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Instituto de Teología San Juan Damasceno
P.A.S.E. (Program for Arabic – Spanish Exchange)
SOFI
240
Grandes
Hitos
en
la
Historia
de
la
Iglesia
Lección
9
Sección
3
La
Conversión
de
los
Eslavos
2.
El
Bautizo
de
Rusia:
El
Período
Kievano
988-‐1237
(Ware,
70-‐74)
Fotio
también
pretendía
convertir
a
los
eslavos
de
Rusia.
Alrededor
de
864
envió
un
obispo
a
Rusia,
pero
esta
primera
fundación
cristiana
se
vió
exterminada
por
Oleg,
que
en
878
asumió
el
poder
de
Kiev
(ciudad
principal
de
Rusia
en
aquella
época).
Las
influencias
cristianas,
sin
embargo,
continuaron
infiltrándose
en
Rusia
desde
Bizancio,
Bulgaria
y
Escandinavia;
ya
en
el
año
945
se
halla
una
iglesia
en
Kiev.
La
princesa
rusa
Olga
se
hizo
cristiana
en
955,
pero
su
hijo
Svyatoslav
se
negó
a
seguirle
el
ejemplo,
porque
decía
que
sería
el
hazmerreir
de
su
corte
si
se
fuese
a
bautizar.
Alrededor
de
988,
no
obstante,
el
nieto
de
Olga,
Vladimir
(reinó
de
980-‐1015),
se
convirtió
al
cristianismo
y
se
casó
con
Ana,
la
hermana
del
Emperador
bizantino.
La
Ortodoxia
se
hizo
religión
estatal
de
la
Rusia,
posición
que
ocupó
hasta
el
año
1917.
Vladimir
se
dedicó
con
gran
entrega
a
cristianizar
su
reino;
fueron
importados
sacerdotes,
reliquias,
vasos
sagrados,
e
iconos;
se
celebraron
bautizos
multidinarios
en
los
ríos;
se
establecieron
tribunales
eclesiásticos,
y
se
instituyó
el
sistema
de
los
diezmos.
El
ídolo
enorme
del
dios
Perin,
con
cabeza
de
plata
y
bigotes
de
oro,
fue
derrocado
de
la
colina
desde
que
la
que
dominaba
la
ciudad
de
Kiev,
y
bajó
la
cuesta
rodando.
‘La
trompeta
de
los
ángeles
y
el
trueno
del
Evangelio
resonaron
por
todos
los
pueblos.
El
aire
fue
santificado
por
el
incienso
que
ascendía
hacia
Dios.
Los
San
Vladimir
de
Kiev
monasterios
se
erguían
en
las
montañas.
Los
hombres
y
las
mujeres,
menores
y
mayores,
todos
juntos
atestaban
las
santas
iglesias.
Así
describía
el
Metropolita
Hilario
los
acontecimientos,
sesenta
años
más
tarde,
seguramente
con
cierto
idealismo;
ya
que
la
Rusia
de
la
época
kievana
no
se
convirtió
entera
a
la
vez
al
cristianismo,
y
al
principio
la
Iglesia
se
limitaba
mayormente
a
las
ciudades,
mientras
que
las
zonas
rurales
permanecieron
paganas
hasta
los
siglos
XIV
y
XV.
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Vladimir
ponía
tanto
énfasis
en
la
dimensión
comunitaria
del
cristianismo
como
lo
había
hecho
Juan
el
Limosnero.
Cuando
se
celebraban
banquetes
en
su
Crote,
él
solía
distribuir
comida
a
los
pobres
y
enfermos;
en
ninguna
otra
parte
de
Europa
medieval
existían
unos
‘servicios
sociales’
tan
organizados
como
los
de
Kiev
en
el
siglo
X.
Otros
gobernantes
de
la
Rusia
kievana
siguieron
los
pasos
de
Vladimir.
El
príncipe
Vladimir
Monomachos
(reinó
de
1132-‐25)
les
escribe
a
sus
hijos
en
su
Testamento:
‘Sobre
todo
no
os
olvidéis
de
los
pobres,
y
apoyadles
en
la
medida
de
lo
posible.
Dad
limosna
a
los
huérfanos,
proteged
las
viudas,
y
no
permitáis
que
los
fuertes
destruyan
a
los
demás’.
Vladimir
era
a
la
vez
profundamente
consciente
de
la
ley
cristiana
de
la
misericordia,
lo
cual
significaba
que
cuando
introdujo
en
Kiev
el
código
de
derecho
bizantino
insistió
en
que
los
preceptos
más
brutos
o
crueles
fueran
mitigados.
En
la
Rusia
kievana
no
había
pena
de
muerte,
ni
mutilaciones
ni
tortura;
se
hacía
poquísimo
uso
del
castigo
corporal.
La
misma
ternura
viene
manifestada
en
la
historia
de
los
dos
hijos
de
Vladimir,
Borís
y
Gleb.
Al
fallecer
Vladimir
en
1015,
el
hijo
mayor
de
Svyatopolk
intentó
asir
y
anexar
los
principados
de
ellos.
Tomando
al
pie
de
la
letra
el
mandamiento
del
Evangelio,
ellos
no
le
opusieron
resistencia,
aunque
pudieran
haberlo
hecho
con
facilidad;
y
cada
uno
de
ellos
en
su
turno
fue
asesinado
por
los
enviados
de
Svyatopolk.
Si
se
había
de
derramar
la
sangre,
Borís
y
Gleb
preferían
que
fuera
la
suya.
