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RESUMEN DE FILOSOFÍA

II Parte
Texto: “Introducción a la Filosofía”. Juan Carlos Ballesteros.
La patrística: orígenes de la filosofía cristiana
El surgimiento del cristianismo se suscitó a la decadencia del pensamiento clásico,
excepto en su vertiente neoplatónica. Los primeros cristianos vieron la necesidad de expresar por
escrito su credo y, al mismo tiempo que se escribían los Evangelios, fueron apareciendo fórmulas
sencillas que compendiaban los contenidos de la fe.
Promediando el S. II, los cristianos tuvieron que recurrir a la especulación teológica por:
a) hacer frente a las herejías; b) oponer defensa a las acusaciones que se les imputaban; c)
explicitar los contenidos de los Símbolos de la fe.
Con esto se da inicio a la teología y a la filosofía patrística. Período que se extiende desde
la muerte del último apóstol de Jesús (probablemente San Juan) hasta el 750 d. C.
aproximadamente. Etapa que suele ser definida por algunos autores en tres momentos: 1 Período
de los padres apostólicos; 2 Padres apologistas 3 el período patrístico estricto que se extiende
desde el siglo III hasta los orígenes de la Edad Media.
1. Los Padres Apostólicos: se les llama así a los escritores cristianos del S. I y comienzos
del S. II, que según la Tradición, conocieron personalmente a los Apóstoles y tomaron
contacto con ellos. Escribieron en griego, muy apegados a las Sagradas Escrituras, con
énfasis en las cartas de los apóstoles, cuyo estilo es pastoral y exhortativo: Clemente de
Roma; Ignacio de Antioquia, Policarpo de Hierápolis.
2. Los Padres Apologetas: Son aquellos que escribieron obras de carácter apologético, en
defensa contra las acusaciones que recibió el cristianismo por parte de las autoridades
romanas y el paganismo.
Existen distintos criterios de clasificación para estos Padres, por ejemplo: según la lengua
en que escribieron (griegos o latinos); posteriores o anteriores al Concilio de Nicea (pre-
nicenos o post-nicenos), etc.
A la Iglesia cristiana primitiva se le presentaron los siguientes frentes de combate:
1) los judíos y judaizantes: la herejía judaizante pretendía subsumir el cristianismo a las
tradiciones judías. Exigían a los paganos que manifestaban intención de convertirse al
cristianismo, a someterse a las normas del ritual judío, del Templo y la circuncisión;
2) Marción: doctísimo hereje de la región del Ponto, descalificaba al Antiguo Testamento
y con él todo lo que fuese judío, a expensas del Nuevo. Consideraba que la antigua
dispensación era propia del Demiurgo, Dios de los judíos, inferior en cualidad y en esencia
al Dios verdadero;
3) Gnósticos: corriente esotérica sobre la cual ya se tenían registros hacia el año 55 d. C.
en que San Pablo escribió su primera carta a los corintios, donde hace mención a esta
doctrina. Luego de haberse propagado por Siria, Palestina, Arabia, Egipto; Italia y Galia.
Sus adeptos se arrogan la posesión de un “conocimiento” de los misterios divinos
reservados a una élite. No debe confundirse con la gnosis propia de estos que “poseen
conocimiento” con el significado universal de la misma palabra, pues, derivando de una
misma raíz indoeuropea.

San Agustín
El período helenístico (S IV a III d. C) presentó, junto a todo un proceso de involución en el plano
filosófico que terminó en escepticismo, el momento más notoria de la Historia de la ciencia antes
del S. XVIII, a tal punto que es común hablar de la diversificación de las ciencias como las
matemáticas, la astronomía, la biología, medicina, etc. Se caracteriza este momento también por

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la expansión comercial y un individualismo exacerbado, produciéndose porque el hombre griego
al ver destruido el viejo orden político del estado-ciudad (polis) se siente inseguro y busca
difundirse en la totalidad del cosmos o en la vida privada.
En lo que se refiere al Imperio romano, si bien recibió una gran influencia de la helenística,
protagoniza entre el 284 y el 456 la gran expansión del Cristianismo, surgiendo la cultura europea
occidental (comienzos de la Edad Media) de la que el principio fundamental unificador es religioso.

