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Luca De Vittorio

1326 palabras

1. En primer lugar, Schopenhauer anuncia el problema de la preocupación


epistemológica por el ser contingente de las cosas, el por qué, cómo se manifiestan
en la conciencia empírica, o sea, en el mundo sensible las cosas. Aquí opera el
principio de razón, que reduce el ser de las cosas a su manifestación fenoménica bajo
las categorías de espacio, tiempo, causalidad, y con el cual se sirven las ciencias
naturales; por eso dice el aforismo que se encaminan hacia afuera (la manifestación
sensible). Pero en esta dimensión de la conciencia empírica no se asoma la pregunta
por la esencia de la cosa, el qué intimo de estas. Esta se plantea en la dimensión de la
conciencia mejor (suprasensible o inteligible) que trasciende la conciencia empírica
y apunta a lo metafísico, lo inteligible u original”. Este es el ámbito interior o “en sí”,
el ámbito de lo esencial en donde se supera a la representación y a su limitación
cognoscitiva. En este terreno se ingresa al plano volitivo que es la voluntad insaciable
que sufre porque nunca se colma; la esencia de la vida es la voluntad de vivir. El
deseo consiste en perpetuarse interminablemente y por eso es constante sufrimiento;
la esencia de la vida. Así, por un lado, en esta filosofía hay influencia platónica (en
la dimensión de las ideas inteligibles, sobre el mundo sensible, como la esencia de las
cosas) y kantiana (cuando afirma el ser “en sí” íntimo, el ámbito nouménico). La
conciencia interior o conciencia mejor abandona o supera la conciencia empírica en
la búsqueda de las ideas. Y esto se logra mediante la contemplación desinteresada del
arte, que es el camino para liberarnos del yugo de la voluntad de vivir. El arte es una
forma de descontaminar al pensamiento de la forma engañosa que oculta la realidad
a través del velo de maya: una serie de representaciones ilusorias que ocultan la
esencia del mundo. El arte niega la voluntad de vivir, bajo la figura del genio y de la
contemplación estética para liberarnos del querer y del intelecto instrumentalizado
por la voluntad. En este pesimismo romántico de Schopenhauer, el querer está de
cierta manera “dormido” en la contemplación artística, es una negación parcial de la
voluntad, una consolación al no seguir la vida ascética (vida de dejar de querer y
restringir lo máximo posible la satisfacción de deseos). El arte es el medio encargado
para contemplar el qué de las cosas, por oposición al por qué de las ciencias con su
principio de razón, que no es más que el intelecto instrumentalizado por la voluntad.
Al aparecer en la conciencia mejor, el arte reproduce las ideas esenciales, más allá de
los fenómenos. Al contemplar un objeto artístico, uno se olvida de su querer, lo
abandona y se entiende a sí mismo en posesión de la esencia ideal de las cosas, su
arquetipo generalizador que las sostiene en su unicidad, por oposición a la
multiplicidad fenoménica; La obra de arte opera como una suerte de vehículo de la
idea captada. A esto corresponden las ideas platónicas que uno contempla en el arte,
y con las cuales uno de cierta manera se vuelve “un puro sujeto del conocimiento”, a
través de la intuición y no de los sentidos o del intelecto. El asunto es que la voluntad
de vivir, que se objetiva en las manifestaciones fenoménicas, es negada parcialmente
por el arte, a través de una contemplación desinteresada. Como no desea nada en este
plano, la voluntad descansa. Al ser la esencia de las cosas es voluntad, el camino
interior para llegar a ella es a través de la conciencia mejor inteligible, y la superación
de esta o su negación se da a través del arte y su contemplación. La obra de arte es
una suerte de vehículo de la idea esencial, eterna e inmutable.

2. Las ideas platónicas, que operan como arquetipos de los fenómenos sensibles que son
representaciones, la objetividad de la voluntad (en diversos grados), son formas
inmutables y eternas que corresponden a todos los cuerpos. Para que el sujeto llegue
al conocimiento de las ideas no puede hacerlo a través de la manifestación fenoménica
individual; ese conocimiento, que opera con el principio de razón, está sometido a la
voluntad. El individuo, por lo tanto, debe de cierta manera dejar de serlo, y trascender
a esta conciencia sensible, y convertirse en un desinteresado sujeto puro del
conocimiento. Conoce sin fines, se pierde en la contemplación y se identifica con el
objeto. Este sujeto deja de considerar el por qué anteriormente mencionado, el del
principio de razón de la conciencia empírica del cual se sirven las ciencias naturales,
y se abalanza sobre el conocimiento puramente intuitivo (ya que no da razones de
esto) de la contemplación esencial. De esta manera se alcanza el conocimiento de la
idea, superando la individualidad concreta y apuntando a la forma inmutable y eterna
que son las ideas generales; “la cosa individual se convierte de golpe en idea de su
especie, y el individuo que intuye, en un puro sujeto de conocimiento”. El sujeto de
conocimiento puro es un estado necesario para llegar al conocimiento de las esencias.
Hay una cautivación tan grande por la cosa individual que se libera de la voluntad,
del querer y esto denota la pureza. No obstante, la dualidad sujeto-objeto de cierta
manera perdura, ya que la voluntad se objetiva en el mundo de la representación, o
sea, no se abandona la conciencia empírica de manera absoluta, esencial. Por otro
lado, el genio es el encargado de realizar de manera efectiva a través de su obra la
reproducción de las ideas eternas, que posteriormente van a ser captadas en la
contemplación de ese objeto; busca transmitir el conocimiento ideal a través de la
contemplación estética. El genio deja atrás sus intereses particulares y se avoca a la
tarea de captar las ideas eternas por medio de la obra artística. Además, el ser del
genio es la mas pura objetividad al desprenderse totalmente de su persona, y
conocimiento intuitivo del grado más alto al separar el conocimiento del servicio de
la voluntad (en oposición al conocimiento de las ciencias); este conocimiento por esa
razón es puro, ya que se desliga del querer y del interés. Además, el genio se sirve de
la fantasía para ampliar su horizonte más allá de la mera experiencia individual, que
es incompleta e inauténtica, para aumentarla al punto de proyectar lo que la esencia
debió haber construido en esa realidad. Por eso la fantasía completa y es condición
de la labor del genio. Pero la particularidad del genio estriba en que el conocimiento
ideal se da en su figura de la manera más perfecta posible (aunque no total, ya que la
contemplación es siempre transitoria), y la duración de tal contemplación es
indeterminada, requiere todo lo que considere. En la contemplación estética, el objeto
se conoce como idea platónica, y la autoconciencia consiguiente del sujeto
contemplador se hace como puro sujeto de conocimiento desinteresado, renegando la
voluntad y el querer. Tanto el sujeto de conocimiento puro como el genio persiguen
el conocimiento genuino de las ideas esenciales, superan el principio de razón
empírico y operan bajo un conocimiento intuitivo de grado sumo (y no conocimiento
por experiencia individual). Ambos buscan descansar la voluntad que es sufrimiento
perenne, a través de un acto contemplativo desinteresado y sin volición. También, por
esto ambos dejan atrás la experiencia individual concreta y apuntan al conocimiento
puro. Pero es el genio el que está en un grado más perfecto de conocimiento puro al
desligarse de cierta manera de la voluntad en un grado superior y contemplar las
esencias tanto como él considere necesario; a través del arte él es el que está mejor
capacitado para logra esto de manera efectiva. Además pone en marcha la facultad de
la fantasía para ampliar y “corregir” la experiencia siempre incompleta de las cosas,
mostrándolas como deberían ser si estuvieran completas.

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