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Izquierda, madre monstruo

La batalla contra la norma es la épica de moda. Lectora de Foucault, Lady Gaga


canta su “manifiesto de la Madre Monstruo” a los raros, que se aferran a su
tentativa de monstruosidad como un triunfo político sobre la opresión. El cuerpo
propio es la utopía y el cuidado de sí es la tierra prometida: la sociedad ya no
busca reprimir desde afuera si no que invita a autoclasificarse hasta la
exasperación, a gestionar la performance de sí, porque todos somos iguales al
competir (como mini-Gagas) por seguidores y likes. En breve Libros del Zorzal
publica La traición progresista, de Alejo Schapire, un viaje a las entrañas de esa
madre monstruo, la izquierda contemporánea. Nacido en Buenos Aires en 1973 y
radicado en París, Schapire disecta el devenir irreconocible de una gauche divine
en cuyos valores se educó, pero con cuyas configuraciones actuales ya no se
puede identificar. Criado en el seno de la zurda sentimental, nunca sospechó que
sería la fidelidad a esos valores liberales primigenios la que terminaría
expulsándolo. La traición progresista es una salida del clóset y una herejía
dolorosa, que medita el desencanto con urgencia y lucidez. Interpela la buena
conciencia de izquierda apuntándole a la yugular. Entrenada en despreciar los
productos culturales norteamericanos como Disney y Hollywood, la izquierda
tradicional no tardó en engullir el puritanismo progresista yanqui, que sustituyó el
multiculturalismo por una guerra racial sorda donde ser víctima es una forma de
meritocracia. Si Francis Fukuyama expresó que, con la caída del Muro de Berlín, la
Historia había terminado, la izquierda norteamericana vuelve esta idea su
programa: la Historia terminó y su misión es ordenarla, aplicando su superioridad
moral triunfal a la revisión de todas las historiografías y cánones. Como Pangloss
en Cándido, para este progresismo revisionista vivimos en el mejor de los tiempos
posibles: lo que piensa es lo mejor pensable, y esta arrogancia le permite abocarse
a la cancelación de las obras y sistemas que no cierran bajo su égida. La Historia
no existe más: solo existe el presente de lo que puede ser pensado o dicho. Y los
indeseables, los perversos, o los que no puedan probar su inocencia, deben ser
excluidos. Los preceptos puritanos del nuevo progresismo yanqui fluyen hacia las
versiones ecualizadas de cada país occidental y son la norma que ha creado
nuevos raros que no tienen donde asirse, nuevos excluidos que boyan entre
configuraciones políticas extremas a las que une el espanto. Schapire expone
aquello de lo que no se habla. Organiza con nitidez las discusiones borrosas en
torno al lenguaje inclusivo, la construcción de un orden puritano que recuerda a
las fantasías victorianas y la ya demodé libertad de ofender (o escribir cosas que
puedan ofender a la burguesía). El antisemitismo también se ha visto revisado bajo
este espíritu epocal: atacar a los judíos por su condición de judíos en Europa ya no
se piensa como un crimen de odio, sino que es recatalogado bajo el mantra
favorito de la actitud ilustrada: “Es más complejo”. Schapire muestra los atavíos
hipócritas de este progresismo que niega la realidad de la violencia racial. Al
mostrar el ajuar de bodas entre la izquierda y los intolerantes racistas, Schapire
describe nuestra desnudez. La traición progresista narra un problema cognitivo.
Nuestras teleologías de la represión –que forjaron el pensamiento de izquierda
como reacción– ubicaron siempre al Otro afuera. Pero no nos prepararon para la
represión que viene de lo mismo. Ahora que, como decía Fukuyama, la Historia ha
terminado y solo existen el mercado y la competencia por lo mismo, por likes y
audiencias, esa cultura triunfal busca generar un sistema saturado de su mismidad
para rehacer la Historia a su imagen y semejanza. Orwell: “Los intelectuales son
más totalitarios que la gente común. No tienen reparos en abrazar formas
dictatoriales, policías secretas, la falsificación sistemática de la historia, siempre y
cuando esté ‘de su lado’”. Este lado es el giro copernicano: la nueva Iglesia es la
izquierda, y el hereje es quien ose criticarla.
Peterson y Zizek

Zizek siempre detestó la glamourización del “margen” de Foucault.

Dos escuelas de psicología se trenzaron en una pulseada en vivo que se llamó “el
debate del siglo”. Jordan Peterson es un psicólogo canadiense; como Rita Segato,
advierte la precarización de la masculinidad y organiza una teoría a partir de su
práctica clínica con sus pacientes. Slavoj Zizek es un soldado de Lacan que
disemina su lectura desaforada sobre el mundo que nos rodea. El show de Zizek es
despachar párrafos intensos donde la teoría baja como tentáculos sobre películas,
inodoros y políticos; Peterson, en cambio, busca operar como un naturalista
clásico. Ambos son outsiders: el progresismo actual suele tildarlos de fachos
porque cuestionan los nuevos dogmas, absolutos e indiscutibles. Atildado, de traje
impecable (capitalista), Peterson planteó que las categorías de la lucha de clases
marxista se trasladaron a la opresión de grupos (mujeres, negros, etc.), y eso es
problemático filosófica y socialmente. Desaliñado, en chomba gris (marxista), Zizek
acordó: siempre había detestado la glamourización del “margen” de Foucault:
estoy en el margen, ergo, es el lugar para hablar. ¿Qué los hace intolerables? Todo
lo que no halaga el paradigma actual debe “cancelarse”; así, las universidades
cancelan presentaciones de toda persona que pueda “ofender”, con variantes de
los argumentos con los que escuelas cancelan Caperucita Roja. La subjetividad
está dada por la raza o el género: el gran ausente es el inconsciente. Con los
maestros de la sospecha, Zizek mantiene viva la llama del descubrimiento de
Freud: la zona oscura que nos habita y no puede tabularse. Peterson tiene su
versión del inconsciente: sus analogías con Neanderthales y el sistema nervioso de
las langostas plantean que actuamos y nos organizamos según la agencia de
fuerzas químicas y atavismos cerebrales de los que no somos conscientes, desde
hace millones de años. En un mundo de certezas militantes, ambos mantienen el
link con la oscuridad.
Butler y una teoría en transición Una de las referentes de los estudios de
género regresó al país y encabezó una charla ante más de mil asistentes
en el microestadio de la institución. Para Judith Butler, “la reproducción
por fuera de la familia heterosexual es un hito de resistencia al nuevo
fascismo

Cómo sería para Karl Marx desembarcar en la Cuba revolucionaria? ¿O para Hegel
tomar la máquina del tiempo y viajar a Haití, cuya revolución lo inspiró para
escribir su dialéctica del amo y el esclavo? Algo así debe haber experimentado
Judith Butler (Ohio, 1956) al pisar la sala llena de la Untref, donde una multitud se
agolpaba sudorosa en el calor subtropical del Conurbano. Rockstar de la teoría de
género, Judith Butler es la filósofa que más ha influido en cómo concebimos la
relación entre cultura y sexo en los últimos tiempos, un ícono contemporáneo cuyo
pensamiento marca la mirada progresista en las escuelas, las reivindicaciones
feministas y las luchas queer. Butler ingresó en la sede de la Untref con una
gorrita y toda de negro, seguida por un séquito de colaboradoras que la protegía
del asedio amable de los estudiantes y activistas que se reunían en Villa Lynch. La
última vez que pisó Sudamérica, en 2017, fue recibida con pancartas con su cara
con cuernitos de diablo; descendiente de judíos, Butler no hubiera imaginado que
estas figuraciones antisemitas la perseguirían hasta San Pablo. Se juntaron más de
300 mil firmas para cancelar su charla; en el aeropuerto, con su pareja, la filósofa
política Wendy Brown, la sorprendieron grupos reclamando que se fuera al
infierno. “Sudamérica es un lugar complejo”, explicó a las periodistas en la ronda
previa. “Era gente de Bolsonaro, me gritaron trans y bruja, lo cual es paradójico”,
explicó. “Pero yo no soy binaria”, comentó entre risas. Esta vez Butler controló
todos los aspectos de su viaje. Organizó su propia gira por Chile y Argentina, en
torno a un coloquio en el Centro Haroldo Conti, gracias a una beca Andrew Mellon
que le brinda mucha libertad económica. El encuentro en Untref lo conducía su
mano derecha, la profesora de Berkeley Natalia Brizuela: Butler buscaba la
confluencia de pensamiento y activismo, por lo que sus interlocutoras fueron
fundadoras y activistas de #NiUnaMenos. Aunque no faltaron los discursos por la
educación pública que volvía posible este evento, los gastos principales habían
corrido por cuenta de la propia Butler. Como Butler dijo en su panel, el Norte mira
al Sur: los movimientos multitudinarios por fuera de la política tradicional como
NUM son fenómenos que estudian de cerca, sobre los que quieren aprender e
influir. Llana y concisa, le habló directo a la juventud feminista tironeada por
actitudes éticas extremas, que muchas veces reproduce las lógicas que el
feminismo busca superar. Planteó que no debemos temer la fragmentación dentro
del movimiento (“El conflicto interior hace la fuerza, y ese es un desafío para todas
las mujeres”) y que es importante pensar formas de justicia restauradora (una
noción del feminismo negro) para que, si un hombre hace algo malo, la solución
no sea expulsarlo y dejarlo a la intemperie del Estado y su justicia, sino pensar en
cómo reparar el daño y volver a integrar al hombre a su comunidad. “Debemos
condenar los actos, no negar la humanidad de las personas que los cometen”,
arguyó. La teoría deviene activismo al enfrentar a su enemigo práctico: el avance
de los evangelismos y los movimientos católicos. Dada la progresiva precariedad
de la vida en el capitalismo global, las personas están volviendo a las Iglesias en
busca de cobijo; por eso el activismo debe dar una respuesta creando redes de
contención diferentes. “El neoliberalismo está haciendo que solo la familia sea un
amparo”, por eso convoca a pensar y subvertir esas instituciones. Para Butler, la
reproducción por fuera de la familia heterosexual es un hito de resistencia al nuevo
fascismo; está escribiendo un libro para niños trans, y sugirió que los niños trans
deben agruparse con otros niños trans para poder florecer. En El género en
disputa, Butler planteaba que el género no era una consecuencia natural de un
sexo biológico, sino más bien una coreografía aprendida y negociada en el
contexto social. La idea del género como performance abrió un campo de libertad
experimental: no había nada innato en el sexo y el género era una forma de juego,
de teatro personal por fuera de los constreñimientos del cuerpo y la cultura. En su
teoría, ya no hay dos sexos sino tantos sexos como cada uno sea capaz de
imaginar con su performance. Los hombres no nacen deseando autitos, pueden
ser gráciles y gentiles, así como las mujeres pueden ser violentas y despreciar las
muñecas. Eran los años 90 y su teoría era el epítome del pensamiento liberal. Con
los años, Butler fue ferozmente criticada por las teóricas transgénero, como Kate
Bornstein, por reducir el género a un juego. Contra la teoría queer, plantean que el
género no se define por performances sino que es innato, ontológicamente
definido e inalienable. Esta teoría toma al pie de la letra la palabra de muchas
trans que afirman que son prisioneras en el cuerpo equivocado; postulan una
identidad de género excluyente (hombre o mujer) que precede el accionar de la
cultura y al propio cuerpo. Si Butler había hablado de que ser mujer o varón era
asumir un rol cultural, estas críticas plantean que los roles de hombre y mujer
están naturalizados en el cuerpo, sugiriendo un regreso al binarismo y
esencialismo que la teoría queer había inicialmente combatido. Consultada por
PERFIL, Butler comentó: “Mi teoría tiene treinta años y yo cambié con ella, he
aprendido mucho de las comunidades transgénero. La teoría también es una forma
de escucha”.