El cristianismo: surge en el imperio greco-romano y significó una nueva revolución vital


que se venía gestando mucho antes de la caída del Imperio romano. En este mundo cultural nuevo
que abarca más de catorce siglos, suelen distinguirse dos grandes épocas: la “patrística” (filosofía
de los padres de la Iglesia) hasta el S. V en la que se destaca la figura de San Agustín y la
“escolástica” (filosofía de las escuelas cristianas) que a su vez se puede dividir en: 1) desde fines
de la patrística hasta el S IX; 2) desde el renacimiento carolingio (S. IX) hasta fines del S. XII; 3)
comprende el S. XIII, de máximo esplendor con maestros como Santo Tomás de Aquino y San
Buenaventura; y 4) Comienza a partir del S: XIV, conocido como el período de la decadencia.
El principio de la creación: esto significa que Dios produce de la nada a sus creaturas,
hace que sea lo que no era. En otras palabras Dios da el ser absolutamente, de tal manera que
para los entes creados, su ser es pura gratuidad, puesto que antes de ser, se afirma la nada ellas.
Y así es que desaparece la unidad del ser griego y aparece la dualidad metafísica que significan
un Dios trascendente y las creaturas que no son un modo de Él, sino que han sido creadas,
puestas en la existencia.
Desde el punto de vista estrictamente filosófico, este dualismo signa todo el pensamiento
cristiano y puede decirse que es Santo Tomás quien elabora una respuesta adecuada con su
doctrina de la analogía y la participación.
Este principio bíblico de creación, constituye la raíz de la profunda diferencia entre la
sabiduría griega y a fe cristiana. Y precisamente fue hasta un drama persona, la conciliación entre
razón y fe. Para el pensamiento griego es claro que el mundo está ahí como dado desde la
eternidad, constituyendo el principio (arjé) en el sentido de lo que están constituidos todos los
seres, inclusive el mismo hombre.
Esos supuestos que constituyeron las creencias básicas del mundo antiguo, se vieron
fundamentalmente alterados cuando a partir de la idea de creación, el cristiano puede ver que el
mundo no era Dios y aparece el sentido de trascendencia divina, rompiéndose el inmanentismo
griego, siendo Dios la realidad que no aparece, pero que se revela, se descubre, se manifiesta.
Dice R, Guardini: “se sentía tan intensamente el carácter simbólico de la creación, que no
atribuyó a ésta suficiente realidad” Esto que afirma Guardini es evidente en el momento en que se
va formando la cultura medieval y en la que un neoplatonismo cristianizado ejerció gran influencia,
constituyendo en tal sentido San Agustín la figura más representativa y la autoridad indiscutida de
esa forma de pensamiento.
San Agustín: Vida y obras: Nació en Tagaste, África, el 13 de Noviembre del año 354.
Su vida se encuentra referida en sus Confesiones, en las que se puede conocer que su madre fue
santa Mónica, y su padre, Patricio, que era pagano, aunque luego se convirtió al cristianismo.
Recibió educación elemental en su ciudad de nacimiento y en Madaura es educado en la cultura
latina (literatura y oratoria).
A los 18 años es enviado a Cartago para proseguir con sus estudios de letras y retórica.
A los 19 lee el Hortensius de Cicerón, que le despierta un gran amor a la filosofía, sin
dogmatismos, y se adhiere al maniqueísmo hasta el año 382. A los 29 años embarca hacia Roma
como maestro de retórica y es aquí donde abandona totalmente el maniqueísmo por cuestiones
“científicas”, se vuelve escéptico, pero no totalmente. A los 30 años, en Milán comienza a ser
oyente de los sermones de San Ambrosio, quien le permite descubrir la importancia que tiene la
interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras, a las que había rechazo por su estilo literario.

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A los 32 años comienza la lectura de las obras neoplatónicas de Plotino, las cuales van a tener un
carácter de liberación del materialismo en el que se había encontrado inmerso durante mucho
tiempo con la religión maniquea. En Casicíaco, donde se prepara para su conversión al
cristianismo, que va a ser definitiva hacia los 33 años en Milán, donde recibe de San Ambrosio el
bautismo.
