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Arte hispanorrornano y arte romano

provincial
Datos principales:

Inicio
200AC
Fin
350DC
Rango
200AC to 350DC
Periodo
Arte Antiguo de España
Lugar
España
Derechos
Manuel Bendala Galán

Desarrollo:

El arte hispanorromano, por la diversidad de las culturas hispanas preexistentes,


por el distinto y escalonado grado de romanización que se registra en ellas, por los
múltiples niveles en los que el mismo arte romano se expresa o se proyecta, por
las numerosas vías por las que penetró en Hispania, será un arte heterogéneo y
complejo de ordenar, clasificar y valorar científicamente, según vamos viendo en
lo que va dicho. Buena parte de su problemática es la que corresponde a una
cuestión medular en el arte del Imperio, que es el llamado arte romano provincial.
Los planos en los que se desenvuelve el arte romano son fundamentalmente dos,
en los que se compendian muchos estratos de matices distintos. Puede hablarse
de un arte oficial, trasunto más o menos directo de los modelos de la corte, e
incluso de un arte culto, de espectro más amplio, vinculado igualmente a las
directrices romanas o a la de los ambientes elevados de tradición helenística de
forma más general. Estos dos niveles, resumibles en uno de los correspondientes
a la clasificación en dos de que se hablaba, se expresan de manera más o menos
homogénea en todo el Imperio. Es el gran arte romano, sobre todo en el campo de
la escultura, fuertemente deudor del clasicismo griego o de los estilos helenísticos,
convertido por Roma en una expresión altamente politizada, al servicio de los
poderosos aglutinantes ideológicos que un Imperio como el romano precisaba. No
será por ello extraño que buena parte de la producción de este arte superior, se
concibiera al servicio del culto al Emperador, a la Casa Imperial o a Roma y sus
dioses tutelares. Pero junto a este arte áulico conviven en el Imperio formas de
arte distinto, como el provinciano, de raíz más popular, que en cada lugar se
ofrece con rasgos propios; corresponde a una parcela de la producción artística
muy próxima, en cuanto a condicionantes y resultados, a la del arte plebeyo,
según lo caracterizó el investigador Ranucchio Bianchi Bandinelli para el ámbito
itálico. Como expresiones artísticas de propósitos más finalistas y prácticos,
comparten una menor preocupación formal, la tendencia a primar los aspectos
irracionales y simbólicos sobre la pureza estilística, a optar por las soluciones
plásticas o técnicas más simples, como el linealismo en los pliegues de los
ropajes, y otros rasgos. Como quiera que los niveles expresados no son estancos,
sino que se influyen continuamente entre sí, los fenómenos propios del arte
provincial resultan de una gran complejidad. La discusión sobre sus problemas y
su significación empezó ya en el siglo XIX, y suscitó una interesante polémica en
las primeras décadas de este siglo. Se ponía en cuestión el arte de las provincias,
particularmente la escultura, con especial atención a lo que ocurría en la Galia, las
regiones centroeuropeas y la propia Italia. Era preciso poner en orden la crítica
artística de una interesante producción que no obedecía a las pautas del arte
romano oficial, así como proceder a su correcta valoración cultural e histórica. El
arte provincial entendido como tosca o bárbara imitación del oficial era una
concepción simplista de una realidad mucho más compleja y rica en matices.
Según el arqueólogo italiano G. A. Mansuelli, en el estudio de esa realidad se
advierten desde posturas nacionalistas, tendentes a contraponer a las
aportaciones romanas la persistente vitalidad de las etnias y las culturas locales
(una afirmación del Kunstwollen prerromano), a las no menos unilaterales tesis
centristas, que consideran a lo romano el principal o único protagonista de las
iniciativas que conforman el arte provincial. Han sido de gran interés, en esta
línea, los estudios de Bianchi Bandinelli. Subraya éste la diversidad de color de los
diferentes artes provinciales, aunque se detecten rasgos comunes. En general, la
mayor parte de la producción provincial es obra del artesanado popular, impulsado
muchas veces por la necesidad o el deseo de ofrecer un trasunto asequible y
económico de las obras de alto precio que se importaban de Roma o de otros
centros de tradición helenística. Pero el arte popular -añade el citado autor- no es
sólo imitación ni sólo reflejo del arte de Roma; puede contener elementos de gusto
personal que, sobre todo en las individualidades más capaces, se concentran en
afirmaciones de una poética nueva. Ciertas técnicas propias de lo provincial, como
la simplificación, el linealismo en los plegados, o el surco de contorno en los
relieves (para forzar artificialmente la sensación de bulto), se elevan al rango de
estilo. Uno de los meollos de la tesis de Bianchi Bandinelli es que ese estilo
provincial, bien representado en monumentos como el mausoleo de los Julios de
Saint-Remy (Provenza) o, en España, la Torre de los Escipiones (Tarragona),
junto con el plebeyo -en su afán narrativo, simbólico, expresionista, determinante
de efectos como la perspectiva jerárquica-, se imponen en el arte oficial romano,
