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com/jesus-y-los-
enfermos/

Matilde Eugenia Pérez Tamayo


https://issuu.com/matildeeugeniapereztamayo

El Retiro, Colombia
Nació en Medellín, Colombia, en el seno de una familia profundamente católica.

Hizo sus estudios primarios y secundarios en el Colegio de las Hermanas


Dominicas de la Presentación.

Ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana,


y obtuvo el título de Licenciada.

Es además, Diplomada en “Psicología y Espiritualidad” y en “Espiritualidad y


Mundo Contemporáneo”, del Instituto de Espiritualidad de la Universidad Pontificia
Bolivariana y la Orden de los Carmelitas Descalzos (UPB- OCD).

Fue profesora de Filosofía en el Colegio Jesús María de Medellín.

Trabajó en el Centro Cultural Ignacio de Loyola, obra de la Compañía de Jesús en


su ciudad. Y colaboró en la Pastoral de la Parroquia de San Ignacio, regentada por
los padres jesuitas.

En la actualidad está dedicada a escribir sobre temas catequéticos y pastorales.

JESÚS Y LOS ENFERMOS


Los cuatro evangelios nos dan a conocer, en diversos pasajes, como un hecho real
e histórico, la preocupación que Jesús tenía frente a los enfermos, y su actitud
siempre compasiva con ellos; y nos narran, en algunos casos con lujo de detalles,
los milagros que realizó en su favor.
Jesús curó a la suegra de Pedro que estaba en cama y padecía fiebre; a la mujer que
padecía flujo de sangre desde hacía cuarenta años; a la hija de la mujer siro-fenicia
que padecía ataques; a Bartimeo que era ciego de nacimiento; al criado del
centurión romano; a los diez leprosos que encontró en su camino hacia Jerusalén
y a dos ciegos que pedían limosna a la salida de la ciudad de Jericó; a la mujer
encorvada que vio en la sinagoga de Cafarnaún; al paralítico que sus amigos
descolgaron por el techo de la casa donde él estaba enseñando; al hombre de la
mano paralizada; al endemoniado epiléptico; al tartamudo sordo; al paralítico que
permanecía cerca de la piscina de Siloé, y a muchísimos enfermos más. Y como si
esto fuera poco, revivió a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de Naín, y a su amigo
Lázaro. En el Evangelio de san Lucas leemos:
“Saliendo de la sinagoga entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba
con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella conminó a la
fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles.
A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los
llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de
ellos, los curaba.” (Lucas 4, 38-40).
Pero para comprender el verdadero sentido y la verdadera profundiad de esta
actitud sanadora de Jesús, debemos conocer la concepción que los israelitas tenían
de la enfermedad.
SIGNIFICADO DE LA ENFERMEDAD EN LA CULTURA JUDÍA
Distintos textos bíblicos nos muestran cómo era vista y entendida la enfermedad
en el pueblo de Israel; de ellos podemos sacar las siguientes conclusiones:
1. La enfermedad es una situación de debilidad y agotamiento, en la que el enfermo sufre el
abandono de su fuerza vital. Todo enfermo es una persona que va camino de la muerte.
2. El enfermo vive una situación de paro forzoso, no puede trabajar, depende totalmente de los
otros, de tal manera que la enfermedad implica no sólo la pérdida de la salud, sino también la
condición de máxima pobreza.
3. Por su misma condición, la enfermedad es considerada como un castigo de Dios. Se entiende que
es Dios mismo quien abandona y rechaza al enfermo, por sus pecados. Todo enfermo es
sospechoso de infidelidad a Dios.
4. Como consecuencia de lo anterior, el enfermo se ve a sí mismo como culpable de algo – ante
Dios y ante la sociedad -, aunque muchas veces no sabe bien qué es lo que ha hecho Este
sentimiento de culpabilidad hunde al enfermo en la desesperanza, y en la marginación.
Ritualmente se le considera impuro, indigno de presentarse ante Dios. Es un hombre totalmente
perdido.
LA COMPASIÓN DE JESÚS POR LOS ENFERMOS

Conocedor de su tiempo y su cultura, Jesús percibía con inmenso dolor, la difícil