Su actividad literaria fue inmensa, pudiéndose citar como las más importantes:
“Soliloquios, Sobre la inmortalidad del alma”, “De música”, “De la cuantidad del alma”, “De la ciudad
de Dios”, etc.
Fe y razón: En la obra “Contra los académicos” San Agustín escribe cual es el programa
que se propone seguir para hallar la sabiduría, que se apoya sustancialmente en la autoridad de
las enseñanzas de Cristo y la razón humana, sólo que esa visión religiosa, conceptualmente
emplea la doctrina de Platón y neoplatónica (Plotino).
En cuanto a la relación entre razón y fe, en el caso de San Agustín, debe decirse que el
espíritu humano y con él todo el hombre que filosofa se ordena a la Verdad total, no lograble en lo
puramente natural. Pero como es la misma filosofía la que pone como objeto suyo a la Verdad
total y absoluta, negar a ésta sería como negar a la filosofía misma. De ahí que la filosofía (ligada
a la razón) por su objeto mismo queda siempre abierta a la recepción de la revelación (ligada a la
fe, don sobre natural dado por Dios).
Una idea básica en San Agustín es la de entender que la verdad habita en el interior del
hombre, aunque es trascendente a la misma mente humana que la encuentra, pero que no la crea.
Toda filosofía es en cuanto verdadera, intrínsecamente teísta, pues pensar en definitiva,
es pensar a Dios, en canto ineludible fundamento de todo pensar, lo que lo lleva a establecer que
“la verdadera filosofía es la verdadera religión, y viceversa”. No hay separación ni antagonismo
entre fe y razón, porque como él mismo dice “la verdadera filosofía no se ocupa de otra cosa que
en enseñar cuál sea el principio sin principio de todas las cosas”.
Dios: Dios y el alma, son los principales objetivos, excluyentes de cualquier otro, de la
búsqueda filosófica de San Agustín, y entiende que ara poder conocer estas cosas es
indispensable comprender la verdad.
“Yo soy el que soy” es el nombre con el que significa para San Agustín, en un lenguaje
filosófico heredado del neoplatonismo (Plotino), que el verdadero ser -Dios- es lo idéntico a sí
mismo (esencia), es decir, aquello que persiste sin cambio y es inmutable. En esta misma
dimensión de inmutabilidad define y considera a Dios absolutamente simple, y por ende, le resulta
abusivo el uso del término “substancia” o “hipóstasis” aplicado a Él, en cuanto implicaría afirmar la
composición entre un sujeto y accidentes sobrevinientes que se daría en los seres creados, sujetos
al cambio, pero no en la unidad Trinitaria.
En esta metafísica se ven todas las cosas a la luz de la Verdad que Dios es, sólo que esta
luz no es la que contemplan los ojos del cuerpo, sino aquella que el corazón intuye, porque no hay
otra sabiduría distinta de la verdad que en la que se contemplan los ojos del cuerpo, sino aquella
que el corazón intuye, porque no hay otra sabiduría distinta de la verdad que en la que contempla
y posee el Sumo Bien.
El alma: ¿Qué es? ¿Cómo está unida al cuerpo? ¿Cuál es el origen?, a lo que San Agustín
responden que a su parecer “es cierta substancia que participa de la razón y es apropiada para la
tarea de regir el cuerpo”, la cual “no es tierra ni agua, ni aire, ni un compuesto formado por todos
ellos ni por sólo uno”, y ha sido creada inmortal semejante a Dios, aunque “no tenga tanto poder
como el que la creó a su semejanza”. La memoria es entendida como imagen del Padre, ya que
en ella se conservan las ideas divinas y eternas por las que el Ser de Dios ha creado todas las
cosas, aunque la inteligencia humana no pueda contemplarlas en sí misma. El entendimiento es
imagen del Hijo, que es el logos por el que el hombre comprender, y la voluntad es la imagen del
Espíritu Santo, por el que ama la realización del Bien, siendo todas la expresión de una misma

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vida indivisible. Estas reflexiones sobre el alma, ayudan a comprender que no se trata de una
entidad material y que es a través de ella que el hombre puede llegar mejor al fin último.