de forma paralela al fenómeno sociológico por el que fueron cobrando importancia
en Roma las clases medias, y ascendiendo a la corte las elites provinciales. Estos
fenómenos, que cobraron notable fuerza con los Flavios, adquirieron carta de
naturaleza con Trajano. La progresiva imposición, desde fines del siglo II d. C., de
las tendencias irracionalistas y simbólicas, frente a las racionalistas y naturalistas
de raíz helénica, caracterizaron el arte romano tardío y -concluye B. Bandinelli-
prepararon la transición al arte de la Edad Media. En Hispania existen espléndidos
ejemplos de arte áulico u oficial, en general en las grandes ciudades,
como Emerita, Tarraco, Corduba, Italica, etc., donde la vida oficial exigía o
propiciaba su implantación, y más repartidamente en todas partes donde hubiera
gentes capaces de conectar con los gustos de ese arte áulico y soportar sus
costes. Su estudio queda facilitado por la pertenencia a un lenguaje de normas
bastante fijas, con patrones válidos en todo el Imperio, y girando
fundamentalmente en torno a las tendencias definidas para Roma. Son igualmente
abundantes los testimonios del arte provincial, y aquí las dificultades de estudio,
de interpretación, de valoración como obra de arte y como expresión cultural, se
acentúan extraordinariamente. Entre otras cosas porque aspectos básicos, como
los impulsos culturales y mentales que los determinaron y les dieron forma,
pueden quedar oscurecidos por la expresión de un lenguaje artístico menos legible
o traducible. Es como una escritura cuyos signos no estuvieran claramente
definidos, y que expresara una lengua poco o nada conocida. Eso nos daría la
imagen de una complejidad extrema poco común, pero con la que subrayo las
dificultades que entraña el acercamiento a esta parcela del arte antiguo.
Pongamos un ejemplo apropiado entre los que nos ofrece la Hispania romana. Y
lo tenemos en una copiosa producción de estelas funerarias, que se reparten por
un amplio sector de la Meseta, el norte y el noroeste de la Península. Uno de los
grupos más característico y justamente famoso se concentra en la provincia de
Burgos, en particular en Lara de los Infantes. Son estelas para hincar sobre la
tumba, decoradas por su cara anterior, en la que figura a menudo la cartela con la
inscripción dedicatoria. La ornamentación suele constar de figuras animales y
humanas, aisladas o formando escenas -jinetes, temas de caza y de guerra,
banquetes funerarios, etc.-, y abundantes motivos geométricos, como sumarias
representaciones arquitectónicas y, particularmente, signos astrales, muchas
veces a la manera de un gran disco que alberga una roseta o un vórtice helicoidal,
en la parte superior de la estela. En las representaciones figuradas se acentúan la
ingenuidad y la torpeza de los dibujos y, en todo, predomina el relieve plano y el
recurso a la incisión para indicar los detalles. Los mejores efectos decorativos
caen del lado de los geometrismos, a veces muy primorosos. Estos monumentos
funerarios han dado lugar a una amplia literatura científica, que ha visto en su
innegable expresividad la posibilidad de escudriñar sobre las creencias y señas de
identidad de quienes los encargaron. En general, su localismo artístico, el tipo de
escenas representadas en ellas y, sobre todo, la proliferación de signos astrales,
todo ello unido a su área geográfica de distribución, las hizo ver como clara
expresión de indigenismo, y Antonio García y Bellido, que les dedicó espléndidos
estudios, sentenciaba su abolengo céltico. Sin embargo, en una reconsideración
reciente del arte y de la significación de estos monumentos, José Antonio Abásolo
considera más atinado quitar peso a la supuesta carga indigenista de las estelas,
cuyo repertorio formal -decorativo y simbólico- se mueve en el marco de lo
puramente romano, atestiguado por todo el Imperio. La morfología y la decoración
responden a una inspiración clásica, de modo que sus formas remedan a menudo,
con sus simplificadas arquitecturas, los esquemas de monumentos mayores del
tipo de los turriformes con edícula u otros parecidos. Y el conjunto de signos
o motivos decorativos que ofrecen, se comprenden igualmente en el seno del
simbolismo funerario romano, tal y como se manifiesta en todo el Imperio. En ello
habría que incluir los mismos signos astrales, aunque también pueda entenderse
su proliferación, o la importancia compositiva que se les concede, como resultado
de una particular predisposición a las manifestaciones de este tipo en las gentes
de la zona.Se trataría, en suma, de productos de arte romano provincial, formado
a impulsos de corrientes venidas de forma poco precisable, pero que pudieron ser
vehiculadas por los movimientos de la milicia y contactos de otro tipo, que enlazan
estos monumentos con tendencias que parecen especialmente propias del norte
de Italia. Son una buena muestra de un arte provinciano, en el que se añaden
elementos también locales, y en cuya configuración cuentan factores muy
complejos, e inciden las tendencias reiterativas de talleres artesanales poco dados
a la renovación de sus repertorios artísticos.

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