situación que vivían las personas enfermas, quIenes, aparte de sus dolores físicos,
tenían que enfrentar la marginación y la carencia de los bienes indispensables para
su vida; esto lo llevó a sentir en lo más profundo de su corazón, una inmensa
compasión por todas ellas, sin importar su enfermedad, su condición social, su sexo
o su lugar de origen.
Pero Jesús no se acercaba a los enfermos, con la preocupación de un médico, que
simplemente deseaba resolver el problema biológico creado por la enfermedad
como tal, sino que su intención fundamental era recuperar y “reconstruir”,
plenamente, a estos hombres y mujeres hundidos en el dolor físico, y también en
el dolor espiritual que implicaba para ellos sentirse condenados por la sociedad y
la por la religión.
Los datos evangélicos nos muestran que Jesús no fue simplemente un curador de
enfermedades, sino también, y sobre todo, un rehabilitador de hombres y
mujeres destruídos, un verdadero liberador. Por eso no se
detenía ante nada; ni siquiera ante las leyes y normas religiosas, que mandaban “no
trabajar” el sábado, día dedicado a Dios, y también, tocar a los enfermos,
particularmente a los leprosos, para no contaminarse de su supuesta impureza.
Jesús consideraba que compadecerse de las personas marginadas por la
enfermedad, acercarse a ellas y sanarlas, era parte importante de su misión de
Mesías – Salvador. Fue precisamente esto lo que dijo a los discípulos de Juan
Bautista cuando le preguntaron quién era y a qué venía. Nos lo refiere san Mateo
en su Evangelio:
“Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus
discípulos a decirle: – ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?
Jesús les respondió: – Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven y
los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos
resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva…” (Mateo 11, 2-6).
Jesús no actuaba como un profesional de la medicina, ni como un sacerdote a quien
correspondía realizar ritos de purificación. Los únicos motivos que lo llevaban a
actuar en favor de los enfermos, eran su pasión liberadora y su amor absoluto e
incondicional a los necesitados. Un amor y una pasión que nacían en su corazón
humano y divino a la vez, y crecían y se fortalecían en su contacto directo con
Dios, su Padre, de quien procedía.
Jesús se compadecía de todos aquellos a
quienes veía sufrir por la enfermedad o por la muerte, enjugaba cariñosamente las
lágrimas de sus ojos, y con un gesto sencillo o una palabra aparentemente simple
pero profundamente elocuente y llena de fe y de confianza en su Padre, cambiaba
su dolor en gozo, su tristeza en alegría, movido por su amor y con su poder de
Dios.
“Y sucedió que a continuación Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con
él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaban a la puerta de
la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre que era viuda,
a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla, el Señor tuvo compasión
de ella, y le dijo: – No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaba
se pararon, y él dijo: – Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se
puso a hablar, y él se lo dio a su madre” (Lucas 7, 11-15).
Jesús se sentía llamado a acercarse no a los sanos y justos, sino a los enfermos y a
los pecadores, para infundirles fe, aliento, esperanza. Por eso los acogía. los
escuchaba, y los hacía sentir comprendidos, amados por Dios con gran ternura;
esto les ayudaba a creer de nuevo en la vida, en el perdón de Dios, y en la
posibilidad de restablecer plenamente sus relaciones con Él y con la sociedad de la
que formaban parte.
Jesús invitaba a los enfermos sanados, a reiniciar su vida, con frases como: “Toma
tu camilla y anda”, o, “vé y preséntate al sacerdote”, para que testifique tu
curación.
JESÚS Y EL SUFRIMIENTO
Esta actitud de Jesús respecto a los enfermos, nos
muestra que el sufrimiento, cualquiera que sea, no es de ninguna manera deseable;
y también, que no existe un nexo directo entre el sufrimiento – y más
concretamente la enfermedad – y el pecado, como muchos creían en aquel tiempo,
y como muchos piensan todavía hoy.
Pero fue más allá. Afirmó en varias ocasiones, que el sufrimiento, cuando es
aceptado y vivido con fe, puede convertirse en una bienaventuranza, en un motivo
de alegría y esperanza, porque prepara a quien lo padece con fe y con amor, para
acoger el Reino de Dios que él vino a instaurar en el mundo: el reinado de Dios en
el corazón de cada hombre y de cada mujer y en el mundo entero. Recordemos sus
palabras al comienzo del Sermón de la Montaña:
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados…
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
Reino de los Cielos…
Bienaventurados serán cuando los injurien y los persigan y digan con mentira
toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense porque
su recompensa será grande en los cielos…” (Mateo 5, 5. 10-12).
Y también dijo, que el sufrimiento es una situación, una circunstancia de la vida
de los seres humanos, en la que se revela de modo especial la gloria y el poder de
Dios, y su amor infinito por cada uno de nosotros:
“Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana
Marta; María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus
cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decirle a
Jesús: – Señor, aquel a quien tú quieres está enfermo. Al oírlo Jesús, dijo: – Esta
enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios
sea glorificado por ella” (Juan 11, 1-4).

Cuatro días después de recibir el mensaje, Jesús se


dirigió a Betania. Al llegar encontró que Lázaro ya había muerto, y que, como era
costumbre, ya había sido sepultado. Frente a la tumba de Lázaro Jesús lloró por su
muerte, porque Lázaro era su amigo, pero luego, ante el asombro de todos los
presentes, lo revivió.
Esta resurrección de Lázaro desencadenó dos acontecimientos que fueron
definitivos para Jesús: mucha gente creyó en él, y los fariseos y los sumos
sacerdotes, confirmaron su decisión de llevarlo a muerte (cf. Juan 11).
Todo esto que Jesús hizo en su tiempo, lo hace también hoy con cada uno de
nosotros. Aunque no podamos verlo ni tocarlo, Jesús está con nosotros, a nuestro
lado, en nuestra enfermedad y en nuestra vejez; acompañándonos, guiándonos,
protegiéndonos, cuidándonos. Nos lo dice la fe. No hace falta que realice un
milagro y nos cure; muy bueno si éste ocurre – ¡y puede ocurrir! -, pero no es lo
importante. Lo realmente importante, es sentir que Jesús está con nosotros y que
nos comunica su amor y su fuerza para ayudarnos a vivir con paciencia y buen
ánimo todos nuestros padecimientos grandes y pequeños. Así
vamos preparándonos para el encuentro con Dios, al final de nuestra vida en el
mundo.
Oracion de sanacion
https://www.iglesia.info/oracion-de-sanacion/

Oracion de sanacion para curar enfermedades y


problemas de salud
La oracion de sanacion es aquella plegaria para pedir la ayuda de Dios cuando
tenemos un problema de salud. Y también cuando estamos enfermos,
cansados, con dolencias, o cuando un familiar o un amigo se encuentra en
estas circunstancias. En los momentos en que necesitamos la ayuda de Dios,
él siempre está ahí para asistirnos.
¿Cuando realizar esta oración?
Esta oración sanatoria u oración de sanidad, podemos rezarla en cualquier
momento del día. Siempre que haya necesidad de sentir la presencia de Dios,
para que interceda y nos devuelva la buena salud, y sane nuestras
enfermedades o las de nuestros familiares, amigos o vecinos. Siempre que lo
consideremos oportuno, podemos realizar una oración para un enfermo. Y de
forma que pueda recuperar su salud con una oración por la salud.
¿Por qué rezar una oración sanadora?
Uno de los temas que siempre está presente en nuestras oraciones es la
salud. Y es que dependerá de nuestro bienestar físico y emocional que
podamos llevar a cabo una vida plena.
Si en este momento estas pasando por problemas de salud o simplemente la
persona cuya salud está quebrantada es un familiar o un ser querido muy
cercano, seguramente tendrás en mente hacer una oración para los enfermos y
de esta forma encontrar consuelo espiritual para el quebranto de salud.
Una oración para sanar a los enfermos
Padre Dios Todopoderoso, fuente de la salud y del consuelo, que has dicho “Yo soy el que
te da la salud”.
Acudimos a ti en este momento en el que por la enfermedad experimentamos la fragilidad
de nuestros cuerpos.
Ten piedad Señor de los que están sin fuerza, devuelves la salud y quedaran sanos.
Has efectivos los tratamientos médicos.
Líbrales de los efectos secundarios de la medicina y has que lo que la medicina no puede
hacer.
Realiza un milagro de tu amor y concédeles la salud del cuerpo, la paz en el alma, para que
libres de toda enfermedad y recobradas las fuerzas, puedan servirte mejor a ti y a nuestros
hermanos.
Lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo, con la Virgen María nuestra madre, orando
en la fuerza del Espíritu Santo, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Si deseas conocer más oraciones de sanación, la invitación es para que


navegues por nuestra página y descubras la diversidad de plegarias que puedes
decir a Dios para pedir por la salud de tus seres queridos y la de tu persona.
Vídeo de oración de sanación
Oración de sanación al corazón de Jesús por un enfermo
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un pedido de fe ...
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Aparte de la oración de sanación, quizá te interese:


