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Un primero de enero de 1959 se vislumbraba desde una isla, en el centro de América, un

nuevo aliento emancipatorio para nuestra humanidad. Una insurrección armada con obreros,
campesinos e intelectuales en su seno derrocaban el régimen de Fulgencio Batista, el sueño
de muchos revolucionarios, arrebatar el poder a los opresores y ponerlo al servicio de la
justicia humana y social, se acariciaba con más ahínco hace sesenta años.

Con la victoria del Movimiento 26 de Julio, se tiene un nuevo referente, una nueva experiencia
de poder político y popular que ejemplifica otras maneras de dirigir una revolución y construir
el socialismo. En medio de una guerra fría y ante el celo imperioso de la burguesía
internacional que buscaba minar a toda costa los avances de los barbudos cubanos, éstos se
vieron obligados a establecer relaciones comerciales y políticas con la entonces Unión
Soviética para velar por su defensa y subsistencia. Pero también, en la dirigencia de Fidel y
en los tiempos de política institucional en los que estuvo Guevara, se dieron esfuerzos
titánicos para que Cuba lograra una independencia económica, su ejemplo de
internacionalismo es una clara muestra de no quedar a merced de la URSS, buscando
generar contactos y apoyos con otros pueblos del mundo.

Sea este aniversario de la Revolución cubana para responder con lo que nos es posible
estando a la altura de su estudio; la interpretación sobre el pasado de los socialismos, de sus
retos, contradicciones y dificultades es un tema de crucial importancia para los que
sostenemos aspiraciones de transformación radical de la sociedad. No volvemos a esos
contextos por complacer una nostalgia con el pasado, volvemos para tener una
fundamentación y no quedar a merced de tergiversaciones y usos amañados sobre la historia
de tan importantes acontecimientos

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