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El flogisto es la teoría científica, ya refutada, que buscaba dar una explicación al proceso
de combustión a través de la existencia de una sustancia que tienen los cuerpos
susceptibles de sufrir una combustión llamada flogisto, cuya presencia sería la que
provocaría que el objeto ardiera. Es considerada como la primera gran teoría de la química
moderna y fue postulada por el médico y alquimista (químico) Georg Ernst Stahl a principios
del siglo XVIII, basándose en los trabajos previos de su maestro, J. J. Becher.
Stahl (1660-1734), suponía que el calor puede presentarse de dos formas distintas: libre y
en combinación. Esta segunda forma es a la que él se refería como flogisto, que significa
‘inflamable’ en griego. Para Stahl, esta sustancia es inherente a todos los cuerpos
combustibles y, por lo tanto, la combustión sería el paso de esta forma de fuego combinado
a la forma libre, donde se podría apreciar con los sentidos. El flogisto sería una sustancia
que contienen todos los objetos combustibles que es la que arde realmente y que, al
acabarse, solo dejaría las cenizas y los desechos que quedan tras la combustión. Estos
restos son incapaces de volver a arder porque ya habrían gastado todo el flogisto del
cuerpo. Por ejemplo, Stahl creía que el metal estaba compuesto de flogisto y cal y al
provocar la combustión solo quedaba la cal; pero si se le añadía una sustancia que fuera
rica en flogisto (como el carbón) se podía volver al estado original.
Esta interpretación sobre la combustión fue rebatida a finales del siglo XVIII, cuando el
químico y biólogo Antoine-Laurent Lavoisier, conocido por sus estudios sobre la oxidación
de los cuerpos o la ley de conservación de la masa, demostró que la combustión era fruto
de una reacción química relativamente rápida y de carácter exotérmico. Los estudios de
Lavoisier relevaron la teoría del flogisto a un lugar obsoleto dentro del mundo de la ciencia.
La teoría del flogisto, sustancia hipotética que representa la inflamabilidad, es una teoría
científica obsoleta según la cual toda sustancia susceptible de sufrir combustión contiene
flogisto, y el proceso de combustión consiste básicamente en la pérdida de dicha sustancia.
Fue postulada por primera vez en 1667 por el alquimista/químico alemán Johann Joachim
Becher para explicar el proceso químico de la combustión.
La historia se basa en Johann Becher propuso una versión particular de la teoría de los
cuatro elementos: el papel fundamental estaba reservado a la tierra y al agua, mientras que
el fuego y el aire eran considerados como simples agentes de las transformaciones. Todos
los cuerpos, tanto animales como vegetales y minerales, estaban formados según Becher
por mezclas de agua y tierra. Defendió también que los verdaderos elementos de los
cuerpos debían ser investigados mediante el análisis y, en coherencia, propuso una
clasificación basada en un orden creciente de composición.
Becher sostenía que los componentes inmediatos de los cuerpos minerales eran tres tipos
diferentes de tierras, cada una de ellas portadora de una propiedad: el aspecto vítreo, el
carácter combustible y la fluidez o volatilidad. La tierra que denominó terra pinguis se
consideraba portadora del principio de la inflamabilidad.
Su nombre podría traducirse como tierra grasa o tierra oleaginosa, que en la alquimia se
conoce con el nombre de azufre, aunque Becher empleó también otras expresiones para
designarla, entre ellas azufre flogisto. Finalmente fue la palabra flogisto la que acabó
imponiéndose, gracias sobre todo a la labor del más efectivo defensor de sus ideas, Georg
Ernst Stahl.
Teoría.
También se conocía desde hace mucho tiempo que algunas de estas sales metálicas
podían ser transformadas de nuevo en los metales de partida. Stahl explicó este proceso
suponiendo que los metales estaban formados por una cal y un principio inflamable que
denominó flogisto, por lo que la calcinación, es decir, la formación de la cal, se podía
explicar, al igual que la combustión, como un desprendimiento de flogisto, el cual se liberaba
del metal y dejaba la cal al descubierto. El proceso inverso, la reducción de la cal al metal,
podía ser igualmente explicada como una adición de flogisto. Si una sustancia rica en
flogisto, como el carbón, era puesta en contacto con una cal metálica, podía transferirle su
flogisto y dar lugar a la formación del metal.
