dice
¿Sí?, no dice nunca ¿Quién es?-
Álvarez llegaba en ese momento, el Jefe de Puesto estaba apoyado en un
coche que cerraba la calle al tráfico, tenía las luces encendidas pero habían
prohibido hacer sonar las sirenas. Se acercó a él:
-¿Ya han entrado?-
El jefe colocándose el chaleco anti balas le indicó que no con la cabeza e
hizo un signo hacia el portal
Álvarez sacó uno de sus Camel sin filtro y se lo llevó a la boca, lo
encendió y dijo:
-Jefe, que los nacionales no la caguen, que no lo maten, lo queremos vivo,
hay muchas preguntas que hacerle.-
Ramiro volvió hacia el portero electrónico y dijo:
-¡Marcos!, soy Ramiro, abre por favor-
Sin mediar más palabras, sonó la apertura automática de la puerta y
Ramiro entró acompañado de la policía. Se acercó al ascensor y lo tomó, sólo,
sin nadie más. Le habían dicho que llamara a la puerta y luego se hiciera a un
lado, pero cuando llegó al rellano, vio que la puerta ya estaba abierta. No
quiso desviar la mirada hacia la escalera, llena de policías especiales, y se
dirigió hacia la entrada del apartamento, una vez allí, no vio a nadie:
-¿Marcos?, ¿Estás ahí o en la cama?- dijo mientras comenzaba a entrar en
el apartamento, súbitamente, se vio empujado hacia adentro, agarrado de la
pechera.
En ese momento unos brazos tiraron de él hacia afuera y varios hombres
pasaron, casi a través de él. El judío se encontró aplastado entre la puerta y la
pared de atrás, se le cayó la daga y levantó las manos, todo se había acabado,
no podría salir de allí.
*
Los agentes del Mossad, Aarón y Lucas llevaban varios días ampliando su
rango de búsqueda. Ya habían abandonado el barrio de Centro y habían
entrado en otro que habían identificado en el plano y que respondía al nombre
de Chamberí, más hacia el oeste. Habían visitado casi todas las pensiones y
tugurios de mala muerte que habían hallado en su periplo, pero Solomon no
aparecía.
Además de sus cosas, también habían traído de Israel un pequeño aparato
algo más grande que un móvil de última generación y también más ancho y
pesado, era una pequeña emisora que sólo servía para recoger frecuencias de
alta, es decir, canales reservados a servicios de urgencia como las
ambulancias, algunos hospitales y, claro, como no, los cuerpos y fuerzas de
seguridad. Normalmente no la escuchaban porque hablaban de accidentes de
tráfico, hurtos y pequeños delincuentes del metro, pero ese día, casi más por
costumbre que por otra razón, Aarón la conectó cuando estaban en el coche,
comiendo una hamburguesa y dejando que sus doloridos pies descansaran un
poco.
La emisora emitió un chisporroteo y comenzó a hablar;
-Bravo Charlie, Tango uno. Dispositivo de acecho, calle Cristóbal Bordiú,
4, sospechoso de secuestro de varias personas. Es el mismo del que se cree,
actuó en el tiroteo en la Facultad de Biología del día 26 del mes pasado ¿Me
copias?-
Otra voz salió de la emisora casi al momento:
-OK, tango uno, unidad 808, te copio, voy para allá. ¿Algo más?-
-Cuidado, los de la Civil también van, victimas profesores de universidad-
Los dos agentes se miraron, cogieron el GPS e introdujeron la dirección
que habían oído, resultó estar muy cerca de donde se encontraban y ambos se
pusieron los cinturones, tiraron las hamburguesas a la parte de atrás del
vehículo y se lanzaron hacia el objetivo.
Solomon estaba esposado y sentado en el sofá. Marcos y Marina abrazados
y Ramiro mirándolos y sintiéndose un héroe.
Álvarez hablaba con el Jefe de Puesto:
-Espero que los nacionales nos dejen interrogarlo-
El jefe de Puesto le miró:
-No sé, sargento, ya sabe los mirados que son con las competencias de
cada uno y aunque estemos aquí, la detección la han hecho los GEOS-
Álvarez movió la cabeza:
-No van a encontrar una mierda-
Los judíos habían accedido ya a la calle, aunque sin pasar del cordón