Culo y sociedad

Un álgido debate mantuvo en vilo a la sociedad argentina. La revista


Gente ya no publica tapas con “Los culos del verano” (sería un
escándalo), con lo que la quaestio quodlibetal de la canícula se trasladó a
las redes sociales.

Un álgido debate mantuvo en vilo a la sociedad argentina. La revista Gente ya no


publica tapas con “Los culos del verano” (sería un escándalo), con lo que la
quaestio quodlibetal de la canícula se trasladó a las redes sociales. Jimena Barón
compartió un retrato de su imponente derrière, y Julia Mengolini la cruzó: “Tu culo
reproduce los cánones del patriarcado, no estás empoderada”. Mengolini abundó
en su análisis: “Yo me depilo la c*, así que ahí sigo pactando” (con el patriarcado).
Si bien por delante es “cómplice”, Mengolini sugería que su cola mantenía otra
potencia política, resistiendo al sistema desde la retaguardia. Su labia maggiora le
“haría el juego a la derecha” mientras su trasero, como su planteo in toto, sería
trotskista: pues la obrera que trabaja (su cola) es cómplice del patrón. Como otras
culturas señeras describieron sirenas y arpías, el feminismo del siglo XXI daría a
luz a nuevos seres mitológicos, cuerpos habitados por ideologías disímiles. Otra
lectura diría que no hace falta remontarse a la Grecia homérica si no al comunismo
de Palermo: se permite pactar con el sistema mientras sea otra la que hace el
trabajo (la depiladora). Queda una incógnita picando: ¿serán de derecha las nalgas
de Jimena? La cola disputata transpira una certeza à la Simone de Beavoir: culo no
se nace, se hace. “Es un culo que se construye con trabajo y da trabajo: al
personal trainer, al cirujano plástico, al que barre el gimnasio, a las empresas que
producen el metal para hacer los aparatos, a las compañías forestales con las que
se hace el papel de revistas como Gente. Hay que analizar el efecto multiplicador y
de derrame de ese pompis. Si el 50% de las argentinas pusieran en su culo el
trabajo que JB pone en el suyo, el crecimiento del PBI escalaría exponencialmente,
y a Argentina no la para nadie”, se entusiasma un analista. En este como en otros
temas parece haber dos lados de la grieta

Culo y sociedad II

El magnetismo animal de los economistas nativos es reconocido a nivel nacional.


Kicillof (alias Kicilove) supo tener bombachas estampadas con su cara, y es sabida
la fama del Banco Central de ser un cubil de playboys. En la Argentina los
economistas son vedettes, exhibiendo sin pudor sus recetas infalibles y su arte de
humo donde los llamen. Ese humo es, a veces, señal del fuego de la pasión que
los devora, como Redrado inundando las revistas del corazón con Luli Salazar o
Lousteau besando embarazadas ajenas. Por eso no fue casual que el economista
Javier Milei midiera sus argumentos en cámara contra una vedette tradicional, y
que en esa discusión se definiera el problema del liberalismo local. Mr. Milei lleva
un peluquín estilo años 70 (la “plata dulce”) y un desenfado que le permite
vestirse de superhéroe contra el enemigo comunista/populista. Es algo torpe y
poco refinado, pero simpático y bonachón entre compinches: el tipo de espécimen
alfa que seduce más a hombres que a mujeres. Como todo muchachón porteño,
espera una escucha devota mientras repite sus conceptos. Mr. Milei explica: “El
Estado es robo, porque te obliga a pagar impuestos. ¿Vos estás a favor de pagar
impuestos? ¿Sí? Entonces sos chorra y violenta.” Milei acompaña este silogismo
impecable hinchándose como un sapo al gritar: ¡chorra y violenta! Se agita ante
las sencillas preguntas de Miss Pérez (“¿No te parece que el Estado debería estar
mejor manejado?”). Pérez es una Doña Rosa actual: marida sentido común con
bikini de gala, es fotogénica y no se deja amedrentar. “¡Ella no lo ve porque no
está formada!”, croa Milei, y los hombres corren en su auxilio (“Tenés que saber
de economía para hablar con él”). Hasta aquí, solo hay un candidato que no sabe
ser candidato. Ni profesor. Distinto es el tono compadrón de Espert, más divertido
para tomar whisky porque no te grita en la oreja. Pero luego leí la defensa de sus
adláteres, un tal Laje. Dice que Miss Pérez se “hizo conocida por su culo”. ¿Qué
clase de libertario acusa a una mujer de usar su capital erótico para su propio
beneficio? ¿Qué liberal señala a una mujer atractiva como si eso la desmereciera?
Despreciar la belleza es de bolchevique. Exigir pergaminos es de burócrata
soviético: los principios libertarios se aplican a los culos in toto y sostener lo
contrario es de infame colectivista, porque un argentino anti-culo es un mal
patriota. En fin, no los voy a votar. Por comunistas.
E de Edén En Iowa, un estudiante me llamó la atención sobre un
fenómeno lingüístico que le parecía muy argentino. Hablando en mesas
redondas o tomando un café, los nativos argentinos, en algún punto de
la conversación, dejaban la boca abierta y secretaban una e, que
combinaban con un esteeee, o “bueno eee.

En Iowa, un estudiante me llamó la atención sobre un fenómeno lingüístico que le


parecía muy argentino. Hablando en mesas redondas o tomando un café, los
nativos argentinos, en algún punto de la conversación, dejaban la boca abierta y
secretaban una e, que combinaban con un esteeee, o “bueno eee”. En estos
autores, la e era el salto en largo de sus laringes a una idea; la e era un medio y
un masaje, una plataforma amigable a la elaboración del pensamiento. Eludían la
indeterminación del silencio, el horror vacui sonoro: una secta de ovejas
disfrazadas de hombres, berreando sus e. Quizás estos escritores se estaban
preparando para una nueva mutación del lenguaje. La e es la vedette del lenguaje
inclusivo, la que podría destronar el reino de las palabras sexuadas, que terminan
en a y o. La e denomina un sexo indeterminado, un momento imaginario donde la
lucha de los sexos no existe: como la e de Edén, es la hojita que cubre
púdicamente los sexos de las palabras. La e es la vedette del lenguaje inclusivo
Hace poco volví a Buenos Aires y encontré escenas de proscripción de la o: “te
amis mucho”, reza un cartel con corazoncitos en mi barrio de Palermo Tel Aviv.
Conjeturé que ese amis deriva de los holis y chauchis de la prehistoria reciente
flogger (Argentina fue el único lugar del mundo donde Fotolog floreció, al punto de
acoger su propia tribu urbana). Pero los floggers no crearon militancia, ni lucharon
por el derecho de abortar otros floggers. Tan solo se extinguieron, legándonos su
propia rama del indoeuropeo. Creo que la e tiene otro color porque es una
reacción a la x impronunciable. La x circulaba en el lenguaje escrito sin que a
nadie le importara una jota, pero una vez que llegó al micrófono, al podio, a los
discursos apasionados, esa equis tuvo que mutar. A la x hubo que adjudicarle un
valor: e. Pero la e es problemática porque es una terminación típica de sustantivos
masculinos: hombre, presidente, elefante. “El patriarcado sale por la puerta y entra
por la ventane”, sintetizaba el escritor Carlos Gamerro. ¿Pero cómo hablar a los
plurales sin que nadie se sienta expulsado del Paraíso? Una posibilidad es que el
Paraíso sea el acervo de las lenguas romance, las hijas sublimes del indoeuropeo.
Como el lenguaje es un acto político y personal, yo prefiero cerrar mis mails
enviando “osculi”, privilegiando la i del plural italiano, no sea que algún beso de
tendencias inconfesables se ofenda.

La grieta sexual

La escritora e intelectual francesa conversó con PERFIL. Sus puntos de


acuerdos y diferencias con #MeToo. ¿Cambian los vínculos eróticos entre
hombres y mujeres?

