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“¡Han pasado tantas, pero tantas cosas! Y sin embargo continúo en pie.

¡La gracia de Dios es fuerza


de las fuerzas, sin ella qué hubiera sido de mí! Momentos que humanamente hablando son
imposibles de resistir y, sin embargo, cada vez, cada día, con nuevas ansias de superación, de
entrega, de inmolación”.

“Quisiera llenarme de sólo su amor y no vivir sino sólo para Él, sólo espero cumplir su Voluntad, no
quiero otra cosa”.

“Cómo te agradezco, Señor, todo, íntegramente todo de ofrezco, Señor, por tu gloria y salvación de
nuestra alma y, junto con la nuestra, la de miles de almas más”.

“Muchos son los recuerdos que tratan de avasallarme, ¡Jesús mío! ¡Cuánto en verdad me gustaría
vivir, unos instantes, aquéllos que serían imborrables! Pero con toda calma, con la generosidad más
amplia, Tú ves cómo te los he ofrecido, especialmente en este Santo Día en que patentemente tu
ayuda me ha alentado, ofreciéndote a cada instante todos los trabajos, luchas, angustias, cansancios
de estos días”.

“Hay momentos verdaderamente desoladores, que si no fuese por ese ideal que abrazo…yo no sé
si hubiera resistido sin desesperarme. Pero nuestro Señor es incalculablemente generoso para
conmigo, pues, cuando ya va a ser, según mi parecer, imposible seguir soportando, de cualquier
lado me hace llegar una palabra, un gesto, una sonrisa que vuelve a levantarme.”

“Yo te doy gracias, mi Dios, y quisiera poder en todo y siempre decir: ¡Sí, Padre!, conformando a Tu
divina Voluntad mi pequeña Voluntad”.

“En todos los trabajos que estoy realizando trato de poner el sello de nuestro espíritu cristiano,
porque quiero que todo se sature de Cristo y donde quiera que sea pueda dejar un rayito de luz, no
porque sea yo, Tú lo sabes, Señor”.

“Solo nos resta invocar de nuevo su nombre en demanda de fuerzas y aliento para que no decaigan
nuestros anhelos y para que, desde este mismo momento, sin espera de un minuto más, iniciemos
la ardua pero hermosa tarea de conocer y hacer conocer a Cristo, más aún, Vivir en Cristo, para
Cristo y por Cristo”.
“Que sepa dirigir, orientar, organizar con verdadero espíritu de caridad cristiana, con toda suavidad
y calma, con mucha, muchísima prudencia y con muchísimo espíritu de humildad; que sea yo la
servidora de todos y cada uno…, que mi corazón esté pronto siempre para perdonar, pero, sin aflojar
en aquellas cosas que miran directamente a tu gloria [...”.

“Nunca imaginé que tuviera que ser tan feliz llevando consuelo a quienes con su dolor hacen posible
nuestra vida”.

“Que sepa leer, Señor, en todas tus obras Tu voluntad, de modo que mi alma irrumpa en un canto
inextinguible de Alabanza, Reverencia y Servicio por tu mayor gloria y salvación de nuestras almas y
junto con la de miles de almas más”.

“Trabajar en silencio y sin descanso, sin que nadie se dé cuenta de que existo y hago las cosas, no
por lo que pudieran decir los demás sino, todo, absolutamente todo, por la mayor gloria de Dios y
la salvación de nuestras almas”.

“Enciende mi corazón con la llama de tu amor, hazme humilde, Señor Jesús. Que esta vanagloria
que me asedia tanto sea sujetada con la imitación sincera de tus virtudes, especialmente la pureza,
la humildad y la caridad, y en fin, Señor, todas aquellas virtudes indispensables para un buen, para
un santo apóstol, no por lo que digan los demás, sino por tu gloria nada más”.

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