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Arthur Moeller van den Bruck: Bases para un Conservadurismo

Revolucionario
Por Lucian Tudor
Traducción por Sebastián Vera.
Círculo de Investigaciones PanCriollistas – 14 de Julio de 2015

Arthur Moeller van den Bruck fue uno de los más importantes, tal vez la figura más importante,
de lo que se conoce como la “Revolución Conservadora” de principios del siglo XX en
Alemania. Su influencia sobre el pensamiento conservador nacional alemán, a pesar de sus
limitaciones, es profundo y duradero, y continua hasta el día de hoy. De hecho, puede haber algo
de verdad en la mística declaración hecha por su esposa: “En el intento de responder la pregunta
de quién fue Moeller van den Bruck, estás realmente hablando de una pregunta al destino de
Alemania.”[1] Fue Moeller van den Bruck quien definió esencialmente la idea clave del
conservadurismo revolucionario, una línea de pensamiento que haría eco a través de la historia
alemana y llevaría incluso su influencia a un nivel internacional. Un examen de su vida y de su
pensamiento filosófico es un examen de una de esas grandes fuerzas en el reino de las ideas que
mueven a las naciones, y es por su valor intelectual que nuestro objetivo es realizar un examen
tan sucinto.

Vida temprana y desarrollo


Arthur Moeller van den Bruck nació el 23 de abril de 1876 en Solingen, en el área de Renania,
Alemania. A la edad de dieciséis, Moeller van den Bruck (de ahora en adelante, Moeller) fue
expulsado de la escuela secundaria a la asistía en Dusseldorf debido a que era indiferente a las
clases, lo que era producto de su preocupación por la literatura y filosofía alemana. Esta
expulsión no impidió que continuara sus estudios literarios e incluso asistió a conferencias en
varios centros intelectuales, aún cuando no fue capaz de entrar a una universidad.[2]
La filosofía de Friedrich Nietzsche (y hasta cierto punto la de Paul de Lagarde y la de Julius
Langbehn) tuvieron mucha influencia en el pensamiento de Moeller durante su juventud y
moldearon su posición respecto al Segundo Reich de Bismarck, un Estado con el que no estaba
de acuerdo debido a su “forzado patriotismo”. En ese momento, Moeller era extremadamente
“inpolítico”, por lo que decidió dejar Alemania en 1902 por un tiempo para así evitar el servicio
militar.[3] El primer lugar al que viajó fue París, en donde comenzó a escribir un trabajo de ocho
volúmenes titulado Die Deutschen: unsere Menschengeschichte (“Los Alemanes: La Historia de
Nuestro Pueblo”), publicado entre los años 1904 y 1910, que consistía en una historia cultural
que clasificaba a alemanes significativos de acuerdo a tipos psicológicos característicos.[4]
Complementando Die Deutschen, Moeller publicó en 1905 Die Zeitgenossen (“Los
Contemporáneos”), libro en el cual presentó sus conceptos de “pueblos viejos” y “pueblos
jóvenes”, una idea que él reafirmaría en posteriores obras notables.[5] Durante este tiempo
también adquirió una fascinación con el trabajo de Fyodor Dostoevsky y también una admiración
por el “espíritu oriental [ruso]”, que lo motivó a realizar una traducción alemana de las obras de
Dostoievski con la ayuda de Dmitry Merezhkovsky.[6]
Desde los años 1912 a 1914, Moeller había viajado a lo largo de varias naciones, especialmente a
través de Italia, Inglaterra, Rusia y Escandinavia, teniendo previsto originalmente escribir libros
que describirían las principales características de ciertas naciones, pero en última instancia, sólo
terminó un libro sobre el arte italiano titulado Die Italienische Schönheit (“La Belleza Italiana”)
en 1913.[7]