Todo del universo femenino parece atraer a Catherine Millet. Elegante y


cautivadora, la camisa Stella McCartney que usó en su conferencia previa a su
conferencia en Malba nos lleva a considerar el último escándalo de La Semana de
la Moda en París (un diseñador acusado de destruir una marca “de mujeres para
mujeres”, Céline) a la actual presencia de los volados, tan victoriana, que para
Millet revela mucho de la sociedad actual. —Slavoj Zizek dice el que amor siempre
implica una violencia, porque el deseo es algo que nos violenta interiormente.
¿Cree que la atracción sexual se ha vuelto políticamente incorrecta? —Sí,
absolutamente. Hasta una época muy reciente había algo natural en las relaciones
entre hombres y mujeres, al comienzo había algo de provocación. Nadie está
seguro del otro al principio de una relación. Se atraen y no saben cuál será la
reacción del otro. Y hay una suave violencia, de los dos lados: ¿puedo acercarme a
esta persona, hacerle una proposición? ¿Debo tomar ese riesgo? ¿Quizás ya está
enamorada, la voy a shockear? Siempre hay una violencia suave ahí. La pulsión
sexual, la libido, es algo que surge en nosotros para quebrar el conformismo de la
vida social, donde las actitudes son muy controladas. El deseo, cuando surge, agita
esta violencia. Esto obviamente no justifica la violencia de otros actos, asesinatos,
etc. —Hay todo un espectro, diversas gamas de violencia. —Exactamente. Es un
espectro muy grande. Y ése es el reproche que le hicimos al #MeToo. Que
mezclan todo: la mirada insistente con la agresión sexual. Todo se vuelve la misma
cosa. —Si escribiera ahora “La vida sexual de Catherine M” (donde narra orgías y
encuentros sexuales espontáneos con desconocidos), crearía un personaje que
dijera: disculpe señora, ¿me da su consenso para penetrarla? —Nos están llevando
de nuevo a una codificación de las relaciones entre hombres y mujeres como la
que existía al comienzo del siglo XIX. Una sociedad extremadamente moralizante,
con un protocolo a seguir: el hombre debe hacer la corte a la mujer; en la
burguesía, una joven no debe salir sin su chaperona. Toda clase de reglas que nos
imponen una matriz de seducción, cuya permanente regulación recuerda a la vieja
moral victoriana. Hay un artículo de Zizek muy divertido, donde comenta la nueva
ley sueca que exige un acuerdo explícito antes de cualquier tipo de relación sexual.
Zizek dice: “OK, firman el contrato, van a la cama, se desnudan, y la mujer se
siente desilusionada al ver el sexo del señor. ¿Hay que romper el contrato?”. Es
muy gracioso. Espacio. Se vuelve difícil improvisar. A veces hay algo que no sabés
si te va a gustar, lo probás y ves qué pasa. Pero el espacio de esa experimentación
parece puesto en cuestión. —Esto nos lleva a un problema que yo llamo la
violación del día después. Hemos visto aparecer relatos de mujeres que reconocen
que aceptaron irse a la cama con un hombre, y que luego quizás no fue lo que
esperaban, y luego denuncian que fueron violadas psicológicamente. El hombre ha
cifrado sus actos y la ha llevado a una posición que ella en realidad no quería. Lo
que me preocupa de esto es que hicimos entrar la ley en la conciencia. Para mí
eso es muy peligroso. Si una persona dice que hubo consentimiento y a la vez que
fue violada, ¿cómo puede un juez decidir? Es imposible juzgar. Ahora: para una
parte de la población, sobre todo mujeres de medios populares, tomar esta
responsabilidad es muy difícil. Mujeres que tienen maridos o patrones violentos.
Pero pienso que nosotras en tanto intelectuales tenemos que diseminar la idea de
que hay que aprender a defenderse en todos los ámbitos, no solo el sexual –y
hablarle también a esa mujer. Construir esa capacidad no es lo mismo que
declararse víctima. Hay que hacer las dos cosas, educar a los chicos para respetar
y a las chicas a decir no y a defenderse. Transgredir. A veces el deseo de una
mujer transgrede las fronteras sociales de la época. Como el caso de Nancy
Cunard, la amante de Louis Aragon, a quien Cunard abandonó por un músico
negro. Fue un gran escándalo: la acusaron de preferir el hombre negro por tener
mayor potencia sexual (¡y se lo decían los blancos!). Actuaba esa fantasía
occidental de que el gran sexo siempre habita en el extranjero. Su elección sexual
tuvo efectos políticos que determinaron la militancia antirracista. El año pasado
Millet publicó un libro sobre D.H. Lawrence donde explora sus heroínas, mujeres
educadas que transgreden sus entornos sociales para vivir su deseo en libertad,
como Lady Chatterley, que encuentra el placer en los brazos de un sirviente.
Lawrence es pionero en mostrar cómo el placer de la mujer rompe los esquemas
sociales. —En el arte latinoamericano, ¿le interesa Ana Mendieta? —Es muy
interesante plásticamente, de gran calidad. Pero todo su trabajo es la exposición
de la víctima. Creo que esto es problemático en el debate. Muchas mujeres, muy
activas en el #MeToo, se hicieron filmar contando sus violaciones, y creo que era
su manera de devenir heroínas. Creo que operan en la lógica descripta por Andy
Warhol, de los 15 minutos de fama para todos. Me shockeó que se filmaran así.
Que desearan estar en todas las pantallas como vedettes. Sin duda una mujer que
sufrió una violación debe confiarse a sus próximos y denunciar a la policía.
Habíamos hablado de educación: hay que inculcar que si sufren una agresión, no
deben tener jamás vergüenza de reportarlo. Jamás. —¿Hay un pacto que podemos
hacer nuevamente con los hombres para amarnos de nuevo? —Creo que habrá
siempre un enfrentamiento entre hombres y mujeres. Eternamente. Para mí es
una posición filosófica, porque siempre habrá en un hombre algo que no entiendo
de él y que él no entiende de mí. Una historia de amor es nuestra pequeña
tentativa para reducir esa grieta. Pero nunca podremos reducirla totalmente. Pero
si una lo sabe y lo acepta, creo que vivimos mejor. La idea de fusión entre los
sexos es terrible. Solo puede llevar a la decepción. Una voz disonante Es extraño
preocuparse por no enojar a otras mujeres en un intercambio de ideas. Pero esa
clase de cuidados se han naturalizado con las redes sociales, donde todos
actuamos en mareas y la ilusión de que tenemos una causa común parece tan
endeble que el más mínimo viento –el de una voz– la puede hacer temblar. La voz
de Catherine Millet viene de un tiempo anterior a la crisis del liberalismo: cuando la
libertad sexual era un descubrimiento político. En ella se agita una utopía: si la
mujer no puede reducirse a una esencia, hay tantos feminismos como mujeres y
ser mujer implica encarnar lo opuesto a todo dogmatismo. Estos feminismos están
anclados a las condiciones de producción de las mujeres en sus países y
comunidades; Millet reniega de una noción puritana como la “sororidad” para
explicar la solidaridad hacia cualquiera que sufre un ultraje. Millet desconfía del
colectivismo de #MeToo. El movimiento logró que ciertos hombres pierdan sus
trabajos, en lo que algunas teóricas ven un “feminismo neoliberal”: las mujeres
toman el lugar del patrón que despide sin importarle las familias afectadas. En
Argentina, #Niunamenos ha probado la acción colectiva con otro sesgo político: ha
sacado a mujeres de la cárcel, poniendo la lucha por el derecho al aborto en el
centro. La postura de Millet es filosófica: nuestro mensaje no se puede reducir a
vitorear comunicados y víctimas: tenemos que poder discutir entre nosotras. La
víctima no puede ser la figura central, sino la creación de una misma en la
responsabilidad individual. *Escritora.
Artico levantino

Europa está condenada. Las olas migratorias actuales son la punta de un


iceberg ardiente y gigante llamado Africa.

Europa está condenada. Las olas migratorias actuales son la punta de un iceberg
ardiente y gigante llamado Africa. Mi amigo habla serio, sin pasión; viene
estudiando el tema. Las tormentas monstruosas solo van a acelerarse. Los trópicos
se volverán como el cinturón de huracanes de Saturno: un huracán o varios por
día azotando las costas de Hong Kong a Key West. Que suba el agua y Nueva York
se vuelva Venecia es un detalle; el cambio climático acarrea una mutación de
ecosistemas que extrema el futuro volátil. Para 2050, en el Africa sub-sahariana
vivirán unos dos mil millones de personas. Las temperaturas violentas y el ciclo
destructivo de inundaciones y sequías volverán imposible la vida rural que hoy
emplea a más del 65% de la población. Migrarán masivamente hacia las ciudades,
caldo de cultivo para enfermedades infecciosas y conflictos armados. Pero Europa
está destruida desde adentro, paralizada por su incapacidad de tomar decisiones.
En un tiempo, el pasado se acumulaba; podíamos caminarlo, pisarlo. Pero ahora el
pasado retroalimenta el presente febril: cada like, cada búsqueda en Google, cada
paso que detecta nuestro GPS vestido de teléfono alimenta un algoritmo que
define el futuro inmediato. Algo así pasa con el clima. Podemos señalar con
bastante exactitud el algoritmo de aceleración del declive. Donald Trump se casó
con una eslava pero la muñeca rusa es él, condensa mi amigo. Su desprecio por el
cambio climático imita la agenda rusa. Putin sí puede tomar decisiones, es un
autócrata. A mi amigo se le sube el Apocalipsis a la cerveza, me dice: Rusia se
prepara para ser el nuevo Mediterráneo y extiende sus garras sobre el Artico. Sí,
los Urales están amenazados; Putin no moverá un dígito para salvarlos, ya
fantasea con el agua entrando a torrentes a irrigar su estepa inconmensurable. El
mapa se redibuja en cámara lenta y de golpe, como el agua que sube.
Avital, la platónica

Chère Avital, ¡estoy azorada! Leo que te denunciaron por acoso sexual y
tuviste que dejar tu cátedra en NYU, donde enseñabas Nietzsche y
Derrida.

Chère Avital, ¡estoy azorada! Leo que te denunciaron por acoso sexual y tuviste
que dejar tu cátedra en NYU, donde enseñabas Nietzsche y Derrida. A vos,
encumbradísima filósofa lesbiana Avital Ronell, de 66 años, te acusa de abuso
sexual un alumno gay de 34. Los que aman contemplar la lava que baja ardiendo
celebran la llegada de #MeToo a los exclusivísimos claustros de la universidad,
apenas tocada por el principio de realidad. Que ahora la academia puede
expresarse, y no dejarle la tarea de la reflexión compleja a Susan Sarandon. El
drama se expande como una novela coral en internet: dice Zizek que el tipo te
usaba, se aprovechaba de tu amor para avanzar en su carrera, y del otro lado
están los trinos amargos de Marjorie Perloff, una experta en poesía que intervino
para aclarar que no sos realmente una estrella de la filosofía (así te llamó el New
York Times) porque tus libros no rankean en Google. ¿What pass?, diría Moria
Casán, filósofa local, aguda teórica del conventillo. Otra pregunta sería: ¿cómo es
posible acosar sexualmente a alguien si no hay sexo? (los dos niegan coito
alguno). Leo las cartas que le escribías al estudiante en cuestión, donde lo llamás
“mi adorado”, “mi cock-er spaniel”, es decir tu perrito faldero, al que le endilgás un
falo subrepticio con ese guión tan derridiano. Leo los mensajes de él, tan o más
románticos: “Mi Avital, adorada y especialísima, no sé cómo habría podido
sobrevivir sin vos. ¡Te amo!”. El estudiante, ahora becado en Harvard, dice que la
prueba del abuso es que, dos días antes de enviar ese mensaje, él le escribió a un
amigo diciéndole que eras un monstruo. ¿Sos un monstruo, Avital? O quizá la
pregunta es: ¿cómo no serlo, si te dedicás a la literatura? La literatura y la
(li)teratología, el estudio de los monstruos, se parecen. ¿Cómo escribir e
interpretar sin mantener pasiones hechas de palabras, sin requerir pasión de las
palabras? Pero si el huracán de puritanismo feroz decapitó a profesores por
intercambios epistolares mucho menos exuberantes, ¿cómo justificar que ese ojo
de huracán deba mirar compasivo cuando la predadora es mujer? Avital,
encontraste tu destino norteamericano. Hay viento y hay cenizas en el viento;
tanto viento ceniciento que nadie ve que #MeToo significa, literal, “garchame a mí
también” (pound me too). En fin, solo decirte: ¡venite a Buenos Aires! Acá llegan
los sensibles renegados, desde Casablanca a Rita Hayworth en Gilda. Escapá de la
barbarie y vení a la civilización. Aquí serías una pesada amorosa, y el que no te
soporta se cambiaría de clase. Si no puede haber desmesura, ¿cómo pensar la
literatura? Si no se puede jugar a Platón en Babilonia después de la liberación
femenina, ¿a qué se puede jugar? Y si no se puede jugar, ¿cómo hacer/enseñar
literatura?