¿Puedo acercarme más a Dios?
El católico sabe que la comunicación y cercanía con Dios puede ser infinita.
Sentir la sanación que nos da el espiritu santo en cada tempestad, es de las
mejores sensaciones que puede sentir un cristiano. Para acercarnos más a él,
no basta solo con rezar el padre nuestro diariamente; debemos rezar en la
mañana y hacer la oracion de la noche, pero sobre todo, debemos ser hijos
agradecidos y bondadosos, para ganarnos así, su misericordia cuando lo
necesitemos.
Si queremos un encuentro más pleno con el Padre, y reivindicar nuestro
amor y rendición ante él, podemos rezar el credo cada ves que tengamos la
oportunidad.
¿Quién más nos protege?
Dios nunca nos deja solos, por eso existen protectores que nos acompañan e
interceden por nuestras peticiones. Cuando tengamos cargas que sintamos
que son imposibles, podemos acudir a san judas tadeo, es el patrono de lo
imposible, y sin duda nos ayudará a sobrellevar esa carga. Si necesitamos
piedad, un favor muy grande, podemos acudir a nuestra Virgen, la magnifica,
o también a santa rita, la patrona de los necesitados.
Lo que la Biblia dice sobre la sanidad
y orar por los enfermos
https://www.subiblia.com/sanidad-orar-por-
enfermos/
Nuestro Dios es todopoderoso, es amor y él nos acompaña y nos bendice
siempre. Dios nos ha dado el mayor milagro que podremos experimentar jamás: la
salvación de nuestras almas. Pero también quiere ayudarnos en medio de
nuestras luchas y dificultades diarias. Una de las peticiones que le hacemos con
más frecuencia es la de sanidad porque vivimos en cuerpos físicos que padecen
enfermedades y dolores.

En la Biblia encontramos muchos ejemplos de sanidad divina. El poder de Dios no


cambia, Dios es el mismo ayer, hoy y por siempre (Malaquías 3:6; Hebreos 13:8) y
podemos confiar en que todavía él sana. Veamos algunas de las sanidades que
menciona la Biblia y fortalezcamos nuestra confianza en el poder sanador de Dios.

Sanidades en el Antiguo Testamento


Ana (1 Samuel 1:1-20)
Ana no podía tener hijos, algo por lo que sufría burlas y tormentos. Un día ella fue
al templo y derramó su corazón y sus lágrimas delante de Dios. Le prometió que si
él le concedía un hijo, ella se lo entregaría y crecería al servicio de Dios. Dios la
escuchó, la sanó de la esterilidad y con el paso del tiempo ella dio a luz a un niño,
Samuel, quien llegó a ser un gran líder y profeta del pueblo de Israel.

Naamán (2 Reyes 5:1-15)


Naamán era jefe del ejército del rey de Siria, un soldado muy valiente y de gran
prestigio que estaba enfermo de lepra. En su casa había una joven criada israelita
y ella les habló sobre el profeta Eliseo y cómo él podía sanar a Naamán de la
lepra.

Naamán habló con el rey de Siria que le concedió permiso para ir a Israel. Le
entregó una carta para el rey que decía: «Cuando te llegue esta carta, verás que
el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su
lepra». (2 Reyes 5:6)

El rey de Israel se puso muy nervioso, vio esto como un acto con intención de
comenzar una guerra ya que él se sabía incapaz de sanar. Eliseo le envió un
mensaje tranquilizador al rey y le dijo que él recibiría a Naamán. Eliseo le dio
instrucciones a Naamán para que pudiera recibir sanidad en el nombre del Señor.
Naamán siguió las instrucciones, fue sanado y reconoció al Dios de Israel como el
Dios verdadero.

Sanidades en el Nuevo Testamento


El mendigo en el templo (Hechos 3:1-10)
Pedro y Juan iban para el templo a orar una tarde y vieron a un hombre lisiado
(cojo) mendigando a la puerta del templo. Este hombre mendigaba allí cada día y
al ver a Pedro y Juan que se acercaban les pidió limosnas con la esperanza de
que le dieran por lo menos algunas monedas.

Pedro le contestó: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de
Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!" Y tomándolo por la mano derecha, lo
levantó. Al instante los pies y los tobillos del hombre cobraron fuerza.
(Hechos 3:6-7)

El padre de Publio y otros enfermos (Hechos 28:7-10)


Luego de un naufragio, Pablo y todos los que habían naufragado con él, llegaron a
la isla de Malta. El funcionario principal de la isla, Publio, los recibió amablemente
en su casa y los hospedó por tres días.

El padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a
verlo y, después de orar, le impuso las manos y lo sanó. Como consecuencia de esto,
los demás enfermos de la isla también acudían y eran sanados.
(Hechos 28:8-9)

El ministerio de Jesús
Los Evangelios detallan muchos de los milagros que hizo Jesús durante sus tres
años de ministerio y una buena parte de esos milagros fueron sanidades. Veamos
algunas de esas sanidades y aprendamos del ministerio de Jesús.

