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Los productos finales de la digestión deben a continuación atravesar la pared del tubo
digestivo y pasar a la sangre (absorción), para ser posteriormente distribuídos a todas las
células del organismo. La absorción intestinal se caracteriza por ser un proceso rápido, de
tal forma que la digestión y absorción de una comida compleja pueden completarse en
menos de tres horas. Es, además, un proceso extraordinariamente eficaz; por ejemplo, la
absorción de lípidos y proteínas es superior al 95 %.
Aunque en el estómago puede absorberse alcohol y algún otro tipo de moléculas (ciertos
fármacos del tipo de la aspirina), sólo lo hacen en cantidades muy reducidas. Los procesos
de absorción tienen lugar fundamentalmente en el intestino delgado y en el intestino grueso.
El principal lugar de absorción es el intestino delgado, aunque el agua y las sales pueden
hacerlo también en el intestino grueso.
Pliegues de Kerckring 1 x3
Vellosidades 10 x 30
Por último, las células de la mucosa intestinal tienen un borde en cepillo, constituido por
un gran número de microvellosidades que hacen todavía mayor la superficie de absorción.
Estas células denominadas enterocitos, se forman a partir de células precursoras en las
profundidades de las criptas del Lieberkühn y luego van emigrando hacia el extremo de la
vellosidad. Los enterocitos tienen una vida media de unos pocos días y, cuando envejecen,
se van descamando a la luz intestinal. El epitelio intestinal se renueva íntegramente en 6
días.
El consumo diario de glúcidos en los países occidentales es de unos 250-800 g. Más del
50% se encuentran en forma de almidón, y en menores proporciones como los disacáridos
sacarosa y lactosa y los monosacáridos glucosa y fructosa.
La digestión de las proteínas se inicia por acción de la pepsina del estómago, dando lugar a
la formación de polipéptidos, oligopéptidos y algunos aminoácidos. La digestión se
continúa en el intestino gracias a las proteasas del jugo pancreático (tripsina,
quimotripsina, carboxipeptidasas, colagenasa y elastasa), formándose ya oligopéptidos
(30%) y diferentes aminoácidos (70%).
Al igual que ocurría con los glúcidos, la digestión se completa a nivel del borde en cepillo
de las células intestinales o enterocitos. Estos con tiene una serie de aminopeptidasas
orientadas hacia el exterior de la membrana, que hidrolizan la mayor parte de los péptidos,
liberando aminoácidos. Una pequeña parte de los péptidos pueden, no obstante, pasar al
interior de las células a través de un transportador ligado a H+ y se hidrolizan a aminoácidos
por medio de peptidasas citoplasmáticas. Los mecanismos de absorción de los aminoácidos
son transporte activo secundario acoplado al sodio, existiendo cuatro tipos de
transportadores distintos, para los aminoácidos neutros, básicos, ácidos y uno específico
para prolina e hidroxiprolina.
La solubilización sólo es posible por incorporación a las micelas de la bilis. Cuando la bilis
se mezcla con las gotitas de lípidos en el intestino, los lípidos se absorben en las micelas y
así se mantienen estables pasando de formar parte de gotas cuyo diámetro era de 0,5 a 1 μ,
a micelas cuyo diámetro es de 4 a 6 nm (aproximadamente 1.000 veces más pequeñas).
La digestión de los lípidos se lleva a cabo a nivel de intestino delgado gracias a la presencia
de las enzimas lipolíticas del páncreas. La lipasa pancreática, es la más importante,
desdobla los triglicéridos en monogliceridos y ácidos grasos; también parece existir una
lipasa gástrica, capaz de digerir triglicéridos de cadena corta, pero su actividad es muy
reducida. La fosfolipasa disocia las lecitinas en lisolecitinas y ácidos grasos. La
colesterol-ésterhidrolasa hidroliza el colesterol esterificado, originando ácidos grasos y
colesterol libre.
Al mismo tiempo, la lipasa se absorbe también, manteniéndose anclada a los ácidos biliares
gracias a una proteína, la colipasa pancreática. Entonces se produce la hidrólisis de los
triglicéridos, con formación de monoglicéridos y ácidos grasos, que se incorporan a las
micelas ya que los productos de la hidrólisis de los lípidos son compuestos insolubles en el
medio acuoso intestinal.
Una vez producida la incorporación a las micelas mixtas, los productos de la digestión de
los lípidos pueden ya ponerse en contacto con las microvellosidades y absorberse a través
de la membrana celular por difusión. Para penetrar en el interior de los enterocitos, las
moléculas lipídicas difunden primero a la zona de líquido que rodea a éstos y luego
penetran a través de la membrana epitelial. Las micelas difunden entonces en sentido
retrógrado y vuelven a absorber nuevos lípidos, que son transportados hacia las células de
las vellosidades.
La absorción intestinal de los lípidos es un proceso muy eficaz. Más del 95% de los mismos
se recuperan, fundamentalmente a nivel duodenal, y sólo una pequeña cantidad se pierde
cada día a través de las heces.