Lúmpenes del like

Internet perfeccionó nuestro capitalismo interior. Like x like vas a pagar,


canta Rorro Casas, el poeta vernáculo de la nueva generación.

nternet perfeccionó nuestro capitalismo interior. Like x like vas a pagar, canta
Rorro Casas, el poeta vernáculo de la nueva generación. Con dedo indolente,
acariciamos las vidas ajenas que posan ante nosotros hambrientas de likes. Somos
consumidores consumados, expertos en filtrar nuestra realidad y en analizar la
propia performance. Podemos ejercer el derecho a la crueldad; y las ignoramos.
Olvidate de mí, y de mi like. Hasta aquí somos lúmpenes felices: nos sentimos
parte del capitalismo que desea y consume (lo que puede). No vemos que cada bit
de información de quiénes somos y qué hacemos le pertenece a otro. No
pensamos que estamos alienados de nuestra metadata, usina de las mayores
fortunas actuales. No consideramos que esa metadata está fácticamente mucho
más ligada a nuestro software privado (¿alma?) que ese hardware de carne, saliva
y pelo encorvado sobre el teléfono que da lo mejor de sí para la selfie. El ciclo del
valor del poder moderno nos incluye en su ecosistema como algo inferior al
intestino de una lombriz. El recurso más importante del mundo ya no es el
petróleo, son los datos: las cinco compañías más valiosas del mundo son
compañías de datos, a los que asocian un sistema de inteligencia artificial para
sacarles valor. Somos lúmpenes proletariat de los señores feudales en sus castillos
californianos. Nostálgico, el filósofo Byung-Chul Han lamenta: “Ya no hay contra
quien dirigir la revolución”. Quizás no sea tan así, Byung-Chul. Quizás, cuando
podamos capitalizar la diferencia que tanto buscamos para brillar, y explotemos
nuestros datos para nuestro propio beneficio monetario, seamos uña y carne con
el capitalismo –ya no como explotados, sino como dueños–. Entraremos en una
nueva fase del monstruo: el tiempo (de los datos) volverá a ser dinero en una
nueva convertibilidad: un peso x un like. A Carlos Menem le gustó tu publicación.

Feminismo termita

Un científico japonés descubrió una serie de colonias de termitas sin


rastros de sexo masculino. Entre las 4.200 Glyptotermes nakajimai
estudiadas no había ni un solo macho.

Un científico japonés descubrió una serie de colonias de termitas sin rastros de


sexo masculino. Entre las 4.200 Glyptotermes nakajimai estudiadas no había ni un
solo macho. La investigación del doctor Yashiro es la primera en demostrar que los
machos pueden ser descartados de sociedades avanzadas donde alguna vez
cumplieron un rol activo (en las colonias termitas típicas, machos y hembras
participan en actividades sociales). Me imagino bares diminutos esculpidos en
madera seca donde antes había termitos hablando de torneos de fútbol termito,
tomando cerveza artesanal termita, de pronto vacíos. Un holocausto silente del
que nada sabremos, sin documentos para rastrear su desaparición. ¿Las hembras
los encerraron en una cámara secreta sin comida, los dejaron morir? ¿Se los
comieron? ¿Los machos huyeron, aprendieron a nadar?, ¿dejaron su Japón natal y
emigraron a China? ¿Resistieron o aceptaron con hidalguía que de pronto eran el
sexo débil de la selección natural? Del lado humano, una colonia exclusivamente
femenina sería inviable. Los hombres llevan a cabo los trabajos más peligrosos, los
más apestosos y peores pagos, desde la construcción hasta la minería, de la
recolección de basura al petróleo, tareas sin las cuales aún no concebimos
civilizaciones. Este repertorio laboral es tan antiguo que alcanza a los dioses
griegos: Hefesto, el dios metalúrgico, está cojo, lisiado y se lo suele representar
con los síntomas de la arsenicosis, una enfermedad común en los trabajadores del
bronce. Pico ingenieril y mano de obra de su tiempo, Hefesto fabricó desde las alas
de Icaro hasta la red de oro imperceptible con la que atrapó a Afrodita, su esposa,
teniendo amores con Ares, deidad de la guerra. Guerra, sudor y metales pesados:
la diosa del amor privilegia un modelo masculino bastante passé para los gustos
urbanos actuales, pero no obstante fundante del orbe. Tendríamos que ser unas
feministas muy poco pragmáticas para deshacernos de los hombres; hasta ahora,
los hombres han probado ser bastante indispensables, o al menos han demostrado
su utilidad y resiliencia. Sin embargo, una sociedad progresivamente robotizada
verá justamente un descenso de los trabajos más brutales que hoy realizan los
hombres. Los Hefestos actuales se extinguirán, desplazados por inteligencias
artificiales a las que no hay que pagarles seguro de vida ni se enferman de
arsenicosis. Pero si bien este horizonte forma parte del folclore tecnocapitalista,
debemos considerar que la “racionalidad masculina” será una de las víctimas
futuras del capital. Que los hombres son más proclives al frío cálculo racional y que
las mujeres son “emocionales” es uno de los prejuicios culturales clásicos que las
feministas han combatido por décadas. Es el sesgo que explica, grosso modo, por
qué hay más actrices que programadoras de software. Como señala Diana Maffía,
quedar del lado de la emoción (en lugar de la razón) justificó desplazar a las
mujeres de todo derecho; por otra parte, las emociones, confusas y caóticas, valen
menos que la impasible racionalidad –lo que alimenta un fundamento biológico
para la inequidad–. ¿Pero qué pasa si la fría razón se vuelve un commodity? Las
inteligencias artificiales tienen un talón de Aquiles: la inteligencia emocional,
sensitiva, es la más difícil de emular algorítmicamente. Leer las motivaciones,
entender lo que va debajo de las palabras, son desafíos técnicos complejos que
están lejos de resolverse. Ejemplo: sería más fácil para una máquina reemplazar a
un médico, que debe componer un diagnóstico, que a una enfermera, que lleva
adelante el vínculo con el paciente y lee de cerca sus señales. Es plausible pensar
que quienes sepan desarrollar estas habilidades emocionales tengan un rol más
importante en una sociedad de IAs y robots; y que el cálculo racional, por ser
fácilmente imitable, se vuelva irrelevante y pierda valor económico. ¿Serán las
características que durante siglos fueron consideradas femeninas las que
adquieran un peso preponderante en determinar qué es lo humano? La
emocionalidad es la diferencia imponderable: la medida de humanidad que excede
a las IA.

Matadero Mitre “¿Viste la nueva versión del Matadero?”

“¿Viste la nueva versión del Matadero?”, me chatea mi amiga exiliada en París, una
París otoñal casi tan fría como este octubre helado en Buenos Aires; para no
perder el tiempo, decidimos homenajear a Beatriz Sarlo analizando el “Bailando por
un sueño”. O lo único que capta nuestro interés de ese show: el personaje
televisivo de Esmeralda Mitre y el ritual de fango y carne donde se desbroza la
clase alta argentina. Debo decir, primero, que disentimos totalmente con madame
Sarlo. La Argentina de Presidente Mau nos parece terriblemente semiótica, llena de
signos que pasan inadvertidos a los intelectuales en sus torres de marfil venidos de
carnear paquidermos peronistas. Este mes, en la apertura de los Juegos Olímpicos,
una muchacha caminó por el filo del falo del Obelisco con una bandera argentina,
y la ancló triunfal en la Tierra. En un teatro de vedettes, donde se celebraba un
encuentro cupular, Marcos Peña sonrió a los paparazzi junto a un cartel que rezaba
“Derechas” para lanzar su nueva agenda cultural. Esme es como la oveja negra
que defiende el régimen del que se escapó Que los flashes no se aparten de
Esmeralda. Como ella dice, ha llegado el momento de la verdad. En el “Bailando”,
un exponente del peronismo aspiracional (Tinelli) nos entrega a la hija de la
aristocracia, que enarbola una historia personal donde ella es una víctima del
kirchnerismo. Tinelli finge complicidad: se permite ese doble lugar donde su
condescendencia no la irrita. Después de todo es el jefe, y es tratado como tal
(“sos el dueño y lo sabés bien”, le dice ella con el rímel corrido). El puede, si
quiere, mostrarle a todo el país cómo se ridiculiza a la clase alta argentina. Basta
con dejarla hablar. Esme es como la oveja negra que defiende el régimen del que
se escapó. Quiere hablar de su padre: como reprimenda, le señalan que está
haciendo alarde de un poder. Pero ese alarde es una bufonería, porque solo
demuestra que el único poder real es el de Tinelli, el que la goza. Al final, si le dan
pista, es porque el pueblo aceptó su sacrificio. Pura democracia: la sangre oligarca
se derrama en el matadero, y con ella la prosapia del genoma, vísceras y grasa,
explotando en el acquadance. El show de Esme no es el de Paris Hilton. Ella pone
en escena con toda naturalidad la agresividad de su clase; así, repone la virtud y el
control en la audiencia La vergüenza ajena es catártica, reflexiona mi amiga. Todos
se unen en el silencio incómodo que Mitre levanta como un campo magnético, el
falso respeto “al que piensa distinto”, como bullies silenciosos. El show de Esme no
es el de Paris Hilton. Ella pone en escena con toda naturalidad la agresividad de su
clase; así, repone la virtud y el control en la audiencia. Esme reclama una posición
de víctima, pero ella misma se envuelve en párrafos donde no reconoce víctimas;
no sabemos bien qué piensa, solo que en su boca los holocaustos judío y argentino
implican sacar la calculadora. Sin embargo, ser la víctima es la única aristocracia
real e intocable en Argentina
El caso Belamy

¿Puede un algoritmo gozar con sentirse amo? Me pregunto qué sentirán


los trabajadores humanos cuando ni siquiera los quieran explotar,
cuando las élites no los deseen ni de esclavos.