Primera Guerra Mundial, Pueblos Jóvenes y teoría racial


Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Moeller volvió a Alemania debido a un
sentimiento de vinculación con su país y se alistó en el servicio militar. En 1916, después de
haber sido dado de baja del ejército por padecer trastornos nerviosos, escribió una obra clave
conocida como Der preussische Stil (“El Estilo Prusiano”). Este libro, aunque su objetivo
principal era la arquitectura prusiana, presenta el punto de vista que tenía Moeller sobre la
naturaleza del carácter prusiano, el cual elogió, escribiendo que “El prusianismo es la voluntad al
Estado, y la interpretación de la vida histórica como vida política en la que debemos actuar como
hombres políticos”.[8]
En 1919, Moeller produjo otra de sus obras famosas conocida como Das Recht der Jungen
Völker (“El Derecho de los Pueblos Jóvenes”), en el cual reafirmó su idea de “pueblos jóvenes”
y “pueblos viejos” en una nueva forma. En esta teoría, los pueblos o naciones (völker) diferían en
“edad”, lo cual no hace referencia a años o al tiempo actual, sino más bien a su carácter y
comportamiento. Los “pueblos jóvenes”, entre los que incluyó a Alemania, Rusia y Estados
Unidos, poseían una gran cantidad de vitalidad, trabajo duro, voluntad de poder, fuerza y
energía. Los “pueblos viejos,” que incluían a Italia, Inglaterra y Francia, estaban saturados,
altamente desarrollados, valoraban “la felicidad” sobre el trabajo y, en general, tenían una menor
cantidad de energía y vitalidad.[9]
Según Moeller, el destino de los pueblos estaría determinado por la “ley del auge y decadencia
de las naciones”, según la cual “todos los Estados inexorablemente caen de sus posiciones
hegemónicas”.[10] Sin embargo, los “pueblos jóvenes” podrían ser derrotados en la guerra por
una coalición de “pueblos viejos”, como lo había sido Alemania en la I Guerra Mundial, aunque
esto no aplastaría a un “pueblo joven” si las condiciones resultantes dejaban a esa nación con la
capacidad para existir y crecer. En consecuencia, Moeller abogó por una alianza entre Alemania,
Estados Unidos y Rusia, esperando que con este esfuerzo los “Catorce Puntos” de Wilson
podrían ser implementados y así Alemania viviría bajo condiciones razonables. Sin embargo, el
tratado de paz resultante fue el Tratado de Versalles y no los Catorce Puntos.[11]
En Das Recht der Jungen Völker, Moeller también incluyó algunos escritos previos que había
hecho sobre el tema de la raza. Moeller creía que los seres humanos no se podían dividir en razas
exclusivamente por razones de antropología porque el hombre es “más que naturaleza.” Tenía
una idea peculiar de la raza que presenta una dicotomía entre Rasse des Blutes (“raza de la
sangre”), que se refiere al concepto biológico común de raza, y Rasse des Geistes (“raza del
espíritu”), que se refiere al carácter psicológico o “espiritual” que no es determinado de forma
hereditaria.[12]
Moeller argumentó que porque los pueblos de la misma raza biológica podían tener diferencias
significativas entre ellos, siendo los ingleses y los alemanes un ejemplo de esto, la “raza de la
sangre” no era tan poderosa o importante como la “raza del espíritu”. Es más, esto también fue
probado por el hecho de que un pueblo puede formarse por medio de una mezcla de razas, como
los prusianos (que eran el resultado de una antigua mezcla eslavo-germánica), pero que aún así
tienen una forma positiva y unificada; aunque, por supuesto, cabe señalar que a pesar de este
comentario, es probable que Moeller no hubiera aprobado la mezcla de ningún grupo europeo
con razas no-europeas (es decir, no blancas).[13]