La respuesta a la cuestión sobre la unión del alma con el cuerpo, se entiende que tal
relación es de “atención vital”, queriendo significar San Agustín con esa expresión que el alma
tiene el natural deseo de velar por el cuidado del cuerpo y de vivificarlo como un todo presente en
cada una de sus partes.
Bajo una dimensión trinitaria del alma: la mente, la noticia y el amor, se va desplegando la
actividad propia del espíritu personal del hombre, no de un modo accidental, “sino
substancialmente o, por decirlo así, esencialmente”. San Agustín entiende por esencia, o
substancia o hipóstasis la importancia que tienen para la comprensión del concepto de persona
divina y humana desde el punto de vista filosófico. En Dios la esencia –que se deriva del verbo
ser- y la substancia –que trae su origen del verbo subsistir- se identifican, y por consiguiente, su
fórmula de la Trinidad es que se trata de una misma esencia o sustancia y tres personas: el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo, en las que subsiste esa idéntica naturaleza divina. En consecuencia,
con el término persona, no pretende significar tres esencia o substancias o hipóstasis, sino una
misma cosa con el ser de Dios y si todo subsiste en sí mismo, no puede aceptar explícitamente
que se entienda el término “persona” con un significado relativo.
El conocimiento: el problema de la certeza y la teoría de la iluminación: su doctrina
del conocimiento sensitivo es una consecuencia de su concepción de hombre. Según ésta, el
hombre tiene un cuerpo dotado de sentidos externos y también un alma, que además de animar
el cuerpo y ser causa de su desarrollo vegetal, posee una razón por la que se diferencia de los
animales. Por consiguiente, el conocimiento comienza por aquello que capta cada uno de los
órganos sensoriales, aunque también existen algunos objetos que son comunes a varios sentidos.
Por encima de tales sentidos, admite San Agustín, la presencia de una realidad, que sea la que
fuere, no duda en llamarla “sentido interior” por el que se “siente no sólo las impresiones que recibe
de los cinco sentidos externos, sino que también percibe los mismos sentidos”, es decir, que es
su “moderador y juez”.
Por otra parte, el conocimiento intelectivo aventaja a los sentidos exteriores y al sentido interior –
el mismo que tienen los animales-. Según San Agustín, la “ciencia” es el conocimiento racional de
las cosas sensibles y temporales, mientras que la “sabiduría” es el conocimiento intelectual de las
realidades inteligibles y eternas.
La doctrina agustiniana del descubrimiento de la verdad mediante la iluminación divina, se
lleva a cabo a través de la interioridad ya que “el alma racional aventaja a todas las cosas que
fueron creadas por Dios, y está cerca de él; cuando es pura y cuanto más se adhiere a él por la
caridad, tanto más participa de la luz inteligible, y tambo mejor podrá ver aquellas razones cuya
contemplación la hace feliz”.
La creación: San Agustín entiende que “rectísimamente se cree que Dios hizo todas las
cosas de la nada, porque… si para hacer las cosas que deseaba le hubiese ayudado alguna cosa
que él no hubiera creado, no sería omnipotente”. Según esto, la creación en sentido cristiano
implica absoluta novedad de lo credo en cuanto es hecho de la naturaleza absoluta de la
omnipotencia divina, a diferencia de la creación artística, en la que siempre se da algo pre-
existente que sirve de base para hacer la obra.
Además de la materia con lo que las cosas existentes se hacen, la creación incluye el
tiempo, en cuanto el mundo ha tenido un comienzo temporal y también las formas o ideas que
están en la mente del Creador, que son las razones de las cosas creadas y aquello que son.
La ética: El pensamiento filosófico de San Agustín se encontraba esencialmente abierto
a la religión cristiana, a partir de su conversión. Esto se refleja en la dimensión ética a través de la
búsqueda del bien que está puesta en Dios, hacia lo que lo atrae la fuerza del amor y el
conocimiento, ya que Dios es la Verdad por la que se iluminan todas nuestras ideas y es Amor por
el que el hombre se siente atraído hacia su centro.