¿Puede un algoritmo gozar con sentirse amo? Me pregunto qué sentirán los
trabajadores humanos cuando ni siquiera los quieran explotar, cuando las élites no
los deseen ni de esclavos. Cuando se vean sumidos en la irrelevancia, porque los
algoritmos han resuelto el grueso de sus tareas, y el club que orquesta su cálculo
virtuoso ya no los necesita. “Las computadoras no sirven; sólo dan respuestas”,
consideró Pablo Picasso. Pero las computadoras crearon nuevas preguntas y tienen
rimbombantes debuts artísticos. La semana pasada, el retrato del Conde Edmond
de Belamy, un hombre ficcional generado por inteligencia artificial, se vendió en
Christie’s por 400.000 euros. Belamy es la traducción de Goodfellow, el inventor de
los algoritmos GAN, los autores del cuadro. El cuadro está firmado por una línea de
código, y forma parte de una serie de retratos de una familia nobiliaria de fantasía;
es una intervención del grupo Obvious, formado por tres franceses de 25 años.
Frases misteriosas acompañan los cuadros: “¿Quién dijo que no tener alma es un
defecto? Yo creo que me hace sin límites”, reflexiona Madame de Belamy. Luego,
un programador de diecinueve años, Robbie Barrat, reclamó su tajada: él había
entrenado a los algoritmos que pintaron el cuadro. Robbie es como el artesano
que hizo un mingitorio y le pide regalías a Marcel Duchamp. Habrá algoritmos
artistas creando para ser evaluados por algoritmos coleccionistas Los GAN saben
copiar patrones visuales, pero su inocencia acerca de las convenciones humanas
crea las figuras que mutan unas dentro de otras. Es posible que los coleccionistas
incorporaren algoritmos para optimizar sus portfolios; después de todo, el arte es
un mercado predictivo, el área donde los algoritmos brillan. Habrá algoritmos
artistas creando para ser evaluados por algoritmos coleccionistas. Quizás, el GAN
entrenado por Robbie se imaginó único, amo recóndito de sus poderes, y jamás
hubiera tolerado que un humanito se atribuyera una plusvalía por su obra.

Data, yo y superyó En enero y febrero de 2018 participé de una serie de


entrevistas para Google. No sabía hasta entonces que Google recluta
escritores de ficción y poetas en distintas partes del mundo y mantiene
un equipo editorial entre San Francisco, Nueva York y Londres, que
interactúa con otros equipos en Asia y Medio Oriente

En enero y febrero de 2018 participé de una serie de entrevistas para Google. No


sabía hasta entonces que Google recluta escritores de ficción y poetas en distintas
partes del mundo y mantiene un equipo editorial entre San Francisco, Nueva York
y Londres, que interactúa con otros equipos en Asia y Medio Oriente. En los
primeros tests, tenía que escribir líneas de diálogo para dos personajes: el Profesor
Loco y el Conserje. El Conserje, como lo indica su título, es ameno, informativo,
formal. El Profesor Loco, en cambio, tiene que iluminarte y sorprenderte con su
extravagante sentido del humor. Mi trabajo era guionar respuestas a cosas como:
“¿Estoy linda?”, “¿Me veo viejo?”, “¿Cuántos empleados de Google hacen falta para
cambiar una bombita eléctrica?”, y variantes graciosas a “¿Estás disponible?”,
“¿Qué sentís ahora?”, “Estoy aburrido, qué hago”. Se me pedía que en algunas
respuestas incluyera detalles que sonaran “argentinos”. Google recluta escritores
de ficción y poetas en distintas partes del mundo Google no es la única que está
reclutando escritores: Amazon tiene su equipo trabajando para Alexa, su
dispositivo hogareño, y Apple para Siri, que te habla desde el teléfono y el reloj.
Versiones de Google Assistant ya existen para España, pero los directivos del
programa razonaban que en el Cono Sur hablamos totalmente distinto, no tanto
por el acento, si no por cómo articulamos lo que decimos. Confesé mi escasa
competencia en chileno (hay que llamarlo a Gonzalo Garcés, que tiene pasaporte),
me declaré hablante de uruguayo y mentí que domino el cordobés, la última flor
del Latium. Pronto me amaron. Google no es la única que está reclutando
escritores: Amazon tiene su equipo trabajando para Alexa, su dispositivo
hogareño, y Apple para Siri El plan era hacer lo que hacemos los escritores: crear
la ilusión de inteligencia y de empatía con el lector. Crear una voz que habla a la
par de tu voz interior, en suministros de líneas para acompañarte, sorprenderte,
confortarte e informarte. Con la ventaja de que, a diferencia de los novelistas
comunes, este narrador omnisciente lo sabe todo sobre el lector. De cada usuario
promedio, Facebook tiene datos para llenar el equivalente a 400 mil páginas de
Word. Google tiene siete veces esa cantidad, unos 3 millones de páginas.
Recolectan todo, desde los emoticones que mandás en Messenger hasta ciertas
informaciones que no deberían conservar, como documentos borrados y la historia
de cualquier cosa que googleaste. Esa misma data se utiliza para influenciar
nuestro comportamiento, en prácticas más o menos inocuas –buscar algo en
Google se convierte en un torrente de publicidades esperándote donde quiera que
vayas en internet–, a #fakenews que impactan en las elecciones de los países.
Facebook tiene datos para llenar el equivalente a 400 mil páginas de Word. Google
tiene siete veces esa cantidad, unos 3 millones de páginas Todavía los métodos
son bastante rudimentarios. ¿Qué pasará cuando esas mismas fake news lleguen
en la voz de tu asistente, con quien tenés una relación de cercanía mucho más
íntima que con tus amigos de Facebook? La voz de Google viene asociada a la
información pura, a la fantasía de una cierta objetividad. ¿Qué va a pasar cuando
no se necesiten noticias, cuando sea esa voz y su narrativa la que ecualice tu
humor, para influenciar así tus elecciones? La psicología du jour indica que las
noticias son puro humo, que lo que importa es el fuego que agitan debajo: es
decir, los estados mentales influenciados por el relato público, que nos llevan a
hacer y decir ciertas cosas y, en momentos cruciales, a decidir colectivamente el
destino de países. Cada país o sector social tiene una narrativa diferente: según el
momento del año, el mismo estado mental te puede inclinar hacia un zapato, un
nuevo teléfono o un político. La psicología du jour indica que las noticias son puro
humo, que lo que importa es el fuego que agitan debajo: es decir, los estados
mentales influenciados por el relato público Conociendo los temas que obsesionan
a cada uno, Google Assistant podrá salpicar sus intervenciones de detalles
picantes. Viendo el historial de un tuitero que le echa la culpa de todo a Presidente
Mau, cuando hay tormenta podrá declarar “Caen Macrigatos de punta”. El loop de
retroalimentación hará las delicias del usuario: Google habrá logrado simular su
propia conciencia y sonar como le gusta que le hablen. Para el algoritmo es fácil
identificar patrones de preferencia y dividir así a los usuarios en estilos narrativos:
hay quienes responderán mejor a una voz femenina, autoritaria, estilo madre
regañona, o lo que Freud hubiera llamado superyó.

Ultimo closet

Los porteños somos expertos en detectar el vaso medio vacío, cachado y


de un cristal que claramente no es Baccarat; así, nos perdemos
maravillas del tamaño de jacarandás.

Después de la explosión de los jacarandás y los tilos, la última Marcha del Orgullo
LGTBQ inundó Buenos Aires de locas en flor. Sin embargo, la sociedad tiene
pendientes fuertes debates de inclusión; al punto que una figura clave de la
dirigencia debe salir del closet. Desde que nuestro alcalde Horacio Rodríguez
Larreta está en política, su aspecto robótico ha sido objeto de burla y escarnio.
Muchos veían algo extraño en Horacio, un perfil androide que no sabía decir su
nombre; algunos llegaron a compararlo con el líder reptil de Invasión
extraterrestre. La maldad de los que no respetan al diferente no tiene color
político. Horacio, no hay nada que temer. Sos la primera inteligencia artificial en
obtener un cargo político de jerarquía en el mundo entero, algo que, si no
viviéramos sumidos en la pacatería, debería ser un orgullo nacional. Los porteños
somos expertos en detectar el vaso medio vacío, cachado y de un cristal que
claramente no es Baccarat; así, nos perdemos maravillas del tamaño de
jacarandás. Argentina es una potencia en tecnología biométrica y a veces estamos
tan a la vanguardia que nos cuesta apreciarnos. ¿Cómo explicar que un algoritmo
ha decidido romper simultáneamente todas las calles de la ciudad? Y sin embargo,
esta crece y se transforma; el otro día crucé Av. Córdoba, donde Horacio podó el
puente verde militar, y el cielo de Palermo se me descubrió infinito. Sumemos las
siglas IAR a LGBTQ, para representar a las inteligencias artificiales y robots. Nos lo
debemos como sociedad

Terror y fiesta

Google es Dios: todo lo ve, es invisible, omnipresente y técnicamente


todopoderoso. Igual me escapé al mundo offline, donde un grupo de
artistas pintaban un mural en Proa21, un hermoso jardín en La Boca.