El Club Junio y el debate Spengler


En 1919, Moeller fundó, junto a Heinrich von Gleichen-Russwum y Eduard Stadtler el grupo
“neoconservador” (otra forma de decir “conservador revolucionario”) conocido como Juniclub
(Club Junio), una organización en la que Moeller pronto se convertiría en el principal
ideólogo.[14] A comienzos de la década de 1920, el Club Junio invitó a Oswald Spengler a
discutir su libro La Decadencia de Occidente con Moeller van den Bruck. Moeller y Spengler
estuvieron de acuerdo en algunos puntos básicos, incluyendo la división entre Kultur (“Cultura”)
y Zivilisation (“Civilización”), pero a su vez tuvieron desacuerdos significativos.[15]
Moeller afirmaba que la teoría “morfológica” de Spengler de los ciclos de las culturas tenía
algunas inexactitudes importantes. En primer lugar, discrepó con su visión rígidamente
determinista y fatalista de la historia, en la cual el auge y decadencia de las Altas Culturas eran
inevitables y que incluso podían predecirse, porque, por el contrario, para Moeller la historia era
esencialmente impredecible; era “la historia de lo incalculable”.[16]
En segundo lugar, las naciones que según Spengler conformaban “Occidente” tenían grandes
diferencias entre sí, especialmente en términos de pueblos “jóvenes” y “viejos”, lo que afectaba
el hecho de su auge o decadencia, así como las diferencias culturales. Moeller escribió que
debido a estas diferencias significativas claremente no había un “Occidente homogéneo” y “sólo
por esa razón no puede haber ninguna decadencia homogénea.”[17]
No sólo eso, sino que la historia se asemeja a una “espiral” en lugar de a un “círculo”, y un país
en decadencia en realidad podría revertir su caída si ciertos cambios psicológicos y eventos
ocurrieran dentro de él. De hecho, Moeller consideró que incluso un país como Alemania no
podía ser clasificado como “occidental” y que incluso tenía más en común, en términos de
espíritu, con Rusia que con Francia e Inglaterra.[18]

El Tercer Imperio
En 1922, Moeller, junto con sus dos amigos Heinrich von Gleichen y Max Hildebert Boehm,
publicó una colección de sus artículos en forma de un libro titulado Die Neue Front (“El Nuevo
Frente”), que pretendía ser un manifiesto para jóvenes conservadores.[19] Un año más tarde, sin
embargo, Moeller publicaría su propio manifiesto, Das Dritte Reich (traducido al inglés como
“El Tercer Imperio de Alemania”), aunque cabe señalar que el término Reich significa “Imperio”
en el sentido de un “reino” o un “dominio”, no de un Estado imperialista), que contenía la
exposición más completa de su cosmovisión.[20]
El libro comienza con una declaración del ideal del Tercer Imperio que Alemania tenía el
potencial para establecer, dando la advertencia de que Alemania debía adoptar una “mentalidad
política”. En el primer capítulo discutió la Revolución Alemana de 1918 que estableció la
República de Weimar, declarando que esta revolución introdujo ideas políticas no-alemanas que
fueron impuestas por las potencias extranjeras de Francia e Inglaterra, y que debían ser superadas
por una revolución nueva, conservadora y nacionalista.
Aquí Moeller también repitió su concepto de “pueblos jóvenes” y “pueblos viejos,” haciendo
hincapié en que las naciones inglesa y francesa eran “viejas”, pero sagaces y experimentadas
políticamente, mientras que Alemania era “joven” y vigorosa, pero se había comportado de
manera inexperta e impetuosa. Para levantar a Alemania de la derrota en la que se la había
colocado, sus líderes necesitarían precaución y experiencia política.
Para que Alemania pudiera salir de la situación de derrota en la que la colocaron sus líderes,
estos necesitarían actuar con precaución y experiencia política. Moeller advirtió que si los
dirigentes alemanes no podían manejar la situación política “con el máximo cuidado y habilidad”
y con sabiduría, “el intento [de Alemania] terminará por sumergirnos una vez más en la
impotencia, en la desintegración, en una no-existencia que va a durar esta vez no por décadas
sino por siglos.”[21]
Las partes que suceden a “El Tercer Imperio de Alemania” examinan las cuatro típicos tipos
ideológicos – revolucionario, liberal, reaccionario y conservador – en Alemania, junto a sus ideas
y actitudes esenciales.

