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Mapa Conceptual……………………………………………………………………….2
Introducción………………………………………………………………………….....3
5 Conclusión..........................................................................................................................14
6 ANEXOS..........................................................................................................................115
7 BIBLIOGRAFÍA................................................................................................................17
INTRODUCCION
En la línea del humanismo renacentista todo interesa a Apel: La historia, las costumbres, los
usos lingüísticos, las expresiones artísticas, las discusiones tecnológicas, los problemas
políticos. Saber es un modo de formarse para comprender.
En lo que respecta a la teoría consensual de la verdad, Apel defiende explícitamente una teoría
fenomenológica de la correspondencia, más exactamente, una teoría de la «evidencia de
correspondencia» como parte indispensable de una teoría consensual de la verdad, de modo
que se logre una mediación entre la evidencia referida a la conciencia y la intersubjetividad
referida al lenguaje.
La ética del discurso, es un intento por pasar del egocentrismo occidental (“Yo pienso”) a un
“nosotros argumentamos”. Y como lo afirma Adela Cortina, la ética discursiva, como filosofía
moral, no busca preocuparse por la corrección de las normas de acción “sino por la verdad de
las proposiciones, más por el discurso practico que por el teórico, cree poder ofrecer hoy día
una fundamentación de lo moral que transforma dialógicamente.
A este tipo de ética se le conoce con diferentes acepciones y cada una de ellas, como lo afirma
Adela Cortina, "aunque designa una misma construcción filosófica señalan en cada caso un
aspecto peculiar". Nosotros optaremos por el nombre más técnico para designar a esta
corriente ética en el presente trabajo. Aunque es preciso señalar brevemente qué estamos
diciendo cuando nos referimos a cada una.
Cuando hablamos de ética dialógica hacemos referencia al carácter dialógico del ser humano.
Nuestro entendimiento vive en constante actitud dialógica y que somos parte de una
comunidad de habla. "El lógos humano es en diálogo, hasta el punto de que el monólogo no es
sino un diálogo internalizado".
En este sentido, afirman los exponentes de esta corriente, la ética dialógica se enraíza con la
tradición ética más antigua. Desde Sócrates hasta los pragmáticos, pasando por la escuela
epicúrea, el cristianismo entre otros.
El término ética comunicativa, por otro lado, viene a replantear el imperativo categórico
kantiano en términos de teorías de la comunicación. Ella dice relación con la capacidad que
tienen los individuos por su competencia comunicativa, "tienen derecho racionalmente a
participar en pie de igualdad en la deliberación y decisión de las normas a las que han de
someterse".
Cognitivista
La ética es cognitivista porque recurre a la elaboración de razones argumentativas que
sirven de fundamento a las pretensiones de validez normativa o veritativa. Es cognitiva
porque tiene que responder a la pregunta ¿Cómo es posible fundamentar los
enunciados normativos? ¿En qué sentido se puede hablar de una ética cognitivista? El
término requiere delimitación. No se puede aplicar al carácter ético la noción de
episteme en sentido fuerte, respaldada por una facultad metafísica, es decir, el de un
conocimiento universal, necesario y supra terrenal: pero, tampoco podemos negarle
todo valor cognitivo, de tal modo que su desgaste posmoderno nos lleve a poner en
riesgo su núcleo cognitivo.
Universalista
La ética es universalista en cuanto aspira a proponer un principio moral de validez
universal que no sea vulnerable al relativismo cultural e histórico. Los elementos
característicos de la universalidad de las normas son: el interés común de todas las
personas afectadas, la aprobación general y el reconocimiento intersubjetivo. En la
ética discursiva funcionan, precisamente, cuando se presentan conflictos de acción y se
pretende restaurar un consenso roto. En este sentido se postula la actitud cooperativa
de todos los implicados para la construcción de un nuevo consenso.
La ética discursiva es universalista porque a través de un dialogo real alcanza a todos
los que se ven afectados por esa norma. Aquí los intereses particulares deben coincidir
con la voluntad general. Los consensos alcanzados deben identificarse con la voluntad
universal.
Formalista
La ética es formalista en cuanto propone un principio de justificación de las normas
respecto a las condiciones de su universalización posible. Es decir, busca satisfacer
cuales son las condiciones para que una acción posea dignidad moral. Es formalista
porque tiene que justificar la validez de las normas de modo que puedan ser aceptadas
por todos los seres racionales.
Deontológica
La ética es deontológica porque se ocupa de la obligatoriedad de las normas: el deber
ser. Es decir, dentro de la ética discursiva el problema se centra en la rectitud –justicia-
de las acciones humanas. Se trata de analizar la validez de las acciones humanas en
relación con las normas, o, la validez de las normas en relación con ciertos principios.