Una vez en el interior de las células intestinales, los productos de la digestión de los lípidos
se unen a una proteína transportadora de bajo peso molecular, la cual los lleva hasta el
retículo endoplasmático liso. En éste tiene lugar la resíntesis de triglicéridos, la de lecitinas
y la de colesterol esterificado.
Los triglicéridos de cadena media (TGCM), a diferencia de los de cadena larga y corta,
penetran en la célula de forma directa, sin disociación previa por medio de la lipasa. Un
30% de los TGCM pueden ser absorbidos sin hidrólisis previa; los que son hidrolizados lo
hacen por las lipasas pancreáticas, formando rápidamente micelas. Una vez en el interior de
la célula no se reesterifican sino que pasan en seguida a la circulación venosa portal.
Lípidos
Tipo Origen Destino Función
principales
Transporte de
Quilomicrón Intestino Células TG y otros lípidos de la
dieta.
Transporte de
VLDL Hígado Células TG y colesterol lípidos
endógenos.
El agua que pasa por el intestino delgado, aproximadamente unos 9 litros diarios (2 litros
procedentes de la alimentación y unos 7 litros procedentes de las secreciones digestivas), se
reabsorbe en más de un 80% en el intestino delgado. El resto lo hace en el intestino grueso,
de tal modo que sólo una pequeña cantidad, alrededor del 1%, se elimina con las heces. Los
desplazamientos del agua tienen lugar por mecanismos pasivos osmóticos, y se relacionan
normalmente con el transporte de solutos, siguiendo el gradiente osmótico creado por las
sustancias absorbidas a la sangre.
El paso del sodio al espacio intercelular produce en éste una solución hipertónica que
facilita el arrastre de agua como consecuencia del gradiente osmótico creado. El agua pasa
desde la luz del intestino a través de las denominadas uniones estrecha, existentes entre las
membranas de células adyacentes (vía paracelular), o en menor cuantía, a través del interior
celular (vía transcelular). Las uniones estrechas presentan una permeabilidad decreciente,
desde el duodeno hasta el colon, de tal modo que la participación de la vía paracelular en el
transporte de agua se va reduciendo a medida que se progresa a lo largo del intestino. Una
vez en el espacio intercelular, el agua, gracias al gradiente de presión hidrostática creado,
puede pasar a través de la membrana basal (mucho más permeable que las uniones
estrechas) hacia los capilares sanguíneos.
El cloro se absorbe en duodeno y yeyuno por difusión pasiva siguiendo al Na+. En el ileon
y colon, realiza un cotransporte activo con el Na+, y también un intercambio con el
bicarbonato.
A lo largo de un día se excretan de 100 a 150 gramos de materia fecal, de la que entre 30 y
50 gramos son sólidos y de 70 a 100 gramos son de agua. La materia sólida está formada
por residuos de materiales no digeribles (ej.: celulosa), pigmentos y sales biliares,
secreciones intestinales, principalmente mucus, células epiteliales descamadas, bacterias
(hasta 1/3 de los sólidos totales), y materiales inorgánicos: Ca++, fosfatos, etc.
Las heces eliminadas diariamente a través del recto contienen una cantidad de líquido
inferior a los 200 ml. Cantidades superiores determinan la aparición de diarrea, que puede
tener diversos orígenes. El fenómeno puede producirse, por ejemplo, por el uso de laxantes,
capaces de bloquear la actividad de la ATPasa Na/K y la absorción intestinal de sodio. El
cólera o determinadas infecciones bacterianas también pueden originar diarrea al estimular
la secreción de agua y electrolitos por las criptas de Lieberkühn; por este mecanismo
pueden llegar a perderse hasta 5-10 litros de agua cada día, con grave riesgo para la vida.
El organismo humano contiene unos 100 billones de bacterias (1014) que conviven de
manera simbiótica con él. Ha de observarse que esta población supone más de 10 veces el
número de células del cuerpo humano. Toda esta batería de microorganismos se distribuye
entre 400 especies diferentes, dando idea de la diversidad de este ambiente ecológico.
La denominada flora microbiana del aparato digestivo desarrolla las siguientes funciones:
Ácido butírico. Tiene un efecto trófico sobre las células epiteliales del colon.
Ácido acético. Utilizado como nutriente por la masa muscular.
Además estas bacterias sintetizan vitaminas tales como la biotina, ácido fólico, complejo B
y vitaminas K y E. Añadidamente, el pH que se genera en esta región facilita la absorción
de Ca, Mg y Fe. Y una función muy importante es la degradación del propio moco
colónico, que en ausencia de estas bacterias no es degradado correctamente y causa edemas
en esta región.
2. Efecto barrera frente a patógenos. Por un lado, agotando los recursos nutritivos, de tal
forma que no quedan para otras especies; además controlando el pH del medio
(acidificándolo) que imposibilita la presencia de otros organismos de carácter patógeno. Y,
por último, mediante la liberación de bacteriocinas, que atacan otras bacterias.
4. Desde el destete hasta los 3-4 años se producen pequeñas modificaciones pero la
flora es ya la del adulto.
Se ha de tener en cuenta, que el 40% del peso de las heces es de los microorganismos. Los
antibióticos destruyen esta flora y se requieren unas dos semanas para recuperarla.