Revolucionarios, Socialismo y el Proletariado


El tipo político conocido como “revolucionario” o “radical”, que estuvo representado
principalmente por los marxistas, sostenía la visión errónea de que una nación y su sociedad
podían ser totalmente transformadas mediante una revolución, rápidamente creando un nuevo
mundo. Moeller creía que esto era una visión ingenua de la vida de las naciones, porque el
pasado, costumbres, tradiciones y valores de una nación no pueden nunca simplemente ser
dejados de lado por completo. “Podemos ser víctimas de las catástrofes que nos alcanzan, de las
revoluciones que no podemos evitar, pero la tradición siempre resurge”.[22]
Moeller pasó mucho tiempo criticando los fundamentos ideológicos racionalistas y materialistas
del marxismo. Criticó el racionalismo por no entender que “la razón” tenía límites y era algo
totalmente diferente de la “comprensión”. “La razón debe ser una con la percepción. Esta razón
dejó de percibir; ella simplemente calcula. La comprensión es instinto espiritual; la razón se
convirtió en un mero cálculo intelectual.”[23] El materialismo (que comparte un vínculo con el
racionalismo) y el racionalismo “abarcan todo excepto lo que es vital”. Como el racionalismo, el
materialismo no podía entender la historia o la naturaleza del hombre:
La concepción materialista de la historia, que le da a la economía un peso mayor que al
hombre, es una negación de la historia; niega todos los valores espirituales…. El hombre
se rebela contra el mero animal en sí mismo; está lleno de determinación de no vivir sólo
para el pan – o, en una etapa posterior, no sólo para la economía – toma conciencia de su
dignidad humana. La concepción materialista de la historia nunca ha tomado
conocimiento de estas cosas. Se ha concentrado en la mitad de la historia del hombre: y
en la mitad menos acreditable.[24]
Por lo tanto el marxismo, porque fue fundado sobre tales ideas, cometió el error de concebir al
hombre como un animal sin alma guiado únicamente por motivos económicos, mientras que en
realidad ideas superiores y fuerzas espirituales guiaban sus acciones. Además, Marx no pudo
entender que no había ningún proletariado internacional porque la gente, proletarios o no, se
diferenciaban por pertenecer a diferentes völker (esto a menudo se traduce como “naciones”,
pero también puede ser entendido como “etnias”).
Moeller creía que este error era en parte producto del pensamiento racionalista de Marx así como
de su origen judío, lo que le hizo ser “un extraño en Europa” que “se atrevió a inmiscuirse en los
asuntos de los pueblos de Europa.” Moeller golpeó: “Judío que era, el sentimiento nacional le era
incomprensible; racionalista que era, el sentimiento nacional era para él desactualizado.”[25]
Sin embargo, el socialismo en sí no estaba limitado al marxismo y, de hecho, “no existe el
socialismo internacional… el socialismo comienza donde termina el marxismo.”[26] Moeller
hizo un llamado al reconocimiento del hecho de que “cada pueblo tiene su propio socialismo” y
que existía un conservadurismo “nacional socialista” de origen alemán que debía ser el
fundamento del Tercer Imperio.
Este socialismo alemán era esencialmente una forma de corporativismo socialista, una
“concepción corporativa del Estado y la economía,” que tenía sus bases en las ideas de
pensadores como Friedrich List, Frieherr von Stein y Constantin Frantz, así como en el sistema
del gremio medieval.[27] Otros notables intelectuales que fueron contemporáneos de Moeller,
principalmente Oswald Spengler y Werner Sombart, abogaban por conceptos similares de
“socialismo alemán”.[28]
Moeller también desafió el concepto de Marx del proletariado así como su concepto de la guerra
de clases afirmando que “el proletariado es un proletario por su propio deseo”. Así, el
proletariado en el sentido marxista no era un producto de su posición en la sociedad capitalista,
sino simplemente de “la conciencia proletaria”. El socialismo es un “problema de población” que
es el “asunto socialista más urgente concebible” y al que Marx era incapaz de dar
reconocimiento un apropiado.[29]
El problema del proletariado era esencialmente el problema de una nación con mucho excedente
de población debido a la falta de “espacio vital”, lo cual implicaba que la gente comenzara a
vivir en malas condiciones. Debido a que Alemania estaba siendo impedida por potencias
extranjeras para resolver el problema de su población, “el proletariado está aprendiendo que si
clases oprimidas sufren en el cuerpo, las naciones oprimidas sufren en el alma”. Tanto los
alemanes proletarios como no-proletarios eran alemanes y tendrían que unirse para liberarse a sí
mismos de la opresión, porque “sólo la nación en su conjunto puede liberarse.”[30]

