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Casa Los Algarrobos / José María Sáez + Daniel Moreno Flores

Arquitectos: José María Sáez, Daniel Moreno Flores.


Ubicación: Puembo, Ecuador.
Construcción: Luis Guamán.
Colaboradores: Margarida Marques, Estefanía Jácome, Santiago Vaca, Claudia
Ponce, Estefanía Luna, Adrián Beltrán, Joe Jivaja, Dennise Paredes, Valentina
Benalcazar.
Ingeniero: César Izurieta.
Área: 833.0 m2.
Año Proyecto: 2011.
Concreto, madera y vidrio forman parte de este proyecto, que propone la creación de
una estructura innovadora, que rompe los conceptos de la arquitectura en boga. Este
proyecto obtuvo el Premio Nacional de Diseño Arquitectónico en la XVIII Bienal
Panamericana de Arquitectura de Quito 2012.
Son ocho piezas metálicas iguales de 18 metros, situadas en los ejes x, y, z, las que
confinan el espacio de la vivienda. Mediante esta disposición se logra que la estructura
se proyecte hacia distintas direcciones. Se trata de vigas abstractas que, al orientarse a
los ejes mencionados, se relacionan con el entorno, se camuflan y se fusionan con el
mismo. Sostenido en la estructura metálica está otro subsistema de madera. Este
completa la definición espacial. Para el arquitecto Daniel Moreno, la mezcla de estos
materiales permite tener una volumetría limpia, pero que se fusiona totalmente con el
entorno. La casa se levanta sobre una especie de acantilado. Superficies de cristal
protegen la madera y completan el cierre de los espacios. Los cristales, en muchos
casos móviles, refuerzan la relación con el paisaje, ya sea por transparencia o por
reflejo. Es por ello que las paredes no son sino grandes ventanales que despliegan una
vista única y mágica.

Desde el camino de acceso, la vivienda permanece oculta tras la vegetación mientras


que las dos esbeltas columnas de metal color óxido se yerguen por sobre el bosquecito
de algarrobos marcando el sitio exacto. A su vez, la separación y la posición de ambas
columnas van cambiando conforme al punto de vista del visitante.
“La estructura cumple una intermediación necesaria entre la escala del paisaje y la de
la persona”, explican los autores en referencia a las tres posiciones que asumen las
vigas: en su dimensión larga producen los voladizos hacia la quebrada; en posición
vertical, son los “mástiles” que marcan la presencia de la casa; y en la dimensión de
canto, dos vigas son una altura de una habitación.

Sostenido por la estructura metálica principal, los proyectistas idearon un subsistema de


madera que completa la definición de los espacios “diluyendo por repetición y
simplificación su condición de cerramiento”, explican.
Para proteger la madera y completar el cerramiento de la casa, los arquitectos
dispusieron amplias superficies de vidrio. Se trata de paneles móviles, en algunos casos,
que permiten reforzar la relación con el entorno, ya sea por transparencia o por reflejo.
El mismo objetivo persiguen los espejos de agua sobre los techos metálicos. Los autores
insisten en la estrategia de reflejar el entorno en el agua y el vidrio, diluyendo en parte
la presencia de la arquitectura.

Donde el algarrobal va perdiendo densidad se abre paso un deck de madera que


conduce a la escalera de ingreso. No hay una puerta visible ni un timbre para
anunciarse, como se puede esperar en una vivienda tradicional.
Aquí, el límite entre el interior y el exterior de la casa está totalmente desdibujado porque
el clima benévolo de esta región rural así lo permite. El acceso se transforma entonces
en un paseo que transcurre, en descenso, a través de una amplia escalera ladeada por
un espejo de agua y con una vista enmarcada hacia el valle.

Al pie de la escalera, una gran terraza se extiende en sentido transversal, con una
superficie externa equivalente a la del comedor, la cocina y el estar. El “área social” de
la vivienda conforma un espacio integrado en la planta principal. Ahí, la sensación de
amplitud se ve acentuada por la doble altura y el entrepiso.

Nuevamente, los límites desaparecen porque no existen las carpinterías


convencionales. En cambio, los paños corredizos de vidrio sin marco pueden quedar
ocultos en un lateral dejando integrados el estar y la terraza, apenas diferenciados por
un desnivel.
De ese modo, el espacio interior se va definiendo con pocos elementos de fuerte
presencia. La explanada de ingreso, estar, cocina y terraza, están interconectados y
ocupan la parte inferior.
El dormitorio principal está ubicado en un volumen rectangular que se asoma en
voladizo sobre la terraza para balconear al valle. La suite gana privacidad por su
distribución peculiar: se accede traspasando el sector de lavabo, y subiendo medio nivel.
Otros tres dormitorios, dispuestos en un lateral, también poseen una distribución fuera
de lo habitual. La cama está ubicada en un entrepiso elevado respecto del resto de la
habitación, como un pequeño camarote desde el cual una vidriera domina el paisaje.

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