Algunas sanidades de Jesús

Referencia
Enfermedad bíblica La petición Qué hizo Jesús, cómo oró Resultado

Lepra Señor, si quieres, puedes Sanidad al


Mateo 8:1-4 limpiarme. Sí quiero —le dijo. ¡Queda limpio! instante.
(El centurión dijo:) Ofreció ir a sanarlo, pero el
Señor, mi siervo está centurión dijo que confiaba en la
postrado en casa con autoridad de la palabra de Jesús.
parálisis, y sufre Jesús dijo entonces: "¡Ve! Todo se Sanidad en la
Parálisis Mateo 8:5-13 terriblemente. hará tal como creíste". misma hora.
Ninguna. Jesús vio a la
Mateo 8:14- suegra de Pedro que Sanidad al
Fiebre 15 estaba enferma. No oró, solo la tocó. instante.
Referencia
Enfermedad bíblica La petición Qué hizo Jesús, cómo oró Resultado

Jesús les contestó: "Ni él pecó, ni


sus padres, sino que esto sucedió
Ninguna. Los discípulos para que la obra de Dios se hiciera
le preguntaron a Jesús: evidente en su vida". Escupió en el
"Rabí, para que este suelo, hizo barro con la saliva y se
hombre haya nacido lo untó en los ojos al ciego El ciego fue y
ciego, ¿quién pecó, él o diciéndole que fuera a lavarse en el se lavó, y al
Ceguera Juan 9:1-7 sus padres?" estanque de Siloé. volver ya veía.
Ninguna. Jesús se fijó en Jesús le preguntó si quería ser sano,
él entre muchos el enfermo contesta con excusas,
enfermos que estaban en pero Jesús le dijo: Levántate, Quedó sano al
Invalidez Juan 5:1-9 el estanque de Betesda. recoge tu camilla y anda. instante.
Ninguna. Jesús vio al
Mano seca Mateo 12:9- hombre al entrar en la Jesús le dijo que extendiera la Sanidad al
paralizada 14 sinagoga. mano. instante.
Lo trajeron otros hasta
Jesús y ellos le Jesús llevó el enfermo aparte, le
suplicaron que pusiera su puso los dedos en los oídos y le
Marcos 7:31- mano sobre el tocó la lengua con saliva. Miró al Sanidad al
Sordomudez 37 sordomudo. cielo, suspiró y dijo "ábrete". instante.
Las multitudes colocaron
a los pies de Jesús todo
tipo de enfermos: sordos,
Varias Mateo 15:29- mudos, cojos, ciegos, y Sanidad al
enfermedades 31 mucho más. No sabemos cómo, pero los sanó. instante.
Ella tocó el borde del
manto de Jesús mientra
pensaba «Si al menos
Flujo de Mateo 9:20- logro tocar su manto, Jesús se dio vuelta, la vio y le dijo: Sanidad al
sangre 22 quedaré sana». ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. instante.

Podemos ver que Jesús no tenía un patrón específico o una fórmula para sanar.
Algunas veces los enfermos le pidieron sanidad; otras veces lo hicieron sus
amigos o familiares. Pero en algunas ocasiones él decidió sanar sin que se lo
pidieran. Lo que sí vemos en Jesús es la certeza de que era el momento
adecuado para que llegara la sanidad a esa persona.

¿Cuál era "el secreto" del ministerio de Jesús? Él se mantenía en comunicación


con el Padre y seguía su dirección y guía en todo lo que hacía y decía (Juan 5:17-
18; Juan 8:26). Aun siendo Dios, decidió someterse a la voluntad del Padre.
Ciertamente les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino
solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la
hace también el Hijo.
(Juan 5:19)

Cómo orar por los enfermos


Como hijos de Dios ya hemos experimentado el poder de Dios. Sabemos que él,
como buen Padre que es, desea dar cosas buenas a sus hijos (Mateo 7:11) y él
nos anima a pedirle lo que necesitamos.

Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el
que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de
ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una
serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!
(Mateo 7:7-11)

Pero no debemos exigir lo que queremos ni pedir cualquier cosa que se nos
antoje. Debemos pedir con humildad (2 Crónicas 7:14-15), dentro de la
voluntad de Dios (1 Juan 5:14-15), con fe (Santiago 5:14-15), confiando en que
lo que Dios hace (o no hace) es lo mejor para nosotros.

El orar por sanidad debe formar parte de nuestra vida como cristianos pues está
dentro de la misión que Dios ha encomendado a los que creemos en él.

Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios;


hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y, cuando beban
algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y
estos recobrarán la salud».
(Marcos 16:17-18)

No haremos estas cosas con nuestras propias fuerzas. Las haremos en el


nombre de Jesús, en humildad y siguiendo su ejemplo (Filipenses 2:1-11).

¿Qué pasa si Dios no sana?


Hay veces en las que Dios decide no sanar físicamente a una persona. Cuando
esto sucede hay que recordar lo siguiente:

 Debemos seguir confiando en el poder, el amor y la bondad de Dios para


nosotros. Ya él nos concedió el milagro de la vida eterna y eso es lo que
necesitamos en realidad.
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna
en Cristo Jesús, nuestro Señor.
(Romanos 6:23)

 No debemos culparnos a nosotros mismos o a la persona enferma. Debemos


someternos a la voluntad de Dios pues hay cosas que no entenderemos mientras
estemos en nuestro cuerpo humano.

Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces


veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré
tal y como soy conocido.
(1 Corintios 13:12)

 Recordar que los pensamientos de Dios son diferentes a los nuestros y lo que él
más anhela es darnos aquello que nos ayuda en nuestro crecimiento espiritual.

Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —
afirma el Señor—.
(Isaías 55:8)

 No resistirnos a la voluntad de Dios sino fortalecernos en él y descansar en sus


promesas.

Porque así dice el Señor omnipotente, el Santo de Israel: «En el arrepentimiento y


la calma está su salvación, en la serenidad y la confianza está su fuerza, ¡pero
ustedes no lo quieren reconocer!
(Isaías 30:15)

Recibe ánimo al leer estos 10 versículos que hablan sobre la sanidad divina.