Liberalismo y Democracia
El liberalismo fue atacado por Moeller por considerarlo una fuerza negativa que debía ser
eliminada completamente y que era el principal enemigo tanto de la Izquierda revolucionaria y la
Derecha conservadora. Moeller pensaba que el liberalismo está esencialmente basado en el
individualismo, lo que significa no sólo la idea de que el individuo tiene valor sino que consiste
en una especie de egoísmo que se niega a reconocer algo por encima del individuo y que incluso
pone total valor al interés propio. “Los liberales dicen hacer todo lo que hacen por el bien de la
gente; pero destruyen el sentido de comunidad que debe unir a los hombres excepcionales con el
pueblo del que surgen.”[31]
Así, el liberalismo es una fuerza degenerativa que debilita a las naciones y atomiza la sociedad;
es una ideología tolerada sólo por naciones que ya no tienen un sentido de unidad o “instinto de
Estado.” Los liberales por lo tanto no tienen sentido de responsabilidad hacia su nación, siendo
indiferentes a su pasado y su futuro, buscando sólo ventaja personal. El poder desintegrante de
esta ideología es obvio: “Su sueño [el de los liberales] es la gran Internacional, en la que las
diferencias entre pueblos y lenguas, razas y culturas serán destruidas.”[32]
Moeller llegó a la conclusión de que el liberalismo había creado una forma de Estado – la
República – en la que la vieja aristocracia fue reemplazada por un “estrato peligroso,
irresponsable, despiadado, intermedio” de políticos corruptos guiados únicamente por su propio
interés. Moeller sostuvo incluso que los liberales no tenían una idea adecuada de libertad:
“libertad significa para él [el liberal] simplemente un campo de acción para su propio egoísmo, y
esto lo asegura mediante los dispositivos políticos que ha elaborado con ese propósito: el
parlamentarismo y la así llamada democracia.”[33]
En lugar del concepto liberal-republicano de democracia, Moeller ofreció una nueva idea: “La
cuestión de la democracia no es la cuestión de la república” sino más bien algo que surge cuando
la gente “toma participación en la determinación de su propio destino”.[34] Los alemanes habían
sido originalmente un pueblo democrático en tiempos antiguos, lo que no tenía nada que ver con
derechos teóricos o incluso con votar, sino que con el vínculo de patrimonio y la ejecución por
parte del monarca de la voluntad del pueblo.
Por lo tanto, incluso una monarquía fuerte podía ser una democracia. Sin embargo, Moeller creía
que la vieja monarquía del Segundo Reich había perdido contacto con el pueblo y que un nuevo
tipo de Estado monárquico debía entrar en vigor, “una democracia con un líder –no el
parlamentarismo”.[35] Este líder aboliría el mandato de los partidos e instituiría un sistema en el
cual los líderes “se sentirían uno con la nación” y “identificarían el destino de la nación con el
suyo propio.”[36]