Google es Dios: todo lo ve, es invisible, omnipresente y técnicamente


todopoderoso. Igual me escapé al mundo offline, donde un grupo de artistas
pintaban un mural en Proa21, un hermoso jardín en La Boca. Era una performance
en homenaje al Trío Locson, que en los años 80 supo telonear a Sumo pintando en
vivo en míticos sótanos porteños como el Café Einstein. A cargo de Nahuel Vecino,
una magnífica Polifema tocaba un keytar cumbiero. Rafael Bueno (ex Locson)
pintaba exultante; en un extremo, Juan Becú desataba sus instintos vegetales en
un augusto árbol que comenzó a grondonizarse; Vicente Grondona contaba con
pequeños ayudantes, Reinaldo y Atilio, que crearon azules sombras ominosas.
Agustina Paz entonaba canciones sobre montañas y Claudia Zemborain pintaba las
siglas MAJO en honor a Okner, fallecido Locson; hacia el final, un poema breve
explotó en pleno cuadro, por Javier Barilaro: terror y fiesta. Cuando Locson pintaba
en 1982-1983, terror y fiesta eran eventos separados: la dictadura terminaba y la
fiesta de la democracia comenzaba Cuando Locson pintaba en 1982-1983, terror y
fiesta eran eventos separados: la dictadura terminaba y la fiesta de la democracia
comenzaba. Ahora, terror y fiesta conviven, se pintan uno dentro del muro de
Facebook del otro. El terror de unos es la fiesta de otros: que la “derecha terrible”
triunfe mientras la “izquierda iluminada” se rasga las vestiduras es un detalle. Es
simplemente la prueba de funcionamiento de la maquinaria. En la reescritura del
mito que hace Nahuel Vecino, Polifemo ya no es un ogro barbudo: ahora es una
bella señorita cíclope. Polifema ha capturado a los Argonautas; con el plan de
liberarlos, Ulises entra en su casa declarando que se llama Nadie; así, cuando le
clava una estaca en su único ojo, ella gritará “¡Nadie lo hizo!”. Ciega, Polifema
acaricia los lomos de sus ovejas que salen a pastar, sin percibir que debajo de sus
lomos suaves Ulises y sus hombres escapan. Nosotros también escapamos: nadie
lo hizo, todos lo hicimos. Escapamos como ovejas, solo que no podemos salir.

Cría chanchos

No me importa el fútbol desde que vi a ese cerdito volar por los aires. Lo
mataron unos hinchas de River; en el video, mientras patean al cerdito
en el suelo, uno dice “es Guillermo”, por el técnico de Boca.

No me importa el fútbol desde que vi a ese cerdito volar por los aires. Lo mataron
unos hinchas de River; en el video, mientras patean al cerdito en el suelo, uno dice
“es Guillermo”, por el técnico de Boca. El cerdito simboliza; los millonarios nos
comunican que no son Homo erectus, son sapiens, son capaces de simbolizar. El
despliegue de animalidad deportiva es una forma de civilidad; hace poco, en la
Biblioteca Nacional, Martín Kohan le decía a Mariano Dorr: “Voy a la cancha a
descansar de mí mismo”. Ser otro, ser un animal que aúlla tribal, me permite
volver a mi vida apacible de ideas. No fui a la cancha, pero desde que lo vi yo
también fui otra, fui ese animal, volando por los aires, descuartizada contra el
asfalto. No sirvo para alimentar a nadie, y de pronto soy nada, soy un resplandor
blanco contra la negrura. Que los hombres se diviertan y un mamífero un poco
más pequeño sufra una muerte espantosa es una escena milenaria, que continúa
hasta los crímenes que condena en masa #NiUnaMenos. Pero estamos
evolucionando. Según el filósofo de moda, Yuval Harari, pronto habrá diferentes
especies de humanos. Los ricos evolucionarán primero: podrán modificar su ADN
para revertir la vejez, que en Silicon Valley es pensada como una enfermedad que
se manifiesta en síntomas que tienen cura. En estos días, en China nacieron las
primeras gemelas con ADN modificado para resistir el VIH; es el primer paso para
crear humanos con nuevas capacidades intelectuales y físicas. Habrá castas de
humanos basadas en las diferencias biológicas, y no en la educación y el dinero,
como dicta por ahora el orden natural del capital. Yo me imagino que los
inmortales querrán saber cómo era antes el mundo. Querrán una historia
completa, vívida, de su superioridad. Quizás, los Hombres Nuevos cultiven granjas
de hinchas de River en chiqueros, para lanzarlos de vez en cuando contra granjas
de hinchas de Boca. Verlos despedazarse entre sí será un placer moral, como los
juegos de gladiadores antiguos, porque los nuevos humanos serán superiores a los
sapiens, igual que aquellos romanos se sentían superiores a los cerdos, las
mujeres, los bárbaros y los cristianos. El New York Times dirá que somos un país
dañado, los humanistas del futuro recordarán que apenas un mínimo salto de ADN
separa a los inmortales de los sapiens, y alguien dirá que la diferencia de ADN que
separa al Homo sapiens del cerdo es incluso menor.
Ciudad Gótica La Ciudad de Buenos Aires se convirtió en Ciudad Gótica.

Despuntaba diciembre, pero el ingreso de las naves de los superhéroes invitados al


G20 produjo un frente helado que contrajo la temperatura atmosférica a niveles de
primavera noruega. El choque de los campos magnéticos de las brigadas que
descendían de todas partes del mundo llegó a crear un pequeño terremoto. Tal era
el poder que desembarcaba sobre el puerto del Plata. El Bien y el Mal acudían a
Buenos Aires: Presidente Mau estaba a prueba, y lo sabía. Era el primer
sudamericano en organizar el cónclave: Mau tenía que impresionar a los jerarcas
del planeta y quedar como un estadista ante los suyos después de un año
golpeado. Como Bruce Wayne, Presidente Mau es un rico heredero que debió
inventarse una segunda vida para demostrar que es algo más que un playboy. Mau
sabe que su aura frívola es indeleble, como la de Bruce; que las Vicki Vale como
Bea Sarlo no pueden explicarse por qué un hijo del privilegio como él tendría
deseos genuinos de combatir el Mal. Por su parte, la Comisionado Pato Bullrich
debía asegurar la Ciudad en medio de la invasión de supervillanos. Putin es el
astuto Pingüino y Trump es, por supuesto, el Guasón. Angela Merkel es Gatúbela
entrada en años de conducir el Cuarto Reich con suave mano firme Putin es el
astuto Pingüino y Trump es, por supuesto, el Guasón. Angela Merkel es Gatúbela
entrada en años de conducir el Cuarto Reich con suave mano firme. Xi Jinping es
el Acertijo, y Erdogan, el Señor Frío. Tere May trajo su superpoder de carecer de
toda gracia, una inglesa quintaesencial. Emanuel Macron, el Superboy francés,
destronó a Trudeau en la categoría jefe de Estado Más Encantador y Cool, con una
agenda que lo vio rodeado de artistas y multitudes amorosas. ¿Cómo se dice
bombonazo en francés?, aullaron las ninfas porteñas, mientras Madame de Rênal
descansaba en su hotel. Otro día contaré la trastienda del encuentro; baste decir
que por un rato fui la Duquesa de Guermantes. Como en las películas, todo se
definió en una casa de ópera. Los organizadores tenían un desafío: ¿cómo poner
en escena el pathos nacional? ¿Cómo comunicar ese superpoder tan argentino de
odiarnos con furor y al minuto siguiente sentirnos Gardel? Los Argentum se las
ingeniaron para combinar escenas en las que el horror superaba todo lo posible,
con momentos de una magia (chamamé, malambo, Mora Godoy) que daban ganas
de gritar la puta que vale la pena estar vivo. Pero el verdadero espectáculo fueron
los témpanos del Glaciar Perito Moreno que habitan los ojos de Presidente Mau
derritiéndose en lágrimas Pero el verdadero espectáculo fueron los témpanos del
Glaciar Perito Moreno que habitan los ojos de Presidente Mau derritiéndose en
lágrimas. La catarata azul se desbarrancó desde el palco, inundando a los que
estábamos en la platea del Teatro Colón. Los líderes se deshacían en aplausos, y
hasta el Pingüino lloró. Salimos bañados en el elixir único de las lágrimas de Mau:
el corazón presidencial desbordó en una marea sin explicación. ¿Comprenderían
alguna vez que él lo había dado todo por salvar a Ciudad Gótica?

Futuro molusco

Zizek dice que nos gusta imaginar el fin del mundo porque nos resulta
inimaginable el fin del capitalismo.

Zizek dice que nos gusta imaginar el fin del mundo porque nos resulta
inimaginable el fin del capitalismo. “El futuro ha llegado y es algo soportable; todo
declina, se va el violinista, la música cesa, y el mar se arruga cada vez más”,
murmura en mi cabeza Joseph Brodsky. El mar se arruga pero la música crepita
suave en ArtBasel Miami, la capitana del mercado del arte latinoamericano.
“Compramos un tríptico de Lygia Clark a 60mil dólares, ahora vale 600 mil. Eso
salió bien; pero ¿un Sérgio de Camargo a un millón y medio? Es imposible que
funcione como inversión”, razona una elegante coleccionista brasileña
acostumbrada a pensar en el arte como capital. Todo declina, pero los precios
suben y el interés por el arte argentino crece. Entre esculturas de la joven Luciana
Lamothe y Leandro Erlich, los mágicos Chiacchio y Giannone exhiben sus
codiciados bordados que homenajean el arte bastardeado de las amas de casa. La
galería Walden consagró su espacio a Feliciano Centurión, artista paraguayo que
vivió, pintó y murió de sida en Buenos Aires. Parte de la escena ligada al Rojas,
Centurión cambió el lienzo por frazadas que conseguía en el Once, que pintó y
bordó durante su enfermedad. La galería Walden consagró su espacio a Feliciano
Centurión, artista paraguayo que vivió, pintó y murió de sida en Buenos Aires En la
playa encontré dúos haciéndose fotos en una chimenea dorada junto al mar. Eran
las ruinas futuras de un hábitat humano bruñido en bronce para resistir el fin
mundo; creado por Luna Paiva para el Faena Festival, la quietud del hogar
resonaba contra los restos colosales del mamut áureo de Damien Hirst en las
orillas imperiales de Alan Faena. “Algún día será él –no nosotros, me temo– quien
cubra con sus olas el paseo y avance en contra de nuestros lamentos, levantando
su cresta entre las cabezas, allí donde bebías vino –rompiendo las mesas,
preparándole el fondo al futuro molusco”, concluye el poema de Brodsky. Cuando
el molusco sea el habitante esencial de Miami, y terminen al fin el amor y el
capital.

Dedos troskos

Borges recuerda que para Wilde no existen los libros inmorales sino las
lecturas inmorales.