20 Versículos Bíblicos de
Sanidad Divina Realizada por
Jesús
https://recursoscristianosweb.com/versiculos-de-la-
biblia/sanidad-divina-realizada-por-jesus/
By James Sandoval 29 noviembre, 2017 Versículos Bíblicos 12 Comments

Versículos Bíblicos de Sanidad Divina en la Biblia


El Señor Jesús durante su ministerio realizo muchas sanidades, este fue uno
de sus atributos principales, no solo vino a sanarnos espiritualmente del
pecado, sino también se se intereso en la sanidad física del hombre. Este
articulo contiene 20 Versículos sobre sanidad Divina en la Biblia realizadas
por Jesús. Versión RVA-2015. Lea También: Promesas de Sanidad en la
Biblia.
Tabla de Contenido [Ocultar]
 1 Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en el Evangelio de Mateo
o 1.1 Mateo 4:23
o 1.2 Mateo 8:2-3
o 1.3 Mateo 8:16-17
o 1.4 Mateo 9:35
o 1.5 Mateo 12:13
o 1.6 Mateo 12:22
o 1.7 Mateo 14:35-36
o 1.8 Mateo 15:30
o 1.9 Mateo 17:18
o 1.10 Mateo 19:2
o 1.11 Mateo 21:14
 2 Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en el Evangelio de Marcos
o 2.1 Marcos 1:30-31
o 2.2 Marcos 10:51-52
 3 Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en el Evangelio de Lucas
o 3.1 Lucas 7:21
o 3.2 Lucas 13:11-13
o 3.3 Lucas 17:12-14
o 3.4 Lucas 22:49-51
 4 Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en el Evangelio de Juan
o 4.1 Juan 4:49-51
o 4.2 Juan 5:8-9
o 4.3 Juan 9:6-7

Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en


el Evangelio de Mateo
Mateo 4:23
Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el
evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el
pueblo (Mt 4:23).

Mateo 8:2-3
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él diciendo: ¡Señor, si quieres,
puedes limpiarme! Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero. ¡Sé
limpio! Y al instante quedó limpio de la lepra (Mt 8:2-3).

Mateo 8:16-17
Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a
los espíritus y sanó a todos los enfermos, de modo que se cumpliera lo dicho
por medio del profeta Isaías, quien dijo: Él mismo tomó nuestras debilidades
y cargó con nuestras enfermedades (Mt 8:16-17)

Mateo 9:35
Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas,
predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda
dolencia (Mt 9:35).

Mateo 12:13
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Él la extendió, y su mano
fue restaurada sana como la otra (Mt 12:13).

Mateo 12:22
Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y lo sanó, de manera
que el mudo hablaba y veía (Mt 12:22).

Mateo 14:35-36
Y cuando los hombres de aquel lugar lo reconocieron, mandaron a decirlo por
toda aquella región, y trajeron a él todos los que estaban enfermos. Y le
rogaban que solo pudieran tocar el borde de su manto, y todos los que lo
tocaron quedaron sanos (Mt 14:35-36).

Mateo 15:30
Entonces se acercaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos,
ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de
Jesús, y él los sanó (Mt 15:30).

Mateo 17:18
Jesús le reprendió, y el demonio salió de él; y el niño fue sanado desde
aquella hora (Mt 17:18).

Mateo 19:2
Grandes multitudes lo siguieron, y las sanó allí (Mt 19:2).

Mateo 21:14
Entonces ciegos y cojos vinieron a él en el templo, y él los sanó (Mt 21:14).
Lea También: 37 Versículos de Animo y Aliento en la Biblia.

Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en


el Evangelio de Marcos
Marcos 1:30-31
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron
de ella. Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le dejó la
fiebre, y ella comenzó a servirles (Mr 1:30-31).

Marcos 10:51-52
Y Jesús le respondió diciendo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo:
Rabí, que yo recobre la vista. Jesús le dijo: Vete. Tu fe te ha salvado. Al
instante recobró la vista y seguía a Jesús en el camino (Mr 10:51-52).
Lea También: 44 Versículos Sobre la Fe en la Biblia.

Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en


el Evangelio de Lucas
Lucas 7:21
En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de
espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista (Lc 7:21).

Lucas 13:11-13
Y he aquí una mujer que tenía espíritu de enfermedad desde hacía dieciocho
años andaba encorvada y de ninguna manera se podía enderezar. Cuando
Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Puso
las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios (Lc 13:11-
13).

Lucas 17:12-14
Cuando entró en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos los
cuales se pararon de lejos y alzaron la voz diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten
misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Vayan, muéstrense a los
sacerdotes. Aconteció que, mientras iban, fueron limpiados (Lc 17:12-14).

Lucas 22:49-51
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha. Entonces respondiendo Jesús, dijo: ¡Basta de esto! Y tocando su
oreja, lo sanó (Lc 22:49-51).
Lea También: 25 Salmos sobre la Fe en Dios.
Versículos Bíblicos de Sanidad Divina por Jesús en
el Evangelio de Juan
Juan 4:49-51
El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que muera mi hijo. Jesús le
dijo: Ve, tu hijo vive. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se puso
en camino. Mientras todavía descendía, sus siervos salieron a recibirlo diciendo
que su hijo vivía (Jn 4:49-51).

Juan 5:8-9
Jesús le dijo: Levántate, toma tu cama y anda. Y en seguida el hombre fue
sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado (Jn 5:8-9).

Juan 9:6-7
Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y con el lodo untó los
ojos del ciego. Y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa
enviado). Por tanto fue, se lavó y regresó viendo (Jn 9:6-7).
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Jesús y los enfermos


¿Qué decía Jesús a los enfermos? ¿Cómo les daba esperanza? ¿Por qué
curaba a algunos?

Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Libro Jesucristo.


Si uno lee con detención los Santos Evangelios descubre todo un
mundo, un océano de dolor que parece rodear a Jesús. Parece un imán
que atrae a cuanto enfermo encuentra en su paso por la vida. Él mismo
se dijo Médico que vino a sanar a los que estaban enfermos. No puede
decir "no" cuando clama el dolor. El amor de Jesús a los hombres es, en
su última esencia, amor a los que sufren, a los oprimidos. El prójimo
para Él es aquel que yace en la miseria y el sufrimiento (cf. Lc 10, 29
ss). La buena nueva que vino a predicar alcanzaba sobre todo a los
enfermos.

El dolor y el sufrimiento no son una maldición, sino que tienen su


sentido hondo. El sufrimiento humano suscita compasión, respeto; pero
también atemoriza. El sufrimiento físico se da cuando duele el cuerpo,
mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma. Para poder
vislumbrar un poco el sentido del dolor tenemos que asomarnos a la
Sagrada Escritura que es un gran libro sobre el sufrimiento.(105) El
sufrimiento es un misterio que el hombre no puede comprender a fondo
con su inteligencia. Sólo a la luz de Cristo se ilumina este misterio.
Desde que Cristo asumió el dolor en todas sus facetas, el sufrimiento
tiene valor salvífico y redentor, si se ofrece con amor. Además, todo
sufrimiento madura humanamente, expía nuestros pecados y nos une al
sacrificio redentor de Cristo.