Diferencias:
Los fundadores de la ética del discurso han puesto especial cuidado en la elaboración de una
teoría de la acción social que escape de la objeción griega (que sólo tienen sentido las
objeciones cuando hay paridad de fuerzas). Habermas distingue entre dos tipos de acciones:
Aun así, no basta con mostrar la diferencia entre los dos tipos de acción, sino que también hay
que mostrar que las reglas de la racionalidad comunicativa son realmente vinculantes y que,
por tanto, el uso de la acción estratégica ha de estar restringido por ellas (prioridad).
1.6 Una ética de mínimos
Como ya lo hemos afirmado, la ética del discurso parte del presupuesto de la existencia de una
sociedad pluralista donde los ciudadanos son capaces de darse sus propias leyes, es decir, de
mínimos comunes que le permiten construir una base común de encuentro y convivencia. Pero
¿cómo hemos de entender estos mínimos comunes? En primer lugar, y como lo afirma Adela
Cortina, son aquellos valores que las sociedades liberales se han dado y que ya compartimos
en nuestra vida cotidiana. Pero que, como igualmente lo habíamos afirmado, no responden a
un pacto fáctico sino “la condición de que tenga sentido cualquier acuerdo legítimo que
tomemos en una sociedad democrática y pluralista”.
Por tanto, la corrección de una norma no puede ser nunca un pacto, sino un acuerdo unánime,
fruto de un diálogo sincero, en el que “se busca satisfacer intereses universales.”. Quien así
actúan debe tener presente que “sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o
podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes de un
discurso práctico.” y tratará a aquellos con quienes entabla un diálogo como valiosos en sí
mismo y que no es posible hacer de ellos ninguna instrumentalización.
Al modo kantiano, tratar siempre a las personas como fines y nunca como medios. Esto es lo
que Habermas intenta expresar cuando afirma “para que se llegue al acuerdo sin coacción, éste
último tiene que ir creciendo desde dentro de la vida humana.”
Estas tres generaciones de derechos humanos permiten una actitud de diálogo mínimo entre
los ciudadanos. En las argumentaciones los participantes tienen que partir de que en principio
todos los afectados participan como libres e iguales en una búsqueda cooperativa de la verdad
en el que la única coacción permitida es la del mejor argumento.
a. Hay que tener presente a todos los afectados por la cuestión propuesta.
b. Todos los seres humanos deben ser considerados como interlocutores válidos.
c. Todas las conclusiones son siempre revisables hasta que se llegue a un punto de
verdadera comunicación racional.
d. Todos pueden manifestar su posición.
La ética discursiva es consciente que no muchas veces es fácil llegar a un consenso ya que
juegan un rol importante la disparidad de convicciones, la tendencia al dogmatismo y las
implicaciones emocionales e inconscientes y por los prejuicios que uno tiene sobre las
cuestiones de las que va a versar el diálogo. Por ello, es imprescindible sostener como
supuestos:
1. La no confesionalidad de la sociedad
2. La posibilidad de una ética puramente racional.
3. Las personas ya viven sus éticas de máximos y que no podemos esperar que ellas las
compartan.
1. Esta ética propone un proceso de diálogo progresivo entre todos los afectados por las
normas éticas.
Mientras mayor sea el número de los participantes en un discurso argumentativo ¿no se
hace más difícil alcanzar acuerdos y mínimos éticos con contenidos realizables para
todos? ¿No se volverán en contenidos genéricos que sólo pueden estar al alcance de unos
pocos? O que determinados grupos no aceptarán estos mínimos sino como máximos, y
por lo tanto, esos mínimos que hemos aceptado como supuestos fundamentales de toda
acción humana, no se volverían sino supuestos indemostrables que no todas las
sociedades, incluso democráticas, se atreverían a aceptar.
2. Cuando los contenidos se hacen muy amplios y tienen un carácter de universalidad, es
decir, pretenden abarcar y vincular a muchos sujetos. Éstos contenidos necesariamente
pasan a ser concreciones del derecho y como el derecho debe actuar en base a casos
particulares, no admiten la ambigüedad y, por ende, los mínimos comunes que tienen un
carácter genérico.
3. Me parece que el excesivo respeto al pluralismo de las sociedades liberales y
democráticas, degenera en un cierto relativismo moral y axiológico que impediría, a mi
modo de ver, no reconocer la objetividad de ciertas verdades que están más allá o más acá
de un simple acuerdo, por muy generalizado y amplio que sea éste.
4. El carácter de mínima de la ética puede llevar el riesgo de entenderla como una ética más,
que no pide mucho a las personas y que lleva a un cierto conformismo de mínimos y nada
más.
5. Es utópico pensar en un acuerdo generalizado que alcance a todos los afectados. Existen
muchos poderes fácticos que ejercen su opinión con mayor poder argumentativo que los
que no tienen ninguna fuerza coactiva. Existe un binomio entre poder argumentativo y
poder económico. De seguro que quien posee mayor poder económico es capaz de inducir
con mayor fuerza argumentativa.