Somos súbitamente un país tan feminista que incluso la pluma rigurosa de Martín
Caparrós dejó testimonio en Twitter de que, por estos días, no tenía nada que
decir. Experta en la constelación Sur, Victoria Liendo me comenta la polémica en
torno a la censura de Lolita de Nabokov en 1959. Borges (que no la había leído)
recuerda que para Wilde no existen los libros inmorales sino las lecturas inmorales;
la sugestión es el alma de la literatura, y la imaginación del lector la única capaz
de llevarla lejos. La obscenidad, como la belleza, está en el ojo de quien mira, es
un valor inestable. ¿Acaso el feminismo también? Conozco ecofeministas para
quienes los desórdenes alimentarios de hoy se deben a que la mujer dejó la
cocina, de donde no debió salir jamás. Creen que su misión es alimentar: adoran
ser reinas en sus matriarcados orgánicos y apoyan el aborto. Conozco chicas trans
que sueñan con desfilar como Angela Ponce, Miss España 2018, y son un emblema
del “modelo de mujer” que otras desprecian. Estas cultivan con primor su vello
corporal y no salen sin pañuelo verde, el chic du jour de una ética valiente. Todas
me fascinan: son todas feministas. Otras critican a Juliana Awada, la consorte
presidencial, porque les gustaría “otro modelo de primera dama”. No observaron el
trotskismo de los dedos del pie de Juliana, emergiendo en cada situación fuera de
protocolo como un estandarte de libertad y autodeterminación. Como si Awada no
fuera artífice de sí misma, creándose con tanto esmero como lo haría una trans.
(La huerta es un trabajo, pero ella lo presenta como una extensión de su savoir
faire.) La militante no es más feminista que la que cultiva el arte íntimo de ser
humana en el mundo y hacer de sus elecciones una política. Todas son feministas.
Victoria arremete: que la bombacha sea como la pelota, se ensucia pero no se
mancha. ¿Puede la categoría de feminismo ampliarse para una Leviatán mujer?

El pogo de las chicas

Es una posverdad universal que un hombre en posesión de pito, en esta


época, puede verse en problemas.

Es una posverdad universal que un hombre en posesión de pito, en esta época,


puede verse en problemas. Más aún si este pito fue usado de manera negligente;
pero es más difícil todavía, quizás, ser un caballero intelectual. Hace unas
semanas, en una columna titulada Vigilar y castigar en la posverdad, Fabián Casas
comentaba en este diario que una mujer le gritó abusador a Ariel Minimal en un
recital donde tocaba invitado. Incómodo, el rockero le pide a la chica que suba al
escenario y enfrente a la multitud. Ella se niega. “¿Qué mierda pasa?”, pregunta
Fabián. En léxico callejero, él la apuró y ella se comió los mocos. Es una
demostración de poder, pero no se lee así: se deduce que si la chica no aceptó ese
micrófono tendido y no puso el cuerpo ahí, en vivo y directo, a esa audiencia, solo
busca destruir. Fabián concluye que la denuncia anónima es funcional a la derecha
y al capitalismo. ¿Es “de derecha” una mujer que acusa a un tipo? Me interesa lo
de Fabián porque su análisis coincide con los liberales acérrimos. Durante el
Darthés-gate descubrí el tuit de un profesor de la Universidad de San Andrés,
Miguel Boggiano, que llama “kirchneristas” a las mujeres que secundan la denuncia
de Actrices Argentinas contra el actor; caudillo del inefable J.L. Espert, Miguel ve
en Macri a un comunista. La mujer que denuncia es “funcional a la derecha” si sos
un tipo de izquierda; y la mujer es kirchnerista (léase zurda) si sos un señor
creyente en el libre mercado y bajar impuestos como vehículo de felicidad. Como
es evidente, con estas vándalas de las conciencias el credo político no es
descriptivo, sino una forma de descrédito. El argumento ad hominem es en rigor
ad mulierem. Fabián critica la app del Gobierno para denunciar violencia machista:
lo ve como una movida de la derecha (la app funciona en celulares y tener celular,
es sabido, es cosa de ricos). Miguel tampoco es fan del Estado Presente. Fabián
dice que este clima le recuerda a 1976 después del golpe. Boggiano: “No podemos
tener un Tribunal Ad Hoc que condene a alguien públicamente sin juicio. Eso hacía
la dictadura.” Pero la dictadura secuestraba y mataba clandestinamente, sin juicio
público. ¿Estamos ante un feminismo de lesa humanidad? Es verdad que las redes
permiten odiar a mucha más gente que antes, mucho más rápido. Pero creo que,
incluso en la dictadura, los hombres podían diferenciar entre un grupo de tareas
del Tigre Acosta y una chica que le dice no a un escenario, o 43 chicas en un blog.
“¿Cómo que no?, a mí no me decís que no”, cuenta otra anónima que se resistió,
refiriendo las seducciones de los miembros de la banda Onda Vaga en un blog. No
señalan delitos: son relatos de momentos feos, como ser una fan de quince años y
que de la nada te manoseen en público. El blog fue levantado por orden judicial.
“El concepto de abuso de privilegio es algo nuevo que tenemos que entender y
aprender no solo los músicos, sino también el público”, reflexiona Minimal en
Facebook. Un miembro de su banda fue acusado penalmente por abuso sexual y
desde entonces, cuenta, perdieron la conexión con el público; están haciendo
terapia grupal. Minimal tiene buen oído: el abuso de privilegio es la queja esencial
de las chicas. Cuando leo los relatos anónimos de denuncias del rock, siento que
son chicas haciendo pogo al grito de “se va a caer”. Darwinismo musical: el punk
de las chicas, superior en rugido y pasión, le come el escenario al rock chabón. Es
cruel hablar de modas; digamos que un día cambia el paradigma y dejás de
escuchar Pixies y te volvés fan del jazz etíope. Ejercemos un vigilar y castigar unos
a otros, hecho de likes e indiferencia. Administramos audiencias, y a veces
perdemos seguidores. Humilde, Minimal dice: “Acá estoy. No puedo volver el
tiempo atrás, pero sí puedo intentar ser mejor de acá en adelante.” Brindo por
eso, y le deseo mil musas para la reconquista de sus fans. Es Navidad mientras
escribo, y quiero aclarar que ningún pito ha sido rebanado o colgado del arbolito
durante la redacción de este artículo. La ideología no es nada cuando lo que queda
en liza es el desprecio por los desposeídos. De pija.

Apagón mental

“Está claro que por muy devastadoras que sean las consecuencias, Argentina
seguirá siendo el mejor lugar para vivir”, me escribió un lector en los comentarios,
y pensé, ¡qué señor preclaro! Había leído mal (él se refería al Planeta Tierra) pero
estoy en Florida, EE.UU., donde desde hace un mes y medio el gobierno de Trump
no paga a los empleados estatales, incluso a los que deben trabajar domingos y
feriados. Para terminar el shutdown, Trump exige que la oposición le apruebe un
presupuesto para construir un muro con México (aunque en campaña aseguraba
que México lo pagaría). Los demócratas no tienen absolutamente nada para ganar
dándole los votos, y como la posibilidad de impeachment a Trump es alta, los
republicanos tampoco. Las agencias de monitoreo de terremotos y huracanes no
funcionan; tampoco la FDA, que supervisa el buen estado de la comida de
millones. Los aeropuertos están en riesgo. Los parques nacionales están cerrados,
aunque algunos permanecen abiertos, como Joshua Tree en California, donde han
muerto siete personas porque no hay personal para emergencias. Voluntarios
limpian los baños, porque es temporada alta y la gente sigue yendo; aquí en
Florida, los Everglades se ha vuelto, al parecer, un coto de caza de cocodrilos. A
los empleados de la Guardia Costera les dieron tips como vender sus muebles y
cuidar chicos para hacer dinero. El telescopio espacial Hubble se rompió esta
semana y NASA no puede arreglarlo, no hay presupuesto. El shutdown le cuesta al
Estado billones, más que la hilera de acero soñada por Trump. Pero el odio al
inmigrante le sirve al golfista para mantener contenta a su base xenófoba,
mientras descuida el país puertas adentro. No quisiera perturbar la paz narcisista
de quienes sienten que la Argentina es el último lugar de la Tierra, pero no vendría
mal cambiar un poco la perspectiva. ¡Montonero Horacio, exigimos clases de chino
mandarín en las escuelas del Estado!

Cuerpos y Bezos

“Te amo, chica viva”, le escribió Jeff Bezos, jeque de Amazon, a su novia.
“Te lo mostraré con mi cuerpo, mis labios y mis ojos”; el mensaje incluía
un retrato de su pene.

“Te amo, chica viva”, le escribió Jeff Bezos, jeque de Amazon, a su novia. “Te lo
mostraré con mi cuerpo, mis labios y mis ojos”; el mensaje incluía un retrato de su
pene. Mientras, Bezos lanzaba su experimento intenso con los seres vivos de San
Francisco. Todas las ciudades experimentan con humanos, pero en el Oeste el
futuro es descarnado: son las primeras ciudades donde las ideas de Silicon Valley
se vuelven reales. Amazon Go es el supermercadito de Bezos donde escaneás tu
teléfono, llenás tu mochila de lo que querés y te vas como un ladrón, sin pasar por
filas ni cajeros. Amazon analiza tu recorrido (tienen 800 cámaras, combinadas con
sensores diversos); al rato te llega un mail informando lo que debitaron de tu
cuenta. No hay transacción (apenas hay un humano que te dice hola): la escena
de pago está suprimida, de manera que puedas fluir sin barreras mientras tus
datos entran en el torrente de Amazon. Si bien el plan sigue siendo separarte de tu
dinero, en la última versión del capital tu cuerpo es consumido. Pensás que
consumís pero es Amazon que te consume, te transforma en data. Analiza los
cuerpos, las pupilas dilatadas, atraídas por cosas que entran por los labios;
venderte comida es una excusa para que circules por el laberinto y poder
estudiarte de cerca. No todos, solo los que tienen cuenta Prime. El resto se
amontona afuera, comiendo los restos de las ensaladas de kale que los ejecutivos
tiran en los tachos de basura cercanos, tan lejos de la atención de Bezos como de
sus dick pics

Vindicación de las bellas

Hace unos días, en la mesa de Mirtha Legrand, Graciela Alfano contó que
fue abusada de niña. Su relato es terrorífico.