En palabras claras, Stahl consideraba que los metales y en general todas las sustancias
combustibles contienen una sustancia que carece de peso, tal sustancia es la llamada
flogisto. Cuando se calcina un metal o durante la combustión de cualquier materia, el flogisto
se separa en forma de llamaradas dejando un residuo incombustible, conocido en la
alquimia como "sal", comúnmente sucede al calcinar los metales, o simplemente cenizas,
con una sencilla fórmula que es la siguiente: carbón = flogisto + cenizas o Metal = flogisto
+ herrumbre.
Para reintegrar la ceniza en carbón bastaría pues añadir flogisto: ceniza + flogisto = carbón,
como se entendía que (sucede por ejemplo en el mismo carbón) aquellos cuerpos que
arden sin apenas dejar residuo, casi todo él era flogisto, por tanto, para reintegrar el metal,
a la herrumbre añadiríamos flogisto, o lo que es lo mismo, un cuerpo muy rico en flogisto,
así: herrumbre + carbón = metal.
Análisis a la teoría flogística.
El desarrollo de la química neumática en el siglo XVIII supuso nuevos retos para esta
interpretación que fueron afrontados por Joseph Priestley. Este autor empleó la teoría del
flogisto para explicar las transformaciones de lo que denominaba "fluidos elásticos" (o
"gases", de forma aproximada, en nuestra actual terminología). Priestley introdujo
expresiones como "aire flogistizado" y "aire desflogistizado". Se había observado desde
muy antiguo que cualquier sustancia arde durante un periodo limitado si la cantidad de aire
disponible es igualmente limitada (en caso de hallarse, por ejemplo, en un recipiente
estanco). Priestley denominó al residuo de aire que quedaba tras el proceso de combustión
(en realidad, una mezcla de nitrógeno y dióxido de carbono) "aire flogisticado", pues
pensaba que durante la combustión dicho aire había absorbido todo el flogisto que tenía
capacidad de albergar.
La combustión cesaba porque no podía absorber más flogisto. Siempre siguiendo esta línea
de razonamiento, cuando Priestley calentó la cal roja de mercurio y obtuvo un tipo de aire
que podía mantener más tiempo la combustión lo denominó "aire desflogistizado". Años
más tarde Lavoisier lo denominaría "oxígeno".
El pensamiento alquimista
A pesar de la aparente contradicción, para los alquimistas, lo que fallaba no era la teoría
sino su planteamiento. Desde el momento en que algunos autores que nunca habían sido
alquimistas y a lo sumo sólo fueron aprendices de alquimia, asumen que se debe ganar o
perder peso obligatoriamente en todas las reacciones. Los alquimistas sostienen la fórmula
del flogisto, ser = flogisto + sal + agua, sal = ser - flogisto - agua, etc. pero no comparten en
absoluto las elucubraciones sobre los pesos de las sustancias, y nunca un alquimista tenido
por auténtico defendió tales elucubraciones.
Tomando la fórmula ser = flogisto + sal + agua. Si el ser consiste en la suma de esos tres
principios (el flogisto se componía de dos, el alma y el espíritu), eliminando uno de ellos
deja de ser. En la alquimia un mineral se considera un ser vivo del mismo modo que un
polluelo, e igualmente si tenemos cada uno de los principios constituyentes por separado
al reunirlos por el método alquímico se restituye de nuevo el ser. En la alquimia, un metal
era tenido por un ser muerto del mismo modo que un huevo cocido o el polluelo de antes,
asado, al que le ha sido privada de uno de sus principios constituyentes. En alquimia si se
toma el polluelo y se lo somete a un fuego intenso, el flogisto desaparece, si se intensifica
el fuego hasta calcinarlo por completo, todo rastro de flogisto y agua desaparecen
quedando sólo la sal, si se hubieran recogido todas estas volatilizaciones en un recipiente,
sería luego posible restituir la vida al polluelo en forma de huevo reuniendo sus 3 principios
siguiendo los métodos alquímicos, en un nuevo nacimiento. La teoría del flogisto es una
operación de suma o resta según desde que punto se parte, un cambio a un estado vivo o
a un estado de muerte respectivamente. La alquimia por tanto no compartía las
elucubraciones de Stahl que mezclaba alegremente compuestos siguiendo el razonamiento
al que había llegado, ignorando completamente todas y cada una de las reglas y regímenes
del fuego.