Reaccionarios y Conservadores
Reaccionarios y conservadores a menudo se consideran como lo sinónimos, pero Moeller
enfatizó que existen importantes diferencias entre los dos grupos. Esencialmente un reaccionario
es alguien que cree en una total restitución de las formas pasadas. Es decir, busca revertir la
historia y traer de vuelta todas las prácticas antiguas, independientemente de si son realmente
buenas o malas, porque cree que todo lo del pasado era bueno. Moeller así distingue al
reaccionario de los conservadores:
La visión de la historia que tiene el reaccionario es superficial así como la del
conservador es profunda. El reaccionario ve el mundo como lo ha conocido, mientras que
el conservador lo ve como ha sido y siempre será. Distingue lo transitorio de lo eterno.
Lo que ha sido nunca podrá ser de nuevo exactamente de la misma forma. Pero lo que el
mundo ha dado a luz puede ser dado a luz de nuevo.[37]
Lo que esto quiere decir es que mientras un reaccionario busca revivir totalmente las formas del
pasado, los conservadores entienden cómo funciona realmente el mundo. Las sociedades
evolucionan y por lo tanto, cambian algunos valores y tradiciones, pero al mismo tiempo ciertas
tradiciones y valores no cambian o no deben cambiar. El conservador intenta preservar los
valores y costumbres que son buenas para la nación o son eternas en la naturaleza mientras
simultáneamente acepta nuevos valores y prácticas cuando son útiles para la nación o cuando se
reemplazan valores y prácticas viejas que, en efecto, eran negativas. Por lo tanto,
Él [el conservador] no tiene ambiciones de ver al mundo como un museo; lo prefiere
como un taller, donde puede crear cosas que sirvan como nuevos cimientos. Su
pensamiento difiere de los revolucionarios en el sentido que no confía en las cosas que
fueron engendradas apresuradamente en el caos de la agitación; las cosas tienen un valor
para él sólo cuando poseen cierta estabilidad. Los valores estables nacen de la
tradición.[38]
¿Qué, entonces, es un “revolucionario conservador” o “conservador revolucionario”. En muchos
sentidos, la definición de Moeller de conservador es básicamente equivalente a conservador
revolucionario; quien valora lo que es eterno o bueno, dejando atrás lo que ya no es sostenible o
está mal. Sin embargo, estrictamente hablando, para Moeller el conservador revolucionario es un
conservador que combina ideas conservadoras y revolucionarias para el beneficio de la nación.
Moeller escribió que el “pensamiento conservador revolucionario” es el “único que en una época
de agitación garantiza la continuidad de la historia y la preserva de igual forma de la reacción y
del caos.”[39] Por lo tanto, es un desarrollo necesario que reconoce y reconcilia “todas las
antítesis históricamente vivas entre nosotros,” refiriéndose a la reconciliación de ideas
aparentemente contradictorias como el socialismo y el nacionalismo conservador.[40]

El nacionalismo conservador y el Tercer Imperio


Según Moeller, el conservadurismo y el nacionalismo están vinculados, lo que significa que un
conservador es un nacionalista. Pero ¿cómo define “nacionalismo”, un término que a menudo
tiene definiciones contradictorias? La nacionalidad (o, alternativamente, etnia) no se basa
simplemente en nacer en un país específico y hablar su lengua, como a menudo se ha asumido en
el pasado; una nación es en realidad definida por “su propia carácter peculiar consistente en la
manera en que los hombres de su sangre valoran la vida.”[41] De esta forma, Moeller escribió:
Conciencia de nacionalidad significa conciencia de los valores de vida de una nación. No
sólo son alemanes los que hablan alemán o nacieron en Alemania, o posean sus derechos
de ciudadano. El conservadurismo busca preservar los valores de una nación, tanto
preservando los valores tradicionales, en cuanto éstos aún posean el poder de
crecimiento, y asimilando todos los nuevos valores que aumenten la vitalidad de una
nación. Una nación es una comunidad de valores; y el nacionalismo es una conciencia de
valores.[42]
Es de interés señalar aquí que los intelectuales liberales-igualitarios afirman a menudo que los
nacionalistas creen que una nación es una entidad totalmente inmutable en cuanto a carácter,
mientras que el concepto de Moeller de conservadurismo y nacionalismo, como se explicó
anteriormente, desafía completamente estos prejuicios anti nacionalistas. Del mismo modo, el
socio de Moeller, el influyente pensador völkisch Max Hildebert Boehm, opinó que un völk no
era un organismo inmutable, sino que estaba permanentemente fluyendo.[43]
Finalmente, Moeller declaró que “El estado tambaleante amenazó con dejar a la nación en ruinas.
Pero ha surgido una esperanza de salvación: un movimiento conservador-revolucionario de
nacionalismo.”[44] El que “Establecerá un Tercer Imperio, un imperio nuevo y final” que uniría
al pueblo alemán como un todo, estaría fundado sobre valores conservadores y el amor a la patria
y que resolvería los problemas económicos y demográficos de Alemania. Sin embargo, Moeller
destacó que el objetivo no era luchar sólo por Alemania, sino que “al mismo tiempo él [el
nacionalista alemán] está luchando por la causa de Europa, por cada influencia europea que
irradia de Alemania como centro de Europa.”[45]. Por lo tanto, el cumplimiento del destino de
Alemania significaría la salvación de Europa.