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En ese contexto, ¿qué explicación se puede dar al problema del mal?, ¿cuál es su
naturaleza? ¿Su origen? Estos interrogantes provocarán angustia en San Agustín durante toda su
vida, a los que dará respuesta con algunos de estos argumentos. A la pregunta sobre la naturaleza,
rechaza categóricamente que se trate de una sustancia como lo admitían los maniqueos,
basándose en “que son buenas todas las cosas que se corrompen, porque la corrupción daña y
no podría dañar si no disminuyese lo que es bueno”. Tampoco admite que Dios sea el autor del
mal. Por consiguiente el mal es lo contrario a la naturaleza de un ser, es decir lo que tiende a hacer
que no exista ya, y por tanto, es corrupción, la cual no es nada en sí misma, es decir, no es una
sustancia sino privación de bienes, pero cuando esos bienes están sometidos al cambio. Cambiar
para ser mejores es un tendencia hacia el ser y su se cambia para ser más perfectos es porque
se tendía a la perversión, es decir, a la pérdida de su esencia o sustancia. De ahí que concluye
San Agustín “que el orden produce el ser; el desorden, al contrario, que se puede llamar también
perversión o corrupción, produce el no ser, y por consiguiente, todo lo que se corrompe tiene, por
esto mismo, a no ser ya lo que es”.
En este tipo de ética, el contenido de la misma está dado por la presencia de las virtudes
fundamentales como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza que posibilitan ordenar
la voluntad humana en dirección hacia el Ser y el Bien supremo que es Dios en la medida que
participen de las prescripciones fundamentales que constituyen la ley eterna, por la que se dispone
de un modo universal que el orden natural sea guardado y prohíbe que sea perturbado. Como dice
San Agustín, no por la prudencia de un hombre se hace prudente otro hombre, ni tampoco fuerte
o justo, “sino que llegará a serlo conformando su alma a aquellas inconmutables normas y luces
de las virtudes que viven inalteradamente en la misma verdad y sabiduría, común a todos”.

La escolástica
La escolástica es el período medieval en que la filosofía y la teología se desarrollan en
escuelas. Desde Carlomagno hasta el Renacimiento. Etimológicamente escolástica viene de
schola, y hace referencia a un saber cultivado en las escuelas, bajo la dirección de un profesor.
Estas escuelas fueron originalmente centros de enseñanza que crecieron al amparo de catedrales
y conventos, que con el tiempo dan origen a las universidades.
A principios del S. XII los estudiantes de Bolonia comenzaron a formar hermandades o
gremios, que fueron llamados universitates. En el S. XIII el rey español Alfonso X, llamado el sabio,
definió a la Universidad en las Siete Partidas, como “el ayuntamiento de maestros y discípulos,
hecho en algún lugar, con voluntad y entendimiento de aprender los saberes”.
La enseñanza en estos centros de altos estudios se realizó bajo dos formas: la lectio y la
disputatio. La clase comenzaba cuando el magister comenzaba con la lectura de un texto, a
medida que leía comentaba el texto. Luego este texto era discutido por todos y finalmente el
magister daba la solución a los problemas planteados.
En el aspecto estrictamente filosófico deben mencionarse los nombres de Juan Escoto
Eriúgena, irlandés que dirigió la escuela palatina; San Anselmo, llamado de Canterbury. Con Juan
Duns Escoto, franciscano escocés que merecidamente fue llamado “el doctor sutil”, la escolástica
entra en el S. XIV, en el cual se destacó Guillermo de Ockham, otro franciscano nacido en Londres,
que con su crítica a algunas afirmaciones escolásticas habría abierto el camino a la filosofía
moderna.
La escolástica es una época bastante más compleja de lo que suponen algunos. Incluyó
personalidades muy heterogéneas: dialécticos como San Anselmo, místicos como San Bernardo,
humanistas como Juan de Salisbury, retóricos como Guillermo de Alvernia, teólogos como San
Buenaventura y Santo Tomás.
Se pueden distinguir varias etapas: una primera de formación (Siglos IX y X), de desarrollo
(Siglos XI y XII), de apogeo (Siglo XIII) y de decadencia (Siglos XIV y XV). No hay que pensar que

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la escolástica es un período en el que predomina el pensamiento de Aristóteles. Hubo influencias
varias y el pensamiento de San Agustín mantuvo un lugar preponderante.