policial. Miraban entretenidos todo el dispositivo y mentalmente buscaban
lugares y objetivos.
Tras media hora de espera, los policías que estaban de guardia en el portal
comenzaron a salir, llamando con los brazos en alto a un furgón que estaba en
las proximidades. Cuando el furgón se puso casi delante del portal, hicieron
una señal a alguien dentro del mismo y salieron más policías y detrás de ellos,
Solomon, engrilletado y escoltado por dos policías que le agarraban por los
brazos.
Lucas y Aarón se miraron y fue suficiente. Lucas se dirigió hacia el último
coche de la policía que estaba estacionado en la calle y, con mucho disimulo,
pegó un pequeño explosivo en su parte posterior, luego miró a Aarón y le hizo
un movimiento casi imperceptible con la cabeza. Aarón se fue colocando entre
la gente, cerca de la esquina con la calle de Bravo Murillo pero a poca
distancia del furgón y con clara visibilidad de la pequeña puerta que había en
el lado izquierdo del vehículo.
Solomon era empujado hacia dicha puerta y cuando había recorrido la
mitad del espacio entre el furgón y el portal, una pequeña explosión hizo que
todo el mundo girara las cabezas, policías incluidos, hacía el lado contario.
Aarón empuñó entonces una pequeña pistola con silenciador y disparó.
Los policías que sujetaban a Solomon sintieron como que este se caía, lo
sujetaron más fuerte de los brazos, pero efectivamente, el judío no se sostenía
por sus propios medios, tenía la cabeza sobre el pecho y de la sien izquierda le
salía un pequeño hilillo de sangre. Los policías le dejaron en el suelo y
llamaron a los servicios sanitarios que estaban a pocos metros.
Aarón se dirigió rápidamente hacia la calle Bravo Murillo, pero sin correr,
allí se unió a Lucas y juntos subieron en dirección a Cuatro Caminos y a su
coche, estacionado cerca de allí.
David Solomon murió de inmediato, la bala había penetrado en su cerebro
y allí había explotado, causando un destrozo masivo y la muerte del judío.
Prácticamente, ni se enteró.
El comando de ejecución había hecho su trabajo. En el coche alquilado, se
dirigieron hacia el aeródromo de Torrejón de Ardoz.
Mientras llegaban, Lucas, el copiloto, mandó un correo desde una pequeña
Tablet con conexión a internet:
De: Aarón y Lucas
Para: papaymama@gmail,com
Asunto: España
Hola, papá y mamá
Hemos visto el centro de Madrid y es precioso, nos hemos alejado un poco
porque el primo David no vive por allí. Por fin hoy hemos podido comer con
él, por desgracia tenía prisa porque debía salir de viaje. Le acabamos de
despedir.
Como ya no nos queda dinero, nos vamos al aeropuerto a ver si podemos
coger un avión.
Nos vemos pronto
Aarón y Lucas
*
Álvarez no se lo podía creer, habían matado al judío delante de sus narices
y nadie había visto nada:
-¡No puede ser!, ¡No puede ser!- repetía constantemente.
El Jefe de Puesto estaba hablando con el teniente al mando de los GEOS:
-Es imposible que alguien se haya acercado tanto como para meterle una
bala en la sien-
-Quienquiera que haya sido, es un profesional. No sé quién era este tipo,
pero el que se lo ha cargado, sabía muy bien lo que hacía.- dijo el GEO
Álvarez sacó un cigarrillo de un arrugado paquete, se lo llevó a la boca y lo
encendió, -Todo se ha acabado, mi último caso, o el primero de jubilado,
según se mire, ha resultado ser un fracaso- Sacó su móvil y llamó a Maruja:
-Hola Cuqui, sí, estoy bien. ¿Te apetecen unos callos esta noche?,
estupendo, voy a llamar a Benita para que nos los prepare. Vale, oye, otra
cosa, ¿Sabes? Creo que ya estoy viejo para patear las calles, si, bueno, eso es
porque tú me miras con buenos ojos, mujer, je, je, si, bueno, pues a las ocho
como siempre. Un beso, Cuqui, hasta luego-
Colgó el móvil, miró el gentío y, sin despedirse, se alejó del tumulto.