Influencia y muerte
La gran visión de Moeller para el futuro del nacionalismo alemán y el conservadurismo tuvo
mucha influencia entre los grupos de extrema Derecha en Alemania y fue fundamental en el
desarrollo de “conservadurismo revolucionario”. Sin embargo, su influencia más prominente fue
en el movimiento nacionalsocialista de Hitler, incluso al punto de que de Moeller a menudo se
dice que es un precursor del nacionalsocialismo.
Aunque el término “Tercer Reich” no se originó con él, fue él quien lo popularizó durante la
República de Weimar y fue la fuente de la cual los nacionalsocialistas lo adoptaron. Además, el
concepto de Moeller de un líder que se identifica con la nación, el concepto de un “socialismo
nacional”, su anti-liberalismo y su creencia en la importancia de la nacionalidad llevan a una
relación obvia con nacionalsocialismo de Hitler.
Sin embargo, estas ideas no son exclusivas de Moeller o de Hitler y de hecho son anteriores a
ambos. También existen diferencias llamativas entre Hitler y la cosmovisión de Moeller. Este
último no compartía el anti-eslavismo de Hitler o su particular punto de vista racial y, a pesar del
hecho de que consideraba a los judíos como un problema cultural en Europa, sus actitudes contra
ellos eran muy leves en comparación a Hitler.
Cuando Hitler visitó el Club Junio en 1922 y tuvo una discusión con Moeller, este creía que si
bien Hitler claramente estaba luchando por los intereses alemanes, no tenía las cualidades
personales necesarias: “Hitler fue arruinado por su primitivismo proletario. No entendía cómo
dar a su socialismo nacional cualquier base intelectual. Era la pasión encarnada, pero totalmente
sin sentido de la proporción o medida.”[46] Según Otto Strasser, otro asociado de Moeller, Hitler
tampoco entendía la frase de Moeller que rezaba “Éramos teutones, somos alemanes, seremos
europeos,” lo que significaba que Alemania debía convertirse en “un miembro de la gran familia
europea”.[47] A pesar de todo, Hitler aún admiraba a Moeller y una copia firmada de su Das
Dritte Reich fue encontrada en el búnker de Hitler en 1945.[48] El resultado fue que Moeller se
convirtió en una figura paradójica, admirada tanto por partidarios y adversarios de Hitler,
simultáneamente.
Ya por el año 1925, Moeller comenzó a desesperarse por la situación política en Alemania y por
varios acontecimientos negativos. Él no tenía ninguna confianza en las fuerzas políticas de
Derecha que surgieron y se ha sugerido también que temía que los nacionalsocialistas abusaran o
distorsionaran sus ideas. A medida que se retiraba del activismo político, Moeller se volvió más
solitario y depresivo, siendo finalmente golpeado por un ataque de nervios, tras lo cual se suicidó
el 30 de mayo de 1925.[49] Pero al dejar este mundo, Moeller van den Brick dejó como legado
su imponente visión:
El nacionalismo alemán lucha por el imperio posible…. No estamos pensando en la
Europa de hoy que es muy indigna como para tener cualquier valor. Estamos pensando en
la Europa de ayer y lo que puede ser rescatado para mañana. Estamos pensando en la
Alemania de todos los tiempos, la Alemania con un pasado de dos mil años, la Alemania
de un eterno presente que habita en el espíritu, pero que debe asegurarse en la realidad y
esto puede sólo hacerse políticamente…. El mono y el tigre en el hombre están
amenazando. La sombra de África cae sobre en Europa. Es nuestro deber ser guardianes
en el umbral de los valores.[50]