Aunque
no
fueron
mártires
por
la
fe,
sinó
víctimas
del
antagonismo
político,
ambos
fueron
canonizados
con
la
atribución
del
título
particular
‘Pasíferos’
(vehículos
de
la
Pasión);
la
gente
sentía
que
a
través
de
su
sufrimeinto
inocente
y
voluntario
habían
compartido
de
la
Pasión
de
Cristo.
Los
rusos
siempre
han
enfatizado
el
rol
del
sufrimiento
en
la
vida
cristiana.
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a
Cristo’.
Incluso
de
Abad
se
solía
vestir
de
la
ropa
más
mezquina
y
rechazaba
todo
signo
externo
de
autoridad
superior.
Pero
a
la
misma
vez
era
amigo
y
consejero
respetado
de
príncipes
y
aristócratas.
El
mismo
ideal
de
la
humildad
kenótica
se
destaca
en
otra
gente,
como
por
ejemplo
en
el
Obispo
Lucas
de
Vladimir
Ciudad
(fallecido
en
1185),
que
según
nos
dice
la
Crónica
de
Vladimir
‘soportó
en
sus
mismos
hombros
la
humillación
de
Cristo,
porque
no
tenía
aquí
abajo
ciudad
permanente,
sino
que
buscaba
la
venidera’.
Es
un
ideal
que
figura
a
menudo
en
los
cuentos
folclóricos
rusos,
y
en
las
obras
de
los
escritores
como
Tolstoy
y
Dostoyevsky.
Vladimir,
Borís,
Gleb
y
Teodosio
se
preocuparon
con
intensidad
por
las
consecuencias
prácticas
que
exige
el
Evangelio:
Vladimir
en
cuanto
a
la
justicia
social
y
el
deseo
de
tratar
a
los
criminales
con
misericordia;
Boris
y
Gleb
en
su
afán
de
seguir
a
Cristo
hasta
entregarse
voluntariamente
al
sufrimiento
a
la
muerte;
Teodosio
en
la
empatía
con
los
pobres.
Estos
cuatro
santos
encarnaron
algunos
de
los
rasgos
más
atractivos
del
cristianismo
Kievano.
Kiev
gozaba
de
unas
relaciones
íntimas
no
sólo
con
Bizancio
sino
también
con
Europa
occidental,
y
ciertos
elementos
en
la
organización
de
la
Iglesia
rusa
primitiva,
como
los
diezmos
eclesiásticos,
no
eran
de
procedencia
bizantina
sino
occidental.
Muchos
de
los
santos
occidentales
que
no
aparecen
en
el
calendario
bizantino
fueron
reverenciados
en
Kiev;
una
plegaria,
compuesta
en
Rusia
en
el
siglo
XI,
invoca
a
la
Santa
Trinidad
con
toda
una
lista
de
santos
ingleses
así
como
Albán
y
Botolph,
incluído
el
santo
francés
San
Martín
de
Tours.
Algunos
escritores
han
mantenido
que
hasta
el
año
1054
el
Cristianismo
ruso
fue
tanto
latino
como
griego,
pero
eso
es
mucho
exagerar.
Rusia
tuvo
relaciones
más
estrechas
con
occidente
en
el
período
kievano
que
en
cualquier
otra
época
hasta
el
reino
de
Pedro
el
Grande,
pero
con
deudas
culturales
enormemente
mayores
con
relación
a
Bizancio
que
al
mundo
latino.
Napoleón
acertó
al
llamarle
al
Emperador
Alejandro
I
de
Rusia
‘un
griego
del
Imperio
inferior’.
Se
ha
comentado
que
el
mayor
infortunio
sufrido
por
Rusia
fue
el
de
no
haber
tenido
el
tiempo
necesario
de
absorber
y
asimilar
el
patrimonio
espiritual
de
Bizancio.
En
1237
vino
el
fenecimiento
de
la
Rusia
kievana
con
la
llegada
de
los
guerreros
mongólicos;
Kiev
fue
saqueada,
y
la
tierra
rusa
entera
se
vió
invadida,
toda
menos
el
extremo
norteño
alrededor
de
Novgorod.
Un
visitante
en
la
Corte
de
los
Mongoles
en
1246
notó
que
al
pasar
por
tierra
rusa
no
había
visto
ni
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pueblos
ni
ciudades,
nada
más
que
ruinas
y
calabazas
humanas.
Si
bien
la
ciudad
de
Kiev
fue
destrozada,
el
Cristianismo
kievano
permaneció
vigente,
sano
y
salvo,
en
la
memoria:
La
Rusia
kievana,
al
igual
que
los
días
dorados
de
la
infancia
en
la
memoria
del
individuo,
nunca
desvaneció
de
la
memoria
nacional
de
los
rusos.
A
las
fuentes
puras
de
sus
obras
literarias
puede
acudir
quien
quiera
saciar
la
sed
religiosa;
en
los
escritos
de
sus
autores
venerables
hallará
quien
le
conduzca
por
las
dificultades
del
mundo
moderno.
El
Cristianismo
kievano
tiene
el
mismo
valor
para
el
pensar
religioso
de
los
rusos
que
el
de
la
obra
de
Pushkin
para
la
estética
rusa;
es
el
estandar
y
el
puntal,
la
medida
de
oro,
la
vía
real.
(Fedotov,
The
Russian
Religious
Mind,
Vol.
I,
p.
412).
Bibliografía
Schmemann,
Rev.
Alexander.
The
Historical
Road
of
Eastern
Orthodoxy.
Trans.
Lydia
W.
Kesich.
Crestwood,
N.Y.
St.
Vladimir’s
Seminary
Press,
1977
Ware,
Bishop
Kallistos.
La
Iglesia
Ortodoxa.
Trans.
Francis
García.
1st
Edition.
Buenos
Aires:
Editorial
Angela,
2006.
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