Tomás de Aquino
Tomás nació en el castillo de Roccasseca, al sur de Roma, camino a Nápoles. A los cinco
años comenzó sus estudios en la Abadía de Montecassino, y a los catorce entro a la universidad
de Nápoles, donde permaneció cinco años. Entró a la orden de los dominicos y estudió luego en
la Universidad de París, donde conoció a Alberto el grande (Magno). Se ordenó sacerdote en
Alemania. En 1252 comenzó a leer y enseñar en el convento de Saint Jaques de París. A los
cuarenta años, Tomás fue destinado a Roma, donde estuvo un par de años para luego ir a Viterbo.
Luego asume la Segunda Regencia en París. Tomás tiene cuarenta y cuatro años- Estos
cuatro años en París son los de su mayor producción intelectual. Dormía poco, dedicándose a
escribir, dictar, enseñar y rezar. Hacia 1270 comienza la Segunda parte de la Suma Teológica, en
la que muestra una gran comprensión de las cosas humanas y que es una de sus contribuciones
más originales al pensamiento medieval. En esta segunda estadía en París como profesor disputa
contra el averroísmo latino. Marchó a Nápoles donde escribió la Tercera parte de la Suma
Teológica. La obra de Tomás de Aquino es inmensa; actualmente se la puede consultar completa
en latín por internet.
A Aristóteles lo llama “el Filósofo”, sin nombrarlo, lo que revela la especial consideración
que tiene Tomás con el Estagirita. Y a su principal rival, el filósofo musulmán Averroes lo llama “el
Comentador”.
La obra cumbre de Tomás de Aquino es la Suma Teológica. La intención de su autor es
escribir algo que sea adecuado para los estudiantes principiantes: como el doctor de la verdad
católica debe instruir no solamente a los más adelantados sino también a los que empiezan.
La suma Teológica está dividida en tres partes, la primera sobre Dios uno y trino, la
segunda sobre el fin del hombre, los actos humanos, las virtudes y los vicios y la tercera sobre
Cristo. Cada parte está dividida en cuestiones, y cada cuestión en artículos. Éstos tienen la
estructura de la disputa o de la misma clase: el título del artículo plantea un problema que en su
formulación en latón comienza casi siempre con la palabra utrum (utilizado en interrogaciones
dobles: ¿es o no es?). A continuación se formula el sed contra (pero contra esto) en el que se
recurre a alguna autoridad que dice lo contrario; luego viene la respuesta que contribuye la
solución de Tomás al problema planteado en el título del artículo. Por último se responde a cada
una de las objeciones o dificultades.
De este modo las cuestiones más diversas son analizadas con el rigor propio de esta época, pero
con una perspectiva personal y novedosa que hacen de Tomás un autor un tanto extraño en la
baja Edad Media. En la suma teológica está todo lo que se puede esperar de un teólogo medieval
pero también muchas cuestiones sobre las cosas humanas analizadas a la luz de la razón natural
con una comprensión de las mismas bastante llamativa para un fraile que nunca salió de su
residencia eclesiástica.
La filosofía y la teología sobrenatural: en el primer artículo de la Suma Teológica se advierte que
este profesor desea que sus alumnos distinguen con claridad lo que es ámbito de la filosofía y lo
que le compete a la doctrina Sagrada. Tomás siempre sostuvo esta distinción.
Tomás de Aquino fue por sobre todo un teólogo. Como sostiene Etienne Gilson, Tomás
seguramente no se imaginó que en sus obras se buscarían los elementos de una filosofía sacada
de su teología, sin embargo su respeto por el pensamiento filosófico fue constante. En su
comentario a la “Metafísica de Aristóteles” sostiene que los filósofos se parecen a los poetas
porque ambos tratan sobre cosas dignas de admiración. La amistad sostuvo, existe también en la
relación que se da entre maestro y discípulo porque la dignidad de la filosofía que el alumno
aprende no puede medirse según el dinero ni puede devolver este algo semejante a lo que recibe
de su maestro por lo que debe devolver lo que pueda como a Dios y a los padres.