[1] Lucy Moeller van den Bruck citada en Fritz Stern, The Politics of Cultural Despair (Berkeley
& Los Angeles: University of California Press, 1974), 184
[2] Gerhard Krebs, “Moeller Van Den Bruck: Inventor of the ‘Third Reich,’” The American
Political Science Review 35, nº 6 (Diciembre, 1941): 1085–86.
[3] Klemens von Klemperer, Germany’s New Conservatism: Its History and Dilemma in the
Twentieth Century (Princeton: Princeton University Press, 1968), 154–55.
[4] Arthur Moeller van den Bruck, Die Deutschen, 8 vols. (Minden, Westphalia: J. C. C. Bruns,
1910).
[5] Krebs, “Moeller Van Den Bruck,” 1093.
[6] Kemperer, Germany’s New Conservatism, 155–56.
[7] Ibid., 156.
[8] Arthur Moeller van den Bruck, Der preussische Stil (Munich, 1916), 202. Citado en
Klemperer, Germany’s New Conservatism, 156.
[9] Arthur Moeller van den Bruck, Das Recht der Jungen Völker (Munich: R. Piper & Co.,
1919).
[10] Moeller citado en Krebs, “Moeller Van Den Bruck,” 1093.
[11] Klemperer, Germany’s New Conservatism, 158–59.
[12] Alain de Benoist, “Arthur Moeller van den Bruck,” Elementos: Revista de Metapolítica para
una Civilización Europea no. 15 (11 Junio 2011): 29-30, 46.
http://issuu.com/sebastianjlorenz/docs/elementos_n__15.
[13] Ibid.
[14] Klemperer, Germany’s New Conservatism, 103.
[15] Benoist, “Arthur Moeller van den Bruck,” 40-41.
[16] Moeller, Das Recht der Jungen Völker, pp. 11–39. Citado en Zoltan Michael Szaz, “The
Ideological Precursors of National Socialism,” The Western Political Quarterly 16, no. 4
(Diciembre, 1963): 942.
[17] Moeller citado en Stern, Politics of Cultural Despair, 239.
[18] Benoist, “Arthur Moeller van den Bruck,” 30, 40-42.
[19] Klemperer, Germany’s New Conservatism, 232, y Krebs, “Moeller Van Den Bruck,” 1087.
[20] Arthur Moeller van den Bruck, Germany’s Third Empire (New York: Howard Fertig, 1971).
Hacemos referencia a una edición más antigua de este trabajo, pero debe tenerse en cuenta que
una nueva edición con bibliografía ampliada ha sido publicada recientemente por Arktos Media
(Londres, 2012).
[21] Ibid., 24.
[22] Ibid., 223.
[23] Ibid., 212.
[24] Ibid., 55.
[25] Ibid., 43.
[26] Ibid., 76.
[27] Ibid., 60, 74, 160.
[28] Ver Oswald Spengler, Selected Essays (Chicago: Gateway/Henry Regnery, 1967) y Werner
Sombart, Economic Life in the Modern Age (New Brunswick, NJ, y Londres: Transaction
Publishers, 2001).
[29] Moeller, Germany’s Third Empire, 160–62.
[30] Ibid., 161.
[31] Ibid., 90.
[32] Ibid.
[33] Ibid., 110.
[34] Ibid., 132.
[35] Ibid., 133.
[36] Ibid., 227.
[37] Ibid., 181.
[38] Ibid., 223.
[39] Ibid., 192.
[40] Ibid., 254.
[41] Ibid., 245.
[42] Ibid., 245.
[43] Ver Max Hildebert Boehm, Das eigenständige Volk (Göttingen: Vandenhoek & Ruprecht,
1932).
[44] Moeller, Germany’s Third Empire, 248.
[45] Ibid., 264.
[46] Moeller citado en Stern, Politics of Cultural Despair, 238.
[47] Otto Strasser, Hitler and I (Boston: Houghton Mifflin Co., 1940), 27 & 207.
[48] Thomas Grumke, “Arthur Moeller van den Bruck, Arthur (1876-1925),” en World Fascism:
A Historical Encyclopedia, vol. 1, editada por Cyprian Blamires y Paul Jackson (Santa Barbara,
CA: ABC-CLIO, 2006), 431.
[49] Stern, Politics of Cultural Despair, 266 y Benoist, “Arthur Moeller van den Bruck,” 57-58.
[50] Moeller, Germany’s Third Empire, 264.

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