CAPITULO 24

A lo largo de las dos semanas posteriores a la detención y muerte de David


Solomon, tanto la Policía como la Guardia Civil, no habían conseguido
averiguar la verdadera identidad del fallecido. Ninguna base de datos del
mundo reconocía las huellas que tenían. Se le había identificado como el
responsable de la muerte del número de la Guardia Civil de El Molar pero,
aunque se sospechaba, no tenían pruebas fehacientes de que fuera también el
causante de la muerte del pastor Pedro Rodríguez.
Después de mucho indagar y preguntar, finalmente los dos institutos
armados, decidieron dar por cerrado el caso y David Solomon fue enterrado en
una tumba sencilla, de tierra, con una pequeña lápida y una inscripción “David
Solomon”, en la fosa común, lejos de las miradas y alejada de la zona “civil”
del Cementerio de La Almudena, en Madrid. Nadie había reclamado su
cadáver. Sólo una persona acudió al entierro, Miguel Ramos el guardia civil de
El Molar, acudió para decir adiós al asesino de su joven compañero.
Los investigadores fueron interrogados pero lo único que pudieron decir es
que el fallecido era judío, se había presentado como David Solomon y dijo
pertenecer al Mossad.
Todos los contactos con el servicio de inteligencia israelí fueron
infructuosos, negaron una y otra vez que ese hombre perteneciera o estuviera a
su servicio y afirmaron no tener, ni haber tenido en mucho tiempo, ningún
agente en España.
En cuanto a los científicos, los jóvenes volvieron a su trabajo, pero por
desgracia a los pocos meses todas las marqueñas murieron. Cuando fueron a
recolectar más ejemplares, se encontraron el terreno totalmente rastrillado y
vallado.
Fueron al ayuntamiento de El Molar donde les informaron que una
empresa había comprado los terrenos y planeaba construir en ellos un gran
centro comercial. Evidentemente cualquier posibilidad de encontrar lombrices
se había ido con las palas excavadoras y los rastrillos metálicos.
Ramiro volvió a los pocos días y comprobó que la cantidad de
radioactividad había bajado considerablemente, casi a niveles de ser nula.
La embajada americana en España, nunca reveló la causa de la estancia de
los agentes de la ASN en territorio español, ni por qué habían querido
secuestrar a Solomon ni por qué habían acosado a los investigadores. Todo
quedó en una disculpa oficial de la Administración norteamericana que fue
aceptada de inmediato por el Ministerio de Asuntos Exteriores Español.
Marina y Marcos formalizaron sus relaciones y un año después se casaron
en una pequeña ermita de El Molar, el padrino de Marcos fue Ramiro, por
supuesto, aunque él aseguraba ser el padrino de ambos ya que afirmaba que
fue el catalizador de la unión de los recién casados.
Por supuesto, los callos de Ca Benita no se acabaron nunca mientras ella
vivió y puntualmente, cada semana, una pareja de ancianos, se sentaban en
una mesa del interior y degustaban el plato, mientras se comían el uno a la otra
con los ojos.

CAPITULO 25

Sentados a la mesa de una pequeña cafetería en una recoleta calle de


Ginebra, dos hombres mayores bebían unas tazas de chocolate caliente:
-Vaya la que se ha liado ¿No crees?- dijo el director de la ASN, Georges
Kovacs
-Tus hombres hicieron una chapuza, eso es lo que pasó- apostilló el
director del Mossad, Isaac Amit
Kovacs sonrió:
-Pues tu hombre tampoco se quedó manco, casi se carga a la mitad del
profesorado de la universidad-
Sonrió el judío y añadió:
-El caso es que nos hemos quedado sin la posibilidad que tanto habíamos
esperado-
El americano miró hacia el lago Le Man y dijo:
-Tal y como somos, la humanidad no hace más que ponerse zancadillas los
unos a los otros. Estoy convencido de que pronto se nos presentará la ocasión
y, a juzgar por cómo nos encontramos, estaremos allí para aprovecharla.-
Amit asintió con la cabeza, asió la taza de chocolate y la chocó con la de su
homologo americano. Luego se la llevó a la boca y bebió un corto trago.