La enfermedad en tiempos de Jesús.

El estado sanitario del pueblo judío era, en tiempos de Jesús,


lamentable. Todas las enfermedades orientales parecían cebarse en su
país. Y provenían de tres fuentes principales: la pésima alimentación, el
clima y la falta de higiene.

La alimentación era verdaderamente irracional. De ahí el corto promedio


de vida de los contemporáneos de Jesús y el que veamos con tanto
frecuencia enfermos y muertos jóvenes en la narración evangélica. Pero
era el clima el causante de la mayor parte de las dolencias. En el clima
de Palestina se dan con frecuencia bruscos cambios de calor y frío. El
tiempo fresco del año, con temperaturas relativamente bajas, pasa, sin
transición ninguna, en los "días Hamsin" (días del viento sur del
desierto), a temperaturas de 40 grados a la sombra. Y, aun en esos
mismos días, la noche puede registrar bruscos cambios de temperatura
que, en casas húmedas y mal construidas como las de la época, tenían
que producir fáciles enfriamientos, y por lo mismo, continuas fiebres. Y
con el clima, la falta de higiene.

De todas las enfermedades la más frecuente y dramática era la lepra


que se presentaba en sus dos formas: hinchazones en las articulaciones
y llagas que se descomponen y supuran. La lepra era una terrible
enfermedad, que no sólo afectaba al plano físico y corporal, sino sobre
todo al plano psicológico y afectivo. El leproso se siente discriminado,
apartado de la sociedad. Ya no cuenta. Vive aislado. Al leproso se le
motejaba de impuro. Se creía que Dios estaba detrás con su látigo de
justicia, vengando sus pecados o los de sus progenitores. Basta leer el
capítulo trece del Levítico para que nos demos cuenta de todo lo que se
reglamentaba para el leproso. ¡La lepra iba comiendo sus carnes y la
soledad del corazón! Todos se mantenían lejos de los leprosos. E incluso
les arrojaban piedras para mantenerlos a distancia.

¿Cuál era la postura de los judíos frente a la enfermedad? Al igual que


los demás pueblos del antiguo Oriente, los judíos creían que la
enfermedad se debía a la intervención de agentes sobrenaturales. La
enfermedad era un pecado que tomaba carne. Es decir, pensaban que
era consecuencia de algún pecado cometido contra Dios. El Dios
ofendido se vengaba en la carne del ofensor. Por eso, el curar las
enfermedades era tarea casi exclusivamente de sacerdotes y magos, a
los que se recurría para que, a base de ritos, exorcismos y fórmulas
mágicas, oraciones, amuletos y misteriosas recetas, obligaran a los
genios maléficos a abandonar el cuerpo de ese enfermo. Para los judíos
era Yavé el curador por excelencia (cf. Ex 15, 26).

Más tarde, vino la fe en la medicina (cf. Eclesiástico 38, 1-8). No


obstante, la medicina estaba poco difundida y no pasaba de elemental.
Por eso, la salud se ponía más en las manos de Dios que en las manos
de los médicos.

Jesús ante el dolor, la enfermedad y el enfermo

Y, ¿qué pensaba Jesús de la enfermedad?


Jesús dice muy poco sobre la enfermedad. La cura. Tiene compasión de
la persona enferma. La curación del cuerpo estaba unida a la salvación
del alma. Jesús participa de la mentalidad de la primera comunidad
cristiana (106) que vivió la enfermedad como consecuencia del pecado
(cf. Jn 9, 3; Lc 7, 21). Por tanto, Jesús vive esa identificación según la
cual su tarea de médico de los cuerpos es parte y símbolo de la función
de redentor de almas. La curación física es siempre símbolo de una
nueva vida interior.

Jesús ve el dolor con realismo. Sabe que no puede acabar con todo el
dolor del mundo. Él no tiene la finalidad de suprimirlo de la faz de la
tierra. Sabe que es una herida dolorosa que debe atenderse, desde
muchos ángulos: espiritual, médico, afectivo, etc.

¿Y ante el enfermo?

Primero: siente compasión (cf. Mt 7, 26). Jesús admite al necesitado. No


lo discrimina. No se centra en los cálculos de las ventajas que puede
obtener o de la urgencia de atender a éste o a aquel. Alguien llega y Él
lo atiende. Su móvil es aplacar la necesidad. Tiene corazón siempre
abierto para cualquier enfermo.

Segundo: ve más hondo. Tras el dolor ve el pecado, el mal, la ausencia


de Dios. La enfermedad y el dolor son consecuencias del pecado. Por
eso, Jesús, al curar a los enfermos, quiere curar sobre todo la herida
profunda del pecado. Sus curaciones traen al enfermo la cercanía de
Dios. No son sólo una enseñanza pedagógica; son, más bien, la llegada
de la cercanía del Reino de Dios al corazón del enfermo (cf. Lc 4, 18).

Tercero: le cura, si esa es la voluntad de su Padre y si se acerca con


humildad y confianza. Y al curarlo, desea el bien integral, físico y
espiritual (cf. Lc 7, 14). Por eso no omite su atención, aunque sea
sábado y haya una ley que lo malinterprete (cf. Mc 1, 21; Lc 13, 14).

Cuarto: Jesús no se queda al margen del dolor. Él también quiso tomar


sobre sí el dolor. Tomó sobre sí nuestros dolores.(107) A los que sufren,
Él les da su ejemplo sufriendo con ellos y con un estilo lleno de valores
(cf. Mt 11, 28).

Quinto: con los ancianos tiene comprensión de sus dificultades, les alaba
su sacrificio y su desprendimiento, su piedad y su amor a Dios, su fe y
su esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas (cf. Mc 12, 41-
45; Lc 2, 22-38).
Juan Pablo II en su exhortación "Salvifici doloris" (108) del 11 de
febrero de 1984 dice que Jesucristo proyecta una luz nueva sobre este
misterio del dolor y del sufrimiento, pues Él mismo lo asumió. Probó la
fatiga, la falta de una casa, la incomprensión. Fue rodeado de un círculo
de hostilidad, que le llevó a la pasión y a la muerte en cruz, sufriendo
los más atroces dolores. Cristo venció el dolor y la enfermedad, porque
los unió al amor, al amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal,
sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la
redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo. La cruz de
Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua
viva. En ella, en la cruz de Cristo, debemos plantearnos también el
interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la
respuesta a tal interrogante.

