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La realidad y el deseo

Situémonos en la obra que vamos a analizar. La realidad y el deseo es un libro compuesto por varias
colecciones de poemas que recopilan toda la obra de Luis Cernida, y que ordenados cronológicamente son:
Primeras poesías, Égloga, elegía, oda, Un río, un amor, Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido e
Invocaciones a las gracias del mundo, Las nubes, Como quien espera el alba, Vivir sin estar viviendo, Con las
horas contadas y Desolación de la quimera.

Primeras poesías presenta un ambiente crepuscular o nocturno y, en él, una estancia ---ocasionalmente un
jardín- esquemáticamente decorada, donde el poeta se encuentra, imbuido en una melancolía indolente.
Formalmente emplea el metro corto -heptasílabo casi siempre-; los poemas son breves y la palabra es exacta
y concisa. En el libro aparece el espíritu solitario de Cernuda: no aparece ningún otro ser humano. Los
objetos están contemplados desde una perspectiva de lejanía, de distanciamiento del observador. Este
distanciamiento es mucho mayor en las décimas que en los poemas que se intercalan entre los poemas más
extensos, hasta tal punto que algunas décimas parecen meros ejercicios de estilo.

En el libro se encuentra ya la conciencia de un mundo interior y otro exterior. Ese mundo externo al poeta, e
inaprehensible, se separa del interno por medio de elementos que son genéricamente denominados
simplemente muro. El punto de contacto entre ambos mundos lo constituye una ventana a través de la que
el poeta divisa objetos estáticos. En el interior de la estancia, el poeta se nos presenta en una actitud
indolente y como desorientado. Ambos estados anímicos se explican por el conflicto que le plantea al poeta
la conciencia de que existe en él una fuerza oculta, un afán íntimo, pero se ve incapaz de expresarlo. Junto a
esta presentación, más bien velada, de su deseo, aparecen las referencias a la incapacidad para expresarlo,
para darle forma mediante la palabra. El contraste entre la realidad y el deseo no es en este libro aún un
enfrentamiento hostil, precisamente por esa vaguedad e indefinición. Tanto una como otro aparecen
envueltos en sombra, de ahí que la presencia de la noche sea una constante en la mayoría de los poemas.

En "Historial de un libro" nos da Cernuda la clave para entender el segundo libro, Égloga, elegía, oda. Esta
colección consta de los tres poemas indicados en el título más un "Homenaje" dedicado a Fray Luis de León.
Cuenta Cernuda que el libro surgió como reacción a las críticas recibidas por Perfil del aire. Acusado de esa
supuesta imitación de Guillén y de ausencia de novedad, opta por cultivar precisamente eso que se le critica.
Surgen, de este modo, las composiciones señaladas, de corte clasicista, garcilasiano. Reconoce el autor que
se trata de "ejercicios sobre formas poéticas clásicas ... sin duda provechosas para mi adiestramiento
técnico", pero al mismo tiempo encuentra que no le satisfacen, ya que no hay en ellas impulso vital.

A pesar de todo esto, Égloga, elegía, oda es un libro importante para entender a Cernuda, no sólo como
poeta, sino también como ser humano. La colección nos muestra un autor que domina perfectamente los
resortes técnicos de la poesía y que es capaz de componer poemas más extensos sin que se resienta el hálito
poético. Esta será una característica presente en su producción posterior.

Los aspectos biográficos que se adivinan tras estas composiciones no se reducen a un enfrentamiento con la
sociedad, ---otra de las constantes cernudianas-. La dialéctica entre la realidad y el deseo aparece en
"Elegía'', donde además de mantenerse el ambiente nocturno y la estancia semidesnuda de los poemas de la
serie anterior, el poeta presenta el contraste entre el deseo que le produce un contorno juvenil desnudo
vagamente entrevisto en la penumbra y la realidad que le muestra que todo ha sido producto de su fantasía.
Es la primera vez que aparece la figura humana, el otro, aunque se trate de una sombra. También en "Oda"
aparece la descripción de un cuerpo masculino, el del joven dios protagonista del poema. En definitiva,
Égloga, elegía, oda contiene, en germen, los elementos temáticos de la obra poética de Cernuda.
A partir de Un río, un amor la voz de Cernuda adquiere una modulación totalmente diferente. La serie
anterior era un callejón sin salida, de modo que hay que optar por la ruptura. Dos hechos importantes
ayudan en este hecho: un viaje a Madrid y París y el descubrimiento del surrealismo. El viaje supone una
liberación del ambiente provinciano en que vivía; el surrealismo le permitirá expresar su peculiaridad
personal. Predominan en esta serie los versos largos y desaparece la rima, quedando el poeta dotado de una
libertad plena para expresar su mundo subconsciente. El elemento nocturno sigue teniendo un papel
importantísimo, pero ahora adquiere esa nueva dimensión que le otorga el surrealismo: el mundo exterior
está visto en función de las vivencias internas. La realidad, vista desde el prisma de los deseos del poeta, se
torna oscura, sombría, ruinosa, porque el estado anímico del autor se encuentra en una situación
desesperanzada, sin luz. No obstante, cuando se refiere a espacios lejanos al poeta, soñados, la realidad es
alegre, activa, luminosa, juvenil.