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La metafísica: es un error hacer de tomas un simple aristotélico Tomás es más que la suma de
sus fuentes cita un gran número de autores como Anaxágoras, Avicena, Aristóteles, Platón, San
Agustín, Cicerón, Séneca, Boecio, etcétera. Sin duda la influencia filosófica mayor fue la de
Aristóteles, pero Platón influyen no poco en su metafísica y los estoicos en otras varias cuestiones;
en todos encontró pistas para llegar a la verdad, pero su pensamiento no es el de ninguno de ellos.
Esto es particularmente notable en su metafísica con su distinción entre ser y ente el ser no es en
sino aquello por lo que él es. El ser no es el ente sino aquello por lo que el ente es. Esta distinción
era capital para Tomás ya que le permite explicar la relación entre Dios y lo creado.
El ser es la actualidad de todos los actos. Para Aristóteles solamente hay un acto en el
ente, el de la forma. Para Tomás el ser es acto del ente mismo y por lo tanto también es acto de
la forma. Esto es la base de lo que llamó doble composición de potencia y acto, tal como lo indica
la Suma Contra los Gentiles donde afirma que no es lo mismo estar compuesto de substancia y
ser, que de materia y forma. Aunque en ambos casos hay potencia y acto en los entes compuestos
de materia y forma ninguna de estas separadamente se puede explicar. La primera composición
es la de materia y forma en la que la primera se relaciona con la potencia como la segunda con el
acto. La segunda composición es la de lo que es y ser o de lo que es y por lo que es. En esta
segunda composición de esencia y ser, la esencia se relaciona con la potencia y el cerco en el
acto que hace que el ente sea ya que el ente no es el ser sino algo que tiene ser, sin ser el ser.
Sólo Dios es el que es, todo lo demás existe por participación de su ser. Por eso en Dios
se identifican su esencia y su ser. El esse es la actualidad de todo lo que existe. En todo ente, el
ser se comporta con la esencia como el acto con la potencia, pero como en Dios no hay potencia
no puede su esencia ser distinta de su ser. Por eso Dios es el que es y además, como dice Tomás
es la Fuente del ser. Para Tomás la totalidad de los entes existe por creación de Dios. La creación,
la producción de todo ser consiste en el acto por el cual Él es el acto puro de ser, y causa los actos
finitos de ser.
Respecto a si el mundo ha sido creado desde la eternidad o sí comenzó a ser, era una
cuestión bastante discutida en su época ya que Aristóteles afirmaba la eternidad del mundo y las
Escrituras que comenzó a existir. Tomás sostiene qué racionalmente ambas respuestas son
posibles, pero que sabemos por la fe que el mundo ha comenzado existir y que esto no es
demostrable ni objeto de la ciencia humana. Para su época no estaba mal porque no había
elementos para sostener lo contrario, hoy la ciencia sostiene que es altamente probable que el
mundo haya tenido un comienzo.
Dios creó el mundo de la nada esta afirmación fue bastante resistida por los filósofos que
entendían que era un dogma de fe y no algo que aceptar por una explicación racional. Tomás trata
esta cuestión con argumentos racionales: sostiene que Dios produjo las cosas en el ser sin nada
preexistente que le sirviese como materia, argumentó que no hay materia alguna que esté en
potencia respecto al ser universal.
Ahora bien la materia es un ser en potencia por eso es preciso que Dios que es acto puro,
sea en absoluto anterior a ella y consiguientemente causa de la misma. En consecuencia su acción
no presupone necesariamente la materia.
La ética: el hombre es lo más perfecto de la naturaleza, a quién están subordinadas todas
las otras criaturas inferiores. Entre los seres vivos las plantas existen para los animales y éstos
para el hombre. El hombre es el fin de toda la generación. Tal es el puesto del hombre en el
universo para Tomás y el hombre tiene como fin a Dios de un modo especial por ser un animal
racional.