Al final de la exhortación, el Papa dice: "Y os pedimos a todos los que


sufrís, que nos ayudéis. Precisamente a vosotros, que sois débiles,
pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la
humanidad. En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal,
que nos presenta el mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento
en unión con la cruz de Cristo" (número 31).

Nosotros ante el dolor y la enfermedad

¿Cuál debería ser nuestra actitud ante el dolor, la enfermedad y ante los
enfermos?

Primero, ante el dolor y la enfermedad propios: aceptarlos como venidos


de la mano de Dios que quiere probar nuestra fe, nuestra capacidad de
paciencia y nuestra confianza en Él. Ofrecerlos con resignación, sin
protestar, como medios para crecer en la santidad y en humildad, en la
purificación de nuestra vida y como oportunidad maravillosa de
colaborar con Cristo en la obra de la redención de los hombres.

Y ante el sufrimiento y el dolor ajenos: acercarnos con respeto y


reverencia ante quien sufre, pues estamos delante de un misterio; tratar
de consolarlo con palabras suaves y tiernas, rezar juntos, pidiendo a
Dios la gracia de la aceptación amorosa de su santísima voluntad.

Además de consolar al que sufre, hay que hacer cuanto esté en nuestras
manos para aliviarlo y solucionarlo, y así demostrar nuestra caridad
generosa(109) El buen samaritano nos da el ejemplo práctico: no sólo
ve la miseria, ni sólo siente compasión, sino que se acerca, se baja de
su cabalgadura, saca lo mejor que tiene, lo cura, lo monta sobre su
jumento, lo lleva al mesón, paga por él. La caridad no es sólo ojos que
ven y corazón que siente; es sobre todo, manos que socorren y ayudan.

Juan Pablo II en su exhortación "Salvifici doloris", sobre el dolor


salvífico, dice que el sufrimiento tiene carácter de prueba.(110) Es más,
sigue diciendo el Papa: "El sufrimiento debe servir para la conversión, es
decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer
la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia
tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está
latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en
su relación con los demás y, sobre todo, con Dios" (número 12).

CONCLUSIÓN

Así Jesús pasaba por las calles de Palestina curando hombres, curando
almas, sanando enfermedades y predicando al sanarlas. Y las gentes le
seguían, en parte porque creían en Él, y, en parte mayor, porque
esperaban recoger también ellos alguna migaja de la mesa. Y las gentes
le querían, le temían y le odiaban a la vez. Le querían porque le sabían
bueno, le temían porque les desbordaba y le odiaban porque no
regalaba milagros como un ricachón monedas. Pedía, a cambio, nada
menos que un cambio de vida. Algo tiene el sufrimiento de sublime y
divino, pues el mismo Dios pasó por el túnel del sufrimiento y del
dolor...ni siquiera Jesús privó a María del sufrimiento. La llamamos
Virgen Dolorosa. Contemplemos a María y así penetraremos más
íntimamente en el misterio de Cristo y de su dolor salvífico.

(105) Recomiendo aquí la lectura de la exhortación del Papa Juan Pablo


II "Salvifici doloris", sobre el dolor salvífico.

(106) Cf. 1 Cor 11, 30

(107) Léase el capítulo 53 del profeta Isaías

(108) Desde el número 14 en adelante

(109) San Mateo 25, 31-46 nos da la clave

(110) Cf. Número 11


10 versículos bíblicos que hablan
sobre sanidad

Somos seres humanos y vivimos en cuerpos físicos que fallan y decaen con el
paso del tiempo. A lo largo de la vida enfrentamos toda clase de retos a nuestra
salud sea un resfriado, miopía, presión alta o alguna otra enfermedad más grave.

¿Qué nos dice la Biblia sobre la sanidad? ¿Está bien ir delante de Dios para
presentarle nuestras enfermedades y pedirle que nos conceda salud? Sí, Dios
escucha todas nuestras oraciones y desea obrar en nuestras vidas trayendo
sanidad espiritual, emocional y, en algunas ocasiones, la sanidad física.

En la Biblia encontramos versículos bíblicos que hablan sobre este tema. Veamos
algunos de ellos.

1. La sanidad y la obediencia
Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero
justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de
las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la
salud».
(Éxodo 15:26)

Dios declara que daría salud a su pueblo. Él les había librado de la esclavitud en
Egipto y ellos conocían bien su poder, su amor y su cuidado. Dios les dice que les
libraría de todas las enfermedades o plagas que habían visto en Egipto pero ellos,
como pueblo de Dios, debían escuchar su voz, obrar en justicia y vivir en
obediencia a sus mandatos.

2. La adoración a Dios trae bendición


Dios le recuerda a su pueblo que su adoración debía estar dirigida solo a él. Dios
no comparte su trono con nada ni nadie, algo que debemos recordar. Al
obedecerle en esto recibimos la bendición de tener todo lo que necesitamos para
nuestro bienestar físico (pan y agua) y también la salud que necesitan nuestros
cuerpos.

3. Dios da a sus hijos salud espiritual y física


Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al
Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana
todas tus dolencias.
(Salmo 103:1-3)

Nuestra alma se renueva si nos enfocamos en las bondades y bendiciones que


Dios nos ha concedido. Es bueno recordar todo lo que Dios nos ha dado y hecho
por nosotros aun cuando estemos en medio de dificultades. Dios nos dio vida
eterna, el perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestras dolencias, tanto
las espirituales como las físicas, porque el poder de Dios no tiene límites.

Recibe ánimo al leer algunas de las razones que tenemos para alabar a Dios.