Hace unos días, en la mesa de Mirtha Legrand, Graciela Alfano contó que fue
abusada de niña. Su relato es terrorífico. Un vecino tiene la llave de su casa y la
confianza de su madre, la va a buscar al jardín y abusa de ella entre los 4 y los 7
años. En la escuela, la pequeña Graciela toca a otras niñas donde la tocaron a ella;
le dicen que es una asquerosa, las maestras no notan que su conducta refleja el
abuso que sufre. La madre no le cree, lo que arruina su relación de por vida; al fin,
en el lecho de muerte, la madre le pide perdón por su ceguera. Alfano llora y se
contiene; dice “Tengo que ser profesional”. Sabe, como Thelma Fardin, que su
actuación es escrutada y debe dominar el registro de la víctima para ser creíble: la
lágrima fugitiva, la voz que se quiebra. Siempre me llamó la atención de Alfano
que buscara sonar inteligente y culta, además de linda, soltando referencias al
psicoanálisis, el hecho maldito de nuestro país burgués. Como si su presencia
instigara la pregunta: ¿se puede pasar de ser un objeto sexual a tener
subjetividad? Esta cuestión fue abordada por la señora Pichot en una nota de
Página/12 titulada “De culonas a luchonas”, donde pregunta: ¿por qué las vedettes
abrazan la mística de derecha? Enumera: Susana Romero y Silvia Pérez escriben
libros de mística, Gisela Barretto es evangelista, Nicole Neumann exhibe un
catolicismo antiaborto. Elabora: sus cuerpos “hegemónicos” le hacían el juego al
patriarcado y ahora el patriarcado, como las arrugas, se les nota. Este análisis le
permite a la señora Pichot interpretar que la bella no tiene subjetividad: era un
objeto antes y después, aunque de vieja se ve mejor su cualidad de cosa vacía. De
Alfano a Xuxa, de Oprah Winfrey a Madonna, las divas glamorosas conforman una
familia atravesada por el abuso. De Marilyn Monroe a Moria Casán, ambas
abusadas de niñas, muchas son las mujeres que sobreviven el trauma montándose
sobre su propio poder de seducción (Moria contó que, para curarse, decidió
prostituirse con un viejo que le diera mucho asco). Pamela Anderson, la diosa de
Baywatch (abusada por una niñera lesbiana a temprana edad) ahora opina sobre
Brexit y es una militante de causas de izquierda en Twitter. Cada una cultiva la
espiritualidad que puede. ¿Hay algo más allá del cuerpo para estas mujeres? La
señora Pichot cita la teoría de la señora Mengolini: “Cuando el tiempo quita la
belleza, el vacío se llena con eso que se usa para llenar vacíos: la mística”. Como si
las mujeres no viviéramos de vacíos: según la ideología feminista, ser mujer es
convivir con la falta y hacer de eso una potencia –a su vez, “deconstruirse” para
los hombres implica saber que ellos también viven en la falta, inherente al ser
humano. “Que lo vacío tiene que ser llenado” me recuerda la prepotencia de la
educación a los varones jóvenes, instigados a que deben ir cogiendo minas porque
“si ves un agujero, tapalo”. ¿Será que algunas se vuelven santas y abrazan la
espiritualidad para que les dejen de decir asquerosas y putas? La mística es
aquello que va más allá del cuerpo, para aquellas que se dedicaron intensamente a
tener uno. ¿Se habrá perfeccionado tanto el patriarcado que ahora suena desde la
voz chillona de ciertas señoras feministas? Porque según la teoría feminista el
patriarcado es como ese vecino de Alfano. Vive al lado de tu casa, te va a buscar
al colegio. Tiene la confianza de tu mamá y te dice vacía, te juzga sin
comprenderte a la vez que te degrada: asquerosa, puta, hueca. ¿Puede el
feminismo ofrecer algo más allá del cuerpo? Una respuesta es la lucha colectiva.
¿Pero cómo creer en esa lucha colectiva si en ella no hay manera de que todos los
cuerpos femeninos sean aceptados? Cuando las feministas acusan a las bellas de
ser “funcionales al patriarcado” les ofrecen un juego en el que nadie puede ganar,
excepto las que desean marcar una superioridad moral de libertas, donde el resto
de las mujeres está en falta. ¿Y marcar que estás en falta no es lo propio de esa
versión de la autoconciencia correctiva y disciplinante que ahora llaman
patriarcado?

Feminismo Marie Kondo

Se acerca el 8M y Buenos Aires se ha vuelto una Vietcong feminista.

Se acerca el 8M y Buenos Aires se ha vuelto una Vietcong feminista. Los pañuelos


verdes ondean como vegetación, la pasión lacera y se instala en trincheras. Las
tensiones, divisiones y agrupaciones dan cuenta de una ebullición crepitante:
vivimos una suerte de explosión cámbrica de especies feministas. Por eso es
importante señalar las mutaciones convergentes. Veo una foto reciente del teatro
peronista: Máximo le hizo una transfusión de lípidos a Baradel, que ocupa un
quinto de la foto: pero lo interesante es la intendenta Magario, al centro. La rubia
matancera cambió: archivó su look de empleada bancaria para calzarse un jean
insertado con fiereza entre las ingles –exactamente como lo usa Mariu Vidal. Vidal
ganó la provincia de Buenos Aires haciendo la V peronista con la parte delantera
del jean. Su estilo Venus de Willendorf puesta a dieta emite rayos subliminales
desde su bajo vientre. Como ninguna otra mujer en política, Vidal no reparó en
poner su cheicon en el centro del plano visual –metiéndose el top blanco dentro
del jean, como un cortinado que enmarca el mirar intenso de su tercer ojo. Como
el diablo, las mujeres estamos en los detalles. Es natural que Magario busque
mutar hacia Vidal; después de todo, Mariu llegó al poder sin ser la mujer de un
caudillo, a diferencia de Evita, Isabelita y Cristina, que es lo que intenta ella.
Apenas electa, Vidal se divorció: nunca se la vio circulando cariñosa con un
marido, aunque sí dejándose apoyar por un Ritondo susurrante, excelente en su
rol de chongo subalterno. La imagen vulvocéntrica de Vidal, apropiándose de la V
peronista pero llevándola a su propia “zona sur”, es un secreto a voces. Cuando
fue electa, la editora del suplemento feminista más antiguo, Las/12, declaró que
no dedicaría una tapa a la primera gobernadora electa en el bastión macho-
peronisto, con lo que la mutación adaptativa vidalista (captada ahora por Magario)
pasó desapercibida. A veces, la portación de vulva no basta para considerarte
mujer y sujeto feminista. Como Marie Kondo, la japonesa célebre por ordenar
armarios, las feministas radicales ordenan su closet según qué merece decirse
mujer y qué no; así, la balcanización se profundiza. Método Mari-Kon: las
“radfems” acercan las transexuales a su pecho, y al no sentir una chispa de
felicidad ante estas parvenues al maravilloso mundo de tener vagina (las ven como
hombres privilegiados), las descartan. Como Página/12 con Vidal. A su vez,
#NiUnaMenos se declaró en contra: las trans sí entran en su closet. Se denominan
anticapitalistas –de una corriente nutrida por las luchas de las mujeres en
sociedades capitalistas, las únicas que han contribuido a la legalización del aborto,
la discusión pública sobre el patriarcado y la equidad de género–. Pronto
tendremos tantos closets como mujeres.

Spoiler: ¡Dracarys!

Blanca y central, con su sonrisa de acariciar caniches, la señora Kirchner posó


junto a su tropa de combate. Descendiente de los Targaryen de Tolosa, Cristina
“Khalessi” Madre de Loros está decidida a atacar la capital y recuperar Los Siete
Reinos, que se encuentran bajo el dominio de un Vil Usurpador. Como explica a
quien se le ponga delante, el Reino le ha sido arrebatado por una extraña alianza
de sus enemigos: aun si los habitantes eligieron ese monarca, lo hicieron
engañados. Porque ella es la única destinada a ocupar el Trono de Hierro. La foto
muestra la suma de sus ejércitos: Moyano, líder Dothraki del Camión, Lady
Magario, de los Tyrell de La Matanza, y el KingSlayer Scioli, galán de brazo de oro.
Wado, su Mano tartamuda, y el general Rossi, experto en el arte de perder misiles;
como representante de los guerreros eunucos fue Filmus. Cristina venía de
atravesar el fuego judicial hasta que, cuando faltaba una semana, su juicio por
corrupción se postergó y salió ilesa. ¿Quién necesita un deux ex machina cuando
se tiene una Corte argentina? En Sinceramente, su novela debut, Cristina cuenta
que su serie favorita es Game of Thrones. Ya desde el Trono tuiteaba su
admiración por Daenerys, la reina que se hizo de abajo: ambas mantienen una
explícita postura populista. Khaleesi quiere liberar a los pueblos de la esclavitud;
declama que todo lo hace por su gente. La libertad solo es posible bajo su égida;
cualquier otra cosa es mentira, violencia, dictadura y usurpación. El ideal
revolucionario justifica los medios; solo sobrevive si es vencedora (“ganás, o
morís”, dijo Cersei, otra reina despiadada). En el último capítulo (spoiler),
Daenerys dirige un blitzkrieg de fuego, incinerando a miles de inocentes desde el
lomo de su dragón. Los espectadores aullaron y culparon a los guionistas: ¿por
qué arruinaban así a un personaje? Pero no hay nada más propio de Khaleesi que
hacer exactamente lo que hizo. La Khaleesi sabe que todos la han traicionado. Los
civiles que votaron al usurpador, incluso los generales propios que buscaron
despegarse de ella. Sin el amor puro de su lado, solo le queda el miedo, del que
antes se conformaba con “un poquito”. Nunca tuvo reparos en asar gente viva, ni
en usar la fuerza del Estado contra sus enemigos, incluso si el mismo pueblo que
ella dice rescatar. Al enemigo ni justicia es la frase de Perón, que en idioma High
Valyrian se dice: ¡Dracarys!

Parábola del pastorcito

En la alfombra rosa de la Met Gala, Jared Leto se paseó bicéfalo: además de su


testa habitual llevaba una réplica de su cabeza en la mano. La levantó en alto y la
miró a los ojos. Me hizo pensar en Saint-Denis, el predicador decapitado del siglo
II, que recoge su cabeza cortada de sus pies y sigue predicando. Dice Michel
Serres que, con la tecnología, todos andamos sin cráneo; hemos trasladado
nuestro cerebro a la computadora, al teléfono: ellos tienen el poder lógico, la
memoria y las imágenes, y nos hablan sin cesar. Miraba a Jared, pero una réplica
de su barbita me hablaba en Twitter: era Juan Grabois, cuyo desaliño personal me
retrotrae a los primeros cristianos. Sigo con interés la prédica del Pastorcito de San
Isidro, porque habla desde el corazón del medioevo argentino. Su padre es íntimo
de Bergoglio obispo, y el hijo devino predicador de dos iglesias: la peronista y la
católica. Dos cabezas que serían solo una. Grabois celebra misas contra Mercado
Libre; explica que no hacen software sino finanzas (cuando se entere de que existe
el bitcoin se muere). La cuestión es combatir al capital: especialmente al que
podría írsele de las manos, si los planes sociales dejan de pasar por sus punteros y
van directo a los beneficiarios mediante la app de Mercado Pago. Cuando le
señalaron que la ley que critica ferozmente es de Kirchner, no de Macri, Grabois se
defendió diciendo: soy un militante. Hablo –dice– pero no tengo necesidad de
hacer sentido, mi cabeza está cortada; hay otro que habla por mí.

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