EPÍLOGO

El Centro Comercial recibió el pomposo nombre de EL MOLAR-


MIRADOR DE LA SIERRA.
Llevaba casi un año abierto. A lo largo de ese tiempo se había convertido
en un centro polarizador de los habitantes de los pequeños pueblos que se
encontraban en un radio de 20 kilómetros y había dado al pequeño pueblo de
El Molar, notoriedad, puestos de trabajo y bastante dinero para el
ayuntamiento.
El sargento jefe de puesto de la Guardia Civil en la localidad, Miguel
Ramos, observó con desasosiego, como el pueblo se iba llenaba de nuevos
vecinos, cada vez más numerosos y, en algunos casos, muy extravagantes. La
paz y la tranquilidad de la pequeña localidad serrana se escapaban al ritmo que
imponía la música del nuevo y monstruoso centro comercial.
Ramos habló con la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid y
solicitó un cambio de destino. Necesitaba esa paz y tranquilidad que ya no
existía en El Molar.
Sus superiores, reconociendo y premiando su participación en el caso del
judío y los americanos, le ofrecieron la jefatura de puesto en Cadaqués,
Girona, en el alto Ampurdán catalán, aunque le advirtieron que los aires
independentistas empezaban a soplar con fuerza por aquellos lares y que, en
todo caso, el idioma podía ser una traba para su trabajo.
A Ramos no le importaron las advertencias de sus jefes. Buscó Cadaqués
en internet y decidió que era un precioso lugar para acabar su carrera de
Guardia Civil. Habló con sus superiores y aceptó el nuevo puesto.
Dos semanas después, en una ceremonia íntima en el Mesón de la Plaza de
El Molar, la mayor parte del pueblo le deseaba, emocionados, mucha suerte en
su nuevo puesto y le rogaban que volviera a visitarlos.
Incluso Dionisio Zabala, el “loco labala”, situado en posición de firmes y
con la chistera bien calada, tarareó a voz en grito el himno español para
despedir al Guardia.
*
El Centro Comercial causante de la huida de Ramos, estaba dotado de la
más moderna tecnología, tanto a nivel de seguridad como de instalaciones e
incluso contaba con una pequeña estación meteorológica equipada con
sismógrafos, pluviómetros, anemómetros y una pequeña unidad de medida
Geiger para la radiación.
Los ingenieros encargados del mantenimiento del complejo nunca se
habían fijado en la unidad de medida Geiger, había problemas más
importantes como el suministro de agua o electricidad y en aquella zona de la
sierra no había instalaciones nucleares ni se tenía prevista a corto plazo, su
implantación.
Por eso cuando el vigilante hacía la ronda, aquella mañana de invierno, a
las ocho en punto, no dio importancia a la intermitente luz roja ni al pitido
sordo pero continuo que emitía la máquina de radiación.
La aguja del medidor se había colocado sobre la zona coloreada en
amarillo y pugnaba por momentos, por pasar a la zona coloreada en rojo.
Tampoco hicieron demasiado caso a los animales, pájaros, ratones, topillos
y algún perro pequeño que, últimamente, aparecían muertos, horrorosamente
mutilados y quemados, sobre todo en la parte trasera del edificio principal, la
que daba al páramo. Simplemente, se limitaban a recogerlos e incinerarlos en
un horno improvisado en la zona de abastecimiento.
Un poco más tarde, de ese mismo día, en esa misma zona trasera del
complejo, la que daba al páramo donde los jóvenes investigadores hicieron la
última prospección y cuando el sol ya pugnaba por llegar a su cenit, pequeños
acúmulos de tierra se movían hacia arriba, impulsados por una fuerza que
provenía del interior de la tierra.
Poco a poco, algo parecido a un ser vivo, un organismo de aspecto
aberrante, emergió de la tierra. Era alargado, cilíndrico y medía unos 15
centímetros de largo por unos 2 de ancho.
Toda la piel que le cubría era completamente negra, lo que le daba un
aspecto apergaminado, coriáceo. La parte dorsal del animal estaba plagada de
enormes verrugas del tamaño de una lenteja, semi transparentes que supuraban
constantemente un líquido verdoso.
Conforme se arrastraba por el suelo, el pus que resbalaba de su cuerpo
quemaba los pequeños tallos verdes y las hojas secas que encontraba en su
camino.
El animal que un día, hace mucho tiempo, hubiera sido una simple e
inofensiva lombriz, se había convertido por efecto de la radiación, en un
monstruo que se arrastraba lentamente por el suelo dejando una estela
ennegrecida
Aquél organismo al que un científico, hace no mucho tiempo, bautizó
como “marqueña”, se deslizó unos treinta centímetros por la áspera corteza del
suelo, luego se paró, movió su alargado cuerpo de adelante hacia atrás durante
unos segundos y continuó su camino dejando un rastro ácido y un olor
nauseabundo.

FIN

Madrid 2010-Argel 2016

S-ar putea să vă placă și