4. Dios escucha nuestro clamor


En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra
para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.
(Salmo 107:19-20)

Debemos clamar a Dios en medio de nuestras enfermedades y dolores; él nos


escucha y está presto a obrar. En el Salmo 107:19-20 vemos que el pueblo de
Israel recuerda un momento en el que se había sentido angustiado. Cuando
clamaron a Dios, él les dio salvación y sanidad. Dios envió su palabra para
sanarlos a través de alguien (¿un ángel?) y los rescató de la muerte pues la
situación era grave. Pero no hay nada imposible para Dios cuando está en su
corazón la decisión de sanar.

5. La palabra de Dios da vida


Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de
vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes
las hallan; son la salud del cuerpo.
(Proverbios 4:20-22)

Hay sabiduría en la palabra de Dios, debemos obedecerla y atesorarla en nuestros


corazones. Dios quiere lo mejor para nosotros y cuando vivimos como a él le
agrada y como él nos dice, recibimos vida espiritual y salud física. Muchas veces,
solo con decidir descansar en él y entregarle nuestras preocupaciones, nuestro
cuerpo se renueva al llenarse de su paz y disfrutar de su compañía.

6. La obra de Jesús en la cruz


Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre
él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
(Isaías 53:5)

En estos versículos de Isaías, él profetiza sobre la muerte de Jesús en la cruz y


cómo él llevó sobre sus hombros nuestras enfermedades físicas, emocionales y
espirituales. No estamos solos en nuestros momentos de sufrimiento: Jesús está
con nosotros. Él entiende lo que sentimos y sabe lo que necesitan nuestro espíritu,
alma y cuerpo.

Jesús cargó con todas nuestras enfermedades y dolores en la cruz. Gracias a él


tenemos paz con Dios y paz en medio de las circunstancias difíciles que
enfrentamos. Por sus heridas recibimos sanidad espiritual, no moriremos
eternamente y esa es la obra más grande de Cristo en la cruz. Dios quiere darnos
también sanidad física y emocional aunque debemos entender que es él quien
decide cómo y cuándo nos la da.

7. La autoridad de los discípulos para sanar


Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”.
Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que
tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo
gratuitamente.
(Mateo 10:7-8)
Cuando Jesús envió sus doce discípulos a llevar su mensaje al pueblo de Israel
les dio autoridad para liberar a las personas del poder del enemigo y sanar toda
enfermedad (Mateo 10:1). Ese era el ministerio que debían llevar a cabo y la
sanidad era una parte importante de este.

Cuando el reino de Dios se manifiesta ocurren milagros, sanidades y liberaciones.


Dios es todopoderoso y quiere bendecir a los que se acercan a él. Por esto, él
capacita a sus hijos para poder realizar su ministerio. En 1 Corintios 12:9 leemos
que uno de los dones que Dios da a la iglesia es el don de sanidad pues todavía
hoy él desea bendecir, sanar y restaurar a todos los que le buscan.

Aprende más sobre los dones del Espíritu Santo y cómo usarlos.

8. El rol de la fe
¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó.
Rabí, quiero ver —respondió el ciego.
Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado.
Al momento recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
(Marcos 10:51-52)

En este pasaje de Marcos 10 encontramos uno de los muchos milagros de


sanidad que hizo Jesús: la sanidad del ciego Bartimeo. Este ciego mendigaba en
el camino en Jericó. Él había oído sobre los milagros de Jesús y permanecía
alerta esperando su oportunidad para pedirle que le sanara.

Los versículos 46 al 50 dicen que tan pronto Bartimeo se enteró de que Jesús
estaba cerca comenzó a gritar diciendo "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". No
tuvo vergüenza ni reparos. Él sabía lo que quería, sabía que Jesús lo podía sanar
y estaba dispuesto a gritar hasta recibir lo que anhelaba. Jesús le escuchó y le
llamó, así que Bartimeo dio un salto y se puso de pie, se despojó de su capa y se
acercó a Jesús.

¿Por qué Jesús le pregunta qué quiere? Era obvio que él deseaba ser sanado.
Pero hay momentos en los que Dios desea que le digamos exactamente lo que
queremos que él haga, y en el caso de Bartimeo, Jesús concedió la sanidad. Le
dijo "tu fe te ha sanado" y en ese instante el ciego pudo ver. A veces Dios solo
está esperando una muestra de fe de nuestra parte para realizar el milagro que él
ya ha decidido hacer.

9. Orar y ungir a los enfermos


¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que
oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al
enfermo y el Señor lo levantará. Y, si ha pecado, su pecado se le perdonará.
(Santiago 5:14-15)

Los enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia para que oren y les unjan
en el nombre de Jesús. La mención del aceite, muy usado en ese tiempo para
tratar dolencias y enfermedades, parece indicar que no debemos descartar la
medicina ya que Dios puede usar a los médicos y los medicamentos para traer
salud a nuestros cuerpos.

Aquí también se habla sobre la importancia de reconocer nuestros pecados pues


hay algunas enfermedades que vienen por causa del pecado. Debemos vivir en
obediencia a Dios. Pero, si fallamos, Dios no nos deja sin salida. Podemos
confesarle nuestros pecados, recibir oración, ser ungidos y restaurar nuestra
relación con él a la vez que recibimos la sanidad de nuestros cuerpos.

10. Sanidad y nueva vida en Cristo


Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al
pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
(1 Pedro 2:24)

Aquí el apóstol Pedro hace referencia a Isaías 53:4-5 y la profecía sobre Jesús y
su muerte. Jesús llevó todos nuestros pecados y los clavó en la cruz sufriendo el
castigo que cada uno de nosotros debía haber sufrido. Cuando aceptamos a
Jesús como nuestro Señor y Salvador recibimos la vida eterna que él ya obtuvo
para nosotros.

Las heridas que Jesús sufrió en la cruz y la sangre que él derramó nos conceden
la sanidad espiritual o salvación. En Cristo recibimos también toda la sanidad
física que necesitamos, pero el anhelo principal de Dios es salvarnos de la muerte
eterna, que dejemos atrás el pecado y vivamos para él.

En Apocalipsis 21:4 leemos:

Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento
ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.

Tenemos la esperanza de la vida eterna ya que en algún momento morirá nuestro


cuerpo físico y pasaremos a la eternidad con Jesús. No importa cuánto suframos
mientras vivimos aquí en la Tierra, sabemos que nuestra eternidad estará llena de
salud, de gozo y de todas las cosas buenas que Dios ya ha preparado para
nosotros.

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