6. Las experiencias de violencia y guerra, de autoritarismo y caudillismo, nos han enseñado
que es difícil aplicar términos dialógicos entre las partes. Ya nos bastó con las
experiencias de EE UU sobre Irak, donde el poder fáctico y económico estuvo por sobre
el diálogo de las naciones.
Entonces, nos surge la pregunta si estamos en presencia de una ética meramente
formalista y sin un carácter pragmático que convenza a las personas por el sólo uso
argumentativo y no el uso de la fuerza.
7. El carácter de universalidad de la ética del discurso puede llevar al menosprecio de las
particularidades entre los sujetos.
Una de las ideas que, en sentido, cobra mayor fuerza, es el de comunidad de comunicación,
habida cuenta de que es en la comunidad donde el individuo aprende a ser persona y a
desenvolverse en su medio; por lo tanto, es en ese espacio donde se generan los procesos de
autonomía, identidad, autoestima y sentido de pertenencia, teniendo siempre presente la
existencia de los demás, con quienes se es parte de dicha comunidad y con quienes se hacen
realidad las posibilidades dialógicas de comunicación.
Se señala así, la posibilidad de una “pedagogía de la participación ciudadana, que puede ser
valiosa a la hora de ampliar los ámbitos de corresponsabilidad social, política, ecológica (…)
la ética discursiva o de la comunicación no sería solamente una base para una macro ética u
otra ética política, sino que podría considerársela como el verdadero sustento para una
democracia participativa”.
Las características del consenso lo inhabilitan como criterio de la verdad práctica por varias
razones:
a. Las condiciones ideales de las que se habla no se dan nunca ¿para qué nos sirve
una teoría que simplemente describe las condiciones para hallar respuesta a las
cuestiones prácticas, que encima están siempre ausentes?
b. Aunque las condiciones se dieran, no ayudaría, ya que una de ellas es tener
tiempo indefinido. Las víctimas de una injusticia, por ejemplo, no pueden
aguardar para siempre el veredicto reparador. Dado que no podemos poner
límites ni a la participación ni al número de argumentos, el más elemental
sentido de responsabilidad nos haría acabar el diálogo sin haber llegado a un
acuerdo.
A estas objeciones contesta la ética del discurso invitándonos a hacer un experimento mental
para anticiparnos al resultado al que llevaría el discurso.
Esto no tiene manera de hacerse, porque el discurso tiene por finalidad depurar intereses
particulares hasta alcanzar los universales. Pero como los intereses universales no lo son de
acuerdo a una “naturaleza humana” o a “una intuición esencial de valor”, sino que aparecen
mediante el discurso, no existe un criterio externo que nos permita anticipar el resultado de
dicho discurso.
Otro aspecto problemático es que muchos de los afectados por la vigencia de una norma no
pueden participar en la discusión que habría de aceptarla o no (retrasados, enfermos, bebés…).
Para ello habría que hablar en representación de ellos, figurándose su interés, pero esto es
imposible al carecer de una naturaleza humana. En definitiva, el que represente a esta gente se
acaba representando a sí mismo.
5 Conclusión
La ética del Discurso es un intento por armonizar las consecuencias de la modernidad y por su
carácter de crítica y malestar frente a los procesos de racionalización excesiva de sus
postulados, de sus desviaciones y consecuencias negativas.
Esta ética pretende analizar el giro pragmático, es decir, aquellas dimensiones del lenguaje en
la cual poco se había puesto poca atención por parte de la filosofía. Ella es respuesta a la
necesidad de buscar una salida a las abstracciones en las que estaba enfrascada la teoría ética.
Ella tiene su fundamento en la acción comunicativa y en el carácter eminentemente dialógico
del ser humano.
Lo que más rescato de esta ética es su pretensión de fundamentar una moral universal que sea
clave en la construcción de una nueva sociedad moderna. Una moral que es capaz de ayudar
en la construcción de una sociedad democrática donde las personas sean respetadas por el solo
hecho de ser personas y no por los posibles privilegios naturales o sociales que éstas tuviesen.
Es interesante cómo esta ética es capaz de tomar en cuenta a los afectados en la toma de
decisiones.
No obstante lo anterior, hay varios aspectos en los que habrá que revisar el planteamiento de la
ética del discurso. Ello en virtud de favorecer un diálogo crítico y no una mera exposición de
los postulados de esta disciplina. Si bien compartimos muchos de sus planteamientos, creemos
existen ciertas debilidades y utopías inalcanzables que es preciso develar para reconocer los
límites y alcances concretos de ella.
Sin embargo, creo que postular la necesidad de una moral universal que permita unirnos en la
construcción de un mundo más solidario, más justo y más humano. Donde nos podamos
encontrar en el más propio que tenemos nuestra capacidad de ser "seres dialógicos",
necesitado de comunicación y creado para comunicarse consigo mismo, con los demás y con
Dios.
6 ANEXOS
7
BIBLIOGRAFÍA
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