El siguiente libro, Los placeres prohibidos supone un paso más, el definitivo, en el proceso liberalizador de la
palabra cernudiana. El verbo se hace más directo, más sensual. El libro saca a la luz pública la realidad de los
sentimientos amorosos del poeta, su homosexualidad, aspecto esencial para entender la obra del autor.
Formalmente, en esta serie, se emplean técnicas surrealistas, desapareciendo por completo las estrofas, la
regularidad de los versos, etc.: el poema se ajusta exclusivamente a la necesidad expresiva del autor, sin otra
sujeción.

Otro hecho fundamental acompaña la escritura de este libro; en 1931, Cernuda conoce a Serafín Fernández
Ferro, un joven gallego con el que iniciará una relación sentimental que dura hasta el año siguiente. Por
primera vez esos deseos imposibles que había manifestado en su poemario anterior se cumplen, y Cernuda
dedica algunos poemas de Los placeres prohibidos a Serafín, aunque en su edición definitiva eliminará las
dedicatorias. La exaltación propia del encuentro amoroso se contagia también a muchos poemas de la
colección.

Estéticamente, el poemario es un paso más en la tendencia surrealista; Cernuda rompe la lógica sintáctica en
muchos poemas y se vale de los versículos (versos de gran extensión que no guardan una medida fija) para
dar rienda suelta a su imaginación por medio de imágenes y metáfora audaces que en ocasiones causan
extrañeza o desagrado.

Donde habite el olvido, título tomado de un verso de la "Rima LXVI" de Bécquer, surgió como una sórdida
historia de amor y supone un abandono casi definitivo del surrealismo. Vuelven de nuevo las composiciones
breves y el metro corto. El objetivo del poeta pasa a ser "olvidar un olvido", o sea "lograr un estado de
inconsciencia total que borre cualquier recuerdo del pasado". La noche va a adoptar el significado de
"olvido" y, en un paso más, el de "muerte". Lo que en Los placeres prohibidos sólo estaba insinuado, se torna
ahora identidad: el binomio noche/muerte se convierte en un par de sinónimos que representan el estado
anímico del poeta.

La primera edición de de La realidad y el deseo, publicada en 1936, se cierra con la serie titulada
Invocaciones a las gracias del mundo, diez poemas en los que se hace una especie de recapitulación de la
vida del autor hasta el momento. El poeta parece detenerse a reflexionar, estableciendo sus relaciones con
las distintas "gracias del mundo": el amor, la soledad, la tristeza, la poesía, el deseo, el viento, el mar y la
noche. El panteísmo, la belleza casi divina del cuerpo, el contacto con la naturaleza, son algunos de los temas
que asoman en los poemas de Invocaciones. Hay una evidente relación con el mundo clásico de Égloga,
Elegía, Oda, pero sin la rigidez y estatismo que Cernuda otorgó a los poemas de su segundo poemario. Este
mundo clásico se enriquece con la visión moral no cristiana, la libertad, la soledad y labúsqueda de la pasión
pagana, que en parte hereda de esa tendencia romántica de la que hemos hablado.
La siguiente obra incluida en La realidad y el deseo fue Las Nubes, que se publicó por primera vez como la
séptima sección de La realidad y el deseo, en la segunda edición ampliada del libro, que vio la luz en México
en 1940. Se compone de 31 poemas nacidos en un contexto de guerra: la Guerra Civil Española (1936-1939) y
el inicio de la II Guerra Mundial, que empieza en 1939 y se prolongará hasta 1945. Es un libro sobre la guerra
y el exilio, y por su relación con el país, es el libro más español del autor. El tema de España presenta una doble
vertiente en Cernuda; por un lado, está clara su crítica a la España tradicional, conservadora y represora que
identifica con el bando nacional, pero también se revela contra las brutalidades del bando republicano. El otro
gran tema será el del exilio, que en un primer momento se tomará como un exilio temporal, resultado de
las circunstancias históricas que le tocó vivir, pues no será hasta años después que Cernuda admita que su
exilio será definitivo.

Estilísticamente, Las Nubes supone la introducción definitiva de Cernuda en su etapa de madurez. Tras el
cambio que se había producido en Invocaciones, y que se percibe aún en los primeros poemas del libro (un
exceso de retórica, un gusto por el lenguaje elevado), su estilo se depura. Por un lado, se amplía
temáticamente; en Invocaciones, los poemas giraban en torno a conceptos abstractos (la soledad, la belleza,
la creación artística...) en un tono íntimo de carácter simbólico. Ahora, como muy bien ha estudiado Luis
Antonio de Villena, la realidad cultural, histórica y biográfica de Cernuda entran en su poesía; en cuanto a la
expresión, se hace más objetiva, evitando la presencia directa del yo poético. El poemario indaga aún más
en su investigación sobre el Romanticismo, que había iniciado con Bécquer en Donde habite el olvido.