El hombre difiere de las criaturas irracionales por tener el dominio de sus actos esto le
permite dirigirse hacia el fin que lo perfecciona. Este fin puede ser medio para otro fin o ser un fin
último. Tomás de Aquino sigue en esta cuestión a Aristóteles, en los fines no se puede proceder
al infinito porque en todas las cosas ordenadas entre sí por exigencia de su naturaleza si no

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hubiese una primera desaparecerían todas las que dependen de ella, si no hubiese último fin no
habría deseo de nada y en consecuencia no habría ninguna acción.
Al fin último se lo puede considerar de dos maneras bajo el concepto mismo último o en
cuanto a la realidad en la que éste consiste. En cuanto a la noción abstracta de fin último, todos
concuerdan en desear el fin porque todos apetecen en el cumplimiento de su perfección en que
aquel consiste y este fin es la felicidad pero respecto la realidad en que se encuentra no están de
acuerdo todos los hombres porque para unos la felicidad consiste en unos bienes y para otros
consiste en otros. Sostiene Tomás que hay dos formas de felicidad una imperfecta que se puede
tener en esta vida y otra perfecta que consiste en la visión de Dios.
La felicidad imperfecta se puede alcanzar en esta vida y puede ser lograda por el hombre
por sus medios naturales pero no puede, por sus medios naturales, conseguir la felicidad Suprema
que es la contemplación de Dios, también la felicidad imperfecta consiste principalmente en la
contemplación de la verdad y secundariamente en la actividad del entendimiento práctico que pone
orden en las acciones y pasiones humanas.
Las acciones humanas se consideran tales si son voluntarias y son buenas o malas según
el fin que tienen. Pero en el acto voluntario hay dos aspectos que deben ser considerados: el acto
interior de la voluntad y el acto externo. El fin es propiamente el objeto del acto interior, mientras
que la acción exterior tiene por objeto aquello a lo que se refiere por eso la especie del acto
humano formalmente es la que se obtiene del fin y materialmente la que viene del objeto exterior.
De allí que la intención (el voluntario interno) es determinante para cualificar el acto humano como
bueno o malo y como la conciencia es un dictamen de la razón, el juicio de la conciencia es el que
hace que la acción sea buena o mala, más allá del acto externo concretamente realizado. Por eso
para Tomás la conciencia errónea obliga moralmente ya que la regla de nuestros actos está dada
subjetivamente por nuestra intención. El juicio de nuestra conciencia puede ser erróneo pero,
Cómo el ser humano cuando está en el error que estar en la verdad debe obedecer a su conciencia
el objeto de la voluntad es presentado a la misma por la razón pero si está presente un objeto
como malo la voluntad al tender hacia ese objeto se hace mala la razón por error también puede
estimar como Bueno lo que es malo o malo lo que es bueno. En consecuencia, sostiene Tomás,
sea ha de afirmar absolutamente que toda voluntad en desacuerdo con la razón sea recta, sea
falsa es siempre mala.
Para Tomás los actos humanos cuando son reiterados se transforman en hábitos, y éstos,
cuando son buenos son virtudes. Toma la definición de virtud de San Agustín, a la que le hace
diversas precisiones que lo llevan a definirla como un hábito bueno por el cual se vive rectamente
y del cual nadie hace mal. Uso. En su clasificación de las virtudes siguió básicamente a Aristóteles:
hay virtudes morales e intelectuales. Agregó las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad),
y destacó aquellas que denominó cardinales, las principales entre las morales: fortaleza,
templanza, justicia y prudencia.
La justicia ordena al hombre con relación a otro, ya sea considera individualmente o a otro
en común, en cuanto que el que sirve a una comunidad sirve a todos los hombres que pertenecen
a ella. La justicia ordena las acciones humanas al bien común. Sin embargo, debe advertirse que
para Tomás de Aquino el bien común para los hombres es en primer lugar Dios.
Tomás entiende que la ley se ordena al bien común y esta ordenación debe hacerla o la
comunidad misma o le que la dirige. Por eso sostiene que le corresponde legislar a quien tiene a
su cargo el cuidado de la comunidad.
No debe interpretarse que para Tomás el bien común es algo que le pertenece como fin a
la comunidad política y no a cada uno de los que la componen. El bien común es realmente un
bien de la persona. Esta fuera de discusión que el bien común tiene primacía sobre el bien singular
de cada persona.

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