El siguiente libro, Como quien espera el alba, contiene una serie de poemas que fueron escritos entre Glasgow
y Oxford (1941-1943) durante su estancia inglesa. Es uno de los períodos más duros de Cernuda, que vive en
una ciudad que no le gusta y sueña con regresar a España. El título hace referencia a un doble amanecer: el
que suponga el fin de la contienda (la II Guerra Mundial que ha sucedido a la Guerra Civil Española sin apenas
descanso), y el que traiga un nuevo futuro para él, condenado a un exilio que cada vez se hace más
permanente. La lectura de la Biblia, así como la del filósofo Kierkegaard y la correspondencia de Goethe y
Schiller, son influencias que se transmiten en su poesía, preocupada por la meditación sobre la existencia
humana en un momento histórico complejo. En cuanto al estilo, un continuo uso del encabalgamiento y
una abundante combinación métrica, aunque con predominio de los versos heptasílabos, eneasílabos y
endecasílabos.

En cuanto al siguiente libro, Vivir sin estar viviendo, Cernuda comienza a escribirlo en Cambridge habiendo
dejado atrás un Glasgow que detestaba; lo continuó en Londres en sus dos últimos años en el país y
lo concluyó en Massachusetts. El encierro en sí mismo que señalamos en Como quien espera el alba se
mantiene, y no hay una nueva apertura a la realidad como en Las Nubes. En ese sentido, no hay avance con
respecto a las novedades que presentó en el poemario que le precede; más bien hay una insistencia en los
mismos temas, al que se une el paso del tiempo; pero la manera de presentarlos crea un efecto de
distanciamiento y de extrañeza. Ni siquiera los breves atisbos de amor (los cuatro poemas que abren el libro,
"Cuatro poemas a una sombra") consiguen romper la impresión de repetición y falta de originalidad del
libro. Los avances estéticos señalados en el libro anterior (el uso del "tú", los encabalgamientos, las frases
largas y complejas, la tendencia al prosaísmo) se mantienen sin ninguna novedad en Vivir sin estar viviendo.

Para el análisis de su siguiente libro, Con las horas contadas, debemos tener en cuenta el viaje de vacaciones
que en 1949 Cernuda realizó a México. La visita supuso un verdadero choque para el poeta, que desde su
salida de España en 1938 no había vuelvo a pisar un país de habla hispana. El reencuentro con su lengua y
con una cultura mucho más cercana a la suya que el puritanismo anglosajón que cada vez soportaba menos,
le hizo replantearse su vida y despertar del letargo en que se hallaba inmerso. Vuelve en los veranos de 1950
y 1951, y es entonces cuando conoce a Salvador Alghieri, el que será su último amor. Finalmente, en 1952, se
traslada a México de manera definitiva.
El amor y el México provocan un cambio sustancial en Cernuda, revitalizando su poesía. México
representa una nueva versión del paraíso perdido, de su Andalucía natal, idealización del sur, frente al norte
industrializado, frío y conservador que había sido para él Nueva Inglaterra. Cierto que el libro es una
continuación del tono sobrio de Vivir sin estar viviendo, pero ese tono se va diluyendo a medida que avanza
el poemario y Cernuda va adoptando un estilo más sencillo y directo. Se decanta por poemas breves y en
verso corto, que tienden a la canción, usando un lenguaje mucho más coloquial y vivo (sirva como ejemplo
"Otra fecha", "Soledades" o "Pasatiempo"). Hay, como es lógico, muchos temas ya consustanciales al autor
que vuelven a repetirse en el libro: España, el exilio, la oposición entre los valores del norte y los de los
países meridionales, y el paso del tiempo, que había aparecido en el libro anterior. En concreto, el título del
volumen hace referencia a la percepción de Cernuda de que su tiempo se acaba, de ahí que intente disfrutar
al máximo de lo que le resta de vida.

Cernuda empieza a escribir Desolación de la Quimera en México en 1956, y lo concluye en California en


1962. Uno de los rasgos sobresalientes del poemario es la sensación de final y cumplimiento que domina en
sus textos; "Antes de irse", "Del otro lado", "Epílogo", "Despedida" dan testimonio de ello. Parece
que Cernuda intuía ya la presencia de la muerte, a pesar de su buena salud y de que no era aún un anciano
(empieza a escribir el libro con 54 años). Ese presentimiento de la cercanía del fin le lleva a componer un
poemario que repasa sus obsesiones y se detiene a dar las gracias a quien lo merece y a lanzar un último
reproche a sus detractores. Hay poemas dedicados a España ("Díptico español"), a la Guerra Civil ("1936"), a
los críticos literarios y a la sociedad hipócrita ("Birds in the night", "A mis paisanos") a los cuerpos jóvenes
que aún atraen su atención ("Despedida"), a poemas anteriores de su larga producción ("Epílogo" se
relaciona con la serie Poemas para un cuerpo, "Pregunta vieja, vieja respuesta" con Donde habite olvido), y a
los amigos que ya no viven ("Amigos: Enrique Asúnsolo", "Otra vez, con sentimiento").

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